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SEXUALIDAD EN LA VEJEZ*

*Este texto es una compilación con fines pedagógicos que intenta integrar y explicar los conceptos
que los alumnos hallarán en la bibliografía y no representa un resumen de la misma ni la reemplaza
como material de estudio.

Hemos estudiado que: en los inicios de nuestra existencia, la sexualidad nace apuntalada en
funciones fisiológicas de autoconservación, y que es a partir de la vivencia de satisfacción que surge
el deseo, motor del psiquismo.
Pero así como fue socialmente resistido este descubrimiento psicoanalítico de la existencia de
sexualidad desde la infancia, también lo es todo aquello ligado a la sexualidad en la vejez. Por lo
general, la sexualidad se ha relacionado más con la juventud y/o adultez y tradicionalmente la
sociedad ha alimentado muchos tabúes y estereotipos negativos acerca de la sexualidad en la vejez.
La actividad sexual contribuye al bienestar y calidad de vida de los sujetos de todas las edades. Y
esto implica incluir también al adulto mayor.
Como profesionales de la salud debemos admitir y conocer la gran resistencia, la gran dificultad que
socialmente hay en reconocer al viejo como sujeto deseante. La idea o la representación de que un
adulto mayor sea activo sexualmente es evitada por la sociedad, contribuyendo de esta manera a
sostener colectivamente el supuesto de que la misma es “inexistente”. Incluso, debido al
desconocimiento y la presión social, algunos viejos toman distancia de su cuerpo y/o de su deseo.

Esta sexualidad que nace con el individuo, no se interrumpe, no se agota y no muere antes
que el sujeto.
La sexualidad del ser humano es uno de los temas que más requiere de una visión integral que
contemple aspectos biológicos, psicológicos y sociales. Más cuando la relacionamos al
envejecimiento, ya que a los cambios biológicos se suman a los de índole social y cultural, que en
cada sujeto se integran de una manera particular. Para comprender la sexualidad del adulto mayor
en necesario comprender no solo los cambios fisiológicos, sino también el contexto socio-cultural y
su propia historia (la biografía personal).
La sexualidad en la vejez existe. Cada vez se subrayan más los beneficios que reporta a la salud,
bienestar y satisfacción general del anciano (Buder y Lewis, 1986). No hay fundamento alguno para
sostener que con la edad desaparezcan el interés o las prácticas sexuales.

Es a partir de la mediana edad que se toma conciencia de que la vida es finita, y que el tiempo
produce cambios en el cuerpo:
La primacía de la genitalidad ya no es dominante en la organización sexual.
Libido/deseo no se interrumpe ni disminuye, aunque la represión (interna y/o cultural) pueda
distorsionarlo.
Sólo cuando los cambios fisiológicos o ciertas vivencias afectan la autoestima (narcisismo - amor
propio) es que se resiente la libido, pero esto no es dependiente de la edad, ocurre también si
hablamos de adultos y jovenes con la autoestima afectada.
Los cambios fisiológicos en el anciano, que sirvieron erróneamente de excusa y barrera para negar
su actividad sexual, en la actualidad son algo bien conocido, concluyendo que a pesar de las
limitaciones que pueden imponer en algunos aspectos, permiten la actividad y la satisfacción sexual
en la vejez.

Esto nos lleva a enfocar la sexualidad desde otra perspectiva, pasando del modelo de sexualidad
que igualaba sexualidad con genitalidad (modelo se sexualidad basado en el joven, que dejaba
excluido al adulto mayor), a un modelo más permisivo y real que la identifica con placer sexual, y en
el cual las posibilidades de manifestación y actividad son inmensas -abrazos, besos, sexo oral, etc.-
(Gochros y Fisher, 1980; Hite, 1976).
El Deseo y el Placer sexual permanecen en toda la extensión de la vida, y le da una dimensión
diferente al erotismo con los cambios que se dan en cada etapa.
El cuerpo es mediador entre la psiquis y el mundo, o entre dos psiquis, se construye en esa relación
y construye sus causalidades. Las modificaciones en su cuerpo tienen que ser reconocidas por el
adulto mayor para su mejor adaptación, ya que impone cambios en el desempeño de su actividad
sexual.

Estos cambios, según Anzola Pérez, en “Sexualidad en los ancianos”, OPS-OMS, son:
En el Hombre:
· Disminución de la capacidad de erección del pene. La erección ya no es tan dependiente de la
estimulación visual y psicológica como de la física o genital. Estos cambios no afectan el deseo, el
interés ni el disfrute sexual, pero pueden requerir modificaciones en el desempeño de la relación
sexual.
· Alcanzada la erección, el período de meseta es más prolongado y el período refractario también.
· En el anciano saludable no disminuyen significativamente los niveles de testosterona.
En la Mujer:
· Bajos niveles de estrógenos, no afectan la función sexual pero pueden ejercer un efecto negativo
en la autoestima (y ésta repercute sobre la libido)
· Los cambios atróficos vaginales son más comunes en la mujer célibe o sin actividad sexual por
períodos prolongados que en la mujer anciana sexualmente activa. La capacidad de disfrutar la
actividad sexual no disminuye y permanece su capacidad multiorgásmica.
La inseguridad y la ansiedad son los aspectos que más pueden interferir en la actividad sexual, lo
que refleja una falta de conocimiento y/o no aceptación de los procesos de envejecimiento. Por ello,
es muy importante que los viejos conozcan bien estos ·cambios.
Las relaciones sexuales exigirán más tiempo, más compenetración, pero esto no tiene por qué limitar
a la pareja, más bien ofrece la ventaja de alargar el disfrute, la comunicación y la interdependencia.

Falsas creencias (Extraído de Ramos, F. y González, H.)


· Los viejos no tienen capacidad fisiológica que les permita tener conductas sexuales ...
· “A los viejos no les interesa el sexo ...”
· “Los viejos que se interesan por el sexo son perversos” (“el viejo verde”)
· “La actividad sexual es perjudicial para la salud , especialmente en la vejez”
· “Es indecente y de mal gusto que los viejos manifiesten intereses sexuales .. .”
· “Las desviaciones sexuales son más frecuentes en la vejez...”

Salvarezza advierte que al negarse a reconocer la sexualidad de los viejos, los jóvenes y los adultos
se niegan a reconocerse a sí mismos en los viejos que serán, en sus deseos y en sus posibilidades.
Estas creencias van de la mano con una concepción reducida de sexualidad equivalente a coito o
genitalidad.
Antes de las formulaciones del Psicoanálisis, psicológicamente, la sexualidad ha sido definida como
el conjunto de los impulsos, conductas, emociones y sensaciones que están intrínsecamente
relacionados con la actividad reproductiva o con el uso de los órganos genitales como fuente de
satisfacción. Freud, (1938) remarcaba la necesidad de “establecer una neta distinción entre lo
“sexual” y lo “genital”. El primero es un concepto más amplio y comprende muchas actividades que
no guardan relación alguna con los órganos genitales”.
Cuando esta equivalencia con la genitalidad está internalizada también en el adulto mayor afecta su
sexualidad, surgiendo desde el miedo al fracaso al desinterés sexual, con consecuencias en su
psiquismo que van desde autoestima baja, mayor vulnerabilidad a ciertos trastornos mentales
(ansiedad, depresión, etc), mayor frustración y una percepción negativa de su vida, hasta el
aislamiento y la incomunicación.
Sin embargo al identificar sexualidad con placer sexual, se está hablando de un nuevo “modelo de
sexualidad basado en el placer”. Desde esta concepción, la sexualidad cuenta con un gran abanico
de posibilidades: homosexualidad, bisexualidad, actividad coital, sexo oral, masturbación,
autoerotismo, etc. Se reconoce que el hombre y la mujer pueden gozar por igual. Se facilita una
sexualidad satisfactoria, sin límites de edad, porque el interés sexual y los afectos están exentos de
ella.
Si aceptamos que la sexualidad es un concepto más amplio, que debe ser enfocada
como placer con múltiples formas de expresión, se concluye que los viejos tienen acceso a una vida
sexual fructífera y placentera.
Salvarezza en coincidencia con Ramos y González afirma que de esta forma, la genitalidad queda
subsumida en el movimiento más abarcativo de la sexualidad, de la cual sólo es un representante,
pero no el único… Los individuos que soportan una disminución o desaparición de sus funciones
genitales no por eso son asexuados y deberán realizar su sexualidad a pesar de sus limitaciones.
(Leer en Salvarezza: fragmento de "La Vejez" Simone de Beauvoir citado in extenso en pág. 151)

Este cambio de mentalidad está propiciando que muchos ancianos no renuncien a su sexualidad por
el hecho de no responder al prototipo tradicional, y que empiecen a valorar otras fuentes de placer, a
sostener una actitud positiva hacia la actividad sexual y por ende sostener el disfrute de la misma.
Esto tiene consecuencias sobre la autoestima, favorece una percepción positiva de la vida, el
equilibrio y madurez, y la salud física y mental
Si focalizamos en los factores psicológicos, encontramos que en la historia de vida de cada sujeto
están los elementos para comprender cómo vive su propia vejez.
Un denominador común entre los ancianos activos sexualmente es que también lo han sido en su
juventud y adultez, y han percibido esta actividad como positiva e importante en sus vidas.

Cambios psicológicos de la vejez relacionados con la sexualidad:


 · La aceptación de la propia imagen corporal (canas, arrugas ... ), la pérdida de capacidad
física y los cambios fisiológicos en su sexualidad. En este sentido, es importante recordar el daño
que se hace al anciano cuando se le etiqueta como feo por el mero hecho de tener los signos
propios de la vejez. Este estereotipo está influyendo muy negativamente en la autoestima e,
indirectamente, en la sexualidad (López y Fuertes, 1989).
 · La aceptación de la vulnerabilidad de la vida y de la proximidad de la muerte. El balance
que realiza el anciano sobre lo que ha sido su vida influirá decisivamente en sus expectativas. Si es
concebido en términos de frustración, de metas incumplidas, etc., sentirá que el tiempo que queda es
corto para corregir o intentar algo nuevo; la vejez no será más que la espera pasiva de la muerte.
Cuando la visión es positiva y el sujeto se siente autorrealizado, todavía quedarán cosas que hacer,
descubrir y disfrutar y, ¿por qué no?, el placer sexual es una de ellas (Erickson, 1980).
 · En relación a los vínculos afectivos, Long (1976) nos recuerda que los viejos muestran
una clara necesidad de relaciones íntimas emocionales y de pertenencia. También se ha señalado
cómo influyen éstas en una buena autoestima. Reedy, Birren y Schaie (1981) subrayan que los
ancianos valoran la seguridad emocional y la fidelidad mucho más que los jóvenes y adultos. Estos
dos aspectos junto a los cambios valorativos en el respeto, comunicación, intimidad sexual, etc.,
exigen una cierta redefinición de la identidad sexual y el género (Blanco, 1985).
 · El deseo y el interés sexual se siguen manteniendo. Pfeiffer, Verwoerdt y Davis (1972)
destacan las diferencias del interés sexual en hombres y mujeres. Así entre los 65 y los 71, el 90%
de hombres y el 50% de mujeres seguían teniendo interés sexual. En otros estudios posteriores,
menos del 30% de los ancianos de 90 años indicaron no sentir interés por el sexo. Pero, si se
entiende el interés sexual como multifacético (sexualidad = placer sexual), descubrimos que para los
viejos el interés coital, genital, puede decrecer, mientras que el interés por las caricias y besos,
masturbación u otras técnicas sexuales no sólo se mantienen, sino que pueden aumentar. Según
estas diversas concepciones de sexualidad pueden ser contradictorios los resultados de las
investigaciones.

Esta apreciación introduce otra cuestión a tener en cuenta y es la investigación sobre sexualidad en
la vejez y los problemas conceptuales y metodológicos que esta temática implica. Pero pese a ello,
hay un acuerdo común entre la mayoría de los investigadores que afirma lo siguiente:
1. Los cambios fisiológicos normales de la vejez, en general, permiten la actividad sexual
2. Existe una disminución en la frecuencia de determinadas actividades sexuales (ej. actividad
genital). Otras pueden mantenerse o aumentar.
3. La satisfacción sexual no tiene por qué disminuir y a veces incluso puede mejorar.
4. Los intereses sexuales, la identidad sexual, la capacidad de enamoramiento no involucionan con
la edad.
5. Todo ello está condicionado por aspectos psicológicos, sociales, demográficos y de salud.
6. Los mayores impedimentos en la sexualidad de la mujer han sido los religiosos y demográficos.
Por contra, el hombre se ha visto más afectado por determinados aspectos fisiológicos (ej:
disminución en la erección) y la interiorización de un modelo de sexualidad basado en el joven.
7. Es más adecuado hablar de cambios cuantitativos y cualitativos de la sexualidad en la vejez, en
tanto que es otra etapa más de la vida, que pensar en términos de déficits o incapacidades. Los
ancianos tienen sus propias peculiaridades y, a priori, cualquier comparación con los jóvenes o
adultos resulta injusta y marginal.
Respecto de éste último punto, Salvarezza remarca como premisa que “la posibilidad de continuar
experimentando deseos sexuales y ejercitando su función genital hasta estadios de edad
avanzados… está en razón directa de la actitud que el sujeto haya tenido para con su sexualidad a lo
largo de toda su vida… y no debe tomarse comparativamente como medida de normalidad la
actividad de la juventud o la adultez joven, cada momento de la vida tiene sus propias posibilidades
funcionales.”

Además no hay que olvidar la gran variabilidad interindividual. El cambio en la vida sexual de los
ancianos no es unidireccional e irreversible. Pero saber asimilar y adaptarse a esta nueva etapa es
imprescindible para todos, si quieren disfrutar de su sexualidad y de la vida en general.
También se ha concluido erróneamente que algunos matrimonios ancianos pierden el interés o
cesan en sus relaciones sexuales debido a la edad, y no se ha tenido en cuenta problemas
relacionales, emocionales y psicodinámicos de la pareja que pueden dar respuesta de ello (Epstein,
1981).
Por otra parte, son importantes los beneficios de la actividad sexual para el estado de salud,
autoestima, comunicación y una actitud positiva ante la vida. Con lo cual concluimos que la
sexualidad en los viejos no solo es posible sino además NECESARIA.

En la actualidad, los investigadores enfatizan la sexualidad basada en el placer y la capacidad de los


ancianos para disfrutar de ella. También los organismos competentes y profesionales se están
concientizando del cambio en las actitudes sociales y la necesidad de mejorar la situación de los
ancianos: respetar sus deseos, intereses e historia individual, y promover un ambiente tolerante que
conduzca a una sexualidad fructífera para aquellos que sí lo deseen.

Bibliografía:
 Salvarezza, Leopoldo. “La sexualidad en la vejez”. En “Psicogeriatria. Teoría y Clínica”. (1993) 2° reimpresión. Paidos. Buenos
Aires.
 Orlando, Marta. Hacia una nueva mirada de la sexualidad del adulto mayor. En Guia de aprendizaje Sexualidad, Género y
Reproducción (2014) - F. Cs. Médicas – UNR
 Ortiz de la Huerta, D. Sexualidad en el adulto mayor Ramos, F. y González, H. La Sexualidad en la Vejez. En: Buendía, J.
Envejecimiento y Psicología de la Salud. Ed. Siglo XXI España Editores (1994) p.151-178

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