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Hay críticas en contra de los efectos que pueden tener los medios de comunicación de
masas en la sociedad (pasividad de la población, difusión de valores pobres,
trivialización y entretenimiento eterno, inversión de los valores estéticos y éticos,
valores comerciales, manipulación…) y a favor (aumento de la participación y
creatividad, mayor información y acceso al entretenimiento, debate público, fomenta
la diversidad, promueve la moralidad…). La cuestión es que en una sociedad capitalista
como la que vivimos, los medios de comunicación pueden acabar siendo utilizados
como un instrumento de manipulación y captación de votos, además del escaparate
principal del consumismo y la telebasura.
La presa, radio y televisión, los productos de los medios de comunicación de masas, se
están desarrollando como una empresa, donde la publicidad y conseguir audiencia es
la clave. En este ámbito el tema a debate es en qué lugar queda el derecho a una
información veraz. En ese marco aparecen las televisiones públicas.
Así hay dos posiciones respecto a la actitud de la población sobre la recepción de los
mensajes de los medios de comunicación. Por un lado la postura mecanicista que
considera que los mensajes influyen muy hondamente sobre las audiencias y por otro
lado la hipótesis del “espectador inteligente” en la que se produciría una
interpretación de los mensajes. Lo que sí que es cierto es que existe una mente
colectiva en la que sólo tiene cabida aquello que esté en los medios de comunicación.
Esto ha podido acabar afectando a la sociabilidad de los niños, que queda mermada en
tiempo ante la exposición a medios de comunicación como pueden ser la televisión o
internet. De esta forma se pueden percibir tres contextos sociales con diferentes
métodos de atención a esta problemática.
- Las clases medias. Los padres ejercen cierto control sobre los medios, pero los
niños acaban adoptando una vida menos austera merced a la influencia
consumista.
- Los suburbios urbanos. Hay dos perfiles ante la cultura consumista que se
emite a través de la televisión, los resentidos por ver diariamente cosas que no
pueden adquirir o los consumistas compulsivos obsesionados con manejar
dinero. No hay control paterno y puede provocar conductas desviadas como
robos.
- El medio rural. Se rompe el estilo de vida de solidaridad vecinal que se cambia
por una vida más individualista y privatizada, con el ideal de vida de la ciudad,
como adalid del consumo y las oportunidades.
Según el reportaje de Abel Grau, no hay pruebas concluyentes de que los videojuegos
sean los generadores de violencia, como en los casos de los asesinatos de Oslo y Utoya
o diversos tiroteos y masacres cometidas en Estados Unidos por adolescentes. En eso
están de acuerdo los especialistas mencionados, tanto Enrique Echeburúa, Carles Feixa
y Tanya Byron las investigaciones realizadas a lo largo de estos años no son
concluyentes y es preciso invertir más tiempo en estudios pormenorizados para sacar
conclusiones.
Por otra parte, sí que es cierto que la televisión crea su propia versión de la realidad
provocando automáticamente la asunción de esa realidad por una gran parte de la
población, es lo que se considera hiperrealidad. La influencia de la televisión en el
conjunto de la sociedad es algo que no se debe desdeñar.
Pero se puede dar una vuelta de tuerca a estas dos posiciones, enseñando los medios
de comunicación, por un lado instruyendo en su maneo y uso y por otro lado haciendo
una lectura crítica de los mensajes que se proporcionan desde ellos. Precisamente uno
de los objetivos de la escuela pública debe ser el de desarrollar ciudadanos
autónomos, rompiendo la brecha de desigualdades entre élites y masas, consiguiendo
que no haya excluidos en la sociedad del conocimiento.