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GUÍA DE ORACIÓN CONSIENTE transpersonal

Relajada, relajado, sin ninguna expectativa, sin ningún esfuerzo, sin ninguna prisa,
sin ninguna tensión, vas a vivir este tiempo de oración como descanso, como
aprendizaje de dejarte descansar, dejarte ser en aquel que eres, en aquel que
somos.

Para eso, comienza tomando conciencia del anhelo que hay en lo profundo de ti.
No pienses en él, siéntelo. Entra en tu interior y acércate, no sólo al anhelo que hay,
sino al anhelo que eres: anhelo de vida, anhelo de ser, anhelo de plenitud, anhelo
de Dios. Déjate sentir ese anhelo, de modo que sea el que te conduzca en todo tu
momento y todo un proceso de oración. Siente solo tu anhelo.

Acércate ahora a tu cuerpo. Toma conciencia de él, escuchándolo, sintiéndolo.


Puedes recorrerlo de los pies a la cabeza, sintiendo cómo está. Y, al tiempo que lo
escuchas, permite que se vaya aflojando, relajando.

Toma conciencia ahora de tu respiración. Respira dos o tres veces profundamente.


Puedes empezar comprimiendo suavemente la pared abdominal para, de ese
modo, expulsar el aire desde lo hondo de tu cuerpo, suavemente, por la boca. A
continuación, también con suavidad, inspiras por la nariz, acompañando todo el
recorrido del aire hasta lo profundo de tu cuerpo. Ahí, lo mantienes un momento,
sintiendo esa aparte de tu cuerpo. Seguidamente, vuelves a espirar suavemente
por la boca. Haz este ejercicio dos o tres veces.

Acércate ahora a ese lugar en lo profundo de tu cuerpo de dónde nace la


respiración profunda, tu centro vital, en la zona del vientre. Siente ese lugar. Y, a
medida que lo acoges y lo sientes, percibe la calma que habita ahí. Ese es tu lugar
de paz, tu lugar de serenidad. Ahí todo está en calma. Siéntela.

También en ese mismo lugar, ábrete a sentir la vida que te habita, la vida que eres.
Puedes sentirla, en lo profundo de tu cuerpo, como ensanchamiento, como calor,
como fuerza, como densidad. Ábrete a sentir la vida que te sostiene. En ese lugar
eres siempre vitalidad.

En ese mismo lugar, ábrete a acoger tu propia identidad, a sentirte a ti mismo. Si te


ayuda, puedes pronunciar interiormente tu nombre y, a medida que lo pronuncias,
puedes reconocerte y disentirte a ti mismo en lo profundo y lo íntimo de ti.

Al pronunciar interiormente tu nombre, favorece que emerja un sentimiento cálido


de cariño, de aprecio hacia ti. Un sentimiento vivo y sostenido. Un sentimiento de
cariño que pueda ir creciendo y te puede ir envolviendo. A la vez que pronuncias
interiormente tu nombre, puedes añadir: te quiero tal como estás, te quiero tal
como eres. No necesitas ser diferente para poder querer; pues amarte tal como
estás, tal como eres.

Ahí mismo, deja que viva tu amor hacia todas las personas, conocidas o no,
acogiendo las presencias que vayan apareciendo dentro de ti y envolviéndolas
amorosamente. Deja que ese mismo amor alcance e incluye a todos los seres.
Y, desde ese sentimiento vivo de amor hacia ti y hacia todo ser, ábrete a la
presencia con mayúscula, a la presencia que te habita, al misterio, a Dios. No
quieras tener ninguna idea, ningún concepto, ninguna imagen. Ábrete,
Sencillamente, a ese misterio que es más tu que tú mismo, el ministerio que te
habita en el centro íntimo de ti y que pueda hace ser.

Al abrirte así a esa presencia, consiente en dejarte amar, en sentirte amado por el
fondo amoroso que llamamos Dios. No tienes que hacer nada, sino consentir a la
realidad de que estás siendo amado, y descansar en ella.

Al mismo tiempo que vas descansando en esa realidad, déjate permanecer. No hay
nada más que hacer. Sólo permanecer en él. Sin esfuerzo, sin expectativas, sin
tensión… Permanecer

Al tiempo que permaneces, déjate sentir, en lo profundo de ti, la entrega que eres.
Es la entrega de ti mismo. Esa actitud de entrega se convertirá en desapropiación,
libertad interior y disponibilidad.

PRÁCTICA DE LA AMABILIDAD AFECTUOSA HACIA SÍ MISMO

 Cierra los ojos y lleva tu atención a la zona del corazón


 Haz tres respiraciones lentas, profundas y relajadas, desde el
corazón.
 Fórmate una imagen de ti mismo/a: observa tu postura como si
estuvieras viendo desde fuera. Siente las sensaciones de tu cuerpo. Y coloca
amorosamente la mano sobre tu corazón.
 Conecta con el deseo de vivir en paz y feliz: “así como todos los seres
desean ser felices y estar libres del sufrimiento, que yo sea feliz y esté libre
de sufrimiento”. Permítete sentir el calor de esa intención amorosa.
 (si detectas una sensación dolora, lleva amablemente tu atención
hacia ella y siéntela. No tejas ninguna historia a su alrededor;
sencillamente, siéntela. Coloca tu mano en el lugar de tu cuerpo donde se
localice la sensación, o directamente sobre el corazón).
 Ahora, manteniendo la imagen de ti mismo/a, y sintiendo la buena
voluntad en el corazón, repite las frades siguientes en silencio y
suavemente:
 Que sea feliz.
 Que este sana/o.
 Que viva a gusto.
 Que me sienta segura/o.
 Deja que cada frase signifique lo que dice. Si es necesario, repite una
frase varias veces para mayor claridad. Puedes repetir también una sola
palabra de la frase.
 Tomate tu tiempo. Mantén una imagen de ti misma/o en el ojo de la
mente, disfruta del corazón amoroso y disfruta del significado de las
palabras. Cuando observes que tu mente vaga, lo que ocurrirá pasados
algunos segundos, repite de nuevo las frases. Si las palabras se quedan sin
sentido, visualízate y ofrécete las palabras de nuevo. Con la mano en el
corazón, recuerda tu intención de llenarte de amabilidad afectuosa: luego
vuelve a las frases.
 Deja que este ejercicio sea fácil. No lo hagas difícil o duro. La
amabilidad afectuosa es la cosa más natural del mundo. Siempre surgirán
distracciones; cuando las notes, suéltalas y vuelve a las frases. Cuando tu
intención vague, vuelve a darte amor a ti mismo/a.

PRACTICA PARA CRECER EN COMPASIÓN

Respira profundamente dos o tres veces. Cuida que tu respiración sea profunda,
pausada y atenta.
Nota como el aire llega a lo más profundo de tu cuerpo, y haz una pausa,
tras la inspiración y la exhalación, sintiendo esa zona profunda, llena de aire o
vacía…

Visualízate a ti mismo a tu misma…, como si estuvieras sentada/o frente a ti.


Mantén la visualización hasta que la imagen de ti vaya tomando “densidad” y se
afiance.
Siente amor hacia ti. Repítete a ti mismo/a: “deseo que seas feliz, te amo,
deseo profundamente tu bien”.
Siente amor hacia ti.
Reconoce que has cometido errores, que has sido injusto/a y negativa/o,
pero aun así mereces todo tu amor.

Ahora visualiza ante ti a tu mejor amigo/a, o la persona que más quieres. Siente su
presencia, siente su ser. Expande tu corazón y envuelve a esa persona en tu amor.
No ignoras lo que no te gusta de él/ella; también tiene defectos y comete
errores, pero aun así merece todo tu amor.
Desea de corazón que se feliz: “te quiero, deseo que seas feliz, quiero que
reconozcas tu verdadero ser; deseo profundamente tu bien”.
Siente el amor hacia ella.
Visualiza ahora a alguien con quien te llevas mal, con quien has tenido problemas
te ha herido o con quien tienes dificultades de relación.
Sus defectos e imperfecciones no le hacen menos merecedor de tu amor. La
naturaleza de su ser no es diferente de la tuya.
Permite que aflore el amor gratuito y desapropiado que hay en lo profundo
de ti.
Imagina ahora a todas as personas, a todos los seres.
Y siente amor hacia todos.
Siente que eres amor. Permanece unos minutos en esa experiencia.
Si el silencio crece y se hace más intenso, acoge sencillamente el amor que es… y
déjalo ser.
Hasta que, sencillamente, te dejes en un desnudo estar, en la pura
consciencia de ser.

OCHO MANERAS PARA APRENDER A PERDONAR

1. Haz una lista de las personas a las que no puedo perdonar.


2. Escoge una persona y expresa tus sentimientos.
3. Busca los motivos de aquellos actos en aquella persona. No juzgues
los motivos; intenta comprenderlos desde la debilidad, la inmadurez su
historia de vida o la torpeza de la persona.
4. Escribe lo que puedes agradecerle.
5. Utiliza la fuerza de las palabras:
 “para mi propia felicidad, calma y libertad, perdona
a…”
 “perdono a… “(también en voz alta; incluso aunque el
sentimiento de perdón no aparezca, puedes decirlo
simulándolo. repítelo durante más de diez minutos y, si es
posible, durante media hora.
6. Escribe aquello de lo que querrías disculparte con esa persona
(cuanto mas mejor)
7. Escribe lo que hayas aprendido.
8. Declara: “le perdono”.
Y repite: “gracias… (el nombre de la persona)”, mientras recuerdas su cara,
cada día durante más de 5 minutos.

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