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Dossier de Bajar La Madre
Dossier de Bajar La Madre
Pomo.
En la creencia popular, órgano o zona del estómago del hombre que se descompone a
consecuencia de un susto o un fuerte disgusto. Fue al curandero porque tenía el pomo
descompuesto.
Madre
En la creencia popular, órgano o zona del estómago de la mujer que se descompone por
un susto, o, por un disgusto, o por otras causas similares.
Buche virado.
Dolencia, generalmente infantil, que se manifiesta con retortijones y fuertes dolores de
barriga. Según la tradición popular, se cura aplicando hoja de tártago untada en aceite
tibio sobre la zona. Falto a clase porque tenía el buche virado.
Como únicos instrumentos las propias manos del sanador o sanadora untadas en
menjunjes desconocidos guardados en pomos de cristal oscuro que desprendían un olor
a mezcla de sebo, menta y alcanfor.
Para tal menester estaban las botellas con agua caliente o los parches de color encarnado
cuyas marcas de mugre, indelebles al tiempo, se quitaban con agua y jabón de esparto o
fuertes frotaciones de alcohol.
Eran los remedios que se aconsejaban, igual para un susto de niño desalado, los brincos
que daba la barriga descompuesta por un trance de amores, la muerte de un ser querido
o el viaje, sin boleto de regreso, de un marido que partía en busca de mejor fortuna a
zonas de la América de donde muchos maridos isleños volvían "consolados" por las
caricias de mujeres más fogosas y entendidas en artes y filtros de amores.
Los diferentes síntomas de este padecer de siglos que nunca han respetado edad,
condición social o sexo, se resumían en una proverbial expresión propia del habla de las
islas: "estar disgustado". Así se lo manifestaban, con el ánimo compungido y sin casi
mirar a los ojos, a los médicos cuyas recetas con escritura de adivinos, solo podían
descifrar los boticarios.
El término depresión llegó más tarde cuando la ciencia médica comenzó el deslinde
sobre los diferentes padeceres del ánimo y la Psiquiatría se convirtió en una
especialidad a los que no solo acudían los que estaban locos de remate (…).
MEDICINA POPULAR CANARIA
INSTITUTO CANARIO DE PALEOPATOLOGIA Y BIOANTROPOLOGIA
Carlos P Casariego Ramírez Conrado C. Rodríguez Martín
Se sabe cuáles pudieron ser las bases sobre las que se cimentó la actual medicina
popular canaria porque las Islas Canarias fueron un lugar de tránsito de una ingente
cantidad de personas desde Europa hacia: América y a la inversa, así como el trasiego
existente durante mucho tiempo entre África y Canarias y ello originó que en el
archipiélago se aceptaran, con sus correspondientes adaptaciones, muchos aspectos de
las medicinas populares de esos países (Bosch Millares, 1967).
Al ser esta una "profesión" autodidacta, o de transmisión familiar directa, y dado que un
gran número de curanderos sabe apenas leer y escribir, es lógico que éstos tengan una
escasa motivación por instruirse bibliográficamente sobre el tema lo que les impide
tener un mínimo conocimiento acerca de la historia del curanderismo en las islas.
El empacho:
Es una enfermedad debida a la mala digestión de determinados alimentos. Suele ser más
frecuente en niños que en adultos y su sintomatología se manifiesta por la aparición de
náuseas, vómitos y falta de apetito y todo ello puede o no estar asociado con fiebre.
El susto:
El "buche virado” puede ser debido tanto a un susto como por colocar ("virar") al niño
boca abajo después de haber comido, produciéndose náuseas y vómitos.
Para tratar este cuadro, aparte del rezado que corresponde, el curandero coloca al niño
sobre la mesa boca abajo y juntándole las dos piernas observa si una es más corta que la
otra que es el signo de que el niño, en efecto, tendría esta enfermedad. Tras este,
podríamos llamarlo diagnóstico, procede a dar un tirón a la pierna más corta para poner
el buche de nuevo en su sitio.
El "mal del pomo" o la "madre descompuesta" suele producir falta de apetito, náuseas,
vómitos, fatigas continuas y apatía para llevar a cabo cualquier clase de trabajo por
mínimo que sea. Este extraño mal implica la existencia de que algo localizado a nivel
periumbilical, posiblemente un latido arterial, se desplaza hacia el lado izquierdo o
derecho del abdomen.
Según nos comentaba una santiguadora, cuando el latido se desplaza hacia la derecha
(cosa que ocurre solo en el varón) la enfermedad recibe el nombre de "mal del pomo" o
"el pomo fuera de sitio". Si, por el contrario, se desplaza hacia la izquierda (lo que
ocurre exclusivamente en la mujer) es denominada "madre descompuesta o "madre
fuera de sitio." En cualquiera de los dos casos, el tratamiento va a ser igual para ambos.
Para tal fin, los curanderos suelen poner el tercer dedo de la mano izquierda en el
ombligo mientras que con la derecha hacen los masajes y santiguados, hasta notar que el
latido vuelve a estar en el ombligo.
Para soldar el pomo, ponen siempre sobre el ombligo un parche poroso que el. paciente
deberá llevar durante tres días seguidos.
“Una curandera encuestada nos decía que ella notaba el pomo fuera de su sitio, cuando
notaba el latido a los lados del ombligo y no en su sitio”.
EL MUNICIPIO DE HARÍA
Gregorio Barreto Viñoly - Cronista Oficial de Haría
Resulta que antiguamente escaseaban los médicos en todos los sitios y, naturalmente, que en
Haría también, y la verdad es que cuando había alguna necesidad había que acudir a la capital,
Arrecife, para solicitar la ayuda de un médico; cuando no había teléfono ni formas de mandar
recado Resulta, como no fuera de forma personal, y para ello tenía que ir alguien a Arrecife,
localizar al médico y encargar que viniera a tal sitio, en camello, carro o burro, con la tardanza o
espera que ello significaba, a no ser que se llevara al enfermo en camello o lo que fuera, y así
algunas veces se moría el enfermo por el camino. Eso es lo que había y no había otra cosa
mejor.
Fue en el año de 1904 cuando vino el primer médico oficial a Haría, y precisamente lo fue el
hariano don Francisco Hernández Arata, el cual aguantó poco tiempo y manifestaba
abiertamente que él estudió la Medicina pero que no le gustaba la práctica de la profesión, y eso
de estar del salto al mato trasladándose por toda la Isla le gustaba muy poco y resultaba muy
incómodo y prefería hacer otras cosas; y, efectivamente, hizo otras cosas como ser Presidente
del Cabildo Insular y ostentar otros cargos importantes.
Antes moría la gente y era enterrada sin saberse de qué enfermedad falleció, ya que, como no
había médico, se ponía como causa de fallecimiento la que manifestaran dos testigos, que a su
modo valoraban el hecho de la muerte, y se ven casos en los Registros Civiles de hechos de
fallecimiento como de que “murió de un dolor debajo del arca” y tantas cosas por el estilo.
Como resulta que antes no había médicos en los pueblos, se ideaba la introducción o
habilitación del curanderismo como medio de escapatoria propia, la de su familia y vecinos, y
eso, a su modo de ver y entender, aunque se llegaba a coger mucha experiencia por estas gentes
que se atrevían a hacer de curanderos, pero que, naturalmente, sus conocimientos y experiencias
estaban muy limitados, pero no había otra cosa mejor.
El hecho del curanderismo tiene muy distintas facetas y así había personas experimentadas en
las curas de desconches, desmanches o esguinces y también se decía “tiene una cuerdita”,
cuando notaban un nudo anormal palpando la piel del paciente, y tantas otras apreciaciones
como roturas de huesos, lasqueados, articulaciones fuera de su sitio y otras, y era mucha la
gente que acudía a estos curanderos que se denominaban “estregadores”. Se da la circunstancia
de que en Haría aún existe una persona que atiende casos de desconches a deportistas,
especialmente cuando sufren algún tipo de esguince u otro deterioro de este tipo.
Pero había otras vertientes del curanderismo, como eran las del mal de ojo, que era un mal que
recaía mas bien en niños pequeños, y la verdad es que se notaban niños que no podían
mantenerse de pie, “desmadejados”, muy decaídos, y que se iban a estas curanderas, que solían
ser mujeres, por cierto ,aunque también hombres, y que si el mal no era efectivamente muy
fuerte podía ser que se curara con la intervención de una sola curandera, pero a veces hacían
falta dos, y si el mal era muy fuerte hacía falta que intervinieran tres curanderas, y así se lograba
sacar a la criatura adelante mediante rezados y más rezados y cruces y más cruces, otras formas
que eran distintas para cada curandera, pero que al fin podía resultar que estas mujeres se
enfermaran ellas mismas en el ejercicio de la curación pasajeramente, si el mal de la criatura era
muy importante.
Pero además de los niños, también este mal recaía en personas mayores y también en animales,
como cochinos y vacas, pero también cabras, ovejas y otros, y lo grande es que esto se producía
o provocaba por motivo de una mala mirada o mirada que a veces era intencionada para hacer
mal, y había personas que sabían que hacían mal con su vista y lo hacían intencionadamente,
pero había otros casos de personas que hacían mal incluso a sus hijos sin saber nada, o sea, sin
saber que ellos tenían una vista mala, traicionera o muy fuerte, como para hacer el mal.
En todos los pueblos había personas que atendían estos menesteres y eso hasta los años de 1980,
y ya luego la Medicina tradicional se fue haciendo cargo de todo, aunque algunos médicos
profesionales recomendaban que fuera a una curandera en algunos casos. También existía un
curanderismo que consistía en curar de lamparón, que se hacía a base de unos preparados de una
hierba que tiene unos tomatitos y que se llama “moralillo”, y eso se presentaba en forma de
ungüento sobre alguna herida o malformación de la piel, con escrófulas o erupciones extrañas
diversas, a veces parecidas a la lepra. En Máguez hubo un señor especialista y muy apreciado en
estas curas en Lanzarote.
Y también existió otra forma de curanderismo que se denominaba la cura del pomo, y es que
esta enfermedad del pomo venía originada, en el fondo, por un estado de nerviosismo
incontrolado, que provocaba en la persona que lo sufría un miedo enorme y una impotencia ante
todo, naturalmente que los signos básicos de una depresión, pero al no haber médicos
especialistas, se trataban a nivel de curanderos y éstos curaban estos males de muy distintas
maneras: unos asustaban al paciente a ver si reaccionaba, por ejemplo echándole un buche de
agua de forma inesperada, y tantos otros modos, pero los curanderos decían que el paciente
tiene la máquina fuera de su sitio, o sea, que los latidos estaban descontrolados y no centrados a
nivel del ombligo, en que se basaban en estas curas, o tiene la madre descompuesta, y algunos
otros términos para definir este mal , pero que al fin salían adelante la mayor parte de ellos, con
un parche “Sor Virginia” pegado para que se fuera recogiendo en él el mal. Este tipo de
curanderismo ha tomado mucha fama en el pueblo de Guatiza, donde hubo una gran curandera,
quedando ahora una sucesora, que es su nuera, que aún sigue el trabajo de su suegra con buena
aceptación.
También se llegaron a tratar a nivel de curanderos males que requerían urgencia y que, si no, la
cosa era de vida o muerte; y así hasta hubo en Máguez un caso de un padre que al no saber lo
que hacer al no encontrar médico a mano, cogió a su hija y le hizo unas clavadas por la espalda,
desangrándola ligeramente y ése era el tratamiento casero a que se acudía en casos de pulmonía
o hasta de pulmonía doble, que vienen a ser las neumonías actuales.
En casos de frío en los niños, e incluso en personas mayores, durante el invierno y por afección
catarral, solían ponerse en la espalda unas ventosas, mediante un vaso con un algodón dentro
mojado en alcohol y ardiendo, y así quitaba el frío que tenía la persona debajo de la piel o en su
interior.
NUESTRO SEGUNDO CEREBRO
LOS CIENTÍFICOS LO DESCUBREN EN EL APARATO DIGESTIVO
(Publicación de la revista MUY INTERESANTE, año 2001)
Tenemos dos cerebros: uno en la cabeza y otro oculto en nuestras entrañas. Los
neurólogos han hallado que este último también es capaz de recordar, ponerse
nervioso y dominar a su colega más noble.
Hace 4.500 años, los eruditos egipcios situaban en la parte más prosaica de
nuestro organismo, con sus intestinos inquietos y pestilentes, la sede de nuestras
emociones. E el Papiro Smith, por ejemplo, ya puede leerse que el estómago
constituye la desembocadura del corazón, “el órgano donde se localiza el pensamiento
y el sentimiento”. De este modo, cualquier manifestación o alteración en la mente
cardíaca se refleja indefectiblemente en el aparato digestivo. En el Papiro Ebers (1550
a. de C.) se describe sin tapujos esta relación anatómica y funcional: “Tratamiento de
una gastropatía. Si examinas a un hombre con una obstrucción en el estómago, su
corazón está atemorizado, y en cuanto come algo, la ingestión de alimentos se hace
dificultosa y es muy lenta”.
Durante siglos, los galenos prestaron más atención a nuestro vientre que al
cerebro, órgano al que tradicionalmente se le otorgó el cometido menor de ventilar la
sangre. En todas las culturas antiguas y modernas se ha tenido la conciencia, al menos
popular, de que nuestras tripas son capaces de experimentar emociones. Al recibir una
buena noticia, un cosquilleo placentero invade la barriga, como si en su interior
revolotearan miles de mariposas. Por el contrario, las situaciones de tensión, miedo o
aflicción hacen que el estómago se encoja y sintamos como si un roedor escarbase en
nuestras entrañas. La repulsión hacia algo o alguien puede llegar a producir náuseas e
incluso provocar el vómito.
Todas estas tareas están bajo control, en mayor o menor grado, del cerebro
abdominal, también conocido como sistema entérico (SNE). Pero su cometido va más
allá que el de supervisar los ya de por sí complejos procesos digestivos. Al igual que el
recluido en las paredes craneales, el cerebro entérico produce sustancias psicoactivas
que influyen en el estado anímico, como los neurotransmisores serotonina y
dopamina, así como diferentes opiáceos que modulan el dolor. Además sintetiza
benzodiacepinas, compuestos químicos que tienen el mismo efecto tranquilizante que
el “Valium”.
El segundo cerebro puede pasar por alto las órdenes de los sesos
Todas estas peculiaridades hacen del sistema nervioso entérico “un lugar
independiente de integración y procesamiento neural. Esto es lo que le convierte en
un segundo cerebro. El SNE jamás compondrá silogismos, escribirá poesía o abordará
el diálogo socrático, pero a pesar de ello es un cerebro”, dice el profesor Gerson. Y
añade: “Descartes formuló su máxima ´Pienso, luego existo´, pero lo hizo porque sus
intestinos se lo permitieron”. Así es, cuando el aparato digestivo enferma y nos hace
conscientes de su aflicción, mediante vómitos, diarreas, ardores y espasmos, la mente
se nubla. “Ningún pensamiento fluye con normalidad cuando la conciencia entérica
está puesta en el retrete”, dice el profesor Gershon.
El hecho de que el SNE trabaje por cuenta propia hace que los científicos
consideren la posibilidad de que también pueda memorizar ciertas emociones, sufrir
de estrés y tener sus propias psiconeurosis. Las estadísticas confirman que el 40 por
ciento de los pacientes que son vistos por el médico internista presenta problemas
gastrointestinales. La mitad de éstos tienen trastornos funcionales, es decir, que sus
intestinos no trabajan adecuadamente, pero nadie acierta a explicar por qué.
“Ninguno presenta alteraciones anatómicas o químicas. Debido a que el segundo
cerebro trabaja en la oscuridad, a menudo es infravalorado por los médicos como
fuente de patologías”, señala el profesor Gershon.
¿Pero qué necesidad hay de tener dos cerebros? Los científicos opinan que se
trata de una adaptación evolutiva. “Cuando nuestros predecesores emergieron del
cieno y adquirieron una espina dorsal, desarrollaron un cerebro en la cabeza y un
estómago con una mente propia”, dice el profesor Gershon. El cerebro principal delegó
las funciones digestivas a un segundo cerebro, para así dedicarse en cuerpo y alma a
otros menesteres, como la caza, la huida ante posibles enemigos y la búsqueda de
pareja. Desde entonces, los dos sistemas nerviosos –el central y el entérico- han
evolucionado de forma paralela, alcanzando su mayor complejidad en el ser humano.
En palabras de Michael Schemann, fisiólogo de la Facultad de Veterinaria en Hannover,
Alemania, “si el encéfalo hubiera asumido las tareas del cerebro entérico, nuestro
cuello debería tener un diámetro formidable, para dejar paso a los manojos de fibras
nerviosas que manejarían nuestras tripas”.
El resultado de la partición son dos cerebros conectados por los nervios vagos y
la médula espinal. A medida que descendemos por el tubo digestivo, el cerebro rey
cede su poder a su colaborador gástrico. Desde la boca hasta la mitad del esófago, la
dominancia de los sesos se hace patente. La primera manifestación de la mente
entérica se hace notar en los movimientos peristálticos del esófago inferior, que
todavía precisan de la intervención del SNE para su coordinación. Esta actitud
gastrointestinal está en manos de una de las dos partes en que se divide el cerebro
abdominal. Nos referimos al plexo mientérico o de Auerbach, que descansa entre las
capas musculares longitudinal y circular de la pared intestinal. El otro plexo, que ocupa
la zona submucosa o de Meissner, y controla fundamentalmente la secreción del flujo
local.
Un poco más abajo el cerebro vuelve a tomar el control, justo a nivel del
esfínter gastroesofágico, la puerta que permite el paso de los alimentos deglutidos
hacia el estómago. En éste su influjo es aún importante, pues los nervios vagos se
encargan de mantener al cerebro informado de los sucesos intestinales, aunque el
sistema nervioso entérico puede asumir en un momento dado las riendas estomacales
sin ningún problema.
El auténtico reinado del segundo cerebro comienza a nivel del esfínter pilórico
-la salida del estómago y se extiende a lo largo del intestino delgado, la región del
aparato gástrico dedicada a la absorción de los nutrientes. Las fibras de su primer
tramo –el duodeno- contactan con el páncreas y la vesícula biliar para controlar,
ayudadas por determinadas hormonas –como la secretina liberada por las células
duodenales-, la secreción de enzimas digestivas y la bilis. En el tramo final del aparato
digestivo, o sea, el colon y el ano, el cerebro de arriba vuelve a mostrar su dominio.