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Ciudad de México, Sábado 17 de junio de 2017.

Discurso de fin de año Generación 2013 – 2017


Muy buenas tardes tengan cada uno de los presentes, a los directivos del seminario,
de la asamblea, a nuestros amigos, familiares y hermanos que hoy nos acompañan a nosotros,
la generación que se gradúa. A todos ustedes les damos las gracias; hoy forman parte de un
momento muy importante en nuestra vida, un momento que no se repetirá jamás, es el cierre
de una etapa en nuestra vida ministerial, y a la vez, es el inicio de otra.
Damos gracias primeramente a Dios, porque Él es bueno, porque hemos visto su
misericordia a través de éstos años de preparación académica y ministerial dentro de éste
seminario, el cual nos ha visto crecer, en muchos sentidos. Gracias también a nuestros
profesores, a los administrativos, a nuestros compañeros de otras generaciones, ya que ellos
han fungido como herramientas de nuestro Dios para llegar a ser mejores personas, hermanos,
amigos, estudiantes, siervos de un mismo Señor. No nos olvidamos de los hermanos con los
cuales compartimos una Iglesia, un campo, gracias a ellos por abrirnos las puertas, en especial
a algunos que venimos de tierras un poco lejanas, no olvidaremos el cariño con el que nos
recibieron y nos trataron, y es para muchos de nosotros el grato honor de poder llamarlos
amigos. Damos gracias a nuestras familias, porque ellos han sido pilares de apoyo, porque
Dios los usó para poder darnos ánimos y fuerzas, y aunque hubiesen momentos amargos de
separación, nuestro Señor nos hizo poder sentirlos cerca. Creo que la lista de agradecimientos
se puede extender aún más, pero por ahora es suficiente.
Hoy quiero hablar de lo que ha sido ésta pequeña historia de 4 años en el seminario.
¿Qué es lo que significa estar en el seminario? Bueno, quien mejor para dar respuesta a eso
que alguien que paso por él. El proceso de venir al seminario empieza con algo que no es de
nosotros, sino de Dios, el llamamiento. Éste viene de muchas maneras, en el cual nos
sentimos abrumados por una idea que alimenta nuestra mente, a veces una inconformidad
con lo que se vive en las iglesias, en algunas ocasiones porque Dios usa a la gente para
hacernos mención de las virtudes espirituales que tenemos, y en algunos casos, de gente que
ha escucha la voz audible de Dios diciéndole que quiere que le sirva en éste ministerio. En
fin, hay muchas maneras en que Dios nos pide hacer las cosas. Sin embargo, en algún
momento parece que nosotros tomamos la decisión de venir a estudiar, pero la verdad es que
después de 4 años entendemos y reafirmamos que nosotros llegamos aquí no por nuestras
fuerzas, sino por la voluntad de Dios. No por algo que nosotros queremos, sino por lo que
nuestro Señor quiere. Muchos hablan acerca de cuáles son los criterios de Dios para elegir a
sus ministros, sí son gente con el carácter de siervo, de líder, de consejero, diestro en el
conocimiento de la escritura etc. Ó de alguien que muchas veces parece carecer de esas
virtudes. Lo cierto es que Dios llama a quien quiere, eso sin importar la edad (en el caso de
algunos de nosotros, uno joven u otro algo mayor), el carácter o la capacidad intelectual, así
como elige a un Pedro pescador, puede elegir a un Pablo letrado, o a un muchacho como
Jeremías o a un adulto maduro como Moisés. Dios toma la decisión.
Otra cosa es que recordando el ministerio de Jesús vemos como él tomó a 12
diferentes personas, viviendo con ellos por un periodo de 3 años, discipulándolos y
orientarlos para algo más grande que en su momento ni ellos mismos entendían, así el
ministerio del seminario fue para nosotros un lugar de crecimiento para muchas diferentes
personas. Fue ahí donde aprendimos a vivir con gente desconocida, gente de diferentes
lugares, diferentes personalidades, costumbres y muchas cosas eso en un principio nos
parecieron motivos de ciertas riñas, pero que hoy nos vemos y nos queremos como buenos
hermanos y amigos. Éste lugar nos formó para poder trabajar con personas muy diferentes,
y con formas de ver las cosas tan distintas que provocaba conflictos. Inclusive entre todos
nosotros hay tanta diversidad no sólo de lo anterior mencionado, sino también de madurez
espiritual. Ha habido momentos en los cuáles nosotros somos los inmaduros, y tenemos que
ser reprendidos, y otros en los cuales tenemos que reprender a otros, y éste ha sido el lugar
donde mejor tenemos que aprender a hacerlo, haciéndolo en el amor de Dios.
En éste lugar aprendimos lo que es ser siervos, empezando con nuestro trabajo
becario, que sin duda nos deja claro que si no podemos encargarnos de las cosas más sencillas
como barrer, no podremos ser responsables de alguna persona, y menos una Iglesia.
Aprendemos a que no debemos buscar los mejores lugares sino los últimos, a servir una mesa
antes de esperar que seamos servidos, desde lo básico hasta los más complejo. Aprendemos
a no buscar lo nuestro, sino anteponer muchas veces nuestras necesidades ante la de los
demás, ya que en muchas ocasiones la comunidad está antes.
Ciertamente el seminario es un lugar de muchos momentos alegres, pero también
momentos de amargura. Hemos compartido las alegrías que vienen cuando alguien recibe
bendición es sus estudios, su vida, su familia, pero también aquí nos ha tocado ver el dolor y
el sufrimiento de perder a alguien querido, y el poder apoyarlo tanto en compañía
física/espirtual como con el recurso económico. Compartimos alimentos, baños, fuimos
vecinos de habitación, llevamos algunas serenatas, vivimos retiros en comunidad, fuimos al
cine, a los tacos y tortas del metro, nos divertimos, pero hoy esa etapa llega a su fin. Es cierto
que todos estos momentos ahora son sólo experiencias y recuerdos, pero lo son a grado de
que nos han cambiado, y eso espero en nosotros sea para bien, yo eso creo.
Por último, me dirijo a mis compañeros, Gracias, a todos ustedes por esos momentos.
Hemos crecido, y como las aves que aprenden a volar, es momento que nosotros dejemos
éste nido y nos adentremos a los fuertes vientos del ministerio al cual hemos sido llamados.
Sigamos los firmes pasos de nuestro Señor, que no busco los más alto, sino que se
humillo y se hizo siervo. Así seamos nosotros, buenos siervos y a la vez siervos inútiles,
solamente haciendo lo que nos corresponde hacer. Entendamos que nuestra vida es sólo eso,
ser siervos. Ahora el día de hoy recordemos las palabras de nuestro Señor Jesús y el lema de
nuestra institución, y hagámoslas nuestras.
“ Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir”
Marcos 10:45
Raymer Xool Sáenz
Egresado

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