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ar/100492-prosa-de-montaje
11 de marzo de 2018
La novela negra de Rafael Bielsa
Prosa de montaje
Rojo sangre (Planeta), la última novela de Rafael Bielsa, retrata el mundo
juvenil del narcomenudeo en Rosario, en un contexto de extrema violencia
institucional. Aquí se aborda este texto del género negro enmarcándolo en la
literatura urbana que incorpora el espacio de la villa y en el uso liberador de las
voces de los protagonistas.
Por Germán García
Rojo sangre, la última novela publicada por Rafael Bielsa, excluye el misterio
del mal y muestra el nudo problemático de las acciones que se realizan en la
constelación de venganzas que expanden esas acciones. “No es venganza –se
repite Ronco. Es jerarquía, es orden, es mando. Es necesario que todos tengan
miedo. La venganza nunca es buena, mata el alma, la envenena. Al revés, los
pibes necesitan un jefe . Lo mejor es que me tengan miedo, aunque me odien.
El coraje está primero que todo, porque protege lo demás.”
Para que los “pibes” acepten un jefe hace falta algo más que el miedo y el odio,
ya que tendrían que ignorar que el jefe es la venganza encarnada. La
diferencia de edad con el jefe supone un tiempo que fue, un tiempo que el jefe
hace presente.
Pero los pibes aunque hablen de un hecho pasado, lo dicen en presente. Rojo
sangre trenza también los hilos del coraje, pero los hilos se cortan, los pibes
tienen madres que relativizan el poder del jefe, cuando este es el padre.
Como dice Malerba, personaje de otra historia, “ni el coraje es monopolio de los
virtuosos ni la virtud definitivamente ajena a los malvados”.
La virgen de los sicarios, de Fernando Vallejo, muestra que la lealtad entre los
propios y la transgresión a la regla de los otros traza un territorio donde la
muerte se transforma en burla: “prohibido arrojar cadáveres”, se lee en el cartel
del basural. Vallejo habla de Colombia, de los caminos sin salida de una
tragedia afrontada con pasión.
Esta breve cita dentro del texto se encuentra en una secuencia que va de la
página 310 hasta la página 315. En esas páginas se condensan
acontecimientos y la certeza del mal se instala sin atenuantes. Comienza: “El
domingo, Riesi llegó a la redacción cerca de las ocho. Se sentó, encendió la
computadora y…”. Cuando llegamos a la primera parte de la página 315:
“Sabés qué fue lo que más me gustó de estos últimos siete días, Riesi?...”. En
esta cita la pregunta no responde. El narrador la pasa por alto para concluir:
“Riesi no supo si fue lo que había escrito el domingo por la noche o por lo que
escribiría sobre los sucesos de ese lunes pasado al mediodía”.