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5.

1 Disfunciones sexuales

El éxito del acto sexual depende de la integridad física de los órganos sexuales y
de los sistemas vascular, neurológico y endocrino. No puede haber acto sexual sin
un pene y una vagina funcionales.

Kaplan (1974) no define explícitamente el concepto de disfunción sexual, sin


embargo lo aborda como la situación resultante de un acto sexual vivido de manera
no satisfactoria.

Hawton (1985) refiere que una disfunción sexual es el deterioro persistente


los patrones normales de interés y respuesta sexuales.

Rubio, Diaz y Foulliux (1997) definen la disfunción sexual como una serie de
síndromes en los que los procesos eróticos de la respuesta sexual resultan no
deseables para el individuo o para el grupo social y que se presentan en forma
recurrente y persistente.

Bajo el nombre de disfunciones sexuales se incluyen todas aquellas


alteraciones (esencialmente inhibiciones) que se producen en cualquiera de las
fases de la respuesta sexual y que impiden o dificultan el disfrute satisfactorio de la
sexualidad (Labrador, 1994).

Las disfunciones sexuales abarcan diferentes formas de incapacidad para


participar en una relación sexual deseada. Se trata de una falta de interés, una
imposibilidad de sentir placer, un fracaso en la respuesta fisiológica necesaria para
la interacción sexual o una incapacidad para controlar o sentir el orgasmo. (García-
Giralda y San Martín, 2016)

Rubio y Díaz (1994) indican que existen cuatro características presentes en


todas las disfunciones sexuales:

1.- Se trata de procesos de naturaleza erótica: Se limita el concepto de


disfunción sexual a aquellos procesos eróticos que tienen que ver con el
funcionamiento del cuerpo, es decir, en los que se activan o se desean activar los
procesos de la respuesta sexual.
2.- Son procesos que se consideran indeseables: Existe acuerdo entre los
miembros de una sociedad en que sería más deseable que las personas no vivieran
sus procesos eróticos con las características de las disfunciones sexuales.

3.- Son procesos que se presentan en forma recurrente y persistente en la


vida erótica de las personas.

4.- Se presentan en la práctica clínica en forma de síndromes como un grupo


de síntomas que permite la identificación de grupos de personas con síntomas
similares pero no permite la identificación e las causas que las determinan.

Un examen de los datos epidemiológicos existentes indica que cerca de 40


a 45% de las mujeres adultas y 20 a 30% de los hombres adultos tienen al menos
una disfunción sexual (Lewis, Kersten, Fugl-Meyer, et al., 2004).

The Global Study of Sexual Attitudes and Behaviors (2004) indica que entre
las personas sexualmente activas de 40 a 80 años de edad, 28% de los hombres y
39% de las mujeres notificaron al menos un problema con el funcionamiento sexual
en el año anterior.

La Asociación Mexicana para la Salud Sexual (1997) propuso un sistema de


clasificación de los síndromes de disfunción sexual denominada Clasificación
AMSSAC, ordenada de la siguiente manera:

1.- Disfunciones del deseo sexual

a) Síndrome del deseo sexual hipoactivo

b) Síndrome del deseo sexual hiperactivo

2.- Disfunciones de la excitación sexual

a) Síndrome de excitación masculina inhibida

a.1) Con disfunción eréctil

a.2) Sin disfunción eréctil

b) Síndrome de excitación femenina inhibida


b.1) con disfunción de la lubricación vaginal

b.2) con disfunción sexual general (deseo hipoactivo y anorgasmia)

b.3) sin disfunción de lubricación

3.- Disfunciones del orgasmo

a) Síndrome de eyaculación precoz o de control ineficiente del reflejo


eyaculatorio

b) Síndrome de anorgasmia masculina

c) Síndrome de eyaculación retrograda

d) Síndrome de anorgasmia femenina

e) Síndrome de insensibilidad orgásmica

4.- Disfunciones causadas por respuestas fisiopatológicas no propias de los


procesos eróticos que interfieren con la respuesta sexual

a) Vaginismo

b) Síndromes de evitación fóbica de la experiencia erótica

c) Síndromes dolorosos durante la experiencia erótica (Dispareunia)

El DSM-IV considera estas cuatro categorías principales de disfunciones:

(1) Trastornos del deseo sexual, que incluyen deseo sexual inhibido (o
hipoactivo) y trastorno por aversión al sexo.

(2) Trastornos de la excitación sexual, diferenciándolo en el hombre


(trastorno de la erección) y en la mujer;

(3) Trastornos del orgasmo, diferenciando también entre disfunción


orgásmica femenina y masculina, e incluyendo además una categoría específica
para el diagnóstico de la eyaculación precoz;

(4) Trastornos sexuales por dolor, que comprenden la dispareunia y el


vaginismo. A estas categorías se añaden: disfunción sexual debida a la condición
médica general; disfunción sexual inducida por sustancias y disfunción sexual no
especificada.

En la 5ta versión del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales


se mencionan las siguientes disfunciones sexuales. Se especifica la descripción del criterio
A del respectivo trastorno:

Eyaculación retardada: Es caracterizada por un retardo marcado de la


eyaculación e infrecuencia marcada o ausencia de eyaculación.

Trastorno eréctil: Se caracteriza por una o todas de las siguientes


descripciones: Dificultad marcada para conseguir una erección durante la actividad
sexual, dificultad para mantener la erección hasta finalizar la actividad sexual y/o
una reducción marcada de la rigidez de la erección.

Trastorno orgásmico femenino: Retraso marcado, infrecuencia marcada o


ausencia de orgasmo. Reducción marcada de la intensión de las sensaciones
orgásmicas.

Trastorno del interés o excitación sexual femenino: Ausencia o reducción


significativa del interés/excitación sexual femenina, que se caracteriza por interés
ausente o reducido en la actividad sexual, fantasías o pensamientos sexuales o
eróticos ausentes o reducidos, inicio reducido o ausente de la actividad sexual y
habitualmente no receptiva a los intentos de la pareja por iniciarla, excitación o
placer sexual ausente o reducido durante la actividad sexual en casi todas o todas
las ocasiones de la actividad sexual en pareja, excitación o placer sexual reducido
o ausente en respuesta a cualquier invitación sexual erótica interna o externa y por
sensaciones genitales o no genitales ausentes o reducidas durante la actividad
sexual en casi todas las ocasiones de la actividad sexual en pareja.

Trastorno de dolor genito-pélvico/penetración: Se caracteriza por


dificultades persistentes o recurrentes en la penetración vaginal durante las
relaciones, marcado dolor vulvovaginal o pélvico durante las relaciones vaginales o
en los intentos de penetración, dolor o ansiedad de sentir dolor vulvovaginal o
pélvico antes, durante o como resultado de la penetración vaginal y tensión o
contracción marcada de los músculos del suelo pélvico durante el intento de
penetración vaginal.

Trastorno de deseo sexual hipoactivo en el varón: Fantasías o


pensamientos sexuales o eróticos y deseo de actividad sexual reducido o ausente
de forma constante o recurrente.

Eyaculación prematura (precoz): se caracteriza por un patrón persistente


o recurrente en que la eyaculación producida durante la actividad sexual en pareja
sucede aproximadamente en el minuto siguiente a la penetración vaginal y antes de
que lo desee el individuo.

Todos los trastornos comparten los mimos criterios B, C y D, así como la


especificación de los rubros donde se menciona si el trastorno fue adquirido o ha
sido padecido de por vida, especificar si es situacional o generalizado y el nivel de
gravedad leve, moderado o grave.

B. Los síntomas del Criterio A han persistido durante unos seis meses como
mínimo.

C. Los síntomas del Criterio A provocan un malestar clínicamente significativo


en el individuo.

D. La disfunción sexual no se explica mejor por un trastorno mental no sexual


o como consecuencia de una alteración grave de la relación u otros factores
estresantes significativos y no se puede atribuir a los efectos de una
sustancia/medicación o a otra afección médica.

Especificar si:

De por vida: El trastorno ha existido desde que el individuo alcanzó la


madurez sexual.

Adquirido: El trastorno empezó tras un periodo de actividad sexual


relativamente normal.
Especificar si:

Generalizado: No se limita a determinados tipos de estimulación, situaciones


o parejas.

Situacional: Ocurre solamente con determinados tipos de estimulación,


situaciones o parejas.

Especificar la gravedad actual:

Leve: Evidencia de malestar leve a causa de los síntomas del Criterio A.

Moderado: Evidencia de malestar moderado a causa de los síntomas del


Criterio A.

Grave: Evidencia de malestar grave o extremo a causa de los síntomas del


Criterio A.

Disfunción sexual inducida por sustancias: Disfunción sexual


clínicamente significativa que se explica por completo por la intoxicación de una
sustancia o por el uso de medicación.

Otra disfunción sexual especificada: Esta categoría se aplica a


presentaciones en las que predominan síntomas característicos de una disfunción
sexual que causan un malestar clínicamente significativo en el individuo, pero que
no cumplen todos los criterios de ninguno de los trastornos de la categoría
diagnóstica de disfunción sexual.

Disfunción sexual no especificada: Esta categoría se aplica a


presentaciones en las que predominan los síntomas característicos de una
disfunción sexual que causan un malestar clínicamente significativo en el individuo,
pero que no cumplen todos los criterios de ninguno de los trastornos de la categoría
diagnóstica de disfunción sexual.
5.1.1 Biológicas

Cualquier modificación anatómica o fisiológica en el organismo puede


provocar situaciones de malestar o imposibilidad para la realización de una actividad
sexual satisfactoria. Cuando se producen de manera directa en los órganos
sexuales o en su fisiología, los efectos serán claros; sin embargo, son de gran
importancia los que no estando en relación directa con los órganos sexuales,
afectan tanto el desempeño sexual, como la respuesta sexual y los aspectos
subjetivos de la misma (Alvarez-Cayou, 2011).

Causas naturales

Este grupo se refiere a modificaciones anatómicas y fisiológicas que se dan


como producto del proceso de evolución biológica de los individuos, los que, aun
siendo naturales, pueden producir insatisfacción y alteración en la respuesta sexual,
con lo que se convierten en disfunciones. Procesos naturales como el embarazo y
la vejez pueden ser causa de disfunciones ((Alvarez-Cayou, 2011).

Sexualidad en la vejez

Una situación que por frecuente se convierte en importante, es la referente a


los cambios fisiológicos que el proceso de envejecimiento provoca en los seres
humanos. Los cambios que se presentan con la edad en la respuesta sexual de las
mujeres son:

a) Disminución en la congestión vulvar

b) Mayor tendencia entre la aplicación del estímulo sexual efectivo y la


aparición de lubricación vaginal

c) Disminución en la cantidad de lubricación vaginal

d) Menor intensidad de las contracciones clónicas de la musculatura perineal.

En el varón, los principales cambios que se presentan con la edad en la


respuesta sexual son:
a) mayor latencia entre el estímulo sexual efectivo y la erección (corresponde
en la mujer al mismo fenómeno de latencia hasta la lubricación);

b) erecciones menos firmes (hipolubricación femenina);

c) disminución de la fuerza de las contracciones musculares orgásmicas (el


mismo fenómeno en la mujer), por lo que disminuye la fuerza de la
eyaculación;

d) menor del volumen del semen que en el joven fluctúa entre 3 y 5 mL y en


el anciano de 1 a 3 mL.

Causas patológicas

Diversa enfermedades, locales o generalizadas, pueden provocar


alteraciones en la respuesta sexual de las personas o en la capacidad de percepción
subjetiva del placer.

En primer lugar, deben mencionarse los padecimientos locales de los


órganos sexuales, ya sean de origen genético, congénito, degenerativo o infeccioso.
Las enfermedades urológicas y ginecológicas, por contigüidad anatómica, pueden
afectar la respuesta sexual de los pacientes. En estos casos, depende de la
localización del daño el efecto que surge sobre las diversas fases de la respuesta
sexual.

Las disfunciones de la fase de estímulo sexual efectivo, la apatía sexual y


disritmia pueden tener diversas causas orgánicas patológicas. Cualquier
enfermedad que debilite, incapacite, provoque dolor o molestias a una persona,
podrá causar apatía sexual o falta de interés. Se incluyen padecimientos graves y
crónicos como: infarto del miocardio, insuficiencia renal, artritis, al igual que
padecimientos menos graves y de menor duración como gripe, fractura ósea,
esguince, migraña, y muchos más (Alvarez-Cayou, 2011).

Fármacos, drogas y sexualidad

La eyaculación retrógrada es la eyaculación intravesical. Esta disfunción es


la única cuyas principales causas son biológicas. La provoca cualquier enfermedad,
cirugía, traumatismo o fármaco que altere el control simpático del esfínter vesical o
impida el cierre completo del cuello vesical. Pueden provocarla los tranquilizantes
mayores y antihipertensivos ya mencionados. En especial, el sulfato de guanetidina,
que a dosis terapéuticas provoca problemas de la erección y eyaculación, e incluso
eyaculación retrógrada en 50% de los pacientes. Hasta la fecha no se sabe de
fármacos que originen vaginismo o dispareunia en forma directa.

De modo indirecto, cualquier droga o fármaco que provoque hipolubricación


podrá ocasionar dispareunia y vaginismo en algunos casos, pero se requiere de
investigación concluyente al respecto.

En la medida en que los sexoterapeutas, médicos y laboratorios


farmacéuticos reconozcan la salud sexual como parte integral de la salud de las
personas, realizarán mayores estudios que permitan conocer los efectos
secundarios que provocan diversos fármacos sobre la sexualidad. Entonces podrá
prevenirse a los consultantes y brindar mejor atención profesional (Alvarez-Cayou,
2011).

Cirugía y sexualidad

Diversos procedimientos quirúrgicos pueden modificar la respuesta sexual con


relativa frecuencia; constituyéndose así la cirugía el factor causal iatrogénico de
algunas disfunciones sexuales.

Se ha informado apatía sexual como secuela posoperatoria en pacientes de


ambos sexos sometidos a ostomías. En la mujer suele ocurrir apatía sexual después
de mastectomía e histerectomía.

La incompetencia eréctil y la hipolubricación suelen presentarse como


secuelas posoperatorias. Debe señalarse la falta de estudios respecto a la
lubricación femenina, por lo que deberá quedarse a nivel de hipótesis. Entre las
intervenciones quirúrgicas que provoca incompetencia eréctil está prostatectomía
por vía perineal, simpatectomía lumbar, cistectomía, ileostomía y colostomía.
La incompetencia eyaculatoria parcial o total y quizá la preorgasmia pueden
ser secuelas de cirugía como: simpatectomía lumbar, cirugía de fusión espinal y
cirugía correctiva de aneurisma de la aorta abdominal (Alvarez-Cayou, 2011).

5.1.2 Psicológicas

Después de descartar la causa biológica de una disfunción sexual, se


procede a analizar si su origen es psicológico o psíquico (Alvarez-Cayou, 2011).

Carácter de la personalidad como causa de las disfunciones sexuales

Erich Fromm (1978) Propone cuatro tipos de personalidad caracterizadas por


rasgos peculiares que en consecuencia afectan su vida sexual. Se describen a
continuación:

Receptiva

En materia sexual, la orientación receptiva se caracteriza por una gran dependencia


de la pareja, o muy receptivos, es decir, pasivos en el acto sexual o, por el contrario,
con un deseo constante de agradar al otro con el objeto de conservar su aprecio y
no ser rechazado. Entre quienes tienen una expresión comportamental de la
sexualidad de masoquismo acentuado (no erótico o eroticosexual), suele haber
personas con esta orientación.

Con frecuencia, en quienes predomina esta orientación sienten que la


relación sexual es un acto mediante el cual puede refrendar u obtener atención y
amor de la otra persona. De esta manera, “hacer el amor” se convierte en una
especie de prueba en la que se tiene que cumplir con un estándar mínimo de
eficiencia o correr el riesgo de ser rechazado o no querido.

Cuando en una persona predominan los rasgos negativos de la orientación


receptiva, esta última puede contribuir o ser causa de las disfunciones de la fase
vasocongestiva primaria, es decir, de la hipolubricación en la mujer y la
incompetencia eréctil en el varón.

Exploradora
En materia afectiva amorosa, los que presentan la orientación exploradora negativa
acentuada sólo se sienten atraídos por sustraer el afecto que las personas le han
dado a otros, igual que sus enamoramientos.

En la relación eroticosexual son individuos pasivos que de alguna manera


ejercen su coerción u obligan al otro a acariciarlo o darle placer en la forma que él
determina, manipulando o incluso agrediendo, en ocasiones, con violencia.

Las disfunciones sexuales que pueden presentarse por esta orientación


caracterológica son: incompetencia eréctil e hipolubricación, ya que el explorador
es presuntuoso y arrogante, sentirá la necesidad de demostrar en la intimidad
muchas de las hazañas de las que se ha jactado, estableciéndose así la necesidad
de un desempeño óptimo que es causa frecuente de disfunciones.

Acumulativa

En sus relaciones amorosas, los sujetos acumulativos poseen a la persona


amada y pretenden inmovilizarla como ellos.

En la persona que predomina la orientación acumulativa habrá expresiones


comportamentales de la sexualidad como fetichismo, necrofilia, coprofilia y, algunos
casos, zoofilia y gerontofilia por la atracción a lo antiguo y a la soledad.

En materia de disfunciones sexuales, la orientación acumulativa puede ser la


causa de apatía sexual por la dificultad y el disgusto que tienen de relacionarse con
otras personas. Asimismo, la incompetencia eyaculatoria, preorgasmia y
anorgasmia pueden tener origen en esta orientación. El mecanismo podría consistir
en que la persona traslada esta incapacidad para dar o desprenderse de algo, a la
relación eroticosexual, en la que eyacular y o tener orgasmos implica entrega de sí
mismo al otro.

Mercantil

En las relaciones amorosas y afectivas de estas personas predomina el aspecto


utilitario más que la búsqueda, en la compañera o compañero, de cualidades;
buscarán las que sean más aceptables socialmente (buena familia, grupo social,
medios económicos) o características que puedan permitir a la pareja venderse
mejor en el mercado social.

En materia de expresiones comportamentales de la sexualidad, más que


tener alguna en especial, dependen de lo que sea más conveniente en determinado
momento, incluso cambiar a conveniencia.

En cuanto a disfunciones, en esta orientación, la sexualidad erótica es “un


medio para” y se convierte en una acción “fría”, por lo que suele haber apatía y
disritmia en las parejas que tienen un compañero con orientación mercantilista
predominante (Alvarez-Cayou, 2011).

Ansiedad como causa de disfunciones

La sexualidad puede ser amenazante y producir ansiedad cuando se prevé


que su ejercicio representa un daño.

Las disfunciones sexuales de cualquiera de las fases pueden producirse por


condiciones de ansiedad ante cualquier circunstancia. Así, una persona ansiosa por
conflictos, frustraciones o amenazas laborales, familiares o económicas, puede
tener disfunciones sexuales. Como se expone en el estudio clínico de las
disfunciones, es importante descartar la ansiedad de origen no sexual como factor
causal de una alteración en la respuesta sexual.

La culpa es quizás uno de los elementos más comunes de la ansiedad en


materia sexual. Esto se debe a la connotación pecaminosa, indebida y sucia que se
da a la sexualidad y que provoca que algunas personas consideren que obtener
placer y satisfacción en la relación sexual no reproductora contraviene sus principios
y normas morales o se opone a normas sociales.

Dada la importancia que tiene la subjetividad en la ansiedad, es importante


recordar que no se puede unificar ni generalizar; lo que para alguien puede ser
causa de ansiedad, quizá no lo sea para otra; por lo tanto, deben tomarse en cuenta
las reacciones de la persona. Éstas pueden ser emocionales, evidentes y cognitivas.
(Alvarez-Cayou, 2011).
Padecimientos psiquiátricos

Existe la creencia de que los padecimientos psiconeuróticos y psicóticos se


acompañan de problemas sexuales. Un estudio de Pinderhages (1972) demostró
que más de 80% de los psiquiatras y 40% de los pacientes psiquiátricos de su
estudio pensaban que los trastornos psiquiátricos interferían necesariamente con la
sexualidad.

Un estudio de Winokur (1959) mostró que prevalencia de problemas sexuales


no era mayor en un grupo de neuróticos y psicóticos de lo que podría ser en la
población general, aunque este estudio confirmó una menor frecuencia coital en los
psicóticos que en los otros grupos.

En primer lugar, se encuentra el retraso mental como factor causal de


disfunciones; las personas con este problema conforman uno de los grupos a los
que se les niega la sexualidad.

Se sabe que el alcohol en pequeñas dosis puede tener efecto estimulante


sexual por desinhibición cortical, pero en mayores dosis y cuando la ingestión es
crónica, el efecto es el de un abatimiento de la respuesta sexual. No es raro que el
alcohólico presente incompetencia eréctil y, tal vez, la alcohólica tenga
hipolubricación.

No se conocen estudios sobre psicosis enfocados a la sexualidad, salvo que


a veces interviene en forma importante en los delirios y alucinaciones. Muchos de
los fármacos usados, en especial los tranquilizantes potentes, tienen efectos
deletéreos sobre la respuesta sexual (Alvarez-Cayou, 2011).

5.1.3 Sociales

Factores familiares

Masters y Johnson (1966) mencionan la existencia de antecedentes de padres


perfeccionistas, dominantes y demandantes, en algunos casos, de incompetencia
eréctil. Al parecer, esta actitud es destructiva para la autoconfianza y competencia
sexual de sus hijos. Estos autores refieren el antecedente de madres cuyo
comportamiento era seductor y manipulador, que minaba de alguna manera la
capacidad y seguridad del hijo para relacionarse con personas del sexo opuesto.

Por su parte, Fisher (1973), en un grupo de mujeres estadounidenses,


encontró una predisposición a tener baja capacidad orgásmica en aquéllas que
referían un trato casual y permisivo por parte de su padre. No se encontró
correlación con el tipo de trato de la madre, considerando el autor de mayor
importancia la relación con el padre por ser con él con quien se establece la primera
relación con el otro sexo, y este tipo de trato puede interpretarse como un trato
lejano, despegado y sin interés. Fisher también encuentra correlaciones entre
capacidad orgásmica baja y ausencia del padre, por muerte, separación o ausencias
prolongadas.

Uddenberg (1974) informó que en un estudio realizado en 101 mujeres


suecas, se observó una correlación significativa con una relación paterna mala,
caracterizada por un padre austero, incomunicativo o de “mal carácter”. Las
pacientes no refirieron características significativas respecto a su madre; sin
embargo, al entrevistarlas, se las notó más ambivalentes y negativas en su trato
hacia los pacientes en la infancia que a las madres de un grupo control. En este
mismo estudio, el autor mostró correlación entre menor satisfacción sexual y
frecuente discordia entre los padres.

Economía

El nivel de ingreso económico de las personas puede ser también factor causal de
disfunciones. Kinsey (1948) demostró cómo el comportamiento sexual se modifica
por factores sociales diversos, entre ellos, el económico. Esta circunstancia reviste
aún mayor importancia en los países en vías de desarrollo.

En México, donde la mayor parte de las familias están compuestas por más
de cinco miembros y se ven forzados muchas veces a vivir en una sola habitación,
resulta imposible tener intimidad y privacidad. Esta circunstancia, aunada a una
educación represiva en la que la mujer, sólo sirve para proporcionar placer y servicio
al hombre y estar embarazada, es una causa del gran número de mujeres
anorgásmicas.

La situación anterior se refiere a la población de menor ingreso; sin embargo,


entre la clase media se encuentran situaciones similares respecto a la falta de
privacidad. Varias parejas han asistido a consulta por una disfunción causada por
vivir en casa o departamento de interés social. La pareja o uno de sus miembros
presenta una inhibición, ya sea de la fase vasocongestiva o mioclónica, porque las
paredes de su vivienda permiten que se escuche todo lo que dicen y hacen sus
vecinos; éstos escucharán todo lo que la pareja haga, diga o exclame durante la
relación sexual, y la respuesta sexual se inhibe.

La misma situación se plantea en el caso de viviendas donde en habitaciones


adyacentes se encuentran los hijos de la pareja. Los anteriores son sólo dos
ejemplos que muestran en forma clara cómo múltiples factores vinculados al ingreso
y nivel económicos pueden tener trascendencia sobre el desempeño y disfrute
sexual, y llegar a ser factores que originen disfunciones (Alvarez-Cayou, 2011).

5.1.4 Educativas

La educación que se recibe, primero en el hogar, después en la escuela, en la calle


y en todas las circunstancias sociales, conforma la personalidad y todas las
creencias, actitudes y conocimientos que tendrán profunda influencia en el
comportamiento. Asimismo, depende de la forma en que se aborde la sexualidad
que serán las consecuencias sobre el comportamiento y la respuesta sexuales.

Masters y Johnson (1978) señalaron que las ideas religiosas muy ortodoxas
eran causa de disfunciones en un número importante de pacientes. Encontraron en
30% de sus pacientes un antecedente de educación represiva de la sexualidad, y
en 25% la sexualidad nunca era mencionada en sus familias.

En nuestro medio, desde pequeños se nos enseña que los órganos sexuales
son una zona sucia que no puede tocarse, se debe ocultar y a la que incluso no
podemos nombrar, razón por la que se le denomina: “pajarito”, “cosita” y de otras
formas. Los niños a quienes se sorprende tocando o explorando sus órganos
sexuales son reprendidos con frases como: “eso no se hace”, “cochino”, “se ve feo”,
incluso con frecuencia es castigado.

Esta educación restrictiva y negadora de la sexualidad aparece con


frecuencia en historias clínicas de consultantes con disfunciones. En algunos se
presenta como el principal factor causal, en tanto que en otros viene a ser un
coadyuvante importante al establecimiento de la disfunción.

Una creencia muy arraigada, en algunas mujeres, es que existen dos tipos
de orgasmo: uno clitorídeo y otro vaginal. El segundo es el “sano” o “adecuado”.
Esta información falsa hace que con frecuencia haya mujeres anorgásmicas y
preorgásmicas cuando, con sólo realizar o aceptar un poco de estimulación
clitorídea, podrán ser orgásmicas y llevar una vida sexual placentera y satisfactoria.

En el varón existe la opinión (compartida por muchas mujeres) de que


proporciona más placer un pene más grande. De ahí que existen aparatos, incluso
ejercicios, que su puestamente aumentan su tamaño. Esta creencia hace que
algunos hombres tengan un fuerte sentimiento de devaluación, que a través de
ciertos mecanismos (antes señalados), lo puedan llevar a una disfunción.

Otra opinión frecuente se refiere al orgasmo simultáneo. Existen muchas


parejas que consideran que para que una relación sexual sea en verdad
satisfactoria es indispensable que ambos lleguen simultáneamente al orgasmo. A
menudo y dada la dificultad para lograrlo, esto produce insatisfacción; en otros, se
desarrollan disfunciones por la ansiedad implícita en lograrlo.

Muchos hombres piensan que la mujer puede recibir el pene dentro de la


vagina en cualquier momento, sin la menor preparación y desconocen la necesidad
de lubricación adecuada; por tanto, con frecuencia, hay mujeres que consultan por
dispaurenia, preorgasmia o anorgasmia (Alvarez-Cayou, 2011).

Procesos de aprendizaje

Hay diversos procesos de aprendizaje que pueden ser causas directas o indirectas
de disfunciones sexuales, los principales son: el condicionamiento negativo o
aversivo, el condicionamiento evasivo pasivo o activo, el reforzamiento negativo, el
aprendizaje por observación y el aprendizaje cognitivo.

Se habla de condicionamiento negativo aversivo cuando una situación dada


siempre se asocia con daño, castigo o reprobación. Eso se observa con frecuencia
cuando la familia y el medio castigan, reprueban y en ocasiones dañan al individuo
que expresa su sexualidad.

En ocasiones, cuando los individuos buscan reducir la ansiedad pueden


utilizar uno de los siguientes mecanismos; por un lado el condicionamiento evasivo
activo o el condicionamiento evasivo pasivo, o simplemente la persona no participa
en ninguna actividad sexual y se niega a ello.

El aprendizaje por observación interviene en forma importante en el origen


de las disfunciones. En este caso, la persona imita y aprende comportamientos y
actitudes que después originan disfunciones.

El aprendizaje cognitivo puede también convertirse en origen de


disfunciones. Aquí interviene el aprendizaje de creencias o información incorrectas
que muchas veces se adquiere respecto a la sexualidad. Es muy importante la falta
de información que proviene de hogares en los que no se menciona el tema de la
sexualidad, reforzado por información inadecuada a través de los medios masivos
de comunicación (Alvarez-Cayou, 2011).

5.2 Expresiones comportamentales de la sexualidad

5.2.1 Parafilias

Categoría diagnóstica empleada por la Asociación Americana de Psiquiatría para


describir patrones atípicos de excitación o conducta sexual que se hacen
problemáticos a los ojos del individuo o de la sociedad. Los impulsos son
recurrentes o inevitables o estresantes para el individuo. (De las raíces griegas para-
que significa «al lado de», y philos, que significa «amante».)

Las parafilias se dan cuando hay excitación sexual como respuesta a


estimulación inusual con niños u otras personas que no dan su consentimiento
(como personas a las cuales uno observa o a las cuales uno expone sus genitales),
o cuando se produce a otra persona dolor o humillación (Seligman & Hardenburg,
2000).

Las personas con parafilias normalmente sienten que sus impulsos son
persistentes, de difícil control o compulsivos. El diagnóstico psiquiátrico de parafilia
requiere que la persona haya actuado siguiendo sus impulsos o esté visiblemente
angustiada por ellos. (Seligman & Hardenburg, 2000).

Rathus, Nevid y Fichner-Rathus (2005) conceptualizan las parafilias de la


siguiente manera:

Fetichismo: Un objeto inanimado provoca la excitación sexual. Las prendas


de ropa (por ejemplo, la lencería femenina, los guantes, los zapatos o las botas) y
los objetos hechos de goma, cuero, seda o piel están entre los objetos fetiches más
comunes.

El criterio A del DSM-V lo define como excitación sexual intensa y recurrente


derivada del empleo de objetos inanimados o un gran interés específico por parte(s)
del cuerpo no genitales, que se manifiesta por fantasías, deseos irrefrenables o
comportamientos, por un periodo de por lo menos seis meses.

Travestismo: Una persona de manera repetida se viste con ropa del género
opuesto para alcanzar la excitación o la recompensa sexual, o está relacionada con
impulsos recurrentes de vestirse con ropas del otro género. (De las raíces latinas
trans-, que significa «cruce», y vestis, que significa «prenda de vestir».) También
conocido como fetichismo travesti.

El criterio A del DSM-V lo define como una excitación sexual intensa y


recurrente derivada del hecho de travestirse, y que se manifiesta por fantasías,
deseos irrefrenables o comportamientos. Puede presentarse como fetichismo si la
excitación sexual se produce con tejidos, materiales o prendas de vestir o como
autiginofilia si la excitación sexual se produce con pensamientos o imágenes de uno
mismo como mujer.
Exhibicionismo: Consiste en impulsos persistentes y poderosos y fantasias
sexuales que conllevan la exposición de los genitales a extraños que no se lo
esperan, con el propósito de conseguir excitación o gratificación sexual.

El criterio A del DSM-V lo define como excitación sexual intensa y recurrente


derivada de la exposición de los genitales a una persona desprevenida, y que se
manifiesta por fantasías, deseos irrefrenables o comportamientos.

Voyeurismo: Implica impulsos fuertes y repetitivos por observar a personas


desconocidas que no sospechan nada y que están desnudas, desnudándose o
manteniendo relaciones sexuales. El voyeur se excita sexualmente observando, y
típicamente no busca relaciones sexuales con la víctima.

El criterio A del DSM-V lo define como excitación sexual intensa y recurrente


derivada de la observación de una persona desprevenida que está desnuda,
desnudándose o dedicada a una actividad sexual, y que se manifiesta por fantasías,
deseos irrefrenables o comportamientos.

Masoquismo: Las personas que asocian experimentar dolor o humillación


con la excitación sexual están dentro del masoquismo sexual. Un masoquista
sexual, o bien actúa, o está estresado, por impulsos persistentes y fantasías
sexuales que implican el deseo de ser atado, azotado, humillado, o bien que una
pareja sexual le haga sufrir de alguna manera, para conseguir la excitación sexual.

El criterio A del DSM-V lo define como excitación sexual intensa y recurrente


derivada del hecho de ser humillado, golpeado, atado o sometido a sufrimiento de
cualquier otra forma, y que se manifiesta por fantasías, deseos irrefrenables o
comportamientos.

Sadismo: El sadismo sexual se caracteriza por impulsos persistentes y


poderosos, y fantasías sexuales, que implican infligir dolor y sufrimiento sobre otros
para conseguir excitación o satisfacción sexual. Los impulsos son satisfechos o son
lo bastante perturbadores como para provocar angustia en la persona. Algunos
sádicos sexuales no se pueden excitar sexualmente a menos que hagan sufrir a sus
parejas sexuales.
El criterio A del DSM-V lo describe como excitación sexual intensa y
recurrente derivada del sufrimiento físico o psicológico de otra persona, y que se
manifiesta por fantasías, deseos irrefrenables o comportamientos.

El froteurismo consiste en rozarse contra una persona o tocarla sin su


consentimiento. Como ocurre con otras parafilias, el diagnóstico de froteurismo
requiere, o bien la necesidad de actuar bajo estos impulsos o bien el sentirse
angustiado por ellos.

El DSM-V lo define como excitación sexual intensa y recurrente derivada de


los tocamientos o fricción contra una persona sin su consentimiento, y que se
manifiesta por fantasías, deseos irrefrenables o comportamientos.

Otras parafilias

Una persona con zoofilia experimenta impulsos repetidos e intensos, y


fantasías relacionadas, que conllevan contacto sexual con animales. Como con las
otras parafilias, los criterios para este diagnóstico son que se actúe bajo la presión
de estos impulsos o que resulten angustiosos para la persona.

En la necrofilia, una parafilia rara, una persona desea actividad sexual con
cadáveres. Se han identificado tres tipos de necrofilia (Rosman & Resnick, 1989).
En la necrofilia regular, la persona tiene actividad sexual con una persona fallecida.
En el homicidio necrofílico, la persona comete un asesinato para obtener un cadáver
para sus propósitos sexuales. En la fantasía necrofílica, la persona fantasea acerca
del sexo con un cadáver, pero no realiza actos necrofílicos.

La pedofilia es el interés sexual por los niños. El DSM-V lo describe como


excitación sexual intensa y recurrente derivada de fantasías, deseos sexuales
irrefrenables o comportamientos que implican la actividad sexual con uno o más
niños prepúberes (generalmente menores de 13 años).

6.1 El origen de la violencia


El diccionario de la Real Academia Española (RAE) se habla de violencia cuando
se realiza una acción que desemboca en un estado "fuera de lo natural", una
ruptura de la "armonía", provocada por la acción de cualquier ente (RAE, 1992)

Heritier define la violencia como el uso intencional de la fuerza o el poder


físico, de hecho o amenaza, contra uno mismo, otra persona o un grupo o
comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte,
daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones.

Corsi describe a la violencia como una manera de resolver conflictos


interpersonales. La violencia implica eliminar obstáculos que se oponen al ejercicio
del poder. Para que la conducta violenta sea posible tiene que darse una condición:
la existencia de un desequilibrio del poder, que puede ser permanente o
momentáneo. La conducta violenta es sinónimo de abuso de poder, en tanto sea
utilizado para ocasionar daño a otra persona; consideramos a la violencia como una
situación en la que una persona con más poder abusa de otra con menos poder.

Según Galtung (1998): “Es el fracaso en la transformación del conflicto lo que


lleva a la violencia...la violencia en general, y la guerra en particular, no es sólo un
monumento al fracaso de la transformación del conflicto para evitar la violencia, sino
también el fracaso de utilizar la energía del conflicto para propósitos más
constructivos.”

Para Johan Galtung, la violencia está presente cuando los seres humanos se
ven influidos de tal manera que sus realizaciones afectivas, somáticas y mentales
están por debajo de sus realizaciones potenciales. (Galtung, 2003a)

Este investigador formuló, a finales de los años sesenta, varias distinciones


para ver cuáles son las dimensiones de la violencia: entre física y psicológica;
enfoque positivo y negativo sobre la misma; existencia o no de objeto receptor del
daño; existencia o no de un sujeto actuante, deliberada o no; manifiesta o latente.
(Galtung, 1985).

Arendt (2005) realizó un estudio sobre las bases teóricas de la violencia,


concluyendo que ésta es la expresión más contundente del poder y surge de la
tradición judeocristiana y de su imperativo conceptual de Ley. La violencia se
enraiza en lo más profundo y original de nuestra sociedad occidental, esto es, en
los principios más antiguos que fundaron nuestro pensamiento.

Sin embargo, la violencia no es "innata", sino que se "aprende" a lo largo de


nuestra vida. Así se ha encargado de señalarlo una y otra vez la Organización de
las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO, 1986),
en particular con el Manifiesto de Sevilla. Dicho manifiesto ha permitido avanzar en
la concepción de la violencia al considerarla un ejercicio de poder, refutando el
determinismo biológico que trata de justificar la guerra y de legitimar cualquier tipo
de discriminación basada en el sexo, la raza o la clase social. La violencia es, por
consiguiente, evitable y debe ser combatida en sus causas sociales (económicas,
políticas y culturales).

No obstante de la gran dificultad para llegar a un consenso para definir la


violencia, se han generado interesantes debates, entre los que se encuentran las
posturas instintivista, individual, interpersonal y cultural.

La violencia como instinto. Este modelo plantea que el hombre es una


criatura violenta; se argumenta que el comportamiento humano es similar al
comportamiento animal; entre más avanzada sea la especie, los machos son
habitualmente más agresivos que las hembras, lo que se ha tomado para sugerir
que las diferencias de género son naturales e inevitables” (Dallos, 1994).

Esta teoría minimiza la racionalidad humana; es decir, que el hombre como


especie pueda pensar, planear, reflexionar y comunicarse consigo mismo y con
otros (Dallos, 1994). Además, en contraste con las especies animales, los combates
entre machos de la misma especie acaban raramente en la muerte; sólo en el
hombre se encuentra el asesinato intra-específico colectivo.

La ciencia ha aportado conocimiento sólido con respecto a los


comportamientos de agresión intra-específica; no son comportamientos de origen
genético o biológico ni forman parte de la naturaleza humana (Héritier, 1996).
La violencia explicada desde lo individual, como una consecuencia de
rasgos personales, cuadros psicopatológicos, antecedentes familiares, formas de
vida, como: consumo de alcohol y drogas (Torres, 2001).

Los rasgos personales y los cuadros psicopatológicos. Estas


explicaciones señalan actitudes y comportamientos inadecuados por parte del
hombre violento; se trata de hombres pasivos, indecisos e inadaptados
sexualmente, lo que los lleva a conductas violentas (Torres, 2001).

Existen otras teorías que explican tanto la agresividad como la existencia de


conductas violentas, las cuales atribuyen factores etiológicos diferenciales
(biológicos, emocionales, cognitivos, ambientales…). Así encontramos estudios
basados en:

Teorías biologicistas como los de Halperin (1994) o Wurtman (1995) que


explican la agresividad desde las deficiencias genéticas, hormonales y de los
neurotransmisores.

Estudios fundamentados en “teorías del condicionamiento” (clásico, operante


y social) las cuales justifican el aprendizaje de este tipo de conductas a través de
distintas vías (Bandura y Walker, 1963; Berkowitz y Rawlin, 1963; Anderson y
Bushman, 2002 y Pahlavan, 2002).

Teorías psicoanalistas que explican las pulsaciones agresivas como innatas


y parte de la estructura psíquica del hombre (Freud, 1920).

Teorías como la de las habilidades sociales que explican la violencia como la


existencia de un déficit de las competencias o señales sociales apropiadas (Slee,
1993; Sutton y Smith, 1999).

Teorías miméticas según las cuales las relaciones humanas son conflictivas
y violentas a causa del deseo (Barahona, 2006 y Rojas Marcos, 1995).

Teorías sociológicas las cuales atribuyen este tipo de conductas a variables


ambientales y del contexto social (Ovejero, 1997).

6.2 Violencia de género


La definición más aceptada de violencia de género es la propuesta por la
Organización de las Naciones Unidas (1995): “todo acto de violencia sexista que
tiene como resultado posible o real un daño físico, sexual o psíquico, incluidas las
amenazas, la coerción o la privación arbitraria de la libertad, ya sea que ocurra en
la vida pública o privada.”

Fernández-Alonso (2003) señala que este tipo de violencia “hace referencia


a la violencia específica contra las mujeres, utilizada como instrumento para
mantener la discriminación, la desigualdad y las relaciones de poder de los hombres
sobre las mujeres. Comprende la violencia física, sexual y psicológica incluidas las
amenazas, la coacción, o la privación arbitraria de libertad, que ocurre en la vida
pública o privada y cuyo principal factor de riesgo lo constituye el hecho de ser
mujer”.

Mirat y Armendáriz (2006) la identifican como “cualquier acto de violencia


sufrido por una mujer por su pertenencia al género femenino, que tenga o pueda
tener como resultado un daño físico, sexual o psicológico y que abarca el homicidio,
las lesiones, las amenazas, las coacciones, la privación arbitraria de la libertad, la
libertad sexual y los tratos degradantes, tanto en la vida pública como en la privada”.

Moreno (2008) la define como “la violencia que los hombres ejercen contra
las mujeres basándose en la ideología del patriarcado o del machismo”
representada por la dominación legítima masculina sobre la mujer y situándolas en
una posición familiar, social y laboral secundaria (Alberdi y Rojas Marcos, 2005).

Copello (2005) señala que este tipo de violencia tiene como objeto a la mujer
debido a la desigualdad distributiva de los roles sociales.

6.3 Abuso psicológico

Diferentes autores han utilizado con un significado muy similar expresiones como:
abuso psicológico (Hoffman, 1984), agresión psicológica, violencia psicológica,
maltrato psicológico, maltrato emocional, abuso emocional (Ni- Carthy, 1986),
abuso no-físico (Hudson y McIntosh, 1981), abuso indirecto (Gondolf, 1987), abuso
verbal (Straus, 1979), abuso mental, tortura mental (Russell, 1982), manipulación
psicológica o acoso moral.

En el ámbito de la violencia de pareja, Tolman (1992) señaló como principales


formas de abuso psicológico las siguientes: producción de miedo, aislamiento,
monopolización, abuso económico, degradación, expectativas rígidas de roles
sexuales, desestabilización psicológica, negación emocional e interpersonal y
expresiones contingentes de amor. Por su parte, Sackett y Saunders (1999)
señalaron sólo los siguientes: ridiculización de rasgos, crítica al comportamiento,
ignorar y tener celos-control

En el ámbito de los grupos manipulativos, Biderman y Zimmer (1961)


propusieron ocho formas de abuso: hacer cumplir pequeñas exigencias, demostrar
omnipotencia y omnisciencia, concesiones ocasionales, amenazas, degradación,
control de las percepciones, aislamiento y fomento de la debilidad y del agotamiento.
Más recientemente, los autores de la Group Psychological Abuse Scale (Chambers
et al., 1994) obtuvieron a partir de ésta, cuatro subescalas, denominadas: sumisión,
explotación, dependencia ansiosa y control mental.

En el ámbito del abuso psicológico en el trabajo, Leymann (1990) propuso


cinco categorías de abuso: limitar la comunicación, limitar el contacto social,
desprestigiar su persona ante sus compañeros, desprestigiar y desacreditar su
capacidad profesional y laboral, y comprometer su salud. Por su parte, Zapf, Knorf
y Kulla (1996) propusieron las siguientes siete formas de atacar a la víctima: con
medidas organizacionales, con aislamiento social, a través de su vida privada, con
violencia física, atacando sus actitudes, con agresión verbal y con rumores.

En lo que coinciden muchos investigadores es en que el abuso psicológico


suele ser tan dañino como el físico o el sexual (Egeland y Erickson, 1987; O’Leary,
1999).

Investigaciones apuntan que las consecuencias adversas que provoca este


tipo de violencia en la salud del que la sufre se manifiestan incluso antes de la
aparición del maltrato físico (Follingstad, Rutledge, Berg, Hause, Polek, 1990) y con
un impacto psicológico igual o mayor al provocado por las agresiones físicas
(Henning y Klesges, 2003; Marshall, 1992; Sackett y Saunders, 1999; Street y Arias,
2001).

Algunos hallaron que la mayoría de víctimas estudiadas juzgaron la


humillación, la ridiculización y los ataques verbales como más desagradables que
la violencia física experimentada (Walker, 1979; Follingstad et al., 1990), lo que
también se recoge así en un informe de la OMS (1998) que indica que el peor
aspecto de los malos tratos no es la violencia misma sino la “tortura mental” y el
“vivir con miedo y aterrorizados”.

En muchas ocasiones, el afán de dominar al otro comienza por las formas


tradicionales de influencia y persuasión, y cuando éstas fallan se inician las
estrategias propias del llamado poder coercitivo y del control para extenderse a
otras formas de abuso psicológico, llegando en ocasiones a desembocar luego en
violencia física. Además, el clima de miedo y humillación generado por el abuso
físico fortalecería el impacto del empleo del abuso psicológico por parte del agresor,
como mantienen Shepard y Campbell (1992).

6.4 Abuso sexual

González (1995) define al abuso sexual como "cualquier hecho en el que se


involucra una actividad sexual inapropiada para la edad de la/el menor, se le pide
que guarde el secreto sobre dicha actividad y/o se le hace percibir que si lo relata
provocará algo malo a sí mismo, al perpetrador y/o a la familia (...). Este tipo de
experiencias son consideradas extrañas y desagradables para la/el menor."

Como mencionan Finkelhor y Dziuba-Leatherman (1994), “cierto tipo de


abuso sexual involucra actividades que, aunque ordinariamente son aceptadas
entre adultos, son victimizadoras en el caso de los niños por su inmadurez y
dependencia. Pero otro tipo de abuso sexual involucra una violencia y coerción que
sería victimizante aun en un adulto no dependiente”.

Según Rodriguez de la Cruz (1996), el abuso sexual contra niñas y niños es


“toda actividad sexual que un adulto o adulta impone, ya sea con engaños, chantaje
o fuerza a una persona que no tiene madurez mental o física para entender de lo
que se trata. Se presenta en varias formas: desde las palabras insinuantes, caricias,
besos, manipulación física y exhibición de los órganos sexuales, hasta la violación”

Según Urra (1995), el abuso sexual es un maltrato que agrede contra la vida
sexual del niño. El término “abuso sexual” se refiere a cualquier forma de interacción
sexual forzada entre un individuo y una persona que está en posición de poder sobre
el otro. Puede darse abuso sexual cuando, aún contando con el consentimiento de
la víctima, esta es mayor de 13 años y menor de 16, y el agresor se ha valido del
engaño para viciar el consentimiento.

Navarro y Cols, (2003), destacan que la definición de abuso sexual a


menores incorpora la noción de una acción sexual transgresora e impuesta a otro,
es decir una acción abusiva por parte de un agresor contra una víctima. Esta acción
abusiva está referida a conductas sexuales inapropiadas para la edad y el desarrollo
psico sexual del menor.

Cuando hablamos o nos referimos a los abusos sexuales en menores


podemos asegurar que no son iguales, no se produce la agresión de la misma
forma, no afectan de la misma manera a la integridad y evolución psicológica de la
víctima (Vázquez Mezquita y Calle 1997).

Existen diversas modalidades de abuso sexual según el tipo de acto


ejercido, Gómez realizó una clasificación que se expone en la tabla I.

Tabla I. Modalidades de abuso según Gómez (1998).

Violación
Penetración (Vaginal, anal,
Con contacto físico bucal)
Tocamiento
Conducta Física Actos sexuales con animales
Obligar a ver actos sexuales
Sin contacto físico Exhibicionismo
Falsas alegaciones

Implicar a menores en pornografía


Explotación Sexual Promover la prostitución infantil
Turismo sexual

Mutilación genital femenina


Culturales Casamiento con niño/as

Omisión No atender las necesidades de protección

Tabla II. Clasificación según la relación víctima-agresor de Navarro (2003).

El menor es agredido por una persona que


pertenece a su círculo social y es conocido
por la familia. La relación se da por cercanía
Conocido física, social o por ejercicio del rol de poder
que posee el agresor.
El abuso se ejerce generalmente mediante la
seducción, persuasión o coacción no
Extrafamiliar violenta.
La víctima no tiene un vínculo de
conocimiento o cercanía previo con el
abusador. Este es desconocido por la familia
Desconocido del menor. Comúnmente es una experiencia
única, puede ser violenta y es sufrida
mayoritariamente por adolescentes.
Padre En este caso, el abusador manipula el
Madre vínculo que mantiene con el menor a través
Tío de la utilización del poder que le da su rol. Es
Intrafamiliar Abuelo una agresión que se produce de manera
Hermano reiterada con el tiempo.

7.1 Consejo sexual

García-Giralda y San Martín (2016) explican el consejo sexual como una


forma de intervención sexológica puntual, generalmente centrada en un problema y
encaminada a informar sobre el mismo y favorecer en los pacientes un estilo
actitudinal que contribuya a su resolución. Si el consejo sexual forma parte de un
proceso de terapia sexual, se denomina entonces asesoramiento.

Para la OMS, el consejo sexual es un proceso dinámico de diálogo a través del cual
una persona ayuda a otra en una atmósfera de entendimiento mutuo (Guía de
Consejo. WHO, 1988). Tiene un notable efecto terapéutico, ya que permite al
paciente cuestionar su vivencia sexual, conceptualizar adecuadamente sus
problemas sexuales y verbalizar los mismos.

El objetivo del consejo sexual no debe centrarse exclusivamente en aquellos


pacientes que presenten disfunciones sexuales, sino también como estrategia de
prevención de estos problemas, ya que debemos alentar una relación sexual menos
vulnerable a las disfunciones sexuales y más gratificantes para el individuo y, en
definitiva, promover la salud sexual (García-Giralda y San Martín, 2016).

 La satisfacción sexual no sólo incluye la satisfacción genital, sino, además,


la satisfacción de nuestras necesidades afectivas, como la seguridad, la
confianza y la estabilidad dentro de la relación.
 El consejo sexual se puede realizar de forma individualizada o también
dirigirse a parejas y familias.
 La intervención no debe centrarse en el síntoma, sino en la experiencia
sexual del individuo ante el problema.
 Se debe intervenir, además, en los aspectos relacionados con el estilo de
vida del paciente que condicionan la calidad de sus relaciones sexuales y la
aparición y mantenimiento del problema.
 Debemos insistir en la importancia que los hábitos tóxicos, como el alcohol,
el tabaco y otras drogas, tienen en la salud sexual de las personas.
 Si trabajamos en pareja, será positivo favorecer un clima que mejore su
tolerancia a la frustración y una cierta desdramatización del problema,
sugiriendo un cambio en la dinámica de su relación de pareja, dando más
importancia al contacto no genital y fomentando la sensualidad en una
relación sin objetivos.
 Si observamos problemas de pareja, es conveniente la derivación al
sexólogo.

7.2 El respeto a la idiosincrasia

7.3 Ética del educador


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