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LA ILUSTRACIÓN, SALIDA DE UNA SEGUNDA NATURALEZA MENDAZ

Partiré de la definición de ilustración como mayoría de edad, lo cual es, liberación del
hombre, liberación que lo lleva a hacerse capaz mediante el uso a voluntad de su propia
inteligencia. De aquello que se libera el hombre es de la culpable incapacidad, o lo que yo
veo como el estado común del hombre que heredó la modernidad y sus comodidades. Estas
comodidades para Kant son casi una segunda naturaleza, pero yo veo que en este siglo, el ser
humano nace dentro de la jungla digital-capital. Es el medio de desarrollo y crecimiento aquel
que le brinda la posibilidad de jactarse de “Si puedo pagar no me hace falta pensar: ya habrá
otros que tomen a su cargo, en mi nombre, tan fastidiosa tarea” (Kant), este medio es el
desarrollo común para todos, curiosamente Kant se anticipa a lo que es esta época en que el
valor comercial, lo instantáneo, y la posibilidad de delegar toda tarea rigen la existencia.
Kant presenta la Ilustración como una lucha la cual lograr, una tarea que el hombre debe
buscar a pesar de su fatiga intelectual o del facilismo que los tiempos mejores le traen, este
grito debe ser escuchado, mas hoy, cuando los medios otorgan a mayor alcance la posibilidad
de liberación, pero los hombres se aferran a su biberón huyendo de la posibilidad de cumplir
la edad mayor. Lo cual lleva a cuestionarnos si realmente existe la ilustración, o si fue tan
solo una idea para un momento histórico concreto, o en un tono mas utópico si es posible que
en estos tiempos haya un proceso de ilustración.
Es necesario diferenciar entre la época ilustrada y una época de ilustración, la primera es
aquella época donde todos y cada uno de los ciudadanos es un hombre libre y cumple con la
capacidad del uso autócrata de la razón, la segunda es una época donde se dan las
posibilidades para que cada ciudadano empiece a ser un ilustrado por determinación propia.
Seguramente los grandes pensadores de la ilustración creían que para nuestros días
viviríamos en una sociedad ilustrada, pero la triste realidad es otra, y estamos aún en una
época de ilustración donde debemos seguir buscando cumplir con la tarea de emancipación.
Para ser menores de edad es necesario tener un niñero, que sería, aquel o aquello que piensa
por nosotros mismos o, en otras palabras, quien hace uso de la inteligencia y obliga o manda.
En el periodo en que se desarrolla la ilustración dicha tarea correspondía al Monarca, es decir
un poder unilateral y fuerte, sea este la iglesia o el estado, era una sola voz con la cual era
imposible discutir. Sin embargo, después de las revoluciones y cambios, generados en parte
por el influjo de estos pensadores de la ilustración, el monarca pierde su posición. Sin
embargo, la tarea de llevar el pensamiento y dirigir al pueblo, quedo relegada a las
instituciones y los medios que son aquellos que comunican ideas y censuras según su parecer.
Por ello es fácil ver que el no pensar se debe en gran parte a las cadenas televisivas, a las
redes que mueven información vía internet, a las escuelas, hospitales e incluso gran parte de
estudios sobre psicología. Ya no es un solo rey o párroco, ahora debemos responder ante una
multiplicidad de tutores que no solo nos están distrayendo, también infunden su pensamiento
dentro de nosotros, logrando que olvidemos la importante tarea de pensar.
Si la historia es un desarrollo constante, es demasiado difícil creer que estamos lejos de la
ilustración, pues el mayor enemigo (la monarquía) se ha fraccionado y ahora no habrá un
contrincante colosal que se imponga a la ilustración. A excepción de cierta facilidad desde el
campo del derecho, parece que los cambios posibilitan, pero no estimulan a que el ser humano
desee su pronta y racional emancipación. En la época actual hay una ambivalencia latente,
las circunstancias y la cultura existente están al beneficio de lograr cumplir con la ilustración,
pero por otro lado el sujeto, el hombre de a pie, se encuentra mas alejado que nunca de ella.
Un claro ejemplo de esto, es la opinión pública, en la cual Kant veía el primer paso, pues la
libertad de opinión era la mayor muestra de como el sujeto puede hacer uso propio de su
inteligencia e incentivar al otro a ejercer la facultad crítica y de pensamiento por cuenta
propia. Hoy es mucho mas fácil que antes poder expresarse, ya no dependemos de la prensa,
ni suele ser tan común que temamos por nuestra libertad al decir aquello que pensamos. Por
el contrario, podemos afirmar que ahora estamos en la época en que todos los medios se
prestan para que todo humano pueda hacer uso de la expresión, prueba de esto son los
llamados bloggers y youtubers. Una época de múltiples expresiones y de información a la
mano.
Es tanta la información que hay un sobreestimulo, son tantas las novedades y los cambios,
que ya pierde su valor la información y el cambio que debe ser generacional, para de ser
percibido y es ignorado por todos, se da por hecho todo acontecimiento y se olvida que hay
un cambio en la sociedad y en su modelo de pensamiento. Así mismo la opinión se vuelve
una algarabía constante, un ruido de múltiples orquestas, ahora no se escucha la inteligencia,
no porque se carezca de ella como en tiempos en que era un pecado tenerla, no se escucha es
porque nos hemos hecho sordos de tanta expresión. Cabe agregar que esta información no es
critica, no es argumentada, ni justificada, es una información que se habla por hablar, una
habladuría de quien no se forma. Tenemos todas las herramientas, pero no el buen uso de las
mismas.
Hoy en día se hace un llamado a la responsabilidad, puesto que, el derecho, las humanidades,
la ciencia y la política han configurado todo en la sociedad para que el ser humana pueda
tener esas herramientas de liberación, la actualidad es aquella época en que mas posibles son
los cambios a partir de la artesanía labrada por el raciocinio, pero si cada humano ignora esta
gran posibilidad y sigue actuando con la necedad de “Yo compro y todo está hecho para mi”
será imposible la expresión pura del pensamiento y el rompimiento de los velos y cadenas
que nos mantienen en la edad inmadura del pensamiento adormilado.

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