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DOCUMENTOS APOYO DOCENTE

N° 5 - Marzo 2006

LAS FALLAS DEL MERCADO

Leonardo Letelier Saavedra1

Profesor del Departamentos de Gobierno y Gestión Pública, Instituto de Asuntos Públicos,


1

Universidad de Chile.
Leonardo Letelier S. 2

Los Documentos de Apoyo Docente son una


Publicación del Departamento de Gobierno y
Gestión Pública del Instituto de Asuntos Públicos
de la Universidad de Chile.

Los DAD tienen como objetivo poner a


disposición de la comunidad académica la
experiencia docente de los/as profesores/as del
Instituto de Asuntos Públicos.

Serie de Documentos de Apoyo Docente.

1. Discusión teórica conceptual sobre la disciplina


2. Revisión bibliográfica y exposición de autores
3. Desarrollo de contenidos de los Programas de las Asignaturas
4. Propuesta de Ejercicios, Análisis de Casos e Instrumentos Metodológicos

Editora
Karina Doña Molina, Académica Instructora
Departamento de Gobierno y Gestión Pública
INAP – UNIVERSIDAD DE CHILE

Comité Editorial
Sr. Alvaro Drapkin, Profesor Asociado
Sr. Omer Robles, Profesor Asistente
Sr. Thomas Griggs, Profesor Asistente

Asistente de Publicaciones
Sr. David Vilches
Administrador Público

Se autoriza la reproducción total o parcial del material publicado, previa cita de la fuente.

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Leonardo Letelier S. 3

LAS FALLAS DEL MERCADO

Leonardo Letelier S.2

PALABRA CLAVE

BIENES PÚBLICOS – ECONOMÍA DEL SECTOR PÚBLICO – ECONOMÍA

2
Profesor Asistente del Departamento de Gobierno del Instituto de Asuntos Públicos de la
Universidad de Chile

Documentos de Apoyo Docente - N° 5 - Marzo 2006


Leonardo Letelier S. 4

PRESENTACIÓN

El quinto número de los Documentos de Apoyo a la Docencia (DAD) está


dedicado al tema de las Fallas del Mercado y es el segundo texto que el
autor presenta para esta línea de publicaciones.

Al igual que el Documento de Apoyo Docente N°4 de autoría del Profesor


Letelier, el Comité Editorial ha resuelto insertar este Documento en la Serie
“Desarrollo de Contenidos de los Programas de las Asignaturas”, por
tratarse de un material preparado para los/as estudiantes de la asignatura
“Economía del Sector Público” de la Carrera de Administración Pública de
la Escuela de Gobierno y Gestión Pública de nuestra Universidad.

El Doctor Letelier, Profesor Asistente del Departamento de Gobierno y


Gestión Pública de la Universidad de Chile, comienza señalando que la
literatura económica recoge la idea de dos enfoques alternativos que
sirven para explicar el origen del Estado en su papel de asignador de
recursos: el de la Escuela de la Elección Pública y el de las “Finanzas
Públicas Normativas”, siendo este último el tratado en este Documento.

El Enfoque de las Finanzas Públicas Normativas supone que el Estado (a


través del gobierno) sería “el fiel depositario del interés colectivo en
aquellos problemas que la sociedad no pueda resolver eficientemente por
medio del mercado” donde sería concebido como un “dictador
benevolente” que representa los intereses superiores de la sociedad y
donde se definirían normas tendientes a optimizar la acción del Estado en
el ámbito fiscal.

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Este enfoque sería - a juicio del autor- “la antesala de la problemática de


la acción colectiva, tema que se constituye en centro de atención en la
teoría de la elección pública”.

El Documento de Apoyo Docente N°5 sobre “Las Fallas del Mercado” se


organiza en cuatro partes. En la primera parte se revisa la intuición tras las
fallas de mercado, distinguiéndose cuatro tipos de fallas del Mercado,
tales como, las externalidades, los bienes públicos, el problema de la
información y finalmente, la existencia de barreras a la entrada a la
industria. En la segunda parte, se aborda el problema económico de
manera gráfica y en la tercera, se hace de manera algebraica.
Finalmente, las medidas remediales a las fallas de mercado enumeradas
son abordadas en la última sección. Se incluye una guía de ejercicios para
los estudiantes.

La Editora
Marzo, 2006

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Las Fallas del Mercado

1. INTRODUCCIÓN

Existen dos enfoques alternativos para comprender la génesis del Estado


en su papel de asignador de recursos. Una vertiente de análisis,
usualmente rotulada bajo el nombre de “Finanzas Públicas Normativas”, se
caracteriza por suponer que el Estado, a través del gobierno en ejercicio,
es el fiel depositario del interés colectivo en aquellos problemas que la
sociedad no pueda resolver eficientemente por medio del mercado. El
Estado así entendido puede concebirse como un “dictador benevolente”
que representa los intereses superiores de la sociedad. En este enfoque se
asume implícitamente que las instituciones que definen al Estado están
dadas exógenamente, no siendo la acción colectiva una problemática en
sí. Tanto la tradición iniciada por Samuelson en su conocido aporte sobre la
teoría de los bienes públicos, como también la síntesis sobre la Economía
del Sector Público popularizada por Musgrave (Musgrave; 1959), se
inscriben en esta línea. Atendiendo el supuesto de un Estado benevolente,
este enfoque define normas tendientes a optimizar la acción del Estado en
el ámbito fiscal.

Un enfoque alternativo es aquel suscrito por la Escuela de la Elección


Pública, cuya óptica del Estado se basa en el supuesto de que siendo éste
el fruto de la acción colectiva desarrollada por individuos diversos y
optimizadores, este mismo Estado será en sí una amenaza para el bien
común. Ella se expresa en un permanente conflicto entre el objetivo de
servir el propósito para el cual fue creado y el afán de generar rentas o
beneficios en favor de aquellos que lo administran a través del gobierno en
ejercicio. Esto último supone concebir al Estado como un “Leviatán”,

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monstruo impenitente que siendo necesario para la supervivencia y


bienestar de la comunidad, engendra también el peligro de facilitar la
explotación de los contribuyentes por la vía de cobrar altos impuestos y
proveer servicios de mala calidad (Brenan y Buchanan, 1980).

Expondremos en este Documento de Apoyo Docente el enfoque


tradicional de las finanzas públicas normativas por ser ésta la antesala de
la problemática de la acción colectiva, tema que se constituye en centro
de atención en la teoría de la elección pública. Habiendo examinado
sucintamente las condiciones bajo las cuáles se produce la situación de
optimalidad social en el marco de un mercado competitivo, corresponde
a continuación preguntarse por qué tal resultado pudiese sólo lograrse en
algunos casos. Siguiendo la metodología utilizada en el Documento de
Apoyo Docente N° 4 “La Regulación del Mercado” (Letelier; 2006), el
tratamiento del problema en este caso será también dividido en tres sub
secciones. En la sección 2, revisaremos la intuición tras las fallas de
mercado. Distinguiremos cuatro tipos de fallas: las externalidades, los
bienes públicos, el problema de la información y finalmente, la existencia
de barreras a la entrada a la industria. En la sección 3, abordaremos el
problema gráficamente y en la sección 4, lo haremos mediante álgebra.
Finalmente, las medidas remediales a las fallas de mercado enumeradas
son abordadas en la sección 5.

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2. LAS FALLAS DEL MERCADO

2.1 LAS EXTERNALIDADES

Cualquier forma de falla de mercado conlleva una desviación respecto


del punto de referencia sindicado en la siguiente definición (Letelier; 2006:
25):
[Utilidad marginal Privada] = [Utilidad Marginal Social]= [Precio de
Mercado] = [Costo Marginal Privado] = [Costo Marginal Social].
(Def. 1)

En ella se señala que en el equilibrio, tanto el beneficio privado y social de


una unidad más de consumo como el costo privado y social de una
unidad de producto deben ser iguales. Las externalidades generan en
efecto una desviación de esta regla general. Ellas suponen una
divergencia entre el beneficio privado y el beneficio social del consumo, o
alternativamente, una divergencia entre el costo privado y el costo social
de producción. Se rompería, por lo tanto, la condición enunciada en el
equilibrio competitivo. La primera cuestión a responder es cómo algo así
podría suceder. La segunda es qué consecuencias trae dicha divergencia
respecto al equilibrio competitivo. Finalmente, cabe preguntarse sobre
cuáles son las medidas remediales para dicha situación.

En cuanto al origen de las externalidades es útil dividir la explicación en dos


partes. Por una parte, veremos el caso de las externalidades en el consumo
y, por la otra, el caso de las externalidades en la producción. Abordaremos
luego el problema de cómo resolver el problema derivado de ellas.

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Externalidades en el consumo:

Continuando con nuestro ejemplo inicial, sobre el mercado de las


manzanas (Letelier; 2006), si un individuo consume una manzana: ¿quién
será el verdadero beneficiario de dicha acción?. La respuesta evidente, y
sobre la cuál no cabe objeción alguna, es que el único real beneficiario
será quien consuma la manzana. Esto que parece tan obvio no lo es tanto
en algunos casos. Un ejemplo clásico e ilustrativo es el beneficio causado
por las campañas masivas de vacunación destinadas a impedir la
propagación de alguna enfermedad contagiosa. Si bien sigue siendo
verdad que el individuo vacunado tiene una probabilidad menor de
enfermarse, no es menos cierto que dicho privilegio, al cuál llamaremos
“componente privado del beneficio total”, no agota el 100 % del impacto
positivo causado a la sociedad como resultado de que este individuo en
particular se haya vacunado. Sintetizaremos esta idea señalando que solo
una parte del beneficio colectivo es internalizado por quien se vacuna,
siendo la diferencia entre este beneficio privado y el beneficio social la
magnitud de la externalidad. Hay quienes se refieren a la externalidad
como el “componente público” del beneficio colectivo de la vacuna,
siendo aquella parte del efecto internalizado por quien se ha vacunado lo
que reconoceremos como el “componente privado”.

Existe una singularidad muy importante en torno al significado de las


externalidades así definidas. Esta es que a diferencia de los bienes privados
puros, en los cuáles todo el beneficio del consumo es internalizado por el
individuo que realiza la acción de consumo, aquellos bienes o servicios que
están sujetos a la característica citada, generan un beneficio que al menos
parcialmente no admite rivalidad en el consumo. Lo anterior quiere decir
que una vez vacunada una persona, no podremos excluir del beneficio de

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reducir el riesgo colectivo de contagio a ningún individuo que viva en la


cercanía o interactúe con quien se ha vacunado. Una vez más en el caso
de un bien puramente privado como lo es una manzana, la acción de
comerla excluye por definición a cualquier otra persona de los efectos
emanados de su consumo.

Como corolario de la definición de externalidad cabe preguntarse qué


efecto tendrá esta falla de mercado en el equilibrio competitivo definido
en Def. 1. Lo primero, y ciertamente lo más relevante, es que la valoración
privada será diferente a la valoración social. En el ejemplo referido, el valor
atribuible al hecho de vacunarse por parte del beneficiario directo es por
definición inferior a la valoración marginal social de esa misma vacuna
toda vez que el individuo vacunado no incorpora en su utilidad personal el
efecto externo sobre la sociedad en la forma de una menor probabilidad
colectiva de adquirir la enfermedad. Se sigue de lo anterior que la
disponibilidad a pagar voluntariamente por dicha vacuna será inferior a
dicha disposición desde la perspectiva de la sociedad. Si esta última
estuviese encarnada en un ente capaz de emitir opinión, ella incorporaría
en su valoración de la vacuna la suma del impacto inmediato sobre el
beneficiario individual más el efecto de la misma sobre el resto de la
sociedad. Esta disparidad entre el interés colectivo y el interés privado
transforma al mercado en un mal asignador de recursos en este caso. Si
éste operara libremente sólo capturaría la disponibilidad a pagar
generada a partir de las preferencias privadas sobre el particular,
induciendo una demanda sub óptima de vacunas.

Es pertinente señalar dos aspectos relacionados al concepto en cuestión.


El primero es que, si bien todo consumo privado produce algún efecto
sobre terceros no internalizado por el consumidor individual, la magnitud

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de la externalidad difiere sustancialmente según el caso. Debemos


entender que en los llamados bienes privados esta externalidad es cero o
muy cercana a cero. El segundo es que en aquellos bienes cuyo
componente público es muy significativo, la externalidad puede cubrir una
importante proporción del beneficio social. Lo anterior es conducente a la
definición 2:

[Beneficio Marginal Social] = [Beneficio Marginal Privado] + [Externalidad]


(Def. 2)

El segundo aspecto relevante es que las externalidades en el consumo


pueden ser positivas o negativas. Un caso clásico de externalidad negativa
es el humo del cigarrillo. Si convenimos en que la valoración privada de
quien fuma le genera una utilidad marginal neta positiva, el efecto no
deseado del humo sobre terceros puede considerarse como una parte del
costo de fumar no internalizada por el fumador. En este caso la asignación
estrictamente privada de recursos induciría una sobre asignación de
recursos en beneficio de la producción y, por lo tanto, el consumo de
cigarrillos. Una vez más el mercado falla como resultado de una diferente
valoración del consumo por parte de los privados versus la sociedad.

Externalidades en la producción:

De la misma forma en que pueden haber diferencias entre los beneficios


privados y sociales, también pueden haberlos en lo que a costos de
producción se refiere. Entendidos los costos como “el costo de
oportunidad” de los recursos destinados a la producción, hemos dicho que
bajo las condiciones de funcionamiento de un mercado competitivo debe
cumplirse que la valoración privada de los mismos tendrá que coincidir con

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la valoración social o colectiva. Atendiendo esta condición, resulta


pertinente preguntarse si alguna circunstancia pudiese inducir alguna
diferencia entre los costos privados y sociales, y qué consecuencias
podrían desprenderse de este caso.

El ejemplo clásico que ha servido para ilustrar este tema en numerosos


textos es el caso de dos granjas colindantes, una de las cuáles produce
flores y la otra, miel. Siendo las abejas necesarias en la polinización de las
flores, la granja de flores se beneficia indirectamente de la producción de
miel. Lo anterior puede interpretarse señalando que una parte del costo de
producir flores está siendo internalizado por el productor de miel. En otras
palabras, de no mediar la feliz coincidencia del ejemplo, este productor
habría de asumir el 100% del costo social de producir flores, el cuál incluye
la polinización que en este caso recibe gratis. La cuestión central es que en
este caso no se cumple la definición 3 sobre el Costo de Oportunidad de
los Recursos (Letelier; 2006: 15) y, por lo tanto, tampoco la definición 1
señalada anteriormente. Dado que habrá una brecha entre el costo
privado y el costo social, también la habrá entre el precio de mercado y el
costo marginal social.

[Costo de Oportunidad de los Recursos] = [Costo Privado] = [Costo Social].


(Def. 3)

¿Cómo afectará esto, nuestra cercanía con la situación socialmente


óptima?. Sin duda lo anterior nos aleja del óptimo, puesto que aumenta la
producción privada de flores al reducirse artificialmente los costos de quien
las produce, a la vez que reduce la producción de miel respecto del
óptimo toda vez que los beneficios de tal producción exceden aquellos
estrictamente capturados por el productor de miel. En este contexto, la

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internalización del costo de inseminar las flores haría que el productor de


éstas redujese su producción, toda vez que el costo social – y verdadero
costo- de producir flores es en verdad mayor al que él percibe. Idéntico
argumento es válido para quien produce miel. Dado que una parte de los
beneficios recae sobre terceros, su nivel de producción efectivo tenderá a
estar por debajo del óptimo social.

No obstante que el ejemplo desarrollado habla de una externalidad


positiva, bien puede darse el caso en que un productor genere, a través
de su propia producción, un aumento en el costo en la producción de
otros bienes o servicios. Un caso clásico en esta línea es la contaminación
ambiental causada por fuentes móviles o fijas, la cuales suelen deteriorar la
calidad de vida de las personas que viven cerca de la fuente
contaminante. Este es el caso de algunas chimeneas industriales, y del
impacto provocado sobre la calidad del aire por parte de vehículos mal
carburados. Podemos definir la externalidad como aquella parte de las
utilidades no internalizadas por quien las produce, en el entendido que
dichas externalidades pueden ser positivas o negativas. En otras palabras,
si recordamos que en el óptimo la firma competitiva producirá hasta el
punto en que el ingreso marginal por unidad (P) sea igual al costo marginal
correspondiente (C.Mg), la presencia de externalidades exige rectificar
esta condición, incorporando en el costo marginal la magnitud de las
externalidades. Si estas son negativas la condición será:

P = C.Mg. + Externalidad.
(Def. 4)

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Por el contrario, si las externalidades son positivas, habrá una parte de los
beneficios de la firma no internalizados por esta, en cuyo caso debemos
agregar al ingreso marginal la magnitud de la externalidad:

P + Externalidad = C.Mg.
(Def. 5)

Cualquiera sea el caso, el óptimo social encarnado en las definiciones 4 y


5 difiere del óptimo privado (Def. 1), lo cuál genera un resultado colectivo
Pareto inferior.

2.2 LOS BIENES PUBLICOS

Haremos una diferenciación entre dos tipos de bienes públicos. Una


primera categoría es aquella referente a los bienes públicos cuyos
beneficios tienen un alcance nacional, siendo todos los habitantes de un
país determinado potenciales beneficiarios de los mismos. Tal como se verá
en lo que sigue de esta sección, en esta definición se enmarcan servicios
tales como la defensa, la justicia, la pureza del aire y otros similares. En un
segundo grupo encontramos los llamados “bienes públicos locales”, cuya
esfera de acción tiene un alcance delimitado por un contorno geográfico
específico dentro del mismo país en que éstos se proveen. Tal es el caso
del alumbrado público, la seguridad ciudadana, los servicios culturales u
otros espectáculos desarrollados localmente, etc. El tema de los gobiernos
locales así entendido es la puerta de entrada a la problemática central de
nuestro curso3; cual es la discusión en torno a las atribuciones ejercidas por
estos gobiernos locales y el grado en el cual tales prerrogativas deben

3 Se refiere al curso de Economía del Sector Público, que se imparte a los estudiantes de V semestre

de la carrera de Administración Pública de nuestra Universidad. (Nota de la Editora)

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profundizarse. Comenzaremos pues por la descripción clásica de los bienes


públicos.

Hemos dicho que la característica básica de las externalidades es que el


beneficio – o el costo- envuelto en la producción y/o consumo del bien o
servicio en cuestión no admite la exclusión de ningún individuo o empresa
que pueda ser potencialmente afectada por dicha externalidad. Esta
condición de no rivalidad en el consumo puede ser encontrada
“químicamente pura” en ciertos casos puntuales. Uno muy citado es el
“beneficio” de respirar aire puro. Aunque Smith no acuñó el concepto, su
identificación de la justicia y la defensa como casos singulares en los que el
mercado es incapaz de resolver adecuadamente el problema
económico, nos evoca inevitablemente situaciones en la que los
beneficios de ciertos servicios son compartidos por igual entre todos los
miembros de la sociedad. Definiremos a los “bienes públicos” como un
caso extremo de las externalidades, en el cual la magnitud del
componente público del beneficio provocado por su consumo alcanza el
100% del beneficio social.

Hasta aquí no podemos, sin embargo, identificar una falla de mercado


sobre la sola base de la no rivalidad en el consumo. Existen numerosos
ejemplos en los cuales el mercado funciona en forma eficiente no
habiendo, sin embargo, rivalidad alguna en el beneficio privado de los
individuos que comparten el servicio. En esta situación se encuentran las
salas de cines, el transporte público y más recientemente, la modalidad de
carreteras pagadas según el tiempo de permanencia del automovilista en
la misma. Ciertamente en estos casos el mercado puede – al menos
potencialmente- asignar eficientemente los recursos. La condición de no
rivalidad en el consumo tiende a desaparecer en la medida que los

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beneficiarios del servicio comiencen a estorbarse mutuamente, situación


que recibe el nombre genérico de “congestión”. La clave del problema se
encuentra en la factibilidad de excluir del beneficio a quienes no pagan. Si
bien en ausencia de congestión los ejemplos citados en este párrafo no
admiten rivalidad en el consumo, la tecnología disponible si permite la
exclusión de quienes no pagan, condición suficiente para permitir la
revelación de preferencias y el funcionamiento eficiente del mercado.

De la misma forma que en el caso de las externalidades y a diferencia de


los bienes privados, la imposibilidad práctica de excluir a quienes no
pagan impide la revelación de preferencias individuales, puesto que cada
persona por separado asumirá que puede acceder al servicio sin
manifestar intención de pago por éste. La literatura económica ha
reservado el término “free rider” para referirse a quienes profitan de un bien
colectivo sin compartir con los demás el costo correspondiente. La
dificultad implícita en este problema es de la máxima importancia, puesto
que al no haber disponibilidad a pagar, el mercado no podrá registrar la
magnitud de la valoración social resultante del consumo en cuestión. El
problema del free rider ha sido muy discutido como una motivación
central de la intervención del Estado en diversas áreas del quehacer
económico. En un artículo clásico sobre la materia Hardin presenta lo que
él denomina “La Tragedia de los Comunes” para referirse a todo aquel
bien de propiedad común amenazado por la acción depredadora del
free rider (Hardin; 1968). En este contexto debe entenderse la
contaminación del aire y de los mares, o la creciente degradación de la
capa de ozono por efectos de la acción contaminante de millones de free
riders localizados en todo el planeta.

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Nótese que en el caso de los bienes privados, aquel último individuo


dispuesto a consumir una manzana revelará a través del precio pagado
por ésta, su personal valoración de dicha unidad de consumo, sirviendo al
mercado como indicador de la rentabilidad privada de asignar más
recursos hacia la producción de este bien. La posibilidad de excluir del
consumo a quienes no pagan en el caso de bienes sin rivalidad en el
consumo permite recuperar esta propiedad, tal como es el caso de las
salas de cines, los asientos desocupados en los medios de transporte o el
espacio disponible en una sala de clases. No basta, por lo tanto, la
exigencia de “no rivalidad en el consumo” para concluir que la provisión
de un cierto bien o servicio deba ser necesariamente de cargo del Estado.
Debe cumplirse una segunda condición cuál es la “imposibilidad de excluir
a los que no pagan”. Solo la presencia simultánea de ambas condiciones
conlleva una falla de mercado, y la consiguiente necesidad de que el
Estado, ya sea a través de la provisión directa o mediante el
financiamiento de proveedores privados, supla la diferencia entre la
demanda de mercado y la demanda social.

2.3 EL PROBLEMA DE LA INFORMACION

Del ejemplo de las manzanas antes referido se desprende que una


asignación Pareto óptima, en la cuál los recursos destinados a esta
industria sean los estrictamente necesarios para igualar la utilidad marginal
social de consumir manzanas con el correspondiente costo marginal, exige
que todos los consumidores efectivos – o potenciales - estén
correctamente informados respecto de las condiciones de precio de cada
diferente vendedor. Si bien nuestro ejemplo supone una calidad
homogénea entre vendedores, es claro que en un mercado en que dicha
calidad difiera de oferente en oferente, cada consumidor deberá también

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estar informado tanto del precio como de las características de aquello


que están comprando.

¿Qué sucedería si este no fuera el caso?. Podría suceder que uno de los
vendedores de manzanas, aprovechando la desinformación de numerosos
consumidores, cobrara un precio sustancialmente mayor al resto a cambio
de un producto de similar calidad, extrayendo indebidamente una parte
del excedente del consumidor. La intuición nos indica que el problema de
la información será más agudo cuanto más difícil sea para el comprador
evaluar las propiedades específicas de aquello que está comprando. En
esta lógica, así como el mercado de automóviles nuevos tiende a ser muy
transparente, no lo es tanto aquel de los automóviles usados. En el extremo
opuesto del espectro encontraremos el caso del mercado de los seguros, y
en particular aquel de los seguros de salud, en que el producto adquirido
contiene múltiples dimensiones difíciles de evaluar tanto para quien lo
compra como para quien lo vende. La problemática en torno al caso de
los seguros ha sido profusamente estudiada en el marco del llamado
“riesgo moral” envuelto en dicho mercado y la tendencia perversa hacia
la llamada “selección adversa” (Barr; 1992), ambos conceptos
estrechamente relacionados con el debate sobre el grado óptimo de
autonomía de los niveles descentralizados de gobierno en lo que a
endeudamiento se refiere.

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3. TRATAMIENTO GRAFICO DEL PROBLEMA

3.1 LAS EXTERNALIDADES

Externalidades en el consumo.

Nos servirá de ejemplo para ilustrar el problema el caso de las vacunas,


cuyo beneficio social – como ya dijimos- excede al beneficio privado en la
magnitud de la externalidad. La explicación gráfica puede simplificarse
sustancialmente si asumimos que el costo marginal de producción es
constante. De lo anterior se sigue que también el costo medio será
constante, lo cual implica que la oferta de la industria (Of. Priv.) será
infinitamente elástica. El Gráfico 1 presenta la demanda y la oferta privada
de vacunas. Hemos señalado que en este caso dicha demanda privada
(Dda. Priv.) no refleja íntegramente la utilidad marginal social, motivo por el
cuál debemos superponer en el mismo gráfico lo que denominaremos
“Demanda Social” (Dda. Soc.) de vacunas, la cuál difiere – verticalmente-
respecto de la demanda privada exactamente en la magnitud de la
externalidad. Esto corresponde a la distancia AB en el dibujo, lo cuál
equivale a decir que si bien para el consumidor marginal la valoración
privada de la vacuna es de $ 160 (precio de la unidad), la valoración
social de esta misma vacuna es de 200. La externalidad en este caso es de
40.

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¿Cuál será la pérdida social?. Todas las vacunas cuya valoración social
supere al costo privado (y social) de producirlas ($ 160), y que no se hayan
utilizado por efectos de la diferente valoración antes indicada, generarán
una pérdida social. La magnitud de dicha pérdida es usualmente
denominada “distorsión”. Puesto que el equilibrio espontáneo del mercado
es el punto B, dicha distorsión está representada por el área ABE del mismo
gráfico. Para todas las unidades de consumo que van desde la vacuna
número 2.200 y la 5.000 en el gráfico, el aporte de cada vacuna al
bienestar de la sociedad está dado por el segmento AE en la demanda
social. Por su parte, el costo marginal social sigue siendo $ 160, motivo por
el cual la diferencia corresponde a la pérdida señalada. Dado que el

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mercado asigna una cantidad sub óptima de recursos a la producción de


vacunas, el Estado debe rectificar esta distorsión mediante alguna forma
de intervención que permita incrementar la demanda hasta el punto E, en
el cuál se volverá a cumplir que la valoración social de la última vacuna
sea igual al costo social de producirla.

Dos formas alternativas de intervención se desprenden de nuestro ejemplo.


La primera es la implementación de un subsidio a la demanda, de suerte
que a todos los consumidores interesados se les asigne gratuitamente un
cupón o voucher por un valor de $ 40, lo cuál corresponde exactamente
al valor de la externalidad. Al ser utilizado en el pago de la vacuna, el
comprador solo cancelará la diferencia entre el valor de mercado y los del
cupón ($ 40). Esto equivale a trasladar la demanda paralelamente hacia
arriba por un valor de $40, produciéndose el equilibrio en el punto E. El
Estado habrá gastado en esta operación una magnitud equivalente a
FECG, puesto que el total de los consumidores ejercerán demanda por
2.500 vacunas, sin distinción de si ellos son demandantes activos antes del
subsidio o si solo lo son ahora que el subsidio existe. Dado que este mismo
gasto (FECG) debe ser cobrado en impuestos a los mismos consumidores,
el efecto neto positivo sobre el excedente del consumidor solo se reduce al
área ABE, correspondiente al excedente neto ganado por los
consumidores que se incorporan al mercado una vez que el subsidio es
implementado.

La segunda opción es un subsidio a la oferta, el cuál puede implementarse


mediante un bono de $ 40 por unidad de vacuna producida, de manera
que el costo privado por unidad se reduzca precisamente en esta
magnitud. Esto tendrá el efecto de reducir en el monto de la externalidad
el costo medio y marginal del productor, con lo cual la cantidad

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demandada llegará una vez más a 2.500 unidades por mes. El equilibrio se
trasladará una vez más hasta el punto E, con un precio de $ 160 por
unidad, de los cuales solo $ 120 serán de cargo del productor, siendo la
diferencia financiada por el subsidio. Nuevamente el gasto realizado
corresponde al área FECG, la cual debe ser financiada mediante tributos.
El beneficio social neto corresponde a la incorporación de nuevos
consumidores y equivale – de igual forma que en el subsidio a la
demanda- al área ABE. No obstante que el costo privado en este caso es
$ 120, el costo social continúa siendo $ 160. Los compradores solo
observarán los $ 120, llegando a demandar una cantidad equivalente a
2.5000 unidades en el punto G.

Externalidades en la producción:

Nos servirá de ejemplo el caso de una carretera que sufre de congestión


en el horario “peak”. Supongamos que el costo privado de transitar por ella
sumados los costos del combustible más el desgaste natural del vehículo es
de $ 300 por cada recorrido (Gráfico 2).

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Sin embargo, cada automovilista que transita en ese horario provoca un


perjuicio a los otros automovilistas en la forma de mayor congestión, el cual
no es internalizado por cada automovilista en forma individual.
Valoraremos dicho costo en $ 30 (ED en el gráfico), de forma que hay una
parte del costo social de utilizar la carretera en ese horario que no es
asumido por cada automovilista en forma privada y que, por lo tanto,
corresponde a lo que reconoceremos como “externalidad”. Habrá, por lo
tanto, un equilibrio de mercado en el punto D del gráfico 2, el cuál
provoca una pérdida social equivalente al área EFD producida por todos
los automovilistas que habiendo experimentado un costo privado de $ 300,
han generado un beneficio social igual o inferior a $ 330 por viaje. La
solución lógica en este caso es poner un impuesto de $ 30 por cada
vehículo que recorra dicha carretera, de forma que el costo del uso del
espacio sea también internalizado por los agentes privados. Esto haría en

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la práctica que el equilibrio se traslade desde el punto D al F, evitándose la


distorsión antes mencionada. Los 5.000 automovilistas que continuarán
usando la carretera pagarán un costo extra de $ 30 por viaje, transfiriendo
un total equivalente a ABCF al Estado. La sociedad como conjunto habrá
ganado EDF, puesto que ésta era precisamente la magnitud de la pérdida
de bienestar experimentada por esta misma sociedad entes del impuesto,
la cual ahora evitamos.

3.2 LOS BIENES PÚBLICOS

Para ser fiel al ejemplo de A. Smith supondremos que nuestro bien público
es “la justicia”. Ella tiene todas las características de un bien público puro,
toda vez que no hay posibilidad de excluir a alguien de sus beneficios, no
habiendo además rivalidad en el consumo. Cada individuo estará
dispuesto a pagar algo a cambio de vivir en una comunidad en que se
respeten los derechos colectivamente definidos. Sin embargo, dado que
cada persona por separado sabe que los beneficios del sistema son
colectivos (y no individuales), nadie estará dispuesto a revelar sus
preferencias expresadas en la disponibilidad individual a pagar por el
servicio. La no disposición a revelar las preferencias genera el problema del
“free rider”, figura mítica con que la teoría económica ha denominado a
quien profita de un beneficio sin realizar un sacrificio equivalente para
financiarlo. El free rider impide la existencia de un mercado privado, puesto
que en este caso no está expresada la intención de pago. No habrá, por
lo tanto, una demanda privada por un sistema judicial. Solo habrá una
secreta y, por lo tanto, no declarada intención de pagar a cambio de
tener dicho sistema judicial funcionando.

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Asumiremos que el Estado, a través de una encuesta, logra saber cuál es la


demanda o disponibilidad a pagar de cada individuo a cambio de tener
dicho sistema judicial. ¿Cuál será entonces la demanda social, o
equivalentemente, la disponibilidad a pagar por la sociedad toda a
cambio de tal beneficio?. A diferencia de los bienes privados, para los
cuáles la representación de dicha demanda es la suma horizontal de las
demandas individuales, en este caso la valoración social del último peso
gastado en el sistema judicial será la suma vertical de las demandas
individuales. Esto significa que si la comunidad estuviese integrada sólo por
tres individuos, uno dispuesto a pagar $ 20 mensuales, el segundo dispuesto
a pagar $ 15 y el tercero $ 25, la sociedad toda estará dispuesta a pagar
mensualmente $ 60 por el beneficio de vivir en una comunidad en que se
respete la ley. Ciertamente dicha disponibilidad a pagar depende, como
en el caso de los bienes privados, tanto del ingreso de los contribuyentes
como de sus preferencias individuales. De lo anterior se sigue que en
sociedades más prósperas, en que el ingreso por habitante es alto en
términos relativos, deberá existir –ceteris paribus- un mayor gasto por
habitante en todos los bienes públicos, incluido el sistema judicial. El
Gráfico 3 ilustra esta idea en el contexto del equilibrio parcial, entendido
éste como el análisis del “mercado de la justicia” en forma independiente
del equilibrio en el resto de la economía. Se ha hecho el supuesto de que
el costo mensual del sistema es $ 1.000 millones y que la comunidad tiene
200 habitantes. Esto significa que, para una calidad predefinida del sistema
judicial, la suma de lo que cada uno de estos doscientos individuos está
dispuesto a pagar es igual a $ 1000 mensual.

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El análisis gráfico del equilibrio en el marco de los bienes públicos puros


estaría incompleto si no repitiéramos el ejercicio anterior en el marco
analítico del equilibrio general ideado por Samuelson. Ello supone definir
una restricción presupuestaria para toda la economía, la cual estará
expresada en nuestra conocida curva de transformación (PP’ en Gráfico
4a). En ella se encuentra explícito el hecho de que habiendo usado todos
los recursos de capital y trabajo disponibles, habrá infinitas combinaciones
entre el bien público G y el bien privado X que pueden alcanzarse. En el
contexto de nuestro objetivo de alcanzar el óptimo de Pareto tanto en la
producción como en el consumo, supondremos que existen dos individuos
en nuestra economía, entre los cuales debe compartirse – en forma no

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excluyente- el bien público G y distribuirse – en forma excluyente - la


producción disponible de X.

Definiremos un nivel constante de utilidad para el individuo 2 ( Ū² ), el cuál


estará expresado mediante la curva de indiferencia respectiva en el
Gráfico 4a. La cuestión central en este caso es cuál es el máximo nivel de
bienestar que puede alcanzar el individuo 1, manteniendo constante el
nivel de bienestar definido para el individuo 2. Habida cuenta de que
ambos comparten un consumo fijo del bien público G sobre el eje de las
absisas (Gráfico 4a), la sección inferior del mismo gráfico (Gráfico 4b)
muestra el remanente del bien X disponible para que el individuo 1, una
vez que el individuo 2 ha consumido la cantidad suficiente de X necesaria
para alcanzar el nivel de utilidad definido como Ū². Esto corresponde a la
función CC´. En ella se muestra, para cada nivel posible del bien público G
entre C y C’, cuál es la diferencia entre el consumo de X por parte del
individuo 2 necesaria para alcanzar Ū², y el producto potencial efectivo de
X expresado en la curva de transformación. En este marco, el máximo
bienestar posible del individuo 1 y, por lo tanto, el óptimo de Pareto en el
consumo, se logrará en el punto E, con un nivel de producción – y de
consumo- de G correspondiente a G*.

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Habiendo llegado a este punto del análisis, podremos concluir que el


óptimo de Pareto en la producción y el consumo (E) se alcanzará cuando
se cumpla que la diferencia entre la tasa marginal de transformación entre
X y G (TMTXG) – representada por la pendiente de la curva de

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transformación en el punto E’’, menos la tasa marginal de sustitución entre


X y G para el individuo 2 (TMS XG |2) definida por la pendiente de la curva
de indiferencia Ū2 en el punto E’, debe ser igual a la tasa marginal de
sustitución entre X y G (TMS XG |1) en el punto E de la curva de indiferencia
U1 0 del individuo 1. Lo anterior equivale a decir que en el óptimo de
Pareto debe cumplirse lo siguiente:

TMTXG - TMS XG |2 = TMS XG |1

Equivalentemente:

TMTXG = TMS XG |1 + TMS XG |2

Vale decir, dicho óptimo se alcanza cuando la suma de las tasas


marginales de sustitución entre el bien privado y el bien público para cada
individuo, sea igual a la tasa marginal de transformación entre ambos
bienes.

4. TRATAMIENTO ALGEBRAICO DEL PROBLEMA

4.1 LAS EXTERNALIDADES

Un ejemplo que ilustra claramente el efecto de las externalidades sobre la


optimalidad de Pareto es el consumo de cigarrillos. Retomemos el ejercicio
simple de optimización realizado anteriormente añadiendo un ingrediente
originalmente no contemplado. Supongamos que el bien q1, el cual es
parte de los argumentos de la función de utilidad individual, genera una
externalidad negativa no internalizada por nuestro consumidor de
cigarrillos. Mientras que el costo privado por unidad consumida continúa

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siendo el precio observado en el mercado (p1), el verdadero precio -o


costo social- es la suma del costo privado más la externalidad, cuya
magnitud denominaremos δ. El costo social de consumir cigarrillos estará
dado por p1* = p1 + δ. La optimización privada del consumidor de cigarrillos
será exactamente la misma ya referida en el Documento de Apoyo
Docente N° 4 (Letelier; 2006: 29) y cuyo resultado se resume en las
condiciones 1 y 2 de la misma sección.

(Ec.1) Max U = U (q1, q2)

s/a: y = p1q1 + p2q2

Condición 1: U1 / p1 = U2 / p2
Condición 2: y = p1q1 + p2q2

La optimización pertinente, en el evento de que nuestro consumidor de


cigarrillos se enfrente con el costo social (p1*) de consumir cigarrillos es la
siguiente:

Si:
Max U = U (q1, q2) (1)

s/a: y = p1 p1* + p2q2

Entonces:

Las condiciones de optimalidad se modificarán de la siguiente manera:

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Tabla 1

Optimización Privada Optimización Social

Condición 1: U1 / p 1 = U2 / p 2 U 1 / p 1 * = U2 / p 2
Condición 2: y = p1 q1 + p2 q2 y = p1 * q1 + p2 q 2

Dado que p1* > p1, el resultado anterior implica que la optimización
privada induce un sobre consumo de cigarrillos respecto del óptimo social
(Tabla 1). Lógico resulta entonces que a fin de restituir el equilibrio en el
marco de la optimalidad de Pareto (óptimo social), debemos encarecer el
consumo de cigarrillos mediante el cobro de un tributo que desaliente su
consumo.

4.2 LOS BIENES PÚBLICOS

Supondremos que existen dos individuos, cada uno de los cuales consume
una cierta cantidad de bien privado (x) y a la vez tienen acceso a los
beneficios colectivos de un bien público que llamaremos G. Las funciones
de utilidad individual serán U¹= U¹(x1, G) y U² = U²(x2, G) respectivamente,
donde xi es el consumo del bien privado por el individuo i. Sabemos que si
ambos consumidores optimizan su función de utilidad en forma
independiente, el resultado será la solución privada expresada en las
condiciones 1 y 2 de la Tabla 1.

Sin embargo, el interés colectivo no estará resguardado en este caso


puesto que el logro del óptimo de Pareto (paretiano) supone considerar el
hecho -propio de la definición de “bien público”- de que el consumo de G

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es compartido por ambos individuos. Lo anterior exige que la optimalidad


social sólo se pueda alcanzar mediante la optimización simultánea de las
funciones de utilidad individuales. Más concretamente, lo que necesitamos
establecer es qué condición se debe cumplir para que habiendo definido
un nivel fijo y predeterminado de utilidad del individuo 2 ( Ū² ), el individuo 1
pueda maximizar su propio nivel de bienestar. Supondremos que la curva
de transformación de la economía define lo que podemos asimilar a la
restricción presupuestaria en nuestro ejercicio, la cuál representaremos
como: F(x1 + x2 , G) = 0. El Lagrangeano en este caso será:

L = U¹(X1, G) +λ [ U²(X2, G) - Ū² ] + [F(X1 + X2, G)] (2)

Como resultado de las condiciones de primer orden de este problema


obtendremos lo siguiente:

F2/F1 = [∂U¹ / ∂UG] / [∂U¹ / ∂UX1] + [∂U²/ ∂UG] / [∂U² / ∂UX2] (3)

Donde; F2 = ∂F / ∂ X1 ; F1 = ∂F / ∂ X2

Por definición, esto corresponde al mismo resultado obtenido en el análisis


gráfico de los bienes públicos referido antes. Esto es:

TMTXG = TMS XG |1 + TMS XG |2 (4)

5. MEDIDAS REMEDIALES

Como punto de partida en la solución del problema plantearemos que las


“fallas del mercado” son en verdad el resultado de que la sociedad se
encuentra atrapada en el conocido “dilema de los prisioneros” (Letelier;

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2003). Si bien las condiciones iniciales del referido dilema conducen


inevitablemente a una solución “no cooperativa”, cabe preguntarse en
qué medida la alteración de los supuestos en que se basa este juego
puede cambiar también la solución del problema. En este marco,
desarrollaremos dos avenidas de acción que permiten “resolver” las fallas
de mercado.

Denominaremos “costos de transacción” a los costos vinculados al esfuerzo


de ponerse de acuerdo para fines de encontrar una solución cooperativa
a un problema en el cual están dos o mas individuos involucrados. En lo
relativo a las “fallas de mercado”, la naturaleza colectiva del problema
permite asimilar la incapacidad de la sociedad de rectificar
espontáneamente dichas fallas por medio de una solución cooperativa, a
la misma problemática descrita en el dilema de los prisioneros. ¿Por qué los
prisioneros no cooperan entre sí, logrando de esta forma un acuerdo que
les permita comprometerse el uno con el otro en el objetivo de no
acusarse mutuamente y, por lo tanto, obtener el mejor resultado colectivo
posible?. La respuesta está en que resulta muy difícil supervisar el
cumplimiento de este acuerdo, toda vez que cada prisionero se encuentra
aislado del otro y no sabe, por lo tanto, si su compañero está
efectivamente cumpliendo con lo acordado. En otras palabras, los costos
de transacción inherentes a tal solución son muy significativos y hacen
imposible una solución cooperativa. Aprovechando el referente del
“dilema de los prisioneros”, distinguiremos dos escenarios:

a) Si los costos de transacción fuesen mayores a cero.

Dado que éste es precisamente el caso del dilema de los prisioneros,


corresponde preguntarse cuál es la solución al problema. Claramente la

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Leonardo Letelier S. 34

estrategia dominante en dicho contexto es la “no cooperativa”. Esto


significa que siendo Pareto superior un arreglo entre las partes (prisioneros)
que involucre un compromiso mutuo de no acusarse el uno al otro, dicho
acuerdo no se produce en razón de las dificultades de supervisión del
acuerdo. Lo anterior pude interpretarse como el fruto de un alto “costo de
transacción” envuelto en la solución cooperativa, lo que vuelve a esta
opción inviable.

La analogía entre el dilema referido y el caso de las fallas de mercado es


evidente. Tales fallas podrían disiparse en la medida que los afectados
pudieran revelar sus preferencias en el mercado, manifestando su
disponibilidad a pagar a cambio del beneficio de eliminar tales
externalidades. Sin embargo, por las razones ya discutidas, dicha
revelación de preferencias no se produce lo que induce a una asignación
ineficiente de recursos. La única forma de zanjar la no revelación individual
de preferencias es mediante un acuerdo colectivo que comprometa a
todos los afectados con el financiamiento de una proporción del costo
total.

Si se trata de un bien público, tal como es el caso de la justicia o la


defensa, ello implicará distribuir entre todos los contribuyentes de la nación
el costo correspondiente. Si se trata de un bien público local, tal como es
el alumbrado público o la manutención de jardines o parques, la
distribución del costo tendrá que hacerse entre los residentes locales.
Subsiste, sin embargo, el problema de cómo lograr este acuerdo colectivo,
y cómo garantizar su cumplimiento. Allí surge el Estado como única
alternativa posible. Así entendido, el Estado se justifica como un medio de
reducir los costos de transacción inherentes a los bienes públicos.

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b) Si los “costos de transacción” fuesen bajos o cercanos a cero.

Asumamos que el costo de transacción antes referido no existiera o fuese


muy bajo. Dicho escenario es el que justifica la conclusión implícita en el
llamado “teorema de Coase”4. Dice el teorema que la negociación
directa entre las partes puede generar una situación óptima desde el
punto de vista social, en la medida que el costo de negociar y garantizar el
acuerdo alcanzado sea inferior al beneficio colectivo. El teorema de
Coase requiere además la existencia de “derechos de propiedad bien
definidos”, toda vez que las partes que negocian deben tener garantías
de que los términos del contrato se cumplirán.

Ejemplificamos el punto mediante el caso de una empresa que contamina


el aire. Si la ley vigente, la cual define en este caso los derechos de
propiedad, concede a la empresa el beneficio de contaminar sin ofrecer
compensaciones, los residentes cercanos deberán ofrecerle a la empresa
una cierta suma a cambio de reducir los niveles de emisión. Si por el
contrario, la ley protege los derechos de los residentes, será la empresa la
que deba compensar a las familias afectadas por concepto del daño
provocado. Debe entenderse que nunca la contaminación será
totalmente eliminada, puesto que inevitablemente habrá un punto en que
reducir marginalmente la contaminación tendrá un costo equivalente al
beneficio generado.

4
www.eumed.net/cursecon/colaboraciones/Miro-Coase.htm (Nota del Autor)

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6. RESUMEN

1) La Tabla 2 permite resumir la discusión en torno a las razones que


justifican la intervención del Estado en la economía. En la
perspectiva de las finanzas públicas normativas, la cuestión central
es el concepto de las fallas de mercado, las cuáles constituyen
diversas formas de alejamiento respecto de las condiciones que
definen un mercado competitivo. El cuadrante I se refiere al caso de
aquellos bienes típicamente privados, respecto de los cuales el
mercado puede asignar bien los recursos. Las dos características
básicas en este caso son el hecho de tener rivalidad en el consumo,
y la factibilidad de excluir del beneficio de este consumo a quienes
no pagan. Nuestro ejemplo emblemático de las manzanas nos debe
servir de referencia.

Tabla 2

Rivalidad en el consumo No Rivalidad en el consumo

I II
Se puede excluir a los El Mercado asigna los recursos El Mercado asigna los
que no pagan eficientemente. recursos
eficientemente.

IV III
Esta categoría no existe, puesto Bienes Públicos y
No se puede excluir a que si existe rivalidad en el externalidades. El
los que no pagan consumo debe poderse excluir a mercado es un mal
quienes no pagan. asignador de
recursos.

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2) En el cuadrante II se encuentran aquellos bienes o servicios para los


cuales si bien no existe rivalidad en el consumo, si es técnicamente
posible excluir del beneficio generado a quienes no pagan. En esta
categoría se encuentran las salas de cine, los pasajes en el
transporte colectivo, el acceso a parques y zonas de recreación
privadas y el uso de autopistas y caminos no congestionados.

3) La categoría III es aquella que nos convoca en este curso. Se trata


de bienes que poseen la doble característica de no presentar
rivalidad en el consumo, a la vez que no es técnicamente posible
excluir a quienes no pagan. Debe entenderse que el componente
público de las externalidades responde también a esta
característica. Igual argumento es extensible al problema de la
información. Si bien la tipología de las fallas de mercado
enumeradas en el texto distinguen el problema de la información de
las fallas emanadas de las externalidades y los bienes públicos, la
información colectiva en torno al tipo de producto vendido y a su
precio constituye típicamente una forma de bien público en si
mismo. Si bien existe una disponibilidad a pagar por estos bienes, ella
no puede expresarse, lo cual hace al Estado el único mecanismo de
asignación eficiente de recursos.

4) El llamado teorema de Coase predice que si los costos de


transacción envueltos en una negociación destinada a resolver
alguna falla de mercado son bajos, un acuerdo directo entre las
partes puede ser conducente a una solución Pareto superior.

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Leonardo Letelier S. 38

7. BIBLIOGRAFÍA

1. Barr, N. (1992) “Economic Theory and the Welfare State: A Survey and
Interpretation”,Journal of Economic Literature, Vol. XXX, 741-803.

2. Brennan, G. and Buchanan, J. (1980) The Power to Tax: Analytical


foundations of federal constitution. Cambridge University Press,
Cambridge.

3. Buchanan, J. (1950) ‘An economic theory of clubs’, Economica, Vol.


32. p.p. 1-14.

4. Hardin, G. 1968. The Tragedy of the Commons. Science 162:243-48.

5. Letelier, L. (2003) “Estado, política y Gobierno. El Aporte de la Ciencia


Económica”. Estado, Gobierno, Gestión Pública, INAP, Universidad
de Chile.

6. Letelier, L. (2006) “La Regulación del Mercado”. Documento de


Apoyo Docente N° 4. Departamento de Gobierno y Gestión Pública.
Universidad de Chile

7. Musgrave, R. (1959) The Theory of Public Finance. McGraw-Hill, New


York.

8. Samuelson, P. (1954) The pure Theory of Public Expenditure”, Review


of Economics and Statistics, N. 36. p.p. 387- 389.

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Guía 2
Prof: Leonardo Letelier S.
INAP
Universidad de Chile

1. Explique por qué las salas de cine, en las cuales no hay rivalidad en el
consumo en la medida que hayan asientos disponibles, pueden operar
bajo el marco de la provisión privada de sus servicios.

2. Suponga que se detecta que los incendios en casas de sectores de


menores ingresos son usualmente generados por estufas a parafina,
produciendo cuantiosos daños a los vecinos de las viviendas siniestradas.
Proponga una solución al problema que sea eficiente en el sentido
económico.

3. Discuta tres soluciones al problema de la sobre explotación de los mares


y la consiguiente extinción de las especies. Reflexione sobre el origen del
problema.

4. Discuta el grado de eficiencia, y la consiguiente conveniencia de


regulación por parte del Estado, en los siguientes mercados. Indique las
razones que en cada caso ameritan una mayor (o menor) regulación.

a) Mercado de los juguetes.


b) Mercado del transporte público.
c) Mercado de los seguros de salud.
d) Mercado de la educación universitaria.

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