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Autor:
Abg. Zimaray Carrasquero
C.I. V-7.817.497
Tutor:
Dr. José Manuel Guanipa V.
C.I. V-7.758.632
Maestrante:
Abg. Zimaray Carrasquero
Cédula de Identidad No. V-7.817.497
Urbanización Rotaria, Avenida 108.
Maracaibo-Estado Zulia
Correo Electrónico: zcarrasquero3@gmail.com
________________________________
Firma
Tutor:
Dr. José Manuel Guanipa V.
Cédula de Identidad No. V-7.758.632
________________________________
Firma
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INDICE GENERAL
Pág.
INDICE GENERAL…………………………………………………………………….. iv
DEDICATORIA…………………………………………………………………………. vi
AGRADECIMIENTO……………………………………………………………………. vii
RESUMEN………………………………………………………………………………. viii
ABSTRACT……………………………………………………………………………… ix
INTRODUCCIÓN……………………………………………………………………… 10
CAPITULO I……………………………………………………………………………. 13
EL PROBLEMA……………………………………………………………………...... 13
CAPITULO II…………………………………………………………………………… 21
CAPITULO III…………………………………………………………………………… 48
CAPITULO IV………………………………………………………………………….. 56
CAPITULO V………………………………………………………………………….. 70
CAPITULO VI………………………………………………………………………….. 83
CAPITULO VII………………………………………………………………………….. 90
CONCLUSIONES……………………………………………………………………… 98
RESUMEN……………………………………………………………………………… 107
DEDICATORIA
A mis adorados padres Luís y Violeta, al Dr. Ubaldo y muy especialmente a mis hijos Joan y Juan
Carlos.
7
AGRADECIMIENTO
8
RESUMEN
ABSTRAC
The central object of the present study consented, in analyzing the implications and
effects of the decay of the action for lack of interest in the civil process, it thanks to
his appearance, in the juriprudential doctrine of the Constitutional Room of the
Supreme Court of Justice in the year 2001. By means of this one documentary study
with bibliographical design, could take to him to effect the hermeneutic interpretation
of the juridical classification opposite to such a doctrine. Between the most important
results of the study it stands out, the absence of legal foundation for such a figure,
where the normative tradition was sanctioning with the expiration, the lack of
procedural interest. This new figure does not affect the judgment in concretly, but it
rushes forth at a right constitutionalized (the action); it under the argument of a
stagnation so long that allows to assume the lack of desire of the actor for the
judgment. Such a conviction is generated by base in a presumption that operates
when the action of protection does not intervene, disciplinary measures are asked in
opposition to the Judge who omitted the judgment during every year of the
paralyzation or there are stimulated the process, ends that force the procedural laws
of an accionante that it exhausted in judgment all the legal permissable conducts. Of
the previous thing it is obvious as the doctrine that prevents the expiration in
condition of judgment, has altered, being assumed not only possibly, but exponential
with the decay of the action, figure that relaxes the role of the Judge in the
administration of justice, recharging in the part the obligation to stimulate indefinitely
the process, since otherwise, the space of prescription of the controversial right will
be the guide of the Court to the moment to decide if it initiates or not the procedure to
instance to declare the interest low.
E-mail: zcarrasquero3@gmail.com
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INTRODUCCIÓN
Visto que en estado de sentencia, nada puede hacer el actor para impulsar al
Juez al juzgamiento, el criterio jurisprudencial estudiado le obliga a interponer una
acción de amparo en contra del Juez, de alguna medida disciplinaria u otro acto que
haga “pensar”, en el deseo urgente de ser sentenciado; cargas que además de no
estar reguladas legalmente, institucionalizan figuras extraordinarias como el amparo,
a fines fútiles. En caso de haber la parte realizado alguna de dichas conductas,
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CAPÍTULO I
EL PROBLEMA
afecta a los sujetos y por esa lesión a la paz social, necesita de la producción de una
sentencia.
En este sentido, uno de los asuntos que parece implicar mayores inquietudes
desde el punto de vista doctrinal, se trata de la especie de “procedimiento” que ha
construido la doctrina jurisprudencial para establecer si el interés procesal ha
decaído o no; trámite éste del que no se señalan lapsos de emplazamiento,
oportunidad para concurrir al Tribunal o los términos para el ejercicio del derecho a
la defensa. Preocupa entonces el estado de los derechos constitucionales del
accionante, ya que no solo es objeto de las presunciones negativas de “no querer la
sentencia”; sino que se somete a un procedimiento no regulado por el Código de
Procedimiento Civil (1987), aparentemente controlado por un juez inquisitivo, sin que
sus oportunidades procesales y medios de defensa hayan ocupado líneas en la
decisión de la Sala Constitucional.
CAPÍTULO II
De acuerdo con Rengel (2003, p. 159), la acción se asume como “un derecho
subjetivo procesal de las partes. El derecho subjetivo procesal (acción) tiene por
contenido la prevalencia del interés en la composición de la litis y por sujeto pasivo
al juez o, en general, al órgano a quien corresponde proveer sobre la demanda.
En igual sentido para La Roche (2005, p. 59), “la acción es un derecho que
todo sujeto tiene frente al Estado no frente a la persona que debe cumplir una
obligación en favor del accionante a los fines de obtener una respuesta oportuna
sobre la justicia que su caso reclama”. El artículo 51 de la Constitución Nacional
(1999) expresa: “toda persona tiene el derecho de representar o dirigir peticiones
ante cualquier autoridad, funcionario público o funcionaria pública sobre los asuntos
que sean de la competencia de éstos, y a obtener oportuna y adecuada respuesta”.
En este orden de ideas Calamandrei (1997, p. 49), entiende a la acción como “un
derecho subjetivo autónomo (esto es, tal que puede existir por sí mismo,
independientemente de la existencia de un derecho subjetivo sustancial) y concreto
(esto es, dirigido a obtener una determinada providencia jurisdiccional, favorable a la
petición del reclamante)”. De esta manera siguiendo al citado autor, para la
existencia de la acción deben concurrir tres requisitos, entre los cuales se encuentra:
a) Un cierto hecho específico jurídico, es decir, una relación entre un hecho y una
norma; b) la legitimación; y c) El interés procesal.
Ahora bien, el interés procesal no sólo puede estar representado por aquello
que se persigue con el juicio y que en todo caso podría interpretarse de manera
general como la solución del conflicto; el interés procesal debe ser también la
vinculación permanente del accionante con la causa a través de todas las conductas
de impulso que conduzcan a su resolución, ya que en estas manifestaciones
positivas se concreta la posibilidad de avanzar en el logro de la sentencia y se
precaven hechos como la perención; pues si bien no acaba con la acción, esta
sanción procesal tiene un efecto terminante sobre el procedimiento en concreto.
Una vez establecida la concepción de la acción que es hoy día aplicable a las
leyes venezolanas, y vista su relación con la pretensión procesal, resulta
indispensable a los fines del presente estudio, hacer alusión a lo que la doctrina
española ha llamado Terminación Anticipada del Proceso por Desaparición
Sobrevenida del Interés, figura esta que ha representado (cuando menos en una
aproximación teórica), el antecedente a la figura del decaimiento de la acción por
falta de interés procesal, tal como ha sido concebida por la jurisprudencia patria.
En tal sentido argumenta Gascón (2003), que el tránsito del derecho subjetivo
privado lesionado al ámbito del proceso, se efectúa a través del concepto de acción,
entendida ésta como derecho subjetivo público a obtener de los órganos
jurisdiccionales una tutela concreta; en otros términos, el justiciable que acude a la
Jurisdicción afirmando la lesión de un derecho subjetivo o de un interés, no sólo
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tiene derecho a que se sustancie un proceso al término del cual se dicte sentencia
sobre el fondo del litigio, sino que también tiene derecho, dadas ciertas condiciones,
a que esa sentencia le sea favorable.
De esta manera, la acción en general y, por tanto, también como objeto del
proceso, tiene según es bien sabido, tres elementos, identificadores: los sujetos, el
petitum y la causa de pedir. Entendiendo que son “sujetos” quienes piden la tutela y
aquél frente a frente al cual se aspira que ésta petición sea aceptada por el Tribunal.
Asimismo, el petitum es la tutela concreta que se espera del tribunal; mientras la
causa de pedir está integrada por las razones en virtud de las cuales se afirma que
debe obtenerse del tribunal la tutela frente al demandado, razones que se traducen
en la concurrencia de una determinada situación de hecho jurídicamente
contemplada o calificada.
Siendo ello así, el tránsito del Derecho Privado lesionado al proceso que lo
tutela, no se produce de forma inmediata, sino que sólo opera si se dan ciertos
presupuestos, en las llamadas “condiciones de la acción” o “requisitos constitutivos
de la acción”, la existencia de un derecho subjetivo o de una situación de eficacia
jurídica análoga; la legitimación activa del demandante y la legitimación pasiva del
demandado; el interés (legítimo); y la accionabilidad. Es preciso, que se aprecie la
existencia de un derecho subjetivo, con cuyo contenido habrá de corresponderse la
concreta petición de tutela.
…evitar tutelas innecesarias; así se explican, por otra parte, los términos
con los que este presupuesto es designado en otros ordenamientos… es
decir; en ambos casos, necesidad de la tutela judicial solicitada”. En
cualquier caso, el significado del interés como condición de la acción está
íntimamente relacionada con el concepto que se tenga de lo que es la
función jurisdiccional. Y ésta existe, no ya para resolver sin más conflictos
jurídicos, sino para proveer a la tutela y realización del ordenamiento,
diciendo y haciendo lo jurídico ante supuestos en que se ha producido una
infracción de las normas jurídicos.
Desde esta perspectiva, se puede decir que existe interés cuando la causa
que explica el ejercicio de la acción es legítima y merecedora de tutela, sea porque
se encuentra en la existencia de la infracción de un derecho (acciones de condena);
o bien la necesidad de definir la existencia, inexistencia o modo de ser de una
relación jurídica (acciones mero declarativas); o porque es precisa la intervención del
tribunal para la creación, extinción o modificación de una relación o situación jurídica
(acciones constitutivas); o finalmente, en los casos en que la actuación del tribunal
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Por otra parte, según Gascon (2003) puede existir la desaparición del interés
por satisfacción de la pretensión, cuando se satisface el derecho material del actor,
el proceso deja de ser necesario pues ha perdido su subsidiariedad, su carácter de
último recurso para la realización del derecho: ya no se da esa necesidad entendida,
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Es así que el interés procesal en Venezuela, representa sin duda uno de los
elementos de la acción, sin embargo los autores patrios guardan silencio sobre la
posibilidad de realización material de la pretensión, de allí que el accionante pueda
pretender en un juicio incluso aquellas cosas que durante el curso del proceso se
han perdido, porque en términos de la legislación nacional el interés procesal parece
tan subjetivo como la acción misma, no pudiendo el tribunal intervenir para hacerlo
desaparecer cuando el objeto del litigio ya no sea posible, como si sucede en
España a través de la desaparición sobrevenida del interés.
En tal orden de ideas, la posibilidad con la que cuenta el juez español para
declarar la desaparición sobrevenida del interés, dista en mucho de ser el mismo
argumento con el cual la jurisprudencia nacional ha justificado el decaimiento de la
acción, pues en el primer supuesto la pérdida del interés acontece por hechos
objetivos recaídos sobre el objeto del litigio (muerte del cónyuge en el juicio de
divorcio, pérdida de la cosa no fungible en el juicio de reivindicación); mientras que
en el segundo caso el interés se perdería por ausencia de impulso de la parte
cuando el proceso se halla en estado de sentencia. De lo previo se colige que el
elemento esencial de la desaparición sobrevenida del interés (España), es la
imposibilidad de concretar aquello que fue pedido por el accionante, mientras que en
el decaimiento de la acción (Venezuela) el factor determinante se trata del tiempo y
de la ausencia de impulso durante el mismo.
En este sentido, lo que sí podría lograr el paso del tiempo al que alude la
jurisprudencia, es el efecto señalado por la doctrina española en cuanto a la pérdida
del objeto, siendo razonable que la dilación en el pronunciamiento de la sentencia
contribuya a hacerla inejecutable porque las cosas o relaciones jurídicas sobre las
que versó han desaparecido; sin embargo, está realidad es palmariamente
diferente a la invocada por la Sala Constitucional.
En tal orden de ideas, si bien la Sala Constitucional solo reconoce dos (02)
supuestos para el decaimiento de la acción, del propio texto de la sentencia parece
deducirse un tercero, referido ahora a la conducta abstensiva del accionante cuya
acción decayó, por no haber llevado a cabo cualquiera de las conductas tipificadas
por el Tribunal Supremo de Justicia como demostrativas de interés. A tal respecto
explica la sentencia: “Es indiscutible que ese actor no quiere que lo sentencien, por
ello ni incoa un amparo a ese fin, ni una acción disciplinaria por denegación de
justicia, ni pide en la causa que le fallen”.
En este sentido, puede suceder (como de hecho ocurre), que pasados los tres
días ya señalados, el actor acuda al tribunal, se entere de la condición
indeterminada de su demanda y a pesar de eso no impulse la decisión del juez al
respecto, siendo este ultimo hecho menos probable que el primero, por cuanto
quien acude apenas tres días después de haber interpuesto una demanda a
enterarse de la suerte de la misma, tiene por lo menos presumiblemente el interés
de que sea admitida o que sea negada y poder resolver lo conducente. No parece
fácil pensar en algún caso donde el demandante se entere tan prontamente de que
nada se ha resuelto sobre su demanda, y a pesar de encontrarse en la sede del
tribunal, no haga nada sino que se retire del mismo y no regrese, o en todo caso
vuelva cuando para el juez el interés se ha perdido.
Asimismo debe tenerse en consideración que nada obliga a los tribunales, por
lo menos estrictamente, a admitir la demanda en el lapso señalado, asunto que a la
luz del criterio jurisprudencial impondría al actor la carga de acudir todo día hábil a
imponerse de la admisión o inadmisión de la misma, ya que en Venezuela la única
vía para lograr tal conocimiento es concurriendo a la sede del tribunal. No conforme
con que esa situación representa una carga más allá de lo esperable en el actor,
tampoco parece viable para el mismo desaprenderse del tribunal por cierto lapso en
aras de esperar el pronunciamiento, porque pudiera pasar que este transcurso de
un tiempo breve o más o menos prolongado, sea tenido por el juez como indicativo
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de la pérdida del interés, problema que lejos de ser una visión extrema del asunto,
podría ocurrir sin duda ante la ausencia de un lapso objetivamente establecido por
la jurisprudencia en tal sentido.
La segunda condición aludida por la Sala Constitucional, tiene que ver con la
inactividad del juicio, hecho que ocurriría presumiblemente cuando el actor deja de
acudir al tribunal para saber si la demanda ha sido admitida o no. en tal sentido
debe advertirse primeramente que, no existe en el proceso civil venezolano ninguna
figura a través de la cual se deje constancia de la cantidad de veces en las que
debe acudir el actor a conocer de la suerte de su demanda, no pudiendo saberse
cuando fue la última vez que asistió, así el juez no sólo queda en libertad de decidir
discrecionalmente si el interés se perdió o no, sino que ni siquiera puede fundar su
opinión sobre una circunstancia cierta.
Es así como el mismo rigor con que se prevé la falta de interés relacionada al
paso del tiempo, ha debido ser aplicado para atemperar el criterio jurisprudencial, de
tal suerte que el juez a la hora de decidir sobre el decaimiento de la acción, tenga
en cuenta también si su retardo agotó los recursos del justiciable, le impuso
distanciar su acudimiento al tribunal o simplemente algún hecho de la vida
común de la persona le impidió concurrir con más prontitud
A la luz de lo anterior hay que preguntarse, ¿por qué si el juez tiene acceso
nuevamente al expediente después de varios años de inactividad en el proceso,
aplica los efectos sancionatorios de la prescripción en vez de sentenciar?. Lo lógico
(conforme con las garantías procesales), sería pensar como primer deber del juez
en este sentido, el sentenciar aquel expediente dilatado durante tantos años por
hechos que no pueden ser atribuidos plenamente a la parte o su falta de impulso,
sino que se comparten con el mismo magistrado en tanto este no cumplió tampoco
con su obligación de sentenciar en el término fijado por la ley procesal.
Otra cuestión que debe advertirse en esta primera etapa del procedimiento, es
la posibilidad o no de recurrir del auto o resolución con la que el juez resuelva
declarar el decaimiento de la acción por falta de interés, ya que si se parte del
gravamen irreparable ocasionado por la decisión, es forzoso asumir la recurribilidad.
2. Notificación del Actor: Tal requisito procedimental se considera cumplido
según el criterio jurisprudencial estudiado a través de: “cualquiera de las formas
previstas en el artículo 233 del Código de Procedimiento Civil, si ello fuere posible, y
de no serlo, por no conocer el tribunal dónde realizar la notificación, o no poder
publicar el cartel, con la fijación de un cartel en las puertas del tribunal”. Frente a
esta cuestión Méndez (2008, p.129) expone: “La notificación previa a la declaratoria
de extinción de la acción, tiene por finalidad la de permitir al accionante la posibilidad
de desvirtuar la presunción de su falta de impulso procesal en la causa paralizada”.
En conexión con lo anterior aparece el tema de los costos que genera esta
notificación, pues si el procedimiento se apertura de oficio, no resultaría viable
imponer a alguna de las partes el deber de sufragarlos, sin embargo, los tribunales
de justicia tampoco cuentan con los medios económicos necesarios para ello. Tal
situación es de más fácil solución si el decaimiento de la acción por falta de interés
es solicitado por cualquiera de las partes, ya que en tal caso sería obligación de la
misma cubrir los costos generados al notificar.
Siguiendo las indicaciones del artículo 233 del Código de Procedimiento Civil, el
el actor tendría cuando menos diez días de despacho para acudir al tribunal, una vez
que sea notificado acerca del inicio del procedimiento con el cual declarar el
decaimiento de la acción. Es la falta de acudimiento a este llamado, la primera causa
que incide en el pronunciamiento del tribunal, en tanto la no asistencia provoca en el
juez la reiteración de su percepción acerca del deseo de la parte de no recibir
sentencia, o lo que es igual, de la pérdida del interés.
acontecimiento que desvincule a los sujetos procesales del juicio, tendría porque
representar un motivo para no lograr la culminación de la causa con la decisión del
juez, siendo este último a quien corresponden todas las obligaciones llegado tal
punto. Es por esta razón tan dificultoso poder identificar algún argumento aplicable
en todos los casos a la justificación de la falta de impulso procesal, porque en todo
caso cualquier explicación que dé el justiciable debería ser tenida por cierta por el
órgano jurisdiccional, al haber faltado el último a su deber de sentenciar en término.
Frente a tales posiciones, autores como Ortiz Ortiz (2004, p. 485) considera lo
siguiente: “no puede hablarse de falta interés procesal si tal interés es entendido
como las diligencias necesarias para recabar los proveimientos que se reputan como
necesarios para obtener la sentencia definitiva”. Considera el autor:
En tal sentido Ortiz Ortiz (2004, p. 756), niega la existencia del decaimiento de
la acción al considerar: “no tiene sentido alguno hablar de “decaimiento de la acción,
o muerte de la acción, ni cualquier expresión análoga; la acción subsiste a pesar de
la perención, la acción existe a pesar de que el proceso se extinga”. El mencionado
autor amplia sus argumentos en tal sentido al señalar:
Los dos últimos señalamientos realizados por el autor antes citado, dan
cuenta de una diferenciación evidente entre el interés sustancial en el proceso y la
acción misma, distinción esta en razón de la cual considera el autor que no puede
existir en Venezuela una figura como la creada por la jurisprudencia, principalmente
porque a través de esta el presunto decaimiento del interés de la parte en el juicio,
arrastra consigo al derecho de accionar ante los órganos jurisdiccionales, o lo que es
igual, la pérdida fatal de una garantía fundamental del ciudadano a la que Ortiz Ortiz
(2004), llega a considerar como integrante de los derechos civiles.
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CAPITULO III
…una más activa realización de los actos del proceso y una disminución
de los casos de paralización de la causa durante un periodo de tiempo
muy largo, de tal modo que el proceso adquiere una continuidad que
favorece la celeridad procesal por el estímulo en que se encuentran las
partes para realizar aquellos actos y evitar la extinción del proceso.
Ahora bien, son dos (2) las principales distinciones que a nivel conceptual se
aprecian entre la perención y el decaimiento de la acción, es decir: a) La perención
puede interrumpirse, posibilidad que no se proporciona en la construcción
jurisprudencial del concepto de decaimiento de la acción; b) Al tiempo que la
perención puede desvirtuarse, no sucede así con el decaimiento de la acción; y c) El
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Por otro lado, con respecto a las partes, pueden señalarse los siguientes
efectos: a) A pesar de la perención pueden hacerse valer las pruebas en un nuevo
juicio. b) En cuanto a las costas del juicio, éstas serán a cargo del causante de la
caducidad. Con respecto al mandatario y al abogado patrocinante la perención
declarada tiene el efecto de hacerlos responsables de los daños ocasionados a la
parte.
decaído, porque aquí el efecto sancionatorio llega hasta el extremo del derecho a la
jurisdicción propiamente dicho, desaparecido el cual, ya no es posible conseguir del
órgano jurisdiccional nuevo conocimiento sobre el asunto.
Al no ser posible la interposición de una nueva causa civil, el efecto señalado
por la doctrina en cuanto a la posibilidad de emplear las pruebas del juicio perimido,
en otro nuevo, deben considerarse inconducentes, no porque la Sala Constitucional
haya en forma alguna hecho alguna salvedad a este respecto, sino; porque no habrá
procedimiento nuevo donde esos medios de convicción puedan ser agregados de
forma útil.
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CAPITULO IV
Es así como para Bello y Jiménez (2006,p.65), el “acto de pedir, que informa
al mismo tiempo una manifestación típica del derecho constitucional de petición, se
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manifiesta en la posibilidad de optar por la vía del litigio antes de acudir a soluciones
individuales de tipo auto-compositivas”, de manera que para obrar en este sentido,
bastará con el ejercicio de la demanda.
implica: b. Derecho a ser oído, c. Derecho a estar presente en los actos del proceso,
d. El derecho a la asistencia técnica y letrada, e. El derecho a producir pruebas
legales y pertinentes en las oportunidades procesales previstas para tal efecto; lo
que a su vez involucra como parte del derecho a la defensa, el derecho al
aseguramiento de la prueba, de aportación, publicidad, contradicción, admisión,
conocimiento, evacuación, control y apreciación.
Así, Picó I Junoy (2002, p. 102-103) explana, como la presencia del derecho a la
defensa afirma a las partes la probabilidad de sostener argumentalmente sus
respectivas pretensiones y rebatir los fundamentos que la contraparte haya podido
formular en base a las suyas, en ese sentido, es justamente esta razón por la cual el
derecho a la defensa comprende no sólo la asistencia de un abogado conocedor de
la normativa tanto sustantiva como adjetiva, libremente elegido o nombrado de
oficio, sino también la posibilidad a defenderse personalmente. Sobre tal particular,
explica Rubio Llorente (1995, p. 310) al referirse al Derecho a la Defensa:
Al igual que en las legislaciones del resto de los países de América Latina y
Europa, en Venezuela el derecho a la defensa está concebido también, como la
posibilidad de contar con el asesoramiento de un profesional del derecho que asista
o represente durante el desarrollo del iter procesal.
también ocurre el debilitamiento del derecho a la defensa de aquel justiciable que dio
inicio a una causa judicial no a sabiendas de un retardo de años en la sentencia, y
menos aún, de la capacidad de esta mora para generarle una presunción de efectos
tan nefastos como los que se deducen de la apariencia de “no querer la sentencia”.
énfasis a las atinentes a los lapsos y términos), toda esta apariencia de legalidad se
desvirtúa cuando llegada la oportunidad para proferir la sentencia, la misma no se
concreta; porque así como el actor demandó con la expectativa de lograr la
regulación de su derecho, debe poder conseguir tal fin en la oportunidad legal
establecida por el legislador, donde la demora implicará siempre un perjuicio a este
atributo del justiciable.
afirmado la propia Sala Constitucional otra de las condiciones que deben concurrir
para evidenciar en un proceso, una tutela judicial efectiva. En la medida como la
sentencia no ha podido concretarse a pesar de lo extendido del paso del tiempo,
tampoco ha sido posible materializar el mandamiento del tribunal sobre el asunto
debatido, de tal manera que, a lo largo de todo este periodo el actor no ha contado
con la posibilidad de disfrutar de su derecho (en el caso de tenerlo), como tampoco
el demandado se ha liberado de la incertidumbre respectiva, y más aún, la sociedad
no ha podido volver a su estado de paz quedando a expensas de todo el conjunto
de conflictos potencialmente surgidos de tal circunstancia.
70
CAPITULO V
Lo que trata de justificar la Sala es que frente a un “deber” del Juez, como
lo es el de dictar sentencia, sin embargo se sancione a los justiciables
porque no han instado al juez a que dicte sentencia o no lo han
demandado en daños y perjuicios o en amparo constitucional: incluso
bastaría el simple hecho de haber pedido el expediente en el tribunal para
que se entienda que no hay falta de interés.
Tal como expresa González (2004, p. 500), “el recurso de amparo tiende a
garantizar la protección de los derechos fundamentales que la Constitución Nacional
reconoce a las personas a través de un proceso expedito con características
peculiares que lo diferencian de otros recursos similares”. Frente a los objetivos que
el Legislador Constituyente (1999), pretendió asegurar, incluyendo la figura del
amparo en el Carta Política Nacional (1999), González (2004, p. 500), expresa: “el
objeto del amparo es garantizar el pacífico disfrute de los derechos y garantías que
la Constitución establece o que, sin estar expresamente consagrados en ella, son
inherentes a la persona humana”.
En este sentido la primera cuestión a tener en cuenta, tiene que ver con la
posibilidad real de acudir al recurso de amparo constitucional para lograr el
pronunciamiento del Tribunal que no ha emitido la sentencia en término, de acuerdo
con la Ley Orgánica Sobre Amparo, Derechos y Garantías Constitucionales (1988),
sólo puede proponerse el amparo constitucional en aquel caso donde no exista un
procedimiento legal que permita solventar el conflicto jurídico con el que se ha
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Fuera del ámbito de los problemas prácticos que implicaría aceptar al recurso
de amparo constitucional, como una carga del actor para desvirtuar la presunta
perdida del interés procesal, se evidencia otras razones sustanciales entre las
cuales se observa el efecto que la sentencia de amparo tendría sobre la mora
judicial, siendo inevitable (si el recurso se decide favorablemente), el deber de
cumplir el mandato del juez constitucional, es decir; habría que sentenciar de
inmediato.
A la luz de tal efecto resulta confuso tratar de entender ¿por qué la Sala
Constitucional alude a esta forma de desvirtuar la presunción de haberse perdido el
interés?, pues en todo caso si el recurso se decidió favorablemente al quejoso, ya
tuvo que haber recibido sentencia, siendo por tanto imposible llegar al procedimiento
de decaimiento de la acción porque este sólo acontece ante la ausencia de
juzgamiento. Conforme con tal critica la acción de amparo constitucional no puede
llegar a ser un supuesto que impida el decaimiento de la acción, simplemente
porque el juez constitucional ya tuvo que haberse cerciorado de la reparación de la
garantía fundamental violada y ello sólo se consigue a través del dictamen de la
sentencia por parte de aquel juez que no la realizó durante años.
Por otra parte, tal como lo explica Méndez (2008, p.133), las medidas
disciplinarias en contra del Juez, han sido apreciadas por la Sala Constitucional en la
sentencia estudiada, como conductas que presuponen el interés de la parte en
conseguir la sentencia; o dicho de otro modo, son capaces de desvirtuar la
presunción de decaimiento del interés. De acuerdo con esta interpretación
jurisprudencial el autor señala:
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Tales realidades no son sin embargo suficientes, para justificar la carga que a
tal respecto está imponiendo la jurisprudencia a la parte, porque queda claro que
está en proceso una variación de las responsabilidades del sentenciador y del actor
en el juicio, con evidente alejamiento de las disposiciones del Código de
Procedimiento Civil (1987). Es así como el deber del juez de proferir sentencia en
término, comienza a desplazarse por estas nuevas cargas creadas por el criterio
jurisprudencial, donde parece importar más si el actor trató de conseguir un castigo
disciplinario para el juez, que la mora de este último en cuanto a realizar su
pronunciamiento.
En ese sentido Puppio (2006, p. 345), señala que “los actos de impulso
procesal son los que se realizan con la finalidad de ir avanzando en el proceso hasta
llegar a la sentencia”. En igual sentido, de acuerdo con Alsina (2004, p.540), el
impulso procesal se conecta con varias otras instituciones del proceso para su
funcionamiento, relación que describe en los siguientes términos:
Es por lo anterior, que de acuerdo con Couture (1981, p.172), “el impulso
procesal se obtiene mediante una serie de situaciones jurídicas que unas veces
afectan a las partes y otras al tribunal (…)”. Así mismo Ortiz Ortiz (2004, p.758),
define el impulso como “aquella actividad que tiende a hacer avanzar el proceso a
través de cada uno de los momentos de tiempo: trámites, periodos, fases, que lo
componen”. Siguiendo a Calvo (1996, p.34), el impulso procesal “corresponde a las
partes peticionando ante el Juez, como al Juez que, por su propia iniciativa adopte
medidas encaminadas a evitar la paralización del proceso”.
si o por medio de otro, en el archivo del Tribunal”. Tal como explica el autor: “A
criterio de la Sala Constitucional ello es una evidencia de que el accionante ha
estado vigilando el expediente, y por tanto, es un signo de la vigencia de su interés
procesal”.
Si bien parece positivo el presupuesto del impulso procesal dado por las
actuaciones hechas en el expediente, la investigadora reitera la inconveniencia de
recargar en el actor cargas como la referida, cuando la responsabilidad de
sentenciar es enteramente del juez y ya la parte ha agotado de manera previa las
actuaciones que le correspondían en el proceso.
83
CAPITULO VI
En este mismo sentido continua afirmando Rengel (2003), como el juez ejerce
la función jurisdiccional, realizando la garantía constitucional de la justicia asegurada
por el Estado a los ciudadanos, y en esto se distingue al sentenciador, de otros
funcionarios o auxiliares suyos, que si bien integran o encarnan el órgano en sentido
subjetivo, carecen de la facultad o poder de decisión que es propia del juez.
formularse así: El juez no tiene más facultades que las otorgadas por la ley, sus
actos sólo son válidos cuando están fundamentados en una norma y son ejecutados
según lo establecido en la norma.
Por otra parte, el segundo aspecto a considerar es la Quaestio Facti, que está
relacionado, con que el juez debe conocer los hechos porque las previsiones de la
norma jurídica están conectadas a la realización de los supuestos de hecho de la
vida real. Dispone el artículo 254 del Código de Procedimiento Civil (1987), como los
jueces no pueden declarar con lugar la demanda sino cuando exista plena prueba de
los hechos alegados, en caso de duda sentenciarán a favor del demandado. No
puede suplir argumentos, no alegados o no probados.
El razonamiento central a partir del cual deben analizarse los deberes del juez
civil, es aquel donde se explica su situación dentro de la jurisdicción y el tipo de
poder-deber que detenta. Es así como el aparato jurisdiccional dentro del cual se
insertan los jueces de la República, depende de estos últimos para concretar unos
fines que no son propiamente del sentenciador, sino que más bien corresponden al
Estado y que para poder realizarse deben ser materializados por un sujeto físico
concreto, es decir; por un funcionario.
En relación con tales realidades, debe apreciarse por ejemplo, el efecto que
un criterio como el expuesto por la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de
Justicia, tendría sobre los jueces venezolanos y sobre la mora judicial desde el punto
de vista de sus deberes procesales y jurisdiccionales. Si bien es cierto que el
número de causas judiciales supera la capacidad de operar de los tribunales civiles
en una buena cantidad de casos, no es menos cierto que la subversión de las
normas procesales para responsabilizar al actor por la no adopción de la sentencia,
está lejos de constituir una solución factible a dicho problema, porque si bien se
estaría alivianando la responsabilidad del juez, el conflicto de fondo permanece
incólume, es decir: la decisión del tribunal no se adopta y permanece vigente la
vulneración de la paz social.
Otro aspecto a la luz del cual son criticables las responsabilidades del juez en
el marco del decaimiento de la acción, es el que atañe a aquellas materias como la
laboral o la atinente al juicio de protección de niños, niñas y adolescentes; porque en
las mismas se llega a sancionar incluso con destitución, la adopción de sentencias
fuera de término y este hecho demuestra sin ninguna duda que el legislador se
posiciona en situación de exigir férreamente la solución de los conflictos jurídicos por
medio de sentencias expeditas. Siendo ello así, habría que pensar en una realidad
dividida, donde por una parte se castiga al actor por su separación del proceso antes
que responsabilizar al juez por la mora de la sentencia; y por otro lado se estaría en
presencia de la tendencia en las nuevas leyes procesales, donde se castiga al juez
de manera ineludible por no sentenciar a tiempo.
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CAPITULO VII
Luyando (2003), señala finalmente las prescripciones por dos años, aplicable
a las pensiones alimenticias atrasadas; los honorarios, derechos, salarios y gastos
de los abogado, procuradores y curiales; los derechos de los instrumentos que
autorizaren los registradores, contados desde el día de su otorgamiento, los salarios
de los agentes de negocios, desde el tiempo que los hayan devengado; los
honorarios de médicos cirujanos, boticarios, de ingenieros, arquitectos entre otros;
los salarios de sirvientes domésticos y jornaleros y oficiales mecánicos, entre otros.
El lapso establecido para este tipo de prescripciones se funda, en una presunción de
pago, por el transcurso de los lapsos fijados para ellas sin haberse reclamado.
sido posible arribar a este sino es a través del agotamiento de todas las etapas y
cargas que la ley procesal ordena al actor.
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CONCLUSIONES
El hecho anterior no tendría que ser tan grave, si por ejemplo existiera un
verdadero procedimiento fijado legalmente y a través del cual el actor pudiera
desvirtuar esta presunción de no querer la sentencia, sin embargo tales regulaciones
no existen, habiendo sido improvisado en la misma doctrina jurisprudencial, un
“procedimiento” en el cual se establecerá si la presunción tiene asidero o no; con la
gran desventaja que implica para el accionante el poder subjetivo del juez al decidir
sobre los motivos de la paralización, porque no existen extremos legales objetivos
cuya prueba le obligara a favorecer a la parte.
Tiene que advertirse como el respeto por los derechos a la defensa, acceso a
la justicia y tutela judicial efectiva, no sólo son violentados a la luz del decaimiento
de la acción, sino que esta realidad se torna flagrante si se aprecian los que
deberían ser deberes del juez, ya que habiéndose impuesto de la paralización del
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Por otra parte, no menos fundamental resultó el análisis de los supuestos que
según el criterio jurisprudencial impiden el decaimiento de la acción por falta de
interés. Es así como la Sala Constitucional tipifica tres conductas cuya realización
impediría operar a la presunción “de no querer la sentencia”; siendo estas: La
interposición de la acción de amparo, la interposición de medidas disciplinarias
contra el juez, y finalmente, las conductas de impulso procesal.
RECOMENDACIONES
Alsina, Hugo (2004). Tratado Teórico Práctico de Derecho Procesal Civil y
Comercial. Parte General. Segunda Edición. EDIAR Editores. Buenos Aires,
Argentina.
Kummerow, Gert (1997). Bienes y Derechos Reales. Cuarta Edición. Mc. Graw Hill.
Caracas, Venezuela.
Millie Millie, Gerardo (2008). Temas Laborales Volumen XXI. Ediciones Paredes.
Caracas, Venezuela.
Picó I Junoy, Joan (2002). Las Garantías Constitucionales del Proceso. Editado
por José María Bosch Editor. Barcelona, España.
Puppio, Vicente (2006). Teoría General del Proceso. Séptima adiciona revisada y
Ampliada. Universidad católica Andrés Bello. Caracas, Venezuela.