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MA N U E L ZA P A T A OL I V E L L A
E L A R B O L B R U J O
D E L A L I B E R T A D
Á f r i c a en C o l o m b i a
Orígenes - Transculturación-
Presencia
E N S A Y O H I S T Ó R I C O M Í T I C O
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Orígenes - Transculturación-
Presencia
E N S A Y O H I S T Ó R I C O M Í T I C O
P R E S E N TA C I Ó N Y S E L E C I Ó N
WILLIAM MINA ARAGÓN
Portada: Benkos Bioho.Estatua
Palenque de San Basilio.
© De esta edición:
Universidad del Valle
Universidad de Cartagena
ISBN: 958-670
LEGALIDAD
P R I M E R A PA RT E
EL ÁRBOL DE LA PALABRA 23
CAPÍTULO PRIMERO
Génesis de las culturas africanas. Iniciación a la Mitología Africana 25
Odumare crea el universo, Orichas y hombres 27
Los Orichas protectores del Muntú en el exilio 29
Pausa de meditación 31
Los Orichas del amor y de la familia 32
Kulonda, pacto entre los vivos y los difuntos 35
CAPÍTULO SEGUNDO
AHORA HABLA LA CIENCIA
África, Cuna del Homo sapiens 39
La Historia Maravillosa de la Tierra y de la Vida 39
Partida de Nacimiento del Hombre 40
Acta Final 43
La Diáspora Genésica Africana 44
CAPÍTULO TERCERO
LO QUE DICE LA HISTORIA
Palabras para lavar oscuridades 47
La fabulosa Timbuctú 48
Egipto, la primera civilización 49
• Las Pirámides 50
• El comercio con los reinos negroafricanos 51
• La religión 51
• El influjo cultural 50
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CAPÍTULO CUARTO
CIVILIZACION BANTU EN LA VIEJA CASA
Reinos de Manikongo, Angola y Monomotapa 62
Pasado arcaico y contemporaneidad 62
Los Bantú y su cultura 63
Genealogía ancestral africana 64
El gran salto a la civilización 66
Idioma y religión 67
CAPÍTULO QUINTO
LOS BABALAOS DE LA RESISTENCIA
Las bodegas iluminadas 69
La guerra contra la cacería 70
Las casas de los muertos 72
Las bodegas iluminadas del exilio 73
Etnias y culturas 74
• Cultura Bantú 75
• Cultura Yoruba 75
• Cultura Carabalí-Bantú 76
• Cultura Ewe-Fon 76
• Cultura Fanti-Ashanti 77
• Cultura Berberisca 77
• Culturas Guineanas 77
• Cultura Morisca 78
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SEGUNDA PARTE
CAPÍTULO PRIMERO
LUMBALU PARA DESPERTAR AL REY BENKOS
MEMORIA Y MITO
Santo y seña 105
También los difuntos 106
¡«Benkos Rey! ¡Rey Benkos!» 106
Los mandatos del Rey Benkos 107
¡Domingo Criollo, Nuevo Rey! 108
CAPÍTULO SEGUNDO
MEMORIA DE LOS ANCESTROS
Los Abuelos afroespañoles 111
Griegos, romanos y vándalos 112
Aculturación berberisca 112
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CAPÍTULO TERCERO
PRIMEROS AFROAMERICANOS EN LLEGAR
Alemanes y Africanos 125
Levantamientos, fugas y palenques 126
Los alemanes y la cimarronería 127
El sanguinario Alfínger 129
CAPÍTULO CUARTO
LOS AFRICANOS EN LAS CONQUISTAS
Y PRIMERAS FUNDACIONES
CAPÍTULO QUINTO
LOS MÁRTIRES DE LA INQUISICIÓN
«Por siempre esclavos de los etíopes» 147
Leer a Sandoval 149
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CAPÍTULO SEXTO
ENTRE LA CORONA Y LA IGLESIA
El ideólogo de la mulatería rebelde 169
Esgrimiendo las Santas Escrituras 173
El exterminador de los palenques 174
La gran guerra de los Palenques 178
CAPÍTULO SÉPTIMO
PALENQUE PRIMER TERRITORIO LIBRE DE AMÉRICA
Pórtico histórico 183
Sociología de la trata en Cartagena de Indias 185
Africanos en Cartagena de Indias 187
El Rey Benkos, precursor de la emancipación 192
La crónica y el héroe 194
Captura y muerte del Rey Benkos 199
CAPÍTULO OCTAVO
LA HERENCIA DEL REY BENKOS
Domingo Criollo nuevo Rey del Palenque de Matuderé 206
Misioneros y Palenques 207
Matuderé, «Palenque de los Minas» 209
El asalto 211
El día execrable 214
Aclaraciones obligantes. 215
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TERCERA PARTE
CAPÍTULO SEGUNDO
LLEGADA Y DISPERSIÓN DE LA DIÁSPORA
Dialéctica de la endoculturación triétnica 234
Afro-raizales de San Andrés, Providencia y Santa Catalina 236
La población afro-raizal 238
Aculturación hispano-indígena 240
El mestizaje afro-hispano-indígena 242
Afros e indígenas en la sociedad colonial 243
CUARTA PARTE
CAPÍTULO SEGUNDO
LA PIEZAS CADUCAS DEL COLONIALISMO
Dolencias de las almas y los cuerpos 267
El «Código Negro» español 270
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CAPÍTULO TERCERO
LA CULTURA DE LA EMANCIPACIÓN
Desculturización africana 277
La alienación hispana poscolonial 279
CAPÍTULO CUARTO
ENDOCULTURACIÓN Y RECREACIÓN AFROCOLOMBIANA
Bailes y cantos afrocolombianos 281
Resistencia contra la satanización 281
La revolución comenzó en España 283
Navidad con tambores 284
Marimba y currulaos 285
CAPÍTULO QUINTO
UNIVERSIDAD Y DIVERSIDAD AFROCOLOMBIANA
Biotipos afrocolombianos 289
Presencia afrocaribeña 290
Memoria ancestral 290
Los chocoanos istmicos 291
CAPÍTULO SEXTO
TRADICIÓN ORAL Y CONDUCTA AFROCOLOMBIANA
Los cuentos de tío Rogerio 295
• Origen de la raza blanca 297
• Origen de los costeños 297
• Del color de las razas 298
LOS CASTIGOS 299
• De cómo pagan justos por pecadores 299
• Lo negro como castigo 299
• La sirena 300
• La maldición de los animales 300
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LA MUERTE 301
• Las vidas de los hombres 301
• El pacto con la muerte 301
• Origen de la muerte entre los hombres 302
HISTORIAS DEL SAPO 302
• El sapo y el cangrejo 302
• El sapo y la rana 303
CUENTOS DE ARAÑA 303
• Araña y tío Tigre 303
VIDA Y MILAGROS DE ANANCE 304
• Anancito Salva a Su Padre 304
PASATAS DE ÑEQUE O GUATÍN 305
• Batalla contra los tigres 305
ANDANZAS DE CONEJO Y TIGRE 306
• El novillo 306
• Las castañas 307
CUENTOS DE AMOR 307
• La lucha con el demonio 307
TANDA DE CUENTOS 308
• La flor de lilolá 308
• Peralta 309
ANEXOS 311
Eras geológicas y evolución de la vida 311
Hechos, personajes y fundaciones en tierra de los Caribes 311
Los albores de las repúblicas esclavistas 314
Isla de conspiradores 316
BIBLIOGRAFÍA 319
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P Ċ ē Ę Ć Ē Ď Ċ ē ę Ĕ , M ESTIZAJE
Ċ IĒĆČĎēĆĈĎŘē ĕĔđŃęĎĈĆ
M
anuel Zapata Olivella nació en Lorica, Córdoba, en 1920,
marcado con el signo del mes creador por excelencia: marzo.
El mes de García Márquez, William Ospina y Fernando
Maclanil. Un año pleno de efemérides para las actividades artísticas,
culturales y políticas de Zapata Olivella, pues, nos encontramos con
que el jamaiquino Marcus Garvey, en Nueva York, lanzó la Declaración
de los Pueblos Afros del Mundo; año en que también surgiría la
“vanguardia artística” de lo que se denominaría el renacimiento negro
de Harlem, término acuñado por Alain Locke.
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sóis creadores, sóis hijos del Muntú... ¿Qué ha pasado con vosotros,
que habéis olvidado los principios legendarios de la tradición africana
de la cultura Bantú, sopesados en hacer realidad la vida, la inteligencia
y la palabra? No cualquier “vida”, sino aquella vida que es plena,
tanto material como espiritualmente. No cualquier “palabra”, sino
aquella palabra que nos permite expresar libremente nuestras ideas y
argumentos en la dignificación de nuestra cultura y en la comunicación
con los Ancestros, a través del sonido melodioso de los tambores.
La “inteligencia” para construir reinos legendarios, imperios
imperecederos, crear lenguas y dialectos en medio de la opresión,
sobrevivir a las condiciones sub-humanas bajo la barbarie del amo,
recreando sus creencias y resistiendo a la opresión esclavista a través
del sincretismo cultural, para no perecer de sed espiritual, y así evitar
el disgusto de sus Dioses, de sus Ancestros y de sus Antepasados.
Frantz Fanon es, para Zapata Olivella, el intelectual afro que nos
sirve de modelo paradigmático para descolonizar la mente de nuestros
compatriotas, pues, aunque el “antiguo régimen” ya pereció, queremos
asumir, adoptar e imitar las mismas conductas y comportamientos del
colonizador, de manera mezquina, porque se ha socializado e instituído
que es así, y sólo así, de que es eso lo que debemos hacer, y no otra cosa.
El “colonizador” nos enseñó a avergonzarnos de nuestro “color”,
y nosotros lo asumimos; el “colonizador” nos dijo que éramos una
raza inferior, y lo seguimos asumiendo; nos impusieron que nuestra
cultura era salvaje y bárbara, y lo continuamos aceptando; siguiendo
a los filósofos, pensadores e ideólogos, nos infundieron que nuestro
coeficiente intelectual era bajo, y lo aceptamos de nuevo... Según las
palabras del Maestro Olivella, es una tarea urgente e inmediata, hoy,
cuando se ha implementado la cátedra afro –descolonizar la historia
cultural y el lenguaje–, éste es vital, pues ayuda a desmitificar la realidad
histórica. Creo que, no por curiosidad, le importó tanto la exactitud de
las palabras a Confucio, a Sócrates y a Nietzsche.
Es relevante la descolonización y desalienación del lenguaje, pues los
términos utilizados para referirnos a nosotros, como hombres creadores,
siempre tuvieron estigmas despectivos: esclavos, piezas de Indias, negros,
cosas sin alma, individuos de mente primitiva por fuera de la historia.
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afro de los palenqueros a la cabeza del rey benkos biojo otro lenguaje,
otro discurso, otra polifonía; otra reinvención de la historia política
del país como cocreación de héroes y símbolos afros que deconstruyen
el paradigma instituido por los intelectuales alienados y académicos de
las ciencias sociales. El árbol brujo de la libertad rompe la clausura, el
cerco de la investigación histórica heredada desde la colonia a nuestros
días para abrir un horizonte de invención política con ese doble actor
invisibilizado: los afros y los amerindios. Ellos emergen después de
siglos de letargo, y discriminaciones arbitrarias para decir con voz
alta, aquí estamos construyendo esta nación para reafirmar lo que
Colombia siempre quiso ser: Diversa, mestiza, multicultural. Renace lo
soterrado de la luz para decir este es la visión real de nuestros propios
investigadores, pensadores y ciudadanos afros-amerindios y mestizos
para reconstruir los puentes históricos tendidos sobre un conocimiento
de nuestro pasado parcializado y lleno de prejuicios. Queremos construir
desde la palabra, desde la historia y desde la praxis política una sociedad
más justa y equitativa más allá de los odios y de los rencores; es solo
en este sentido que nos interesa recuperar la memoria para rescatar, a
nuestros héroes, nuestras mitologías, nuestras hazañas y recuperar la
identidad perdida; y sobre todo, reimaginar la pertenencia a una patria
Americana, a un mundo Colombiano y a una herencia africana desde
personajes insignes como Benkos Biojo, Domingo Criollo, Barule,
Mateo Mina, José Prudencio Padilla, Manuel Carlos Piar y Alejandro
Petión entre otros.
El Árbol Brujo es el árbol de la libertad, el árbol de todas las hazañas
heróicas que los afros hicieron a través de su creatividad, aquí en América,
bajo la égida de los Ancestros protectores. Zapata Olivella nos dice:
Aunque se estime como elemento fundamental de
la civilización de los pueblos el desarrollo material y
tecnológico, también es prioritaria y decisiva la experiencia
social: las concepciones filosóficas, religiosas y políticas.
Este es el gran aporte milenario de los pueblos africanos
en su continente y en su diáspora universal, acervo que en
América se enriqueció con las luchas por preservar la vida,
la familia y la libertad.
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Es porque el pensador del mestizaje nos ha recordado todas las
facetas de la tradición cultural y oral africana, aquí, en América, con sus
escritos lúcidos y creadores, razón suficiente para llamarle, con todo
honor, el “guardián de los Ancestros”. Él es aquél protector de la
memoria ancestral y legendaria africana, que los Orichas y las Tablas de
Ifá-fa eligieron para reproducir e inventar toda la sabiduría del hombre
africano en su diáspora homérica, en búsqueda de su libertad efectiva.
E
sta historia no será el relato cruento de la esclavitud sufrida
por cincuenta o más millones de africanos en Colombia y
América, sino la epopeya de su liberación. ¡Orichas, Ancestros
y Abuelos nos revelarán el fuego sagrado que alimentó su rebeldía
para sobrevivir y vencer! ¡Evocamos las potencias omnipoderosas del
Muntú, que recogen la sabiduría de los padres más antiguos, tejedores
del irrompible nudo que ata la vida y la muerte!
¡Los hombres perecederos y los difuntos inmortales!
¡La chispa de los ojos respondiendo a la luz del sol y las estrellas!
¡Los jugos de la tierra alimentando la sangre de los vivos!
¡Las aguas de los océanos, lluvias y ríos dando aliento a los que
respiran!
Los Orichas contarán cómo Odumare, supremo creador del universo,
hizo al hombre sobre la tierra. Lo dotó de vida, inteligencia, palabra y
manos creadoras, para mantener y enriquecer con su pensamiento y
sangre la fuerza que une los padres con los hijos; la familia a la tierra;
los pueblos a sus idiomas y costumbres; el alma de las herramientas
sumisa a sus dueños.
¡Todos obedientes a sus leyes y voluntad supremas!
Finalmente, serán los Antepasados y Abuelos, memoria viva de los
Ancestros, quienes nos relatarán cómo el Muntú Africano, padre de la
danza y la palabra, pudo atrapar el fuego; sembrar la semilla allí donde
quiso cosechar los frutos; convertir la caverna en templo para sus
dioses y cacerías mágicas... y nómadas, recorrer continentes y mares
para poblar la tierra.
Y fueron sus propios hijos, griegos romanos y musulmanes, quienes
primeramente los esclavizarían, como bárbaros, cuando habían
construído las pirámides de Egipto para que el sol y los faraones no se
extraviaran en su recorrido por los días y la muerte.
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Primera Parte
EL ÁRBOL
DE LA PALABRA
f
CAPITULO PRIMERO
H
ace cien mil años, ayer, el primer Homo sapiens, solitario
en la planicie de Oldoway (Kenya), al mirar la gran noche
del firmamento, debió preguntarse qué querían decirle las
estrellas con su rutilante espabilar desde las alturas. Y apenas hace
30.000 años, ya dibujaba su respuesta en cientos de cavernas repartidas
en las montañas y valles de todo África. (Diop).
¿Qué quiso expresar el más antiguo abuelo en sus pinturas
rupestres?
Su primera respuesta a las fuerzas sobrenaturales que lo protegían
contra las bestias mucho más fuertes y poderosas: la cacería mágica
del antílope con el arco y la flecha; la lucha de la familia desguarnecida
contra los soles, inviernos y enfermedades.
Le intrigarían muchos otros misterios:
¿Quién gobernaba el universo?
¿Sería el único ser inteligente y vagabundo sobre la tierra, selvas,
ríos y montañas?
¿Por qué el embarazo de la mujer, su parto y el hijo?
¿Quién ordenaba su muerte y a dónde iban los difuntos?
¿Qué necesidades tenían los muertos para retornar a sus viviendas
y aparecerse en los sueños de los vivos?
Si rememoramos estos interrogantes del hombre más viejo del
mundo, es para comprender la filosofía omnisciente del Muntú, que
le permitió sobreponerse a las iniquidades de quienes han pretendido
esclavizarlo.
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PAUSA DE MEDITACIÓN
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CAPÍTULO SEGUNDO:
L
a edad y genealogía del hombre sobre la tierra, a lo largo de
los siglos, han suscitado en historiadores y filósofos –Platón,
Aristóteles, Confucio, Ptolomeo, Buda, Moisés, Copérnico,
Lamarck, Darwin, Einstein– los mismos interrogantes que inspiraron
los mitos del hombre primigenio.
Sin embargo, cada quien presenta diferentes partidas de nacimiento;
la primera duda surge en relación con la antigüedad del universo y de
la tierra. Aunque se difiera sobre fechas, parece que nuestro planeta es
un recién nacido, con una edad indeterminada a partir de 1.500 o más
millones de años.
Después de conformarse los continentes, se calcula que la vida, en
sus más simples elementos orgánicos, se dio en las aguas marinas en
un período impreciso, a partir de 925 millones de años. (Coley).
Aunque pudo darse simultáneamente en muchas partes del planeta,
lo más verosímil es que haya ocurrido en las zonas tropicales del
cinturón ecuatorial, donde confluían las condiciones propicias: agua,
tierra, calor, atmósfera, etc.
El Homo Sapiens, el hombre inteligente, apareció una mañana
africana; sin saber por qué estaba rodeado de estrellas, tierra, agua,
animales y árboles.
¿Se sentiría hijo de Yemayá y del kulonda sembrado por sus
Ancestros?
Los científicos han reconstruído su Árbol Genealógico, es decir,
quiénes fueron sus antepasados: peces, reptiles, aves, insectos y
mamíferos. Entre todos ellos, fue el único en evolucionar las facultades
superiores que caracterizan la especie humana:
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EL RAMAPITECO
Se da este nombre al más remoto antepasado que vivía en los árboles.
Se han encontrado sus fósiles de 20 millones de años, en África e India.
No obstante, el africano aventajaba a sus primos orientales, porque
podía mantenerse verticalmente entre rama y rama, empleando con
mayor libertad sus brazos. ¡Algo es algo!
EL AUSTRALOPITECO
Una vez más, en Sudáfrica, fue hallado un fósil en Sterkfontein. Se
trataba de las muelas de un antropoide cuya edad no ha podido ser
confirmada. Unos le asignan nueve o doce millones de años, y, otros,
generosamente, siete. En todo caso, con el nombre de Australopiteco,
pasó a ser parte de nuestros antepasados.
Pronto, su parentela se agrandó con nuevos miembros localizados
por el paleontólogo Louis Leakey, en 1959 (Tanzania). Al primero de
ellos lo denominó Zinjantropus Boisei.
EL MEGANTROPUS Y EL GIGANTROPUS
ASIÁTICOS
En Java y China se encontraron fósiles, consistentes en mandíbulas
más largas que las de los homínidos hasta entonces conocidos. Se calcula
que vivieron en el Plioceno (6 millones de años de antigüedad).
El Homo Erectus de Java
El doctor Eugenio Dubois, alemán, descubrió al primer Homo
Erectus, en Java, 1891. Apenas fragmentos del cráneo, una quijada
inferior, tres molares y el fémur izquierdo completo. Pese a tan pocas
evidencias, lanzó la hipótesis de que el hombre había nacido en Asia,
tres millones de años atrás. (Pleistoceno medio).
Sólo a mediados del presente siglo, los científicos del mundo
advirtieron alborozados que la aurora de la cultura, hasta entonces en
penumbra, se iluminaba y extendía con nuevos y múltiples forjadores.
EL PITECANTROPUS ERECTUS AFRICANO
En Kenya, Etiopía y Zambia, se descubrieron fósiles similares a los
asiáticos, confirmándose que la especie erectus se había diseminado
por el continente Euroasiático desde África, hacía poco más o menos
dos millones de años. Así lo confirmaban el Gigantropus de China; el
Megantropus de Java y el Atlantropus del Magreb, más robustos,
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CAPÍTULO TERCERO:
¡
Ekobios! Sigamos adelante en la búsqueda de nuestro pasado
ancestral, donde reposa la verdad de nuestra fortaleza. No nos
limitaremos a recordar hechos históricos, sino a lavar nuestras
mentes de las oscuridades con que se ha querido sepultar nuestro
aporte a la humanidad y a la civilización.
Nuestros pueblos y culturas han sido víctimas de una pertinaz
conspiración por parte de los países que practicaron la cacería de
hombres libres para esclavizarlos durante tres siglos y medio en
América. Desde entonces, los autores de este latrocinio afirmaron que
Africa estaba habitada por tribus bárbaras, carentes de sentimientos
humanos, religión, moral y sabiduría. Y para justificar sus crímenes,
se dijo que el comercio nefando era el único medio de liberarlos de la
esclavitud de la ignorancia.
Para borrar estas impurezas de las conciencias de nuestros niños y
jóvenes, contaremos, con palabras sencillas, cuáles eran las culturas
de África al iniciarse el comercio universal que trajo a millones de
nuestros antepasados en condiciones infrahumanas.
Sobre estos acontecimientos históricos deseamos demostrar que los
africanos, en su diáspora compulsada a la América, a fines del Siglo
XV, conformaban reinos civilizados que refundían en su desarrollo
los valores ancestrales recibidos de la cultura africana de Egipto,
enriquecida con los de la Mesopotamia y el Mediterráneo.
Así mismo, ahondaremos en los mecanismos psicoafectivos que
han permitido al afroamericano, mestizo o puro, enriquecer a sus
descendientes, aptos para las artes y las ciencias; conocedores del
misterio del génesis, y convertirse en astronautas de los mundos
futuros.
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LA FABULOSA TIMBUCTÚ
En el año 1492, cuando Colón arribó por vez primera a la América,
la ciudad de Timbuctú era la capital de Songhai, uno de los estados más
florecientes a orillas del río Níger. Contaba con una universidad donde
enseñaban matemáticos, sabios y filósofos de Egipto, Arabia y España.
Disponía de una biblioteca donde se guardaban valiosos documentos
históricos, literarios, geográficos, etc., escritos en diferentes idiomas
que se pagaban con oro puro. (Leo Africano).
Infortunadamente, sus gobernantes fueron déspotas y sumieron
a la población en un régimen de injusticias, lo cual proporcionó más
tarde que muchos de sus siervos fueran vendidos a los traficantes de
prisioneros africanos hacia la América.
Sin embargo, Timbuctú y otras ciudades de Songhai, como Gao,
Jenne y Walata, avanzaron hasta convertirse en prósperos centros de
comercio de oro, marfil, ébano y plumas de avestruz, que intercambiaban
por artículos manufacturados en España y Alemania. Telas, navajas
de afeitar y sal. Tuvieron grandes edificaciones, mezquitas, palacios
y murallas, construídas por arquitectos procedentes de Granada,
España.
El más famoso gobernante de Songhai fue Asicia Mohamed, quien
murió ciego en 1528, tres años después que Rodrigo de Bastidas fundara
a Santa Marta, y diez antes que Gonzalo Jiménez de Quesada fundara
Bogotá, capital del Nuevo Reino de Granada. Conviene relacionar estos
hechos, pues muestran el grado de desarrollo de los reinos africanos
cuando se inició el tráfico masivo de sus pobladores.
En el año 1589, El-Mansus, que dominaba en Marruecos, organizó
una invasión a través del desierto del Sahara, con un ejército comandado
por el capitán español Judar, compuesto por 4.000 soldados europeos
y cristianos; 9.000 animales de carga, camellos y caballos para
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LAS PIRÁMIDES
La compleja concepción religiosa de los egipcios se expresa en
sus grandes pirámides, imponentes templos a sus dioses y faraones.
Lo fastuoso de sus ceremonias sagradas contribuyó a que desde la
primera dinastía se agotaran sus reservas de marfil y maderas duras,
teniendo que aprovisionarse de éstas y otros materiales, de los pueblos
negroafricanos del sur, entre ellos, de prisioneros para la construcción
de las grandes pirámides.
El sepulcro del faraón Zer, de la primera Dinastía, contiene él solo
la mitad del número de enterrados en un cementerio público de los
tiempos amrahtienses y gerzeenses.
La tumba de Zóser, de la tercera Dinastía, reúne diez mil jarrones
de piedra.
La gran pirámide de Gizeh, en la cuarta Dinastía, construída para
el faraón Khufer, tiene 481 pies de altura y está compuesta de más de
2’300.000 bloques de piedra, con un peso aproximado de dos toneladas
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LA RELIGIÓN
Se mantiene la duda acerca de si las ideas y cultos religiosos de los
antiguos egipcios nacieron de su propia evolución o si fueron asimilados
de la Mesopotamia. Todo hace pensar en un origen autóctono, en
cuyo sustrato afloran las ideas religiosas acumuladas por la memoria
genésica y ancestral del hombre africano.
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INFLUJO CULTURAL
El influjo de Egipto se extendió a las culturas asentadas en las costas
de Eritrea, Somalia y Arabia, esta última, productora del incienso que
se consumía en las ceremonias religiosas de los faraones.
Desde el final del tercer milenio a.C., se organizaban, de vez en
cuando, grandes expediciones marítimas para recorrer las costas
africanas del Mediterráneo. Hay autores que afirman que algunas de
ellas habían llegado y regresado de las costas orientales de América.
Ya desde el segundo milenio a.C., las expediciones y caravanas
de comerciantes habían entrado en contacto por vía terrestre con
pueblos del interior de África, a través de los valles del Nilo y Atbara.
Probablemente fueron los comerciantes egipcios los que llevaron las
primeras cabras y las hachas de arcilla a los moradores de Shabeinab,
antes del período de las dinastías faraónicas.
Resaltamos estos hechos porque comprueban la tradición artesanal
y artística de los prisioneros africanos traídos a la América, ya que
está establecido que Egipto fue propulsor de las civilizaciones que se
desarrollaron en los primeros milenios en las culturas africanas.
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NUBIA
En el territorio ancestral de Egipto existía el reino de Nubia, situado
al sur de la primera catarata del Nilo. Tierra pródiga, poseía canteras de
oro y granito; bosques de ébano y otras maderas para la construcción;
así como abundante fauna de cacería (elefantes, búfalos, antílopes,
rinocerontes, etc.).
Nubia comenzó a ser colonizada por los egipcios al principio del
segundo milenio a.C., conquistando la pequeña región de Kerna, que
más tarde se convertiría en la primera ciudad comercial del reino
de Kush. Debido a la explotación de sus riquísimas minas de oro,
bajo la dominación egipcia, pronto se desarrollaron las industrias
metalúrgicas, agrícolas y artesanales: armas de hierro y bronce; joyas;
talla de marfil, perfumes, incienso, pieles y cerámica.
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KUSH
Las fronteras del sur de Egipto, 2000 años a.C., se extendían hasta
los confines de la cuarta catarata del Nilo, donde existía el Reino de
Kush, independiente, altamente especializado en la industria del
hierro, la explotación carbonífera, confección de armas metálicas,
agricultura y cerámica. Su desarrollo se debió a la influencia de Egipto.
Su primera capital fue Napata, donde se había construído un templo al
dios egipcio Amón-Ra. Posteriormente, su capital fue Meroe.
La importancia del reino de Kush para la cultura sudanesa consistió
en que por él penetraron los principales adelantos de la cultura egipcia.
Debido a la introducción de plantas alimenticias procedentes de
Egipto, su población, conformada fundamentalmente de etnia bantú,
facilitó la dispersión en todo África de los elementos primarios de la
civilización.
AXUM
Axum fue otro reino al sur de Egipto, íntimamente ligado a la
historia y cultura del reino de Kush. En su iniciación y desarrollo
tuvieron principal importancia los semitas, pero sus profundas raíces
históricas, étnicas y espirituales responden al pueblo bantú.
Entre los descubrimientos y aportes al desarrollo de la cultura negra
africana, figura el cultivo de cereales, bananas, estimulantes; y la cría
de caballos y ganado vacuno.
Hacia el Siglo IV de nuestra era, bajo el emperador Ezana, se adoptó
la escritura gneza, lo cual niega que todos los prisioneros que llegaban
a la América eran analfabetos.
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MALÍ
Sundiata, jefe mandinga, victorioso contra los sosso, que gobernaban
a Ghana, sus más poderosos vecinos, en 1240 inició la era de los
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EL SENTIMIENTO RELIGIOSO
Influídos por el esplendor, majestuosidad y monumentalidad que
inspiraba la sociedad teocrática de Egipto, los negroafricanos, herederos
de las tradiciones mágico-religiosas de sus pueblos primigenios, pronto
asimilaron el culto a la divinidad de los faraones, tánto, que pudieron
suplantarlos en sus Dinastías.
Sin embargo, adoradores de las fuerzas sobrenaturales, no
abandonaron del todo sus propias creencias, dioses y tótems. A
consecuencia del sincretismo religioso con los egipcios, los kushitas
adoraban al Dios Apedemak, que representaban como un león de tres
cabezas y varias ramas de brazos. Su culto regía en la ciudad de Jebel
Barkal, en una colina sagrada. En ella se construyó el famoso templo
de Amón, sólo superado en su arquitectura por el de Karnak, en Egipto,
erigido al mismo Dios.
También los bantú levantaron grandes pirámides a sus faraones,
con arquitectura propia, como aconteció más tarde (Siglo IX) en la
ciudad sagrada de Zimbabwe, al sur.
El templo del Sol, en Meroe, ya descrito por Heródoto, tiene
importancia para un análisis comparativo de las concepciones
arquitectónicas de pirámides americanas, con las cuales se adoraba al
sol, especialmente con las de Teotihuacán, en México.
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CAPÍTULO CUARTO:
C IVILIZACION B ANTÚ
EN LA V IEJA C ASA
E
l hemisferio meridional del continente africano, Suráfrica, por
contraste al septentrional, posee una topografía sui generis,
que niega la idea generalizada de África como un rincón de la
tierra con selvas impenetrables, hombres desnudos y bestias feroces, el
«Paraíso de Tarzán». Durante milenios, los navegantes y exploradores
temieron desembarcar en esta «tierra tenebrosa», como también huían
del océano Atlántico. Desde que Bartolomé Díaz descubriera el cabo
austral de Nueva Esperanza (1486) y fuera abatido por una tormenta,
los navíos cruzaron de largo sin atreverse a penetrar en el interior,
donde afirmaban que vivían unicornios y endriagos.
Hoy sabemos que África, como América o Euroasia, es un sólo
continente, donde el hombre y su cultura han podido evolucionar
sin sobresaltos desde que abandonó su cuna original en las fértiles
tierras de los grandes lagos de Egipto, Kenya y Tanzania, adaptándose
a distintas ecologías, con la misma flora y fauna. Existe sí un ámbito
único y totalmente diferente: el extremo austral con bajas temperaturas
y ciclos de estaciones moderadas que corresponden al otoño, invierno,
primavera y verano.
A medida que se sube del sur al Ecuador, aparecen los climas
templados y calurosos del desierto, las mesetas, los nevados y cadenas
montañosas en ambos litorales.
Al occidente, el océano Atlántico; la meseta de Kaoko (1.000 mts.);
los Montes de Loma (2.100 mts.); Monte de Sanaga (4.100 mts.) y los
grandes ríos Congo, Cubang y Orang, etc.
Cerca al litoral Atlántico, los archipiélagos de Fernando Poo, Cabo
Verde y las islas Canarias.
Al oriente, el océano Indico; los volcanes con nieves perpetuas:
el Kilimanjaro, en Tanzania (5.936 mts.) y el Monte Kenya (5.199
mts.). Más al sur, las cadenas de Matopo y Darkenberg (2.000 mts.);
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IDIOMA Y RELIGIÓN
Como resultado de su historia, los pueblos nativos de África
(negroafricanos), en virtud a su propio desarrollo, han devenido a
conformar grandes vertientes culturales: Yoruba, Bantú, Fon, Carabalí,
etc. Por sus connotaciones, estos apelativos van más allá de las simples
denominaciones étnicas. La sola mención de sus nombres los identifican
como pueblos africanos, aunque existan influjos o mestizaje entre
ellos. Hemos visto que desde la antigüedad, caucásicos y mongólicos
han estado en contacto con las civilizaciones negroafricanas sin que
éstas hayan sido asimiladas.
El idioma yoruba ha recibido influjos semánticos y gramaticales del
árabe y otras lenguas mediterránicas. De igual modo, el bantú, en la costa
oriental, desarrolló un idioma mestizo (swahili), pero conservando su
raíz africana. La diversidad de idiomas y dialectos a que ha dado origen
demuestra su arcáica y rica conformación lingüística: ¡más de dos mil!
El pensamiento religioso africano, nacido de las primeras preguntas
y respuestas del Homo Sapiens para explicarse la existencia de su
naturaleza, la vida y la muerte, continúa siendo la fuerza coercitiva
que liga su conducta personal y colectiva. No es una religión para
mostrar sino para interiorizar, para vivir y comportarse. Este núcleo
de su religiosidad inspiró los cultos a los astros, dioses y Ancestros.
Es lo mismo para todas las concepciones religiosas, porque los
negroafricanos, por sus génesis y ámbito geográfico, se sienten más
ligados entre sí por la vida, que otros pueblos cada vez más distantes
de sus fuentes vitales.
África, con sus ríos, montañas, selvas y sabanas; con sus
permanentes vientos oceánicos y la convivencia con animales y plantas,
acompañándolos en la aventura de la existencia, les hace concebir su
tierra como un gran templo donde son, a la par oficiantes y devotos de
una religión (en el sentido primario del vocablo), para compartirla con
los vivos y sus Ancestros.
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CAPÍTULO QUINTO:
L OS B ABALAOS DE LA R ESISTENCIA
N
os han enseñado la historia de África y de sus descendientes
en América, unas veces barbarizándonos y otras con falsos
paternalismos, presentando a nuestros antepasados como
víctimas indefensas ante las torturas y cadenas de los esclavistas.
Igual actitud se asume con los abuelos amerindios y nosotros sus
descendientes. Siempre se habla de que fueron «exterminados»,
«destruidos sus idiomas» y «desaparecidas sus culturas». Nada más
falso y dañino para niños y adultos que revivir cicatrices sin resaltar
los sacrificios y heroísmo en la defensa de sus valores sagrados: vida,
familia, tierra y cultura.
Más glorioso es sacrificarse y padecer por la libertad que sobrevivir
con el estigma de no haberla defendido.
La resistencia y la permanente rebeldía frente a la opresión han
ennoblecido todos los pueblos africanos desde la antigüedad hasta
nuestros días. Puede afirmase que no existe otra etnia que tenga una
historia ininterrumpida de luchas como la de los pueblos africanos en
su continente y donde quiera que hayan sido ofendidos.
Heródoto, historiador griego que vivió cuatrocientos años antes
de Cristo y considerado como padre de la historia, ya cuenta de la
resistencia suicida de los belicosos libios enfrentados con sus lanzas a
las legiones romanas.
En el primer siglo de la Era Cristiana, Ptolomeo, en sus memorias,
prosigue el relato de la indeclinable rebeldía de los etíopes contra las
capturas ordenadas por los faraones para ser utilizados como esclavos
en la construcción de las grandes pirámides. La lucha prosiguió contra
mercaderes de la Mesopotamia, a quienes no sólo resistieron los
capturados en Abisinia y otras comarcas africanas del Océano Indico,
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sobrepasaba los diez años de vida. Con todo, era preferible morir a
temprana edad que ser desechado por viejo y mostrenco.
A la prueba de fuego al rojo vivo, se sumaban otros martirios no
menos expiatorios. Desnudos y encadenados, debían permanecer
sentados o tendidos en la mayor promiscuidad; a falta de agua y
alimento padecían enfermedades, en un ambiente sofocante y pútrido,
mojados por sus propios excrementos y orines. Madres e hijos, varones
y mujeres, separados sólo en pocas oportunidades, conducidos en grupo
a cubierta para impedir que murieran encalambrados, obligándolos a
moverse o danzar al compás de un tambor y azotes.
En tan dolorosas e infamantes condiciones, la mortandad era
generalmente del 25%, dándose viajes que alcanzaban el 30 y aún
el 40% de defunciones. A los cadáveres y aún a los enfermos, se les
arrojaba al mar.
La isla de Santo Thomé, a varios días de navegación de la costa
africana, fue aprovechada por los prisioneros para sus protestas y
motines, antes de emprender la gran travesía. No obstante, se dieron
rebeliones a bordo, en mitad del viaje o frente a las costas e islas de
América, incendiando las naos o arrojándose al mar para alcanzar a
nado la orilla, si no eran devorados por tiburones al acecho.
Navegar junto a los difuntos antes de que fueran arrojados al
mar; vivir con la permanente angustia de la muerte, y, algunas veces,
suicidarse, constituyó un ritual diario para invocar la protección de los
Ancestros. Para nuestros antepasados que arribaron con vida o sin ella
a los puertos de América, el tránsito de una orilla a la otra del Atlántico,
siempre fue un viaje al más allá. La esperanza del reencuentro con sus
Ancestros les mitigaba el dolor.
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en América de sus dioses con los del Cristianismo. Los candombes nagos
de Bahía, el culto a Changó en Pernambuco y en Trinidad, la santería
en Cuba, son ejemplos de su extraordinaria influencia religiosa. La
capacidad de expansión y asimilación en la propia África la vemos en
el intercambio y adaptaciones que establecieron con sus vecinos los
Ewe-Fon del Dahomey, y los Efik-Efor del Calabar.
La filosofía yoruba reconoce y venera el equilibrio existente entre
las fuerzas sobrenaturales –Dioses y Orichas– y el hombre. Pero en
América, gradualmente cambia el objetivo religioso: el hombre busca
a través de sus deidades un apoyo a sus vicisitudes.
Cultura Carabalí-Bantú. Con esta denominación queremos
referirnos a los pueblos que ocupaban la región comprendida al este
del río Níger. La zona siempre tuvo numerosa población desde los
primeros tiempos de la trata, la que persiste encubierta en nuestros
días. De ella procedían prisioneros desembarcados en América con el
nombre genérico de Carabalí, del país Calabar. Obligados a cumplir
faenas mineras y de pastoreo, se les impidió preservar sus tradiciones
artísticas.
Aparte del “baile de los diablitos”, por lo demás común a todos los
pueblos congos, no se han observado otras manifestaciones de esta
cultura, que tiene en sus costumbres muy características las de usar
una variada gama de dibujos simbólicos, algunos de los cuales se trazan
sobre los cadáveres al inhumarse; y de constituir una estrecha cofradía,
con severos castigos para los violadores del «secreto de la salvación»,
es decir, el «reencuentro con los Ancestros».
Cultura Ewe-Fon. En la costa occidental, entre Sierra Leona y la
Costa de los Esclavos, al interior del litoral se encontraba diseminado
una serie de pueblos pertenecientes al grupo Ewe-Fon: Papaa, Tarí,
Ewe, Ardá Keotu, Suave, Mahí y Arará.
A partir del año 1720 se constituyó el reino del Dahomey, cuando
los Fon, buscando la salida al mar se extendieron por el litoral,
fusionándose con los nativos.
La práctica de bautizos, talismanes protectores contra enfermedades,
influjos para dar potencias o fortuna al recién nacido y otros elementos
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Segunda Parte
E L Á RBOL B RUJO
D E L A L I B E R TA D
L A N U E VA C A S A
EN AMÉRICA
Á FRICA EN C OLOMBIA
e
I NTRODUCCIÓN Y G ENERALIDADES
E
l reconocimiento de la pluralidad étnica y policultural de la
población colombiana por el Artículo 7º de la Constitución y las
leyes que la complementan, traza nuevas responsabilidades a
las comunidades amerindias y afrocolombianas, hasta ahora privadas
de un marco legal dónde apoyar sus reivindicaciones históricas y
culturales.
La toma de conciencia para asumir este desafío supera las simples
expectativas políticas, por cuanto requiere reflexiones antropológicas
y culturales al interior de las mismas comunidades con miras a definir
sus propias idiosincrasias, culturas y problemas sociales. Además de
los conceptos interpretativos, deben trazar normas de convivencia
interétnica; planes económicos y tácticas políticas dentro de la
democracia representativa y participativa.
Ello implica capacitación del Estado en todos los órdenes: educación
primaria, secundaria y universitaria; especialización científica y
tecnológica; creatividad artística; educación deportiva para participar
en eventos nacionales e internacionales.
Tales disposiciones trascienden al plano universal:
Ley 21 de 1991. Convenio sobre pueblos indígenas y tradicionales en
países independientes (Conferencia Internacional de Trabajo. OIT).
Además de los mandatos constitucionales, el Congreso de la
República ha normatizado las leyes reglamentarias:
Ley 70 de 1993, por la cual se desarrolla el Artículo Transitorio 55
de la Constitución Política de 1991, sobre Comunidades Indígenas y
Negras.
Entre otros aspectos legales, el examen por parte de indígenas
y afrocolombianos de esta norma, obliga a una revaluación de su
presencia y acciones en la vida nacional, más allá de las definiciones
antropológicas de lo que es o no es una comunidad. Estamos frente a
una dimensión nacional de la etnia colombiana y no de restringidos
conceptos de «minorías étnicas».
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REFLEXIONES ANTROPOLÓGICAS
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PEDAGOGÍA DESALIENADORA
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DESCOLONIZACIÓN Y CONCIENTIZACIÓN
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LA AUTOALIENACIÓN
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¿ESCLAVITUD O COLONIALISMO?
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embargo, una Ley Aquilea condenó con la misma pena al que matara
un esclavo... Necesario recordarlo cuando dieciocho siglos después,
en América los africanos no tenían el derecho a la vida. En Haití, los
amos acostumbraban a sus perros de cacería a oler y comer carne
de africanos, para que husmearan y descuartizaran a los cimarrones
fugitivos.
Como puede deducirse, el colonialismo tomó todos los rasgos
inhumanos de la esclavitud tradicional, extremándolos con mayor
impunidad, hasta reducir al esclavizado a una simple máquina
productora de mercancías, cuyo deterioro concluía con la muerte.
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LA MUJER Y LA FAMILIA
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CAPÍTULO PRIMERO:
L U M B A L U PA R A D E S P E R TA R
AL R EY B ENKOS
MEMORIA Y MITO
E
l alboroto cundía entre los cimarrones y sus descendientes en
todos los confines de la Nueva Granada. Día y noche, los vientos
y ríos regaban las voces de los tambores, convocándolos al gran
Lumbalú del Rey Benkos, cincuenta años después de su muerte, el 16
de marzo de 1621.
La gigantesca ceiba alzaba sus ramazones ansiosa de bañarse con la
luz llena de Ochú. Nacida allí mucho antes de que llegaran los primeros
cimarrones, brindó amparo desde entonces a vivos y difuntos. Y no se
equivocaron los abuelos al llamarla Árbol Brujo, porque les recordaba
el baobab, Árbol de la Palabra, donde según la tradición africana
dormían los Ancestros.
Enclavada en mitad de la plaza del Palenque de Matuderé, en los
Montes de María, fue señalada por el Rey Benkos antes de su muerte
como lugar estratégico para la resistencia.
En lo alto de la cima podía atisbarse cualquier movimiento de extraños
en muchas leguas a la redonda. Lagunas y arroyos impedían el acceso
a las estribaciones, encubiertas por la vegetación selvática. Por esos
arcabucos plagados de tigres y serpientes venenosas sólo transitaban
los cimarrones, mulatos y zambos nacidos en los palenques.
Bajo el árbol mágico, el pechiche, tambor sagrado, relampagueaba sus
truenos para ser oído por los difuntos donde quiera que durmieran.
Desde los primeros meses del año 1671, al cumplirse medio siglo
de la muerte del Rey Benkos, se repetían los mensajes de una a otra
punta del país. Los batatas y mohanes, conocedores del lenguaje de
los tambores africanos y de los clarines bélicos de los caribes (gaitas),
descifraban su llamado:
—¡Lumbalú para escuchar al Rey Benkos!
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SANTO Y SEÑA
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N
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CAPÍTULO SEGUNDO:
S
in perder de vista que África ha sido la cuna de la humanidad, y
sus hijos depositarios y difusores en el planeta de las primeras
experiencias culturales, es preciso identificar la herencia
hispana que nos llegó a través de los colonizadores españoles, en cuya
cultura primigenia estuvieron los abuelos tartesios e iberos, también
africanos.
Es un deber resaltar los hechos históricos que conforman nuestra
idiosincrasia e identidad, más allá de toda consideración de pureza de
sangre. Dichos prejuicios, muy acentuados en muchos historiadores,
se remontan a los orígenes del Neandertal europeo, al desconocer su
parentesco directo con el Homo Sapiens Africano, hoy plenamente
confirmado por los últimos hallazgos paleontológicos en Tanzania y
Kenia.
La historia arcaica, siete siglos antes de Cristo, confirma el éxodo de
africanos a Europa en los albores de la formación del pueblo español.
Los primeros padres fueron los tartesios, aborígenes norafricanos que
originariamente habitaban en el borde sur del estrecho de Gibraltar.
Asentados en la Península, se entroncaron con los iberos, también
procedentes del norte de Africa (VI a.C.). Por los fósiles se deduce que
estos últimos eran de talla baja y cabeza alargada.
Igual cruce se les atribuye con los pirenaicos y celtas venidos del
norte. Paulatinamente fueron mezclándose, aunque guardaron su
propia identidad e independencia, característica de todos los pueblos
peninsulares.
Los tartesios poseían alfabeto y fueron los primeros en practicar la
lidia de toros bravos en el sur de España (Andalucía). Además poseían
los más expertos marineros de su época y hay noticias de que navegaban
por el Mar Atlántico. (Marín).
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ACULTURACIÓN BERBERISCA
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LOS MUISCAS
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CARIBEÑOS
ORIENTALES
OCEÁNICOS
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ANDINOS
SURANDINOS
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CAPÍTULO TERCERO:
A
l referirnos a las conquistas de los alemanes en nuestro
territorio, precisa insistir una vez más en la obligada utilización
de africanos traídos tanto de España y las Antillas como de su
continente ancestral.
Cuando las Coronas de España y Alemania se unificaron bajo el
trono de Carlos I, nieto de la Reina Isabel, sus súbditos germánicos
Enrique Ehinger y Gerónimo Sailler monopolizaron por cuatro años,
a partir de 1528, el comercio de prisioneros africanos a la América,
hasta entonces sólo autorizado a los españoles, portugueses, genoveses
y flamencos.
«Dáseles facultades de llevar a Indias cuatro mil esclavos en cuatro
años y venderlos al precio que puedan, siendo la tercera parte
hembras. En esos cuatro años a ninguno se dará licencia de pasar
esclavos, salvo si se hace merced a alguno para descubrimiento o
conquista nueva, de cien esclavos, y a algún conquistador o poblador
de llevar cada uno dos esclavos. Por ello pagarán a fines de octubre
inmediato 26 mil ducados». (P. Angel Valtierra, S.J.) ( ).
De igual modo, los Welzeres, también alemanes, obtuvieron el
privilegio de gobernar y adelantar conquistas en la Capitanía de
Venezuela. Para estos propósitos, Ambrosio de Alfínger, nombrado
gobernador, llega a Santo Domingo conjuntamente con Sailler, el
esclavista, en 1528. De donde se deduce que en los planes del futuro
expedicionario debían figurar los africanos, como era propio de todos
los conquistadores. Así lo confirman los desembarcos de africanos
en Venezuela en 1525 para sustituir a los aborígenes que perecían en
las plantaciones, minas y pesca de perlas por el excesivo trabajo y las
enfermedades introducidas por europeos y esclavizados españoles.
Desde entonces en la capitanía general de Venezuela comenzaron
las fugas de cimarrones y formación de cumbes (palenques) que
condujeron al alzamiento de Coro (1532), cuando las milicias españolas
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EL SANGUINARIO ALFÍNGER
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Son estas las razones para que más tarde, en 1530, el Gobernador
Ambrosio de Alfínger, también obsesionado con Eldorado que buscaban
ardorosamente Quesada, Federman y Belalcázar, partiera de Maracaibo
a la conquista del Valle de Upar. Por informaciones de indígenas y
africanos cautivos que llevaba con él, supo de las chagualas, coronas
y brazaletes de oro puro que adornaban a sus caciques, guerreros y
amazonas.
Alfínger marchaba al frente de una tropa de 200 castellanos, entre
los cuales indudablemente irían los afroespañoles como miembros
indispensables de la expedición que partía de España y de los
respectivos bozales africanos, previamente introducidos a las Antillas
y desde luego con «algunos centenares de indígenas», según cuentan
los cronistas de estos últimos.
Desde la serranía de Perijá, Alfínger pudo comprobar que no le
mentían. Divisaba un extenso valle en el cual se destacaban varias
poblaciones, entre ellas la más prolija, residencia del cacique Upar. Tres
días necesitó para llegar a ella, pero a lo largo del recorrido, tomando
prisioneros a caribes motilones, tupes y chimilas, por las narigueras
y brazaletes de oro arrebatados, ansiaba cuanto antes capturar al
principal.
Aclaremos que antes de la llegada de Alfínger al Valle de Upar, éste
había sido recorrido en 1529 por los capitanes Palomino y Vadillo,
lugartenientes de Bastidas.
Dejemos aquí el relato de los hechos que siguieron, pavorosamente
descritos por Gonzalo Fernández de Oviedo:
“El Cacique de Upar, tras ser vencido, debió entregar cuantioso
rescate en oro, y bautizado por el fraile Fernando de Córdoba,
capuchino, el alemán le ahorcó”.
¡Su codicia no estaba saciada!
La muerte del cacique fue vengada poco después por la lanza de
uno de sus súbditos, dando término a la sanguinaria conquista del
alemán.
¿Qué papel jugaron en este holocausto los cimarrones?
Es de presumir, por la fecha, 1530, que pese a que ya merodeaban
por las faldas de la Sierra Nevada, aún no constituían palenques
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CAPÍTULO CUARTO:
L OS A FRICANOS EN LAS C O N Q U I S TA S
Y P RIMERAS F UNDACIONES
P
ese a las crónicas avaras en registrar la presencia africana en los
primeros días de la colonización de la Nueva Granada, debido
a sus huellas indelebles, sabemos que en todas las fundaciones
realizadas por los españoles, desde Santa María la Antigua del Darién
(1510), destruída por los rebeldes caribes, y la perdurable Santa Marta
(1525), quince años después no hubo población alguna en donde no
hubiera llegado de primero la planta desnuda de un bisabuelo africano,
con su machete abriendo la trocha, su pesada carga de alimentos, ropa
y semillas, para dar soporte a las tierras conquistadas a nombre de los
Reyes de España.
Algunas veces su presencia histórica consta en las actas o informes,
pero aún en las omisiones conscientes o porque no se le daba
importancia al esclavizado, sumado a las bestias de carga, sabemos
que en los cálculos de expedicionarios, administradores y frailes nunca
faltaban afroespañoles traídos de la Península, pues sin su concurso no
se movía desde el barco hasta el alfiler en ninguna acción colonizadora
en los cielos de América.
Los hechos históricos así lo comprueban:
Ya en los viajes de Colón se registra la presencia de estos
afroespañoles descendientes de antepasados originarios de la
Península o transplantados allí desde la antigüedad: libres, libertos, y
esclavos practicantes de múltiples oficios. Ya en la memoria de Hernán
Cortés figura un esclavizado a quien se le atribuye haber sembrado en
México las primeras semillas de trigo. En la conquista de California es
conocido el importante papel del africano Estebanico, un navegante
marroquí. Por su natural conocimiento de la cultura hispana y dominio
del idioma castellano u otra lengua peninsular: catalán, gallego o vasco,
se les denominaba ladinos. Nosotros preferimos reconocerlos como los
abuelos afroespañoles.
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LA HISTORIA INVISIBLE
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Otro relato de Fray Pedro Simón nos muestra con mayor crudeza,
que no eran tiempos de pergaminos ni etnias:
«Llaman en esta tierra soldados a los españoles que no son
encomenderos ni se les conocen tratos de mercancías ni oficios.
Vivían agregados a los españoles ricos, desempeñaban quehaceres
ocasionales y vagaban. Su utilidad como macheteros o rodeleros
había declinado con la pacificación del Nuevo Reino y no pocos
decidieron regresar a Santa Marta, y con ellos otros descontentos,
y en tal número que fue preciso frenarlos. ( ).
¿Quiénes irían a encargarse de la crianza de estos animales cuando
el soldado español se convertía en señor y amo y el chibcha, derrotado
y reducido a servidumbre, desconocía el pastoreo?
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Así los bogas africanos debían recorrer las rutas del Magdalena y
Cauca para llegar a Popayán (500 millas), transportando a punta de
palanca a sus hermanos de infortunio, donde los adquirían propietarios
de las minas para conducirlos al Chocó (otras 300 millas) y demás
centros mineros de Antioquia y Cauca. Lo trágico de estas correrías
eran las elevadas muertes por las lluvias, el paludismo, la disentería,
los jaguares, las víboras y la extenuación.
También la navegación marítima desde Panamá, tras atravesar el
istmo a pie en su recorrido al Perú, desembarcaba prisioneros en las
bocas de los ríos para ser distribuidos por el Chocó, Cali, Cartago, etc.,
siempre por el músculo de los africanos.
En la ruta a Vélez, Ocaña, Pamplona y el Socorro, el río y selvas del
Opón devoraban a tantos africanos, que se habían convertido en un
cementerio de tumbas, hasta cuando las lágrimas de cocodrilo de los
esclavistas, llorando más por la pérdida en oro y la falta de brazos que
por las muchas muertes, lograron que la Corona habilitara el puerto de
Honda y se abriera un camino de herradura construído por los mismos
cautivos, para llegar a las haciendas de ganado y caña de las provincias
de Bogotá y Tunja.
Al oriente, los cargamentos humanos entraban por ríos y puertos
de la antigua Capitanía de Venezuela. Ligados al proceso de los
descubrimientos como auxiliares insustituíbles de guerreros y
religiosos, desde 1525 se les requirió en gran escala para las labores
agrícolas y aún ganaderas. Extendiéndose cada vez más por los valles
y ríos del Orinoco, Arauca, Meta, Vichada, llegaron a las haciendas de
los jesuítas en nuestros Llanos Orientales. Y por la misma vía de San
Martín y Mocoa hasta Pasto y Quibdó.
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CAPÍTULO QUINTO:
L OS M ÁRTIRES DE LA I NQUISICIÓN
L
as noticias que se propalaban en Europa sobre los horrores del
comercio humano, especialmente en España, despertaban la
pasión misionera de algunos religiosos, sobre todo a partir de
los nuevos descubrimientos en Africa.
En Cartagena de Indias, como era de esperarse, se concentraron
varios de estos espíritus redentores. El más destacado de ellos,
predecesor y maestro de San Pedro Claver, fue el padre Alonso de
Sandoval, nacido en Sevilla el 7 de diciembre de 1576. Su desespero,
por cuanto había visto en la cruenta vida de los africanos, lo llevó a
escribir su obra «Naturaleza, Policía Sagrada y Profana, Costumbres,
Ritos y Supersticiones de los Etíopes (Negros)», publicada en Sevilla
(1627), en la que no sólo hay directrices para los futuros misioneros
interesados en la situación de los africanos, sino una enérgica denuncia
del sistema esclavista. De él aprendió Claver muchas de las prácticas
para recibir a los africanos en los barcos traficantes, y la manera de
abordarlos para despertar su confianza, entre ellos el aprendizaje de
las lenguas africanas como medio expedito de comunicación directa.
Sin embargo, fue el propio San Pedro Claver, nacido en Verdú,
España, el 26 de julio de 1580, y muerto en Cartagena de Indias el 8 de
septiembre de 1654, quien mejor comprendiera la situación humana,
social y cultural de los africanos, en una época en que se les negaba su
condición de seres humanos.
Aunque al profesar su voto se autodenominó: «Petrus Claver,
ethiopum-semper servus», no por ello dejó de evangelizar entre
indígenas. Su muerte fue ocasionada por un paludismo adquirido en su
adoctrinamiento a las comunidades aborígenes del Sinú. En Cartagena
se desplazaba a todos aquellos sitios a donde tenía conocimiento de que
se maltrataba a los esclavos. Viajó a los centros mineros de Antioquia,
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LEER A SANDOVAL
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LIBRO I
CAPITULO XXXII. De los varones ilustres y etíopes santos que ha
tenido la Iglesia Católica. Candaces, reino de Etiopía. Santa Efigenia,
virgen princesa de Etiopía; Séfora, mujer de Moisés; Gaspar, santo
rey, mago etíope. Ministerio apostólico: eunuco que bautizó San
Felipe; San Elesboal, Emperador de Etiopía; Moisés, abad, etíope;
Serapión, abad, etíope; los dos bienaventurados Antonio y Benedicto,
etíopes, religiosos de la sagrada Orden». ( ).
Su conocimiento personal o informativo de las culturas africanas en
su continente y Asia, le autorizaba hablar en general de los africanos
como etnias, y no tan sólo de sus peculiaridades como pueblos:
«Capítulo I. De una descripción de las cuatro partes del mundo para
venir en conocimiento de los reinos más principales de los etíopes
que en todo él se han descubierto: América, Asia, Europa, Etiopía
Occidental o interior, Etiopía Oriental o sobre Egipto.
Capítulo II. De la naturaleza de los etíopes que comúnmente
llamamos negros.
Capítulo III. De la causa de los extraordinarios monstruos y demás
cosas maravillosas que se hallan en Africa principalmente en la
parte que de ella ocupa la Etiopía.
Capítulo IV. De los negros paravas que habitan la costa de la
Pesquería, Cabo de Comorin o promontorio de Cari.
Capítulo V. De la conversión de 20.000 paravas en 30 lugares de la
costa de la Pesquería.
Capítulo VI. De los negros malucos, sitio y calidad de la tierra de los
papúas o Nueva Guinea.
Capítulo VII. De los negros filipinos.
...
Capítulo X. Del descubrimiento de los negros de Guinea siguiendo
la costa de Africa desde Cabo Verde hasta el reino de Angola.
Capítulo XI. De los etíopes de Guinea, descripción de la tierra, ríos
y puertos.
Capítulo XII. De las costumbres y propiedades naturales y morales
de los etíopes guineos.
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CLAVER, EL PRACTICANTE
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ORICHAS Y BABALAOS
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BAUTISMO Y RESISTENCIA
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CAPÍTULO SEXTO:
L
a debelación del Palenque de Matuderé no sepultó el ímpetu
de los cimarrones por alcanzar su libertad. Para ellos apenas
había transcurrido siglo y medio de combates –1530-1693,
lapso en que se fundirían con la guerra de los patriotas criollos por
la independencia. Dos acciones paralelas con propósitos comunes: la
emancipación de la esclavitud y la libertad de la patria.
Las luchas pioneras de los cimarrones se emprendieron desde
su comienzo en los frentes urbano y selvático, cuyas implicaciones
repercutirían en las batallas que libraba España en defensa de sus
posesiones americanas contra los piratas y almirantes de Francia e
Inglaterra. Los sucesos que narraremos en este capítulo acontecían
en el recinto amurallado de Cartagena, en medio de castillos, iglesias
y conventos, donde al igual que en los palenques, los africanos
esclavizados y sus descendientes criollos, puros o mestizos, luchaban
por la libertad. Los hechos corresponden a los mismos días trágicos
del mes de mayo de 1693, mientras el Gobernador daba cacería
africanos fugitivos. Desde la primera noche en que dejó desguarnecida
la ciudad, circularon noticias sobre cimarrones en el palenque de las
zonas boscosas de La Boquilla, dispuestos al asalto. Para combatirlo
salió el teniente Juan de Artaxona, desobedeciendo órdenes expresas
del Gobernador, donde moriría en una emboscada tendida por los
insurrectos.
Se comprenderá entonces cuál era la alegría y el temor de los amos
cuando llegaban las cabezas degolladas de africanos que remitía el
Capitán General anunciando sus victorias.
Los fantasmas tomaron cuerpo cuando se sorprendió a tres zapacos
prendiendo una fogata cerca de la puerta de Santa Catalina, una de las
entradas de la ciudad.
A la voz de que los cimarrones asaltaban, se alborotaron los vecinos,
unos escondiéndose y otros saltando a las calles, con armas y a medio
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“... no vio Vuestra Paternidad a don Alonso Mercado que echó vando
para que no andubiera negra desnuda, pues fue porque admiró el
usso respeto del trato en España.
Y para dar fin a este capítulo de proceso, transcribimos el siguiente
párrafo, considerado por los religiosos como una herejía execrable:
“... Si yo fuese poderoso embiara a España y a Roma a que
se remediara (en Cartagena la desnudez de sus hermanos
esclavizados). Solo este pasó y se ynfiere que no pude decir que
yría a Roma por la declaratoria de libertad quando sé de cierto
que no ygnora Su Santidad que ay esclavos, pues se dispensa en los
livertinos, ni pudiera abominar la esclavitud de los negros que se
conducen de la Etiopía quando mediante dicha esclavitud gozan de
la livertad del alma en el Sacramento del Bautismo...” ( Arrázola)
( ).
Ideas que se anticiparon cuatro siglos a la Teología de la Liberación
de la Iglesia contestataria de América.
La claridad y contundencia de los alegatos de Francisco Vera, no
permitieron al juez dictar sentencia definitiva, por lo que el detenido debió
permanecer encalabozado y en deprimentes y olorosas humillaciones.
A ello se sumó el olvido de la causa por parte del Gobernador Martín
Cevallos y la Zerda al reasumir el mando de la ciudad, más interesado
en las ejecuciones de los apresados en su victoriosa campaña contra los
palenques de María.
Sólo un mes después, con el deceso del Gobernador y su reemplazo
interino por el “castellano” (*) del Castillo de Bochica, Don Sancho
Ximeno y Orozco, quien había asistido a la indagatoria del perspicaz
mulato, intentó éste reactivar el sumario con el firme propósito de
sentenciarlo a muerte.
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CAPÍTULO SÉPTIMO:
PÓRTICO HISTÓRICO
A
partir de este momento, los relatos están documentados en las
investigaciones del historiador cartagenero Roberto Arrázola.
Colombia aún está en deuda de rendir tributo póstumo al
historiador cartagenero Roberto Arrázola, por la exhaustiva investigación
sobre los palenques de la Matuna, Matuderé y Tabacal (¿San Basilio?),
durante cinco años, en los archivos de Sevilla y Cartagena.
El reconocimiento hecho por la Constitución de la pluralidad étnica
y cultural de nuestro pueblo, obliga al Estado a exaltar la historia de los
africanos y descendientes en sus luchas para forjar una nación libre,
democrática y soberana.
Adelantándose al tiempo, porque la historia no sólo mira hacia atrás,
Arrázola, mestizo, se ubica hoy en la vanguardia de las reivindicaciones
étnicas, con su obra clásica: “Palenque, Primer Pueblo Libre de
América”, publicada en el año 1970.
Inexplicablemente no ha sido difundida, conociéndose tan sólo una
edición engrapada, reducidísima y condenada a convertirse en otro
documento fantasma, como los infolios por él investigados. No pasa
de ser un habitante anónimo en unas cuantas bibliotecas públicas y
privadas.
La responsabilidad de divulgar a los connacionales y americanos de
todo el continente las acciones de los reyes cimarrones Benkos Biojo y
Domingo Criollo, reclama una nueva edición de lujo y en gran número
de ejemplares, para que ocupe el sitial que le corresponde al lado de los
precursores Gunga Zumbi, L’Ouverture, Petión, Bolívar, Piar, Morelos
y Padilla.
Sea el prólogo de Roberto Arrázola a su obra, pórtico histórico de la
segunda parte de este libro:
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“R A Z O N”
“Hemos intitulado esta obra “PALENQUE, PRIMER PUEBLO LIBRE
DE AMERICA”, porque ya fueron solamente los “quatro palenques
que en forma de lugares” hubo en la “Sierra de María”, conforme
lo reconoció el propio Rey de España, Carlos II, el Hechizado,
por Real Cédula expedida en Aranjuez el 3 de Mayo de 1688, y el
principal de los cuales estaba bajo la advocación de SAN MIGUEL;
ya fueren los diversos palenques que hubo más próximos de la
ciudad, a que se refieren los documentos de su debelación que vamos
a conocer, entre otros los de TABACAL, MATUDERE y MATUNA,
y aún sin pretender que todos estos palenques coexistiesen, es
un hecho incuestionable que los negros esclavos que se fugaron
de Cartagena desde los tiempos mismos de Pedro de Heredia,
fundaron, establecieron y poblaron muchos “lugares” en el dilatado
y selvático territorio de la antigua Provincia de Cartagena de
Indias; pueblos que permanecieron segregados, exentos de tributos
reales y apartados del resto de la colonia española de Cartagena
por centenares de años y cuyos habitantes, habiendo de darse sus
propios jefes para su gobierno, constituyeron una comunidad libre
y, desde luego, soberana de sus propios destinos todo el tiempo que
se confrontó esta situación de insularidad.
“El hecho mismo de que estos conglomerados de negros esclavos
hubieran de defender su libertad contra las periódicas “entradas”
que hacían a dichos “lugares” los españoles con el propósito de
someterlos a su antigua esclavitud sin conseguirlo totalmente; y, lo
que es más, el haber podido pasar, andando el tiempo, de la huída
al ataque en las verdaderas guerras que sostuvieron contra todos
los gobernadores de Cartagena, hasta llegar a la de exterminio
que pretendió hacerles el gobernador interino de la Provincia, don
Sancho Ximeno, en 1694, está demostrando la existencia de una
situación de rebeldía permanente contra la soberanía del Rey de
España y la autoridad de sus gobernadores; rebeldía que, desde
luego, era una a modo de independencia o, cuando menos, un vivir
peligroso pero voluntario por amor de la libertad.
“Por último, la existencia supérstite aún del “palenque” por
antonomasia, que bajo la advocación de SAN BASILIO existe todavía
en las goteras de Cartagena, reconocido como un verdadero pueblo
singular en el concierto de todos los demás pueblos de Colombia,
y aparte de los núcleos negros que esmaltan el hoy reducido
Departamento de Bolívar; pueblo negro aquél que llegó hasta la
mismísima constitución de la República en el más extraño estado
de incontaminación racial, que no ostenta ni siquiera el propio
pueblo de color de los Estados Unidos de Norte América, para
finalmente quedar a la deriva, incongruente e intemporal bajo la
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SOCIOLOGÍA DE LA TRATA
EN CARTAGENA DE INDIAS
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día ni año. Él narró su propia genealogía: “soy rey africano”, sin que
tampoco dijera el nombre de su reino. El único rastro confiable de
su identidad es su propio nombre: Benkos Bijo o Bhío, sin que tenga
importancia el de Domingo, pues nos consta que es postizo.
Pero ateniéndonos a su apellido, podemos presumir su etnia, carácter
e ideales. Biojó, según algunos historiadores, es una de las formas de
pronunciar en castellano la etnia wolof, la más temida por los Reyes de
España, porque desde el primer año de la introducción de prisioneros
capturados en Africa, se sublevaron en La Española, obligando a
que la Corona expidiera la primera Cédula Real, de septiembre 3 de
1501, prohibiendo su entrada a la América por belicosos y de malas
costumbres, las subversivas que enseñaban a los aborígenes. Sin
embargo continuaron llegando wolofs, biojós o golofios, nombre éste
que se le dió en nuestra costa Atlántica a una especie de estorninos,
por su color negro, intensamente oscuro y reluciente. Tal vez la más
correcta connotación se deba a que los wolofs o biojós, al igual que el
pájaro, se suicidaban al ser prisioneros.
Benkos Biojo comienza a dejar rastros en algunos documentos
después del año de 1600, cuando comenzó a distinguirse por su
resistencia a comportarse como esclavo e incitar a la rebelión. Por
estos hechos estuvo cuatro años cumpliendo trabajos forzados como
remero en la galera de una de las naos reales, lugar donde se confinaba
a los insumisos.
También cuenta la crónica policial que escapó, pese a estar
encadenado, y desde entonces entra en la historia como el más rebelde,
audaz, valiente y estratega de todos los jefes cimarrones de la Provincia
de Cartagena y Tierra Firme.
Nosotros consideramos que el título que merece por su verdadero
sitial en la historia es el de precursor de la ideología y estrategia de las
luchas cimarronas en América. Lo prueban los siguientes hechos que
se repetían en los ulteriores palenques:
• Organizar muchos palenques, acogido a la antiquísima táctica
de no ofrecer un sólo frente al enemigo.
• Emplear armas de fuego, arrebatadas a los españoles o adquiridas
en el comercio clandestino con los piratas.
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LA CRÓNICA Y EL HÉROE
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C A P Í T U L O O C TAV O :
E
l apresamiento y ejecución del Rey Benkos sembró la desesperanza
en los palenques. Sin embargo, tanto en los cimarrones como
entre las autoridades y amos, rondaba su sombra amenazante.
A sus súbditos, sin brújula, les quedó la oportunidad de reagruparse
en el nuevo sitio señalado por el Gobernador Gerónimo de Suazo y
Cassasola (¿Tabacales?), a dos leguas de Cartagena. Como siempre, la
historia oficial no ha dejado rastros de su ubicación exacta, una manera
de erradicarlo de la memoria y de la historia: sin territorio demarcado
era mucho más fácil destruírlo.
Se olvidaron que la leyenda y el mito, sin geografía espacial
y temporal, perpetúan los hechos en la mente de los pueblos en
progresiones inconmensurables: la grandeza, rebeldía y permanencia
del Rey Benkos comenzó precisamente con su ahorcamiento.
Desde su inicio, el nuevo palenque suscitó malquerencias y rechazos
de amos de la ciudad y dueños de haciendas en el campo. La sola
presencia de los cimarrones amnistiados por las calles de la ciudad les
producía desasosiego.
Muy temidos eran los “zapacos”, término despectivo dado a los
cimarrones que merodeaban las haciendas, caminos y poblados
dedicados al robo de provisiones para los palenques.
Los más atrevidos se introducían al recinto amurallado donde la
servidumbre los refugiaba en las casas de sus propios amos. Por la
noche hurtaban armas de fuego, espadas, machete, ropa y herramientas
de trabajo para fortalecer la resistencia de los evadidos.
Pero lo que más atemorizaba a los esclavistas era su permanente
incitación a los africanos recién llegados para que huyeran de las
extenuantes canteras y construcciones de murallas hacia los palenques,
pese a que esto estaba expresamente prohibido en la amnistía convenida
con el Rey Benkos.
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MISIONEROS Y PALENQUES
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EL ASALTO
Sigamos el tic-tac de la historia, día a día, hora a hora, segundo
a segundo, registrando el primer capítulo de la Independencia de la
Nueva Granada, precursora del Alzamiento de los Comuneros (1781).
AÑO 1693
23 de abril. En la mañana, después del Tedeum, al resonar de las
campanas, clarines y redoblantes, el Gobernador y Capitán General de
Batalla de la Provincia de Cartagena de Indias, don Martín Cevallos y de
la Zerda, inició públicamente el desconocimiento de la Cédula, firmada
con puño de su Majestad, el Rey Carlos II, por la cual concedía perdón
y libertad a los esclavos huídos y alzados del Palenque de Matuderé, y,
en general, de la Provincia de Cartagena, que se acogieran a ella.
Por alguna rendija de su ventana, en la Catedral, el bueno y
entristecido Don Balthasar de la Fuente, arrugaba entre sus manos
la Cédula Real que nunca pudo entregar al Capitán del Palenque de
Matuderé.
Y también, mucho más llorosos, desde los portalones, casamatas y
murallas, los esclavos descalzos y encadenados, contemplarían alejarse
la esperanza de libertad.
Desde los balcones, los capitulares y ediles agitaban pañuelos; los
amos aplaudían alborozados y las matronas rogaban bendiciones al
Altísimo.
El Gobernador, a caballo y reluciente el uniforme, presidía la marcha,
seguido de Don Diego Beltrán, capitán de la Compañía del Presidio y la
Infantería, y del escribano, Don Juan Sánchez de Mora.
Por último, desfilaron la Caballería, la tropa y soldados mercenarios.
Todo pagado por los esclavistas, sin sacar un doblón de las Arcas del
Rey.
En tan insólito acontecimiento no faltó la aglomeración y cortejo de
los vecinos y la chusma de ociosos, limosneros y perros.
Ya al salir por la Puerta de la Media Luna, recibieron el mando de
la ciudad por el encargado del Gobierno Superior de las Armas, Don
Alonso Cortés, y, de Política, el Teniente General, Don Pedro Martínez
de Montoya.
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EL DÍA EXECRABLE
10 de mayo. Los maitines de la catedral sonaban como dobles de
difunto. Las beatas atemorizadas rezaban en los sótanos y bodegas,
como en tiempos de asaltos piratas. Nadie se atrevió a salir a la
estampida, buscando refugio en las poblaciones alejadas del puerto.
Por vez primera el enemigo no amenazaba por el mar, escondido en
las propias cocinas y patios de las mansiones de los amos. No podían
hacerse los sordos porque los rumores eran difundidos por autoridades
y clérigos:
“¡Los esclavos se alzarán esta noche para rescatar al Rey Domingo,
prisionero de las milicias del Gobernador!”
Era sabido que éste había llegado “como a las ocho o nueve de la
mañana” al tejar de Doña María Baca, en las afueras de la ciudad. El
correo de las brujas se retrasaba al veloz de los arrieros que garabateaban
incesantemente sus burros.
En dicho tejar, el escribano redacta el “Auto de Vista” que
parsimoniosamente dicta el Gobernador:
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ACLARACIONES OBLIGANTES
En este contexto sobre la historia afrocolombiana a lo largo
de siglos, donde muchos vacíos han tenido que ser enriquecidos
con la tradición oral y el mito, es necesario, en lo que concierne a
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a
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Te r c e r a p a r t e
M EMORIA Y R ESISTENCIA
C U LT U R A L
g
CAPÍTULO PRIMERO:
A LIANZAS Y A LZAMIENTOS
A FROINDÍGENAS
EN EL O CCIDENTE C OLOMBIANO
N
o puede desmembrarse la historia de las luchas cimarronas,
aunque el ámbito de ellas se extienda de las orillas del
Atlántico y el archipiélago de San Andrés y Providencia hasta
las oceánicas del Pacífico, porque enmarcan todo el continente, desde
Norteamérica a las pampas Argentinas. Además, en la Nueva Granada,
cimarrones y palenques mantuvieron y muchas veces sincronizaron su
estrategia militar con el altisonante lenguaje de los tambores y de las
lenguas cimarronas que nunca conocieron las barreras de montañas,
ríos y selvas. Así lo cuenta la tradición oral que nos inspiró el “Lumbalú
para Despertar al Rey Benkos”.
Historia ágrafa que también narró y escribió Rogerio Velásquez.
Recogemos sus testimonios dejados en baúles inéditos que no dejan de
enriquecernos desde la muerte, las muchas rebeliones antiesclavistas
de indígenas y africanos que siempre terminaron con el degollamiento
de los alzados. ( ). (“Historia del Chocó”):
1688, se sublevan los africanos mineros de Neguá, de donde heredó
Diego Luis Córdoba su vocación emancipadora.
1688, en el mismo año, los indígenas de Lloró se rebelan y proclaman
sus propios jefes.
1719, nuevamente, los aborígenes se levantan en el Darién contra
los evangelizadores, que les trataban con la misma o mayor insidia que
los amos.
1727, hay otro movimiento en la misma región, acaudillado por el
africano Luis García, en el cual aparecen mezclados algunos franceses,
estimulando la venganza de los nativos.
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MA N U E L ZA P A T A OL I V E L L A
A
Acué. Aguamú.
Ambuila. Anda, Handa.
Angola. Arara, Arará.
B
Baca. Balanta.
Bañol, Bañón, Banol. Bato.
Betes o Betres. Biáfra, Biáfaa, Brafa.
Biojó, Biohó. Bran o Bram.
Briche.
C
Cachimbo. Cambindo.
Cana. Canga, Cangá.
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MA N U E L ZA P A T A OL I V E L L A
N
Nangó, Nagó.
O
Ocanga, Ocangá. Ocoró.
Oquesí.
P
Palmares. Palenque.
Panameño. Popayanejo.
Possú. Playonero.
R
Rey.
S
Sanga. Santafé, Santafé.
Solimán. Simiticá.
Soco.
T
Taba, Tabwua, Tagba. Tabí.
Tegue, Tegué. Tembe.
Timbiano. Turco.
V
Viví, Bibí.
Z
Zape, Sape. Zitará, Citará.
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MA N U E L ZA P A T A OL I V E L L A
M
41. Manyoma Chocó Chocó ¿De Manyema, en Angola?
42. Mesú Cauca Cauca ¿De Merú, en Uganda, o de Mofú, en la cordi-
llera de Mandara al norte de Camerún?
43. Mosumí Chocó ¿De Mossuil, en la isla de Mozambique?
44. Mungí Cauca Cauca ¿de los Munguiola del Congo?
N
45. Nato Chocó ¿Originario, nativo de la región chocoana?
46. Nuto Chocó
O
47. Ocara Chocó
P
48. Pajariao Chocó
49. Pallasu Chocó
50. Pango Chocó ¿Del río Pongo en Cabo Verde o de la región de
Pangua, en Kenya?
51. Pestaña Chocó ¿Españoles?
52. Petaca Chocó ¿Españoles?
53. Punes Chocó ¿Españoles?
54. Puntillo Chocó
S
55. Sabaleta Chocó ¿Español?
56. Samboa Chocó
57. Sangay Chocó ¿De los Songhay del monte Atlantika, en la
Nigricia?
58. Saquí Chocó
59. Setre Chocó ¿De Junko de Sestre, en Sierra Leona?
T
60. Timará Cauca Cauca ¿De Timaná?
61. Timote Cauca Cauca ¿Del inglés Timoty?
62. Thomposeño Chocó
63. Torano Chocó
64. Tori Chocó ¿Del inglés Tory?
65. Torisano Chocó
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CAPÍTULO SEGUNDO:
L LEGADA Y D ISPERSIÓN
DE LA D IÁSPORA
E
l tráfico de prisioneros en Cartagena de Indias era sumamente
intenso. Al año llegaban 12 o 14 barcos con cargamentos que
traían un promedio de 400 o 600 de ellos. La mayoría apenas
permanecía por un día o dos, mientras se reaprovisionaban de agua y
alimentos para proseguir su destino. La escala en Cartagena de Indias
para muchos barcos era forzososa, como hemos dicho, por ser puerto
obligatorio para los cargamentos con destino al continente. Allí se
verificaban las diligencias de contado de esclavos y cobro de impuestos
por cabeza, según lo especificado en las autorizaciones reales.
Entre las formalidades exigidas figuraba el palmeo o medición.
El palmo, lo que abarca la mano extendida de meñique a pulgar,
corresponde generalmente a 21 centímetros. Para que un prisionero
pudiera considerarse como pieza de Indias, debía medir 7 palmos.
Una vez pagado el impuesto se le marcaba con el sello real, marquilla
de plata que se imprimía al rojo vivo sobre el pecho derecho. Además, el
comprador aplicaba a su vez la carimba, otra marca para reconocerlo
en caso de fuga y que se aplicaba incandescente en el rostro, como se
acostumbró en Vélez. En la inspección se observaba si el cautivo poseía
la cicatriz del primer herraje al subir a bordo, acostumbrado en los
brazos y costillas. Estas prácticas bárbaras duraron cerca de tres siglos,
hasta que fueron suspendidas por autorización real en 1784.
El examen médico, segundo que se hacía después del practicado
en el embarque, perseguía descubrir posibles mutilaciones, caída de
dientes, cataratas y enfermedades venéreas.
De acuerdo con la edad, se les denominaba muleque o muleco
de 6 a 8 años; mulecón de 14 a 18 años, y piezas de Indias, de esa
edad en adelante. A los adultos de más de 35 años se les desechaba,
habida cuenta que la perspectiva de vida y utilidad de un cautivo
no sobrepasaba los cuarenta años. Cumplidos estos requisitos se
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DIALÉCTICA DE LA ENDOCULTURACIÓN
TRIÉTNICA
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MA N U E L ZA P A T A OL I V E L L A
LA POBLACIÓN AFRO-RAIZAL
Sin proponérselo, los propios ingleses, al introducir esclavizados
para sus plantaciones en las islas, invalidaron la política de establecer
en el Caribe una colonia de blancos que mantuviera la hegemonía
sobre la población africana e indígena, similar a las que posteriormente
implantaron en Norteamérica y África. El escenario antillano, con sus
generosas islas, no fue propicio para la política de aparteith.
Aunque los sucesivos colonizadores fueran de distintas naciones,
la mano de obra africana fue siempre la misma para unos y otros.
Ello explica porqué, desde su comienzo hasta hoy, los afros y mulatos
constituyeron la mayoría de la población isleña.
Se explica así mismo el término raizal asumido por los nativos
isleños, por cuanto han constituído siempre la población estable,
mientras fueron múltiples los colonos europeos que transitaron el
archipiélago.
El proceso de mestizaje tuvo igualmente características singulares
debido al intenso tráfico entre filibusteros franceses y holandeses,
colonos ingleses y españoles, así como con los aborígenes mezquitos, con
los cuales siempre se han mantenido contactos étnicos y culturales.
También hay que destacar el influjo recibido por los primeros
colonizadores, súbditos británicos procedentes de las Bermudas.
Aclimatados al trópico, trajeron la misma arquitectura isleña: casas de
madera pintadas de blanco o colores vivos; antejardines y patios con
árboles frutales (mangos, naranjos, cocos o de sombrío); sala, comedor
y pocas piezas. En Providencia se construyeron casas de dos pisos con
balcones.
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MA N U E L ZA P A T A OL I V E L L A
ACULTURACIÓN HISPANO-INDÍGENA
Nada más reñido con los criterios actuales de la antropología cultural
que el enjuiciamiento en abstracto de dos grandes bloques culturales
en conflicto –hispánico e indígena– en los procesos de aculturación
hispanoamericana. En lo referente a Colombia, donde las comunidades
indígenas no habían alcanzado la unidad política pero sí un profundo
mestizaje, resultaría incongruente plantear el problema en un marco
general.
La colonización de nuestro litoral Caribe con los primeros
contingentes de andaluces, castellanos y canarios; su estancia antillana,
que los mestizaba aún cuando fuese en muy escasa proporción con
taínos, ciboneyes y caribes, propició un tipo de aculturación hispano-
indígena muy diferente al que se operó más tarde, por ejemplo, en
la colonización del occidente antioqueño con contingentes venidos
directamente de la Península.
Las avanzadas de Jiménez de Quesada, fusionadas directamente
con los Chibchas, prohijaron forzosamente un tipo particular de
aculturación distinta a las habidas en otras partes del país.
Los contingentes hispanos que continúan llegando a partir del
Siglo XVIII, más unificados política y culturalmente, formaron grupos
de colonización homogéneos y cerrados al mestizaje, puesto que
constituían familias capaces de procrear cruzándose entre españoles
o con criollos puros, sin la perentoria necesidad del mestizaje con la
mujer indígena a que estaban obligados los soldados célibes de los
primeros años de la Colonia. Los enclaves hispánicos con acentuados
rasgos que encontramos en ciertos lugares de Córdoba, Santanderes,
Antioquia, Cundinamarca y Boyacá, son derivados de contingentes
asturianos, vascos, gallegos, etc., llegados tardíamente al país.
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EL MESTIZAJE AFRO-HISPANO-INDÍGENA
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Cuarta parte:
I NTERNACIONALIZACIÓN
DE LAS L UCHAS C IMARRONAS
7
CAPÍTULO PRIMERO:
S
orprende que al finalizar el cuarto milenio, todavía algunos
historiógrafos se obstinen en evidenciar la presencia africana en
América con la perspectiva colonialista, ignorando documentos
y aportes esclarecedores de nuestros estudiosos. Se mengua el volumen
de la sangría de los pueblos traídos de Africa. Pero, sobre todo, se
ahonda la dicotomía del éxodo global africano, al sostener las fronteras
y estancos impuestos por las potencias colonizadoras, como si ello no
incidiera en la herida y unidad de la tragedia africana y su final destino
histórico en América.
Todavía, infortunadamente, se utilizan los cartabones
deshumanizantes de “esclavos” y no esclavizados, como correspondería
a hombres libres cazados en su patria, prosiguen connotándolos de
“negros” al negarles sus etnónimos, término ya rechazado a mediados
del Siglo XVI por Pedro Mártir de Anglería, en su obra “Décadas del
Nuevo Mundo” (Década III, Capítulo II, Título: “Tribus Etíopes”); por
Alonso de Sandoval, a principios del Siglo XVII, en su alegato pionero
en la defensa de los africanos: “De Instauranda Aethiopum Salute”; y,
por el propio Pedro Claver, al proclamarse “Ethiopum Semper Servus”,
y no “esclavo de los esclavos”, como lo ha estigmatizado la conspiración
anticristiana.
Estas y otras aparentes disgresiones perpetúan la contra-memoria
de los pueblos africanos, queriéndoseles privar de su papel protagónico
en la formación de la cultura mestiza americana.
Nos vemos obligados a expresar estas reflexiones, precisamente
porque en el Siglo XVIII se inicia el más trascendente período de la
lucha libertaria cimarrona, la internacionalización del conflicto, cuando
las potencias monopolizadoras de la trata en este Siglo –Inglaterra y
Francia–, intentan asfixiar el Imperio Español, estrangulando el flujo
africano a sus principales puertos: Cartagena de Indias, el primero en
el continente.
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Basilio, en las cercanías del camino entre Cartagena y Tolú Viejo, los
sobrevivientes volvieron a cultivar yuca, maíz y plátano, que ansiaban
los cartageneros. Sin embargo, el riesgo de una sorpresiva entrada de
las milicias, financiadas por los hacendados, impedía que las siembras
fueran más abundantes.
Informado por los padres predicadores de los temores y disposición
de paz de los cimarrones, el Obispo de Cartagena, Fray Antonio María
Cassiani, en el año 1713, con previa autorización del Gobernador,
acudió a parlamentar con los fugitivos, proponiéndoles a nombre del
Rey un armisticio que les concedía la libertad a cambio de la sumisión
a la Corona. Este pacto, el único en América que sobrevivió hasta la
Independencia, justificaría el título del libro y el júbilo del historiador
Roberto Arrázola: “Palenque, Primer Pueblo Libre de América”.
“He aquí como habiendo estado a punto de regularizarse la situación
de los cimarrones de los palenques de los arcabucos de la Provincia
de Cartagena y, sin duda, por ello mismo, sabido que la reacción
subsigue a la acción, vino a producirse la general debelación de
aquellos refugios en que los negros esclavos africanos defendieron
su libertad al través de los trescientos años de la Colonia hasta el
extremo de habérseles reconocido por el Rey de España, ya que la
sujeción en que quedaban era la misma de los pecheros españoles o
vasallos de la Corona, pero cuya libertad estaba consagrada por los
más antiguos fueros de España. En esta condición debió de quedar
el Palenque supérstite de San Basilio, conforme los renovados
acuerdos que sus habitantes celebraron con los gobernadores de
Cartagena hasta el advenimiento de la República, el último de los
cuales fue concertado en 1713 con el Obispo de Cartagena Fray
Antonio María Cassiani.
Todavía en 1774, el neofundador don Antonio de la Torre Miranda
hubo de decir: ‘Con maña y constancia vencí los muchos horrores
y dificultades que se encontraron, así por parte de los negros del
Palenque de San Basilio, como por la suma aspereza de los árboles
y brozas que con dificultad se descubría la claridad del sol a que
se agregaban las muchas barrancas, despeñaderos y anegadizos;
y aprovechándome del respeto que hice me tuvieran los negros de
dicho Palenque de San Basilio, descendientes de otros que prófugos
al abrigo de aquellas ásperas montañas defendieron su libertad
a costa de las vidas que quitaron a muchos y entre ellos a varios
de sus amos y dueños, que con repetidas expediciones intentaron
reducirlos a su antigua esclavitud, lo que consiguieron con estos
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EL ESTRANGULAMIENTO
DEL COMERCIO HUMANO
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CAPÍTULO SEGUNDO:
L AS P IEZAS C ADUCAS
DEL C OLONIALISMO
L
a tríada ominosa del engranaje colonialista –el tráfico de
prisioneros, la indignidad humana y la máxima expoliación
de las fuerzas de trabajo– alimentaba incesantemente la noria
de la esclavitud. Sin embargo, los ineludibles cambios de la sociedad,
aunque fueran inadvertidos por los monarcas europeos, acumulaban
en las colonias americanas el fermento de su propia destrucción.
Las estadísticas sobre la cuantía de las “cabezas” transportadas por
el disputadísimo comercio humano, revelan las aberrantes prácticas
esclavistas. La Corona Española, espoleada por las necesidades
insoslayables de introducir esclavizados a sus Colonias, no dejaba
de advertir el volcán que se gestaba por los abusos de los amos, el
hacinamiento y su multiplicación. Para amainar este riesgo mantuvo la
política de paz en los reductos cimarrones, y, a la par, dictaba medidas
restrictivas que frenaran las injusticias de la esclavitud.
No obstante, sobrevivían otras causas que escapaban a la voluntad
y control del Soberano: el aumento de los hijos mulatos, zambos y
mestizos que, si bien suplían la escasez de africanos, aumentaban el
malestar general y el ánimo insurreccional.
El ritmo de crecimiento de la población, a partir de los inicios de
la Colonia, ilustra sobre la verdadera composición del mestizaje en el
Siglo XVIII:
“En el Siglo XVI la presencia de los negros era más evidente, claro
está, en la propia Cartagena. Ya en 1552 el cabildo de la ciudad
les prohibió permanecer en las calles después del toque de queda
“por cuanto en esta ciudad había muchos negros, los cuales andan
de noche después de tañida la queda, y a horas no lícitas, y hacen
muchos hurtos y robos”. En 1570, según cálculos del etnógrafo
venezolano Angel Rosemblat, la población de la Nueva Granada
ascendía a 825.000 personas, entre ellas 10.000 blancos, 15.000
negros y 80.000 a los negros y mulatos, 20.000 a los mestizos
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vivan por si donde gusten, con tal que al mes traigan el jornal,
de que se siguen muchos pecados, como concede el Padre.”
“6. —El primer punto, que se prohiba a los amos imbiar o permitir
salir esclava suya con ventas a las calles, o Plazas, como
propone el Padre Salvador Grande, devo dezir que este es el
principalíssimo que me movió a hazer mi representación al
Rey.”
“7. —Tocante al segundo, que a las esclavas no se les permita salir
fuera de la Media Luna a buscar el jornal, aunque lo considero
bueno, no le hallo practicable, a menos que se pusiese una
persona en la puerta que las conociese todas y esto lo tengo
por imposible...”
“8. —Tocante al terzer punto, de que el amo o ama, que permitiere
a su esclava vivir fuera de su casa se le multe por la primera
vez en el tercio de su valor, por la segunda con dos tercios y
por la tercera pierda la esclava, es muy bueno; pero es preciso
discurrir quién a de tener este cuidado.”
“9. —Sobre el quarto punto, que no se permitan esclavos o esclavas
jornaleros, a los que de otra parte tienen con qué mantenerse
decentemente, según su estado, ya tengo respondido en el
primer punto de este papel.”
“10. —Como algunos amos se mezclan con las propias esclavas
quitándoles su honor, sería conveniente para obviar estos
pecados la continuación que se sigue de un amancebamiento,
pedir al Rey se sirviesen mandar que por este solo hecho
quede la esclava libre, con lo que se contendrían algunos por
su interés, no conteniéndose por la ofenza de Dios.”
“11. —Parece muy conveniente que en la Plaza que llaman de las
Negras, aya las que están vendiendo las frutas, verduras,
carne por menudo de las que se les permite sacar de la
carnicería y que estas fuesen mugeres casadas, o viudas y de
edad proporcionada a aquel corto travajo con que ganan su
manutención; porque a no emplearse en esto las mugeres,
se abran de emplear los hombres que pueden hazer travajo
más pesado, quedando las negras libres destituidas de
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Tareas de “sol a sol” (para)... dejar “dos horas en el día para que las
empleen en manufacturas u ocupaciones, que cedan en su personal
beneficio y utilidad”... “sin que puedan los dueños o mayordomos
obligar a trabajar por tareas a los mayores de los sesenta años, ni
menores de diez y siete, como tampoco a las esclavas ni a emplear
a éstas en trabajos no conformes con su sexo...”.
“El Capítulo IV. Sobre diversiones, permitidas después de “oirse
misa, los domingos y festivos”, se recomendaba que fuesen “simples
y sencillas... con separación de los dos sexos... y evitando que se
excedan en beber...”.
“El Capítulo V. “Havitaciones”. Se ordena que...” sean cómodas
y suficientes para que se liberten de las intemperies, con camas en
alto, mantas o ropa necesaria y con separación para cada uno y
quando más dos en un quarto...”.
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CAPÍTULO TERCERO:
L A C U LT U R A D E L A E M A N C I PAC I Ó N
L
a libertad absoluta para preservar los valores africanos auténticos,
ocurrió después de la emancipación (1852), cuando libertos y
libérrimos, los abuelos desnudos y desafiantes, asumieron su
libertad en las selvas, ríos y litorales, como un reto a vivir de acuerdo
a sus tradiciones ancestrales. Pero sólo lo lograron en parte porque
la aculturación hispana les había dejado firmes patrones culturales:
idioma, religión, vestidos, hábitos y una dependencia económica y
social del régimen que persiste hasta nuestros días.
Los pocos aborígenes colombianos que habían sobrevivido a la
Conquista procuraron mantenerse en comunidades cerradas en las
altiplanicies o perdidos en las selvas amazónicas y del Pacífico.
Los africanos, por el contrario, aunque se les confinara en las haciendas
y minas, invadieron el mundo social urbano y familiar de los españoles, en
virtud a los múltiples oficios que desempeñaban. Cocineros, domésticas,
artesanos, agricultores, capataces, transportadores, etc. Donde quiera que
estuviera el amo, a su lado obligatoriamente permanecía el africano.
Esta relación socioeconómica determinó el tipo de costumbres,
pensamientos y actividades culturales. Dos mundos aparentemente
distanciados por los prejuicios, pero inseparables en la vida social.
DESCULTURIZACIÓN AFRICANA
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w
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CAPÍTULO CUARTO:
E N D O C U LT U R A C I O N Y R ECREACION
A FROCOLOMBIANA
L
a formación de la nueva cultura colonial necesitó un largo período
de gestación. Lo que vemos hoy día es apenas el resultado de
profundos cambios mentales, de hábitos y conocimientos. Nada
más fácil de confundir y malinterpretar, que juzgar las manifestaciones
actuales con el ojo del observador improvisado.
Es precisamente lo que ocurre con la apreciación de nuestros bailes.
Afirmar que tal o cual aire es puro, típico u originario de una comarca, es
algo fácil de decir, pero difícil de sustentar ante los procesos históricos
de formación.
En la comprensión de estos fenómenos hay que tener la mirada
larga para descubrir las actitudes, luchas y resultados en los cuales se
enfrentaron las corrientes aculturizadoras de las del colonizado, en este
caso, el africano, ansioso de preservar sus hábitos y mentalidades.
En lo que concierne a los bailes y cantos africanos, no sólo en
nuestro país sino en todo el continente, debieron sufrir y sobreponerse
a las restricciones que les imponía el colonizador, que sólo veía en ellas
formas paganas de cultos diabólicos.
Frente a las prácticas clandestinas y reclamos de los africanos
pidiendo licencias para dedicarse al jolgorio en los períodos de descanso
y en las festividades católicas, los amos y las autoridades debieron
acceder a ciertas licencias que permitieron preservar algunos de los
instrumentos y costumbres africanos.
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España impuso sus formas de teatro a sus colonias como una manera
de asegurarse el adoctrinamiento que tanto le preocupaba, buscando
el olvido de costumbres y creencias de los nativos y africanos. Debe
recordarse que durante ocho siglos de ocupación árabe, el genio español
encontró su vitalidad en un espíritu nacional y religioso, oponiéndola a
la conquista del país de manos de los infieles.
Después de la expulsión de los moros se acrecentaron las prácticas
religiosas de la cristiandad. Entre las formas teatrales religiosas más
antiguas se reconoce el AUTO SACRAMENTAL, que sobreviviera
desde el Siglo XIII hasta el Siglo XVIII. Esta representación tenía
lugar en las iglesias, los monasterios, los palacios y las mansiones
señoriales, con ocasión de ciertas festividades católicas. Algunas de las
representaciones se hacían mediante carros en los cuales se agrupaban
los actores. De ahí nos viene la expresión de fiestas de carros, que
marcó una influencia determinante en las ceremonias religiosas de las
colonias españolas en forma de procesiones. Las funciones de los autos
sacramentales eran acompañadas de danzas. El Auto Sacramental,
como concepción original y particular de España, debía alcanzar su
más alta perfección en las obras de Calderón de la Barca, en el Siglo
de Oro. Las procesiones del Corpus en América, y, desde luego, en la
Nueva Granada, servían de pretexto para la interpretación de textos
santos, siempre con el montaje de altares, tablados, proscenios, carros,
etc., en los cuales actuaban sacerdotes y actores mezclados, que no
vacilaban en improvisar divertimentos en los cuales se alternaban los
cantos, representaciones y bailes.
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MARIMBA Y CURRULAOS
Christi, San Pacho, Navidad, Reyes, etc., son reveladoras del propósito
primario antes de la aculturación. Más significativo es que se hayan
preservado con manifestaciones de jolgorio paganas, al decir de los
catequizadores, en las cuales debieron practicarse rituales de cultos
a los Ancestros, o recordatorios de las tradiciones amputadas, como
ocurre en los carnavales.
La propia morfología de los sentimientos y coreografía de los bailes
y danzas, revelan el sincretismo afrocatólico operado gradualmente al
paso de los siglos.
La supervivencia del conjunto de marimba, con sus cununos,
tamboras y guasáes; el canto, con sus características fonéticas, gestuales
y tonales, acompañados con palmoteos, conforman el más auténtico
conjunto de origen africano conservado por nuestros abuelos en
Colombia. Podría asignarse el mismo valor que pueda tener el lumbalú
del Palenque de San Basilio, pero con marcada diferencia, así:
La marimba se desacralizó desde la Colonia, cuando los amos se
aprovecharon de ella para que sus músicos esclavizados les ejecutaran
la danza, la contradanza, la mazurca y la jota, en sustituto del piano;
posiblemente con ausencia de los cununos, tamboras y guasáes, ya que
éstos, con su carácter sagrado, habrían dado otro sentido a los bailes
cortesanos. Pero sí debió conservar su plena autenticidad africana en
los bundes y currulaos, bailados a espaldas de los religiosos y amos o
en los días de descanso o fiestas de los santos patronales. Los arrullos
de Navidad y los funerales de angelitos son una muestra clara de su
retención en la sociedad colonial.
Se ha rebatido el parentesco del currulao con el bambuco andino,
circunstancia debida a que, con el nombre de “bambuco viejo”, los
ancianos denominaban al primero.
Muchas especulaciones se dan sobre este tema, pero consideramos
que ellas no se basan en investigaciones etnomusicales serias.
Generalmente se olvidan los procesos de aculturación hispanos, los
mismos en el altiplano y en los litorales; las condenas y restricciones de
la Iglesia al uso de los tambores; las características propias de las etnias
andinas que recibieron el influjo castellano; las condiciones sociales
y culturales en los diversos momentos históricos, especialmente los
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CAPÍTULO QUINTO:
U NIDAD Y D IVERSIDAD
A FROCOLOMBIANA
BIOTIPOS AFROCOLOMBIANOS
L
a mirada más desprevenida permite observar en los afros
de Colombia diferentes rasgos físicos y culturales, según los
encontremos históricamente enraizados en el litoral Pacífico,
en los valles del Magdalena y Cauca, sobre las vertientes andinas, en
los Llanos Orientales, en el Altiplano o en la Costa Caribeña. Mulato,
mestizo o puro, con mayor o menor pigmentación, será su piel oscura
la que lo identifique como descendiente africano. Más allá, comienzan
las diferencias anatómicas, los ritmos, el habla, la imaginación.
Propenso a errores es tratar de demarcar al afrocolombiano entre
zonas étnicas a partir de sus orígenes. Aún cuando prevalezcan ciertas
características somáticas –longilíneos, brevilíneos, cabeza pequeña,
labios gruesos o porte atlético–, lo cierto es que aquí como allá, en una
misma aldea, entre los habitantes de una ribera, en las ciudades del
interior o pueblos costaneros, encontramos, entreverados en mayor o
menor proporción, los rasgos que caracterizan a los yorubas del Níger
o los bantúes de los reinos del Congo y Angola.
La razón de esta variedad de tipos raciales estriba en que la
colonización no los discriminaba por sus orígenes tribales –sólo
cuando se trataba de prevenir levantamientos, como acontecía con
los rebeldes wolof o el suicida carabalí– sino por su corpulencia,
salud, edad y, sobre todo, por la utilidad que pudieran prestar debido
a su experiencia tradicional. Podríamos decir, generalizando, que la
mayoría de los conducidos a los centros mineros de Antioquia, Cauca
y Valle, procedían del área yoruba, dada la antiquísima explotación
minera de esta región. El estudio de nombres y apellidos realizados
por Rogerio Velásquez, nos comprueba este aserto. Pero, de igual
modo, hace referencia de patronímicos bantúes en las zonas mineras.
(Rogerio Velásquez. Gentilicios Africanos).
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PRESENCIA AFROCARIBEÑA
MEMORIA ANCESTRAL
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CAPÍTULO SEXTO:
T RADICIÓN O RAL Y C O N D U C TA
A FROCOLOMBIANA
D
epositario de la tradición oral de nuestros abuelos, Rogerio
Velásquez, poeta, novelista, antropólogo y educador, retomó
la palabra viva de los grilots, que cantaban al tañido de la kora,
el arpa sudanesa, las leyendas y cuentos de las distintas culturas del
Africa Ancestral.
Escuchando de los mayores, en velorios de difuntos, novenas de
santos, juegos de naipe o dominó, recogió las “manos” y “casos”, de
cuentos que narraban los ancianos en los caseríos mineros y de labranza,
en el Atrato, San Juan, Nuqui, Baudó, Tumaco, Barbacoas, etc.
Pese a los procesos de aculturación española, los abuelos lograron preservar
puros o mezclados muchos cuentos de la tradición africana, normas de
conducta y pensamientos filosóficos adaptados a las asfixiantes costumbres
de la esclavitud. Por ello son narrados en español, y algunos reflejan las ideas
feudales de los amos. Pero, otros, rebeldes, critican las prácticas inhumanas.
La transculturación de los cuentos y refranes hispanos a la tradición
oral americana, se evidencia en la tradición oral de los analfabetos, quienes
transmiten oralmente de generaciones en generaciones. Preocupado por
su conservación, el Infante Juan Manuel intentó recoger sus refranes,
cuentos y coplas, para redactarlos al castellano, que comenzaba a ganar
el alfabeto y la escritura (todavía no contaba con una gramática propia).
“El Libro de los Castigos y Consejos” o “Libro Inferido”, “El Caballero y
El Escudero” y “El Conde Lucanor”, este último, publicado en 1335, en
donde se consignan por vez primera los refranes, cuentos y moralejas que
más tarde codifican en América las pautas de conducta. Los analfabetos
y semiletrados ajustan su comportamiento a dichas normas, y, en otros
casos, las rechazan. Por ser ilustrativo, transcribimos los títulos de los
distintos cuentos del “Conde Lucanor”, por el espíritu que los anima:
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— El desinterés.
— La previsión contra futuros males posibles.
— Los daños que pueden causar la adulación y las ilusiones
desmedidas, hacer caso a las opiniones ajenas, excederse en
la prodigalidad, demostrar ingratitud, la avaricia, el medio
injustificado, la terquedad, la ira, la codicia, la lengua de mala
mujer, los agüeros o supersticiones, la envidia, la hipocresía,
la soberbia.
—La paciencia y el sufrimiento que dan por fin el triunfo.
—El honor que se debe mantener por sobre todas las cosas.
—La previsión, la educación y la hombría de bien, preferible
a todas las riquezas.
—La docilidad de la mujer casada, base de la felicidad
conyugal.
—La diligencia en el obrar.
—La aspiración a las cosas grandes que dejen recuerdo
imperecedero.
—La seguridad del premio al que bien sirve.
—La amistad perfecta, que –se adelanta en decir– es bien
rara ente los hombres.
—La seguridad de que el bien y la verdad vencen siempre al
mal y a la mentira. (“Tradición Oral y Conducta, en Córdoba”.
Manuel Zapata Olivella) ( ).
En general, expresan la filosofía de los afrocolombianos, mulatos,
zambos, como los de la araña llamada “Anance”, en Africa, que encarnan
la sabiduría de sus pueblos, enriquecidos con las experiencias de sus
descendientes en América.
Aunque estos cuentos pertenecen a la tradición de los pobladores
del Chocó y Pacífico, por la aculturación española, recogen las ideas y
comportamientos de los descendientes africanos de todo el país –costa
y archipiélago caribeños, Andes y llanuras–, que compartían la fuente
común de la filosofía ancestral. Con distintas variantes, los cuentos
africanos, españoles o amerindios reflejan la creatividad de las etnias,
adaptados al entorno ecológico y psicológico de sus hablantes.
Oigamos, la voz sabia del tío Rogerio:
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“Agua y un trago
para empezar;
Trago y panela
para concluir...
Oídos del mundo, oí...”
297
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Cuando creyeron que ya nada les quedaba por hacer, se lavaron las
manos; pero un angelito que vió que no habían tocado el barro negro,
dijo a sus compañeros:
—Hagamos cualquier porquería con este hollín y tirémosla a la
tierra. Allá, lo que resulte.
—¿A dónde vamos a soltarla?– preguntó otro.
—A los manglares, a los ríos, a los pantanos, a los arenales, bocanas
y esteros...
—Esta bien arguyeron todos.
Compuestos los monicongos de cualquier forma, los arrojaron con
fuerza. Los muñecos cayeron sobre piedras, raíces y troncos de árboles,
que les aplastaron las narices y les reventaron los labios que les quedaron
así, para siempre. Como tenían el pelo biche, tomó la semejanza de la
grama y de la zarza, en la que los muñecos se enredaron.
Este fue el origen de la nación negra de la Costa.
LOS CASTIGOS
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Esto indica que ser negro es malo, decían los blancos de la Troje
hace ya mucho tiempo.
LA SIRENA
Había una vez en la Gorgona una muchacha blanca. Era hija de
una familia noble, que vivía allí por el negocio de la pesca, madera,
raíces de quina y cocos, productos que despachaban al Ecuador en
sus balandras grandes y seguras. Del viaje traían bayeta, pañolones,
rebozos, pañuelos para tetero y pampanillas, sombreros de paja y otras
cosas.
La niña era caprichosa. Un viernes santo quiso bañarse en el mar,
a lo que su padre se opuso, por ser día sagrado. Ella dejó descuidar
a su taita y se emplumó a la playa. Esperó que la marea subiera y se
metió en el agua. Cuán no sería su sorpresa al querer salir y no poder,
pues, de la cintura para arriba era ella, y de la cintura para abajo era el
cuerpo de una ballena.
Un pescador de lisa que miraba la escena desde su piragua, contó
en el pueblo lo sucedido. Desde ese día nadie se baña en tiempos de
semana santa.
LA MUERTE
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EL SAPO Y EL CANGREJO
Un día iban el Sapo y la Rana a celebrar una fiesta. Por el camino se
toparon con un Cangrejo. Por burlarse del pobre, le gritó Sapo:
—¿Para dónde vas, armazón?
—Voy a celebrar un bautismo con los boquianchos y los
nalguiestrechos, contestó el Cangrejo.
Al oír esto, el Sapo se enfureció de tal manera que echaba espuma
por la boca y leche por todo el cuerpo. Dejó a la mujer y le gritó al
Cangrejo :
—Aguárdame un tantico, so insolente. Aguárdame para que veas
cómo te castigo.
El Cangrejo lo esperó. El Sapo cerró los ojos y le mandó la muñeca
con tánta fuerza, que dio una voltereta y fue a parar al suelo, donde el
Cangrejo le dio su muenda.
Desde ese día el Sapo, medio loco, repite en las noches:
—Lo erré... é... é... Lo erré... é... é...
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EL SAPO Y LA RANA
Un día el Sapo se fue a pasear al borde de una quebrada donde tenía
otra mujer. Al regresar a su casa encontró a la Rana brava. Esta, por
herirlo, le dijo:
—¿Te fuiste pa la quebrada
para verte con la otra?
El Sapo le contestó
con palabras muy decentes:
—¿Me habré casado con vos
para no estar entre gente?
La Rana le contestó
con palabras licenciosas:
—Si me he casado con vos
no es para verte tu moza.
El Sapo se embraveció
y le echó mano al perrero,
le metió unos perrerazos
y le arrastró por el suelo.
La Rana le contestó
con la navaja en la mano:
—El tonto qué bruto es,
sabiendo que ‘toy preñada...
El Sapo le contestó
con una voz muy cambiada:
—Entonces no te hago nada,
porque cometo un delito,
si yo te sigo pegando
se nos morirá el sapito...
CUENTOS DE ARAÑA
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EL NOVILLO
Un día en que Tigre estaba de cacería por el cerro de Tribugá, se
encontró con Conejo, tan de manos a boca que éste no pudo correr, y el
tío puso preso al sobrino. Entonces Conejo suplicó:
—Si me suelta, le pago un novillo gordo que tengo amarrado en el
pasto que se ve allá arriba. ¿Qué va a hacer con mi esqueleto? No tengo
una onza de fuerza ni de manteca, por la viruela castellana que acaba
de pasar. Fíjese cómo estoy todo saratano, por la maldita enfermedad.
Mire aquí, y cuénteme las costillas. Hará más con el novillo que
conmigo. ¡Qué rico es el tuétano de la vaca con plátano maduro! ¡Qué
buenas son las gelatinas que se sacan de las patas del toro! ¡Y la fuerza
que da el consomé de güesos! ¡Si el ojo de vaca le sienta bien, dado que
está envejeciendo! ¡Verá mejor y podrá hacer cosas mejores con sus
ojos que engulléndose a un atembao como yo!
Tigre lo soltó, y Conejo dijo:
—Ahora, tío, quédese aquí al pie de este árbol mientras yo subo a
arrearle el animal.
Cuando estuvo en la montaña, Conejo gritó:
—¡Tíooo! ¡Tíooo! ¡Cierre los ojos y abra las piernas, y agárrelooo!
¡Allá vaaa!
Así lo hizo el Tigre. Conejo movió una piedra grandísima que
contenía el cerro, la cual cayó sobre Tigre, aplastándolo.
Y cantando, cantando,
se fue acabando.
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LAS CASTAÑAS
Una tarde que Conejo comía castañas, se le acercó Tigre y le
dijo:
—Sobrino, ¿qué es lo que usted come tan sabroso?
—Es uno de mis güevitos que me estoy merendando, tío.
—Si no me da, lo paveo ahora mismo.
Conejo obedeció, y a Tigre le pareció muy sabroso aquello. Tigre
dijo entonces:
—Si los suyos, que son tan pequeños, saben tan bien, ¿qué no serán
los míos?, ¡criados con buena carne! Voy a quebrar uno para que
probemos algo de verdad.
Diciendo y haciendo, metió uno suyo entre dos piedras, y dio con
fuerza, quedándose medio muerto. Al verlo Conejo en ese estado, se
burló de su tío, que lo amenazó diciéndole que otro día se verían las
caras y se las cobraría todas juntas.
CUENTOS DE AMOR
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TANDA DE CUENTOS
LA FLOR DE LILOLÁ
Un hombre casado con su mujer, tuvo tres hijos. Se llamaron Pedro,
Juan y Diego. Un día, el padre les dijo que el que le trajera del vecino
país la flor de lilolá, recibiría una fortuna.
Los muchachos se pusieron en camino, pero al llegar a cierta parte,
la trocha se convirtió en tres, por lo que tuvieron que separarse. Juan
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tomó por la carretera del centro, y los otros siguieron por la derecha y
por la izquierda.
Andando, andando, Juan consiguió la flor, que era muy bonita y
virtuosa. Pero sus hermanos lo esperaban en la boca de los tres caminos,
donde se habían separado una tarde. Al llegar Juancito, le hicieron una
gavilla y lo mataron. Los hermanos mayores llegaron a su casa, donde
recibieron la fortuna. Pedro y Diego vivieron felices con los mil pesos
que les dió su padre.
Un estanciero dueño de la finca donde habían enterrado a Juancito,
se metió un día a un matorral de guaduas, y oyó, al tocar la tierra, este
canto:
Padre abuelo, no me toque,
ni me deje de tocar,
Mis hermanos me mataron
por la flor de lilolá.
El campesino se fue al pueblo y contó lo que había oído en su
hacienda. El rey, padre de Juancito, llevó andas al sitio donde se había
oído el canto. Después de cavar con una palendra sacaron el cuerpo
del muchacho. Sus hermanos fueron castigados quitándoles la fortuna
recibida y echándolos de la casa para siempre. Juan fue colmado de
oro, y tuvo pajes y comitivas.
PERALTA
Una vez salió Jesucrito a recorrer el mundo y llegó a la casa de
Peralta. Estuvieron charlando de muchas cosas, hasta que pasada una
hora, Peralta le dijo que lo que le pedía era que lo llevara en cuerpo y
alma al cielo el día que muriera. Dios le dijo que así se haría.
También pidió Peralta que Dios bendijera sus árboles frutales, con la
condición de que el que cogiera un fruto de ellos sin su consentimiento,
se quedara pegado al árbol elegido. También se lo concedió Dios
nuestro Señor.
Al año mandó Dios a la muerte para que se llevara a Peralta, pues ya
se le cumplía el plazo de morir. Llegó la muerte y dijo:
—Peralta, Dios, que vas conmigo.
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A NEXOS
EDAD
PERIODOS FORMA DE VIDA
(Millones de años)
CUATERNARIA 1 Hombres y simios
CENOZOICO contemporáneos.
TERCIARIA 55 Mamíferos
MESOZOICA
SECUNDARIA 120 Reptiles y aves
(Vida intermedia)
PRIMARIA 300 Anfibios.
PALEOZOICO
350 Peces.
(Vida antigua)
490 Invertebrados marinos.
PROTEROZOICO
550 Elementos orgánicos
(Génesisde la vida)
ARQUEOZOICO
1500 Células vivas
(Vida Primitiva)
AZOICO
(Sin vida) ?
Tiempo Cósmico
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ISLA DE CONSPIRADORES
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B IBLIOGRAFÍA
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Este libro se terminó de imprimir en el mes de septiembre de 2011
en la Unidad Gráfica de la Facultad de Humanidades
Universidad del Valle, Cali - Colombia