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COLEGIO SAN JOSÉ

DE CALASANZ

La Capacidad Crítica
"Dijo Jesús:
-En esta gente que no me entiende se
cumple la profecía de Isaías. Por mucho
que oigan no entenderán. Por mucho
que miren no verán. Porque está
entorpecida la mente de este pueblo,
son duros de oído y se han cerrado para
no ver con los ojos, ni oír con los oídos,
ni entender con la mente, ni cambiar de
vida, ni dejar que yo los cure.
Y añadió: Dichosos en cambio ustedes,
porque ven con sus ojos y oyen con sus
oídos."
(Mateo 13, 14-16)
M
irar mi vida, mirarla con ojos atentos, con
ojos que se admiran, con ojos que van más
allá de la superficialidad de todas las cosas
que vivo en este hoy desenfrenado. Sí, mirar, mirar
dentro de un mundo que permanece enceguecido por
los luminosos strubers de sus olvidos y de sus mentiras.
Y volver, volver adentro, a ese lugar donde pocos
quieren ir, donde pocos se arriesgan a navegar, porque
pueden encontrarse con la propia vida, con la
existencia desnuda: bien con los miedos, los dolores,
las ausencias, los gritos que despiertan en la noche;
bien, y eso a veces cuesta más, con la alegría, con la
esperanza, con el amor profundo, con la capacidad de
hacer y de hacerse bien. Es, pues, la mirada a mi
interior, el tomarme en serio mi vida, el saberme en
continuo proceso. Y a esto le he llamado ser PERSONA.

Pero ser Persona no es nada fácil. Sí, sé que debo


intentarlo, que, en verdad, quiero arriesgarme, quiero
salir de mis enredos, quiero contactar el mundo con mis
manos llenas de posibilidad; sí, sé, en el fondo que
quiero ser feliz. Y eso, precisamente, es lo que habrá de
impulsarme. Será la fuerza más íntima que me lleve.
Porque mi mundo es hostil, porque sólo piensa en
consumir, en degradar, en depredar; sólo piensa en la
imagen, en la sensación, en el ahora más inmediato. Y
me pregunto ¿dónde está el mañana prometido?
¿dónde las nuevas fantasías? ¿dónde los sueños?
¿dónde los proyectos auténticos? ¿dónde los amores
que duran? ¿dónde las
palabras que tocan fondo, que no son ligeras en medio
de un lenguaje artificial que muchas veces utilizo? Y la
respuesta está dentro: ahí, justo en el fondo de mi vida.
Toda la capacidad para plantear un mundo nuevo está
en mí. Sin embargo, esa capacidad hay que
desarrollarla. No basta sólo con mirar; hay que ir más
lejos en lo que puedo descubrir en mi entorno. No basta
sólo con ir dentro de mi vida; es necesario
comprometerme con los otros, con la historia, con la
humanidad en su mismo devenir. Y a esto, a esta
capacidad de preguntarme, de reflexionar, de buscar
argumentos válidos, de abrirme a nuevas perspectivas
y, sobre todo, de ser fiel a mí mismo, a mis más
profundos valores, se le llama la CAPACIDAD CRÍTICA. Y
es bueno hacer un diagnóstico: ¿Qué hay en mi mundo?
¿Frente a qué ser crítico?

1. LAS ALIENACIONES SOCIALES:


La palabra Alienación puede sonarme nueva. Pero no
es nuevo lo que ella entraña: olvido de sí mismo,
relegación, dejadez, pereza, falta de compromiso;
reproducción de los modelos que el ambiente me ofrece
a través de tantas imágenes, de tantos productos
novedosos y efervescentes, de tantas voces de griterío,
de tanta exuberancia y exageración. Es decir, ser otro:
negociar, cambiar, vender lo que soy. Y en este
trueque, en este comercio sin salida, me he perdido.

¿Quién soy, en el fondo? ¿No me hacía, con cierta


incertidumbre, pero también con seriedad, esta
pregunta hace algún tiempo? Y yo que creía que tenía
la respuesta; que era suficiente con dar mi nombre o
describir unos cuantos aspectos de mi vida. Y no, no es
así... ¿Quién soy? ¿Dónde está mi identidad? ¿Qué es
aquello que me hace, cada vez más, yo mismo, en mi
integridad?
Parece ser que mi verdadera esencia está confundida
con el giro del ambiente: está confundida con la moda
llena de colores extravagantes o puesta en la dejadez
de unos harapos que no me corresponden, que sólo uso
porque parece ser que en la apariencia deshilachada,
mugrosa, raída, hecha girones, en esa moda
abandonada, que da la impresión de rebeldía, estuviera
lo que soy; confundida con los gritos de la música
contemporánea que tiende a ser cada vez más
estridente, más ensordecedora ante las voces de la
verdad y de la vida, más despersonalizante, más
desgarrada y solitaria; confundida en la falta de
cuidado con mi cuerpo: no me alimento bien, me
acuesto demasiado tarde, abuso en el deporte, he
aprendido a fumar y a tomar trago y quién sabe si a
probar otras sustancias... y, también, he descuidado mi
sexualidad al verla desde la lente pornográfica, porque
el ambiente no me propone más que cuerpos
desfigurados en excitaciones tempranas; confundida
con lecturas vacías, con palabras que van y vienen;
confundida en noviazgos que no pasan del simple
‘rumbeo’, de mil promesas adolescentes que no llegan
a ningún lado, de ese miedo a comprometerme y a
llevar una relación posible y hermosa; confundida con
el estudio que no asumo o con el extremo de llenarme
de información para sobresalir, para imponerme al otro,
o porque no tengo algo más que hacer; confundida con
la televisión de la que me he vuelto adicto y exagerado
consumidor, así no me diga nada, así sólo sea para
llenar la soledad de esas tardes aburridoras en mi casa
cuando llego y no hay nadie, nadie que me escuche,
nadie con quien compartir, con quien hacer vida...

Entonces, ¿dónde estoy? ¿dónde? ¿qué es lo que me


hace persona? Ahí está, pues, la Alienación, ese
llenarme de cosas, ese no detenerme, no hacer
estación alguna para hacerme preguntas importantes e
intentar darles auténticas respuestas. Una alienación
que se plantea como:

# Creación de falsas necesidades: porque así el


ambiente me hace consumidor; consumidor de su
basura, consumidor de sus ideologías vacías,
consumidor de tantas cosas que hoy adquiero y
mañana tiro porque no me llenan, porque han
sobrepasado mis ‘necesidades’ de niño burgués,
porque nada me satisface. Y eso es, precisamente, lo
que quiere lograr: que me venda a sus intereses, que
me acomode en su maquinaria y, después, sea
demasiado tarde para escapar de un sistema capitalista
devorador que sólo propone una pérdida de sentido de
lo profundo y de lo pequeño.

# La deformación de la realidad: porque el


ambiente usa máscaras y me ha acostumbrado a mí,
también, a usarlas. No, no se muestra con sus
flaquezas, con sus errores, con sus problemáticas. El
mundo aparece, pues, tras un disfraz, tras una imagen
que no le corresponde. Y yo he sido parte de ese
peligroso juego; un juego que no me deja alternativas,
que me esconde, que no deja que salgan mis valores.
La realidad del mundo, y la mía propia, son un show
donde todo puede esconderse, quizá porque ver todo
según su auténtica forma cuesta, porque eso supone
comprometerse, supone decir la verdad y, tal parece,
esos valores han entrado en desuso en esta
postmodernidad devoradora.
# La superficialidad: porque la vida profunda, la vida
con sentido, la vida en la que uno se hace preguntas
interpelantes, ese llegar a lo que mejor me constituye,
ese saber el por qué de lo que me sucede, de lo que
vivo, no está de moda. Está planteado, más bien, el
universo light, donde nada nos cuesta, donde no hay
luchas, ni futuros por construir; donde los amores son
pasajeros, donde las tareas son una carga insoportable,
donde el estudio no es un medio de realización sino de
esclavitud académica, donde los pobres se relegan y
estorban, donde no se asumen los problemas
familiares, donde la T.V. y la música a todo volumen y,
con ellos, la moda, el aparentar, el lucirse, el querer
imponerse ocupan el inmenso vacío de una vida
desteñida, triste. Así es el ambiente: superficial, todo
en la capa más externa; porque, quizá, llegar a lo
profundo, a lo íntimo, a lo que sugiere construir y
aportar y dejarse ser uno mismo, no es tan fácil en
medio de tanta propaganda, tanto slogan ridículo y
tanto bullicio.

# La falta de una palabra propia: porque tal parece


que los discursos están elaborados; que sólo se trata de
seguir un libreto, como en los melodramas o en las
películas llenas de agresividad, de humo, de relatos
incoherentes. Sí, me han impuesto un lenguaje, una
manera de mostrarme al mundo, una manera de
expresarme, de aparecer, de relacionarme... Y, mis
palabras, mis gestos, mis valores, mis propuestas, mis
interrogantes ¿dónde quedan? Se ha engendrado, pues,
todo un sistema de ‘comunicación’, más bien
incomunicada, donde todos decimos lo mismo de lo
mismo, pero nadie puede pensar diferente, nadie puede
asumir una posición crítica, pues de lo contrario será
rechazado y enviado al lugar de la tensa soledad; ese
lugar donde van los “ridículos” que no fueron capaces
de seguir el absurdo jueguito de los que se creen más
fuertes; pero son profundamente vacíos, por tanto,
profundamente infelices.

# La agresividad contra el otro: porque esa es otra


de las propuestas más insistentes. No sólo porque mi
mundo esté cargado de violencia, no sólo por el
sufrimiento de las guerras, de los conflictos sociales;
no, no sólo por eso. Es que también me han enseñado a
desconfiar, a no creer en el otro, a no ayudarlo, a
descomponer la solidaridad, a aplastarlo con mis
burlas, con mis comentarios sarcásticos, con mis
ironías, con mis sobrenombres; sí, aplastar al otro para
prevalecer yo, ese superyó que quiero ser porque, en el
fondo, me siento inseguro y no he tenido el valor, el
inmenso valor de ser yo mismo para enfrentar mi
propia vida. Entonces rechazo, desplazo, insulto,
pisoteo y hasta golpeo al otro: porque el ambiente
dibuja eso en su
falta de cariño, en la falta de afecto cálido y lleno de
ternura, en la publicidad cada vez más gris, más
bombardeante, más impulsiva y menos reflexiva. Y
grito, y tiro puertas y pongo mi música a todo volumen
y mando a todos ‘al carajo’... porque me he hecho
insensible al contacto dulce y paciente y he reproducido
la herida de la sociedad.

2. LAS SALIDAS FALSAS:


Ahí está, pues, la alienación planteada como un
proceso donde puedo perderme, donde de verdad no
me encuentro, donde sólo descubro mentira, vacío y
soledad. Sí, mi mundo tiene un lado positivo, auténtico,
liberador, pero... ¿cómo encontrarlo? ¿cómo ser fiel a
los valores? ¿cómo asumir la vida? Es cierto, no es fácil.
Y quizá, muchas veces he pensado en rendirme o en
escapar, en evadir lo que me rodea, en hacerme el
sordo y el ciego, el marcado indiferente al que la vida
no le corresponde y más bien pretende que otros lo
arreglen todo; porque mi vida puede ser ciertamente
tranquila, pero también puede subrayar las dificultades,
los problemas, los vacíos, esa pérdida de sentido y de
dirección que se respira en la sociedad.

Y bien puedo aceptar lo que sucede y plantearme un


aporte desde lo que soy, o bien puedo huir
cobardemente y ser un superficial más, uno de aquellos
que juran ser distintos, que creen proponer alternativas
de ruptura y cambio de sistemas y, al final, sólo pasan
como unos rebeldes sin causa, como unos caprichosos
que quieren hacerlo todo a su antojo; sí, puedo ser un
vacío más, un reproductor de estilos cada vez más
oscuros, un ‘niñito play’ que quiere jugar al poder y la
razón frágiles, que no construyen: querré ser distinto
pero seré uno más que usa la misma ropa, que dice las
mismas palabras, que es igual de agresivo, que
escucha lo mismo y que reniega de lo mismo. Pero
nunca, nunca seré yo mismo en profundidad... y es
porque tengo miedo, inmenso miedo de dejar ver mi
corazón, mis entrañas de vida nueva, mi propuesta
desde mis capacidades y desde mi bondad.

Ahí está pues ese mundo alienado y parte de esa


alienación es huir: huir en la pereza de cada tarde con
sueños que calman mi soledad y mi desidia; huir en las
horas frente al T.V. que sólo hace bulla y cuyo murmullo
arrulla mis incapacidades; huir en la mediocridad de mi
estudio; huir llamando la atención con cualquier
extravagancia; huir pensando que esto no me toca a mí
y que, por tanto, es problema de otros; huir en el
Internet en horas y horas de búsquedas perdidas donde
nunca voy a encontrarme a mí mismo; huir en las
fiestas superficiales de cada fin de semana donde no
hay
diversión tranquila y comunicación: sólo bulla, humo,
olor a alcohol y a estupefacientes y niñas fáciles, rotas
por dentro, que se dejan usar o que me usan; huir en el
cigarrillo, en el alcohol, en la droga, en los juegos
actuales de la calle; huir en el centro comercial postizo,
huir para que esta vida no duela tanto, no comprometa
tanto, no me arriesgue tanto.

3. LA CAPACIDAD CRÍTICA:
Y, sin embargo, la auténtica ruptura, la real revolución,
el verdadero cambio, están en otro lado. No en
reproducir los esquemas del ambiente, no en ese
“dejarme llevar” por sus propuestas. Porque ahí, justo
ahí, estoy vendiendo lo más hermoso de mi vida. Y no
se trata de huir del mundo, de no contactarse con él, de
no establecer relaciones. Porque soy, precisamente,
parte activa de él; tampoco se trata de no vivir mi
adolescencia en plenitud, pues es la edad en la que
estoy y, justamente, tengo que asumir, aceptar y
modelar esos procesos de cambio que están
apareciendo... Entonces, ¿de qué se trata?

Se trata de mirar y de regresar: mirar la vida, toda mi


vida, toda mi cotidianidad, con ojos nuevos, con ojos
que se admiran, que quieren penetrarlo todo hasta
encontrar la verdad, esa verdad que reside en mi
profundidad; y regresar, regresar a mí mismo, a esa
casa que a veces abandono para llevar los juegos del
ambiente, para irme a la calle de la hostilidad. Sí,
volver a mis valores, volver a mis destrezas, a mis
sueños, a mis proyecciones, a mi sed de un futuro bien
construido, a mi capacidad de escucha de mí mismo y
de los demás, a mi reflexión cotidiana, al bien que
puedo hacer y hacerme... Es decir, dejarme mover,
dejarme estremecer, dejarme despertar del absurdo, de
esas luchas en las que me fatigo porque no sé para
donde voy. Dejarme, pues, ‘revolcar’ interiormente,
porque todo empieza adentro, todo empieza desde mi
propio lugar, pues si no me cuestiono, ¿cómo voy a
cuestionar al mundo? ¿cómo? ¿desde qué argumentos?
Tengo, pues, que encontrar razones de peso, razones
que den cuenta de lo que verdaderamente soy; por
tanto, no puedo engañarme.

Se trata de decirme y decir la verdad. En la mentira me


diluyo, en la mentira no hay respuestas, ni soluciones,
ni alegrías. Porque, precisamente, se trata de buscar la
alegría profunda, la que nadie puede robarme, la que
nada puede apagar.
Ser crítico es, pues, ir siempre más allá; es decir, no
conformarme, no alojarme en mis miedos, o en mis
prevenciones, o en el “qué dirán” que
tanto me paraliza. ¿Cuál es mi papel? Esa es la
pregunta que debo hacerme. Tengo que empezar por
verme a mí mismo, a este muchacho que soy hoy que a
veces aparece tan frágil, tan indeciso, tan vulnerable...
pero, también, tan lleno de esperanza, tan lleno de
vida, de ganas de existir, de proponer, de hacer las
cosas nuevas. Y sí, es cierto, no es fácil... ¿quién dijo
que ina a serlo? La vida, en sí misma, no es fácil: ella
entraña luchas, supone sacrificios, invita a riesgos, me
pide comprometerme; y eso no es fácil. Eso duele
porque rompe; rompe con los pseudovalores del
ambiente; rompe con la agresividad y con el miedo;
rompe con la muerte y el olvido; rompe con la
superficialidad, con la pereza, con el tedio, con la
irresponsabilidad, con la quietud.

Aquí estoy hoy, aquí preguntándome por el sentido de


mi vida, por mi lugar en el mundo, por lo que soy capaz
de hacer. Y eso es reflexionar; y eso está bien. Pero, de
algún modo, no puedo ‘tragar entero’, no puedo dejar
pasar inadvertido el curso de mi vida; porque ella es
importante, porque valgo la pena, porque hay un tesoro
dentro de mí que vale la pena descubrir; porque soy un
trocito de mundo, un trocito irremplazable, único, que
vale la pena ser amado, ser considerado, ser atendido...
pero que también puede amar, considerar y atender. Y
para eso, SER CRÍTICO.... y esto supone escuchar,
escuchar el fondo de mi alma, escuchar el eco de lo
mejor de mí mismo y dejar que traspase las fronteras y
permitirme actuar para hacer de mi mundo un lugar
posible, siempre nuevo.
FICHA DE TRABAJO PERSONAL
•Preguntas:
1. Leyendo de nuevo todo el documento, ¿qué es lo que
más me toca? ¿qué partes me cuestionan?
2. En qué puedo notar que he vivido las alienaciones del
ambiente? ¿Qué actitud he asumido?
3. ¿Porqué siento importante reflexionar críticamente?
4. ¿Qué aspectos concretos de mi vida preciso mirar con
ojos nuevos, con ojos de verdad? ¿Por qué?
5. Mirando la propuesta de Jesús (en el epígrafe) y
remitiéndome a Mateo 23, 1-33: ¿Qué sucede ahí?
¿Frente a qué se da la mirada crítica de Jesús? ¿qué le
dice hoy a mi vida?

•Para la reflexión durante la semana:


Mirar mi vida de todos los días: la familia, el colegio, los amigos.
Revisar en el fondo, cómo estoy asumiéndola. Y escribir, para
confrontarme, para ir descubriendo la verdad de lo que soy.

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