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ué tendrían en común la desa-

parición del bote, el caballo


perdido, el arenque de la viuda,
fe
el chaleco salvavidas, el vidrio de la ventana, la
turba perdida, el resorte de reloj oxidado o las
extrañas huellas en la tierra, y la Caverna de
McCullen?
¿Quién ordeñaba la vaca de la a n c i a n a \<
dejaba una nota que decía: "No se preocupe poi
Nancy esta mañana"?
R o y s e propuso descubrirlo. Puesto t | u < | > >
recia haber algún tipo de < o i i r \ i < > n con l.i < , i \ « - i
na, Roy fue a explorar ;i!ií. I ,a ca\cina estaba os
cura y tuvo que enti - ar gateando, 'leniblando .1
medida que se adcniraba l ú e a d a i , par:) su sor
presa, con una p u e r t a . Miro con < '.idad i
través de la ranura y a l l í . . .
Pero, ¿por que no lo lees l u m i s i n o \I •'
bres el misterio de la < avern;i?

H W'

•!l
I lili
1

retado

Al mirar hacia atrás, a través de los años, to-


davía puedo ver ese antiguo y pintoresco pue-
blo en la costa noroeste de Escocia, escenario
donde se sitúa esta historia. Recuerdo cuando,
del barco de vapor proveniente de Glasgow,
descendí al pequeño bote que me llevó a la cos-
ta. Puedo ver a los residentes del pueblo que
esperaban las cartas —y a los pasajeros— con
ansias y gran curiosidad. Detrás de ellos esta-
ban sus cabanas de techo de paja, todas dis-
puestas en fila a lo largo de la costa.
Recuerdo cuando visité muchas de esas ca-
banas, también la del guardabosque que estaba
tierra adentro y era la única con dos pisos y te-
cho de tejas. Vuelvo a ver el extraordinario pa-
norama que se apreciaba desde la cima de las
montañas circundantes, esa vista maravillosa
del mar ondulante, las islas envueltas en nebli-
na y la puesta de sol.
Allí, en ese precioso y solitario lugar, nació
El secreto de la caverna. Es mi deseo que esta
historia inspire a los niños de todo el mundo a
encontrar su mayor alegría en el servicio, al re-
confortar y brindar felicidad a aquellos que lo
necesitan.
TÍO ARTURO

(3)
Título del original en inglés: The Secret ofthe Cave, Pacific
Press Publishing Association, Boise, Idaho, E.U.A., 1951. íncliice
Editora: Graciela R. de Mato
Traductora: Paola Canuti
Diseño: Eval Sosa 1. ¿Contrabandistas o espías? 7
Diseño de tapa: Néstor Rasi
2. Llega el "detective" Roy 17
IMPRESO EN LA ARGENTINA 3. El remo mágico y la cena mística 24
Printed in Argentina
4. La turba fantasma y el bote misterioso 35
Primera edición
MCMXCVín - 4M 5. El misterio en la casa del pastor 45
Es propiedad. © Pacific Press Publ. Assn. (1951). 6. La repisa sorpresa y el cortaplumas
© AGES (1998). colgante 56
Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723.
7. La persecución de medianoche y la
ISBN 950-769-016-6 pista equivocada 66
Edicione New Life, División AGES, Buenos aires, Argentina. 8. La vaca que se ordeñaba por sí sola
Tel. 761- 4802. FAX: 760-0416 y la luz detrás de la puerta 73

9. El gran desenlace 83
244 Maxwell, Arthur S.
MAX El secreto de la caverna - 1a. ed. - Florida (Buenos
Aires): Ediciones New Life, 1998.
96 p.; 20x14 cm.
Traducción de: Paola Canuti
ISBN 950-769-016-6
I. Título -1. Literatura religiosa

Impreso, mediante el sistema offset, en talleres propios.


060598
—36506—

(5)
CAPÍTULO 1

¿Gorntralbanclistas
o espías?

|ra el tema de conversación


de todo el pueblo. Todo otro asunto había sido
olvidado excepto la intrigante pregunta:
¿Quién estuvo anoche en la caverna de McCu-
llum?
El viejo Pedro Macdonald, un pastor monta-
ñés de barba gris, había permanecido hasta
tarde en las colinas con su rebaño. Al regresar
por un atajo escabroso junto a una playa cu-
bierta de rocas, pasó bajo la entrada de la anti-
gua caverna y se dio el susto de su vida.
Muchas veces, en la escarpada ladera, ha-
bía visto la entrada a ese gran agujero, con sus
puntas salientes. En su juventud había explo-
rado la mayoría de sus interminables, oscuras
y silenciosas galerías; pero ahora, para su
asombro, había escuchado sonidos muy extra-
ños que provenían de la boca de la caverna.
Aunque de alguna manera amortiguado, un
fuerte golpe, como el de un pesado martillo
Linternas en mano, el grupo penetró en la oscuridad. (7)
secreto de la caverna

íéa sobre unas maderas, llegó hasta


sus oídos. Para aumentar su sorpresa, por mo-
mentos a estos ruidos se sumaba un grito con-
fuso.
Por supuesto que no se asustó; no él, ¡un
experimentado pastor escocés! Sin embargo,
de pronto se acordó de las historias, que tantas
veces escuchara, que contaban que la caverna
estaba habitada por fantasmas. Entonces, a
paso rápido, completó su viaje de regreso al
hogar.
Ahora, todos hablaban de eso. ¿Quién había
estado en la caverna? Seguramente no había
sido ninguno de los habitantes del pueblo.
¿Por qué querría alguno de ellos estar en la ca-
verna a esas horas de la noche?
Una y otra vez se discutió, se descartó y se
retomó toda clase de teorías.
¿Podrían ser contrabandistas? Difícilmente.
No elegirían un lugar tan distante de todo cen- El viejo Pedro Macdonald estaba seguro de haber oído ruidos en la
tro comercial en el que pudieran deshacerse de caverna.

su mercadería.
—¡Espías! —sugirió alguien con la agitación ban del tema.
Dos niños, Osear y Bruno Maclaren, esta-
de aquel quien se le ocurre una gran idea.
Pero, ¿qué querrían unos espías en ese lugar ban muy interesados. Eran hijos del guarda-
tan solitario de la costa noroeste de Escocia? bosque que vivía en las afueras del pueblo. Re-
Esa noche, el pueblo de Longview estaba di- cientemente su madre había enfermado de
vidido en una cantidad de grupitos que habla- gravedad y su padre la acompañaba en el hos-
10 El secreto de la caverna ¿Contrabandistas o espías? 11

pital de Glasgow hasta que mejor i que que los hombres finalmente aceptaron, pero
los dos muchachitos, que tenían quince y trece con la condición de que prometieran seguir a
años, se hallaban solos. Por supuesto que se lodo el grupo a una distancia prudencial.
sentían tristes porque su mamá y su papá no Finalmente, una de esas largas tardecitas
estaban con ellos, pero como se llevaban bien de verano, en las que allá, en el lejano norte, el
entre sí, disfrutaron mucho de su inesperada sol no se pone hasta las diez de la noche, la
libertad. expedición inició su camino.
Iban de un grupo a otro y escuchaban las La caverna se hallaba como a cinco kilóme-
últimas versiones de la historia del viejo Pedro, tros del pueblo. Estaba ubicada un poco por
y con ansias recogían todos los detalles que se encima de la playa y llegar hasta ella era algo
le iban agregando a medida que el tiempo pa- difícil. Sin embargo, como hacía algún tiempo
saba. se habían construido algunos escalones en las
Al día siguiente, cuando los habitantes del rocas, la subida fue mucho más fácil. Por
pueblo decidieron que algunos de los hombres suerte la marea estaba baja, de lo contrario el
más valientes debían visitar la caverna y de es- grupo tendría que haberse acercado en bote
ta manera acabar de una vez por todas con hasta la entrada de la caverna.
esa situación, estos dos muchachitos estuvie- Un pequeño esfuerzo para subir los despare-
ron entre los primeros que se ofrecieron para jos escalones finalmente condujo a seis hom-
ir. Pero los hombres de más edad se negaron a bres y a los dos niños hasta la entrada, no sin
llevarlos. que sus corazones latieran un poco más rápido
—No, no —dijo alguien—. Supongamos que de sólo pensar con qué se podrían encontrar
allí hubiera espías o contrabandistas con ar- allí. Otros tantos que habían venido se queda-
mas, y supongamos que les dispararan, ¿qué ron en la playa. Algunos les gritaban a los dos
nos dirían su padre y su madre cuando regre- muchachos para que no subieran. Pero Osear y
sen? Bruno estaban resueltos a ver de qué se trata-
A pesar del balde de agua fría que echaron ba; y como su padre no estaba, no había nadie
sobre sus expectativas, Osear y Bruno les pi- que les pudiera ordenar que bajaran.
dieron con tanta insistencia que los llevaran, Se encendieron las linternas y el pequeño
12 El secreto de la caverna

grupo avanzó en la oscuridad. La emoción iba


en aumento y todos contenían su respiración
en tanto que, lentamente y con sumo cuidado,
exploraban las galerías.
Ojos atentos y ansiosos miraban hacia de-
lante, deseosos de ser los primeros en ver al
intruso o cualquier indicio de una reciente
ocupación; pero no encontraron nada. En cier-
to momento el líder del grupo se detuvo a exa-
minar la pared. Por todo el suelo había peda-
citos de roca desparramados, pero en ese lugar
había más que en otros. Alguien dijo que podía
ser producto de un derrumbe y esto pareció
satisfacer al resto. Justo cuando estaban pre-
guntándose si iban a examinar esa sección con
más detenimiento, Osear atrajo la atención al
señalar algunas huellas raras que había un
poco más adelante. Todos fueron a verlas pero "¿Quién había emparchado el agujero del bote?", se preguntaban todos.
no eran de gran importancia. Nuevamente los
hombres avanzaron, revisaron la última gale- ron en bromas y al poco tiempo todos —es de-
ría y luego, desconcertados, se dirigieron a la cir, casi todos— se olvidaron del asunto.
entrada. Sin embargo, a los habitantes del pequeño
Ahora, la mayoría de los habitantes del pue- pueblo todavía les esperaban grandes sorpre-
blo se reía de Pedro Macdonald. Algunos le di- sas y sobresaltos.
jeron que no debía regresar tan tarde a su ca- Esa misma noche un bote desapareció de la
sa. Pero el viejo pastor no dudó ni por un ins- playa. Era verdad que el tiempo había cambia-
tante de lo que había escuchado. Sin embargo, do y una fuerte tormenta había barrido la costa
los "misteriosos sonidos" pronto se convirtie- y las amarras del bote se podrían haber corta-
14 El secreto de la caverna ¿Contrabandistas o espías? 15

do; pero los pescadores escoceses nunca dejan En el pueblo había pocas viudas. De tanto
sus embarcaciones mal amarradas, porque co- en tanto el resto de la comunidad las ayudaba
nocen la furia de los repentinos vientos del de alguna manera. Una viuda, sin embargo,
Atlántico. Todos sabían que el bote había sido era más pobre que otras debido a que se enfer-
robado. Pero, ¿por quién? Ese era el problema. maba con frecuencia. Aunque anteriormente la
¿Te puedes imaginar la conmoción cuando, habían ayudado en más de una oportunidad,
pocos días más tarde, el barco reapareció en ahora la habían descuidado, y en realidad esta-
su lugar de siempre pero con un prolijo parche ba muy escasa de dinero.
en uno de sus lados y que cubría el gran aguje- ¡Imagínense entonces su sorpresa y alegría
ro que se había hecho mientras estaba desa- cuando una mañana, al despertarse, encontró
parecido? junto a su cama una cajita de galle titas, dos
Dos días después ocurrió otra cosa extraña. panes y una cantidad de deliciosos arenques!
Un caballo, que pertenecía a uno de los pue- A pesar de las muchas preguntas y averigua-
blerinos, desapareció del lugar donde lo ha- ciones de una punta del pueblo a la otra, la
bían atado y, para gran preocupación del due- viuda no pudo saber quién había sido la per-
ño, no lo podía encontrar. Para el día siguiente sona generosa responsable de una acción tan
se planeó una búsqueda colectiva; pero he noble, ni tuvo oportunidad de brindarle un ca-
aquí que cuando el hombre fue al establo esa luroso agradecimiento a su benefactor.
mañana, ¡allí estaba el caballo, en el lugar de Pero, ¿de dónde habían venido todas las co-
siempre! El hombre estaba mudo del asombro. sas y cómo llegaron hasta ese lugar? ¿Había
Había escuchado que los caballos hacen cosas alguna relación entre los "ruidos de la caver-
sorprendentes pero no podía concebir la idea na" del viejo Pedro Macdonald, el bote maltra-
de un caballo que pudiera abrir las puertas y tado, la devolución del caballo y las visitas
atarse por sí solo en su caballeriza. nocturnas a la viuda?
Los habitantes del pueblo apenas habían te- El pueblo de Longview pensaba y hablaba,
nido tiempo de comentar este acontecimiento reflexionaba y hablaba una y otra vez; y mien-
extraordinario cuando se produjo otro hecho tras tanto los hechos sucedían con rapidez.
que aumentó su interés.
CAPÍTULO 2

Llegia el "detective" Roy

¡n el pueblo de Longview uno


de los entretenimientos de la semana era la lle-
gada del barco de vapor que venía de Glasgow
trayendo correspondencia, mercadería y, oca-
sionalmente, visitas. No había lugar para que
el barco atracara, de modo que anclaba a cierta
distancia de la costa donde los pasajeros y el
cargamento eran transbordados a un pequeño
bote que los traía a tierra firme. En esas oca-
siones se podía observar a la mayoría de los
habitantes que salían corriendo de sus hogares
para ver la llegada de la pequeña embarcación.
El vapor acababa de echar el ancla en la ba-
hía. A través de la neblina matutina la gente en
la playa observaba cada movimiento de las per-
sonas en la embarcación, mientras que un pes-
cador con telescopio en mano les informaba los
detalles.
—Ya bajaron la correspondencia —excla-
mó—. Está viniendo un perro. Quizá sea para
Pedro Macdonald. Parece que no hay pasaje-
(17)

17» muchacho bajó del barco de vapor hasta el bote que lo estaba esperando.
18 El secreto de la caverna

ros. Ah, sí, hay un muchacho que está bajando,


y un hombre se está preparando para hacer lo
mismo. Creo que no los conozco. Tal vez sean
los hombres que vienen a quedarse en la casa
del dueño del almacén. Eso es todo. Ahora el
barco se está yendo. Esos sí que no se demo-
ran, ¿verdad?
En cuanto terminó de decirlo, el barco co-
menzó a desplazarse rumbo al norte y el boteci-
to de remos comenzó su viaje de regreso.
Los dos pasajeros resultaron ser extraños en
el pueblo. El hombre era un tal señor Wallace,
de Liverpool. Su hermano, el dueño del alma-
cén de ramos generales de Longview, le había
pedido que viniera a pasar sus vacaciones de
verano en este peculiar lugar. Encantado con la
idea decidió también traer a su hijo de catorce
años, Roy, quien, ni falta hace decirlo, estaba
tan contento como cualquier otro jovencito que
Cansado de tanto nadar, Roy se subió a una roca para descansar.
tiene la posibilidad de disfrutar un verano así.
Seguramente no pasó mucho tiempo hasta vertida?
que los recién llegados se enteraran de los mis- Al principio, no podía ver la relación entre la
teriosos acontecimientos que habían ocurrido caverna, el bote, el caballo y el arenque. Sin
en el pueblo. El señor Wallace no parecía muy
embargo, a medida que le daba vueltas al tema
interesado; pero Roy paró sus orejas para cap-
en su cabeza, se le ocurrió que al menos podría
tar todos los detalles y sintió que de repente se
estaba convirtiendo en todo un detective. ¡Esto haber una leve conexión que uniera los cuatro
sí que era una aventura! ¿Cuándo sus vacacio- misterios. ¿Pero cuál era? ¿Qué podía ser? Roy
nes habían comenzado de una manera tan di- estaba resuelto a descubrirlo.
20 El secreto de la caverna

Como el pueblo era pequeño, pronto llegó a


conocer a todos los que vivían allí. Con mucho
cuidado fue obteniendo de cada uno toda la in-
formación sobre los últimos acontecimientos.
Algunas personas amables lo enviaron a la
casa del guardabosque para que conociera a
Bruno y a Osear, quienes tenían más o menos
la misma edad que él. Pero como no los encon-
tró en su casa, regresó al almacén.
Esa tarde fue a caminar por la playa y a
echarle un vistazo a la famosa caverna. La ma-
rea estaba baja, así que tuvo oportunidad de
acercarse bastante. Sin embargo, no había na-
da para ver, a no ser por la oscura entrada. Por
algún motivo no tenía ganas de subir por los
escalones, no en ese momento. Por lo menos,
no lo haría hasta que tuviera más información.
De hecho, existía la posibilidad de que alguien
estuviera adentro.
Esa misma noche, o mejor dicho a la maña-
na siguiente, la gente de Longview, incluyendo Al resbalar, Roy cayó al agua estrepitosamente.
a Roy, fue objeto de otro desconcertante sobre-
ción de sus compañeros. Pero ocurrió algo muy
salto.
Hacía como un mes, uno de los pescadores, triste. Una hermosa noche, cuando regresaba a
después de haber ahorrado durante mucho su casa, no se dio cuenta de que se había olvi-
tiempo, se había comprado uno de los chalecos dado el chaleco salvavidas en la cubierta de su
salvavidas más caros y modernos. Su orgullo y embarcación. Esa misma noche se levantó un
su 'mayor alegría consistía en ponerse su nuevo viento muy fuerte y azotó todas las embarca-
tesoro y escuchar los comentarios de admira- ciones que estaban en la costa. De esta mane-
22 El secreto de la caverna Llega el "detective" Roy 23

ra, todo lo que no estaba firmemente asegura- avanzó una distancia considerable. Cuando
do, incluyendo el tan preciado chaleco salvavi- empezó a sentirse cansado se subió a una pe-
das, fue arrastrado por el agua. El hombre es- queña roca que sobresalía del agua para des-
tuvo inconsolable durante dos días y continuó cansar por un momento. Se zambulló otra vez y
lamentando la pérdida por un tiempo. fue hacia otra roca, y después de descansar un
Imagínense entonces su sorpresa y su ale- ratito fue hacia otra más. Así continuó, aleján-
gría cuando, una mañana, al abrir la puerta de dose poco a poco del pueblo.
su casa, vio el chaleco salvavidas que había de- Finalmente, pensó que sería conveniente no
saparecido hacía un tiempo. Estaba justo en- alejarse más y decidió, después del último des-
frente de él, suspendido de un clavo. ¿Cómo canso, que era hora de regresar. Cuando estaba
había ido a parar a ese lugar? Alguien lo tuvo descansando sentado en una roca, por casuali-
que haber puesto después de las once de la no- dad miró hacia la costa. Para su sorpresa, se
che, puesto que no se había ido a la cama has- dio cuenta de que estaba justo frente a la en-
ta esa hora, y antes de las cinco y media de la trada de la caverna. La abertura parecía pe-
mañana, que fue la hora en que abrió la puerta. queña porque estaba a unos cuantos metros de
Sin embargo, a pesar de todas las averiguacio- distancia; pero se la veía claramente.
nes no se pudo encontrar ni una pista de quién ¿Y qué era eso? ¡Sin duda sus ojos no lo en-
lo habría puesto allí. gañaban! ¡Algo se estaba moviendo en la entra-
Roy, al igual que toda la gente de Longview, da de la caverna! Volvió a mirar. Sí, ¡era la fi-
estaba intrigado. ¿Quién lo había hecho? Ade- gura de una persona!; pero no podía distinguir
más, ¿había alguna relación con todos los mis- quién era.
teriosos acontecimientos que habían estado Desgraciadamente, con la emoción del mo-
ocurriendo? ¿Sería posible que el chaleco sal- mento, Roy se olvidó de que no estaba sentado
vavidas estuviera relacionado con los ruidos de en un lugar muy seguro. Así que al ponerse de
la caverna? pie para poder ver mejor, patinó en la roca res-
En la desesperación, Roy se dispuso a olvi- baladiza y cayó al agua estrepitosamente.
dar todo el asunto por esa tarde e ir a nadar Cuando volvió a la superficie miró nuevamente
por un buen rato. en dirección a la caverna, pero la figura ya ha-
Comenzó a nadar enérgicamente y pronto bía desaparecido.
El remo mágico y la cena mística 25
3
de las cabanas con techo de paja que había en
el pueblo.
mágico Los dos hermanos estaban en casa. Roy los
vio de lejos y pudo acercarse bastante antes de
J la cena mística que lo vieran. Al igual que otros muchachos,
los dos hermanos se estaban divirtiendo arro-
jando piedras a una botella de vidrio que ha-
bían colocado sobre un muro de piedras que
|L|J na hora más tarde, Roy lle- rodeaba el jardín.
go al Almacén. Estaba muy cansado, con mu- Al escuchar las pisadas se dieron vuelta
cho a-,etito y muy pero muy conmocionado instantáneamente y saludaron al recién llegado
despugg ¿e ia experiencia de esa tarde. Sin con un alegre "¡Hola!" Roy se presentó como el
embaigQ, como un buen detective, pensó que sobrino del dueño del almacén y les contó que
por el momento era mejor no decir nada de lo venía de Liverpool, y esto fue suficiente para
que h^ja visto en \ entrada de la caverna.
que los otros dos muchachos se interesaran
R°> recobró las fuerzas comiendo unas nu- por él. Después vinieron algunas preguntas y
tritiva^ galletitas de avena escocesas y tomando
respuestas. Finalmente, los tres se pusieron a
un de:jCiOSO vaso de leche. Después de la cena
arrojar piedrecitas a la botella hasta que un ti-
pensó qUe debería tratar de encontrar a Osear
ro de Roy hizo que la botella no sirviera para
v a Bluno, con la esperanza de que le dieran
nada más.
algun^ información adicional. Todavía no los
había visto, pero por lo que había oído de ellos —Te invitaríamos a pasar a nuestra casa
estab^ seguro de que se llevarían muy bien. —dijo Osear—, pero como mamá y papá no es-
Teriía que caminar bastante, porque la casa tán, la casa está un poco desordenada.
guardabosque estaba retirada del pueblo. —Vamos a hacerle una buena limpieza el
Ras0s grandes y apresurados, pronto lle- día antes que regresen —agregó Bruno con
gó al lugar Era Una vivienda bonita; tenía dos una gran sonrisa.
pisos y techo de tejas, lo que la hacía diferente —¿Duermen solos? —preguntó Roy.
(24)
El remo mágico y la cena mística 27

si fuera tan viejo como Pedro Macdonald.


—¿Ustedes creen que en la caverna puede
haber contrabandistas o espías? —sugirió Roy.
—¡Tonterías! ¿Ya escuchaste la historia del
viejo Pedro? Pues muchos de nosotros investi-
gamos la caverna de punta a punta, ¿y qué en-
contramos? ¡Nada!
Roy paró las orejas.
—¿Ustedes fueron con el grupo que investi-
gó?
—¡Por supuesto! No nos hubiéramos perdido
esa experiencia por nada del mundo. Obvia-
mente fue un poco inquietante, pero eso es lo
mejor de las aventuras.
—¿Y nadie encontró nada?
—Ni un rastro. ¡Y vaya si nos habremos reí-
do del pobre Pedro!
La conversación desvió a otros hechos mis-
teriosos; pero mientras que Osear y Bruno pa-
Osear y Bnfno arr°Jaban piedras a una botella que estaba sobre la tafia.
recían estar muy ansiosos de descubrir quién
estaba detrás de todo esto, no pudieron darle
D0]rmimos como troncos —contestó Os- ninguna idea en cuanto a cómo pudo haber
ear. ocurrido. Por el momento dejaron el tema de
¿NcD tienen ni un poquito de miedo? —in- lado y Osear le preguntó a Roy si le gustaría ir
terrogó ]Huevamente Roy. a pescar a la mañana siguiente. No había nada
¡No1 nav razón para tenerlo! Hemos vivido que le hubiera gustado más; y una vez que se
aquí toe13- nuestra vida y conocemos a todas pusieron de acuerdo, Roy regresó a la casa de
las personas del lugar —respondió Osear como su tío.
El remo mágico y la cena mística 29

tiempo, ¿no? —dijo Roy.


—Pues sí. Con esto nuestras billeteras es-
tán más "gorditas". Pero, ¿qué vas a hacer ma-
ñana? ¿Te gustaría venir a pescar con noso-
tros otra vez? —preguntó Osear.
—Me encantaría, pero me temo que no pue-
da —replicó Roy—. Mi papá planificó un par de
viajes para estos días y quiere que lo acompa-
ñe; pero después...
—Bueno, entonces ven cuando puedas —di-
jeron los otros; y así terminó la conversación.
Una vez que arrastraron el bote hasta la
playa, los muchachos se despidieron. Roy re-
Los tres muchachos se divirtieron mucho pescando en la bahía.
gresó al almacén orgulloso, llevando algunos
pescados que, ni bien llegó, le mostró al padre
A la mañana siguiente los tres muchachos como prueba de su hazaña.
estaban pescando en las aguas de la bahía, al- Pero la novedad de la pesca pronto cayó en
go que realmente disfrutaron mucho. Como el olvido cuando surgió otra aventura más
Bruno y Osear eran expertos, pronto sobrepa- cautivante.
saron a Roy en la cantidad de peces que iban —¿Escuchaste las noticias? —preguntó el
pescando. tío una vez que habían terminado los elogios
—¿Y qué van a hacer con todos esos pesca- por la pesca de Roy.
dos? —preguntó Roy muy intrigado cuando se —No, ¿hay algo interesante?
bajaron del bote. —Te acuerdas que el viejo Sandy perdió un
—¡Pues venderlos! —respondió Osear. remo recién comprado durante la última tor-
—Siempre hay gente que nos compra y menta. Eso sucedió más o menos en la misma
nunca nos sobran —agregó Bruno. fecha en que desapareció el chaleco salvavidas.
—Ustedes hacen buen dinero con este pasa- —Oí algo de eso —dijo Roy.
30 El secreto de la caverna

—Bueno, anoche —Sandy no está bien se-


guro de la hora que era— sintió un fuerte golpe
sobre su pecho. ¿Y qué vio al abrir los ojos? No
era otra cosa que el remo perdido que estaba
atorado en la ventana de la habitación, con la
pala saliendo por la ventana y el mango sobre
su pecho. Pensó que estaba soñando; pero
después se dio cuenta de que estaba despierto
y vio que era un remo de verdad. Era un remo
sólido y tenía grabado su nombre. Era el mis-
mo que había perdido. Lo extraño es que nadie
sabe nada más. Nunca vi a alguien ponerse
tan contento como Sandy. Pero todo es un poco
misterioso, ¿no te parece?
Roy pensaba que sí. Es más, pensaba que
era algo más que misterioso. En realidad, sus
pensamientos no lo dejaron dormir durante
buena parte de la noche. Pero así y todo, no
pudo resolver el misterio.
Al día siguiente, él, su padre y su tío fueron El viejo Sandy se despertó y vio que el remo que se le había perdido esta-
de viaje a las montañas y treparon a uno de los ba apoyado en su pecho.
picos más altos para tener un buen panorama. expansión del océano Atlántico, que por una vez
Fue una experiencia fantástica el estar tan arri- le pareció relativamente apacible al desplegarse
ba y desde allí mirar el mundo a sus pies. Hacia hacia el lejano y borroso horizonte.
un lado, hasta donde se podía ver, había monta- Salvo la larga caminata, la dificultosa as-
ñas, montañas y más montañas que se levanta- censión y los maravillosos paisajes, el día
ban una detrás de otra hasta que se perdían en transcurrió sin pena ni gloria. Pero la noche
la neblina. En dirección opuesta estaba la vasta fue diferente...
32 El secreto de la caverna

Cuando regresaban a Longview por otro ca-


mino, pasaron por la antigua cabana que el
viejo Pedro Macdonald llamaba su hogar. Era
una típica vivienda de la región montañosa de
Escocia: tenía sólo planta baja, paredes de pie-
dra de granito, techo de paja, dos ambientes y
una chimenea. El pobre Pedro no tenía nadie
que limpiara su cabana porque su esposa ha-
bía fallecido hacía muchos años.
Era muy tarde cuando los tres viajeros pa-
saron por la cabana. Estaban cansados, ham-
brientos y con los pies doloridos. En realidad
debe de haber sido casi medianoche, pero por
debajo de la puerta se veía luz. Cuando el viejo
Pedro oyó los pasos de los que se acercaban,
abrió la puerta y se paró en el umbral.
—¿Quién anda ahí? —gritó.
—Wallace —fue la respuesta.
—¡Entren un momento! —gritó el anciano
con agitación—. Por favor, ¡pasen! —¿Quién podría haberlo hecho? —se preguntaba Pedro Macdonald.
Su voz sonaba ronca y a medida que entra-
ban, a Roy le pareció ver rastros de lágrimas ble, pero... permítanme explicarles. Esta tarde,
en el rostro barbudo del anciano. cuando llegué cansado y agotado después de
—¿Qué ocurre? —preguntó el almacenero. un largo día de trabajo y esperando encontrar
—Nunca antes vi nada parecido, nunca an- mi casa tal como la había dejado esta mañana,
tes alguien había hecho algo así, al menos no ¿qué encontré? Todo era diferente. Alguien ha-
durante todos estos largos, largos años, desde bía hecho una buena limpieza, lo que yo más
que murió María. La gente ha sido muy ama- de una vez me había propuesto hacer pero
34 El secreto de la caverna CAPÍTULO 4
nunca pude lograrlo, y había encendido en la
chimenea el mejor fuego que jamás haya visto.
Y sobre la mesa, Señor Wallace, ¡estaba servido La turba rantasma
todo un banquete!
—¿Y no sabe quién lo hizo? y el bote misterioso
—No, señor. Eso es lo que no puedo saber.
¿Quién podría hacerlo? Y lo que más me llama
la atención es que ¿quién querría hacerlo? día siguiente ocurrió algo
No era momento para conversar y, además, más extraño aún.
los viajeros estaban muy cansados como para No es necesario decir que después del viaje a
hacerlo. Así que deseándole buenas noches al las montañas, Roy no se levantó muy tempra-
viejo Pedro regresaron apresuradamente a la no. Estaba cansado y le dolía todo el cuerpo.
casa, dejándolo para que especulara a su an- Roy, el padre y el tío no bajaron a desayunar
tojo en medio de tanta felicidad. sino como hacia la diez de la mañana.
Sin embargo, a pesar del cansancio que te-
Los tres estaban en pleno desayuno cuando
nía, Roy no dejaba de pensar. ¿Era éste otro es-
la señora Wallace, que había estado atendiendo
labón de la cadena de misterios? Ay, ¡pero por
el almacén, entró en la sala con una tal señori-
qué no le había preguntado al viejo Pedro qué le
ta Mackay, una señorita de unos setenta abri-
habían preparado para cenar! Le pareció reco-
les, que temblaba de pies a cabeza, de rabia y
nocer cierto aroma en la habitación, pero ¿qué
de enojo.
tenía que ver esto con las otras cosas que ha-
—Señor Wallace —prorrumpió aún antes de
bían ocurrido? ¿Cuál sería la posible relación
entre la cena de Pedro Macdonald, el chaleco entrar a la sala—, ¡alguien robó mi turba! ¡Los
salvavidas, el remo, el caballo y los ruidos en la muy infelices me la robaron! ¡Robarle a una
pobre anciana! ¡Es una vergüenza!
caverna?
Mientras iba caminando, Roy trataba de —No puede ser —replicó el almacenero—.
descifrarlo, pero era en vano. Pronto el can- ¿Quién querría su turba? Además, no hay na-
sancio venció a sus pensamientos. die en el pueblo capaz de hacer semejante co-
(35)
La turba fantasma y el bote misterioso 37

mi reuma empeoró y no pude ir para traerla a


casa. Esta mañana me levanté y fui directa-
mente a buscarla y ¡ya no estaba! ¡Apenas
quedaba un puñado, cuando yo había extraído
como seis canastos llenos! ¡Es una vergüenza
robarle a una pobre anciana, débil y enferma!
La pobre señorita Mackay estaba muy so-
bresaltada, y a los presentes les costaba arti-
cular alguna palabra y ni qué hablar de conti-
nuar con el desayuno. En principio, trataron
de convencerla de que harían todo lo posible
para encontrar la turba perdida después del
desayuno. Cuando le dieron esa seguridad, la
anciana se retiró.
Mientras contaban la historia, Roy era "todo
oídos" y resolvió tomar parte activa en la inmi-
nente búsqueda de la turba. Razonaba de esta
manera: seis canastos llenos de turba no pue-
den caminar por su cuenta. Nadie se los lleva-
ría por la montaña o en bote. Entonces todavía
Cargando el canasto de turba sobre su espalda, la señorita Mackay se tenían que estar en algún lugar del pueblo o
fue rápidamente a su casa.
cerca de él. Es más, no podía esconderse tan
sa. No recuerdo haber escuchado de un robo fácilmente tanta cantidad de turba.
de gravedad en todos los años que vivo aquí. Terminado el desayuno, fue a encontrarse
—¡Pero se la han robado! —interrumpió la con Osear y Bruno y los tres visitaron el lugar
señorita Mackay—. Sé que lo han hecho. Yo donde la gente extraía la turba, pero poniendo
misma la desenterré hace como un mes y la especial atención en la parcela de la señorita
dejé al aire libre para que se secara. Después Mackay.
38 El secreto de la caverna La turba fantasma y el bote misterioso 39
No había dudas, en el lugar donde habían McCorquodale. El "Viejo Corkey", como le de-
estado los seis canastos llenos apenas había cían generalmente, aseguraba ser el hombre
un puñado de turba. ¿Adonde habían ido to- de más edad en el pueblo, aún mayor que Pe-
dos esos canastos? Los muchachos estuvieron dro Macdonald. Estaba comenzando a padecer
como dos horas buscándolos; pero la búsqueda la misma enfermedad que aquejaba a la señori-
fue infructuosa y se dieron por vencidos. ta Mackay: reumatismo. Al igual que ella, a
Cuando Roy insinuó que quizá alguien po- menudo decía que no podía andar por todos
dría haber llevado los canastos a la caverna, lados haciendo muchas cosas como antes so-
los otros dos muchachos pensaron que era lía hacer.
una broma. Estaba ocupado reparando su bote viejo pe-
—¿Por qué alguien querría llevar turba a la ro el trabajo era un poco molesto para su es-
caverna? —dijo Bruno con razón. palda y sus piernas. Estaba muy contento de
Al llegar a la casa, un poco desanimado, que Roy le hubiera ayudado a dar vuelta la
Roy se encontró con la noticia más asombrosa. embarcación para ponerle brea a la quilla, ges-
La señorita Mackay, que por casualidad andu- to que recompensó contándole maravillosas
viera por la parte de atrás de su terreno, algo historias de su vida en el mar.
que no había pensado hacer en la mañana an- Juntos cubrieron de brea como un tercio de
tes de visitar la parcela donde extraía su tur- la quilla. Luego, como el "Viejo Corkey" comen-
ba, había encontrado todo el preciado combus- zó a tener más "dolores reumáticos", decidió
tible prolijamente apilado detrás del muro tra- dejar el resto para el día siguiente. Tan mal se
sero de su jardín. sentía que dejó el bote y la brea como estaban,
Era un relato sobrecogedor. El pobre Roy, y Roy le ayudó al pobre anciano a llegar hasta
que había tenido la esperanza de que, al resol- su casa.
ver el misterio de la turba desaparecida, en- Entonces Roy tuvo una idea brillante. Al día
contraría una pista de los otros hechos miste- siguiente se levantaría temprano y, antes de
riosos, se sintió más desorientado que nunca. que el "Viejo Corkey" llegara al lugar, él ya ha-
Por la tarde fue a la playa y se puso a con- bría cubierto de brea la parte que faltaba, y de
versar con un viejo pescador llamado Juan esta manera le daría una gran sorpresa.
La turba fantasma y el bote misterioso 41

Así fue que se acostó temprano y se levantó


a las cinco y media, llegando al bote poco des-
pués de las seis. A medida que se iba acercan-
do al bote empezó a restregarse los ojos y a pe-
llizcarse para ver si realmente estaba despierto,
porque el bote estaba ahí, en el mismo lugar
donde lo habían dejado la noche anterior, pero
¡ya estaba cubierto de brea! De hecho, era posi-
ble que el "Viejo Corkey" hubiera estado allí
antes que él. Pero no fue así, porque, al llegar a
la casa del anciano, Roy descubrió que todavía
estaba en la cama. Roy comenzó a averiguar si
alguien sabía quién lo había hecho; pero no
consiguió información alguna al respecto.
Esto era algo sumamente extraño. En reali-
dad, le dio la impresión de que la gente tenía
razón al afirmar que un ángel había decidido
que el pueblo de Longview sería el lugar ideal
para su silenciosa e invisible morada.
Sin embargo, Roy estaba convencido de
que una persona de carne y hueso —aunque
quizá con el corazón de un ángel— era respon-
sable de la reciente sucesión de hechos que,
aunque generosos, eran también misteriosos.
Para él sólo cabía una pregunta: ¿Quién? Y ca-
da hecho misterioso que siguió sólo fortaleció
su deseo y determinación de encontrar a la
persona o las personas que estaban detrás de

Con mucho gusto, Roy ayudó al "Viejo Corkey" a cubrir de brea la


quilla de su bote.
42 El secreto de la caverna

todo eso.
Después del incidente del bote, Roy decidió
que si para develar el misterio era necesario
quedarse toda una noche despierto y patrullar
el pueblo, él lo haría.
Pero entonces los hechos extraños comen-
zaron a ocurrir de día. Mientras la esposa de
un joven pescador estaba excavando turba, y
como no había nadie en la cabana, alguien en-
tró y se llevó el único reloj que tenían. Era
cierto que no funcionaba desde hacía como un
mes o más, cosa que causó muchos inconve-
nientes y dolores de cabeza a su dueño; pero
no querían deshacerse de él y menos de esta
¡Entre los arbustos había un oxidado resorte de reloj!
manera. Sin embargo, había desaparecido y
nadie supo más de él. A algunos vecinos les ocurrido.
pareció haber visto pasar a un hombre, mien- Roy estaba confundido. No podía encontrar
tras que otros aseguraban que sólo habían vis- ni una pista. Comenzó a pensar y a analizar a
to niños en los alrededores. Pero no había testi- cada persona que vivía en el pueblo, e incluso
gos del hecho. trató de "sospechar" de ellas pero no obtuvo
El reloj ya no estaba. Pero dos días más tar- resultados. Ahora estaba muy seguro de que
de, para sorpresa y alegría de la joven esposa en el fondo de esta cuestión había una perso-
del pescador, que regresaba a su casa después na; sin embargo pensó que había alguna posi-
de una breve ausencia, encontró que el reloj bilidad de que los hechos no estuvieran rela-
estaba en el lugar de siempre ¡y funcionando! cionados. Quizá su gran deseo de ser un "de-
Lo habían arreglado y lustrado de tal manera tective" lo estaba conduciendo a conclusiones
que parecía un reloj completamente nuevo. Y equivocadas. Tendría que esperar y observar.
como sucedía siempre, nadie supo cómo había Debía admitir que tenía ciertas sospechas
44 El secreto de la caverna
CAPÍTULO 5
de un joven de unos diecisiete años llamado
Roberto Malcolm. Este muchacho fue visto en
la turbera la noche antes de la desaparición El misterio
del combustible de la señorita Mackay. Algu-
nos estaban seguros de que había pasado cer- en la casa del pastor
ca de la casa de la esposa del pescador alrede-
dor de la hora en que el reloj había sido de-
vuelto. Otros recordaban que en las últimas
noches había estado fuera de su casa hasta ga^quella noche vino una fuerte
tarde. ¿Podría ser él? Era posible. Era un mu- tormenta del Atlántico, y cuando Roy despertó
chacho muy tranquilo y no se relacionaba mu- en la mañana, todo estaba totalmente empapa-
cho con los otros muchachos. Roy lo iba a ob- do en agua. Cuando miró por la ventana, la
servar con cuidado. lluvia todavía caía a mares. De tanto en tanto
A la tarde siguiente, sumido en sus pensa- una ráfaga de viento azotaba los vidrios de las
mientos, se encaminó hacia el sur del puebleci- ventanas. En las cercanías podía escuchar el
to, en dirección a la caverna. Después de un tronar de grandes olas sobre la playa.
kilómetro el camino se volvió empinado. Ade- "¡Qué día!", pensó Roy. Tenía planeado se-
más, la rocosa ladera dificultaba mucho el guir la pista que había encontrado en el arbus-
tránsito. Roy avanzó un poco más y luego, sin- to la tarde anterior, pero ahora se le hacía im-
tiéndose muy cansado como para seguir su- posible. No había nada que pudiera hacer, ex-
biendo sin ninguna razón en particular, se dis- cepto sentarse y esperar que pasara la tormen-
puso a bajar. ta.
Miró el suelo para ver bien por dónde cami- Después del desayuno, como no tenía nada
naba, y cuando lo hizo, algo extraño que estaba mejor que hacer, fue al almacén y se puso a
sobre un montón de arbustos pequeños llamó mirar las diferentes cosas que su tío tenía a la
su atención. venta. En una esquina estaban los víveres; en
Se agachó y lo recogió. ¡Era el resorte oxida- otra estaban las ollas, sartenes y platos; y en
do de un reloj! otra había escobas, palas, horcas y otras he-
(45)
El misterio en la casa del pastor 47

rramientas de jardinería. Por aquí y por allá


había rollos de soga, frascos con clavos y latas
de pintura. En realidad era un almacén de ra-
mos generales, destinado a suplir todas las ne-
cesidades de la población.
Pero ese día había pocos clientes. Parecía
que todos habían pensado lo mismo: quedarse
en sus casas hasta que la lluvia se detuviera.
Sin embargo, de tanto en tanto, alguna alma
valiente, empapada de pies a cabeza, se preci-
pitaba dentro del almacén en busca de algún
K^SMÍM artículo que necesitaba con urgencia.
Una vez adentro, ninguno quería volver a
salir. Los clientes se quedaban charlando, con
la esperanza de que el clima mejorara. Esta si-
tuación le dio a Roy la oportunidad de hacer
EL algunas preguntas que tenía en mente.
—¿Ha escuchado hablar sobre las cosas tan
extrañas que han estado sucediendo en el pue-
blo? —le preguntó a una mujer de edad que
estaba muy envuelta en una capa.
\¿Quién podría conocer al responsable de estos hechos extraños? —Pué sí, mi niño —dijo ella—; pero no creí
ni una palabra. Y ni voy a creé na' hasta que
yo mesmita lo vea y lo oiga.
—¿Pero qué opina de lo que le pasó a Pedro
Macdonald? —preguntó Roy—. ¿Y lo que le pa-
só al "Viejo Corkey" y su bote?
—¡Tonterías! —exclamó la anciana—. El Pe-

—preguntó el doctor MacGregor—. A mime gustaría saberlo.


48 El secreto de la caverna El misterio en la casa del pastor 49

dro Macdonald está soñando, y me han dicho Todos lo saludaron con una sonrisa, puesto
que el "Viejo Corkey" puede haber estao to- que lo apreciaban y lo respetaban mucho. Co-
mando. Yo no le voy a creé a ninguno de los mo el cuello y la solapa de su abrigo estaban
dos. levantados y su sombrero negro estaba gotean-
—Pues yo sí —dijo otra anciana que acaba- do, Roy no pudo ver con facilidad cómo era este
ba de entrar—. Los conozco bien. Son buenos hombre exactamente; además, nunca antes lo
hombres y ninguno de ellos andaría diciendo había visto. Sin embargo, era evidente que era
mentiras. Le voy a decir una cosa: Algo raro alto, de mediana edad, tenía cabello gris y su
está pasando en este pueblo, y me gustaría sa- rostro era alargado y serio, pero no muy serio;
ber quién está detrás de todo. Puede que sean porque, como Roy pudo notar, había cierto
ángeles y puede que no. Pero está ocurriendo destello en sus ojos cuando conversaba con los
algo extraño. presentes y le decía al señor Wallace lo que de-
—¡Ángeles! —dijo la primera anciana—. seaba.
¡Nunca voy a creerlo! —Lamento molestarlo en un día como este
—Es mejor esperar y ver qué pasa —dijo un —dijo—, pero la tormenta ha derribado un ár-
pescador de rostro curtido por la intemperie, bol que estaba al lado de mi casa y una rama
que estaba sentado sobre un cajón de manza- entró por una de las ventanas y la rompió.
nas—. No hay que apurarse a sacar conclusio- —¿Qué tan grande es? —preguntó el señor
nes. ¡Nunca vi cosa igual! Miren el bote del Wallace.
"Viejo Corkey", por ejemplo. ¿Quién le terminó —No muy grande. Es una abertura pequeña
de poner brea? ¿Cómo me explican eso? pero la lluvia está entrando torrencialmente y
Y así continuaron las discusiones durante está haciendo un desastre en mi sala. ¿Alguien
toda la mañana y buena parte de la tarde. Mi- podría venir a arreglarla esta noche?
nutos antes de cerrar el almacén, la puerta se —Esta noche no —dijo el señor Wallace—.
abrió de golpe y ¿adivinen quién entró como Pero le daré una tabla de madera para que la
una ráfaga de viento? Ni más ni menos que el clave en la abertura y mañana a la mañana le
mismo doctor Samuel MacGregor, el pastor del enviaré a alguien para que le coloque un vidrio
lugar. nuevo.
50 El secreto de la caverna

—Gracias, muchísimas gracias —dijo el


pastor aceptando la tabla de madera—. Yo
mismo puedo clavarla, y esperaré que mañana
venga alguien para terminar de arreglarla.
Cuando estaba a punto de abrir la puerta,
Roy se le acercó.
—Disculpe, señor —dijo—, pero, ¿ha oído
hablar de las cosas extrañas que han estado
ocurriendo últimamente en el pueblo?
—¡Ja, ja, ja! —se rió el Dr. MacGregor—. Mi-
ra, jovencito, tú no tienes que preocuparte por
esas cosas. Por supuesto que estoy al tanto de
todo; pero ¿cómo voy a saber quién es el res-
ponsable?
—¿Usted cree que son ángeles? —preguntó
una de las ancianas. Parecía que todo el mundo subía la colina rumbo a la capilla.

—Bueno, ¿quién podría saberlo? —respon-


—Quisiera saber cuándo va a hacer arreglar
dió el pastor con una sonrisa—. Si alguno lo
la campana de la iglesia. Me gusta escucharla
supiera, a mí también me gustaría saberlo.
cuando voy para la iglesia. Y hace como más
Y sin decir más abrió la puerta y salió.
de un mes que no la oímos.
—Sólo un minuto más, pastor —exclamó el
pescador que estaba sentado sobre el cajón de —Deseo hacerla arreglar tanto como uste-
manzanas—. ¿Podría hacerle una pregunta, si des —dijo el pastor—. En realidad hace tiempo
es que me permite? que estaría arreglada si tan sólo hubiera en-
El doctor MacGregor regresó y cerró la contrado a alguien que supiera hacerlo. Apa-
puerta. rentemente nadie sabe cuál es el problema.
—Por supuesto, mi amigo. ¿Cuál es su pre- Está atorada. Pero les prometo que algún día
gunta? —dijo. voy a conseguir que vuelva a sonar. No se
52 El secreto de la caverna El misterio en la casa del pastor 53

preocupen. Adiós a todos. habían escuchado la campana porque, cuando


Al decir esto se marchó y las personas reu- Roy y su tío salieron a la calle lavada por la
nidas en el almacén se quedaron conversando lluvia, parecía que todo el mundo subía la coli-
de la tormenta, la iglesia, la campana y el pas- na rumbo a la iglesia. Entonces la campana
tor. dejó de sonar.
No fue sino hasta muy entrada la noche que A medida que se iban acercando a las lápi-
todos se fueron a sus casas y el señor Wallace das junto a la capilla vieron al doctor MacGre-
pudo cerrar su negocio. Para entonces la tor- gor que venía corriendo de su casa.
menta estaba amainando y en todos los hoga- —¿Qué es todo esto? —preguntó agitado—.
res de Longview deseaban que la noche fuera ¿Cuál es el problema? ¿Quién ha estado to-
apacible para poder descansar y dormir bien. cando la campana?
Pero no fue así. Temprano en la mañana, —Eso es lo que hemos venido a averiguar
antes del amanecer, comenzó a sonar una —dijo el señor Wallace.
campana. Juntos entraron en la antigua capilla. La te-
Roy la oyó primero, y se sentó en su cama nue luz matutina la hacía verse misteriosa.
preguntándose qué significaría eso. Quizás es- Estaba silenciosa como una tumba. No había
taba soñando. Pero no era así; la campana se- nada más que hileras de bancos vacíos, el ve-
guía sonando. Saltó de su cama y fue corriendo tusto pulpito de roble y... ¡la cuerda de la cam-
hasta la habitación de su tío. pana!
El señor Wallace ya estaba despierto. Todos se quedaron estupefactos.
—¿Qué está pasando? —preguntó Roy. —¡Tiremos de la cuerda y veamos que suce-
—¡Es la campana de la iglesia! —contestó el de! —dijo el doctor MacGregor.
señor Wallace—. ¿Quién será el que la está to- Uno de los hombres dio un paso al frente y
cando a esta hora? tiró de la cuerda. La campana sonó.
—¡Vayamos a ver! —exclamó Roy. —¡Es increíble! —dijo el pastor—. ¿Quién
—Está bien —dijo el señor Wallace en tanto pudo haberla arreglado en la oscuridad de la
que los dos se iban a vestir. noche? ¡Es lo más extraordinario que jamás
Sin lugar a duda otras personas también haya visto!
f fx»A El misterio en la casa del pastor 55
» Jb* '% *
% t %.J^fX"
suelo, está la tabla que clavé anoche mismo.
Señor Wallace, ¿usted hizo esto?
—No, yo no fui —dijo el señor Wallace—. Yo
estaba en casa, durmiendo.
—Y yo también —agregó Roy.
—Entonces, me pregunto quién fue —dijo el
doctor MacGregor.
Nuevamente todos se quedaron sin pala-
bras.
—Quizá sean esos ángeles otra vez —dijo al-
guien fervorosamente.
—Estoy empezando a preocuparme —dijo el
pastor—. ¡Pero miren, allí! ¡Son huellas! ¡Los
ángeles no dejan huellas, ¿o sí?!
—¡Miren! —exclamó el doctor MacGregor—. ¡Miren mi ventana! Era verdad, había algunas huellas en el ba-
rro. Roy observó que conducían hacia la ladera
Nadie podía decir palabra. Era simplemente de la montaña. ¡Sí! ¡E iban en dirección a la
demasiado. caverna! Ansioso, siguió el rastro por unos me-
Todos se dirigieron en silencio a la casa del tros hasta descubrir que las huellas desapare-
pastor, donde los esperaba otra sorpresa. cían en un charco de agua de lluvia.
—¡Miren! —exclamó el doctor MacGregor—.
¡Miren mi ventana!
—¿Cuál ventana? —preguntó el señor Wa-
llace.
—¡Esa ventana! —contestó el pastor seña-
lando con asombro la ventana en cuestión—.
Esa era la que se había roto. Miren, allí, en el
La repisa sorpresa y el cortaplumas colgante 57
CAPÍTULO 6
observó un defecto. No tenía un espacio para
poner sus amados libros. Era un buen lector,
La repisa sorpresa pero como el sostener los libros durante mu-
cho tiempo lo cansaba, no podía leer tanto co-
y el cortaplumas colgante mo hubiera querido.
Un día su mamá fue al armario donde guar-
daban la silla de ruedas y volvió corriendo para
darle a Jimmy una noticia maravillosa: durante
el hecho extraño más la noche alguien había instalado una pequeña
notable de todos los que habían estado ocu- repisa para libros en la silla de ruedas. El ros-
rriendo en este emocionante período de la his- tro pálido de Jimmy brilló de alegría cuando lo
toria del pueblecito de Longview, fue lo que su- vio; era exactamente lo que él quería.
cedió con la silla de ruedas del pequeño Jimmy Pero, ¿quién lo había hecho? Ni su madre ni
MacDougal. ninguna otra persona lo sabía. Simplemente,
El pequeño Jimmy era la única persona in- era otro misterio.
válida que había en el pueblo. Cuando era ape- De hecho, Roy oyó hablar del episodio y lo
nas un bebé, Jimmy se cayó y se lastimó la es- discutió con Osear y Bruno; pero eso fue todo.
palda, y desde ese trágico día tuvo que perma- Roy sugirió organizar "una búsqueda" y los
necer acostado la mayor parte del tiempo. En otros dos muchachos aceptaron de buen gusto;
ocasiones, se sentía lo suficientemente bien pero cuando llegó el momento de planear los
como para que lo sentaran en la puerta de la detalles en cuanto a dónde y qué buscar, los
cabana para ver a los niños que jugaban o tres quedaron en silencio. Tímidamente, Roy
iban a la escuela. propuso que investigaran en "la caverna", pero
Hacía poco tiempo, toda la gente del pueblo Osear dijo que era inútil ir allí en busca de
había contribuido para comprarle una silla de una respuesta.
ruedas que mandaron traer de Glasgow. —Bueno, tengo una idea —dijo Roy justo
Jimmy estaba encantado, tanto como le era cuando se estaba por ir—. Denme su opinión.
posible, pero su entusiasmo se apagó cuando —¿Qué idea? —preguntó Osear.
(56)
La repisa sorpresa y el cortaplumas colgante 59

—¡Qué buena idea! —gritó Bruno interrum-


piéndolo.
—¡Excelente! —dijo Osear—. Vayamos y pre-
guntémosle directamente si él lo hizo.
—No —dijo Roy—. Será mucho más diverti-
do atraparlo con las manos en la masa. Déjen-
melo a mí.
—De acuerdo, Señor Detective —dijo Bruno
riéndose—, cuando lo atrapes, haznos el favor
de hacer sonar el silbato y vendremos con las
esposas.
Luego, riéndose con ganas, se fue cada uno
por su lado.
Roy no mencionó el incidente del resorte del
reloj ni el de las huellas en el barro que había
visto en la casa del pastor. Pensaba que éstas
eran evidencias de suma importancia como pa-
ra comentárselas a unos muchachos de pueblo
y que éstos a su vez las transmitieran a otros, y
de esta manera quizá poner sobre aviso a la
Más de una vez, el pequeño Jimmy había deseado tener una repisa para persona que estaba buscando.
sus libros.
Tampoco se había olvidado de la silueta que
—Antes una pregunta. Roberto Malcomí, había visto en la entrada de la caverna cuando
¿es bueno en carpintería? había ido a nadar unos días atrás. ¿Sería posi-
—Bueno, su padre es el único carpintero ble que hubiera visto mal? Por supuesto que
que hay en el pueblo. ¿Por qué? era una posibilidad, pero él pensaba que sus
—¿Piensas que él...? —preguntó Roy lenta- ojos no lo habían engañado.
Pero entonces, como Osear y Bruno habían
mente.
La repisa sorpresa y el cortaplumas colgante 61

En verdad, tenía poca evidencia contra Ro-


berto Malcomí, y todo era producto de chis-
mes. Iba a abandonar toda la investigación.
Pero era más fácil decirlo que hacerlo, puesto
que desde que había puesto los pies en Long-
view su cabeza había estado inundada de una
serie de misterios.
Esa misma noche el entusiasmo de Roy,
que venía en decadencia, se renovó hasta al-
canzar su punto culminante. ¡Los misteriosos
visitantes nocturnos estuvieron en el almacén
de su tío!
Hacía unas semanas el señor Wallace había
perdido un cortaplumas que quería mucho
porque era el regalo de un viejo amigo, y cuya
pérdida había lamentado profundamente en
aquel momento. Pero esa mañana se despertó y
encontró su cortaplumas colgando de una
cuerda en la ventana de su habitación.
Allí estaba el cortaplumas perdido, ¡colgado de la ventana'.
Roy consideró que el caso era como "tirarle
dicho, ¿qué motivo tenía él para relacionar el de la cola al león en su propia cueva"; y él era
arenque de la viuda, la cena de Pedro Macdo- el león. En ese instante se propuso resuelta-
nald, la devolución del chaleco salvavidas y el mente que no dejaría piedra sobre piedra hasta
remo, la turba de la señorita Mackay, el bote resolver todos los misterios, sin saber cuan
del "Viejo Corkey", la ventana del doctor Mac- cerca estaba de cumplir el deseo de su cora-
Gregor, la repisa de Jimmy y el resorte del reloj zón.
con la cueva? Ninguna en absoluto. Segura- Nada fuera de lo común ocurrió la noche si-
mente era una tontería. guiente. Sin embargo, la noche subsiguiente
62 El secreto de la caverna

alguien entró en la cabana de la señora Mac-


Intyre mientras ella estaba fuera cuidando a
su nuera enferma, en otra parte del pueblo. El
misterioso intruso prácticamente reconstruyó
la mesa de la cocina, la que a pesar de estar
tan desvencijada, seguía siendo usada por la
señora Maclntyre durante los últimos meses, a
falta de alguien que la arreglara.
Tan pronto como Roy escuchó las noticias
fue corriendo a la escena del último aconteci-
miento. Examinó con sumo cuidado la mesa
restaurada. Había quedado completamente fir-
me y resistente.
Roy observó que las partes flojas fueron
atornilladas, no clavadas, sin duda para no
hacer algún ruido que pudiera llamar la aten-
ción de los vecinos, aunque la cabana más cer-
cana estaba a cientos de metros de distancia.
Repentinamente lanzó una exclamación de
sorpresa.
—¡Señora, mire! —dijo Roy—. ¡La tabla del
medio no está atornillada! Hicieron los aguje-
ros, pero fíjese, ¡está totalmente suelta!
—Pues en verdad tienes razón —dijo la se-
ñora Maclntyre—. Ahora me pregunto, ¿por
qué los ángeles la dejaron así y no terminaron
el trabajo?
En ese momento la señora Maclntyre creía

Roy encendió su linterna. ¡Era la señora Maclntyre!


64 El secreto de la caverna La repisa sorpresa y el cortaplumas colgante 65

firmemente, al igual que la mayoría del pueblo, ba entreabierta y la mesa, cerca de ésta.
que los ángeles estaban detrás de todos estos Roy estaba muy emocionado. Sus nervios
actos de bondad. estaban de punta. Pero a medida que transcu-
—¡Ya sé! —exclamó Roy—. Quienquiera ha- rría el tiempo sus expectativas disminuyeron
ya sido fue interrumpido antes de que pudiera un poco. Después de todo, tal vez no venía na-
terminar su tarea, o si no se quedó sin torni- die. Empezó a sentir frío y se le puso la piel de
llos. gallina, y entrada la noche comenzó a adorme-
—Quizá regresen y terminen el trabajo esta cerse. Para entonces sus ojos se negaban a se-
noche —sugirió la señora Macmtyre. guir manteniéndose abiertos y su cabeza cayó
—¡Pues, sí! —exclamó Roy con repentino sobre su pecho en tanto se sumía en un pro-
entusiasmo—. ¡Quizá vuelvan! Dígame, señora fundo sueño.
Maclntyre, ¿le importaría si vengo y vigilo? ¡Oh! ¿Qué era ese ruido? ¡Pisadas! Roy pegó
—¡No hay inconveniente, muchacho, pero si un salto, frotó sus ojos y buscó desesperada-
son ángeles no podrás ver nada! mente su linterna en la oscuridad. Apuntando
—Pero puede que no sean ángeles —dijo directamente hacia la puerta, donde había es-
Roy con una sonrisa—. De todas maneras esta- cuchado los ruidos, encendió la linterna y ésta
ré aquí alrededor de las diez y esperaré en el ¡iluminó la cara de la señora Maclntyre!
cobertizo de su patio. Entonces deje la puerta —¿Dónde estás muchacho? —gritó ella—.
un poquito abierta y acérquele la mesa lo más ¿Lo viste?
posible, así quienquiera sea el que venga, la va —¡No! ¿Si vi a quién? —preguntó boquia-
a ver inmediatamente y se va a tentar a termi- bierto.
nar el trabajo. Yo tendré lista mi linterna para —No lo sé. Pero había alguien. Escuché mo-
alumbrarlos ni bien oiga las pisadas. vimiento y ruido y me levanté para ver. Pero ya
Una vez que su padre le dio permiso para no había nadie.
salir hasta tarde, Roy regresó a la casa de la —¡Y la mesa! —exclamó Roy corriendo en
señora Maclntyre y se escondió en el cobertizo, dirección a ella—. ¿Están puestos los tornillos
de donde se veía claramente la puerta del fren- que faltaban?
te. Tal como lo habían pactado, la puerta esta- Sí, estaban.
La persecución de medianoche 67
CAPÍTULO 7
más remota idea del camino a seguir.
Se detuvo unos instantes y reflexionó. Ha-
La persecución bía cuatro rumbos que podía elegir. Podía co-
rrer directamente camino abajo hacia el pue-
de medianoche blo; podía subir por el sendero escabroso de la
y la pista equivocada montaña; podía tomar una huella a su dere-
cha que conducía a la turbera o podía ir por su
izquierda, tomar un atajo y atravesar los cam-
py quería darse contra la pa- pos en dirección a la caverna.
red. ¡Por qué no se había podido quedar des- ¿Qué camino debería tomar?
pierto! Quizás estos personajes misteriosos ha- Repentinamente sintió la soledad del lugar;
bían venido justo cuando se quedó dormido. lo extraño que es estar en la oscuridad y el si-
¡Qué oportunidad se había perdido! ¡Qué exas- lencio de la una de la madrugada, a unos 50
perante! kilómetros de la estación de policía más cerca-
—¿Hace mucho que se han ido? —le pre- na. Por un momento pensó en regresar a la ca-
guntó acaloradamente a la señora Maclntyre. sa de su tío e ir a dormir.
—No sabría decírtelo —repuso la anciana—, Pero no; la oportunidad era demasiado bue-
pero no habrán pasado más de cinco o diez na como para perdérsela. No se echaría atrás.
minutos, como mucho. Me levanté tan pronto Encontraría a su "presa" aunque eso significa-
escuché los ruidos, pero como me tuve que ra tener que estar despierto toda la noche y re-
vestir, cuando salí a la puerta ya no había nada correr todo el camino hasta la caverna.
ni nadie para ver. ¿La caverna? Sí. Instintivamente eligió el
—¡Los voy a perseguir! —dijo Roy con deter- camino de la izquierda y reuniendo coraje ini-
minación, alejándose por el sendero del jardín. ció el recorrido por entre los campos, a paso
Pero cuando llegó a la calle surgió ante él la vivo. Con la ayuda de su linterna saltó zanjas,
pregunta del millón: ¿Para qué lado ir? trepó muros de grandes piedras de granito
Era una noche muy oscura, algo envuelta —que en el norte de Escocia sirven como cer-
en neblina, y era obvio que Roy no tenía la cas— y poco a poco se fue acercando a su pri-
(66)
La persecución de medianoche 69

Estimulado por lo que había visto, Roy re-


dobló su energía y corrió tan rápido como sus
piernas le permitían. La siguiente vez que ilu-
minó el camino tuvo la sensación de que esta-
ba más cerca de su presa. Nuevamente apre-
suró sus pasos.
Ahora estaba subiendo por la colina donde
había encontrado el resorte. La figura estaba
mucho más arriba y, ocasionalmente, algunas
piedras que se soltaban al pisarlas caían ro-
dando peligrosamente muy cerca de Roy. Pero
eso no le importaba. Su deseo tan acariciado
estaba a punto de hacerse realidad.
Fue entonces que se tropezó y se cayó. Eso
le hizo perder dos preciosos minutos. Cuando
•s*^~*3Sífc se levantó, la figura estaba fuera del alcance
^v&fífSit* A
de la luz de su linterna. En vano trató de recu-
perar el tiempo perdido. Comenzó a correr más
velozmente y, cuando ya había recorrido casi
Cuando alumbró con su linterna, Roy vio a alguien que corría.
un kilómetro, se dio cuenta de que hacía mu-
cho que debería haber alcanzado su presa; pe-
rner objetivo: el lugar donde había encontrado
ro no, todavía no veía ni oía nada. Finalmente
el resorte de reloj oxidado. llegó hasta la colina al pie de la cual estaba la
Ya había recorrido como medio kilómetro, entrada de la caverna, ¡pero allí tampoco en-
cuando por casualidad iluminó con la linterna contró nada!
el camino que tenía por delante, ¡y vio que a Por último, cansado y fastidiado, regresó a
una corta distancia había una figura borrosa su casa caminando lentamente. Fue prestando
que corría tan rápido como él! atención durante todo el camino, pero bien po-
La persecución de medianoche 71

los resultados de la vigilia nocturna. La historia


que la señora Maclntyre contó sobre cómo Roy
se había dormido justo en el momento en que
los "ángeles" llegaron, ya había llegado a sus
oídos y fue motivo de algunas bromas. Pero
Roy rebatió el argumento afirmando que había
visto algo, y que vería mucho más antes que
pasara mucho tiempo. No estaba dispuesto a
decir más de lo que había dicho, y las risas só-
lo atizaron su deseo de encontrar una solución
al misterio.
Ya estaba muy cansado como para seguir
"investigando" por ese día y el siguiente, y esto
le dio la oportunidad de escuchar otra historia
de una obra "angélica". Lo más extraño de todo
era que esta historia era idéntica a una que
había ocurrido poco antes de su llegada al
pueblo de Longview. La pobre y anciana viuda
Roy observó el cacao con mucho cuidado. ¡Allí tenía que haber alguna que una vez había recibido pan, galletitas y
pista! arenques de un visitante nocturno, fue nueva-
mente el objeto de un acto de bondad similar,
dría haber ahorrado toda esa energía. Llegó al pero esta vez con el agregado de medio kilo de
almacén alrededor de las tres de la madruga- cacao en polvo.
da, completamente exhausto. Pronto se quedó Roy visitó a la anciana. Como era de espe-
dormido. rar, ella rebosaba de alegría a causa del regalo
Al día siguiente, cuando estuvo totalmente y no podía hablar de otra cosa. Con sumo tac-
despierto, cosa que no ocurrió sino hasta cerca to, Roy le hizo algunas preguntas sobre las ga-
del mediodía, su padre y su tío quisieron saber lletitas y el cacao. ¡Allí tendría que haber algu-
72 El secreto de la caverna
CAPÍTULO 8
na pista! Luego fue a averiguar dónde última-
mente se habían vendido estos artículos y a
quiénes. Su tío había vendido precisamente La vaca que se ordenata
esa misma clase de galle titas y cacao pero, por
desgracia, a tantas personas que no podía re- por sí sola y la luz detrás
cordar a alguien en particular. De modo que la
pista resultó inútil. de la puerta
En ese momento, Roy tomó la decisión de
dejar de investigar estas pistas infructuosas
para dedicarse a un último gran esfuerzo, que
para animar a Roy en
tal como había estado pensando durante esos
su temeraria empresa, la misma mañana que
días, le daría mejores resultados: ¡él mismo
había fijado para iniciar la búsqueda, llegó a
iría a investigar la caverna!
Con este fin comenzó con los preparativos, sus oídos una historia estremecedora. El viejo
tomando la precaución de obtener una detalla- Sandy, el pescador cuyo remo había aparecido
da descripción del interior de la caverna, espe- de una manera tan extraña, al regresar a su
cialmente en lo concerniente a la cantidad, casa después de estar pescando toda la noche,
longitud y ubicación de sus ramificados pasi- dijo que cuando estaba haciéndose a la mar,
llos. vio algo que se movía en el frente de la caverna.
Con la información que obtuvo de la gente No estaba lo suficientemente cerca como para
del lugar dibujó un croquis y planificó una ver qué era, pero sí estaba totalmente seguro
búsqueda sistemática y exhaustiva de los lar- de que allí había algo o alguien extraño.
gos túneles y los oscuros huecos de la antigua Como si esto fuera poco, Roy se enteró de
caverna. que la noche anterior, mientras el viejo Pedro
Macdonald regresaba a su casa, al pasar cerca
de la caverna había vuelto a escuchar ruidos
extraños que salían de ella.
Era de esperar que la mayoría de los habi-
(73)
La vaca que se ordeñaba por sí sola 75

tantes de Longview dudaran de la veracidad


del relato, al recordar la infructuosa búsqueda
que ya habían realizado en la caverna; pero
para Roy, la noticia era de sumo interés. Se
sentía más ansioso que nunca de iniciar su
grandiosa expedición y apenas podía esperar
para hacerlo.
Sin embargo, era arriesgado. ¿Y si después
de todo, los "misterios" no estuviesen relacio-
nados y los ocupantes de la caverna resulta-
ran ser espías o contrabandistas? Esa idea casi
lo hizo echarse atrás. ¿Valía la pena correr el
riesgo? Por unos instantes estuvo tentado a
dejar la investigación; pero entonces recordó
un viejo dicho: "El que no arriesga, no gana", y
reuniendo todo el valor que pudo decidió que
iría.
Roy resolvió empezar inmediatamente des-
pués del almuerzo, esperando dar por finaliza-
do todo el asunto antes de la hora de la cena;
pero se demoró a causa de una anciana que
llegó al almacén y empezó a relatar una histo-
ria por demás cautivante.
—¡Ay, señor Wallace! —comenzó la ancia-
na—. ¡Nunca he visto algo así en toda mi vida!
Nunca, nunca. Mi vaca vieja, señor, se ordeñó
por sí sola. Bueno, en realidad no quise decir
eso, pero así parecía. Usted sabe lo mal que

—Mi vaca, señor Wallace, se ordeña por sí sola —dijo la anciana.


76 El secreto de la caverna
I
me he sentido últimamente. Algunas veces, se-
ñor Wallace, apenas me puedo levantar; pero
siempre me acuerdo de mi vieja Nancy y trato
de ordeñarla periódicamente.
—Entonces, señor Wallace, ayer a la maña-
na, cuando me sentía peor que nunca, me pa-
reció que no iba a poder levantarme, pero fi-
nalmente lo hice. Cuando me acerqué a la
puerta, encontré, ni más ni menos, que mis
dos bidones de leche estaban llenos hasta el
borde y junto a ellos había una notita que de-
cía: "Esta mañana no se preocupe por Nancy".
La pobrecita se detuvo para tomar aire y
luego se apresuró para continuar.
—Eso no fue todo, señor Wallace. Esta ma-
ñana sucedió lo mismo. Yo no tengo forma de
averiguar qué ocurre porque los vecinos no sa-
ben darme ninguna información. No pueden
ser los demonios por que ellos no hacen cosas
Roy reunió valor y entró en la caverna.
buenas como éstas. Deben ser ángeles o si
no... ¡fantasmas! Roy hubiera querido investigar este hecho
—¿Tiene usted la nota que dejaron junto a más detenidamente pero, como ya se había fija-
los dos bidones? —preguntó Roy con mucho do un objetivo más importante, decidió dejar el
interés. caso de la vaca para después. Si la expedición
—¡Eso es justamente lo más tonto que he de esa tarde resultaba infructuosa no tendría
hecho! Quise guardarla; pero, como una tonta, otra opción más que seguir esta otra pista.
¡sin darme cuenta la usé para encender el fue- Creyó haber escuchado todo lo que la ancia-
go junto con otros papeles viejos! na podría decirle, la dejó continuar su conver-
78 El secreto de la caverna La vaca que se ordeñaba por sí sola 79
sación con el resto de los que allí estaban e in- breve llegó a la bifurcación del pasillo.
mediatamente inició su expedición. Al mirar en el plano que se había hecho con
A las cuatro de la tarde estaba casi en la toda la información que recabó de la gente del
entrada de la caverna, parado sobre los roco- pueblo, encontró que la división estaba marca-
sos escalones y observando el agujero oscuro da. Después de pensar por unos instantes deci-
al cual estaba a punto de entrar. dió tomar el camino de la derecha. Avanzó len-
En ese momento le pareció que era mucho tamente apuntando la luz de su linterna hacia
más fácil planear la entrada a una caverna las paredes, con el fin de observarlas con cui-
desconocida y probablemente deshabitada que dado y descubrir algún rastro de ocupación re-
entrar en ella. Roy sintió que sus piernas no ciente. Mientras tanto tarareaba una melodía
estaban tan firmes como habían estado hacía para no sentir miedo.
un par de minutos. El pasillo, que poco a poco se volvía más
Pero al fin, la razón derrotó al miedo aun- empinado, lo condujo a un compartimento de
que no totalmente. Después de todo, había ve- considerable tamaño donde se detuvo. Una vez
nido a explorar la caverna —no a quedarse mi- que lo examinó detenidamente, volvió sobre
rándola— y así lo haría. sus pasos y fue por otro pasillo que había pa-
Subió los escalones que le faltaban para lle- sado de largo en su camino hacia arriba. Este
gar hasta la entrada y se detuvo a escuchar. también resultó ser un "callejón sin salida", así
No había ningún ruido excepto el sonido de las que regresó a la bifurcación principal y tomó el
olas que rompían en las rocas de la costa. pasillo que estaba a su izquierda.
Roy encendió su linterna y una luz potente Este corredor era mucho más intrincado
inundó el interior de la caverna. Sin embargo, pues tenía recovecos y ramificaciones. En mu-
no se veían más que paredes rocosas y, un po- chos casos el plano no coincidía con lo que iba
co más adelante, una bifurcación en el pasillo. encontrando y en más de una oportunidad se
En un momento tuvo un deseo casi irresisti- preguntó si debía continuar o regresar. No obs-
ble de dar media vuelta y echarse a correr; pe- tante, estaba decidido a hacer un buen trabajo
ro, haciendo uso de una gran fuerza de volun- y anotar todo lo que viera mientras estuviese
tad, entró en la caverna con paso decidido. En dentro.
La vaca que se ordeñaba por sí sola 81

queños y grandes trozos de piedra de granito.


Roy alumbró con su linterna en todas las
direcciones, tratando de ver cuidadosamente
todo lo que había a su alrededor.
Sin lugar a dudas, este sector del pasillo era
totalmente diferente de todo lo que había visto
hasta el momento. Cierta porción de la pared
era lisa y completamente distinta del resto de
las paredes que allí había. Parecía que tam-
bién era de piedra, sin embargo...
Roy se acercó para ver mejor. ¿Qué era eso?
Alumbró directamente hacia ese lugar. ¡Era
una cuerda! Cuando fue a tomarla con sus
manos se dio cuenta de que no podía moverla
porque estaba adherida a la pared.
Empezó a tirar de la cuerda con todas sus
fuerzas. De repente, escuchó un ruidito, como
si se hubiera abierto algo. Entonces, para su
Roy se acercó a la grieta más grande y miró hacia adentro. sorpresa, una parte de la pared se movió. Era
una pequeña puerta que al abrirse le mostró
Por el momento, casi había terminado, y no
un pasillo secreto. ¡La pesada puerta era de
veía las horas de poner fin a esta situación de
madera de roble y estaba pintada de tal mane-
nerviosismo y poder salir "a la superficie" a ra que parecía una piedra!
respirar aire fresco y puro. Pasaron unos minutos hasta que logró re-
Finalmente llegó al lugar que los pescadores cuperarse de su asombro. Luego, una vez que
llamaban "el derrumbe". Y en verdad parecía verificó que la puerta no se cerraría tras él, si-
un derrumbe: en ese sector el pasillo tenía una guió por el camino que alumbraba su linterna.
forma diferente y por todo el suelo había pe- Este túnel era mucho más pequeño que los
82 El secreto de la caverna
CAPÍTULO 9
otros. Por momentos su cabeza tocaba el te-
cho. En algunas partes el pasillo era tan estre-
cho que apenas había lugar para caminar có- El gran desenlace
modamente. La longitud de este pasillo era
sorprendente, y cuanto más avanzaba más ga-
nas tenía de dar media vuelta y regresar.
En un momento pensó que quizá ya había
recorrido más de medio kilómetro y cuando es-
oy casi se cayó de espalda
taba apunto de abandonar su búsqueda e irse,
cuando sus ojos vieron lo que había detrás de
escuchó unos ruidos que lo dejaron paralizado
la puerta. El pasillo angosto se había converti-
de miedo. Sin embargo, como parecían venir
do en un compartimento bastante grande. En
de lejos decidió avanzar con cautela y ver de
el medio de ese recinto había una mesa junto a
donde provenían.
la cual había dos sillas viejas.
Para que no lo descubrieran apagó su lin-
terna y, en medio de la oscuridad, avanzó a los En una esquina había un pequeño fuego
tropezones. Los sonidos se oían cada vez me- que ardía en una chimenea improvisada y en
jor, aunque no eran muy claros por la distan- la esquina opuesta, un montón de mantas y
cia. tapetes. Sobre la mesa había una lámpara de
Roy caminó tan rápido como pudo. De re- aceite y algunos alimentos. Sentados en las si-
pente, al doblar una curva del pasillo, ¡se en- llas junto a la mesa, devorando ansiosamente
contró frente a una puerta desvencijada que los sabrosos alimentos, estaban ni más ni me-
por entre sus grietas dejaba ver una luz bri- nos que ¡Osear y Bruno!
llante! Roy no podía dar crédito a sus ojos; pero
Temblando de pies a cabeza, pero animado allí estaban los dos muchachos, lo creyese o
por la idea de que el éxito de su expedición era no.
inminente, se acercó silenciosamente a la Olvidando por el momento el lugar tan ex-
puerta, buscó una de las grietas más grandes y traño en que se encontraba gritó:
a través de ella miró hacia adentro. —¡Hola, Osear!
(83)
84 El secreto de la caverna El gran desenlace 85

Los dos muchachos saltaron como si hubie- riéndose—. Yo sabía que algún día lo harías,
ran recibido una descarga eléctrica y se preci- porque te vi muy decidido a hacerlo. Pero nun-
pitaron a la puerta que estaba en el extremo ca imaginé que nos descubrirías aquí, en
opuesto del compartimento. Creyeron haber nuestro escondite.
escuchado un rugido que provenía del oscuro —Bueno, me costó mucho trabajo —contes-
pasillo y el miedo se apoderó de ellos. tó Roy—. Ustedes cubrieron muy bien el ras-
Roy apoyó todo su cuerpo sobre la puerta y tro. Realmente había empezado a creer que era
ésta se abrió hacia adentro. Entonces volvió a Roberto Malcomí.
gritar diciendo: —Es interesante que nos hayas descubierto
—No se asusten; soy Roy Wallace. ¡Regre- esta noche —dijo Bruno—. Si no nos atrapa-
sen! bas hoy, nunca lo hubieras hecho, porque hoy
Los dos muchachos regresaron pálidos y recibimos una carta de nuestro padre diciendo
temblando, mirando a su amigo con ojos de- que regresa a casa la semana próxima, lo que,
sorbitados. por supuesto, pone fin a toda esta aventura.
—¿Cómo diablos hiciste para llegar hasta —¡Justo a tiempo, ¿no?! —exclamó Roy—.
aquí? —le preguntaron. Eso me pone muy contento. Pero díganme,
—¿Y qué diablos hacen ustedes aquí? —gri- ¿cómo hicieron para encontrar este lugar?
tó Roy. —¡Eso fue un gran descubrimiento! —con-
Y eso fue todo lo que pudieron decirse. La testó Osear—. Lo descubrimos hace unos me-
verdad es que les llevó un buen rato calmarse ses y no le contamos nada a nadie, pensando
lo suficiente como para poder volver a hablar que algún día podríamos aprovecharlo.
razonablemente. Sin embargo, ayudó mucho el —Un día estábamos jugando en la colina
hecho de reanudar la merienda, pero esta vez cuando, de repente, Bruno tropezó con algo.
en compañía de Roy. Cuando se agachó para ver qué era encontró
La comida pronto desapareció y los tres un pequeño trozo de hierro que salía del suelo
muchachos acercaron sus sillas a la chimenea y estaba bien cubierto de hierba. Intentó sa-
y se pusieron a aclarar lo sucedido. carlo pero no pudo; entonces fui a ayudarlo.
—Así que por fin nos atrapaste —dijo Osear De inmediato, después de forcejear un poco, se
El gran desenlace 87

desprendió un trozo de tierra —que estaba ad-


herido a una tabla— y allí apareció una abertu-
ra. Conseguirnos velas y nos deslizamos hasta
llegar aquí. Tapamos muy bien la entrada que
está en la colina para que nunca nadie pudiera
descubrirla.
—Pero, ¿y la otra entrada, la que encontré?
—preguntó Roy.
—Ah, eso vino después. Salimos por la otra
puerta que hay en esta habitación y seguimos
por el pasillo. Nos costó mucho trabajo abrir la
puerta que da a la caverna. Incluso la rompi-
mos un poco; pero traté de arreglarla lo mejor
que pude y le puse una cuerda para que sea
más fácil abrirla del otro lado. Eso fue lo que
asustó al viejo Pedro Macdonald. Me sorpren-
dió saber que el ruido que hacíamos al marti-
llar hubiera llegado tan lejos. ¡Pero el viejo Pe-
dro tiene un oído muy sensible!
—¿Iban a la entrada principal de la caverna
a menudo? —preguntó Roy con gran interés.
—No muy a menudo; el camino es muy lar-
go. Anoche estuvimos allí. Una vez, después de
tu llegada te vimos parado sobre una roca mi-
rando directamente hacia donde estábamos.
¡Mi madre, cómo corrimos! ¡Y vaya que nos
costó hacernos los despreocupados cuando
poco después llegaste a nuestra casa y nos en-
Los dos muchachos saltaron de sus asientos y huyeron despavoridos.
88 El secreto de la caverna

contraste lanzando piedras a esa botella!


—Pero ahora —interrumpió Roy cuyo entu-
siasmo iba en aumento a medida que encon-
traba solución a cada uno de sus interrogan-
tes— lo que quiero saber es si ustedes dos son
los responsables de todos los "milagros" que
ocurrieron en el pueblo durante las últimas se-
manas.
—¡Ah, quieres saberlo todo, ¿no?! —dijo Os-
ear—. Bueno, Bruno, supongo que será mejor
que se lo digamos, ¿no?
Bruno asintió con la cabeza.
—Siendo que nos atrapaste casi con las ma-
nos en la masa —continuó Osear—, supongo
que debemos confesar. Sí, éramos nosotros. Y
nos divertíamos mucho al ver que sospechabas
de Roberto porque sabíamos que nunca nos
descubrirías en tanto desconfiaras de él.
—Cuéntenme más —pidió Roy—. ¿Tuvieron
algo que ver con el bote que todos daban por
Uno por uno, cada misterio se iba aclarando.
robado? ¿Cómo hizo el caballo para entrar a
su establo y como le hicieron llegar la comida a
la viuda? ¿Cómo hicieron para devolver el cha- gor, la campana de la capilla, el cortaplumas de
leco salvavidas y el remo del viejo Sandy? Ah, y mi tío, la mesa de la señora Maclntyre; y lo del
también cuéntenme lo de la cena del viejo Pe- reloj, y la vaca, y todo eso. ¡Cuéntenme todo!
dro Macdonald, la turba de la señorita Mac- —¡Mi madre! ¡Vamos a estar aquí hasta la
kay, el bote del "viejo Corkey", la silla de rue- medianoche! —exclamó Osear—. Todo fue muy
das de Jimmy, la ventana del doctor MacGre- sencillo pues nadie sospechó de nosotros, ni
90 El secreto de la caverna El gran desenlace 91

siquiera tú. de sus lados. Logramos remolcarlo hasta la


—Como mamá y papá no estaban en casa, playa y allí lo reparamos sin demora. Luego lo
todos pensaban que nosotros nos acostábamos regresamos a su lugar. Y todo esto, por su-
temprano y trancábamos la puerta por miedo puesto, lo hicimos en la oscuridad de la noche.
a los "fantasmas". Pero no hacíamos eso. Algu- —En cuanto al caballo, lo encontramos per-
nas veces dormíamos en casa y otras aquí, co- dido en las montañas. No fue difícil regresarlo
mo verás por las mantas. ¿Te acuerdas de mi al establo, pero relinchaba tanto que creímos
respuesta cautelosa cuando nos preguntaste que nos iban a descubrir.
dónde dormíamos? —Al chaleco salvavidas y al remo los encon-
—Sí, ahora lo recuerdo; tu respondiste: tramos en un lugar alejado, junto a la costa,
"Dormimos como troncos". cierta vez que fuimos de pesca. Nos divertimos
—Siempre fui cuidadoso para no decir una muchísimo tratando de empujar el remo por la
mentira, ni siquiera para encubrir nuestra ventana del viejo Sandy; pero recién al otro día
aventura. Algunas veces dormíamos de noche nos enteramos de que ¡había caído sobre su
pero otras no, y veníamos aquí para recuperar pecho!
las horas de sueño atrasadas. Así que cuando —Ahora pasemos a la historia de la turba
nos parecía que ya se habían dormido todos de la señorita Mackay. Obviamente fuimos no-
comenzábamos a trabajar. Mediante la bonda- sotros los responsables de que la turba fuera a
dosa ayuda de Dios encontramos una buena parar al muro que está detrás de la casa; pero
cantidad de cosas que se habían perdido; aun- nunca nos imaginamos que no la buscaría allí.
que en algunos casos nos llevó horas y horas ¡Y entonces fue cuando nos viniste a ver para
de búsqueda. que fuéramos a buscarla! ¡Cómo nos reímos de
—El bote que todos creyeron que había sido eso!
robado debe de haber sido arrastrado por la —¿Y qué me dicen del bote que recubrieron
corriente en medio de la tormenta. Por casuali- con brea? —preguntó Roy.
dad lo encontramos durante una de nuestras —Esa fue mi idea —dijo Bruno—. Vi cuan-
expediciones por la costa. Se había golpeado do tú y el "viejo Corkey" comenzaron a hacerlo
contra una roca y se había agujereado en uno y cuando él se empezó a sentir mal. De modo
92 El secreto de la caverna El gran desenlace 93

que le dije a Osear y pronto acabarnos la tarea. subimos hasta el campanario y con nuestras
—Después vino lo del reloj. Yo lo torné, lo linternas nos pusimos a analizar el mecanismo
traje aquí y lo arreglamos entre los dos. Le fal- de funcionamiento. Entonces descubrimos el
taba un resorte, pero le pusimos otro que en- problema. De alguna forma la cuerda se había
contramos en un reloj destartalado que tene- atorado en algo, y cuando logramos aflojarla,
mos en casa. la campana volvió a sonar de maravilla. Y la
—¿Ustedes perdieron el resorte de ese reloj? verdad es que no pudimos resistir la tentación
—preguntó Roy. de hacerla sonar un par de veces. ¡Era tan di-
—Sí, ¿por qué? vertido!
—Aquí está —dijo Roy con aire triunfal, sa- —¡La escuché! —dijo Roy—. Despertó a me-
cándolo de su bolsillo—. Lo encontré en la coli- dio pueblo. Aquella vez fue que vi sus pisadas.
na, supongo que no muy lejos de su entrada —¿De verdad? —preguntó Osear.
secreta. ¡Si tan sólo hubiera observado un poco —Sí —respondió Roy—, pero no pude se-
más de cerca la hubiera encontrado! guirlas por mucho tiempo porque desapare-
—¡Si hubieras...! —rió Bruno—. Después vi- cían en un gran charco de agua.
no lo de la ventana del doctor MacGregor. —¡Ja, ja, ja! —se rió Bruno—. Nosotros pa-
—¡Ah, explíquenme eso! —dijo Roy—. ¿Có- samos por ese charco a propósito para borrar
mo hicieron para enterarse de que la ventana nuestras huellas. Ahora te vamos a contar lo
estaba rota? de la silla de ruedas de Jimmy.
—Casualmente Osear pasó cerca de la casa —Esa fue obra de Osear. Es un excelente
del pastor poco después de que cayera el árbol. carpintero, ¿lo sabías? Y ¿te acuerdas que te
Vio que una rama había roto el vidrio de la dije que el papá de Roberto Malcomí es carpin-
ventana y se acordó de que en el taller de mi tero? Es verdad; pero te lo dije para despistarte.
casa había un vidrio de la misma medida —es Roberto ni siquiera puede clavar bien un clavo.
que aquí todos los vidrios tienen un tamaño —Me parece que no sabías que soy carpinte-
estándar—. De modo que decidimos arreglar la ro —dijo Osear—. Bueno, pero hice un buen
ventana. Eso fue fácil, pero la campana nos trabajo, ¿no? El mejor de todos fue el de la me-
costó mucho trabajo. En medio de la oscuridad sa de la señora Maclntyre. Fue simplemente
94 El secreto de la caverna

excelente —especialmente porque nos estabas


persiguiendo. ¡Qué contentos nos pusimos
cuando vimos que los arbustos que había junto
a la puerta del frente cubrían nuestros movi-
mientos!
—¿Por qué no terminaron el trabajo la pri-
mera noche? —preguntó Roy.
—Es que no teníamos suficientes tornillos.
—contestó Osear.
—¡Eso fue lo que pensé! —exclamó Roy.
—Siguiendo con las explicaciones, ahora
viene lo de la vaca —continuó Osear—. Creo
que no hay mucho que decir excepto que fui-
mos nosotros quienes la ordeñamos, teniendo Uno por uno, cada misterio se iba aclarando.
cuidado de que nadie nos viera.
a nuestro alcance. Pensamos que sería magní-
—Bueno —dijo Roy, una vez que todos los
fico poder llevar un poco de alegría y alivio a
"misterios" fueron aclarados—, ¡ustedes sí que
estas personas, antes de que ya no estén entre
se divirtieron a lo grande con toda esta aven-
nosotros. Además, tú conoces esa frase: "Todo
tura! Pero díganme, ¿por qué lo hicieron? lo que hicieron..."
—Me imaginé que lo ibas a preguntar —res-
—Exactamente —dijo Bruno—. Pensamos
pondió Osear—. Por muchas razones. Quería- que era hora de poner en práctica lo que Jesús
mos usar nuestro escondite para hacer algo nos enseña: alimentar al hambriento, ayudar a
interesante, algo altruista en lo posible. Tam- los pobres, alegrar a los tristes. Así como él
bién queríamos usar bien el tiempo libre que mismo dijo: "Todo lo que hicieron por uno de
íbamos a tener durante la ausencia de nues- estos hermanos míos más humildes, por mí
tros padres. Después de discutirlo por un rato mismo lo hicieron". Sin embargo, decidimos
se nos ocurrió este plan: ayudar a los pobres y hacerlo tratando de evitar los agradecimientos
necesitados del pueblo en todo lo que estuviera que a veces nos hacen sentir incómodos por-
96 El secreto de la caverna

que no sabemos qué decir.


—Eso es verdad —dijo Roy—. Estoy seguro
de que la gente del pueblo les estaría muy
agradecida y buscaría la forma de demostrár-
selo si supiera que ustedes dos eran los que
estaban detrás de todo esto. La mayoría cree
que todas estas cosas buenas las hicieron los
ángeles.
—¡Nosotros ángeles! —dijo Osear riéndo-
se—. En cuanto a los agradecimientos, no nos
interesan ni un poquito. Lo único que nos im-
porta es saber que nuestro plan ha tenido éxito
en aliviar a los necesitados. Supongo que ahora
que papá va a volver no tendremos la oportuni-
dad de continuar con nuestro plan; al menos
no de esta manera tan particular. Sin embar-
go, no podemos negar que estas semanas que
pasaron fueron las mejores y las más felices de
nuestra vida.
Y así, los tres muchachos continuaron con-
versando y recordando una y otra vez sus
aventuras, hasta que el fuego de la chimenea
se extinguió y la luz de la lámpara comenzó a
apagarse; dos de ellos sintiéndose felices por-
que sus esfuerzos para animar e iluminar a al-
gunas personas solitarias habían sido valora-
dos, y el tercero alegrándose porque al fin ha-
bía podido resolver el misterio de la caverna.

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