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+++al Perder La Voz
+++al Perder La Voz
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Tomado de: www.psicoalvarez.org
pero de corto alcance ya que era obvia su ineficacia sobre los fenómenos de
goce. Por otra parte no había en el paciente ningún atisbo de implicación
subjetiva. Era claro para mí, que una maniobra que diera lugar a la
emergencia de algo distinto era necesaria. ¿Pero cuál? Finalmente, ¿por qué
venía a verme? Esta pregunta, no deja de tener relación con la pérdida sufrida
por el paciente. Es entonces necesario intentar ubicar qué es lo que este sujeto
ha perdido al perder la voz. Dicho de otro modo, se trata de precisar la función
que ha cumplido el Fenómeno Elemental, devenido durante un tiempo el
partenaire privilegiado en la economía subjetiva de este paciente.
Las coordenadas del desencadenamiento muestran al sujeto frente a la
imposibilidad de responder ante lo que se presentifica como una amenaza de
castración en lo real. Ya sea cuando se trata de la indicación de cirugía por
parte del médico del padre o en el encuentro con el cuerpo de una mujer en
una relación sexual. En ambas situaciones, el sujeto se ve confrontado con el
vacío promovido por la forclusión; siendo en la segunda oportunidad que se
produce la emergencia del fenómeno alucinatorio.
Respecto de este fenómeno es notorio que pueden diferenciarse dos momentos
diferentes. Un primer tiempo en el que se produce la emergencia de las voces
y un segundo, que se corresponde con la atribución subjetiva a las mismas.
Dos tiempos que indican el pasaje, en una economía mínima, de la perplejidad
a una estabilización efectiva determinada por la estructura.
La atribución subjetiva instaura, una localización del sujeto con relación a un
Otro, promoviendo una fijación de sentido y goce sin el recurso de una
elaboración delirante. Se logra una solución a la que el sujeto ofrece un
consentimiento decidido. Estar entregado a Dios lo preserva de la xenopatía,
del tormento de padecer una imposición enajenante. Es el trayecto a partir del
cuál puede darse un viraje del "eso habla de él" a un Otro que al dirigirse al
sujeto, lo fija en una posición.
Al perder la voz, el sujeto pierde al Otro, y con éste, su posición. Ante el vacío
generado con su retirada, el sentimiento de una desposesión fundamental
parece adquirir el carácter de una certeza inconmovible. Sin embargo, un
llamado comienza a insinuarse.
Al poco tiempo de iniciados nuestros encuentros, comienza a faltar con cierta
frecuencia, estableciendo una discontinuidad que consideré plausible de ser
utilizada.
EPILOGO