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Charlie Chaplin

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PorPablo Giordano

La biografía del actor y director más popular del siglo 20 fue escrita por el inglés
Peter Ackroyd.

En 1915 era el hombre más famoso del mundo. En Francia fue una de las pocas
personas que un niño consciente de las novedades de su época podía reconocer.
No había nadie que no hablara de él. De él Lenin dijo: “Es el único hombre de la
Tierra al que me gustaría conocer”.

A 100 años de la aparición de la primera película de Charles Chaplin, Peter


Ackroyd publica una biografía sobre el creador de uno de los personajes más
populares de todos los tiempos: el vagabundo, el hombrecillo, Charlie o Charlot.
Ackroyd (Londres 1949), es un novelista y biógrafo inglés especializado en cine. El
libro Charlie Chaplin focaliza en la obra del cómico inglés más que en su
controvertida personalidad. Es un trabajo equilibrado que no abusa a la hora de
citar la propia autobiografía que el actor publicó en 1964. Chaplin había encargado
a Truman Capote que la revisara, pero después de las correcciones del escritor, el
actor quedó inconforme y lo insultó públicamente.

Chaplin era una persona ambiciosa y muy segura de sí misma. Al ver la costa
norteamericana, después de triunfar en Londres, le gritó que venía a conquistarla.
Al poco tiempo no sólo era conocido en todo Norteamérica sino que era el primer
actor occidental que logró popularidad en oriente. Su obra inspiró muchos
estudios, entre ellos uno que sostiene que en sus películas el culo masculino tiene
un protagonismo superior al de cualquier otra parte de la anatomía humana,
evidenciando un “carácter homoerótico”.

En Una mujer de París (1923) comenzó la actuación como la conocemos hoy:


naturalidad y realismo. Antes de esto, la actuación en cine se basaba en
pantomimas y énfasis de movimientos, gestos marcados con maquillaje y recursos
técnicos. Ante la ignorancia de los actores sobre la nueva forma de actuar, el
cineasta llegó a abofetear a una actriz y cuando empezó a llorar, la mandó a rodar.
Era un perfeccionista patológico: para ensamblar la primera escena de Luces de
la ciudad (1931), en la que le compra una flor a una mujer ciega interpretada por
Virginia Cherrill, se necesitaron dos años y 342 tomas.

Según Ackroyd, Chaplin fue una persona totalitaria, agresiva, un tanto misógina y
demente. Pero su personaje generaba empatía y sentimientos nobles. Se llegó a
decir que Hitler copió su aspecto para inspirar amor y lealtad. La primera vez que
Chaplin vio al Führer dijo: “Es una mala imitación mía”. Según Ackroyd “los dos
pretendían encarnar al hombre corriente que lucha contras las fuerzas de la
sociedad moderna, y ambos compartían el misterioso don de arrastrar tras de sí a
millones de personas con una especie de mágico poder hipnótico. Chaplin
interpretaba a un vagabundo, Hitler era literalmente un mendigo en la Viena de
sus años veinte. Los dos amaban a Napoleón y Jesucristo y se identificaban con
ellos. Los dos sufrían brotes paranoicos”.

Esta biografía conmemorativa parece ser la de uno de sus personajes y no la del


propio Chaplin. Quienes lo conocieron dicen que no pasaba más de tres horas
diarias sin actuar. Era un ferviente partidario del individualismo y despreciaba todo
intento de sistematización social. Del mismo modo, Charlot acabará convirtiéndose
a su vez en un auténtico símbolo de esa actitud y será mucho más conocido que
su creador.

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