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4 Libro - Caja de Pandora
4 Libro - Caja de Pandora
zofrenia exceptuando la
duración).
Restringida Trastorno límite o esquizo
típico de la personalidad.
Neurosis obsesiva grave.
- Es un esquema muy simplificador y hay que entenderlo como hipótesis de
investigación para el futuro.
de la intervención y las razones de su interrupción. Todo esto nos sitúa frente al
viejo problema de la evaluación del estado final de las psicoterapias: un problema
del que sólo desde hace poco tiempo se ha empezado a hablar y sobre el que
todavía pocos debaten.
2.11. EL PROBLEMA DE LA ORGANICIDAD EN LAS PSICOSIS
Recogiendo las convicciones comunes entre los psiquiatras de su tiempo, Jaspers
había considerado las psicosis como «procesos» determinados por causas
orgánicas no conocidas. Esta convicción, que todavía hoy goza de difusión,
merece algunas precisiones.
27. Sobre las consecuencias negativas con el paso del tiempo de una contribución
suministrada por un filósofo que había tenido un conocimiento muy modesto o
indirecto de las personas de las que hablaba a lo largo de un período de estudio
en la clínica dirigida por Nissl, un famoso patólogo del sistema nervioso, véase
Cancrini, «Schizofrenia: una definizione ancora utile?», en íd. (comp.), Verso una
teoria della schizofrenia, op. cit., págs. 13-72.
Hacia la cronicidad.
Por crisis repetidas con recuperación incompleta después de la crisis y posibilidad
de empeoramiento progresivo de la situación intercrítica.
Por crisis repetidas, sin que empeore la situación intercrítica.
Con o sin crisis del tipo ttastomo afectivo.
Hacia la cronicidad.
Mejor.
Mejor.
Mejor.
110
El, ÁREA DE LA DESVINCULACIóN Y DE LAS PSICOSIS 111
En tiempos de Jaspers, la falta de conocimientos sobre la relación entre
psicopatología de la fase aguda y trastornos precedentes de la personalidad
favorecía la idea por la que las causas orgánicas desconocidas actuaban o ha
bían actuado en el momento de crisis (o de actividad, como se decía entonces) de
la enfermedad. Se presentaba la esquizofrenia como una enfermedad semejante
al reumatismo articular agudo a la glomerulonefritis: poussées agudas, algunas
veces en formas ya muy manidas y por ello poco evidentes, o se hablaba de
deformaciones sucesivas de la personalidad en lugar de deformaciones de las
válvulas cardíacas o del riñón. Las psicosis maníaco-depresivas se presentaban
también con un esquema análogo, en lo que hacía referencia a su curso por crisis.
Sin embargo, a éstas no se les reconocía la capacidad de determinar estados
finales estables a nivel de la personalidad.
La idea por la que la «causa orgánica desconocida» actúa en el momento de la
crisis ha sido cuestionada por los estudios sucesivos sobre las fases intercríticas y
sobre la historia del paciente designado antes de que la enfer
medad «se revele». Los primeros en notar esto han sido los psicoterapeutas y los
psiquiatras de orientación antropológico-existencial, que han demostrado la
existencia de relaciones precisas y significativas entre crisis y fases intercríticas.
Con el paso del tiempo se han dado cuenta de ello los investigadores que han
utilizado el punto de vista de la psiquiatría clínica con técnicas (como las que están
en la base del DSM 111) capaces de tomar en consideración también los
trastornos de personalidad pre o intercríticos; los terapeutas de familia han
posibilitado una teorización de esto haciendo notar que las crisis psicóticas
representan, en la mayor parte de los casos, un ceder, por parte de las personas
(familias caracterizadas por bajos niveles de individuación de cada miembro),
frente a las dificultades relacionadas con la desvinculación. Efectivamente, se vive
la fase de la desvinculación o de la «separación» como un elemento de
discontinuidad de la experiencia vivida por personas que han mantenido la
mayoría absoluta de sus investiduras afectivas dentro de la familia. Desde el punto
de vista práctico, éstos se mueven con dificultad por un mundo externo del que
conocen poco el lenguaje, las reglas, las atmósferas, las orientaciones y los
humores. Desde el punto de vista emotivo, lo que parece faltarles es el empuje
necesario para afrontar dichas dificultades. En esta fase no tenemos todavía
elementos suficientes que permitan reconstruir todos los pasos necesarios para
que se produzca una situación como ésta; lo que, sin embargo, parece evidente es
que la reconstrucción cuidadosa de las historias familiares permite que se puedan
considerar superados (o superables) los problemas planteados por las teorías que
consideran la esquizofrenia como una enfermedad definida por la fragilidad
constitucional (o bastante precozmente determinada, y esto de modo irremediable)
de individuos predispuestos y sustancialmente incapaces de tole
rar algunas situaciones de dificultad específicas, y la psicosis maníacodepresiva,
como una enfermedad definida por la existencia de un defecto constitucional
(¿error metabólico?) que se acentuaría periódicamente en relación con factores
orgánicos, también todavía desconocidos.
Efectivamente, la reconstrucción histórica de los casos y el estudio clínico de las
familias permiten hipotetizar que el que se presenten dificultades semejantes en
varios miembros de una misma familia depende no tanto de
la transmisión hereditaria de los trastornos cuanto de la recursividad de los
modelos comunicativos (pseudoherencia de las psicosis).29
Llegados a este punto, es necesario hacer una observación sobre el carácter
apasionado del debate, que todavía hoy en día existe, a propósito de dichas
cuestiones y sobre la profundidad, aparentemente irreparable, de las
fracturas que dicho carácter determina en el abigarrado mundo de la psiquiatría.
Quizá una explicación posible nos vendría dada a partir del modo en que el
paciente psicótico o límite influye en las reacciones del terapeuta, efecto
característico del uso de sus identificaciones proyectivas; el hecho de formarse
opiniones sobre dicho paciente corresponde también a la actividad de
mecanismos de defensa inconscientes.3° Sin embargo, yendo más allá de los
problemas metodológicos, aquí merece la pena hacer notar que:
- las perspectivas utilizadas en este libro nos permiten esbozar una hipótesis de
clasificación de las psicosis que sea compatible con las experiencias
psicoterapéuticas de inspiración analítica y antropológico-existencial y
con los datos propuestos por las modernas investigaciones sobre los sistemas
diagnósticos;
28. Las principales corrientes de pensamiento que convergen en esta posición
son: a) la psicológica de Meyer, y, después, de Sullivan y Arieti; b) la
psicodinámica de Jung, de Freud, de M. Klein y de los psicoanalistas del yo; c) la
antropológico-cultural, de Minkowski e Bins
wanger; d) una parte de la orientación constitucional, y de los defensores de una
causa biológica de la «enfermedad». Se puede encontrar bibliografía en Cancrini,
Ciani, Scbizofrenia, op. cit.; en D. D. Jackson, Etiología della Scbizofrenia, Milán,
Feltrinelli, 1963 (hay versión castellana: Etiología de la esquizofrenia, Buenos
Aires, Amorrortu, 194).
29. Por ejemplo, recientemente algunos investigadores han señalado la posibilidad
de identificar alteraciones específicas del mapa cromosómico en los pacientes
deprimidos de familias con alta incidencia de psicosis circular. Los datos,
ampliamente difusos, no se han confirmado
posteriormente. Sin embargo, lo que faltaba desde el principio era una información
fiable sobre la validez de las evaluaciones psicopatológicas de los familiares y de
los mismos pacientes. 30. A propósito de esto, Searles nos dice que lo que sucede
y no mejora la situación es que «el paciente no se limita a proyectar, sino que
sintoniza con aquellas partes del otro que pueden contribuir a hacerlo sentirse una
nulidad. Así, la sociedad tiende a odiar a los esquizofrénicos porque éstos están
sintonizados con pavorosa precisión con los aspectos considerados como
negativos por la sociedad misma» (Searles, Il paziente borderline, op. cit., pág.
182). Esta observación explica bien los peligros de la intervención basada en un
«prejuicio» porque las ideas del terapeuta sobre el otro y la sintaxis de su
intervención están inevitablemente y perversamente relacionados entre sí.
neral.
Reacción de los padres
Es incitado en demasía por un padre que vive a través de sus tendencias y/o un
padre muy unido a él, que vive como suyas las emociones del niño, pero no puede
aceptarlas.
Es ignorado o infravalorado en la familia.
Son interpretados como si no fuesen suyos.
Forma de la emergencia subjetiva
Desarrollando comportamientos transgresivos y/o rasgos o síntomas neuróticos
asociados a la interiorización del conflicto.
Es (progresivamente) dramatizado por el niño.
Determinando una dificultad de definición del self.
Esquema del conflicto.
Clínica.
Dirección de la agresividad.
Ejemplos simples.
Comprensibilidad.
Trastornos primarios del comportamiento
La dificultad del niño está expresada directamente.
Ausencia de síntomas.
Agresividad predominantemente dirigida al exterior.
Trastornos de las costumbres (alimentación, control de los esfínteres, etc.), de la
conducta (rebelión, tendencia al robo, etc.).
Fácil.
Trastornos primarios del comportamiento con rasgos neuróticos
El conflicto entre el niño y los padres está parcialmente interiorizado.
Presencia inconstante de síntomas.
Situación intermedia.
Comportamientos fóbicos, inhibición en el juego etc.
Intermedia.
Reacciones psiconeuróticas
El conflicto entre el niño y los padres está interiorizado.
Presencia de síntomas.
Agresividad predorninantemente dirigida al interior.
Fobias de angustia extendidas, obsesiones, coacciones, hipocondría, psicosis.
Compleja.
4.2.1. Dos esquemas para una clasificación
Los conceptos expresados hasta aquí nos llevan a dos simples esquemas de
clasificación. El primero trata del concepto de dificultad del niño (esquema 7) y del
análisis de la interacción que se establece en torno a los mensajes
con los que la expresa. El segundo (esquema 8), muestra las observaciones de
Ackerman7 a propósito de los niveles de interiorización y de simbolización del
conflicto.
cuando se dio cuenta del modo en que él, cuando era lactante, atentaba
«intencionalmente» contra su vida llorando, agitándose y obligándola a recoger los
objetos que se caían de la cuna, como consecuencia de sus movimientos. Este
tipo de atribución de intenciones al comportamiento de un niño es un ejemplo
extremo, pero significativo, de la desconfirmación efectuada sobre el niño y de las
dificultades encontradas por la madre en su propio proceso de individuación.
EJEMPLO 14
La interacción psicótica
La madre de un niño que había desarrollado inicialmente un síndrome autista y,
posteriormente, una forma grave de psicosis infantil recordaba claramente que
había entendido que su hijo estaba poseído por fuerzas hostiles a ella
7. Se ha presentado por primera vez este esquema en Cancrini, Bambini diversi a
scuola, Turín, Boringhieri, 1974.
Historias de este tipo pueden parecer extrañas o excepcionales a quien no ha
trabajado terapéuticamente con las familias. Al hablar de los trastornos del hijo en
el momento en que se recoge la anamnesis, los padres del
niño con problemas de nivel psicótico pueden parecer fríos, lejanos o, a veces,
excesivamente implicados en la dificultad del hijo. Sin embargo, ya en los orígenes
de la terapia familiar, la atención crítica dirigida hacia sus comportamientos
comunicativos en las interacciones reales con el hijo demostró con fuerza la
regularidad de las transacciones patógenas. Por otra parte, modernas técnicas de
intervención terapéutica con las familias han demostrado con claridad la inutilidad
de reconstrucciones de este tipo: centradas sobre el qué hacer ahora respecto a
este hijo, las maniobras del terapeuta
174 LA CAJA DE PANDORA
LOS TRASTORNOS PSIQUIÁTRICOS DEL NIÑO 175
se han dirigido a valorar, liberándolas, las partes sanas de los padres. Lo que no
desmiente, sin embargo, desde el punto de vista que aquí nos interesa, la
importancia de la transmisión y del refuerzo interpersonal de la locura que
podemos encontrar en los orígenes del trastorno psicótico del niño.
4.3. CLASE SOCIAL, LENGUAJE Y FORMA DE LOS SÍNTOMAS
Concentrar la propia atención sobre la respuesta de los padres (o de quienes los
sustituyen) para comprender la posterior evolución de la interacción entre el niño y
el ambiente puede parecer esquemático, pero corresponde
a un dato de hecho. Los adultos tienen más poder que el niño" y se puede estudiar
el desarrollo de este último, en todas las culturas, como el resultado de un
esfuerzo de adaptación que utiliza, combinándolas de distintas maneras, la
imitación y la rebelión, la tendencia a delimitar el propio self autónomo y el deseo
de corresponder a las expectativas que se intuyen en el otro. En este punto la
paradoja del crecimiento consiste exactamente en esto: en la necesidad de utilizar,
para diferenciarse, instrumentos (lingüísticos, expresivos, métodos de
organización y de empleo de la experiencia vivida) tomados del repertorio de
aquellos de los que uno tiende a diferenciarse. Primero planteándoselo en forma
de imitación pura y simple y, a continuación, usando formas de individuación
basadas en procedimientos análogos a los de aquellos que han ofrecido dichos
modelos de individuación.
Una consecuencia sencilla de esta regla general es la que hace referencia a la
distribución de los trastornos psiquiátricos. En su famoso trabajo dedicado a las
clases sociales y a las enfermedades mentales Hollingshead y
Redlich demostraron, hace ya muchos años, el bajo predominio de trastornos
neuróticos y el alto predominio de trastornos psicopáticos en las clases sociales
más débiles. Es difícil no relacionar este tipo de distribución con las observaciones
psicolingüísticas de Bernstein y otros. Estudiados desde el punto de vista de estos
autores, los niños que viven en ambiente proletario o subproletario aprenden de
sus padres un código (lingüístico) «limitado»,° que luego siguen utilizando en sus
interacciones, siendo éste un código con escasas referencias a las emociones
vividas y poca tendencia a la simbolización. En términos interactivos corresponde,
evidentemente, al de
8. Se puede encontrar una descripción detallada del proceso de designación del
más débil en Cancrini, Bambini diversi a scuola, op. cit., cap. 2. Allí se habla
específicamente de teorema del poder», suministrando las necesarias
indicaciones conceptuales y bibliográficas.
9. A. B. Hollingshead, E C. Redlich, Classi social¡ e malaitie mental¡, Turín,
Einaudi, 1972. 10. Sobre el significado de los términos «limitado» y «elaborado»
en psicolingüística, véanse las investigaciones de Bernstein y Lawton, resumidas,
con amplia bibliografía, en Cancrini, Bamb¡ni diversi a scuola, op. cit., cap. 2.
sarrollo de una patología de tipo más comportamental que neurótico. Es obvio que
a los niños adiestrados en la utilización de un código «elaborado» les sucede lo
contrario, sobre todo si viven dentro de una familia en la que el uso amplio y
consensuado de mecanismos de defensa basados en la represión (el circuito
neurótico del que hemos hablado ampliamente) les empuja a la búsqueda de
formulaciones alusivas y elaboraciones simbólicas de su vivencia. Sin embargo, lo
que es interesante resaltar es que la diferencia social, que influye en las formas
que asumen las dificultades del niño facilitando la activación de uno u otro de
dichos mecanismos de defensa, no determina per se la patología: explica
sencillamente la distribución de los modos en los que ésta se manifiesta. Por otra
parte, donde no parece influir significativamente la clase social de procedencia es
en el riesgo del impacto con la desconfirmación grave del self que se encuentra en
la base las interacciones de nivel psicótico. Efectivamente, el predominio de estos
trastornos parece semejante en las distintas clases sociales, así como en las
distintas culturas: testimonio indirecto de la razonabilidad de una hipótesis basada
en la construcción intergeneracional del nivel extremo de un problema humano.
192
LA CAJA DE PANDORA
Para obtener una comunicación directa entre los padres y el hijo se usan
instrumentos comunicativos que son típicos de la relación padre-hijo en las
primeras fases del desarrollo de este último, junto con otras modalidades
relacionales posteriores:
a) mirarse a los ojos;
b) amplio contacto corporal;
c) hablar al niño con palabras análogas al lenguaje particular que se utiliza con los
niños muy pequeños, o sea, con una acentuada expresividad y transmitiéndole los
sentimientos reales en positivo que se sienten por él, pero también, según el
momento y la situación, con expresiones más acordes con épocas pOSteilO[eS
del C%SaíiOliO.
Puesto que se trata en primer lugar de obtener una comunicación directa y en
algunos momentos íntima entre el niño y cada uno de los padres, y en segundo
lugar de obtener una comunicación directa y eficaz en el seno del grupo familiar
mismo, una parte muy importante del problema hace referencia a los padres.
Efectivamente, hay que evaluar y modular de manera muy amplia, en cada caso,
y, dentro de un mismo caso, en cada período, el grado de nivel cultural y las
actitudes de los padres hacia el niño en la relación corpóreo-emotiva que él
instaura con ellos. Los principales puntos de referencia consisten en identificar:
a) la realidad del niño a nivel neurológico y de sus capacidades, con especial
atención a todo lo que pueda representar un obstáculo para la comunicación en un
contexto corpóreo-emotivo: efectivamente, la estimula ción del niño debe ser
realista, evitando la elección de tareas imposibles; b) la realidad emotiva de los
padres y la capacidad de cada uno de ellos para sostener una relación corpórea-
emotiva con su hijo, y establecer hasta dónde pueden llegar en dicha relación;
c) la dificultad inmediata predominante en la comunicación entre el niño y sus
familiares;
d) respecto a sus padres, ¿qué es lo que más le gusta de su hijo a cada uno?;
e) los elementos de evitación predominantes (expresión facial, corporal, etc.) por
parte del niño y el grado de su desarrollo lingüístico;
f) los «impulsos» hacia los otros y hacia los objetos, presentes en el niño; g) las
maneras y las reglas de la comunicación en la familia.
Cuando la relación de intrusión hacia el niño se extiende no sólo en el plano de las
miradas, sino también en el corpóreo, se habla de holding (en inglés, literalmente,
«posesión», «propiedad»). El holding más usado en
LOS TRASTORNOS PSIQUIÁTRICOS DEL NIÑO 193
las terapias de Zappella es el que se realiza entre dos, y en el que el padre se ciñe
con fuerza al niño sujetándolo completamente entre sus brazos o poniendo sus
piernecitas entre los muslos, el cuerpo sobre su tórax y los bracitos de él
apretados entre sus axilas con la cara de frente. Éste es el holding más eficaz y
seguro porque, mediante una amplia confrontación corpórea y una modalidad de
relación más «natural», facilita aquel intercambio que es parte integrante y
necesaria de este tipo de relación, según lo han demostrado la experiencia clínica
y los experimentos de holding, realizados con simios Macacus rhesus aislados
socialmente. Se debe elegir la modalidad del holding con gran cuidado, teniendo
en cuenta sobre todo dos elementos: la edad del niño, y la forma de
comportamiento más natural de sus padres. Por ejemplo, si el niño asume
actitudes muy agresivas, el holding se puede estructurar en forma de control firme
y paciente del que se libera al niño en el momento en que muestra que lo acepta.
En el caso de niños que presentan un déficit de tipo neurológico, puede ser
importante que la fuerza física que los padres utilizan para sujetar al niño la limiten
a un nivel que le permita a éste evitar la frustración que habría podido derivarse
del hecho de que experimentase de manera dramática su déficit de fuerza.
Desde el punto de vista comunicativo, el interés de este método reside en la
situación «sin salida» que llega a crear. En efecto, el método redefine el intento de
eludir la comunicación, primero como no colaborador y des pués como «rebelde».
Esto sucede, por ejemplo, en la estructura del acercamiento cara a cara, en el que
el niño debe mirar, aceptándolo, o no mirar, rebelándose, mientras que, en
cambio, ya no puede hacer que su comportamiento parezca casual. Utilizando
conceptos clásicos de la pragmática de la comunicación, lo que el niño ya no
puede usar es la desconfirmación. Esto tiene importantes consecuencias en el
sistema familiar porque el comportamiento autista, definido como evitación activa,
como rebelión, se convierte en un desafío o motiva cambios decisivos en la
conducta de los padres.
EJEMPLO 17
El caso de Marcello
En la tercera sesión el padre exhibe con resignación las dificultades de Marcello,
que, completamente relajado, inerte entre sus brazos, ordena cubos uno sobre
otro sólo si él le fuerza moviendo sus manos y sus dedos. Cuando al final de la
operación Marcello deja caer sus manos sobre los cubos, que se dparraman por el
suelo, su brazo se mueve como el de una marioneta que cae casualmente sobre
ellos. Cuando el terapeuta le dice al padre que haga repetir la construcción al niño
y que le mande después volver a tirar los cubos, el niño se pone de rodillas y
estrecha la columna de cubos entre las manos para
194 LA CAJA DE PANDORA
que no se caiga. Su padre sabe ahora que muchos gestos de Marcello son mucho
menos casuales de lo que parecían y reacciona en consecuencia, primero
emotivamente y luego comportamentalmente.
Llegados a este punto, la tesis que surge es clara. El método propuesto por
Zappella, si lo leemos en términos comunicativos, se puede considerar como una
intervención de tipo estructural en la que el comportamiento sin tomático se
individua y describe como un intento (inevitablemente imperfecto) de evitación de
la comunicación por parte del niño.
EJEMPLO 18
El caso de Marco
El caso de Marco es uno de los más lineales. El niño presentaba un
comportamiento autista y un déficit neurológico de discreta entidad. Los padres,
ambos bastante jóvenes, demostraron ya en la primera sesión que poseían com
petencias específicas de cara a colaborar entre ellos para el buen éxito del
holding. Sin embargo, al ir progresando en la terapia, se hizo evidente una
vivencia depresiva en la pareja parental reconducida a la vivencia de
«aislamiento» que han percibido ante sus respectivas familias de origen. El
marido, desanimado, verbalizó: «Los dos éramos de la época del sesenta y ocho,
nos hemos casado decidiendo todo nosotros sin dejar que se entrometiesen
nuestros padres. Cuando Marco ha empezado a tener problemas, en torno a
nosotros se ha creado el vacío». La familia nuclear y la familia extensa parecían
estar atrapadas en un sentimiento de culpa recíprocamente inducido, que hacía
difícil un acercamiento deseado y al mismo tiempo conflictivo. Respetando los
tiempos de la familia nuclear se incluyó posteriormente en la terapia, durante dos
sesiones, a los respectivos hermanos de los padres del niño, que ellos mismos
consideraban como los «más comprensivos». La pareja de padres fue capaz de
pedirles una ayuda práctica y concreta en la gestión de Marco.
La atenuación de las vivencias depresivas se presentó como asociada a una
mayor creatividad y a la posibilidad de pedir colaboración «fuera de la familia
nuclear» de un modo adecuado y congruente. Además, la pareja consiguió ela
borar el duelo por la enfermedad del hijo y proyectar un nuevo embarazo que se
encuentra todavía en curso. Marco mostró una progresiva mejoría en sus propias
capacidades para ponerse en relación con sus padres y con los otros, y en la
vocalización de algunas palabras fundamentales, abandonando algunas
estereotipias. Actualmente, muestra todavía algunos déficit cognitivos y de
deambulación. La terapia no ha terminado todavía. Es importante resaltar que en
esta familia las áreas de conflicto de la pareja, relativas a la ambivalencia que
sufren ante su condición de «aislamiento», se gestionaron básicamente dentro de
la pareja misma, sin implicar o invadir masivamente los espacios del niño. La
evolución del caso se puede deber también a este relativo respeto por los
espacios de cada uno, que ha evitado que la familia se implique en transacciones
de tipo psicótico.
195
LOS TRASTORNOS PSIQUIÁTRICOS DEL NIÑO
4.5.2. Los resultados
La aplicación del holding de Zappella plantea, de hecho, un capítulo nuevo en la
historia de la terapia familiar. Para darnos cuenta de ello, es interesante una
reflexión sobre los resultados que se han obtenido hasta ahora. La primera
casuística examinada está compuesta por 54 sujetos, 45 varones y 9 mujeres, con
una edad comprendida entre los 3 y los 10 años, que presentaban un autismo
clásico, según los criterios definidos por Rutter. La población examinada en esta
casuística abarca una gran variedad de situaciones: comprende tanto niños
aparentemente indemnes de lesiones en el sistema nervioso central, como niños
con déficit neurológicos de distinta gravedad. Todos estos niños se trataron con
una terapia de tipo holding, según Zappella. Se ha efectuado una evaluación al
principio y otra al final de la terapia, siguiendo los criterios propuestos por Zappella
para la evaluación del comportamiento de evitación, los trastornos del lenguaje y
la insistencia en mantener igual el ambiente, criterios que se describen en el
esquema 9.
Sobre la base de estos criterios de evaluación cuantitativa del comportamiento
autista es posible calcular una puntuación global que se asigna a cada niño al
principio y al final de la terapia; dicha puntuación nos la da la suma de las distintas
puntuaciones obtenidas en esa evaluación.
La figura 1 muestra con claridad la eficacia del tratamiento al cabo de un año. En
la figura 2 las variaciones obtenidas las hemos descompuesto en grupos
caracterizados en base a la puntuación inicial, es decir a la gravedad. La figura 2
parece mostrar una mejoría casi uniforme en todos los grupos. Sin embargo, en
los resultados finales se nota una desviación estándar bastante alta, en particular
en el grupo de los pacientes más graves. Esto indica que en cada grupo existen
unos sujetos que responden sensiblemente a la terapia de holding y otros sujetos
que no responden o responden sólo parcialmente. La explicación de esta
variabilidad plantea problemas complejos a las posibles hipótesis, que se habrán
de examinar con muestras más seleccionadas. Como efectivamente han descrito
algunos autores, la posibilidad de mejorar mediante el tratamiento de holding sería
directamente proporcional a la precocidad de la intervención. En otras palabras,
cuando se interviene sobre un niño muy pequeño, cuyo síntoma se ha constituido
hace poco, las posibilidades de éxito son mayores. Otra variable importante sería
la de la organicidad-no organicidad, en cuanto que la presencia de una alteración
puede llevar consigo una organización completamente diferente del sistema
familiar en torno al síntoma. La segunda casuística examinada, compuesta por un
grupo de 15 niños menores de 4 años, sin lesiones aparentes del SNC, contrasta
con estas últimas explicaciones. También aquí los resultados demuestran, a pesar
de la mayor uniformidad de la muestra examinada, que
195
196
ESQUEMA 9. Criterios de evaluación del comportamiento autista.
0 = apropiado en la relación con los otros, comprendiendo algún grado de timidez.
1 = evitar mirar a las personas a los ojos; respuesta escasa o exagerada a los estí
mulos sonoros; evita las personas en diversas ocasiones.
2 = permanece con la mirada fija en el vacío; mira con una cierta angulación; a
menudo ignora los sonidos; está solo la mayor parte del tiempo.
3 = decididamente solitario; no responde casi nunca a los acercamientos; evita
mirar a los otros; no reacciona a ningún reclamo.
LA CAJA DE PANDORA
Lenguaje
0 = adecuado a la edad mental.
1 = algo de ecolalia; alguna inversión pronominal.
2 = ecolalias frecuentes; jerga incoherente; frecuentes inversiones pronominales.
3 = no habla, o sólo alguna palabra; frases muy raramente; el lenguaje no es
comprensible.
Pautas ambientales y estereotipias
0 = adecuado a la edad mental.
1 = algún movimiento repetitivo.
2 = curiosas posturas de los dedos y del cuerpo; se hace daño; esterotipias;
camina sobre las puntas; se mece; usa los objetos de modo extraño.
3 = los comportamientos precedentes los realiza muy raras veces.
existe una variabilidad semejante a la de la muestra precedente: 6 niños
responden bien a la terapia y mejoran hasta llegar a la curación, 7 niños
responden sólo parcialmente y 2 niños no responden en absoluto, luego la
eliminación de las variables edad y organicidad no parece suficiente de cara a
obtener una respuesta unívoca. Todo esto nos lleva a considerar como algo
importante la realización de una hipótesis «sistémica». Las diferentes respuestas a
la intervención terapéutica dependerían del modo en que los diversos sistemas
familiares elaboran la prescripción «invariable» del holding. Análogamente a las
consideraciones del grupo de Selvini Palazzoli en las familias «que practican
juegos psicóticos», la prescripción del holding desempeñaría un papel de
«prescripción invariante» en torno a la cual se descubrirían las diversas dinámicas
de las familias y de los niños con comportamiento autista.
197
LOS TRASTORNOS PSIQUIÁTRICOS DEL NIÑO
FIGURA 1. Puntuaciones globales y puntuaciones medias (N=54).
374
210
197
Comienzo terapia Final de holding
Como se puede ver, en los histogramas blancos las puntuaciones globales han
descendido de 374 al comienzo de la terapia a 210 al final (se entiende por
puntuación global la suma de todas las puntuaciones de los 54 niños). Las
puntuaciones medias (la suma de todas las puntuaciones dividida por el número
de niños), como muestran los histogramas sombreados, descienden de 6,92
a3,74.
198 LA CAJA DE PANDORA
FIGURA 2. Variación de las puntuaciones al finalizar la terapia de holding en los
distintos grupos obtenidos a partir de juntar a los niños que tenían una misma
puntuación inicial.
Variación de puntuación N=54
d c 0 CJ c a
10 9 8
76543210
9 8 7 6 5 Grupos divididos según puntuaciones inicial Inicial 0
Final
Inicial: 9, 8, 7, 6, 5.
Final: 6,50, 5,30, 4,30, 3, 2.
Cada grupo está representado por una pareja de histogramas, el primero tramado
(puntuación inicial) y el siguiente blanco (puntuación final).
4.5.3. Una interpretación sistémica de la diferencia
Llegados a este punto, encontramos que el problema de las razones de la
discontinuidad de los resultados se nos presenta como algo complejo y digno de
posteriores investigaciones.
Una hipótesis sistémica (análoga a la desarrollada a propósito de las familias con
paciente designado toxicómano o anoréxico,z° y sobre la que volveremos un poco
más adelante) considera las resistencias de la familia ante un movimiento
terapéutico de tipo «estructural» como una información útil ele cara a comprender
mejor la organización de la familia: dicho en términos —Ivinianos, una información
sobre el juego secreto de los distintos miemros del sistema.
20. Véase el capítulo 8.
199
Efectivamente, las familias en las que el holding no arranca» o se para muy pronto
son familias que no consiguen utilizar las indicaciones propuestas por el terapeuta.
También aquí, como con los toxicodependientes del tercer tipo y con las
verdaderas anoréxicas, los padres acuden a nosotros más o menos convencidos y
estimulados para ejecutar en la sesión las tareas solicitadas, pero la atmósfera no
cambia del modo rápido y positivo con que lo hacen los holding eficaces, y la
familia interrumpe el tratamiento o vuelve las semanas o meses posteriores sin
traer cambios significativos. En estos casos, y dentro de ciertos límites, se puede
reflexionar sobre errores banales de técnica por parte del terapeuta.
En otros casos, lo que uno se encuentra es:
a) la fuerza de vínculos externos a la familia nuclear capaces de hacer frente al
intento de cambio asociado a la terapia;
b) la tendencia de la familia a resaltar su dificultad para acceder al cambio o el
desarrollo de un círculo vicioso centrado en esta forma de resaltar su
inadecuación.
Evidentemente, la intervención a desarrollar en estas dos situaciones es bastante
diferente. En efecto, en el primer caso hay que intervenir directamente para
extender los límites del sistema que está en terapia, tomando en consideración el
obstáculo que plantean las personas externas ante el intento de cambio del
subsistema «familia nuclear».
EJEMPLO 19
El caso de Paolo
Paolo, 5 años y medio; la familia pide ayuda después de un largo período de
psicoterapia individual. El niño habla en falsete, en tercera persona, y responde
con ecolalia a los intentos de instaurar un diálogo.
Los padres se ven «obligados» a darle de comer en la boca y a que duerma ,en su
cama (de los padres). Paolo a menudo es «destructivo de forma casual», y evita la
mirada y el contacto directo. La impresión clínica es la de una capacidad íntegra
de comprensión y un estado de aislamiento interrumpido, de improviso, por
movimientos depresivos de gran intensidad que atraen de manera impositiva la
atención de los padres, habitualmente bastante dóciles y permisivos. El trabajo de
holding, acompañado de tareas a realizar en casa, distintas para el padre y la
madre (con prescripciones de «peleas» para vestirle y para alimentarle, confiados
respectivamente a la madre y al padre), obtiene inmediatamente, en pocas
semanas, resultados importantes. Sin embargo, de repen-
EJEMPLO 30
El caso de Sandro
Con 23 años Sandro es toxicodependiente desde hace ya siete: el recurso a la
metadona y a otros tratamientos terapéuticos no había producido nunca resultados
positivos. Tres miembros de la familia vinieron al primer encuentro
de terapia familiar: Sandro, su madre y Lisa, la hermana de 18 años. El padre
había muerto hacía muchos años. En una atmósfera de tragedia, la madre se
lamentaba del dinero que el hijo le estafaba todos los días; Sandro, al que no le
gustaba hablar de su toxicodependencia, vivida «como una anulación de todo
pensamiento y sensación», decía que su madre no le entendía; Lisa afirmaba que
ella no podía hacer nada y hablaba de las repercusiones negativas que cau
6. M. Selvini Palazzoli, «II problema dellinviante: quando é un fratello a chiedere la
terapia», Ecología della mente, (junio de 1987), págs. 84-105.
El caso de Sandro lo han descrito detalladamente L. Cancrini y C. Barboni en
«Sculture della famiglia e controparadosso in un caso grave di tossicomania»,
Terapia Familiare, 18 (1985), págs. 25-37.
saba en su vida personal el problema del hermano. Los terapeutas, resaltando la
ausencia de un objetivo común, pidieron tiempo para valorar la posibilidad de
empezar la terapia para no provocar ulteriores decepciones. La familia reaccionó
con vivacidad a esta provocación llamando repetidas veces por teléfono para
confirmar una nueva cita. Los terapeutas decidieron utilizar una estrategia
«contraparadójica» que preveía el uso de «esculturas» según el esquema
propuesto por P Caillé. Durante la primera sesión la escultura debe ilustrar, según
el punto de vista de cada uno, lo que sucede actualmente en sus relaciones
cotidianas. En la segunda sesión, cada persona debe usar una imagen simbólica
«mítica» para ilustrar la característica que convierte en única y original a su propia
familia. Los elementos que la familia propone a este nivel son aquellos sobre los
que se basará la intervención contraparadójica final; sin embargo, los movimientos
previos realizados en la terapia se basan en los elementos de la primera escultura
fenomenológica.
Se utiliza un determinado número de sesiones para discutir individualmente con
los miembros de la familia sobre la posibilidad de introducir «nuevos elementos»
en las interacciones habituales de la familia. Las sugerencias lógicas
aceptadas por cada miembro, pero no puestas en práctica por nadie, las utilizan
los terapeutas para obligar a cada individuo a enfrentarse a la propia incapacidad
personal de realizar incluso pequeños cambios. Esto permitirá retornar a los
elementos de la escultura «mítica» para proponer la intervención contraparadójica.
Uno de los terapeutas expone a la familia los motivos por los que era preferible
mantener su equilibrio sin empujar hacia el cambio. También la toxicomanía se
redefinió como un elemento importante de lo que parecía ser el mejor equilibrio
para el sistema. En cambio, el otro terapeuta mostró su desacuerdo: en su
opinión, Sandro no quería seguir sacrificándose, Lisa deseaba marcharse de casa,
y la madre, liberada de los hijos, por fin habría podido pensar en ella misma. Este
«pulso» entre las posiciones de los terapeutas, que ha durado algunos meses, ha
permitido el desarrollo de una terapia que se ha caracterizado, simultáneamente,
por el desafío al sistema y por la aceptación de la experiencia de las personas.
Cuatro años después del primer encuentro terapéutico, Sandro ha interrumpido el
uso de la heroína y continúa con su actividad laboral.
EJEMPLO 31
La investigación del grupo IBIS
Una investigación del grupo IBIS demuestra con particular elegancia la necesidad
de utilizar técnicas de tipo contraparadójico en este tipo de familias. El hecho de
retomar el material clínico relativo a las familias tratadas con un
procedimiento centrado sobre el uso inicial de movimientos estructurales (control
del síntoma), y, posteriormente, en los casos en que dicho intento fracasaba, con
un movimiento contraparadójico «de recapitulación», ha permitido comparar los
resultados obtenidos, a medio plazo, con dos grupos de 26 familias
274 LA CAJA DE PANDORA
COMPORTAMIENTOS SINTOMÁTICOS 275
de tipo B y de tipo C. La intervención contraparadójica utilizada como intervención
sucesiva en las familias de toxicómanos tipo C ha obtenido un porcentaje de
mejorías del 72 %, casi igual a la eficacia de las intervenciones estructurales en
las familias de toxicómanos de tipo B.
Dichos resultados demuestran con claridad la importancia de una elección
cuidadosa del método de intervención utilizado en terapia familiar.
8.2.5. Toxicomanías «sociopáticas» o D
Este tipo de toxicomanías se encuentra frecuentemente en las situaciones
descritas a propósito de los desarrollos psico o sociopáticos. Se caracterizan:
a) por la evidencia de comportamientos antisociales antes del comienzo de la
toxicodependencia; particularmente en adolescentes y jóvenes adultos que viven
en condiciones sociales y culturales desfavorecidas;
b) por la rápida y natural asimilación de la toxicodependencia dentro de un estilo
de vida que se adapta bien a ella y por la exasperación caricaturesca de este
estilo de vida cuando el hábito se convierte en dependencia;
c) por la actitud de desafío del toxicodependiente, que se comporta con la frialdad
y la provocación de una persona «incapaz de amar ni de aceptar amor» y por su
percepción del ambiente como frío y hostil, iluminado de vez en cuando por
voluntarios ocasionales que entran en su vida desempeñando el rol de
«salvadores» providenciales;
d) por el desapego con que el toxicodependiente habla de su hábito y por el
embotamiento anestésico de las sensaciones que se buscan con el uso de la
droga, por la frecuencia de las politoxicomanías y por la infravaloración de los
efectos de la droga y de los daños que puede causar.
Las historias de estos toxicodependientes son, a veces, las típicas de los hijos de
mujeres económica y culturalmente desfavorecidas, abandonados en una
institución, o las de familias multiproblemáticas que viven en los gue
tos de las grandes ciudades (que a menudo coinciden con las primeras). La falta
de adaptación de estos jóvenes se pone de manifiesto antes que nada en las
dificultades escolares, y más tarde, durante la adolescencia, en el progresivo y
cada vez más violento choque entre las reglas impuestas por una sociedad
percibida como cruel y hostil y las de la subcultura delictiva. Sin embargo, en otros
casos, las dificultades económicas y culturales no son tan evidentes.
Los modelos comunicativos y la organización familiar de este tipo de
toxicodependientes son semejantes, en los casos menos graves, a los que se
encuentran en las toxicomanías de tipo B. En los casos más serios, corres ponden
a los que se encuentran en las familias desligadas: familias pertenecientes
normalmente a las clases sociales más desfavorecidas, pero a veces también a
las privilegiadas, que se presentan como un grupo profunda y dramáticamente
desorganizado, cuyos miembros se mueven en órbitas aisladas sin ninguna
interdependencia recíproca aparente. Numerosos casos graves están marcados a
menudo por la experiencia de un total abandono vivido en la primera infancia,
mientras los casos menos graves se caracterizan por la fuerte problemática vivida
dentro de la familia en la primera fase del desarrollo. Además, generalmente la
toxicodependencia reduce la duración de estas «vidas marginales», ya sea
directamente (sobredosis, accidentes, enfermedades, etc.), ya sea indirectamente
(como consecuencia de una actividad delictiva, cínica y desordenada). Cuando no
sucede nada de esto, el toxicómano emprende una carrera «desviada» (traficante
u otras formas de delincuencia) o el camino de una institucionalización crónica.
En el plano terapéutico el enganche y los desarrollos positivos en una terapia
convencional son, en estos casos, raros y difíciles. Sin embargo, la idea que uno
se hace, analizando las historias de estos toxicodependientes
cuando han interrumpido la dependencia, es que la combinación de varios
«pasos» terapéuticos puede producir resultados «sorprendentemente» positivos.
Hasta ahora los recorridos que se han podido estudiar son espontáneos: para
llegar a dejar de «picarse» la persona se ha dirigido inicialmente a un ambulatorio
para tomar metadona, ha establecido allí una buena relación con un asistente,
después ha ido a una comunidad, de donde se ha escapado para ir a una
comunidad distinta, «más adecuada», y ha terminado por integrarse en una
cooperativa artesanal. Si examinamos atentamente estas historias, lejos de
demostrar la inutilidad de las diversas intervenciones, sugieren la hipótesis de que
pueda ser útil, en estos casos, organizar una «cadena terapéutica» en la que
varias entidades terapéuticas puedan colaborar.
La intervención comunitaria, especialmente útil en estos casos como punto de
llegada, a menudo puede colmar las graves carencias relativas a las relaciones
sociales y familiares, acogiendo a la persona en un grupo que le sirve
de apoyo a la hora de afrontar la angustia producida por los diversos tipos de
sufrimiento.
Relación presentada por el doctor F. Colacicco, del grupo IBIS de Roma, en el
European Workshop on Drug Policy Oriented Research, Palermo, febrero de 1991.
276
LA CAJA DE PANDORA
COMPORTAMIENTOS SINTOMÁTICOS 277
EJEMPLO 32
El caso de Fabio
El padre de Fabio había abandonado pronto su familia, justo después de la
emigración, y la madre, alcohólica, había perdido la patria potestad, con lo que los
hijos se confiaron al tribunal de menores. Después de haber crecido dentro de
distintas instituciones, Fabio empezó a hacer vida de calle. Mediante la heroína
cumplía su «deseo de perderse», consumía dosis muy elevadas, fumaba hachís,
se encerraba en sí mismo y estaba siempre deprimido. Vivía de los robos que
hacía y formaba parte de un grupo de delincuentes. Después de algunos intentos
de deshabituación con metadona efectuados en un ambulatorio, se fue con un
amigo al centro de acogida de una comunidad. Fue difícil para él adaptarse a las
reglas que se le imponían y por este motivo los asistentes decidieron, en este
caso, hacer más elásticos los procedimientos de acogida. Con el tiempo, Fabio,
además de integrarse en el grupo comunitario, empezó a tomar parte en los
grupos terapéuticos. En dos años consiguió interrumpir el consumo e iniciar
nuevos proyectos vitales. Actualmente, a pesar de continuar en contacto con la
comunidad, tiene trabajo y casa propia.
EJEMPLO 33
El caso de Franca
que afrontar (el marido le había llevado a juicio para obtener el niño, no tenía
trabajo, no tenía casa, etc.). Empezó así una psicoterapia individual dirigida a
ayudarle a afrontar los problemas relacionados con cada una de las etapas que
Franca debía superar para reorganizar su vida. Un año después Franca había
encontrado trabajo y casa.
8.2.6. Distribución de los diversos tipos de toxicomania: investigación del Consiglio
Nazionale delle Ricercbe (CNR)
Los distintos tipos de toxicomanía se distribuyen de modo suficientemente estable
en la población formada por los usuarios de los servicios. La figura 3, basada en
los datos recogidos en seis estructuras italianas, propone,
en efecto, resultados muy semejantes a la publicada por otros autores que han
utilizado la misma metodología. Sin embargo, lo que conviene tener en cuenta es
que la población de los usuarios de los servicios coincide sólo parcialmente con la
población global de los toxicómanos: el tipo C, y sobre todo el tipo D, están
probablemente poco representados en el grupo de los usuarios por razones que
conciernen a la organización de su personalidad. Efectivamente, algunos
toxicómanos de tipo C se comportan como «toxicómanos de la noche del sábado»
sin llegar nunca a formular una demanda de ayuda, mientras que los D son, por
prevención cultural discutida ya otras veces, bastante recelosos ante los servicios
y las instituciones.
Con 24 años, Franca se ha separado de su marido y tiene un niño por el que
sostiene una contienda con dicho marido y los suegros debido a su
toxicodependencia, que dura desde hace 5 años. Durante un cierto tiempo ha es
tado en una comunidad junto con el niño, pero, apenas ha salido, ha vuelto a
«pincharse». Al mismo tiempo que realiza una petición de terapia al grupo Albedo,
Franca está en tratamiento en el servicio público donde ha implicado en sus
vicisitudes a más de un asistente. El padre de Franca, «la única persona con la
que tenía una buena relación», se suicidió cuando ella tenía 6 años. Las
relaciones con su madre y su hermana en seguida se volvieron difíciles, y con 16
años Franca se escapó de casa y no ha vuelto nunca más a ella. Ha perdido todo
contacto con sus parientes. Franca intentó envolver inmediatamente al terapeuta
usando su propia fragilidad: declarándose incapaz de afrontar ninguna situación y
afirmando que el terapeuta era el único que podía salvarla. Los terapeutas
decidieron efectuar una intervención de red implicando a todas las personas que
habían tenido relaciones significativas con Franca. Vino el ex marido, la familia de
él, algunas amigas, los asistentes del servicio público, y la madre con la hermana,
llegadas especialmente para la ocasión desde un país extranjero. El apoyo que se
le ofreció en esta ocasión puso a Franca ante la imposibilidad de continuar
manipulando al terapeuta y de esconderse detrás de la máscara de la fragilidad y
de la soledad; tenía problemas serios
FiciuRA 3. Porcentaje de distribución de los diversos tipos de toxicomanía.
Tipología
Fuente: L. Cancrini, S. Mazzoni, Verso la definizione di una tipologia delle
tossocomanie: unesperienza di ricerca, en N. Lalli, Manuale di psichiatria e
psicoterapia, Liguori, Nápoles 1991.
Tipo A Tipo B Tipo C Tipo D 0 No clasificada
278
LA CAJA DE PANDORA
COMPORTAMIENTOS SINTOMÁTICOS 279
8.2.7. Una reflexión sobre la terapia de los toxicómanos
Las noticias difundidas estos años sobre las toxicomanías han resaltado las
dificultades del trabajo terapéutico. Sin embargo, con el paso del tiempo la
posibilidad de verificar la evolución de las toxicodependencias a medio
y largo plazo y el desarrollo de respuestas terapéuticas cada vez más adecuadas
han demostrado que la prognosis del comportamiento toxicómano es,
globalmente, mucho menos dramática de lo que se pensaba, aunque el riesgo de
muerte por accidentes asociados al uso de la droga sigue siendo alto y las
toxicomanías siguen representando de todos modos una de las causas más
importantes de muerte entre las personas con una edad comprendida entre los 15
y los 40 años.
Para percibirlo más claramente, aconsejamos que se reflexione sobre la figura 4.
8.3. LAS ANOREXIAS Y LOS TRASTORNOS DEL COMPORTAMIENTO
ALIMENTICIO
Hemos hablado hace poco de la necesidad de distinguir distintos tipos de
toxicomanía, sobre la base de los datos relativos al dinamismo interpersonal y al
trastorno psicopatológico correspondiente que las hace posibles.
Hemos colocado las toxicomanías de tipo A en el área de las reacciones, mientras
las de tipo B, C y D las hemos colocado respectivamente en las áreas de las
neurosis, de los problemas de desvinculación y de los desarrollos so
Fi(iiRA 4. Resultado de las toxicomanías según la tipología.
80
60
20
0
Crónicos Mejorados Curados Seguimiento/ Tipología
Tipo A Tipo B Tipo C Tipo D 0 Muestra general
ciopáticos. Si hacemos referencia ahora a una patología que se considera la
expresión más simple del trastorno psicosomático, la de las anorexias y los
trastornos alimenticios psicógenos, es interesante destacar que también aquí
existe la posibilidad de imaginar una tipología diversificada de comportamientos.
Desde el rechazo del alimento con que se reacciona a un acontecimiento luctuoso
-anorexias traumáticas o de tipo A- (la anorexia se confunde aquí con otros
síntomas de tipo depresivo pero puede, en algunos casos, asumir un relieve
totalmente particular) al rechazo del alimento en el niño, o más frecuentemente en
el preadolescente que está luchando por su individuación dentro de las familias
«aglutinadas» descritas por S. Minuchin7 - anorexias de área neurótica o de tipo
B- (la anorexia desarrolla, en estos casos, funciones extremadamente claras de
cobertura y de mantenimiento del conflicto parental, no alcanza casi nunca niveles
realmente dramáticos, no se acompaña de otros trastornos psicopatológicos
relevantes, y responde bien a una intervención relativamente simple de terapia
familiar estructural) hasta llegar a la verdadera anorexia mental -anorexia
transicional o de tipo C- (un trastorno grave, relacionado con la fase de
desvinculación, situado característicamente en el límite entre las áreas neurótica y
psicótica, tanto desde el punto de vista de las transacciones y de los juegos
predominantes dentro de la familia como desde la correspondencia
psicopatológica: a veces es peligrosa para la vida de las pacientes designadas, y
difícilmente modificable con una intervención de tipo estructural, sobre todo en los
casos en los que se tiene noticia de fases «bulímicas» y de manifestaciones de
tipo más claramente psicótico).
Si decimos ahora que sin duda existe la posibilidad de completar la analogía entre
toxicomanías y anorexias verificando la existencia de formas espurias de anorexia
y de otros desórdenes del comportamiento alimenticio
en el ámbito de aquellas estructuras sociopáticas de personalidad que tanto
contribuyen a la difusión de las toxicomanías, puede ser interesante advertir que,
mirando las cosas desde otro punto de vista, las toxicomanías y las anorexias se
distribuyen simétricamente entre los adolescentes y los jóvenes adultos de los dos
sexos. Con palabras de Mara Selvini Palazzoli:
La estructura familiar del toxicodependiente y la del anoréxico son de una
semejanza impresionante, pero esto es debido también al hecho de que son tipos
muy comunes de familia. En consecuencia, aquí estamos también en pre
sencia de una moda que se impone, es decir, son dos organizaciones familiares
que entran en colisión con dos enormes fuentes de información que acceden a la
cultura. Una es la moda Twiggi, es decir, la mujer-palillo, y la otra es el hecho de
que entre nuestros preadolescentes y adolescentes, si uno no ha pro
7. S. Minuchin, L. Baker, B. Rosman, Famiglie psicosomaticbe, Roma, Astrolabio,
1980.
Fuente: véase fig. 3
280
FIGURA 5. Porcentaje de los tipos de toxicomanía en relación con el sexo.
LA CAJA DE PANDORA
COMPORTAMIENTOS SINTOMÁTICOS 281
8.3.1. El caso de Lucía
cN0a
Fuente: vease fig. 3
bado al menos un «canuto- no es un hombre. Entran, pues, en las familias modas
extremadamente provocadoras, y en el contexto de un cierto tipo de
organizaciones familiares, y sólo en esta condición, el adolescente queda
atrapado, porque en torno a él están todos estos «errores de respuesta» respecto
a la información de adolescencia de que es portador.
Se ha confirmado recientemente esta intuición clínica de Mara Selvini con una
investigación experimental. Trabajando con otros colegas sobre una casuística
suficientemente amplia de toxicómanos subdivididos según su per
tenencia a una tipología nos hemos encontrado frente a un resultado más bien
curioso. Una reflexión sobre la figura 5 permite apreciarlo. Se ve claramente, por
los datos mostrados en ella, que la diferencia puesta de manifiesto en todos los
estudios epidemiológicos entre los porcentajes de hombres y de mujeres
toxicómanos depende casi exclusivamente de los toxicómanos de tipo C. Es decir,
dicha diferencia se determina al nivel de que los problemas característicos de la
fase de desvinculación, entre las mujeres, se desarrollan más fácilmente en forma
de trastornos del comportamiento alimenticio.
8. Selvini Palazzoli y otros, Los juegos psicóticos en la familia, op. cit.
80
60
40
20
0
W1,951 "
Masculino Femenino
Sexo
/ Tipo A / Tipo B / Tipo C Tipo D
No clasificada
Lucía es una chica de 14 años, su padre es un jubilado de 63 y su madre es una
ama de casa de 44. El padre de Lucía tiene 4 hijos de un matrimonio anterior, tres
varones de 32, 30 y 26 años, y una mujer de 21 años.
El motivo de la petición de terapia es el adelgazamiento rápido y progresivo de
Lucía acaecido en el último año. Como cuenta la madre, dicho adelgazamiento
viene acompañado por un fuerte control de Lucía sobre la alimentación y sobre el
cuerpo: se somete a rígidas dietas totalmente desprovistas de grasas y sin
carbohidratos por miedo a engordar, no acepta su cuerpo porque lo ve gordo y
deformado, y todos los días efectúa horas de gimnasia, bicicleta y natación con el
objeto de adelgazar. Además, desde hace unos meses, ha empezado también a
presentar amenorrea.
La madre de Lucía refiere que procede de una familia muy pobre, campesina, con
ocho hijos; dice haber perdido a su madre precozmente y haberse tenido que
ocupar de sus hermanos más pequeños. A la edad de 20 años se trasladó a Roma
con la esperanza de «hacer fortuna», pero cambió muchas veces de trabajo,
algunos de ellos muy humildes, sin encontrar una colocación duradera. Cuando
conoció a su actual marido trabajaba como camarera en una pensión.
El padre de Lucía dice que proviene de una familia de empleados y que se casó
muy joven: se describe como introvertido, taciturno y trabajador, siempre dedicado
a la familia y a los hijos, a los que quiere mucho. Cuando
murió su primera mujer se encontró con que debía cuidar cuatro niños todavía
muy pequeños al mismo tiempo que tenía que trabajar. Refiere que cuando
conoció a su actual mujer le propuso contraer matrimonio, ya fuera por atracción,
puesto que era «joven y bella», ya fuera por la necesidad de afrontar su situación
familiar; sus palabras al describir la situación eran: «Yo era un anciano, ella una
mujer joven, para la casa era una mujer muy capaz, no podía encontrar nada
mejor».
La madre de Lucía aceptó porque: «O en una casa o en la otra habría tenido que
trabajar, entonces era mejor hacerlo en una casa mía, y además él era muy
afectuoso». En su posterior vida matrimonial, las cosas no han
ido según las expectativas: efectivamente, la madre cuenta que los hijos de su
marido no la han aceptado nunca y que el marido no ha tomado nunca una
posición clara defendiéndola en su papel legítimo de esposa, como ella habría
querido.
El nacimiento de Lucía ha sido fundamental para la madre, que refiere haberse
aferrado muchísimo a la hija porque «era la única cosa que sentía
verdaderamente suya».
El padre, después de los repetidos lamentos y críticas de su mujer, se dedicó
predominantemente a los hijos y a cultivar con ellos sus aficiones
282 LA CAJA DE PANDORA
COMPORTAMIENTOS SINTOMÁTICOS 283
deportivas. A lo largo del tiempo se había verificado una división vertical de la
familia: por una parte el padre con sus cuatro hijos, por la otra la madre con Lucía.
Con 13 años Lucía decide convertirse en modelo, contra el parecer de los padres,
y empieza una dieta férrea y un programa estresante de actividad física que la
llevará después a la situación actual de anorexia.
Emergencia subjetiva. El caso de Lucía, desde el punto de vista de la
emergencia subjetiva, entra en las formas de anorexia no muy grave, centrada en
la cobertura y el mantenimiento de las dinámicas familiares que son
típicas de la fase de la adolescencia y de la individuación (esquema 12, tabla n. 4
de las correspondencias). El síntoma tiene una función de protesta que, si no se
trata de modo oportuno, puede comportar la evolución hacia la cronicidad y el
empobrecimiento, a pesar de que no presente aquellos niveles de compromiso
casi psicótico que algunas formas de anorexia conllevan.
El mismo DSM III, a pesar de utilizar un único diagnóstico de «anorexia nerviosa»,
discrimina en términos de evolución las anorexias caracterizadas por un solo
episodio, de los casos graves sin remisión, evolutivos.
Desarrollo de la terapia. La preocupación por la hija es un motivo de unión para
los dos cónyuges que, de hecho, se presentan al primer coloquio disponibles y
colaboradores.
Después de tres sesiones de carácter informativo a las que se convoca primero a
los padres con Lucía, después sólo a los hijos, y por fin a toda la familia, los
terapeutas deciden trabajar sobre la estructura familiar, utilizando esquemas
implícitos, y convocando sólo a los padres.
Se aplica el esquema terapéutico del «secreto» descrito por Selvini Palazzoli: se
invita a los padres a efectuar una serie de salidas y desapariciones de casa sin
avisar previamente a los hijos, con la tarea de redactar un diario con las
eventuales reacciones del sistema familiar. A los padres se les justifica esta
petición por la necesidad de quitarle a Lucía de la cabeza algunas «ideas locas»:
la primera, que la madre tenga necesidad de la continua compañía de la niña
pequeña de la que preocuparse y a la que todavía hay que dar de comer en la
boca; y la segunda, que entre el padre y la madre no haya acuerdo.
Los padres acogen de muy buena gana la propuesta de los terapeutas porque
toca las problemáticas de ambos pero sin explicitarlas: la madre obtiene el hecho
de poder estar con su marido y compartir con él un secreto;
el padre finalmente puede estar con su mujer como había deseado siempre, sin
sentirse culpable frente a los otros hijos, porque «lo ha prescrito el doctor».
9. Selvini Palazzoli y otros, Los juegos psicóticos en la familia, op. cit.
La terapia continúa siguiendo esquemas estructurales durante un año
aproximadamente, al final del cual Lucía ha adquirido un nuevo peso normal y ya
no hace gimnasia de modo compulsivo.
Durante la terapia la misma Lucía, a través de los padres, pide poder hacer
coloquios para hablar de sus problemas personales. Se discute dicha petición con
los padres introduciendo el problema de la desvinculación y la necesidad de Lucía
de estructurar un trabajo «privado» suyo. Lucía empieza con coloquios
individuales que, junto con el trabajo que mientras tanto se sigue realizando con
los padres, la llevan a establecer relaciones de amistad con otras coetáneas.
La terapia de los padres y la de Lucía están todavía en curso. Lucía no ha
recuperado todavía las menstruaciones y al mismo tiempo presenta dificultades a
la hora de tener relaciones de amistad con el otro sexo; es muy probable que las
dos cosas estén muy relacionadas entre sí. Efectivamente, parece que, al reiniciar
el camino, ella deba recorrer de nuevo, de una en una y en tiempos reales, las
etapas de su desarrollo, y ahora la sucesiva es la de las relaciones con el otro
sexo.
Sintaxis terapéutica. La situación de Lucía se presenta como caracterizada
por:
a) una fuerte unión con la madre, que ha vivido siempre esta hija como la única
cosa suya dentro de la familia, como un modo de mantener una unión muy fuerte
con el marido, y como una posibilidad eficaz e inconsciente de
distraer la atención respecto a sus conflictos conyugales y a sus dificultades
personales;
b) una relación difícil con el padre, porque éste, que ya estaba muy unido a sus
cuatro hijos, y era protector con ellos debido a la pérdida de su madre natural, vive
a la quinta hija casi como una culpa y una traición res pecto a los hijos más
grandes. Por este motivo, y también porque «ya se ocupa de ella su mujer», ha
evitado siempre tener una relación más estrecha con Lucía por miedo a suscitar
celos;
c) una antigua situación de conflicto entre los padres, relativa a las dificultades de
él de «legitimar» el matrimonio delante de los hijos, y a las frustradas expectativas
de ella de ser por fin una mujer y una madre en su propia casa;
d) una conflictividad excesiva entre la mujer y los hijos más grandes, debido a la
dificultad de una aceptación recíproca;
e) la imposibilidad caracterial de todos para explicitar verbalmente y emotivamente
con claridad la amplitud de estos conflictos que, de hecho, se minimizan
continuamente.
284 LA CAJA DE PANDORA
COMPORTAMIENTOS SINTOMÁTICOS 285
En conjunto se ha creado una situación que no permite a Lucía estructurar una
individualidad propia y que ella manifiesta según la consigna familiar de «no
hablar», por lo que utiliza el control de su cuerpo.
De esta manera realiza un intento de alejarse de la madre (muy hábil cocinera)
rechazando su alimento mientras que al mismo tiempo la protege, ya que le da
ulteriores preocupaciones y está siempre cerca de ella; también
se acerca al padre (deportista convencido y partidario de las dietas) buscando un
modelo físico que la pueda satisfacer, intentando al mismo tiempo reforzar la unión
entre los padres.
En otras palabras, Lucía procura efectuar un intento de individuación persiguiendo
también los objetivos de tapar todas las dinámicas conflictivas presentes dentro de
la familia y de ofrecer, al mismo tiempo, a los padres
un área de unión (su propia enfermedad) dentro de la cual puedan estructurar una
comunicación.
La petición de terapia coincidía con un período de la vida familiar en la que el
primer hijo se había casado hacía poco, el segundo hijo estaba preparando su
matrimonio, y los otros dos se encontraban también en una fase avanzada de
desvinculación.
La situación de movimiento y reorganización dentro de la familia había provocado
un aumento de la conflictividad dentro de la pareja parental, también porque a
pesar de que uno de los motivos del conflicto (las relaciones
con los hijos más grandes) estaba desapareciendo, la pareja, estructurada
rígidamente según los esquemas precedentes y unida por el «contrato» inicial de
su matrimonio, tenía dificultades para negociar un nuevo contrato.
La sintaxis terapéutica se puede resumir así:
a) todo anduvo bien hasta el momento en que Lucía creció y empezó a mostrar
sus primeros movimientos de autonomía estando los otros hijos ya en una fase
avanzada de desvinculación;
b) aparentemente incomprensible, la anorexia de Lucía:
- es útil para Lucía, porque le permite sacrificarse por su familia; - es útil para la
familia, porque le permite no afrontar sus problemas.
El terapeuta se encuentra en condiciones de entender el síntoma y reconoce su
naturaleza positiva para todos; de todas maneras, opta por la asunción de una
nueva lógica.
Comentario. La anorexia mental es quizá una de las patologías psiquiátricas más
fascinantes y complejas. La considerable mole de publicaciones existentes sobre
este argumento nos da una idea de la dificultad del encua
dre nosográfico etiopatogénico y terapéutico. La primera descripción de la
anorexia es de Richard Morton (1694), que la llamó «consunción nerviosa»;
posteriormente, en torno a finales del 1800, dicha patología asumió un rol y una
nosografía psiquiátrica precisos gracias a los trabajos de Gull (1874), Lasegue
(1873) y Huchard (1883).°
En psiquiatría se considera una noción común la existencia de una anorexia
«primaria» o «esencial» y de formas consideradas «secundarias». Las
características de la anorexia «primaria» se hallan fácilmente en todos los trata
dos de psiquiatría: rechazo de la alimentación, pérdida progresiva del peso,
hiperactividad, amenorrea, etc. La literatura suministra una increíble cantidad de
definiciones de formas secundarias de anorexia mental; los cuadros clínicos más
importantes parecen ser:
anorexias histéricas; anorexias fóbico-obsesivas; anorexias asociadas a
depresiones; anorexias esquizoides.
Bruch, especialmente en su libro básico sobre los trastornos del comportamiento
alimenticio, define la anorexia mental coinouna «psicosis su¡ generis» o
«monosintomática».
La multiplicidad de las descripciones clínicas y de las intervenciones terapéuticas
efectuadas en estos pacientes nos sugiere la adopción de un criterio de
clasificación que tenga en cuenta, como en las toxicomanías, el nivel
de maduración intrapsíquica alcanzado, el ciclo vital de la familia y del individuo, el
tipo de conflictividad individual y familiar identificables, y el área sintomática que la
paciente expresa. Siguiendo este criterio podemos plantear la hipótesis de que
existen anorexias mentales de tipo traumático, neurótico y transicional, como ya
habíamos sugerido en la pág. 278.
En consecuencia, el caso de Lucía entraría en el área de las anorexias neuróticas,
donde el nacimiento y el mantenimiento del comportamiento sintomático serían
funcionales en la cobertura de un conflicto familiar, situación
que presenta un pronóstico favorable y que puede responder a intervenciones
terapéuticas familiares de tipo estructural, como la que hemos descrito. Este tipo
de clasificación, como la clasificación de las toxicomanías, o la distinción de las
esquizofrenias en tipo 1 y tipo 2, permite comprender mejor la variabilidad de los
resultados terapéuticos que se encuentran en la literatura de cualquier tipo de
orientación teórica: muy probablemente, los casos triunfalmente curados de los
que muchos autores hablan serían casos de anorexia de tipo traumático o
neurótico, en los que el nivel de conflicti
10. Las noticias históricas y tipológicas sobre la anorexia se han extraído de H.
Bruch, Patologia del comportamento alimentare, Milán, Feltrinelli, 1977.
286 LA CAJA DE PANDORA
COMPORTAMIENTOS SINTOMÁTICOS
287
vidad familiar y el proceso de individuación personal, que ya estaría bastante
iniciado, permiten una estrategia psicoterapéutica eficaz; por el contrario, los
fracasos terapéuticos, igualmente documentados con frecuencia en la literatura,
podrían ser concernientes a estos casos de anorexia transicional.
Naturalmente, estas hipótesis están todavía por verificar, pero las primeras
observaciones hechas por nosotros en esta área parecen confirmarlas.
8.3.2. El caso de Silvia
Silvia es una joven de 27 años. Es la más pequeña de una familia compuesta por
padre, madre y cinco hijos. El padre de Silvia murió hace cinco años de un tumor
cerebral, era empresario y estaba a menudo fuera de casa;
la madre es ama de casa; los cuatro hermanos son todos mucho mayores y desde
hace tiempo trabajan y viven fuera de casa. El nacimiento de Silvia había sido un
acontecimiento inesperado de una pareja ya entrada en años y a esta niña, como
dirán luego los padres, se la recibió como «el bastón de su vejez». Silvia había
sido siempre una niña buena, taciturna, remisiva, muy solitaria, con buen
rendimiento en la escuela. Pasaba la mayor parte de su tiempo en casa con su
madre, mientras los hombres de la familia estaban siempre fuera.
La madre de Silvia había estado siempre un poco deprimida y pasaba parte de su
tiempo lamentándose de su mísera vida como «sierva» del marido y de los hijos;
el padre era un hombre rígido, muy atareado con su traba
jo. Los cuatro hermanos, siguiendo el ejemplo del padre, se habían licenciado
brillantemente y trabajaban con éxito.
Cuando Silvia tenía 17 años era más bien «gordita» y había decidido emprender
una dieta: con esta dieta alcanzó un peso adecuado, pero ante el deseo de no
engordar ulteriormente, continuó la dieta hasta llegar a alcanzar
una delgadez extrema. Dicha condición de anorexia se agravó mucho y se
complicó con un estado de ansiedad creciente y paroxística frente al miedo a
engordar, hasta llevarla a su primer ingreso en una clínica. En aquel entonces el
padre se había ausentado de casa durante un largo período (seis meses) y el
hermano más joven estaba a punto de terminar sus estudios de medicina y había
empezado a realizar prácticas en el hospital de su ciudad.
Después del ingreso Silvia recuperó peso pero empezó a consumir con
regularidad fármacos ansiolíticos y antidepresivos; gradualmente, a lo largo de tres
años sucesivos, empezó de nuevo a adelgazar con dietas y fármacos,
y presentó un comportamiento caracterizado por crisis bulímicas y vómitos. Su
obsesión ante el miedo a engordar, junto con una visión profundamente
distorsionada de su cuerpo, que sentía modificarse, hincharse, y como alejarse de
ella, la llevaron a un intento de suicidio con fármacos, frustrado por el hermano,
que ya se había convertido en médico.
Debido al empeño de este último, después de una consulta con toda la familia, se
decidió que Silvia empezase una psicoterapia con un terapeuta de otra ciudad.
Emergencia subjetiva. El diagnóstico de anorexia mental es bastante evidente:
Silvia adelgaza, tiene miedo a engordar, se somete a dietas rígidas, tiene crisis
bulímicas, vomita, y tiene una distorsión de la imagen de sí misma y de su cuerpo
en particular.
Desde el punto de vista tipológico de la anorexia, la situación de Silvia se acerca
mucho a la de los toxicómanos llamados transicionales, tipo C, con los que se
pueden ver los siguientes puntos de contacto:
- la aparición de la patología durante la fase de la desvinculación y en
concomitancia con la avanzada desvinculación de un miembro prestigioso de la
familia (el hermano médico);
- altos niveles de mistificación dentro de la familia, donde se niega continuamente
la patología bajo el lema de una fachada de respetabilidad (la clínica y la
psicoterapia se encuentran en otra ciudad);
- una polaridad de diversificación en el seno de la familia respecto al eje
fracasado/triunfador entre las mujeres y los hombres.
En cambio, lo que es característico de la anorexia de Silvia, dentro de las formas
también llamadas de «verdadera anorexia», es la posición de «bastón de la vejez»
o «vestal del hogar», designada por el sistema familiar ya desde el nacimiento.
Desarrollo de la terapia. El terapeuta interpelado, dada la condición de extrema
gravedad de la paciente, intenta proponer una terapia de la familia a la que todos,
comprendida la paciente, se oponen, alegando diversas
excusas. Silvia dice que «el problema de la alimentación es suyo» y quiere
resolverlo ella sola, los familiares la apoyan en su determinación, y comentan
también la dificultad debido a las distancias, los desplazamientos y los
compromisos laborales.
Empiezan los coloquios de terapia individual centrados en la imagen de sí misma y
de su cuerpo, así como en la atención a las dinámicas de designación de rol y de
descalificación, muy fuertes en el interior de la familia. Des
pués de dos años es la misma paciente, levemente mejorada, la que pide a los
familiares que se haga una terapia familiar, y llega a conseguirlo después de unas
fuertes resistencias iniciales.
La terapia familiar se ve continuamente saboteada mediante frecuentes ausencias,
a pesar de que comporte ulteriores mejorías: efectivamente, el peso de Silvia se
ha estabilizado a pesar de que continúa con el abuso de fárma-
288 LA CAJA DE PANDORA
COMPORTAMIENTOS SINTOMÁTICOS 289
cos. Después de seis meses de terapia familiar, el padre acusa unas imprevistas y
violentas crisis de cefalea que los terapeutas introducen dentro de las dinámicas
familiares como síntomas psicosomáticos, pero que, en cambio, resultan ser las
primeras señales de un grave tumor cerebral que lo llevará rápidamente a la
muerte en pocos meses, después de una intervención quirúrgica. Toda la familia
se rebela contra los terapeutas por el error diagnóstico, y se suspende la terapia
familiar y los coloquios individuales.
La dificultad de todos para elaborar un duelo tan traumático la simboliza Silvia, que
se estabiliza con el peso, abandona el comportamiento anoréxico y desarrolla una
grave depresión, con delirios de culpa. Efectúa un nuevo
intento de suicidio que la lleva al coma y a una ulterior hospitalización. Cuando
sale de la clínica Silvia pide reanudar los coloquios individuales con el antiguo
terapeuta.
La psicoterapia continúa desde hace ya cuatro años. Silvia alterna períodos de
anorexia con períodos de depresión y sigue con un comportamiento de
toxicodependiente ante los fármacos sedantes que engulle a grandes do
sis. Sin embargo no ha realizado más intentos de suicidio, ha intentado estructurar
las relaciones con el mundo exterior a través de los primos y los vecinos de casa;
además, ha intentando trabajar durante algunos meses, pero después lo ha
abandonado para no dejar sola a la madre y porque le faltaban las fuerzas.
Pasa la mayor parte del tiempo entre las paredes de su casa, donde todos la ven
ya situada para siempre, y continúa sus «viajes de la esperanza» yendo todas las
semanas a ver a su terapeuta.
Sintaxis terapéutica. La sintaxis terapéutica se puede resumir de esta
manera:
a) todo anduvo bien hasta que Silvia, al crecer, sintió con mucha intensidad la
limitación de su rol de «bastón de la vejez» y se asustó al advertir que el hermano
estaba a punto de marcharse de casa y que, en consecuencia, se habría quedado
ella sola con sus padres;
b) aparentemente incomprensible, el síntoma:
- señala, recordándolo simbólicamente, el hecho de que ella no puede crecer,
porque debe seguir siendo pequeña, en casa, haciendo de bastón de la vejez;
- es útil para la economía psicológica de la persona, porque le evita el
enfrentamiento con los conflictos tanto internos como externos, relativos a esta
situación, que una persona como ella no conseguiría afrontar por el momento;
- es útil para la economía del sistema interpersonal porque le permite mantenerse
leal al mito subyacente: Silvia se quedará en casa con los padres.
El terapeuta, puesto en condiciones de entender todo esto, se solidariza con quien
se comporta así porque reconoce su profundo sentido para todos; sin embargo,
indica que hay dos caminos:
- permanecer como están; - intentar una nueva lógica.
No toda la familia, incluida la paciente, se encuentra en condiciones de afrontar el
cambio, al menos por ahora, y, en consecuencia, todos optan por «permanecer
como están».
Comentario. El caso de Silvia es un caso grave de anorexia con síntomas
depresivos y tendencia a la toxicodependencia, que, por desgracia, la mayor parte
de los psiquiatras encuentra a menudo en su carrera. Efectiva
mente, dichas situaciones se caracterizan por unas dinámicas tales, tanto por
parte del paciente como por parte de la familia, que hacen naufragar con bastante
rapidez cualquier intento terapéutico, ya sea del médico de base, como del médico
del hospital que le ingresa, o de los psiquiatras y psicoterapeutas que intentan
ayudarle.
Los enredos, los juegos familiares en que estas personas se encuentran, nacen,
como en el caso de Silvia, incluso antes de que ellas vengan al mundo y tienen
una estructura psicótica.
Dichas situaciones se pueden asemejar, además de a las toxicodependencias tipo
C, a las situaciones de adaptación deficitaria de las estructuras límite (véase
apartado 2.6, desvinculación de compromiso) en las que sólo
se permite un vida autónoma dentro de un compromiso con las exigencias del
sistema familiar, compromiso que a menudo comporta una imposibilidad por parte
del paciente de llevar adelante un proceso de individuación y de desvinculación,
así como la formación precoz «de un falso self» inducido por el sistema familiar,
mediante el cual el paciente se relaciona con el mundo externo.
En los pacientes límite la estructura del síntoma es tal que permite, en muchos
casos, el desarrollo de una vida de trabajo y de relación; por el contrario, en estas
situaciones graves de anorexia el «compromiso» con la fami
lia, el falso self con el que los demás se relacionan, se centra en el «no
crecimiento», en la falta de autonomía, y, en consecuencia, es mucho más grave y
limitativo.
Estas formas de anorexia mental son las más graves, las más invalidantes, las
que aumentan el porcentaje de las muertes por caquexia, ya que a veces el celo
en respetar un mito y el fantasma de muerte que se respira en estas
familias les empujan tanto que llegan a traspasar el límite de la supervivencia.
290 LA CAJA DE PANDORA
COMPORTAMIENTOS SINTOMÁTICOS 291
8.4. OTROS TRASTORNOS PSICOSOMÁTICOS
8.4.1. Definición
En el capítulo 3, dedicado a las neurosis, ya hemos hablado de la posibilidad de
que la angustia se manifieste mediante síntomas que hacen referencia al cuerpo
(hecho hoy bastante común, como bien lo testimonia la gran afluencia de
enfermos más o menos imaginarios en los estudios médicos, y desde otro punto
de vista, por la gran facturación de los productos farmacéuticos «inútiles o
dañosos» con los que imaginariamente se les cura) y de la posibilidad de
desplazar la angustia al cuerpo mediante la puesta en acción de síntomas
histéricos más o menos complejos.
Ya hemos señalado en dicho capítulo, así como en el capítulo 7, la posibilidad de
utilizar trastornos orgánicos englobando los síntomas que se relacionan con ellos
en el ámbito de organizaciones defensivas de nivel neuróti co o borderline. En
efecto, éstas son las situaciones que se pueden definir correctamente como
psicosomáticas de segundo nivel. Así, el trastorno psicosomático que está dotado
de una relativa, pero bien perfilada autonomía, se desarrolla (como en el caso de
las toxicomanías y de la anorexia) según una lógica propia, en conexión con un
análisis atento de la fisiología y de la fisiopatología de los órganos interesados y
del efecto que se obtiene con las intervenciones terapéuticas a las que se somete
a la persona, teniendo a veces la impresión de que los comportamientos
terapéuticos, o que lo son presuntamente, sean más importantes que el trastorno
de partida. Para poder percibirlo con claridad, aconsejamos que se reflexione
sobre el ejemplo extremo de la rectocolitis ulcerosa, que puede tratarse mediante
la intervención quirúrgica (con la extirpación de fragmentos más o menos extensos
de intestino) o mediante la terapia familiar: como en el caso referido por Philippe
Caillé.
EJEMPLO 34
La terapia familiar de la rectocolitis ulcerosa: el caso de Laura. Philippe Caillé:
¿Para qué sirve la hemorragia intestinal de Laura?
Laura es una niña de 12 años que desde hace dos sufre una forma grave de colitis
ulcerosa con frecuentes defecaciones, diarrea con hemorragia y dolores
abdominales. La cérea palidez del rostro y la obesidad son señales que
Philippe Caillé, «De 1intervention therapéutique et de premises dun changement
real dans la relation humanine», Etud. Psycboterap, 43 (1981), págs. 7-16.
revelan un prolongado tratamiento con corticoides asociados a salicilsulfapiridina.
Su comportamiento ha cambiado mucho desde el comienzo de la enfermedad:
primero era alegre y activa; ahora le repugna ir a la escuela y se aísla de los
amigos.
Participan en las sesiones los cinco miembros de la familia que viven bajo el
mismo techo: Laura, su hermano Conrad (8 años), el padre (45 años), la madre
(35 años) y la abuela materna (58 años), que es también la propietaria de la casa.
El señor Peterson, hombre corpulento y reservado, es un experto en relaciones
comerciales. Su manera de intervenir en las sesiones resalta su docilidad, pero
mantiene un cierto alejamiento. La abuela, que tiene una manera de
comportarse increíblemente despreocupada y juvenil, se mantiene
ostentosamente apartada, dejando a la hija el papel de protagonista.
Conrad y la madre son los más activos. Conrad está agitado, se aburre casi desde
el principio, y parece querer atraer la atención de los adultos.
La señora Peterson se muestra tensa e inquieta. Su principal preocupación parece
ser la de comunicar a los terapeutas una correcta visión de los problemas de la
familia, problemas que ella atribuye a los niños. Espera claramente
que el marido confirme su versión de los hechos. Sin embargo, a pesar de que sus
modos son muy autoritarios, el apoyo del marido es mínimo. La vida de la señora
Peterson, según dice ella, ha sido un continuo surmenage durante los últimos 15
años, a pesar de que haya dejado el trabajo de secretaria en el momento del
matrimonio. Ignorando la expresión de estupor del marido y de su madre, se
detiene en una larga serie de hechos traumatizantes, entre ellos el deseo del
marido de que ella se quede en casa y la asistencia que ha tenido que prestar en
bastantes ocasiones a parientes lejanos. Ahora está preocupada, sobre todo, por
la enfermedad de Laura o, más precisamente, por la escasa eficacia de los
tratamientos. Es igualmente preocupante para ella la indisciplina de Conrad: ante
cualquier actitud que ella asuma, el niño siempre le planta cara. Conrad obedece
sólo al padre y sus peleas acaban siempre con desesperadas llamadas telefónicas
al marido, que debe acudir inmediatamente si no quiere asumir la responsabilidad
de su suicidio.
El modelo fenomenológico parece bastante claro. El simulacro de autoridad de la
señora Peterson es un elemento que recibe el apoyo de todos. Las cóleras de
Conrad revelan la fragilidad de su poder y vuelven a traer al padre
a la familia. Sin embargo, esta vuelta a casa viene acompañada de rencor. Para
impedir que el marido se sustraiga a su tarea, la señora Peterson se lanza a
plantear amenazas cada vez más dramáticas, que no hacen más que aumentar el
resentimiento del marido. La enfermedad de Laura es un motivo de inquietud y
una amenaza para todos, pero tiene el efecto evidente de parar o reducir esta
escalada de hostilidades en la pareja. Las cóleras de Conrad pasan a un segundo
plano, los padres tienen la ocasión de compartir alguna ansiedad y un problema
real, la abuela puede manifestar comprensión por la agitación de su hija. Sin
embargo, esta solución lleva a un callejón sin salida porque el estado de Laura es
muy grave y se convierte en un posterior peso para todos.
Para formular la contraparadoja es necesario descubrir de qué modo la
292
LA CAJA DE PANDORA
COMPORTAMIENTOS SINTOMÁTICOS 293
enfermedad de Laura puede ser un modo de adecuarse a las contradicciones
específicas de este determinado contexto familiar. Una intervención no específica
a nivel fenomenológico que definiese, por ejemplo, la enfermedad de Laura como
un medio de parar el creciente conflicto de la pareja, sería, justamente, rechazada
por la familia como poco convincente e hipotético. En cambio, justificar el síntoma
sobre la base de convicciones características de esta familia producirá el efecto de
promover un cambio.
Con el objeto de llegar no a una comprensión sólo ilusoriamente completa de la
familia, sino a la definición de su modelo mítico, veamos los contextos familiares
de orientación y los posibles puntos a los que referirse.
La madre de la señora Peterson se divorcia cuando la hija tiene 3 años a causa
del alcoholismo del marido. En consecuencia, la señora Peterson será la hija única
de una madre sola, sin ninguna relación con figuras masculinas:
su padre nunca ha retomado contacto con ella y el abuelo se ha muerto pronto. En
la práctica, también el señor Peterson es hijo único, educado por el padre del
mismo sexo. La madre, después de la muerte por raquitismo de una hermanita, se
retiró al campo con otro hijo minusválido, dejándole en la ciudad, confiado a los
cuidados del padre, hombre religioso y severo.
En consecuencia, el señor y la señora Peterson deciden establecer una relación
conyugal sin un conocimiento concreto de lo que esto implica, dado que, en sus
ambientes de origen, falta la experiencia de dicha relación. Es pro
bable que este matrimonio represente una especie de desafío, ya que sus dos
únicos modelos (el padre del señor Peterson y la madre de la señora Peterson)
son dos personas evidentemente incapaces de adaptarse a un cónyuge. Se puede
plantear la hipótesis de que el señor y la señora Peterson vean su matrimonio
como un medio de rechazar las situaciones que han vivido en su infancia, y
también como un progreso de organización de la familia. Tienen grandes
dificultades en sus relaciones, pero también las tendrían para separarse, ya que la
separación significaría un retorno al comportamiento de las generaciones
precedentes. En consecuencia, los problemas que dividen a los cónyuges
Peterson no se pueden considerar en términos de una disidencia conyugal entre
marido y mujer, ya que se apoyan en un conflicto simbólico más profundo. Está en
juego la visión que abuelos, padres e hijos tendrán de sí mismos y de su familia.
Siguiendo esta línea de razonamiento, podemos comprender que las cóleras de
Conrad estaban destinadas a consolidar el matrimonio, pero han llevado a la
familia a un callejón sin salida. Entonces el intestino de Laura empieza
a sangrar, ofreciendo una última ayuda a los padres, que cargan con un
matrimonio problemático.
El tratamiento que llevó a un resultado positivo ha durado nueve sesiones
distribuidas a lo largo de nueve meses. La intervención principal consistió en
imponer la imagen de Laura como la de una niña extremadamente seria y res
ponsable, que había asumido, por su espontánea voluntad, un tarea totalmente
desproporcionada para su edad. Ella quería comprender hasta el final el
significado del matrimonio de sus padres y de sus vicisitudes, porque pensaba que
esto era importante para todos los miembros de la familia. La realización de
su proyecto era, sin duda, imposible. Sin embargo, era importante que Laura lo
descubriese por sí misma y esto se produciría más rápidamente dándole la
posibilidad de reflexionar, en vez de solicitarle que retornara a una vida normal. En
consecuencia, los padres debían controlar, cada vez que Laura expresase
eventualmente el deseo de una actividad aparentemente normal, que este deseo
fuese absolutamente sincero, no una piadosa mentira dirigida a tranquilizar a los
padres. Los trastornos intestinales de Laura eran aparentemente una manera de
expresar una preocupación escondida que habría podido quedar al descubierto.
El estado de Laura mejoró sensiblemente, hasta el punto de que la niña quiso
reanudar todas sus anteriores actividades y fue autorizada por el pediatra a
interrumpir todo tratamiento farmacológico. Conrad se volvió menos po
lémico y los padres confesaron algunas dificultades que tres años antes habían
convenido que eran inevitables, y decidieron no hablar más de ellas. Cuando
finalizó la terapia Laura no presentaba ya ningún síntoma y los padres aceptaron
participar en una terapia conyugal de grupo para mejorar la calidad de sus
relaciones. El punto importante, concluye Caillé, es la elaboración de un modelo
mítico lo suficientemente específico como para poder imponer la prescripción más
o menos explícita de no cambiar a nivel fenomenológico y establecer así el doble
vínculo terapéutico.
Por otra parte, las intervenciones sistémicas pueden ser de muy distinta
naturaleza y llevar igualmente al mismo resultado positivo.
En la introducción a este caso hemos sugerido la crucial importancia que tienen
las terapéuticas elegidas a la hora de definir el destino de un cierto número de
pacientes psicosomáticos. El problema es bastante delicado
y merece que lo resaltemos aquí de nuevo. Infravalorar los factores psicológicos
constituye, de hecho, una de las carencias más graves y peligrosas en la
organización actual de los servicios de medicina: la ya comprobada carencia de
nociones elementales por parte de una cultura (o subcultura) médica que ha sido
creada dentro de las facultades de medicina, que todavía no se han adecuado
demasiado a la novedad propuesta, a partir de Freud, sobre la complejidad de la
interacción mente-cuerpo; dicha carencia ha sido posteriormente «actualizada»
por la contribución no desinteresada y, por desgracia, a menudo exclusivista de la
industria farmacéutica. Por último, desde el punto de vista técnico, la elección del
ejemplo no ha sido casual: efectivamente, lo que aquí hemos decidido proponer es
el relato detallado de una intervención terapéutica «contraparadójica»: un término
usado a menudo (sin desarrollarlo en profundidad) a lo largo de este libro.
8.4.2. Trastorno psicosomático y ciclo vital: infancia y adolescencia
El trastorno psicosomático se manifiesta en la infancia o en la adolescencia en
forma de asma bronquial, de rectocolitis ulcerosa, de eccemas y
294 LA CAJA DE PANDORA
COMPORTAMIENTOS SINTOMÁTICOS 295
de la diabetes llamada «juvenil maligna». Obviamente, se puede encontrar una
descripción pormenorizada de todas estas enfermedades en los textos de
medicina y de pediatría. Sin embargo, lo que aquí nos interesa destacar es la
manera en que estos trastornos, cuyo origen orgánico es evidente, y de los que
también está a menudo bastante clara su predisposición hereditaria, se mantienen
y agravan por las reacciones de las personas y del ambiente más próximo,
mediante su introducción dentro de circuitos interpersonales e intrapersonales
redundantes. En este tipo de situaciones el síntoma psicosomático, al resultar útil
para la economía psicológica personal y del sistema, puede volverse
especialmente difícil de tratar o, en algunos casos, francamente «intratable». Pero
incluso en estos casos la referencia adecuada para la interpretación psicológica y
para las psicoterapias no será nunca el trastorno orgánico de base, sino el
conjunto de las complicaciones relacionadas con su utilización psicológica
defensiva. En fin, como si la existencia de una disponibilidad orgánica atrajese
sobre el cuerpo el desplazamiento del conflicto (desde el punto de vista de la
psicología dinámica) o la manifestación de las tensiones interpersonales (desde el
punto de vista de la psicología interpersonal), y esto queda claramente
demostrado por el hecho de que el trastorno psicosomático es mucho menos
grave cuando se puede controlar esta «complicación».
Una interesante demostración sobre la posibilidad de utilizar terapéuticamente
este tipo de distinción nos llega de la experiencia conjunta de los servicios
médicos y psicoterapéuticos sobre los casos de asma bronquial «in curable» del
niño. Planteada en los años setenta en Filadelfia, y verificada en los años ochenta
en Roma, la investigación sobre las circunstancias familiares que determinan «la
incurabilidad» ha abierto el camino a intervenciones cuya eficacia coincide, a
menudo, con el aumento de la esperanza de vida del niño."
8.4.3. El asma incurable de Gianni
Gianni es el primogénito de una familia constituida por cuatro miembros: el padre,
sobre los 45 años, obrero; la madre, de unos 40, ama de casa que, sin embargo,
hace esporádicamente algunos trabajos de sastrería en casa; Gianni, de 10 años y
que está en el quinto año de la escuela elemental, y Sabina, de 7 años, que está
en segunda elemental.* Acuden enviados por el
11. Véase L. Onnis, Corpo e contesto: la terapia familiare dei disturbi
psicosomatici, Roma, La Nuova Italia Scientifica, 1985 (hay versión castellana:
Terapia familiar de los trastornos psicosomáticos, Barcelona, Paidós, 1990).
* [Nota del traductor: es decir, ambos estarían en la clase adecuada para su edad.]
servicio de una clínica pediátrica, que presenta a Gianni como uno de los niños
más graves entre los que están en tratamiento con ellos.
Por el relato de los padres llegamos a saber que el niño padece crisis desde la
edad de 4 años y, a pesar de las terapias farmacológicas y el suministro de una
vacuna (por una alergia al polen), no ha manifestado más que me
jorías temporales. Las crisis se han vuelto a presentar siempre de tal modo que el
asma se considera como no tratable. Dichas crisis son muy frecuentes, bastante
cotidianas y predominantemente nocturnas, obligando a uno de los dos padres,
más a menudo la madre, a levantarse para ocuparse de él.
Además del problema del asma, se describe a Gianni como un niño especialmente
intranquilo, tanto en casa, donde los padres confiesan que no consiguen hacerle
cumplir ninguna regla, como en la escuela, donde tiene
un rendimiento bajo y los enseñantes se quejan de su falta de disciplina. La familia
define la atmósfera de casa como serena, exceptuando las crisis de Gianni.
Emergencia subjetiva. El problema asmático de Gianni surge a la edad de 4
años y va empeorando gradualmente en los años sucesivos. Nos encontramos
aquí, en la fase de la segunda individuación que corresponde tam
bién al comienzo de la edad escolar, uno de los primeros movimientos hacia el
exterior de la familia por parte de un niño.
La patogénesis del asma bronquial infantil está desde hace muchos años bajo la
observación de los neuropsiquiatras infantiles; el caso de Gianni, por la
intratabilidad y el concomitante trastorno del comportamiento que, por lo
que dicen los padres, parece tener las mismas características de presentación en
forma de accesos, entraría en el área de los trastornos psicosomáticos y
comportamentales incluidos dentro de un circuito neurótico familiar. La «elección»
del síntoma psicosomático se ha «aprendido» en el seno de un estilo familiar de
no verbalización de las emociones: «La atmósfera en casa es serena».
Desarrollo de la terapia. En las primeras sesiones de terapia familiar se trabaja
sobre las evidentes analogías entre el asma intratable de Gianni y su
comportamiento incontrolable, motivando a los padres a «hacer un fren
te común», juntos y unidos, para controlar a Gianni diciendo que «si en dicho
frente común hay grietas o rendijas, Gianni tendrá la tentación de golpearlo para
comprobar si lo puede derrumbar». La metáfora tenía dos objetivos: dar un sentido
no ya biológico, sino relacional a la crisis asmática, y aludir tanto a la posible
debilidad de la madre, que se presenta como conciliadora y permisiva, como al
hecho de que el padre manifiesta propósitos de autoridad y de firmeza que luego
no mantiene regularmente debido al poco tiempo que está en casa.
296 LA CAJA DE PANDORA
COMPORTAMIENTOS SINTOMÁTICOS 297
Con la ejecución de esta tarea, y también gracias a la mayor presencia del padre
en casa, los padres consiguen al menos parcialmente un mayor control del
comportamiento de Gianni. Paralelamente a esto, las crisis habían disminuido
levemente.
Con el objeto de obtener mayores informaciones sobre una familia «poco locuaz»
los terapeutas decidieron utilizar la técnica de las «esculturas del presente y del
futuro», pidiendo a Gianni que diese dos representaciones visua les y espaciales
de sí mismo y de su familia moviendo los componentes uno a uno en la sala de
terapia. La primera representación se debía referir a su situación actual, y la
segunda a cómo serían sus relaciones dentro de diez años. iz
La respuesta del niño ha sido la de colocarse a sí mismo, tanto en la primera como
en la segunda escultura, en una posición central entre los padres, confirmando
con palabras que ellos son «tres columnas» y colocando a la hermanita fuera de la
familia, en la escultura del futuro.
Dicha situación ha permitido a los terapeutas reformular el asma de Gianni como
la dificultad para respirar de quien lleva un peso demasiado grande que podría
sofocarlo. Dicho peso es el peso de la familia que él cree que los padres no están
en condición de sostener por sí mismos. El trabajo terapéutico sigue en esta
dirección con algunas sesiones en las que se trabaja sobre cómo demostrar a
Gianni que los padres son capaces de llevar este peso ellos solos hasta llegar a
las sesiones conclusivas dedicadas exclusivamente a la pareja con una gradual
pero cada vez más explícita exposición de sus problemas.
Con el aumento de la explicitación de los conflictos y de las emociones, y la
mejoría del clima de la pareja, las crisis de Gianni disminuyen gradualmente hasta
pasar de una al día a una cada dos meses. La terapia se encuentra en un
momento de seguimiento.
Sintaxis terapéutica. La sintaxis terapéutica se puede resumir de esta
manera:
a) todo anduvo bien hasta el momento en que Gianni, al crecer, «sintió» que ya no
podía seguir adelante porque debía sostener el peso de la familia junto a los
padres, a pesar de correr el riesgo de sofocarse;
b) aparentemente incomprensible, el asma de Gianni:
- señala la situación de dificultad que «oprime» a todos, y la recuerda de modo
simbólico;
12. Para más detalles sobre este modelo de intervención véase L. Onnis y otros,
«Le sculture del presente e del futuro: un modello di lavoro terapeutico nelle
situazioni psicosomaticheA, Ecologia della mente, 10 (1990), págs. 20-46.
- es útil para Gianni porque le permite expresar su malestar manteniéndose, sin
embargo, leal al mito de la familia, en la que «ninguno habla»; - es útil para la
familia puesto que les permite también a ellos evitar hablar de su situación, cosa
seguramente muy difícil.
Los terapeutas, que han llegado a entender todo esto, se solidarizan
explícitamente con todos comprendiendo las razones profundas. De todos modos,
existe otro camino alternativo que ellos proponen y que la familia pue de elegir: los
padres deben demostrar a Gianni que ellos solos y en unión son capaces de llevar
adelante la familia sin tener la necesidad de que él pierda el aliento por ayudarles.
Comentario. El grupo de investigación sobre el asma crónica infantil del servicio
especial de terapia familiar del Instituto de Psiquiatría de la Universidad de Roma
es el que ha seguido este caso, dentro de una investiga
ción en colaboración con la Clínica Pediátrica de la Universidad de Roma. 3 Se ha
estructurado la investigación en dos áreas: la primera, ya concluida, se articula
sobre la exploración de la relación que tiene la enfermedaddemanda del paciente
y de sus familiares con la respuesta del médico o de los servicios de asistencia,
sometiendo a una entrevista a cien niños asmáticos y a los familiares que les
acompañaban; la segunda concierne a la exploración sobre las modalidades
interactivas y la organización estructural de las familias de niños diagnosticados de
asma crónica «no tratable».
Los resultados de la primera área de investigación muestran con claridad la fuerte
«decantación» de la familia y de los servicios de asistencia por la interpretación de
la enfermedad como un hecho casi exclusivamente or
gánico a afrontar bajo el perfil farmacológico, a pesar de que todos aceptan la
noción de que dicha patología está fuertemente influida por factores de tipo
emocional.
Para la exploración de la segunda área de investigación, es decir, la exploración
de los modelos transaccionales y la estructura de las familias, se han elegido
cuatro parámetros de evaluación (de acuerdo con los estudios de Minuchin):11
- la aglutinación, que consiste en la tendencia de cada miembro a entrar en la vida
del otro, en sus pensamientos y en sus sentimientos, más allá de los límites
generacionales;
13. L. Onnis, D. Tortolani, A. Di Gennaro, P. Marinozzi, D. Roggi,11 bambino con
disturbi psicosomatici: la familia, la domanda, il servizio, Quaderni di
documentazione del CNR, Roma, II Pensiero Scientifico, 1985.
14. L. Onnis (comp.), Familia e malattia psicosomatica, Roma, La Nuova Italia
Scientifica, 1988; Minuchin y otros, Famiglie psicosomatiche, op. cit.
298 LA CAJA DE PANDORA
COMPORTAMIENTOS SINTOMÁTICOS 299
- la hiperprotección, que se revela en el alto grado de preocupación recíproca; si
hay un síntoma, toda la familia se moviliza para tratarlo;
- la evitación del conflicto, que se manifiesta en el hecho de que todos los
miembros de la familia cooperan, mediante diversos mecanismos de evitación,
para ocultar cualquier forma de desacuerdo, de modo que permanezca latente y
nunca explote abiertamente;
- la rigidez, que se manifiesta en la repetición estereotipada de los mismos
modelos de interacción y, sobre todo, en el hecho de describirse como familias
muy unidas y armoniosas, en las que no existen otros problemas aparte de la
enfermedad del paciente.
Los resultados nos hacen ver que en la muestra de familias con hijo afectado por
asma incurable se han encontrado niveles de aglutinación, rigidez, evitación del
conflicto e hiperprotección significativamente más elevados que
en el grupo de control compuesto por familias normales. En consecuencia, en las
familias con niños asmáticos se pueden evidenciar modalidades particulares de
interacción dentro de las cuales el niño, con su síntoma, aparece fuertemente
implicado. La intervención sobre estos aspectos de la vida familiar que se mueven
como en un círculo vicioso determina regularmente resultados terapéuticos muy
interesantes.
Una segunda investigación, actualmente en curso, concierne precisamente a la
elaboración de un modelo integrado de intervención terapéutica en el que la
asociación de la psicoterapia familiar y del tratamiento farmacológi
co se revela mucho más eficaz, en la prognosis del asma, que la sola
suministración farmacológica. 11
8.4.4. Trastorno psicosomático y ciclo vital: desvinculación y fases sucesivas a la
desvinculación
Habitualmente, la escenificación dramática en torno a la desvinculación de los
problemas psicosomáticos corresponde a sus manifestaciones más graves. La
anorexia mental y el caso de rectocolitis ulcerosa de los que hemos
hablado antes constituyen útiles ejemplos de la peligrosidad de las situaciones en
que se canalizan las angustias psicóticas de la fase de desvinculación mediante
un síntoma referido al cuerpo. Evitar la desvinculación del joven adulto mediante
un síntoma significa, en efecto, escenificarlo dramáticamente hasta el punto de
hacer imposible la autonomía organizativa del individuo. En términos
interpersonales, consiste en la presencia de una red de colusio
15. L. Onnis y otros, KUtilitá delta terapia familiare nelle malattie psicosomatiche
croniche: dati preliminar¡ di una ricerca sullasma», Medicina psicosomatica, 34, 3
(1991), págs. 189-200.
nes inconscientes que lleva al rechazo o, más a menudo, al sabotaje de las
iniciativas terapéuticas, es decir, al desarrollo de una actitud negativa ante el
cambio que acaba por implicar a los médicos, que no se dan cuenta de ello, en
«escaladas» terapéuticas inútiles, o, a veces, dramáticamente contraproducentes.
Ya hemos hablado al final del apartado precedente de la posibilidad de utilizar
síntomas psicosomáticos como equivalentes neuróticos en la fase de organización
del joven adulto. Dentro de una reseña que, en cualquier caso, es
extremadamente sumaria debemos hacer aquí una rápida alusión a dos trastornos
psicosomáticos frecuentes y de gran importancia en la edad adulta: la úlcera
gástrica y la hipertensión arterial. Para los aspectos relativos a la patogénesis,
clínica y terapia, remitimos a los lectores a los textos de medicina, y, por otra
parte, nos limitamos a recordar que la literatura psicoanalítica sobre el argumento
parece que se ocupa habitualmente de resaltar la posibilidad de que este tipo de
síntomas se mueva, en distintos individuos, al servicio de diferentes niveles de
angustia. Es decir, se manifiestan (como por otra parte lo confirma de forma
alusiva e indirecta la escasa literatura sistémica sobre el argumento) en
personalidades estructuradas en torno a defensas de nivel neurótico o límite,
mientras resulta absolutamente excepcional el encontrar dichos problemas en las
situaciones psicóticas evidentes o «descompensadas».
8.4.5. Utilización del trastorno psicosomático en otras fases del ciclo vital
La posibilidad de «utilizar» el mismo tipo de trastornos psicosomáticos en distintas
fases del ciclo vital por parte de sujetos que ya los han sufrido durante la infancia
ha sido resaltada también otras veces por la literatura. Los eccemas o las crisis de
asma, que resultan útiles para la economía psicológica de la persona en distintas
fases de su vida, pueden jugar un papel decisivo, por ejemplo, en las reglas de
relación definidas por una pareja. Así, los eccemas o las crisis de asma, después
de haber desempeñado funciones in terpersonales dentro de la familia de origen
del niño, pueden resultar bastante importantes en la construcción o en el
mantenimiento de un equilibrio de pareja. Desde este punto de vista, el disponer
de un síntoma eficaz y puesto a prueba anteriormente de modo satisfactorio ofrece
una facilidad que podría ser útil para entender el porqué de algunas curiosas
características que son comunes a todos los pacientes psicosomáticos: las
relativas a la dificultad de expresión y de verbalización del conflicto (convertidas en
inútiles por la rapidez con que dichos pacientes pueden activar el cortocircuito del
síntoma) y la relativa a su tendencia, habitualmente bastante alta, a controlar las
emociones.
300 LA CAJA DE PANDORA
COMPORTAMIENTOS SINTOMÁTICOS 301
8.4.6. Stierlin y la psicosomática del cáncer
Llegados a este punto, merece la pena reflexionar brevemente sobre una serie de
investigaciones realizadas durante los últimos años a propósito de la
psicosomática del cáncer, resumidas y discutidas recientemente por H. Stier
lin. 16 Partiendo de la idea por la que el desarrollo del tumor corresponde no sólo
y no tanto a la locura de algunos agrupamientos celulares (un acontecimiento que
se verificaría periódicamente también en personas que no enferman de cáncer)
como a la disminución de las defensas, asociadas a las actividades del sistema
inmunitario que tienen actividades de control, se ha llegado a formular la hipótesis
de que el acontecimiento desencadenante de la enfermedad hay que buscarlo, en
un cierto número de casos, en el desarrollo de un grave movimiento depresivo en
personalidades predispuestas. En efecto, como apoyo a esta hipótesis se citan
investigaciones prospectivas que han puesto de manifiesto el alto riesgo de tumor
en sujetos caracterizados por una rigidez tipo límite de las defensas e
investigaciones a posteriori sobre la frecuencia de hechos de la vida responsables
del derrumbamiento depresivo que se verifica en el período inmediatamente
anterior al estallido de la enfermedad.
En lo que a esto se refiere, a pesar de ser bastante raros son especialmente
importantes los estudios proyectivos, entre los que se encuentran los de
Grossarth-Maticek,17 que conciernen a un grupo de 1.353 yugoslavos en
tre los cuales los autores individuaron 38 con riesgo de contraer un tumor
basándose en sus características psicosociales. Dichas características
comportaban, sobre todo, la tendencia a dejarse llevar por la razón más que por
los sentimientos, a sacrificarse, a evitar conflictos y a descuidar las necesidades
de recuperación y regeneración del propio organismo. La catamnesis realizada
diez años después muestra cómo, en 37 de estos sujetos altamente
predispuestos, se había presentado un tumor a causa del cual la mayor parte de
ellos ya habían muerto. Los mismos autores, en otra casuística, no habían
conseguido obtener correlaciones igualmente significativas.
Un estudio realizado por Wirsching y Stierlin en 1982,11 sobre 63 mujeres
portadoras de un nódulo mamario de origen todavía no conocido (antes de la
biopsia), tenía el objetivo de identificar las posibles portadoras de tumor maligno a
partir de ocho actitudes:
16. H. Stierlin, «II terapeuta familiare, il malato di cancro e la sua familia=, Ecologia
delta mente, 1 (1989), págs. 16-26.
17. R. Grossarth-Maticek, Psychosomatic Factors Involved in the Process of
Cancerogenesis, programa de investigación interdisciplinar, Clinical Research in
Psychosomatic Medicine, VI Congreso internacional del Colegio Internacional de
Medicina Psicosomática, Montreal, septiembre de 1981.
18. M. Wirsching, H. Stierlin, Krankheit und Familie, Stuttgart, Klett-Cotta, 1982.
- mayor dificultad en mantener un equilibrio emotivo;
- inhibición en la expresión de los propios sentimientos y de las informaciones
relacionadas con ellos;
- tendencia a la racionalización;
- dificultad en admitir el miedo relativo a la intervención quirúrgica; - menor
objetividad en la evaluación de los riesgos de la intervención; - tendencia a
presentarse como autosuficiente más que como necesitada de ayuda;
- tendencia a mostrarse altruista más que reivindicativa; - tendencia a evitar los
conflictos más que a afrontarlos.
Aparte del que las había realizado, un investigador que no había tenido ningún
contacto con las pacientes analizó las entrevistas. En base a esta evaluación los
entrevistadores y el investigador consiguieron formular el diag nóstico correcto
respectivamente en el 83 % y en el 94 % de los casos de tumor maligno y en el 71
% y en el 68 % de los casos de tumor benigno. Según el autor, las características
identificadas se reflejan de modo igualmente bueno en las familias de los
portadores de tumor que parecen, entre otras cosas, susceptibles de ser incluidos
en el esquema de las estructuras sistémicas de tipo psicosomático.
Esta idea que propone Stierlin, sugestiva, y por muchos motivos fascinante, hay
que tomarla, evidentemente, con mucha cautela. Desde el punto de vista teórico,
lo que merece la pena es reflexionar sobre la necesidad de considerar este tipo de
hipótesis dentro de un discurso más general sobre la multifactorialidad, ahora ya
ampliamente reconocida, de los acontecimientos que están en la base de la
producción de un fenómeno tan complejo, mientras que desde el punto de vista
práctico resulta bastante interesante, en el momento concreto del encuentro con
los portadores de tumor, el conjunto de sugerencias terapéuticas que se desarrolla
en torno a este tipo de explicaciones.
EJEMPLO 35
La señora S. es una obrera metalúrgica de 30 años. No tiene hijos. Sufre un
carcinoma bronquial, en pocas células pero en rápida progresión. Se le trata con
una quimioterapia en altas dosis. Aparentemente está en armonía con
el marido, un empleado postal de baja graduación. Detrás de una fachada de
armonía, se advierte una fuerte tensión agresiva dirigida en parte hacia el
terapeuta. La señora S. no quiere saber nada de él, rechaza el coloquio. Sólo
después de mucho insistir, acepta una breve sesión junto al marido en el marco de
un coloquio de routine. El coloquio se prolonga durante una hora y ella sale
relajada, dulcificada, menos desdichada.
302
LA CAJA DE PANDORA
Durante el coloquio el terapeuta hace al marido preguntas que más bien iban
destinadas a la mujer: «Su mujer, como se puede deducir por los ejemplos, ha
tenido siempre en la vida coraje y fuerza. Ha demostrado que sabe
afrontar incluso las situaciones más difíciles porque apunta siempre al objeto de
forma radical y sin condiciones. Pero hemos visto también que, a pesar de esta
actitud, precisamente en los últimos tiempos ha debido probar sensaciones como:
Ahora no sé andar ya hacia adelante, no sé ya qué hacer...". ¿Usted qué piensa,
señor S.? ¿Podemos esperar en esta situación que su mujer diga otra vez: "¡Iéngo
que hacer como en el pasado, no tengo que abandonarme de ningún modo, ni
siquiera ahora!"? ¿O podemos creer que se diga a sí misma: "He pagado ya más
de lo que debía, también yo por una vez puedo mostrarme necesitada de
ayuda?"».
Después le pregunta a ella: «Si mostrase su necesidad de ayuda, cosa que quizá
no ha sucedido nunca, ¿qué haría su marido? ¿Diría que finalmente usted
muestra su fragilidad pidiendo afecto? ¿Que quizá también a usted le gusta
ría encontrarse con su fragilidad? ¿O escucharía más bien una vez más dentro de
él la voz de su padre que habla de las tradiciones familiares, pidiendo que no se
muestren nunca las debilidades?».
De nuevo pregunta al marido, visiblemente más relajado, si puede también
imaginarse que su mujer, en un cierto momento diga: «Ahora es el instante
oportuno para pensar que tengo menos tiempo que el que inicialmente creía para
hacer lo que realmente es importante y primario para mí en la vida».
Hasta que llega el momento en que la paciente interrumpe al terapeuta diciendo lo
importante que habría sido para ella hablar de cosas serias, con el marido y con el
terapeuta, si hubiese habido tiempo suficiente para ello.
CAPÍTULO IX
EPÍLOGO
Una preocupación que querríamos plantear al lector en el momento de la
conclusión es la relativa a la provisionalidad del trabajo que hasta ahora hemos
desarrollado.
Efectivamente, los esquemas de las correspondencias hay que utilizarlos de modo
flexible, y sobre todo sin pensar que agoten el problema de las clasificaciones y
que toda situación concreta tenga que encontrar un puesto dentro de ellos.
Además, tampoco hay que pensar que dichos esquemas identifiquen elecciones
definidas de una vez por todas. Como ya hemos visto, especialmente en el plano
de las estructuras biunívocas de correspondencia, las situaciones de sufrimiento
psíquico están, en general, muy influidas por el tipo de contexto en que se ubica,
en su posición de observador, el que las describe. El observador modifica así
fuertemente la realidad que está observando hasta el punto de convertir en irreal y
poco científico cualquier intento de clasificación que pretenda definir de manera
concluyente la realidad con la que se confronta.
Teniendo en cuenta estas limitaciones, se puede experimentar la utilidad de las
tablas haciendo referencia a los problemas de quien enseña (o aprende), que es el
destinatario final de este libro. Y, además, haciendo tam
bién referencia a algunos problemas prácticos seguramente no irrelevantes para el
psicoterapeuta, a los que querríamos dedicar aquí sólo unas palabras. Ya hemos
expuesto, en el primer capítulo, los problemas que plantea la necesidad de elegir
los miembros del sistema con los que es oportuno encontrarse en las primeras
sesiones o en las sucesivas. Este discurso lo completamos ahora con una
reflexión que va al fondo de este problema, con el que el terapeuta se encuentra
cada vez. Efectivamente, los esquemas de las correspondencias recalcan la
posibilidad de utilizar también los datos de la emergencia subjetiva (aquellos en
los que habitualmente confiamos para formular diagnósticos individuales o lecturas
de tipo psicodinámico para formular hipótesis sobre la fase del ciclo vital en que se
coloca la dificultad de la persona y, en consecuencia, sobre los procedimientos a
utilizar en primera instancia para la organización del propio trabajo. Al comentar
los esquemas ya hemos discutido sobre la posibilidad de considerar las distintas
formas de psicoterapia, de contextos y de relaciones que ellas crean como más o
menos adecuadas a las situaciones con que nos encontramos en el trabajo. El
consejo que emerge ahora de este conjunto de reflexiones sobre las co-
304
LA CAJA DE PANDORA
rrespondencias, estaba ampliamente implícito en las anteriores discusiones y
ahora lo explicitamos con más claridad: el tipo de emergencia subjetiva (es decir
de diagnóstico individual) es uno de los elementos más importantes de que
disponemos hoy para evaluar la autenticidad y, más adelante, la eficacia del
proyecto de intervención psicoterapéutica propuesto en una situación dada.
El segundo consejo (un
consejo que n
o gustará staa a
muchos psicoterapeu
tas) es el de leer las correspondencias partiendo de la columna de la derecha del
esquema para recordar el lugar de nacimiento de la psicoterapia y lo que debería
continuar siendo, de modo razonable, su lugar principal de actividad: el sufrimiento
psíquico de quienes están mal. Efectivamente, es cierto que el interés
predominante de Freud por las causas del acontecer psíquico lo llevó a descuidar
la nosografía. Sin embargo, es también cierto que el hecho de que se repitiesen
los mecanismos psíquicos activos en los distintos tipos de pacientes designados y
en las personas «normales», confirmándose esto en el trabajo realizado por él y
por tantos psicoterapeutas, provocó una útil y saludable crisis de los prejuicios
sobre la «diversidad». Es difícil no darse cuenta de cómo la división entre
«normales» y «distintos» se está de nuevo convirtiendo en una práctica de la
asistencia, donde el «normal», lleno de dinero y de curiosidades intelectuales,
recibe una ayuda psicoterapéutica (para liberar allí su creatividad y/o su pequeña
locura personal y para manejarlas mejor fuera...), mientras que a aquel que está
verdaderamente mal (sobre todo si es «psicótico») se le envía al que receta
fármacos o ingresos hospitalarios en la medida en que se le considera
«inadecuado para la psicoterapia»: un contrasentido sobre el que con este consejo
querríamos poner en guardia a los psiquiatras y a los psicoterapeutas del futuro,
recordándoles que el instrumento, todavía ampliamente imperfecto, del que deben
en cualquier caso enriquecerse (o se han enriquecido ya) a lo largo de su
formación, tiene una utilidad que se mide en lo concreto de las situaciones de
sufrimiento y no sólo dentro de grupos más o menos sofisticados de personas que
buscan formas insólitas de maduración personal. En mi opinión, hay que partir de
aquí para poder introducir el razonamiento psicoterapéutico dentro de los servicios
de un modo serio y documentado, con el objeto de rescatar a estos servicios de su
tradicional y triste mediocridad.
Tema sobre el que hemos intentado reflexionar ampliamente en este libro.
APÉNDICE
LAS TERAPIAS
Intervención contraparadójica. El uso de paradojas en terapia familiar hay que
considerarlo algo a incluir dentro de una estrategia terapéutica muy precisa,
dirigida a interrumpir círculos viciosos estructurados por algunas familias sobre el
síntoma y sobre la petición de ayuda. Efectivamente, existen familias que piden
ayuda de modo ambivalente, según una lógica que se puede expresar con la
paradoja: Ayúdame a cambiar sin que nada cambie=. En este tipo de familias una
respuesta estructural hacia el cambio o hacia la homeostasis del sistema iría, en
cualquier caso, contra uno de los dos mensajes contrarios de la paradoja
formulada por la familia; por lo tanto, es necesario efectuar algunas intervenciones
especiales llamadas precisamente «contraparadójicasm, ya que están formadas
por paradojas que van contra la paradoja estructurada por la familia. El primer
terapeuta que ha planteado el uso regular de intervenciones contraparadójicas ha
sido Milton Erikson. Además, Bateson, Haley y Selvini Palazzoli han estudiado los
importantes efectos de la paradoja en la interacción humana y en la familia con
transacción esquizofrénica.
Recientemente, Luigi Canerini ha propuesto en su libro La psicoterapia: gramática
y sintaxis, op. cit, capítulo 4, una relectura en términos contraparadójicos de las
intervenciones psicoterapéuticas basadas en la declaración de «respeto de las
razones profundas de los comportamientos sintomáticos=. Dichas intervenciones
abren una reflexión sobre la sintaxis común de las psicoterapias.
Intervención estructural. Las intervenciones estructurales o reestructurantes
constituyen una modalidad psicoterapéutica particular que se realiza en la terapia
familiar. El mayor defensor de las técnicas de intervención estructural sobre la
familia ha sido Salvador Minuchin, que da una descripción detallada de ellas en su
libro Familias y terapia de la familia. Dicho tipo de intervenciones nace de la
suposición de un modelo de la familia según el cual ésta funciona con estructuras
y reglas precisas sobre las que, si son disfuncionales, el terapeuta debería
intervenir activamente. La estructura familiar es el conjunto de peticiones
funcionales o «transacciones» a través de las cuales sus componentes
interaccionan entre ellos: cuando una madre dice a su hijo que haga los deberes y
él obedece, esta interacción define quién es ella respecto al hijo y viceversa;
dichas operaciones realizadas repetidamente constituyen un modelo
transaccional. Según Minuchin, los modelos transaccionales se mantienen
mediante dos sistemas de constricciones: el primero es jerárquico y hace
referencia a los distintos niveles de autoridad de cada miembro; el segundo es
específico de cada familia y hace referencia a las expectativas individuales de
cada miembro y a la naturaleza de los contratos originarios, a menudo implícitos,
que hay en todo sistema. El sistema familiar diferencia y desarrolla sus funciones
por medio de subsistemas (padres, hijos, abuelos). Los límites de un subsistema
son las reglas que definen a cada uno de ellos: si una madre le dice al hijo «no
eres tú quien debe decidir
1. M. Erikson, La mía vote ti accompagnerd, Roma, Astrolabio, 1983 (hay versión
cast. con S. Rossi como autor: Mi voz irá contigo; los cuentos didácticos de M.
Erickson, Barcelona, Paidós, 1986); M. Erikson y otros, Tecniche di suggestione
ipnotica, Roma, Astrolabio, 1979; G. Bateson, Verso unecologia de la mente,
Milán, Adelphi, 1976 (hay versión castellana: Pasos hacia una ecología de la
mente, Buenos Aires, Carlos Lohlé, 1972); J. Haley, Terapie non comuni, op. cit.;
J. Haley, Le strategie della psicoterapia, Florencia, Sansoni, 1974; M. Selvini
Palazzoli y otros, Paradosso e controparadosso, Milán, Feltrinelli, 1975 (hay
versión castellana: Paradoja y coraraparadoja, Barcelona, Paidós, 1988).
306 LA CAJA DE PANDORA
LAS TERAPIAS
307
dónde vas de vacaciones, sino tu padre y yo», define un límite específico del
subsistema parenta]. Para que una familia funcione bien los límites tienen que ser
claros, si bien muy a menudo se determinan situaciones en las que los límites se
confunden: es el ejemplo de las familias «aglutinadas», en las que la excesiva
implicación de los miembros comporta una mayor atención y comunicación en su
interior, por lo que la distancia entre los miembros disminuye y los límites se
confunden (límites difusos); o bien, como en las familias «desligadas», los límites
son demasiado rígidos y la comunicación resulta difícil, y, en consecuencia, las
funciones que ejerce la familia para defenderse a sí misma podrían resultar
perjudicadas por dicha rigidez. El terapeuta que trabaja con intervenciones de tipo
estructural a menudo funciona como constructor de límites, clarificando los límites
aglutinados o flexibilizando aquellos excesivamente rígidos. La evalúación del
funcionamiento de los límites de la familia suministra un cuadro diagnóstico
indispensable.
La intervención estructural, una vez efectuado el diagnóstico, se plantea la puesta
en marcha de un proceso dirigido a modificar los esquemas relacionales
existentes utilizando elementos y energía ya presentes en el sistema, al menos en
el plano potencial. En consecuencia, pueden
considerarse estructurales, en este sentido, el apoyo a un rol parental cuando lo
efectúen los padres, el refuerzo de una actitud activa ante la situación familiar que
comente uno de sus miembros, el desplazamiento del problema del llamado
paciente designado a todo el sistema, la prescripción de tareas diferenciadas a
cada miembro, la convocación en terapia de un solo subsistema a la vez, y así
sucesivamente.
Psicoanálisis. Del griego psiché = mente, analisis = disolución, el
psicoanálisis lo instituyó Freud después de sus estudios sobre el uso de la
hipnosis en la histeria. Dichos estudios habían empezado cuando Freud decidió
colaborar con J. Breuer, un médico vienés que estaba tratando a una joven
histérica, Anna O, intentando una terapia hipnótica.
Según Breuer, la posibilidad de revivir bajo hipnosis el trauma asociado a todo
síntoma comportaba la extinción del mismo. La terapia de Breuer con Anna O. se
interrumpió bruscamente a causa de la implicación afectiva entre los dos que
Breuer consideraba efecto casual
del tratamiento, y que Freud, en cambio, consideró parte integrante del mismo, y
acuñó posteriormente el término de transferencia. Para Freud, mediante la
afectividad que se da en la relación terapéutica (transferencia), el paciente puede
abandonar gradualmente sus propias defensas y acceder al recuerdo del trauma
inconsciente que ha provocado el síntoma.
De esta primera formulación parte toda la obra de Freud y de sus sucesores, a
cuyo método.investigador de los procesos psíquicos, en sus distintas formas, se le
ha llamado y se le sigue llamando «psicoanálisis». Según el punto de vista
topográfico freudiano de la mente los
procesos psíquicos se desarrollan a distintos niveles de conciencia: el
inconsciente, el preconsciente y el consciente. El inconsciente (ello) está
constituido por contenidos reprimidos que no han podido acceder a la conciencia.
Dichos contenidos están investidos de energía instintiva e intentan volver a la
conciencia, pero sólo pueden hacerlo mediante formaciones de compromiso
(símbolos, lapsus, sueños). El preconsciente está constituido por contenidos
inconscientes que pueden volverse conscientes con una introspección especial, y
el consciente está constituido por contenidos psíquicos de los que tenemos
conocimiento.
El yo es el núcleo de la personalidad que se encuentra en relación con el
inconsciente y con el mundo externo, siendo ésta una relación de dependencia
tanto respecto a las reivindicaciones del ello como a los imperativos del super-yo y
a las exigencias de la realidad, hacien
do de mediador entre ellos con autonomía puramente relativa; tiene bastantes
componentes conscientes y preconscientes, pero no sólo eso, ya que sus
operaciones defensivas son en gran parte inconscientes. El super-yo es el modelo
o conjunto de reglas morales con el que cada uno de nosotros se rige y se forma
por interiorización de las exigencias y prohibiciones paren
2. S. Vegetti Finzi, Storia delta psicoanalisi, Milán, Mondadori, 1956.
tales. Otras instancias a tener en cuenta son: el yo ideal, que hace referencia a un
ideal de omnipotencia narcisista fraguado sobre el modelo del narcisismo infantil, y
el ideal del yo, que sería el modt:lo ideal al que el sujeto intenta ajustarse.
El síntoma neurótico nacería como un producto de compromiso entre dos grupos
de representaciones, una de las cuales hace referencia a un deseo y la otra a una
defensa, y que actúan como dos fuerzas de sentido contrario, como, por ejemplo,
una pulsión (ello) y la regla moral (super-yo) que impide su realización. Para
Freud, en particular, las dos fuerzas en conflicto son la sexualidad y una instancia
represiva que incluye las aspiraciones éticas y estéticas de la personalidad.
En la concepción «dinámica» freudiana de la psique se concibe, pues, un continuo
movimiento de fuerzas contrapuestas. Según esta teoría, las fuerzas principales
están presentes ya desde el nacimiento. Cuando el recién nacido viene al mundo,
es agredido por estímulos como
el hambre, el frío y otros, y experimenta un sentimiento de abrumadora
estimulación, lo que constituiría, según Freud, el modelo de toda angustia
posterior. Esta abrumadora estimulación ocasiona, probablemente, un acentuado
displacer y provoca la primera tendencia mental, a saber, la tendencia a liberarse
del estado de tensión, o la tendencia al principio del placer, que se contrapondrá al
principio de la realidad, la otra forma de funcionamiento mental, constituyendo el
bienestar que le procura la madre su primera experiencia de satisfacción de
deseos.
De este modo la vida se presenta dominada por pares de opuestos: placer-dolor,
etc. Para Freud la fuerza que mueve los instintos y la búsqueda del placer es la
libido: aquella fuerza que se manifiesta en los procesos de naturaleza sexual.
Freud contrapone a la libido, en un
primer momento, la energía de las pulsiones del yo y en un momento posterior
contrapone a ambas, que tenderían a un mismo fin como pulsiones de vida, la
pulsión de muerte. La libido se manifiesta desde el nacimiento en el placer del niño
en la succión (fase oral); posteriormente, el niño encuentra placer en la
estimulación obtenida por las heces, sea evacuándolas, sea aprendiendo a
retenerlas (fase anal); en las fases siguientes son los genitales los que atraen el
interés erótico del niño, primero como objeto de placer (fase fálica) y
sucesivamente como parte de la sexualidad (fase genital) en la pubertad.
Además del concepto de trauma y de conflicto, en el determinismo de los síntomas
neuróticos entra el concepto de fifación: el neurótico, marcado por las experiencias
infantiles, permanece fijado a maneras de satisfacción, tipos de objeto o de
relaciones características de fa
ses precoces de la experiencia, de un modo más o menos manifiesto. La emersión
de los síntomas neuróticos o su acentuación está siempre correlacionada con los
hechos y acontecimientos de la vida real (a menudo separaciones, cambios de
vida, ciclo vital, etc.), que funcionan como motor de la patología o evidencian la
fragilidad del individuo y su respuesta neurótica.
Por tanto, el psicoanálisis tiene como objeto el favorecer la maduración de la
personalidad retomando el relato allí donde había sido interrumpido. Se trata de
una experiencia de maduración y no de restauración: el psicoanálisis no procede
con ningún programa calculado al
que hay que someter al paciente, en tanto tiene como objetivo el mejor desarrollo
posible de la economía psíquica de éste. Se invita al paciente a expresar
libremente todo lo que piensa y siente. Dicha posibilidad choca a menudo con
resistencias conscientes e inconscientes que vienen a llamarse defensas del yo; el
trabajo analítico comporta el traer a la luz fragmentos reprimidos de la vida
psíquica mediante las asociaciones libres, el análisis de los sueños y de los
lapsus. Según Freud y la mayor parte de las escuelas analíticas, lo fundamental
del análisis consiste en la creación de una relación particular entre el paciente y el
analista (transferencia); el analizado percibe dentro de la relación terapéutica toda
una serie de situaciones afectivas que son la repetición de relaciones afectivas
significativas y conflictivas de su vida. A continuación, la transferencia, movilizando
las defensas, y haciendo de una conducta neurótica un fragmento de situación
concreta entre el analisis y el analizado, permite su interpretación por parte del
analista, la toma de conciencia del significado por parte del analizado, y la
consiguiente reducción de dicha conducta neurótica.
308 LA CAJA DE PANDORA
LAS TERAPIAS 309
Han sido diversos los cambios realizados en el psicoanálisis posteriormente a
Freud, tanto desde el punto de vista teórico como desde el técnico-práctico. La
instancia instintiva primaria, motor de la vida psíquica, que para Freud era la libido,
se convierte en un impulso instinti vo de poder para Adler, un impulso
indeterminado y todopoderoso para Jung, la producción de fantasías inconscientes
y el interés por su contenido para Klein. La escuela freudiana ortodoxa dará origen
a la psicología del yo: el conflicto entre el ello pulsional y el superyo civilizado pone
al yo en una posición crucial de mediación entre las dos instancias y expresa la
lucha entre el individuo y la sociedad. Dicha orientación empieza con Anna Freud,
con su libro (El yo y los mecanismos de defensa), Hartmann (Psicología del yo y
problema de la adaptación), la orientación interpersonal de Sullivan, el interés
primordial por las relaciones afectivas con los padres de Bowlby. Las escuelas
psicoanalíticas se multiplican por todo el mundo y las técnicas se diferencian, pero
permanece como punto cardinal de la terapia analítica su objetivo
fundamentalmente restitutivo, que se propone favorecer la maduración psíquica
del individuo mediante la explicitación y el desenredamiento lento y gradual de sus
nudos internos y la recuperación de su vida psíquica y de la personalidad original.
En esto, al igual que en las diferencias teóricas y técnicas, se puede encontrar la
diferencia sustancial entre la terapia analítica y las otras psicoterapias.
Psicoterapia. Psicoterapia es cualquier tipo de tratamiento de los trastornos
psíquicos, con medios psicológicos, mediante la interacción verbal entre el
terapeuta y el paciente. Más en particular, se tiende a considerar psicoterapias los
tratamientos psicológicos alternativos al psicoanálisis. La diferencia sustancial está
en el objetivo: a lo largo de los últimos cincuenta años, considerando el aumento
de petición de tratamiento psicoterapéutico en amplios estratos sociales de la
población, se ha pasado de una psicoterapia «sin un objetivo (el psicoanálisis) a
psicoterapias «con un objetivo. Mientras el psicoanálisis no tiene como objetivo la
eliminación del síntoma presentado por el paciente, sino la modificación de la
estructura de fondo, retrocediendo a la infancia y elaborando las «fases» de la
evolución de la personalidad, las psicoterapias, actualmente, tienen como objetivo
la eliminación de dicho síntoma o del trastorno de la personalidad, «elaborándolo»
y «explicándolo» con distintas técnicas. Dada la mayor localización del
tratamiento, la duración de una psicoterapia, de cualquier orientación que sea, es
más breve que las terapias analíticas.
Entre las psicoterapias más difundidas encontramos: la psicoterapia familiar y la
psicoterapia cognitiva.
Psicoterapia cognitiva. La psicoterapia cognitiva es una nueva corriente
psicoterapéutica que ha tenido en los últimos veinte años una notable difusión en
los países anglosajones y recientemente se ha introducido también en Italia con
éxito. Esta orientación psicoterapéutica encuentra sus orígenes teóricos en el
racionalismo crítico, corriente filosófica que propone una visión «activa» del
hombre en su relación con el ambiente (Bartley, Popper).
Sobre la base de esta teoría, algunos psicólogos y psicoterapeutas han creado el
proceso terapéutico cognitivo tomando prestadas contribuciones teóricas
procedentes de las teorías del aprendizaje (estudio del comportamiento), de la
psicología cognitiva (estudio de los procesos de elaboración de la información:
percepción, memoria, pensamiento, desarrollo y organización del conocimiento) y
de algunas teorías psicoanalíticas (psicología del yo), después de haberlas vuelto
a ver a la luz de la etología y de la psicología experimental. Dicho proceso
terapéutico considera al hombre como un científico, dotado de una teoría sobre sí
3. V. F. Guidano, M. Reda (comp.), Cognitivismo e psicoterapia, Milán, F. Angeli,
1981.
4. A. T. Beck, Principi di terapia cognitiva, Roma, Astrolabio, 1984; 1.. Greenberg,
J. Safran, Emotion in Psychotebrapy, Nueva York, Guilford, 1986; Ellis, R. Grieger,
Kandbook of Rational-emotive Tberapy, Nueva York, Springer, 1977; V. E
Guidano, G. Liotti, Cognitive Processes and Emotional Disorders, Nueva York,
Guilford, 1983.
mismo y sobre el mundo, en base a la cual más o menos dirige y controla
automáticamente su propio comportamiento, las propias emociones y las propias
atribuciones de significados. Su visión de sí mismo y del mundo es fruto de sus
experiencias infantiles y condiciona la interpretación que el paciente da de la
realidad externa y de sí mismo.
Según esta teoría los trastornos psicológicos pueden derivar de procedimientos,
como un aprendizaje equivocado o una distorsión de la realidad, debidos a
premisas erróneas que tienen su origen en las experiencias de relación y de
apego que se han vivido en la infancia: el individuo reaccionaría o entraría en
relación con la realidad externa según esquemas conceptuales personales (beliefs
sistems) que se mostrarían rígidos, unívocos o distorsionados, y que darían lugar
al sufrimiento psíquico.
En consecuencia, el objeto de la terapia cognitiva sería la identificación de los
esquemas repetitivos de pensamiento sobre uno mismo y sobre el mundo que
están en la base de los comportamientos patológicos, mediante el análisis, con
técnicas adecuadas, de las experiencias de la vida cotidiana y de las emociones
que la acompañan. Una comprensión más precisa del propio funcionamiento
posibilita el planteamiento, también mediante una buena relación de cooperación
con el propio terapeuta, de mayores niveles de integración entre uno mismo y los
propios síntomas, a menudo vividos como extraños, y de la elaboración de una
descripción alternativa de sí mismo con el consiguiente alivio del sufrimiento
psíquico.
Las indicaciones de la terapia cognitiva conciernen predominantemente al campo
de las neurosis de ansiedad, fóbicas, obsesivas, depresivas y de los trastornos
alimenticios psicógenos; recientemente se ha aplicado, con buenos resultados, en
los trastornos de la identidad personal y en la patología psicótica límite.
Tratándose de una terapia individual, como sucede con el psicoanálisis, está
contraindicada en aquellas situaciones en las que las dinámicas patológicas
entran directamente a formar parte de un sistema que implica a otras personas y
en el que, a pesar de que los síntomas sean
iguales a los anteriormente citados, la indicación terapéutica aconsejable sería la
terapia familiar. Hay que tener presente que, incluso en situaciones familiares
complejas, como las relativas a la fase de desvinculación, la presencia de un
síntoma neurótico y de un buen nivel de individuación del paciente y del sistema
familiar puede, de todas maneras, hacer que se opte por la terapia individual: la
definición implícita de individualidad que ésta contiene, y que se confiere al
paciente con la entrevista individual, se convierte automáticamente en terapéutica
para el sistema in toto.
La posición fuertemente racional y directiva de la primera teoría cognitiva ha ido
cambiando recientemente hacia una mayor atención a los aspectos de la relación
terapéutica y al hecho de compartir, por parte de algunas líneas de trabajo, el
concepto de inconsciente y algu nas teorías y técnicas pertenecientes al mundo de
la psicología del yo; recientemente, estas tendencias se están concretando en una
corriente que se define como cognitivo-analítica.
Psicoterapia sistémica. Se puede definir el modelo relaciona¡ sistémico como
aquella orientación teórico-práctica que, inspirándose como referencia conceptual
en la teoría de los sistemas, centra esencialmente el propio interés en los sistemas
interpersonales, haciendo de la interacción entre las personas el momento
privilegiado de su análisis y de su intervención. Por lo tanto, las terapias
sistémicas enfocan su atención sobre el proceso interactivo y comunicativo en
curso entre los miembros de un sistema, más que sobre las dinámicas
intrapsíquicas o sobre la reconstrucción histórico-psicogenética de los problemas
del individuo solo.
El modelo relaciona) no tiene un nacimiento muy preciso, pero se puede
considerar como el producto de cuatro matrices culturales distintas en activo en
torno a los años cuarenta: las
5. A. Ryle, Cognitive-analvtic 7herapy: Active Participation in Change, Nueva York,
J. Wiley; 1990. 6. L. Cancrini, 1.. Onnis, II modello relazionale o sistemico in
psicinatria, en G. C. Reda, 7Yattato di psicbiatria, Florencia, USES, 1981.
310 LA CAJA DE PANDORA
LAS TERAPIAS 311
orientaciones psicoanalíticas neofreudianas, cuyos exponentes principales,
Horney, Sullivan" y Fromm, plantean críticas a la teoría de los instintos de Freud,
como fundamental del desarrollo del individuo, para dar un mayor espacio a las
influencias culturales, a los valores dominantes y a las relaciones interpersonales,
como matrices esenciales del comportamiento humano y de sus alteraciones; los
desarrollos de la neuropsiquiatría infantil, que, a partir de los trabajos de Melanie
Klein, dedican una viva atención a la relación madre-niño; la orientación
ambientalista de Adolph Meyer, que propone una lectura de la psicopatología
como una reacción anormal a acontecimientos externos; y, para acabar, el
nacimiento de las terapias de grupo.
En los años cincuenta nacen las primeras elaboraciones teóricas relacionales,
siendo Fromm Reichmann," con el concepto de «madre esquizofrenógena», quien
realiza la primera formulación de una psicopatología «diádica». El paso sucesivo
lo dan Liciz y Bowen" con los estu dios sobre el padre del esquizofrénico y la
relación de la pareja parental. Con posterioridad, Wynne, con el concepto de
«pseudomutualidad» y, sobre todo, Bateson, con el concepto de «doble vínculo en
la comunicación de las familias de los esquizofrénicos, dieron una definición de la
familia como sistema a considerar en su totalidad. Dichas formulaciones han
usado como referencia el esquema conceptual de las teorías de los sistemas de
Von Bertalanffy.a La teoría de los sistemas nace de la crisis del modelo
mecanicista clásico de la física y de la química, que representaba las interacciones
según esquemas lineales tipo causa-efecto, en favor de un modelo de causalidad
circular que tiene en cuenta la totalidad del sistema y no los individuos. Esta visión
de la realidad se abre camino en todas las disciplinas científicas, comprendidas las
mismas ciencias físico-químicas. Se entiende por sistema un conjunto de
componentes en interacción recíproca. De modo más preciso, Hall y Fagen
definen el sistema como un conjunto de objetos y de relaciones que unen entre
ellos los objetos y sus respectivos atributos; en el caso de los sistemas interactivos
humanos los objetos son los individuos, los atributos que sirven para identificarles
son sus comportamientos interactivos o comunicativos (por lo que los individuos
son, dicho con más precisión, personas que se comunican con otras personas), y
las relaciones entre ellos son aquellas que resultan significativas a la hora de
definir sus relaciones interpersonales.
Según esta teoría, el comportamiento es función de la relación y las relaciones
presentan regularidades previsibles que tienden, con frecuencia, a proponerse de
nuevo y que toman el nombre de redundancias pragmáticas. La tendencia de los
sistemas interactivos a organi
zarse siguiendo ciertas reglas se vuelve particularmente evidente en aquellos
sistemas que se constituyen sobre una red habitual de relaciones que garantizan
un cierto grado de continuidad y de estabilidad de dichos sistemas (por ejemplo,
familias, grupos de amigos, compañeros de trabajo, clases escolares). Algunos
sistemas interactivos presentan una suficiente flexibilidad de las reglas, que les
permite que se modifiquen y, en consecuencia, que se puedan organizar a lo largo
del tiempo en torno a equilibrios distintos y más maduros; otros sistemas
interactivos revelan, en cambio, una rigidez particular de las reglas de relación que
impiden cambios
7. K. Florney, Nuove vie delta psicoanalisi, Milán, Bompiani, 1950 (hay versión
castellana: El nuevo psicoanálisis, México, Fondo de Cultura Económica, 1943).
8. H. S. Sullivan, Teoría interpersonal de la psiquiatría, op. cit.
9. E. Fromm, Crisi della psicoanalisi, Milán, Mondadori, 1971 (hay versión
castellana: La crisis del psicoanálisis, Buenos Aires, Paidós, 1970).
10. M. Klein, El psicoanálisis del niño, op. cit.; H. Segal, Introduzione all ópera di
Melanie Klein, Florencia, Martinelli, 1975 (hay versión castellana: Introducción a la
obra de Melanie Klein, Barcelona, Paidás, [reimpresión]).
11. F. Fromm Reichmann, Pricipi di psicoterapia, Milán, Feltrinelli, 1950. 12.
Bowen, De la familia al individuo, op. cit.
13. G. Bateson, Pasos hacia una ecología de la mente, op. cit.
14. L. von Bertalanffy, Iéoria generale dei sistemi, ISEDI, Milán 1971, (hay versión
castellana: Teoría general de íos sistemas, México, Fondo de Cultura Económica,
1976).
adecuados en respuesta a la emergencia de nuevas tendencias evolutivas. En
estos últimos sistemas aparecen más fácilmente manifestaciones de patología y
se verifican comportamientos sintomáticos. En consecuencia, según esta visión, el
síntoma no es ya el producto de una mente loca, sino la expresión de un malestar
que implica en su totalidad al sistema del que el individuo forma parte; efectuar el
diagnóstico se convierte en traer a la luz el significado del síntoma al interior del
contexto en que emerge y la intervención terapéutica comporta el volver a
introducir el síntoma dentro de su contexto de origen con objeto de favorecer su
reabsorción estimulando un cambio del sistema in toto que vuelva inútil dicho
síntoma.
El punto de vista sistémico, en su más amplia acepción, está presente a lo largo
de todo este volumen: bajo el perfil del individuo, examinándolo en su fase del
ciclo vital introducida en un contexto; bajo el perfil de la familia, vista en su
continuum madurativo como favorece dora o no de una desviación; bajo el perfil
social, escolar, revalorizando la importancia de contextos que pueden tener un
fuerte efecto patógeno o rehabilitativo, y bajo el perfil terapéutico, entendiendo
como intervención sistémico cualquier tipo de intervención (familiar, rehabilitativa,
analítica, cognitiva, etc.) que se realice teniendo en cuenta las exigencias de aquel
sistema en aquel momento histórico.
Sintaxis terapéutica. Entendemos por sintaxis de la intervención el conjunto
de normas (explícitas o implícitas) que gobiernan la supuesta organización (que
supone que es el terapeuta) en una estructura unitaria, del material propuesto por
quien habla. Se trata de las normas utilizadas para redefinir la situación vivida, con
la intención de dar un orden global a la nueva imagen que emerge dentro del
terapeuta a través del material que se le propone. Dicha sintaxis sería la misma
incluso dentro de las distintas orientaciones teóricas, siendo esta diversidad de
orientación la que produciría los distintos tipos de intervención, y no la sintaxis
subyacente.
En otras palabras, el concepto de sintaxis presupone un formalismo de la
construcción terapéutica común a todas las terapias, que se puede enunciar así:
Todas las construcciones terapéuticas parten de la identificación de un hecho
destacable desde el punto de vista interpersonal relacionado con la manifestación
del síntoma, presuponiendo: a) una condición de equilibrio que precede al
comienzo de sentirse mal y que ese hecho puso en crisis; indicando b) la función
positiva desarrollada por el síntoma sobre el equilibrio personal de quien lo
manifiesta y sobre el equilibrio del grupo del que forma parte; sugiriendo c) una
forma especial de complicidad por parte del terapeuta que es capaz de reconocer
esto.
Terapias de choque. Se entienden por terapias de choque aquellos
tratamientos que tienen la capacidad de provocar rápidas e intensas
modificaciones de la homeostasis del organismo, con modificación del estado de
conciencia, alteraciones neurovegetativas y sucesivas reacciones biológicas de
carácter reparador, lo que tendría, a su vez, efectos terapéuticos positivos. El más
antiguo tratamiento somático de choque fue la malarioterapia, practicada en 1917
por Von Juauregg. El tratamiento consistía en provocar accesos febriles mediante
la inoculación del plasmodio de la terciana benigna. La capacidad de la fiebre de
causar una reacción de choque tenía un efecto «terapéutico» en la depresión, en
la manía y en la esquizofrenia. Posteriormente, al plasmodio de la malaria lo
sustituyeron otros agentes, como vacunas, proteínas inorgánicas y otras
sustancias capaces de provocar accesos febriles (piretoterapia). En 1932 se
introdujo el uso del choque insulínico, que consistía en provocar un coma
hipoglucémico mediante la administración de insulina. Tanto las piretoterapias
como la insulinoterapia han sido casi totalmente abandonadas. En 1938 Cerletti
practicó el primer electroshok en el hombre. El entusiasmo que provocaron los
resultados terapéuticos comportó una rápida difusión de dicho método en el
extranjero y todavía hoy esta -discutible- intervención terapéutica se
15. Uno de nosotros ha discutido ampliamente este concepto en el libro de
Cancrini, La psicoterapia: gramática y sintaxis, op. cit.
312
sigue practicando con gran facilidad en las clínicas psiquiátricas y neurológicas de
todo el mundo. La técnica clásica consiste en la aplicación de dos electrodos en
las regiones frontoparietales, entre las que se hace pasar una corriente alterna
sinusoidal de 110-140 v. Con el paso de la corriente se produce una contracción
tónica generalizada, a la que sigue un ataque convulsivo generalizado típico.
Actualmente se aplica una anestesia general y una medicación con sucinilcolina,
que evitan el tomar conciencia de la terapia y disminuyen la entidad de la crisis
convulsiva. Los ciclos de terapia se repiten a intervalos muy breves (en general 6-
10 tratamientos en total, con frecuencia bisemanal); en los casos más
«resistentes= (por ejemplo, las crisis maníacas), se usan las llamadas terapias de
«aniquilación», que consisten en aplicaciones de choque mucho más largas y más
frecuentes, hasta que se acaba produciendo un síndrome psicorgánico con estado
confusional.
A pesar de su carácter discutible, la agresividad y, sobre todo, las
contraindicaciones y la no comprobada eficacia terapéutica, la presencia en la
literatura de trabajos y experiencias (también discutibles, ya que no existen
estudios de seguimiento a largo plazo sobre los resultados) respecto al
electroshock con resultado positivo, sobre todo en los casos graves y resistentes a
las terapias farmacológicas, conlleva todavía la utilización indiscriminada de dicho
método en las esquizofrenias, en las depresiones mayores y en los estados de
agitación y excitación maníaca.
Terapias farmacológicas. En la práctica clínica psiquiátrica se encuentra muy
difundido el uso de psicofármacos con una modalidad que es a menudo y por
desgracia indiscriminada. Una amplia parte de los psiquiatras, y a menudo
también muchos médicos generales, tienen la costumbre de «librarse» del
paciente con una medicina cuya eficacia, en la mayor parte de los casos, resulta
transitoria o por añadidura es nula. El problema de los psicofármacos nos pone
frente al complejo problema de la «petición» de ayuda por parte del paciente
psiquiátrico, petición que necesitaría siempre un cuidadoso análisis de sus
significados dentro del contexto en que emerge y de la historia del paciente.
En cualquier caso, es raro que la sola administración de fármacos consiga resolver
o tratar una situación de sufrimiento psíquico; cuando esto sucede -muy
raramente- es posible que el alivio sintomático ofrecido por el fármaco haya
permitido al paciente efectuar cambios sig nificativos que le llevan a abandonar el
comportamiento sintómático hacia una solución más madura de sus conflictos.
La mayor parte de las veces el efecto de los fármacos es sintomático,
consiguiendo aliviar o «acallar» el sufrimiento del paciente. Dicho efecto, lejos de
ser terapéutico, no es, de todos modos, algo a ignorar, ya que puede ser de
soporte y ayuda para la instauración de otras medi das terapéuticas de carácter
restitutorio, como las distintas formas de psicoterapia y rehabilitación. Los
fármacos de mayor uso en psiquiatría son 1) los antipsicóticos, 2) los
antidepresivos y 3) los tranquilizantes.
1. En la categoría de los fármacos antipsicóticos se encuentran incluidas una
cantidad de sustancias utilizadas para la farmacoterapia de un amplio espectro de
síntomas psicóticos y, en particular, en las esquizofrenias y en las manías. El
primer neuroléptico descubierto ha sido la clorpromacina, sintetizada en Francia
por Charpentier en los laboratorios Rhone-Poulenc, en 1950. El núcleo
fenotiacínico había sido sintetizado después de algunas investigaciones sobre
colorantes compuestos de anilina, como el azul de metileno, utilizados como
bactericidas. También las fenotiacinas se utilizaron al principio como bactericidas,
hasta que Charpentier advirtió, en 1930, que un derivado fenotiacínico, la
prometacina (Fenergán), tenía propiedades antihistamínicas y sedantes, e inició
los estudios de estas sustancias. En 1951 Henri Laborit
16. J. Baldessarini Ross, Farmacoterapia in psichiatria, Milán, Masson, 1987; H.
Ey P Bernard, Ch. Brisset, 7Yatado de psiquiatría, op. cit.
LA CAJA DE PANDORA
LAS TERAPIAS
313
experimentó la clorpromacina como sedante preanestésico y describió sus
particulares efectos sobre el comportamiento, especialmente la capacidad del
fármaco de inducir una indiferencia particular ante los estímulos ambientales.
Después de la clorpromacina, unas veinte fenotiacinas han encontrado una
aplicación oficial en la clínica.
Actualmente, el panorama de los fármacos antipsicóticos comprende tres grandes
grupos: las fenotiacinas, las butiroferonas y los tioxantenos.
Las fenotiacinas están consideradas, junto con las butiroferonas, como fármacos
de primera elección en las psicosis agudas y crónicas. Los neurolépticos se han
subdividido, tanto desde el punto de vista bioquímico como por su actividad
sedativa predominante, en desinhi bidores y antidelirantes; sin embargo, dicha
subdivisión ha sido invalidada por recientes investigaciones, que han reconocido a
todos los neurolépticos propiedades sustancialmente idénticas, considerando, en
cambio, como determinantes otros factores de cara a la eficacia del fármaco.
Entre los factores que hacen que el fármaco tenga una mayor eficacia se pueden
enumerar la dosis adecuada a la sintomatología, la duración de la suministración
en función de la sintomatología, la aceptabilidad (compliance) del fármaco como
presentación (por ejemplo, los fár macos retard, al comportar menor asunción de
pastillas, son más aceptables), y las modalidades de suministración (por ejemplo,
la relación con el médico).
Entre las fenotiacinas de mayor uso recordemos la clorpromacina (Largactil), la
levomepromacina (Sinogán), la tioridacina (Meleril), la prefenacina (Decentán), la
trifluoperacina (Eskazine) y la flufenacina (Siqualine); entre las butiroferonas, las
más usadas son el haloperidol (Haloperidol) y el triperidol (Tripreridol); entre los
tioxantenos, el clorprotixeno; otros fármacos de acción neuroléptica de uso común
son el pimocide (Orap) y el sulpuride (Dogmatil). A pesar de no ser fármacos
peligrosos (la dosis terapéutica es claramente mucho más baja que la tóxica),
producen efectos colaterales bastante importantes: los más frecuentes son signos
neurológicos relativos a la acción bloqueadora de la dopamina de estos fármacos;
dichos signos son de tipo parkinsoniano, como temblores, rigidez, acinesia o
hipercinesia, actisia, etc. Es importante considerar con atención la aparición de la
discinesia tardía que se produce después de administraciones prolongadas y que
puede persistir incluso después de la supresión del tratamiento. Otros efectos
colaterales son: hipotensión, taquicardia, sequedad de boca o sialorrea, trastornos
respiratorios y térmicos y trastornos endocrinos.
Los fármacos antipsicóticos son la indicación más razonable para el tratamiento de
las crisis agudas de tipo productivo con agitación psicomotriz, delirios y
alucinaciones, con el objeto de poner al. paciente en condiciones de poder
efectuar un trabajo psicoterapéutico y un análisis de lo sucedido. Los neurolépticos
en dosis bajas pueden ser también útiles para disminuir el sufrimiento de los
pacientes psicóticos que presentan elevados niveles de ansiedad; de todos
modos, el fármaco sigue teniendo el sentido de ser una ayuda para el terapeuta en
los momentos agudos del paciente, sin perder nunca de vista el efecto de
designación de enfermedad que dichas prescripciones conllevan y sin
considerarlas como exhaustivas o sustitutivas de una intervención terapéutica.
2. Los antidepresivos se pueden dividir en tres grandes grupos: los tricíclicos, los
inhibidores de la monoaminoxidasa (IMAO), y los antidepresivos de la segunda
generación.
Los antidepresivos tricíclicos están considerados, junto con los IMAO, fármacos de
primera elección en la terapia de las depresiones graves, siendo los primeros más
útiles en las depresiones con una mayor componente ansiosa, y los segundos, a
su vez, en las depresiones que se caracterizan sobre todo por el enlentecimiento
psicomotor.
Los tricíclicos más utilizados son la amitriptilina (Tryptizol), la imipramina (Tofranil)
y la clorimipramina (Anafranil). Son fármacos (sobre todo la amitriptilina) que a
menudo muchos especialistas y médicos de familia utilizan de manera
indiscriminada cuando se encuentran ante trastornos depresivos neuróticos o
trastornos psicosomáticos, normalmente a dosis bajas, ob-
314 LA CAJA DE PANDORA
teniendo a veces un alivio transitorio de la sintomatología, principalmente
mediante el efecto placebo, o bien la no aparición de los peligrosos y fastidiosos
efectos colaterales. Estos fármacos están contraindicados en pacientes afectos de
glaucoma de ángulo agudo, hipertrofia prostática, trastornos del miocardio o
hepatopatías. Los efectos colaterales están asociados al efecto anticolinérgico:
sequedad de boca, estreñimiento, taquicardia, temblores, hipotensión, aumento de
peso.
Los IMAO son fármacos que tienen una fuerte acción desinhibidora por su
mecanismo directo de acción. Es peligroso asociar su consumo a la ingestión de
alimentos que contengan tiramina (vino tinto, té, café, quesos fermentados,
plátanos, arenques, frutos secos, etc.) y a
fármacos de acción vasopresora porque la acción sinérgica sobre los vasos podría
provocar una crisis de hipertensión. Los IMAO están contraindicados en pacientes
que sufren hipertensión arterial, hipotensión y hepatopatías. Son fármacos con
muy poca manejabilidad y pueden resultar peligrosos. Los más usados son la
fenelcina y la trancilpromina.
A lo largo de los últimos diez años se han sintetizado una gran variedad de
fármacos antidepresivos que, siendo químicamente distintos de los tricíclicos y de
los IMAO, han sido presentados todos ellos como teniendo su misma eficacia, una
mayor tolerancia y una menor to
xicidad. A pesar de que todavía la experimentación clínica no ha confirmado del
todo estos datos, dichos fármacos han entrado en el uso cotidiano de casi todos
los psiquiatras y de muchas otras categorías médicas, por su mayor
manejabilidad.
Como para los neurotépticos, habría que volver a utilizar los antidepresivos
solamente en casos de extrema necesidad, donde la gravedad de los síntomas
depresivos impide al terapeuta la instauración de un diálogo con el paciente,
teniendo como único objetivo el alivio de su sufrimiento y la facilitación de las
intervenciones psicoterapéuticas.
3. Los fármacos tranquilizantes son de uso común en todas las formas de
neurosis. Los más usados son las benzodiacepinas. Generalmente, es el medico
de familia el que empieza a prescribirlas, continuando después el paciente por su
propia cuenta y criterio. Su capacidad
de tranquilizar es en parte real, y en parte debida a un considerable efecto
placebo. Entre las benzodiacepinas más usadas tenemos el diazepán (Valium), el
lorazepán (Orfidal), el clordiacepóxido (Librium), el alprazolán y el
clordemetildiazepán; entre las benzodiacepinas hipnóticas, las más usadas son el
fluracepán y el triazolán (Halcion).
El efecto sintomático de los tranquilizantes es aceptado por todos y no están
considerados como terapéuticos, sino como coadyuvantes. Son fármacos
sustancialmente inocuos, pero una prolongada suministración puede inducir
dependencia.
ÍNDICE ANALÍTICO
Ackerman, N, 173 acné, 219 acontecimientos estresantes, 89 acting out, véase
paso al acto acto fallido, 26
adaptación, 17 adolescencia, 54-56 aglutinación, 80, 160, 297 (véase también
familia aglutinada)
agorafobia, véase neurosis fóbica alcoholismo, 230, 246-247, 260, 270-271
alopecia, 219
alucinaciones, 80, 117-119 amitriptilina, véase antidepresivos amnesia, véase
memoria anal-sádica, 157
análisis, 22
anciano, véase tercera edad
anorexia mental, 69, 191, 198, 271, 278-289, 298 - asociada a depresión, 285
- esquizoide, 285
- fóbicó-obsesiva, 285 - histérica, 285
- tipo A, traumática, 285
- tipo B, de área neurótica, 285 - tipo C, de transición, 285 anorgasmia, 165
ansiedad, 144, 161 ansiolíticos, 318-319 antidepresivos, 89, 317-318
antipsicóticos, véase neurotépticos anulamiento, 159
apego (vínculo afectivo), 167 aprendizaje, 182
asma bronquial, 293-298
asociaciones libres, véase psicoanálisis, Freud astenia, 219
ataques de pánico, 148 autismo, 120, 206
- infantil, 189-202 autolesiones, 191
Basaglia, F, 20, 254 Bateson, G, 42
betiefs system, véase terapia cognitiva benzodiacepinas, véase ansiolíticos
Bergeret, J., 28, 39, 52
Bertalanffy, L. von, 46
Bleuler, E., 15, 50, 70, 123, 124, 125, 126 bolo faríngeo, véase neurosis histérica
bordertine, véase límite Boszormenyi-Nagy, l., 65-66
bouffées delirantes, 80
Bowen, M., 42-43, 51, 52, 96, 97, 113
Bowlby, J., 30, 52, 167, 209, 264 brote psicótico, 69, 80, 82, 120, 206 bulimia, 262,
279
burn-out, 115
butirofenonas, véase neurotépticos
Caillé, P., 66, 133 cáncer, 300-302 Cancrini, L., 27, 42, 67, 71, 170, 262 carácter,
231
- neurótico, 53, 145, 161 - sádico-anal, 157 casas-familia, 254-255 cefalea, 219
Charcot, J. M., 146
chivo expiatorio, 242, 243, 248
ciclo vital, 49, 54, 65-66, 69, 84, 85, 140, 205, 230, 234, 237, 293-299
- de la familia, 59-50 ciclotimia, 44, 81, 88, 219 Ciompi, L., 112
circuito, 172
clase social, 174-175
clasificación, 15, 20, 41, 50-54, 103, 277, 304 Claude, H., 71
clorimipramina, véase antidepresivos clorpromacina, véase neurotépticos
coeficiente intelectual, 206 complejo de Edipo, 27 comportamiento:
- alimenticio, 173, 182, 278-279 - autolesivo, 98, 191
- compulsivo, 98
- trastornos del, 182-183 comunicación, 191
- amorfa, 103
- esquizofrénica. 80 - fragmentada, 103
- hiperorganizada, 103 - huelga de, 191
- mixta, 103
comunidad terapéutica, 249-250, 266 consciente, 26
contaminación, véase neurosis obsesiva contratransferencia, 41
conversión somática, 34, 266 correspondencias, 210, 279 criminalidad, 242
criminología, 17-18
Crow, T. J., 71
defensas:
- constrictivas, 103 - depresivas, 36
316
LA CAJA DE PANDORA
- maníacas, 36 déficit:
- neurolótico, 193 - prestacional, 230 delegado, 96 delirio, 80, 120, 230 - de culpa,
231
- de grandeza, 88, 253
- de persecución, 77, 215, 253 - histérico, 71
demencia, 231-235 - precoz, 68, 70, 88 - presenil, 233
- senil, 232-233
depresión, 69, 81, 84, 127-128, 144, 225, 234, 266 - endorreactiva, 84
- mayor, 237 - neurótica, 84 - psicótica, 83-84 - reactiva o traumática, 84
desarrollo, 241-260
- defectual, 241, 254-258
- del lenguaje, véase lenguaje - detención del, 182, 206 - paranoico, 250-253
- ponderal, 206
- psicopático, 172, 182, 219, 241-243, 246, 259, 274
- retraso del, 182, 205-206
- sociopático, 52, 172, 181, 219, 241-243, 248, 274,
279
desconfirmación, 193
desligada, véase familia
desplazamiento, 32, 34, 48
desventaja socio-cultural, 175, 223, 249, 274
desvinculación, 54, 113, 298-299 - aparente, 69, 82, 85
- de compromiso, 69, 83, 95-97, 252 - fase de la, 65-68, 279
- imposible, 68-69, 73-77, 218
- inaceptable, 68-69, 77-80, 82, 218 - incompleta, 82, 100
- retrasada, 82
deterioro mental, 231, 233 diabetes juvenil maligna, 293-294 disociación, 74
dispepsia, 219
doble vínculo, véase Bateson drogas, 77, 242, 248, 262-263 Dsm 111, 74, 78, 88
dualismo, 71
duelo, 51, 83, 168, 170, 231, 263 - reacción de, 61
eccema, 293, 299 ecolalia, 196 electrochoque, 315 Ello, 31, 35 emergencia
subjetiva, 66, 206, 234, 262 empatía, 40-41
encopresis funcional, 214 eneuresis funcional, 214
Erikson, M., 56, t41, 220-223, 305 eritrosis facial, 219
escultura, 133-134, 296 esquemas de reacción, 21 Esquirol, J. E., 88
esquizoafectivo, 69, 80, 82, 109, 123 esquizofrenés, véase comunicación
esquizofrénica esquizofrenia:
- tipo 1, tipo 2, 68, 71-81, 124, 125, 204 - verdadera, 69, 127
esquizofrenia, 42, 68-Si, 106, 109, 123-127,203, 254 - catatónica, 68, 124-125
- florida, reactiva, 80, 126 - hebefréniea, 69, 70, 125 - paranoide, 69, 73, 78, 104,
125-126 - pobre, defectual, 124, 126
- pseudoneurótica, véase borderline - simplex, 50, 124, 126 esquizofreniforme,
109, 130 esquizoide, 69, 97, 121 esquizomanía, 71
esquizotípico, 105, 109 estereotipias, 190, 191, 196 estructural, 75, 273
- intervención, 86, 194, 198 evitación, 34, 136, 191, 298
factores:
- biológicos, 112 - predictivos, 107 - psicosociales, 112 falso Self, 289
familia, 46, 143, 175, 198-199, 265 - aglutinada, 279
- con transacción esquizofrénica, 42 - desligada, 160
- desorganizada, 241, 248 - extensa, 43
- multiproblemática, 175-176, 181, 241-242 - nuclear, 43, 56, 74, 199
- rígida, 241 fase:
- anal, 27
- de la desvinculación, 56 - fálica, 27
- período de latencia, 183 - pregenital, genital, 27 - oral, 27
Federn, P, 116
fenotiacinas, véase neurolépticos fijación, 25, 158
Fliess, W.,
fobia, véase neurosis fóbica folie á deux, 252 formación reactiva, 34 Foucault, M.,
15, 16, 17 Freud, A., 31-34, 116, 135 Freud, S., 18, 19, 22-24, 25, 29, 30, 31, 34-
35, 40, 49, 71, 136, 146-147, 151, 157, 158, 252, 264, 266, 304
Fry, P, 136
fuga de ideas, 88
funciones intelectuales, 231
Gay, P, 188, 252 genética, 88, 204 Glover, E., 48, 270
Haley, J., 50, 145, 188, 224 Heimann, P., 36-38 heroína, véase toxicomanía
hiperactividad, 85, 88 hiperhidrosis, 219 hiperprotección, 298 hipersexualidad, 88
hipertensión arterial, 299 hipnosis, véase Erikson, M. hipocondría, 173
hipodotado mental, véase retrasó mental Hitler, A., 253
Hoff, P., 20
holding, intervención de, 192-193, 195,198-199,201, 202
Hollingshead, A., 174, 207 homosexualidad, 245, 246
identificación proyectiva, 39-41, 144-115, 252 Imno, véase antidepresivos
impotencia, 23 - coeundi, 165 impulsividad, 182 incorporación del objeto, 27
individualización, 49-50, 74, 75, 142, 209, 279 - afectiva, 226
- dificultad de, 47, 206 - niveles de, 49, 142 - primera, 206
- proceso de, 43, 65
- segunda, 203, 206, 209 insomnio, 85, 88, 219 instigación, 210-211 instinto de
muerte, 169 institucionalización del anciano, 230, 232-235 introversión, 219
intuición, 41
Jackson, D. D., 46 Janet, F., 157 Jaspers, K., 50-52
joven adulto en fase de organización, 54, 141-144 jubilación, 234
juegos:
- familiares, 203 - psicóticos, 218 Jung, C. G., 15
Kanner, 1.., 189-190 Kernberg, O., 39, 52, 95 Klein, M., 30, 34-36, 37, 39, 81, 171,
210 Kraepelin, E., 20-21, 51, 68, 81, 82, 88 Kretschmer, E., 97
ÍNDICE ANALÍTICO
Laplanche, J., 51, 146 lapsus, 26
lenguaje, 174-175, 190, 202, 206, 207 libido, 27
Lidz, T., 97 límite:
- adaptación, 87
- personalidad, 41, 52, 130
- situaciones, 51, 69, 82, 95-96, 97, 100, 104, 106, 108, 126, 225, 270, 289
límites, 67 logorrea, 85, 88 luna de miel, 270
317
manía, 81, 88, 129 maníaco:
- estado, 85 - crisis, 69, 85 - trastorno, 81, 85
Me Glashan, T. H., 82-83, 1o6-1o9 mecanismos de defensa, 25-26, 39, 142, 208
memoria, 231, 232
Menninger, K., 19
miembro prestigioso, 271-272 Minuchin, S., 182, 297 mongolismo, 207
multifactorialidad, 301
negación, 159 neurolépticos, 80, 89 neurosis, 50, 52, 56, 133-165, 182-183 -
-actuales», 162, 266
- área de las, 45, 52, 56, 133-165, 182-183
- de angustia, 53, 81, 84, 146, 163, 230, 234 - de ansiedad, 145, 147-151, 163,
237
- de conversión, 84
- de transferencia, 45, 52, 84, 144, 163-164 - depresiva, 53, 161, 163
- etiología, 30
- evolución de las, 49
- fóbica, 136, 144-145, 147-149, 152, 161, 164, 173, 182, 2o6
- histérica, 84, 144-145, 161, 164, 182 - narcisística, 164-165
- obsesiva, 23-24, 97-102, 109, 144-145, 153, 161, 164
niño, 54, 135, 242
- desarrollo libidinal, 27
- formación de los síntomas, 167-174 - trastornos psiquiátricos del, 167-215
objeto, 252
- bueno, 127, 272 - malo, 127, 272 oligofrenia, véase retardo mental Olivenstein,
C., 47-49 opiáceos, véase toxicomanías
padre periférico, 265
paradójico: véase también contraparadójico
318
LA CAJA DE PANDORA
ÍNDICE ANALÍTICO
- mensaje, 271
- terapia, 87 52, 72-73, 104,
paranoide, paranoia, 36-38,
1251126, 127, 252, 260
parejas, 84, 136, 143-144, 154, 160, 189, 224-225,
124, 236
Parkes, C. M., 264
paso al acto, 45, 181, 242
patologías intersistémicas, véase desarrollo pérdida, véase duelo
persecución, 77 personalidad, 34, 41, 231 pícnico, 89
Pinel, P, 15-17, 20, 88 Pontalis, J. B., 52 posición depresiva, 127-128 posición
esquizoparanoide, 39, 127 potencialidades cognitivas, 190 preadolescencia, 218-
228, 279 preconsciente, véase psicoanálisis prognosis, 108
proyección, 33, 39-41 pseudomutualidad, 69 psicastenia, 50, 219, 266
psicoanálisis, 25, 162, 307-309 psicodinámica, véase psicoanálisis psicofármacos,
80, 159-160, 315-319 psiconeurosis de transferencia, véase neurosis de
transferencia
psicopático, véase desarrollo psico- y socio-pático psicosis, 34-39, 50, 52, 53-54,
68, 128-129, 172, 206, 298
- amorfa, 109
- área de las, 44, 279 -- cíclica, véase manía - clasificación, 111
- delirante crónica, 128, 252 - fragmentaria, 109
- maníaco depresiva, 124 - productiva, 124
- restringida, 100
- vivencia psicótica, 36
psicosomática, 144, 182, 189, 206, 234, 290, 302 psicoterapeutas, 304
psicoterapia, 260, 304, 309-310 - cognitiva, 159, 310
- familiar, véase terapia sistémica psiquiatría, 17-18
pulsiones, 22, 26
racionalización, 301 reacciones, 52, 54 rectocolitis ulcerosa, 290, 293, 298
Redlich, D., 174, 207
reflexiones sobre la propia persona, 34 Reik, -C, 18
relaciones objetales, 39 represión, 26, 34, 40, 54-55, 183 reprimido, 26-27
retraso mental, 190, 205-209 rigidez, 298
sales de litio, 89 Searles, H. P., 91, 92, 93 seguimiento, 106, 278 Self, 39, 172,
252
- diferenciación del, 41-43
Selvini Palazzoli, M., 81, 90, 218, 253-254, 279-280 separación, 49, 143, 170
sexualidad, trastornos de la, 144, 162, 245, 266 Shatzman, M., 18
síndrome de Down, véase mongolismo síndrome disociativo, véase esquizofrenia
Singer, M., 83, 97, 103
sintaxis terapéutica, 67, 69, 203, 255, 314 síntomas, 28-29, 167, 174, 273
- mecanismos, 24 - productivos, 78 - sentido de los, 24 sistema, 47-48, 303 -
abierto, 46
- carcelario, 242, 260, 271
- de la opinión pública difundida, 242 - humano, 46
- laboral, 242 - represivo, 242 - sanitario, 242, 260 sistémico, 42-50, 113
sobredosis, 263 socialización, 211 sociopático, véase desarrollo psico- y socio-
pático Stierlin, H., 95, 253, 300-301
sueños, 26 sueño:
- ritmo sueño-vigilia, 206 - trastornos del, 182 suicidio, 229, 243, 271 Sullivan, H.
S., 71, 72, 125, 225 supervisión, 177
super-yo, 35
terapia, 305-319
- cognitiva, 310-311 - de choque, 314-315 - familiar, véase terapia sistémica -
farmacológica, 315-319
- individual, 265 - sistémica, 312-314 tercera edad, 54-56, 84, 229-239
timolécticos, véase antidepresivos tioxantenos, véase neurolépticos tipología,
véase clasificación toxicomanía, 198, 261-278, 280, 289 - tipo A, traumática, 263-
265
- tipo B, de área neurótica, 265-269 - tipo C, de transición, 270-274
- tipo D, sociopática, 274-277 tranquilizantes, véase ansiolíticos transacción
esquizofrénica, 50 transferencia, 41
transformación en lo contrario, 33, 34 trastorno bipolar, véase ciclotimia trastorno
monopolar, 81, 88
trastornos afectivos mayores, véase depresión; manía Wynne, L., 44, 83,
977, 103 travestismo, 245-246
triángulo perverso, 265 Tuke, S., 15, 17, 20
Yo, 28-35
- defensas del, 25 - fuerza del, 30, 48 - fusión del, 43
- individual y colectivo, 42
úlcera gástrica, 299
vaginismo, 165 Watzlawick, P, 46, 136
Zappella, M., 190-193, 194-195, 202 Zubin, J., 112
Contra-portada.