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Maxwell Arthur S - El Secreto de La Caverna
Maxwell Arthur S - El Secreto de La Caverna
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retado
(3)
Título del original en inglés: The Secret ofthe Cave, Pacific
Press Publishing Association, Boise, Idaho, E.U.A., 1951. íncliice
Editora: Graciela R. de Mato
Traductora: Paola Canuti
Diseño: Eval Sosa 1. ¿Contrabandistas o espías? 7
Diseño de tapa: Néstor Rasi
2. Llega el "detective" Roy 17
IMPRESO EN LA ARGENTINA 3. El remo mágico y la cena mística 24
Printed in Argentina
4. La turba fantasma y el bote misterioso 35
Primera edición
MCMXCVín - 4M 5. El misterio en la casa del pastor 45
Es propiedad. © Pacific Press Publ. Assn. (1951). 6. La repisa sorpresa y el cortaplumas
© AGES (1998). colgante 56
Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723.
7. La persecución de medianoche y la
ISBN 950-769-016-6 pista equivocada 66
Edicione New Life, División AGES, Buenos aires, Argentina. 8. La vaca que se ordeñaba por sí sola
Tel. 761- 4802. FAX: 760-0416 y la luz detrás de la puerta 73
9. El gran desenlace 83
244 Maxwell, Arthur S.
MAX El secreto de la caverna - 1a. ed. - Florida (Buenos
Aires): Ediciones New Life, 1998.
96 p.; 20x14 cm.
Traducción de: Paola Canuti
ISBN 950-769-016-6
I. Título -1. Literatura religiosa
(5)
CAPÍTULO 1
¿Gorntralbanclistas
o espías?
su mercadería.
—¡Espías! —sugirió alguien con la agitación ban del tema.
Dos niños, Osear y Bruno Maclaren, esta-
de aquel quien se le ocurre una gran idea.
Pero, ¿qué querrían unos espías en ese lugar ban muy interesados. Eran hijos del guarda-
tan solitario de la costa noroeste de Escocia? bosque que vivía en las afueras del pueblo. Re-
Esa noche, el pueblo de Longview estaba di- cientemente su madre había enfermado de
vidido en una cantidad de grupitos que habla- gravedad y su padre la acompañaba en el hos-
10 El secreto de la caverna ¿Contrabandistas o espías? 11
pital de Glasgow hasta que mejor i que que los hombres finalmente aceptaron, pero
los dos muchachitos, que tenían quince y trece con la condición de que prometieran seguir a
años, se hallaban solos. Por supuesto que se lodo el grupo a una distancia prudencial.
sentían tristes porque su mamá y su papá no Finalmente, una de esas largas tardecitas
estaban con ellos, pero como se llevaban bien de verano, en las que allá, en el lejano norte, el
entre sí, disfrutaron mucho de su inesperada sol no se pone hasta las diez de la noche, la
libertad. expedición inició su camino.
Iban de un grupo a otro y escuchaban las La caverna se hallaba como a cinco kilóme-
últimas versiones de la historia del viejo Pedro, tros del pueblo. Estaba ubicada un poco por
y con ansias recogían todos los detalles que se encima de la playa y llegar hasta ella era algo
le iban agregando a medida que el tiempo pa- difícil. Sin embargo, como hacía algún tiempo
saba. se habían construido algunos escalones en las
Al día siguiente, cuando los habitantes del rocas, la subida fue mucho más fácil. Por
pueblo decidieron que algunos de los hombres suerte la marea estaba baja, de lo contrario el
más valientes debían visitar la caverna y de es- grupo tendría que haberse acercado en bote
ta manera acabar de una vez por todas con hasta la entrada de la caverna.
esa situación, estos dos muchachitos estuvie- Un pequeño esfuerzo para subir los despare-
ron entre los primeros que se ofrecieron para jos escalones finalmente condujo a seis hom-
ir. Pero los hombres de más edad se negaron a bres y a los dos niños hasta la entrada, no sin
llevarlos. que sus corazones latieran un poco más rápido
—No, no —dijo alguien—. Supongamos que de sólo pensar con qué se podrían encontrar
allí hubiera espías o contrabandistas con ar- allí. Otros tantos que habían venido se queda-
mas, y supongamos que les dispararan, ¿qué ron en la playa. Algunos les gritaban a los dos
nos dirían su padre y su madre cuando regre- muchachos para que no subieran. Pero Osear y
sen? Bruno estaban resueltos a ver de qué se trata-
A pesar del balde de agua fría que echaron ba; y como su padre no estaba, no había nadie
sobre sus expectativas, Osear y Bruno les pi- que les pudiera ordenar que bajaran.
dieron con tanta insistencia que los llevaran, Se encendieron las linternas y el pequeño
12 El secreto de la caverna
do; pero los pescadores escoceses nunca dejan En el pueblo había pocas viudas. De tanto
sus embarcaciones mal amarradas, porque co- en tanto el resto de la comunidad las ayudaba
nocen la furia de los repentinos vientos del de alguna manera. Una viuda, sin embargo,
Atlántico. Todos sabían que el bote había sido era más pobre que otras debido a que se enfer-
robado. Pero, ¿por quién? Ese era el problema. maba con frecuencia. Aunque anteriormente la
¿Te puedes imaginar la conmoción cuando, habían ayudado en más de una oportunidad,
pocos días más tarde, el barco reapareció en ahora la habían descuidado, y en realidad esta-
su lugar de siempre pero con un prolijo parche ba muy escasa de dinero.
en uno de sus lados y que cubría el gran aguje- ¡Imagínense entonces su sorpresa y alegría
ro que se había hecho mientras estaba desa- cuando una mañana, al despertarse, encontró
parecido? junto a su cama una cajita de galle titas, dos
Dos días después ocurrió otra cosa extraña. panes y una cantidad de deliciosos arenques!
Un caballo, que pertenecía a uno de los pue- A pesar de las muchas preguntas y averigua-
blerinos, desapareció del lugar donde lo ha- ciones de una punta del pueblo a la otra, la
bían atado y, para gran preocupación del due- viuda no pudo saber quién había sido la per-
ño, no lo podía encontrar. Para el día siguiente sona generosa responsable de una acción tan
se planeó una búsqueda colectiva; pero he noble, ni tuvo oportunidad de brindarle un ca-
aquí que cuando el hombre fue al establo esa luroso agradecimiento a su benefactor.
mañana, ¡allí estaba el caballo, en el lugar de Pero, ¿de dónde habían venido todas las co-
siempre! El hombre estaba mudo del asombro. sas y cómo llegaron hasta ese lugar? ¿Había
Había escuchado que los caballos hacen cosas alguna relación entre los "ruidos de la caver-
sorprendentes pero no podía concebir la idea na" del viejo Pedro Macdonald, el bote maltra-
de un caballo que pudiera abrir las puertas y tado, la devolución del caballo y las visitas
atarse por sí solo en su caballeriza. nocturnas a la viuda?
Los habitantes del pueblo apenas habían te- El pueblo de Longview pensaba y hablaba,
nido tiempo de comentar este acontecimiento reflexionaba y hablaba una y otra vez; y mien-
extraordinario cuando se produjo otro hecho tras tanto los hechos sucedían con rapidez.
que aumentó su interés.
CAPÍTULO 2
17» muchacho bajó del barco de vapor hasta el bote que lo estaba esperando.
18 El secreto de la caverna
ra, todo lo que no estaba firmemente asegura- avanzó una distancia considerable. Cuando
do, incluyendo el tan preciado chaleco salvavi- empezó a sentirse cansado se subió a una pe-
das, fue arrastrado por el agua. El hombre es- queña roca que sobresalía del agua para des-
tuvo inconsolable durante dos días y continuó cansar por un momento. Se zambulló otra vez y
lamentando la pérdida por un tiempo. fue hacia otra roca, y después de descansar un
Imagínense entonces su sorpresa y su ale- ratito fue hacia otra más. Así continuó, aleján-
gría cuando, una mañana, al abrir la puerta de dose poco a poco del pueblo.
su casa, vio el chaleco salvavidas que había de- Finalmente, pensó que sería conveniente no
saparecido hacía un tiempo. Estaba justo en- alejarse más y decidió, después del último des-
frente de él, suspendido de un clavo. ¿Cómo canso, que era hora de regresar. Cuando estaba
había ido a parar a ese lugar? Alguien lo tuvo descansando sentado en una roca, por casuali-
que haber puesto después de las once de la no- dad miró hacia la costa. Para su sorpresa, se
che, puesto que no se había ido a la cama has- dio cuenta de que estaba justo frente a la en-
ta esa hora, y antes de las cinco y media de la trada de la caverna. La abertura parecía pe-
mañana, que fue la hora en que abrió la puerta. queña porque estaba a unos cuantos metros de
Sin embargo, a pesar de todas las averiguacio- distancia; pero se la veía claramente.
nes no se pudo encontrar ni una pista de quién ¿Y qué era eso? ¡Sin duda sus ojos no lo en-
lo habría puesto allí. gañaban! ¡Algo se estaba moviendo en la entra-
Roy, al igual que toda la gente de Longview, da de la caverna! Volvió a mirar. Sí, ¡era la fi-
estaba intrigado. ¿Quién lo había hecho? Ade- gura de una persona!; pero no podía distinguir
más, ¿había alguna relación con todos los mis- quién era.
teriosos acontecimientos que habían estado Desgraciadamente, con la emoción del mo-
ocurriendo? ¿Sería posible que el chaleco sal- mento, Roy se olvidó de que no estaba sentado
vavidas estuviera relacionado con los ruidos de en un lugar muy seguro. Así que al ponerse de
la caverna? pie para poder ver mejor, patinó en la roca res-
En la desesperación, Roy se dispuso a olvi- baladiza y cayó al agua estrepitosamente.
dar todo el asunto por esa tarde e ir a nadar Cuando volvió a la superficie miró nuevamente
por un buen rato. en dirección a la caverna, pero la figura ya ha-
Comenzó a nadar enérgicamente y pronto bía desaparecido.
El remo mágico y la cena mística 25
3
de las cabanas con techo de paja que había en
el pueblo.
mágico Los dos hermanos estaban en casa. Roy los
vio de lejos y pudo acercarse bastante antes de
J la cena mística que lo vieran. Al igual que otros muchachos,
los dos hermanos se estaban divirtiendo arro-
jando piedras a una botella de vidrio que ha-
bían colocado sobre un muro de piedras que
|L|J na hora más tarde, Roy lle- rodeaba el jardín.
go al Almacén. Estaba muy cansado, con mu- Al escuchar las pisadas se dieron vuelta
cho a-,etito y muy pero muy conmocionado instantáneamente y saludaron al recién llegado
despugg ¿e ia experiencia de esa tarde. Sin con un alegre "¡Hola!" Roy se presentó como el
embaigQ, como un buen detective, pensó que sobrino del dueño del almacén y les contó que
por el momento era mejor no decir nada de lo venía de Liverpool, y esto fue suficiente para
que h^ja visto en \ entrada de la caverna.
que los otros dos muchachos se interesaran
R°> recobró las fuerzas comiendo unas nu- por él. Después vinieron algunas preguntas y
tritiva^ galletitas de avena escocesas y tomando
respuestas. Finalmente, los tres se pusieron a
un de:jCiOSO vaso de leche. Después de la cena
arrojar piedrecitas a la botella hasta que un ti-
pensó qUe debería tratar de encontrar a Osear
ro de Roy hizo que la botella no sirviera para
v a Bluno, con la esperanza de que le dieran
nada más.
algun^ información adicional. Todavía no los
había visto, pero por lo que había oído de ellos —Te invitaríamos a pasar a nuestra casa
estab^ seguro de que se llevarían muy bien. —dijo Osear—, pero como mamá y papá no es-
Teriía que caminar bastante, porque la casa tán, la casa está un poco desordenada.
guardabosque estaba retirada del pueblo. —Vamos a hacerle una buena limpieza el
Ras0s grandes y apresurados, pronto lle- día antes que regresen —agregó Bruno con
gó al lugar Era Una vivienda bonita; tenía dos una gran sonrisa.
pisos y techo de tejas, lo que la hacía diferente —¿Duermen solos? —preguntó Roy.
(24)
El remo mágico y la cena mística 27
todo eso.
Después del incidente del bote, Roy decidió
que si para develar el misterio era necesario
quedarse toda una noche despierto y patrullar
el pueblo, él lo haría.
Pero entonces los hechos extraños comen-
zaron a ocurrir de día. Mientras la esposa de
un joven pescador estaba excavando turba, y
como no había nadie en la cabana, alguien en-
tró y se llevó el único reloj que tenían. Era
cierto que no funcionaba desde hacía como un
mes o más, cosa que causó muchos inconve-
nientes y dolores de cabeza a su dueño; pero
no querían deshacerse de él y menos de esta
¡Entre los arbustos había un oxidado resorte de reloj!
manera. Sin embargo, había desaparecido y
nadie supo más de él. A algunos vecinos les ocurrido.
pareció haber visto pasar a un hombre, mien- Roy estaba confundido. No podía encontrar
tras que otros aseguraban que sólo habían vis- ni una pista. Comenzó a pensar y a analizar a
to niños en los alrededores. Pero no había testi- cada persona que vivía en el pueblo, e incluso
gos del hecho. trató de "sospechar" de ellas pero no obtuvo
El reloj ya no estaba. Pero dos días más tar- resultados. Ahora estaba muy seguro de que
de, para sorpresa y alegría de la joven esposa en el fondo de esta cuestión había una perso-
del pescador, que regresaba a su casa después na; sin embargo pensó que había alguna posi-
de una breve ausencia, encontró que el reloj bilidad de que los hechos no estuvieran rela-
estaba en el lugar de siempre ¡y funcionando! cionados. Quizá su gran deseo de ser un "de-
Lo habían arreglado y lustrado de tal manera tective" lo estaba conduciendo a conclusiones
que parecía un reloj completamente nuevo. Y equivocadas. Tendría que esperar y observar.
como sucedía siempre, nadie supo cómo había Debía admitir que tenía ciertas sospechas
44 El secreto de la caverna
CAPÍTULO 5
de un joven de unos diecisiete años llamado
Roberto Malcolm. Este muchacho fue visto en
la turbera la noche antes de la desaparición El misterio
del combustible de la señorita Mackay. Algu-
nos estaban seguros de que había pasado cer- en la casa del pastor
ca de la casa de la esposa del pescador alrede-
dor de la hora en que el reloj había sido de-
vuelto. Otros recordaban que en las últimas
noches había estado fuera de su casa hasta ga^quella noche vino una fuerte
tarde. ¿Podría ser él? Era posible. Era un mu- tormenta del Atlántico, y cuando Roy despertó
chacho muy tranquilo y no se relacionaba mu- en la mañana, todo estaba totalmente empapa-
cho con los otros muchachos. Roy lo iba a ob- do en agua. Cuando miró por la ventana, la
servar con cuidado. lluvia todavía caía a mares. De tanto en tanto
A la tarde siguiente, sumido en sus pensa- una ráfaga de viento azotaba los vidrios de las
mientos, se encaminó hacia el sur del puebleci- ventanas. En las cercanías podía escuchar el
to, en dirección a la caverna. Después de un tronar de grandes olas sobre la playa.
kilómetro el camino se volvió empinado. Ade- "¡Qué día!", pensó Roy. Tenía planeado se-
más, la rocosa ladera dificultaba mucho el guir la pista que había encontrado en el arbus-
tránsito. Roy avanzó un poco más y luego, sin- to la tarde anterior, pero ahora se le hacía im-
tiéndose muy cansado como para seguir su- posible. No había nada que pudiera hacer, ex-
biendo sin ninguna razón en particular, se dis- cepto sentarse y esperar que pasara la tormen-
puso a bajar. ta.
Miró el suelo para ver bien por dónde cami- Después del desayuno, como no tenía nada
naba, y cuando lo hizo, algo extraño que estaba mejor que hacer, fue al almacén y se puso a
sobre un montón de arbustos pequeños llamó mirar las diferentes cosas que su tío tenía a la
su atención. venta. En una esquina estaban los víveres; en
Se agachó y lo recogió. ¡Era el resorte oxida- otra estaban las ollas, sartenes y platos; y en
do de un reloj! otra había escobas, palas, horcas y otras he-
(45)
El misterio en la casa del pastor 47
dro Macdonald está soñando, y me han dicho Todos lo saludaron con una sonrisa, puesto
que el "Viejo Corkey" puede haber estao to- que lo apreciaban y lo respetaban mucho. Co-
mando. Yo no le voy a creé a ninguno de los mo el cuello y la solapa de su abrigo estaban
dos. levantados y su sombrero negro estaba gotean-
—Pues yo sí —dijo otra anciana que acaba- do, Roy no pudo ver con facilidad cómo era este
ba de entrar—. Los conozco bien. Son buenos hombre exactamente; además, nunca antes lo
hombres y ninguno de ellos andaría diciendo había visto. Sin embargo, era evidente que era
mentiras. Le voy a decir una cosa: Algo raro alto, de mediana edad, tenía cabello gris y su
está pasando en este pueblo, y me gustaría sa- rostro era alargado y serio, pero no muy serio;
ber quién está detrás de todo. Puede que sean porque, como Roy pudo notar, había cierto
ángeles y puede que no. Pero está ocurriendo destello en sus ojos cuando conversaba con los
algo extraño. presentes y le decía al señor Wallace lo que de-
—¡Ángeles! —dijo la primera anciana—. seaba.
¡Nunca voy a creerlo! —Lamento molestarlo en un día como este
—Es mejor esperar y ver qué pasa —dijo un —dijo—, pero la tormenta ha derribado un ár-
pescador de rostro curtido por la intemperie, bol que estaba al lado de mi casa y una rama
que estaba sentado sobre un cajón de manza- entró por una de las ventanas y la rompió.
nas—. No hay que apurarse a sacar conclusio- —¿Qué tan grande es? —preguntó el señor
nes. ¡Nunca vi cosa igual! Miren el bote del Wallace.
"Viejo Corkey", por ejemplo. ¿Quién le terminó —No muy grande. Es una abertura pequeña
de poner brea? ¿Cómo me explican eso? pero la lluvia está entrando torrencialmente y
Y así continuaron las discusiones durante está haciendo un desastre en mi sala. ¿Alguien
toda la mañana y buena parte de la tarde. Mi- podría venir a arreglarla esta noche?
nutos antes de cerrar el almacén, la puerta se —Esta noche no —dijo el señor Wallace—.
abrió de golpe y ¿adivinen quién entró como Pero le daré una tabla de madera para que la
una ráfaga de viento? Ni más ni menos que el clave en la abertura y mañana a la mañana le
mismo doctor Samuel MacGregor, el pastor del enviaré a alguien para que le coloque un vidrio
lugar. nuevo.
50 El secreto de la caverna
firmemente, al igual que la mayoría del pueblo, ba entreabierta y la mesa, cerca de ésta.
que los ángeles estaban detrás de todos estos Roy estaba muy emocionado. Sus nervios
actos de bondad. estaban de punta. Pero a medida que transcu-
—¡Ya sé! —exclamó Roy—. Quienquiera ha- rría el tiempo sus expectativas disminuyeron
ya sido fue interrumpido antes de que pudiera un poco. Después de todo, tal vez no venía na-
terminar su tarea, o si no se quedó sin torni- die. Empezó a sentir frío y se le puso la piel de
llos. gallina, y entrada la noche comenzó a adorme-
—Quizá regresen y terminen el trabajo esta cerse. Para entonces sus ojos se negaban a se-
noche —sugirió la señora Macmtyre. guir manteniéndose abiertos y su cabeza cayó
—¡Pues, sí! —exclamó Roy con repentino sobre su pecho en tanto se sumía en un pro-
entusiasmo—. ¡Quizá vuelvan! Dígame, señora fundo sueño.
Maclntyre, ¿le importaría si vengo y vigilo? ¡Oh! ¿Qué era ese ruido? ¡Pisadas! Roy pegó
—¡No hay inconveniente, muchacho, pero si un salto, frotó sus ojos y buscó desesperada-
son ángeles no podrás ver nada! mente su linterna en la oscuridad. Apuntando
—Pero puede que no sean ángeles —dijo directamente hacia la puerta, donde había es-
Roy con una sonrisa—. De todas maneras esta- cuchado los ruidos, encendió la linterna y ésta
ré aquí alrededor de las diez y esperaré en el ¡iluminó la cara de la señora Maclntyre!
cobertizo de su patio. Entonces deje la puerta —¿Dónde estás muchacho? —gritó ella—.
un poquito abierta y acérquele la mesa lo más ¿Lo viste?
posible, así quienquiera sea el que venga, la va —¡No! ¿Si vi a quién? —preguntó boquia-
a ver inmediatamente y se va a tentar a termi- bierto.
nar el trabajo. Yo tendré lista mi linterna para —No lo sé. Pero había alguien. Escuché mo-
alumbrarlos ni bien oiga las pisadas. vimiento y ruido y me levanté para ver. Pero ya
Una vez que su padre le dio permiso para no había nadie.
salir hasta tarde, Roy regresó a la casa de la —¡Y la mesa! —exclamó Roy corriendo en
señora Maclntyre y se escondió en el cobertizo, dirección a ella—. ¿Están puestos los tornillos
de donde se veía claramente la puerta del fren- que faltaban?
te. Tal como lo habían pactado, la puerta esta- Sí, estaban.
La persecución de medianoche 67
CAPÍTULO 7
más remota idea del camino a seguir.
Se detuvo unos instantes y reflexionó. Ha-
La persecución bía cuatro rumbos que podía elegir. Podía co-
rrer directamente camino abajo hacia el pue-
de medianoche blo; podía subir por el sendero escabroso de la
y la pista equivocada montaña; podía tomar una huella a su dere-
cha que conducía a la turbera o podía ir por su
izquierda, tomar un atajo y atravesar los cam-
py quería darse contra la pa- pos en dirección a la caverna.
red. ¡Por qué no se había podido quedar des- ¿Qué camino debería tomar?
pierto! Quizás estos personajes misteriosos ha- Repentinamente sintió la soledad del lugar;
bían venido justo cuando se quedó dormido. lo extraño que es estar en la oscuridad y el si-
¡Qué oportunidad se había perdido! ¡Qué exas- lencio de la una de la madrugada, a unos 50
perante! kilómetros de la estación de policía más cerca-
—¿Hace mucho que se han ido? —le pre- na. Por un momento pensó en regresar a la ca-
guntó acaloradamente a la señora Maclntyre. sa de su tío e ir a dormir.
—No sabría decírtelo —repuso la anciana—, Pero no; la oportunidad era demasiado bue-
pero no habrán pasado más de cinco o diez na como para perdérsela. No se echaría atrás.
minutos, como mucho. Me levanté tan pronto Encontraría a su "presa" aunque eso significa-
escuché los ruidos, pero como me tuve que ra tener que estar despierto toda la noche y re-
vestir, cuando salí a la puerta ya no había nada correr todo el camino hasta la caverna.
ni nadie para ver. ¿La caverna? Sí. Instintivamente eligió el
—¡Los voy a perseguir! —dijo Roy con deter- camino de la izquierda y reuniendo coraje ini-
minación, alejándose por el sendero del jardín. ció el recorrido por entre los campos, a paso
Pero cuando llegó a la calle surgió ante él la vivo. Con la ayuda de su linterna saltó zanjas,
pregunta del millón: ¿Para qué lado ir? trepó muros de grandes piedras de granito
Era una noche muy oscura, algo envuelta —que en el norte de Escocia sirven como cer-
en neblina, y era obvio que Roy no tenía la cas— y poco a poco se fue acercando a su pri-
(66)
La persecución de medianoche 69
Los dos muchachos saltaron como si hubie- riéndose—. Yo sabía que algún día lo harías,
ran recibido una descarga eléctrica y se preci- porque te vi muy decidido a hacerlo. Pero nun-
pitaron a la puerta que estaba en el extremo ca imaginé que nos descubrirías aquí, en
opuesto del compartimento. Creyeron haber nuestro escondite.
escuchado un rugido que provenía del oscuro —Bueno, me costó mucho trabajo —contes-
pasillo y el miedo se apoderó de ellos. tó Roy—. Ustedes cubrieron muy bien el ras-
Roy apoyó todo su cuerpo sobre la puerta y tro. Realmente había empezado a creer que era
ésta se abrió hacia adentro. Entonces volvió a Roberto Malcomí.
gritar diciendo: —Es interesante que nos hayas descubierto
—No se asusten; soy Roy Wallace. ¡Regre- esta noche —dijo Bruno—. Si no nos atrapa-
sen! bas hoy, nunca lo hubieras hecho, porque hoy
Los dos muchachos regresaron pálidos y recibimos una carta de nuestro padre diciendo
temblando, mirando a su amigo con ojos de- que regresa a casa la semana próxima, lo que,
sorbitados. por supuesto, pone fin a toda esta aventura.
—¿Cómo diablos hiciste para llegar hasta —¡Justo a tiempo, ¿no?! —exclamó Roy—.
aquí? —le preguntaron. Eso me pone muy contento. Pero díganme,
—¿Y qué diablos hacen ustedes aquí? —gri- ¿cómo hicieron para encontrar este lugar?
tó Roy. —¡Eso fue un gran descubrimiento! —con-
Y eso fue todo lo que pudieron decirse. La testó Osear—. Lo descubrimos hace unos me-
verdad es que les llevó un buen rato calmarse ses y no le contamos nada a nadie, pensando
lo suficiente como para poder volver a hablar que algún día podríamos aprovecharlo.
razonablemente. Sin embargo, ayudó mucho el —Un día estábamos jugando en la colina
hecho de reanudar la merienda, pero esta vez cuando, de repente, Bruno tropezó con algo.
en compañía de Roy. Cuando se agachó para ver qué era encontró
La comida pronto desapareció y los tres un pequeño trozo de hierro que salía del suelo
muchachos acercaron sus sillas a la chimenea y estaba bien cubierto de hierba. Intentó sa-
y se pusieron a aclarar lo sucedido. carlo pero no pudo; entonces fui a ayudarlo.
—Así que por fin nos atrapaste —dijo Osear De inmediato, después de forcejear un poco, se
El gran desenlace 87
que le dije a Osear y pronto acabarnos la tarea. subimos hasta el campanario y con nuestras
—Después vino lo del reloj. Yo lo torné, lo linternas nos pusimos a analizar el mecanismo
traje aquí y lo arreglamos entre los dos. Le fal- de funcionamiento. Entonces descubrimos el
taba un resorte, pero le pusimos otro que en- problema. De alguna forma la cuerda se había
contramos en un reloj destartalado que tene- atorado en algo, y cuando logramos aflojarla,
mos en casa. la campana volvió a sonar de maravilla. Y la
—¿Ustedes perdieron el resorte de ese reloj? verdad es que no pudimos resistir la tentación
—preguntó Roy. de hacerla sonar un par de veces. ¡Era tan di-
—Sí, ¿por qué? vertido!
—Aquí está —dijo Roy con aire triunfal, sa- —¡La escuché! —dijo Roy—. Despertó a me-
cándolo de su bolsillo—. Lo encontré en la coli- dio pueblo. Aquella vez fue que vi sus pisadas.
na, supongo que no muy lejos de su entrada —¿De verdad? —preguntó Osear.
secreta. ¡Si tan sólo hubiera observado un poco —Sí —respondió Roy—, pero no pude se-
más de cerca la hubiera encontrado! guirlas por mucho tiempo porque desapare-
—¡Si hubieras...! —rió Bruno—. Después vi- cían en un gran charco de agua.
no lo de la ventana del doctor MacGregor. —¡Ja, ja, ja! —se rió Bruno—. Nosotros pa-
—¡Ah, explíquenme eso! —dijo Roy—. ¿Có- samos por ese charco a propósito para borrar
mo hicieron para enterarse de que la ventana nuestras huellas. Ahora te vamos a contar lo
estaba rota? de la silla de ruedas de Jimmy.
—Casualmente Osear pasó cerca de la casa —Esa fue obra de Osear. Es un excelente
del pastor poco después de que cayera el árbol. carpintero, ¿lo sabías? Y ¿te acuerdas que te
Vio que una rama había roto el vidrio de la dije que el papá de Roberto Malcomí es carpin-
ventana y se acordó de que en el taller de mi tero? Es verdad; pero te lo dije para despistarte.
casa había un vidrio de la misma medida —es Roberto ni siquiera puede clavar bien un clavo.
que aquí todos los vidrios tienen un tamaño —Me parece que no sabías que soy carpinte-
estándar—. De modo que decidimos arreglar la ro —dijo Osear—. Bueno, pero hice un buen
ventana. Eso fue fácil, pero la campana nos trabajo, ¿no? El mejor de todos fue el de la me-
costó mucho trabajo. En medio de la oscuridad sa de la señora Maclntyre. Fue simplemente
94 El secreto de la caverna