Realiza en tu cuaderno las actividades que aquí te planteamos. El
cumplimiento de esta tarea puede ser evaluado como quiz de entrada a cada práctico. De esta forma estarás reforzando tus conocimientos de neuroanatomía y neurología clínica:
Entrevista con el paciente: sacándole partido al relato
El primer contacto con el paciente comienza por una entrevista realizada
directamente a él o a sus familiares en caso de que sea un niño o un adulto imposibilitado para relatar lo que le sucede. El fin de esta entrevista es obtener el máximo de información y para ello hay que darle confianza. El paciente y sus familiares deben ser tratados con respeto pero sin “lástima”. Se debe considerar utilizar su apellido o nombre de pila antecedido por “Don..” ó “Señora….”, Cualquier familiaridad o sobrenombre está fuera de lugar: “Lalo”, “Mari” Dentro de sus posibilidades, el paciente debe expresar con sus propias palabras lo que le pasa y lo que le llevó a consultar. La forma de expresarse tanto de la familia como del paciente, suministra importantes informaciones. ¿Considera su patología de forma racional?, ¿Tiene tendencia a exagerar o tendencia a decir que todo esta mal?, que todo va bien?. Es importante escuchar sin interrumpir o hacerlo de forma mínima, sin embargo recuerde que es usted quien conduce el interrogatorio y no el paciente. No contradiga al paciente aunque se percate que ciertos conceptos pueden estar errados. Al finalizar el relato, usted podrá hacerle comprender que algunas de sus ideas o costumbres pueden ser perjudiciales para su salud. La primera entrevista debe ser neutra. Las reglas de ética de la profesión prohíben un juicio moral ahora o más tarde. Con el tiempo algunos pacientes confían secretos de comportamiento como adicciones, actividades violentas o ilegales, comportamiento sexual anormal, etc. Es apropiado responder “entiendo, “ o “comprendo”, sin dar la impresión de que aprueba o rechaza ese comportamiento. La práctica de la neutralidad condescendiente es siempre la mejor actitud.
¿Dónde Cuándo y Cómo?
Las preguntas clásicas que cubren las exigencias de calidad de cualquier
experto son ¿Quién, qué, dónde, cuándo, cómo y por qué?. En nuestro caso el “¿quién?” es inútil y el “¿por qué?” no se debe recordar ya que puede poner a la defensiva al paciente. Nos queda entonces “Dónde, cómo y cuándo” que son de mayor importancia. Una vez que el paciente ha hecho la descripción con sus propias palabras, es posible pedirle precisiones: Muéstreme con el dedo dónde le duele ¿Cuándo apareció este dolor por primera vez? ¿Cómo (por que mecanismo) se produjo esto?
En el caso de los pacientes infantiles se deberá indagar acerca de los aspectos
más relevantes de la historia del niño y de la madre, como por ejemplo como fue el embarazo y parto, como fue el desarrollo del niño (en el caso en que llegue a nosotros ya más grande), cuándo (en que momento) reconoció algo anormal en el niño, cuándo manifiesta las mayores alteraciones, dónde observa que tiene el mayor problema, etc. Todas estas precisiones, tanto en el paciente adulto como infantil deben formar parte de la palpación y evaluación inicial y no de una entrevista en reposo que puede parecer un interrogatorio. De esta forma estaremos haciendo al mismo tiempo el examen físico. Precisión de las preguntas y respuestas
Para pedir al paciente o a la familia precisiones, hay que abstenerse de dictarle
las respuestas. Primero se deben suprimir todos los equívocos rechazando las respuestas ambiguas. No son aceptables las expresiones “un poco”, “no mucho”, “casi nunca”, “algunas veces”. El paciente debe precisar lo que entiende por “algunas veces”. Se trata de ¿una vez al día?, ¿una vez por semana?, etc. El interrogador debe reformular la pregunta al paciente si no está seguro de que este ha comprendido la frecuencia o intensidad del fenómeno. En este sentido las preguntas deben ser concisas y fácilmente comprensibles. Dependiendo del nivel cultural del paciente o su familia se podrá utilizar terminología médica, asegurándose de que el paciente le otorgue el valor correcto a las palabras o bien, utilizar elementos para cuantificar síntomas como la escala verbal o visual análoga (EVA), etc.