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Federico García Lorca- Libro de poemas (1921)- Canción infantil

Salen los niños alegres Voy camino de la tarde, como gigantes cabezas
de la escuela, entre flores de la huerta, que con órbitas vacías
poniendo en el aire tibio dejando sobre el camino y verdosas cabelleras
del abril canciones tiernas. el agua de mi tristeza. pensativas y dolientes
¡Qué alegría tiene el hondo En el monte solitario, el horizonte contemplan.
silencio de la calleja! un cementerio de aldea ¡Abril divino, que vienes
Un silencio hecho pedazos parece un campo sembrado cargado de sol y esencias,
por risas de plata nueva. con granos de calaveras. llena con nidos de oro
Y han florecido cipreses. las floridas calaveras!
Poeta en Nueva York (1930)- La aurora Diván del Tamarit (1936)- Gacela del amor desesperado
La aurora de Nueva York tiene La noche no quiere venir
cuatro columnas de cieno para que tú no vengas,
y un huracán de negras palomas ni yo pueda ir.
que chapotean en las aguas podridas.
Pero yo iré,
La aurora de Nueva York gime aunque un sol de alacranes me coma la sien.
por las inmensas escaleras
buscando entre las aristas Pero tú vendrás
nardos de angustia dibujada. con la lengua quemada por la lluvia de sal.

La aurora llega y nadie la recibe en su boca El día no quiere venir


porque allí no hay mañana ni esperanza posible. para que tú no vengas,
ni yo pueda ir.
A veces las monedas en enjambres furiosos
taladran y devoran abandonados niños. Pero yo iré
entregando a los sapos mi mordido clavel.
Los primeros que salen comprenden con sus huesos
que no habrá paraísos ni amores deshojados; Pero tú vendrás
saben que van al cieno de números y leyes, por las turbias cloacas de la oscuridad.
a los juegos sin arte, a sudores sin fruto.
Ni la noche ni el día quieren venir
La luz es sepultada por cadenas y ruidos para que por ti muera
en impúdico reto de ciencia sin raíces. y tú mueras por mí.
Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes
como recién salidas de un naufragio de sangre.

Sonetos del amor oscuro (1936)- Soneto de la dulce queja Recuerdo infantil- Antonio Machado

Tengo miedo a perder la maravilla Una tarde parda y fría


de tus ojos de estatua y el acento de invierno. Los colegiales
que me pone de noche en la mejilla estudian. Monotonía
la solitaria rosa de tu aliento. de lluvia tras los cristales.

Tengo pena de ser en esta orilla Es la clase. En un cartel


tronco sin ramas, y lo que más siento se representa a Caín
es no tener la flor, pulpa o arcilla, fugitivo, y muerto Abel,
para el gusano de mi sufrimiento. junto a una mancha carmín.

Si tú eres el tesoro oculto mío, Con timbre sonoro y hueco


si eres mi cruz y mi dolor mojado, truena el maestro, un anciano
si soy el perro de tu señorío. mal vestido, enjuto y seco,
que lleva un libro en la mano.
No me dejes perder lo que he ganado
y decora las aguas de tu río Y todo un coro infantil
con hojas de mi Otoño enajenado. va cantando la lección:
«mil veces ciento, cien mil;
mil veces mil, un millón».
Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de la lluvia en los cristales.

1
Juan Ramón Jiménez, Soledad sonora Cenit (en Belleza)

Pájaro errante y lírico, que en esta floreciente Yo no seré yo, muerte,


soledad de domingo, vagas por mis jardines, hasta que tú te unas con mi vida
del árbol a la yerba, de la yerba a la fuente y me completes así todo;
llena de hojas de oro y caídos jazmines... hasta que mi mitad de luz se cierre
con mi mitad de sombra,
¿qué es lo que tu voz débil dice al sol de la tarde –y sea yo equilibrio eterno
que sueña dulcemente en la cristalería? en la mente del mundo:
¿eres, como yo, triste, solitario y cobarde, unas veces, mi medio yo, radiante;
hermano del silencio y la melancolía? otras, mi otro medio yo, en el olvido.-
Yo no seré yo, muerte,
¿qué es lo que tu voz débil dice al sol de la tarde hasta que tú, en tu turno, vistas
que sueña dulcemente en la cristalería? de huesos pálidos mi alma.
¿eres, como yo, triste, solitario y cobarde,
hermano del silencio y la melancolía?

El viaje definitivo ( de Poemas agrestes) El otoñado (de La estación total)

... Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros Estoy completo de naturaleza,


cantando; en plena tarde de áurea madurez,
y se quedará mi huerto, con su verde árbol alto viento en lo verde traspasado.
y con su pozo blanco. Rico fruto recóndito, contengo
lo grande elemental en mí (la tierra,
Todas las tardes, el cielo será azul y plácido; el fuego, el agua, el aire), el infinito.
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario. Chorreo luz: doro el lugar oscuro,
trasmino olor: la sombra huele a dios,
Se morirán aquellos que me amaron; emano son: lo amplio es honda música,
y el pueblo se hará nuevo cada año; filtro sabor: la mole bebe mi alma,
y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado, deleito el tacto de la soledad.
mi espíritu errará, nostáljico...
Soy tesoro supremo, desasido,
Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol con densa redondez de limpio iris,
verde, sin pozo blanco, del seno de la acción. Y lo soy todo.
sin cielo azul y plácido... Lo todo que es el colmo de la nada,
Y se quedarán los pájaros cantando. el todo que se basta y que es servido
de lo que todavía es ambición.

En lo desnudo de este hermoso fondo (Dios deseado y deseante) Primavera

Quiero quedarme aquí, no quiero irme Abril, sin tu asistencia clara, fuera
a ningún otro sitio. invierno de caídos esplendores;
mas aunque abril no te abra a ti sus flores,
Todos los paraísos tú siempre exaltarás la primavera.
(que me dijeron) en que tú hablabas,
se me han desvanecido en mis ensueños Eres la primavera verdadera;
porque me comprendí mejor este en que vivo, rosa de los caminos interiores,
ya centro abierto en flor de lo supremo. brisa de los secretos corredores,
lumbre de la recóndita ladera.
Verdor de primavera de mi atmósfera,
¿qué luz podrá sacar de otro verdor ¡Qué paz, cuando en la tarde misteriosa,
una armonía de totalidad más limpia, abrazados los dos, sea tu risa
una gloria más grande y fiel de fuera y dentro? el surtidor de nuestra sola fuente!

Esta fue y es y será siempre Mi corazón recogerá tu rosa,


la verdad: sobre mis ojos se echará tu brisa,
Tú oído, visto, comprendido en este paraíso mío, tu luz se dormirá sobre mi frente...
tú de verdad venido a mí
en lo desnudo de este hermoso fondo.

2
LOS ÁNGELES MUERTOS

Buscad, buscadlos:
en el insomnio de las cañerías olvidadas, en los cauces interrumpidos por el silencio de las basuras.
No lejos de los charcos incapaces de guardar una nube,
unos ojos perdidos,
una sortija rota
o una estrella pisoteada.
Porque yo los he visto:
en esos escombros momentáneos que aparecen en las neblinas.
Porque yo los he tocado:
en el destierro de un ladrillo difunto,
venido a la nada desde una torre o un carro.
Nunca más allá de las chimeneas que se derrumban
ni de esas hojas tenaces que se estampan en los zapatos.
En todo esto.
Más en esas astillas vagabundas que se consumen sin fuego,
en esas ausencias hundidas que sufren los muebles desvencijados,
no a mucha distancia de los nombres y signos que se enfrían en las paredes.
Buscad, buscadlos: debajo de la gota de cera que sepulta la palabra de un libro
o la firma de uno de esos rincones de cartas
que trae rodando el polvo.
Cerca del casco perdido de una botella,
de una suela extraviada en la nieve,
de una navaja de afeitar abandonada al borde de un precipicio.
R. Alberti, Sobre los ángeles

LA NORIA Yo voy soñando caminos


de la tarde. ¡Las colinas
La tarde caía doradas, los verdes pinos,
triste y polvorienta. las polvorientas encinas!...
El agua cantaba
su copla plebeya ¿Adónde el camino irá?
en los cangilones Yo voy cantando, viajero,
de la noria lenta. a lo largo del sendero...
Soñaba la mula —La tarde cayendo está—.
¡pobre mula vieja!,
al compás de sombra En el corazón tenía
que en el agua suena. la espina de una pasión;
La tarde caía logré arrancármela un día;
triste y polvorienta. ya no siento el corazón.
Yo no sé qué noble,
divino poeta,
unió a la amargura Y todo el campo un momento
de la eterna rueda se queda, mudo y sombrío,
la dulce armonía meditando. Suena el viento
del agua que sueña, en los álamos del río.
y vendó tus ojos,
¡pobre mula vieja!... La tarde más se oscurece;
Mas sé que fue un noble, y el camino se serpea
divino poeta, y débilmente blanquea,
corazón maduro se enturbia y desaparece.
de sombra y de ciencia.
Mi cantar vuelve a plañir:
Aguda espina dorada,
[A. Machado: Soledades] quién te volviera a sentir
en el corazón clavada.

[Antonio Machado: Soledades]

3
Hay golpes en la vida tan fuertes... Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido se empozara en.el alma... Yo no sé! ANCHAS SILABAS
Son pocos, pero son... Abren zanjas oscuras Que mi pie te despierte, sombra a sombra
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte. he bajado hasta el fondo de la patria.
Serán tal vez los potros de bárbaros atilas; Hoja a hoja, hasta dar con la raíz
o los heraldos negros que nos manda la Muerte. amarga de mi patria.
Que mi fe te levante, sima a sima
Son las caídas hondas de los Cristos del alma, he salido a la luz de la esperanza.
de alguna fe adorable que el Destino blasfema. Hombro a hombro, hasta ver un pueblo en pie
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones de paz, izando un alba.
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema. Que mi voz brille libre, letra a letra
restregué contra el aire las palabras.
Y el hombre... Pobre... pobre! Vuelve los ojos, como Ah, las palabras. Alguien
cuando por sobre .el hombro nos llama una palmada; heló los labios -bajo el sol- de España.
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada. [B. de Otero: En castellano]

Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé!


[C. Vallejo: Los heraldos negros]
Estoy cansado
Si el hombre pudiera decir lo que ama
Estar cansado tiene plumas,
Si el hombre pudiera decir lo que ama, tiene plumas graciosas como un loro,
si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo plumas que desde luego nunca vuelan,
como una nube en la luz; mas balbucean igual que loro.
si como muros que se derrumban,
para saludar la verdad erguida en medio, Estoy cansado de las casas,
pudiera derrumbar su cuerpo, prontamente en ruinas sin un gesto;
dejando solo la verdad de su amor, estoy cansado de las cosas,
la verdad de sí mismo, con un latir de seda vueltas luego de espaldas.
que no se llama gloria, fortuna o ambición,
sino amor o deseo, Estoy cansado de estar vivo,
yo sería aquel que imaginaba; aunque más cansado sería el estar muerto;
aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos estoy cansado del estar cansado
proclama ante los hombres la verdad ignorada, entre plumas ligeras sagazmente,
la verdad de su amor verdadero. plumas del loro aquel tan familiar o triste,
el loro aquel del siempre estar cansado.
Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien
cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;
alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina
por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,
y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu Peregrino
como leños perdidos que el mar anega o levanta
libremente, con la libertad del amor, ¿Volver? Vuelva el que tenga,
la única libertad que me exalta, Tras largos años, tras un largo viaje,
la única libertad por que muero. Cansancio del camino y la codicia
De su tierra, su casa, sus amigos,
Tú justificas mi existencia: Del amor que al regreso fiel le espere.
si no te conozco, no he vivido;
si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido. Mas, ¿tú? ¿Volver? Regresar no piensas,
Sino seguir libre adelante,
Luis Cernuda Disponible por siempre, mozo o viejo,
Sin hijo que te busque, como a Ulises,
Sin Ítaca que aguarde y sin Penélope.

Sigue, sigue adelante y no regreses,


Fiel hasta el fin del camino y tu vida,
No eches de menos un destino más fácil,
Tus pies sobre la tierra antes no hollada,
Tus ojos frente a lo antes nunca visto.

4
ANTOLOGÍA ÁNGEL GONZÁLEZ
Contra-orden (Poética por la que me pronuncio Porvenir
ciertos días).
Te llaman porvenir
Esto es un poema. porque no vienes nunca.
Aquí está permitido Te llaman: porvenir,
fijar carteles, y esperan que tú llegues
tirar escombros, hacer aguas como un animal manso
y escribir frases como: a comer en su mano.
Marica el que lo lea,
Amo a Irma, Pero tú permaneces
Muera el…(silencio), más allá de las horas,
Arena gratis, agazapado no se sabe dónde.
Asesinos, … Mañana!
etcétera. Y mañana será otro día tranquilo
un día como hoy, jueves o martes,
Esto es un poema. cualquier cosa y no eso
Mantén sucia la estrofa. que esperamos aún, todavía, siempre.
Escupe dentro.
Responsable la tarde que no acaba, Para que yo me llame Ángel González
el tedio de este día,
la indeformable estolidez del tiempo. Para que yo me llame Ángel González,
para que mi ser pese sobre el suelo,
fue necesario un ancho espacio
y un largo tiempo:
Elegido por aclamación hombres de todo mar y toda tierra,
fértiles vientres de mujer, y cuerpos
Sí, fue un malentendido. y más cuerpos, fundiéndose incesantes
Gritaron: ¡a las urnas! en otro cuerpo nuevo.
y él entendió: ¡a las armas! -dijo luego. Solsticios y equinoccios alumbraron
Era pundonoroso y mató mucho. con su cambiante luz, su vario cielo,
Con pistolas, con rifles, con decretos. el viaje milenario de mi carne
trepando por los siglos y los huesos.
Cuando envainó la espada dijo, dice: De su pasaje lento y doloroso
La democracia es lo perfecto. de su huida hasta el fin, sobreviviendo
El público aplaudió. Sólo callaron, naufragios, aferrándose
impasibles, los muertos. al último suspiro de los muertos,
yo no soy más que el resultado, el fruto,
lo que queda, podrido, entre los restos;
El deseo popular será cumplido. esto que veis aquí,
A partir de esta hora soy -silencio- tan sólo esto:
el Jefe, si queréis. Los disconformes un escombro tenaz, que se resiste
que levanten el dedo. a su ruina, que lucha contra el viento,
que avanza por caminos que no llevan
Inmóvil mayoría de cadáveres a ningún sitio. El éxito
le dio el mando total del cementerio. de todos los fracasos. La enloquecida
fuerza del desaliento…
Quédate quieto

Deja para mañana


lo que podrías haber hecho hoy
(y comenzaste ayer sin saber cómo).

Y que mañana sea mañana siempre;

que la pereza deje inacabado


lo destinado a ser perecedero;
que no intervenga el tiempo,
que no tenga materia en que ensañarse.

Evita que mañana te deshaga


todo lo que tu mismo
pudiste no haber hecho ayer.

5
Miguel Hernández

Umbrío por la pena, casi bruno, ¿No cesará este rayo que me habita
porque la pena tizna cuando estalla, el corazón de exasperadas fieras
donde yo no me hallo no se halla y de fraguas coléricas y herreras
hombre más apenado que ninguno. donde el metal más fresco se marchita?

Sobre la pena duermo solo y uno, ¿No cesará esta terca estalactita
pena es mi paz y pena mi batalla, de cultivar sus duras cabelleras
perro que ni me deja ni se calla, como espadas y rígidas hogueras
siempre a su dueño fiel, pero importuno. hacia mi corazón que muge y grita?

Cardos y penas llevo por corona, Este rayo ni cesa ni se agota:


cardos y penas siembran sus leopardos de mí mismo tomó su procedencia
y no me dejan bueno hueso alguno. y ejercita en mí mismo sus furores.

No podrá con la pena mi persona Esta obstinada piedra de mí brota


rodeada de penas y cardos: y sobre mí dirige la insistencia
¡cuánto penar para morirse uno! de sus lluviosos rayos destructores.
El rayo que no cesa El rayo que no cesa

Me tiraste un limón, y tan amargo, AL SOLDADO INTERNACIONAL CAÍDO EN ESPAÑA


con una mano cálida, y tan pura, Si hay hombres que contienen un alma sin fronteras,
que no menoscabó su arquitectura una esparcida frente de mundiales cabellos,
y probé su amargura sin embargo. cubierta de horizontes, barcos y cordilleras,
con arena y con nieve, tú eres uno de aquellos.
Con el golpe amarillo, de un letargo
dulce pasó a una ansiosa calentura Las patrias te llamaron con todas sus banderas,
mi sangre, que sintió la mordedura que tu aliento llenara de movimientos bellos.
de una punta de seno duro y largo. Quisiste apaciguar la sed de las panteras,
y flameaste henchido contra sus atropellos.
Pero al mirarte y verte la sonrisa
que te produjo el limonado hecho, Con un sabor a todos los soles y los mares,
a mi voraz malicia tan ajena, España te recoge porque en ella realices
tu majestad de árbol que abarca un continente.
se me durmió la sangre en la camisa,
y se volvió el poroso y áureo pecho A través de tus huesos irán los olivares
una picuda y deslumbrante pena. desplegando en la tierra sus más férreas raíces,
abrazando a los hombres universal, fielmente.
El rayo que no cesa Viento del pueblo
CANCIÓN PRIMERA 1
Se ha retirado el campo Ropas con su olor,
al ver abalanzarse paños con su aroma.
crispadamente al hombre. Se alejó en su cuerpo,
¡Qué abismo entre el olivo me dejó en sus ropas.
y el hombre se descubre! Luchas sin calor,
El animal que canta: sábana de sombra.
el animal que puede Se ausentó en su cuerpo.
llorar y echar raíces, Se quedó en sus ropas.
rememoró sus garras. 3
Garras que revestía No quiso ser.
de suavidad y flores,
pero que, al fin, desnuda No conoció el encuentro
en toda su crueldad. del hombre y la mujer.
Crepitan en mis manos. El amoroso vello
Aparta de ellas, hijo. no pudo florecer.
Estoy dispuesto a hundirlas, Detuvo sus sentidos
dispuesto a proyectarlas negándose a saber
sobre tu carne leve. y descendieron diáfanos
He regresado al tigre. ante el amanecer.
Aparta, o te destrozo. Vio turbio su mañana
Hoy el amor es muerte, y se quedó en su ayer.
y el hombre acecha al hombre.
No quiso ser.
El hombre acecha Cancionero y romancero de ausencias
6

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