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1) “La concepción kleistiana de las pasiones acerca el drama a la narración: lo que no es sino un

extremado caso único, es planteado, de la manera más absoluta, precisamente en lo que tiene de casual.
En la narración nada hay más legítimo. (…) Ahora bien, si el acontecer configurado permanece en este
nivel de lo casual –y Kleist no hace sino exagerar todavía más este carácter casual e individual, tanto de
la psicología como de los acontecimientos–, sin ser elevado a cumbre trágica alguna por la configuración
paralela de su necesidad objetiva, forzosamente habría de resultar algo contradictorio y disonante. (…)
Kleist es, pues, el primer dramaturgo importante del siglo XIX que comienza a privatizar el drama, es
decir, que comienza a privatizar lo que venía siendo la forma social por excelencia de la creación
literaria.” (Georg Lukács, Realistas alemanes del siglo XIX, pp. 36 s.)

2) “El problema de la institución del Estado, por duro que parezca, puede resolverse incluso en un
pueblo de diablos (con tal de que tengan entendimiento). (…) [Estos] diablos están dotados de
entendimiento si se comportan de un modo racional y calculable de cara a la propia utilidad y
conservación.” (Kant, La paz perpetua, cit. en R. Safranski, Romanticismo. Una odisea del espíritu
alemán, p. 156).

3) “El títere es más perfecto que el actor humano por cuanto está privado de toda consciencia,
entregado únicamente a las leyes de la materia. Desde que probó el fruto del Árbol del
Conocimiento, el hombre sabe el valor de sus gestos, con lo cual éstos pierden mucho de su
harmoniosa espontaneidad. Pero lo que aquí se designa es la consciencia incompleta de la creatura
humana; el mundo es circular, y si el Paraíso está cerrado para nosotros, “tendremos que hacer un
viaje alrededor del mundo y ver si el paraíso no tendrá por ventura una puerta trasera”. Llevada a
su perfección absoluta la cosciencia recobraría esa misma gracia que posee la ausencia de
reflexión.” (Béguin, El alma romántica y el sueño, p. 390)

4) Comparación entre el ensayo Sobre el teatro de marionetas y El terremoto en Chile: “En el ensayo, la
perspectiva frente a un presente concebido como alejado de toda armonía, en función de la
determinación unilateral de la conciencia por sobre la Gracia divina, se presenta a través de un
postulado abstracto, según el cual la humanidad debería, a fin de retornar al estado de inocencia
primigenia, “volver a comer del árbol del conocimiento”, lo que constituiría “el último capítulo de la
historia del mundo”. (…) Mientras el ensayo permite la postulación de un retorno, por cierto que
abstracto, a una edad dorada, la novela corta impide la plasmación sensible de dicho estado como
definitivo (…) [ya que] los materiales con los que Kleist trabaja, delimitan su campo de acción, aun a
costa de sus perspectivas. (…) Pues mientras en el ensayo domina lo elegíaco, en tanto la Gracia es
concebida como origen perdido y postulado respecto del ‘calvario moderno’, el idilio de la
narración, al representar el ideal como real, no expone la nostalgia que caracteriza al ensayo.”
(Martín Salinas, “El fin del período artístico de Kleist”).
5) “La tesis principal de nuestro artículo sobre Catalinita de Heilbronn consiste en la afirmación de que
este popular drama del siglo XIX pone en escena la implantación de un nuevo dispositivo de poder de la
Modernidad. Las dos partes del primer acto, que transcurren en la cueva del Tribunal de la Fema,
pueden ser entendidas como exposición de esta nueva sexualidad. Ya en la primera escena, la acusación
de Theobald al Conde Wetter von Strahl conjura esta nueva sexualidad como un poder siniestro, excesivo
y satánico. Los jueces del Tribunal de la Fema expresan sus reparos ilustrados y escépticos (…). Ni los
accesorios escénicos medievales ni los giros arcaizantes de esta obra deben impedir que notemos su
modernidad. Esta queda particularmente en claro si se recuerda la contraposición entre la acusación de
Theobald ante el Tribunal de la Fema y la versión –de una generación anterior, aproximadamente, en la
historia de la dramaturgia y de la cultura– de la acusación, en la que un padre denuncia a un aristócrata
por haber seducido a su hija: entre Sir William, Odoardo Galotti o el viejo Miller y Theobald hay mundos
de distancia. Si el drama barroco burgués denuncia, remontándose a la leyenda de Virginia, las
relaciones socio-políticas de poder existentes, demostrando la violación de la esfera privada del burgués
y de la inocencia de la joven burguesa por parte del aristócrata privilegiado, Theobald anuncia desde un
principio que para él de lo que se trata no es de la justicia distributiva y que, por lo tanto, la autoridad
tradicional no es competente…” (Chris Cullens y Dorothea von Mücke, Kleists Dramen, pp. 125 s.).

Ejes de lectura propuestos:


- Estados de inconsciencia –sueño, sonambulismo, desmayos, automatismo– y conciencia en
relación con las ideas de verdad y de gracia y con la antítesis sentimiento/ razón [Para comparar
con “Sobre el teatro de marionetas”].
- Lenguaje y realidad: ¿un vínculo roto? El problema de lo inefable. Lenguaje poético (uso de
metáforas, imágenes, etc.). Elocuencia vs. incapacidad retórico-discursiva y su distribución entre
los distintos personajes [En relación con “Sobre la paulatina elaboración de los pensamientos al
hablar”].
- Los procedimientos judiciales (estrategias de incriminación y autodefensa; interrogatorio,
pruebas e indicios); legalidad trascendente vs. legalidad inmanente. El problema del mal y sus
asociaciones: culpa, pecado, honor, castigo, expiación.
- Lo sobrenatural y lo natural. Ciencia, conocimiento, irracionalidad. Ámbitos cerrados y abiertos,
públicos y privados. Representaciones de la naturaleza, entre lo idílico y lo sublime [Puede
relacionarse con el artículo de Huff “The Holunder Motif in Kleist’s Das Kätchen von Heilbronn
and Its Nineteenth-Century Context”].
- Amor, belleza y poder. Personajes femeninos y masculinos ante el deseo. Sensualidad y
erotismo. Lo activo y lo pasivo. Lo orgánico y lo artificial. La mujer como mediadora.
- Dialéctica entre esencia y apariencia: ceguera, destino y resignación. Identidad, parentesco,
nombre y origen.

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