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LA INVENCIÓN ORATORIAdocx
LA INVENCIÓN ORATORIAdocx
El tema
Para conseguir un buen resultado hay un solo expediente: trazar con anticipación
un esquema o plan de nuestro discurso. “Todo depende del plan”, solía decir
Goethe, y en esto nadie lo ha refutado, ni podría hacerlo. Un buen plan, sin dudas,
es la base más segura de una buena ejecución. Para escribir o hablar hay que
atenerse a un plan previo, como en toda tarea. El análisis de los mejores discursos
de todos los tiempos permite la descomposición del texto en un esquema. Éste es
el que hace que en el discurso no falte ni sobre nada, y que los elementos
guarden entre sí un equilibrio. Es como sostenía Buffon: “Por falta de un plan, por
no haber pensado bastante sobre el asunto, es por lo que un hombre de espíritu
se encuentra embarazado y no sabe por donde empezar”. Las ventajas de un
plan, bien meditado, sólo nos puede traer beneficios, puesto que nos: 1. Permite
colocar en un orden adecuado todos los elementos, por orden de jerarquía,
relación y objetivo; 2. Precave contra el olvido elementos importantes durante el
desarrollo del discurso y facilita la unidad artística y lógica del texto; 3. Garantiza
la claridad y la comprensión, por parte del auditorio. Acerca del momento más
oportuno para trazar el plan, no hay ninguna opinión de validez absoluta. Lo
importante, eso sí, es hacerlo antes de comenzar el trabajo de la búsqueda de las
ideas, como también dotarlo de tal flexibilidad que nos permita ir ajustándolo
paulatinamente, a medida que toma cuerpo el trabajo. En la práctica, la operación
de búsqueda y elección de ideas, y de elaboración del plan suele hacerse, a
veces, simultáneamente, pues una idea hallada nos remite su ubicación dentro del
plan y viceversa, la necesidad de completar un paso el esquema nos sugiere el
pensamiento que nos falta.
EL ESQUEMA Y LOS APUNTES
LA ELOCUCIÓN O EL ESTILO
Después de preparado el esquema o plan y escogidos los pensamientos que en él
tendrán cabida, ha llegado el momento de escribir nuestro discurso, si está
destinado a ser leído, o ser desarrollado con palabras y frases, si lo improvisamos
o estudiamos en detalle para ser pronunciado posteriormente. Ha llegado el
momento de poner en vocablos el discurso. Esta etapa se denomina elocución. En
otros términos, la elocución es la expresión, en forma idiomática, de los
pensamientos, imágenes y sentimientos de la manera más creíble, como
armónicas posibles.
EL ESTILO ORATORIO
LA VOZ
La voz tiene una especial significación en la oratoria. Una buena voz facilita la
misión del orador y le da un apoyo seguro. Por lo general, ésta se descuida en la
vida cotidiana, no se le entrega una importancia a este aspecto de la expresión
oral, y ese detalle muchas veces hace disminuir el interés en una conversación.
Para hablar en público lo ideal sería satisfacer las cualidades orales que
Quintiliano citaba: “Vox facilis, magna, beata, flexibilis, firma, dulcis, durabilis, pura,
secan, aera, auribus, sedens”. Pero las cualidades, afortunada o
desgraciadamente, se traen desde el nacimiento. Habrá que buscar la perfección,
pues, a partir de nuestras condiciones innatas. Lo principal es darse cuenta de las
virtudes o defectos de la propia voz, para aprovechar las primeras y corregir, en lo
posible, las segundas. Para este último caso, existen especialistas para ello
(fonoaudiológos). El modelo de pronunciación ha de ser, según esto, la
pronunciación castellana sin vulgarismos y culta sin afectación.
RESPIRACIÓN DIAFRAGMÁTICA
Apoyemos una mano sobre la cabeza. Tratemos ahora de apartar la mano del
pelo, sin levantar los talones. Hagámoslo, no con los músculos del brazo, sino
tratando de conservar la máxima altura que nos sea posible. Eso es. Muy bien.
Ahora estamos erguidos, el abdomen para adentro, la corbata y el pecho altos, la
nuca pegada al cuello de la camisa. ¿Hemos levantado los hombros? En este
caso, relajémoslos, y bajémoslos. Es el pecho el que debe estar altos, no los
hombros, sin bajar el pecho exhalemos. Mantengámoslos alto hasta que salga la
última pizca de aire. Y estamos ya listos para respirar correctamente, inhalemos
profunda, lenta, tranquilamente por la nariz. Tratemos de sentir la misma
sensación que sentíamos al practicar en la cama la respiración diafragmática.
Sintamos los pulmones extendiéndose, empujando hacia el costado las costillas
inferiores: sintamos la sensación de bajo de los brazos. Sintamos el diafragma
comprimiéndose y achatándose como un plato de papel dado vuelta y aplastado
desde arriba. Exhalemos lentamente. Ahora, una vez más. Inspiremos por la nariz.
Es conveniente advertir nuevamente que no se deben levantar los hombros ni
mucho menos querer ensanchar los pulmones por la parte superior.
LA RELAJACIÓN
“Se arruinan, probablemente, más voces por el mismo esfuerzo que por cualquier
otra causa”, decía Schumann-Heink.“El cantante debe estar en reposo. Esto no
significa flojedad. No significa que el cantante deba desfallecer. Reposo, como lo
entienden los cantantes, es un maravilloso estado de fluctuación, de ligereza de
libertad, de comodidad, y una falta absoluta de tensión en todas partes. Cuando se
está en reposo, se tiene la sensación de que cada átomo del cuerpo flotará en el
espacio. No se tiene un solo nervio en tensión”.
Schumann-Heink se refiere al canto; pero desde luego, esto mismo se aplica al
habla. El esfuerzo arruina las voces, nos dice; y ¿qué más común en esta época
de apresuramiento que el esfuerzo y la tensión de los nervios? Todo esto se nota
tan claramente en la voz como en el rostro. ¡Tranquilidad! ¡Reposo! Estos
debieran ser nuestros lemas. ¡Reposo! ¡Tranquilidad! tales palabras debieran ser
nuestro santo y seña. Bonci, un famoso cantante de ópera, decía que el reposo
era el fundamento de una buena voz.
¿Cómo hacer para lograr esto? Primero, aprendamos a “relajar” el cuerpo. Todo
nuestro organismo influye sobre las cuerdas vocales. La imperfección en la caja
de resonancia de un piano, aunque sólo sea un tornillo flojo, repercutirá en el tono.
Y como en nuestra voz repercuten también en todas partes del cuerpo, un poco de
tensión aquí y allá impedirá la perfección que de suyo tenga.
Pongamos el brazo horizontal, hacia delante. Relajémoslo. ¿Cayó como un
péndulo, y osciló varia veces antes de quedarse quieto? Si no osciló, no lo hemos
relajado. Lo hemos bajado simplemente. Probemos de nuevo ¿qué tal esta vez?
Todas las noches cuando vayamos a la cama coloquémonos de espalda y
respiremos profundamente, diafragmáticamente, pero antes de comenzar
relajémonos. Relajemos todo el cuerpo. Relajémonos completamente. Sintámonos
inertes como un saco de algodón. Imaginémonos que toda la energía de los
brazos, de las piernas, del cuello, fluye hacia centro del cuerpo. Debemos
relajarnos tanto que la quijada se nos abra. Logremos que los brazos, las piernas
y el tronco pesen sobre la cama, con tanto peso y tan sin vida que parezca que
nunca ya tendremos suficiente fuerza para levantarlas de nuevo. Ahora,
respiremos profundamente, lentamente, naturalmente, sin pensar, sino en estar
cómodos y en reposo completo.
Ciertamente, el pensamiento de las preocupaciones, los problemas, las
ansiedades diarias, pueden invadirnos el cerebro y bullir en él como un montón de
zancudos que nos fastidiasen y nos pusieran los nervios “de punta”. Si sucede
esto, espantemos esos pensamientos como espantaríamos a los insectos.
Espantémoslos colas palabras tranquilizadoras de este tenor: “Estoy tranquilo.
Estoy en reposo absoluto.
Me siento como si no tuviese fuerzas para levantar el brazo. Estoy completamente
relajado”. Estas palabras, y el ritmo de la profunda respiración, deben sumirnos en
ese adormecimiento que pronto se convierte en sueño, ese sueño que, al decir de
Shakespeare, “teje la deshebrada seda de los cuidados, la muerte de cada diaria
vida, es el baño de la dura faena, el bálsamo de los espíritus heridos”, etc.
¡Qué refrescante, qué calmante, qué reparador será un sueño así Cuando
hayamos desarrollado la deliciosa sensación de esta clase de reposo, tratemos de
introducirla también en nuestra vida cotidiana. Y cuando hablemos, hagamos por
sentirnos como la Schumann-Heink cuando reposaba. “Tengo la sensación de
que cada átomo del cuerpo flotará en el espacio. No tengo un solo nervio en
tensión”
ARGUMENTOS DIALÉCTICOS
Son los argumentos destinados a probar una afirmación o negación (Proposición)
sin más fin que el de probar. Carecen de todo adorno y movimiento afectivo.
Sirven al orador de estudio, ejercicio y base para desarrollar sus argumentos
oratorios.
No deben usarse sino cuando su forma concisa y perentoria puede servirnos, en
un caso dado, para dar esa sensación de remate o cierre. Cualquier otro uso es
contraproducente.
La forma dialéctica por excelencia es el silogismo: Una afirmación o negación se
prueba por otra que coincide con ella en una tercera, que está aceptada o
demostrada.
ARGUMENTOS ORATORIOS
El argumento dialéctico (que vimos recién en el punto anterior) es impersonal,
monologante. No se dirige a nadie en particular; en cambio, el argumento oratorio
debe ser una continua conversación y debe tener la misma movilidad y frescura
que aquélla. Sin embargo, ello no significa que no esté claramente estructurado.
De ello hablaremos en las siguientes líneas, en donde presentaremos y
analizaremos las partes en que se divide el argumento oratorio:
a) Premisa.
b) Razón.
c) Ilustración.
d) Amplificación.
e) Conclusión.
a) Premisa:
Es la afirmación o negación que queremos poner como iniciación del argumento.
Hemos dicho "queremos poner", porque en esto no hay ni debe haber regla fija: la
variación que debemos dar al discurso será la que nos oriente a empezar un
argumento en una forma y otro, en otra.
Si volvemos a nuestro ejemplo modelo, el argumento 1 ["a) Lo que atenta contra la
libertad es odioso; b) El terrorismo atenta contra la libertad; c) Luego, el terrorismo
es odioso".], podemos empezarlo por cualquiera de las premisas: a), b) o c).
Si escogemos a), la Premisa será: "Lo que atenta contra la libertad es odioso".
b) Razón:
Es el porqué de la premisa; como lo dice su nombre, la razón por la cual "lo que
atenta contra la libertad es odioso".
c) Ilustración:
En esta parte se demuestra la Razón no con razonamientos, sino con a)
autoridades; b) ejemplos; c) símiles; d) fábulas, etc.
Recapitulemos:
1. La Premisa tiene interés porque es una afirmación o negación nueva que incita
que debe incitar - la curiosidad del auditorio.
d) Amplificación:
Amplificar es pintar vivamente, poner ante los ojos del auditorio un caso, un
suceso, una persona o un ser, que impresione por su veracidad al público, lo alivie
de su trabajo de atención, lo prepare para recibir con agrado la Conclusión.
e) Conclusión:
Aquí cerramos el argumento y dejamos establecido lo que queríamos probar, es
decir, la Premisa.
La Retórica
Se denominan así porque son formadas por combinaciones de palabras o frases.
Su misión es adornar el estilo y hacerlo más fluido y elegante. Se usan en
cualquier parte del discurso (exordio, medio, peroración), nada más que como
ornamentos. Sin embargo, tienen también un contenido intelectual o emocional
que le da una fuerza nueva sobre su función ornamental. En su uso conviene
tener presente:
a)deben ser asimiladas por el orador.
Dicho de otra manera, deben familiarizarse con ellas, de manera tal que lleguen a
sus labios sin buscarlas ,ni mucho menos colocarlas a contrapelo en las
oraciones. Siempre se nota la figura que fue colocada y no nacida en el discurso
espontáneo. El orador que lo hace así, se acredita de preciosista y pierde, por lo
tanto ,todo su mérito .No olvidemos que el público no tolera, bajo ningún aspecto,
la presunción en un orador ,ni nada que parezca una preparación cuidadosa Por
ello, es bueno recalcar que primeramente un discurso es un diálogo, pero también
una controversia y, por ende, los oyentes exigen igualdad de condiciones entre
ellos y el orador;