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LA ESCRITURA GÓTICA.

Vamos a estudiar una nueva escritura que, como evolución de la denominada carolina, hace
su aparición durante la segunda mitad del siglo XII y principios del siglo XIII. En este tiempo
en toda Europa, incluida España, se produjeron cambios de carácter económico, social,
religioso y cultural que transformaron la vida de los habitantes de la época. Entre otros
señalamos los movimientos heréticos, el desarrollo del comercio, los cambios en el sistema
educativo, el desarrollo de los gremios o el cambio del arte románico al gótico

Los eclesiásticos sigue siendo uno de los grupos en los que mayor uso se hacía de la escritura.
Además de los libros para los actos litúrgicos hay que señalar la abundancia de los libros
doctrinales de los clérigos así como el uso de la escritura para el día a día de las comunidades
monásticas y regulares. La vida cotidiana de los eclesiásticos llevaba aparejado la elaboración
de Actas Capitulares, administración de bienes y prebendas de la comunidad y de las
personas, organización y contabilidad de los señoríos. También los laicos tenían sus señoríos y
necesitaban a los amanuenses para la administración de sus explotaciones agrícolas y
ganaderas y el comercio de sus productos.

La comunidad Cisterciense aspiraba a que su grupo viviera del trabajo personal en el más
absoluto retiro en sus granjas y explotaciones agrícolas que debían hallarse lejos de cualquier
aglomeración urbana; el sistema de visitas anuales a los distintos enclaves monásticos por
parte de la abadía de Citeaux mantenía la unidad religiosa y la similitud de explotación
agrícola; el capítulo general reunía a todos los abades donde se intercambiaban
informaciones sobre técnicas, métodos de cultivo y organización de la propiedad, con lo que
los cistercienses se convirtieron en modelos a imitar en el sistema de explotación agrícola y
en implantación de técnicas que proporcionaban mayores rendimientos a sus explotaciones
al tiempo que favorecieron y mucho la extensión de nuevos cultivos. Si este tema es de gran
interés para el momento histórico en que aparecieron los cistercienses, es de escaso interés
para el estudio de la escritura y los códices, ya que es de sobra conocido su escasa afición a la
actividad intelectual, pero no así al uso de la escritura para la administración de sus dominios.
Otro tanto podemos decir de los Franciscanos, dominicos, jerónimos y su escasa vinculación
con la producción de códices, no así con la preparación de documentos. El papa demandará
después de los Franciscanos y de los Dominicos que dediquen los conocimientos adquiridos
en la enseñanza universitaria para combatir la herejía cátara. Hacemos también mención de
los señoríos de las Órdenes Militares y de necesidad y uso de la escritura en la explotación y
administración de los mismos.

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El comercio se desarrollará de forma importante en toda Europa desde finales del XII y a lo
largo del siglo XIII, debido al desarrollo industrial y de intercambios comerciales. Este
desarrollo llevará consigo la aparición de los gremios y cofradías de mercaderes y de
artesanos, cada uno en defensa de sus propios intereses. Este despliegue de la actividad
comercial dio ocasión a la aparición y multiplicación de los documentos necesarios para la
seguridad en el ámbito de las relaciones comerciales.

Las lenguas romances empiezan a ser el vehículo de expresión para los documentos y para la
literatura, tanto como para el pueblo. Los poetas laicos como el francés Thibaut o Teobaldo
(1201-1253) hacen sus composiciones en legua vernácula. En Alemania la leyenda del santo
Grial, cáliz de la última cena de Cristo, se convierte en manantial de vida y constante juventud.
San Francisco de Asís con su Cántico al sol, se convierte en el pionero italiano, aunque será
Dante Alighieri con la Divina Comedia el escritor que muestra la madurez literaria. En el siglo
XIII se forman grandes colecciones acerca de los milagros de la Virgen en lengua romance:
Gonzalo de Berceo o Alfonso X, entre otros muchos.

Frente a las escuelas monásticas, situadas en entornos rurales, adquieren mayor importancia
las escuelas catedralicias, situadas en las ciudades. Desde finales del siglo XII y principios del
siglo XIII comienzan a aparecer las primeras universidades en las ciudades. Bolonia es
reconocida como tal universidad el año 1158. Los obispos consideran a las universidades como
un lugar para formar a aquellos que han de ejercer sus tareas de predicación y de enseñanza;
el poder civil a su vez capta la importancia del nuevo movimiento intelectual para sus
necesidades de encontrar personal preparado para realizar las tareas que los tiempos les
demandan. La actividad intelectual se inicia en los medios eclesiásticos con el resurgir del
aristotelismo y del derecho eclesiástico centrado en el estudio de los Decretales (1234) donde
se ha recogido todo el derecho canónico, cuya influencia en Occidente no se discute por
cuanto es aplicado por todos los tribunales de la Iglesia a los que se encuentran sometidos los
clérigos. Paralelamente nadie discute la importancia de la aplicación del derecho romano en
la sociedad civil.

Aparecen las primeras escuelas sitas en los centros urbanos, y encomendadas por los
concejos a los maestros que se habían preparado y obtenido la licencia de enseñar en las
universidades. Los alumnos concertaban con sus maestros las enseñanzas que iban a recibir
que solían estar circunscritos a la enseñanza de la gramática y de la escritura y las cuatro

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reglar aritméticas, y los honorarios que habrían de pagar. Las familias burguesas que se lo
podían permitir mantenían en sus casas a un estudiante universitario que enseñaba los
rudimentos de la escritura y de la lectura a los niños de la familia.

Las universidades.- La aparición de la Universidad en la ciudades de Europa a finales del siglo


XII y la extensión de estas instituciones a los largo del siglo XIII como comunidades de
maestros y escolares es, en lo que a nosotros toca, el fenómeno social más destacado de la
época. La ciencia y la cultura habían sido patrimonio de las escuelas monásticas y episcopales.
El movimiento intelectual se inicia en los círculos eclesiásticos atraídos por la cultura clásica:
el aristotelismo. La difusión del Derecho Romano y su utilidad para la monarquía hacen que su
estudio sea favorecido por el poder civil. La nueva situación económica permite que un grupo
numeroso de personas se decidan a acudir a las aulas en la búsqueda de una mejor
preparación para los quehaceres de la nueva sociedad que se va gestando y que demanda
una mayor preparación, los monarcas pretenden extraer de la universidad los funcionarios
del reino. Según el pensamiento de Alfonso X, la existencia del Estudio General, o de las
Universidades tuvo una causa material, el acrecentamiento del saber; otra formal, como el
desarrollo de las corporaciones; otra final, como era el servir a Dios, de forma que según Las
Partidas eran “ayuntamiento de maestros et de escolares que es fecho en algunt logar con
voluntad et con entendimiento de aprender los saberes”. Ya en el siglo XIII en la universidad
se distinguen los estudios de: Artes, Derecho o Decretos, Medicina y Teología. En la facultad
de Artes se enseñaban las sietes artes liberales: Trivium (gramática, retórica y lógica) y
Quadrivium (aritmética, geometría, música y astronomía). Algunas se especializaron en la
enseñanza de idiomas como es el caso de Alfonso X quien en 1254 creó “estudios y escuelas
de latín e arávigo en Sevilla”; o la creación de escuelas especializadas en el ars notariae y ars
dictaminis, relacionadas con el arte de redactar documentos y el arte de la oratoria de
Bolonia.

Todo este nuevo contexto cultural lleva consigo un mayor número de estudiantes que
necesitan libros para el estudio, y un mayor número de personas que enseñan y hacen uso
frecuente de la escritura; así como un mayor número de personas que en sus trabajos tienen
que realizar las tareas propias de una contabilidad de las explotaciones agrícolas, comerciales
y de la administración general, de la administración de justicia o de la redacción de
documentos. Las personas que escriben han aumentado en número. El soporte de la escritura
que hasta estas fechas ha sido el pergamino como soporte exclusivo, a partir del siglo XII es
insuficiente porque la fuente de su producción es reducida; es necesario hacer uso del papel
que es más barato y se puede fabricar en grandes cantidades. En el ámbito de los estudiantes

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y maestros, que pronto se convierten en agrupaciones importantes, como en Bolonia o Paris,
se crearía inmediatamente la necesidad de multiplicar con rapidez los textos de las distintas
materias; así surgen los grupos de amanuenses o calígrafos cuya actividad consiste en copiar
los libros y venderlos a cambio de un salario.

La aparición en la sociedad de todas estas nuevas actividades transforma también el arte de


escribir. Ahora se impone una manera de escribir en la que importa mucho la mayor rapidez
en el trazado de las letras, a lo que hay que unir una forma más cursiva y personal en la
actividad de los profesionales de la escritura; todo este cambio se va a realizar sin abandonar
los tipos gráficos establecidos en cada época y aprendidos en las escuelas del momento y en
las universidades

1.- El nombre de la nueva escritura.

A lo lardo del siglo XII se inicia la gran transformación de la escritura pasando del tipo de letra
carolingio hacia el comúnmente denominado como “gótica”. Este nombre se lo aplicaron los
humanistas italianos en oposición a otros modelos grafico al que denominaban “antiguo”;
gótico significaba para ellos algo bárbaro, mientras que el nombre de antigua lo aplicaban a la
escritura que ellos creían que era romana y clásica. Esta escritura gótica, de formas angulosas
y fracturadas, despertó tal aversión entre los primeros humanistas que Petrarca, en una carta
a Boccaccio, manifestaba que por razones estéticas y prácticas de dificultad para su lectura
creía que había sido inventada para cualquier cosa menos para ser leída.

En España se le ha llamado “gótica” o “alemana”, según las denominaciones acuñadas por


Terreros; y “monacal” tal como la llamó Merino, ambos paleógrafos hispanos del siglo XVIII.
Para el primero este tipo de escritura era “estrecha y erizada de ángulos y puntas, muy
regular en su formación, pero difícil de leer, porque muchos caracteres tienen una misma
figura, por faltarle la proporción de gruesos y delgados, sin líneas mixtas para suavizar el paso
de unos a otros” (PE, pág. 35); para el segundo, esta escritura de tipo monacal “en el siglo XII
se extendió por toda Europa con increíble velocidad”.

No se ha podido establecer una doctrina absolutamente segura sobre la fecha y lugar de


aparición de este tipo de escritura. Unos lo sitúan en la Italia Meridional, en concreto en
Montecasino, pasando luego al norte de Francia, donde adquirió caracteres propios; según
esta hipótesis, la escritura gótica evolucionaría en territorio francés, pero desde la llamada

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escritura beneventana. Otros, como Schiaparelli y Cencetti, sostienen que la evolución de la
escritura se produce de forma continuada, sin saltos, y con razón afirman, que la gótica, no es
una escritura nueva que vino a desterrar y a sustituir a la minúscula carolingia, sino que
representa esta última en un período evolutivo, debido principalmente a la exageración y
amaneramiento en su trazado. Por su parte J. Boussard, afirma que los inicios de este tipo de
letra hay que buscarlo en Inglaterra, desde donde pasó al Continente, y que el origen está
vinculado al uso de una pluma con tallado oblicuo. Cencetti, sitúa en la parte nororiental
francesa y de la Inglaterra Normanda las primeras manifestaciones de estas formas góticas en
la escritura; desde aquí se extendió a toda Francia y a Alemania en las postrimerías del siglo
XII.

Naturaleza y origen gráfico.- (Marín, 288 y ss.) La escritura gótica gráficamente, no es sino la
propia escritura carolina, sometida a una de fenómenos gráficos, derivados en gran parte de
las nuevas condiciones a que fue sometida el correspondiente instrumento escriptorio, o sea
la pluma de ave, a la que se dio un corte en forma oblicua hacia la izquierda.

Las consecuencias gráficas de dicho corte fueron estas:


1.- predominio del ángulo sobre la curva; allí donde la carolina tenía un trazo ondulado, la
gótica lo descompone, convirtiéndolo en ángulos; una “O” se convierte en un exágono
2.- Gran contraste entre trazos gruesos y trazos finos; los trazos descendentes son más
espesos, los ascendentes muy finos.
3.- Se cumplen las reglas enunciadas por el alemán W. Meyer e comienzos del siglo XX: una, el
encuentro de dos letras con curvas contrapuestas (b+o, o+c, p+o) las cuales se yuxtaponen,
siendo común a ambas el trazo que las une; y dos, sobre la forma redonda de la “r” en forma
de “2” cuando sigue inmediatamente a una letra curva con convexidad hacia la derecha

1.- La escritura gótica en España.

El tema de la escritura gótica lo vamos a desarrollar a partir del estudio de dos fuentes
escritas distintas: por un lado, los códices o libros, (escritura textual o libraria) escritos con
esmero y de forma caligráfica, como corresponde a aquellas obras manuscritas que estaban
destinadas a la lectura para muchas personas y durante mucho tiempo; por otro lado, los
documentos, escritos más al correr de la pluma y con escritura más cursiva, cuyo cometido es
dejar constancia de unos derechos u obligaciones que hacen referencia a una o unas personas
o institución concreta y que sólo tienen interés para el autor y para el o los destinatarios.

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Tracemos el esquema general de la escritura gótica entre mediados del siglo XIII hasta finales
del siglo XV. El inicio coincide, en Castilla, con el reinado de Alfonso X, el Sabio, y finaliza con
el reinado de los Reyes Católicos; mientras que en Aragón se inicia con el reinado de Jaime I y
finaliza con Pedro, el Magnánimo.
Dentro de este amplio espacio de tiempo histórico hay que distinguir tres períodos: uno,
desde mediados del siglo XIII hasta finales del siglo XIV; dos, entre finales del siglo XIV y
principios del siglo XV; y tres, desde principios del siglo XV hasta finales de la misma centuria.
En el primer período, tenemos una escritura gótica de aspecto fracturado y de formas muy
angulosas; es una escritura que se da en toda Europa, incluida España. Este tipo de escritura
exige un trazado muy lento y dificultoso y lleva aparejado una dificultad de lectura de los
escritos. Se usa sobre todo para los códices, pero también la encontramos en los
documentos, aunque en menor medida. Es la gótica fracturada de los códices. Todavía
podemos destacar diferencias importantes entre la escritura usada para escribir los códices
más solemnes, de aquella que se usó para escribir los documentos; pero también algunos
códices o libros se escribieron con escritura cursiva propia de los documentos, sobre todo
aquellos libros destinados al uso escolar o con fines literarios o cronísticos. En el ámbito de
los documentas en este período nos encontramos con una gótica cursiva fracturada que
denominamos de Privilegios y de Albalaes.
En el segundo de los períodos señalados observamos cómo las letras van lentamente y por
propia evolución abandonando esa forma angulosa y fracturada a favor de una ondulación y
asimilación de unas líneas curvas. Se trata de un período intermedio en el que se abandona la
rigidez del primero y se camina hacia una escritura de trazado más rápido. Hablamos de la
escritura precortesana.
En el tercero de los periodos marcados, las letras presentan unas forma curvas y se han
abandonado totalmente la angulosidad y fracturación. Estamos ya el la gótica cursiva
redonda, con su trazado envolvente que le da un aspecto muy peculiar y castellano. Estamos
hablando de la cortesana y de la procesal.

A.- La escritura gótica fracturada. Los códices.

Este tipo de escritura gótica se dio en toda Europa, hasta el punto de poder afirmar que se
dio una uniformidad gráfica en este momento en todo el continente Europeo. Por su parte en
la Península Ibérica vemos aparecer la angulosidad en la escritura en la segunda mitad del
siglo XII, con manifestaciones gráficas muy similares en todas las regiones peninsulares. A
modo de ejemplo citamos algunos manuscritos: la Biblia, de 1162; las Obras de Santo Martino,

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de 1185, y el Breviario y Ritual de los Sacramentos, de 1187; los tres conservados en San Isidoro
de León. La Exposición del Antiguo Testamento por San Paterio, de la Biblioteca del Escorial,
de 1171; El Codex Calixtinus, de 1173, en el Archivo de la Corona de Aragón y el Codex Calixtinus
de la catedral de Compostela que es de mediado el siglo XII.

1.- Característica gráficas generales.

La escritura gótica es una evolución gráfica nacida al amparo de las causas culturales y
librarias que se expusieron más arriba y por una evolución de la formas de la escritura
carolina. En esta evolución hay que destacar la importancia “del instrumento escriptorio, o
sea, la pluma de ave, a la que se dio un tajo o corte especial en forma oblicua hacia la
izquierda”.
También es necesario dejar constancia de que existió una gótica libraria distinta según se
tratara de libros de iglesia para el coro o para la celebración de la misa o los actos litúrgicos,
con letras de grandes dimensiones y una regularidad casi geométrica; otro tipo gráfico
distinto lo encontramos en los libros destinados a usos universitarios donde podemos
señalar: la littera parisienses, la littera oxoniensis, de Oxford, la littera bononiensis, de Bolonia,
cargados de abreviaturas técnicas, especialmente los de derecho; y un tercer tipo gráfico que
es el utilizado para escribir manuscritos de escasa categoría caligráfica cuya escritura se
aproxima más a lo cursivo que a lo caligráfico.

En la escritura gótica libraria señalamos los caracteres siguientes:


• Predominio del ángulo sobre la curva. Se van eliminando las formas curvas y
redondeadas de las letras y en su lugar vemos aparecer los rectilíneos y cortados con
una orientación vertical.
• Fuertes contrastes entre los trazos gruesos y los perfiles; los trazos descendientes
son gruesos, mientras que los ascendentes son muy finos.
• Reducción de los astiles en altura y práctica eliminación de los trazos inferiores en las
letras que deberían tenerlos; y las letras son más anchas que altas. Casi toda la letra,
con sus astiles altos y bajos, queda dentro de la caja de escritura.
• Las líneas de escritura se muestran muy compactas, sin espacios en blanco.
• Unión de las letras con curvas contrapuestas, según la conocida ley de Meyer, lo que
se produce cuando se juntan las consonantes: b-d-p-q con las vocales o-e, donde un
solo trazo lo comparten dos letras.

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• Observar, también las formas de algunas letras como: d- rectilínea primero y después
siempre uncial- y la r en forma redonda, semejante a un 2 cuando sigue
inmediatamente a una letra curva con convexidad hacia la derecha.

Este tipo de escritura se dio en toda la Península Ibérica tanto como en toda Europa, pasando
a ser la escritura más común que haya tenido el continente europeo a lo largo de la evolución
de la escritura durante los siglos. Ello lleva consigo que sea muy difícil de determinar el lugar
donde pudieron ser elaborados o copiados los distintos manuscritos que conocemos de
finales del siglo XII y durante el siglo XIII, salvo que contemos con esos datos expresamente
anotados en cada manuscrito; por esta vía se soslayan las adscripciones interesadas de
algunas piezas a los lugares donde se conservan en la actualidad.

En el siglo XIII las características señaladas, de angulosidad y trazos cortados de las letras, se
acentúan aún más que en la centuria anterior. Las fuentes a examinar en este caso son las
obras escritas en las cancillerías hispánicas, como las de Alfonso X de Castilla y León, las de
Jaime I de Aragón, o de Teobaldo I de Navarra.

Entre los códices hay que distinguir unos que van escritos en “gótica caligráfica” y otros que
han sido escritos en “escritura gótica redonda”.

a.- Gótica caligráfica.- Quedan dentro de este grupo los códices escritos en el escriptorio de
Alfonso X, el Sabio: Lapidario, Libros del saber de Astronomía, Grande e General Estoria y Libros
del Ajedrez, dados y tablas. Estos ejemplares, todos elaborados a lo largo del siglo XIII,
presentan unas formas de un gótico perfecto, con letras estrechas, alargadas y muy juntas.
Las letras van fracturadas, con la líneas curva facetadas, con forma de bisel en los remates de
los astiles, tanto bajos como altos, astiles que no rebasan la caja del renglón

b.- Gótica redonda.- Dentro del campo librarlo o de los códices encontramos desde finales del
siglo XIII hasta el siglo XV, la letra cursiva gótica de formas pequeñas y redondo y de trazado
rápido. En este tipo gráfico están escritos: el Cantar de Mío Cid y Ordenamiento de Alcalá de la
Bilioteca Nacional de Madrid, la Grande e General Historia del Escorial.

c.- Gótica cursiva.- No faltan ejemplares de códices escritos en cursiva, con las formas gráficas
propias de las escrituras denominadas: albalaes, Las Partidas del Escorial, de 1330;
precortesana, El libro del buen amor de la Academia Española escrito en 1389; y cortesana,
Reprobación del amor mundano del arcipreste de Talavera de 1466.

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CÓDICE CALIXTINO. LIBRO DE LA PEREGRINACIÓN.LIBRO IIII.

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TRADUCCIÓN DE ESTA PÁGINA DEL CÓDICE CALIXTINO.

CAPITULO IIII. DE LOS TRES HOSPITALES DEL MUNDO.

El Señor instituyó en este mundo tres columnas muy necesarias para el sostenimiento de sus
pobres, a saber: el hospital de Jerusalén, el de Mont-Joux y el de Santa Cristina, que está en
Somport. Estos tres hospitales están colocados en sitios necesarios; son lugares santos, casas de
Dios, reparación de los santos peregrinos, descanso de los necesitados, consuelo de los
enfermos, salvación de los muertos, auxilio de los vivos. Así pues, quienquiera que haya edificado
sobre lugares sacrosantos poseerá sin duda alguna el reino de Dios.

CAPÍTULO V. DE LOS NOMBRES DE ALGUNOS QUE REPARARON EL CAMINO DE SANTIAGO.


AIMERICO..

Estos son los nombres de algunos “camineros” que en tiempos de Diego, arzobispo
compostelano, y de Alfonso, emperador de España y Galicia, y de Calixto, papa, repararon por
piadoso amor de Dios y del Apóstol, el comino de Santiago desde Rabanal hasta Puertomarín,
con anterioridad al año del Señor de 1120, reinando el rey Alfonso de Aragón, y el rey de Francia
Luis el Gordo: Andrés, Rogerio, Alvito, Fortún, Arnaldo, Esteban y Pedro, que construyó el puente
del Miño destruido por la reina Urraca. Descansen en paz eterna las almas de éstos y las de sus
colaboradores.

CAPÍTULO VI. DE LOS BUENOS E MALOS RÍOS QUE EN EL CAMINO DE SANTIAGO SE HALLAN.
CALIXTO, PAPA.

Estos son los ríos que se encuentran desde Port de Cize y Sompor hasta Santiago. Del Somport
procede el saludable río llamado Aragón, que riega España. De Port de Cize, en cambio, sale el
sano río que por muchos es llamado Runa y baña Pamplona. Por Puente la Reina pasa el Arga y
también el Runa. Por el lugar llamado Lorca, en su parte oriental, pasa el río que se llama Salado.
Allí guárdate de beber ni tu ni tu caballo, pues el río es mortífero. En nuestro viaje a Santiago,
encontramos a dos navarros sentados a su orilla que estaban afilando sus navajas, con las que
solían desollar las caballerías de los peregrinos que bebían aquella agua y morían. Y a nuestras
preguntas contestaron, mintiendo, que era buena [para beber].

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B.- LA ESCRITURA GÓTICA CURSIVAS EN LOS DOCUMENTOS.

Desde finales del siglo XII la escritura presenta varias formas distintas, según se trate de
códices o de documentos: por un lado, la gótica a la que nos hemos referido antes que se
usaba para la elaboración de la copia de códices; de otro lado, ya en el ámbito de los
documentos, se ha ido formando la que denominamos minúscula diplomática cuyo
desarrollo hemos de vincularlo a la aparición del “privilegio rodado” durante el reinado de
Fernando II de León (1157-1188) y Sancho III (1157-1158) y durante los reinados de Alfonso VIII
de Castilla (1158-1214), Alfonso IX de León (1188-1229) y Fernando III de Castilla y de León
(1230-1252); por estar esta escritura vinculada al nacimiento de aquel tipo documental,
algunos autores la denominan letra de privilegios. En cuanto al reino de Aragón hay que
señalar el reinado de Jaime I el conquistador, como el momento de especial importancia para
la evolución de la escritura gótica en aquel reino.
La documentación correspondiente a los reinados señalados reúne una serie de
características que conviene recordar:

1.- sustitución de la lengua latina en los documentos públicos y privados por las lenguas
vernáculas y dialectos romances: castellano, catalán, gallego, valenciano, etc; sustitución que
en la documentación entre particulares comienza a producirse a lo largo del siglo XII y que
solo en el siglo XIII se incorpora a los documentos preparados y expedidos por la cancillería
regia, en el reinado de Fernando III, el Santo, en Castilla y León, y de Jaime I, el conquistador,
en Aragón. El latín queda reservado para los documentos eclesiásticos y aquellos otros
preparados y expedidos para las cancillerías de otros Estados y para las relaciones con la
Santa Sede.

2.- Aparición y desarrollo de renacido Derecho Romano; la formación de un notariado o


escribanos públicos profesionales, a cuyo cargo corre la redacción de la mayoría de los
documentos entre particulares y los de las corporaciones locales.

3.- La gótica cursiva se regionaliza y se realizan escrituras claramente distintas, no solo en


Europa con relación a la Península Ibérica, sino también dentro de la Península, se distinguen
perfectamente la del reino de Castilla, con la del reino de Aragón, incluso con variantes
catalanas o valencianas, la del reino de Navarra, más influenciado por las formas gráficas
allende los Pirineos.

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4.- Disminuye el número de abreviaturas en los documentos escritos en lengua romance,
siempre y cuando no tengan destino escolar o universitario, donde pueden aumentar y no
poco. La mayor parte de las abreviaturas se habían elaborado ligadas durante siglos a la
escritura en la legua latina donde hay conjugaciones y declinaciones de sustantivos y de
adjetivos. En las lenguas romances las declinaciones con las desinencias latinas
desaparecieron y las conjugaciones tomaron nuevas formas. Como estamos al comienzo del
uso de las lenguas romances las formas abreviadas no habían tenido tiempo de formarse y
menos de prosperar en la escritura.

La escritura gótica cursiva formada. Escritura de privilegios.

Esta escritura de diplomas o documentos, nacida y desarrollada en las cancillerías reales


enumeradas, no presenta la angulosidad de las letras empleadas en los códices propiamente
góticos, sino que es más redonda, aunque con un grado escaso de cursividad y es de trazado
muy regular, con cierta separación de las letras y de la parte de las letras que van en la caja
del renglón. Se mantiene en sus formas a lo largo de todo el período desde durante el siglo
XIII, pero siendo usada para los documentos más solemnes emanados de la chancillería real,
aunque a veces también era usada por otras oficinas no reales de expedición de documentos,
como vemos en este documento que se adjunta:

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En oposición a la letra más cursiva, y que evolucionará continuamente desde el siglo XIII hasta
el siglo XVI, que fue usada para escriturar los diplomas reales menos solemnes y para la
escrituración de todos los documentos realizados entre los particulares del reino, y que
recibirá primero el nombre de “albalaes”, después el de precortesana, cortesana, y por ultimo
el de procesal.

En la gótica cursivo se denota un claro contraste de trazos gruesos y finos y se mantiene


alguna tendencia a la unión de curvas contrapuestas.

Marcado contraste en el cuerpo de las letras, que es de tamaño pequeño, mientras que
presenta una prolongación de los astiles por encima y por debajo de la caja de escritura; al
mismo tiempo en los caídos se aprecia una cierta tendencia a prolongarse en paralelo a la
línea del renglón y hacia la izquierda. Su trazado esmerado hace que la lectura sea muy fácil.

De entre las letras queremos destacar: a de capelo, poco prolongado y en forma de ángulo
obtuso; la d que preferentemente adopta la forma uncial; la R mayúscula para señalar el
sonido fuerte de la doble “rr”; la z que en posición de final de palabra tiene forma de un “5”,
y se distingue perfectamente la ç (con cedilla).

La escritura gótica cursiva usual. La letra de albalaes

Ya en el siglo XIII y de manera especial desde el comienzo del reinado de Alfonso X (1252-
1284), las formas de las letras adquieren otra manera de ejecutarse mucho más cursiva; a la
par que se desarrolla la minúscula diplomática, se conforma otro tipo gráfico más cursivo y
con una mayor angulosidad dando lugar a otro tipo gráfico que conocemos con el nombre de
“albalaes”. Terreros y Pando en su estudio sobre la escritura del siglo XIV, distingue entre la
escritura de los despachos reales a la que denomina “letra de privilegios”, a la que ya nos
hemos referido antes, y otra, “que ya desde el siglo precedente se usaba en los albalaes,
cédulas, órdenes y cartas de menos importancia de los reyes y en las cartas misivas,
instrumentos y comercio común de los vassallos”; mientras que la grafías de los documentos
reales más solemnes era muy cuidada, en los otros documentos era más “rasgada y poco
diferente en substancia de la letra cortesana y procesada” “que se usa en los instrumentos y
comercio común de los vasallos”. Por su parte Fray Martín Sarmiento señala que mientras en
los documentos reales se hizo uso de “los caracteres franceses”, los escritores de los

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“instrumentos de los contratos particulares” comenzaron a “enredar y alterar” la escritura
con rasgos y abreviaturas.

El nombre de albalaes.- En su día Cenccetti escribió que en la corona de Castilla “para los
documentos de menor importancia se desarrolló durante el siglo XIII, la denominada “letra de
albalaes”, una cursiva caracterizada por el grosor de los trazos horizontales y por la no
repugnancia a los trazos hacia la izquierda”. Este autor recordando que el paleógrafo español
Terreros le dio el nombre de “albalaes” afirma que “cree oportuno conservarlo”.
Por su parte nuestro insigne paleógrafo Millares Carlo afirma que “a partir del padre Terreros,
los paleógrafos españoles designaron esta escritura con el nombre de letra de albalaes,
denominación impropia en lo que concierne al siglo XIII, pues, según se verá, el albalá, como
tipo diplomático definido, no aparece, que sepamos, hasta los tiempos de Pedro I (1350-
1369)”.
Podemos suscribir la afirmación de Millares si creemos que fue la cancillería real quien
inventó el documento que esa misma cancillería denominó “albalá”; la aparición de este tipo
documental en la cancillería regia se produjo durante el señalado reinado de Pedro I, y, por
consiguiente, es impropio darle el nombre de albalaes a un tipo de escritura que es anterior,
en casi un siglo, a la aparición del tipo documental y su uso por parte de la regia cancillería.
Rechazamos, sin embargo, el razonamiento de Millares porque, de un lado, vincula
directamente la aparición de un tipo documental con el uso de ese mismo documento por
parte de la cancillería real, supuesto mucho más que dudoso, al menos en este caso; y de otro
lado, vincula la evolución de la escritura a la propia cancillería real, supuesto mucho más que
incierto, también en este caso. Parece conveniente alejarnos del criterio clásico de ver toda la
Paleografía y la Diplomática desde la óptica de la cancillería real, no solo en lo que hace a la
creación de los tipos documentales, sino también en lo que toca a la evolución de la escritura.
Ello no es obstáculo para asumir que una vez que la cancillería real hace suyo un tipo
documental o hace uso frecuente de una forma de escritura, el organismo real hace de espejo
en el que se miran otras oficinas menores en la preparación y expedición de documentos con
lo que la publicidad a favor de uno y a otra está asegurada, porque las otras cancillerías
menores tenderán a imitar los usos cancillerescos, tanto en el campo de los tipos de
documentos como en el de las formas de la escritura.

Conviene señalar ahora que el documento denominado albalá, en su origen, era una carta de
pago usada en el ámbito del comercio entre particulares mucho tiempo antes de que fuera
incorporado al conjunto de documentos elaborados y expedidos por la cancillería real. El
albalá era un pasaporte o quitanza sobre las mercancías de forma que “albalá se muestra a

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los guardias cuando piden razón de lo que lleva o transporta el mercader o pasajero”; se
trataba de un documento que obligatoriamente debía poseer y, en su caso, mostrar el
comerciante durante el transporte de sus mercancías; era, por tanto, un documento de uso
frecuente entre los que ejercían esta actividad comercial y era redactado por los propios
comerciantes, según sus conocimientos del arte de escribir, esto es, con una escritura
personal y de trazado rápido y muy cursivo; se trataba de un documento de tipo comercial,
alejado de las solemnidades de los diplomas elaborados y expedidos por la cancillería real. El
vocablo “albalá” aparece incluido entre los arabismos del siglo XIII y su significado está
vinculado al de “recibo” en el leguaje romance peninsular. Por otra parte la escritura que
denominamos “albalaes” aparece en un momento histórico en el que la lengua vulgar o
romance se usa de manera ordinaria para los documentos entre los particulares, fenómeno
lingüístico que se produce con anterioridad a que durante el reinado de Fernando III se
incorporara el romance como lengua usual en la preparación y expedición de diplomas reales.
Desde esta perspectiva podemos afirmar que fue en el ámbito de la documentación de uso
muy frecuente entre los particulares donde se produjo esa transformación de la escritura de
minúscula diplomática en escritura de albalaes.

Peculiaridades gráficas.- Para realizar un estudio de una escritura no podemos fijarnos


solamente en el aspecto externo que dicha escritura presenta, aunque no podemos olvidarlo,
antes al contrario debemos analizar su estructura interna. De entre los elementos intrínsecos
que más ayudan a distinguir una escritura cursiva de otra, destacamos el estudio de las letras
y la forma en que han sido trazadas, así como el sistema de unión entre ellas; dejamos ahora
aparte el análisis de las abreviaturas o los signos de puntuación y otros elementos gráficos de
la escritura. Sabemos que una letra ligada o unida a otra, bien sea la que precede o la que le
sigue, con facilidad pierde mucho de los rasgos que le son típicos o característicos cuando
aparece en solitario. No debemos olvidar que en el acto de escribir intervienen no solo la
personalidad del autor, sino también la aceleración o no del ritmo de la escritura, los impulsos
motrices, la espontaneidad del acto de escribir, aparte de los instrumentos escriptorios, la
materia sobre la que se escribe, sin olvidarnos de la filosofía o mentalidad de un determinado
escritor que subyace a todo el quehacer de una persona en su actividad y también en el acto
de escribir, como creemos que ocurre en este caso.

Para llevar a buen puerto el estudio propuesto tenemos que introducir un elemento de
análisis: el ductus de la escritura. Se trata de determinar “en qué manera los trazos de las
letras fueron realizados, esto es, el orden y el sentido o dirección en que los trazos fueron
realizados”. Para Mallon el ductus es el elemento conductor y organizador de toda la historia

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de la escritura. Gilissen, por su parte, además de lo señalado, incorpora al método analítico el
estudio de lo que denomina “ductus completo”, es decir, el análisis de los trazos no escritos o
dibujados en el aire por el escriba en los movimientos que hace con la mano para escribir los
distintos trazos de cada una de las letras, que son el reflejo de la mentalidad o filosofía de la
escritura de la que hemos hablado antes.

Con la aplicación de esos instrumentos de análisis, llegamos a la conclusión de que en la


cultura gráfica latina, a la que nosotros pertenecemos, los movimientos básicos realizados
por los amanuenses son los que siguen: de arriba hacia abajo; de abajo hacia arriba; de
izquierda hacia la derecha, esto es, en la escritura se avanza hacia la derecha. Según una
representación gráfica tendríamos el esquema siguiente:

Este ductus se cumple de forma inalterable en la escritura latina a lo largo de su historia y


desarrollo. Es necesario añadir que las direcciones señaladas para los trazos de las letras no se
hacen solo con líneas rectas, sino que se acompañan de trazos curvos para aquellas letras que
así lo exigen, como son: a, b, c, d, e, g, h, o, p, q, s, tanto por portar su forma un ojo o bucle
como porque en su trazado se necesita hacer uso de la línea curva.

Si ahora analizamos el ductus de las letras más características de la escritura de albalaes


veremos aparecer algunos elementos nuevos, que no hemos conocido en la escritura de
tradición latina y que da como resultado una forma peculiar en algunas de sus letras:

d: es una de las letras más típicas, junto con la “f” y la “s”. En principio la “d”, podemos
tomarla como un desarrollo de la forma de la uncial. Primero se traza su ojo dentro de la caja
del renglón; después se realiza el astil superior que gira sobre sí mismo por la izquierda del
primero, hace un bucle muy tumbado y casi paralelo a la caja del renglón, y se dirige hacia la
derecha para enlazar con la letra siguiente:

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f: trazada de arriba hacia abajo con su astil duplicado: se usa a principio y en medio de
palabra:

= defiendo:

Pero también se hizo uso de una “f” de un solo trazo, como vemos en una
suscripción notarial:

= Gil Pérez la fis escriuir por mandado del rey.

A veces encontramos que la “f” inicial de palabra se ejecuta de un solo trazo sin levantar la
pluma del soporte, aunque en apariencia pudiera parecer que realiza dos trazos

independientes: = et non fagan; en un último movimiento, y ahora


levantando la pluma, traza una raya corta y horizontal a la línea del renglón para unir con la
letra siguiente, raya que sirve, también, para diferenciar la “f” de la “s” larga.

g: cuya cabeza se divide en dos partes: una a modo de “u” de la que sale una prolongación
por la parte baja del renglón que con frecuencia se incurva hacia la izquierda; mientras que la
parte de la “u” se cierra por arriba mediante una línea recta que sirve para unir con la letra
siguiente:

, = yo agora; , = algo.

h, n: prolongan su trazo último hacia abajo, lo curvan hacia la izquierda por debajo de la caja
del renglón y lo giran hacia la izquierda, y, a veces, se prolonga el giro envolviendo algunas
letras:

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, = ocho; =ocho; , = don

p: el astil principal va trazado de arriba hacia abajo; después se gira hacia la izquierda para
subir, cruzar el astil recto inicial y cerrar el ojo propio de la letra volviendo hacia la izquierda;

todo el trazado se realiza sin levantar la pluma del soporte: ,

q: trazado el ojo en espiral, se desciende hasta superar la línea del renglón; después se gira
hacia la izquierda para subir por detrás de los trazos realizados, envolviendo la letra en

muchas ocasiones: ,

s: esta letra adopta dos o tres formas: una, sobresale su cabecera por encima de la caja del
renglón y sus caídos se prolongan mucho por debajo de la caja de escritura; su aspecto
destaca más por tratarse de una letra tamaño grande al lado de unos letras de muy pequeño
tamaño:

, = sus; = así
Podemos encontrar esta “s” a principio y en medio de la palabra, pero al principio lleva doble
signo, mientras que en medio de palabra puede ser de doble trazado o de un solo trazo:

= usaron;

Otra, en forma de seis o de sigma , cuando va al final de palabra: en forma de espiral


de esta manera: el bucle se inicia de izquierda a derecha, y girando hacia la izquierda dentro
de la caja del renglón, termina su trazado hacia arriba y hacia la derecha, sin levantar la pluma
del soporte.

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También encontramos esta modelo de “s” : ; es frecuente encontrarnos con la “s”
trazada de una sola vez, sin levantar la pluma del soporte, y con esta forma:

, = mandásemos, como si de una “” se tratara aunque con el ojo muy


alargado por debajo de la caja del renglón.

Z: a veces presenta su forma genuina, como la conocemos hoy nosotros; con frecuencia
presenta una forma muy parecida a la de una  con la que se puede confundir:

= Gallizia; = fezieron

y: el astil bajo se prolonga por debajo de la caja del renglón; gira hacia la izquierda para,

subiendo, envolver el núcleo de la letra y finalizar por encima y hacia la derecha: ,

En las letras analizadas podemos observar y destacar la permanente prolongación de su trazo


último y su consecuente giro hacia la izquierda para, en ocasiones, llegar a envolver el núcleo
de la propia letra. Este trazo envolvente no nace para unir o ligarse con la letra que le sigue en
ningún caso, puesto que se realiza en la dirección contraria, hacia la izquierda por donde no
se unirá con la letra que le sigue por la derecha; tendremos que señalar que ese trazo es un
ductus propio de una forma de las letras de nuestro alfabeto latino elaborado durante este
período de evolución de la escritura.

Las letras del alfabeto latino no son otra cosa sino signos convencionales asumidos por los
amanuenses de la cultura latina; como tales signos convencionales admiten muchas
variaciones en aquellos elementos que no le son sustanciales. Desde esta perspectiva la
prolongación de los astiles hacia la izquierda y su intento de envolver el núcleo de la letra son
elementos no necesarios y no conocidos en la cultura y desarrollo de la escritura latina.
Debemos pensar en buscar alguna influencia externa a nuestra cultura para dar una
explicación a este rasgo peculiar que se sobrepone a nuestras formas gráficas latinas y que
se manifiestan en la escritura de albalaes. Las formas de las letras se muestran ahora como un
vehículo de cultura en sí misma, sin renunciar a su carácter de signos convencionales, que
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sirven para transmitir las ideas y los contenidos de cada una de las culturas que en el tiempo
han sido.

Desde mediado el siglo XII y a lo largo de todo el siglo XIII en la Península Ibérica coexistieron
tres culturas distintas, dos de las cuales, la árabe y la hebrea, tenían una misma cultura
gráfica. Mientras la latina se escribe de izquierda a derecha y se enlazan las letras con la que
le sigue por la derecha, la escritura árabe y hebrea se traza de derecha a izquierda y se enlaza
con la siguiente letra de su izquierda.

En la escritura árabe y en la escritura hebrea la prolongación de los astiles hacia la izquierda y


su tendencia ascendente se manifiesta con claridad, sin que en ningún caso esta prolongación
llegue a ser envolvente. No son trazos envolventes del núcleo de la letra porque en la
escritura árabe se unen con la letra que les sigue por su izquierda. En cambio si en la escritura
latina hacemos la prolongación de los astiles altos y bajos de algunas letras hacia la izquierda,
puesto que tenemos que unir esos astiles con la letra de la derecha, nos vemos obligados a
realizar por arriba esa unión con la letra siguiente. Por esta vía estamos realizando un trazado
o prolongación de la letra que nada tiene que ver con la tradición gráfica latina.

Estas prolongaciones no las hemos conocido en la escritura latina hasta este momento. No
son, por tanto, un elemento sustancial de la cultura gráfica latina, no son necesarios para que
nosotros entendamos lo que escribimos; es más, son totalmente innecesarios, se ha alterado
una parte de los signos convencionales de nuestra manera de hacer determinadas letras a lo
largo de su evolución histórica. Los elementos a los que nos estamos refiriendo son nuevos y
no han sido utilizados a lo largo del desarrollo y variaciones a los que ha estado sometida la
escritura latina; incluso podemos considerarlos como adornos superfluos, aunque
consideramos que este calificativo es inadecuado para referirnos a unas manifestaciones
culturales propias de momento concreto de la evolución de la escritura.

Este planteamiento nos llevaría a concluir que las personas que idearon y consolidaron estas
formas gráficas, de un lado, no eran de nuestra cultura, y de otro lado, aquellas formas
fueron asumidas por personas que pertenecían a la cultura latina, porque desde entonces son
parte de la cultura latina. Los primeros incorporaron los signos convencionales latinos; los
segundos asumieron el ductus de otra cultura gráfica. Así la escritura de albalaes,
desarrollada sobre todo en la Corona de Castilla y León, llegó a ser el resultado de una mezcla
de culturas.

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Tenemos que recordar algunos acontecimientos históricos de interés para el tema que
tratamos de entre los ocurridos en la Península Ibérica y de manera especial en la Corona de
Castilla y León durante el siglo XIII.
Toledo tenía una larga tradición en el desarrollo de la actividad traductora que hemos de
remontar a la época del arzobispo don Raimundo (1126-1152), momento en el que se traducían
obras árabes y hebreas al latín. Durante el reinado de Fernando III, esta actividad se
consolidó; Alfonso X, el sabio, gustaba de vivir rodeado “de doctores musulmanes y judios” y
en aquella escuela se traducían obras árabes y hebreas al castellano.

La presencia en Toledo de grandes maestros cristianos, musulmanes y judíos proporcionaba


a esta ciudad la gloria de la sabiduría, al tiempo que exigía la existencia de amanuenses, de
una y otras culturas, que escribían los trabajos encomendados por los maestros; amanuenses
que estaban en continuo contacto y sometidos a permanente influencia gráfica de los unos
sobre los otros. Este intercambio permanente lleva consigo el conocimiento del romance y/ o
el árabe y el hebreo y que unos y otros doctos amanuenses sabían escribir en caracteres
latinos, árabes o hebreos indistintamente.

El paleógrafo español Terreros y Pando a este respecto afirma: “de aquí nace que en el siglo
XII y mitad del XIII, la mayor parte de las escrituras de Toledo, aún a vistas de los reyes, se
otorgaran en legua árabe; algunas son bilingües, repitiéndose en ambas lenguas, árabe y
latina, un mismo texto. La Iglesia primada de Toledo guarda entre los tesoros de sus archivos
tan gran número de escrituras árabes que acaso pasan de dos mil…de todas estas la menor
parte es de moros, la mayor es de caballeros cristianos, de monjas, de clérigos y de los
mismos arzobispos; por donde se ve que es muy mal argumento la letra árabe para concluir
que el escrito es cosa de moros… aún del siglo XIV se hallan escritos árabes y hasta el fin de él
usaron los escribanos de Toledo la galantería de poner en los instrumentos su firma bilingüe,
galantería correspondiente a la que tenían los artesanos también en su maniobra…”.
Menéndez Pidal, a la hora de hablar de las fuentes desaparecidas a partir de las cuales se
elaboró la Primera Crónica General, nos indica la existencia de un Cronicón, hoy perdido, que
nos sitúa ya entonces ante la existencia de la literatura aljamiada.

Los más destacados focos culturales del sur peninsular fueron conquistados por los cristianos
del norte, para la Corona de Castilla y León, durante el reinado de Fernando III, el Santo:
Córdoba en 1236; Murcia en 1241-1245; Jaén en 1246 y Sevilla en 1248; y además de estos
habría que contar otros centros de menor importancia estratégica que no cultural. En los
relatos cronísticos se nos dice que “ocho años duró el rey don Fernando en la frontera, que

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non tornó a Castilla desque della salió… tres años e cinco meses fue tiempo de su vida
después que Sevilla fue ganada”. Una estancia tan prolongada de un rey con sus jefes
militares, con sus tropas y con su cancillería, aunque no fuera toda, en tierras en las que la
cultura estaba muy desarrollada y era, especialmente en lo que a la escritura se refiere, bien
distinta de la de los conquistadores, necesariamente hubo de dejar una profunda huella en
todos los órdenes de la vida y no menos en el arte de escribir. Los cronistas dejan constancia
de la admiración sentida por los cristianos que participaron en aquellas conquistas; del estado
de ánimo de la admiración hasta el de la imitación solo hay un paso, máxime si ya existían los
antecedentes de la escuela de traductores de Toledo.

No podemos por menos de recordar que la aparición de la escritura de albalaes en Castilla y


León es coincidente con la conquista de los grandes focos culturales de la época que estaba
situados en las ciudades y villas ocupadas por los árabes; los judíos habitaban y ejercían su
actividad en muchas ciudades y villas cristianas del reino castellanoleonés; la palabra “albalá o
albará”, usada como vimos, en sustitución de la castellana de “recibo”, es árabe.

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Transcripción del documento en escritura denominada de albalaes.

Don Sancho por la graçia de Dios rey de Castiella, de Toledo, de León, de Gallizia, de
Seuilla, de Córdoua, de Murçia, de Jahen, del Algarbe, al conçeio de la çibdat de Burgos, cabeça
de Castiella e nuestra cámara, salut e graçia.

Viemos uuestra petición en que nos embiastes dezir que algunas vezes acaeçen en
uuestro logar que dos onmes an una casa de consouno, et el vno dellos á las tres partes de la casa
e el otro el quarto, en guisa que el que á la quarta parte non puede auer ý posada e non la quiere
legar al otro que á ý las tres partes. E que por esta razón reçiben danno amas las partes, et
pediades nos merced que os diésemos ley dello porque sopiésedes conmo auríades de fazer
quando tal cosa conmo esta acaesçiese.

Sobresto tenemos por bien e mandamos que si dos onmes an o ouieren daquí adelante
vna casa de consouno et el vno á las tres partes e el otro el quarto de casa en guisa que el que á
el quarto non pueda auer morada en lo suyo e non lo quiere legar al otro que á las tres partes,
que los alcaldes fagan venir amas las parte ante sí e aquel que más diere por el luguero de la casa
que la tenga e que partan el luguero segunt la quantía que cada vno ouiere en la casa.

Et de esto uos mandamos dar esta nuestra carta seellada con nuestro seello colgado.

Dada en Toledo XV días de deziembre, era de mill e CCC e XXVII annos.

LA GÓTICA CURSIVA ARAGONESA-CATALANA.

En un inventario realizado en el año 1341 se acusa las diferencias de la lengua y la forma de


escritura de la Corona de Castilla y la Corona de Aragón: “De las dichas cosas de voluntad de
las partes fueron fechas dos cartas partidas por ABC, la una de las cuales fue librada a los
dichos procuradores escripta en letra e lengua castellana, et la otra al dicho don Pedro de
Villanueva escripta en letra e lengua catalana”.

La escritura aragonesa y también la catalana se dan en la Corona de Aragón desde mediados


del siglo XIII, en pleno reinado de Jaime I, hasta finales del reinado de Pedro el Ceremonioso.

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Hacia mediados del siglo XIII encontramos una escritura aragonesa-catalana en la que, de un
lado, las letras que quedan dentro de la caja del reglón, son de tamaño y formas muy
pequeñas y presentan los contraste y claroscuros propios de la gótica y mantienen las formas
redondeadas; y de otro lado, los astiles que sobresalen, por arriba o por debajo de la caja del
renglón, terminan incurvándose, los de arriba hacia la derecha y los abajo hacia la izquierda;
en este aspecto se puede establecer cierta similitud de esta escritura con la que en Castilla se
llama escritura de privilegios.
Entre las grafías a destacar están la forma de la “g”: presenta un trazo inferior prolongado
hacia la izquierda y vuelto sobre sí mismo, realizando un bucle por debajo de la línea de
escritura

La gótica catalano-aragonesa desde el primer tercio del siglo XIV empieza a recibir la
influencia de la bastarda francesa. Esta escritura se caracteriza porque algunas letras: f, p, s,
en sus trazos inferiores tienden a acabar en forma puntiaguda en lugar de las formas
redondeadas más propios de la tradicional escritura aragonesa y catalana.

A mediados del siglo XV, durante el reinado de Alfonso, el Magnánimo, (1416-1458) la letra
humanística se considera plenamente asentada.

Es la cancillería real aragonesa la que estructura y mantiene este tipo de escritura con sus
variantes y su evolución durante los siglos de la Baja Edad Media. Al mismo tiempo que esta
cancillería sirve de espejo en el que se miran los notarios que elaboran la documentación
entre particulares e imitan este tipo de escritura de procedencia cancilleresca. Los notarios
trazan la escritura con gran cursividad y con gran cantidad de abreviaturas y cláusulas
etceteradas, por lo que esta escritura notarial se convierte en algo peculiar; los paleógrafos la
denominan “notular”. Por esta vía de imitación de la escritura de la cancillería, y a través de
la enseñanza en las escuelas o por los maestros del arte de escribir, esta forma gráfica
cancilleresca, se convierte en escritura usual de notarios y juristas, de mercaderes y
artesanos, y de la Administración concejil. Los mercaderes y artesanos hacen uso muy
frecuente de la escritura para el desarrollo de sus actividades aunque dotan a su escritura de
una destacable cursividad.

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