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PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL ECUADOR

FACULTAD DE CIENCIAS HUAMANAS


ESCUELA DE ANTROPOLOGÍA Y ARQUEOLOGÍA
ANTROPOLOGÍA URBANA

ALIMENTACIÓN EN LAS CIUDADES:


Una aproximación desde la sostenibilidad

Sebastián Eguiguren
Junio de 2016
Índice

INTRODUCCIÓN…… .……………………………………………………………….2

CAPÍTULO I: CONCEPTOS SOBRE URBANISMO Y SOSTENIBILIDAD……… …….…3

CAPÍTULO II: AGRICULTURA URBANA EN LATINO AMÉRICA Y QUITO COMO


ALTERNATIVA FRENTE AL PARASITARISMO URBANO………………………… …...7

2.1 Escenario de la producción alimenticia en las ciudades…………… ……....7

2.2 Agricultura Urbana en Latino América y Quito……….…………… ………8

CAPÍTULO III: ANÁLISIS ACERCA DE LA AGRICULTURA EN LAS CIUDADES Y SU


RELACIÓN CON LA SOSTENIBILIDAD…………………………………………… ……...10

3.1 Las tres variables de la sostenibilidad… …… ……………………………10

3.2 Acerca de la transición de las ciudades parasitarias a ciudades


productivas…………………………………………………………………...…13

CONCLUSIONES…………..…………………………………………………………15

BIBLIOGRAFÍA……..…………………………………………………………..……16

1
INTRODUCCIÓN

Es un hecho innegable que en las ciudades se vive y continúa viviéndose un camino


desaforado a diferentes formas de colapso. Se puede evidenciar que el comportamiento
social en las ciudades se caracteriza por un agudo parasitarismo alimentario que es uno
de los ríos que desembocan en el gran mar de la insostenibilidad urbana. Debido a esta
situación, considero oportuno realizar una investigación general sobre el fenómeno en sí
y alternativas que empiezan a surgir frente a este escenario.

La pregunta central que ha motivado esta investigación ha sido formulada de la


siguiente manera:

 ¿Bajo qué formas se presenta el fenómeno de la agricultura urbana como


alternativa de sostenibilidad respecto a nuevas formas de producción alimenticia,
tomando a Latino América de manera general y a Quito de manera particular?

De esta manera, el objetivo de este proyecto investigativo consiste en elaborar


reflexiones a lo largo del trabajo a partir de las luces de la teoría y datos temáticos, para
poder delinear con mayor precisión el tema de la alimentación y la sostenibilidad
urbana, diferenciando sus características y matices.

La metodología que se llevará a cabo es en su totalidad de recolección bibliográfica, el


trabajo será, asimismo, nutrido tanto con datos cuantitativos como cualitativos, a fin de
ilustrar las dinámicas que surgen en el tema-problema.

El plan de obra está dividido en la presente introducción, un primer capítulo en donde se


profundizará sobre los lineamientos teóricos, un posterior capítulo de exposición del
escenario que nos incumbe, un tercer capítulo en donde se desarrollará a profundidad el
corpus reflexivo en base a los dos primeros capítulos y una cuarta sección dedicada a las
conclusiones de la presente obra.

2
CAPÍTULO I: CONCEPTOS SOBRE URBANISMO Y SOSTENIBILIDAD

En este capítulo se estudiará la relación entre urbanismo y sostenibilidad dentro de la


problemática de la alimentación en las ciudades, se incluyen sus características y
matices, dejando “listo el terreno” para abordar la problemática de las ciudades
parasitarias y productivas.

Especialmente en los últimos años se ha escuchado el término de sostenibilidad


asociado a la lucha contra el cambio climático, a cambios en las estrategias de
producción, sobre el tratamiento de recursos materiales, entre otros. Estos factores,
alrededor del mundo, se expresan en escenarios tanto rurales como urbanos.

Ahora bien, ¿cómo se presenta la urbe para que el tema de la sostenibilidad se haya
vuelto de uso recurrente? Varios autores han afirmado que “la ciudad en el siglo XXI
corresponde a un tipo de urbe singular, en el que sus moradores dejan una huella
ecológica y se someten a una baja calidad de vida (Campos, 2015: 5; Ramírez, 2009: 2).

A mi criterio, la baja calidad de vida en las ciudades referida por Campos, se expresa
desde relaciones sociales poco profundas debido a una estructura urbana que no permite
una mayor profundidad en las mismas (Wirth, 1962). Asimismo, existe una relación
deteriorada entre el humano citadino y los entornos naturales, cuyo principal mecanismo
causa que “la naturaleza que ingresa a la ciudad como riqueza material sale de ella bajo
la forma de deshechos, de materia muerta y contaminación” (Lezama, J. L., &
Domínguez, 2006: 434). Como vemos, la ciudad requiere constantemente “del uso y
aprovechamiento de los elementos que proporciona la naturaleza” (Ramírez, 2009: 4).
con la característica de que este accionar, especialmente cuando no se cuenta con una
planificación previa sobre impactos, produce índices de insostenibilidad en la urbe. A
manera de síntesis, la concentración de la población, del acervo financiero e impactos
ecológicos son agentes importantes en esta baja calidad de vida urbanamente
insostenible.

Al no existir una previa y posterior planificación urbana que estudie el impacto de cada
una de estas causales, las ciudades se van volviendo foco de problemas de
sostenibilidad. Es innegable que “el consumismo, el incremento del parque vehicular,
los procesos industriales” (Ibíd.: 2), la actitud extractivista de recursos naturales cuya

3
demanda por parte de la ciudad puede ser en determinado momento superior a la
capacidad de regeneración natural del recurso (…) y la generación de residuos cuyos
desechos urbanos que son vertidos pueden no ser asimilados por la naturaleza (Ibíd.).

A estas variables de insostenibilidad se suman “las causas de la creciente contaminación


del aire, el suelo y el agua (…) y sus consecuencias sobre la salud están asociadas al
proceso de urbanización no planificada” (Guimarães, 2003: 16), generando un
verdadero maremágnum el cual ha tenido como efecto inmediato la afectación de las
condiciones de vida sostenibles en las ciudades.

Es menester preguntarse, por consiguiente, acerca de parámetros de vida urbana


sostenibles. Más allá de la idea general de que la sostenibilidad hace solamente
referencia al plano ambiental, es posible definir a la sostenibilidad bajo tres pilares que
se han constituido como sus cimientos, varios autores coinciden en que esta división
tripartita de la sostenibilidad se resumen en el aspecto ambiental, económico y social
(Cfr. Ramírez, 2009 ; Campos, 2015 ; Rueda, 2001). Se agrega que si “una propuesta
de desarrollo urbano [o planificación urbana] no considera al menos estos tres
elementos, no puede considerarse sostenible” (Ramírez, 2009: 2). Considero que los tres
factores nombrados son fundamentales en la generación de propuestas de sostenibilidad
debido a lo trenzados que se encuentran uno en relación al otro dentro del
conglomerado urbano-social, y que su alcance exitoso se basa en la perdurabilidad de
los mismos.

Ahora bien, a manera de esclarecer cada uno de los aspectos, el mismo autor sostiene
que estos pilares se expresan bajo los siguientes parámetros, ordenados en base a sus
afirmaciones:

4
Ámbito Detalle
Ambiental Mediante la protección de ecosistemas y
generación de nuevos espacios que no
degeneren el suelo ni produzcan residuos
o emisiones.
Social Mediante participación ciudadana en
nuevos proyectos de sostenibilidad.
Económico Mediante generación de empleos y
espacios que induzcan el desarrollo
económico equitativo, evitando lógicas de
competitividad en la urbe.

Tabla 1.1 Elaborada por el autor de la monografía (Cfr. Ramírez, 2009).

Ahora bien, es oportuno considerar que el tema de la sostenibilidad no ha sido abarcado


solamente desde la academia, sino principalmente por instituciones como la ONU. En
uno de los primeros encuentros internacionales para abordar la temática que nos
incumbe, celebrado en Río de Janeiro, se llegó a la siguiente definición sobre el término
de sostenibilidad:

el acto de satisfacer las necesidades de la actual generación sin comprometer la


capacidad de futuras generaciones para satisfacer sus necesidades, esto significa
reconocer el derecho de cada persona a un nivel de vida adecuado en cuanto a la salud
y el bienestar, incluido un acceso adecuado a la alimentación, el vestido, la vivienda,
el cuidado médico y a los servicios sociales necesarios (Centro de las Naciones
Unidas para los asentamientos humanos, 1991: 4).

Cómo es fácil de notar, el tema de la sostenibilidad se constituye por su amplitud,


abarcando numerosas aristas dentro de sus filas. En este caso, al interesarnos
particularmente sobre la alimentación, es imposible pasar por alto que esta variable es
una de las necesidades primordiales para los seres humanos y la satisfacción de la
misma es un asunto de prioridad máxima en relación a la calidad y garantía de vida de
los sujetos urbanos.

1
Elaborada por el autor de la presente monografía en base al trabajo de Alfredo Ramírez Treviño.

5
Dentro de esta discusión es fundamental referirse a la ciudad como ente parasitario en
relación a la producción de sus propios alimentos. De manera general, “los residentes en
las ciudades son consumidores, no productores de alimentos; a medida que se hacen
más numerosos en relación con los habitantes rurales, la carga de producción de
alimentos sobre estos últimos se vuelve mayor (Latham, 2002, Población, alimentación,
nutrición y planificación familiar: 45). La ciudad se caracteriza, por consiguiente, como
incapaz de satisfacer sus necesidades propias alimenticias en un encuadre que se
presenta cada vez más crítico debido a la amplia y creciente densidad poblacional que
parece no tener fin.

De la misma manera, comprendemos a toda “urbe contemporánea que no es considerada


parte de la naturaleza, (…) por el hecho de su dependencia de condiciones naturales
lejanas de la urbe misma” (Ramírez, 2009: 4). Asimismo, y en gran medida, “los
sistemas urbanos requieren, para mantener su organización una entrada de materiales y
energía que obtienen de la explotación de otros sistemas en la naturaleza” (Rueda, 2001:
1). Esta realidad se manifiesta con claridad en la relación entre los planos rural-
urbanos, en donde las ciudades son foco pasivo de recepción de alimentos, más su
configuración no les permite ser agentes activos de producción de insumos
alimenticios.

Considero que las ciudades parasitarias aún prevalecen en gran medida en


el orbe, debido a la falta de renovación en las planificaciones urbanas que no
consideran enteramente el problema de la insostenibilidad. Siguiendo esta
línea de ideas, Guimarães afirma que para que pueda haber “una posible transición hacia
la sostenibilidad, las regiones necesitan emprender transformaciones
(…) y reestructuraciones productivas” (2003: 19). Ante esta problemática se ha
planteado (Lezama, J. L., & Domínguez, J, 2006) enfatizar en la generación de nuevos
espacios productivos que generen, de manera siempre creciente, autosuficiencia
alimentaria para asegurar la posterior reproducción social (Ibíd.:439).

6
CAPÍTULO II: AGRICULTURA URBANA EN LATINO AMÉRICA Y QUITO
COMO ALTERNATIVA FRENTE AL PARASITARISMO URBANO

En este capítulo se realizará una revisión neta de los datos respecto a la situación de
latinoamericana y quiteña de la agricultura urbana.

2.1 Escenario de la producción alimenticia en las ciudades

Para la “organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación


(FAO)” (Latham, 2002, Nutrición internacional y problemas alimentarios mundiales en
perspectiva 2002: 3). el problema de la producción alimentaria en las ciudades es
afectado a nivel macro-global por el “acceso desigual a los alimentos en el mundo”
(Ibíd.: 3) a pesar de que se afirma que “mundialmente hay alimentos suficientes para
todos” (Ibíd. :4). Esta situación se ve afectada especialmente en los países en desarrollo,
ya que se estima que “el 20% de su población- no tienen todavía acceso a suficientes
alimentos para satisfacer sus necesidades básicas diarias” (Ibíd.: 4).

Además de los problemas de acceso a los alimentos, hay un porcentaje alto de


desperdicio de los mismos, “se calcula que alrededor del 25% de los granos producidos
se pierde debido a un mal manejo postcosecha, deterioro e infestacion por plagas (…), y
“al llegar a los hogares alrededor de un 10% se pierden en la cocina” (Ibíd.:11).

Ahora bien, retomando nuestra mirada a las urbes, es justo preguntarse acerca del papel
social en relación a la agricultura urbana como centro de producción alimenticia.
“En 1999, se determinó que 800 millones de personas en todo el mundo participaban
activamente en la agricultura, la ganadería, la pesca y la producción forestal en las zonas
urbanas y conurbadas” (FAO, 2014: 2), lo cual constituye una número de población
importante que seguramente sorprende a más de uno, ya que mayoritariamente estos
grupos humanos parecen estar invisibilizados y la problemática a nivel social es
generalmente desconocida.

7
2.1 Agricultura Urbana en Latino América y Quito

Antes de referirnos a la agricultura urbana en el plano particular de Quito, es importante


recalcar sobre el campo de acción a nivel latinoamericano y el tipo de sujeto urbano
que las practica.
La agricultura urbana abarca una amplia gama de actividades adaptadas a espacios
pequeños, desde el cultivo de hortalizas en los traspatios de las casas hasta la
producción intensiva de flores y la cría de animales pequeños para obtener huevos y
carne. Los huertos escolares y la horticultura familiar son las formas predominantes
de producción de alimentos en las zonas urbanas (FAO, 2014: 2).

Dentro de estos planos del mismo escenario que nos incumbe, los sujetos urbanos que
se desenvuelven con la agricultura urbana “proceden de familias de bajos ingresos y la
practican como una manera de reducir su gasto en alimentos y de obtener más ingresos
por la venta de sus productos. (Ibíd.) Es así como “la agricultura a pequeña escala es
una fuente de ingresos para la población procedente de las zonas rurales y para muchos
de los habitantes pobres de las zonas urbanas (Ibíd.:5). Esta práctica se vuelve de
importancia primordial para estas familias, ya que “las compras de alimentos
representan la mayor parte del gasto de los hogares de bajos ingresos” (Ibíd.:1).
Asimismo, “muchas personas que practican la agricultura urbana y periurbana para
consumo en el hogar también venden los excedentes, incluso los pequeños huertos
familiares suelen producir un pequeño excedente que se puede vender” (Ibíd.: 7).

Ahora bien, la situación de la agricultura urbana en Quito, según el informe de la FAO


(2014), destaca a nivel latinoamericano, “a pesar de que en Quito no hay políticas sobre
agricultura urbana” (Ibíd.:5). El recuento del 2014 cuenta con “800 huertos familiares y
128 huertos escolares” (Ibíd.:50).

Quito cuenta con aproximadamente “14 bioferias que funcionan semanalmente en zonas
de bajos ingresos, así como en los barrios acomodados” (Ibíd.:55). La generación de
estos espacios fomenta nuevas formas en la relación entre productor-consumidor, ya que
“los agricultores llegan a conocer a las personas que compran sus productos, mientras
que quien adquiere un producto sabe a dónde va su dinero y cómo beneficia a la
economía de las familias” (Ibíd.: 55).

La agricultura urbana en Quito es un fenómeno relativamente antiguo, ya que “entre


1980 y 2000, sucesivas oleadas de migrantes indígenas andinos habían casi duplicado la

8
población” (Ibíd.:50). Esta nueva población procedente del campo, se trasladó a
“asentamientos construidos en laderas y barrancos de los alrededores, muchos de ellos
habían recurrido a la agricultura de pequeña escala para alimentar a sus familias” (Ibíd.:
50).

Fue en los alrededores del Panecillo que

unas 1900 familias de bajos ingresos, incluyendo muchos migrantes internos se


asentaron. Fue allí donde un programa piloto, puesto en marcha en septiembre de
2000 y cofinanciado por la Municipalidad y varios asociados internacionales,
contribuyó a aumentar la producción de alimentos en huertos familiares, promovió el
reciclaje y la reutilización de los desechos orgánicos e instaló un vivero comunal.
También se desarrolló un fondo de microcrédito y se implementaron cuatro
proyectos, de participación comunitaria, para la transformación y comercialización de
los productos. El Proyecto de Agricultura Urbana Participativa (Agrupar), entró en
vigor en 2002, y estuvo inicialmente gestionado por la Dirección de Desarrollo
Humano Sustentable, desde 2005 está a cargo CONQUITO. (Ibíd.:51).

Los mecanismos del Proyecto Agrupar se caracterizan por promover la agricultura


urbana (Ibíd.) y operan

en las ocho zonas administrativas del Distrito Metropolitano de Quito. La agricultura


está a cargo de grupos comunitarios, familiares y escolares, y se establecen alianzas
con centros de atención a ancianos, madres solteras, niños abandonados, migrantes y
refugiados y con entidades de rehabilitación social, centros de salud, centros de
atención a discapacitados y comunidades religiosas. Según el último conteo, el
proyecto había ayudado a establecer 1 072 huertos activos incluidos 140 huertos
comunitarios, más de 800 huertos familiares y 128 huertos creados en escuelas y otras
instituciones y 314 unidades de producción de animales de granja. (…) De promedio,
en los huertos urbanos de Quito se cultivan como mínimo 50 especies de plantas
comestibles (Ibíd.:55).

Hoy en día, ¿la realidad de Quito permite el fomento de las actividades agrícolas
urbanas? A manera de cierre de esta sección, resulta interesante considerar que “la tasa
de pobreza de Quito es actualmente el 27% y 30% de la extensión total del Distrito
Metropolitano de Quito son terrenos baldíos (Ibíd.:57).

9
CAPÍTULO III: ANÁLISIS ACERCA DE LA AGRICULTURA EN LAS
CIUDADES Y SU RELACIÓN CON LA SOSTENIBILIDAD

Este capítulo se divide en reflexiones sobre las variables de sostenibilidad y el paso de


las ciudades parasitarias a productivas.

3.1 Las tres variables de la sostenibilidad

Cómo hemos visto en capítulos anteriores, el estado actual de la mayoría de ciudades


del mundo y Latinoamérica, se constituye por su inmersión en un pozo profundo de
insostenibilidad. Ante este panorama hemos presentado la propuesta de la sostenibilidad
urbana, expresada bajo tres pilares fundamentales que, como se analizará, son posibles
caminos hacia el paso de la generación de ciudades más productivas.

Ahora bien, antes de empezar analizando cada uno de estos tres pilares, recordemos que
éstas fueron postuladas con la finalidad de mejorar la calidad de vida de los sujetos
urbanos. Estos tres fundamentos se constituyen como los pilares que sostienen la casa
de la sostenibilidad, que, en último término, es el mundo en sí mismo y en este caso
particular, son las ciudades. Es necesario remarcar, a mi consideración, que dicha casa
no puede sostenerse por sí sola y si cualquier propuesta toma en cuenta solamente uno o
dos de estas columnas, la casa inevitablemente se vendrá abajo. Es por este motivo que
es menester el análisis integral de la misma.2

En el plano económico, se ha hablado de que la agricultura urbana es una fuente de


ingresos debido al ahorro que genera el autoconsumo y por la venta de excedentes en la
producción. La agricultura urbana responde de esta manera ante la necesidad básica de
alimentación, ya que el sembrar para consumo propio puede garantizar en un porcentaje
importante el abastecimiento alimentario. Sin embargo, no es posible realizar esta
empresa a escala mayor sin un cambio del paradigma cultural de la urbe que otorga a
sus sujetos un comportamiento meramente consumidor.

En cuanto a la venta de excedentes de la producción agrícola urbana, ésta varía según


los tamaños de los terrenos en la urbe. Como se ha mencionado, la mayoría de los
huertos urbanos en Quito se ubican en pequeñas parcelas dentro de las propiedades,
generalmente el área de estas varía entre los 100 y 400m2 (FAO, 2014: 55). por lo que

2
Partiendo de esta aseveración, se reflexionará primeramente sobre el pilar económico, ambiental y
finalmente el social.

10
los excedentes varían igualmente. Empero, más allá de que económicamente sea
importante la cantidad de excedentes, la mera existencia de la misma si es combinada
con una planificación urbana que impulse su venta, por ejemplo mediante bioferias
como en el caso de Quito, puede traer beneficios para las familias que practican este
tipo de agricultura. Sin embargo, considero que el punto de mayor fortaleza de esta
actividad se centra en el autoconsumo, que es pieza fundamental en el paso de ciudades
parasitarias a productivas.

Otro factor fundamental a nivel económico es el autoempleo generado por la agricultura


urbana. No es desconocido el hecho de la dificultad que representa encontrar empleos
dignos en la ciudad, sino se parte de grupos acomodados. De hecho, en los orígenes de
la agricultura urbana podemos apreciar que ésta surgió como estrategia de grupos
migrantes frente a esta dificultad. Es por este motivo que, si se lograra contar con una
planificación urbana que involucre a la agricultura, la tasa de desempleo en las ciudades
podría bajar, recordemos que se estima que el 30% del territorio urbano son lotes
baldíos, que pueden servir perfectamente (llegando acuerdos con los propietarios que
tienen estos espacios desocupados) para la generación de espacios laborales en donde se
pueden ejecutar proyectos como huertos comunales y ferias que los expendan. Esta idea
es expresada también en el informe de la FAO, afirmando que “se puede ayudar a
establecer la agricultura urbana como una actividad económica y a los agricultores
urbanos como una categoría profesional” (Ibíd.:6). De esta manera, considero que la
agricultura urbana se orienta como una alternativa material y real ante problemas
económicos de la región.

Ahora bien, una propuesta de sostenibilidad debe obligatoriamente incluir el ámbito


ambiental. El actual sistema basado en ingresar recursos naturales y excretar
contaminación actúa como una bomba de tiempo sobre la salud y condiciones de vida
apropiadas para la urbe. Ahora bien, si la agricultura convencional basada en agro-
tóxicos y deterioro del suelo al ingresar al campo urbano, el panorama, lejos de
solucionarse, se vería más complicado debido a las emanaciones y repercusiones
ambientales de este tipo de agricultura. Es por ello que considero que, al igual del caso
de Quito que hemos revisado, el camino ambiental debe basarse en la producción
orgánica.

11
El informe de la FAO afirma que la agricultura urbana “suministra (…) alimentos
locales frescos (…) y crea franjas verdes que mejoran la calidad de la vida urbana”
(Ibíd.:1). De esta manera, el plano paisajístico de la urbe puede también verse
favorecido, mejorando y protegiendo la diversidad de vida silvestre y faunística dentro
de las ciudades. A mi criterio, no es saludable concebir las ciudades solamente como
conglomerados de cemento, este tipo de urbe actualmente se encuentra
recalcitrantemente caducada debido a que no provee alternativas frente a los problemas
del cambio climático, sino que las genera.

En el plano social, la agricultura urbana se ha conformado, como ya hemos mencionado,


especialmente por habitantes procedentes de migraciones del campo a la ciudad. Sin
embargo, el caso de Quito, que no es ajeno a esta situación, ha incluido en el proceso
de agricultura urbana a grupos sociales vulnerables como madres solteras, adultos
mayores, niños abandonados, refugiados, entre otros3. De esta manera, mediante la
inserción de programas de agricultura urbana es posible elaborar una planificación
sostenida desde el punto de vista de inclusión social a grupos vulnerables. Sin embargo,
considero que es importante ir más allá, ya que esta actividad podría llegar a mayores
espacios sociales, dándole un profesionalismo y reconocimiento a la actividad agrícola
urbana debido a la importancia trascendental que tiene en la urbe para dejar atrás su
parasitarismo.

Ahora bien, como se mencionó en el primer capítulo, la estructura en sí de la ciudad se


encarga de que las relaciones sociales sean poco profundas debido a la continua
movilidad social en la misma (Cfr. Wirth: 1962: 10). Este problema al ser estructural no
puede modificarse a menos que la misma estructura se altere, sin embargo, los huertos
comunales y ferias barriales contribuyen a que la población acreciente el contacto entre
sí, una ejemplo de este hecho es que el consumidor cuando adquiere en ferias barriales o
“bioferias” conoce a que grupo familiar y social se dirige su dinero.

¿Qué problemas y limitaciones afronta la agricultura urbana a nivel social? En


cantidades considerables, los practicantes de la agricultura urbana la realizan en
“asentamientos ilegales”, este hecho suele desembocar en “falta de seguridad de los
agricultores (…) respecto a la tenencia de tierra” (Ibíd.: 6). Es por este tipo de hechos

3
Considero que a este grupo se podrían juntar los presos de la ciudad, que al ser reubicados en espacios
de generación de alimentos su proceso de rehabilitación se vería favorecido.

12
que la agricultura urbana se ha realizado, al menos en Quito, a escala pequeña y des-
institucionalizada. Ahora bien, al pensar a escala mayor es fundamental la inclusión de
estudios previos que no conviertan a la alternativa en un nuevo problema ambiental, y
garanticen su sostenibilidad.

3.2 Acerca de la transición de las ciudades parasitarias a ciudades productivas

Una de las limitaciones en la inclusión de la agricultura urbana radica en la necesidad de


un cambio de paradigma, ya que los recursos humanos y financieros destinados a la
agricultura se centran en áreas rurales (Ibíd.:57). En este cambio de paradigma, es
importante considerar que la cultura consumidora, bien arraigada en las ciudades,
deberá empezar cediendo terreno si se busca soluciones más sustentables para la
urbanidad. “En el entorno urbano, las restricciones de tiempo, disponibilidad de
alimentos procesados (…) y la conveniencia de la preparación son elementos (…) que
influyen en los patrones de consumo de alimentos” (Latham, 2002, Población,
alimentación, nutrición y planificación familiar: 45).

De esta manera, es justo preguntarse si las prácticas culturales que se dan en la


urbanidad son flexibles ante el nuevo hábito urbano de producción alimentaria. Como
vemos, el problema de la alimentación es un problema cultural, lo que es concebible en
un determinado espacio es impensable en otros lugares, tan impensable como lo es para
occidente que en algunas regiones de áfrica se beba sangre mezclada con leche (Ibíd.:
45).

El tema de la transición de las ciudades parasitarias a productivas se ve marcado en gran


medida por el cambio de paradigma cultural del cual nos referimos en los últimos
párrafos del apartado anterior. Mientras el comportamiento urbano, respecto a la
producción de insumos alimenticios, se defina por su comportamiento totalmente
consumidor, no podremos hablar de ciudades más sostenibles ya que la demanda de
productos en la urbe, como hemos revisado, es cada vez mayor y la capacidad de
generación en el plano rural se ve cada vez más afectado especialmente por migraciones
de la población joven, que se constituye como fundamental en la producción
alimenticia. En síntesis, la ciudad se caracteriza por su parasitarismo y su incapacidad
de autoproducción y autosuficiencia.

13
El estado de la cuestión de fondo, a mi parecer, yace en que el imaginario de la urbe
contemporánea no se percibe a sí misma como parte de la naturaleza (Ramírez, 2009),
sino como propietaria de la naturaleza, la cual puede ser desmembrada si es necesario
para satisfacer las necesidades de la ciudad.

14
CONCLUSIONES

Cada una de las manifestaciones de la agricultura urbana se encuentran contenidas en


espacios pequeños, que si bien a pesar de que hoy en día este fenómeno se realice
relativamente a pequeña escala y no genere cantidades suficientes de alimentos como
para sostener las necesidades de una ciudad, son un avance importante para que
en un futuro estas cifras puedan tornarse más importantes respecto a la totalidad de la
urbe.

La alimentación en las ciudades desde el punto de vista de la sostenibilidad que hemos


revisado, hoy en día es viable a nivel micro-regional, el tipo de cambio que se propone a
nivel macro-regional resultaría una verdadera revolución estructural en las lógicas de la
ciudad a nivel mundial y especialmente latinoamericana.

Sin embargo, la propuesta debe ser revisada debido a la importancia central de la


producción alimenticia en la urbe, ya que la agricultura citadina se presenta como una
alternativa capaz de generar nuevos ingresos, plazas laborales, adhesión social de
grupos vulnerables e incluso nuevas alternativas profesionales.

Paralelamente la agricultura urbana tiene la capacidad de contribución en la generación


de espacios naturales y sociales que fomenten la sostenibilidad, en pos de
garantizar la satisfacción de las necesidades vitales de las presentes generaciones y las
venideras.

Considero que la temática tiene importancia para posteriores estudios urbanos, ya que,
como hemos visto, su campo es amplio y requiere mayor profundización en cada una de
sus ramas.

El presente trabajo ha sido un intento de abordar la problemática para conocer las aristas
que compone una sola de las múltiples variables que engloba la problemática de la
sostenibilidad urbana.

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BIBLIOGRAFÍA

Campos Cortés, G. I., Teresa Rojas, K., & Monroy Ortiz, R. (2015). El reto de la
sostenibilidad urbana: AMECIDER – CRIM, UNAM. 20° Encuentro Nacional sobre
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