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El apellido más acertado para el florero más famoso de Colombia no debió haber sido 'de Llorente'

sino 'de González'. Desatinos aún más grandes fueron llamar 'Patria Boba' al período que
sobrevino a la ruptura con España, creer que solo el 20 de julio de 1810 y únicamente en Bogotá
hubo un grito de independencia, que las regiones no jugaron ningún papel en la gesta o que el
triunfo final se debe a un único hombre llamado Simón Bolívar.

Los historiadores han discutido lo que debe ser la nueva historia de Colombia, pero el esfuerzo
aún no se ha visto reflejado en el ámbito escolar. Según una investigación realizada por Cristina
Lleras, curadora de arte e historia del Museo Nacional, profesores y estudiantes siguen repitiendo
un discurso y unos mitos que desde hace años fueron revaluados.

Según los maestros clásicos, aprender el episodio del florero de Llorente es indispensable. Para
ellos es importante el relato según el cual una disputa por un florero fue la chispa que encendió la
gesta independentista. ¿Pero todo eso por un simple florero? Esta es una de las más claras
demostraciones de que dar proporciones míticas a situaciones anecdóticas da mayor recordación
a los acontecimientos, pero deja al margen la reflexión y el conocimiento del contexto en que se
produjeron los hechos. Lamentablemente, los libros escolares prestan demasiada atención a la
porcelana quebrada y poca a las tensiones sociales en el resto del territorio nacional. Y un detalle:
el florero perteneció a José González Llorente; técnicamente debería ser el florero de González.

Se cae en el error de representar el 20 de julio de 1810 como el origen de la revolución "que se


extendió a Cartagena, Pamplona, Socorro y Mompós", cuando los estudios de historia más
recientes han logrado comprobar que las revoluciones en las regiones se habían dado antes o
simultáneamente. En Colombia Cada año, la fecha del 20 de julio es día festivo en nuestro país.
Esto se debe a que en esa fecha, a comienzos de siglo XIX, se acabó la dominación que España
ejerció en nuestro territorio (...)". Además, se muestra como el inicio de la independencia el Acta
de Independencia de Santa Fe, firmada el 20 de julio de 1810, como si fuera el Acta de
Independencia de Colombia. Es decir, pretende mostrar que la independencia de una población
representa la de una nación entera. “Se ha desconocido que el 20 de julio es una fecha más entre
las fechas importantes de 1810 -explica la curadora del Museo Nacional Cristina Lleras-. La historia
regional es, por tanto, ignorada".

En los diferentes contextos escolares se ha muestrado a Bolívar como el héroe que prácticamente
en solitario logró la Independencia. "La táctica de terror y violencia empleada por Morillo hizo que
la reconquista española fracasara, ya que generó una situación de descontento general que fue
capitalizado por el joven militar Simón Bolívar, quien con el apoyo del general Francisco de Paula
Santander inició la organización de un ejército patriota en los llanos de Casanare -puede leerse en
el libro de Santillana-. Este ejército cruzó la cordillera Oriental de nuestro país y en el puente de
Boyacá venció de manera definitiva a las tropas españolas en la batalla de Boyacá, el 7 de agosto
de 1819. Con este triunfo se puso fin al dominio español en nuestra tierra". Esta forma de
construir el pasado, desde el heroísmo, para los historiadores resulta perjudicial porque reduce a
su mínima expresión, si es que la menciona, la participación de varios grupos en el proceso de
Independencia: mestizos, indígenas, negros, estudiantes, artesanos y mujeres.

Quito fue el primer lugar donde se escucharon los gritos de independencia en América. Luego
siguió Caracas y en Colombia se oyeron los brotes de libertad en Tunja, Cartagena, Cali, Socorro,
Pamplona y, finalmente, en Santa Fe de Bogotá. Sin embargo, eso no parece ser relevante en los
textos escolares nacionales, que dan a entender que todo se originó en la capital, con excepción
del texto de Norma, en el que son mencionadas brevemente Quito, Caracas y Cartagena. Así que
continuar usando a Santa Fe de Bogotá como símbolo de la Independencia no resulta del todo
preciso, como puede percibirse en el logo que usa el Comité del Bicentenario, que al incluir el 20
de julio insiste en que Bogotá es la ciudad 'que con más derecho está llamada y comprometida a
conmemorar la gloriosa efeméride'.

Para la historiadora Margarita Garrido es urgente acabar con el remoquete de 'Patria Boba' que se
da al período comprendido entre 1810 y 1816, en el cual dos sistemas de gobierno, el centralista -
cuya cabeza visible era Antonio Nariño- y el federalista -bajo Camilo Torres-, discutían propuestas
distintas. Fueron tiempos de grandes debates sobre cómo debía organizarse el país, que
terminaron cuando los españoles retomaron el poder. Aun así, ¿puede calificarse de boba una
patria que discute ideas? De una manera muy controvertible, el texto de Santillana enseña: "En el
período posterior al 20 de julio se llamó 'boba' a la patria, precisamente porque solo tuvo seis
años de independencia entre 1810 y 1816". Sin embargo, el concepto ha ido desapareciendo: en el
texto de Norma se mencionan "las diferencias entre federalistas y centralistas". Los historiadores
se han dedicado, además, a mostrar que si bien los agentes de la Reconquista, como Pablo Morillo,
fueron sanguinarios, los criollos también cometieron faltas contra la población civil.

LA HISTORIA DICE que para festejar la visita del oidor don Antonio Villavicencio, un grupo de
criollos -encabezados por los hermanos Morales- fue hasta la miscelánea del español Antonio
Llorente a solicitarle prestado un florero para adornar la mesa del banquete. Pero el chapetón se
negó a facilitar el florero y eso desencadenó una pelea que condujo al grito de Independencia
colombiana. Esta creencia hubiera seguido su curso de no ser por un texto que acaba de divulgar
el Instituto Distrital de Cultura y Turismo de Bogotá. Se trata del libro Particularidades de Santafé,
de José María Caballero, un ciudadano bogotano que entre 1743 y 1819 llevó un diario donde
anotó asuntos personales y todo lo que ocurría en la vida política y social de la Nueva Granada.
Caballero fue testigo del verdadero incidente y, según su versión, el grito de Independencia se
originó tan solo por una pelea callejera. Llorente era mal visto entre los criollos no tanto porque
fuera español sino porque siempre hablaba mal de ellos. Y como era lógico suponerse, muchos
querían venganza. El 20 de julio encontraron el pretexto. Dice el escritor:
"Don Josef Llorente, español, y amigo de los ministros opresores de nuestra libertad, soltó una
expresión poco decorosa a los americanos. Esta noticia se difundió con rapidez, y exaltó los ánimos
ya dispuestos a la venganza. Grupos de criollos paseaban alrededor de la tienda de Llorente con
enojo pintado en sus semblantes. A este tiempo pasó un americano que ignoraba lo sucedido, hizo
una cortesía de urbanidad a este español. En el momento fue reprehendido por don Francisco
Morales, y saltó la chispa que formó el incendio y nuestra libertad. Todos se agolpan a la tienda de
Llorente: los gritos atraen más gentes, y en un momento se vio un pueblo numeroso reunido e
indignado contra este español y contra sus amigos. Trabajo costó a don Josef Moledo aquietar por
este instante los ánimos, e impedir las funestas consecuencias que se temían. Llorente se refugió
en la casa inmediata de don Lorenzo Marroquín".
Este aparte fue publicado pocos días después -el 29 de agosto de 1810- en el Diario Político de
Francisco José de Caldas y Joaquín Camacho, fundado rápidamente para hacer propaganda en
contra de los españoles y avivar los ánimos independentistas. Apareció en una serie de artículos
titulados Historias de nuestra revolución. El asunto es que en ninguna parte de la crónica de
Caballero, ni en las que luego escriben Caldas o Camacho, se menciona siquiera a Villavicencio y
menos aún el incidente de un supuesto florero. Esa anécdota fue agregada después. ¿Quién o
quiénes lo hicieron? De acuerdo con el presidente de la Academia Colombiana de Historia,
Antonio Cacua Prada, el primero que habló de un supuesto florero fue don José Acevedo y Gómez,
en una carta que le envió el 21 de julio a su primo Miguel Tadeo Gómez: "Ayer 20 fueron a prestar
un ramillete a don González Llorente para el refresco de Villavicencio, a eso de las 11:30 del día en
su tienda en la primera calle real, y dijo que no lo daba y que se cagaba en Villavicencio y en todos
los americanos". Para Cauca está claro que lo del florero fue invención de Acevedo para darle
cierto aire de leyenda y de patriotismo al asunto. "Todo parece indicar, comenta Cacua, que el
suceso del Florero no fue cierto, y que lo único que ocurrió fue una pelea verbal, que después pasó
a las manos, entre los Morales y Llorente, quien evidentemente era un malhablado contra los
criollos. Acevedo ni siquiera fue testigo presencial del incidente y a lo mejor dijo lo del florero
porque escuchó esa versión en la calle, entre la gente del pueblo".
Sea como fuere, de lo que no existe duda es de la pelea entre los Morales y Llorente, quien estuvo
a punto de ser "linchado" por la multitud que se agolpó a la entrada de su tienda, en la esquina
nororiental de la plaza de Bolívar. " Uno de la plebe gritó: Aquí llevan a Llorente". "Apenas entró
en su casa cuando un pueblo inmenso se hallaba al frente de ella resuelto a ponerlo preso y tal vez
a asesinarlo. El alcalde ordinario don Josef Miguel Pey ocurrió a sosegar este tumulto y a salvar la
vida de este hombre desgraciado. A fuerza de promesas y en empeñando el crédito de su
autoridad consiguió aquietar al pueblo conduciendo a su vista a la cárcel a este español
inconsiderado. Apenas lo deja el pueblo asegurado en la prisión vuelve todo su furor contra sus
amigos. Se arroja sobre las casas de Infiesta y Trillo, rompe a pedradas las vidrieras, fuerza las
puertas y todo lo registra"
"El pueblo se trasladó en masa a las casas Consistoriales (donde hoy queda la Alcaldía de Bogotá).
Reunió a los alcaldes y regidores; entraron los vecinos y se comenzó a pesar del virrey, un cabildo
abierto. El oidor Jurado llevo los poderes del jefe y lo presidió en su nombre. ¿Cómo podré pintar
los debates, las arengas, el calor, como las agitaciones de un pueblo inmenso, enérgico y activo?
Ciudadanos, perdonad la brevedad de este Diario, perdonad a la impotencia de nuestras plumas el
que no entremos en todos los pormenores de esa noche paraq siempre memorable".
Sobre el florero que se exhibe en la Casa Museo del 20 de Julio, en Bogotá, hay otra historia. La
porcelana perteneció al pintor Epifanio Garay, quien un buen día de 1882 lo donó al Museo
acional porque -según él- estaba en la tienda de Llorente. De ahí pasó en 1960 a la Casa del
Florero. Lo cierto es que no hay prusbas fehacientes que aseguren, evidentemente, que era de
Llorente y mucho menos que esa bella obra incendió la flama de nuestra Independencia.
Cada 20 de julio se celebra “la Independencia” –comillas no puestas en vano–. La historia oficial
sobre los hechos que se dieron desde 1810 hasta 1819 más o menos, es, en realidad, bastante fácil
de comprender. Muchos –o todos lo colombianos–, la saben casi que de memoria porque desde
los primeros años de escuela se la han repetido una y otra vez.

Repasemos: un grupo de ‘criollos’ va a donde un señor apellidado Llorente para que, por favor, si
es tan amable, les preste un florero para usarlo en la visita de una persona importante, un tal
Villavicencio. Llorente, español y noble, se niega a prestar el consabido florero, basado, sobretodo,
en el odio visceral que tiene por esa raza híbrida, o sea que no es ni de aquí ni de allá, y se niega
rotundamente. Los criollos, heridos en su orgullo, arman ahí mismo la pelea, que se usa como
excusa para gritar ¡Independencia! El florero, en todo caso, terminó estrellado contra la crisma de
Llorente.

Todavía con los ánimos caldeados, los criollos se unieron para hacer su propio gobierno –o
intentarlo, por lo menos–. De 1810 a 1819 no se pudieron poner de acuerdo y gobernaban
desordenadamente, cada uno por su lado, incluso enfrentándose en una guerra civil. La ‘Patria
Boba’, fue como llamó la historia a esa época. Y aprovechando la ‘bobería’, España volvió a
intentar una nueva conquista. Simón Bolívar y Francisco de Paula Santander comandaron la
heroica resistencia contra las tropas de la corona, hasta que lograron la verdadera independencia,
en agosto de 1819.

Eso es, a vuelo de pájaro, lo que la mayoría de gente sabe sobre la Independencia. O lo que la
mayoría de gente cree que pasó. Detrás de esa historia común, quizás construida sobre mitos, hay
hechos no del todo claros, pero que también han hecho parte del pasado de Colombia, y que, por
una u otra razón, no se han incluido en los libros te texto. Nombremos algunos.

En 2010, al cumplirse 200 años del grito de Independencia, académicos e historiadores, junto con
el Museo Nacional, revelaron una investigación en la que cuestionaban los aspectos más
importantes de la historia de Colombia, especialmente de la independencia. El proyecto fue
dirigido por Cristina Lleras, curadora de arte e historia del Museo ¿Qué encontraron?

“El discurso de la conmemoración no es objetivo. Mientras la historia hace el pasado más


complicado, conmemorar lo hace más simple, porque busca casi siempre darnos los héroes para
adorar y los enemigos para detestar; consagra y desacraliza (…). La conmemoración adapta el
pasado a las necesidades del presente”, escribió el Historiador Tzvetan Todorov.

¿Todo empezó con un florero? Puede que sí. Pero en realidad no era de Llorente, sino de
Gonzáles. El hombre se llamaba José Gonzales Llorente. Entonces, de acuerdo a la investigación,
en la historia de Colombia se le da mucha importancia al simple florero, y no a los hechos que se
dieron antes. En realidad, el hecho del florero no fue fortuito, casual: desde antes, los criollos ya
venían planeando las revueltas y lo que buscaron fue sólo algo que encendiera la llama. El
incidente del florero fue ese algo.

Se cree que el 20 de julio es el punto de partida de la revolución. Eso tampoco parece ser del todo
cierto. Ya, en otras regiones del país, se habían dado movimientos que se complementaron. El del
20 de julio sólo fue uno más. “Los textos desconocen que el 20 de julio es una fecha más entre las
fechas importantes de 1810. La historia regional es, por tanto, ignorada”, explicó Cristina Lleras. En
esa misma línea, no fue Bogotá el epicentro de la independencia: los gritos también se dieron,
antes en Cartagena, Tunja, Cali, Socorro. La capital fue la última.

Los ‘próceres de la patria’, Bolívar, Santander y otros, son mostrados como héroes casi perfectos.
Esto hecho hace que se desconozcan los aportes, muchos e importantes, que hicieron otras
personas.

El escritor Colombiano Evelio Rosero escribió en su novela La carroza de Bolívar que “es un error
histórico considerar a Simón Bolívar un héroe de las naciones suramericanas. En realidad tuvo un
protagonismo nefasto en las luchas independentistas. La historia universal nos engañó al
describirlo como alguien que no era y que además había hecho lo que no hizo”.

En cuanto a la ‘Patria Boba’, un texto escolar explica que “en el período posterior al 20 de julio se
llamó ‘boba’ a la patria, precisamente porque solo tuvo seis años de independencia entre 1810 y
1816”. Sin embargo, de ‘Boba’ no tuvo nada. En realidad fue un periodo de discusión de ideas y,
explica la historiadora Margarita Garrido “no puede ser de bobos discutir ideas”.

“Debemos decir que la vida política local tuvo una riqueza extraordinaria y que debemos desechar
la idea de que ella sólo fue agitada por el advenimiento de la república –explicó Garrido–. Hacia el
final del siglo XVIII cuando los ecos de las revoluciones en Norteamérica y Francia y sus nuevas
representaciones del poder y de la legitimidad han llegado a Hispanoamérica, el discurso colonial
comienza a mostrar fisuras y las prácticas político-administrativas borbónicas a jugar un papel dual
que era leído, al menos por los criollos ilustrados, con otros referentes”.

Antes del grito del 20 de julio, ya había tensiones serias entre América y la Corona española. El
memorial de agravios que escribió Camilo Torres en 1809 recoge estas tenciones. En él puede
leerse que, tal parece, no es que los criollos quisieran como tal una independencia; al contrario:
declaraban abiertamente su apoyo al Rey luego de la invasión de Napoleón. En realidad, lo que
querían los criollos era ser reconocidos como españoles y no más. Le independencia sería,
entonces, solo el resultado de que eso se les negara, y no un deseo de libertad propio.

Dice el documento: “América y España, son dos partes integrantes y constituyentes de la


monarquía española, y bajo de este principio, y el de sus mutuos y comunes intereses, jamás
podrá haber un amor sincero y fraterno, sino sobre la reciprocidad e igualdad de derechos.
Cualquiera que piense de otro modo, no ama a su patria, ni desea íntima y sinceramente su bien.
Por lo mismo, excluir a las Américas de esta representación, sería, a más de hacerles la más alta
injusticia, engendrar sus desconfianzas y sus celos, y enajenar para siempre sus ánimos de esta
unión” […]

“…Así que no hay que engañarnos en esta parte: Tan españoles somos, como los descendientes de
Don Pelayo, y tan acreedores, por esta razón, a las distinciones, privilegios y prerrogativas del
resto de la nación, como los que salidos de las montañas, expelieron a los moros, y poblaron
sucesivamente la Península; con esta diferencia, si hay alguna, que nuestros padres, como se ha
dicho, por medio de indecibles trabajos y fatigas descubrieron, conquistaron y poblaron para
España este Nuevo Mundo”.

Ante ese panorama, una pregunta muy simple sale de entre tantas teorías: ¿Sí se rompió el
florero?

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