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El Adolescente Aprendiz PDF
El Adolescente Aprendiz PDF
Jean Rousselet
Introducción
Durante muchísimo tiempo, la mayor parte de las razas y las civilizaciones han
considerado que el trabajo, bajo todas sus formas, tanto manuales como intelectuales,
constituía una degradación humana, razón por la cual no merecía ningún interés por
parte de los hombres libres y de los filósofos. Toda la antigüedad griega, con Platón y
Aristóteles a la cabeza, estaba convencida de la legitimidad de la esclavitud. Y en
Roma, tanto bajo la República como bajo el Imperio, el ejercicio de cualquier profesión
estaba considerado como una manifestación de actividad servil.
Por último, el hecho de que ciertos trabajos, por ejemplo, en la industria textil, no
parecían exigir aptitudes físicas particulares sino que, por el contrario, demandaban
cualidades específicamente juveniles o femeninas, tales como destreza manual,
suavidad de movimientos ó talla reducida, aceleró el proceso de transferencia de las
mujeres y los niños desde el hogar desde la escuela a las fábricas más próximas.
Poco más o menos por la misma época fue reconocida la obligatoriedad de la,
enseñanza, con lo que progresivamente se fue retrasando la edad de admisión al
trabajo debido a la prolongación del período legal de escolaridad. Durante este tiempo
se transformó también la industria, y pronto se hizo sentir la necesidad de mano de
obra calificada e intermedia entre el técnico y el obrero manual. Para preparar a estos
obreros especializados, las empresas, bien solas o bien agrupadas en gremios, se
vieron obligadas a establecer cursos profesionales o 'escuelas técnicas' para
adolescentes cuya preparación primaria inicial permitía a éstos asimilar rápidamente
los conocimientos técnicos indispensables para el desempeño de ciertos puestos de
trabajo. A pesar de tales esfuerzos, la mayor parte de los jóvenes obreros y.
empleados en la industria y en el comercio continuaban asumiendo, desde la edad
reglamentaria del trabajo, responsabilidades de producción o de venta sin haber
recibido una preparación especial. Una vez admitidos, resultaba casi imposible que
pudieran mejorar de posición. Salvo en muy pocos gremios artesanos, el adolescente
que se empleaba al salir de la escuela sin contar con una especialización profesional,
quedaba condenado de por vida a desempeñar solamente tareas ingratas, sin interés
intelectual y sin porvenir.
No es posible adoptar una actitud y una reacción común a todos los jóvenes
aprendices. Para unos, aprendizaje y enseñanza se concilian armónicamente en una
verdadera educación humana y social. En cuanto a los otros, recordemos estas
palabras de Alain: «Enseñadme lo que habéis hecho», son palabras propias de la
escuela. «Desgraciado, ¿qué ibas a hacer?», son palabras propias del taller.