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MAGISTER EN MEDIACION FAMILIAR

I EDICIÓN

Módulo II
“TEORÍA DE LA FAMILIA DESDE UN ENFOQUE SISTÉMICO”

“UNIDAD 3”
FAMILIAS VULNERABLES

Mónica Valgañón

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Alternativas vinculares en la niñez vulnerable.

Lic. Mónica Valgañón

BREVE CRONOLOGIA DE UN DEVENIR COMPLEJO

El día 12 de agosto de 1995 la Magistrada del X Juzgado de familia, se


comunicó con el equipo técnico del programa de “familias cuidadoras” a fin
de solicitar un albergue en una casita del programa, para que de manera
directa se incluyeran en ella a 4 chicas y un bebé recién nacido. Las niñas eran
Norma (12 años), Yésica (10), Gimena (8), Rita (4) y el bebé de 2 meses era el
hijo de la mayor del grupito.
Según la Asesora del Tribunal las niñas habían sufrido situaciones muy duras y
no quería sumar más sufrimiento, por lo que desde su óptica le parecía mejor
que desde el inicio se incluyeran en un sistema familiar alternativo.

Era bueno que se las ubicara de manera intempestiva a convivir con extraños
para ser atendidas como miembros de la familia?

Con los datos descritos, se podía buscar una familia adecuada?

Qué se alternativas se dispondrían en la negociación de la orden judicial?

Cuáles eran los riesgos y posibilidades de iniciar una convivencia instantánea


en una familia fuera de la institución?

Las niñas habían sufrido abuso sexual. El compañero de la madre, padre de


Rita, un hombre de 31 años era el perpetrador. Se lo había detenido luego de
la denuncia que hicieron los médicos que atendieron el parto de Norma. El
nacimiento de Leonel de una mamá de tan corta edad era más que
sospechoso. Por supuesto tanto la madre de Norma, Mabel de 35 años

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trabajadora en una panadería, como Miguel habían negado cualquier
sospecha y le habían adjudicado la paternidad a algún noviecito de la niña.
En el Juzgado se le había sugerido que se debería hacer el ADN para certificar
su inocencia. El hombre pensaba huir en el lapso que mediaba entre esa
audiencia y el análisis efectivo. Sin embargo, esa mañana confundió en los
pasillos del juzgado, a una médica que usaba chaquetilla blanca con una
bioquímica, por lo que se vió acosado y confesó su enamoramiento y relación
de pareja con Norma. Adujo que estaban mutuamente enamorados y que no
la había forzado. Negó todo lo relacionado con el abuso sexual del resto de
las chicas. Yésica, Gimena y Rita habían sido también atacadas por Miguel.
Tiempo después durante el proceso judicial se conocerían escabrosos detalles
de las escenas de abuso individual, grupal y los indicadores claros que tuvo la
madre y que “no vió”.

Con esta segunda data se optó por postular a una familia sustituta de la que
se sabían tres puntos básicos:
a) no tenía interés en integrar en calidad de “hijos sustitutos” a los chicos
que se le ubicarían. Proponía una membresía como “padrinos” “tíos”.
b) Podía ejercer tareas de cuidado.
c) Su interés en el programa además consistía en utilizar el apoyo
económico de éste.
Los postulantes eran: Raquel de 45 años ama de casa, casada con Rodolfo de
50 obrero de la construcción. Tenían dos hijas: Gisela de 24 y su hijo sordo de
un año, y Fernanda de 12 años. Vivían en una casita antisísmica construida
por el IPV.
Siempre había concurrido Raquel a todos los trámites necesarios para acceder
al programa y con ella se encabezarían todas las acciones. Aceptó recibir al
grupo de chicas mencionado conociendo lo que sabía el equipo técnico
respecto de la situación.
Se le planteó lo que generalmente se dice: “hasta acá es lo que sabemos”.

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Qué motivación podía tener un grupo familiar para hacerse cargo de
semejante problemática, incorporarla a su vida y a los suyos? Cómo sería esa
incorporación?

Junto a esta estructura familiar reconstituida iban a estar otros “miembros” o


responsables legales – técnicos danzando con una melodía parecida: el
equipo de profesionales de la institución estatal encargada de la guarda: un
trabajador social, un psicólogo que ajustan sus intervenciones según su criterio
epistemológico y modalidad técnica, además de adecuarse a los abatares de
las políticas y autoridades de la institución en cuestión.
Otro miembro “fantasma” es la figura del juez de familia correspondiente y
éste junto a toda la trama de oficios, permisos, prohibiciones, órdenes,
desórdenes, citaciones “bajo apercibimiento de ley”, esperas, e intervenciones
diversas pero siempre siendo el regidor desconocido de las vidas de todo el
grupo familiar.

Cómo imagina la estructuración y organización del nuevo sistema familiar -


institucional?

El grupo se fue conociendo, conviviendo y resolviendo la vida y lo que se


presentaba. De parte de las chicas se pasó por proceso judicial penal, con
peritajes y testimonios del Cuerpo Médico Forense, testigos de parte, técnicos
asistentes, testimonios de las niñas se realizó el debate penal y Miguel fue
condenado a 15 años de prisión por el delito hacia Norma, pero no se lo
condenó por el abuso de las otras niñas por el “beneficio de la duda”.
También inicialmente los tíos y madrinas de las jovencitas fueron y vinieron con
permisos de visitas, suspensiones de los mismos y vuelta a pedir. Las niñas se
fueron mostrando tímidas, luego furiosas, inestables, rechazaron a los familiares

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biológicos y se apoltronaron rígidamente en el refugio de esta nueva
propuesta familiar. Se cerraban también a las intervenciones de los técnicos.
De parte de la familia postulante se adaptaron a los nuevos miembros y
estaban atentos a cualquier conducta diferente que era tomada como
“disturbio”. Les hicieron una habitación para ellas y el bebé fuera del núcleo
de la casa, contiguo a ésta. Cumplieron con todos los tratamientos indicados
y los mandatos escolares. El esposo de Raquel se quedó sin trabajo y sufrieron
las penurias de los años más duros desde lo socioeconómico del país. Gisela
se puso de novia y a punto de casarse rompió la relación.

Cuando Leonel tuvo 6 años el equipo técnico fue llamado de manera


especial. Al entrar en la casa lo vimos jugar con Rita y la mandaba gritándole
en voz alta, en algún momento se le puso por detrás y la apretó contra sí
haciendo movimientos ritmicos con su pelvis y riéndose.

Cómo calificaría o encuadraría lo que vió?

Qué acciones técnicas realizaría?

Poco tiempo después Leonel diría que “la mami me toca y yo la toco” “a la
noche me voy a su cama y me toca” “me da besos en el pito” “le doy besos
acá” (señalaba los senos). Estas expresiones y otros indicadores fueron
aportando datos acerca de que Norma estaría “abusando” de su pequeño
hijo. Se realizaron acciones técnicas y tutelares. El juzgado ordenó la
separación del niño del grupo de convivencia.

Ensaye algún diagnóstico relacional posible en este momento.

Haría algún proceso de trabajo psicológico individual? Cual?

Haría una propuesta diferente al Tribunal? Cual sería la estrategia?

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Qué objetivo le parece que debe defender como primordial?

Cual sería la función o funciones del profesional psicólogo en casos como


éste?

Qué técnicas de intervención y diagnóstico utilizaría?

Qué estrategias de apoyo social y/o interdisciplinario tendría en cuenta?

Si distingue recursos y fortalezas del sistema, identifíquelo.

Aportes y conclusiones en un final abierto. Podría ser de otro modo?

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Resiliencia en la niñez vulnerable, más que un recurso una necesidad

Lic. Mónica Valgañón

En esta oportunidad quiero compartir con ustedes algunas reflexiones sobre la


experiencia de trabajo con poblaciones de niños llamados vulnerables y sus
posibles adaptaciones y salidas funcionales, de condiciones de vida que a
nuestros ojos son caóticas, psicóticas, estructuradoras de desórdenes graves, y
que sin embargo y admirablemente, muchos chicos han resuelto sin tanta
psicosis, ni desestructuración ni tampoco caos.

Se trata del trabajo realizado durante más de 10 años con chicos de 0 a 21


años que por haber vivido en condiciones de extremo sufrimiento psicológico,
como el abandono de figuras de apego (ojo que no digo madre, sino ni
madre, ni padre , ni sustitutos biológicos válidos), menoscabo afectivo
constante, riesgo vital, omisiones graves en su cuidado integral, acciones de
liso y llano daño físico, abuso individual, familiar, fraternal, o expuestos a
situaciones límite en relación emocional eran retirados judicialmente de ese
lugar de convivencia y por la complejidad de las causas de su devenir social y
familiar, debían integrarse en la alternativa de otro grupo familiar sustituto. Esta
alternativa aparecía como la mas viable posible dentro de las “ofertas” que la
sociedad y sus técnicos habíamos procurado para situaciones tan
dolorosamente caóticas como las que vivían y viven nuestros niños vulnerables.

Si bien el tema de las familias alternativas es en sí mismo un tema que amerita


discusión y reflexión, no es lícito desarrollarlo en este encuentro. Lo es sí el de
los chicos que han pasado por experiencias traumáticas muy dolorosas,
algunas desestructurantes, contextos familiares y sociales peligrosos, y que por
efecto de las construcciones que devienen en su vivir, no tienen una vida tan
dolorosa, desestructurada, desadaptada como algún vaticinio lógico, pero
rígido y solidificado pudo prever (afortunadamente sin éxito) en el momento
que estos hechos detestables ocurrían.

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Lo cierto y lo que se puede mostrar en nuestra capacidad objetivante es que
algunos chicos que fueron abandonados, vivieron en condiciones de pobreza
extrema, fueron víctimas de desamor, desarraigo, testigos de violencia, etc.
pasan su vida y la construyen de manera tal que pueden tener conductas
adaptadas y esperables para su edad y grupo cultural, no presentan trastornos
cognitivos, poseen un nivel de rendimiento intelectual promedio, no presentan
trastornos vinculares con pares o adultos significativos, sino incluso que son
capaces de empatía y apego, estudian, trabajan y se esfuerzan, como otros
chicos que no han vivido situaciones de una magnitud dolorosa como la que
ellos.

¿Fueron tocados por la varita mágica?


¿Encontraron alternativas extraordinarias en su crecimiento?
¿Su entorno de convivencia sustituto fue el responsable de compensar lo
sufrido?
¿Qué pasó?

Encontrar una respuesta tranquilizadora y absoluta a la “paradoja” que


atestiguo, sería como encontrar la piedra filosofal. Hoy puedo decir que
puedo vivir, crecer, trabajar y construir sin la compulsión de encontrar esa
piedra filosofal, y menos creer que se trata de una “paradoja”.

Pero hace años y con los berretines de investigación heredados en mi


formación técnica positivista, objetiva, dio pie para elucubrar e investigar con
distintos diseños, hechos en los que esperaba encontrar un patrón, una
redundancia, una familia, un chico, algo maravillosamente estable que me
permitiera emitir una ley generalizable, y de ahí prototipos de familias, traumas
y formas para superarlo y acabar así de una vez y para siempre con el flagelo
de las consecuencias de tanto dolor.

Los estudios propuestos no fueron estériles, en sí mismos arrojaron resultados


útiles. Tales podrían ser que los chicos recuperaban su nivel de madurez
psicomotriz, y de desarrollo biológico general, rápidamente. También
mejoraba ampliamente su rendimiento escolar y funcionamiento cognitivo,

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afectivamente podían establecer vínculos constantes y positivos con adultos y
pares con distinta intensidad. Con el correr del tiempo y luego de una
relativamente tormentosa etapa adolescente, muchos chicos mostraban (de
hecho muestran) que no caían en conflictos legales, que no se embarazaban
precozmente, que eran capaces de afrontar con eficacia problemas y
relaciones interpersonales e incluso cuestionar los modelos paternos recibidos,
integrarlos y madurar. Estudiaban, conseguían trabajo, y habían creado
vínculos que les permitían seguir creciendo en su entorno familiar y cultural
“adoptivo” satisfactoriamente.

Comentando un día estos logros con una querida colega, me preguntó dónde
veía yo sus aspectos psicóticos, (daba por sentado que yo creía en esta
posibilidad). Francamente no sabía qué contestar. Los chicos de los que
hablábamos vivían con naturalidad la etapa vital por la que transitaban,
resolvían sus problemas cotidianos y tenían las mismas dificultades que mis
alumnos de la universidad, los sobrinos de mi colega, y los míos. Se
diferenciaban en sus niveles culturales y en que los “nuestros” no habían
experimentado las mismas experiencias de abandono afectivo, acciones
violentas parentales iniciales, pobreza, etc.

Por supuesto me estoy refiriendo a un grupo de chicos solamente. No a todos


los chicos. Pero es un grupo “control” real, vivo, testimoniante, resiliente. Es un
grupo que nos hace reactivar las esperanzas, cuestionar las epistemologías,
tambalear el determinismo, darnos cuenta de la paradoja de la ceguera.

El grupo de chicos y chicas resilientes había sentido en su experiencia vital


además del daño producido inicialmente (estresores o factores de riesgo:
pobreza, pérdida o disfunción de las tareas parentales primarias, desapego o
apego ambivalente, familias multiproblemáticas) otros factores, los
protectores, de mano de su contexto social inmediato, en este caso el
sustituto:

- relación afectuosa constante o estable con al menos un adulto


parental.

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- Demostración física y verbal de afecto por parte de su entorno familiar,
o de efectores de instituciones significativas (colegio, parroquia, etc.)
- Valoración positiva de logros individuales por parte de adultos
significativos (padrinos, terapeutas, padres etc.)
- Oportunidad de desarrollo de habilidades propias
- Efectivizar tareas productivas y de inserción social
- Grupo de pares sin disfunciones sociales significativas acompañando su
adolescencia.

Hasta aquí un aspecto del tema.

El asombroso reconocimiento que podían abrirse paso desde la adversidad,


adaptarse, recomponerse y acceder a una vida productiva y valiosa.

Asombroso desde el pronóstico de la patología, el no cambio. Asombroso


desde la visión de quien pretende explicar lo sucedido a través los
componentes de un sistema y no desde las relaciones facilitadoras, inhibidoras
o simplemente trasformadoras que vivió. Y más asombroso es si quien
pretende explicar lo sucedido ha naturalizado que los seres humanos “somos”
(estáticamente) y se olvida que indefectiblemente “devenimos”.

Los seres humanos convivimos en un universo vincular en cambio continuo, en


desarrollo, en evolución.

Nuestro sistema conceptual ha llegado a un borde en el que no puede


mantener las premisas que venía trayendo.

Entonces se abre una segunda, y desde mi punto de vista más revolucionaria


consecuencia del pensar resiliente: la resiliencia del terapeuta, la resiliencia del
efector de salud mental.

Atados a una concepción cosificante heredada del positivismo, tratamos de


“ver” “medir” y “objetivar” los elementos que nos comprueben la realidad de

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la resiliencia, que la documenten. Pero, eso sí, sentados cómodamente en el
trono de la concepción patologizante esperando que alguna prueba
suficientemente pesada finalmente convalide la posibilidad de pensar distinto.

Una pregunta ¿el terapeuta no participa del fenómeno que explica?, dicho en
términos más cotidianos ¿el terapeuta no sufre ni vive situaciones de
adversidad, penurias económicas, inestabilidad afectiva? ¿No ha estado
sometido a durísimos shocks sociales, inseguridad y sentimiento de pérdida
vital?

La semana pasada charlé con varios de mis aguerridos compañeros de


trabajo, quienes agotados por la dureza de la labor y de la debacle del país
en que vivimos, me decían: -ya no doy más, me vienen a pedir a mí y te digo
que realmente yo no sé como arreglar lo mío, menos lo de los otros...

La actitud de pensar en las posibilidades de salir fortalecido de las crisis


requiere de manera indispensable, de un cambio en la manera de integrarse a
uno mismo a esta concepción.

Si ahora, a la luz de la evolución experimentada podemos “darnos cuenta” o


tener ideas tibias acerca de la factibilidad de la recuperación de
adversidades, ¿no será que es porque estamos dando un salto resiliente
también en el ejercicio de nuestra profesión?
Adversidades ha habido siempre. Antes que pensáramos en la resiliencia
¿ésta no existía? O ¿existía y nuestros paradigmas respondían a posiciones que
la excluían? Antes que redescubriéramos el término ¿era toda oscuridad y
patología? O era que nosotros no la incluíamos en nuestro pensar.

He ahí nuestra inmensa e ineludible responsabilidad.

Los paradigmas son aquellos conceptos de las comunidades científicas


producen, defienden, estructuran y transmiten (Najmanovich, 2000) y las
comunidades científicas son grupos de personas que se agrupan en torno a un
paradigma.

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¡¡ Nosotros somos la comunidad científica de salud mental en este tiempo
histórico!!

Esto lleva a una tercera consecuencia del pensar resiliente: el beneficioso


cuestionamiento de la epistemología de cada uno, y con mayor
responsabilidad aún la de quienes ejercemos (¡y tenemos la habilitación social
– legal!) la salud mental. Medio para más que seguir elucubrando
voluptuosidades teóricas (lo cual es maravilloso en sí mismo) sino también para
producir conversaciones (construcciones coordinadas y consensuadas de
acción) que produzcan bienestar en nuestras comunidades.

No es tiempo de tibiezas. Ni de asumir posturas caprichosas, in cuestionadas.


No es tiempo de mantenimientos de bunker epistemológicos.

Son tiempos de cambio, de búsqueda de nuevas respuestas, de


fortalecimiento personal y social. Son tiempos de intenso peligro y de
respuestas extremas, en los que afortunadamente todo sigue estando por
escribirse, pero se requiere de trabajadores de la salud mental dispuestos a
encontrar respuestas, con la osadía de darse cuenta de nuestras limitaciones y
dejar de estar ciegos a nuestra propia ceguera.

En el fondo incorporar el pensar resiliente en nuestra conceptualización de la


salud mental deja al descubierto nuestras posibilidades y limitaciones, pero
también abre las puertas a nuevas formas para la creación y la salud.

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