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5º encuentro
Lenguaje, razón y realidad.

I
Lenguaje y razón.

Reiterando la pregunta acerca de la verdad del lenguaje, no basta esta


referencia del signo a la experiencia que significa. Es menester examinar lo que
implica el lenguaje, viendo de qué naturaleza lógica son sus elementos y de allí
prolongar la investigación para identificar cual es su origen. 1

1.1. El lenguaje es posible en tanto el hombre lo produzca. Antes que nada


detengámonos en este hecho: aunque no conozcamos un idioma, si vemos que
un hombre está hablando o escribiendo, sabemos que lo que esta haciendo son
signos comunicativos. Lo que percibimos con la vista o el oído son los signos
producidos que constituyen el lenguaje: son objetos que pueden ser estudiados
en sí mismos.
Pero en esa situación, también sabemos que el sonido de lo que se
habla o los gráficos con los que se escribe no se agota en su carácter sensible,
sino que es un signo, y por lo tanto, indica la relación con algo distinta de sí
misma. Ahora bien, qué es lo que hace posible que el hombre fabrique signos
y los use? No surge como una simple consecuencia de la relación entre la
imagen sensible y la memoria. Para ello se requiere una actividad que tiene su
origen en una potencia capaz de crear algo visible y audible que sirva de
puente entre la interioridad y la exterioridad del hombre.2
La razón humana puede conocer no sólo el significado de las palabras,
sino también emplearla para manifestar sus pensamientos. La palabra, en
efecto, es un instrumento hecho por el hombre para este propósito. Los
animales se comunican entre sí con recursos que la naturaleza misma les ha
dotado, pero no son ellos son los fabrican según un designio predeterminado,
sino que son innatos. Este hecho indica que si bien emplean signos, carecen
del conocimiento de lo que son como tales. Y es por ello que no puede hablarse
ni de arbitrariedad en su conformación ni de un uso propiamente dicho (que
implica la libertad de su empleo).
Si el hombre puede discurrir acerca del lenguaje -como lo estamos
haciendo- en fuerza de su racionalidad e impulsados por el amor al saber. Y,
aunque habitualmente lo emplea casi sin saber la maravilla que encierra, si se
lo invita reflexionar, admitirá fácilmente que la expresión que los griegos usaban
para definir al hombre como “animal que habla” marca la diferencia esencial
con los irracionales.

1.2. Analicemos ahora la estructura lógica del lenguaje. Ya la filosofía griega


había destacado que la posibilidad de todo decir (el “logos”) radica en la
capacidad de la mente humana de concebir lo abstracto. Toda palabra designa
algo general, porque es expresión de un concepto que de suyo abarca un

1
Para evitar las continuas citas, se deja constancia que este apartado ha sido hecho en base del diálogo “De Magistro”
2
Por esta razón Agustín plantea la cuestión que parece irrelevante y es si lo importante es el signo como objeto –
deteniéndose en su musicalidad o belleza- o lo que refiere ese signo. Sin embargo esta observación no está de más,
frente al excesiva importancia de algunos lingüistas modernos por el enfoque inaugurado por Dionisio.
2

universo de entes, o de propiedades de entes, y es aplicable a los individuos


que lo componen. Ninguna palabra, de por sí, se identifica con lo individual.
Si se tiene en cuenta que el decir, en su estructura fundamental, supone
el atribuir algo a algo o a alguien (sujeto-predicado): lo que se predica o dice
acerca de un sujeto individual siempre será algo que también puede decirse de
otros, o sea, en algo de valor potencialmente universal. Del sujeto en su
individualidad solamente podría ser conocido como tal con un gesto indicativo,
caso contrario habría que valerse de una descripción que usa palabras de suyo
abstractas. Todo lo que se dice, se dice acerca de él, pero él mismo no puede
decirse de otro cumpliendo la función de predicado.
Pues bien, si la referencia del signo a lo conocido por los sentidos sólo
puede hacerse aplicando conceptos generales, esto ya supera sus propias
fuerzas: este carácter común, aunque forma parte del ente sensible, no se
identifica con el mismo (que siempre es individual). En consecuencia es la única
capaz de descubrir la universalidad subyacente en lo individual, en qué consiste
y cual es su origen. Por lo tanto, desde el momento que existe el habla, existe
lo que es afín a lo suprasensible, pero que en el hombre, al estar unido al
cuerpo, depende de él para su actividad. La palabra, al ser síntesis de
singularidad y universalidad, señala que su origen es la de un ser dotado de
espíritu y cuya actividad específica es la de poseer la razón.

1.3. Para determinar cuales son las condiciones en las que la razón humana
puede operar para conocer y signar, Agustín se remite a las doctrinas
platónicas, pero dándole un sesgo particular.
Para Agustin los sentidos no son meramente pasivos, que son llevados
de aquí para allí por los estímulos externos, sino que se vuelcan en la
“comunicación” con el mundo.3 Por eso el sentir debe ser interpretado, lo que no
puede lograrse si no es por un rastreo en el origen de las condiciones del
conocimiento y obrar sensibles. Para Agustín el alma humana contiene en sí
las reglas y normas que guían la sensibilidad, prescribiendo a ésta de cierta ley
y medida, como p.e. en la idea de unidad, de la que siempre debe echar mano
la experiencia sensible.
Esta idea prescriptiva de ningún modo es abstraída de la experiencia
sensible: no podemos pensar en lo múltiple, si no tenemos conocimiento de lo
uno, lo cual no puede provenir de la pura experiencia sensible. 4 No queda pues
otra solución que reconocer que en las cosas materiales existe algo que
permita ser recogido por los sentidos y, a su vez, que éstos, de algún modo,
toman parte activa en lo racional. De lo contrario no existiría ningún puente
entre los sentidos, las cosas y la mente. Estos nexos son los “vestigios” o
“huellas” que indican la presencia de una racionalidad –la Razón divina
creadora- que posible la inteligibilidad de la realidad toda. 5

En los sentidos existen vestigios de la razón y en las cosas, vestigios de


las ideas divinas. Es por esto que la sensibilidad humana se diferencia de la del
animal: la racionalidad penetra de un modo misterioso sus entrañas. Pero no es
el sentido el que advierte esta presencia, sino que es gracias a la iluminación
interior, (equivalente a la luz de la razón) cómo ellas se hacen presentes a la
3
De Mus. VI, 5; De lib.Arb. II, 8
4
De Trin.X ,5,7)
5
De ord. L.II, cap.11 (33-34)
3

conciencia. Al descubrir algo que no puede proceder de las sensaciones, el


alma ansiosa de verdad debe profundizar mas en la conciencia para aclarar
esta situación. 6
Desde ahora, será la razón la protagonista de la búsqueda del
conocimiento verdadero que sustente la verdad profunda del lenguaje, es decir,
la expresión de la capacidad máxima del hombre en sus relaciones
comunicativas. Agustín destaca que esta investigación lleva consigo un
esfuerzo no pequeño y que muy pocos están dispuestos, por diversos motivos,
a afrontar. Lo cual explica porqué la vida social y sus instituciones están a
merced de las opiniones cambiantes y las discusiones acaban siendo una
disputa por el prestigio o el poder. 7

Será gracias a las ideas que la razón podrá descubrir la trama interior lo
que determinara su verdadero ser de los entes sensibles, en lo que tienen de
primariamente y en lo que tienen de cambiante. En efecto, muestran por una
parte, la verdad del ser en cuanto determinación a ser esto o aquello, es decir
en su finitud, sea por ocupar un lugar en la escala de los seres, sea por estar
limitado por la individualidad a un espacio y tiempo definidos. Por la otra, la
razón descubre la presencia de algo eterno en ellas, algo que las trasciende a
sí mismas. 8

1.4. La razón “habla” sobre todo en el lenguaje de las ciencias, las artes y la
sabiduría. Para determinar con precisión sus raíces, Agustín distingue, dentro
de la razón, la razón superior y la inferior, no como dos razones distintas, sino
como dos aplicaciones distintas en el campo teórico de la razón: una, referida a
las cosas temporales y la otra, a las eternas. En ambos casos la razón, en
calidad de juez, juzga lo que se le presenta. 9
A la razón inferior le compete a la ciencia, que le corresponde juzgar y
dirigir las acciones de lo existente en el espacio y tiempo, tanto de los entes
naturales como artificiales. A la razón superior, por el contrario, le cabe la
sabiduría que consiste en el conocimiento de aquello que posibilita todo juicio
último, o sea, las ideas y reglas eternas y a su vez, ascender a la fuente de las
mismas. La ciencia se ordena a la sabiduría que es esencialmente
contemplación, no acción; es un dirigirse hacia lo eterno, no hacia lo temporal. 10
II

Idea y realidad.
2.1. Hasta ahora se ha visto que las cosas son conocidas en la mente y como
tales son comunicadas a través de signos. Quedaba en pié la duda de si existe
un correlato entre la idea y la realidad. Es facil advertir que se trata de un
problema crucial. Para ello es menester trascender a la mente 11 y recurrir a
otra instancia para ello y es determinando el origen del ser de las cosas.

6
De vera rel. Cap.29
7
De Ord.L.II, cap. 11
8
De Trin.X,l
9
De vera rel. Cap.XXX (54)
10
De Trin. XII, 15 (25) Cf. De quant.an. cap. 23, (cuarto y sexto grado de perfeccion); De diversis quaet..83,1,2; De
trin.XV, 12, 1.- Mas adelante se retomará este tema.
11
De vera rel. Cap.39
4

Para Agustín, todo lo existente fue, es y será el resultado de la creación


divina. Por el acto creador desde la nada, Dios ha impreso en su obra las ideas
de su mente y lo ha hecho al formarlas y a determinarlas como esto o aquello.
Esa es la razón ultima porqué cada especie tiene su propia estructura óntica y
cada ser ocupa un lugar en la jerarquía de los mismos. Así, p.e. que el hombre
es superior al animal y este a la planta en el ser y en la acción, etc. El
conocimiento de la esencia de las cosas no es una simple opinión sino una
verdad fundada en el ser de las mismas.

2.1. Pareciera que esta proposición no es filosófica sino teológica. ¿Será


necesaria pues la fe en la creación para esto? Agustín no lo cree necesario y
tal es así que atribuye su conocimiento a la razón superior. Mas aún, uno de los
presupuesto de la fe es la capacidad de la razón de advertir en las cosas los
vestigios de lo eterno, lo que marca una total trascendencia y que no puede
sino llegar a la afirmación de Dios. Eso le permite, en un camino de vuelta, la
presencia en el alma de una iluminación que le hace entender la verdad ultima
de las cosas y de su propia existencia.
Dentro de esta línea de pensamiento, Agustin nos abre un ventana para
interpretar el conocimiento del mundo como un diálogo entre las cosas y el
hombre. En este visión se combina lo epistemológico, lo poético y lo místico.
En efecto, la razón encamina a la inteligencia para entender lo enviado
por los sentidos. Estos son activos y recepcionan el lenguaje de las cosas. Las
cosas mismas comunican algo, además de su ser, su relación trascendente. Si
bien este movimiento es propio del alma racional, es el mismo dinamismo de
conocimiento sensible empuja en esta dirección. 12
¿Cual es el código que permite leer las cosas y saber qué es que dicen?
Es significativo que Agustin conciba la relación de hombre con la naturaleza
como un diálogo fundado en la cercanía que da el amor. Sin una vida interior
-que es donde se descubre la verdad de las cosas- este diálogo es simplemente
imaginario, no metafísico.

La percepción de los sentidos significada por la palabra hacen conocer,


por mediación de la razón, la verdad de las cosas y no una mera apariencia. 13
El error nace no de lo sentido, sino del juicio de la razón que se hace acerca de
ello. Si el juicio se refiere a la sensación misma, puede ser verdadero si
efectivamente se ha sentido. Pero el juicio es acerca de aquello que ha sentido,
puede caer en el error. La verdad entendida como la conformación o
adecuación de la mente y la cosa, está incluida en el pensamiento agustiniano,
pero dentro de un contexto más amplio, a saber, el conocimiento del sentido de
la existencia en su anchura y profundidad. En otros términos, como aquello que
aquieta la inquietud humana cuando ésta toca los estratos mas íntimos del
alma a la conciencia, cada cual con sus propias características. Para él las 5º
encuentro

12
Confesiones X, cap. 6
13
Cf. Contra Acad. L.II, cap.6
5

5º encuentro

Textos

1. “Tenemos ciertos vestigios de la razón en los sentidos, en la vista y el oído,


hasta en lo deleitable. (…) Una cosa es el sentido y otra, la percepción por los
sentidos: al sentido le agradan los movimientos rítmicos [de la danza] y al
ánimo, a través del sentido, le place la agradable significación captada en el
movimiento. Lo mismo se advierte más fácilmente en el oído: en el canto, todo
es agradable deleite al órgano auditivo, pero sólo entran en la mente los bellos
pensamientos expresados por las voces.” 14

2. La razón no sólo juzga de los objetos sensibles, sino también de los sentidos;
porqué, por ejemplo, en el agua puede parecer quebrado el remo recto y
porqué los sentido han de percibir necesariamente así. “ 15

3. “Tales verdades (las evidentes en sí mismas) no son productos del


raciocinio, sino que son halladas por el mismo. Luego, antes de ser halladas,
permanecen en si mismas y cuando se descubren, nos renuevan” 16

4. “Al elevarnos interiormente sobre cuanto nos es común con los animales,
antes de arribar a las al conocimiento de las realidades inteligibles y supremas,
que son eternas, nos encontramos con el conocimiento racional de las cosas
temporales” 17

5. “ Cuando oigo decir que son tres los géneros de cuestiones – que la cosa es,
qué es y cual es- retengo las imágenes acústicas que componen estas
palabras, y sé que pasaron por el aire con sonoridad y que ya no existen. Pero
las cosas mismas significadas por estos sonidos, ni las ha tocado jamás ningún
sentido del cuerpo, ni las he visto en ninguna parte fuera de mi alma, ni lo
depositado en mi memoria son sus imágenes sino las cosas mismas.“ 18

“Es propio de la inteligencia superior el juzgar de las cosas materiales según


las razones incorpóreas y eternas ” 19

4. “Esta hermosura y orden del universo ¿no se presenta igualmente a todos


los que tienen cabales sus sentidos? Pues ¿cómo a todos no les responde eso
mismo? (…) Estas cosas visibles no responden a los que solamente les
preguntan, sino a los que al mismo tiempo que preguntan, saben juzgar de sus
respuestas. Ni ellas mudan su voz, esto es, su natural hermosura, ni respecto
de uno que no hace más que verlas, ni respecto de otro, que además de esto
se detiene a preguntarle; no es que a aquél parezcan de un modo y a éste de
otro, sino que presentándose a entrambos con igual hermosura, hablan con el
14
De ord. L.II, cap.11 (33-34)
15
De vera rel. Cap.29
16
De vera rel. Cap.39
17
De Trin. XII, 15 (25) Cf. De quant.an. cap. 23, (cuarto y sexto grado de perfeccion); De diversis quaet..83,1,2; De
trin.XV, 12, 1.-
18
Conf.X, 10 (17)
19
De Trin.XII, cap 2
6

uno y son mudas para con el otro, o por mejor decir, a entrambos y a todos
hablan; pero solamente las entienden los que saben cotejar aquella voz que
perciben por los sentidos exteriores, con la verdad que reside en su interior”. 20

21
evidencias empíricas tienen el mismo valor que las ideales.

20
Confesiones X, cap. 6
21
Conf.X, cap. 10

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