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01 - Resumen
01 - Resumen
El sector agropecuario o sector primario está formado por las actividades económicas
relacionadas con la transformación de los recursos naturales en productos primarios no
elaborados. La palabra " agropecuaria" o "agropecuaria", es un adjetivo que se utiliza
para decir "que tiene relación con la agricultura y la ganadería". Es la actividad humana
orientada al cultivo del campo y la crianza de animales. Reúne las palabras "Agricultura
y Pecuaria". La agricultura es el cultivo de la tierra para sembrar alimentos; y la Pecuaria
que es sinónimo de ganadería que es la crianza de animales con fines de producción
alimenticia. Usualmente, los productos primarios (agropecuarios) son utilizados como
materia prima en la producción industrial. Las principales actividades del sector primario
son la agricultura, la ganadería, la silvicultura, la apicultura, la acuicultura, la caza y la
pesca. .
Además, el mandato de Carlos III, en el sentido de que las colonias debían proveer a
España de materias primas, ayudó al auge agrícola.
Con los recursos de la reforma tributaria se requiere, con carácter urgente, incrementar
la presencia permanente de las Fuerzas Militares y la Policía Nacional en todo el territorio
del país, así como el afianzamiento de las instituciones judiciales. La Nueva Fuerza
Democrática espera que estos recursos sean destinados para este fin.
Sin desconocer que la caída de los precios internacionales en productos como el café,
las flores, el banano y el algodón, entre otros, ha sido factor preponderante de la actual
crisis, la situación de precios se ha visto agravada ante la imposibilidad de mantener en
esta coyuntura una tasa de cambio real, que aliviara, al menos en parte, el efecto
negativo del mercado internacional.
Para el sector agrícola es imprescindible que, tanto en la Caja Agraria como en el sector
financiero, se revisen las condiciones de prórroga para créditos vencidos para algunas
regiones y sectores que han sido golpeados duramente por algunos de los factores que
inciden en la crisis: la inseguridad, el verano, la baja de precios internacionales, las
dificultades de mercadeo, el contrabando, etc.
Durante los primeros nueve meses del 2015, el PIB agropecuario creció 2.9%,
comparado con el mismo periodo de 2014, lo que indica un incremento de 0.1 puntos
porcentuales por encima del nivel reportado un año atrás (2.8%) e inferior al total
acumulado de la economía nacional que reporta un 3.0%. El crecimiento se atribuye al
buen comportamiento de la producción cafetera que de enero a septiembre acumula un
alza de 11.5% y de renglones pecuarios como porcicultura (11.8%) y avicultura de carne
(6.0%).
Sin embargo, descontando el café se puede observar que el sector agrícola tuvo solo un
1.1% de crecimiento. Con excepción de arroz (12.9%), palma de aceite (9.9%), cacao
(15.8%) y frutales (7.1), que mostraron importantes incrementos en sus niveles de
producción; los demás cultivos tuvieron comportamientos moderados e incluso
descensos significativos, de acuerdo con la información gremial. Este es el caso de
cultivos como maíz (-18.4%), sorgo (-36.7%), cebada (-41,3%), trigo (-42,9%), algodón
(-22,8%), tabaco (-13,1%), soya (-8.8%), frijol (-8.2%) y hortalizas (-4.4%).
Por eso, y a pesar de la variación del PIB del sector, reportada al tercer trimestre de 2015
(4.5%) y que en su momento produjo mayor optimismo; la SAC mantiene su estimativo
de crecimiento agropecuario entre 2.5% y 3%, al finalizar el año.
La tasa de interés de referencia, que entre 2013 y hasta el primer trimestre de 2014
estuvo en un nivel mínimo de 3.25%, en diciembre de 2015 se ubicó en 5.75%. Aunque
soportado en la necesidad de compensar los desequilibrios en las cuentas externas y
controlar la inflación, el aumento en el costo del capital continuará teniendo efectos
negativos en la inversión privada, y ello afectará el crecimiento del agro en 2016.
A lo anterior, hay que agregarle la incidencia del fenómeno de El Niño en las zonas
rurales de Colombia, que continuará afectando las cosechas, especialmente de cultivos
de ciclo corto, como maíz, arroz, papa y hortalizas, así como la producción de leche y
carne –por su efecto en los pastos- y afectando de manera directa e indirecta los costos
de alimentos de la canasta familiar.
En sociedades pobres la fuente principal del ingreso directo es la tierra, por eso no hay
duda de que la desigualdad empieza en la agricultura con su distribución. En esto
coincidieron la mayoría de los panelistas invitados a la Cátedra Manuel Ancízar de la
Universidad Nacional de Colombia en Bogotá, en una nueva sesión sobre la problemática
agraria, en la cual se debatió sobre el modelo de desarrollo en este campo en los últimos
40 años, con resultados no muy alentadores para el país.
Entre otros aspectos, se discutió con respecto a que un desarrollo económico agrícola
más alto y más igualitario no es el único beneficio de una estructura agraria de pequeñas
propiedades, sino que contribuye a un crecimiento general más saludable.
Como un buen ejemplo de este modelo en el último medio siglo se mencionó a Taiwán,
Estado que tiene tal vez el nivel de desigualdad más bajo de todos los países en
desarrollo; por eso, esta nación ha crecido más rápidamente que casi todos los países
del mundo.
En el otro extremo, países como Colombia han permitido que la tierra se concentre en
pocas manos o que haya sido ambigua la titularidad de muchas tierras. Esto ha
ocasionado tensiones continuas, que bajo condiciones desfavorables degeneran en
violencia.
“Los esfuerzos para modificar la estructura agraria son procesos políticos cuyos
resultados dependen principalmente del equilibrio del poder político entre las fuerzas
contendientes. De modo que la primera y más importante pregunta acerca de la
experiencia en un país se refiere al carácter de ese equilibrio. En América Latina, rara
vez ha habido muchas oportunidades para que se creen las condiciones favorables para
los enfoques tradicionales de la reforma agraria”, señaló Albert Berry, profesor emérito
de Economía de la Universidad de Toronto.
Otro de los aspectos que afectó al sector agrícola fue en el año de 1990, cuando el país
llevó a cabo una apertura indiscriminada, en donde estableció aranceles para todos los
productos de la economía del 12% en promedio. Se presentó una entrada masiva de
productos de importación que desplazaron la producción agrícola.
“Esas importaciones se hicieron a cambio de una menor área agrícola, de manera que
en siete años el área agrícola del país bajó en la tercera parte, disminuyó 700 mil
hectáreas, las cuales están representadas en importaciones de productos del sector
agropecuario. ¿A cambio de qué? A cambio de nada”, afirmó Eduardo Sarmiento,
ingeniero, economista y escritor colombiano.
Para Daniel Libreros, profesor de Ciencias Políticas de la U.N., el mayor problema es el
hecho de que se haya preservado una estructura hacendataria desde el siglo XIX que se
profundiza en el siglo XX con la guerra civil interna y todo lo que es paramilitarismo.
“Todo esto llevo a consolidar un régimen que hoy, según las propias estadísticas
oficiales, presenta un cuadro en donde el 1% de las familias ricas en el campo concentran
aproximadamente el 60% de la tierra apta para producir, eso de alguna manera no es
presentable. Y al mismo tiempo ese poder de la tierra económico también da poder
político”.
EL DESARROLLO LEGISLATIVO
2. Ley 100 de 1944, que calificó a los contratos de arrendamiento y de aparcería como
de utilidad pública y decretó la ampliación de diez a quince años como causal de
restitución al Estado de los predios no explotados
3. Ley 135 de 1961, creó el Comité Nacional Agrario, conformado por representantes de
los partidos políticos, del Congreso, la Iglesia católica y las Fuerzas Armadas se
fundamentaba en tres lineamientos estratégicos para adelantar el proceso de reforma
agraria en Colombia:
a. dotación de tierras a campesinos carentes de ellas; b. adecuación de tierras para
incorporarlas a la producción, y c. dotación de servicios sociales básicos y otros apoyos
complementarios.
Los principales programas que se han tratado para lograr llevar a cabo una distribución
de la propiedad de la tierra son:
Todo esto nos lleva a pensar que si bien se han realizado toda una serie de leyes en
“favor de los menos desfavorecidos” han sido los más favorecidos los que se han
beneficiado de dichas leyes, ya sea por abuso de la normatividad o por utilizarlas como
forma de distracción de quienes solicitan el derecho a la propiedad en un país donde
solo han contado con este derecho una minoría “selecta”
EL CONFLICTO ARMADO
¿Pero de dónde viene el “problema de la tierra”? Un recorrido histórico por los últimos
siglos demuestra que este se remonta bastante lejos en el pasado y que se ramifica
hasta el presente.
Durante la rebelión de los Comuneros, estos exigieron derogar los resguardos por
considerarlos improductivos y porque no pagaban la misma cantidad de tributos que los
criollos.
• La expansión de los grupos paramilitares y del conflicto armado, que han propiciado
desplazamientos de población y apoyado procesos de concentración de la propiedad de
la tierra en cabeza de narcotraficantes, ganaderos, especuladores y de los mismos
dirigentes del paramilitarismo;
• La economía del narcotráfico que produjo en primer lugar una nueva capa de
compradores de tierra latifundistas, que elevó los costos del dinero y el crédito
fortaleciendo las causas de especulación con la tierra y que al mismo tiempo generó una
salida económica en las zonas de colonización a parte de los campesinos y jornaleros
desplazados por la violencia o por causas económicas;
• La apertura económica que aumentó en 700 % las importaciones de alimentos y
provocó una drástica reducción del área sembrada, especialmente en cereales.
Las reformas económicas que se aplican en Colombia como parte del proceso de ajuste
al Modelo de Desarrollo y la complejizarían del problema agrario, se constituyen en
elementos que propician la aparición y sostenibilidad de los cultivos ilícitos. A su vez, los
cultivos ilícitos en Colombia se articulan en los espacios territoriales, al interior de las
sociedades rurales y en sus sistemas de producción generando transformaciones
importantes en sus particularidades sociales y económicas. El documento relaciona el
conjunto de efectos generados tanto por las reformas como por los cultivos ilícitos en dos
regiones de la Amazonia colombiana y hace una lectura de los mismos buscando
identificar los elementos que configuran una nueva ruralidad y verificar la aplicabilidad
de los conceptos de nueva ruralidad sobre la problemática de los cultivos ilícitos en
Colombia. Algunas conclusiones finales son ofrecidas.
TENENCIA DE TIERRA
Tenencia de la tierra es la relación, definida en forma jurídica o consuetudinaria, entre
personas, en cuanto individuos o grupos, con respecto a la tierra (por razones de
comodidad, «tierra» se utiliza aquí para englobar otros recursos naturales, como el agua
y los árboles). La tenencia de la tierra es una institución, es decir, un conjunto de normas
inventadas por las sociedades para regular el comportamiento.
La seguridad de acceso a la tierra para la población rural pobre representa uno de los
factores clave para lograr tanto la seguridad alimentaria como el desarrollo agrícola
sostenible. La inseguridad alimentaria por su parte; conduce muchas veces a los
agricultores pobres a tomar decisiones que pueden poner en peligro su posibilidad de
mantener el control de sus tierras.
Según la FAO 3 (2012), los derechos de propiedad sobre la tierra, junto con la mano de
obra, forman el activo más común utilizado para producir alimentos destinados al
consumo familiar, así como cultivos comerciales que permiten a la familia o a los
individuos sufragar otras necesidades.
En América Latina, el deficiente desempeño del sector agrícola es una de las causas
principales del aumento de la pobreza y del déficit alimentario. Cada día aumenta
la importación de alimentos, la tierra improductiva y la producción de materias primas
para la exportación en detrimento de la producción de alimentos para el consumo interno
(B. I. D., 2005).
Esta problemática solamente no ocurre en los países de América Latina, sino, en la
mayor parte del mundo, es por ello que todos los investigadores, agricultores, deben
desarrollar líneas de trabajo que minimicen los problemas alimentarios que se
evidencian. Llevar a cabo el desarrollo local en cada uno de los países, constituye una
de las estrategias más precisas a desarrollar.
Es por ello que muchos países se trazan estrategias para aumentar la seguridad
alimentaria, tal es el caso de Cuba. Funes et al (2001) alude que una de las alternativas
para aumentar la alimentación de toda la población consiste en lograr la consolidación
de las Unidades Básicas de Producción Cooperativa estas ejecutan un conjunto de
medidas como la construcción de viviendas, fomento del autoconsumo campesino, uso
de la tracción animal, capacitación técnica en economía, gerencia y otras relacionadas
con la producción, como por ejemplo, el incremento de la producción de arroz; a partir
de la utilización de las mejores variedades, establecimiento de las nuevas tecnologías
de laboreo, recuperación y mejoramiento de suelos de baja calidad y modernización de
los sistemas de riego y drenaje. Al igual ocurre con las producciones de hortalizas,
viandas y tubérculos a partir de la introducción de nuevas variedades,
la reproducción acelerada de semillas y promoción de mejores atenciones culturales.
Otro ejemplo lo constituye el aumento de la producción de leche y carne vacuna, los que
se encuentran en correspondencia con la prioridad que se le ha brindado, al mejorar la
utilización de los pastos y la siembra de caña, king-grass y leguminosas para la
alimentación, la adecuación genética de los animales y la mejora de la reproducción de
los rebaños (Funes et al, 2001).
El modelo de reforma agraria redistributivo aplicado en Colombia desde los años sesenta
está agotado como posibilidad de resolver la cuestión agraria y la tenencia de la tierra;
así como se agotó rápidamente la ley 200 de 1936 en la solución de los conflictos
agrarios, en la clarificación de los derechos de propiedad y en la apertura de vías de
acceso a la propiedad rural por distintos actores económicos y sociales, se agotó también
y de manera rápida el nuevo esquema diseñado en la ley 160 de 1994 que buscaba, sin
decirlo, abrirle paso al funcionamiento del mercado de tierras. La forma como ha operado
hasta hace poco el subsidio del 70% a la compra de tierras, en un esquema de
negociación voluntaria entre propietarios y campesinos, ha desprestigiado nuevamente
la labor del Estado en su tímido intento por facilitar el acceso a la propiedad rural.
El fracaso también está relacionado con el hecho de que no hubo decisiones políticas
para modificar los factores de poder al interior de la estructura agraria, y para facilitar y
promover el ascenso social y político de los pobladores rurales, vía su incorporación a la
modernización y la modernidad, dentro de una democracia participativa, y con la apertura
de alternativas de empleo e ingreso rurales que garantizaran un aumento en el bienestar
y desestimularan flujos migratorios no generados en un desarrollo industrial.
Siendo la reforma agraria un instrumento, a la vez que una estrategia para el desarrollo
rural, Colombia se dedicó en los últimos cuarenta años a implementar un modelo de
desarrollo rural sin acceso a la propiedad rural, y con pocas fortalezas para garantizar
los derechos de propiedad. Se realizó así un desarrollo rural instrumental con enfoque
productivista, sin una estrategia de transformación de las estructuras políticas y sociales
en el campo, y menos con una propuesta de articulación ordenada, equitativa y
sostenible entre el campo y la ciudad. Lo urbano y lo rural se engendraron como dos
polos opuestos y contradictorios, en lugar de una dupla articulada que podría potenciar
el desarrollo sin conflictos. El criterio de entregar tierras de alto costo a campesinos con
altos índices de analfabetismo, sin redes sociales organizadas, carentes de capital social,
atendidos por organizaciones públicas con altas dosis de ineficiencia y corrupción,
actuando con criterios centralistas y en defensa de intereses no públicos, acabó con las
posibilidades de transformar el sector rural.
Colombia se urbanizó antes que solucionar su problema agrario y dejó un sector rural
propicio a los conflictos, con una agricultura de baja competitividad. Hoy, la reforma
agraria cobra actualidad en Colombia porque ella no se ha hecho. Pero debe diseñarse
bajo otros parámetros, con otra institucionalidad y dentro de una verdadera estrategia de
cambio y transformación. Esa reforma requiere que el Estado deje el monopolio y control
absoluto de todas las operaciones y actividades que ello implica; avanzar en una
verdadera descentralización, concentrar las acciones por áreas geográficas para hacer
eficiente el uso de escasos recursos, desburocratizar los aparatos del Estado y aplicarles
mecanismos de rendición de cuentas, disminuir los costos de transacción en operaciones
con pequeños productores, fortalecer el derecho de propiedad y adecuar los mecanismos
de apoyo para el desarrollo de la agricultura y para hacerla una actividad rentable y
segura. Seguir intentando una reforma agraria con modificaciones de organigramas en
aparatos del Estado que han perdido credibilidad y confianza, y sin modificar los
esquemas tradicionales donde los buscadores de rentas siempre están presentes, es
seguir engañándose y repetir los fracasos de este siglo.
Las Zidres, dice la iniciativa, tendrán que estar ubicadas en regiones del país que estén
aisladas de centros urbanos, que carezcan de infraestructura, y que en general requieran
de grandes inversiones para su desarrollo. La diferencia con las zonas de desarrollo
empresarial creadas por la Ley 160 de 1994 radica en que, mientras que estas últimas,
aunque nunca fueron reglamentadas, están pensadas para constituirse en tierras
baldías, las Zidres pueden estar en cualquier tipo de propiedad: baldíos, propiedad
privada, etc. El ejecutor de la Zidres podría comprar, arrendar, asociarse, entre otros,
hasta completar el área que requiera para su proyecto, es decir, no hay límites como la
UAF.
El principal argumento con el que el Gobierno ha querido curarse en salud es que las
Zidres no tienen nada que ver con la titularidad de la tierra. “Cuando haya predios baldíos
en ningún caso se hará el traslado de título de propiedad y se tendrá que cumplir con un
pago de contraprestación de dinero que irá al fondo de desarrollo rural para proveer la
infraestructura necesaria para el desarrollo de la Zidres.
Conclusiones
Los argumentos frente a que una reforma agraria será necesario para el crecimiento
económico han perdido la vigencia hoy día, en lo que se ha denominado “la sociedad de
la información”, lo que verdaderamente hoy prima es la distribución del conocimiento, por
lo que una reforma agraria entendida como una mera distribución de tierra no aporta las
mejoras sustanciales en crecimiento, una reforma agraria que no venga acompañada de
infraestructura, dotaciones y capacitación no contribuirá a un desarrollo económico de la
nación. Esto es una de las principales diferencias con los casos exitosos de reforma
agraria que están representados por los países que forman la última generación de
sociedades industriales, en las cuales el énfasis más importante se puso en la promoción
y el desarrollo del capital humano: los países del este y sureste asiático.
La experiencia de Colombia demuestra que distribuir la tierra sin darle a los beneficiarios
los medios para hacerla productiva, no es efectivo y por lo tanto, no promueve el buen
uso del recurso escaso.