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“Las conductas de riesgo no solo ponen en peligro la salud y reducen la expectativa de vida
de la persona, sino que, con frecuencia, también afectan a los demás. Las consecuencias
para la salud y los costos monetarios de las conductas de riesgo para las personas, sus
familias y la sociedad en su conjunto son impactantes y justifican la intervención pública”,
comentó Damien de Walque, economista principal del Departamento de Investigación
del Banco Mundial y editor principal del informe.
La obesidad causada por los alimentos nocivos para la salud y la inactividad física también
está en aumento en el mundo en desarrollo, sobre todo en Oriente Medio, las Islas del
Pacífico y América Latina y el Caribe, donde muchos países tienen tasas de obesidad que
superan el 20% entre los hombres y el 40% entre las mujeres.
“Las conductas de riesgo que se concentran entre los pobres tienen consecuencias para
poblaciones enteras: limitan el potencial de las familias y socavan el gran progreso sanitario
y económico que experimentaron los países de ingreso bajo y mediano en los últimos años.
Si se cambia el curso de estas conductas perniciosas impulsando condiciones sociales que
promuevan mejores elecciones en materia de salud, los frutos beneficiarán a familias y
países de todo el mundo, y en última instancia nos ayudarán a acabar con la pobreza
extrema y promover el crecimiento inclusivo y saludable”, observó Tim Evans, director
de Salud, Nutrición y Población del Grupo del Banco Mundial.
En el informe se determina que los costos y derrames asociados con las conductas riesgosas
justifican la intervención pública y que ciertas políticas, si se las aplica correctamente,
pueden incrementar el bienestar general. Las pruebas indican que la legislación suele ser
eficaz, sobre todo cuando los mecanismos de cumplimiento son fuertes. Las políticas
tributarias pueden ser mecanismos eficaces para prevenir el tabaquismo y el consumo de
alcohol. La mayor parte de la información proviene de países desarrollados, aunque existen
indicios provenientes de países en desarrollo en este sentido ―por ejemplo, de China e
Indonesia en materia de impuestos al tabaco y de Kenia en materia de precios del alcohol—
que avanzan en la misma dirección.