Está en la página 1de 3

Universidad San Buenaventura Bogotá

Maestría en Filosofía Contemporánea


Seminario: Polis y polemos en la teoría política contemporánea (obras de Hannah
Arendt, Carl Schmitt y Leo Strauss)
Prof. Dr. Oscar Mauricio Donato
9 de marzo de 2018
Reseña de La unidad del mundo de Carl Schmitt
Por Juan Felipe Giraldo Rojas
Edición trabajada: Schmitt, C. (1951). La unidad del mundo: conferencia pronunciada en
la Universidad de Murcia y publicada en los Anales de la misma (tercer trimestre 1950-
51). Universidad de Murcia.
Al iniciar la conferencia titulada La unidad del mundo, Carl Scmitt aclara que al tratar el
tema de la unidad del mundo no quiere hacer parte del horizonte cultural-político de la
época, a saber: el contexto de la Guerra Fría, en el cual seguramente muchos políticos
apelen a ese término ‘unidad del mundo’. El filósofo alemán abordara la cuestión desde un
plano fundamental, es decir, filosófico, aunque desde una perspectiva que tiene en cuenta lo
concreto. Por ello, al referirse a la unidad del mundo se refiere a la posibilidad de la
organización unitaria del poder político del género humano, desde la cual se ejercieran
funciones propias del gobierno: la planificación, dirigencia y dominación del mundo.
Pero ¿qué lo hace hablar de la posibilidad de un solo centro de poder político mundial? Sin
dudas, la Guerra Fría en medio de la que se encuentra esta conferencia. Pues, con esta, se
amenaza con la posibilidad de un único polo de poder político establecido por el vencedor
tras derrotar a la superpotencia contraria. Así, el comunismo en oriente o el capitalismo de
occidente pueden, de ser victoriosos, reclamar para sí el poder sobre el mundo y, de esta
forma, unificarlo al mundo. Esta idea de la unidad, traducida a términos políticos como el
centralismo, comúnmente se tiene en cuenta como una cuestión positiva, una condición de
paz y buen orden; o, por lo menos, así lo consideran los políticos de ambas superpotencias
quienes, desde la doctrina Stimson del panintervencionismo estadounidense o desde el
internacionalismo soviético, creían su realización en la unificación mundial a cargo suyo y
en detrimento del modelo, aparentemente, opuesto. Pero, lo que hace que se considere que
es posible que estos dos modelos tengan la posibilidad real de hacerse con el dominio del
mundo, es el mejoramiento que les ha suministrado el funcionamiento técnico-industrial del
mundo.
En este sentido, estas potencias con el fortalecimiento maquinal de la técnica logran un
dominio sin precedentes, una gigantesca maquinaria que puede controlarlo todo y a todos.
Pero ¿cómo puede esta gigantesca máquina que todo lo domina, este leviatán que todo lo
devora, ser un orden político satisfactorio? Se debe recordar las enseñanzas cristinas, según
las cuales, si bien hay un bien un bien unitario, el reino de Dios unitario, un rebaño,
también se anota que hay un mal, el reino de Satán o la torre de Babel que son una unidad.
Y, parece que la expansión de este leviatán fortalecido por la técnica y con sed de unidad

Página 1 de 3
mundial, expande su poder, pero no su moral. Es decir, al igual que muchos críticos del
predomino técnico han señalado, esta unidad del mundo no nos puede satisfacer en la
medida que su desarrollo se hace en detrimento del desarrollo moral.
Sin embargo, la unidad, aunque muchos piensen lo contrario, está lejos de ser una realidad
efectiva, menciona Schmitt. Esto se debe a que la dualidad de la Guerra Fría parece ser más
duradera de lo que parece, menciona Schmitt. El sufrimiento que ha generado esta tensión
dualista parece ser prolongado y, además, solo parece que se resuelve con la unidad
mundial luego del triunfo de alguno de los dos modelos. Empero, la unidad, según el
filósofo alemán, no es la única forma de escapar del nocivo dualismo de la Guerra Fría.
Pues aún se pude consolidar una ‘tercera fuerza’, en la que puede figurar China, la India,
Europa, la Comonwealth, el mundo hispánico, el bloque árabe, etc. Dicha tercera fuerza no
constituye un mundo tripolar, sino antes bien es una apertura para nuevos poderes, dado
que el número impar tiende la tendencia de ser más una apertura a la pluralidad que una
estructura terminada en tres poderes radicalmente antagónicos entre sí, pues el antagonismo
radical solo puede ser marcado en la dualidad o en alguna numeración par. Esta formación
tripartita del mundo, que da cabida a la pluralidad del mundo, es para Schmitt mucho más
posible que el pronóstico de la unidad del mundo bajo el dominio de un Estados Unidos de
América o de una Unión Soviética victoriosa. Dicha formación pluralista, además establece
su propio equilibrio de fuerzas, lo cual es mucho más benéfico y mucho más posible que la
cruenta tensión dualista.
Pero, para culminar con el análisis de la situación en la que se encuentra la conferencia,
queda por anotar el papel central que juega la filosofía de la historia en la política de la
Guerra Fría. Para el alemán es esencial a la situación la autointerpretación del hombre y de
los acontecimientos históricos que le aparecen. Así, el hombre establece generalizaciones y
reglas bajo las cuales comprende los acontecimientos históricos. Dicho sistema de
generalizaciones y reglas históricas, se puede definir como una filosofía de la historia y se
puede encontrar en los dos modelos: en el oriente comunista es claro que predomina una
filosofía de la historia de carácter marxista, en la cual la historia, es la historia de la lucha
de clases, la cual tiene su fin con la consecución del comunismo internacional; por otro
lado, en el occidente capitalista, aunque es más difícil encontrar una doctrina histórica
única, se puede identificar que tiene una idea progresista de la historia, según la cual
Estados Unidos sería la cultura final, llamada a sobrevivir mucho tiempo más por sobre las
otras. De esta forma, ambos modelos en pugna responderían a una filosofía de la historia
que los cimienta políticamente. Sin embargo, ambos modelos están cimentados también en
una concepción técnica-industrial, allí encuentran su similitud y su inevitable posición
contraria al desarrollo moral de la humanidad.
Por ello, habrá que pensar en un recurso, un remedio ante el rumbo contrario a la moral que
supone el predominio técnico en el mundo y en las dos superpotencias aparentemente
antagónicas. Schmitt propone que hay dos remedios posibles: 1) la adopción del eterno
retorno como filosofía de la historia, que, a su vez, es una cancelación de toda filosofía de
la historia en tanto pretende hundir al hombre en la periodicidad de la naturaleza; o, 2) la

Página 2 de 3
posibilidad de utilizar el desarrollo técnico para una función verdaderamente valiosa y
humanitaria, el suicidio técnico del género humano.
Ambas son, sin embargo, “perspectivas aterradoras” dice el filósofo alemán. Entonces,
¿Qué más se podrá oponer a las filosofías de la historia’?, se pregunta. A lo que se
responde: la concepción cristiana de la historia, ya que en ella “hay muchas y grandes
posibilidades que han dado a pueblos cristianos fuerzas para superar los siglos de trabajos y
peligros, pero que en tiempos de bonanza han caído en el olvido” (p. 353). Entre estas
muchas y grandes posibilidades se encuentra la doctrina de del ‘Kat-echon’ de Pablo de
Tarso, bajo la cual muchos emperadores cristianos medievales creyeron luchar contra el
Anticristo y aplazar el fin de los tiempos. En este sentido esta ‘teología de la historia’, al ser
apropiada por la política no constituye la búsqueda del ‘progreso’ de un ‘fin’, pues
reconoce, contrario al materialismo histórico comunista y al progresismo capitalista, que no
hay una relación de progreso entre los acontecimientos históricos, inclusive que no hay
ninguna relación entre los acontecimientos históricos: no hay generalidades, ni reglas
históricas, no hay filosofía de la historia1. Y, aunque la destrucción de la filosofía también
sea propia de la doctrina del eterno retorno2, esta, diferente a la teología de la historia
cristiana, no puede hacerse con la unidad del mundo3. Y, en tanto, que la ‘grandeza’ de la
visión cristiana de la historia, si tiene la posibilidad de ser el centro de la unidad del mundo,
puede hacer frente al ‘gran’ predomino técnico, representada en las ‘grandes’ filosofías de
la historia que predominan en la Guerra Fría. En este sentido, bajo la unidad cristiana del
mundo, la irrupción de cualquier otra fuerza se manifiesta como amenaza, como Anticristo,
como fin de los tiempos4.

1
“Para nuestro tema estas posibilidades tienen una significación más decisiva. Porque realmente salvan el
carácter y la esencia de la Historia misma. Más aún, son las únicas que hacen posible la Historia y con ella, la
recta concepción de la unidad del mundo.” (p. 354).
2
“También la doctrina del eterno retorno suprime esta irrepetibilidad y con ella la Historia misma,
convirtiéndola en una mera rotación.” (p. 354).
3
“Nos atrevemos de hablar de una historia que es más que una filosofía de la Historia, más que una
naturaleza que gira encerrada en sí misma en el eterno retorno.” (p. 355).
4
“Toda unidad del mundo que no siga esta imagen cristiana podría anunciar o bien la transición a una nueva
pluralidad, premiada de catástrofes, o bien la señal de que ha llegado el fin de los tiempos.” (p. 355).

Página 3 de 3

También podría gustarte