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Introducción

Al abordar el tema materia de este texto la primera pregunta que surge es ¿a partir de
qué ética veremos a la justicia y al amor? Al respecto se nos ofrecen además de los tres
grandes criterios de valoración moral de los actos humanos (el utilitarista, el
deontológico y el aretológico), una gran cantidad de autores que podemos más o menos
adscribir a estas escuelas.

Dentro de esta variedad de opciones el presente texto buscará discutir el criterio


utilitarista con relación al amor y a la justicia por ser el que mayor contraste tiene con
los otros criterios éticos y a través de estas diferencias obtener un panorama más
amplio. Para el efecto, los autores tomados como representativos de éste criterio serán
Jeremy Bentham, John Stuart Mill y Peter Singer y como aparato crítico de sus
planteamientos estarán presentes Karol Wojtila y John Rawls, ambos tienen una extensa
crítica al utilitarismo como ética pero son particularmente puntuales Wojtyla para el
tema del amor y Rawls para el de la justicia.

Nota sobre el marco epistemológico del utilitarismo.

Es sabido que la raíz del pensamiento utilitarista en gran medida está en su


epistemología de origen empirista, pues niega la posibilidad de conocer todo aquello
que no sea experiencia sensible. Por ello la moral de Epicuro –y con él la de todos los
utilitaristas– “sólo se comprende como la consecuencia de una teoría sensualista del
conocimiento” pues el bien del hombre será “sólo lo que los sentidos nos enseñan, por
tanto el placer.”1

Lo anterior es expresado por los propios utilitaristas. Tanto Jeremías Bentham como
John Stuart Mill quienes fundan su filosofía en el criterio de utilidad, expresando que es
evidente y por tanto no admite pruebas, ya que supondría otro principio superior.

Toda vez que la ciencia debe apoyarse en hechos, entendían que en las ciencias de la
moral y la política los únicos hechos sobre los que es posible apoyarse son el placer y el
dolor. Ellos entendían por placer tanto gozo como ausencia de dolor, es decir en un
sentido amplio. Singer parte de “afirmaciones” que, como primera, identifican el dolor
con el mal y cuyas bases tampoco busca demostrar pero con las cuales es consecuente.

1 Roger Vernaux, Epistemología general o crítica del conocimiento (Herder, Barcelona, 1967) 44

1
En todos los casos se trata de limites esperables de la razón que, una vez metida al
marco del empirismo, niega la posibilidad de cualquier conocimiento transfenoménico
(dependiendo de su acepción y la época2) o metafísico (siempre) y con ello de un marco
moral cuya amplitud permita orientar al hombre más allá de lo inmediato sensible.

El utilitarismo y sus expositores

Con diversos matices, según el filósofo utilitarista de que se trate, el utilitarismo planteó
el bien como una extensión del principio de elección de un solo hombre a lo social,
descansando así en el principio de utilidad o de bienestar mayor. Bentham llamó a este
principio conjunto (individual-social) el principio de maximización de los placeres y
minimización de las penas, este sesgo de su doctrina moral incluso puede verse en el
hecho de que acuñó el vocablo deontología para definirla pues, lo forma a partir de la
acepción primera del griego to deon: lo conveniente y no de dei: se debe. Lo que nos
acerca a la naturaleza del bienestar al que se refiere.

John Stuart Mil trató de afirmar el utilitarismo como abierto a otros criterios morales
hasta entonces conocidos (desde Epicuro hasta Bentham, pasando por Kant) tratando en
los hechos de subsumirlos en el principio de utilidad, diciendo que éste “ha tenido una
gran parte en la formación de las doctrinas morales” aún de aquellas que lo rechazan.

Un matiz importante del utilitarismo de Stuart Mill con relación al de Bentham es su


planteamiento de una gradación entre los deseos, desde los de mayor jerarquía que son
los espirituales a los de menor que son los sensibles. Con ello introduce no sólo el
concepto de que se busca la mayor cantidad de bienes –planteamiento de Bentham– sino
también los de más calidad y que, por lo mismo, son también más deseables. El juicio
de cuáles son los bienes superiores y cuáles los inferiores queda en manos de “las
personas competentes” o “naturalezas superiores” que teniendo experiencia de ambos,
han elegido los superiores.

2 Karol Wojtyla, El hombre y su destino (Ediciones Palabra, Madrid, 2005) 49, lo define como: los
“fenómenos que concurren en la experiencia para formar la totalidad del hombre como aquel que
existe y actúa, [en los que] nosotros vislumbramos --estamos casi obligados a vislumbrar— el
sujeto de este existir y de este obrar” también se usa este término en relación con aquellos
fenómenos físicos que por estar más allá de lo inmediato sensible, durante algún tiempo fueron
considerado fuera de la ciencia. Tal es el caso del positivismo Comtiano con relación a temas como
el átomo, precisamente por estar más allá de lo inmediato captado por los sentidos, obviamente en
la actualidad esto es una obsolescencia.

2
Por su parte, uno de sus principales expositores modernos, Peter Singer, tiene como
primera afirmación de su ética que: “el dolor es malo y cantidades similares de dolor
son igualmente malas…”, esto lo complementa con otras tres afirmaciones:

“los seres humanos no son los únicos capaces de sentir dolor o de sufrir. La mayoría de
los seres no humanos […] pueden sentir dolor…”; “Cuando consideramos la gravedad
de quitar una vida no debemos fijarnos en la raza, sexo o la especie a la que el individuo
pertenece sino en las características del individuo sacrificado, como por ejemplo, sus
propios deseos de seguir vivo o el tipo de vida que es capaz de llevar”; “Normalmente,
[sólo] nos consideramos responsables de lo que hacemos […], esto es un error.
Debemos considerar las consecuencias tanto de lo que hacemos como de lo que
decidimos omitir.”3

A estas afirmaciones Singer les da aplicación a través de diversas combinaciones. En la


práctica, al igual que Stuart Mill pero por otro derrotero, hace matices de aplicación al
principio del placer pero, estos pierden relevancia diferenciadora al partir de la misma
base epistemológica y del mismo principio de utilidad y, en el caso de Singer, con
consecuencias aún más radicales con relación a la persona al combinarse con algunos de
los otros principios.

Utilitarismo y Justicia.

Con relación a la justicia y tratando de salir al paso de objeciones, Stuart Mill dice que
las reglas de la justicia son la parte más sagrada de la moral, “que tocan muy de cerca el
bienestar del hombre”,… y sin embargo, afirma que “su origen está en el sentimiento de
la utilidad común…” lo que impide darle prevalencia a la justicia y al derecho pues este
lugar principal lo tiene la utilidad.

John Rawls expresa que en el utilitarismo el “bien es definido independientemente de lo


justo. [Y por tanto] Serían justas aquellas instituciones y actos que, entre las alternativas
disponibles, produzcan el mayor bien.” 4 A partir de este bien definido como útil, la
justicia –al igual que el amor, el valor, la abnegación y otras concepciones morales–
quedarán subordinadas y definidas en el utilitarismo a obtener el mayor equilibrio de
satisfacción.

3 Peter, Singer, Una vida ética. Escritos, trad. Pablo de Lora Deltoro (Editorial Taurus, España, 200)
11
4 John Rawls, Teoría de la justicia, trad. Ma. Dolores González (Fondo de Cultura Económica, México,

2014) 36.

3
Asimismo, esta limitación puede afectar, y afecta, profundamente la dignidad del
hombre, pues en un cálculo aritmético de bienes, no importaría la injusticia con alguien
o con un grupo en particular, si la suma de bienes se inclina en favor de una
determinada mayoría. Aun introduciendo el cálculo cualitativo que plantea Stuart Mills,
la justicia quedaría sólo como un bien importante pero finalmente sacrificable ante
alguna causa grave que los justifique. Todo ello es consistente con la moral utilitarista
que ve las convicciones sobre la justicia, no como correctas, sino “como una ilusión
socialmente útil.”5

Rawls lo expresa diciendo que, aunque “ciertos preceptos de justicia de sentido común,
en particular los relativos a la protección derechos y libertades o los que expresan la
demanda de un merecimiento, parecen contradecir esta pretensión. Desde el punto de
vista utilitario, la explicación de estos preceptos es que son preceptos que la experiencia
muestra que debieran ser respetados estrictamente, abandonándose sólo en
circunstancias excepcionales si con ello se maximiza la suma de ventajas.”6

Singer no se diferencia mayormente. En su visión toma la pretensión de universalidad


de cualquier ética para darle marco a la idea de que debo “reconocer que mis propios
intereses no pueden, simplemente porque son míos, contar más que los intereses de
cualquier otro. Así mi muy natural inquietud de que mis propios intereses sean
satisfechos debe extenderse a los intereses de otros cuando pienso éticamente”7. Como
se puede ver, este matiz que considera al otro, esta inmediatamente referido a los
intereses concernidos a todos del mismo modo como lo hace el utilitarismo clásico.

Otro concepto relevante, como lo es el de mayoría para el utilitarismo canónico, lo


podemos identificar parcialmente en Singer con una mayoría de los animales sensibles,
entre los que se encuentra el hombre cuando muestra el deseo de vivir y alcanza y
mantiene la sensibilidad suficiente para no quedar por debajo de los animales.

Esta relativa indiferenciación conceptual, adquiere en algunos temas una mayor


radicalidad al asumir plenamente las consecuencias del principio de utilidad y de una
concepción antropológica donde la importancia de una vida se deriva en gran medida de
la voluntad de vivir y de la sensibilidad que compartimos con casi todos los animales.
Esto tiene graves consecuencias al decidir sobre la vida humana pues al cifrar sus

5 Ibid. 39
6 Ibid. 37
7 Singer, Peter, Una vida ética. Escritos, trad. Pablo de Lora Deltoro (Editorial Taurus, España, 2002)

34

4
decisiones éticas en acuerdo con sus cuatro afirmaciones, plantea el aborto y el
infanticidio como actos que, en tanto los padres no quieran a esos niños, no son
moralmente condenables pues, bajo un cálculo utilitarista de lo que es ser persona, ellos
no lo son “y los hechos biológicos sobre los que se traza el límite de nuestra especie no
tienen significación moral”8. Para expresar este punto de vista –y su casi
indiferenciación con el utilitarismo clásico– en apoyo a su dicho, cita a Bentham quien
“estaba en lo cierto al descifrar el infanticidio como “de tal naturaleza que no puede
generar la más nimia inquietud a la imaginación más tímida.””9

Desde el contractualismo, Rawls plantea que el principio de utilidad puede tener un


papel en un marco justo y explica que las convicciones de sentido común sobre la
prioridad de la justicia se funda en los principios que serían escogidos de acuerdo con
preferencias racionales de las partes contratantes en un marco de igualdad garantizado
por un velo de ignorancia sobre aquellos elementos que pudieran sesgar la preferencia
imparcial.

Por lo mismo, ve incompatible que la justicia quede subordinarla al principio del bien
pues, en condiciones de igualdad no hay razón para que alguien aceptase menoscabo de
derechos o bienes, con miras a una mayor suma de bienes disfrutados por otros.

Asimismo el principio de justica niega que “la pérdida de libertad para algunos se
justifique por el hecho de que un bien mayor sea compartido por otros.”10 Lo que es
una intuición de sentido común sobre la justicia.

Por otro lado hace notar que “No hay razón para suponer que los principios que
debieran regular una asociación de hombres sean simplemente una extensión del
principio de elección de un solo hombre.” y en contraste, explica que “la justicia como
imparcialidad, por ser un visión contractual, supone que los principios de elección
social y por tanto los principios de justicia, son ellos mismos objeto de un acuerdo
original.11

Por su parte Karol Wojtyla aborda el tema del utilitarismo mucho en relación con el
tema del amor, sin embargo desde su perspectiva ética y antropológica, hace una crítica

8 Ibid. 160
9 Ibid. 195
10 John Rawls, Teoría de la justicia, trad. Ma. Dolores González (Fondo de Cultura Económica,

México, 2014) p. 39
11 Ibid. 39-40

5
que excede el tema del amor y es aplicable al utilitarismo en general y, por ende,
también a la visión utilitarista de la justicia.

En ella dice, que: “si el placer es el único bien […], si constituye igualmente la única
base de la norma moral […] entonces […] todo debería ser fatalmente considerado
como medio para alcanzar ese fin.”12 Esto conlleva que sobre la base utilitaria, la
persona “fatalmente” también tiene carácter de medio.

Al preguntarse si existe el derecho de tratar al hombre como medio, plantea que la


respuesta afecta muchos campos de la vida y de las relaciones humanas y lo ejemplifica
con relaciones laborales, familiares, en la milicia y de pareja, para subrayar que se trata
de un tema de carácter moral y dar una respuesta negativa a la pregunta al decir que la
persona “por su misma naturaleza es capaz de definir sus propios fines [y por tanto] al
tratarla únicamente como un medio se comete un atentado contra su esencia, contra lo
que constituye su derecho natural.”13

Lo anterior no excluye que las personas reconozcan y adopten fines en común que los
una desde el interior, los coloque en pie de igualdad y excluya el sometimiento de una a
otra14, lo que, sumado a otros razonamientos, es consistente con lo que denomina el
“principio personalista” que indica:

“Cada vez que en tu conducta una persona es el objeto de tu acción, no olvides que no
has de tratarla solamente como un medio, como un instrumento, sino que ten en cuenta
del hecho de que ella misma tiene, o por lo menos debería tener, su propio fin.”.15

Como se puede ver el principio personalista, parte, según lo expresa el propio Wojtyla
del imperativo que prohíbe tratar a la persona como medio y no como fin, que es el
centro de la ética kantiana, y establece un desacuerdo desde sus cimientos con el
utilitarismo

Utilitarismo y Amor.

El amor como tal luce ausente del pensamiento utilitarista, sin embargo trata de
mostrarse bajo el aspecto de altruismo en lo social. Stuart Mill afirma que no es ajena

12 Karol Wojtyla, Amor y responsabilidad, trad, Juan Antonio Segarra (Editorial Razón y Fe, SA,
Madrid, 1969) 33
13 Ibid. 22
14 Ibid. 22-23
15 Ibid. 22

6
al principio utilitario la moral de abnegación y considera que cuando se sacrifican los
héroes y los mártires no lo hacen buscando la renuncia como “un valor intrínseco” sino
para aumentar el bienestar de la humanidad o por el deseo de una felicidad mayor,
quedando todo nuevamente integrado en el principio de utilidad social.

Asimismo, ve el amor a la virtud como asaz relevante para el bienestar general pues,
bajo el principio utilitario, la virtud se entiende medio para el fin de la felicidad, porque
lleva al placer o, sobre todo, evita el sufrimiento y el cultivo desinteresado de la virtud
no hace “al individuo funesto a los demás” –como el amor al dinero, al poder o la
gloria–, sino “benévolo para con los demás”

Por su parte, Singer le da un giro de altruismo a su utilitarismo tomando la primera y la


cuarta de sus afirmaciones para, por ejemplo, hablar de que el sufrimiento debido a la
pobreza extrema conlleva la obligación ética de usar nuestro dinero para contribuir a
aliviar ese sufrimiento.16

Como se aprecia, el altruismo, descansa fundamentalmente sobre el mismo cálculo que


ya había aplicado el utilitarismo a la justicia, al verla como una “ilusión socialmente
útil” y por ello le atribuye un valor moral. Aun así, el planteamiento entraña
dificultades importantes.

Bajo el principio utilitarista la distinción moral entre el egoísmo y el altruismo se


difuminan pues ambas resultan socialmente útiles y por lo mismo no hay razón utilitaria
para ver a uno mejor que otro. Desde esa perspectiva lo que se ve preferible es su
coexistencia pero no se advierte manera de calificarlas moralmente salvo por los
matices que hacen, cada quien a su modo, Stuart Mills y Singer.

Considerado, bajo el principio personalista que postula Wojtyla, hay una gran distancia.
Lo podemos ejemplificar diciendo que desde estos criterios éticos hay una inmoralidad
en que un líder militar use a sus subordinados como medios para la propia gloria, y que
con su sacrificio altruista en aras del deber, se beneficie obteniendo la gloria de su
sacrificio; en cambio bajo el utilitarismo esta combinación de egoísmo y altruismo
resulta incluso conveniente, pues redunda en el bien de la mayoría.

16Peter Singer, Una vida ética. Escritos, trad. Pablo de Lora Deltoro (Editorial Taurus, España, 2002)
12

7
En el terreno de la relación interpersonal, que es donde más se centra Wojtyla, éste
precisa que el “término amor es manifiestamente analógico…”, no obstante ello, da una
definición que busca abarcar los muchos significados del término diciendo que “el amor
es siempre una relación mutua de personas, que se funda a su vez en la actitud de ellas
individual y común respecto al bien.” 17

A partir de esta definición, es posible apreciar que entre “gozar”, entendido como lo
plantea el utilitarismo, y “amor” existe una relación antitética, pues el bien en el amor es
algo común a los integrantes de la relación interpersonal, mientras que el bien,
entendido en la perspectiva utilitarista es el bien de cada uno y del otro en tanto se
satisface ese goce propio.

Usando de manera algo impropia la terminología de Buber, en una relación de amor


utilitario, en la que cada persona es instrumento de la otra, no se advierte una relación
Yo-Tú; lo que se puede ver es tantos “Yo”, como integrantes tiene la relación, pero
ningún “Tú”.

Wojtyla hace notar esta contradicción al decir que, a la luz del principio personalista,
“una persona no puede ser nunca objeto de goce para otra, sino solamente objeto (o más
exactamente co-sujeto) de amor, …”18 o de manera más extensa al decir que:

“Al buscar una solución positiva del mismo problema, vemos dibujarse –o sólo
bosquejarse con nitidez— el amor como la única antítesis de la utilización de la persona
en cuanto medio o instrumento de nuestra propia acción, porque sabemos que está
permitido tender a que otra persona quiera el mismo bien que nosotros. Es evidente que
es indispensable que ella conozca el fin nuestro, que ella lo reconozca como un bien y lo
adopte. Entonces entre esa persona y yo se crea un vínculo particular que nos une: el
vínculo del bien y, por tanto, del fin común. Esta vinculación no se limita al hecho de
que dos seres tiendan juntamente a un bien común, sino que une igualmente “desde el
interior” a las personas actuantes, y así es como constituye el núcleo de todo amor.
…Esta elección consciente, hecha conjuntamente por dos personas distintas, las coloca
en un pie de igualdad y por lo mismo excluye que una de ellas trate de someterse a la
otra. Por el contrario ambas a dos (cabe que haya más de dos personas ligadas por un
fin común) estarán igualmente y en la misma medida subordinadas a ese bien. 19

17 Wojtyla, Karol, Amor y responsabilidad, trad, Juan Antonio Segarra, Editorial Razón y Fe, SA,
Madrid, 1969, p. 75
18 Ibid.. p. 235
19 Ibid. pp.. 22-23

8
Tratando de concluir.

Si bien la ética utilitaria es funcional con respecto a los conceptos de justicia y amor, ya
que brinda orientaciones de actuación ética que pueden ser inmediatamente entendidas,
esto lo logra sometiéndolos a un proceso de subordinarlos al gozo lo que constituye una
importante limitación con relación al concepto de justicia que tiene Rawls y el concepto
de amor que define Wojtyla.

Tanto en el caso de la justicia como en el caso del amor, al aceptar el utilitarismo como
“ultima ratio” del actuar moral, hay un menoscabo de la persona. En el caso de la
justicia porque se pierde su inviolabilidad fundada en la justica ya que, bajo la
concepción utilitarista, se puede ser injusto con alguien, si ello redunda en un mayor
bien compartido por la mayoría. Y en el caso del amor, porque la persona pasa a tener
un valor instrumental donde, en último término, se le trata como algo y no como
alguien.

Un tema no plenamente abordado en el texto precedente, es decir que la igualdad entre


personas excluye que, en la injusticia como imparcialidad, haya razones para adoptar el
principio de utilidad y que, en el caso del amor esta igualdad actúa de manera análoga,
pues excluye que una de ellas trate de someter a la otra.

En lo social, lo que el utilitarismo denomina altruismo, no tiene que ver con el concepto
del amor, pues, resulta moralmente indistinguible del egoísmo y porque, como se señaló
antes, en el sacrificio abnegado de la persona, ésta no resulta relevante como persona
sino en tanto útil, como “algo” y no como alguien.

Es comprensible que el principio de utilidad pueda tener un papel en una justicia social
que busque la mejor distribución de derechos y deberes, sin embargo, en el terreno del
amor nos encontramos frente a conceptos antagónicos pues el amor no se funda en el
cálculo de utilidad que se sirve de la otra persona en una suerte de acoplamiento de
egoísmos, sino que el amor une a las personas desde su interior y les permite adoptar el
bien particular del otro y el común a los integrantes de ese amor.

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