Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Los cambios tecnológicos inventados por el hombre han permitido ampliar las facultades
físicas, pero los avances alcanzados en el campo de la telemática y la informática están
destinados a prolongar nuestras facultades intelectuales y a comunicar el producto de
complejas transformaciones de datos en información. Estos avances están revolucionando
las sociedades y las economías contemporáneas, abriéndose un espacio radicalmente
nuevo, trayendo consigo una revolución del pensamiento, lo que constituye un reto y una
posibilidad para la educación actual. Ello nos lleva a afirmar que estamos ante un cambio
de época y no sólo ante una época de cambios.
Ahora la tecnología nos ofrece nuevas posibilidades: acceder a la información, crear nueva
información, comunicar, compartir, archivar información, etc. Ahora somos capaces de
gestionar el conocimiento. Por eso hablamos de una sociedad del conocimiento.
Las empresas con su mirada de inversión a corto plazo, se han percatado con mucha
anticipación, del valor de lo que conocen las personas y desarrollan programas para su
2014. Semana de la Educación Santillana. Fortalezas y Debilidades de la Educación Básica
en el Perú. pp 81-86.
personal, lógicamente por lo que pueden aportar. El conocimiento se ha convertido
entonces en un capital intangible.
En este contexto, la educación, a través de sus funciones básicas de enseñanza,
investigación y relación con el medio, tiene que asumir la función de producir y proyectar
conocimiento, ello implica, por un lado, identificar claramente las categorías de
información y las formas de producir conocimiento. Al respecto, Monereo y Pozo (2001)
nos presentan los cinco grandes retos que debemos responder:
En este contexto, resulta significativo y paradójico que la institución que recibe una mayor
presión laboral sea la universidad, un espacio en el que el conocimiento debería
constituirse un fin en sí mismo. La mejor apuesta debería ser una vez más el dotar a los
estudiantes de las competencias necesarias para acceder a las culturas simbólicas que
caracterizan a nuestra sociedad post industrial y post moderna en la que los bienes no
están ligados a la producción de bienes materiales sino a los símbolos y sistemas que
permiten manipularlos y transportarlos (Tecnologías de la información y la comunicación).
Ya no se trata de promover la diversidad entre los estudiantes sino que los espacios
educativos desarrollen en diverso grado competencias distintas entre los estudiantes,
haciéndolos capaces, no tanto para el mercado laboral, sino y sobre todo más plenos y
autónomos en su desarrollo personal lo que facilita su desarrollo profesional. Es necesario
desarrollar programas “inclusivos y comprensivos” capaces de atender a la diversidad de
grupos con características particulares, fomentando el diálogo entre culturas, valores y
sistemas de conocimiento diversos, que requerirán de programas flexibles en horarios,
materiales, interacciones, espacios, entre otros aspectos.
En este contexto, la educación deberá conservar entre sus metas formativas una visión
amplia, humanista, según la cual su función no será la de formar trabajadores, mano de
obra sino personas; tiene que ser consciente de que en el futuro la idea que debe primar
no es la de brindar conocimientos útiles para acceder al mercado de trabajo, sino para
vivir, lograr la paz, el bienestar social y evitar las desigualdades, en una sociedad
planetaria.
Frente a todos estos retos que acabamos de esbozar, caben al menos dos posibilidades
que parecen compatibles:
Por un lado, efectuar una selección mucho más estricta y restrictiva de los contenidos
que deberá aprender el estudiante y donde se optará por aquellos que tengan una
naturaleza más inclusiva, interdisciplinar y presumiblemente más permanente e invariable
(Gardner, 2000).
Por otro lado, enfatizar los contenidos que favorezcan el aprendizaje continuado de
nuevos conocimientos, esto es desarrollar competencias que garanticen que el aprender
no se detenga, competencias que permitan a cualquier ser humano adaptarse a
situaciones cambiantes y sobrevivir en cualquier contexto social, esto es que tengan un
perfil flexible, empático y estratégico.
Para ello, es necesario distinguir entre información y conocimiento. Recurriendo a las los
aportes y advertencias de la sociología crítica, del interaccionismo simbólico, teorías
cognitivas y al enfoque constructivista, que introducen elementos de debate y reflexión en
el procesamiento de la información y en la generación y adquisición del conocimiento.
Donde los aspectos o dimensiones claves son la emoción y el contexto, considerando que
el conocimiento es una construcción personal producto del proceso de aprendizaje. Todo
ello, implica un cambio en la metáfora del aprendizaje, en la que el estudiante se convierte
de ser un receptáculo a ser un constructor de conocimiento, proceso que ahora toma
especial relevancia e implica cambios metodológicos de aprendizaje y enseñanza, donde
es importante considerar los procesos cognitivos.
Todo estos cambios exigen la necesidad de evitar la aceptación acrítica de cualquier juicio
de valor, “ante el predominio de la persuasión por encima de la argumentación y la
demagogia sobre la coherencia y el rigor del discurso, será necesario anteponer el criterio
de los nuevos ciudadanos, formados en una actitud recelosa y crítica, capaz de contrastar
perspectivas dispares y de justificar racionalmente sus propios puntos de vista”. (Monereo
y Pozo, 2001).
Estén o no actualizados sus contenidos, cada vez está menos claro cuál es la función de
cada una de las disciplinas en la formación de los futuros ciudadanos. ¿Es realmente
imprescindible como dice Monereo, estudiar filosofía para tener conciencia crítica, como
“casualmente” sostienen los filósofos? ¿O esa conciencia puede lograrse hoy desde otros
saberes, por ejemplo a partir del estudio de las ciencias cognitivas?”
Es así, que la sociedad del conocimiento, a decir de Drucker (1998), tiene el conocimiento
como fuente de riqueza, es el único recurso significativo, lo cual atañe directamente a las
organizaciones educativas y muy especialmente a las universidades como entidades
generadoras y transmisoras de saber.
Como lo afirma Miguel Bonet (2007) para favorecer la transferencia del conocimiento, el
primer paso será identificar el talento de las personas de la organización, conocer la
aptitud individual de cada uno. Al mismo tiempo relacionar sus capacidades intelectuales,
su personalidad y la metodología para desarrollar su conocimiento y por último, la actitud
que define la forma de ser individual frente a una situación determinada, esto es, conocer
la disposición hacia determinados valores de los profesionales que trabajan con nosotros.
En este contexto la escuela debe innovarse y cambiar donde los protagonistas son los
agentes que pertenecen a ella, docentes, alumnos y padres de familia y enfrentar
responsablemente los problemas que se presenten. “La educación habrá de conciliar
información y reflexión a todos los niveles. Así pues el instrumento (Internet y las nuevas
tecnologías) ha de llevarnos constantemente al contenido (los libros, el saber) la función
(el aprendizaje del saber) y a la misión (el fomento de la paz, los derechos humanos y de la
democracia” (Mayor Zaragoza, 2000: 284).
Debe reconocer que la mejora no es sólo es producto de la enseñanza que se imparte a los
alumnos sino también de las relaciones personales que se establecen con los miembros de
la comunidad educativa. Una escuela que aprende busca que sus docentes tengan la
capacidad de aprender de otros, incluso de los mismos alumnos; y además desea integrar
lo aprendido entre ellos. Su didáctica está basada en la investigación y con carácter
bidireccional, utiliza el error como fuente de aprendizaje, y fomenta la autonomía del
alumno.
Román (2004: 310) destaca, “las nuevas funciones del profesor, que emergen en la
actualidad, en el marco de la reflexión educativa, se pueden concretar en tres: profesor
como mediador del aprendizaje, profesor como mediador de la cultura social e
institucional; y profesor como mediador y arquitecto del conocimiento”. Esto es que
desarrolla en los alumnos las capacidades de vivir y convivir como personas, ciudadanos y
profesionales en una sociedad donde los intercambios culturales tienen que ser
interpretados bajo el pensamiento sistémico. Donde es indispensable es decir, tener las
herramientas para aprender y seguir aprendiendo, todo ello bajo el desarrollo de los
valores. (Román 2004: 315- 316).
Por esta razón, la relación entre alumno- docente se establece bajo los principios de la
empatía, donde “el docente debe establecer una nueva relación con el alumno, pasar de la
función de ‘solista’ a la de ‘acompañante’, convirtiéndose ya no tanto en el que imparte
los conocimientos si no como en el que ayuda a los alumnos a encontrar, organizar y
manejar esos conocimientos, guiando las mentes más que moldeándolas, pero
En suma, como bien señala Benites (citado por Fernández), la profesión docente, ahora
implica asumir tres papeles básicos: un papel técnico relacionado con las estrategias que
deberán seleccionar el docente para guiar y facilitar el aprendizaje de los alumnos y que se
vinculan la tutoría, la gestión didáctica y la innovación. Un segundo papel vinculado a
aspectos éticos siendo su comportamiento un marco de referencia para las personas en
formación y como evaluador desempeña una función social y un tercer papel que
procuraría satisfacer las necesidades de autorrealización de los individuos papel que
enfatiza una función de tutor.
En esta a aproximación al rol del docente Fernández se pregunta: ¿puede el profesor
actual ser al mismo tiempo un profesional eficaz, ingeniero de la instrucción, un juez justo
y un buen compañero?”
No hay duda como profesionales comprometidos con la educación debemos actuar,
preparando a las nuevas generaciones formando para la participación, la reflexión crítica y
el compromiso social. Ello implica como señala Fernández desarrollar cualidades,
habilidades instrumentales, y características personales como seguridad, autoestima,
equilibrio, emocional, empatía, entre otros.
Referencias
41
• Ministerio de Educación, 2013. Seminario Construyendo una mirada común para
una formación docente de calidad.
• Monereo, C. y Pozo, J. (2001) Decálogo para el futuro. Cuadernos de pedagogía
298.
• Pérez Juste, R. 2012. El portafolio, aprendizaje, competencias y evaluación. UNED
Madrid.
• Pozo, Juan Ignacio. (2003). Adquisición de Conocimiento. Madrid: Ediciones.
Morata.
• Silvio, J. (2000) La virtualización de la Universidad. Ediciones IESALC-UNESCO.