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LA CIUDAD: PENSAMIENTO CRÍTICO Y TEORÍA

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y Fomento de Actividades Académicas

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Secretario Ejecutivo del Patronato
de Obras e Instalaciones

LIC. ARTURO SALCIDO BELTRÁN


Director de Publicaciones
Jorge Gasca Salas

LA CIUDAD: PENSAMIENTO CRÍTICO Y TEORÍA

INSTITUTO POLITÉCNICO NACIONAL


—MÉXICO—
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

Primera edición: 2005

D.R. © 2005 INSTITUTO POLITÉCNICO NACIONAL


Dirección de Publicaciones
Tresguerras 27, 06040, México, DF

ISBN: 970-36-0227-4

Impreso en México / Printed in Mexico


A mis padres
ÍNDICE GENERAL

Prólogo ........................................................................................................... 11
Introducción.................................................................................................... 15
Capítulo 1. Los pensadores de la ciudad........................................................ 23
I. Señalamientos para una comprensión global .................................... 23
1. Karl Marx ..................................................................................... 24
2. Max Weber ................................................................................... 30
3. Le Corbusier ................................................................................. 35
4. Henri Lefebvre ............................................................................. 40
5. Manuel Castells ............................................................................ 49
6. Aldo Rossi .................................................................................... 67
7. Marino Folin ................................................................................ 73
8. Christian Topalov ......................................................................... 79
9. Lewis Mumford ........................................................................... 82
10. Fernand Braudel ........................................................................... 84
11. Martin Heidegger ......................................................................... 90
II. Problematización de la “ciudad” y “lo urbano” en general .............. 102
III. Tentativa argumental .......................................................................... 105
Capítulo 2. Proceso de reproducción social y ciudad .................................... 109
I. Proceso de reproducción social natural ............................................ 111
II. Supuestos y presupuestos para el surgimiento de las primeras
ciudades .............................................................................................. 132
1. Condiciones de la existencia sedentaria...................................... 134
Condiciones físicas (ambientales)............................................... 135
2. Condiciones tecno-sociales ......................................................... 141
III. El campo y la ciudad ......................................................................... 151
Capítulo 3. La ciudad contemporánea: estructura y sistema ......................... 161
I. Ordenación del sistema ...................................................................... 161
II. La ciudad y el sistema ........................................................................ 165
III. La estructura y la ciudad. Momentos económicos fundamentales ... 174
1. El ciclo de la reproducción social de la riqueza en su función
espacio-tiempo ............................................................................. 174
9
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

2. Ciudad y ciclo general de reproducción de la riqueza social ...... 176


a) La producción y la ciudad ....................................................... 183
b) La distribución y la ciudad ..................................................... 186
c) El cambio, el consumo y la ciudad ......................................... 189
Epítasis. Alcances de la ciudad contemporánea en la vida social ................. 195
Apéndices ....................................................................................................... 207
Apéndice 1. La técnica. Dos formas de acercamiento a su definición:
Heidegger y Marx ................................................................ 209
Apéndice 2. A propósito de las Formen de Karl Marx, lo urbano y
la ciudad ............................................................................... 227
Recomendaciones ........................................................................................... 253
Bibliografía ..................................................................................................... 255
Índice de ilustraciones .................................................................................... 261

10
PRÓLOGO

La ciudad no puede quedar expuesta tras una definición apriorística con la que se
esquematice y fuerce toda explicación de sus fenómenos, sino que es a partir de la
síntesis de ellos como podemos llegar a sus cercanías. Se busca que la argumen-
tación se sustente en la visión global de la ciudad bosquejada por autores de pri-
mer orden que, al quedar reunidos en un mosaico conceptual, nos marquen los
fundamentos para estudiar la problemática urbana contemporánea bajo la idea de
“ciudad” como concreción de un todo complejo que cambia a lo largo de la histo-
ria y que puede ser estudiada si se vencen las barreras que impone la fragmenta-
ción de las ciencias del hombre.
Es posible fundar de manera sólida un acercamiento a los fenómenos de cambio
de la materialidad urbana y los fenómenos sociales, si establecemos los supuestos
o condiciones lógico-históricos de partida, los cuales vinculados con las catego-
rías cultura, civilización y tecnología, nos darán argumentos de peso para expli-
car los acontecimientos trans-históricos de larga duración referidos al proceso de
reproducción social de la materialidad contemporánea.
Tal materialidad se explica con el análisis de los elementos que intervienen en
ella como objeto práctico que sale fuera de sí, formando parte de un proceso que
dimensiona a escala planetaria la transformación material del mundo como con-
secuencia del funcionamiento económico dominante, el “hecho capitalista” como
sistema que se da forma en la dinámica estructural dominada tendencialmente
por sus momentos económicos fundamentales (producción, distribución, cambio
y consumo) bajo “patrones” o “paradigmas” del espacio social citadino que su-
bordina casi toda expresión del sujeto y su materialidad, incluyendo al “campo”,
que constituye su periferia social-natural. Al comprender la forma de materializa-
ción de la estructura económica capitalista en la ciudad, estaremos en condicio-
nes de exponer una argumentación que explique la materialidad contemporánea
manifestada a lo largo y ancho del espacio citadino y se podría sustentar la expli-
cación de los fenómenos que resultan de la influencia de todos y cada uno de los
momentos que integran la estructura urbana.
Si colocamos la investigación de la ciudad dentro del ámbito de la planeación
regional, debería partirse de la relación más cercana entre hombre-naturaleza, la
11
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

cual se refiere necesariamente al vínculo del hombre con la tierra, “fuente de


todos los valores de uso”, al estudio de las condiciones cultural-civilizatorias,
etnológicas y de las necesidades de humanización de su entorno natural con pleno
goce del derecho a la vida urbana. Una vez realizado lo anterior, debería estable-
cerse el cuadro de necesidades y capacidades de producción de la ciudad para
desarrollar la comunicación con sus “campos”. En una organización de la econo-
mía basada en el “mercado” esto resulta imposible, pues tanto la vida social como
su negación emanan de la ciudad, por lo que el sentido del camino para la inves-
tigación queda puesto de cabeza, es decir, invertido como realidad innegable, no
quedando más remedio que efectuar la introspección hacia el mundo citadino
dramáticamente urbanizado.
Tras esta consideración, se presentan en el capítulo 1 los antecedentes de lo que
llamamos aquí señalamientos fundamentales de una “visión global” de la ciudad
mantenida por once autores de primer orden, para lo cual se revisaron sus princi-
pales obras en las que muestran esta perspectiva. Las concepciones e ideologías
son muy variadas e incluso contrapuestas, lo que llega a colocar el acercamiento
en el nivel de una primera “exégesis general”. El supuesto básico es el siguiente:
una referencia importante para la explicación citadina contemporánea de marcado
dominio económico parte indubitablemente de los señalamientos materialistas de
Marx; se encuentra y se enriquece con los puntos de vista de H. Lefebvre, M.
Folin, C. Topalov y M. Castells; entrechoca en el camino con el de Le Corbusier
y A. Rossi, pero se ve enriquecido por enfoques tan diversos como los de F. Braudel,
L. Mumford y la metafísica de M. Heidegger. Esta revisión general parte de una
necesidad de alta trascendencia para nuestro tiempo, que consiste en la revisión
crítica de las teorías que esclarecen y abordan este objeto de estudio y este nivel
de comprensión.
En el capítulo 2 se da una visión teórico-histórica de los supuestos, esto es, de
las “condiciones que debieron presentarse” para el surgimiento de las primeras
ciudades, lo cual nos remite a una revisión de la “génesis de las ciudades”, par-
tiendo, para tal efecto, de premisas expuestas por Gordon Childe en diversos lu-
gares de su obra y de otras aportaciones de alta relevancia que son útiles para la
elaboración de un acercamiento a la idea de ciudad y su distinción con el campo.

12
Prólogo

En el capítulo 3 se hace uso de la comprensión de la ciudad contemporánea


partiendo de la idea de que ella existe bajo un sistema de vida que se pretende
globalizador, expansivo y reproductor de modos de vida y formas de habitar que
se manifiestan esencial y fundamentalmente en el espacio citadino. Esta argu-
mentación parte del ciclo general de la generación de la riqueza social, que tanto
los clásicos de la economía como el propio Marx reconocen como sistema que se
manifiesta a través de cuatro momentos fundamentales de la reproducción social:
la producción, la distribución, el cambio y el consumo. La intención de este trabajo
consiste, en esta parte, en mostrar de qué manera encuentra su expresión física
dentro de la ciudad esta fuerza que subsume o subordina al conjunto de la vida
social urbana.
El “nudo problemático final” o epítasis es la manifestación del “drama urba-
no” abierto a la incertidumbre, sin ser de ninguna manera una conclusión. La
problemática urbana contemporánea, lejos de quedar explicada invita a las nuevas
generaciones de investigadores a des-encubrirla explorando vetas aún no trabaja-
das por las generaciones de críticos de la ciudad posteriores a la Segunda Guerra
Mundial, la época del comienzo del caos urbano, muchos de ellos ya fallecidos.
Los apéndices 1 y 2 son en sí mismos dos ensayos que exploran referencias
básicas para la reflexión de temáticas como la técnica, la tecnología, en las con-
cepciones tan diversas pero, en este caso, a la vez tan convergentes como las de
Heidegger y Marx. En el apéndice 2, en particular, se presenta el análisis de un
documento fundamental para incursionar en la comprensión de la génesis de la
ciudad y su periodización histórica: las Formen de Marx, uno de los contados
trabajos en los que se alude explícitamente a la “ciudad”, encontrándose justa-
mente allí la importancia de la revisión de dicho documento.

13
INTRODUCCIÓN

Reflexión es el valor de convertir en lo


más discutible la verdad de los propios
axiomas y el ámbito de los propios fines.
M. Heidegger, Sendas perdidas

I
La ciudad y lo urbano contienen dentro de sí un atributo que ofrece a la vez una
ventaja y una gran dificultad teóricas: tienen la peculiaridad de poder decantar
físicamente la problemática social como diversidad y ofrecen la posibilidad de
visualizar los fenómenos sociales en su concreción dentro de los estudios tanto
particulares como generales cuya vigencia se espacializa en un sitio, pero este
sitio que aparece como un resultado, representa la manifestación de la problemá-
tica compleja de la multiplicidad social constituyéndose así como una síntesis.
De aquí parte el problema teórico.
Todo objeto teorizable que sintetiza la multiplicidad de la existencia social,
ofrece la posibilidad también múltiple de hacerse asequible, se vuelve sobre sí
como objeto de diversas formas de explicación y por tanto puede ser conocido
desde la perspectiva de buena parte de las ciencias particulares. La ciudad y lo
urbano renuevan e invitan a la reflexión del punto de partida y al trazo del camino
para su conocimiento, aludiéndose en todo momento a la búsqueda de la diferen-
cia entre teoría y realidad. Dicho de otra manera: invitan a la búsqueda de la
concreción social de un todo que se expande y, a su vez, se presume sistema.
Con motivo de la ciudad y lo urbano, se hace notar la necesidad de recurrir a
uno o más discursos que nos ofrecen la posibilidad de conocer críticamente su
existencia espacio-tempórea y des-encubrir el “sistema de la vida” en su modali-
dad y sobrepujamiento de ella como modalidad citadina. Se intenta, pues, exponer
el sistema en tanto se plasma como “ciudad”.
El estado actual del desarrollo histórico a escala mundial se abre como un
abanico inmenso de posibilidades que aparecen ante nuestros ojos como una “te-
diosa apariencia de la diversidad” que, sin embargo, nos invita a dirigir nuestras
miradas hacia un punto determinado por la investigación científica del acontecer
social: a lo urbano-citadino.
15
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

El estudio de la ciudad y lo urbano no constituyen el análisis de un elemento


más de la vida humana sino, en las dimensiones del “mundo de la vida”, una parte
esencial en relación con todas sus manifestaciones sujéticas, es decir, de toda
creación cultural. Con ello deberá considerarse la distinción de las partes consti-
tutivas de la “dualidad” social: lo rural y lo urbano, haciendo la distinción en
términos culturales, entendida aquí la cultura grosso modo como el movimiento
de la relación estructura-superestructura sociales y todos los fenómenos sociales
que de él se desprenden.
La afirmación general de que la ciudad y lo urbano constituyen una parte
esencial de las manifestaciones de la vida social, vista ella en esta doble figura
rural-urbana, no es correcta desde una perspectiva histórica, pues, por ejemplo, la
ciudad medieval no fue el centro de esa doble existencia cultural rural-urbana,
sino lo fue el campo. De aquí la importancia de la historia dentro de cada proceso
estudiado que pretenda formularse.
En el presente trabajo se parte de la noción de proceso de reproducción natu-
ral, de las estructuras de los objetos prácticos y de la existencia de la ciudad que
se estructura como un conjunto complejo. Además, se destaca la importancia del
estudio de los fundamentos de la cultura material como referente y dimensión
contemporánea para la distinción de lo rural y lo urbano, así como la diferencia-
ción al interior de cada una de estas partes, sin hipostasiar las causas que dan
origen a la producción o creación de cultura.

II
Los estudios que han hecho explícita la ciudad y lo urbano como objeto, es decir,
que es “teorizable”, no tienen más de cincuenta años, coincidiendo en gran medi-
da con el crecimiento caótico de las ciudades y la problemática urbana.
Puede decirse que la vigencia renovada de los estudios de la ciudad y lo urba-
no coincide con el crecimiento desmesurado de su problemática. A ello hay que
agregar también su refuncionalización desde la segunda posguerra como referente
determinante de su expresión plasmada o decantada en su espacio correspondiente.
De esta manera podría decirse: refuncionalización del sistema económico, refun-
cionalización de la ciudad y estudios de la ciudad y lo urbano coinciden en el

16
Introducción

tiempo y en el espacio. Ésta parece ser la sustancia etérea que gravita en los estu-
dios de la ciudad y lo urbano.
Los estudios de la ciudad y lo urbano correspondientes a las entreguerras (en-
tre ellos se encuentran los de Le Corbusier), los que podrían llamarse neoclásicos,
corresponden a los proyectos funcionalistas de ciudades que intentaron reordenar
la arquitectura y configuración que los viejos urbanistas clásicos (como Hausmann)
no pudieron aún lograr en el transcurso del siglo XIX. Los urbanistas clásicos y
neoclásicos (de acuerdo con esta denominación provisional) se vieron sujetos al
desarrollo de las tecnologías, tanto de los materiales como de los procedimientos
constructivos solicitados por la necesidad de desarrollo y expansión económica.
Así, la disciplina de la proyectación de la ciudad y lo urbano, el “urbanismo”, se
desenvolvió bajo el aura productivista y funcionalista del crecimiento urbano
imperante. De igual modo, los estudios más profundos del acontecer social urba-
no se desarrollaron bajo esa “armonía” funcionalista. El llamado urbanismo se
vio reducido al constructivismo de la ciudad, y los fenómenos urbanos entraron,
entonces, en la perspectiva de la sociología “objetiva” de corte positivista como
la weberiana, para referirnos a una de las más desarrolladas.
La aparición de los estudios marxistas de la ciudad y lo urbano surgió como la
necesidad histórica de su crítica. Los estudios fundamentales de esta índole no
tienen más de treinta años, a lo largo de los cuales han sido pocas las investigacio-
nes que han aparecido como verdaderos fundamentos de crítica de la ciudad y lo
urbano. Entre ellos figuran los trabajos poco ortodoxos de Henri Lefebvre, El
derecho a la ciudad (1968) y La revolución urbana (1970), entre otros; el texto
clásico del marxismo estructuralista, La cuestión urbana (1972), de Manuel
Castells; un libro en el que se polemiza el papel del Estado tomando como refe-
rente el estructuralismo del libro anterior, cuyo título es El marxismo, el Estado y
la cuestión urbana (1977) de Jean Lojkine; otro texto clásico es el de Christian
Topalov, La urbanización capitalista (1978); de otro corte es el estudio de Mari-
no Folin, La ciudad del capital (1972), en el que se recurre a un estudio materia-
lista (clásico) de la arquitectura como los de Leonardo Benévolo, Los orígenes de
la urbanística moderna (1967), o los de Paolo Sicca, Historia de la urbanística
(1978). Pueden mencionarse entre los estudios marxistas nada ortodoxos, algu-
nos trabajos en los que explícitamente se hace referencia a la ciudad y lo urbano,

17
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

estudios como los de Walter Benjamin, París, capital del siglo XIX y La obra de
los pasajes (1940). Entre los estudios latinoamericanos aparecen los de Roberto
Segre, Las estructuras ambientales de América Latina (1977); de Rafael López
Rangel, Las ciudades latinoamericanas (1989); los estudios polémicos de Emilio
Pradilla Cobos, Contribución a la crítica de la “teoría urbana” (1974), así como,
por otro lado, el libro de Poul Singer, La economía política de la urbanización
(1973).
Como se observa, los trabajos que llamamos básicos no tienen más de treinta
años y la mayoría de los citados pertenecen a la década de los setenta. De esto
podría pensarse que (de acuerdo con el alto crecimiento de las ciudades desde
hace más de dos décadas) estos estudios están rezagados respecto a los cambios
estructurales acontecidos en los últimos diez años en todo el mundo, tanto en las
ciudades de países capitalistas (objeto general de este trabajo) como en las “socia-
listas” que aún sobreviven. Estas observaciones no intentan más que evidenciar la
vigencia e importancia de los estudios de la ciudad y lo urbano para la compren-
sión de la problemática no sólo urbana, sino de toda la problemática social en
general.

III
El fenómeno de la ciudad y lo urbano es un fenómeno trans-histórico, es decir,
que ha atravesado gran parte de las épocas de la historia, desde la transición del
nomadismo (“salvajismo”) hasta la construcción de las primeras aldeas en el co-
mienzo de la vida sedentaria, para dar paso a los primeros embriones de ciudad o
proto-ciudad del periodo conocido como “barbarie”. El estudio de la ciudad
implica su conocimiento a través de la historia, lo cual nos conduce a la
problematización de los estudios históricos propios de la historiografía y por ello
se hace necesario abordarlos a partir de las teorías que hasta nuestro tiempo se
han perfilado como las más enriquecedoras del conocimiento del proceso evolu-
tivo de las sociedades. Éstas son, además del llamado “materialismo histórico” de
Marx y Engels, la historiografía y los estudios globales de Fernand Braudel.
La ciudad y lo urbano en tanto que objetos teorizables pueden dar motivo al
análisis y crítica general, y por ello ser objeto de estudio de disciplinas como la
filosofía y la historiografía; o particular, y ser así objeto de estudio de, por ejem-

18
Introducción

plo, la geografía, la economía, la demografía, la sociología, la antropología, la


arqueología, e incluso las ciencias formales como las matemáticas y las disciplinas
técnico-artísticas como la arquitectura. Esto trae consigo la multiplicidad de con-
ceptos y nociones que pueden figurar en la gran gama de estudios debido a las
categorías que le son propias a cada disciplina científica; pero el despliegue de ca-
tegorías no es un brotar infinito irrepetible de terminologías desestructuradas y
sin orden alguno. Es, más bien, la aproximación correspondiente al mundo obje-
tivo pretendidamente sistematizado cuya legalidad subsume la praxis humana y
convierte al hombre en un elemento más de ese mecanismo. Es esta legalidad
social, en su modalidad urbana, la que debe analizarse con los recursos emana-
dos de la negación de dicha legalidad reificada. No se trata de inventar noúmenos
sociológicos ni “sistemas teóricos” abstractos de la sociedad, sino de exponer
este mecanismo que subsume todas las manifestaciones humanas sin dejar libre
el camino para la construcción humana del mundo.

IV
Un comienzo posible puede mostrarse un poco al estilo heideggeriano del preguntar
para construir sobre un camino. La pregunta para el inicio no es de ninguna
manera la de ¿qué es la ciudad y lo urbano?, sino otra que, al evocarla, inevitable-
mente se rompe en sus partes. Ésta es:

¿Cómo es la existencia de la ciudad y lo urbano?

Expresión que se fragmenta en las preguntas:

¿Cuáles son y cómo funcionan los elementos que la constituyen determinan-


do o condicionando su existencia social?
¿Cómo es posible aprehender teóricamente tales elementos y tal funciona-
miento?

La evasión de la primera pregunta no es la evasión a la explicación del objeto


de estudio del presente trabajo, sino la evasión del esquematismo apriorístico a
que pueda conducir una explicación anticipada de lo que pretende explicarse.

19
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

Además, la respuesta definitiva a esta pregunta no se encontrará en el presente


trabajo, puesto que no es la definición del objeto la que se persigue sino la expo-
sición de sus cercanías constitutivas. Sin embargo, esto no le resta potencialidad
al pensar, más bien lo precisa y verifica.
Inicialmente habrá que anotar una diferencia considerable entre la ciudad y lo
urbano. La ciudad es un ente que contiene la vida urbana y se tiende en sus límites
primariamente geográficos a manera de un recipiente contenedor que es a la vez
rígido y moldeable (plástico). La ciudad existe como “plano regulador” que es
regulado por la vida urbana. Pero lo urbano no se termina en sus “límites”; la
vida urbana aparece como una forma de existencia social que se pretende racio-
nalizadora y que trae como consecuencia el progreso técnico civilizatorio y vicever-
sa. La vida urbana (lo urbano) sobrepasa los límites de la ciudad como consecuencia
de los progresos tecnológicos de la comunicación social (semiológicos) y la reor-
ganización de los sistemas de las capacidades, necesidades y valores que traen
consigo.
Tendrán que recorrerse con cautela los muros de la ciudad para comprender
con claridad los límites de lo urbano, pues –a decir de Martin Heidegger– el lími-
te no es donde una cosa cesa, sino que es, como los griegos ya lo habían notado,
es a partir de lo cual la cosa comienza a ser (Sein Wesen Beginnt).
La ciudad como espacio o sitio donde lo urbano bulle y sublima su existencia,
es el lugar que concentra los elementos esenciales de una totalidad concreta, pues
allí se resguardan las actividades primarias de toda la actividad social: la indus-
tria, el comercio, las decisiones sobre el campo, la política, la educación, la ciencia,
el arte, la tecnología, la diversión y sucesivamente, todas las manifestaciones cul-
turales que hacen alarde del progreso, la civilización y la racionalidad social más
desarrollada de aquella totalidad concreta.
Si damos como ciertas las afirmaciones enunciadas con anterioridad y consi-
deramos que efectivamente la ciudad es un lugar en el que se generan los elemen-
tos esenciales de una totalidad concreta (avistada como la relación subsuntiva o
subordinadora de la ciudad sobre el campo a escala regional y tendencialmente
nacional), entonces habrá que emprender el estudio de la ciudad como tal parte
esencial a través de la cual se “filtra” la relación urbano-rural. Así, el problema
radica en el intento de desmontar el armazón del mecanismo de tal esencialidad.

20
Introducción

Desde el punto de vista teórico las dificultades se presentan al tratar de em-


plear formas globales de argumentación que se aproximen a las formas globales
de existencia urbana y su disección, al cual corresponderán las categorías adecua-
das a dicha argumentación.
La explicación de la ciudad y lo urbano no es un asunto que incumba es-
pecíficamente a la filosofía o a un número predeterminado de ciencias particula-
res o parcelarias, sino al conjunto de las disciplinas que se ocupan o pueden
ocuparse del ser social y sus manifestaciones. Éstas son prácticamente todas las
disciplinas denominadas “ciencias sociales”. Sin embargo, las ciencias particula-
res que de forma directa se vinculan con la ciudad y lo urbano son aquellas en las
que se puede plantear la posibilidad de la argumentación global o, dicho de otra
manera, la explicación de la totalidad social ya sea sincrónica o diacrónicamente
a lo largo de un espacio que es, a su vez, un espacio histórico.
La ciudad y lo urbano constituyen al conjunto de manifestaciones sociales
pertenecientes a un determinado sistema de necesidades, capacidades y valores
generados por un sistema económico, político y social.
El punto de partida del estudio de la ciudad y lo urbano se construye a partir
del reconocimiento de su existencia en tanto “hecho capitalista” que su existencia
genera. Con ello se comienza con una abstracción que guarda en sí la verdad y el
error. Se pretende la consideración de que los elementos constitutivos de la ciu-
dad y lo urbano expuestos en este trabajo sean los que realmente están presentes
en todas las ciudades cuyo régimen económico está dominado por el modo de
producción “capitalista”. Es ésta una cualidad que implica mayor dificultad en
los grados de generalización y abstracción que a su vez encuentran su fecundidad
y benevolencia toda ocasión en que son referidos a cualquier ciudad, cuando éstos
son correctos. De esto depende, en buena medida, la verdad de toda argumenta-
ción general.
El estudio de “la ciudad” y “lo urbano” contiene una comunidad de elementos
que pueden ser aprehendidos bajo recursos teóricos que les son comunes. Algu-
nos de ellos son los que en este trabajo se exponen bajo la rúbrica de “ciudad”.
Esto no quiere decir, sin embargo, que sean lo mismo, sino que se hace referencia
a la comunidad de caracteres o elementos constitutivos que les son comunes.
La ciudad puede ser y es ya, de hecho, objeto de las ciencias del hombre, del
conjunto de las ciencias que por separado emplean sus propias categorías y proce-

21
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

dimientos de estudio y análisis. En buena parte del campo científico, la llamada


“teoría marxista” ha influido considerablemente fomentando la reflexión y la crí-
tica, sin embargo, la fecundidad de las ciencias particulares padece una patología
que proviene del “virus” de su tiempo: el positivismo y la fragmentación (parce-
lación) científica, de caracteres y atributos de las “ciencias del hombre” contem-
poráneas. Carecen de la problematización holística, de la visión global de la
sociedad. Parecen tener el mal congénito de la división alienada del trabajo (espe-
cialización alienada) en su interior y la vivencia privada de su actividad cognos-
citiva propia de la hiperespecialización del régimen productivo.
La hasta hace poco considerada “ciencia de la ciudad”, el urbanismo (la urba-
nística), no escapa de ningún modo de la peculiaridad existencial de las ciencias
parcelarias (sociología, antropología, geografía, etc.). Por el contrario, se vio re-
ducida a la tecnicidad del constructivismo arquitectónico de las necesidades de
funcionalidad y expansión mundial de la economía y del mercado.
El estudio de la ciudad y lo urbano desde una perspectiva histórico-social-
global comienza con el reconocimiento de un todo dominante (“hecho capitalista”)
que se pretende un “todo sistemático”: sistema real/sistema de vida o sistema-
mundo. El des-encubrimiento o des-velamiento de la ciudad y lo urbano se inicia
con el des-encubrimiento crítico del funcionamiento económico sistemático, en
tanto tal, en su existencia urbano-citadina.
No se trata de la búsqueda especulativa de un sistema teórico en tanto sistema
de pensamiento que pretenda “bucear” dentro de sí mismo, o algo semejante a la
construcción de un sistema de la ciencia y de la verdad (Hegel). Se busca la ex-
plicación global del “todo funcional” o sistema, que determina y administra la
ciudad a la manera de “casa grande” de donde se emiten las formas de “socialidad”
dominantes, subordinadoras de las demás formas del ser social. Se presenta, pues,
la instancia primera del funcionamiento económico-material-citadino de nuestra
realidad.
Por sistema no se debe entender otra cosa, entonces, que el funcionamiento domi-
nante, aunque no total, de la dimensión económica como mecanismo que somete
al conjunto de esferas de la vida social. Pero la parte del mecanismo que aquí
interesa es la que puede considerarse y ha sido considerada ya como la fundamen-
tal, la que promueve su funcionamiento y su re-producción como tal: “la ciudad”.

22
CAPÍTULO 1

LOS PENSADORES DE LA CIUDAD

Allí donde el hombre abre su ojo y su oído,


desencierra su corazón, se da libremente al pen-
samiento y a la consideración de un fin, al cons-
truir y al realizar, al solicitar y al dar gracias,
se encuentra por doquier conducido ya en lo
no-oculto, la no-ocultación de este último ya
ha acontecido tan a menudo como ella e-voca
en las modalidades del develar que le han sido
medidas y asignadas. Cuando el hombre en el
interior de la no-ocultación devela a su mane-
ra lo presente, entonces no hace más que res-
ponder al llamado de la no-ocultación, allí
mismo donde la contradice.

M. Heidegger, La pregunta por la técnica

I
Señalamientos para un planteamiento global

En este primer capítulo se presentarán de manera sintética algunos trabajos que


podrían ser considerados como fundamentos valiosos para la investigación y expo-
sición de “la ciudad” y “lo urbano”. El fin perseguido consiste en conocer los
elementos conceptuales que nos conduzcan al acercamiento o aproximación de
aquella entidad social llamada ciudad. El máximo riesgo que puede presentarse y
al que será conveniente acoger con cautela, es el de la simplificación o reducción
de los textos originales, pudiendo suceder –quizá– la operación contraria en los
textos no correspondientes a fuentes cuyas aportaciones teóricas no son del todo
de primera mano.
Al final del capítulo podremos formarnos una idea general que nos orientará
en lo que podríamos llamar acercamiento de conjunto de los “avances teóricos
para la aprehensión de la ciudad y lo urbano”. Después presentaremos lo que para

23
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

este trabajo considero el problema de la ciudad y lo urbano situado en el campo


de la investigación social.
Las aportaciones temáticas señaladas a propósito de cada uno de estos pensa-
dores no pretende constituir, de manera alguna, la “totalidad” o la “esencia” de
aquéllas. Tampoco los teóricos aludidos son todos los más importantes –pues la
lista sería enorme– sino, más bien, los que junto a sus respectivas obras han llega-
do a ocupar un papel importante para el desarrollo del pensamiento científico
acerca de la sociedad y los que en el ámbito de la teoría mantienen la visión de
conjunto o visión global del objeto de estudio que, como tal, planteamos.

1. Karl Marx

Para ningún estudioso de la ciudad es ya desconocido que Marx (1818-1883) no


abordó con toda plenitud el estudio particular de la ciudad en su existencialidad
capitalista, ni temporal (temporaria) ni espacial (espaciaria). Aunque, como sabe-
mos, sí estaba dentro del plan general de su obra1 desde la perspectiva de su
1
El esbozo marxiano de plan general de su obra fue el siguiente (el listado y el subrayado son del autor):

“Efectuar claramente la división [de nuestros estudios] de manera [que se traten]:


1. Las determinaciones abstractas generales que corresponden en mayor o en menor medida a todas
las formas de sociedad, pero en el sentido antes expuesto;
2. Las categorías que constituyen la articulación interna de la sociedad burguesa y sobre las cuales
reposan las clases fundamentales. Capital, trabajo asalariado, propiedad territorial. Sus relaciones recí-
procas. Ciudad y campo. Las tres grandes clases sociales. Cambio entre ellas. Circulación. Crédito (pri-
vado).
3. Síntesis de la sociedad burguesa bajo la forma de Estado. Considerado en relación consigo mismo.
Las clases “improductivas”. Impuestos. Deuda Nacional. Crédito público. La población. Las colonias.
Emigración.
4. Relaciones internacionales de la producción. División internacional del trabajo. Cambio interna-
cional. Exportación e importación. Curso del cambio.
5. El mercado mundial y la crisis”.
(Elementos fundamentales para la crítica de la economía política 1857-58, K. Marx, Siglo XXI, V. 1,
pp. 29-30, México, 1971).
Véase el ensayo de Karl Korsch “Introducción a El Capital” (en Tres ensayos sobre marxismo, Era,
México, 1979), en donde el autor elabora un amplio comentario en el cual analiza críticamente las
modificaciones al plan general de Marx y lo confronta con la obra escrita de éste. Allí puede observarse
el lugar reducido del trabajo escrito por Marx con relación a la totalidad del plan, asimismo, se evidencia
que la contradicción campo-ciudad no es desarrollada (cfr. K. Korsch, op. cit., pp. 56-60).

24
Los pensadores de la ciudad

crítica de la economía política. Sin embargo, esta labor no la realizó por una
sencilla y vital razón: su vida no le alcanzó.
A pesar de ello dejó en sus trabajos grandes aportaciones que si se pudiesen
sintetizar particularizando su potencialidad global crítica, rendirían grandes frutos
en la exposición de la ciudad y lo urbano capitalistas. Esta labor requiere de un
trabajo descomunal que tarde o temprano tendrá que ser realizado.
Los indicios de tratamiento particular de esta temática los podemos encontrar
expuestos en dos trabajos elaborados con una separación de poco más de diez
años, el primero de ellos es La ideología alemana (1845-46, en la primera de sus
cinco partes) y, el segundo, los Elementos fundamentales para la crítica de la
economía política (Grundrisse, 1857-58), en el gran apartado correspondiente a
el capítulo del capital: “Las formaciones que preceden al modo de producción
capitalista” (Formen), pertenecientes de manera puntual a la acumulación origi-
naria de capital (acumulación real).
En rigor, se sabe que La ideología alemana constituye parte de los borradores
de Marx para la elaboración de su principal obra El Capital y de los Grundrisse;2
a esto se debe que existan elementos temáticos comunes en La ideología y los
Grundrisse, expuestos de manera incipiente en la primera obra, y de manera desa-
rrollada, en la segunda.
Enumeraré algunos rasgos que son comunes en ambas obras y que indicaré
oportunamente en nuestro estudio:3

1. Ambas obras tratan el tema de la ciudad y el régimen urbano desde un filón de


la historia, es decir, predomina la visión histórica del desarrollo social (en la
búsqueda de las “premisas” lógico-sociales elevadas al rango de necesidad del
desarrollo histórico, característica general de la obra de Marx).
2. No desarrolla la “historia real” sino la búsqueda de las premisas que condicio-
nan al desarrollo histórico, por ello, Marx nos habla de una ciudad que “aparece”,
2
Recordemos aquella parte del prólogo a la Contribución..., donde Marx señala:
“Todo el material se halla ante mí en forma de monografías, escritas en periodos muy distantes entre sí
y destinadas a mi propia comprensión del asunto, pero no a su edición, y cuya elaboración coherente
según el plan indicado habrá de depender de circunstancias externas”.
3
Cfr. mi ensayo A propósito de las “formen” de Karl Marx, lo urbano y la ciudad, en los anexos de este
trabajo.

25
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

es decir, de un resultado histórico producto de una formación social de la que


forma parte y no como algo pre-determinado.
3. En ambos trabajos se muestran desde diferentes ángulos y formas de tratamiento
tres aspectos centrales:

a) Formaciones económicas precapitalistas. En La ideología se exponen las


premisas lógico históricas generales sin ninguna alusión prehistórica con-
creta. En los Grundrisse estas premisas encuentran su figura concreta en
las formaciones económicas a) oriental, b) antigua, c) germana y una cuarta,
d) eslava.
b) Génesis y desarrollo de la propiedad.
c) Condiciones para la aparición del capital.

4. Las formaciones económicas precapitalistas son presentadas por Marx como


estadios del desarrollo social, “pródromos históricos”, cuya determinación está
regida por las formas de relación de posesión de los elementos (categorías) que
condicionan la pre-existencia de capital. Estos elementos (categorías) son: el
trabajo vivo, el material en bruto, el instrumento de trabajo, los medios de
subsistencia y la no-propiedad de la tierra, principalmente. El devenir histórico
de la relación de estos elementos nos muestra en las Formen la génesis dialéc-
tica del capital y con ello las tendencias históricas de la acumulación capitalista.
5. En La ideología, Marx ejerce particular énfasis en la división del trabajo y con
ello en la lucha de clases, elementos categoriales que en las Formen tienen
menos resonancia en lo que hace referencia a la ciudad del régimen de propie-
dad germano, antesala necesaria para la aparición del capital.
6. La pregunta que orienta gran parte de las investigaciones de Marx, en ambos
trabajos, podría ser la que él mismo se formuló en las Formen: “¿qué condicio-
nes son necesarias para que el trabajador encuentre frente a sí un capital?”4
Estas condiciones (mencionadas en el punto cuatro anterior) están directamente
conectadas con los supuestos de partida que son condiciones históricas del
capital. De acuerdo con Marx:

4
K. Marx, Elementos..., ed. cit., p. 459.

26
Los pensadores de la ciudad

a) El trabajo asalariado.
b) Separación del trabajo libre con respecto a las condiciones objetivas de
su realización (medio de trabajo y material de trabajo).
c) Existencia de un mercado de trabajo.5

Lo antes expuesto es útil para comprender el contexto que acompaña a las


connotaciones que Marx muestra en La ideología alemana referentes a la temática
de la ciudad. Aquella parte en la que él parece tener en su horizonte a “la ciudad”.
La ciudad del régimen de propiedad germano citado y acotado en la llamada Edad
Media que corresponde a la forma de propiedad feudal o por estamentos. Entre
las razones que acompañan a la agudización de tales observaciones están la ma-
yor abundancia de fuentes históricas disponibles y la referente a la antesala del
régimen capitalista, esto es, al periodo de acumulación de capital propiamente
dicho.
Es posible reconstruir la imagen que Marx contempla a través de la perspec-
tiva histórica y que puede ser considerada como argumento fundante de las cerca-
nías de una “teoría de la ciudad”. Para ello deben mostrarse los señalamientos
adecuados para posteriormente enumerar los elementos constitutivos de la visión
marxiana de la ciudad en la antesala histórica del capitalismo.
Marx bordea estas cercanías al hablarnos de la “contraposición entre la ciudad
y el campo” como fenómenos de la totalidad social y no de la visión parcial de la
ciudad como hecho aislado. Estos lugares discursivos pertenecen a La ideología
alemana, específicamente al apartado “Intercambio y fuerza productiva” (de la
“Base real de la ideología”6 ). Nos dirá Marx:

La ciudad es ya obra de la concentración de la población, de los instrumentos de producción, del capital,


del disfrute y las necesidades, al paso que el campo sirve de exponente cabalmente al hecho contrario, al
aislamiento y la soledad.7

5
Cfr., op. cit.
6
K. Marx, La ideología alemana, Ediciones de Cultura Popular, México, 1974 (consultar específicamente
pp. 55-70).
7
Op. cit., p. 56.

27
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

La ciudad evocada es la ciudad capitalista en el pródromo de su génesis. Sus


características pueden ser enumeradas de la manera siguiente:

1. Concentración de la población.
2. Concentración de los instrumentos de producción.
3. Concentración del capital.
4. Concentración del disfrute.
5. Concentración de las necesidades.

Los elementos anteriores son complementados por otros no menos importantes,


los cuales Marx vuelve explícitos:

Con la ciudad aparece, al mismo tiempo, la necesidad de la administración, de la policía, de los impuestos,
etc., en una palabra, del régimen colectivo y, por tanto, de la política en general.8

Los siguientes elementos son, como vemos:

6. El régimen colectivo.
7. La política en general.

Observando ahora la ciudad en la globalidad del proceso histórico, veríamos


otros elementos:

La contraposición entre ciudad y campo sólo puede darse dentro de la propiedad privada... La separación
de la ciudad y el campo puede concebirse también como la separación del capital y la propiedad sobre la
tierra, como el comienzo de una existencia y un desarrollo del capital independientes de la propiedad
territorial, de una propiedad basada solamente en el trabajo y en el intercambio.9

Por lo anterior, se puede también entender por ciudad a la negación del campo
o, en otros términos, a la negación de la propiedad territorial:

8. No-propiedad territorial.
8
Idem, p. 55.
9
Idem, p. 56.

28
Los pensadores de la ciudad

9. Capital vs. trabajo (propiedad del trabajo o de la fuerza de trabajo).


10. Intercambio.

Aquí el intercambio es una densificación de elementos en él presentes.

11. Subsunción/subordinación del valor de uso al valor de cambio.


12. Flujo de mercancías, incluyendo al trabajo mismo (suponiendo la existen-
cia de un mercado de la fuerza de trabajo).
13. Imperio del patrimonio-dinero, o si se quiere, simplemente “Dinero”.

Visto en un proceso de génesis el intercambio toma también otra magnitud


desde su generalidad histórica:

Al instituirse el cambio en una clase especial y al extenderse el comercio, por medio de los mercaderes,
hasta más allá de la periferia inmediata de la ciudad se opera inmediatamente una acción recíproca entre
la producción y el intercambio. Las ciudades se relacionan unas con otras, de una ciudad a otra se llevan
nuevos instrumentos de trabajo, y la separación entre la producción y el intercambio no tarda en provocar
una división de la producción entre las distintas ciudades y pronto vemos como cada una de ellas tiende a
explotar, predominantemente, una rama industrial. La limitación inicial a una determinada localidad co-
mienza a desaparecer, poco a poco.10

Dos elementos más son expuestos:

14. Relación e intercambio de producción entre unas ciudades y otras.


15. División del trabajo entre las ciudades.

Finalmente, Marx hace referencia a otro elemento que cae en el dominio de la


supraestructura o cultura inmaterial:

Al entrar en contacto unas ciudades con otras, estas condiciones comunes se desarrollan hasta convertirse
en condiciones de clase. Idénticas condiciones, idénticas antítesis, e idénticos intereses tenían necesaria-
mente que provocar en todas partes, muy a grandes rasgos, idénticas costumbres.11

10
Idem, pp. 59-60.
11
Idem, p. 60.

29
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

El último elemento que cito se refiere a un fenómeno cultural:

16. La “identidad” de costumbres (entre ciudades).

Los elementos o características enumeradas no son el resultado de un desdobla-


miento esquemático, sino el resultado de un análisis comparativo de una reflexión.
El disertar en torno a la existencia concreta y articulada en su contexto histórico,
daría lugar a otro trabajo mucho más específico y seguramente más complejo.
Esta enumeración posiblemente contribuya a la puesta en duda de aquellas afir-
maciones según las cuales no existe una explicación marxiana de la ciudad. Todo
radica en la noción o forma de concepción que se tenga de ésta, pero sin afirmar
que exista una “teoría marxiana de la ciudad”.
En la sociedad contemporánea, a diferencia de la realidad histórica de tiempos
de Marx, la “indiferencia” de la ciudad hacia el campo parece demandar acucio-
samente su teorización.

2. Max Weber

En las siguientes páginas mostraremos con brevedad algunas ideas que encontra-
mos en la obra de Max Weber (1864-1920), y no representan sino una minúscula
parte de ésta, su importancia consiste en mostrar formas diversas de aproximación
al estudio de la ciudad sin dejar de lado la postura ideológica propia de M. Weber,
pero no por ello deja de ser de orden central no sólo para la llamada “sociología
urbana”, sino para toda la sociología, pues constituye uno de los pilares funda-
mentales de esta ciencia particular y de las aportaciones conceptuales para la so-
ciedad contemporánea.
Considero un gran error de método pre-juiciar a algún autor u obra por su
postura ideológica sin conocer su importancia. Weber es uno de estos autores que
tienen mucho que decir en la investigación social, por lo que debe ser estudiado
con mucho detenimiento.
Para el sociólogo S. Wright Mills, en la palabra de M. Weber se percibe lo
siguiente:

30
Los pensadores de la ciudad

... su voz es la del liberal clásico en un mundo que, en el primer cuarto del siglo, le parecería volcado
contra el liberalismo y, al mismo tiempo, es el más elaborado revisionista del marxismo clásico.12

Y, de acuerdo con Georg Lukács, haciendo referencia a la ubicación histórica


de la obra de M. Weber:

El problema de la sociología alemana en el periodo del imperialismo de entreguerra consiste en encontrar


una teoría para explicar el nacimiento y la naturaleza del capitalismo y “superar” el materialismo histórico
en este terreno, mediante una concepción teórica propia.13

Notemos, inicialmente, que ya desde Max Weber existe la preocupación anti-


rreduccionista de la ciudad:

Se puede intentar definir “la ciudad” de muy diversos modos. Todas las definiciones tendrán, sin embargo,
un elemento común: la ciudad no consiste en uno o en muchos edificios asentados separadamente, sino
que, por el contrario, constituye un hábitat concentrado (o, al menos, relativamente concentrado), una “lo-
calidad”. En las ciudades (y no solamente en ellas) las casas están construidas guardando entre sí una gran
proximidad; en la actualidad se construyen generalmente pared con pared. La representación corriente con
la que se asocia hoy la palabra “ciudad” ofrece unas características puramente cuantitativas: la ciudad es
una gran localidad; este criterio no es en sí mismo, falso.14

Puntualizando esta cita tendríamos:

1. La ciudad constituye un hábitat concentrado.

Observamos a lo largo de la idea anterior cómo Weber nos sugiere la posibilidad


diversa de definir la ciudad. Asimismo nos previene de lo que él llama la “repre-
sentación corriente” de la ciudad, que la considera bajo características “puramente
cuantitativas”.
Entrando en la visión sociológica, rozamos su apreciación de la ciudad según
la cual:
12
Citado por Carlos Gerhard, nota a la 2a. ed. en español del libro Economía y sociedad, Max Weber,
FCE, p. VII, México, 1984.
13
Georg Lukács, El asalto a la razón, Grijalbo, p. 488, México, 1983.
14
M. Weber, La ciudad, La Piqueta, España, 1987, p. 3. También en M. Weber, Economía y sociedad, ed.
cit., p. 938, México, 1984.

31
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

Desde el punto de vista sociológico la ciudad equivaldría a una gran concentración de casas colindantes,
dispuestas en orden compacto, que forman una aglomeración dotada de una identidad tan amplia que en
ella no se produce la agrupación ordinaria y específica de la vecindad caracterizada por un conocimiento
personal y recíproco entre sus habitantes. Si nos atenemos a esta definición sólo las grandes localidades
serían ciudades, pero hay que tener en cuenta que el criterio que se utiliza para demarcar el concepto de
ciudad depende también de condicionamientos culturales, por ello no sería aplicable en este caso a locali-
dades que en el pasado poseyeron legalmente el carácter de ciudades.15

Dos son los aspectos que Max Weber expone:

2. Desconocimiento personal y recíproco de sus habitantes (lo que podríamos


llamar lazos de a-socialidad).
3. La demarcación del concepto de ciudad depende de condicionamientos
culturales:

Si se pretendiese definir la ciudad desde una perspectiva puramente económica sería una aglomeración en
la cual la mayor parte de sus habitantes viven de la industria y del comercio y no de la agricultura.16

Obsérvese que, según M. Weber:

4. Industria y comercio son actividades económicas vitales.

Otro factor que habría que tener en cuenta para poder hablar de “ciudad” es la existencia de intercambios
comerciales regulares, y no sólo ocasionales en la localidad, intercambios que constituyan un componente
esencial en los modos de vida de sus habitantes, es decir, que la localidad se caracterice por poseer un
mercado.17

Por lo que:

5. La ciudad se caracteriza por poseer un mercado:

Hablaremos de “ciudad”, en el sentido económico, cuando la población residente en una localidad satisfa-
ga una parte económicamente sustancial de sus necesidades en el mercado local, gracias sobre todo a los

15
M. Weber, La ciudad, loc. cit.
16
Op. cit., p. 56.
17
Idem.

32
Los pensadores de la ciudad

productos que dicha población, y la de los alrededores inmediatos, hayan fabricado o se hayan procurado
para venderlos en el mercado. Toda ciudad, en el sentido que le hemos conferido aquí a esta palabra, es un
“lugar de mercado”, es decir, toda ciudad tiene como centro económico del asentamiento un mercado.18

Más adelante Weber enfatizará bajo la perspectiva histórica:

La ciudad en su origen, y sobre todo cuando se distingan formalmente del campo, es normalmente tanto un
lugar de mercado como una sede feudal o principesca: posee centros económicos de dos tipos, oicos y
mercado, y, con frecuencia además del mercado local se celebran en ella grandes ferias periódicas abiertas
a los comerciantes itinerantes. La ciudad es pues, en el sentido que aquí le hemos otorgado a esta palabra,
un asentamiento comercial.19

Una característica más podemos extraer de las citas anteriores:

6. La ciudad es un lugar de mercado, un asentamiento comercial.

Esta última es una afirmación categórica con la que culmina una de las ideas
principales de M. Weber con relación a la ciudad, se le debe considerar sobre todo
cuando se pretendan revisar los límites de la propia teoría weberiana de la ciudad.
Otros elementos que nos serán de gran utilidad más adelante, son los que
hacen referencia a lo que podríamos llamar las bases de la tipología económica; a
la participación en la competencia de mercado, esto es, en la ciudad. Con todas las
posibles reservas que la teoría weberiana requiere, pues si seguimos las objecio-
nes de G. Lukács:

El problema de los tipos ideales se convierte, con Max Weber, en el problema central de la metodología,
Weber considera como la fundamental entre las funciones de la sociología el establecimiento de los “tipos
ideales” puramente construidos. Sólo partiendo de ellos es posible, según él, el análisis sociológico. Pero
este análisis no suministra una línea de desarrollo, sino simplemente la yuxtaposición de tipos ideales
casuísticamente escogidos y ordenados.20

Los habitantes de la ciudad principesca por lo general dependen económicamente –directa o indirecta-
mente– del poder adquisitivo de las grandes casas de los príncipes. Lo mismo ocurre con las ciudades en

18
Idem, p. 5.
19
Idem.
20
G. Lukács, op. cit., p. 494.

33
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

las que el poder adquisitivo de otros grandes consumidores, como los rentistas, determina de modo deci-
sivo el nivel de actividad de los comerciantes y de los que ejercen oficios. Estos grandes consumidores
pueden ser, pues, de diferentes tipos según la naturaleza y el origen de sus ingresos; pueden ser, por
ejemplo, funcionarios que gastan sus ingresos legales o ilegales, señores feudales y hombres políticos en
el poder que gastan en la ciudad sus rentas territoriales no urbanas, así como ingresos de origen espe-
cíficamente político.21

De acuerdo con Weber, los tipos de consumidores se dan según dos linea-
mientos:

7. Poder adquisitivo.
8. Naturaleza y origen de sus ingresos.

Estos lineamientos son empleados por Max Weber tanto para su explicación de
los acontecimientos sociológicos urbanos endógenos (en términos técnicos actuales
se diría intraurbanos) y exógenos (interurbanos). En el primer camino, siguiendo
la lógica weberiana, se les podría llamar tipos ideales de socialidad citadina (según
sea su legitimación social, de competencia en el mercado); en el segundo camino
se configuran distintos tipos de ciudad, según su acción social dominante, como se
observará a lo largo del texto citado,22 por ello nos hablará Weber de ciudad de
rentistas, ciudad de negociantes y de inversores, ciudad de consumidores, ciudad
de pensionistas, ciudad de productores, ciudad comercial, ciudad industrial, etc.
Finalmente, debe conocerse un argumento importante que muestra la idea
respecto a una “tipología” de la ciudad moderna de acuerdo con las funciones
económicas dominantes.

El crecimiento de la población y del poder adquisitivo proviene –como ha sucedido en Essen o en Bochum–
de la instalación de fábricas, de manufacturas y de industrias de trabajo a domicilio que son las que
abastecen a territorios exteriores a la ciudad: éste es el tipo moderno de la ciudad.23

21
M. Weber, La ciudad, p. 7.
22
Cfr. op. cit.
23
Op. cit., p. 8.

34
Los pensadores de la ciudad

3. Le Corbusier

Le Corbusier (Charles Edouard Jeanneret Gris, 1887-1965) seguirá siendo el arqui-


tecto más controvertido del siglo XX. Las razones las podemos encontrar a lo
ancho de sus obras, que por sí mismas nos muestran la importancia y peculiaridad
histórico-ideológica de este “visionario de la ciudad del futuro”.
Lo que aquí interesa destacar son sus puntos de vista globales acerca de la
ciudad; para ello someteré a una pequeña revisión una de las obras más importan-
tes atribuidas a este autor: La carta de Atenas. Aunque esta obra no es del todo
suya, pues es el resultado de uno de los Congresos Internacionales de Arquitectu-
ra Moderna (CIAM), llevado a cabo en Atenas (de ahí el nombre) durante 1933,
en el que se analizaron treinta y tres ciudades.24 Por ello, hablar de La carta de
Atenas es evocar a todo el movimiento ideológico y tecnoartístico que lo susten-
ta. En esto reside la importancia de La carta bajo la persona de Le Corbusier.
En primer lugar veamos en qué consistían las finalidades de los CIAM:

Las finalidades de los CIAM son: formular el problema arquitectónico contemporáneo; presentar la idea
arquitectónica moderna, hacer penetrar estas ideas en los círculos técnicos, económicos y sociales; velar
por la realización del problema de la arquitectura.25

Efectuar la crítica completa de La carta de Atenas es una tarea necesaria. Sólo


me limitaré a delinear algunos rasgos de ella.

De la cita anterior podríamos distinguir tres preocupaciones lecorbusianas:

1. Formular el problema arquitectónico contemporáneo.


2. Presentar la idea arquitectónica moderna.
3. Velar por la realización del problema de la arquitectura.

24
Estas ciudades fueron:
Amsterdan, Atenas, Bruselas, Baltimore, Bandung, Budapest, Berlín, Barcelona, Charleroy, Colonia,
Como, Dalat, Detroit, Dessau, Estocolmo, Frankfurt, Ginebra, Génova, La Haya, Los Ángeles, Littoria,
Londres, Madrid, Oslo, París, Praga, Roma, Rotterdam, Utrecht, Verona, Varsovia, Zagreb y Zurich.
(cfr. Le Corbusier, Principios de urbanismo (La carta de Atenas) Ariel, España, 1975, p. 113).
25
Op. cit., p. 148.

35
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

La reflexión comenzaría con la búsqueda del significado político-ideológico


de tales preocupaciones.
Desde una visión general de La carta, contemplamos su constitución tripartita:

1. Generalidades. La ciudad y su región (puntos 1-8).


2. Estado actual de las ciudades. Críticas y remedios.
a) Habitación (p. 9-29).
b) Esparcimiento (p. 30-40).
c) Trabajo (p. 41-50).
d) Circulación (p. 51-63). Patrimonio histórico de las ciudades (p. 65-70).

3. Conclusiones. Puntos doctrinales (p. 71-95).26

En la parte 1, “Generalidades. La ciudad y su región”, podemos distinguir el


lugar asignado a la ciudad en el contexto regional y, por lo que se observa, no es
subestimado sino que su complejidad es reconocida:

La ciudad no es más que una parte del conjunto económico, social y político que constituye la región... El
plan de la ciudad no es más que uno de los elementos de este todo que constituye el plan regional.27

Podríamos decir, según lo anterior:

4. Ciudad: Región. Plan de la ciudad: Plan regional.

El siguiente elemento a ser destacado es la situación topo-geográfica como


incidente en las “constantes psico-biológicas”:

Son las crestas de los montes las que han delimitado las zonas de agrupamiento, donde poco a poco,
reunidos por costumbres y usos comunes unos hombres se han constituido en poblaciones. La proporción
de los elementos tierra y agua ya sea que actúe en superficie, contraponiendo las regiones lacustres o
fluviales a las extensiones de estepas, ya sea que se exprese en espesura, dando aquí pastos grasos y allá

26
Cfr. op. cit.
27
Op. cit., pp. 21-22.

36
Los pensadores de la ciudad

landas o desiertos, modela, a su vez, unas actividades mentales que quedarán inscritas en las empresas y
hallarán expresión en la casa, en el pueblo o en la ciudad.28

Esto tiene lugar entonces como:

5. Situación topo-geográfica: constantes psico-biológicas.

De igual manera, reconoce el surgimiento de un nuevo tipo de expresión social,


el desorden propio de las ciudades y del desarrollo tecnológico:

El advenimiento del maquinismo ha provocado inmensas perturbaciones en el comportamiento de los


hombres, en su distribución sobre la tierra y en sus actividades mismas... El caos ha hecho su entrada en
las ciudades.29

6. La ciudad: hacinamiento que hace presa del desorden.

La parte 2, “Estado actual de las ciudades. Críticas y remedios” es, sin duda
alguna, la más controvertible, ya que es allí donde expone los lineamientos que
desarrollan su tesis fundamental según la cual la ciudad debe ser diseñada y consti-
tuida según las cuatro funciones vitales del hombre y que la ponen a andar. Dichas
funciones son: i) habitación; ii) esparcimiento; iii) trabajo; y iv) circulación.30
Esta tesis es la que más tendré presente en este trabajo, pues es la más general
y simultáneamente la más específica de las tesis lecorbusianas. Por tanto, podría
quedar anotada como:

7. Cuatro funciones del hombre plasmadas en la ciudad:

a) Habitación.
b) Esparcimiento.
c) Trabajo.
d) Circulación.
28
Idem, p. 25.
29
Idem, p. 33.
30
Cfr. op. cit., Puntos doctrinales (núm. 77): “Las claves del urbanismo se contienen en las cuatro funcio-
nes siguientes: habitar, trabajar, recrearse (en las horas libres), circular”, p. 119.

37
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

Este argumento se vincula con el postulado que, según Le Corbusier, el CIAM


de Atenas hizo suyo y que dice:

El sol, la vegetación y el espacio son las tres materias primas del urbanismo.31

Veamos el esquema lecorbusiano:


FIGURA 1

En lo que hace referencia al “Patrimonio histórico de las ciudades”, puede


notarse una contradicción en algunos puntos de La carta que son teórica e ideoló-
gicamente antagónicos; por una parte, Le Corbusier muestra una imagen “histórico
romántica” cuando nos dice:

La historia se halla inscrita en los trazados y en las arquitecturas de las ciudades. Lo que subsiste en los
primeros constituye el hilo conductor, que junto con los textos y documentos gráficos, permite representar
las sucesivas imágenes del pasado.32

Por otra parte, se nos muestra como un ideólogo del modernista, en buena
medida indiferente de valores históricos arquitectónicos muy a pesar de sus sal-
vaguardias propositivas:

La utilización de los estilos del pasado, con pretextos estéticos en las nuevas construcciones alzadas en las
zonas históricas tienen consecuencias nefastas. El mantenimiento de semejantes usos o la introducción de

31
Le Corbusier, Principios..., p. 42.
32
Op. cit., cfr. punto 6, p. 30.

38
Los pensadores de la ciudad

tales iniciativas no será tolerado en forma alguna... Copiar servilmente el pasado es condenarse a sí mismo
a la mentira.33

Es posible que debido a las ideas mostradas en esta segunda parte, principal-
mente, por lo que Henri Lefebvre censura tajantemente a Le Corbusier:

De todos esos innovadores, descubridores del espacio, el menos importante, el menos interesante, el me-
nos simpático, es, sin ningún género de duda, Le Corbusier, cuya retórica acusa el carácter autoritario y
reaccionario de la sociedad francesa, carácter al que se amoldará plenamente: rigor del ángulo recto y de
la linea recta, rigidez de la verticalidad, simbolismo incluido: el sentido del Estado, del orden moral
establecido o por establecer, so pretexto de racionalidad espacial.34

En la parte 3, “Conclusiones. Principios de urbanismo”, Le Corbusier y el CIAM


erigen un gran monumento al funcionalismo urbanístico tras su noción de “ciu-
dad” y de “urbanismo”:

La ciudad, definida en lo sucesivo como una unidad funcional, deberá crecer armónicamente en cada una
de sus partes, disponiendo de los espacios y de las vinculaciones en las que podrán inscribirse,
equilibradamente, las etapas de su desarrollo.35

Podríamos tomar nota, también, de los siguientes aspectos:

Es de la más imperiosa necesidad que cada ciudad establezca su programa, promulgando leyes que permi-
tan su realización... El programa debe elaborarse a partir de análisis rigurosos. Debe prever las etapas en
el espacio y en el tiempo. Debe unir en una fecunda concordancia los recursos naturales del lugar, la
topografía del conjunto, los datos económicos, las necesidades sociológicas y valores espirituales.36

Podemos puntualizar los lineamientos lecorbusianos:

8. La ciudad se define como unidad funcional.


9. La ciudad debe funcionar conforme a un programa, previendo sus etapas
en el espacio y en el tiempo.

33
Op. cit., punto 70, p. 108.
34
Henri Lefevbre, Espacio y política (1972), Península, España, 1976, p. 122.
35
Cfr. Le Corbusier, op. cit., “Punto doctrinal 84”.
36
Idem, puntos 86-87.

39
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

En cuanto al “urbanismo” nos dirá:

Las claves del urbanismo se tienen en las cuatro funciones siguientes: habitar, trabajar, recrearse (en las
horas libres), circular... El urbanismo expresa la manera de ser de una época.37

El urbanismo es una ciencia en tres dimensiones y no solamente de dos. Con la intervención del elemento
altura se dará solución a la circulación moderna y al esparcimiento mediante la explotación de los espacios
libres así creados.38

De esta forma, para finalizar:

10. El urbanismo se “define” tetrafuncionalmente (habitar, trabajar, recrearse,


circular).
11. El urbanismo es “una ciencia” en tres dimensiones.

4. Henri Lefebvre

Henri Lefebvre es uno de los pensadores de lo urbano que tiene la cualidad de la


búsqueda reflexiva de explicaciones acerca de la sociedad contemporánea de
manera heterodoxa, es decir, de un pensar antidogmático y crítico dentro de las
posturas marxistas. Su obra tiene la característica principal de buscar un discurso
que se abre a la reflexión de aspectos nodales de la ciudad y la vida cotidiana. Por
todo ello, se debe ser muy sensato en los adjetivos empleados para mostrar y no
“definir” (de una vez por todas) los cuestionamientos e intenciones mantenidas
en sus principales textos teóricos.
Podríamos referirnos a Lefebvre mediante una alegoría que pretende ser no-
reduccionista: si comparamos el pensar lefebvriano respecto del pensar “alemán”
de tradición filosófica (Kant, Hegel, Heidegger, etc.) podría asemejarse –el segundo
(alemán)– al de aquellos “buzos” de aguas profundas que buscan el origen y los
recursos para la “vivencia humana”, siendo el pensar de Lefebvre como aquel
“nadador costero” que prefiere no alejarse de la playa, sin temor a la dentellada
del mar, sin un trazo predeterminado (asistemático) de su ruta y sin miedo de
37
Cfr. cita 30.
38
Op. cit., punto 82.

40
Los pensadores de la ciudad

practicar todos los tipos de nado. Lefebvre nunca se aleja de la “costa” para no
perder la visibilidad de la ciudad del puerto, ni tampoco para meterse en altamar;
no es un buzo de aguas profundas, pero sí de agua “dulce”; no es un buscador de
“recursos”, pero tampoco les huye dejando de ser nadador.
Quizá así no colocamos a Lefebvre en las “zonas” que él no quiso tocar para
no perecer ahogado, pero tenemos que construir un “rompeolas” para medir la
fuerza de la corriente en la que ambos modos de pensar (el “alemán” y el “fran-
cés”) se regodean. ¡El primer grado de dificultad, el reduccionismo, sea así abor-
tado!
Henri Lefebvre es un pensador muy “francés”, reflexivamente, y analítico. En
su discurso él no se incluye dentro de “los filósofos”, pero filosofa. Su filosofar
debe distinguirse por la negación de todo sistema filosófico. Éste es indudable-
mente el primer paso para el conocimiento de su obra:

Entre los útiles intelectuales de que disponemos, hay uno que no merece ni el desdén ni el privilegio del
absoluto, el del sistema (o más bien subsistema) de significaciones.39

Haciendo referencia al sistema nos dice en otro lugar:

Más bien que un modelo epistemólogico, nosotros preferimos extraer de la lingüística indicaciones
metodológicas. Más que respuestas y dogmatismos, esperamos de ella una forma precisa de cuestionamiento.
Más que un corpus, recibimos de ella ciertos instrumentos de investigación y de análisis: las nociones
mencionadas de nivel y de dimensión sobre las cuales volveremos a insistir.40

Sin la comprensión de esta noción, el pensar lefebvriano no sería –en rigor–


entendido, se volvería quebradizo. Además, como veremos a continuación, el
vínculo de su idea general acerca de la ciudad es inmediato. Veamos:

... sólo con las mayores reservas y precauciones puede considerarse a la Ciudad como un sistema (sistema
único) de significaciones y sentidos, y por tanto de valores. En la ciudad como en tantas otras cosas hay
varios sistemas (o si se prefiere, varios subsistemas). Es más, la semiología no agota la realidad práctica
e ideológica de la ciudad. La teoría de la ciudad como sistema de significaciones tiende hacia una ideolo-

39
Henri Lefevbre, El derecho a la ciudad (1978), Península, España, 1969, p. 130.
40
Cfr. H. Lefebvre, Hacia el cibernantropo, Gedisa, España, 1967, p. 74. Consultar la parte II: “El
contrasistema: Presentación del sistema y crítica del sistema”.

41
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

gía, separa “lo urbano” de su base morfológica de la práctica social, reduciéndolo a una relación
“significante-significado”, y extrapolando a partir de significaciones realmente percibidas. Esta teoría
adolece de una gran ingenuidad.41

Esta cita encuentra su antecedente teórico en la anterior y, como observamos,


reitera a su paso la puesta en duda del racionalismo filosófico o teórico que puede
acompañar a toda teoría que se pretenda holística o rectora del orden social. Pues
detrás de todo sistema el autor parece ver al “orden” tiránico y despótico de la
sociedad:

La noción de sistema recubre a la de estrategia. Ante el análisis crítico, el sistema se revela estrategia, se
devela como decisión (finalidad decidida), proyecciones éstas sobre el terreno de la sociedad en la que
tales decisiones estratégicas han sido tomadas.42

El pretendido zócalo epistemológico coincidirá con el zócalo de la sociedad, con la base y el fundamento
inmutable del orden.43

La idea lefebvriana del sistema y su vínculo con la ciudad aparece con toda
claridad y sin ningún género de dudas en La revolución urbana, en donde nos
dirá:

... no hay en la ciudad y en el fenómeno urbano un (único) sistema de signos y de significaciones, sino que
hay varios a diferentes niveles:
1. El sistema de las modalidades de la vida cotidiana (objetos y productos, signos de cambio, de uso de
desplazamiento, de la mercancía y del mercado. Signos y significaciones del habitar y del hábitat).
2. El sistema de la sociedad urbana en su conjunto (semiología del poder, de la opulencia, de la cultura
considerada globalmente o en su fragmentación).
3. El sistema del espacio-tiempo urbano particularizado (semiología de los rasgos propios a tal o cual
ciudad, a su paisaje y a su imagen, a sus habitantes).
Si en el espacio urbano no hubiera, unido a los objetos o a los actos, nada más que un solo sistema, este
sistema dirigiría todo, y no podríamos desembarazarnos de él.44

41
H. Lefebvre, El derecho a la ciudad, p. 81.
42
Op. cit., p. 40.
43
H. Lefebvre, Hacia el cibernantropo, loc. cit.
44
H. Lefebvre, La revolución urbana (1970), Alianza, p. 58 (el listado de los puntos es nuestro). Véase
también El derecho..., p. 83, ed. cit.

42
Los pensadores de la ciudad

He aquí la buscada visión global de la ciudad y lo urbano lefebvrianos que


podríamos puntualizar del siguiente modo:

1. La noción de sistema encubre a la de estrategia.


2. En la “ciudad y lo urbano” no hay un único sistema de signos y significa-
ciones sino varios y a diferentes niveles:

a) Sistema de las modalidades de la vida cotidiana.


b) Sistema de la sociedad urbana en su conjunto.
c) Sistema del espacio-tiempo particularizado.

Mediante lo anterior nos acercaremos, aún más, a la idea lefebvriana de la


ciudad:

La ciudad es un objeto espacial que ocupa un lugar y una situación y que debe, por consiguiente, ser
estudiado en tanto que objeto a través de diferentes técnicas y métodos: económicos, políticos, demográ-
ficos, etc. Como tal la ciudad ocupa un espacio específico totalmente distinto del espacio rural. La rela-
ción entre esos dos espacios depende de las relaciones de producción, es decir, del sistema de producción
y, a través de éste, de la división del trabajo en el seno de la sociedad.45

De esto se pueden mencionar dos aspectos:

3. La ciudad es un objeto espacial que ocupa un lugar y una situación. Debe


ser estudiado, por ello, a través de diferentes técnicas y métodos.
4. La relación entre espacio urbano y espacio rural depende del sistema de
producción y, a través de éste, de la división del trabajo en el seno de la
sociedad.

Podemos destacar otra idea no menos importante para nuestro estudio:

La ciudad es una obra en el sentido de una obra de arte. El espacio no está únicamente organizado e
instituido, sino que también está modelado, configurado por tal o cual grupo de acuerdo con sus exigencias,
su ética y su estética, es decir, su ideología. La monumentalidad representa un aspecto esencial de la

45
H. Lefebvre, Espacio y política, ed. cit., pp. 65-66

43
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

ciudad en tanto que obra, pero el horario que siguen los miembros de la colectividad urbana no reviste un
aspecto de menor importancia. La ciudad como obra debe ser estudiada bajo esa doble faceta: edificios de
toda índole y horario que implican en la vida de los habitantes de las ciudades y de todos los ciudadanos
en general.46

La idea anterior puede ser sintetizada en dos aspectos:

5. La ciudad es una “obra” en el sentido de una obra de arte.


6. La ciudad como “obra” debe ser estudiada bajo la doble faceta:

a) La monumentalidad (edificios de toda índole).


b) El horario (en la vida de los habitantes).

Para comprender la noción de lo urbano en Lefebvre, deberán conocerse sus


hipótesis 47 sobre lo urbano expuesto en diferentes sitios de su discurso. La parte
más sintética y explícita de estas hipótesis la encontramos en La revolución urba-
na, en la que nos dirá:

Nuestro punto de partida será una hipótesis: la urbanización completa de la sociedad... Ello implica una
definición: la llamaremos “sociedad urbana” a aquella que surge de la urbanización completa, hoy todavía
virtual, pero pronto realidad.48

Tenemos un elemento fundamental del discurso lefebvriano de lo urbano:

7. La urbanización completa de la sociedad: la sociedad urbana (hipótesis


central).

La sociedad urbana para Lefebvre es la sociedad postindustrial, aquella que


nace de la industrialización y sucede a ésta. Para él no se trata de una realidad

46
Loc. cit.
47
Recordemos que en La revolución urbana (1979), ed. cit. p. 170: “los supuestos de partida tienden a
abandonar la condición y el papel de simple hipótesis para adentrarse en el conocimiento” (loc. cit.). Por
ello no puede hablarse de hipótesis (sin comillas), aunque el grado de conocimiento no quedó definido.
48
Idem, p. 7.

44
Los pensadores de la ciudad

palpable, sino de una tendencia, una orientación, es decir, una virtualidad.49 A


esta reflexión teórica (la de un objeto virtual posible) le llama transducción.50 En
aquella etapa de búsqueda de soluciones de los conflictos postindustriales se pre-
sentará la llamada revolución urbana:

... llamaremos “revolución urbana” al conjunto de transformaciones que se producen en la sociedad con-
temporánea para marcar el paso desde el periodo en el que predominan los problemas de crecimiento e
industrialización (modelo, planificación, programación) a aquel otro en el que predominará ante todo la
problemática urbana y donde la búsqueda de soluciones y modelos propios a la sociedad urbana pasará a
un primer plano.51

Puede decirse lo siguiente:

8. La “revolución urbana” (transducción de la realidad, hecho no aconteci-


do aún, es decir, un todavía-no).

En esta exposición de lo urbano se presenta una sucesión histórica de ciudades


según su “porcentaje de urbanización”:52

FIGURA 2

49
Cfr. op. cit., p. 8.
50
Idem, p. 11.
51
Idem, pp. 10-11.
52
Idem, p. 22.

45
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

En este esquema distinguimos una “fase crítica”,53 la cual es explicada mediante


otro esquema:

FIGURA 3

Esto se puede puntualizar diciendo:

9. Sucesión histórica de ciudades: ciudad política, ciudad comercial, ciudad


industrial y punto de inflexión.

Esta sucesión está acompañada de otra no menos importante:

10. Lo rural, lo industrial, lo urbano, se suceden.54

El punto de inflexión queda explicado mediante lo que podríamos denominar


“cuadro sincrónico sobre lo urbano”:55

11. Lo “urbano” existe a tres niveles:

53
Idem4, p. 106.
54
Idem, p. 85.
55
Loc. cit.

46
Los pensadores de la ciudad

a) Nivel global social (político) y mental (lógico y estratégico).


b) Nivel mixto: la ciudad.
c) Nivel privado: el “habitar”.

De aquí podemos pasar a una explicación aún más detallada de los llamados
niveles y dimensiones semiológicas dirigida al análisis de la ciudad:

12. Los “niveles”:

a) la palabra de la ciudad: lo que ocurre en la calle, en las plazas, en los


vacíos.
b) la lengua de la ciudad: expresión de discursos, gestos, vestidos, las
palabras y su empleo.
c) el lenguaje urbano: lenguaje de connotaciones (sistema secundario).
d) escritura de la ciudad: lo inscrito y prescrito en los muros, el empleo
del tiempo.
e) nivel de los semantemas o elementos significantes: líneas derechas o
curvas, grafismos, formas elementales de puertas y ventanas, rincones,
ángulos, etcétera.
f) nivel de los morfemas u objetos significantes: muebles, calles, etc.,
superobjetos o conjuntos significativos: por ejemplo, la ciudad.56

13. Las “dimensiones”:

a) Dimensión simbólica: los monumentos, los vacíos, las plazas y aveni-


das simbolizan el cosmos, el mundo, la sociedad, los intereses.
b) Dimensión paradigmática: oposición dentro y fuera:
centro-periferia; integración y no integración social.
c) Dimensión sintagmática: ligazón de elementos, articulación de isotopías
y heterotopías.57

56
Cfr. El derecho..., p. 83.
57
Cfr. loc. cit.

47
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

El análisis mostrado hasta el momento, de ninguna manera agota la aportación


lefebvriana de la ciudad y lo urbano, sólo constituye una aproximación a su vi-
sión de conjunto. Tendríamos que continuar con su comprensión del espacio ur-
bano, la política, el habitar y el hábitat, la vida cotidiana, etc., que evidentemente
desplazan la intención de esta investigación.
Para preparar la coda de este apartado, considero apropiado exponer la con-
sistencia innovadora de Lefebvre respecto a El derecho a la ciudad, según el cual:

El derecho a la ciudad no puede concebirse como un simple derecho de visita o retorno a las ciudades
tradicionales. Sólo puede formularse como derecho a la vida urbana, transformada, innovada. Poco im-
porta que el tejido urbano encierre el campo y lo que subsiste de vida campesina, con el que “lo urbano”,
lugar de encuentro, prioridad del valor de uso, inscripción en el espacio de un tiempo promovido al rango
de bien supremo entre los bienes, encuentre su fase morfológica, su realización práctico-sensible. Ello
supone una teoría integral de la ciudad y de la sociedad urbana que utilice los recursos de la ciencia y del
arte. Únicamente la clase obrera puede convertirse en agente, vehículo o apoyo social de esta realización.58

Podemos terminar esta incursión visualizando el punto inicial de partida:

La profundidad del análisis filosófico va hasta las raíces. La crítica filosófica, que se transforma en crítica
de la filosofía, se pretende, pues, radical. Pero las raíces tienen su lugar de nacimiento en otro suelo: lo
cotidiano.59

En este “suelo”, el de lo cotidiano, reside a contracorriente lo que él llama


“metafilosofía”.60 De aquí la imagen del “nadador costero”.

58
Idem, pp. 138, 139.
59
H. Lefebvre, De lo rural a lo urbano (1969), Lotus Mare, Argentina, 1976, p. 9.
60
Op. cit., p. 238. Véase también El derecho..., p. 23.

48
Los pensadores de la ciudad

5. Manuel Castells

I
Observaciones generales a su libro La cuestión urbana61

Un análisis serio de La cuestión urbana debió comenzar con la crítica del estruc-
turalismo. Esta crítica ya se inició y puede observarse con la finalidad que siguió
Henri Lefebvre y Jean Lojkine. Este último lo muestra en la organización temática
de su trabajo El marxismo, el Estado y la cuestión urbana,62 vinculada estrecha-
mente al problema del estado y la lucha de clases, es decir, desde la dimensión
eminentemente política.
El comienzo del análisis efectuado se desarrolla con la revisión de la fuente
de partida de M. Castells: la crítica de Althusser y de su visión estructuralista de
Marx, cuya característica principal es la de ser una corriente de pensamiento marxis-
ta que busca determinar los elementos constantes, permanentes de un proceso
social histórico adaptándolos a una línea de investigación que por lo regular de-
semboca en esquematismo, en clasificaciones y “tipos”, como en el caso del we-
berianismo de Castells mantenido en su obra. La cuestión urbana tiene estas
características, pero también se trata de una obra que compila ideas en relación con
un tema particular (lo cual resulta ser un buen atributo); establece un determinado
“marco teórico” y, finalmente, lo lleva a la práctica despuntando hacia un análisis
empírico de corte estadístico.63 Es ésta una característica de toda la obra. La adap-
tación del “marco teórico” a un problema empírico debiera ser, también para este
caso, un problema teórico. El punto de vista de Castells no es así y nos dice por
ello:

Hay, pues, que abandonar el orden de exposición e incluso el orden de pensamiento, para dar paso a un
orden de investigación, a un orden de tareas a realizar...64

61
Manuel Castells, La cuestión urbana (1972), Siglo XXI, México, 1983.
62
Jean Lojkine, El marxismo, el Estado y la cuestión urbana (1977), Siglo XXI, México, 1986.
63
Recuérdese que con esto critica a Henri Lefebvre por su “desconocimiento” de las estadísticas de países
como China y la URSS, a pesar de que ni él somete a crítica dichas estadísticas.
64
M. Castells, op. cit., p. 156.

49
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

Con relación a su fuente teórica, nos dirá en su Advertencia final de 1975:

Nuestro trabajo ha sido influido por cierta interpretación de Althusser (más que por los trabajos del
propio Althusser) tendiente a construir un conjunto teórico codificado65 y formalizado antes de ir a la
investigación concreta, lo cual conduce necesariamente a una yuxtaposición de formalismo y de empirismo,
y va a dar por ello a un callejón sin salida.66

Castells, influido por Althusser, efectúa una “ruptura epistemológica”67 con la


ideología de lo urbano (crítica sociológica de lo urbano) a través de un “proceso
de trabajo teórico”. Pretende –dice él– un “instrumento de trabajo teórico y de
investigación científica” (cfr. p. 480), pero también y fundamentalmente, “dada
la actual coyuntura teórica” (cfr. p. 8), empírico. De esta manera, para “comunicar
algunas experiencias de trabajo”, teórico se traslada constantemente a los análisis
empíricos, en los que encontramos una contradicción sustancial: por una parte
nos dice que lleva a cabo (a cierto nivel, etc.) “el movimiento completo de una
investigación” (cfr. p. 7) y por otra su asistematicidad;68 esto puede ponerse en
duda justo en el momento de los análisis de “situaciones concretas”, en los cuales
aparece el recurso de la estructura urbana y el sistema urbano, así como la “re-
producción de la fuerza de trabajo”, etc., categorías economicistas con alto grado
de deformación de la crítica de la economía política de Marx.
Para poner en duda esta supuesta asistematicidad, o mejor dicho, sistematismo
ingenuo, se le puede dar una mirada al esquema general de La cuestión urbana.
En una vista de conjunto, La cuestión urbana consta de las siguientes partes
que se podrían destacar de esta manera:

65
Nótese la autocrítica estructuralista.
66
Aspecto criticado por J. Lojkine.
67
Ésta es una expresión althusseriana que a su vez es retomada del filósofo francés Gastón Bacherald
refiriéndose a la ruptura que Marx hizo con Hegel a través de sus escritos y que lo “diferencian” en un
Marx joven (hegeliano) y otro maduro (marxiano). [Cfr. Giovanni Jervis, La cultura del 900, Siglo XXI,
p. 124.]
68
Si entendemos sistema en el sentido amplio, como sistema teórico (científico: económico, político,
social, ideológico), aparecerá negado por Castells al decir: “Podría verse aquí la ilustración concreta de
un sistema teórico acabado y propuesto como modelo, cuando la producción de conocimientos no pasa
por la producción de un sistema, sino por la creación de una serie de instrumentos teóricos que no se
realizan nunca en la coherencia sino en su fecundidad por el análisis de situaciones concretas” (cfr. p. 9).

50
Los pensadores de la ciudad

1. Precaución metodológica (“Advertencia epistemológica”).


2. Diagnóstico mundial histórico-contemporáneo de la urbanización (visto
en la “práctica teórica”).
a) El capitalismo: desarrollo y dependencia (en este contexto analiza Amé-
rica Latina).
b) El socialismo (estudiado de paso, tratando de no dejar huecos teóricos
fundamentales).
3. Estudio “materialista” de lo ideológico (expresión “espacial”).
4. Estudio “materialista histórico” de todas las expresiones de lo urbano, su
fundamento económico y sus formas de determinación.
5. La lucha de clases (mediante sus aparatos de lucha). La política.
a) El Estado (la planificación).
b) Los movimientos sociales urbanos.

Surge la pregunta: ¿acaso estos cinco puntos no son la idea, el concepto llevado
a su desarrollo y práctica teóricas, un intento de totalidad, y esta “totalidad” no es
un esquema interpretativo del mundo? Y más aún, para conocer una realidad
mundial, sea de la índole que sea, no es necesaria ya una interpretación sistemática?
Puede encontrarse en esto una incoherencia sustancial de los argumentos teó-
ricos de Manuel Castells. Hace pensar en la revisión seria de su obra teórica, por
demás, fundamental para el estudio de los fenómenos urbanos; ya que es uno de
los pocos autores que realiza un esfuerzo de totalización y sistematicidad de lo
urbano, aunque él afirme lo contrario.

II
Notas analíticas de La cuestión urbana. La estructura urbana

En las anotaciones siguientes destacamos aspectos que consideramos importantes


en lo que podríamos denominar “trazos de aproximación” a una teoría de la ciu-
dad y lo urbano que Castells elaboró en una obra que consideró –creemos– la idea
global de la ciudad y que delineó un camino seguido en la elaboración de su obra
posterior con una diferencia de tonos y matices que no es objeto de análisis aquí,
por lo que, más bien, nos ceñiremos a destacar los elementos centrales de La
cuestión urbana que perfilan la construcción de la visión global de la ciudad.
51
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

1. El debate sobre la teoría del espacio

Castells parte de la relación ineludible de una teoría del espacio con la teoría
social general, en afirmaciones como las siguientes:

... no hay teoría del espacio al margen de una teoría social general, sea ésta explícita o implícita.69

El espacio urbano está estructurado, o sea, no se organiza al azar, y los procesos sociales que se refieren a
él expresan, específicamente, los determinismos de cada tipo y de cada periodo de la organización social.70

Castells comenta la “discusión” sobre el espacio a través del análisis de varios


autores y corrientes por ellos representadas, asimismo de espacios urbanos con-
cretos. En la base de los análisis espaciales –nos dice él– existen dos principios
esenciales, que destacaremos como ideas o puntualizaciones a la obra de Castells:

a) El principio de interdependencia entre individuos (diferencias complemen-


tarias y similitudes suplementarias).
b) El principio de función central.71

De acuerdo con Mc Kenzie –nos dice– “los principales procesos ecológicos


son: concentración, centralización, descentralización, circulación y gestión”.72
La escuela neo-ortodoxa de la ecología humana sistematiza sus investigaciones
en términos de complejo ecológico o ecosistema. Y el conjunto de la estructura
urbana puede entenderse con la interacción de cuatro elementos de acuerdo con
Duncan:

(P) Población
(M) Medio ambiente físico o medio físico
(T) Tecnología
(O) Organización social73
69
Op. cit., p. 142.
70
Idem.
71
Idem, p. 145.
72
Idem, p. 146.
73
Idem.

52
Los pensadores de la ciudad

En la afirmación siguiente podrá notarse la manera de insertar la crítica ecolo-


gista y neo-ecologista bajo una perspectiva más amplia de orientación estructu-
ralista-economicista):

Al frente común ideológico del culturalismo y del historicismo conviene oponer un frente teórico que
integre la problemática ecológica de su base materialista en un análisis sociológico; dicho análisis debe
tener como tema central la acción contradictoria de los agentes sociales (clases sociales), pero debe encon-
trar su fundamento en la trama estructural que hace de la problemática de toda sociedad —o sea—, el
modo en que una formación social trabaja la naturaleza y la forma de reparto y de gestión, y por tanto de
contradicción que resulta de ello.74

Podemos distinguir en forma conclusiva las tesis fundamentales de La cues-


tión urbana con las que puede sintetizarse toda esta obra “teórico-metodológica”:

... confirmación de nuestro punto de partida: no existe teoría específica del espacio, sino simplemente
despliegue y especificación de la teoría de la estructura social, de modo que permita explicar las caracte-
rísticas de una forma social particular, el espacio, y de su articulación en otras formas y procesos históricos
dados.75

c) Inexistencia de una teoría del espacio por encima de la teoría social.

Lo cual puede complementarse con un recurso referido a la dimensión del tiempo:

Recordemos que toda sociedad concreta, y por tanto, toda forma social (el espacio, por ejemplo) puede
comprenderse a partir de la articulación histórica de varios modos de producción.76

d) El espacio como forma social concreta puede ser comprensible como ar-
ticulación histórica de varios modos de producción.

A partir de estas tesis centrales se puede observar el despliegue de los recursos


conceptuales de Castells con los que construye todo el armazón estructural de su
obra. El análisis del espacio77 es para él un estudio de la expresión de la estructura
74
Idem, p. 150.
75
Idem, p. 152.
76
Idem, p. 153.
77
Debería leerse “espacio urbano” para ubicarlo dentro de los confines de la obra.

53
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

social, y equivale a investigar los procesos que la determinan desde sus elemen-
tos: a) Sistema económico, b) Sistema político y c) Sistema ideológico.78 Por lo
que podemos destacar:

e) Elementos determinantes del espacio social:

• Sistema económico.
• Sistema político.
• Sistema ideológico.

A través de estos sistemas se manifiestan combinaciones y prácticas sociales


derivadas de ellos. Se emplean para el estudio de los tres sistemas anteriores las
siguientes categorías:

f) Sistema económico (relación entre):

• Fuerza de trabajo.
• Medios de producción.
• No-trabajo.

que se “combinan” con:

• Relación de propiedad (apropiación del producto).


• Apropiación real (proceso técnico del trabajo).

Debido a esto se “genera la dialéctica” entre dos elementos principales y uno


derivado: producción, consumo e intercambio. El elemento no-trabajo no tiene
expresión específica, los anteriores sí.

g) Sistema político-institucional, definido por dos relaciones esenciales:

78
Cfr. op. cit., p. 154 (los incisos y el listado son míos).

54
Los pensadores de la ciudad

• dominación-regulación.
• integración-represión.

El tercer sistema, el ideológico, constituye una complejización que envuelve


la dimensión discursiva de la materialidad y del sentido:

... organiza el espacio marcándolo con una red de signos, cuyos significantes se componen de formas
espaciales y los significados, de contenido ideológico, cuya eficacia debe medirse por sus efectos sobre el
conjunto de la estructura social.79

h) Sistema ideológico:

• Formas espaciales y significados.


• Eficacia discursiva del dominio ideológico.

Es posible concluir este apartado con una caracterización que de manera


involuntaria Castells hace de su propia obra:

Hay, pues, que abandonar el orden de exposición e incluso de pensamiento, para dar paso a un orden de
investigación, a un orden de tareas a realizar, con el fin de progresar en nuestro estudio.80

Es destacable el desdoblamiento empirista del que padece Castells y que es


evidentemente notorio en su obra.

2. Los elementos de la estructura espacial

Esta sección de La cuestión urbana se integra teórica y metodológicamente a una


aplicación de los puntos de partida señalados en el comienzo del libro, destacán-
dose las siguientes partes principales:

a) La estructura espacial se compone de cuatro elementos:

79
Idem, p. 155.
80
Idem, p. 156.

55
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

• Sistema económico.
• Sistema político-institucional.
• Sistema ideológico.
• Centralidad urbana.

En el análisis particular de cada componente sobresale su constitución interna


básica siguiente:

Sistema económico: Su articulación en el espacio/espacialización

— Producción y espacio.
— Consumo y espacio.
— Intercambio y espacio.

Producción y espacio. Se analiza un ejemplo ilustrativo (producción-espacio)


de la “lógica de implantación industrial” en una gran metrópoli (París) estable-
ciendo una tipología (clasificación empírica) técnica de empresas representativas
y su vínculo directo con su emplazamiento (localización), concluyendo luego con
una “combinación clasificatoria” (cfr. pp. 172-174).

Consumo y espacio. Se efectúa un análisis del consumo-espacio con base en:

• La vivienda. El problema de la vivienda (su “penuria”) se analiza bajo


la tesis siguiente:

Esta penuria (falta de confort y de equipamientos, superpoblamiento, vetustez,


insalubridad, etc.) no es una necesidad ineluctable de los procesos de urbaniza-
ción, sino que responde a una relación de oferta y demanda que viene ella misma
determinada por las condiciones sociales de producción de un buen objeto de
mercado, es decir, la vivienda.81 Así, se estudia el problema con características
como calidad, forma, estatuto social, así como los roles, los niveles y las perte-
nencias simbólicas de sus ocupantes.
81
Idem, p. 179.

56
Los pensadores de la ciudad

• La segregación urbana. Castells explica que la segregación urbana es


la tendencia a la organización del espacio en zonas de fuerte homoge-
neidad social interna y de fuerte disparidad entre ellas, entendiéndose
esta disparidad no sólo en términos de diferencia, sino de jerarquía.82

La distribución de las residencias en el espacio produce su diferenciación social y específica del paisaje
urbano, ya que las características de las viviendas y de su población fundamentan el tipo y el nivel de los
equipamientos y de las consiguientes funciones.
La distribución de los lugares de residencia sigue las leyes generales de la distribución de los productos
y, por tanto, produce reagrupaciones en función de la capacidad social de los sujetos, o sea, en el sistema
capitalista, en función de sus rentas, de su estatuto profesional, del nivel de instrucción, de la pertenencia
étnica, de la fase del ciclo de vida, etc. Se hablará por tanto de una estratificación urbana correspondiente
a un sistema de estratificación social (o sistema de distribución de los productos entre los individuos y los
grupos)...83

Debe notarse el empleo de la noción estratificación. Parece ser que el marxis-


mo (ni el de Poulantzas, ni el de Althusser, ni el de Badiu) no le fue suficiente y
recurrió de manera ecléctica a la teoría weberiana, por eso emplea conceptos como
“escala de estratificación”, “estratificación urbana” y “prestigio social” (cfr. pp.
204, 205), aunque nos advierte:

La estratificación y la segregación urbanas no son la proyección directa del espacio en el sistema de


estratificación, sino un efecto de la distribución del producto entre los sujetos y del producto-vivienda en
el espacio, así como de la correspondencia entre estos dos sistemas de distribución. Semejante perspectiva
exige, pues, deducir la composición del espacio residencial a partir del estudio de su proceso de produc-
ción, tanto a nivel de las formas urbanas como de la repartición entre ellas de los sujetos.84

Los dos puntos anteriores nos muestran los conceptos básicos para realizar
una interpretación castellsiana física de lo urbano, en calidad de hábitat.

• Intercambio y espacio.

El subtítulo de Castells es muy sugerente:


82
Idem, p. 204.
83
Idem, pp. 203, 204.
84
Idem, p. 207.

57
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

“La circulación intraurbana: hacia una problemática sociológica de los trans-


portes.” Se define a los transportes como medios de circulación,85 y se inicia su
estudio bajo una tesis:

... un estudio sociológico de los transportes se funda sobre el análisis de las contradicciones entre la lógica
interna de un sistema de circulación y las condiciones históricas de los medios de transporte a través de los
cuales debe realizarse.86

En síntesis se puede establecer un punto fundamental de la estructuración del


espacio, siguiendo la argumentación de Castells:

b) Espacialización del sistema económico:

• Producción y espacio.
• Consumo y espacio.
• Intercambio y espacio.

Con lo anterior el autor parte del esquema de los componentes de la estructura


urbana (P, C, I y G) y de subelementos al interior de cada uno de ellos, realizando
una clasificación de los desplazamientos (cfr. p. 231).

Sistema político-institucional: organización institucional del espacio

Así como en el sistema económico es posible determinar una forma de espacia-


lización, en la organización institucional del espacio (sistema político-institucional)
es también aplicable un modo de legibilidad o interpretación cuyos puntos de
partida son los siguientes:

De igual forma que existe una lectura económica del espacio urbano, existe una posible lectura del espacio
en términos del sistema institucional, a saber, del aparato político-jurídico de la formación social conside-
rada (loc. cit.).

85
Idem, p. 203.
86
Idem, p. 241.

58
Los pensadores de la ciudad

Se plantean así dos problemas:

• La delimitación administrativa del espacio como expresión de la lógica


propia del sistema institucional.
• La eficacia social propia de tal delimitación, la cual una vez suscitada,
se articula al conjunto de efectos económicos e ideológicos y a una
influencia directa sobre los procesos sociales y la lucha política (por ejem-
plo, determinan directamente la escena política local en el plano insti-
tucional).

Por lo que la organización institucional del espacio no coincide con lo que


Castells llama gestión y que es la expresión específica del aparato del Estado en el
ámbito de una entidad urbana, lo que hace tener en consideración muchos otros datos
que superan la organización espacial.87 Castells nos habla de integración, de re-
presión, de dominación y de regulación, que emanan del aparato de Estado; de
autonomía municipal, jerarquía administrativa de las actividades territoriales, y
concluye:

Al hablar del espacio institucional, no se remite al asentamiento espacial del aparato del Estado (por
ejemplo la implantación de las diferentes administraciones), sino a los procesos sociales que, partiendo
del aparato político-jurídico, estructuran el espacio.88

Por lo que, de acuerdo con lo anterior, es posible afirmar:

c) Espacio institucional:

• Asentamiento espacial del aparato del Estado.


• Estructuración del espacio por los procesos sociales, a partir del aparato
político jurídico.

87
Idem, p. 247.
88
Idem, p. 249.

59
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

Sistema ideológico: La simbólica urbana

La simbólica urbana, llamada también por Castells sistema ideológico, se ma-


nifiesta con la existencia de un significante y un significado mediante el análisis
del espacio urbano (de acuerdo con la lingüística), según lo cual el espacio urbano
es el significante del significado-estructura social;

Se trata aquí —nos dice Castells—, sin embargo, o bien de una referencia al espacio como hecho social (lo
que remite simplemente al conjunto del análisis estructural del espacio urbano), o bien de mucho más, de
una prioridad concedida al análisis de las formas en la aprehensión del fenómeno urbano.89

Con relación al espacio urbano agrega:

... hay una especificidad que se manifiesta por la expresión, a través de las formas y los ritmos de la
estructura urbana, de las corrientes ideológicas producidas por la práctica social. Es a este nivel de la me-
diación, por el espacio urbano, de las determinaciones ideológicas generales, donde debe colocarse el
tema de la simbólica urbana.90

Léase también la siguiente afirmación sumamente importante de la interpre-


tación castellsiana de esta problemática:
Existe simbólica urbana a partir de la utilización de las formas espaciales como emisores, retransmisores
y receptores de las prácticas ideológicas generales. Esto quiere decir que no existe lectura semiológica del
espacio que depende de la simple descripción de las formas (tibia huella de la acción social), sino estudio
de las expresivas mediaciones a través de las cuales se realizan procesos ideológicos producidos por las
relaciones sociales en una coyuntura dada.91

Por lo que podemos decir:

d) La simbólica o sistema ideológico está conformado por:

• Significante: espacio urbano.


• Significado: estructura espacial.
89
Idem, p. 256.
90
Idem, pp. 257, 258.
91
Idem, p. 259.

60
Los pensadores de la ciudad

A estos elementos se agrega otro que no se encontraba dentro del esquema


general pero que se muestra como resultante de los anteriores:

La centralidad urbana

En esta temática Castells hace alusión a elementos conceptuales de una importan-


cia destacable por el hecho de que en la ciudad como concentración (Marx) tales
elementos esclarecen la trascendencia de la vida social en ciudad. Ellos son: fun-
ción integradora, centralización de los símbolos, centro comunitario, la ciudad
como producto, ubicación del centro urbano, centro urbano de intercambio, cen-
tro político-institucional (jerarquía), el plano de la ciudad como inconsciente
urbano, centro simbólico, centro-medio social; entre los conceptos más significa-
tivos. Con esto se cierra una sección fundamental de la obra y se da paso a una
síntesis que brinda un referente fundamental de La cuestión urbana: el sistema
urbano.

e) Centralidad urbana: función integradora.

3. El sistema urbano: del estudio del espacio al análisis de la “ciudad”

a) La delimitación de “lo urbano”

La definición de lo urbano para Castells comienza con la delimitación de la espe-


cificidad del espacio de la estructura social y no se diferencia mucho –dice él– de
la delimitación de una formación social.92 La delimitación de un espacio y, en
concreto, del espacio urbano implica la idea o las relaciones dentro de una unidad
de la estructura social. Más concretamente, la delimitación de “lo urbano” connota
una unidad definida en la instancia ideológica, en la instancia político-jurídica o
en la instancia económica.93 De esta manera, nos habla de la unidad en alguno(s)
de sus componentes económico/político-jurídico/ideológico:

92
Cfr., p. 278.
93
Loc. cit.

61
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

• Lo urbano es unidad en las instancias económica, político-jurídica o


ideológica:
Lo urbano-unidad ideológica es la posición más generalmente extendida y resumida en las tesis de la
cultura urbana y sus variantes...
Lo urbano-unidad del aparato político-jurídico ha sido, en efecto, el fundamento de la existencia de “la
ciudad” en determinadas coyunturas históricas, sea de la polis griega o las ciudades medievales, centradas
en el estatuto jurídico de los “burgueses”.
¿Lo urbano-unidad económica? De acuerdo, pero hay que preguntarse, además, si el proceso connota-
do corresponde al conjunto del proceso de trabajo o a uno de los elementos, y a cuál (cfr. p. 278).

En el camino de sus conclusiones observamos el planteo de una hipótesis


referida a las sociedades capitalistas avanzadas en relación con la estructuración
del espacio.

Proponemos la siguiente hipótesis: En las sociedades capitalistas avanzadas, el proceso que estructura el
espacio es el referente a la producción simple y ampliada de la fuerza de trabajo; el conjunto de las
prácticas llamadas urbanas connotan la articulación del proceso con el conjunto de la estructura social.94

La idea puede ser puntualizada como sigue:

• La estructuración del espacio en las sociedades capitalistas avanzadas


es consecuencia del proceso de producción simple y ampliada de la
fuerza de trabajo. “Lo urbano” connota la articulación de este proceso
con la estructura social.

Castells propone el concepto de sistema urbano para “pensar” las articulacio-


nes de las “unidades urbanas” con la estructura social (loc. cit.).

b) El sistema urbano

Por sistema urbano –dice Castells– se entiende la articulación específica de las


instancias de una estructura social en el interior de una unidad (espacial) de repro-

94
Op. cit., p. 280.

62
Los pensadores de la ciudad

ducción de la fuerza de trabajo. Organiza el conjunto de las relaciones ya enun-


ciadas entre los elementos de la estructura social (loc. cit.).

• Los elementos del sistema urbano son:

1) Producción (P), consumo (C) e intercambio (I), relación entre P y C


2) Gestión (G)
3) Simbólica (S)

Se llama gestión a la regulación de las relaciones entre P, C e I en función de


las leyes estructurales de la formación social, o sea, en función de la dominación
de una clase.95
La simbólica –como ya quedó dicho más atrás– expresa la especificación de
lo ideológico a nivel de las formas espaciales, sin que pueda comprenderse en sí
mismo, sino en su articulación con el conjunto del sistema urbano.96
Con las notas anteriores han sido expuestos algunos de los conceptos, hipóte-
sis y tesis más importantes de la parte 3 de La cuestión urbana de Manuel Castells,
en nuestra opinión, la parte medular de dicha obra.

III
Observaciones finales

Si podemos decir que La cuestión urbana constituye un cuerpo teórico-empírico


del fenómeno urbano entendido como intento de una visión holística de dicha
problemática (mundial), también podemos decir que la “Estructura urbana” es su
corazón y cerebro. A decir verdad, no existiría esta obra sin ella y su consecuente
aparato teórico reproductor, el “Sistema urbano”. Podremos observar su trasfon-
do estructural dentro de la crítica teórica marxiana, quizá pensada por Castells a
través de Althusser (et al.) o quizá no, pero que aparece como telón de fondo.
La crítica del estructuralismo (incluyendo el de Althusser) presente en la obra
de Castells debe realizarse a contraluz con el marxismo, para lo cual el punto de
partida debe ser el propio Marx.
95
Cfr., p. 281.
96
Idem.

63
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

El concepto general de estructura urbana empleado más o menos con esas


connotaciones podemos ubicarlo dentro del contexto general de los Grundrisse y
específicamente en su “Introducción general”.97
Marx, como conocedor y crítico de la economía política clásica, parte de la pro-
ducción como el acto eminentemente distintivo del género humano y de su propia
humanidad (resultado expuesto en los Manuscritos de 1844 y La ideología ale-
mana, en su forma inicial) analizando –como dijera él– “rúbricas con que los
economistas la asocian”. Nos parece de primer orden recordar un pasaje que re-
sulta trascendente para nuestro objetivo y que constituye uno de los puntos funda-
mentales de la crítica de la economía política; sería correcto decir su punto de
partida:

La primera idea que se presenta de inmediato es la siguiente:


... La producción crea los objetos que responden a las necesidades; la distribución los reparte según leyes
sociales; el cambio reparte lo ya repartido según las leyes individuales; finalmente, en el consumo el
producto abandona este movimiento social, se convierte directamente en servidor y objeto de la necesidad
individual, a la que satisface en el acto de su disfrute. La producción aparece así como el punto de partida,
el consumo como el punto terminal, la distribución y el cambio como el término medio, término que a la
vez es doble, ya que la distribución está determinada como momento que parte de los individuos. En la pro-
ducción, la persona se objetiviza, en el consumo la cosa se subjetiviza. En la distribución, la sociedad
asume la mediación entre la producción y el consumo por medio de determinaciones generales y rectoras;
en el cambio, la mediación se opera a través del fortuito carácter determinado del individuo.98

Debe centrarse la atención en las conclusiones de Marx con relación a estas


observaciones de los economistas, pues en ella se localiza una fuente teórica para
la crítica del capitalismo como totalidad y un elemento ordenador del discurso
crítico de Marx:

Producción, distribución, cambio y consumo forman así un silogismo con todas sus reglas: la producción
es el término universal, la distribución y el cambio son el término particular y el consumo el término
singular con el cual el todo se completa. En esto hay sin duda un encadenamiento, pero es superficial...99

97
Cfr. K. Marx, Elementos..., “Introducción de 1857”, ed. cit.
98
Idem, p. 9.
99
Loc. cit.

64
Los pensadores de la ciudad

La tarea de Marx consistirá en exponer el movimiento económico (es decir,


mostrar su comportamiento dialéctico) a este encadenamiento real mostrando su
vínculo orgánico:

Los adversarios de los cultores de la economía política —provengan ellos del interior o del exterior de su
ámbito—, que les reprochan disociar groseramente las conexiones, se colocan en su mismo terreno, o bien
debajo de ellos. Nada más común que la acusación de la economía política considera a la producción
demasiado exclusivamente como un fin en sí. La distribución tendría una importancia similar. Esta acusa-
ción está basada precisamente en la idea de los economistas según la cual la distribución está situada al
lado de la producción, como una esfera autónoma, independiente, o que los momentos no serían concebi-
dos en su unidad. Como si esta disociación hubiera pasado no de la realidad a los libros de texto, sino de
los libros de texto a la realidad, ¡como si aquí se tratara de la conciliación dialéctica de los conceptos y no
de la comprensión de las relaciones reales!100

Debe notarse la forma en que Marx sale a la defensa, no de los economistas,


sino de la exposición dialéctica de las disociaciones de los momentos generales
abstractos de la economía y la crítica de la economía política como fundamento.
Se observa también cómo Marx recupera, a contracorriente, la consideración
de los cuatro momentos de la economía o del proceso económico general: produc-
ción, distribución, cambio y consumo.
Si esquematizamos, un tanto de manera abrupta, haciendo una “traducción”
al lenguaje de Althusser o de Castells, podríamos establecer la conexión general
del procesor:
P – D – Ca – C

Comparemos ahora los esquemas resultantes (el anterior y el de Castells). De


ello obtendremos la siguiente relación:

100
Idem, p. 10.

65
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

FIGURA 4

Se puede notar que en los modelos de Castells, la gestión ocupa un lugar


adicional respecto al esquema del modelo (1), lo cual hace pensar que la expresión
espacial de los procesos de gestión merecen una atención especial para La cues-
tión urbana, de igual manera la simbólica del modelo (3) y también hace pensar
que los procesos gestores no pudieron encuadrarse en el modelo (1). Castells
asigna un papel importante al elemento (G), es decir, a la planificación estatal, su
institucionalización (espacial) y sus efectos en los movimientos sociales urbanos.
Algo similar sucede con el elemento (S) que tampoco se acopla totalmente con el
posible modelo recuperado por Marx o, dicho de otra manera, se trata de expre-
siones espaciales e ideológicas que mantienen cierta independencia del modelo
(1). Éstas podrían ser algunas conjeturas consecuentes con una posible lectura
dentro de la óptica estructuralista castellsiano-althusseriana.
Las observaciones anteriores nos conducen a suponer la incompleta compren-
sión dialéctica de los momentos generales de la economía interpretados por Castells
y la lectura deformada de los encadenamientos (citados más atrás) expuestos por
Marx en la “Introducción general de 1857”. Allí sitúo la dislocación esquemática
fundamental de Castells.
La crítica profunda de la Estructura urbana (parte 3) y de La cuestión urbana
de Manuel Castells en general, se inicia con este lugar del discurso crítico de Marx
(cfr. Elementos fundamentales para la crítica de la economía política, “Introduc-
ción general de 1857”).

66
Los pensadores de la ciudad

6. Aldo Rossi

Aldo Rossi es uno de los iniciadores de lo que podríamos denominar las polémi-
cas de occidente acerca de la ciudad y lo urbano. Forma parte de la llamada escuela
de Venecia cuyos intentos de reformulación teórica de la arquitectura son hoy
fundamentales para la comprensión de la ciudad. Junto con L. Benévolo, M. Folin,
P. Sicca y C. Aymonino, Rossi forma parte de ese diálogo entablado por los críti-
cos italianos de la arquitectura como forma de aproximación al conocimiento de
la ciudad y lo urbano, marcando una peculiaridad distinta del diálogo francés
sostenido como un intento de reformulación sociológica, económica e incluso
filosófica a partir de teóricos como M. Castells, C. Topalov y H. Lefebvre, entre
los más destacados.
En lo subsiguiente nos introduciremos a los planteamientos rossianos que
abrieron el camino para las polémicas iniciadas en la segunda mitad de la década
de los sesenta del siglo XX, y siguen resonando con fuerte intensidad en las preo-
cupaciones por explicar el papel de la ciudad en la llamada “condición posmoderna”
(Lyotard), su función y, en general, todo aquello que la fundamenta, así como la
posibilidad de una o más ciencias que la abarcan.
Para el motivo que nos ocupa, partiremos de un texto de Aldo Rossi publicado
en 1966, La arquitectura de la ciudad,101 en donde se vierten partes cardinales de
su concepción. Dejemos que el propio autor nos lo presente:

He dividido este libro en cuatro partes; en la primera me ocupo de los problemas de descripción y clasifi-
cación y, por lo tanto, de los problemas tipológicos; en la segunda, de la estructura de la ciudad por partes;
en la tercera, de la arquitectura de la ciudad y del locus sobre el que ésta persiste y, por tanto, de la historia
urbana; en la cuarta, en fin, aludo a las principales cuestiones de la dinámica urbana y el problema de la
política como elección.102

La parte cuatro –en nuestra opinión– es la menos trabajada. En ella toca, de


paso, las fuerzas diversas que se “aplican” –dice él– en la economía, la propiedad
y renta del suelo, las expropiaciones, el problema de la vivienda, la “dimensión

101
Aldo Rossi, La arquitectura de la ciudad (1966), Gustavo Gili, España, 1979.
102
Op. cit., p. 57.

67
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

urbana” y la política como “elección”.103 Lo que parece destacable para nuestros


fines es la consideración rossiana del cambio que determina a la ciudad como
“moderna” (explicación de su génesis) bajo tres fases históricas:

a) Fin de la economía doméstica como unidad de producción y de consumo


dentro de un mismo edificio (ciudad medieval).
b) Progresiva industrialización, provocadora de la separación definitiva en-
tre residencia y trabajo, destructora de la relación de vecindad (origen de
la city como concentración económica).
c) Desarrollo de los medios de transporte individuales y los destinados efi-
cientemente al trabajo.104

La pregunta que parece trazar el camino seguido por Rossi en su investigación


no es la que quizá nosotros esperamos: ¿qué es la ciudad y lo urbano?, o ¿qué es
la urbanización?, sino otra más acotada y por lo tanto más precisa, a saber: ¿cómo
estudiar la existencia física de la ciudad bajo la posibilidad de la autonomía de la
arquitectura?
Si pretendemos comprender a Rossi con el influjo de las primeras preguntas,
cerraremos el camino del diálogo. Si seguimos el camino de la última pregunta,
podríamos dar paso al libre pensamiento y a la comprensión discursiva sin signi-
ficar esto la aceptación teórica.
La pregunta formulada por Aldo Rossi consta de cuatro elementos que me
interesa destacar, bajo el supuesto de que están en la base del intento de resolu-
ción teórica del autor.
Tales elementos son:

a) Noción de “ciudad”.
b) La existencia física de la ciudad (premisa innegable).
c) Posibilidad de la autonomía de la arquitectura (“ciencia de la ciudad”).
d) Enlace de los tres puntos anteriores (todos ellos desde el campo arquitec-
tónico).
103
Cfr. op. cit.
104
Cfr. op. cit., pp. 227, 228.

68
Los pensadores de la ciudad

Con estos cuatro elementos buscaremos, de la manera más ecuánime posible,


la comprensión del modo de reflexión rossiano.
Los incisos a, b y c son inseparables, forman una unidad racional primaria y
plantean que la autonomía de la arquitectura de la ciudad depende de la noción de
“ciudad” de que se parta y, por tanto, la autonomía dependerá o estará enlazada
directamente con esta noción. Veámoslo en las palabras de Rossi.

La ciudad, objeto de este libro, viene entendida en él como una arquitectura. Hablando de arquitectura no
quiero referirme sólo a la imagen visible de la ciudad y el conjunto de su arquitectura, sino más bien a la
arquitectura como construcción. Me refiero a la construcción de la ciudad en el tiempo.105

Entendiendo la “ciudad” como arquitectura, y la arquitectura como “construc-


ción” en el tiempo, implica que la ciudad desde los orígenes de la civilización
tiene una intencionalidad estética y de esta manera la arquitectura es connatural a la
civilización y un “hecho permanente universal y necesario”.106 Infiriendo la idea
de la ciudad como construcción, nos hace pensar –al estilo de Rossi– que la ciudad
es un hecho o, dicho en sus términos, es el conjunto de los hechos urbanos. Esto
quiere decir que un hecho es parte de un proceso que se ha consumado en su in-
mediatez, que tiene un espacio y un tiempo, que en tanto construcción tiene exis-
tencia física y una estética individual,107 que en relación con el conjunto de hechos
urbanos se constituye en modelo o tipo108 y así es clasificable109 dentro de una
“estructura”,110 pero además puede ser portador de un significado colectivo como
en el caso del monumento.
Creo conveniente ilustrar la noción de “ciudad” mantenida por A. Rossi en su
trabajo.

Por arquitectura de la ciudad se puede entender dos aspectos diferentes; en el primer caso es posible
asemejar la ciudad a una gran manufactura, una obra de ingeniería y de arquitectura, más o menos grande,
más o menos compleja, que crece en el tiempo; en el segundo caso podemos referirnos a contornos más

105
Op cit., p. 49.
106
Idem.
107
Cfr. p. 6.
108
Cfr. p. 66.
109
Cfr. p. 73.
110
Cfr. pp. 59-97.

69
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

limitados de la propia ciudad, a hechos urbanos caracterizados por una arquitectura propia y, por ende, por
una forma propia.111

El empleo de la noción de ciudad en Rossi queda aún más clarificada bajo las
siguientes líneas:

La ciudad y la región, la tierra agrícola y los bosques se convierten en una cosa humana porque son un
inmenso depósito de fatigas, son obra de nuestras manos; pero en cuanto patria artificial y cosa construida
pueden también atestiguar valores, son permanencia y memoria. La ciudad es en su historia.
Por ello la relación entre el lugar y los hombres, y la obra de arte que es el hecho último esencialmente
decisivo, que conforma y dirige la evolución según una finalidad estética, nos imponen un modo complejo
de estudiar la ciudad.112

Puntualizando todas las ideas expuestas, diríamos:

a) La ciudad viene entendida como arquitectura y ésta como construcción.


b) La ciudad se construye en el tiempo. Es en su historia.
c) La ciudad se puede asemejar a una gran manufactura, una obra de inge-
niería y de arquitectura, por ello, una obra de arte (arquitectura total).
d) La ciudad se construye por la totalidad de los hechos urbanos caracteriza-
dos por una arquitectura propia y, por tanto, de una forma propia.
e) La ciudad y la región, la tierra agrícola y los bosques se convierten en
cosa humana porque son obra de nuestras manos y como cosa construida
pueden atestiguar valores, permanencia y memoria (significado colectivo).
f) La ciudad como construcción es un hecho urbano o, en otros términos, el
conjunto de hechos urbanos.

Es más fácil ya entender por qué Rossi recurre a clasificaciones, modelos y


tipos. Podemos conocerlas un poco más cercanamente:

Empezaré, pues, por un asunto que abre el camino al problema de la clasificación; es el de la tipología de
los edificios y de su relación con la ciudad. Relación que constituye la hipótesis de fondo de este libro y

111
Op. cit., p. 59.
112
Idem, p. 64.

70
Los pensadores de la ciudad

que analizaré desde varios puntos de vista considerando siempre los edificios como monumentos y partes
del todo que es la ciudad.113

Distingamos el papel tan importante que le asigna a la clasificación tipológica.


Si pretendemos encontrar la esencialidad o la argumentación primordial del autor
en esta obra, deberíamos explorar con detalle esta región de su discurso.

Podemos decir que el tipo es la idea misma de la arquitectura; lo que está más cerca de su esencia. Y por
ello, lo que, no obstante cualquier cambio, siempre se ha impuesto “al sentimiento y a la razón”, como el
principio de la arquitectura y de la ciudad.114

Otra idea que vale destacar en Rossi es la de los elementos primarios, para lo
cual se apoya en la división de la ciudad entre funciones principales: la residencia,
las actividades fijas y la circulación.115 Estos elementos primarios participan en la
ciudad de manera permanente en el tiempo y se identifican a menudo con los
hechos que constituyen la ciudad. Observemos su valía.

La unión de estos elementos (primarios) en las áreas en términos de localización y de construcción, de


hechos construidos, constituye un conjunto que es la estructura física de la ciudad.116

Al puntualizar el pensamiento de Rossi podemos establecer las siguientes ideas:

g) El tipo de hecho urbano es la idea misma de la arquitectura.


h) La unidad se divide en tres funciones principales: la residencia, las activi-
dades fijas y la circulación.
i) La unión de los elementos primarios en las áreas constituye un conjunto
que es la estructura física de la ciudad.

Es posible distinguir otro elemento que ocupa buena parte de la atención de


Rossi y que él reconoce no poder explicar, aunque sí “dar algunas luces”. Se trata
del locus y la memoria colectiva.
113
Idem, p. 66.
114
Idem, p. 69.
115
Idem, p. 130.
116
Idem.

71
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

En el curso de este ensayo se ha señalado muchas veces el valor del locus entendiendo con ello aquella
relación singular y sin embargo universal que existe entre cierta situación local y las construcciones que
están en este lugar.117
... quizá no queda más que la afirmación pura y simple del valor de un locus; puesto que esta noción del
lugar y del tiempo parece inexpresable racionalmente, aunque comprende una serie de valores que están
fuera y más allá de los sentimientos que experimentamos al captarlos.118

Estas ideas nos dejan entrever un vínculo estrecho con su tratamiento del
monumento como parte constitutiva de los hechos urbanos. Aquí encontramos
uno de los mayores aportes de este autor a la comprensión aproximativa de la
ciudad asequible en su dimensión técnico-artística, arquitectónica.

Me he preguntado varias veces, también en el curso de este ensayo, dónde empieza la individualidad de un
hecho urbano; si está en su forma, en su función, en su memoria, o hasta en alguna otra cosa. Entonces
podríamos decir que la individualidad está en el acontecimiento y en el signo que lo ha fijado.119

Tenemos ante nuestra vista un elemento fundamental para la comprensión


rossiana de los –por él llamados– hechos urbanos:

j) La individualidad de los hechos urbanos está en el acontecimiento y en


el signo que lo ha fijado.

Estas afirmaciones constituyeron parte de las polémicas en torno a la ciudad y


la arquitectura en Italia durante los años sesenta y en la actualidad no dejan de
hacer sentir su influencia.
Por último, me permitiré puntualizar ideas que Rossi sostiene en el punto más
álgido de su exposición y que constituyen síntesis medulares de éste:

• La ciudad es un hecho material (manufactura, construcción en el tiem-


po, historia).
• Las ciudades son el texto de la historia (arqueológica, arquitectónica y
municipal).
117
Idem, p. 157.
118
Idem, p. 158.
119
Idem, p. 160.

72
Los pensadores de la ciudad

• La ciudad es síntesis de una serie de valores referidos a la imaginación


colectiva.
• La historia de la ciudad es la historia de la civilización.120

Dos ideas más que se condensan:

k) La ciudad como texto de la historia.


l) La historia de la ciudad es la historia de la civilización.

En lo anterior hemos vislumbrado ideas importantes de las obras fundamen-


tales de Aldo Rossi sin reducir, de ninguna manera, ésta a aquéllas.

7. Marino Folin

El distintivo primordial de Marino Folin es el tratamiento de “la ciudad” por


encima de los puntos de vista arquitectónicos. Se ubica en la perspectiva de la
crítica de la economía política marxiana reflexionando en las modalidades que
para él mejor caracterizan y pueden explicar este complejo ente llamado “ciudad”.
Una parte de la idea inicial sostenida por Folin podría ser formulada bajo la
idea de que la ciudad que existe bajo el dominio del capital valorizándose, se rige
bajo sus leyes y es, por tanto, la ciudad del capital.121
M. Folin podría ser ubicado en el ala extrema de la polémica italiana de
redefinición de la arquitectura, con el intento de darle bases a través de su com-
prensión de los Grundrisse y de El Capital, buscando el “sustrato material sobre
el que se fundamenta la arquitectura”.122 El ala opuesta de esta redefinición la
representa A. Rossi, él es el verdadero interlocutor de Folin, las notas que antece-
den, así lo demuestran. La polaridad del diálogo es delimitada biplanarmente por
Folin:

120
Idem, pp. 167-169.
121
En lo que sigue me basaré en su trabajo de 1972: La ciudad del capital (cfr., Marino Folin, La ciudad
del capital y otros escritos, Gustavo Gili, México, 1977.
122
Cfr. op. cit., p. 27.

73
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

i) En un caso, con el objeto de reivindicar autonomía para la arquitectura, se ve constreñida a reducirla


a sus términos más abstractos (y en tales términos es donde se hace referencia a una técnica que se
presume neutral, si no por el uso que de ella se hace, sí ciertamente por su estructura formal); y
ii) En otro caso, para remitir la arquitectura a sus condiciones materiales, la priva de cualquier margen de
autonomía, reduciéndola absolutamente a aquellas únicas condiciones que se evidencian como exi-
gencias del capital en función anticíclica y antiobrera.123

El inicio de la argumentación foliana se funda sobre una hipótesis de primer orden:

La posibilidad de la existencia de la ciudad, el plano sobre el cual la ciudad queda construida como tal, se
plantea totalmente en el interior de las condiciones materiales de la producción, es decir, aquellas condi-
ciones definidas por la producción históricamente dominante.124

Es necesario aclarar que Folin considera a la ciudad como una modalidad


particular del “espacio físico capitalista”, por tanto, es esta última categorización
lo que sirve como obertura de su discurso. Es en tal sentido que escribe:

Por ciudad entendemos el resultado de la utilización capitalista del espacio físico: esto es, sin ninguna otra
adjetivación, “naturaleza histórica”. Así, aquella definición que habíamos dado inicialmente de arquitec-
tura, como “construcción del espacio físico”, sin ninguna otra distinción, es ciertamente abstracción. Sin
embargo, tal abstracción llega a ser verdadera sólo durante este periodo histórico, dominado por el modo
de producción basado en el capital por el cual toda operación de apropiación/producción, y por lo tanto de
transformación/construcción, resulta mediatizada y posible por la relación de mercado.125

La idea anterior queda completada y clarificada mediante otra idea central


estructurando lo que marca las orientaciones argumentales de Folin. Ésta es:

La ciudad se define como utilización capitalista del espacio físico y el término “utilización” tiende a sig-
nificar que el modo de producción y la reproducción de sí mismo, un espacio físico estructurado de forma
diversa en el tiempo, con distintas configuraciones, que en esta “utilización” se presenta como “natural”.
En este sentido decíamos que el capital “utiliza” la ciudad y el campo formados históricamente.126

123
Loc. cit. (los incisos son del autor).
124
Op. cit., p. 30.
125
Idem, p. 31.
126
Idem, p. 32.

74
Los pensadores de la ciudad

Hasta este punto del discurso foliniano podemos distinguir sin lugar a dudas
su reflexión a través de hipótesis fundantes. Lo que sigue es el auxilio que el
discurso marxiano (de los Grundrisse y El Capital) le concede para darle cuerpo
a las inquietudes o iniciativas expresadas en forma de hipótesis.
Con referencia a lo ya mostrado, podremos puntualizar:

a) Para hablar de forma correcta de autonomía de la arquitectura es una


condición centrar la investigación en el sustrato material sobre el que se
fundamenta y la lucha de clases.
b) La existencia de la ciudad se plantea totalmente en el interior de las con-
diciones materiales de la producción; dada históricamente.
c) Por ciudad se puede entender el resultado de la utilización capitalista del
espacio físico.
d) El capital “utiliza” la ciudad y el campo constituidos de manera histórica.

Cabe hacer notar que Folin no puede simpatizar con la distinción biplanar –si
así la pudiésemos llamar– del uso del espacio físico (ciudad-campo) y se inclina a
referirse a ella como resultado de la concentración y dispersión en el territorio de
los medios de producción y la fuerza de trabajo.127 Esta parece ser la idea más
global que sostiene para diferenciar el uso del espacio físico dominado por el
capital. Al señalar esta diferenciación pone de manifiesto su postura radical que
más que abrir su discurso a la exégesis estructura-superestructura, lo cierra al do-
minio de cierta postura de la crítica de la economía política que exacerba el domi-
nio de la estructura económica a todo tipo de manifestación social. Ésta es una de
las características que oscurecen cierta luminosidad singular del discurso foliniano.
Veamos:

... no se trata de contemplar el espacio físico —en sus diversas configuraciones o conformaciones— como
lugar en que se da la transformación de la fuerza de trabajo o lugar en que se dan los procesos de circulación;
esto es, lugar de los procesos de creación o realización de la plusvalía. El problema por el contrario, consiste
en considerar el espacio físico, no como un bien dado en el cual redescubrir el valor de uso, sino como un
recurso del cual —en sus partes o elementos constituyentes— habrá de considerarse el modo en que entra
a formar parte del proceso de creación o realización de la plusvalía.128
127
Cfr. op. cit., p. 61.
128
Loc. cit.

75
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

Puede notarse su punto de vista en el que expresa que habrá de considerarse:

e) El modo en que el espacio físico entra a formar parte del proceso de


creación o realización de la plusvalía.

Veamos también la exposición de la hipótesis central:

El problema, pues, no consiste en contraponer la ciudad al territorio, o, lo que viene a ser igual, limitarse
a considerar la ciudad como lugar de concentración, y el territorio como lugar de dispersión, correspon-
diendo a aquella la transformación de la fuerza de trabajo y a éste los medios de producción.
El problema consiste en considerar cuáles son las formas que asumen en el espacio la concentración y
la dispersión en los medios de producción y de la fuerza de trabajo y avanzar en este punto una hipótesis:
supongamos que la permanencia de la forma de ciudad, forma particular que asume la concentración
(relativa) de los medios de producción y de la fuerza de trabajo, es contradictoria y no se aplica tanto por
algunas contradiciones específicas del modo de producción basada en el capital, como por la constatación
de momentos históricamente distintos a fases distintas del proceso de producción y reproducción en el
capital social (capital fijo).129

Por tanto, podemos señalar una línea-fundamento que, de acuerdo con Folin,
cualifica y define lo que son el campo y la ciudad:

f) El problema del espacio físico consiste en considerar cuáles son las for-
mas que asumen la concentración y dispersión de los medios de produc-
ción y de la fuerza de trabajo.

Este último punto sería la clave para que se puedan distinguir los procesos
que caracterizan la ciudad y el campo. En él se condensarían las líneas para tal
investigación.
Ahora bien, debemos conocer los ejes desde los cuales M. Folin establece
para la exploración de la ciudad. Éstos quedan trazados a partir de los rasgos
siguientes:

g) La ciudad es mercancía y, como tal, es un producto (resultado de produc-


tos) cuya salida final es el cambio y posee un valor de uso específico. Por
129
Op. cit., p. 6.

76
Los pensadores de la ciudad

ello es portadora de valor que se le ha incorporado, de un valor de uso y


tiene la característica de ser un producto para el cambio.130
h) La ciudad es concentración de medios de producción y fuerza de trabajo.
Está ya conformada por el modo de producción capitalista. Pero asimismo,
es concentración de productos.

A esta anotación Folin aclara:

Estos elementos o partes hacen referencia ciertamente a los diversos usos que la ciudad debe asumir en el
interior de este modo de producción, en una subdivisión funcional de la misma. Sin embargo, dicha sub-
división funcional está siempre representada por manufacturados físicos, precisamente productos que
llegan a ser posibles merced a aquellas funciones.131

Podemos observar también su posible idea referente a su diferenciación del


espacio físico de la ciudad:

El hecho de que la ciudad quede construida como producto condiciona, asimismo, que quede fijado el
modo en que es utilizada (es decir, la condición y el límite para que tenga lugar una relación social). En
este sentido, el hecho de que la ciudad sea un producto para el cambio significa que se utiliza en tanto que,
y sólo si es, objeto de cambio, lo que quiere decir que para que sea “utilizada” la ciudad debe ser cambiada
como mercancía por dinero.132

Distinguimos dos elementos importantes más:

i) La ciudad como producto condiciona la fijación del modo en que es utili-


zada.
j) La ciudad, en tanto que producto para el cambio, es utilizada en la medi-
da en que es cambiada como mercancía por dinero.

La otra consideración hace referencia a la ciudad como capital fijo que posee
un uso que es función del proceso de producción, relacionado por ello –nos dirá
Folin– con la producción material. Para él este uso constituye la condición mate-
130
Idem, p. 33.
131
Idem, p. 35.
132
Idem, p. 37.

77
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

rial de la arquitectura, en el sentido de que es la “demanda”, la “necesidad”


expresada por el modo de producción capitalista.133
El siguiente elemento entra en la consideración de la producción total de la
sociedad, que –de acuerdo con Folin– se subdivide en “dos grandes sectores”, el
de los medios de producción y el de los medios de consumo. El primero guarda
relación con el “consumo productivo”, y el segundo con el “consumo individual
de la clase capitalista y de la clase obrera”. De aquí una de sus principales tesis:

k) La ciudad en relación con el consumo productivo constituye un capital


fijo.134

Desde este punto de vista se desprende otro punto no menos importante que
se refiere al funcionamiento de la ciudad:

La ciudad, pues, es capital fijo; en tanto que es inmediatamente máquina para cada proceso de produc-
ción... no es sólo una parte de la ciudad la que se presenta bajo esta forma de “máquina”, sino que,
progresivamente, la ciudad en su totalidad funciona, en algún aspecto de tal funcionamiento, como “má-
quina”. Esto tiene lugar con el proceso evolutivo del modo de producción basado en el capital.135

l) La ciudad en su totalidad “funciona”, en algún aspecto de operacionalidad,


como máquina. Esto tiene lugar con el proceso evolutivo del modo de
producción capitalista en tanto tal.

Por último, sería posible destacar la referencia de aquel otro sector en el cual
se integra la ciudad: el del “consumo individual”.

[La ciudad] en calidad de producto para el consumo, aparece “fijada”, y en este sentido, el consumo que
de ella se hace es social —si bien, tiene lugar individualmente.
Ahora bien, este producto se da al consumo social (individual), en este su carácter precisamente social,
aparece cada vez más como medio de subsistencia socialmente necesario para la reproducción de la fuerza
de trabajo, en la medida en que es tendencia del capital extender las relaciones de producción existentes.136

133
Cfr., loc. cit.
134
Idem, p. 38.
135
Idem.
136
Idem, p. 48.

78
Los pensadores de la ciudad

Tenemos así el último punto:

m) La ciudad como producto para el consumo social (individual) aparece


cada vez más como medio de subsistencia socialmente necesaria para la
reproducción de la fuerza de trabajo.

Podríamos dejar hasta aquí este entresacamiento de las ideas de M. Folin.

8. Christian Topalov

Christian Topalov forma parte de la llamada escuela francesa de sociología y


también de los teóricos de la ciudad y lo urbano más destacados en todo el mun-
do. Desde la crítica de la economía política se propone plantear tesis que impul-
sen la investigación del proceso de crecimiento y desarrollo de las ciudades
entendido esto como urbanización capitalista.
Topalov expone tesis fundamentales de sus investigaciones en su texto La
urbanización capitalista137 a partir de la afirmación de que la ciudad capitalista
está en crisis, con no pocas razones para tal afirmación: subempleo, carencia de
viviendas y equipamientos colectivos, polución, opresión en todos los aspectos
de la vida cotidiana, etc.138 Considera que junto con esta crisis existe una contra-
dicción general de la urbanización capitalista a la que nos referiremos, no sin
antes conocer la tesis fundamental de Topalov que dice lo siguiente:

La ciudad constituye una forma de socialización capitalista de las fuerzas productivas. Ella misma es el
resultado de la división social del trabajo y es una forma desarrollada de la cooperación entre unidades de
producción. En otros términos, para el capital el valor de uso de la ciudad reside en el hecho de que es una
fuerza productiva, porque concentra las condiciones generales de la producción capitalista. Estas condi-
ciones generales a su vez son condiciones de la producción y de la circulación del capital y de la producción
de la fuerza de trabajo. Son además, el resultado del sistema espacial de los procesos de producción, de
circulación, de consumo; procesos que cuentan con soportes físicos, es decir, objetos materiales incorpo-
rados al suelo (los inmobiliarios).

137
Christian Topalov, La urbanización capitalista (1978), Edicol, México, 1979.
138
Op. cit., p. 13.

79
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

Este sistema espacial constituye un valor de uso específico, diferenciado del valor de uso de cada una
de sus partes consideradas separadamente; es un valor de uso complejo que nace del sistema espacial, de
la articulación en el espacio de valores de uso elementales.
Llamaré a esos valores de uso complejo, efectos útiles de aglomeración.139

Obsérvese el denso entramado conceptual del que parte Topalov. Entramado


que a lo largo de su obra desarrolló de manera incompleta y no como él lo prometie-
ra. En ella le dedicó su atención en mayor grado al sistema público de manteni-
miento de la fuerza de trabajo, al consumo (privado) de mercancías, y al sector
inmobiliario.140 No obstante, analizaremos este entramado en sus partes.

a) La ciudad constituye una forma de socialización capitalista de las fuerzas


productivas.
b) La ciudad es el resultado de la división del trabajo y es una forma desarro-
llada de la cooperación entre unidades de producción.
c) Para el capital el valor de uso de la ciudad reside en que es una fuerza
productiva porque concentra las condiciones generales de la producción
capitalista.
d) Las condiciones generales son:

• Condiciones de producción y circulación del capital, de la fuerza de


trabajo.
• El resultado del sistema espacial de los procesos de producción, circu-
lación, de consumo; procesos que cuentan con soportes físicos (objetos
materiales incorporados al suelo: los inmobiliarios).

e) El sistema espacial (surgido) es un valor de uso complejo, que nace de la


articulación en el espacio de valores de uso elementales.

Este sistema espacializado de elementos constituye para Topalov el primer


término de la contradicción en la urbanización capitalista y nos aclara:

139
Idem, p. 20.
140
Cfr., op. cit.

80
Los pensadores de la ciudad

Efectivamente hay contradicción, puesto que cada uno de los elementos del sistema que constituye la
ciudad es un proceso autónomo, el cual tiene como base un objeto inmobiliario que es un producto y que
circula de modo independiente de los otros.
Porque los medios de producción son privados, porque las relaciones de producción son capitalistas,
los valores de uso complejo, urbano, están formados por un proceso ciego, sin sujeto, es decir, el movi-
miento de búsqueda de la ganancia privada de cada polo autónomo de acumulación.141

De esta contradicción se percibe la idea de la urbanización capitalista que


consiste en un conjunto de procesos:

Por tanto, la urbanización capitalista es, ante todo, una multitud de procesos privados de apropiación de
espacio. Y cada uno de estos está determinado por las propias reglas de valoración de cada capital particu-
lar, de cada fracción del capital. En consecuencia, la reproducción misma de esas condiciones generales,
urbanas, de la producción capitalista se transforma en un problema. No se la puede garantizar. De ahí, la
contradicción entre el movimiento de socialización capitalista de las fuerzas productivas y las relaciones
de reproducción capitalista. Esta contradicción es la fundamental, expresada en el espacio de ese modo de
producción, pues va a producir históricamente formas siempre nuevas de socialización.142

En estas observaciones reside la idea fundamental de Topalov respecto al pro-


blema de la urbanización capitalista. Aparecen los recursos teóricos que desarro-
llará y que nos indican un lugar de inicio para nuestro estudio. Al puntualizar esta
segunda parte podríamos establecer las siguientes ideas:

f) La urbanización capitalista es contradictoria puesto que cada uno de los


elementos del sistema que constituye la ciudad es un proceso autónomo
que tiene como base un objeto inmobiliario (es producto y circula de
manera independiente).
g) La urbanización capitalista es, ante todo, una multitud de procesos priva-
dos de apropiación del espacio. Y cada uno de éstos está determinado por
las propias reglas de valorización de cada capital particular.

Con lo anterior quedan expuestos con brevedad los lineamientos generales


propuestos por Topalov para referirse al problema urbano.

141
Idem.
142
Idem.

81
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

9. Lewis Mumford

El acercamiento a la obra de Lewis Mumford es de gran valía para el estudio y


comprensión de la ciudad y, en general, de las elaboraciones culturales que la
acompañan y la crean. En su obra La ciudad en la historia (1961), según explica,
realiza una ampliación y reemplazo que en su otra obra, La cultura de las ciuda-
des, no llevó a cabo. Manifiesta lo que podríamos denominar una práctica teóri-
ca, pues mantiene cierta idea de la ciudad basada en sus formas y funciones que
nos acercan a su historia física guardando un estrecho vínculo con el comporta-
miento social, con lo que nos manifiesta en un amplio sentido, el ser de la socie-
dad constituyéndose como formas del ser. Esto tiene un gran significado cuando
estudia a la ciudad en el ámbito que conocemos como antropológico. Hace alarde
de una gran capacidad hermenéutica puesta a la disposición de las “escrituras”
físicas plasmadas a lo largo y ancho de los elementos que destacan funciones
importantes en todo el conjunto urbano:

A partir de sus orígenes, la ciudad puede ser descrita como una estructura equipada especialmente para
almacenar y transmitir los bienes de la civilización, suficientemente condensada para proporcionar la
cantidad máxima de facilidades en un espacio mínimo, pero capaz también de un ensanche estructural que
le permita encontrar lugar para las nuevas necesidades y las formas más complejas para una sociedad en
crecimiento y su legado social acumulativo.143

Esta idea es la que sostiene para explicar la función primordial de la ciudad en su


origen en cualquier parte del mundo. Mas lo que me interesa destacar en Mumford
para este trabajo es, además, la relación entre actividades y funciones de la ciu-
dad. De esto Mumford nos dice mucho en su obra desde su planteamiento inicial:

Al hacer un cómputo de las actividades de la ciudad, se debe distinguir entre otros aspectos, a saber, las
funciones humanas comunes, que se cumplen en todas partes, pero que a veces resultan muy ayudadas y
enriquecidas por la constitución de la ciudad, y las funciones urbanas especiales, productos de los víncu-
los históricos y de su singular estructura compleja, las cuales sólo se cumplen dentro de la ciudad. A fin de
conservar con más nitidez en la memoria esta forma de actividades, las resumiré en los términos de movi-
lización, mezcla y exaltación. Pero de estos procesos y funciones surge una capacidad superior para la
cooperación y se ensancha la zona de la comunicación y la comunión emotivas; y de estos elementos

143
Lewis Mumford, La ciudad en la historia (1961), Infinito, Argentina, 1966, p. 34.

82
Los pensadores de la ciudad

nacen nuevos objetivos, que ya no están asociados a las necesidades originales que dieron lugar al naci-
miento de la ciudad.144

Al puntualizar las ideas anteriores, logramos tener referencias importantes


para destacar elementos que nos auxilian en la aproximación a la esfera
antropológica de la ciudad para vincularla con su totalidad. Los puntos denotados
podrían ser:

a) La ciudad en su génesis tiene una función acumulativa.


b) En las actividades de la ciudad se pueden distinguir dos aspectos:

• funciones urbanas comunes


• funciones urbanas especiales

c) Las funciones urbanas especiales pueden a su vez distinguirse por su acti-


vidad:

• movilización
• mezcla
• exaltación

Podemos también identificar otra función importante para Mumford, la de


materializar. Veamos:

La ciudad desempeña [una] función importante que ya he descrito en otra parte, a saber, la función de
materializar [...] lo vemos palmariamente al hacer una recorrida por la ciudad; pues los edificios hablan y
actúan, no menos que la gente que habita en ellos; y a través de las estructuras físicas de la ciudad,
acontecimientos del pasado, decisiones tomadas largo tiempo atrás, valores formulados y alcanzados,
permanecen vivos y ejercen una influencia.145

d) La ciudad desempeña la función de materializar.

144
Op. cit., p. 121.
145
Idem, p. 143.

83
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

Es necesario precisar la idea de materialización, pues en Mumford aparece


de manera ambivalente. Esta idea de materialización establece una polémica con
Toynbee, quien sostiene que no existe una relación uniformemente favorable en-
tre el creciente dominio ejercido por el hombre sobre su medio físico, con una
creciente complejidad de aparatos técnicos y la calidad de la cultura humana, con
lo cual se provoca una desmaterialización progresiva mediante disminución de
volúmenes y pesos o simplificando diseños o funcionamientos, proceso denomi-
nado eterialización:

El ritmo de vida en las ciudades parece estar constituido por una alteración entre materialización y
eterialización. La estructura concreta independizándose debido a una creación humana, adquiere un signi-
ficado simbólico, uniendo al conocedor con lo conocido; en tanto que las imágenes subjetivas, idea e
intuiciones, sólo en partes formados en su expresión original, asumen igualmente atributos materiales, en
estructuras visibles, cuyo tamaño, posición, complejidad, organización y forma estética extienden la su-
perficie del significado y el valor, inexpresables de otro modo. El diseño urbano es, así, el punto culmi-
nante de un proceso socialmente adecuado de materialización.146

Como vemos, Mumford pone gran énfasis en los elementos formales de la


ciudad ligándolos al proceso de desarrollo social civilizatorio, sobre el cual ha-
blaremos en otro momento. Sólo destacaré un último elemento:

e) El ritmo de vida en las ciudades parece estar constituido por una alteración
entre materialización y eterialización.

10. Fernand Braudel

No podemos más que reafirmar el valor incalculable que guarda este autor y su
obra en dirección específica de lo que señala el estudio de la ciudad en sus dife-
rentes planos de existencia y su vínculo insoslayable del movimiento general de

146
Idem.

84
Los pensadores de la ciudad

la sociedad en su historia. La obra de Braudel147 se extiende como una verdadera


mina que debe ser explotada en todos los órdenes y campos de investigación
relacionados con las ciencias humanas o ciencias del hombre.
Considerado como el historiógrafo más importante de este siglo que investiga
y da un tratamiento –no marxista– de la existencia histórica del llamado Capi-
talismo, debe ser sin duda alguna una fuente de nuevas interpretaciones acordes
con las inquietudes cognoscitivas de nuestro tiempo que, antes que llamarlo de la
posguerra, lo llamaríamos de la posguerra fría, ignorante de la frialdad de la guerra
que sucede a todo reacomodo estructural planetario profundo del capitalismo cuyas
fanfarrias resuenan triunfantes en todas las esquinas del mundo.
F. Braudel es, literalmente, una mina aún sin explotar. En esa mina se encuen-
tran, como vetas, el tema de la vivienda y las ciudades que junto con el dinero, la
demografía, la alimentación, las técnicas, y el vestido, forman parte de lo que
Braudel llamó “trabajosa ensambladura de discursos parahistóricos”.148 Temáti-
cas que intentan construir la “historia íntegra de los hombres contemplada desde
cierto punto de vista” y que obedecen a la preocupación braudeliana de describir
las estructuras de lo cotidiano efectuando una “expedición de descubridores” pues,
“como es sabido, en los libros de historia tradicional, el hombre ni come ni bebe”,149
de ahí las preguntas ¿qué es lo que comen? (los hombres), ¿cómo visten?, ¿dónde
se alojan?150
En la obra de Braudel encontramos desarrolladas algunas investigaciones a
las que Marx hizo referencia pero que por decisión propia no llevó a cabo por no
interesarle escribir la historia real. Recordemos:

147
Los textos de F. Braudel que nos sirven de referencia son: El mediterráneo y el mundo y mediterráneo
en la época de Felipe II [1a. ed. franc., 1949; 2a. ed. franc., 1966], FCE, 2a. ed., Esp. Méx., 1976 (2 t);
Civilizacion material, economía y capitalismo (1a. ed. franc., 1979; ed. esp., 1984), Alianza Editorial (3
t), España, 1984; La dinámica del capitalismo (1a. ed. franc., 1985; 1a. ed. esp., 1986) FCE, México,
1986, y Las civilizaciones actuales (1966), Tecnos, España, 1970.
148
F. Braudel, Civilización material..., ed. cit., p. 5.
149
F. Braudel, La dinámica..., ed. cit., p. 18.
150
Loc. cit.

85
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

La premisa de toda historia humana es, naturalmente, la existencia de individuos humanos vivientes.
i) El primer estado de hecho comparable es, por tanto, la organización corpórea de estos individuos y
como consecuencia de ello, su comportamiento hacia el resto de la naturaleza. No podemos exami-
nar aquí, naturalmente, ni la contextura física de los hombres mismos ni las condiciones naturales
con que los hombres se encuentran: geológicas, las orohidrográficas, las climáticas y las de otro
tipo.
ii) Toda historiografía tiene necesariamente que partir de estos fundamentos naturales y de la modifi-
cación que experimentan en el curso de la historia por la acción de los hombres.
[En las notas al margen de su texto —según nos dice el editor— aclara:]
a) Producción de medios de vida.
b) Estas condiciones no sólo influyen decisivamente sobre la organización originaria de los hombres
—o sea sus diferencias raciales—, sino también sobre todo su desarrollo o no-desarrollo ulterior
hasta el día de hoy.151

Es posible distinguir la relevancia de estos señalamientos de Marx y su co-


nexión con las ideas de Braudel llevadas a cabo un siglo después, cuando esta ruta
es explorada por un investigador no marxista desarrollando tópicos que aparecen
–por lo ya dicho– como temas parahistóricos.
El tema de la “ciudad” es descrita por Braudel en dos lugares de la tripartición
histórica del mundo, que como nos dice él, está integrada a “ras del suelo” por la
vida material o civilización material; por la civilización económica o vida econó-
mica; y por una “capa alta” delineada por lo que él entiende como capitalismo.152
Desde luego, no podemos detenernos aquí a la revisión pormenorizada de la obra
de Braudel, sino de entender las consideraciones generales que abren su discurso
y lo fundamentan. De este modo podemos ubicar el tema de “la ciudad” en el
corpus general de la obra de este gran historiógrafo. Nos interesa destacar la ubi-
cación por el propio Braudel de esta temática en las dos primeras capas de su
estratificación historiográfica, es decir, en el plano de la civilización material y en
aquel otro plano de la civilización económica (juegos del intercambio). En pala-
bras de Braudel:

La verdad es que las monedas y las ciudades participan a la vez de la cotidianidad inmemorial y de la más
reciente modernidad [...] las ciudades existen desde la prehistoria. Se trata de estructuras multiseculares
que forman parte de la vida más común. Pero son asimismo multiplicadores capaces de adaptarse al cam-

151
K. Marx, La ideología..., ed. cit., p. 19.
152
Cfr., F. Braudel, Civilización material..., La dinámica..., eds. cits.

86
Los pensadores de la ciudad

bio, de ayudarle poderosamente. Podríamos afirmar que las ciudades y la moneda fabricaron la moderni-
dad; pero también siguiendo la regla de reciprocidad tan cara para Georges Gurvitch, que la modernidad,
la masa en movimiento de la vida de los hombres, impulsó la expansión de la moneda y construyó la
creciente tiranía de las ciudades. Ciudades y monedas son, al mismo tiempo, motores e indicadores, pro-
vocan y señalan el cambio. Y también son su consecuencia.153

Visualizamos estos dos planos en los que no solamente puede ser ubicada la ciu-
dad en la obra de Braudel sino que ellos mismos podrían ser identificados en la
existencia concreta de ella. Aunque ésa es la idea fundamental, también la “ciu-
dad” está presente en la capa más alta, en el capitalismo, o más concreta en lo que
Braudel llama economía-mundo y que ubica en la “fase de dominaciones nacio-
nales”:154

Hay por tanto, dos fases: la de creaciones y dominaciones urbanas y la de creaciones y dominaciones
“nacionales”.155

La primera fase es la de las ciudades-estado y la segunda de las ciudades que


“aportan la fuerza irresistible de un mercado nacional”,156 sin olvidar que su estu-
dio historiográfico abarca los siglos XV al XVIII.
Mediante los aportes de Braudel, tenemos más herramientas tanto históricas
como teóricas para poder explicar con más coherencia aquellas ideas en las que se
dice, por ejemplo, que “las estructuras sobreviven a las funciones y finalidades
que inicialmente las moldearon”157 (L. Mumford), o bien, que “su pasado jalona,
por así decirlo, nuestras ciudades”158 (H. Lefebvre), ya que, en palabras de Braudel:

... una “casa” dondequiera que se encuentre, dura y expresa las lentitudes de las civilizaciones, de las
culturas, obstinadas en conservar, en mantener, en repetir.159

153
F. Braudel, La dinámica..., pp. 21,22.
154
Cfr. F. Braudel, “El tiempo del mundo” en La dinámica... (pp. 85-127).
155
Idem, p. 103.
156
Loc. cit.
157
L. Mumford, La ciudad en la historia, ed. cit., p. 125.
158
H. L., De lo rural..., ed. cit., p. 20.
159
F. Braudel, Civilización material..., t. 1, p. 223.

87
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

Obtenemos de estos aportes la noción de civilización material para el estudio


de la ciudad en lo que podríamos denominar su inmediatez histórica (realidad
óntica) o, dicho de otra manera, su materialidad histórica o existencia física /
espaciaria trans-histórica. Reafirmamos la idea de la trans-historicidad material
de la ciudad con esta otra idea de la larga duración de sus fenómenos materiales.
Asimismo, invita a la reconsideración del concepto “civilización”, en la que se
implica la consideración tecnológica de “progreso” y “desarrollo”. Quedan abier-
tas las puertas de esta gran “mina”.
Para mostrar brevemente la noción braudeliana de “ciudad”, hace falta identi-
ficar su punto de partida, el cual encontramos expuesto en la esfera económica a
la que él hace referencia de manera concisa en la idea siguiente:

Esté donde esté, una ciudad implica un cierto número de realidades y de procesos, con evidentes regula-
ridades. No hay ciudad sin división obligada del trabajo y no hay división del trabajo un poco elaborada
sin la intervención de una ciudad. No hay ciudad sin mercado y no hay mercados regionales o nacionales sin
ciudades [...] no hay intercambios lejanos sin ciudades.160

En la esfera política también muestra un señalamiento:

Tampoco hay ciudades sin poder a la vez protector y coercitivo, sea cual sea la forma de ese poder, sea cual
sea el grupo social que lo encarna.161

Observemos una tercera idea referente a las ciudades, el referido a la relación


indispensable entre campo-ciudad:

... por encima de rasgos muy diversos, originales, hablan todas obligatoriamente un mismo lenguaje fun-
damental: el diálogo ininterrumpido con los campos, primera necesidad de la vida cotidiana; el abasteci-
miento de hombres, tan indispensable como el agua para la rueda del molino; la actitud distante de las
ciudades, su voluntad de distinguirse de los demás, su situación obligatoria en el centro de las ideas de co-
municaciones más o menos lejanas; su articulación respecto arrabales y a las demás ciudades. Pues una
ciudad jamás se presenta sin el acompañamiento de otras ciudades. Unas ocupan un lugar preeminente,
otras cumplen una función de siervas o incluso esclavas pero están íntimamente relacionadas, forman una
jerarquía, tanto en Europa como en China, o cualquier otra parte.162

160
Op. cit., p. 420.
161
Idem.
162
Idem.

88
Los pensadores de la ciudad

Por último, destacaré esta otra idea que ubica a la ciudad en la dimensión
histórico-cultural:
Otro rasgo común a todas las ciudades y que, sin embargo, se encuentra en el origen de las profundas
diferencias de fisonomía, es que éstas son siempre producto de sus civilizaciones.163

Con las observaciones anteriores deseamos destacar, entre otras cosas, que
Braudel desarrolla esta temática tanto en su obra El Mediterráneo... como en
Civilización material..., y que en ambas obras se establecen los referentes his-
toriográfico-económicos fundamentales para la comprensión de nuestro tiempo y
para los fines de nuestra investigación.
Tomando en consideración el conciso recuento sobre la ciudad en Braudel,
pueden ser destacadas las siguientes líneas:

a) Las ciudades pertenecen biplanarmente a la civilización material y a la


civilización económica y viceversa, el plano de la civilización material y
el de la civilización económica están presentes en la ciudad, la constituyen.
b) Un centro económico (vista la relación internacional de una ciudad con
otras) constituido como economía-mundo ocupa un espacio geográfico
determinado y representado por una ciudad dominante (metrópoli).
c) Hay dos fases: la de creaciones y dominaciones urbanas (ciudades estado)
y la de creaciones y dominaciones nacionales (economías-mundo: metró-
polis).

En la dimensión antes referida nos dirá:

d) No hay ciudad sin división del trabajo y no hay división del trabajo un
poco elaborada sin la intervención de una ciudad.
e) No hay ciudad sin mercado.
f) No hay mercados regionales o naciones sin ciudades.
g) No hay apertura del mundo, no hay intercambios lejanos sin ciudades.
h) No hay ciudades sin poder a la vez protector y coercitivo.
i) Las ciudades hablan todas ellas un lenguaje fundamental:
163
Idem, p. 443.

89
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

• El diálogo ininterrumpido con los campos.


• Abastecimiento de hombres.
• Su voluntad de distinguirse de las demás.
• Su situación con el centro de comunicaciones más o menos lejanas.
• Su articulación con respecto a las demás ciudades.

j) Una ciudad jamás se presenta sin el acompañamiento de otras ciudades.


Forman una jerarquía.
k) Un rasgo común a todas las ciudades es que éstas son siempre producto
de sus civilizaciones.

Así podríamos dejar este breve acercamiento a la noción de “ciudad” en Braudel


sin –evidentemente– dar por concluida la labor, ni adelantar resultados, más aún
cuando no se han abordado a fondo los temas centrales de esta estratificación
historiográfica amalgamada por él.

11. Martin Heidegger

El pensamiento filosófico de Heidegger (1889-1975), en relación con nuestro


tema, es completamente distinto en su método y en su forma de referirse a la
problemática urbana o citadina. Aquí no se trata ni en lo más mínimo de “abarcar
su obra” o su pensamiento, sólo se tocarán, como astillas, dos trabajos que más o
menos de manera explícita se vinculan con los temas expuestos en este acerca-
miento. Estos trabajos son: “Construir, habitar, pensar” y “La pregunta por la
técnica”. Para comprender globalmente la noción de “ciudad” o “lo urbano” tendría
que revisarse minuciosamente su obra extrayendo a manera de síntesis las “bases”
conceptuales para tal objeto. Esto queda completamente fuera de la presente labor.
Al vincular las ideas de Heidegger expuestas en los trabajos citados, con la
temática aquí tratada, es necesario partir de algunos “supuestos” que auxilien en
el trazo de un camino:

a) La ciudad y lo urbano tienen existencia espaciaria (física). Por tanto,


existen como espacios, lugares, sitios, etc., creados por el ser social.
90
Los pensadores de la ciudad

b) La ciudad y lo urbano tienen existencia temporaria. Por ello “hacen his-


toria”.
c) La ciudad y lo urbano como creaciones sociales son obras del producir y
del construir bajo, o a través de la técnica.
d) La función social de la ciudad y lo urbano es el habitar. La finalidad de
éste es la sociedad humana.

Antes de analizar el sitio del discurso heideggeriano buscado, valdrá el es-


fuerzo de hacer notar características de gran relevancia para la buena compren-
sión de este complejo pensador alemán.
Tendremos que iniciar con una característica al parecer164 fundamental en
Heidegger: su soledad provinciana, aquella fuerza primigenia que –nos dice él–
“no nos aisla, sino que arroja la existencia humana total en la extensa vecindad de
todas las cosas”.165 Esta característica constituye un emplazamiento existencial
heideggeriano y presupone una visión clarificada del vínculo contradictorio ciu-
dad-campo. Nos dice Heidegger:

Mi trabajo se asemeja al del joven campesino cuando sube la pendiente remolcando el trineo de montaña
y luego la dirige a su cortijo en peligroso descenso; al del pastor [que] con su andar lentamente meditabun-
do arrea su ganado pendiente arriba; al del campesino cuando dispone en forma adecuada las innumera-
bles tablillas para su techo. Allí arraiga su inmediata pertenencia a los campesinos.
Al hombre de la ciudad una estadía en el campo, como se dice, a lo más lo “estimula”. Pero la totalidad
de mi trabajo está sostenida y guiada por el mundo de estas montañas y sus campesinos.166

Esta soledad provinciana se puede interpretar como no-ciudad, como la nega-


ción de la “mancha urbana”, del ajetreo de la ciudad moderna y de su modo de
164
Esta característica de la individualidad heideggeriana llega a alcanzar la posibilidad de orden político
en la dimensión justamente indicada por Bolívar Echeverría: “Tal vez el lugar originario de la coinciden-
cia entre Heidegger y el movimiento nazi estuvo en la resistencia insensata de ambos en respetar la
irreversibilidad del flujo temporal [...] Él mismo explica su actitud como una toma de posición dentro
del enfrentamiento entre la Alemania moderna y diletante de la ciudad y la Alemania arcaica y profunda del
campo” (cfr. Bolívar Echeverría, “Heidegger y el ultranazismo”, suplemento de La Jornada Semanal,
núm. 13, septiembre, 1989, p. 34).
165
Martín Heidegger, “¿Por qué permanecemos en la provincia?” (1934), revista Espacios, núm. 6, UAP,
Puebla, Méx., 1975, p. 50. En su ensayo Bolívar nos da la traducción: “echa” al pensador “en medio de
la lejana cercanía de la esencia de todas las cosas” (cfr. Bolívar Echeverría, loc. cit., nota 164).
166
Heidegger, loc. cit.

91
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

vida. Esta negación hace de Heidegger un portador de una especie de “odio fun-
damental”167 hacia la ciudad y lo convierte, efectivamente, en “filósofo de campa-
nario”.168
Dichas observaciones no pueden constituirse sino como límites que se abren ha-
cia la reflexión, como prevención más que como censura, su intención radica en la
clarificación más que en la obsolescencia, en el inicio más que en la conclusión.
Por ello se busca la introspección objetiva de la ciudad y lo urbano en Heidegger.
Una tarea que requiere de la diferenciación discursiva y la puesta en trayectoria
de los sitios precisos que aluden explícita o implícitamente nuestro objeto de
exposición.
En la explicación del objeto que nos atañe, Heidegger no es ambiguo, por el
contrario, es tajante y reacio:

El mundo de la ciudad está a punto de sucumbir a una falsa creencia corruptora. Una impertinencia muy
ruidosa, muy activa y muy delicada parece, a menudo, preocuparse por el mundo y la existencia del
campesino. Pero con ello se niega precisamente lo que ahora sólo hace falta: mantener la distancia de la
existencia campesina; abandonarla —ahora más que nunca— a su propia ley; ¡fuera las manos!, para no
arrastrarla en una falsa habladuría de literatos sobre lo popular y el amor a la tierra. El campesino ni quiere
ni necesita en ningún caso esta exagerada amabilidad ciudadana.169

En lo anterior encontramos aquello que podríamos entender como el sentir


heideggeriano de enfrentamiento ciudad-campo, su “toma de posición” (B. Eche-
verría).
Bajo los cuatro supuestos antes puntualizados podremos enlazar la valía y la
fundamental importancia de las anotaciones sobre Heidegger que ahora mostraré.
Heidegger nos dice en su “Construir, habitar, pensar”:170

La verdadera crisis de habitación se remonta más allá del pasado de guerras mundiales y sus destruccio-
nes, más allá del problema de la sobrepoblación, más allá del obrero y la industria. La verdadera crisis de

167
Bolívar Echeverría, loc. cit., p. 34.
168
Bolívar Echeverría, notas de clase: curso Filosofía y Economía, Facultad de FyL, UNAM, 1988.
169
Heidegger, “¿Por qué permanecemos...”, ed. cit., p. 50.
170
M. Heidegger, “Construir, habitar, pensar” (1954), revista Aporte (CUDECH), núms. 8-9, mayo/junio,
1983, pp. 15-25, trad. Dulce María Granja.

92
Los pensadores de la ciudad

la habitación reside en que los mortales están prestos siempre para buscar el ser de la habitación, cuando
les falta primero aprender a habitar.171

Aquí saltan a la vista elementos distintos: la crisis de la habitación, “los


mortales”, el ser de la habitación y, propiamente, el habitar. De el primer punto
es en el que menos se discurre, no sucede así con los otros tres.
Debe ponerse énfasis en el uso peculiar del idioma alemán en Heidegger y en
las no pocas dificultades y modos de traducción al español de palabras e ideas que
denotan situaciones y formas de pensar poco o nada acostumbradas en la lengua y
culturas hispanohablantes.172 Es necesario recordar esto en el cuerpo del presente
argumento debido a que constituye una cualidad inherente e imprescindible de la
filosofía heideggeriana que se hace presente cuando encontramos dadas formas
verbales a los sustantivos o entreguionamientos cualificadores que enfatizan ac-
ciones trascendentes. Por todo ello, cuando en su ensayo leemos habitación (en
singular) y habitar debemos entender en ambos casos el modo de habitar, de
morar y no el alojamiento o construcción habitada (habitación en el uso corriente
de nuestro idioma).
El ensayo citado nos muestra una reflexión sobre el habitar y el construir,
fuera del dominio de la arquitectura y la técnica. Lo lleva hasta su punto de partida:
el dominio al que pertenece todo lo que es,173 con lo que comienza aquello que él
llama “preguntar”:

• ¿Qué es la habitación?
• ¿Cómo el construir toma parte en la habitación?
• ¿Quién nos proporciona la regla o la medida con la cual podemos medir
tanto el ser del construir como el ser del habitar?174

La caracterización de la pregunta que interroga por el ser, siguiendo el hilo conductor de la estructura
formal de la pregunta en cuanto tal, ha puesto en claro que esta pregunta es una pregunta sui géneris, de tal
suerte que ya al hacerla en la debida forma, y no se diga al contestarla, requiere de una serie de considera-

171
Op. cit., p. 23.
172
Cfr., op. cit. (N. del T.).
173
Cfr., op. cit., p. 15.
174
Idem.

93
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

ciones fundamentales. Pero lo señalado de la pregunta que interroga por el ser únicamente saldrá a luz por
completo cuando estén suficientemente acotados su función, su mira y sus motivos.175

Con estas ideas del propio Heidegger podemos comprender el nivel o la posi-
bilidad (el poder) de extensión del pensar el habitar y el construir expuestos en su
trabajo. La forma de proceder del discurso heideggeriano comienza con la persecu-
ción de la pregunta a través del lenguaje, esto es, del “hablar del habla”. La re-
flexión pretende una concepción acerca de lo que es el habla en general. La validez
o utilidad de la reflexión heideggeriana sienta sus bases en su generalidad, en su
poder de abarcamiento, cuya vigencia teórica se hace presente. En esto radica la
cientificidad de todo pensar:

Lo general, lo que vale para toda cosa, se llama la esencia. Representar lo general, lo valedero universal,
tal es, según el juicio dominante, el rasgo fundamental del pensar.176

El conjunto de afirmaciones heideggerianas anteriores son quizá una forma


muy abrupta de introducirnos de lleno a sus reflexiones, sin embargo, para nuestro
trabajo se hace necesario y facilita la comprensión discursiva.

***

La conexión entre el construir y el habitar es encontrada por Heidegger mediante


su “peregrinar” en el viejo idioma alemán. Pongamos atención a los significados,
pues las palabras alemanas frente al idioma español resultan gráficamente ajenas:

La palabra “construir”, en el viejo alemán es Buan y significa habitar, es decir: morar, residir, permanecer.
Hemos pues perdido la significación propia del verbo “bauen” –que usualmente significa construir– a
saber, habitar, morar.177

Bajo este antecedente se encuentra una triple significación:

175
M. Heidegger, Ser y tiempo (1927), FCE, p. 8, México, 1988.
176
M. Heidegger, “El habla” (1959), Espacios, núm. 6, UAP, Puebla, México, 1985, p. 59.
177
M. Heidegger, “Construir...”, p. 16.

94
Los pensadores de la ciudad

• Bauen es, propiamente, habitar.


• Habitar es la manera como los mortales existen sobre la tierra.
• Bauen, en el sentido de habitar se despliega en:

— Un bauen que presta sus cuidados al crecimiento.


— Un bauen que edifica construcciones.178

Es a través de este triple significado como Heidegger nos da su definición,


que para él será la definición del habitar:

Habitar, estar puesto en seguridad, quiere decir: permanecer resguardado (eingefreidet) dentro de eso que
nos es familiar (in das Frye) es decir, dentro de eso que es libre (in das Freie) y que protege a toda cosa en su
ser. El rasgo fundamental de la habitación es precisamente esa protección que penetra a la habitación en toda
su extensión, lo cual nos manifiesta que la condición humana radica a la habitación en el sentido de la
residencia de los mortales sobre la tierra. Pero este “sobre la tierra” quiere decir también un “bajo el
cielo”. El uno y el otro significa además de esto un “morar frente a las divinidades”, e implica “pertenecer
a la comunidad de los hombres”. Estas cuatro realidades: la tierra, el cielo, las divinidades y los mortales,
forman un todo a partir de una Unidad Original.179

Pero además existe una aclaración importante que puede formar parte de la
argumentación pro-ecologista o pro-natura. Nos dice:

Los mortales moran cuando salvan la tierra.


Salvar (retten) no es sólo arrancar el peligro; es, propiamente, liberar una cosa, es decir, restituirla a su
propio ser. Salvar la tierra no es un simple sacar provecho de ella, no es un agotarla. Quien salva la tierra
no se convierte en el amo ni hace de ella un súbdito. De esto a una explotación total no hay sino un paso.180

Como último término consideremos su observación:

Habitar es siempre morar o residir entre las cosas.


El morar entre las cosas viene a añadirse simplemente como un quinto término a los cuatro modos de
cuidado de los que hablamos. Por el contrario, el habitar entre las cosas es la única manera en la que la
cuádruple forma de habitar en el Quatriparti se realiza, cada vez, como unidad.181
178
Loc. cit.
179
Op. cit., p. 17.
180
Idem.
181
Idem, p. 18.

95
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

Podemos sintetizar aún más estas ideas heideggerianas a manera de puntualización:

a) Habitar es estar en seguridad. Es resguardo en lo que “nos es familiar”, en


aquello que es libre y protege a toda cosa en su ser.
b) Habitar, en todo residir o morar de los mortales sobre la tierra manifiesta
la raíz de la condición humana.
c) Habitar es siempre morar o residir entre las cosas.
d) El habitar, esto es, la habitación como cuidado y contemplación, preserva
la cuaterna, el Quatriparti: la tierra, el cielo, las divinidades y la comuni-
dad de los hombres (los mortales).
e) El morar entre las cosas es el quinto término, el determinante para que la
cuádruple forma de habitar en el Quatriparti se realice como unidad.
f) Morar es salvar la tierra, arrancarla del peligro, liberándola, restituyéndola
a su propio ser.

Así podrían quedar sintetizadas las ideas de Heidegger en torno al habitar.


Veamos de inmediato cómo se manifiesta el vínculo con el espacio.
Este vínculo con el espacio comienza con la reflexión implícita de que una
construcción, cualquiera que ésta sea, es una cosa y que en tanto tal, existe como
lugar; el lugar instala un sitio: la construcción.182 Luego entonces para compren-
der esta idea debemos conocer su noción de cosa, de lugar, de instalar y de sitio.
Para Heidegger una cosa es un lugar en tanto que reúne la cuaterna (el
Quatriparti) de tal manera que le concede un lugar. Se constituye así en una cosa
de un espacio particular.183 Sólo lo que en sí es un lugar (Ort) –nos dirá Heidegger–
es capaz de conceder un sitio.184 En este contexto manifiesta su idea de espacio,
por lo que me detendré en este concepto lo suficiente denotando la interpretación
heideggeriana para apreciar su ponderación.

Las cosas que de cierta manera son lugares, otorgan y conceden, por sí mismas, espacios (Raum). La
vieja significación de esta palabra Raum nos lo aclara. Se llama Raum, Rum a una plaza o equipo rendido
libre gracias al establecimiento de colonos. Un espacio (Raum) es algo establecido, instalado, algo vuelto
182
Cfr. op. cit., p. 20.
183
Idem, p. 20.
184
Idem.

96
Los pensadores de la ciudad

libre hacia el interior de un cierto límite, en griego perdz... El espacio es, esencialmente, lo que ha sido
“instalado”, es dotado, siempre, de un sitio (gestattet) y de esta manera insertado (Gefügt),185 es decir:
reunido gracias a un lugar.186

De lo anterior Heidegger afirma que: “los espacios reciben sus seres de los
lugares y no del espacio”.187
Podríamos averiguar aún más sobre la idea de espacio en Heiddeger y su
relación más o menos detallada con la de lugar. Esto resulta de orden central para
nuestra clara comprensión.
Un lugar, en cuanto cosa –según Heidegger–, pone en sitio un espacio reu-
niendo el Quatriparti. El espacio instalado por la cosa encierra una variedad de
sitios alejados o próximos a la cosa; estos sitios pueden ser considerados simple-
mente como colocaciones o situaciones entre las cuales subsiste una distancia
mensurable: en griego, nos dice Heidegger, stadion. La distancia, como stadion
es –nos dice él– lo mismo que, en latín, un spatium, un intervalo:

La proximidad o alejamiento entre las cosas y el hombre pueden transformarse de simples distancias a
alejamientos de un espacio... Del espacio —entendido como simple intervalo— pueden desprenderse las
extensiones siguiendo simplemente la longitud, la altura y la profundidad.188

Esta diversidad de las tres dimensiones Heidegger le llamará (en latín) extensio,
una extensión. Gracias al spatium (distancia o intervalo) y a la extensio (exten-
sión) se hace posible el medir las cosas y los espacios introducidos por ellos.189
Observamos así la reflexión heideggeriana respecto a lo que él llamó espacio
particular (cfr., c. 80), la otra idea sobre el espacio pone de manifiesto su relación
con el hombre y alude una reflexión que en su ensayo no es efectuada y que
podría ser buscada en el resto de su obra. Trataremos de extraerla enseguida:

Los espacios que recorremos diariamente son “instalados” o establecidos por los lugares, con lo que el ser
es fundado sobre cosas del género construcción.
185
En las notas de la traducción nos comentan: Gefügt: estructurar, encajar, ensamblar, insertar, agregar,
juntar (cfr. op. cit., p. 25).
186
Idem, p. 19.
187
Idem, p. 20.
188
Idem.
189
Idem.

97
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

Veamos su labor postergada:


Si tomamos en consideración estas referencias entre el lugar y los espacios y entre los espacios y el
espacio, obtendremos un punto de partida para reflexionar sobre la relación que une al hombre y al espa-
cio.190

Con lo anterior se dan indicios para una afirmación importante y –en aparien-
cia– no metafísica, más bien nos muestra un rasgo humanista básico según el cual
el espacio no se encuentra frente al hombre sino que forma parte de él: no se dan
los hombres y además el espacio. Por lo tanto afirma:

El espacio no se encuentra frente al hombre. No es ni una experiencia exterior ni una experiencia interior...
Si yo me dirijo a la salida de esta sala es porque ya, de alguna forma, soy en ella; pues yo no podría
dirigirme ni siquiera a ella si estuviese hecho de otra forma que siendo en ella, que existiendo en ella.191

Toda la exposición anterior sobre el espacio no la podremos situar en una


reflexión sobre El espacio visto en su generalidad más abstracta, es decir, sobre
todo el espacio, más bien hace referencia al espacio particular habitado, y con
ello al espacio humano. La conclusión es la siguiente:

La referencia del hombre a los lugares, y por los lugares a los espacios, reside en la habitación. La relación
entre el hombre y el espacio no es otra cosa que la habitación pensada en su ser.192

Tratemos de puntualizar las ideas en torno a los lugares y al espacio, desde la


perspectiva de Heidegger:

g) Una construcción es una cosa, pero no todas las cosas son lugares.
h) Una cosa es un lugar en tanto que reúne el Quatriparti (cosa de un espa-
cio particular): instala un sitio.
i) Sólo lo que es en sí un lugar es capaz de conceder un sitio.
j) El espacio es, esencialmente, lo que ha sido instalado (algo vuelto libre
hacia el interior de cierto límite), dotado siempre de un sitio y de esta
manera estructurado.
190
Idem.
191
Idem, p. 21.
192
Idem.

98
Los pensadores de la ciudad

k) Los espacios reciben su ser de los lugares y no del espacio.


l) El espacio instalado por la cosa encierra una variedad de sitios alejados o
próximos a ella: situaciones (colocaciones), generando una distancia [en grie-
go stadion, en latín spatium (un intervalo)]; y una extensión (en latín
extensio).
m) La relación entre el hombre y el espacio no es otra cosa que la habitación
pensada en su ser.
n) La referencia del hombre a los lugares, y por los lugares a los espacios,
reside en la habitación.

Resta a continuación mostrar la elucidación heideggeriana sobre el construir,


aquello que más atrás él denominó un bauen que edifica construcciones (cfr., c.
75). Pondré énfasis en dos aspectos destacables. El primero se referirá al vínculo
del construir con el habitar y el segundo al construir con el producir. Veamos, en
breve, el primero:

Construir, es en su ser, hacer habitar. Realizar el ser del construir es edificar lugares por la unión de
espacios. Es solamente cuando podemos habitar que podemos construir.193

La afirmación anterior, ante todo lo expuesto sobre Heidegger es ya evidente.


Así también se entiende que construir es edificar los lugares, fundar y ensamblar
espacios, en este ensamblaje –como dice él– el espacio como spatium y como
extensio, entra de forma necesaria en el ensamblaje que las construcciones “ha-
cen” de las cosas.194
Con toda precisión podemos observar la particularidad del tratamiento que
Heidegger nos da en su ensayo del espacio y la tangencialidad del tratamiento del
espacio (total) en su generalidad más abstracta. Dice él:

El construir jamás da forma al Espacio, ni mediata ni inmediatamente. Sin embargo, el construir dado que
produce cosas como lugares, está más próximo al ser de los espacios y al origen del Espacio que toda la
geometría y las matemáticas.195

193
Idem, p. 22.
194
Idem.
195
Idem.

99
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

Tal afirmación deja pendiente para otra ocasión su reflexión.


Finalmente pasemos a aquella relación del construir-producir. Notaremos que
esta relación junto con la del construir-pensar, están en su ensayo –de acuerdo con
la lógica del discurso heideggeriano– incompletas, él no quiso desarrollarlas, su
incompletitud así lo demuestra. Para vislumbrar el acercamiento al construir-pro-
ducir mencionado, debemos realizar un esfuerzo mayor teniendo presente en cada
momento su trabajo “La pregunta por la técnica”. Distinguimos la esencia de la
técnica “griegamente pensada”196 (por Heidegger) de la esencia de la técnica “mo-
derna” y de ese modo debemos vincular esta última con su pregunta final del
ensayo “Construir...”, que dice:
¿Qué es la habitación en nuestra época que nos hace reflexionar en ella?197
Notaremos en qué consiste este inacabamiento:

Ordinariamente entendemos por producción una actividad en la que las operaciones son seguidas de un
resultado: la construcción acabada. La producción (Hervorbringen) representada de este modo expresaría
algo, sin duda alguna, exacto. Pero sin embargo no alcanza el ser del producir, el cual es conducir y
colocar (ein Herbringen..., das vorbringt).198

Pongamos atención a su pensar “griegamente”:

Producir se dice en griego tijto.199 La raíz tej200 de ese verbo se encuentra también en la palabra téjne,201 la
técnica. Esta palabra no significa para los griegos ni arte, ni oficio, sino más bien: hacer aparecer alguna
cosa, de una u otra manera, enmedio de las cosas presentes. Los griegos pensaban la téjne, la producción,
a partir del “hacer aparecer”. Sin embargo la producción que construye no estaría caracterizada de forma
apropiada si la pensáramos únicamente en el sentido original de la téjne griega como un “hacer aparecer”
que coloca una cosa producida como cosa presente, entre las cosas ya presentes.202

El trabajo en Heidegger, al parecer, se quedó sin hacer.


Puntualicemos dos aspectos más, antes de terminar:
196
Cfr. “La técnica. Dos formas de acercamiento a su definición: Heidegger y Marx”, en los anexos de este
texto.
197
Op. cit., p. 22.
198
Idem..
199
[tijto].
200
[tej].
201
[téjne].
202
M. Heidegger, “Construir...”, ed. cit., p. 22.

100
Los pensadores de la ciudad

ñ) Construir es, en su ser, hacer habitar. Sólo el poder habitar abre el poder
construir.
o) El construir jamás da forma al espacio ni mediata ni inmediatamente.

***

A pesar de este inacabamiento del ensayo de Heidegger podemos ver nosotros


la gran relación que tiene el construir con el producir y éste, como le llama él, con la
téjne, la técnica. Pues si en el construir como producir y lo fundante de todo
producir radica en el “hacer aparecer”, es decir, en el develar, entonces encontra-
mos la conexión fundamental del construir y el habitar con la técnica precisamen-
te en esa dimensión heideggeriana del develar:

... en el develar se funda todo producir. Pero éste reúne en sí las cuatro modalidades del dejar-venir —la
causalidad— y las rige. A su dominio pertenencen fines y medios, pertenece lo instrumental. Esto vale
como rasgo fundamental de la técnica.203

De esta forma pondríamos aún más interés en la comprensión heideggeriana


de la técnica en tanto que “moderna” o, de acuerdo con la distinción de Heidegger,
la esencia de la técnica. El develamiento de esta última aparece como un develar
“provocante”, como un “interpelar” “conminante” de la naturaleza como “fondo
fijo acumulado” denominado “alemanamente” (bajo iniciativa personal de Hei-
degger) lo “Ge-stell”:204

Ge-stell significa lo que reúne (Versammelnde) de aquel interpelar (Stellen) que interpela al hombre, es
decir, que lo provoca a develar lo real como “fondo fijo acumulado”, según la modalidad del conminar.
Ge-stell significa la modalidad del develar que impera en la esencia de la técnica moderna y que no es en
sí mismo nada técnico.205

Si enlazamos lo Ge-stell de Heidegger como develar de la esencia de la técnica


moderna con el construir y el habitar, encontraremos también las modalidades de
203
M. Heidegger, “La pregunta por la técnica” (1954), revista Espacios, núm. 3 (pp. 54-68), Puebla,
México, p. 57.
204
Cfr. op. cit., p. 61.
205
Idem.

101
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

su develamiento. En tanto que “destino del develar” encontramos –como diría


Heidegger– el peligro,206 mas el peligro no es la técnica –nos aclara–, “no hay
ningún demonio de la técnica”, ni del construir ni del habitar –diríamos–, “pero sí
el misterio de su esencia”.207 Observemos el entretejimiento que aparece ante
nosotros si conectamos un ensayo con otro, encontraríamos la posible respuesta y
el posible acabamiento del “sin embargo” heideggeriano (cfr. c. 202, cap.1) de su
“Construir, habitar, pensar”.

La esencia de la técnica es ambigua en un sentido extremo. Tal ambigüedad nos dirige hacia el secreto de
todo develamiento, es decir, a la verdad. Por un lado, lo Ge-stell provoca a entrar en el movimiento furioso
del conminar, que bloquea toda visión sobre la producción del develamento y así hace peligrar desde sus
fundamentos la relación con la esencia de la verdad. Por otra parte, lo Ge-stell se produce en lo que
concede y que determina el hombre a persistir en su ser —inexperimentado aún pero experto quizá en el
futuro—, el que es mantenido a velar sobre la esencia de la verdad. Así aparece el amanecer de lo que
salva.208

En esta ambigüedad de la esencia de la técnica –entendida ahora como la


hemos mostrado en Heidegger– como duplicidad extrema, encontramos la posi-
bilidad de lo que salva y su “elevación en nuestro horizonte”;209 encontramos la
posibilidad de que lo que salva impere en todo construir, habitar, pensar como
dominio del arte bajo las sabias palabras de Hölderlin:

“En poeta habita el hombre sobre esta tierra”

II
Problematización de la “ciudad” y “lo urbano” en general

En el presente apartado de este acercamiento, no me refiero a la ciudad y lo urbano


en su existencia real (factum), sino a la problemática de su aprehensión teórica.
Esto no quiere decir, de manera alguna, que se evada la realidad que envuelve a
tales objetos, sino que se problematiza, se pone en tela de juicio la existencia de
206
Idem, p. 64.
207
Idem.
208
Idem, p. 67.
209
Idem, p. 66.

102
Los pensadores de la ciudad

una explicitación o argumentación global de aquel ente llamado “ciudad” y su


elemento fenoménico “lo urbano” en el o los discursos que inciden sobre él, así
como para identificar un posible locus básico dentro del discurso crítico.
La “topografía discursiva” –si de esta manera es posible llamarle– del presen-
te capítulo es una muestra-referente de la todavía insuficiente visión de conjunto
que ha acompañado a la explicación de la problemática urbana. Una vez conoci-
do este referente, daremos paso a la interpretación de la realidad citadina detallando
posteriormente algunos elementos que faciliten su estudio general. Contribuyen-
do a esta finalidad, en todas las páginas anteriores quedan reunidos lineamientos,
ejes de investigación, tesis, modos de explicación y formas de discurso que tienen
ante sí un objeto teorizable que, de suyo, es un complejo explicativo. Se cuenta
con un gran cúmulo de material a manera de “antología categorial” o “compila-
ción conceptual”, que si no fuera lo fundamental de la teoría que la aborda, sí lo
es para este acercamiento. Si se toma en consideración que la parte conceptual
reunida en este capítulo es solamente una muestra de la gran cantidad de intentos
de investigación, se enfatiza, por lo menos, la importancia de los lineamientos es-
bozados durante décadas por los estudiosos de “la ciudad” y “lo urbano” de las
más variadas posturas ideológicas y teóricas ya expuestas antes, abarcando más
de un siglo (desde la segunda mitad del siglo XIX, hasta nuestros días) con postu-
ras críticas todas ellas, en sus formas más diversas.
De esta manera, quedan expuestos los ejes que –desde mi punto de vista– se
han constituido como ejes argumentales que abren los discursos de esta temática
particular. Con base en ellos, pero sin dejar de tener presentes otros estudios que
también han podido ser revisados, formularé lo que podría considerar –para este
acercamiento– la problematización de la “ciudad” y “lo urbano” de acuerdo con
los siguientes aspectos:

1. La exposición que los aborda no construye, ni integra enlazando esta temática


general de la sociedad humana, devenida en sociedad capitalista e histo-
riografiable diacrónica y sincrónicamente como relación hombre-naturaleza
en su relación espacio-tiempo ininterrumpidos (historia material e inmate-
rial). Es posible elaborar un comienzo básico a partir de la teoría de Marx;
aunque como quedó dicho en páginas anteriores, no la aborda explícitamente.

103
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

A pesar de ello tiene una presencia negativa, no-explícita. Asimismo, el trata-


miento historiográfico braudeliano, por ejemplo, no es propiamente una
teorización, sí muestra una gran cantidad de elementos historiográficos que
señalan un posible acoplamiento discursivo. Esta carencia ha traído conse-
cuencias nefastas que llegan a la mistificación e incluso al repudio de una
“teoría de la ciudad”. Pero en verdad, ¿quién o qué marca la aprobación de
una “teoría de la ciudad” o la teoría de cualquier objeto teorizable?

2. El punto anterior, que se erige como grado de generalización sumamente amplio


para el estudio social-histórico, se vincula con aquello que podríamos llamar
construcción humana del mundo. Construcción que, como tal, implica la mo-
dificación o trans-formación del estado natural del mundo (trans-formación de
la naturaleza / trans-naturalización) a imagen y semejanza del ser social domi-
nante e implica, por tanto, una configuración material e inmaterial de este
mundo que se establece como histórico. Se modifica su existencia física así
como la existencia material e inmaterial de los individuos o sociedades que lo
habitan. Esta trans-naturalización sugiere su consideración como desarrollo
histórico que a su vez se establece como particularmente histórico y nos hace
pensar en las categorías para su explicación, las cuales han sido ya emplea-
das en discursos muy diversos pero sin establecer mayor acoplamiento con el
tema de la ciudad. Me refiero a las categorías de cultura y civilización; sin
dejar de lado todo el complejo instrumental que hace posible tal argumenta-
ción, esto es, la técnica y la tecnología. Formándose otro bloque conceptual no
tratado en el corpus general de la temática que nos ocupa.

3. En el plano de la reproducción capitalista propiamente dicho no existe una


vinculación –salvo los estudios de M. Castells expuestos anteriormente– entre
las aportaciones de Marx a la teoría general de la sociedad económica y la
espacialización física de la estructura capitalista en sus encadenamientos eco-
nómicos (producción, distribución, cambio, consumo). Los estudios (varios de
ellos ya citados), interrumpen abruptamente o no abordan el paso de la exis-
tencia económica a su materialización, ni menos aún a la conducción alienante
de la sociedad por esta estructura ni a su vida material y espiritual plasmada
en la ciudad.
104
Los pensadores de la ciudad

4. La configuración social-capitalista y su “manifestación general-particulari-


zada” en el espacio-tiempo (manifestación física) no ha sido develada en la
totalidad del proceso que ocupa. Quizá sean la lingüística y la semiología las
disciplinas científicas que ya han comenzado su exégesis, pero por la fragmen-
tación disciplinaria que les es inherente no han mostrado convincentemente
sus aportes interpretativos en lo referente a la estructura económica y la cons-
trucción ideológica de su presencia física. Tal existencia física ha entrado “por
tradición” en el urbanismo o la urbanística, dominio de las disciplinas técni-
cas o tecno-artísticas como la arquitectura. Dicha pertenencia física refrenda
permanentemente la polémica tecno-artística (cfr. Aldo Rossi y Marino Folin)
y deberá ser estudiada en la articulación del proceso general antes menciona-
do: allí radica el problema.

5. Ha sido insuficientemente tratado el papel generatriz que ocupa la ciudad y lo


urbano en las sociedades de nuestro tiempo como receptora y generadora del
fenómeno de la alienación material capitalista de la vida cotidiana. Esto signi-
ficaría vislumbrar la producción del espacio-tiempo no sólo de la ciudad sino
en la ciudad, dentro y tendencialmente fuera de este proceso. Y, por tanto,
dirigir la mirada a la posibilidad citadina y urbana de la trans-naturalización
político-social: al señalamiento espacio-tiempo de su génesis cotidiana.

III
Tentativa argumental

Daremos paso a la formulación de hipótesis, sin entenderlas como “soluciones


preliminares” del problema, pues seguramente pasen más décadas y la esperada
“solución” no llegue, sino como una entre muchas posibles explicaciones o argu-
mentaciones que señalen parte de los intersticios dejados por aquellos grandes
pensadores de la ciudad que han dedicado parte de su vida o su vida misma a esta
inagotable labor.
Podemos establecer este acercamiento bajo la rectoría de los soportes siguien-
tes:

105
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

1. Toda construcción discursiva que se proponga explicar a la ciudad y a lo urba-


no deberá partir de los principios básicos que se levantan sobre toda expresión
de lo humano. A saber:

a) Relación hombre-naturaleza.
b) Proceso de reproducción social.
c) Relación cultura-civilización.
d) Mediación de la tecnología/complejo tecnológico.

2. La desmistificación histórica de la ciudad se inicia con la exposición de las


funciones trans-históricas que la han acompañado durante siglos y que son
acordes con la necesidad de su existencia espacio-tiempo planetaria existente
de manera epocal, tomando en consideración el “encadenamiento lógico-histó-
rico” de la esfera económica (producción, distribución cambio y consumo), así
como las demás funciones fundamentales: política y “cultural” (término, este
último, que deberá reconsiderarse).

3. La visión global de la ciudad y del capitalismo como sistema que se concretiza


en ella, la podemos encontrar en un sitio particular de los Grundrisse de K.
Marx referente a los encadenamientos lógico históricos expresados en la socie-
dad capitalista producción, distribución, cambio y consumo (P, D, Ca, C), toca-
dos ya por M. Castells en La cuestión urbana de manera poco clara en lo que se
refiere a su ubicación y vinculación precisa con el corpus general del que for-
ma parte. Estos encadenamientos nos clarifican la producción y re-producción
del capitalismo como sistema que se totaliza mediata e inmediatamente en su
dimensión espacio-tiempo, sometiendo a su dinámica presumible de totalización
ininterrumpida a todas las formas de vida social.

4. Una explicación posible del “mundo” físico de la ciudad puede ser lograda
mediante la exposición del dominio rutinario del sistema económico en cuanto
tal, que se reproduce en el espacio físico imponiendo sus leyes (encadenamien-
tos sistematizantes) y moldeándolo en contraposición con la vida política de la
sociedad engranada como “maquinaria” tecnológico-histórica. Esta presencia

106
Los pensadores de la ciudad

dominante es aprehensible y explicable a través de las alienación humana en


las diferentes esferas humanas, no sólo de la dimensión semiótica (imágenes,
sonidos, olores, tactibilidad, capacidad gustativa, etc.) sino de todos los órdenes
de la vida humana, constituyendo en verdad la epítasis o nudo problemático
final del proceso estructural citadino.

107
CAPÍTULO 2

PROCESO DE REPRODUCCIÓN SOCIAL Y CIUDAD

El hombre se hizo siempre de todo material: de


villas señoriales o barrio marginal. Toda épo-
ca fue pieza de un rompecabezas para subir la
cuesta del gran reino animal, con una mano
negra y otra blanca mortal.

S. Rodríguez, El Mayor

El primer plano en el que puede situarse un acercamiento a la ciudad corresponde


a las condiciones que posibilitan su existencia social, a su posibilidad en o de la
producción de la socialidad. Este primer plano de posibilidad corresponde a las
premisas o supuestos históricos que el desarrollo humano ha mantenido en su
relación con la naturaleza y hace referencia a lo que Marx ha llamado metabolis-
mo entre hombre y naturaleza.1 En este plano de relación y existencia social-
natural no existe propiamente la ciudad como suplemento diferenciable del campo,
pues se alude a los elementos simples y abstractos que han existido de manera
independiente de una época histórica particular. Se trata de las condiciones ele-
mentales que deben ser cumplidas hoy y en todo tiempo social de la existencia
humana: el plano de la producción de valores de uso.2
En un segundo plano, podemos hacer referencia a la ciudad propiamente di-
cha en la misma medida en que podemos afirmar que el comportamiento del
hombre con la naturaleza ya no se concretiza en un proceso natural sino en un
proceso artificial. Es un proceso artificial o se constituye como un proceso de
reproducción social no-natural porque el conjunto de las necesidades sociales se
satisfacen gracias a un conjunto de medios o instrumentos de subsistencia produ-
1
Véase K. Marx, El Capital (cap. v. “El proceso de trabajo”), Siglo XXI, vol. 1, p. 215. Véase también el
trabajo de Bolívar Echeverría, “La forma natural de la reproducción social”, en la revista Cuadernos
Políticos, núm. 41 (pp. 33-46) y “Comentario dos: sobre el “punto de partida” de “El Capital”, revista
Investigación económica, núm. 4, octubre-diciembre, 1977, FE-UNAM.
2
K. Marx, op. cit., p. 223.

109
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

cido de acuerdo con condicionantes naturales pero no sujetos a éstos. Los medios
de trabajo general no sólo constituyen complejos instrumentales técnicos sino
como –siguiendo a Marx– locus standi (lugar donde estar): La tierra misma.3 En
esta consideración global podemos incorporar a todas las ciudades pre-capitalis-
tas y, como vemos, el nivel de generalidad y abstracción sigue siendo aún muy
grande. Con este grado de generalidad podemos introducirnos a una comprensión
de la ciudad en las Formen4 a los trabajos de Braudel5 y a las consideraciones de
G. Sjoberg basadas en los estudios históricos de Gordon Childe.6
Un tercer plano teórico bajo el cual podemos acercarnos a la ciudad en un
modo de generalidad menor, es el de la ciudad capitalista. Dentro de la considera-
ción más general –podríamos decir mejor– histórica global, este tercer plano es
también parte de la segunda forma de existencia del proceso de reproducción
social, correspondiente a su forma no-natural o artificial. Existencia en la cual la
ciudad somete a su dinámica de reproducción capitalista no sólo a la inmensa
mayoría de sus sujetos sociales y forma de apropiación de la naturaleza que ocupa,
sino a toda su naturaleza circundante incluyendo de forma tendencial a los campos
que constituyen su hinterland, así como al resto de la naturaleza en el sentido
empleado por Heidegger como Ge-stell.
Esta trilogía señalada antes corresponde, sin lugar a dudas, a la ordenación
tripartita de “niveles de organización humana” de que nos habla Gideon Sjoberg:

1. la sociedad primitiva;
2. la sociedad civilizada preindustrial o sociedad “feudal”; y
3. la sociedad industrial.7

En F. Braudel existe también la presencia de un “esquema tripartito”:

3
Idem, p. 219.
4
Véanse Apéndices de este acercamiento.
5
Citados en el cap. 1.
6
Gideon Sjoberg, “El origen y evolución de las ciudades” (1965), Selecciones de Scientific American, H.
Blume. Cfr. V. Gordon Childe, Los orígenes de las civilizaciones (1936), FCE, México, 1980.
7
G. Sjoberg, op. cit., p. 17.

110
Proceso de reproducción social y ciudad

1. civilización material;
2. civilización económica; y
3. capitalismo.8

De la misma forma, en Marx existe una tripartición como, en efecto, es posible


observar en su obra de acuerdo con las importantes aportaciones de Bolívar
Echeverría.9 Esta tripartición consiste en la consideración siguiente:

1. la “forma natural” de la reproducción social;


2. la forma mercantil-simple donde “rige” la fórmula M-D-M: “esquema de
un sueño”; y
3. la forma mercantil-capitalista, donde domina la fórmula D-M-D’: fórmula
del capital.

Con estas demarcaciones sería posible elaborar un acercamiento, en primera


instancia, histórico-genético a la ciudad.

I
Proceso de reproducción social natural

La importancia conceptual del proceso de reproducción social natural es tal que


en ella podemos encontrar un fundamento no sólo para el estudio de lo rural y lo
urbano, sino de toda la problemática social en tanto se comporta estrictamente
como natural. Es natural porque el individuo construye o produce su propia vida
gracias a la naturaleza, por medio de ella, y dentro de ella. Se vincula de manera
directa a su entorno en un proceso de conjunción, en el que se establece un determi-
nado metabolismo natural10 entre hombre y naturaleza. Esta temática nos traslada
historiográficamente a un periodo pre-histórico y pre-urbano. Su importancia ra-
dica en que, mediante su concepto, podemos discurrir en las condiciones que

8
Cfr. c. 1.
9
Del material magnetofónico grabado en el curso Capitalismo, historia y teoría, impartido en la DEP de
la FE-UNAM, octubre de 1989, Bolívar Echeverría, El discurso crítico de Marx, Era, México, 1986.
10
K. Marx, El Capital, loc. cit., supra.

111
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

debieron existir necesariamente para el aparecimiento de ciudades y en la bús-


queda de las respuestas a las preguntas cómo, cuándo, dónde y por qué surgen
éstas.
La explicación del metabolismo hombre-naturaleza en su etapa inicial, la en-
contramos en Marx cuando parte de las premisas siguientes:

1. Existencia de individuos humanos vivientes, en condiciones de poder


vivir, esto es, condiciones de existencia humana. Y –recordando a Hegel–
nos dice: condiciones geológicas, hidrográficas, etc. Los cuerpos humanos,
necesidad, trabajo (glosa marginal de K. Marx).11
2. Producción de la vida material misma. Producción de los medios indis-
pensables para la satisfacción de sus necesidades. Esta nueva necesidad
de producción de medios o instrumentos constituye el primer hecho histó-
rico.
3. Producción de la vida humana ajena o procreación (relación entre hom-
bre y mujer, entre padres e hijos, la familia): relación natural.
4. Producción de la vida humana propia en el trabajo a través de la coopera-
ción de diversos individuos cualesquiera que sean sus condiciones, de
cualquier modo y para cualquier fin: relación social.12

1
Estas cuatro premisas o aspectos del metabolismo natural constituyen las relacio-
nes históricas originarias e iniciales básicas del proceso de reproducción social.
Las dos premisas iniciales hacen referencia propiamente a una misma cosa,
denominada por Marx la naturaleza como cuerpo inorgánico del hombre:

La universalidad del hombre se manifiesta en la práctica cabalmente en la universalidad con que convierte
toda la naturaleza en su cuerpo inorgánico, tanto en cuanto es 1) un medio de vida directo, como en
cuanto es 2) la materia, el objeto y el instrumento de su actividad vital. La naturaleza es el cuerpo inorgá-
nico del hombre; es decir, la naturaleza en cuanto no es ella el cuerpo humano. Decir que el hombre vive
de la naturaleza significa que la naturaleza es su cuerpo, con el que debe mantenerse en proceso constante,
para no morir. El que la vida física y espiritual del hombre se halla entrelazada con la naturaleza no tiene

11
K. Marx, La ideología..., ed. cit., pp. 19, 28-32.
12
Idem.

112
Proceso de reproducción social y ciudad

otro sentido que el de la naturaleza se halla entrelazada consigo misma, pues el hombre es parte de la
naturaleza.13

De esta manera, la naturaleza como cuerpo inorgánico del hombre es la fuente


de todos los valores de uso, la fuente de toda riqueza14 y, por tanto, un valor de
uso general o global. El hombre sólo realiza este metabolismo por medio de una
actividad cuya finalidad es la apropiación de lo natural para la satisfacción de las
necesidades humanas: el proceso de trabajo; proceso dirigido y apuntado en la
producción y consumo de valores de uso.
La naturaleza se nos presenta, en tal metabolismo, bajo los aspectos siguientes:

a) Medio de vida directo (Manuscritos de 1844) y fuente de valores de uso


o valor de uso general (Crítica del programa...).

• Materia (Manuscritos de 1844) o materia prima (El Capital).


• Instrumento de su actividad vital (Manuscritos...) o medio de trabajo
(El Capital).
• Objeto de trabajo (Manuscritos, El Capital).
• Producto (El Capital).

Tenemos ante nosotros las consideraciones conceptuales elementales para com-


prender teóricamente las dos premisas de partida, a saber: las condiciones de
existencia y la producción de medios e instrumentos para que tal existencia se
lleve a cabo. Es éste el plano de la prehistoria o historia natural (Gordon Childe);
de la transformación del mono en hombre o salvajismo (Engels); de la sociedad
primitiva, sociedad preindustrial o preliteraria (G. Sjoberg); y el de valores de uso
(K. Marx). En este umbral podría ser ubicada la comunidad oriental o asiática
como “unidad indiferente de campo y ciudad” (“Formen”, Grundrisse). Es, en
síntesis, el plano de la “forma natural” de la reproducción social (Bolívar Eche-
verría).
13
K. Marx, “Manuscritos de 1844”; en Obras fundamentales de Marx y Engels, t. 1, FCE, México, 1982
(trad. Wenceslao Roses).
14
Recordemos la “Crítica del programa de Gotha” (postulado 1) en el que Marx, refutando la afirmación:
“El trabajo es la fuente de toda riqueza y de toda cultura”, nos muestra esta idea.

113
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

Es conveniente detenernos un poco en la consideración exégesis del proceso


de reproducción social en cuanto metabolismo social-natural. Para tal motivo
recurriré al siguiente esquema:

La idea fundamental es la siguiente: partimos de la premisa según la cual el sujeto


social o la comunidad social (S) se encuentra frente a la naturaleza (N) y en rela-
ción directa con ella enfrentando en un proceso metabólico o simbiótico de trans-
formación o conversión de ella como cuerpo inorgánico, proceso en el que se
manifiesta su universalidad (supra). La naturaleza (N) es un medio de vida direc-
to (valor de uso global) y constituye las condiciones de existencia humana
(geológicas, hidrográficas, etc.). Es ella (N) la fuente de todo objeto de trabajo, o
producción (Ot), instrumento de trabajo o producción (It) y la materia prima para
la elaboración de los objetos práctico de la sociedad (Op). Es gracias al proceso de
trabajo (actividad vital) como el sujeto social ejerce una determinada acción (a)
sobre el medio natural, gracias al empleo de una reacción favorable (r) del medio
15
B. Echeverría, “Comentario dos...” (cfr. nota 1, supra), p. 239. En el esquema original no aparece el
cuadro de los instrumentos de trabajo como mediación sujeto-objeto.

114
Proceso de reproducción social y ciudad

natural en un proceso que, como queda dicho, es dual; trabajo o producción (t) y
consumo o disfrute (d). Tal acción y reacción tiene como finalidad (telos) la pro-
ducción de un objeto práctico social (Op) que mientras se encuentra en la fase de
la producción es un producto (P) accidental provocado de la naturaleza y sólo
cuando es consumible y entra en la fase del disfrute, entonces se constituye como
objeto práctico dotado de un valor de uso general o bien (B). Así, fase productiva
(SN-OIP) y fase consuntiva (SN-OIB) quedan integradas en el proceso de repro-
ducción social natural y son éstas las que lo constituyen directamente como tal.

2
Las siguientes dos premisas (3 y 4) entran en la consideración de la producción de
la vida social misma. La primera de ellas, la producción de la vida humana ajena
o procreación, es –de acuerdo con Marx– la más natural de las relaciones entre
uno y otro ser humano y constituye el vínculo más estrecho con la naturaleza en
tanto que humana es, podríamos decir, la escala de humanización de la naturaleza
humana:

En esta relación natural entre los sexos, vemos que la relación entre el hombre y la naturaleza es directa-
mente su relación con el ser humano, como la relación entre el ser humano es directamente con la natura-
leza, su propio destino natural.16

La segunda de estas últimas dos premisas hace referencia a la producción


humana social, producción de vida social –dicho en una palabra– producción de
la socialidad en el trabajo comunitario:

La socialidad misma de éste [sujeto social] existe como materia con la que él, como totalización de
individuos sociales, construye su identidad y la identidad diferencial de sus miembros. El ser sujeto, la
sujetidad, consiste así en la capacidad de constituir la concreción de la socialidad.17

Considerando la socialidad como materia podemos tocar este punto del acer-
camiento sin abandonar la temática, más bien observaremos el final como su

16
K. Marx, Manuscritos..., ed. cit., p. 616.
17
B. Echeverría, La “forma natural...”, loc. cit., p. 32.

115
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

comienzo, arribando a sus premisas de partida como su final: el proceso de trabajo.


Veamos lo que nos dice Marx en relación con esto.

La apropiación real a través del proceso de trabajo ocurre bajo supuestos, los cuales no son ellos mismos
producto del trabajo, sino que aparecen como los supuestos naturales o divinos de éste. Contando siempre
con esta misma relación fundamental como base, esta forma puede realizarse de maneras muy diversas.18

Los “supuestos” a los que hace referencia Marx son los siguientes:

a) Surgimiento de una entidad comunitaria resultante de un proceso natural.


La familia devenida tribu, entidad comunitaria tribal (entidad comunita-
ria natural), no como resultado sino como “supuesto de apropiación co-
lectiva (temporaria) del suelo y de su utilización”.
b) Vida pastoril: el nomadismo (búsqueda de un ámbito natural especial-
mente fértil).
c) La colectividad tribal o la horda es el primer supuesto para la apropia-
ción de las condiciones objetivas y de la actividad de alta reproducción y
objetivación.
d) La tierra es el gran “laboratorio”, el arsenal tanto de medios de trabajo
como del material de trabajo.
e) La propiedad de la entidad comunitaria es una propiedad colectiva o,
mejor dicho, posesión colectiva.19

Estos supuestos no son más que la confirmación de las premisas de partida


que sustentan el proceso de reproducción social natural en cuanto tal, al cual
tendremos que agregar, siguiendo a Marx, una quinta consideración particular-
mente humana o que particulariza a la socialidad humana, ésta es la conciencia en
general como conciencia práctica: el lenguaje (el discurso).20 En la forma de
conciencia práctica, el lenguaje es el discurso de una determinada forma de nece-
sidad, así como expresión de una forma correspondiente de consumo inmediatos.
Se manifiesta como el discurso de la sociedad natural y de la producción y repro-
18
K. Marx, Elementos... (“Formen”), ed. cit., p. 434.
19
Loc. cit.
20
Cfr. K. Marx, Ideología..., p. 31.

116
Proceso de reproducción social y ciudad

ducción metabólica de esta naturalidad social, es lo que podemos llamar discurso


de los valores de uso. Junto a este discurso social natural nace también la expre-
sión del desconocimiento de la naturaleza y de su dependencia. Tiene la forma del
discurso dependiente de la naturaleza o del no-dominio de ella, en el que el sujeto
se manifiesta “extrañado” de un poder omnipotente supra-humano (religión na-
tural).

3
El grado de generalidad empleado mediante las consideraciones teóricas anterio-
res, se dirige hacia la concreción de aquel grado de abstracción a través de recursos
teóricos que por decenios han formado parte del discurso histórico-antropológico
pero que no han sido estructurados aún en la argumentación global de la ciudad.
Hago referencia a las nociones de cultura, civilización y tecnología, términos
que, para buscar la propiedad de su uso, quizá tengan que ponerse como plurali-
dades mundiales si se quieren emplear para esclarecer la heterogeneidad del desa-
rrollo social a lo largo y ancho del mundo.
Si buscamos reunir un conjunto de usos y significaciones de los términos
cultura y civilización, el mejor recaudo que resulta importante en ese intento y
que guarda una enorme relevancia es el efectuado por Braudel.21 Su valía radica
en la exposición historiográfica acerca del mundo; esto quiere decir que en su
investigación sigue lineamientos teóricos que no discute con profundidad y que,
sin embargo, en ellos radica la importancia del detenimiento que le brindamos.
Respecto al origen de los términos cultura y civilización nos dice Braudel:

Cultura y civilización nacen en Francia en el mismo momento. Cultura, cuya vida anterior es larga (ya
Cicerón hablaba de cultura mentis) no toma en realidad su sentido peculiar de cultura intelectual hasta la
mitad del siglo XVIII. Que yo sepa, civilización aparece por primera vez en una obra impresa en 1766. El
término no había sido sin duda empleado antes. Nace en todo caso, con mucho retraso sobre el verbo
civilizar, y el adjetivo civilizado, que se remonta al siglo XVI y XVII. En realidad, fue necesario inventar,
fabricar por entero el sustantivo civilización. Designa, desde un principio, un ideal profano de progreso
intelectual, técnico, moral y social.22
21
Cfr. Fernand Braudel: “Gramática de las civilizaciones”, en Las civilizaciones actuales (1966), Tecnos,
España, 1970; “Aportación de la historia de las civilizaciones”, en La historia y las ciencias sociales
(1968), Alianza, España, 1989; y desde luego: Civilización material..., cit. cap. 1.
22
F. Braudel, La historia..., p. 135; cfr. Las civilizaciones..., p. 13.

117
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

Algo similar ocurre con “tecnología”, término aún no definido en los siglos
XVII y XVIII (véase apéndice 1).
Muy a pesar de los usos dados a los términos cultura y civilización, Braudel
nos da una idea fundamental para nuestras anotaciones. Aludiendo a Marcel Mauss
refiere “una definición fácilmente utilizable para la observación y suficientemente
emancipada de todos los juicios de valor”, lo cual resultaría un poco difícil de
creer, sin embargo, debe destacarse:

Una civilización es, en primer lugar, un espacio, un “área de cultura”, como dicen los antropólogos, un
alojamiento. Imagínese en el interior de una localización, más o menos amplia pero nunca muy reducida,
una masa muy diversa de “bienes”, de rasgos culturales: tanto la forma, el material o los tejados de las
casas como un determinado arte de emplumar las flechas, un dialecto o un grupo de dialectos, unas aficiones
culinarias particulares, una técnica peculiar, una manera de creer, una manera de amar, o también la brúju-
la, el papel, la prensa de impresor. El agrupamiento regular, la frecuencia de ciertos rasgos y la ubicuidad
de éstos en un área precisa constituyen los primeros síntomas de una coherencia cultural. Si a esta cohe-
rencia en el espacio se añade una permanencia en el tiempo, llamo civilización o cultura al conjunto, al
“total” del repertorio. Este total constituye la forma de civilización así reconocida.23

A pesar de esta definición, la comprensión que Braudel tiene de Marx es muy


dudosa. En Marx es perceptible la dicotomía espíritu y naturaleza (Geist und
Natur); empleándose el término “cultura” para el primer caso (p. ej. Herder) y
“civilización” para el segundo (p. ej. Marx y Engels). Desde esa distinción Braudel
interpreta a Marx parcializando su pensamiento y lo descontextualiza de su obra,
pues en realidad dice:

La sociedad tiene hoy demasiada civilización (es decir), demasiados medios de subsistencia, demasiado
comercio.24

Braudel no cita toda la idea perteneciente al Manifiesto (ed. 1848), que a


espacio seguido dice:

Las fuerzas productivas de que dispone [la sociedad] no sirven ya al desarrollo de la civilización burguesa
y de las relaciones de producción burguesa; por el contrario resultan demasiado poderosas para estas
relaciones, que constituyen un obstáculo para su desarrollo; y cada vez que las fuerzas productivas salvan
23
F. Braudel, La historia..., p. 74.
24
Idem, p. 138.

118
Proceso de reproducción social y ciudad

este obstáculo, precipitan en el desorden a toda la sociedad burguesa y amenazan la existencia de la


propiedad burguesa.25

En efecto, observamos la consideración dual de infraestructura (fuerzas pro-


ductivas) y supraestructura (relaciones de producción), pero no queda claro que
Marx y Engels reduzcan su apreciación de “civilización” a la infraestructura sino
que, más bien, la refieren al “desarrollo de la civilización burguesa”, al proceso
de esta dualidad que concretiza a la sociedad como “burguesa”. En algunos párrafos
antes del citado, Marx y Engels nos dicen en el Manifiesto:

Merced al rápido perfeccionamiento de los instrumentos de producción y al constante progreso de los


medios de comunicación, la burguesía arrastra a la corriente de la civilización a todas las naciones, hasta
a las más bárbaras... Obliga a todas las naciones, si no quieren sucumbir, a adoptar el modo burgués de
producción, las constriñe a introducir la llamada civilización, es decir, a hacerse burguesas. En una pala-
bra se forja un mundo a su imagen y semejanza.26

Como vemos, la noción “civilización” no aparece explicada por completo,


pero no es ambigua, hace referencia a la “corriente de arrastre” gracias al desarro-
llo de las fuerzas productivas (instrumento de producción, medios de comunica-
ción: tecnología..., en fin, infraestructura), las que por su importancia constituyen
el sistema óseo y muscular de toda producción.27
Ahora bien, preguntemos: ¿qué diferencia o relación existirá entre cultura y
civilización y qué papel juega la tecnología? ¿De qué manera concretizan el pro-
ceso de reproducción social?
Las preguntas anteriores están cargadas de intención y precisan el camino
hacia las respuestas. La primera de ellas implica una afirmación fundamental: no
puede existir una definición plena de ninguno de los tres conceptos por separado sin
el vínculo de unos con los otros; no puede existir una aproximación teorética de
“civilización” sin la presencia de la “cultura” que la particulariza, ni tampoco
puede existir una “cultura” sin un determinado grado de civilización promovido
por el complejo técnico de fuerzas productivas (medios o instrumentos de produc-
25
K. Marx, Manifiesto del partido comunista (trad. de la versión alemana de 1848), Cártago, México,
1982, p. 132.
26
Idem, p. 31.
27
K. Marx, El Capital, loc. cit., p. 208.

119
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

ción) que lo posibiliten. Este estrecho vínculo es lo que concretiza el proceso de


reproducción social en los términos antes expuestos.
La precisión de estas afirmaciones la hallamos potencialmente en dos ideas
de Marx:

1. El modo como los hombres producen sus medios de vida depende, ante todo, de la naturaleza misma de
los medios de vida con que se encuentran y tratan de reproducir. Este modo de producción no debe
considerarse solamente en cuanto es la reproducción de la existencia física de los individuos. Es ya, más
bien, un determinado modo de vida de los mismos. Tal y como los individuos manifiestan su vida, así
son. Lo que son coincide, por consiguiente, con su producción, tanto con lo que producen como con el
modo cómo producen. Lo que los individuos son depende, por tanto, de las condiciones materiales de
producción.28
2. Lo que diferencia unas épocas de otras no es lo que se hace, sino cómo, con qué medios de trabajo se
hace. Los medios de trabajo no sólo son escalas graduadas que señalan el desarrollo alcanzado por la
fuerza de trabajo humana, sino también indicadores de las relaciones sociales bajo las cuales se efectúa
ese trabajo.29

Partimos de la idea siguiente: tanto “cultura” como “civilización” constituyen


el ser de un complejo social diferenciable de otros. Esta diferenciabilidad depende
o está en función de las condiciones materiales de su producción, las cuales deter-
minan el proceso de reproducción de su vida social.
Con las categorías sociales cultura, civilización y técnica (o tecnología), suce-
de lo mismo que con las categorías físicas espacio, tiempo, materia y movimiento.
Constituyen el punto de partida, porque tienen la virtud de ser lo fundamental, el
orden primario de lo que se llama lo concreto, la síntesis que es a la vez resultado
y punto de partida. Es indisoluble el todo gracias a las partes. De la misma manera
que el elemento vital agua (H2O) es gracias a esta composición y deja de serlo si
se considera cada elemento por separado, asimismo estas categorías primigenias
pueden ser separadas sólo en la abstracción, en el pensamiento enajenado de la
realidad, subsumido a la no-realidad.
Esta subsunción a la no-realidad se lleva a cabo cuando el significado se ex-
presa como:

28
K. Marx, La ideología..., pp. 19, 20.
29
K. Marx, El Capital, loc. cit.

120
Proceso de reproducción social y ciudad

• La cultura es el modo de ser de un conjunto social determinado en el espacio y


en el tiempo histórico. Es una forma peculiar de hacer aparecer el ser social de
una entidad global que puede manifestarse singularmente. Es, por tanto, un
fenómeno (apariencia).
• La civilización estaría constituida por el nivel de dominio tecnológico y técni-
co del entorno físico y social, del nivel de “convivencia” de unos individuos
con otros (lazos de la “socialidad”) y del nivel, por tanto, de control del aparato
productivo, etcétera.
• La tecnología la constituyen todos los medios o instrumentos creados por el
hombre que hacen posible el progreso y desarrollo de su conjunto social.

Situados en esta visión subordinada y acrítica, no existiría ningún problema;


tampoco objetaríamos la afirmación según la cual “la civilización nace o aparece
con la ciudad” (cfr. p. ej. G. Sjoberg, F. Braudel, A. Rossi e incluso Engels en El
origen de la familia... que retoma de L. H. Morgan). Y así, la categoría “cultura”
quedaría “bien aplicada” a los pueblos “atrasados” más o menos pequeños que
dependen en buena medida de sus condiciones materiales “naturales” (uso co-
rriente en la antropología estructural y funcionalista: por ejemplo, Levi Strauss y
B. Malinowski30), y la categoría “civilización” es bien aplicada cuando se hace
referencia a los pueblos que se han constituido como ciudades y que han tenido
un “considerable desarrollo o progreso tecnológico”.
A este tipo de afirmaciones (incluidas las de Spengler, Herder, A. Weber, Tylor,
etc.)31 tendríamos que preguntar: ¿Acaso antes del aparecimiento de las ciudades
y con él de la civilización, o viceversa, no existe ya un determinado grado de ci-
vilización y de cultura? ¿No es este grado o nivel la expresión de un proceso de
desarrollo cultural y civilizatorio? ¿Acaso a estas alturas del desarrollo científico
se niega el movimiento (dialéctica) del proceso civilizatorio y se es partidario de
la civilización como “generación espontánea”? Esto sería ya inconcebible.

30
Cfr. Bronislaw Malinowski, Una teoría científica de la cultura, Editorial Sudamericana, Argentina,
1976.
31
Tendríamos que considerar —además de sus trabajos ya citados— “los apuntes” correspondientes a las
ponencias del curso Esbozo para una teoría marxista de la cultura, expuestos del 19 al 22 de marzo de
1983 en la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Economía, UNAM.

121
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

De la primera idea de Marx (cfr. c. 29) tenemos una “dualidad”: de una parte
la existencia social como modo de vida (modo de manifestar la vida) y de otro la
vida misma. Esto significa de una parte el modo de ser y de otra el ser. Se pone en
juego de manera abstracta la “dualidad” de forma y contenido, de esencia y apa-
riencia de un lado, y de otro la intención de Marx que consistiría en teorizar la
existencia vital general humana. La clave está en la negación de esta “dualidad”
cuando se afirma:

Tal y como los individuos manifiestan su vida, así son.

Con esta afirmación se echa por tierra también la “dualidad” de “cultura”


(modo de ser) y “civilización” (ser). El matiz establece una negación cuando
afirma:

Lo que son coincide, por consiguiente, con su producción, tanto con lo que producen como el modo cómo
producen.

El “con lo que producen” de la frase constituye todo el complejo técnico de


medios e instrumentos de producción (técnica y tecnología) y “el modo cómo
producen” constituye el modo de entablar su relación con la naturaleza (con sus
condiciones materiales) gracias a este “proceso metabólico” o “proceso de repro-
ducción social”.
Como vemos, el proceso de reproducción social constituye la esencia o la
determinabilidad fundamental de toda elaboración cultural y, por tanto, de todo
proceso civilizatorio en el que la técnica y la tecnología conforman el “esqueleto
y sistema muscular” de tal proceso.
De la segunda idea de Marx (cfr. c. 30) nos forjamos un criterio evaluativo y
cualificador:

Lo que diferencia unas épocas de otras no es lo que se hace, sino cómo, con qué medios de trabajo se hace.

Con esta afirmación se da un argumento contra las implicaciones funcionalistas


que caen en la ahistoricidad. Dado que existen “funciones” que se manifiestan a
lo largo de la historia y precisamente su historicidad no depende de tal o cual

122
Proceso de reproducción social y ciudad

función sino del modo y del instrumento que las vuelve posibles, pero que deter-
mina también –como afirma Marx en la segunda parte de su idea– el nivel o grado
de cultura y civilización:

Los medios de trabajo no sólo son escalas graduadas que señalan el desarrollo alcanzado por la fuerza de
trabajo humana, sino también indicadores de las relaciones sociales bajo las cuales efectúa su trabajo.

Observemos la importancia central de que consta la técnica y la tecnología,


forman la “escala graduada” de lo que podríamos llamar el nivel o grado de
humanización de la sociedad (historicidad espacio-tiempo del proceso de repro-
ducción social).
Este nivel o grado de humanización de la reproducción social es el que cuali-
fica y da forma a la cultura y civilización en su historicidad espacio-tiempo. Si
continuamos la analogía de Marx diríamos:
El proceso de reproducción social es el funcionamiento “orgánico” metabólico
entre el ser social y su entorno natural. El sistema óseo (esqueleto) y muscular de
este todo orgánico lo constituye “la técnica y la tecnología”. La cultura y la civi-
lización constituyen la epidermis y –a su vez– la personalidad que dan identidad
a este todo orgánico o sujeto social.
Proceso de reproducción social, cultura y civilización, y técnica y tecnología,
forman una unidad teórica que funda los cimientos de un aparato conceptual para
nuestro estudio.

4
Dadas las consideraciones antepuestas, nos detendremos un poco en las cinco
premisas del proceso de reproducción social a partir de las ideas de Marx, tocan-
do de manera enfática un aspecto central para nosotros, a saber: la producción de
la materialidad. Esto implica un análisis del objeto práctico o bien dentro del
proceso reproductivo en tanto que “natural” y de su función comunicativa o ac-
ción discursiva.
Bolívar Echeverría, en diferentes trabajos, ha puesto de manifiesto el doble
carácter del proceso de reproducción social: de una parte político y de otra físico.
Es político porque el sujeto social necesita producir en sociedad y no de manera

123
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

aislada su propia socialidad, la cual tiene como “materia”. Materia que ya no es


“natural” sino que constituye la sujetidad de este sujeto social que “construye su
identidad y la identidad diferencial de sus miembros” (cfr. c. 17). Pero es también
físico porque es gracias a la transformación del medio natural como modifica las
condiciones materiales con las que se enfrenta y las moldea de acuerdo con su
proyecto de socialidad, acorde con un sistema de necesidades de consumo y un
correspondiente sistema de capacidades de producción.32
Lo que a nosotros nos interesa saber para nuestro estudio particular consistiría
en los aspectos siguientes:
Primero conocer la estructura del objeto práctico (producto material) para, en
segundo lugar, conocer su papel como elemento discursivo o comunicativo dentro
del proceso de reproducción social (producto u obra significativos). Con ello
tendríamos elementos para un análisis de la trans-historicidad de toda materiali-
dad social y así lograr el develamiento de lo que se nos presenta como “misterio”
en el tratamiento teórico de la ciudad, de aquel elemento que “jalona” hacia el
pasado (H. Lefebvre). Para tal motivo debemos partir de la plasmación en el objeto
práctico de la reproducción política y la reproducción física de este proceso social.
Ya Marx señaló que la distinción del hombre con los demás animales consiste
en su socialidad: el hombre es un animal político cuya distinción estriba en que
además produce sus medios de vida. Esta producción que aparece como producción
social-natural tiene como “thelos” la satisfacción de necesidades humanas (ins-
trumento y objeto práctico como valores de uso) comunitarias. Mas esta intencio-
nalidad meramente física (natural) se ve refuncionalizada por una intencionalidad
política (social-natural) cuyo objeto requiere de un sujeto libre o en proceso de
autoconstituirse como tal tanto en la fase productiva como consuntiva.33 La enti-
dad comunitaria global encuentra sus lazos de socialidad en esta doble fase produc-
ción-consumo directos (P-C) mediada por el objeto práctico. Por ello la estructura
del objeto práctico es un doble estrato tal y como nos los explica B. Echeverría en
el esquema siguiente:

32
Cfr. Bolívar Echeverría, “La forma natural...”, p. 38.
33
Idem, p. 40.

124
Proceso de reproducción social y ciudad

En este (primer) estrato apenas imaginable, puesto que sólo existe ya como trascendido, el objeto sería
naturaleza transformada según un conjunto de capacidades y necesidades instintivas del sujeto. En el
segundo nivel, en el cual el primer estrato se encuentra en tanto que formado o refuncionalizado, el objeto
es la entidad que posibilita esa reproducción física o animal del sujeto y los individuos sociales, pero lo
que ella tiene de sustrato de reproducción “política” o intersujetiva de uno y otros.35

La estructura biplanar del objeto práctico aparece también con una doble forma
como consecuencia de la politicidad del objeto práctico en la tensión entre pro-
ducción (intención de forma) y consumo (expectativa de forma), a ello se debe
que de un lado aparezca como producto y de otra como bien respectivamente.36
Si puede entenderse la libertad como “conciencia de la necesidad” es doble-
mente válido concebir la libertad como una necesidad de la conciencia. Concien-
cia que en este estado de libertad es capaz de crear (imaginar creativamente) nuevas
necesidades y, entendida así, la libertad es la necesidad abierta. Es el sujeto social
con necesidades de consumo y, por tanto, de producción abiertas, infinitas. Limi-
tadas sobremanera por el progreso técnico cultural-civilizatorio al que pertenecen;
es este progreso el que determina o condiciona el grado de desarrollo de las capa-
cidades de producción y consumo de este sujeto social.
34
Idem.
35
Idem.
36
Idem.

125
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

Bajo la primera idea de libertad el sujeto social consciente de sus necesidades


intenta satisfacerla con una entre muchas formas posibles del objeto práctico (ex-
pectativa de formas) pero ésta se ve determinada por el campo instrumental o
complejo técnico al que pertenece el proceso productivo-consuntivo que en bue-
na medida intenta tal satisfacción formal (intención de forma). Esto constituye, lo
que podemos llamar, el primer plano de la relación producción-consumo.

Como referencia incluiré una idea de M. Heidegger según la cual: donde se


siguen fines, se aplican medios; donde domina lo instrumental, allí reina la causa-
lidad. La cuádruple causalidad:

Desde hace siglos, la filosofía enseña que habría cuatro causas:


1. La causa materialis (hile), lo material, la materia, de la cual por ejemplo se fabrica una copa de
plata.
2. La causa formalis (eidos), la forma, en la que entra lo material.
3. La causa finalis (thelos), el fin: por ejemplo, el sacrificio, por lo cual se determina la forma y la
materia necesaria para la copa.
4. La causa efficiens (logos), que efectúa el efecto, la copa real acabada: el orfebre. La relación del
orfebre que ella y la manera como lo hace entra en juego y aparezca en la producción de la copa
sacrificial.37

Observemos que aquí se trata del despliegue de la generalidad del objeto prác-
tico. Marx se encarga de desdoblar su mistificación capitalista señalando su vínculo
con los momentos económicos fundamentales:

La producción es también inmediatamente consumo. Doble consumo, subjetivo y objetivo: el individuo


que al producir desarrolla sus capacidades, las gasta también, las consume en el acto de la producción,
exactamente como la producción natural es un consumo de fuerzas vitales. En segundo lugar consumo de
los medios de producción que se emplean y se usan, y que se disuelven en parte (como, por ejemplo, en la
combustión) en los elementos generales. Consumo, igualmente, de la materia prima que no conserva su
forma ni su constitución natural sino que más aún se consume. Por lo tanto, el acto mismo de producción
es también en todos sus momentos un acto de comsumo.38

37
M. Heidegger, “La pregunta...”, ed. cit.
38
K. Marx, Elementos..., ed. cit., p. 10.

126
Proceso de reproducción social y ciudad

Partiendo del análisis de Heidegger, nos damos cuenta que no nos permite
hacer una distinción real global como la de Marx, más bien nos muestra momen-
tos y elementos constitutivos singulares abstractos importantes. Para reflexionar
en esta diferencia pondremos como referencia las ideas de Marx.
El sujeto social en calidad de miembro de una entidad comunitaria global
necesita de un valor de uso determinado (bien). Como valor de uso para el consumo
el sujeto social “solicita” una forma determinada del objeto práctico. Este objeto
práctico en tanto que dotado de valor de uso requiere le sea asignada una forma
cuya función es la de ser un bien, el valor de uso cuya forma es socialmente
necesaria es entonces la “conciencia de la necesidad” socialmente aceptada. La
forma así asignada es una forma funcional social-natural inmediata. Se trata de
una forma para el uso y disfrute sociales. El consumo de esta forma es al mismo
tiempo una forma de la socialidad. Esta forma de la socialidad es lo que determina
la funcionalidad de la forma y es esta última, en tanto valor de uso, un objeto
práctico posible, deseable y por tanto imaginable (modificable).
Marx se ha encargado de explicar la relación mediadora entre producción y
consumo, del jalonamiento de la otra hacia sí misma.39 En esta relación observa-
mos una vez más la importancia dominante de la fase productiva y con ella la
“asignación” de formas del objeto práctico. Es la fase de la cuádruple causalidad
de que nos habla Heidegger, donde domina un determinado campo técnico y tec-
nológico gracias al cual es posible todo “hacer aparecer” (develar).
Entre más directa es la relación producción-consumo, más directa es la
co-incidencia entre forma funcional socialmente necesaria del objeto práctico
“solicitado” y forma funcional técnicamente “asignada”. El develamiento de la
doble formalidad como coincidencia se realiza gracias a los momentos siguientes:

a) La trans-formación de las condiciones de existencia (modificación física


de la naturaleza).
b) Con-formación de un complejo técnico y tecnológico particularmente ne-
cesario.

39
Cfr. op. cit. (véase particularmente la Introducción...).

127
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

c) Obtención de “porciones de naturaleza” transformables: objetos de trabajo


o materia prima (para Heidegger: causa materialis o hyle).
d) Con-formación del objeto práctico (para Heidegger: causa formalis o
eidos).
e) Con-formación por y de la conciencia del objeto productor (para Heideg-
ger: causa efficiens o logos).
f) Con-formación de los instrumentos para el consumo, mismos que lo posi-
bilitan: modo de consumo.
g) Con-formación del consumo y a la vez consumo formal (para Heidegger:
causa finalis o thelos). Es este momento el que marca la co-incidencia de
la forma deseable “solicitada” y la forma posible “asignada” (expectativa
e intención de forma respectivamente: B.E.).
h) Trans-formación del ciclo socio-natural (dualidad proceso de reproducción
social: físico y político) productivo-consuntivo en el cual el objeto se sub-
jetiviza y renueva la conciencia del sujeto social haciendo posible una
nueva “solicitud” de forma, permitiendo la continuidad evolutiva de exi-
gencia del objeto práctico.

En el primer momento el sujeto social humaniza la naturaleza. Acondiciona


su forma según su capacidad de volverla “inorgánica”, la propia naturaleza pasa a
tener una forma social-natural constituyendo así lo que denominaremos condicio-
nes ambientales social-naturales. En el segundo momento el sujeto social produce
la posibilidad, fabrica el medio o instrumento gracias al cual la posibilidad se
hace real, esta realidad es a su vez la posibilidad de formas que el objeto práctico
puede “adquirir”:

La duración de un instrumento o conjunto particular de instrumentos asegura la continuidad en el tiempo


de la producción y el consumo de una determinada clase de objetos prácticos.40

Este complejo tecnológico dador y posibilitador de nuevas formas, organizado


espacial y temporalmente, es el campo instrumental de la sociedad.41 La propia
40
B. Echeverría, “La forma natural...”, p. 41.
41
Idem.

128
Proceso de reproducción social y ciudad

forma del objeto instrumental responde a la forma que el objeto práctico “solicita”
en este ciclo productivo para asegurar la reproducción social física y política. El
campo instrumental es de forma definitiva el productor fundamental de dicha
reproducción, de ahí que sea el “sistema óseo y muscular” de la sociedad y “la
forma más acabada del objeto social”.42 En el cuarto y quinto momentos se efec-
túa el dejar venir y hacer aparecer (develar: Heidegger) del objeto práctico, sucede
el momento técnico por excelencia. Se trata de lo técnico como poiesis (cuarto
momento) y como episteme (quinto momento) de acuerdo con la caracterización
instrumental de la técnica en Heidegger.43 El cuarto momento es poiético porque
“pro-duce” un objeto práctico poseedor de un orden técnico-estético y el quinto
momento epistémico porque el objeto práctico devela el discurso (significación)
que el sujeto social ha expresado en él. Con esto entramos enteramente en la
dimensión semiótico-estética del objeto práctico.

En la forma del objeto, el sujeto de la producción ha cifrado, sobre la sustancia del mismo (sobre el
alimento que hay en un comestible, el resguardo que ofrece un espacio habitable, la ayuda que da un
servicio, etc.), una intención transformativa que el sujeto consumidor descifra al absorver adecuadamente
esa sustancia... Producir y consumir objetos es producir y consumir significaciones. Producir es comuni-
car (mitteilen), proponer a otro un valor de uso de la naturaleza; consumir es interpretar (auslegen), vali-
dar ese valor de uso encontrado por otro.44

Es la esfera de las significaciones, esta esfera de la comunicación-interpreta-


ción discursiva del objeto práctico puede ser puesta sexafuncionalmente en el
proceso de producción-consumo de significaciones de acuerdo con el siguiente
esquema:

Seis funciones fundamentales intrínsecas del objeto práctico:

• Propositiva (comunicante)
• Asuntiva (interpretante)
• Fática (contacto)
• Significadora (referente)
42
Idem.
43
Cfr. M. Heidgger, “La pregunta...”
44
B. Echeverría, loc. cit., p. 42.

129
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

• Metasignificadora (código)
• Estética (mensaje)

El eje horizontal constituye lo que podemos denominar eje estructural in-


tersujetivo en que se ubicaría aquello que más atrás hemos denominado forma
funcional socialmente necesaria y que constituye la comunicación mínima indis-
pensable para que el sujeto se reproduzca socialmente (física y políticamente) en
la relación P-C de significaciones que el objeto práctico sostiene y permite (“thelos
autotransformativo del sujeto”) en tal “contacto”. El eje vertical constituye lo que
podríamos llamar eje supraestructural intersujetivo y expresa la “conciencia prác-
tica: el lenguaje” (la quinta de nuestras premisas) intrínseco a todo producto hu-
mano como tal para sí; en él ubicaremos el jalonamiento de formas del objeto
práctico: 1) La forma inmediata (forma estructural) socialmente posible (técnica-
45
Idem. En este lugar B. Echeverría nos remite a R. Jakobson y su trabajo “Closing statement: linguistics
and poetics”, en Style and Lenguage, Wiley, Nueva York, 1960, pp. 353 y ss. como fuente original de
esta esquematización.

130
Proceso de reproducción social y ciudad

mente posible) en la que se inserta “un contenido o significado” y una “expresión


o significante”46 (función significadora: referente); 2) la forma deseable, creati-
vamente posible (octavo momento de la producción-consumo) en la que se “soli-
cita” renovadoramente una nueva forma gracias al consumo de la forma anterior;
esta modificación de la conciencia consuntiva de significado es, por ello, un
metasignificar (función metasignificadora: código).
El esquema que viene a continuación nos muestra los elementos y momentos
del proceso práctico de comunicación-interpretación, que para los motivos de
este acercamiento puede quedar explicado de la manera siguiente:

FIGURA 8
El proceso práctico de comunicación/interpretación47

46
B. Echeverría, loc. cit.
47
Idem.

131
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

El comunicante (C) y el interpretante (I): productor y consumidor de formas y


significaciones son el principio y el fin del proceso de reproducción social mismo
que tiene a la naturaleza como escenario y fuente natural de toda forma (Rx:
referente exterior a C e I). El comunicante C en calidad de productor es el dador
directo de formas, mismas que moldea gracias a la transformación del referente
natural (Rx) devenido en el conjunto de objetos de trabajo y medios técnicos, los
cuales constituyen un determinado código (Kc) preobjetivado e impreso en el
objeto práctico portador del mensaje o intención transformativa (M) emitida de C
a I, co-habitantes de un determinado espacio físico o territorio común a ambos
(Ct: contacto físico –animal– protosignificativo) que al ser modificada de su esta-
do espontáneo en que se encuentra, convierte en un hecho el mensaje y la inten-
ción de C. Los lazos de socialidad (K) son los que hacen posible la significación
o simbolización simultáneamente “significadora sobre el contacto y apropiativa
sobre el referente”. La significación (S) técnicamente “pro-ducida” por el código
(Kc), confecciona doblemente –por lo que queda dicho líneas atrás– el objeto
práctico: “da forma al “contacto” (sustancia de ésta) volviéndolo expresión (e:
significante) de un contenido (c, significado) y constituye el estrato sémico del
objeto social”.48 El interpretante (I), quien inicialmente jugó un papel “contem-
plativo”, consume o usa a su manera (mediante su propio Kd) el objeto sémico
apropiándose de ello el referente (Rn).
Nos hemos detenido momentáneamente en algunos lineamientos que funda-
mentan la aprehensión de la materialidad social-natural. Con ellos y gracias a
ellos es posible fundar una argumentación de las pre-condiciones (premisas, su-
puestos y presupuestos) para la aparición de ciudades. Una elucidación somera de
las condiciones para tal surgimiento, es lo que ocupará nuestra atención en las
páginas siguientes.

II
Supuestos y presupuestos para el surgimiento de las primeras ciudades

Aunque la arqueología hasta nuestros días ha tenido considerables avances tanto


en sus hallazgos como en sus métodos de análisis cronológico e interpretación
48
Idem.

132
Proceso de reproducción social y ciudad

etnológica y antropológica no ha podido enlazarse con las disciplinas científicas


que pueden contribuir al estudio de las ciudades de manera global mediante un
fundamento teórico sólido, si esto hubiese ocurrido, no existiría tanta vaguedad
en los argumentos históricos en la llamada sociología, la historia, la antropología,
la economía, el llamado “urbanismo”, etc. La dificultad más grande que enfrenta la
arqueología es la carencia de lo que podríamos llamar materiales trans-históricos
y objetos técnicos de perdurabilidad tales que pudiesen dar lugar a la afirmación,
negación, o elaboración de nuevas hipótesis que clarifiquen el proceso de génesis
y desaparición de las ciudades cualquiera que sea su origen. Esta carencia en la
mayoría de los casos, no será, por desgracia, jamás completada; menos aún si se
le agrega la gran influencia positivista en sus métodos de comprobación histórica.
No podemos más que intentar reordenar datos y categorías que posibiliten el en-
lace teórico general que sirva de argumentación histórica en nuestra labor.
Desde luego no realizaremos una especulación de la facticidad de las formas
posibles en que nacieron las primeras ciudades, pues este empeño sería demasiado
infructuoso y carente de sentido por falta de datos científicos de tipo arqueológico
sobre los cuales fundamentarse. El esfuerzo está dirigido al enlace de esta gama
factual incierta a supuestos y presupuestos lógico-históricos e histórico-naturales
del proceso de reproducción social sin los cuales el aparecimiento de una ciudad
en su origen ancestral sería objetivamente imposible.
Debemos distinguir entre un aparecimiento de ciudades de orden natural y
otro de orden no-natural. El primero manifiesta la continuidad inmediata del proceso
de reproducción social natural cuyos cambios cualitativos son producto de con-
diciones históricas que pudieron seguir los caminos a vías genéticas como conse-
cuencia de:

• El desarrollo social-natural de la entidad comunitaria global (tribu o


gens); y
• la unión de distintas tribus para un fin común y de un desarrollo social
natural considerable.

El segundo pudo darse en la conquista de un pueblo por otro, o bien, por una
disposición de orden político. Este último camino presupone la existencia de un

133
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

conjunto de condiciones económico-sociales y tecnológicas bastante desarrolla-


das, no-naturales, y situándose en un plano claramente historiografiable.
Centremos la atención en el primer orden de aparición.

1. Condiciones de la existencia sedentaria

La vida humana se mueve entre dos polos: el


movimiento y el asentamiento.

L. Mumford, La ciudad en la historia

El supuesto general fundamental de la aparición social-natural de la ciudad es la


vida sedentaria. Esta forma de vida surge como la superación o negación social
histórica del nomadismo, de la búsqueda temporaria de los medios de vida nece-
sarios para la subsistencia humana directamente dependiente de la naturaleza. La
vida sedentaria tiene como presupuesto un conjunto de elementos condicionantes
o determinantes natural-históricos que permitieron que tal forma de existencia
social fuese posible, a los cuales podemos llamar globalmente condiciones de
existencia sedentaria.
Antes de entrar a la consideración de estos elementos debemos dar claridad a
la relación entre agricultura y sedentarismo no como sinónimos –de la manera en
que suele hacerse– sino como una relación diferencialmente unívoca. Puesto que
el sedentarismo presupone la existencia de la agricultura, no existe una homología
en la relación agricultura-sedentarismo: la agricultura arcaica no era sinónimo de
vida sedentaria, ya que una entidad comunitaria podía emplear la tierra durante
uno o varios ciclos agrícolas obteniendo sólo de manera temporal los beneficios
de la cosecha viendo frecuentemente abatida la cantidad y calidad del cultivo de-
bido a la disminución de la fertilidad de la tierra ocupada para ello (erosionada),
por lo que era necesario buscar otras tierras fértiles que pudiesen ofrecer un nue-
vo inicio al ciclo de cultivo.49 De aquí que sea doblemente necesario señalar el
papel determinante que jugó el suelo aluvial renovado periódicamente por el ciclo

49
Gordon Childe, Los orígenes de la civilización (1936), FCE, p. 92.

134
Proceso de reproducción social y ciudad

natural benefactor para tal forma de vida social sedentaria como supuesto y de la
agricultura como presupuesto.
Vida sedentaria es, entonces, negación de nomadismo. Pero nomadismo no
sólo es vagabundeo sino todo aquello que configura esa acción. Nomadismo es
principio y final de una acción comunitaria productiva como proceso o desarrollo.
El desarrollo de éste estuvo matizado por un conjunto de actividades huma-
no-genéticas que configuraron lentamente, pero cada vez más, la no-naturalidad
del sujeto social. Tales actividades vistas en su inmediatez precedente al seden-
tarismo –y como presupuestos de éste– son precondiciones técnico-sociales sin
las cuales los asentamientos permanentes no serían posibles, a saber:

• cultivo y recolección de plantas;


• domesticación de animales;
• cría de ganado; y la ya existente
• caza y pesca.

A estas actividades les llamaré pre-sedentarias.


Lejos de entrar a la discusión de qué actividad precedió a la siguiente, nos
acercaremos al conjunto de pre-supuestos de la vida sedentaria.

Condiciones físicas (ambientales)

Estas condiciones para la existencia social son producto de determinantes natura-


les que no sólo se imponen al sujeto social dominándolo y emplazándolo en un
sitio óptimo para su reproducción social sino que, una vez acontecido esto, la
entidad social prefigurada establece determinados nexos metabólicos vitales
definiéndose un diálogo ininterrumpido en el que paulatinamente deja de some-
terse a la naturaleza y más bien ejerce su influencia sobre ella con un efecto inci-
piente que la trans-naturaliza técnicamente a su voluntad.
El llamado determinismo de civilización50 puede ser comprendido por el con-
junto de supuestos primarios de culturas-civilizaciones arcaicas sujetas o someti-
das de manera natural por los elementos físico-geográficos vitales tales como:
50
Pierre Gourou, cit. por F. Braudel, Civilización material..., p. 78.

135
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

• Clima. En el periodo neolítico el clima óptimo debió ser cálido o templado, de


inviernos suaves, benévolo para el sujeto social y todo un complejo vital ani-
mal coexistente de las circunscripciones humanas; propicio también para el
crecimiento natural de frutos y plantas. Estas condiciones climáticas sólo fue-
ron posibles en las zonas ecuatoriales, tropicales o subtropicales comprendidas
aproximadamente entre los paralelos 50º de latitud norte y sur, zona planetaria
perimetral sobre la cual han aparecido los asentamientos urbanos más antiguos
de la historia de las ciudades (Catal Höyük, Ur, Eridu, Uruk, Biblos; Chilca,
Chavin, Cuicuilco, Tlatilco, La Venta; Heliópolis, Tebas, Menfis, Micenas,
Agrigento, Delos; Micronesia; Nueva Guinea; etc.). Esta faja planetaria fue
beneficiada por lo que los paleoclimatólogos llaman optimum climaticum en el
cual prevalece:

— Una temperatura no menor de los 0 oC cuyo promedio oscilaría entre los 20


y los 25 oC.
— Un grado de humedad y precipitación tales que permitieron a la naturaleza
brindar sus frutos durante buena parte del año y al hombre dar oportunida-
des de realizar sus actividades presedentarias a lo largo del día y a través de
las estaciones del año.
— La presión atmosférica no ha sido uniforme en la historia de las ciudades.
Si bien, pudiera pensarse que las ciudades arcaicas se ubicaban a presiones
altas más o menos correspondientes a las del nivel del mar, no ha sido de
manera homogénea, ésta ha variado modificándose por la altitud del terre-
no de asentamiento de las protociudades, muchas de las cuales se han ubi-
cado a veces muy por encima de la cota de los 1 000 metros, lo cual nos
hace considerar el elemento topográfico cuya importancia aparece junto
con el uso de los ríos y lagos de las tierras altas.
— El viento es el otro elemento vital del clima que ofrece sus bondades cons-
tantemente para el buen término del ciclo vital climático del tiempo neolítico,
con él se trasladaban corrientes de aire y en muchas ocasiones grandes can-
tidades de partículas de suelo que revitalizaban la fertilidad de la tierra
empleada en la agricultura y recolección preurbana.

136
Proceso de reproducción social y ciudad

• Suelo. Además de la importancia característica de esta franja climática físi-


co-geográfica correspondiente, en lo que a suelo se refiere, el suelo aluvial es de
suma importancia para la vida sedentaria, ya que éste aseguraba la continuidad
y la periodicidad de los ciclos agrícolas de manera ininterrumpida en condicio-
nes normales de vida natural, daba lugar a la organización anticipada de la
entidad global en su conjunto para la producción agrícola que gracias a este
tipo de suelo fértil hacía posible la especialización y evolución de las activida-
des presedentarias de cultivo y recolección de plantas, domesticación de ani-
males, cría de ganado, caza y pesca.

• Hidrografía. El agua es otro elemento vital sin el cual la vida animal no sería
posible. La ubicación de los primeros asentamientos protourbanos estuvo deter-
minada por la existencia de agua potable, es decir, no del agua en general en la
que se haría referencia también al agua salada de mares y océanos principal-
mente, puesto que es la que más abunda en el planeta, sino del agua apta para
ser bebida por el hombre y demás animales; en otras palabras: el agua dulce. La
reproducción social sedentaria sólo sería posible en la antigüedad, junto a ríos y
lagos de agua dulce. Todas las ciudades arcaicas conocidas son prueba de ello.
Una vez acontecido el asentamiento y elegido su clima óptimo, el ciclo de éste,
junto al ciclo hidrológico, no sólo evocan una “lógica hídrica”, sino que marcan
los movimientos o actividades de la reproducción social temporaria establecien-
do un verdadero calendario de la reproducción social-vital. Los ríos constituían
un medio de transportación natural gravitacional del agua desde las colinas y
guardaban una gran posibilidad de enriquecimiento y fertilización de los suelos
aluviales que corrientes abajo esperaban pacientes la disminución del gradiente
de velocidad (al disminuir tres veces la velocidad de una corriente disminuye de
manera cuadrática –esto es, nueve veces– el tamaño de las partículas acarrea-
das por ésta);51 eran fundamentalmente importantes las inundaciones de los
abanicos aluviales o deltas de las llanuras que resultaban de una corriente flu-
vial al abandonar las montañas y penetrar en una planicie o valle amplio, des-
embocando en un lago o en un océano. La topografía sin duda alguna jugó un

51
Richard M. Pearl, Geología, CECSA.

137
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

papel central en el emplazamiento de asentamientos protourbanos debido a la


transportación de materiales e instrumentos de producción aprovechándose las
pendientes y las aguas tranquilas de valles, planicies óptimas para la habita-
ción, la caza y la pesca, la recolección y más tarde la agricultura.

• Flora. El supuesto de existencia de un régimen agrícola en la vida sedentaria,


tiene a la recolección y consumo humano de las llamadas plantas de civili-
zación52 encontradas de manera silvestre53 (virgen) en el espacio natural y en
cantidades suficientemente abundantes para que el sujeto social fuese capaz de
observar su ciclo de crecimiento y “someterlas” técnicamente a su voluntad.
Gordon Childe refiriéndose al trigo nos dice:

Los puñados de estas semillas, esparcidos sobre el sedimento húmedo de la avenida del Nilo, vendrían a
ser los ancestros directos de todos los cereales cultivados. Y la irrigación natural sería el prototipo de
todos los sistemas de cultivo.54

En todo el mundo, estas plantas silvestres pasarían a ser los soportes funda-
mentales de grandes culturas-civilizaciones una vez establecido el régimen agrí-
cola. Con relación a esto nos dirá F. Braudel:

... en todos los casos, la agricultura ha optado, se ha visto obligada a optar, desde un principio, por una
determinada planta, y con posterioridad se ha visto obligada a estructurarse en función de esa antigua
elección prioritaria, de la que todo, o casi todo había de depender. Tres plantas han gozado de un éxito im-
portante: el trigo, el arroz y el maíz; aún hoy siguen disputándose las tierras de labor del mundo entero.55

Respecto a la planta del maíz Richard S. Macneish afirmó en 1964 que de acuerdo
con las excavaciones efectuadas en los lechos lacustres sobre los que se edificaba
la Ciudad de México, se descubrió –tras largas investigaciones– que desde hace
unos 80 mil años existe una forma de maíz silvestre y que es perfectamente posi-

52
M. Sorre, idem.
53
Gordon Childe, op. cit., p. 95.
54
Idem.
55
F. Braudel, Civilización..., p. 78.

138
Proceso de reproducción social y ciudad

ble que el maíz descienda de sí mismo56 y no es sino por el año 3000 a.n.e. en que
el maíz aparece cultivado.57 También nos proporciona el dato según el cual en el
Valle de Tehuacán, Puebla, aparece la planta de maíz ya cultivada hacia el año
5000 a.n.e.58 Estos datos no hacen más que confirmar lo anterior.

• Fauna. El otro supuesto de la vida sedentaria es la ganadería. Pero ésta tiene


como pre-supuesto, a su vez, la domesticación de animales. La supervivencia
del sujeto social como tal, esto es, como animal politikon, tiene como supuesto
fundamental la cohabitación del espacio físico con los demás animales en for-
ma simbiótica; esto se olvida constantemente pero constituye una condición
central del diálogo ininterrumpido entre hombre-naturaleza, sin la cual el equi-
librio ecológico no sería posible.
Gordon Childe menciona dos formas probables de domesticación de anima-
les. La primera idea es la siguiente:

Una vez almacenados los granos, el agricultor pudo tolerar que los musmones o los bueyes muertos de
hambre invadieran sus parcelas cultivadas. Éstos estarían demasiado débiles para huir, demasiado flacos
para que valiera la pena matarlos para servir de alimento. En lugar de eso, el hombre pudo estudiar sus
hábitos, ahuyentar a los leones y lobos que podían devorarlos y, tal vez, incluso ofrecerles alguna cantidad
de grano que sobrara de sus provisiones. Las bestias, por su parte, deben haber crecido mansamente y se
acostumbraron a la proximidad del hombre.59

La segunda idea dice:

Los cazadores actuales y, sin duda, también en los tiempos prehistóricos, han estado acostumbrados a
tener favoritos entre los cachorros de los animales salvajes, con propósitos rituales o por simple diversión
[...] En las condiciones de desecación incipiente, el agricultor tuvo oportunidad de agregar a su familia no
sólo cachorros aislados, sino restos de rebaños o manadas completas, comprendiendo animales de ambos
sexos y de todas las edades. Si se dio cuenta entonces de la ventaja de tener un grupo de estas bestias
medio mansas rondando en la cercanía de su vivienda, como una reserva de caza que podía coger con
facilidad, pudo encontrarse en la vía de la domesticación.60

56
Richard S. Macneich, “Los orígenes de la civilización en el Nuevo Mundo” (nov. 1964), en La ciudad,
su origen e impacto en el hombre. Selecciones de Scientific American, H. Blume (cfr. supra, c. 6), p. 69.
57
Op. cit., p. 71.
58
Idem, p. 75.
59
G. Childe, op. cit., p. 99.
60
Idem.

139
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

La primera idea nos hace pensar en la existencia de una economía agrícola


precedente a la domesticación de animales. La agricultura bien sea permanente
(sedentaria) o temporaria (semi-nómada) proporciona cierto excedente, el cual
podría proporcionársele a las bestias salvajes hambrientas; esto también nos su-
giere la dramática idea de la escasez de alimento silvestre.
La segunda idea da cabida a pensar en la posibilidad de domesticación animal
simultáneamente a la caza y recolección. Lo cual señalaría otro camino histórico
en la relación agricultura y ganadería: la domesticación de animales y posterior-
mente la ganadería, precederían históricamente a la agricultura para después se-
guir –posiblemente– un camino mixto:

Cualquiera que haya sido su origen, la cría de ganado dio al hombre control sobre su propio abastecimien-
to alimenticio, tal como lo hizo también la agricultura. En la agricultura mixta, la ganadería asumió una
función equiparable a la del cultivo, dentro de la economía productora de alimentos.61

Como se observa, no existe sólo un camino seguido en la aparición de la


relación ganadería-agricultura sedentarias, pero una vez aparecidas, ambas cons-
tituyeron un fuerte nexo entre éstas y el espacio físico elegido en la edificación de
las protociudades peculiares a cada una de las porciones del territorio planetario
apto para ello. La domesticación de animales y la posterior actividad ganadera
consolidó la “economía productora de alimentos” (supra) mediante el empleo de
la leche, la carne, el huevo de gallina o de “guajolota” y las pieles de cerdo, cabra,
ganado vacuno y bovino, así como las pieles de leopardo, de llama y alpaca apro-
vechadas para la fabricación de prendas y ornamentos.
Todo este conjunto de condicionantes fueron fundamentales para los prime-
ros asentamientos sociales sedentarios protourbanos que con el tiempo irían apren-
diendo a vivir en climas muchas veces más rigurosos y a no depender del todo de
estas condicionantes naturales. Para lograrse esto tuvieron que transcurrir milenios.

61
Idem, p. 103.

140
Proceso de reproducción social y ciudad

2. Condiciones tecno-sociales

La misma ciudad moderna, pese a todo su ace-


ro y todo su vidrio, es aún, en lo esencial, una
estructura pegada a la tierra, propia de la Edad
de Piedra.

L. Mumford, La ciudad en la historia

La vida sedentaria es a la vez que un punto de partida del proceso genético de


ciudades prefiguradas como tales y supuesto central fundamental de éstas, tam-
bién es un punto de llegada de conglomerados sociales precedentes. Antes de las
protociudades estuvieron –según L. Mumford–: el caserío, el santuario, la caverna
y el montículo.62 La vida sedentaria tiene, por tanto, también como presupuesto a
los distintos modos o formas precedentes para organizarse o instalarse en el terri-
torio, distintos modos o formas de habitar el espacio físico. Quiere decir esto que
la vida sedentaria protourbana no es la aparición repentina de una forma de orga-
nizar la vida sino supuesto de la continuidad emergente (por milenios) de formas
arcaicas de reproducción de la vida social desarrolladas y transformadas peculiar-
mente de manera acorde con las condiciones específicas del medio natural o me-
jor dicho, social-natural con que entró en contacto. Suponemos que algunas formas
de vida o funciones protourbanas existían prefiguradas en la vida aldeana de la
tribu o tribus que poco a poco producían su propio progreso social. Respecto a
esta idea nos dice Mumford:

Con todo, la estructura embrionaria de la ciudad ya existía en la aldea. Tanto la casa como el altar, la
cisterna, la vida pública y el ágora —que no era aún un mercado especializado— se configuraron inicial-
mente en la aldea. Se trataba de invenciones y definiciones orgánicas que aguardaban su ulterior desarro-
llo en la estructura más compleja de la ciudad. Lo que es válido para la estructura general de la aldea,
también lo es para las instituciones. Los comienzos de la moral organizada, del gobierno, del derecho y la
justicia existía en el Consejo de Ancianos de la aldea.63

62
Mumford, La ciudad..., ed. cit., p. 11.
63
Idem, p. 28.

141
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

Esto confirma en buena medida lo dicho más arriba, lo cual tendremos que
verificar, no sin antes recordar también algunas ideas de Marx enumeradas en el
capítulo precedente (cfr. c. 7, cap.1), según las cuales la ciudad es ya obra de:

1. Concentración de la población.
2. Concentración de los instrumentos de producción.
3. Concentración del capital.
4. Concentración del disfrute.
5. Concentración de las necesidades.

Tiene que ser establecida la diferencia fundamental entre ciudad y proto-ciudad,


dicho en otros términos, entre ciudad y génesis de ésta. La ciudad es –como dijera
Marx– una obra o producto y, la génesis de la misma, es su proceso de conforma-
ción. Aunque históricamente se hace referencia a dos momentos distintos, tendre-
mos presente el resultado, sobre todo, fijando la atención en los puntos 2 y 3 antes
señalados.
El nexo fundamental o, si se quiere, el puente que une a la ciudad como proceso
con su génesis es la aparición –primero– y la concentración –después– de capital en
una porción del territorio. Pero no se trata del capital en general, sino del capital
natural en particular; pues es éste el que da muestras de la existencia de la ciudad
propiamente dicha. Podríamos precisar esta inquietud bajo el auspicio de una pre-
gunta que responderemos con las ideas del propio Marx, a saber: ¿qué es el capi-
tal natural y en general cuáles son las condiciones para que el trabajador encuentre
frente a sí un capital?
El capital natural estaba formado por la vivienda, las herramientas de oficio
y la clientela tradicional hereditaria, se trataba de un capital irrealizable debido al
incipiente intercambio y de la escasa circulación, heredándose de padres a hijos.

No era —nos dice Marx— como en los tiempos modernos, un capital tasable en dinero, en el que tanto da
que invierta en tales o cuales cosas, sino un capital directamente entrelazado con el trabajo determinado y
concreto de su poseedor e inseparable de él; era, por tanto, en este sentido un capital estable.64

64
K. Marx, La ideología..., p. 59.

142
Proceso de reproducción social y ciudad

La respuesta a la segunda parte de la pregunta la encontramos en las Formen,


donde Marx dice:

En la fórmula del capital en la cual el trabajo vivo se comporta con el material en bruto, tanto con el
instrumento, como también en los medios de subsistencia requeridos durante el trabajo tratándolos como
no-propiedad, de manera negativa, d’abord está implicada la no-propiedad de la tierra, es negado aquel
estado en el cual el individuo que trabaja se comporta con la tierra como con algo propio, esto es, que
trabaja, que produce, como propietario del suelo. La propiedad del suelo implica potencialmente tanto la
propiedad del material en bruto como la del instrumento originario, la tierra misma, como también la de
los frutos espontáneos de ésta. Puesto esto en su forma más originaria, significa comportarse con la tierra
como propietario, encontrar en ella material en bruto como algo disponible, también instrumento y medios
de subsistencia no creados por el trabajo sino por la tierra misma.65

Entre esta “forma originaria” y aquella “no propiedad de la tierra”, se pone en


juego una parte fundamental de la distinción entre génesis de la ciudad y la ciudad
propiamente dicha. Al hablarnos Marx, en el contexto de las Formen, de una “for-
ma más originaria”, nos hace referencia a las formas de propiedad asiáticas, las
cuales podrían corresponder a lo que hemos venido llamando protociudades, puesto
que nos dice:

La historia asiática es una especie de unidad indiferente de ciudad y campo (en este caso las ciudades
verdaderamente grandes deben ser consideradas meramente como campamento señorial, como superfetación
sobre la estructura propiamente económica).66

Si mi apreciación es correcta, podemos hincar un elemento sólido sobre las


bases de la argumentación que antecede.
Tendremos que analizar cómo y por qué se da el paso de comunidades tribales
a las protociudades iniciales, para lo cual haremos uso de las cinco premisas ex-
puestas al inicio del capítulo observando el emplazamianto y posibilidad de trans-
formación física tecno-histórica.
La aldea, que antecede históricamente de manera significativa a la pro-
tociudad,67 estaba integrada por un conglomerado de familias que –de acuerdo

65
K. Marx, Elementos..., p. 480.
66
Idem.
67
Cfr. op. cit. de Marx, Mumford, Childe.

143
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

con L. Mumford– oscilaba entre una docena y unas setenta, cada una con su pro-
pia vivienda,68 su propio dios doméstico, su propio altar, su parcela propia para
los entierros de manera particular o en algún cementerio colectivo.69 De ninguna
manera deberá caerse en los argumentos cuantitativos, únicamente se intenta aludir
a sus implicaciones sociales; éstas han de prefigurarse a partir de la vida sedenta-
ria una vez que se efectuó la elección cultural-civilizatoria.
La vida sedentaria cerca de los ríos y los lagos presupone la instalación de un
sitio habitable, la construcción o producción de un lugar para el resguardo social
o, en otras palabras, la estructuración de un espacio para la vida aldeana. En esto
Heidegger tiene toda la razón cuando nos dice que el bauen de la habitación es el
edificar construcciones, el ponerse en seguridad, y el habitar es el morar entre las
cosas teniendo la habitación como cuidado y contemplación (preservando el Qua-
triparti: la tierra, el cielo, las divinidades y la comunidad de los mortales); pero
morar –nos dice– es salvar la tierra, arrancarla del peligro, liberándola, restituyén-
dola a su propio ser (cfr. c. 180, cap.1). El suelo protourbano tuvo que ser cons-
truido, el espacio estructurado mediante la excavación de canales, el drenaje de
pantanos, la construcción de diques y plataformas que resguardan a la colectividad
de las fuertes inundaciones. Esto tiene también como presupuesto la labor de
desmonte realizada por la comunidad entera para edificar el hábitat aldeano. Tanto
los protosumerios como –en Mesoamérica– los protonahuatlacos tuvieron que
estructurar el espacio haciéndolo habitable junto a ríos y lagos. Respecto a esto
apunta G. Childe:

No fue dios (–según el génesis–) sino los protosumerios quienes crearon la tierra... El terreno sobre el cual
se erigieron las grandes ciudades de Babilonia, tuvo que ser, literalmente, creado.70

Esta enorme labor tiene como presupuesto el trabajo colectivo; se requería de


una división del trabajo más allá de la división meramente sexual. Esta división
que Marx llama “natural”71 presupone, a su vez, la reproducción sexual de la vida
misma de los individuos: la multiplicación de la población. Este elemento es
68
Cfr. K. Marx, F. Engels, La ideología..., pp. 29-30 (nota marginal).
69
L. Mumford, op. cit., p. 27.
70
G. Childe, op. cit., p. 134.
71
Cfr. K. Marx, F. Engels, op. cit., p. 32.

144
Proceso de reproducción social y ciudad

importante en la medida que nos señala, en primer lugar, la dificultad que tendría
una vida nómada muy numerosa en relación con el cuidado de niños y ancianos,
y en segundo lugar porque, una vez en un asentamiento permanente, trae como
consecuencia la densificación humana del suelo habitado que se traduce en con-
centración de la población, concentración –por tanto– de las necesidades de pro-
ducción y consumo (tal como lo señala Marx, supra). Se trata, pues, de una gran
hazaña colectiva, de una división colectiva del trabajo o división natural de éste.
La división colectiva del trabajo o división natural, coexistía con la propiedad
colectiva del suelo habitado y cultivado, “propiedad” es aquí posesión colectiva,
valor de uso colectivo. Posesión o valor de uso del suelo incluía también “mate-
rial en bruto disponible, intrumento de trabajo y medios de subsistencia no creados
por el trabajo, sino por la tierra misma” (K. Marx, cfr. c. 66).
El incremento de las necesidades de consumo supone, al mismo tiempo, un
incremento de las capacidades de producción, o viceversa (indicar con precisión
en qué sentido –único– se daba esta relación sería muy arriesgado, antidialéctico y
quizá hasta absurdo), supone también la adecuación del instrumento de trabajo a
las nuevas necesidades de producción.
Para bocetar algunas necesidades protourbanas podrían traerse a colación las
sugerencias de L. Mumford y de Le Corbusier. Mumford nos señala que las acti-
vidades citadinas tienen un conjunto de funciones humanas comunes que se cum-
plen en todas partes, ayudadas y enriquecidas, a veces, por la ciudad (cfr. cap.1, c.
144), y Le Corbusier nos habla de una tetrafuncionalidad urbana (recordar que se
refiere al hombre en general y a la ciudad “moderna” en particular): habitar, tra-
bajar, circular y recrearse “en las horas libres” (cfr. cap.1, c. 30). Cuán absurdo
resultaría aquí atisbar la forma en que se “recreaban” los sujetos sociales en las
protociudades (el término “recrearse” aparece en Le Corbusier como “divertirse”
o “distraerse” en el tiempo de ocio, esto significa en términos de funcionalidad
“moderna” capitalista, “matar el tiempo libre”). Las sugerencias de Mumford son
mucho menos nefastas y mucho más útiles para el estudio del estadio histórico
que venimos analizando.

a) En primer término, el paso de la vida aldeana a la protociudad debió


tener una expresión social manifestada en el territorio (cambio de las

145
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

condiciones objetivas). Además de lo señalado antes, la estructura física


aldeana pasó al de la protociudad gracias al terreno desmontado genera-
ciones atrás y al trabajo de acondicionamiento o habilitación física para la
habitación y trabajo agrícola, se desarrolló y apareció:

• un crecimiento natural de expansión o ensanchamiento del espacio ins-


talado, o
• debieron irse fundando “colonias” cercanas que darían paso a formas
de asentamientos nuevos y acordes con las también nuevas funciones
que el espacio físico requería.

Ambas formas posibles –ya señaladas por G. Childe–72 de aparición genética


de las protociudades presupone un hinterland o entorno territorial como fondo
originario de producción73 (hay que acotar que en estas protociudades o forma-
ciones económico-sociales originarias, la contradicción campo-ciudad aún no exis-
te). La posible elección de una de estas dos formas de aparición en términos de
generalización histórica resultaría exageradamente unilateral aunque su posibili-
dad sea muy grande, entre otras.

b) El trabajo productivo en la comunidad protourbana aparece como divi-


sión del trabajo, cuya división se da de manera todavía natural y presu-
pone la producción y reproducción social en y del medio físico. En las
viviendas las mujeres, los ancianos y los niños (regidos por el ciclo hi-
drológico al igual que los demás integrantes de la comunidad, en mayor o
en menor medida de acuerdo con su grado de desarrollo y control técnico
de la conducción y uso de agua de ríos y lagos) estaban a cargo de acti-
vidades simples y del manejo de instrumentos de uso sencillo como la
azada, picos, raspadores, etc., que podrían ser empleados en la agricultu-
ra doméstica o de pequeña escala en la recolección de frutos naturales;
para la ganadería fabricaban recipientes para la ordeña de las hembras
(vasijas de barro, entre otras) o cestos fabricados de fibras o tejidos vegeta-
72
G. Childe, op. cit., p. 141.
73
K. Marx, Elementos..., p. 453.

146
Proceso de reproducción social y ciudad

les. Obra de la mujer pudo ser también el mejoramiento del vestido median-
te el uso de pieles curtidas y confeccionadas de mejor manera que las
fabricadas –quizá– con tejidos vegetales. Los ancianos pudieron ser quie-
nes se encargaron de la manutención de la vivienda y sus cercanías, edi-
ficada con antelación por los hombres más jóvenes. Los niños pudieron
ser útiles en el cuidado del ganado y de los animales domésticos más
allegados a las viviendas humanas.

En las actividades de producción de alimentos los sujetos productores, el tra-


bajador agrícola, en primer término, tuvo que mejorar (y ésta era una condición
para que el aumento de población se diera) sus técnicas de cultivo e instrumentos
de trabajo; el riego mediante acueductos, el uso del arado, el empleo de animales de
tiro (como en Asia Menor en tiempos urbanos) o terrazas agrícolas para el apro-
vechamiento máximo del agua de temporal y el suelo montañoso (como en Amé-
rica del Sur); en algunos sitios la azada cedió su lugar al arado. En el trabajo
ganadero se aprendió a aprovechar al máximo la carne, la leche, las pieles y se
mejoraron los usos del estiercol, este último no sólo como fertilizante sino como
ingrediente aglutinante de ladrillos arcillosos en los primeros tiempos de la vida
sedentaria. También se requerían hombres que se dedicasen a la edificación de
viviendas o, por lo menos, de sus viviendas familiares, así como de los espacios
de uso colectivo como calles, templos o cementerios (también en esta categoría
entrarían los acueductos, diques, cloacas, etc.).

c) Los materiales empleados, tanto los objetos de trabajo como los instrumen-
tos o medios de trabajo, jugaron un papel fundamental para la edificación
y estructuración del espacio físico protourbano. Ante todo por la mayor
permanencia y estabilidad del resguardo de la comunidad por el uso más
duradero de viviendas elaboradas con argamasa arcillosa o barro con jun-
cos o carrizos, o mejor aún, por la invención del ladrillo fabricado con
una masa de barro mezclado con paja o por el uso de ensambles rocosos
con argamasa (como en Mesoamérica) o sin ella (como en Sudamérica).
Poco a poco se fueron extendiendo los usos de materiales duraderos ha-
cia otras estructuras que moldearían el espacio protourbano. De ahí la
afirmación de Mumford:
147
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

En realidad, la domesticación de plantas y animales, la domesticación del hombre y la domesticación del


paisaje natural fueron partes de un mismo proceso.74

d) La construcción de caminos hacia el interior y hacia el exterior de las aglome-


raciones colectivas fue primordial para el proceso de intercambio de bienes
producidos, tanto en la comunicación interna del asentamiento (jugando el
papel de verdaderas vías de intercambio del discurso comunitario) como
en la externa (relacionándose con las comunidades vecinas, las cuales
también podrían brindar objetos de intercambio incluyéndose, quizá, los
hombres y las mujeres). En la medida que estas relaciones externas se
presentaron, se aceleró aún más el proceso social de las comunidades
citadas; el uso doméstico de los animales de carga y de los hombres mis-
mos modificaría las dimensiones, los materiales con que los caminos eran
transitados y las velocidades posibles, así como el empleo de los caminos
y calles no sólo como (al estilo lecorbusiano) lugares para la circulación
sino, según H. Lefebvre, como lugares de encuentro.75

e) La vida sedentaria trae consigo la observación detenida de la naturaleza.


El morar entre las cosas, más aún, mediante un instrumento de trabajo,
aunque éste sea la mano o los órganos de los sentidos, significa habitar
con ellas preservando sus cuidados y observando de forma cuidadosa sus
cambios. Los asentamientos sedentarios protourbanos sientan las bases
para el análisis introspectivo de la naturaleza. La no-movilidad habita-
cional, el no-traslado –por supuesto– de las condiciones objetivas trajo
consigo la observación del ciclo hidrológico y climático, el levante y po-
niente solar, y la “movilidad” de las estrellas en el firmamento. Lo ante-
rior cimentó las primeras observaciones astronómicas y variaciones
aritméticas de tales fenómenos (calendario); la construcción de diques,
canales, cloacas, surcos de tierra (roturación), habitaciones de ladrillo,
escurrimiento del agua fluvial y pluvial, trazo de caminos, etc., trajo consi-
go las nociones elementales de la geometría y la arquitectura; combinada
74
L. Mumford, op. cit., p. 25.
75
H. Lefebvre, La revolución urbana, ed. cit., p. 26.

148
Proceso de reproducción social y ciudad

esta labor con la de los procedimientos y técnicas constructivas o edifi-


catorias, así como las bases de la técnica y las artes constructivas (fabrica-
ción de ollas y vasijas de barro, tejidos y objetos decorativos). En general,
trajo consigo el nacimiento de disciplinas del pensar ordenado y estructu-
rado bajo generalizaciones especulativas, esto es, del pensamiento espe-
culativo y de las llamadas –posteriormente– ciencias y disciplinas
tecno-artísticas y espirituales.

Apareció la necesidad de dar orden formal y material al hábitat ocupado gra-


cias a la observación y plasmación colectiva de ésta en aquél. Cada cultura-civi-
lización representó la plasmación colectiva de proyectos, formas y modos de ser
(de vivir la reproducción social) de la relación, adaptación y diálogo con la natu-
raleza elegida: con frecuencia observamos, y con grata sorpresa, que poblados
enteros son la continuidad del material natural trans-formado y trans-figurado en
edificios o casas habitados, son porciones de naturaleza humanizada y casi, po-
dría decirse, desdoblamientos naturales. Las techumbres inclinadas hechas de
materiales vegetales y los muros, mezcla de porción de tierra (arcilla y barro) y
desplante al cielo (vegetación, árboles locales y hasta estiércol) entraban en ar-
monía cada vez más con formas regulares vertical y horizontalmente. Las terrazas
americanas, las chinampas y en general la roturación del suelo fértil constituye-
ron un verdadero discurso colectivo de los valores de uso, una verdadera obra
monumental del discurso protourbano social-natural. Todo este conjunto mate-
rial, toda esta expresión social de la materialidad es lo que podríamos denominar
con certeza –para emplear los términos de F. Braudel– civilización material o
cultura material.
El vestido dejó de ser mero recubrimiento corporal y se convirtió de manera
paulatina en parte de la estética y lenguaje comunicativo (como en los pueblos
de Mesoamérica y Sudamérica, por ejemplo, mayas y nazcas). El uso ornamental de
semillas y pieles –primero– y de piedras preciosas –después– (piedras como la
obsidiana, lapislázuli, amatista, malaquita, turquesa, gema, concha de cauris, en-
tre otras), jugó un papel estético novedoso y de larga duración hasta nuestros días,
al grado tal que las conchas de cauris, cuya forma asemejaba la vulva femenina y

149
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

“aseguraba la fecundidad”, se convirtieron en talismán, llegando a emplearse como


sustituto de la moneda en varias partes de África.76

f) Al interior de la comunidad aldeana la organización social colectiva cedió


paulatinamente el camino a las formas más desarrolladas que requería la
comunidad ampliada de la protociudad. Y el Consejo de Ancianos tenía
que ceder también el lugar a otras formas más complejas y más dinámi-
cas (aunque mucho más nefastas en términos de socialización) que las
ancestrales formas aldeanas. Ya no serían los ancianos sino gente menos
vieja que conociera y denominara el manejo de técnicas necesarias para
la organización y el control pacífico o represivo de la producción y repro-
ducción colectiva (organización de construcción y mantenimiento de ca-
minos, casas, ganadería, agricultura, etc.). Con la génesis de la ciudad,
aparece al mismo tiempo la del régimen colectivo y de la política y, por
tanto, del Estado:

La división del trabajo lleva aparejada, además, la contradicción entre el interés del individuo concreto o
de una determinada familia y el interés común de todos los individuos relacionados entre sí [...], la divi-
sión del trabajo nos brinda ya el primer ejemplo de cómo mientras los hombres viven en una sociedad
natural, mientras se da, por tanto, una separación entre el interés particular y el interés común, mientras las
actividades, por consiguiente, no aparecen divididas voluntariamente, sino por modo natural, los actos pro-
pios del hombre se erigen ante él en un poder ajeno y hostil que lo sojuzga, en vez de ser él quien los
domine.77

g) El otro elemento que nos señala la existencia de la protociudad es el lugar


del intercambio, el incipiente mercado; aquel sitio en el que el excedente de
producción o plusproducto era llevado para que el productor de determi-
nado producto intercambiase éste por otro de su utilidad. Esto sólo fue
posible cuando las diferentes ramas de la producción se vieron desarro-
lladas por la división natural del trabajo. La vida sedentaria mejoró al
prosperar con ella la economía primaria de bienes naturales (agricultura y
ganadería) y la industria artesanal y de bienes suntuarios. Max Weber
76
G. Childe, op. cit., p. 141.
77
K. Marx, F. Engels, La ideología..., p. 34.

150
Proceso de reproducción social y ciudad

señalaba que la ciudad en su origen, y sobre todo cuando se distingue


formalmente del campo, es un lugar de mercado (cfr. cap.1, c. 19) y Marx
de igual modo alude a esta función económica:

Las ciudades propiamente dichas surgen junto a [las] aldeas sólo en aquel punto que es particularmente
favorable para el comercio con el exterior o allí donde el gobernante y sus sátrapas intercambian sus
ingresos (plusproducto) por trabajo, gastan esos ingresos como labours-funds.78

Debe mencionarse que se hace referencia a las comunidades orientales.


Con mucha frecuencia leemos o escuchamos decir que la condición funda-
mental para la aparición de la ciudad es la existencia de un excedente de produc-
ción,79 de la existencia de un plusproducto. Pero ¿qué significó en este estadio
histórico la existencia de un excedente de producción o plusproducto? ¿Ha segui-
do siendo ésta una característica general de la distinción de ciudades?

III
El campo y la ciudad

Hemos arribado al pródromo de la distinción entre el campo y la ciudad, entre lo


rural y lo urbano. Desde luego su explicación no la fundaremos en criterios cuan-
titativos como se estila por lo general, ya sea por eludir discusiones teóricas y
políticas o por incapacidad analítica; sin embargo, tocaremos de paso algunos de
sus aspectos destacables.
Estos criterios cuantitativos han inundado el mundo de la investigación cien-
tífica y política al grado de que han sido aceptados oficialmente por la Organiza-
ción de las Naciones Unidas, quien estima como poblaciones urbanas a aquellas
78
K. Marx, Elementos..., p. 436.
79
Gideon Sjoberg señala, p. e.:
“Para que surgieran las ciudades hacían falta dos factores, además del progreso tecnológico [...] Uno
de ellos era la existencia de un tipo de organización social particular por medio de la cual pudiera
recogerse, almacenarse, y distribuirse el excedente producido por el avance técnico [...] El segundo
factor era un medio ambiente geográfico favorable” (cfr. op. cit.).
Para él la organización social se gesta gracias a su resultado y no a la inversa, el resultado se genera
gracias a la organización social. Desde la perspectiva esbozada, vemos qué tan corto es el alcance de
Sjoberg y qué tan invertido es su punto de partida.

151
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

que cuentan con 2 500 habitantes.80 En Estados Unidos existe una determinación
cuantitativa según la cual se emplea la noción de zona urbana, conteniendo ordi-
nariamente varios lugares urbanos (un lugar urbano: 2 500 hab.). En el censo de
población de 1960 se registraron 5 445 zonas urbanas en las que había 125 millo-
nes de habitantes.81 Si dividimos esta cifra entre la anterior nos da un número
promedio de 22 957, muy por arriba de la proporción de 2 500 habitantes.

El mismo F. Braudel cae en la tentación de partir de un criterio cuantitativo,


aunque su visión histórica lo traiciona y hace flexible su determinación a partir de
la época histórica y el lugar de que se trata; por supuesto, también aceptará que no
es sólo cuestión de número. Veamos lo que nos dice:

Para que las cosas estuvieran claras, necesitamos disponer de un límite mínimo evidente, indiscutible, que
fijase el comienzo de la vida urbana. Sobre ese punto nadie está, nadie puede estar de acuerdo. Máxime,
teniendo en cuenta que semejante límite cambia con el tiempo.82

Desde luego, la perspectiva historiográfica de Braudel es mucho más consis-


tente y mucho más fundamentada que los dos casos anteriores. Debemos presen-
tar la idea completa con el fin de conocer la tentativa de Braudel.

Para la estadística francesa, una ciudad es una aglomeración de por lo menos 2 000 habitantes (aún en
la actualidad), es decir del tamaño del Varzy hacia 1 700. Para las estadísticas inglesas, la cifra se eleva a
5 000 [...], en Alemania, a finales de la Edad Media, había 3 000 localidades con el título de ciudad.
Ahora bien, tenían una población media de 400 individuos. El umbral habitual de la vida urbana se sitúa,
por tanto, muy debajo del tamaño de Varzy, en el caso de Francia y seguramente en el de todo Occidente.83

Tras exponer la necesidad que tiene la historia urbana de ampliar estos “lími-
tes mínimos”, pasa a presentar su idea central:

[...] lo importante sería poder evaluar la masa total de los sistemas urbanos, su peso global, descender, por
tanto, a su límite inferior, a la articulación entre ciudades y campos. Nos serían más útiles cifras de conjunto

80
ONU.
81
Edwin S. Mills, Economía urbana, Diana (1975), p. 24.
82
F. Braudel, Civilización..., p. 420.
83
Idem, p. 421.

152
Proceso de reproducción social y ciudad

que las particulares: colocar en un platillo de la balanza todas las ciudades y, en otro, toda la población del
imperio, o de la nación, o de la región económica, y calcular la relación entre los dos pesos, lo que
constituye un procedimiento bastante seguro de calibrar ciertas estructuras económicas y sociales del
espacio observado.84

Esto es lo que nosotros bien podríamos llamar promedio histórico global ur-
bano de occidente. Las ideas cuantitativas de trasfondo histórico suenan –quizá–
como el canto de las sirenas homéricas, sin duda alguna interesantes pero mate-
máticamente distintas. Su conclusión cuantitativamente reflexiva, es igualmente
inquietante:

Faltaría saber, para interpretar la gama de estas cifras, en qué punto (¿quizá hacia el 10%?) la urbanización
de una población alcanza un primer nivel de eficacia. Posiblemente haya otro umbral significativo, alrede-
dor del 50%, del 40% o incluso por debajo.85

Sea cual sea, el criterio cuantitativo será siempre insuficiente, ya que no ex-
plica qué es lo rural y qué es lo urbano.

El campo y la ciudad: distinción entre lo rural y lo urbano

Algunas claves más para la explicación de esta distinción quedarían expuestas


bajo tres aspectos de primer orden:

La separación de ciudad y campo puede concebirse también como:

• la separación del capital y la propiedad sobre la tierra;


• como el comienzo de una existencia y de un desarrollo del capital inde-
pendientes de la propiedad territorial;
• de una propiedad basada solamente en el trabajo y en el intercambio.86

a) El proceso que siguió la separación del capital (capital “natural”) y la pro-


piedad sobre la tierra está fundado en la división del trabajo. Puesto que con el
84
Idem, p. 422.
85
Idem.
86
Cfr. K. Marx, La ideología..., p. 56.

153
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

incremento de la población se presupone el incremento y diversificación de las


necesidades de consumo, también se presupone el incremento en la eficiencia
real de la productividad del trabajo. Esta última requirió, por una parte, del desa-
rrollo de los medios de producción y, por otra, del incremento, diversificación y
especialización de las ramas de la producción (primero) y separación en sectores
que colaboran en tales o cuales trabajos (después).
En las Formen (cfr. Grundrisse) Marx presenta la manera en que la propiedad
colectiva o, como aclara él, la posesión colectiva de la tierra, del material, el
instrumento y el producto del trabajo (condiciones objetivas de la producción) se
van transformando en las distintas etapas de las formaciones económico-sociales
en las cuales se pasa de la posesión colectiva de estas condiciones objetivas, a la
propiedad privada del instrumento de trabajo y de su producto (con la simultánea
pérdida del poder sobre la tierra), hasta la pérdida completa de estas condiciones
objetivas para ser únicamente dueños potenciales de su fuerza de trabajo.87 Esto
sólo ocurre con el desarrollo social de la división del trabajo junto con el desarrollo
de la propiedad privada mobiliaria y más tarde la inmobiliaria.
Nos dirá Marx:

Las diferentes fases del desarrollo de la división del trabajo son otras tantas formas distintas de la pro-
piedad.88

Lentamente se fueron separando las distintas ramas de la producción. Por un


lado la producción agrícola cuyo objeto de trabajo es la tierra generó a sus traba-
jadores y sus propietarios (de objetos e instrumentos de trabajo); y por otro lado
la industria paulatinamente diversificada y asentada en un espacio distinto al del
cultivo de la tierra. Esta producción diversificada trajo consigo simultáneamente
la diversificación de las condiciones de producción, de la distribución y control
de espacio físico.
La rama de la industria, paulatinamente diversificada, requería de un espacio
físico distinto del espacio agrícola. Al separarse cada vez más estas ramas de la
producción, se separaron también sus espacios instalados y resguardadores de sus
87
Cfr. K. Marx, Elementos... (Formen).
88
K. Marx, La ideología..., p. 20.

154
Proceso de reproducción social y ciudad

propias condiciones objetivas de trabajo (objetos en instrumentos de trabajo). Al


depurarse el medio técnico se depuró también su resguardo e instalación, al mul-
tiplicarse éstos, se multiplicó también la necesidad de su aglutinamiento.
Se parte de la situación siguiente: para que la satisfacción de las necesidades
de la población se efectúe, se requiere que el producto elaborado se transforme en
bien en la menor distancia-tiempo posible; esto se logra mejor en la medida que el
producto (bien) se encuentra más cerca de la población o –dicho en una palabra–
dentro de ella. Las distintas ramas de la industria o manufactura tienen la gran
virtud de instalarse allí donde el grueso de la población habita, esto significa la
cohabitación de las condiciones objetivas de la producción con el hábitat social;
estas condiciones objetivas pueden transladarse de un sitio a otro. En la produc-
ción agrícola no existe en general esta posibilidad, la tierra laborable es cada vez
menos abundante. De aquí la diferenciación del uso y propiedad de las condicio-
nes objetivas de la producción: tierra cultivable aquí, suelo habitacional, indus-
tria (capital natural), más allá. Dispersión territorial aquí, concentración de capital
allá. Finalmente campo aquí, ciudad allá.

b) Una vez diferenciado el sitio del territorio de la reproducción social como


sitio de la producción y reproducción de la vida agrícola o campirana y sitio de la
producción y reproducción social de la vida no-agrícola o urbana, basada esta
última en la manufactura artesanal o industrial, se gesta progresivamente la espe-
cialización en y de la producción física del espacio como espacio agrícola y espacio
de la manufactura, la industria y la concentración de la vivienda. En otras pala-
bras, se da la división del trabajo, especializada, progresiva y globalmente, del
territorio de la reproducción social en su conjunto. Esto se da al mismo tiempo
que la distinción entre trabajo manual y trabajo intelectual, entre la clase que
dirige y controla la productividad del trabajo y la clase que realiza ese trabajo.
La concentración del capital “natural” en el sitio de su producción y reproduc-
ción social gestora dejó ver paulatinamente las ventajas de sus funciones:

• Encontró allí espacio físico para su existencia al lado de sus propieta-


rios-poseedores directos.
• Encontró la fuerza humana necesaria para ponerlo en movimiento
re-creándolo o creándolo si no existía.
155
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

• Encontró el sitio adecuado para el consumo de los bienes producidos,


es decir, del grueso de la población cuantitativamente mayoritaria del
territorio de la reproducción social en su conjunto, ahorrando el
espacio-tiempo de conversión de los productos en bienes.
• Encontró la funcionalidad y eficiencia comunitaria de obras (bienes) de
consumo colectivo como caminos, puentes, canales, acueductos, etc.,
así como la vivienda misma.
• Incrementó las posibilidades de la reproducción misma, de sus necesi-
dades y de las formas de consumo en y del espacio territorial.
• La modificación física del territorio se tradujo en la modificación de su
uso social y de las relaciones sociales en su uso. El consumo de los
bienes colectivos es a su vez producción y consumo de la socialidad.
• En general aumentó las posibilidades de su propia reproducción (repro-
ducción del capital).

La concentración de la población en el territorio (ciudad) dinamizó y translució


la ventaja del disfrute colectivo a diferencia de la vida dispersa y casi a-temporal
de la población en el territorio (campo).
La diferenciación entre la ciudad y el campo presupone su distinción económi-
ca: capital vs. tierra, y con ello su separación progresiva. Entretejimiento y dife-
renciación progresiva del espacio-tiempo de la reproducción social.

c) La existencia de un plusproducto tiene ante sí un conjunto de presupuestos


fundamentales para la existencia de la ciudad.
Desde un punto de vista global, hablar de plusproducto o excedente de pro-
ducción significa de un lado –en el campo– la autosuficiencia en la producción de
bienes para la alimentación primaria en esto que podríamos denominar el “dis-
curso de la producción natural”, y del otro –en la ciudad– la necesidad de impor-
tar del campo este conjunto de bienes y el traslado de una parte de aquellos bienes
producidos en la ciudad en esto otro que podríamos denominar el “discurso de
diversificación material” o “discurso de la producción secundaria”. Este inter-
cambio de bienes producidos tiene un sitio del territorio por el cual circulan las
mercancías con las máximas ventajas económicas –esto es, bajo una lógica econó-

156
Proceso de reproducción social y ciudad

mica–, donde el ciclo de la producción-distribución-cambio-consumo se lleva a


cabo, en el mínimo de espacio-tiempo y donde se reparte cuantitativamente la ciu-
dad cuya sede central se va metamorfoseando poco a poco en mercado. La exis-
tencia de un discurso del excedente constituye un fenómeno de larga duración,
una duración que se ha conservado por milenios, estableciendo la peculiaridad de
la cultura que ya F. Braudel llamó “diálogo ininterrupido entre la ciudad y sus
campos” como primera necesidad de la vida cotidiana.89
Desde el punto de vista urbano individual endógeno (intraurbano) la existen-
cia de un plusproducto significó la especialización en determinadas ramas de la
producción y el desarrollo tecnológico de los medios de producción, instrumen-
tos de trabajo y todas aquellas condiciones de la producción que requirieron
modificarse para la generación incrementada del excedente social. Al crecer la
población y la diversificación de la producción, todos y cada uno de los producto-
res requirieron intercambiar sus plusproductos para satisfacer las necesidades de
la colectividad hechas suyas, acelerándose celularmente la dinámica mercantil y
solicitando asimismo la especialización funcional del territorio urbano para cum-
plir con las necesidades de intercambio permanente (en los mercados) o periódica
(en las ferias).
Hablar de plusproducto o excedente de producción es hablar de la necesidad
de su intercambio y hablar de intercambio es mencionar el cambio de manos de
mercancías entre la ciudad y sus campos, entre los pobladores de la ciudad y más
aún entre las ciudades y los campos más o menos alejados. También se evoca el
sitio del intercambio permanente que es por excelencia el mercado y aquel sitio
del territorio temporario destinado al intercambio interurbano-rural en las ferias.
Este incremento de la actividad económica presupone el incremento tecnológico
en la funcionalidad y utilidad, por tanto, de los medios de comunicación, la cons-
trucción de caminos “interurbanos”, la construcción de sitios de administración
económica y política, construcción de avenidas para la circulación de los medios
de transporte de carga fueran estos animales o vehículos con ruedas (según el
progreso técnico-cultural).

89
Cfr. c. 162, cap. 1.

157
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

d) Podemos concluir esta aproximación distintiva bajo las siguientes ideas:

• El campo aparece como el sitio del territorio en el que vida económica y


habitación (en sentido amplio) se satisfacen bajo el fenómeno de larga
duración del diálogo hombre-naturaleza; en el que la relación hombre-na-
turaleza se da de manera directa o cuasi directa, por lo que podemos decir
que es el sitio en el que el hombre habita con la naturaleza encontrándose
en su inmediatez. Hombre-habitación-naturaleza existen o por lo menos
tienden a la constitución de un metabolismo natural como un cuerpo orgá-
nico: el territorio se transnaturaliza (se transforma) técnicamente a ima-
gen y semejanza de la civilización y cultura humana, esto es, se debe
considerar –en efecto– como regla graduada: se humaniza.
En la ciudad la relación hombre-naturaleza aparece mediada por un
thelos cuyo efecto es la cohabitación colectiva de una porción territorial
multiforme. Ya no es el diálogo entre hombre-naturaleza sino el discurso
de la diversificación material de la socialidad, del discurso de la cohabi-
tación concentrada y de la existencia indiferente de la fertilidad (potencia-
lidad) y productividad del territorio. En la ciudad la tierra sufre la mutación
de ser potencia productiva de bienes primarios, en “mero intervalo habita-
ble”; esto último sin vida concentrada es un absurdo. De esta manera, la
ciudad es el olvido de la tierra como fuente de valores de uso primarios;
su uso se ha metamorfoseado en sitio de la vida social o –mejor quizá– de
la vida privada.
La ciudad aparece como territorio metamórfico cuya “espiritualidad”
es la socialidad, esto es –paradójicamente– la construcción social del territo-
rio (esta construcción colectiva alude flagrantemente al régimen colectivo,
a la vida política: la construcción política del espacio social como la nueva
naturaleza).

• El campo se presenta como palimpsesto del discurso natural de los valo-


res de uso, como el sitio de la sujetidad producción-consumo directos.
Los productores son al mismo tiempo consumidores directos de esta pro-
ducción. Aquí el momento de la producción y el momento del consumo

158
Proceso de reproducción social y ciudad

no aparecen o casi no aparecen mediados, por lo que los productos prima-


rios son consumidos in situ. El discurso de la producción es al mismo
tiempo el discurso del consumo. Asimismo, uso habitacional de la tierra y
producción-consumo de los productos de ésta son condiciones de existen-
cia mutua.
La ciudad se denuncia cada vez más (según su progreso técnico-econó-
mico y político) como el discurso paradójico de la “socialidad” no-natural
de los valores de cambio, esto es, como el discurso mercantil de los bienes de
consumo. Productores y consumidores se encuentran mediados por el cam-
bio de manos en el mercado, se trata del consumo anónimo de la produc-
ción anónima. El momento de la producción y consumo se encuentran
mediados y penetrados por los momentos de la distribución y el cambio
(circulación política de las mercancías). La ciudad es el lugar de los inter-
cambios, es, en la medida que se desarrolla, el lugar del discurso mercan-
til, del discurso de los propietarios, privados y de la vida privada (anónima);
por ello es potencialmente un sitio de la indiferencia social en la medida
en que esta sociedad se mercantifica. La tierra, el suelo ya no es la fuente
directa de la producción, sino sitio funcional de la producción secundaria,
es el lugar sobre el cual la producción se realiza.

• Debe también hacerse notar que en los tiempos ancestrales de las ciudades,
el fenómeno distintivo entre lo urbano y la ciudad era prácticamente inexis-
tente. En lo que se ha dicho hasta aquí, se ha empleado indiferentemente
la noción de “lo urbano” y la “ciudad”, esto se debe a que en sus orígenes
arcaicos prácticamente no existía una distinción entre ellos. La causa de
ella aparece en la medida del desarrollo de los medios de comunicación y
propagación de las formas de uso y consumo de la materialidad técnica-
mente más desarrollada, existía también su forma de existencia urbana.
Aparece de nuevo la consideración de la noción cultura-civilización en
términos territoriales en tanto que urbana-citadina bajo las ideas antedi-
chas. La distinción problemática se presenta en tiempos recientes en que
pueden existir culturas-civilizaciones rurales (campesinas) con formas de
uso-consumo de la materialidad y la socialidad inducidas desde la ciudad.

159
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

Tal fenómeno tiene como medio fundamental de transmisión al desarrollo


de los medios de comunicación y de las ideas, hábitos y formas de vida
producidos en las ciudades y recibidos en las poblaciones rurales de los
campos circundantes. Esto es más evidente en la medida en que el progre-
so técnico alcanza niveles más altos.

160
CAPÍTULO 3

LA CIUDAD CONTEMPORÁNEA: ESTRUCTURA Y SISTEMA

Sigue siendo dudoso que se pueda hablar de so-


ciedad complicada en sentido estricto, y que la
complicación no sea en cambio una apariencia,
una parte del velo que oculta el modo de funcio-
nar el mecanismo social y los sacrificios que im-
pone. En todo caso, se puede sospechar que no
es complicada la cosa en sí, sino más bien que
los sujetos, investidos de su función cognoscitiva
por la división de funciones propias de la socie-
dad basada en la división del trabajo, se limitan
a tal punto a las actividades particulares y téc-
nico-prácticas, que encuentran obstruido el ca-
mino para la construcción del todo.

T. Adorno, La sociedad: Lecciones de sociología

I
Ordenación del sistema

La organización del funcionamiento capitalista de una ciudad puede ser com-


prendida una vez ordenados los elementos que configuran o determinan de mane-
ra múltiple todos los fenómenos urbanos. Esta idea del orden de funcionamiento
no es algo que deba inventarse (bajo la apariencia de un “esquema” o “modelo”
teóricos) sino que se des-encubre o des-vela como consecuencia del análisis de la
reproductibilidad histórico-social mediante su crítica concreta. Para pretender
esta última, se hace necesario conocer los momentos más comunes, por tanto, a
todas las formas de existencia capitalista y esto irremediablemente requiere de un
esfuerzo de abstracción teórica que irrumpa en este intento crítico.
Una investigación profunda de la realidad social –no sólo urbana– de un terri-
torio, debe considerar forzosamente la comprensión de la historia real del pro-
yecto de país al que pertenece o bien, a su prefiguración. Esto significaría develar

161
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

el proyecto de humanización del territorio acontecido históricamente, lo cual


implica realizar estudios geográfico-ambientales, económicos, antropológicos,
sociológicos, arquitectónico-arqueológicos y de todas aquellas disciplinas huma-
nas que inciden fundamentalmente sobre la comprensión del desarrollo social
histórico.1
Para emprender estudios de esta magnitud existirían diversos grados de análisis,
primero abstractos de amplitud teórico-epistemológica (aprehensión global de la
totalidad) y después de amplitud territorial-espaciaria (regiones –ciudades y cam-
pos– y su red constitutiva). Un elemento fundamental de esta última, se establece
al considerar las particularidades culturales y sus determinaciones regionales, pre-
sentándose un hecho polémico:

–La organización-estructuración urbana y sus estudios (la llamada “planifica-


ción urbana”) parte de las ciudades hacia el resto de sus regiones o,
–Se vuelve “interregional” partiendo del territorio nacional hacia las ciudades.

Es más racional y humano iniciar la organización de la riqueza social como


tal, llámese ésta “interregional” o “interurbana”, recurriendo al estudio científico,
y no sólo político ni técnico, de las diferentes regiones del país, así como con la
caracterización crítica de la regionalización continental a la que pertenece tal país.
Si se inicia la investigación en ese último sentido, es decir, con la segunda
orientación, el problema se agudiza con la forma de abordaje teórico del análisis
y caracterización de las regiones diversas del país estudiado, para lo cual tiene
extrema importancia la cuestión étnico-cultural de los grupos humanos tanto ru-
rales como urbanos, entendiendo lo cultural en su acepción amplia, como quedó
expuesto en la nota aclaratoria del capítulo 2, dicho sea de paso, como civiliza-
ción material y no-material (espiritual). Entendido así el análisis, se partiría de la
1
Recordemos una idea importantísima de Marx, según la cual:
“... toda historiografía tiene que partir necesariamente de los fundamentos naturales y de la modifica-
ción que experimentan en el curso de la historia por la acción de los hombres... Estas condiciones no
sólo influyen decisivamente sobre la organización originaria de los hombres —o sea sus diferencias
raciales—, sino también sobre todo su desarrollo o no-desarrollo ulterior, hasta el día de hoy”.
(K. Marx, La ideología..., p. 19). Al parecer uno de los pocos investigadores serios no-marxistas de
nuestro tiempo que siguió al pie de la letra esta idea fue F. Braudel, la “arquitectura” de sus grandes
obras así lo comprueban (cfr. cap. 1, apartado sobre F. Braudel).

162
La ciudad contemporánea: estructura y sistema

investigación de las culturas desarrolladas en las regiones diversas o por lo menos


de aquellos elementos que inciden sobre éstas y que determinan o condicionan su
desarrollo, continuando tal sentido del análisis hacia las ciudades para, posterior-
mente, emprender el “viaje de regreso”.
Este viaje de regreso citado quedará enriquecido por todos los resultados de
la investigación completando enormemente el proceso de organización racional o
planificación general, teniendo como punto de partida, en este momento, el “de-
sarrollo del desarrollo”, esto es, lo que sirve como indicador general, parámetro y
ejemplo a la vez: las ciudades, su red urbana y el “equilibrio” entre ellas. Buscando
la homogeneización del desarrollo social que es la meta final y estratégica de la
planificación regional. Y sólo en este sentido puedan tener coherencia las políti-
cas descentralizadoras y desconcentradoras del crecimiento económico y urbano.

Recordemos algunas frases que ilustran este intento:

Cuando consideramos un país dado desde el punto de vista económico-político comenzamos por su pobla-
ción, la división de ésta en clases, la ciudad, el campo, el mar, las diferente ramas de la producción, la
exportación y la importación, la producción y el consumo anuales, los precios de las mercancías, etc.
Parece justo comenzar por lo real y lo concreto, por el supuesto efectivo; así, por ejemplo, en la
economía, por la población que es la base, y el sujeto del acto social de la producción en su conjunto. Sin
embargo, si se examina con atención, esto se revela como falso...
...Si comenzara, pues, por la población, tendría una representación caótica del conjunto, y precisando
cada vez más, llegaría analíticamente a conceptos cada vez más simples; de lo concreto representado
llegaría a abstracciones cada vez más sutiles hasta alcanzar las determinaciones más simples. Llegando a
este punto, habría que reemprender el viaje de retorno hasta dar de nuevo con la población, pero esta vez
no tendría una representación caótica de un conjunto sino una rica totalidad con múltiples determinacio-
nes y relaciones.2

Debe distinguirse que en este sentido del análisis radica justamente el regreso
al que hago referencia y parte de las categorías concretas “asentadas” en las ciu-
dades, determinando y regulando el crecimiento regional. Este método es, sin
duda, complejo pero sumamente radical y crítico, ya que marca el regreso y el
sentido humanista de la historia real y concreta del desarrollo cultural étnico-
regional y heteroregional-nacional. Con esto se señala un camino de la investiga-
2
K. Marx, Elementos..., pp. 20-21.

163
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

ción para la planificación y organización territorial económica y política en senti-


do amplio supra-étnico y post-capitalista. Implica también una labor más allá de
lo científico y más cerca de lo político. Marca la unidad de lo científico con lo
político; es, finalmente, una unidad de la ciencia con la política y verdadera socia-
lización del saber científico. Requiere, en conclusión, del trabajo multidisciplinario
de las diversas ciencias del hombre bajo un fin común: la humanización del terri-
torio y la construcción humana del mundo.
Este camino indicado será siempre el más adecuado pero también el más utó-
pico. Aunque, y aquí su relevancia, deberá ser siempre buscado cuando se preten-
da verdadero rigor de organización y racionalización (planificación) política y
social del territorio.
En el estado de cosas actual surgido como consecuencia del reordenamiento y
refuncionalización territorial del capitalismo mundial hegemónico y dominante,
el método de análisis crítico, o sea, de la crítica radical al capitalismo, no va del
análisis regional supra-étnico hacia la ciudad como proyecto de humanización,
sino de la ciudad hacia las regiones como proyecto de apropiación capitalista del
territorio. En la mayoría de los casos debe entenderse el estudio regional como
instrumento y, en última instancia de expansión, dominio y apropiación urbana
del territorio-nación, en donde las ciudades constituyen las “cabezas del dragón”
que se expande mundialmente y juegan un papel central en el crecimiento y
revitalización del mercado capitalista constituyéndose como cerebros pero, a la
vez, tentáculos de la “inflamación” urbana del territorio.
Se genera, pues, un viraje completo en el método de investigación del discurso
explicativo del fenómeno urbano: en general se parte de la exposición del funcio-
namiento estructural en el interior de sus ciudades centrales reproductoras de sus
estructuras y reconfiguradoras de éstas y su relación con sus entornos regionales a
lo largo y ancho del territorio. Para el análisis crítico del fenómeno urbano domi-
nante se plantea el camino inverso de lo que podríamos llamar una planificación
crítica: de la estructura (configuración), funcionamiento (modo) y sentido (finali-
dad) de la ciudad como elemento central general capitalista hacia el diálogo con
sus regiones. Pondremos atención en el monólogo de la ciudad como patología
egocéntrica del capitalismo teniendo como síntoma fundamental la “autoestima”

164
La ciudad contemporánea: estructura y sistema

hipervalorizada; estudiaremos la ciudad en sí y por sí misma (para emplear los


términos de Hegel).
Aunque la existencia real de los elementos que constituyen determinantemente
la ciudad es una existencia global o que se globaliza hacia toda la extensión del
territorio, hoy más que nunca controlado por cada nación o país con sus diferentes
proyectos impuestos políticamente y bajo peculiaridades socio-culturales, como
fenómeno “interurbano”, dicho de manera técnica, se puede hacer una abstracción
considerable y de suma importancia dirigiendo el “bisturí anatómico” al “cuerpo
de la ciudad” para efectuar las disecciones correspondientes.
Para analizar el entorno de la ciudad contemporánea predominante, tendre-
mos presentes cuatro momentos teóricos necesarios.

1. La relación abstracta entre procesos económicos generales y su determi-


nación o condicionamiento de la expresión física (espacio-temporaria).
Argumentación teórica respecto a su existencia como estructura y sistema
subordinador.
2. El funcionamiento, mecanismo y articulación de los procesos físicos (es-
pacio-temporarios) con los procesos económicos capitalistas de produc-
ción del espacio citadino.
3. Subsunción real y formal del proceso de reproducción social (espacio-
temporarios) al sistema capitalista.
4. La posibilidad de producción y reproducción de la socialidad dentro de la
estructura y sistema capitalista.

II
La ciudad y el sistema

La ciudad es el sitio en el que el capitalismo se realiza como sistema. Es allí


donde se expresa la vigencia del proceso de reproducción social capitalista en
cuanto tal. En la ciudad se manifiesta lo contemporáneo del capitalismo como
todo complejo que se sistematiza con un fin reproductivo, adquiriendo este último
su modo económico dominante de existencia social a través de procesos legitima-

165
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

dores de la materialidad del espacio como lugares de instalación de una vigencia


supratemporal aparente.
La ciudad deviene sistema en la medida que la economía establece sus redes y
las tiende sobre una parte del territorio con fines reproductivos, introyectando
determinados mecanismos que lo vuelven funcional para sí. La funcionalidad de
una ciudad es la vara con que se mide la eficiencia del sistema en cuanto expre-
sión territorial y autocontrol de la totalidad social (parcializada) subsumida a este
mecanismo.
Proyecto social y proyección territorial encuentran en la ciudad la entidad
perfecta para su unificación. Y cada proyecto hegemónico encuentra en cada ciu-
dad el cuerpo territorial optimizable para hacerse presente. Se podría decir que
una ciudad es una cabeza del dragón en la cual éste manifiesta su dominio. El
corazón lo constituye la capital política del cuerpo territorial global de cada na-
ción o país.3
El mecanismo económico como sistema que se totaliza es siempre una ten-
dencia que encuentra su vida material en la ciudad. Se corporaliza como intento
de absorción y dominación de historia cultural material e ideológica sobreviviente
en cada territorio social expuesto a su dinámica como modo de producción y
reproducción de la vida social; así, como sistema, se estructura en la ciudad mani-
festándose de manera doble: de una parte subsume realmente toda organización
del espacio físico y de otra subsume formalmente las manifestaciones culturales del
espacio físico edificado.
Por sistema no se entiende determinado “modelo” construido a priori, sacado
de la cabeza o de los libros, sino que es la propia existencia del capitalismo como
totalidad manifestada de manera contradictoria y, por ello, ininteligible –en apa-
riencia– en la medida que su estructura se corporaliza bien sea económica, política
o físicamente a través de la plasmación en el territorio de los momentos reproduc-
tivos de sus leyes y dinámica capitalista concreta propiamente dichas.

La teoría de la sociedad como sistema [la economía como sistema] sólo surge allí donde la sociedad es ya
de por sí sistema en el que ella no sólo está bastante diferenciada sino donde la diferenciación conduce a

3
Puede recordarse un antiguo proverbio oriental que dice:
“Si quieres matar al dragón de cien cabezas ataca al corazón, así las cabezas caerán solas.”

166
La ciudad contemporánea: estructura y sistema

una dependencia universal y a la autonomía respecto de esa dependencia y concatenación, y donde, por
tanto, la realidad, la propia sociedad, se constituye como un todo articulado. En este sentido el capitalismo
es el primer sistema.4

Los fenómenos sociales aparentemente aislados, casuales y productos del azar,


sean económicos, ideológicos, físicos (material-específicos o espacial-territoria-
les) o políticos están sujetos a leyes en la misma medida en que forman parte del
sistema, y se constituyen como sistema según sea su existencia objetiva indepen-
diente del sujeto social, creando así su propia naturaleza (naturaleza capitalista).

... el movimiento social como un todo, desarrollado y puesto en práctica por la actividad consciente y la
realización de los fines particulares de los individuos se transforma en algo independiente de estos mismos
individuos, cuando la mutua relación social de los individuos se convierte en un poder autónomo sobre el in-
dividuo que aparece como una fuerza natural, casual o de otra índole.5

De esta forma se señalan, en buena parte, los fenómenos sociales ininteligi-


bles, en apariencia, que ocurren en la ciudad como manifestación de la existencia
del sistema capitalista como tal, pero se deberá poner énfasis en algunos puntos
que clarifiquen tales observaciones.

1
El sistema como tal, encuentra su existencia social-material al mismo tiempo que
se generaliza como producto final y resultado de la hegemonía política y económica
de un determinado proyecto perteneciente, a su vez, al grupo o sector dominante,
el cual será más eficiente y funcional según sea la forma que la fuerza productiva
(base técnica) organice y estructure su base material y la someta a dicho fin, o sea,
la subsuma materialmente a dicho fin. La realización del todo económico en tanto
sistema de vida, es siempre la concreción histórica o plasmación de un proyecto
4
K. Kosík, Dialéctica de lo concreto, México, Grijalbo, p. 107, 1976.
5
K. Marx, Elementos..., citado por K. Kosík (op. cit., p. 106). Puede recordarse también la aceptación por
Marx de un sistema de la economía burguesa. Refiriéndose a su obra El Capital, escribe:
“La obra de que se trata en primer lugar es crítica de las categorías económicas o, if you like, el
sistema de la economía burguesa expuesto críticamente. Es al mismo tiempo exposición del sistema y,
mediante la exposición, crítica del mismo.”
Carta de Marx a Lassalle, del 22 de febrero de 1858 (citado por Bolívar Echeverría en El discurso
crítico..., p. 38). Cfr., también, Introducción general..., Siglo XXI (Colección Pasado y Presente), p. 84.

167
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

de sociedad hegemónico entre muchos otros posibles;6 es el resultado de la lucha


por imponer diversos proyectos incluso divergentes. Esto presupone un enfrenta-
miento entre capitalismo-anticapitalismo:

a) • La lucha por el poder hegemónico de grupos o sectores dominantes autóc-


tonos nacionales, que pueden llegar a tener un papel diferenciable o identi-
ficable en la edificación de algún punto, zona de la ciudad o región a la que
pertenecen. Esto se manifiesta más según sea su participación en la co-
mercialización y valorización del suelo urbano, también en la forma con-
creta y real de participación en el control político (según se trate de un control
más o menos “democrático” o despótico).
• La inserción de grupos monopolistas, es decir, del capital internacional ex-
tranjero que participan en la lucha por el control político del país en cuestión
y que con frecuencia tienen su forma peculiar, identificable internacional-
mente, de uso del suelo urbano mundial.
b) La lucha de las clases subalternas que intentan llegar al control político consi-
guiendo volver menos despótica y brutal la dominación, “democratizando”
parte de las políticas de edificación del espacio físico de tal o cual ciudad y
consiguiendo, a lo más, crear espacios urbanos alternativos de expresión “con-
tracultural”, pero muchas veces subsumidos formalmente al funcionamiento
general del aparato de control ideológico.
c) Los resultados finales generales son –hoy, sin duda alguna– más que evidentes:
el proyecto capitalista dominante, una vez puesto en marcha, subsume ten-
dencialmente la generalidad del territorio citadino en que se instala la dinámica
del sistema totalizándose material e ideológicamente bajo particularidades
culturales y mediante el producto general del desarrollo social: “la ciencia
aplicada” (Marx), toda la base técnica y tecnológica al servicio del capital.

2
El capitalismo como sistema es una tendencia que se totaliza en contradicción
consigo misma. Tendencia que es también –y, como tal, gracias a que es– una con-
tradicción:
6
Cfr. Herbert Marcuse, El hombre unidimensional, Artemisa, México, 1985, p. 26.

168
La ciudad contemporánea: estructura y sistema

a) Se afirma como sistema en la medida que construye su base material y la


tiende sobre todo el territorio en el cual se instala erigiéndose físicamente
bajo sus leyes y su dinámica perpetrando todo el proceso de reproducción
social en tanto se encuentra como objeto subsumido a las condiciones de
trabajo y producción material e ideológica del capital, es decir, como pro-
ceso de reproducción social sistemático por cuanto produce y reproduce
las estructuras y supraestructuras que soportan multidimensionalmente
el mecanismo y armazón, sometiendo, a su vez, al sujeto social en esta
otra dimensión de la existencia social que podría denominarse temporeidad
laboral-pseudoconcreta,7 en la cual el sujeto social “vende su humani-
dad” o la somete, sin venderla, al cambio mercantil del mercado capita-
lista quedando a expensas de la dinámica impuesta por éste.

En este plano es donde se inscribe perfectamente el mundo material y la esté-


tica arquitectónica (ad hoc con éste) propuesta por Le Corbusier, a saber:

• El urbanismo expresa la forma de ser de una época tetrafuncionalmente:


habitar, trabajar, recrearse (“en las horas libres”) y circular.
• La ciudad se define como unidad funcional.
• Es de las más imperiosa necesidad que la ciudad establezca su progra-
ma promulgando leyes que permitan su realización, previendo sus eta-
pas en el espacio y en el tiempo, uniendo con fecunda concordancia los
recursos naturales del lugar: la topografía del conjunto, los datos eco-
nómicos, las necesidades sociológicas, los valores espirituales.8

7
Sobre el origen de esta denominación deben considerarse las observaciones de Bolívar Echeverría según
las cuales existiría una doble temporalidad del proceso de reproducción social: 1) una perteneciente al
tiempo ordinario en la cual el sujeto social vende su fuerza de trabajo y 2) otra perteneciente al tiempo
extraordinario, que es el tiempo de la política, la fiesta, la festividad religiosa, etc.; o sea el tiempo en el
que el sujeto se puede reunir para hacer política [Notas de clase]. Asimismo, el término pseudoconcreción
se opone a otro: concreción. El primero perteneciente a la vida enajenada de la cotidianeidad capitalista:
el nivel de la práctica utilitaria, o bien, de la praxis fragmentaria de los individuos. El segundo es la
visión concreta de la realidad desmistificada, de la liberación del “objeto” (cfr. K. Kosík, Dialéctica...,
ed. cit.).
8
Le Corbusier, La carta de Atenas, (cfr. cap. 1 de este trabajo).

169
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

En este mismo nivel ha de ser leído el pensamiento de esta gran personalidad


de la crítica capitalista de las sociedades contemporáneas, Henri Lefebvre, quien
–como ya vimos– advirtió:

Ante el análisis crítico del sistema se revela estrategia, se devela como decisión (finalidad decidida),
proyecciones éstas sobre el terreno de la sociedad en la que tales decisiones estratégicas han sido tomadas.9

Este plano es el de la rotunda enajenación capitalista general o global de la


sociedad como un todo, es lo que le da el ser-allí al capitalismo en tanto aparien-
cia, “ambiente”, “atmósfera”, “espíritu”, etc., y esencia generales.
En conclusión, podríamos retomar las palabras de K. Kosík respecto a la rela-
ción hombre-sistema:

El hombre no es definido como es de por sí, sino en relación con el sistema. El problema originario no
consiste en saber qué es el hombre, sino en determinar cómo es el hombre, a fin de que el sistema de
relaciones económicas pueda ponerse en marcha y funcionar como un mecanismo.10

b) Se niega como sistema porque es el resultado de la lucha por la imposición


de diversos proyectos posibles, pero además y sobre todo, porque es una
tendencia que acomete con tal ímpetu que concede funcionalidad a todo el
proceso de reproducción social material e ideológicamente, creando las
condiciones técnicas y tecnológicas para la humanización del mundo (evi-
dentemente el espacio físico forma parte de esta dinámica), dando lugar al
paso de la realidad objetual (pseudoconcreta) propia de esta época irracio-
nal por antonomasia, hacia otra realidad objetiva (concreta) tendencialmente
más humana y racional constituyendo el claro-oscuro epocal del mundo
social. Este fenómeno de nuestro tiempo da lugar a los procesos de legiti-
mación y relegitimación constantes del capitalismo como sistema en as-
censo y no podría ser de otra manera si es que no quiere perecer como
víctima de su propia creación. Por otra parte, y en tanto que tendencia,
señala también la parte no realizada; aquella otra parte no sometida aún al
influjo devastador que, en buena medida, no es que “resista” a los embates
9
H. Lefebvre, (cfr. c. 42, cap. I).
10
K. Kosík, Dialéctica..., p. 10.

170
La ciudad contemporánea: estructura y sistema

del sistema sino que éste es insuficiente (incompleto) en tanto tal, como
para absorber por completo la realización de la vida social no-incorporada
o bien “insuficientemente” enajenada. Este hecho se observa con más cla-
ridad en tanto más nos acercamos al desarrollo desigual de manera endógena
y exógena a un proyecto de nación o país, cuando damos una mirada analí-
tica al desarrollo desigual entre naciones, más aún cuando nos acercamos
al diálogo entre ciudades y campos y logramos distinguir la subsunción del
campo a la ciudad, manifestación ésta de un proceso doble: inserción cul-
tural (material e inmaterial) del campo en la ciudad (genéticamente hablan-
do) y expansión de la vida citadina (urbana) en el territorio rural (campo).
Este proceso –debo insistir– es más claro en la misma proporción en que la
fuerza productiva (base técnica y tecnológica aplicada) no ha logrado edificar
el mundo material capitalista a su servicio. En una palabra: en tanto el
capitalismo es menos “desarrollado”, como en los países “tercermundistas”,
la estructura material económico-política es menos “eficiente” y “funcio-
nal” y el todo expansivo se vuelve un sistema fracasante, motivo de discurso
y por-venir.

3
La afirmación formulada anteriormente según la cual la ciudad es el sitio en el que
el todo económico se realiza como sistema; donde se expresa la vigencia del
proceso de reproducción social capitalista en cuanto tal, encuentra sus anteceden-
tes y su fundamento en las ideas de Marx, que podemos enumerar como sigue:

La ciudad es:

a) Concentración de la población
b) Concentración de los instrumentos de producción
c) Concentración del capital
d) Concentración del disfrute
e) Concentración de las necesidades
f) La política en general (el régimen colectivo): administración, policía, im-
puestos, etcétera.

171
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

g) La propiedad basada sólo en el trabajo y en el intercambio. Lo cual implica:

• flujo de mercancías incluyendo al trabajo mismo como fuerza produc-


tiva,
• la existencia de un mercado,
• el imperio del patrimonio-dinero y
• la subsunción del valor de uso al valor de cambio.11

Debemos enfatizar que gracias a estos supuestos y condiciones, es como el


ciclo de la reproducción de la riqueza capitalista se instala y optimiza el territorio
estructurando el espacio físico volviéndolo funcional para culminar de manera
inmediata su mecanismo de producción, distribución, cambio y consumo (P, D,
Ca, C). Esta eficiencia funcional se incrementará de manera proporcional inversa
al tiempo de duración del ciclo terminal, esto es, cuando la fórmula general del
capital (D-M-D‘) se cumple en el menor tiempo posible y la plusvalía se acre-
cienta al máximo. Expresado en términos matemáticos se podría decir:
Δ
⎛ 29í ⎞
⎜—⎟
⎝ 5í ⎠
Lim ————— =
8

t->o t o

⎛ 29
Δí ⎞
Donde: ⎜ — ⎟ = es la tasa de plusvalía y t es el tiempo de la duración total del ciclo de rotación del
⎝ 5í ⎠ capital global.

En tanto que la mediación física (D, Ca) se acorta más y, por tanto, se aproxi-
man los puntos terminales (P, C) del ciclo económico, las leyes del capitalismo se
cumplen y se realizan dando lugar a su perfeccionamiento completándose cada
vez más como un sistema mejor regulado. Esta tendencia será verificada una y
otra vez tanto en el espacio tridimensional como en el tiempo social y es en estas

11
K. Marx, La ideología..., ed. cit.

172
La ciudad contemporánea: estructura y sistema

dimensiones (las dimensiones de la existencia humana concreta) en las que se


manifiesta la duración del ciclo reproductivo cuyo lugar de máxima eficiencia y
funcionalidad es la ciudad. La ciudad, como lugar capitalista, es cortedad del ciclo
reproductivo de la riqueza económica porque ella misma es concentración de:

• La producción. En ella se concentra la producción no en sí misma sino


para sí misma y sólo gracias a que los otros momentos (D, Ca, C) se
localizan ventajosamente también allí, sin olvidar la gran fortuna de
tener un mercado de fuerza de trabajo abundante.
• La distribución. Regulada gracias a leyes políticas generales que en
última instancia incrementan la eficacia del ciclo reproductivo y, por
tanto, legitiman permanentemente su vigencia.
• El cambio. Gracias a que la ciudad o una buena parte de ella funciona
de manera dominante como lugar o sitio de inter-cambio.
• El consumo. Puesto que en ella se encuentra la población, allí se con-
centran también las necesidades (tanto su variedad como su invención)
del consumo como de su satisfacción cuantitativa y cualitativamente.

4
La ciudad deviene en sistema en la medida que el capitalismo se cierne sobre el te-
rritorio con fines de reproducción; esto se realiza gracias a la estructuración del
espacio social (tetradimensional) por la estructuración económica, primaria y
dominantemente, materializada en las estructuras mismas de la edificación de la
ciudad como ente orgánico funcional.
El hacer referencias a la materialización de la estructura económica no significa
que la estructuración del espacio tenga una configuración completamente defini-
da a priori, tal y como lo podría estar la estructura económica, pues, en rigor, ni
siquiera ésta lo está. Materializar la estructura económica no es edificar siempre
una materialidad social-histórica pantográfica, sino someter la edificación de la
sociedad a las leyes de aquella sólo como tendencia dominante; la estructuración
del territorio social no es la copia fiel, la expresión de la estructura económica,
sino la construcción de la materialidad social bajo las leyes de tal estructura do-
minante que requiere someter a todas y cada una de las manifestaciones sociales

173
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

dominadas en forma tendencial. La estructuración económica del sistema capita-


lista no es la edificación material de la eficiencia optimizable de ésta sometida a
las leyes de aquélla; es la construcción del zócalo social sobre el cual deben girar los
demás elementos periféricos, es y seguirá siendo una tendencia dominante, si es
que el sujeto social no quiere perder la búsqueda de la humanización del mundo.

5
El proceso de reproducción social es siempre más rico y más complejo que la
estructuración del sistema capitalista superimpuesto y en él habita siempre el prin-
cipio de esperanza para la construcción humana del mundo, la vida material y la
vida espiritual o intelectual abrigan en esta riqueza la posibilidad múltiple de su
realización.
Se puede decir, por lo tanto, y de acuerdo con Karel Kosík:

El romántico desprecio del sistema y de la abstracción olvida que el problema del hombre, de su libertad
y concreción radica siempre en la relación entre el hombre y el sistema. El hombre existe siempre dentro
del sistema, y como parte integrante de él es reducido a determinados aspectos (funciones) o apariencias
(unilaterales y cosificadas) de su existencia. Pero, al mismo tiempo, es siempre más que el sistema y —como
hombre— no puede ser reducido a él. La existencia del hombre concreto se extiende en el espacio com-
prendido entre su irreductibilidad al sistema o la posibilidad de superarlo, y su inserción de hecho o su
funcionamiento práctico en un sistema de circunstancias y relaciones históricas.12

III
La estructura y la ciudad. Momentos económicos fundamentales

1. El ciclo de la reproducción social de la riqueza en su función espacio-tiempo

La temática expuesta en este capítulo es, sin duda alguna, fundamental en tanto
que juega el papel central de toda argumentación general o global del funciona-
miento capitalista como entidad urbana. Es en esta exposición de procesos donde
se corre el riesgo de la esquematización o reducción no-dialéctica no sólo del
funcionamiento estructural capitalista sino –y esto es lo más delicado– del re-
duccionismo teórico del hombre al sistema. El reduccionismo real del hombre al
12
Idem, p. 115.

174
La ciudad contemporánea: estructura y sistema

sistema es el proceso de la enajenación o alienación capitalista, un proceso que


convierte al sujeto social en “objeto-capital” y “ser funcional” en tanto que capi-
talista enajenado o, diríamos, subsumido culturalmente (en esferas casi totales) al
sistema capitalista.
Hablar de “estructura urbana” es hablar de un funcionamiento interno de fe-
nómenos urbanos vinculados de manera dialéctica con el exterior, del funciona-
miento fundamental de la organización del sistema capitalista; es hablar del centro
capitalista como mecanismo globalizador que subsume en gran medida toda ma-
nifestación humana.
La organización de la estructura urbana como generadora de los fenómenos
sociales en su existencia espaciaria delimitada como territorio urbano, ha sido
realmente poco estudiada. La forma global de estos estudios pertenecen a Manuel
Castells en su libro La cuestión urbana.
Nosotros realizaremos un acercamiento que permita destacar la importancia que
tiene la identificación de la problemática económico-urbana desde los elemetos
que componen el ciclo general de toda actividad social compleja y que constitu-
yen momentos abstractos que, por ello mismo, se expresan de manera compleja.
A estas alturas del desarrollo capitalista como organismo omnipresente de la
vida social contemporánea, se da como una rotunda certeza que este régimen
atraviesa todas las esferas de la vida humana. Esta aceptación no haría más que
reforzar la idea según la cual existe en todos los niveles tanto de la imaginación
como de la vida objetiva. Al existir en forma global general, existe también, por
tanto, en todas las formas concretas de su reproductibilidad. Por ello haremos
referencia a esta forma de existencia global general re-conociendo la forma de su
existencia a modo de un sistema estructurado para su reproductibilidad.
Por sistema estructurado se entiende al modo en que el capitalismo se hace
presente como globalidad económica que se plasma y se materializa como pro-
yecto de reproducción de riqueza a todo el conjunto social, a toda la sociedad en
su conjunto, considerando en ella al espacio-tiempo de la reproducción social.
Para M. Castells pensar el espacio es analizarlo como expresión de la estruc-
tura social integrada por los elementos del sistema económico (producción, con-
sumo, intercambio y gestión), el sistema político y el sistema ideológico (cfr.
caps. 1, 5 de este acercamiento).

175
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

Para H. Lefebvre el capitalismo se define como el modo de producción en el


que domina la economía política y en el que existe una estructura social subordi-
nada a lo económico. Este último, como elemento dominante, se integra para
formar, de manera compleja, la estructura económica del capitalismo.13 La es-
tructura social está determinada por las relaciones de producción elaboradas como
relaciones de propiedad codificadas; de un lado –según H. Lefebvre– la burguesía
(comercial, industrial, y bancaria) y de otro, de manera heterogénea, los campesi-
nos y el proletariado, comprendiéndose así numerosas clases, fracciones de clase
y capas sociales. La estructura económica –establece Lefebvre en coincidencia
con Marx– consiste, ante todo, en la existencia de sectores de la producción que
el análisis separa en sector I y II –nosotros agregaríamos también el sector III–,
siendo el primero el que permite notables superganancias y el segundo el que
anima las grandes inversiones condicionantes de las coyunturas económicas al
mismo tiempo que la comprometen y amenazan.14
Centraremos la atención en los niveles más altos de generalidad para los cua-
les se manifiestan, en la abstracción, las características comunes de las sociedades
capitalistas contemporáneas y para las que el capitalismo se gesta y funciona como
sistema estructurado que totaliza y difunde sus dominios en las dimensiones de la
vida social (tetrafuncionalmente) cultural-material. Para ello nos basaremos en
la idea central retomada por Marx de los momentos económicos fundamentales
(P, D, Ca, C) de las sociedades capitalistas que estructuran de manera sistemática
la producción y reproducción de su existencia (cfr. “Introducción general de 1857”,
Grundrisse).

2. Ciudad y ciclo general de reproducción de la riqueza social

Una ciudad capitalista es la concentración, en mayor o menor grado, de las leyes


económicas vigentes en el proceso de reproducción de la riqueza social y, en esta
forma, de los momentos del ciclo reproductivo coexistentes unos con otros. La
ciudad es el lugar, el sitio del territorio, en el que los momentos del ciclo
13
Cfr. H. Lefebvre, et al. Estructuralismo y marxismo, Grijalbo (Colección 70), núm. 88, pp. 9-39: “For-
ma, función y estructura en El Capital”, México, 1970.
14
Idem, p. 34.

176
La ciudad contemporánea: estructura y sistema

reproductivo capitalista como tal para sí, se expresan de manera dominante o


débil según sea su grado de desarrollo dentro del universo capitalista urbano,
siendo diferenciables unos de otros y modificando o influyendo en la dinámica de
cambio del espacio físico de la sociedad.
Las ideas que de aquí pueden desprenderse son las siguientes:

a) Los momentos generales (P, D, Ca, C) del ciclo reproductivo son insepa-
rables y, por tanto, coexisten atribuyendo cualidades al espacio físico
citadino sobre el cual se erigen.
b) El espacio físico citadino en el que se expresa el ciclo reproductivo es
diferenciable en la misma medida en que es diferenciable también cada
momento del ciclo general.
c) La diferenciabilidad del espacio físico debida al emplazamiento citadino
de los momentos del ciclo de la generación de la riqueza social puede
expresar la dominación y, con ello, la subsunción de uno o unos momen-
tos respecto de otros.
d) La configuración física del espacio citadino puede expresar la subsunción
social a los momentos del ciclo de reproducción de la riqueza, pero la
vida material y espiritual de la sociedad no se reduce a ellos.

1
La producción crea los objetos que responden
a las necesidades; la distribución los reparte
según leyes sociales; el cambio reparte lo ya
repartido según las necesidades individuales;
finalmente, en el consumo el producto abando-
na este movimiento social, se convierte direc-
tamente en servidor y objeto de la necesidad
individual, a la que satisface en el acto del dis-
frute.

K. Marx, Introducción de 1857.

La necesidad de la existencia de los momentos reproductivos generales (P, D, Ca,


C) hacen de sí una necesidad funcional, cualidad primaria y fundamental del ca-
pitalismo y le otorgan su –ser ahí– como sistema.
177
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

En el grado actual del desarrollo de la civilización material capitalista resulta-


ría necio dudar de la existencia funcional de los momentos reproductivos que
hacen del ciclo de producción de riqueza un todo orgánico. Lo que no resulta
necio es considerar a tales momentos del ciclo como agentes modeladores del
espacio físico citadino. De esta evidencia se desprende una idea básica y central
para la aprehensión teórica de la ciudad contemporánea desde un punto de vista
físico-económico:
La ciudad es la coexistencia de los momentos reproductivos generales del
capitalismo como sistema (P, D, Ca, C), sin que coexistencia sea forzosamente
existencia adyacente de unos momentos respecto de otros sino, también, posibili-
dad de existencia simultánea en un sitio determinado del territorio citadino. La
ciudad es totalidad reproductiva respecto de sí misma y no fragmentación de uno
o varios momentos del ciclo económico solamente; se trata de una unidad y no de
una disociación.

a) Ciudad, consumo y producción


La ciudad es concentración de la población, de las necesidades y del disfrute
(esto es, del consumo) y, por ello, es concentración de la producción. El consumo
es el móvil de la producción pero el proceso inverso también existe, la produc-
ción crea el consumo y es móvil de éste.15
La ciudad es un hecho histórico, un resultado del devenir histórico y así una
consecuencia de la vida colectiva de individuos que coexisten en condiciones
históricas. La ciudad es ella misma materialidad histórica que se consume (nece-
sidad y disfrute) y producción histórica de tal materialidad.
Las necesidades de consumo crean objetiva y subjetivamente los objetos de la
producción. El consumo en y de la ciudad crea objetiva y subjetivamente los
objetos de la producción en y de ésta, se constituye como impulso y como finali-
dad.16
Los objetos creados en y de la ciudad en la producción son objetos (incluyendo
a la ciudad misma) determinados que deben ser consumidos de manera determi-
nada, es decir, no casual ni azarosa. La producción de objetos en y de la ciudad no
15
Cfr. K. Marx, Introducción..., pp. 40-44.
16
Idem.

178
La ciudad contemporánea: estructura y sistema

genera solamente el consumo de ellos sino también su modo de consumo, mol-


deando así la cultura del consumidor citadino.17
La idea conclusiva –siguiendo a Marx– sería la siguiente:
El individuo produce un objeto en y de la ciudad y, consumiéndolo, retorna a
sí mismo, pero como individuo productivo que se reproduce a sí mismo en y por
la ciudad.

b) Ciudad, distribución y producción


Entendida la distribución como el principio de acuerdo con el cual la masa de la
riqueza social es repartida entre los miembros de la sociedad, debe entenderse
también que la sociedad, vista globalmente, distribuye fundamentalmente trabajos
y disfrutes con base en tales principios distributivos y de acuerdo con los cuales
acontece el proceso de circulación de bienes. Pudiendo ser estos principios, no
necesariamente económicos sino religiosos, políticos, o de cualquier otro orden
consecuente con el juego de fuerzas que en la sociedad se impone sobre los otros
miembros. La sociedad posee así, un sistema, una institución distributiva.18
La relación entre producción y distribución es directa. Sólo pueden ser distri-
buidos los resultados de la producción (Marx). La distribución es ella misma un
producto de la producción objetiva y formalmente puesto que el modo determina-
do de participación en la producción determina las formas particulares de la dis-
tribución, la forma bajo la cual se participa en la distribución.19
Hablar de producción y distribución es señalar las instituciones que emplazadas
dentro del territorio citadino establecen el diálogo económico para la relación fun-
cional de tales momentos. Por una parte, de las edificaciones administrativas re-
guladoras de la producción y de sus vínculos con los demás momentos del ciclo
reproductivo y, por otra, las instituciones públicas y privadas que velan por la re-
partición o distribución pública y privada de los bienes producidos.
La separación física de las instituciones regidoras de la producción (los cen-
tros de producción) y las instituciones gobernadoras de la distribución es mera

17
Idem.
18
Bolívar Echeverría, notas del curso Capitalismo, historia y teoría, impartido en la DEP de la FE, UNAM,
1989.
19
K. Marx, Introducción..., p. 45.

179
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

autonomía aparencial, es mera ilusión física de la “neutralidad política” de las


instituciones regidoras de la distribución en el reparto de la riqueza social.
De esta forma, vista superficialmente, separada la distribución de la produc-
ción, aquélla aparece como distribución de los resultados de ésta. Pero –nos dice
Marx–, antes de ser distribución de los productos, ella es:

• Distribución de los instrumentos de producción.


• Distribución de los miembros de la sociedad entre las distintas ramas de
la producción (subsunción de los individuos a determinadas relaciones
de producción).20

Entendida analíticamente, la distribución aparece en el territorio de la ciudad


de manera múltiple como:

• Sitio de distribución de los medios de producción.


• Sitios en los cuales los medios de distribución son instalados (lugares
de la producción).
• Sitios donde la decisión de tal distribución es tomada (pública y privada).
• Distribución de los miembros de la sociedad en los sitios de las diferen-
tes ramas de la producción y en los lugares que pueden no ser los mis-
mos de la producción.
• Distribución de los centros decisorios de la distribución de los miem-
bros de la sociedad (públicos y privados).
• Distribución de las instituciones legisladoras de la distribución de la
riqueza social.

Vistos de esta manera, los lugares de la producción y la distribución no nece-


sariamente pueden estar reunidos, pero tampoco su separación es obligada.

c) Ciudad, cambio y producción


El cambio ocupa un papel central en la configuración física del territorio cita-
dino no sólo como mediación, sino cada vez más (en la medida en que la ciudad
20
Loc. cit.

180
La ciudad contemporánea: estructura y sistema

ocupa la función, en su territorio dominante o tan sólo en alguna parte) como una
esfera especializada:

El cambio es un momento mediador entre la producción y la distribución que ella determina, por un lado,
y el consumo por el otro, y en tanto que el propio consumo aparece también como un momento de la
producción, es evidente que el cambio está incluido en la producción como uno de sus momentos.21

El cambio es, pues, una función central en el mecanismo de corrimiento de


manos de los elementos de la riqueza en tanto que circulación de mercancías
dentro del territorio citadino.22 En esta forma, la función circulatoria como momen-
to determinado del cambio, o también como el cambio considerado en su totali-
dad (Marx), constituye un elemento del ciclo reproductivo que genera formas del
espacio físico citadino cuya finalidad y función es clara y especializada:

• Cambio de actividades y capacidades de producción.


• Suministro del producto acabado.
• Consumo directo in situ.23

Estas actividades son generatrices de tantas otras expresiones derivadas,


causales o casuísticas todas ellas:

• Circulación por el territorio citadino exógeno de los campos circundantes


hacia la ciudad, implicando:

— Uso colectivo de medios de circulación y de las vías que lo posibilitan.


— Uso privado de medios de circulación y de tales vías.
— Transportación de productos de los diferentes sectores de la produc-
ción hacia las ciudades usando vías y medios de transportación ad
hoc con las características de los productos.

• Circulación por el territorio citadino de manera endógena hacia los cen-


tros de consumo, implicando:
21
Idem, p. 49.
22
B. Echeverría, loc. cit.
23
Cfr. K. Marx, op. cit., p. 49.

181
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

— Uso colectivo de los medios de circulación o transportación y del


espacio físico citadino que posibilita esta función.
— Uso privado del transporte y de las vías públicas.

• Uso del suelo citadino para el inter-cambio de manera especializada de


tal o cual sitio, implicando una conversión de grandes zonas del territorio
de la ciudad en cuestión en gran mercado para el cumplimiento de esta
función (esto dependerá de las leyes que rigen la dinámica de cada ciu-
dad).

El resultado al que llegamos no es que la producción, la distribución, el cambio y el consumo sean idén-
ticos, sino que constituyen las articulaciones de una totalidad, diferenciaciones dentro de una unidad.24

Esta conclusión es válida también para el estudio físico del territorio citadino,
constituyéndose la ciudad como una tendencia real hacia esa unidad. La validez
de tal afirmación se funda, por una parte, en que todos y cada uno de los momen-
tos del ciclo reproductivo de la riqueza capitalista está presente en la dinámica de
las ciudades en mayor o en menor medida; y, por otra, esta mayor o menor medida
es la vara con la que se mide lo que podríamos llamar el grado de eficiencia
capitalista determinado por la funcionalidad de la ciudad como unidad, la cual
marca su existencia como sistema. Tal existencia depende, a su vez, del desarro-
llo de las fuerzas productivas capitalistas y, en tanto, del empleo de la técnica y la
tecnología para fines reproductivos cultural-civilizatorios de la sociedad en su
conjunto. Si esto se contempla dentro del desarrollo desigual del capitalismo de
manera global, aparecen como una tendencia general que se cierne sobre las ciu-
dades como un haz de luz que crepusculiza la opacidad nebulosa de la vida urbana.

2
Intentemos analizar el ciclo reproductivo de la riqueza capitalista abstrayendo
cada momento respecto de los otros.

24
Loc. cit.

182
La ciudad contemporánea: estructura y sistema

a) La producción y la ciudad

Individuos que producen en sociedad, o sea la


producción de los individuos socialmente de-
terminada: éste es naturalmente el punto de
partida.25

Podemos decir que la ciudad es un producto colectivo, un producto global de


hombres que producen en sociedad. Es un producto general por excelencia reali-
zado en condiciones históricas.
La ciudad como producto es históricamente un fenómeno concreto y trae, por
ello, implicaciones diversas:

• La ciudad aparece a distintos niveles de materialidad (nivel general,


particular y específico). De esta manera:
• La ciudad es una totalidad interiormente diferenciable.
• Al hablar de la ciudad, se está hablando de la ciudad en un estadio
histórico determinado.
• Si no existe la ciudad en general, tampoco existe la ciudad como
producto cultural global.
• La ciudad es la manifestación más cabal de la construcción colectiva
del mundo, un mundo histórico en el que la materialidad histórica: la
ciudad, es naturaleza transformada (objeto) y que el productor social
temporiza en humanidad histórica (sujeto).
• La transformación de la naturaleza como naturaleza social (ciudad) no
es posible sin la tecnología y la técnica como instrumento de tal trans-
formación.

Haciendo referencia a este nivel de existencia general de la ciudad podemos


acercarnos a los diferentes tópicos con los cuales frecuentemente se le asocia:

La posibilidad de la existencia de la ciudad, el plano sobre el cual la ciudad queda construida como tal, se
plantea en el interior de las condiciones materiales de la producción, es decir, aquellas condiciones defi-
nidas por la producción históricamente dominante.26
25
Op. cit., p. 33.
26
Cfr. Marino Folin, c. 124, cap. 1.

183
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

Esta idea de Folin está directamente vinculada con otra de Marx referente a
las condiciones generales de toda producción y que implica:

• Las condiciones sin las cuales no es posible la producción.


• Las condiciones que hacen avanzar en mayor o en menor medida a la
producción.27

De lo anterior tendríamos distintos aspectos relacionados con la ciudad y las


condiciones generales de la producción:

• La ciudad es el lugar del territorio sin el cual la producción capitalista en


cuanto tal no sería posible.
Esta afirmación es válida porque la ciudad es el lugar óptimo de resguardo de
las condiciones de existencia contemporáneas: concentración de la población, de los
medios de producción, del capital, de las necesidades de consumo, del disfrute,
de la política, de la propiedad basada en el trabajo y en el intercambio, etc. Por
tanto, la ciudad es lo que podríamos llamar el ambiente natural del capitalismo,
aquí se encuentra la mina social, económica e histórica para su existencia. Capi-
talismo y ciudad parecen formar la perfecta simbiosis civilizatoria del devenir
histórico como humanización del mundo. Por tanto, la ciudad es el hábitat ideal
del capitalismo y el mecanismo central de donde emana su dinámica social. Para
que tal dinámica sea posible, la ciudad en su conjunto debe recibir en su seno
todos los circuitos que hacen de su funcionamiento un “mecanismo”. Gracias a
esto en el cuerpo de la ciudad habita parasitariamente el capital imponiendo sus
leyes de reproductibilidad técnica, política y económica. Todos los circuitos del
complejo material citadino deberán ser conectados para un único fin: la funcio-
nalidad del mecanismo de reproducción de la riqueza capitalista en todos y cada
uno de los momentos de su ciclo reproductor (P, D, Ca, C) para la generación de
valor.
La ciudad es por excelencia el sitio del territorio donde se reúnen las condicio-
nes generales de la producción capitalista en cuanto tal, porque la densidad de po-
blación ahorra el gasto para la funcionalidad de las zonas de emplazamiento de
27
Idem, p. 36.

184
La ciudad contemporánea: estructura y sistema

centros productivos, de asentamiento del poder político decisorio de la distribu-


ción de la riqueza social y de la circulación territorial de los bienes producidos,
porque con esta concentración se aumenta el grado de eficiencia de uso del suelo
(para el ciclo reproductivo) y para el gasto técnico de transporte y construcción de
vías para ello. La ciudad en su conjunto ocupa este papel porque en ella y por ella
pueden ser conectados todos los circuitos económicos-materiales a la dinámica
económica.

• Cuando hablamos de eficiencia o grados de eficiencia estamos cayendo de


lleno en las “condiciones que hacen avanzar en mayor o en menor medida a la
producción” (Marx) y esto incide en el grado de organización de los elementos
materiales de la ciudad que incrementan su funcionalidad para fines de producción
de riqueza social. En este segundo orden se incluye la lógica de implantación para
la producción (acopio de la producción del sector 1 y organización productiva de
los sectores 2 y 3); así como el emplazamiento de las instituciones directrices
económicas y políticas; los mecanismos de circulación de productos (bienes) de
toda índole incluyendo los sujetos sociales; y la distribución territorial de los
centros de distribución y consumo tanto de productos como del espacio citadino
mismo.
Aludir a la ciudad como medio de producción, capital fijo o como mercancía
(cfr. M. Folin, c. 135, cap. 1), es aludir a un grado de generalidad sumamente
abstracto que en último de los casos apunta hacia la existencia de la ciudad como
mecanismo o lógica capitalista materializada en el territorio social edificado de
forma particular para fines reproductivos o devenido históricamente estimulando
tales fines (thelos).
Este thelos encuentra su fundamento teórico-ideológico en las palabras del
mayor arquitecto-urbanista del siglo XX, Le Corbusier, quien a manera de con-
signa, hace décadas decía (La carta de Atenas, cfr. c. 36, cap. 1):

Es de la más imperiosa necesidad que cada ciudad establezca su programa, promulgando leyes que permi-
tan su realización... Debe prever las etapas en el espacio y en el tiempo, debe unir en una fecunda concor-
dancia los recursos naturales del lugar, la topografía del conjunto, los datos económicos, las necesidades
sociológicas y los valores espirituales.

185
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

Agregando la tetrafuncionalidad de la ciudad (habitar, trabajar, recrearse y


circular) a su programa de actividades, pueden observarse, bajo todo el panorama
anterior, lo utilitarias que resultan ser las ideas lecorbusianas para la legalidad
económica y qué acertado es llamarle a este ideólogo argelino-francés: “padre del
funcionalismo urbano capitalista”.
Dicho sea de paso en este capítulo, la tetrafuncionalidad lecorbusiana es la
puesta en evidencia del reducto de vida al cual queda sometido el ser social con-
temporáneo cuando queda subsumido a la dinámica reproductiva de sus leyes
vigentes, haciendo de sí un “hombre unidimensional” (Marcuse), un hombre ena-
jenado a la vida económica, “homo oeconomicus” (K. Kosík) y reducido al sistema.
Hemos hecho referencia así, al nivel más abstracto y general de existencia
económica de la ciudad como una tendencia real unitaria, al nivel que H. Lefebvre
denomina superobjeto.28

b) La distribución y la ciudad

El principio distributivo real plasmado en el territorio e instalado en la vida material


de la ciudad es el resultado de la lucha por la imposición de proyectos distributivos
diversos de índole política y económica fundamentalmente (no olvidando el orden
religioso entre otros, por ejemplo). Aquí entramos a un terreno teórico sumamente
importante pues tocamos la médula decisoria del dominio y regimiento del cambio
material de las ciudades, lo que pudiéramos llamar la materialización resultante
de la lucha de clases. Elucidar en torno a esta temática fundamental desbordaría
los marcos de este acercamiento, pero dentro de éstos, podríamos señalar tres
aspectos consecuentes de tal problemática.

• Las luchas internas de los grupos hegemónicos capitalistas se manifiestan


como una gama de edificaciones de toda índole que legitiman al sistema al mismo
tiempo que a su propia presencia dentro del cuerpo de la ciudad, esta lucha inter-
na con frecuencia es “ocultada” con el antifaz de la competencia pero en realidad
desempeña un papel central en la valorización del suelo urbano de la ciudad,
siendo siempre su presencia particular y parcial. Su emplazamiento no es de nin-
28
Cfr. H. Lefebvre, De lo rural a lo urbano, p. 55.

186
La ciudad contemporánea: estructura y sistema

gún modo casual ni azaroso sino que obedece a las reglas de valorización del
suelo citadino geoeconómicamente diferenciado, condicionado con frecuencia a
tales implantaciones. Este acontecimiento es importante en lo que podríamos deno-
minar el fenómeno de tipificación zonal del suelo citadino y que consiste en la
“representación” de tal o cual lugar de la ciudad por una o varias edificaciones
urbanas.

• El resultado de la lucha de las clases subordinadas al control distributivo se


da generalmente frente al Estado y sus instituciones como mediadoras en la con-
frontación general. Es muy poco frecuente el enfrentamiento entre las clases sub-
alternas y los grupos económicos hegemónicos, a menos que éstos afecten el hábitat
social de aquéllas, siendo más bien una lucha por la preservación ecológica o del
mantenimiento físico del ambiente urbano. La lucha más álgida generalizable es
con el Estado y sus instituciones, e incide hacia la mayor apertura “democrática”
de las disposiciones de control administrativo y operante en la transformación
material de la ciudad o parte de ella. Estas luchas son el colchón sobre el cual se
tienden las disposiciones políticas del Estado y se materializan en el hábitat social
subalterno otorgándole mayor funcionalidad, legitimándolas como resultado “de-
mocrático” y relegitimándose a sí mismo como “benefactor” de tal materialidad.
La materialidad citadina de estas luchas puede aparecer como la edificación
de centros de beneficio “popular” (recreativos, administrativos, de salud, etc.)
como centros de desarrollo social subsidiados por el Estado y administrados por
éste o por las propias clases subalternas (autogestión). Estos fenómenos se pre-
sentan de diferentes formas en las diferentes ciudades, pero con mayor frecuencia
la materialización de la lucha en el territorio citadino se expresa como instalación
o mejoramiento de las condiciones del hábitat social (o como en la sociología
francesa se les denomina equipamientos colectivos: calles, parques, vías de co-
municación, servicios de agua potable y saneamiento, etc.).
Otro fenómeno no generalizable es el de la “toma de tierras”, o sea, la lucha
por la distribución de los grupos sociales en algunas porciones del territorio
citadino, ampliándose así la “periferia” social territorial de la ciudad. Tal proble-
mática acontece con frecuencia en las ciudades de los países de menor desarrollo.

187
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

• La puesta en marcha del proyecto de distribución está a cargo de todo el


aparato del Estado, el cual pone a su disposición el sitio o sitios que mejor le
convienen para la administración institucional de la riqueza reivindicándose una
y otra vez poniendo la técnica y la arquitectura a su servicio, legitimando su ima-
gen rectora gracias a la edificación y ordenamiento funcional del espacio citadino
elegido para cumplir con estas funciones.
La presencia del aparato distributivo institucional –si así pudiese denominár-
sele– puede aparecer en la materialidad citadina de diferentes formas. Entre ellas:

— Como el auspicio o autocompromiso en la construcción de edificios que


realzan la imagen o el espíritu de progreso capitalista ensalzando a todo
el orden social oficializado y apoyado por todo el bloque económico he-
gemónico, poniendo a su servicio diversas zonas de la ciudad.
— Modificación funcional del máximo nivel de agregación (La ciudad: L.
Benévolo) en el trazado de calles, vías de circulación, andadores, pasajes
comerciales, etc.; adecuando unidades completas o zonas prioritarias de
la ciudad en aquel compromiso legitimador.
— Construyendo edificios, vías de acceso, abriendo espacios, etc., que posibi-
litan la instalación de las sedes administrativas y de gobierno. Esta opera-
ción materializadora puede ser efectuada de manera concentrada o
distribuida en el territorio citadino en aras de una supuesta desconcen-
tración.
— Pueden también instalarse “centros de atención a la comunidad” como dádi-
vas estatales para el bien público repartidas en el complejo habitacional
de la población citadina constituyendo, en muchas ocasiones –lo que
podríamos denominar–, microcentros urbanos de servicio público, pero
que muchas veces fungen como centros de vigilancia del “orden” o de
información comunitaria de centro social.
— Asimismo pueden instalarse, bajo el auspicio institucional, la construcción
de parques y jardines que configuran de manera importante la estructu-
ración de la ciudad y con frecuencia revitalizan la presencia institucional
en ésta, sobre todo cuando se trata de móviles políticos parlamentarios o
electorales.

188
La ciudad contemporánea: estructura y sistema

— Mediante la construcción de monumentos se conectan entre sí arquitec-


tura (arte), ideología dominante (historia oficial), funcionalidad espaciaria
(planeación urbana parcial) y subordinación social (control político). Esto
es lo que realmente constituye buena parte de aquello que A. Rossi deno-
mina memoria histórica (cfr. Aldo Rossi, cap. 1).

c) El cambio, el consumo y la ciudad

La ciudad en el nivel de superobjeto (Lefebvre) es, por excelencia –desde el punto


de vista del cambio–, un hipermercado en el más amplio sentido del término:
mercado de fuerza de trabajo, mercado del suelo urbano, mercado de toda gama
de productos, etc. La ciudad es la porción del territorio que cumple con la función
general de lugar de inter-cambio (mercado), centro de distribución mercantil y
lugar donde se realiza la circulación de productos (función circulatoria).
La ciudad, en tanto que función de cambio y función circulatoria, es la por-
ción territorial donde confluye toda la gama de productos de los tres sectores de la
producción, es el lugar donde circula toda la producción social mercantil y es, por
antonomasia, la casa del capitalismo.
La ciudad, como lugar de intercambio, debe ordenar y estructurar su territorio
para cumplir mejor con esa función:

• Debe destinar zonas de su cuerpo territorial al “abasto” de la entidad


global, esto es, a la llegada desde el exterior de los productos comple-
mentarios de otras ciudades y campos.
• Emplaza y erige los sitios de cambio endógenos a todo lo largo y ancho
de su extensión geográfica distribuyendo las mercancías consumibles
por la sociedad especializando tales sitios y estructurando la materiali-
dad citadina.
• Como momento especializado concede funcionalidad al espacio urbano
citadino contribuyendo a su repetición cíclica, atribuyendo dinamismo
en el uso del suelo citadino. Este hecho es un “ahorro particular genera-
lizado” que “maximiza” el espacio y el tiempo de la reproducción del
ciclo de valorización.

189
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

La ciudad como lugar de flujo de productos (bienes), servicios y sujetos so-


ciales, además de cumplir con las funciones correspondientes señaladas antes,
cumple con lo que podríamos llamar supuestos citadinos de funcionalidad circu-
latoria. A saber:

• Distribución adecuada de los centros de consumo conforme a la densi-


dad de población y distribución geográfica de ésta.
• Existencia de las vías de acceso apropiadas. Para que éstas sean funcio-
nales deben contar con superficies de rodamiento óptimas para dejar
pasar con fluidez los transportes (mercantiles de uso colectivo y privado,
etc.), teniendo dimensiones adecuadas y sincronía en el tránsito vehi-
cular, cobertura de la totalidad del territorio citadino absorbiendo de
manera completa el aforo calculado para las horas de máximo flujo
(vehículos por minuto), entre otras cosas.
• Cobertura de la máxima demanda de transporte público en su dimen-
sión espacio-tiempo.
• Si a los centros de producción se les concibe también como centros de
cambio (mercancía dinero cambiada por mercancía fuerza de trabajo)
entonces el fenómeno se hace complejo y las redes circulatorias ad-
quieren también nuevas demandas de uso material. Otro tanto ocurre al
sumársele la visita (uso) a los centros de consumo colectivo (centros
comerciales) y privado (uso habitacional del suelo).

Si ahora vemos a la ciudad de manera contraria a como la hemos venido


abstrayendo, si vemos su generalidad particularizada funcionalmente, observare-
mos su papel de complejo de distribución: cambio y consumo simultáneamente.
La finalidad de esta caracterización no hace otra cosa que estar ad hoc con un
fenómeno fundamental de la materialidad de nuestro tiempo, la de un fenómeno
que produce y reproduce la “civilización”, el “auge” legitimador ideológico (sobre
todo) y coloca en un pedestal a este modo de producción, modo de cambio y
modo de consumo simultáneamente. En esto consiste la importancia primaria y fun-
damental de esta evidenciación, aquí radica quizá su trascendentalidad teórica,
ya que estos complejos comerciales o mercantiles son, de suyo:

190
La ciudad contemporánea: estructura y sistema

• Distribución. Porque su disgregación estratégica contribuye a la reparti-


ción no sólo de productos (bienes) sino a la del “espíritu mercantilista”,
y de nuevos modos de consumo (consumismo), a la reutilización mer-
cantil absorbente de la demanda consuntiva materializada en imágenes,
modas, sonidos, sabores, olores, etc., que es posible recibir y adquirir
bajo la forma del intercambio o de la promesa de pago (el crédito).
• Funcional-alienantes. A través del uso del suelo se adquieren imágenes
arquitectónicas alienantes del sujeto social cuya estructuración monumen-
tal pone, a través de la técnica, la naturaleza transformada a los pies del
capital; estructura del entorno físico a sus funciones, y las propias funcio-
nes del entorno giran respecto de él; estructura su propia configuración
físico arquitectónica bajo el mandato estratégico del comerciante con-
temporáneo: “el que no enseña, no vende”; instala adaptando y acondi-
cionando de manera espaciaria lugares de compra de productos y
servicios (el cambio propiamente dicho), y lugares para el consumo.
Establecen su propio programa interno conectado en paralelo con el de
la ciudad en su conjunto.
• Moda. Entendida no sólo como un fenómeno ideológico superestructural
que se inserta en la metafísica social, sino un verdadero fenómeno de
alienación material espacio-temporario que envuelve todo el complejo
comercial consuntivo, “ambientalizando” tecnológicamente arquitectura
y publicidad (cualitativa y cuantitativamente); superexplotando de forma
visual el consumo sexual femenino (el pansexualismo freudiano nunca an-
tes en la historia tecnológica había tenido tanto éxito como en nuestro
tiempo). No podemos olvidar que por moda, el fenómeno no se limita
al vestido o al arreglo corporal individual del sujeto social, sino a toda la
vida material de la sociedad capitalista; podría decirse que la moda es
la legitimación material (reivindicación) sincrónica de la civilización
histórica dominante, esto significa su tipificación.
• Cambio. En este tipo de complejos comerciales se suministra la mayor
diversidad de productos que actualizan la curiosidad consuntiva del ha-
bitante citadino a través de las más sofisticadas técnicas de exhibición
mercantil en las que aparadores, catálogos, espacios estructurados y pre-

191
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

sentadores (vendedores), forman un todo sincrónico que otorga com-


placencia y poder de convencimiento consuntivo: la alienación de la
necesidad y la necesidad alienada al complejo estructurado.
• Consumo. En estos complejos comerciales el individuo social puede
gastar sus energías residuales, sobrevivientes aún después de la salida
de los centros de trabajo. Estos complejos comerciales, dentro del ho-
rario de la actividad social, cumplen el papel de centros de plusconsumo
(resaca consuntiva) en los que se gasta el plus de salario cotidiano; y
dentro del calendario social ocupan el papel de sitios alternativos de
uso material de la ciudad. En la temporeidad social ocupan esta dupli-
cidad funcional convergente y diferenciable. Tienen en común el ser
sitios de gasto del tiempo social extraordinario (es decir, el de la fiesta,
el uso espaciario, el consumo suntuario, etc.)29 cotidiano (horario) y
extracotidiano (festivo).

Es evidente que el aspecto fenoménico del consumo en y de la ciudad no se da


sólo en estos centros de intercambio y complejos consuntivos; rebasa enteramente
sus marcos generando en ello fases de consumo dentro y fuera de la legalidad
económica. El influjo de lo que podríamos denominar legalidad consuntiva abar-
ca todos los rincones de la vivencia territorial citadina, pero ésta no queda some-
tida completamente a aquella. Tal incompletitud articula procesos no-económicos
que configuran otro tipo de fenómeno del consumo material urbano que, por quedar
fuera de este dominio, proyectan fuerzas y acontecimientos diversos que requie-
ren de otro tratamiento distinto al de este acercamiento.
Antes de terminar con este apartado debe señalarse que el aspecto fenoménico
del cambio se traslada a todos los centros locales que, como los complejos men-
cionados, sintetizan de manera delimitada el proceso de intercambio sobre gran
parte de los rincones sociales de la ciudad. Cuando estos sitios no toman esa
forma, se muestran bajo la apariencia de “mercados” o sitios itinerantes de inter-
cambio, si bien no tienen la figura de “ambulantaje” o lumpencentros pendencie-
ros, como en gran cantidad de países de bajo desarrollo se hacen cada vez más
frecuentes.
29
Bolívar Echeverría, notas...

192
La ciudad contemporánea: estructura y sistema

3
Es posible que en una ciudad domine uno o varios momentos del ciclo general de
producción de riqueza. Cuando esto ocurre, la ciudad adquiere una función espe-
cializada dentro del conglomerado general de ciudades –o, si se quiere, sistema
de ciudades– que entretejen la red urbana del territorio de un país o región sub-
continental, continental o mundial. Cuando esto ocurre pasa a formar parte de lo
que se conoce como división internacional del trabajo, pero atendiendo al mo-
mento dominante del ciclo, y desde un punto de vista físico, podría denominársele
especialización funcional del territorio.
En este acontecimiento material de reproducción de la riqueza se pone de
manifiesto el juego de fuerzas económicas y el desbalanceo entre ellas que, como
parte de su lucha hegemónica, obedece también a las condiciones materiales (am-
bientales) que ofrece o favorece la ciudad en cuestión debido a su implantación
industrial (producción), política (distribución), comercial (inter-cambio) o turís-
tica (consumo suntuario).
Tal predominio “desbalanceado” del ciclo puede ser resultante de fuerzas di-
rigidas como:

a) Políticas de desarrollo o crecimiento económico especializadas e inductoras.


b) La explotación de recursos naturales propios al sitio del emplazamiento
urbano.
c) Imposición de un grupo hegemónico de orden económico específico.
d) Consecuencia del desarrollo social histórico cultural.

Este fenómeno urbano, como inductor, es lo que en los términos de la pla-


neación económica urbanística se conoce como “polo de desarrollo” y no es más
que una modalidad de la dinámica del ciclo reproductor de la riqueza social bajo
la forma de función superimpuesta o resultante del juego de fuerzas participantes.
La especialización funcional citadina no significa –de ningún modo– el abandono
del ciclo económico completo, ni tampoco la desaparición de la materialidad del
resto de las funciones del conjunto orgánico (ciudad), sino de un fenómeno que
podemos denominar subsunción funcional de la materialidad económica, el cual

193
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

viene acompañado del surgimiento parcial del ciclo económico y la ocultación


aparente de el o los demás momentos de reproducción de la riqueza.
En este ocultamiento-desocultamiento se expresan las transformaciones del
territorio urbano fundamentales en la instalación-estructuración del espacio físi-
co citadino, se adecuan todas las vías y canales del hábitat social al telos global de
la ciudad. Hecho tal que trasciende, a su vez, todos los órdenes de la vida social
en sus dimensiones fundamentales espacio-tiempo-significatividad.

194
EPÍTASIS

ALCANCES DE LA CIUDAD CONTEMPORÁNEA EN LA VIDA SOCIAL

Con la ciudad ocurre lo mismo que con todas las cosas


sometidas a un proceso irresistible de mezcla y conta-
minación: pierden su expresión esencial y lo ambiguo
pasa a ocupar el lugar de lo auténtico. Las grandes
ciudades, cuyo poder incomparablemente apacigua-
dor y estimulante encierra al creador en un recinto de
paz, y, con la visión del horizonte, también logra qui-
tarle la conciencia de las fuerzas elementales siempre
en vela, aparecen penetradas e invadidas por el cam-
po en todas partes. No por el paisaje sino por aquello
que la naturaleza libre tiene de más amargo: la tierra
laborable, las carreteras, el cielo nocturno no cubier-
to ya por el temblor del velo rojizo. La inseguridad,
incluso de las zonas animadas, sume por completo al
habitante de la ciudad en esa situación opaca y abso-
lutamente aterradora en la que, bajo las inclemencias
de la llanura desierta, se ve obligado a enfrentarse a
los engendros de la arquitectura urbana.

Walter Benjamin, Dirección única

1
El drama social material de la civilización contemporánea es el drama de la ciu-
dad, el drama de su totalización. Este último consiste en la tendencia expansiva
general de la ciudad a escala planetaria, siendo tal globalización la expresión
fenoménica de la urbanización y ocultamiento de su esencialidad histórica: el uso
parasitario del territorio social. Es fenoménico porque en su manifestación se
expresa el claroscuro de los modos de uso del territorio habitable proyectados en
múltiples formas de la cultura capitalista contemporánea:

a) Multiplicidad de formas de expresión culturales singularmente materiali-


zadas en el uso del territorio urbano ante todo en su arquitectura monu-
mental.
195
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

• particularidad generalizada como unidad de uso-función del trazo y


estructuración del espacio urbano capitalista. Las funciones que particula-
rizan al capitalismo como sistema (P, D, Ca, C) se generalizan mun-
dialmente y uniformizan (“ahorran”) a las ciudades, usos y costumbres.

b) El territorio nacional generalizado (inter-nacional) se ordena configurando redes


urbanas para su utilización completa. La inter-comunicación es el producto
tecnológico y mecanismo de funcionamiento espacio-tiempo del cuerpo
planetario de la ciudad y lo urbano (sistema circulatorio). Inter-comu-
nicarse es establecer el diálogo ininterrumpido entre ciudades y campos
como flujo continuo de modo de producción, distribución cambio y consu-
mo, así como producción y reproducción de cultura material-civilizatoria:

• Flujo constante de productos y sujetos sociales hacia la concentración


del disfrute, etc. (las ciudades). Adquisición de modos de ser (existencia
social material y espiritual) urbanos y diversificación de las costumbres
y cultura citadinas en general mediante la fusión cultural étnica de los
sujetos que arriban a los conglomerados sociales diversificando, a su
vez, su problemática. Tal complejo fenoménico constituye, por ejem-
plo, parte de la llamada campesinización de las ciudades.
• Flujo ininterrumpido de imágenes a distancia (productos audio-televi-
sivos), formas y modos de consumo. Flujo de productos tecnológicos
que modifican el uso y consumo del territorio rural. Este último como
espacio territorial interurbano es mero reservorio de las ciudades y su
carretera hacia la ciudad, es mero andador urbano o urbano-rural. Es
urbano-rural porque vuelve híbrido su modo de uso-consumo territorial
material con edificación (instalación), estructuración, funcionalización
del espacio-tiempo social y modo de socialización de la materialidad a
imagen y semejanza citadinas. Este otro complejo fenoménico consti-
tuye parte de la llamada urbanización del campo.

Además de la diversificación funcional del territorio a escala planetaria (su espe-


cialización inter-nacional) se gesta intra-nacionalmente su eficienticidad territorial

196
Alcances de la ciudad contemporánea en la vida social

aprovechando condiciones ambientales topogeográficas, climáticas, étnico-civi-


lizatorias, etc., con el único fin de “aprovechar las riquezas naturales regionales”
y explotarlas “racionalmente” (“planeación regional”) en “beneficio social”, esto es,
como “incremento de la riqueza social regional o global nacional”; a todo esto se
agrega una secuela de formas físicas del espacio regional condicionadas o deter-
minadas política y económicamente, teledirigidas desde los centros políticos asen-
tados en las concentraciones urbanas de las ciudades. La región es la forma o
modo particular de uso de una porción del territorio nacional capitalista engrana-
do al mecanismo general del cuerpo territorial. Su configuración es la adaptación
particular edificatoria del espacio físico a los mecanismos de reproducción de
riqueza capitalista e instala un determinado complejo tecnológico para fines re-
productivos y en esta forma se re-produce generando el desarrollo regional pro-
ducido por esta tendencia a su servicio.

c) En el diálogo de ciudades y campos se expresa la tendencia general de sub-


sunción del campo a la ciudad. Es una tendencia porque gracias a que hay
zonas o regiones del planeta menos desarrolladas tecnológica y económi-
camente que otras, existen ciudades que no logran “someter a su volun-
tad” a sus campos, lo que significa que no han logrado industrializarlos
ni urbanizarlos, ni sus políticas han sido del todo impuestas, presentándose
así, lo que podríamos denominar, una subsunción diferencial; algo que quiere
ser pero no es de manera completa en el espacio físico supranacional.

Por otra parte es subsunción del campo a la ciudad porque su organicidad


responde, está programada y configurada gracias a las disposiciones políticas y
económico-tecnológicas de ésta. El “programa” campirano funciona gracias a su
conexión con el mecanismo de la ciudad y hasta puede ser parte de él. Físicamente
el campo es un apéndice de la ciudad, su patio trasero. Atendiendo a la industria-
lización, la del campo es la puesta en el suelo del aparato tecnológico productivo
cuyo fin es la explotación artificial de la riqueza natural (social-natural) territorial
y, por tanto, se convierte en extensión periférica de la relación fenoménica indus-
trialización-urbanización. Atendiendo a la urbanización, el campo es funciona-
lización tecnológica del suelo (instalación, construcción y adaptación del espacio
físico) para la habitación capitalista y reproducción de la riqueza social.
197
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

Es también subsunción porque la vida campirana está decidida o dirigida po-


lítica y económicamente desde la ciudad. El campo “obedece” a las necesidades
de la ciudad y responde a lo que constantemente está solicitando ésta. El aparato
tecnológico instalado en el campo para la producción y distribución de productos
agrícolas no es una necesidad de sí mismo, sino necesidad de la ciudad, pues sólo
en esta medida “justifica” una instalación tecnológica, justifica tal o cual organi-
zación social para producir y su programa de funcionamiento.
El hecho más dramático de este diálogo enfrentado entre ciudades y campos
consiste en un proceso paradójico: con la subsunción completa (física, económica,
política, etc.) del campo a la ciudad, la terminación de su oposición será completa;
esto significa su desaparición, por lo que la contradicción campo-ciudad desapa-
recerá con la desaparición del campo.

2
Entendida la ciudad como mercancía-producto global, ella cumple con esa dupli-
cidad que el capitalismo le confiere a toda la producción mercantil. Por un lado es
valor y por otro es valor de uso. En tanto que posee valor es producto para el
cambio y tras esta forma de comportamiento estructura todo un complejo feno-
ménico derivado: el territorio de la ciudad es un producto vendible o comprable
de acuerdo con las leyes zonales de valorización del suelo conforme a una dife-
renciabilidad estratégica de valorización del espacio físico estructurado o edificado
conforme a un proyecto de valorización funcional del espacio material edificable.
Lo que hemos denominado diferenciabilidad del espacio físico citadino es la
manifestación material (resultante) de un complejo de fuerzas sociales económi-
cas que al mismo tiempo que usan el suelo, lo cambian como bien, en tanto que
espacio físico habitable o como parte de las condiciones generales para la pro-
ducción.
El territorio citadino en calidad de bien obedece a reglas y cumple con requi-
sitos sociales para el uso:

a) Como valor, puede ser comprado de acuerdo con la posibilidad de ser


adquirido como una porción de terreno que será diferente en precio en
tanto sea diferente la ubicación de éste a lo largo de la configuración

198
Alcances de la ciudad contemporánea en la vida social

zonal de la ciudad de acuerdo con condiciones topográficas, microclimá-


ticas, económico-comerciales (industriales, financieras, etc.), políticas o
–dicho en términos weberianos– de prestigio social.
Dada esta diferencia de poder adquisitivo del suelo citadino, aparece
ante nosotros lo que podríamos denominar una diferenciabilidad adqui-
sitiva del suelo urbano conforme a las distintas formas de posibilidad
económica de los distintos grupos hegemónicos (política y económica-
mente) traducidos a posibilidades de compra de suelo y espacio edificado.
Aquí se devela ante nuestros ojos un problema teórico sumamente im-
portante:
Si nos sujetamos de manera ortodoxa y dogmática a la teoría marxista
no distinguiríamos más de tres posibilidades de diferenciabilidad del espa-
cio físico, de acuerdo con las tres clases sociales existentes los burgueses
(industriales, usureros, banqueros, etc.), los terratenientes (industrializa-
dores del campo, etc.) y los proletarios. La ciudad edificada sería clara-
mente diferenciable social y materialmente, sin embargo, la posible
diferenciación no es tan simple, puesto que aquí intervienen múltiples
elementos de la hegemonía político económica de la sociedad, siendo
necesario recurrir a conceptos más flexibles pero no por ello menos críti-
cos. En esta parte del discurso la teoría weberiana tiene mucho que decir-
nos en lo referente a la estratificación social en términos de “competencia”,
“lucha por el mercado”, o “búsqueda del prestigio social”, etc. La estrati-
ficación política, económica y social es la ilustración argumental de la
estratificación material –si se permite la expresión– de la ciudad, hecho
que nos induce al develamiento de la diferenciabilidad del territorio
citadino y con ello a la diferenciabilidad de buena parte de los usos del
suelo urbano.
b) A propósito de un posible aporte de Marx-Weber a la comprensión de la
ciudad, tenemos la idea del prestigio social. Dicho concepto consistiría en
la aprehensión de un fenómeno transhistórico que ha acompañado a la
desigualdad social y a la lucha de clases y que consistiría, grosso modo,
en la exaltación ideológica, política, religiosa o económica de los indivi-
duos que tienen el control o la dirección de esos órdenes estableciéndose

199
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

lo que podríamos llamar niveles de poder. Tal exaltación es el culto ego-


céntrico del poder, autovalorización del poder ideológico y material en el
que el prestigio social no es sólo de orden subjetivo sino que también
abarca la vida, la cultura y su civilización material. En la vida social
moderna la exaltación de esta estratificación del poder material y la
diferenciabilidad del prestigio social se rige bajo el siguiente apotegma:
dime dónde vives y te diré quién eres.
No es posible dejar de mencionar a la legitimación como un concepto
weberiano que es ilustrativo de la materialidad social, sobre todo cuando nos
acercamos a la argumentación crítica de la –podríamos decir– arquitectu-
ra oficialista o que se oficializa de manera institucional en los diferentes
grupos de poder que deben materializar su dominio ideológico, político o
económico, oficializando materialmente a su vez las diferentes zonas del
territorio citadino poniendo a sus órdenes la tecnología y estructurando la
historia (oficial), la funcionalidad material y la estética (arquitectura).

El camino hacia el estudio de la materialidad concreta se vislumbra mejor tras


las consideraciones bocetadas y se preparan algunas otras formas de acercamiento
a los llamados niveles de agregación máximos (la ciudad en sí) y mínimos (uni-
dad de habitación y la casa) (L. Benévolo); asimismo, no se hace otra cosa que
conducir irremediablemente a lo que podríamos denominar: crítica de la mate-
rialidad concreta. Es crítica porque pregunta radicalmente por la esencia, sentido
y apariencia de la funcionalidad y develamiento de la existencia social-material
de los objetos prácticos en sus distintos niveles de expresión; singular (todo tipo de
objetos separados del conjunto: un monumento, una mercancía, una casa, etc.),
particular (una unidad de habitación) o global (la ciudad en general). Es concreta
porque en ella confluyen funcionalmente necesidades de la reproducción social
capitalista y tantas otras que calladamente retrotraen funciones arcaicas trans-
históricas potencialmente presentes en los objetos prácticos. Podríamos formular
preguntas que conduzcan hacia el develamiento de la –podríamos decir– esencia-
lidad social material:

200
Alcances de la ciudad contemporánea en la vida social

• Del nivel singular (la habitación): ¿Por qué reina la forma mercantil
rectangular de los mínimos elementos funcionales (sala de estar, come-
dor, baño y w.c, cocina, dormitorio)? ¿Qué papel desempeña la arqui-
tectura doméstica en la reproducción de la individualidad hacia la familia
y de ésta hacia la socialidad exterior? ¿Es posible otra organización del
espacio habitable supracapitalista y cómo se prefiguraría críticamente?
• Del nivel particular: ¿Cuál es el papel de la calle en la socialidad mate-
rial y de qué manera la vía pavimentada niega esta posibilidad? ¿Cómo
tendría que ser ésta (la calle) para articular materialidad social y materia-
lidad técnica (automóviles, etc., vs. socialidad). ¿Cómo debe organizarse
el nivel mínimo de agregación (unidad de habitación) para generar
habitación y vida social? ¿Cómo se articulan o deben articularse arqui-
tectura colectiva (la llamada arquitectura del paisaje), esteticidad do-
méstica contemporánea y funcionalidad material para generar un estado
de bienestar material y psicológico?
• Del nivel general: ¿Contribuye la arquitectura (estructuración del espacio)
de la ciudad a la creación de lazos de socialidad mediante la promoción
operante de uso y consumo de su espacio material edificado? ¿De qué
manera la ciudad confirma o niega la socialidad de sus habitantes en-
samblando funcionalidad técnica y humanización social? Etcétera.

Vida material (habitación y hábitat social) y ciclo de reproducción de la riqueza


capitalista se estructuran para dar forma concreta al espacio citadino. Tetrafuncio-
nalidad estructural capitalista (P, D, Ca, C) y tetrafuncionalidad social capitalista
(habitar, trabajar, circular y recrearse –LeCorbusier–) se entretejen configuradas
y configuradoras del territorio citadino para dar paso y continuidad a la vida ma-
terial de la sociedad: historia material y cotidianeidad tienen lugar en este sitio del
discurso crítico, el orden del discurso estructural da paso a la crítica de la socialidad
en cuanto vida material intersujética.

3
La comprensión de la socialidad material citadina contemporánea comienza con
el análisis de la funcionalidad social en su modalidad funcional-capitalista. Es el

201
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

develamiento del programa de funcionalidad impuesto estructuralmente por la


dinámica particular de la ciudad acorde con su ciclo reproductivo –del cual Le
Corbusier es el más ferviente “diseñador” de nuestro tiempo (cfr. cap. 1, c. 36).
Asimismo es develamiento del mecanismo de la ciudad como máquina (aludiendo
a M. Folin, cfr. cap. 1).
A la funcionalidad espaciaria de la ciudad se intercala, o mejor, se incorpora
simultáneamente un orden temporario del programa de la reproducción social. El
esquema lecorbusiano es claramente ilustrativo: “la jornada solar de 24 horas,
ritmo de la actividad de los hombres” (cfr. cap. 1, c. 31).
La funcionalidad capitalista de la materialidad social o de la socialidad material,
se configura con lo que podríamos denominar espaciareidad estructural, de una
parte, y por la temporeidad estructural, de otra. Por espaciareidad estructural en-
tendemos al espacio físico construido para la reproducción social en la que la
estructura capitalista es dominante, es ama y señora de la funcionalidad material.
Por temporeidad estructural entendemos al tiempo de la reproducción social en
que las relaciones intersujéticas se encuentran subsumidas a la reproducción de la
riqueza capitalista en cuanto tal (reproducción del valor). En este espacio y en
este tiempo el sujeto es o se comporta como sujeto estructural (homo oeconomicus:
Karel Kosík) subsumido al sistema.
El programa de la socialidad urbana citadina se rige por la puesta en el espa-
cio y en el tiempo del sistema-estructura capitalista y del sujeto social en esta
materialidad.
Reproducción social capitalista y vida material se unifican desdoblándose en
el horario cotidiano diferenciable como:

a) socialidad ordinaria o cotidiana (estructural) y


b) socialidad extraordinaria (metaestructural).

a) Durante la socialidad ordinaria (estructural) el hombre reproduce su vida


social subsumido al complejo material tecnológico-estético en cuya operatividad
el espacio y el tiempo estructurales se subjetivizan en el individuo operando deci-
sivamente todo su discurso sobre su conciencia y su objetividad generándose toda
la gama compleja de fenómenos semióticos urbanos como:

202
Alcances de la ciudad contemporánea en la vida social

• Alienación del sujeto al funcionamiento de las edificaciones-estructuras: ubi-


cación, distancia, desplazamiento interedificatorio, etcétera.

• Sometimiento a los horarios de funcionalidad ordinaria (cotidiana) de las


edificaciones estructurales (fábricas, oficinas, bancos, carreteras y vías de
circulación vehicular primaria) y para-estructurales (unidades habitacionales,
parques, andadores, transportes, escuelas, etc., y todo aquello que facilite la
reproducción de la riqueza capitalista). En todos estos lugares el sujeto so-
cial deja de ser sujeto y se convierte en objeto de movilidad y víctima de la
funcionalidad por la funcionalidad.

• No puede dejarse de mencionar la alienación del hombre al automóvil. Tal


alienación se presenta de varias formas:

–Reducción material (física) del espacio citadino, la calle, hasta un míni-


mo necesario o a veces indispensable para la circulación humana sobre
líneas de desplazamiento hasta puntos determinados, las esquinas. Tal
trayectoria no es otra cosa que la vivencia lineal del espacio circulatorio
citadino haciendo del hombre, en el más estricto sentido del término, un
hombre unidimensional. El sujeto en circulación (por la llamada vía pú-
blica) cede la inmensa mayoría del espacio circulatorio a la máquina, al
automóvil.
–El uso capitalista del automóvil, como tal, vuelve a la transportación,
cada vez más, en un asunto de vida privada, individual. Esto hace del
espacio de transportación una solicitación constante y creciente de ope-
ratividad (mejor superficie de rodamiento y mayor longitud de
pavimentación, etc.) tecnológica, convirtiendo a la ciudad de manera cre-
ciente en una inmensa red de circulación que niega constantemente el
espacio natural o social natural, se vuelve un ente contra-natura, aun sin
considerar los estragos ecológicos que el motor de combustión interna
causa al ambiente social).
–El sujeto social se subsume a la máquina automotriz de dos maneras:

203
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

i) Se somete a su espacio y a su tiempo (calles, viaductos, semáforos,


etcétera).
ii) Se somete al sentimiento de necesidad y a la necesidad misma del
automóvil para poder ser un habitante citadino. Para este último el
tiempo corre deprisa por el pavimento, además la ciudad en tanto
que producto social global para el consumo produce la necesidad
espaciaria para su consumo y produce también –y esto es lo funda-
mental– el modo de ser consumida. Causas y efectos se materializan
como entelequias de la fascinación de nuestro tiempo.
–Con el automóvil se manifiesta la forma tecnológica doméstica de la
valorización, el uso irracional (privado) del territorio citadino y la subor-
dinación objetiva y subjetiva coetánea del hombre a la máquina.

• El discurso de la materialidad citadina es el discurso materializado de la


valorización fetichista:

–Rigurosidad del ángulo recto y verticalidad edificatoria, forma y exis-


tencia material se unifican en la producción de valor.
–Espacio estructural y circulación material es “libertad” consuntiva. Li-
bertad visual electora del consumo: si la ciudad en general existe como
producto, como máquina, como mercancía o como mercado, también
existe como anuncio comercial publicitario (afiche, luz, sombra, color e
imagen). La ciudad es un anuncio en el más amplio sentido del término,
es el anuncio de nuestra época.
–Propaganda mercantil y mercado-tecnia tienen a la ciudad como su me-
dio y su fin, es su stand, aparador y pasaje comercial.
–La ciudad es el sitio de exhibición global en el aparador más grande del
conglomerado social.

• La ciudad es cosificación del sujeto social porque:

–Traslada al sujeto a un segundo plano de materialidad circulatoria.

204
Alcances de la ciudad contemporánea en la vida social

–Edifica construcciones sobre la capacidad consuntiva y de valor de uso


material, pisoteando su uso social espiritual, esto es, indiferentemente
de las capacidades y necesidades de uso-consumo sociales infravalorando
su desarrollo espiritual-cultural.
–Utiliza el pansexualismo para explotar el cuerpo e imagen femeninas
para el consumo irracional mercantil de la totalidad social.
–Edifica y estructura “monumentalmente” arquitecturas ajenas a los valores
culturales-civilizatorios despreciativos de la etnicidad y riqueza social
espiritual.
–Instala de manera superimpuesta figuras de la dominación, a través de
toda clase de monumentos y edificaciones indiferentes de la desigualdad
social.
–Domina irracionalmente la naturaleza, fuente de toda vida y riqueza social.
–Somete de manera irracional a la generación de vida social en sus campos
periféricos, etcétera.

b) Durante la socialidad extraordinaria (potencialmente metaestructural) el


sujeto tiene la posibilidad y, por tanto, puede “optar” por la utilización del espa-
cio y el tiempo estructurales sometido (pues no tiene otra alternativa consciente)
inercialmente a su dinámica y las transnaturaliza prefigurando, lo que podríamos
denominar, la relatividad material del espacio-tiempo de la socialidad (afirma-
ción-negación crítica de la civilización material humana).
Gracias a que el sujeto social conoce y reconoce cotidianamente el espacio
estructural, gracias a que ilusoria y alienadamente lo hace suyo (lo habita: Hei-
degger), lo vive de manera temporaria y resguarda, junto con él, la posibilidad de
usarlo alternativamente.
Vivir cotidianamente el espacio-tiempo estructurales, es existencializar su or-
dinariedad gestando las bases para una posibilidad diferente de re-utilización.
Esto se perfila, por un lado, como la búsqueda alienada de la amplia gama de fi-
guras del uso/consumo espacio-tiempo pero, por otro lado, abre el abanico de las
formas posibles des-alienadas de este uso/consumo. El primero es diversidad co-
tidiana de la vida ordinaria, en cuanto al segundo, es utopía y esperanza.

205
APÉNDICES
APÉNDICE 1

LA TÉCNICA. DOS FORMAS DE ACERCAMIENTO A SU DEFINICIÓN:


HEIDEGGER Y MARX

Para este acercamiento acudimos a dos pensadores del problema de la técnica: a


Martin Heidegger y a Karl Marx. Recurrimos a su pensamiento mediante la con-
sulta de, fundamentalmente, dos de los trabajos que aportan elementos importan-
tes para la comprensión de los conceptos de técnica y tecnología que queremos
revisar: “La pregunta por la técnica” y El Capital (capítulo 13). Se debe mencio-
nar la importancia de recurrir a las fuentes originales que forman parte de las
obras de estos dos autores pertenecientes a nuestra época, la época moderna. La
agudeza de las apreciaciones en ambos autores no se puede pasar por alto, muy a
pesar de que quien escribe se sitúe en algún lugar recóndito de las concepciones
diversas de la ideología, la ciencia y la filosofía, todas ellas con alguna manifesta-
ción e implicación política.

I. A propósito de “La pregunta por la técnica”, de Martin Heidegger

Preguntamos por la técnica si preguntamos lo


que ella es [...] Preguntamos por la técnica y
deseamos así preparar una libre relación con
ella. Libre es la relación si abre nuestra exis-
tencia a la esencia de la técnica.1

En este apartado seguiremos el camino inverso al que siguió Heidegger en su


artículo. Mostraremos sus resultados y después nos trasladaremos a su desarrollo.
Para Heidegger existe diferencia entre la técnica tal y como los griegos la en-
tendían y la técnica moderna. Debido a esto, sería necesario pensar la técnica, en
primer lugar, acercándose al sentido de los griegos (por ello tendría que pensarse
la técnica en su origen y connotación griega de la palabra); y en segundo lugar,
pensar la técnica moderna.

1
M. Heidegger, “La pregunta...”, p. 54.

209
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

1. La técnica en su connotación griega es un pro-ducir. “En el develar se funda


todo producir”. “Sólo allí donde tal develar sucede, acontece lo verdadero”.
Por ello –nos dice Heidegger– “La técnica es un modo del develar”.2

2. La técnica moderna es también un develar. “El develar importante de la técnica


moderna es un provocar que le plantea a la naturaleza la exigencia de liberar
energía que, como tal, puede ser extraída y acumulada”.

3. La técnica como pro-ducir: la tejne.

La palabra [técnica] proviene de la lengua griega. Tejnikón mienta lo que pertenece a la tejne.3

La significación de la palabra tejne de los griegos debe ser considerada –nos


dice Heidegger– desde dos aspectos: como póiesis y como episteme.
La tejne como póiesis es un pro-ducir. Es un hacer y poder artesanales, pero
también es un arte elevado, es decir, es un hacer en las bellas artes.
La tejne como episteme es un develar. Tejne y episteme son nombres para el
conocimiento en el sentido más amplio. El conocer –nos dice Heidegger– da aper-
tura. Como que abre, es un develar:

Lo develante de la tejne no reside así de ningún modo en el hacer y en el manipular, ni tampoco en el


aplicar medios, sino en el mencionado develar. En tanto esto último, pero no como confección; es la tejne
un pro-ducir.
Así nos conducimos pues a la indicación de lo que la palabra tejne dice y cómo los griegos definen lo
que ella nombra, en la misma conexión que se abrió para nosotros cuando perseguimos la pregunta acerca
de lo que sea en verdad lo instrumental como tal.4

Veamos cómo Heidegger pasa del pensamiento lógico-deductivo al análisis


de la técnica, a través del camino del lenguaje hasta llegar al sentido del instru-
mentum, o sea, hasta conseguir la definición instrumental de la técnica. Nos dice:

2
M. Heidegger, idem, p. 57.
3
loc. cit.
4
Idem.

210
Apéndice 1

La técnica no es lo mismo que la esencia de la técnica..., la esencia de la técnica en absoluto y en modo


alguno es algo técnico. Si respondemos a ella —a la esencia de la técnica—, entonces podemos experi-
mentar lo técnico en su limitación (cf. p. 54).

De la diferenciación entre técnica y esencia de la técnica pasa Heidegger a la


definición “técnica” de la técnica.

Todo el mundo conoce —nos dice Heidegger— los dos enunciados que responden a nuestra pregunta.
Uno dice: la técnica es un medio para un fin. El otro dice: la técnica es un hacer del ser humano... A ello,
a lo que la técnica es, pertenece la fabricación y la utilización mismas, pertenecen las necesidades y los
fines a los que ellas sirven. El conjunto de estos dispositivos es la técnica. Ella misma es un dispositivo;
dicho en términos latinos es un instrumentum (loc. cit).

A esta definición Heidegger la llama definición instrumental y antropológica


de la técnica. Esta “definición” bastaría para establecer una noción pragmática de
“investigación científica”. Pero de ninguna manera se aproximaría (ni le preocu-
paría aproximarse) a algo fundamental. Para esto es necesario introducirse a la
esencia del problema.

¿Quién querría negar —nos dice Heidegger— que —la definición— es correcta? Ella se guía notoriamen-
te por lo que se tiene ante los ojos cuando se habla de la técnica. La definición instrumental de la técnica
es incluso tan intranquilizadoramente correcta que también resulta atinada todavía para la técnica moder-
na, de la que por lo demás se afirma con cierto derecho que es, frente a la vieja técnica artesanal algo
completamente diferente y por ende nuevo (idem).

Para la definición de la técnica moderna, la definición anterior en tanto que


concepto general, sería indudablemente correcta, incluso para las corrientes ma-
terialistas.

... también la técnica moderna es un medio para fines. Por eso la representación instrumental de la técnica
determina todo esfuerzo por colocar al hombre en una relación correcta con la técnica. Todo reside en
manipular adecuadamente a la técnica como medio. Se pretende como se ha dicho, “tener espiritualizada
en las manos” a la técnica. Se pretende ser su maestro. El pretender-ser-su maestro se torna más insistente
cuanto más la técnica amenaza con escapar del dominio del hombre (idem, p. 55).

211
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

Hasta aquí hemos seguido a Heidegger en la definición de técnica; que es en


cierta forma trivial pero que corresponde a la realidad aparencial trivial de lo
verdadero.
De los autores citados en la bibliografía de este trabajo, Heidegger es el único
que de forma explícita expone el significado de técnica y el único que en ella
muestra con suma claridad lo que aquí he llamado definición trivial (pues la defi-
nición completa es sumamente extensa), equivalente a la definición instrumental
de Heidegger.
Seguir a Heidegger en su preguntar por la técnica, nos conduce a preguntar
–ahora– por la esencia de la técnica. Esto es el non plus ultra de este trabajo,
puesto que “la esencia de la técnica no es algo técnico”:

Porque la esencia de la técnica no es algo técnico, por ello la reflexión esencial sobre la técnica y la
explicación decisiva respecto de ella tienen lugar en un dominio que, por un lado, está emparentado con
la esencia de la técnica y, por el otro, le sea no obstante fundamentalmente diferente... Semejante dominio
es el arte...5

Aunque el preguntar –de Heidegger– por la esencia de la técnica nos conduce


al arte y es de suma importancia elucidar sobre ello, lo dejaremos para otra ocasión
puesto que sería motivo de un trabajo diferente, realizado en otro momento y con
otros fines. El seguimiento de Heidegger nos pondría en el camino de la conside-
ración esencial de la técnica con el arte, el arte con la producción, la producción
con la construcción, la construcción con la habitación, la habitación con el arte
(arquitectura), etc. Valdría aquí preguntar al estilo de Heidegger: ¿No todo pro-
ducir humano en tanto que esencialmente técnico, lleva en sí mismo una gran
carga estética? Y en este sentido, ¿no es muy sugerente, afirmar como Dieter
Jähnig, la historia del mundo (como pro-ducción humana): es la historia del arte?

***
Muy a pesar de la lejanía de la técnica con su esencia, según la reflexión de
Heidegger, puede realizarse una rápida aproximación a su pensar en torno a ella.
Ha quedado expuesta la correcta definición instrumental de la técnica.
5
Idem, p. 68.

212
Apéndice 1

La correcta definición instrumental de la técnica no nos muestra todavía su esencia. Para llegar a ella o al
menos permanecer en su cercanía tenemos que buscar lo verdadero a través de lo correcto.6

Esto hace suponer que lo correcto no es aún lo verdadero, lo correcto determina


siempre, en lo que está ante nosotros, algo justo. La determinación no requiere
empero, para ser correcta, develar de ningún modo en su esencia lo que está ante
nosotros: “sólo allí donde tal develación sucede, acontece lo verdadero”.7 Por
ello, la definición correcta de la técnica conduce a su esencia o por lo menos
ayuda a permanecer en su cercanía, y de esta manera debe preguntarse –dice
Heidegger– “¿Qué es lo instrumental mismo? ¿Adónde pertenecen cosas tales
como un medio o un fin?” (loc. cit.).

Por lo que –según el proceder de Heidegger–:

El medio conduce al efecto, el efecto conduce a la causa, la causa conduce a su


cuádruple causalidad [1. La causa materialis, lo material; 2. La causa formalis,
la forma; 3. La causa finalis, el fin: 4. La causa efficiens, el efecto], la cuádruple
causalidad a la incertidumbre causal, la incertidumbre causal conduce a la causa
griegamente pensada, la causa griegamente pensada conduce a la cuádruple
causalidad griegamente pensada (modificada por el logos) [1) el hyle; 2) el eidos;
3) el telos; 4) el logos (considerar reflexivamente)], la cuádruple causalidad
griegamente pensada (modificada por el logos) conduce al adeudar, el adeudar
conduce al aitia (dejar venir), la aitia (dejar venir) conduce a la póiesis [pro-
ducción (a la cual pertenece también la physis –el abrirse por sí solo–)], y, final-
mente, el pro-ducir “descansa y vibra” en el develar [alétheia (para los griegos),
veritas (para los romanos) y verdad (para nosotros)].
Esta revisión del pensar griego conduce a Heidegger al develar, es decir, al
horizonte de la verdad:

¿Hacia dónde nos hemos extraviado? Preguntamos por la técnica y ahora hemos sido colocados ante la
aletheia, ante el develar. ¿Qué tiene que hacer la esencia de la técnica con el develar?8
6
M. Heidegger, “La pregunta...”, p. 55.
7
Idem.
8
Ibid, p. 57.

213
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

La respuesta a esta pregunta es el fundamento que guía este documento im-


portantísimo, es la cercanía con la esencia de la técnica de Heidegger:

Respuesta: todo. Pues en el develar se funda todo producir. Pero este reúne en sí las cuatro modalidades
del dejar-venir —la causalidad— y las rige. A su dominio pertenecen fines y medios, pertenece lo ins-
trumental. Esto vale como rasgo fundamental de la técnica. Si preguntamos paso a paso por lo que es la
técnica representada como medio, entonces llegamos al develar. En él descansa la posibilidad de toda
elaboración productiva.9

Esta aproximación al pensar la técnica de Heidegger nos muestra la todavía


incierta esencia de la técnica, sin embargo, señala una parte esencial de la aproxi-
mación a la definición de técnica en general, es decir, instrumental.
Hasta aquí, creemos haber entresacado algunas bases sobre las cuales descan-
san los límites de una noción básica de lo que buscamos. Hemos acudido a una
presentación casi descriptiva y analítica de los conceptos aproximativos y a su
limitación. En lo que continúa abordaremos otra noción general de la técnica
desde una concepción considerablemente diferente: la del propio Marx.

II. A propósito del capítulo 13 de El Capital: “Maquinaria y gran industria”

Aunque Marx no definió de manera explícita el concepto de técnica y tecnología


en el capítulo 13 de El Capital (lo abreviaré C.13), sí fue muy claro en el modo de
emplear estos términos, como se verá más adelante.
En este apartado no pretendemos hacer explícita la esencia de la técnica y la
tecnología, más bien sentaremos ciertas bases para abordar esta esencia como
acercamiento a ella. En lo que sigue podrán observarse algunas imprecisiones de
varios autores (incluyendo al propio Engels) en torno al empleo de los conceptos
de “técnica” y “tecnología”, pero además con ayuda de ellos nos acercaremos a
analizar el problema de la esencia de la técnica y la tecnología modernas. Para
nuestro propósito, considero necesario iniciar con el acercamiento a la definición
de técnica y continuar con el acercamiento a la definición de tecnología.

9
Ibid.

214
Apéndice 1

1. El concepto de “técnica” en el capítulo 13 de El Capital de Marx

Una distinción de los elementos constitutivos y considerados por Marx en el aná-


lisis de la maquinaria y la gran industria que pueden guiar nuestra intención son
los siguientes:

a) la máquina y la herramienta,
b) la fábrica,
c) el trabajador y el trabajo, y
d) el producto.

Al identificar estos elementos y situarlos en un plano general de análisis, po-


drían distinguirse tres componentes básicos del fenómeno técnico:

a) Máquina-herramienta,
b) trabajo y
c) producto.

Ambas formas siguen siendo expresiones simples de lo técnico; pero éste en


calidad de dimensión técnica es lo que tiene que ser definido. Se debe recordar, a
su vez, que los elementos anteriores forman parte integrante de la producción, y
ésta no es más que el inicio del ciclo del capital, que culmina con el consumo.
Este ciclo consta en su generalidad de cuatro elementos o momentos fundamenta-
les de la reproducción capitalista, éstos son la producción, la distribución, el cam-
bio (circulación) y el consumo.10
Aunque la técnica (y la tecnología) se pone de manifiesto en estos cuatro
momentos fundamentales del ciclo de la reproducción de la riqueza, es en el pri-
mero, es decir, en la producción, donde impera su dominio y donde nace y se
reproduce su esencia. Es en él en el que nos detendremos.
La co-presencia de la producción y de la técnica en la dimensionalidad espa-
cio-tiempo en su modalidad capitalista moderna se efectúa en la fábrica y la gran
industria. En el caso más simple de la expresión moderna de la producción, la fá-
10
Cfr. Introducción general..., Grundrisse, ed. cit.

215
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

brica constituye la forma más elemental de sus condiciones constitutivas. La pro-


ducción existe en la fábrica como tal producción, no sólo como resultado sino
como proceso, en el que simultáneamente se ponen en movimiento tanto a una
máquina y como al obrero que la pone en marcha mediante el trabajo. Éste, a su
vez, no existe como resultado sino, de igual manera, como proceso. En la produc-
ción existe, pues, proceso de producción en tanto existe el proceso de trabajo que
la efectúa. Estos dos elementos nos guiarán en nuestras consideraciones.
A continuación mostraremos algunos lugares del texto de Marx en el que
podremos destacar las ideas que nos servirán como referentes básicos.

Cita 1. Un rasgo de toda la producción capitalista, en tanto no se trata sólo de proceso de trabajo, sino a la
vez de proceso de valorización del capital, es que no es el obrero quien emplea la condición de trabajo,
sino, a la inversa, la condición de trabajo al obrero. Pero sólo con la maquinaria ese trastocamiento ad-
quiere una realidad técnicamente tangible. Mediante su transformación en autómata, el medio de trabajo
se enfrenta al obrero, durante el proceso de trabajo, como capital, como trabajo inanimado que domina y
succiona la fuerza de trabajo viva.11

Más adelante nos dice Marx:

Cita 2. La subordinación técnica del obrero a la marcha uniforme del medio de trabajo* y la composición
peculiar del cuerpo de trabajo, integrado por individuos de uno u otro sexo y pertenecientes a diversos
niveles de edad, crean una disciplina cuartelaria que se desenvuelve hasta constituir un régimen fabril...12

En las líneas anteriores Marx nos habla de un “trastocamiento –que sólo con
la maquinaria– adquiere una realidad técnicamente tangible”. ¿Por qué en lugar
de decir técnicamente tangible no nos dijo “tecnológicamente” tangible? La res-
puesta se encuentra inmediatamente conectada con mi subrayado de la cita ante-
rior cuando Marx nos evidencia una “subordinación técnica del obrero a la marcha
uniforme del medio de trabajo”.
Antes de revisar este aspecto, consultaremos otras ideas en las que Marx toca
de paso la significación de la técnica.
En relación con la fábrica nos dice Marx:

11
K. Marx, El capital, t. I, cap. 13, ed. cit., p. 516.
12
Cf. C. 13, p. 517… *El subrayado es nuestro.

216
Apéndice 1

Cita 3. ... en la fábrica —esto es, en el taller fundado en el empleo de maquinaria— reaparece siempre la
cooperación simple, y ante todo, por cierto (prescindimos del obrero), como conglomeración espacial de
máquinas de trabajo similares y que operan simultáneamente. Así, por ejemplo, una fábrica textil está
constituida por la yuxtaposición de muchas máquinas de coser en el mismo local de trabajo. Pero existe
aquí una unidad técnica,* puesto que las numerosas máquinas de trabajos similares reciben su impulso,
simultánea y uniformemente, del latido de un primer motor colectivo, y lo reciben por medio de un meca-
nismo de transmisión que también le es común, en parte, ya que sólo está ligado a cada una de las máqui-
nas-herramientas por ramificaciones particulares que de él derivan.13

En relación con el trabajo y la maquinaria nos dice Marx:

Cita 4. La maquinaria, con algunas excepciones que habremos de citar más adelante, sólo funciona en
manos del trabajo directamente socializado o colectivo. El carácter cooperativo del proceso de trabajo,
pues, se convierte en una necesidad técnica dictada por la naturaleza misma del medio de trabajo.14

Por último, consideremos otra afirmación de Marx:

Cita 5. ... el régimen fabril ha conquistado cierta amplitud de existencia y determinado grado de madurez;
no bien, ante todo, su propio fundamento técnico, la maquinaria misma, es a su vez producido por máqui-
nas...15

***

Como podrá observarse, cuando Marx emplea la palabra técnica, hace referencia
a la relación de dos elementos centrales: la maquinaria (medio de trabajo) y el
trabajo.
Al observar estas cinco citas podemos dar las siguientes ideas:
Con la maquinaria –en tanto fábrica unidad técnica– opera una subordinación
técnica del obrero a la marcha uniforme del medio de trabajo. Sólo con la maqui-
naria se produce un trastocamiento que adquiere una realidad técnicamente tangi-
ble en la cual no es el obrero quien emplea la condición de trabajo, sino, a la
inversa, la condición de trabajo al obrero. El fundamento técnico del régimen
fabril lo constituye la maquinaria misma.
13
Cf. op. cit., p. 461. El subrayado es nuestro.
14
Loc. cit., p. 470.
15
Loc. cit., p. 549.

217
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

Podemos decir que la maquinaria es el fundamento técnico de lo técnico. Sin


embargo, lo técnico no existe sólo como su fundamento, es decir, como maquina-
ria, sino es mucho más que eso. El obrero en tanto es subordinado (subsumido) a
“la marcha uniforme del medio de trabajo” (la maquinaria), pasa a formar parte
de lo técnico. De esta manera el obrero se convierte en un apéndice técnico de lo
técnico; pero como tal apéndice es, por ello, también un elemento técnico.
Como Heidegger, podríamos preguntar: ¿Pero, qué es lo técnico?
Para nuestro acercamiento a la definición de técnica, preguntaremos a Hei-
degger por su definición instrumental –que denomina “correcta”– de la técnica.
Diríamos entonces: ¿Es correcta la definición “correcta” de Heidegger?
No podemos dejar de tener presente que Heidegger establece una diferencia entre
la técnica y la esencia de la técnica, y que ambas guardan una distancia considera-
ble entre el mundo griego y el mundo moderno. Pero, en definitiva, su definición
instrumental es “correcta” para ambas edades cuando es planteada como un me-
dio para un fin, como un hacer del ser humano y como un instrumentum.
Volviendo a lo técnico en Marx, según el breve resumen, podemos probar que
en efecto la técnica en su más amplio sentido es un instrumentum. Pues la máquina
no es un instrumentum del obrero, sino, a la inversa, el obrero es un instrumentum
de ésta. Ambos se constituyen como instrumentum, como medios. Se dice que la
técnica es un hacer del ser humano, la afirmación es correcta como hacer del
obrero ya que su hacer es consigo mismo, un medio para que la máquina funcione,
por ello es algo técnico. Pero lo humano del hacer del obrero queda subordinado
(subsumido) a la máquina, a la técnica; y por ello es inhumano, es la enajenación
del hombre a la máquina. A esto podría llamársele la enajenación técnica del
hombre.
Nos hace falta considerar un elemento de la denominada definición “correcta”
de la técnica: el fin, el thelos, la finalidad. ¿Dónde queda esta finalidad en la
relación instrumental (técnica) del hombre (en este caso en su existencia concreta
de obrero) con la máquina?
La finalidad del obrero no es otra que la “finalidad de la máquina”. La finali-
dad del obrero como instrumentum de la máquina, es el de ella como medio (ins-
trumentum –a su vez–): la producción. Esta producción no es la producción en
general sino la producción capitalista. Por lo que la finalidad de la técnica como

218
Apéndice 1

técnica capitalista es la producción capitalista, la acumulación de riqueza bajo la


acumulación del capital como existencia del valor y plusvalor, etc. Aquí es donde
podemos encontrar la esencia de la técnica “moderna”.
La subordinación del obrero a la máquina es, por lo tanto, subordinación de
sus fines; los cuales no pueden ser otros que los de hacer funcionar a aquélla. El
funcionar de ambos constituye el principio (el comienzo) de los fines de lo técnico
en cuanto instrumentum para su realización final como producción. Entonces,
observamos que los fines del obrero al producir no son los productos, sino el
producir de la máquina. Aquí subyace el fetichismo capitalista y aquí subyace
también el fetichismo de la técnica.
Es posible establecer ciertos rasgos que contribuyen a la definición del con-
cepto de técnica comentando la relación de la técnica moderna con la tejne de los
griegos. Páginas atrás revisamos la doble existencia de la técnica a través de la
concepción griega de la tejne: como póiesis y como episteme. Si analizamos el
significado de estas palabras con relación a la técnica actual (“moderna”) enton-
ces nos daríamos cuenta que ésta conserva el elemento de la póiesis griega, pero
–a su vez– se mantiene solamente en el dominio de una de las dos acepciones de
la connotación griega, a saber: en el hacer y en el poder artesanales, pues como
“arte elevado” y como “episteme”, forma parte la “tecnología”.
El empleo del término técnica en Marx es muy claro. En él no hace referencia
al “hacer y poder” no artesanales, sino fabriles. Las capacidades en las “artes
elevadas” y “epistémicas” del obrero no le son necesarias a la máquina. Respecto
a esto nos dice Marx:

Cita 6. La escisión entre las potencias intelectuales del proceso de producción y el trabajo manual, así
como la transformación de las mismas en poderes del capital sobre el trabajo, se consuma, como ya
indicáramos, en la gran industria, erigida sobre el fundamento de la maquinaria. La habilidad detallista
del obrero mecánico individual, privado de contenido, desaparece como cosa accesoria e insignificante
ante la ciencia, ante las descomunales fuerzas naturales y el trabajo masivo social que están corporificados
en el sistema fundado en las máquinas y que forman, con éste, el poder del “patrón” (master).16

Podemos decir, entonces, que la técnica (en el sentido en que Marx emplea este
término, es decir, como técnica capitalista) es todo lo instrumental-inmediato que
16
Op. cit., p. 516.

219
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

en la producción se requiere para que esta última sea efectuada. A lo instrumen-


tal-inmediato pertenecen las máquinas (máquinas-herramienta), los obreros, la
ciencia –en calidad de máquinas facturadas y puestas aquí y ahora en la produc-
ción–, y todo aquello que interviene en el proceso de producción y proceso de
trabajo en forma directa. La técnica es, pues, el aquí y ahora del proceso de
producción. Es la existencia material inmediata de los instrumentos de la produc-
ción. Por todo esto, la técnica capitalista es básicamente un hecho poiético, y no
un hecho epistémico.

2. El concepto de “tecnología” en Marx (C. 13)

La revisión de este concepto nos conduce a un punto, en mayor o en menor medi-


da, polémico, ya que implica una diferencia de matices entre el pensamiento de
Engels y el del propio Marx. Veamos cómo hace referencia Marx a la tecnología:

Cita 7. El principio de la gran industria —esto es, el de disolver en sí y para sí a todo proceso de produc-
ción en sus elementos constitutivos y, ante todo, el hacerlo sin tener en cuenta para nada a la mano huma-
na— creó la ciencia modernísima de la tecnología. Las figuras petrificadas, abigarradas y al parecer
inconexas del proceso social de producción, se resolvieron, según el efecto útil perseguido, en aplicacio-
nes planificadas de manera consciente y sistemáticamente particularizadas de las ciencias naturales. La
tecnología descubrió asimismo esas pocas grandes formas fundamentales del movimiento bajo las cuales
transcurre necesariamente, pese a la gran variedad de los instrumentos empleados, toda la actividad pro-
ductiva del cuerpo humano, exactamente al igual que la mecánica no deja que la mayor complicación de la
maquinaria le haga perder de vista la reiteración constante de las potencias mecánicas simples. La indus-
tria moderna nunca considera ni trata como definitiva la forma existente de un proceso de producción. Su
base técnica, por consiguiente es revolucionaria, mientras que todos los modos de producción anteriores
eran esencialmente conservadores. La industria moderna, mediante la maquinaria, los procesos químicos
y otros procedimientos, revoluciona constantemente, con el fundamento técnico de la producción, las fun-
ciones de los obreros y las combinaciones sociales del proceso laboral...17

En la cita anterior podrá notarse sin duda alguna la gran diferencia que Marx
otorga a la consideración de la tecnología y la técnica. Mientras que la primera es
connotada como “ciencia modernísima”, la segunda es connotada en la “forma
existente de un proceso de producción” cambiante.

17
Op. cit., pp. 592, 593.

220
Apéndice 1

Podemos decir que la técnica constituye la composición orgánica del capital


(constante: maquinaria, materia prima, etc.; y variable: invertida en fuerza de
trabajo), mientras que la tecnología es externa de esta composición. En estos tér-
minos entonces la tecnología es la “conciencia desde fuera”.
¿Qué deja entrever Marx cuando nos dice al comienzo de la cita anterior “El
principio de la gran industria... creó la ciencia modernísima de la tecnología”?
Esta afirmación tiene como telón de fondo a la ciencia referida al principio de la
gran industria en tanto que génesis de la misma. Por ello la connotación de “El
principio de la gran industria...” es una connotación histórica; de ahí el porqué
Marx dice “... creó la ciencia modernísima de la tecnología”. Lo que aquí interesa
es ver cómo Marx concibe el origen de la “ciencia modernísima de la tecnología”.
En otra obra Marx escribe en relación con este origen:

Cita 8. ... Beckmann llamó tecnología al conocimiento de las artesanías, manufacturas y fábricas, en
1772... La tecnología en su sentido estricto comenzó con Reaumur y Shaw. El primero dio cuenta [de sus
estudios] a la Academia de Ciencias y ésta le permitió desarrollar todos sus planes, y lo apoyó con muchos
investigadores experimentados. Véase su obra: Descriptions des Arts et des Metiers, faites ou approuvées
par Mwssieurs de I’Academie Royale des Sciences. Avec figures en tailledouce. Grossfolio, París, princi-
pios de 1761 (7-92).18

Como información adicional a la citada por Marx, podremos considerar la que


Enrique Dussel nos presenta en el estudio preliminar a los Extractos... ya citados.

La tecnología teórica —nos dice Dussel— se cultivó en el siglo XVIII en Alemania (Kameralwissenschaf-
tlichen Lehre) primeramente en Halle, después en Goettingen. Aquí enseñaba J. Beckmann desde 1766
como profesor de filosofía, en las materias matemáticas, física e historia natural; desde 1804 dictó cátedra
en Frankfurt en agronomía, tecnología, etc., siendo a quien se atribuye la creación del concepto “tecnolo-
gía”. Su alumno en Tübingen fue U. H. M. Poppe. Beckmann adoptó la posición materialista de la Ilustra-
ción; distinguió el arte de la tecnología y a ésta de la artesanía. Puede decirse que fundó la primera escuela
alemana de tecnología, que Poppe divulgó, y que J. Karmarsch continuó.19

En los renglones anteriores puede observarse el origen del término “tecnolo-


gía”. A lo largo de las citas anteriores este término está asociado con el sentido de
18
K. Marx, Cuadernos tecnológico-historicos: Cuaderno XXVII, B56 (Londres, 1851); publicado por la
Universidad Autónoma de Puebla, p. 87.
19
Op. cit., p. 19.

221
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

conocimiento, conciencia, teoría y ciencia. Esto parece coincidir, ciertamente,


con lo que se ha venido comentando.
Por un lado había dicho que la técnica estaba inmersa en el ámbito de la
póiesis como “hacer y poder fabriles (o artesanales)”, y que la parte de la póiesis,
en tanto que “hacer y poder para el arte elevado”, junto con la episteme (la otra
parte de la doble significación de la tejne) quedaban fuera de ella (de la técnica).
Donde ellas quedan insertas es precisamente en la tecnología.
Por eso diríamos que la tecnología es un hacer y un poder para el arte elevado
y las bellas artes, en su acepción de póiesis; y un conocer algo, una ciencia, en su
acepción de episteme. Notemos que por este camino (que no es del materialismo
dialéctico de Marx) nos conducimos –sin embargo– a los resultados de Marx pero
en su sentido formal abstracto (metafísico). Esta manera de proceder es correcta
si se observa su limitación y la superamos.
Podemos acercarnos de otra manera a la significación de tecnología si la pen-
samos, siguiendo a Heidegger, desde su sentido griego:
La palabra tecnología es una palabra compuesta formada de dos palabras o
raíces griegas. Una de ellas (la tejne) ha sido comentada ya en su significación; la
otra es logos, que en griego –nos dice Heidegger– quiere decir “considerar reflexi-
vamente”.20 De esta manera entonces la palabra tecnología adquiere una connota-
ción aún más teórica de lo que ya tenía según su sentido de episteme. Puede
decirse así que tecnología es un “conocer reflexivo para hacer y poder –hacer–
para el arte elevado y las bellas artes”. No debe escaparse el detalle importante de
que la palabra tecnología no fue inventada por los griegos sino por los alemanes
(eso sí, con términos griegos), quienes le insertaron una connotación que ya había
perdido: la adopción de episteme (al parecer ya extinta o en proceso de extinción)
fue remplazada por el logos, acorde –incluso históricamente (aprox. 1772)– con
el surgimiento de las ciencias particulares y –por supuesto–, de la invención de
máquinas.
Las reflexiones anteriores no hacen más que reafirmar las significaciones que
da Marx al término en su sentido real. De algún modo nos hemos dirigido ya a la
cercanía de la definición de la tecnología.

20
M. Heidegger, “La pregunta...”, p. 56.

222
Apéndice 1

Entre la técnica y la tecnología existe la ciencia como mediación. Esto quiere


decir que si en la tecnología la ciencia (es decir, la episteme y el logos) no está
presente, en tanto que “conocimiento para-la-producción”, la tecnología no es
tal, es simplemente una máquina, es algo técnico. Este conocimiento para-la-
producción no está en el obrero, pues éste es –como ya vimos– sólo un instrumento,
es algo técnico, sólo existe técnicamente dentro del proceso de trabajo y de pro-
ducción. Por eso lo que llamamos aquí conocimiento para-la-producción es algo
exterior al proceso de producción y de trabajo.
Este elemento externo (exógeno) existe materialmente con el trabajo intelec-
tual, en los intelectuales, por ello cuando Marx hace referencia a la división del
trabajo nos dice.

Cita 9. En la medida en que la división del trabajo reaparece en la fábrica automática, se trata, ante todo, de
la distribución de obreros entre las máquinas especializadas... El grupo articulado de la manufactura es
desplazado por la conexión entre el obrero principal y unos pocos ayudantes. La división esencial es la
que existe entre los obreros que están ocupados efectivamente en las máquinas-herramientas... y los sim-
ples peones de estos obreros mecánicos...–póngase atención a lo siguiente–... junto a estas clases principa-
les figura un personal numéricamente carente de importancia, ocupado en el control de toda la maquinaria
y en su reparación constante, como ingenieros, mecánicos, carpinteros, etcétera. Se trata de una clase
superior de obreros, en parte educada científicamente,* en parte de índole artesanal, al margen del círculo
de los obreros fabriles y sólo agregada a ellos. Esta división es puramente tecnológica.21*

En el subrayado final de la cita anterior se contiene un elemento eminente-


mente polémico, pues –como se dice en la nota de pie de página de la obra de
Marx (cfr. p. 513)– Engels cambió la expresión “puramente tecnológica” de Marx
por “puramente técnica” en las ediciones 3a. y 4a. de El Capital.22 ¿Cuál de las
dos expresiones es la correcta, la de Marx o la de Engels?
Cuando Marx dice que “esta división es puramente tecnológica”, es porque
evidencia que esta “división” obedece a una determinación externa, que es pla-
neada, organizada desde fuera y califica, “prestigia” (en términos de M. Weber) al
obrero, pero que finalmente no le quita su existencia real de obrero. En esta forma
Marx considera también lo potencial de los obreros en tanto que potencias inte-
21
Op. cit., pp. 512, 513. *El subrayado es nuestro.
22
Se debe saber que la edición traducida por Siglo XXI es la última edición alemana publicada en vida de
Marx, la segunda, obviamente revisada por él.

223
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

lectuales coexistentes y concretas, lo que cada obrero es y hace de acuerdo con lo


que sabe. En este sentido el obrero de acuerdo con lo que sabe hacer es un cono-
cimiento para-la-producción.
Al afirmar Engels que la división es “puramente técnica”, en realidad –como
vimos antes– sólo hace referencia a la póiesis, al hacer, más no al logos o a la
episteme que los “ingenieros” o la “clase de obreros, en parte educados científica-
mente” en mayor o en menor grado portan. La división “puramente técnica” tiene
que ver solamente con el obrar, con el hacer, por eso es algo poiético. El diferente
hacer, no es lo mismo que el diferente saber hacer. Y como en el proceso de pro-
ducción capitalista el saber hacer del obrero no es sólo entelequia sino hacer,
pues de lo contrario el obrero no sería parte del proceso de producción (su fuerza
de trabajo no sería comprada, es decir, no sería “contratado”), luego entonces la
afirmación de Engels de que “la división [del trabajo] es puramente técnica” es
imprecisa en tanto que no es completa (no contempla lo que el obrero sabe y
puede hacer) y por ello no es verdadera; pero es correcta en tanto que pone a los
obreros como lo que son en el proceso de producción capitalista: instrumentos y
por ello existen en él bajo la misma rasante, es decir, su existencia real de obreros.
Se ha llegado al momento de la distinción de lo técnico y lo tecnológico,
concretada en un ejemplo.
¿Cómo sería la distinción de la técnica y la tecnología en una máquina suma-
mente sofisticada (“moderna”)?
Una máquina, por muy sofisticada que sea, en el momento de entrar en el
proceso productivo y de trabajo (dominio de la tejne como póiesis) es ya algo
técnico; se constituye como medio, como instrumentum; no así cuando es motivo de
preocupación científica, en este momento, la máquina es ciencia en aplicación,
es decir, la máquina no es un medio sino la materialización de un fin científico,
por ello es un producto científico; sólo así, la máquina es tecnología.
La máquina que existe como tecnología (como producto científico o resultado
científico) es una potencia, que tiene la posibilidad de ser instrumento, o sea, algo
útil, algo técnico. Lo potencial es lo que tiene posibilidad de ser (es una tenden-
cia) pero aún no es. De la misma forma que una bomba atómica científicamente
producida en su inicio (¡forzosamente! –no puede ser de otra manera–) no es tal

224
Apéndice 1

bomba en tanto que no estalla, sólo existe en potencia, es decir, en posibilidad de


estallar.
Una máquina sofisticada que es introducida a una fábrica de productos infini-
tamente más simples que aquélla, será un elemento tecnológico potencial, mientras
no sea usada como medio e instrumento para la producción; cuando esto ocurra,
esa potencia será realizada: pasará de su estado tecnológico a un estado técnico.
Ahora puede comprenderse más detenidamente el significado de lo que Marx
nos dice en torno a una historia crítica de la tecnología. Con relación a ello nos
muestra la importancia de la historia de la tecnología, y muchísimo más, la im-
portancia de su crítica.

La tecnología pone al descubierto el comportamiento activo del hombre con respecto a la naturaleza, el
proceso de producción inmediato de su existencia...

De aquí el porqué Marx le confirió una importancia fundamental ante todo a


su historia “crítica”. A él no le interesó ni la episteme ni el logos de la tecnología
en sí mismos a través de la historia, sino algo muy diferente: su crítica. A través
de ella se devela el proceso inmediato de su existencia, el de su enajenación, pero,
sobre todo, la posibilidad de salir de ella.23

23
De esta forma cobra mayor relevancia la afirmación: “... la dificultad intrínseca para la construcción de
la Historia Crítica de la Tecnología estriba, precisamente, en que la tecnología es el fundamento material
del todo social que se desarrolla, de donde su crítica es la premisa de la crítica global de la sociedad,
incluida la crítica de la economía” [cfr. Jorge Veraza, Carlos Marx y la técnica. Desde la perspectiva de
la vida, revista Crítica de la Economía Política, núms. 22/23 (pp. 49-170), p. 63].

225
APÉNDICE 2

A PROPÓSITO DE LAS FORMEN1 DE KARL MARX,


LO URBANO Y LA CIUDAD

I. Caracterización general

Las Formen constituyen una referencia de fundamental importancia para el estu-


dio de la ciudad. En esta parte de los estudios de Marx se expone con rigor cien-
tífico su método de exposición dialéctico, los elementos para la crítica de la
economía política mostrando la realidad como totalidad ininterrumpida y, en ello,
se da pauta para el estudio de los elementos teóricos que constituyen los puntos de
partida para la investigación de la ciudad y su génesis, motivo que en primera
instancia nos interesa.
Es en el texto de las Formen, al igual que en la Ideología alemana, donde
Marx expone las bases para la elaboración de una aproximación histórica del
origen de la ciudad.
Las Formen pertenece al voluminoso estudio de Marx conocido como los
Grundrisse,2 y representa una parte minúscula (comparada en su extensión con el
resto del cuerpo teórico del trabajo) en su magnitud, más no así en su significa-
ción y sustancialidad de análisis. Si pudiera darse una rápida hojeada a la temática
de los Grundrisse, se observaría que las Formen constituyen parte de la última y
extensa división temática de los Grundrisse. Podrían considerarse tres grandes
apartados:

1. La Introducción, a la que pertenecen las consideraciones críticas de los “momen-


tos de la producción, consumo, distribución, cambio (circulación)” y el método
de la economía política.

1
K. Marx: Formen die der kapitalistischen produktion Vorhergehen (cfr. Elementos fundamentales para
la crítica de la economía política 1857-1858, México, Siglo XXI, 1971. Véase también en Formaciones
económicas precapitalistas, Siglo XXI (Colección Pasado y Presente), México, 1986).
2
K. Marx: Grundrisse...

227
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

2. El Capítulo del dinero. En donde se analiza de forma temática la importancia


del oro y la plata y la relación M-D, D-M.

3. El Capítulo del capital. Se analiza “el dinero como capital”, “el proceso de
producción como contenido del capital”, “el proceso de valorización del capi-
tal”, “la plusvalía”, “la desvalorización del capital”, “la acumulación específica
del capital [transformación de plusvalor (rédito) en capital]”, “acumulación
originaria del capital (acumulación real)”, “circulación del capital y circula-
ción del dinero”, “el capital que rinde ganancias. Transformación de la plusvalía
en beneficio”, entre otros elementos fundamentales.

Las Formen constituyen parte del cuerpo argumental del punto 3 anterior co-
rrespondiente al “Capítulo del capital” y de forma específica al análisis crítico de
su génesis: a la “acumulación originaria del capital” (acumulación real). De este
modo, las Formen pueden ser ubicadas grosso modo en esta parte del lugar del
discurso crítico de Marx, lo cual facilitará su comprensión.
El propio Marx caracteriza su trabajo del siguiente modo: se trata de una
exposición “[...] acerca del proceso que precede a la formación de la relación de
capital o a la acumulación originaria”3 (Karl Marx, Grundrisse, p. 433).

II. Método de exposición

En el texto de las Formen, Marx discurre en lo que en la Introducción de 1857


había expuesto: “La anatomía del hombre esclarece al mono”, aquello a lo que H.
Lefebvre llama el método progresivo-regresivo4 y que J. P. Sartre “aplaude” en su
Crítica de la razón dialéctica (cfr. “Cuestiones de método”). Marx parte del prin-
cipio de que lo complejo ayuda a esclarecer lo simple como algo devenido. Va de
la exposición de las categorías simples a las más concretas, trasladándose del
análisis del capitalismo a la crítica de su génesis, pero con la visión agudizada por
la disección de lo complejo hacía los momentos de lo simple, hasta seguir su

3
El subrayado es mío.
4
H. Lefebvre, De lo rural a lo urbano, Lotus Mare, p. 17.

228
Apéndice 2

trayectoria y llegar a los elementos de lo complejo describiendo un discurso en


espiral que encierra los supuestos que restituyen la imagen de la crítica del capita-
lismo. En relación con esto nos dice Marx:

... nuestro método pone de manifiesto los puntos en que tiene que introducirse el análisis histórico, en los
cuales la economía burguesa como mera forma histórica del proceso de producción apunta más allá de sí
misma a los precedentes modos de producción históricos. Para analizar las leyes de la economía burguesa
no es necesario, pues, escribir la historia real de las relaciones de producción. Pero la correcta concepción
y deducción de las mismas, en cuanto relaciones originadas históricamente conduce siempre a primeras
ecuaciones —como los números empíricos por ejemplo en las ciencias naturales— que apuntan a un
pasado que yace por detrás de este sistema. Tales indicios, conjuntamente con la concepción certera del
presente,* brindan también la clave para la comprensión del pasado; [...] Este análisis correcto lleva
asimismo a los puntos en los cuales [se prefigura] el movimiento naciente al futuro, se insinúa la abolición
de la forma presente de las relaciones de producción.5*

De esta manera, la principal preocupación de Marx es exponer los elementos


y los momentos fundamentales que dan origen a lo que propiamente se le llama
capital, partiendo de las categorías que definen a éste y exponiendo sus “condi-
ciones antediluvianas” (Grundrisse, p. 420). Por ello nos dice Marx:

Las condiciones y supuestos del origen, de la génesis del capital, suponen que el capital aún no es, sino
que tan sólo llega a ser; desaparecen, pues, con el capital real, con el capital que pone él mismo, partiendo
de su realidad, las condiciones de su realización.6

En esto se construye el punto de partida (método lógico) de las Formen, en


torno a los “supuestos históricos” cuya dialéctica construye el camino argumental
del texto. Marx nos dice más aún en torno a éstos:

... precisamente en cuanto tales supuestos históricos pertenecen al pasado y por tanto a la historia de su
formación, pero de ningún modo a su historia contemporánea, es decir, no pertenecen al sistema real del
modo de producción dominado por el capital.7

El método “progresivo-regresivo” –como lo llama H. Lefebvre– nos hace


aparecer distintas etapas o estadios del desarrollo histórico de la humanidad, que
5
K. Marx, Grundrisse..., Siglo XXI, p. 422. *El subrayado es nuestro.
6
Idem, pp. 420, 421.
7
Idem, p. 420.

229
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

–por ello– constituyen un desarrollo multilineal pero fundamental y necesario en


el desarrollo de las formaciones económico sociales precapitalistas que siguen al
régimen tribal o de comunalismo primitivo. Estas etapas o estadios fundamenta-
les son –según Marx–: el oriental, el antiguo, el germánico y el eslavo. Su defini-
ción con respecto del modo de producción al que el capital sirve de “supuesto”:

... han quedado a la zaga —nos dice Marx— “como pródromos históricos8 de su devenir, al igual que los
procesos a través de los cuales la Tierra pasó de mar fluente de fuego y vapores a su forma actual, se sitúan
allende su existencia como Tierra.9

Marx parte de los supuestos que nos definen la existencia de capital, éstos son:

• El trabajo asalariado.
• Separación del trabajo libre con respecto a las condiciones objetivas
de su realización (medio de trabajo y material de trabajo).
• Existencia de un mercado de trabajo.

Con base en estos supuestos teóricos, Marx discurre en los momentos lógi-
cos-históricos necesarios que debieron presentarse en el desarrollo de las forma-
ciones económico-sociales.
En el cuerpo argumental del trabajo de las Formen pueden distinguirse tres
grandes partes fundamentales:

• Formaciones económicas precapitalistas [visión de conjunto] (pp. 51-


62).10
• Génesis y desarrollo de la propiedad [de la tierra y el suelo] (idem, pp. 62-
77).
• Condiciones para la aparición del capital (idem, pp. 76-97).

8
El subrayado es nuestro.
9
Idem, p. 221.
10
K. Marx, (estudio introductorio de E. Hobsbaum), Formaciones económicas precapitalistas, Siglo XXI
(Colección Pasado y Presente).

230
Apéndice 2

III. En torno a lo urbano y la ciudad

1. Las formaciones económicas precapitalistas (visión de conjunto)

Las formaciones económicas precapitalistas son presentadas por Marx como es-
tadios del desarrollo social (pródromos históricos), cuya determinación está regida
por las formas de relación de posesión de los elementos (categorías) que determinan
la pre-existencia de un capital. Estas categorías son: el trabajo vivo, el material en
bruto, el instrumento de trabajo, los medios de subsistencia y la no-propiedad de la
tierra. La dialéctica histórica de la relación de estos elementos nos muestra, en las
Formen, la dialéctica de la génesis del capital y con ello los lineamientos de la
acumulación capitalista.
Las consideraciones teórico-metodológicas de la génesis del capital y el capital
propiamente dicho son válidas también para el estudio del origen o génesis de la
ciudad capitalista, esto es, la ciudad precapitalista y de la ciudad capitalista pro-
piamente dicha. Estas consideraciones a la vez que fundan un punto de partida
teórico que se devela de la crítica marxista, se orienta y guía con los conceptos y
con el método expresado en la fuente categorial, definiendo los elementos funda-
mentales que dan origen a la ciudad, y los lineamientos para la crítica teórica de la
ciudad capitalista. Las dificultades para lograr dicha finalidad son múltiples, en
primer lugar porque Marx no hizo explícita una teoría de la ciudad ni de su
génesis, y en segundo lugar porque esta no-explicitación implica una labor de
exégesis con un carácter negativo y crítico. Esto significa que por lo menos deben
tenerse nociones del método marxista para vislumbrar el trabajo no realizado.
Para hacer referencia inicial y globalmente a las Formen en torno a la ciudad,
debe decirse que las ciudades “aparecen” o “surgen” no como un fin histórico en
sí mismo, sino como una expresión, como un resultado social-histórico. Este re-
sultado es una consecuencia de un determinado modo de producir no solamente
los medios de subsistencia sino la existencia misma. El producir los medios de
subsistencia encierra un hecho económico-social y es –en efecto como afirma
Marx– este hecho económico-social la primera premisa para hacer historia. En
esta premisa no se desvincula a la ciudad de ningún hecho económico, sino por el
contrario se fundamenta.

231
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

En los pasajes de las Formen en los que Marx hace referencia a la ciudad, la
presenta como algo que aparece, es también un supuesto histórico, pero que es
la expresión de otros supuestos que determinan las relaciones sociales, éstos son
los supuestos económicos. Así puede ser concebido el estudio materialista de la
ciudad, orientado fundamentalmente por los fenómenos económicos, pero en un
análisis global de la ciudad deben incluirse los elementos tanto materiales como
inmateriales, esto se logra al incorporar tanto los elementos de cultura material
como los elementos de cultura inmaterial. Aquí se inserta el estudio de la ciudad
en las consideraciones teóricas en torno a la relación hombre-naturaleza, lo cual
de manera forzosa contempla el momento mediador de carácter instrumental de
esta relación: la tecnología (las fuerzas productivas). Los elementos que incluyen
un análisis más o menos riguroso de la ciudad y su proceso de génesis, contem-
plan los diversos estadios tecnológicos por los cuales pasa determinada forma de
comunidad, las condiciones geológicas, topográficas y geopolíticas que condi-
cionan los diversos grados de desarrollo y unas formas de relación social.
Marx no hace explícita la historia real de la humanidad, sino que devela las
leyes que conducen la existencia del capitalismo e, implícitamente, sus formas de
ciudad y las de su génesis.
En las Formen Marx nos presenta algunas formas de ciudad como expresión
de sus determinaciones económicas y que no tienen un carácter económico sino
político, como en el caso de aquellas ciudades que se forman por reunión y por
mutuo acuerdo, cuyas determinantes son más bien supraestructurales (políticas).
Éstos son finalmente casos excepcionales que “pueden” presentarse, es decir, son
posibilidades o alternativas históricas.

a) Siguiendo los lineamientos de Marx, la ciudad como posibilidad inmediata


real se presenta o aparece bajo algunos supuestos: la existencia de una entidad
comunitaria o colectividad tribal, la cual ha encontrado condiciones externas –de
tipo climáticas, geográficas, físicas, etc.– óptimas para su reproducción, ade-
más de la existencia de mayor o menor grado de propiedad y de relación polí-
tica que establece una forma de estado y de gobierno “más o menos despótico”.
Marx atribuye a esta formación económica la posibilidad de constituirse como
ciudad en tanto que el “gobierno despótico” “flota por las pequeñas comunidades”

232
Apéndice 2

en donde el comercio es favorable y es posible el intercambio de un excedente


de producción o plusproducto por trabajo. Es aquí donde pueden visualizarse
las primeras formaciones urbanas que se constituyen como ciudades (asiáticas)
cuya historia –dice Marx–:

... es una unidad indiferente de ciudad y campo (en este caso las ciudades verdaderamente grandes deben
ser consideradas meramente como campamento señorial, como excrescencia superimpuesta a la estructura
propiamente económica) (loc. cit., p. 60).

b) Una segunda forma de la ciudad aparece con la existencia de la entidad comu-


nitaria cuya actividad económica es más activa. La mayor actividad dependerá
de su desarrollo cultural físico, tecnológico y con ello la mejor organización
activa para la producción de su vida en una determinada concentración humana
como régimen urbano, condicionado por los elementos supuestos. En esta fase
del desarrollo la ciudad se presenta o aparece como Zentrum o sede ya desarro-
llada. En ella, por tanto, la tierra aparece como territorio de la ciudad. Existe la
necesidad común de la guerra y es ésta una empresa coligadora de la comunidad.
En esta nueva necesidad del desarrollo histórico social se presenta la concen-
tración de viviendas en la ciudad como forma de relación social, en la que
existe ya en forma más desarrollada la propiedad y cuyo carácter común
aparece como unidad negativa, como forma de posesión hacia afuera en
relación con las tribus dominadas. La ciudad se presenta como concentra-
ción, con el campo como territorio. Éste es el caso de las ciudades antiguas.
Por ello Marx nos dice:

En el mundo antiguo, la ciudad con sus tierras colindantes es el todo económico... La historia antigua
clásica es historia urbana, pero con ciudades basadas sobre la propiedad de la tierra y la agricultura
(loc. cit.).

Claro está que lo que aquí nos define un estadio histórico de la ciudad es la
forma de propiedad en relación directa con la comunidad, o sea, a la existencia
social de la propiedad históricamente dada.

233
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

c) Un tercer estadio principal de desarrollo histórico de la ciudad precapitalista


que se expone a través de las Formen es aquel que aparece con el régimen de
propiedad germano, régimen que predominó a lo largo de la Edad Media, cuyo
fundamento económico-social es el campo:

... La Edad Media (época germana)11 surge de la tierra como sede de la historia [historia], cuyo desarrollo
posterior se convierte luego en una contraposición entre la ciudad y campo... (op. cit., p. 60).

La particularidad histórica de esta forma de existencia económico-social y,


por tanto, de “ciudad” es el aislamiento en el campo, la disgregación en la tierra
de “sujetos autónomos”. Esta existencia social es una negación de la ciudad, pues
ésta presupone ya de por sí una “concentración”. Nos dice Marx:

Como resultado de la concentración* en la ciudad la comunidad como tal posee una existencia económi-
ca; la mera existencia de la ciudad como tal es diferente de la mera pluralidad de casas independientes. En
este caso el todo no consiste en sus partes. Es una especie de organismo autónomo (loc. cit.).

A renglón seguido Marx expone algunas manifestaciones superestructurales


que en los germanos se derivaron tanto de la forma de propiedad como su conse-
cuente forma de comunidad:

Entre los germanos, entre quienes los cabeza de familia se establecen en los bosques, separados por gran-
des distancias, la comunidad solamente existe, considerada sólo externamente, en virtud de cada acto de
reunión de sus miembros, aun cuando su unidad existente en sí [misma] está puesta en la ascendencia, la
lengua, el pasado y la historia comunes, etc. En consecuencia la comunidad aparece como una reunión, no
como una unión, como acuerdo entre sujetos autónomos que son los propietarios de la tierra, no como
unidad. Por ello la comunidad no existe in fact como Estado, como entidad estatal, tal como entre los
antiguos, porque no existe como ciudad* (loc. cit.).

A este estadio histórico es al que Marx dedica mayor atención y extensión de


su trabajo, precisamente porque es en él donde la acumulación originaria se de-
sarrolla y evoluciona hacia el capitalismo; la misma atención dedica en la Ideolo-
gía alemana en la temática homóloga (a ello volveré más adelante).

11
El subrayado es nuestro.

234
Apéndice 2

2. Génesis y desarrollo de la propiedad (de la tierra y el suelo)

En esta parte vale la pena detenerse a reflexionar en torno al espacio. Sin duda
alguna es fundamental para la consideración de la existencia espacial de la ciu-
dad en tanto que existencia en mayor o menor grado de la propiedad colectiva o
comunitaria de la tierra, o si se quiere, del suelo. Sólo que así, estas denominaciones
son sumamente imprecisas y abstractas por ser demasiado generales, puesto que
en sí mismas usadas como categorías no definen su existencia social. Cabe men-
cionar inicialmente que en el contexto de las Formen, las categorías, la tierra y el
suelo poseen una dualidad, un significado y un significante. El significado es
inseparable de la existencia histórico-social de la propiedad y con ella del régi-
men comunitario que de ahí se establece. En tanto que el significante de ambas
definiciones nos denota el sentido histórico de la propiedad, su tendencia. Cuando
Marx nos habla de la tierra, esta expresión connota la existencia de la comunidad
más o menos rural de la propiedad, y cuando Marx nos habla del suelo entonces
la connotación ahora aparece como propiedad más o menos urbana. No ocurre lo
mismo cuando empleamos la denominación espacio, puesto que ésta en sí misma
tiene un significado y un significante abstracto, filosófico; es una generalización
meramente teórica.
La noción de espacio sólo es útil es su sentido actual del término, pero bajo
ciertas aclaraciones:

a) La utilización del concepto espacio es meramente una abstracción, cuyo


sentido es de este modo filosófico-especulativa y posee lo que puede lla-
marse una dimensión matemática o supraterrestre (astronómica).
b) El espacio sólo tiene un sentido concreto en tanto que es considerado como
aquello que ha sido instalado por un lugar, pero por un lugar que, como tal,
es donde se “admite” y se “instala” un sitio mediante una construcción. Una
construcción es para sí, sólo como existencia de una determinada forma o
modo de producir.12 Pero este producir es una condición y una necesidad
humana y por tanto histórico-social.
12
Vale la pena elogiar las apreciaciones reflexivas de M. Heidegger en torno al “construir” y al “habitar”
(elogio que de manera callada realiza Henri Lefebvre en El derecho a la ciudad cuando toca la noción de
“espacio”). Pues cuando nos interesa la reflexión de la ciudad, es necesario pensarla y aprehenderla en

235
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

c) Sólo con lo dicho cobra sentido la noción de espacio y se erige la re-


flexión de Heidegger según la cual: “La referencia del hombre a los luga-
res, y por los lugares a los espacios, reside en la habitación.13 La relación
entre el hombre y el espacio no es otra cosa que la habitación pensada en
su ser”.14

Con lo anterior se señalan algunos indicios de revisión de la materialidad de


todo producir, construir y establecer lugares a modo de situar espacios. Pueden
concluirse estas aclaraciones diciendo con Heidegger: “Habitar es pues, en todos
los casos, el fin que preside a toda construcción. Entre habitar y construir se da la
relación de fin a medio”.15
La definición de la noción de los conceptos anteriores no hace más que prepa-
rar el camino para la crítica de las condiciones de existencia histórica de las for-
mas de habitar que de manera esencial Marx señaló. Tendremos que recurrir a un
extracto que se reproduce in extenso, pues es de importancia fundamental para
nuestro objeto de estudio (la ciudad y su génesis) y parece estar aún olvidado –en
verdad– a lo que él llamó la crítica roedora de los ratones:

todos sus momentos, incluso en aquellos cuyas abstracciones se vuelven fundamentales para la defini-
ción de lo concreto.
Según M. Heidegger: “El espacio es, esencialmente, lo que ha sido “instalado”, establecido, lo que ha
sido introducido en su límite. Lo que ha sido “instalado” es dotado, siempre, de un sitio (getattet) y de
esta manera estructurado [armado, insertado, ensamblado], es decir, reunido gracias a un lugar...” (M.
Heidegger, “Construir...”, ed. cit., supra, p. 19).
Véase la importancia de la diferenciación entre lugar y espacio y, asimismo, la existencia concreta de
ambos, cuyo ser no es ni uno ni otro en sí mismos, sino el construir en tanto que producir y a la inversa,
el producir en tanto que construir. [En esto reside la clave de la crítica y superación al propio Heidegger].
Puede observarse aún más la reflexión de Heidegger: “El ser de las cosas en tanto que lugares es donde
reside la referencia del lugar y del espacio. Ahí también en el ser de las cosas, en tanto que lugares, reside
la relación de lugar para el hombre que se detiene en él” (idem, p. 20). Así pues, este “detenerse en él” es la
relación fin-medio, esto es, el habitar.
13
La habitación, ni aquí —ni mucho menos en la existencia real— se reduce a la habitación como vivienda
sino que es, más bién, un habitar. “Habitar es —nos dice Heidegger— siempre un morar o residir entre
las cosas. La habitación como cuidado y contemplación preserva el Quatriparti [cielo, tierra, divinidades
y mortales] es aquello en donde los mortales moran: las cosas” (idem, p. 18).
14
Loc. cit., p. 21.
15
Op. cit., p. 15.

236
Apéndice 2

Construcción de viviendas.* De suyo se comprende que, entre los salvajes cada una tiene su propia caver-
na o choza, como los nómadas ocupa cada uno su tienda aparte. Y el desarrollo ulterior de la propiedad
privada viene a hacer aún más necesaria esta economía doméstica separada. Entre los pueblos agrícolas, la
economía doméstica común es tan imposible como el cultivo en común de la tierra. La construcción de
ciudades representó un gran progreso. Sin embargo, en todos los periodos anteriores, la supresión de la
economía aparte inseparable de la abolición de la propiedad privada, resultaba imposible, entre otra cosas
porque no se daban las condiciones materiales para ello. La implantación de una economía doméstica
colectiva, presupone el desarrollo de la maquinaria de la explotación de fuerzas naturales y de muchas
otras fuerzas productivas, por ejemplo de las conducciones de agua, de la iluminación por gas, de la
calefacción a vapor, etc., así como de la supresión [de la contradicción] de la ciudad y el campo. Sin estas
condiciones la economía colectiva no representaría de por sí una nueva fuerza de producción, carecería de
toda base material, descansaría sobre un fundamento puramente teórico; es decir, sería una quimera y se
reduciría, en la práctica, a una economía de tipo conventual. Lo que podía llegar a conseguirse se revela en
la agrupación en ciudades y en la construcción de casas comunes para determinados fines concretos
(prisiones, cuarteles, etc.). Que la supresión de la economía aparte no puede separarse de la supresión
de la familia, es algo evidente por sí mismo. (Nota de Marx y Engels) (La ideología alemana, Ediciones de
Cultura Popular, pp. 29, 30).

La cita anterior nos muestra un supuesto fundamental para el habitar del hom-
bre en su desarrollo histórico, esto es la construcción de viviendas. Condición
indispensable de toda época histórica y –como ya vimos– de todo producir en
tanto que construir en el amplio sentido del término. Lo anterior es una síntesis
densificada, condensada no sólo del resguardo, o la morada del hombre indivi-
dual como propietario particular, sino expresa la particularidad de la propiedad
en relación con su existencia social y la función que en ella representa dicha
socialidad en la creación de ciudades como concentración de viviendas y activi-
dades económico-políticas que definen y determinan la existencia rural y urbana
así como su contradicción. Deberá observarse la relación de fin a medio de todo
habitar como objeto del construir.

Pasaremos al estudio de las formas de propiedad de las Formen:

a) En esta segunda parte las formaciones económicas precapitalistas son tra-


tadas como existencia subjetiva-objetiva de la propiedad, al comportamiento del
individuo “frente a las condiciones de la producción”.

* El subrayado es nuestro.

237
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

Debe mencionarse dicho tratamiento, pues en él no queda duda de que Marx


no es reduccionista ni invalida la existencia subjetiva del individuo histórico me-
diante la economía , sino que es a través de ella como logra mostrar su ser.
En la formación económica asiática los presupuestos son más bien naturales
y tienen una existencia doble (de aquí el carácter central de la forma de propiedad
del hombre con respecto a las condiciones naturales de la producción):

• Su existencia como miembro de una entidad comunitaria (es decir, la tribu).


• El comportamiento con el suelo como con algo que es suyo por intermedio
de la entidad comunitaria, como frente a una propiedad territorial colecti-
va que, al mismo tiempo, es posesión individual.16

Lo anterior hace suponer que en esta formación económica la habitación es a la


vez comunitaria (tribal) e individual, o sea, se cuenta con la presencia y organiza-
ción comunitaria del suelo y la tierra –cuyo carácter es eminentemente agrícola
debido al desarrollo de la fuerza productiva hasta entonces alcanzado– y con ello
no sólo de la producción comunitaria de sus medios de vida sino de sus formas de
vida: de un modo de habitar comunitario, que a su vez, cada individuo posee no
como propiedad particular sino como valor de uso.

La propiedad tribal presupone la existencia de una gran masa de tierra sin cultivar, la división del trabajo se
halla todavía muy poco desarrollada y no es más que la extensión de la división natural del trabajo existen-
te en el seno familiar.17

Aquí ya nos debimos percatar de que la ciudad, desarrollada como tal, aún no
existe, sino que se trata de la existencia comunitaria de vida y habitación in-
diferentemente rural y urbana. La contradicción propiamente dicha entre ciudad y
campo aún no se presenta.

b) Una segunda forma de propiedad en las Formen es aquella en la que el hom-


bre ya no es poseedor sino dueño de una porción de tierra y de suelo, como conse-
cuencia de la modificación de las condiciones objetivas, ya sea endógena, por el
16
Cfr. K. Marx, Las formaciones..., p. 70.
17
K. Marx, La ideología..., p. 21.

238
Apéndice 2

desarrollo de las fuerzas productivas y los productores en la creación de pluspro-


ducto la aldea se vuelve ciudad, ya sea exógena, cuando la insuficiencia de tierras
“hace necesaria la colonización y ésta hace necesaria la guerra de conquista”. El
resultado es la posesión de esclavos, “la ampliación del ager publicus” y todo
aquello propone la disolución de las formas de posesión anteriores, “de tal modo
la conservación de la antigua comunidad implica la destrucción de las condicio-
nes en que se basa, se convierte en su opuesto”. Y por ello nos dice Marx:

Donde se da ya separación de los miembros de la comunidad como propietarios privados con respecto a
sí mismos como comunidad urbana* y como propietario de territorio urbano*, se hacen presentes tam-
bién condiciones a través de las cuales el individuo puede perder su propiedad, es decir, se da la doble
relación que lo hace ciudadano de igual nivel, miembro de la entidad comunitaria, y lo hace propietario.18

Aquí el régimen de propiedad es un régimen urbano de propietarios particula-


res, que se sustenta en el campo “como su taller”, o sea, como territorio; basado
en la esclavitud. Alcanza su clímax con la sociedad griega y romana. Logra la
forma de ciudad desarrollada en las polis griegas y su consecuente ciudad roma-
na. Lo importante aquí (en las Formen) no es la forma de aparecer la ciudad en
uno u otro lugar, sino las leyes en las que se sustenta dicha aparición. En la articu-
lación de ambas cosas radica la definición teórica y conceptual de lo urbano, y el
lugar donde esto se realiza (la ciudad) en la que los propietarios privados efec-
túan la esclavitud.
En torno a la presente caracterización histórica Marx nos dice en La ideología
que la ciudad puede aparecer como resultado de la fusión de diversas tribus cuyo
régimen de propiedad es la antigua propiedad comunal y estatal y cuya unión se
da “mediante acuerdo voluntario o por conquista y en la que sigue existiendo
esclavitud” (La ideología, p. 21).
En La ideología, Marx considera un elemento más que en las Formen no está
presente, pues al referirse a la ciudad nos habla de la categoría de división de
trabajo. Su importancia es sin duda alguna vital para nuestro análisis. Nos dice:
“La división del trabajo aparece ya, aquí, más desarrollada. Nos encontramos con
la contradicción entre la ciudad y el campo y, más tarde, con la contradicción
entre estados que representan, de una y otra parte, los intereses de la vida urbana
18
Op. cit., p. 73. *El subrayado es nuestro.

239
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

y los de la vida rural, y, dentro de las mismas ciudades, con la contradicción entre
industria y comercio marítimo. La relación de clases entre ciudadanos y esclavos
ha adquirido ya su pleno desarrollo” (La ideología, pp. 21, 22).
En el pasaje anterior tiene –además– particular importancia la “contradicción
entre estados”, pero más aún porque “representan de una y otra parte los intereses
de la vida urbana y los de la vida rural”. ¿Cuál es su significación? ¿Acaso existían
“estados urbanos” y “estados rurales”? ¿Acaso la existencia misma del “estado”
no presupone la existencia de vida y actividad urbanas? En relación con el desa-
rrollo histórico anterior, podríamos pensar que se trata más bien de una alusión al
desarrollo desigual de los pueblos debido al “desarrollo desigual y combinado”
en tanto que estados más o menos apegados a la “tierra” y por tanto a la “vida
rural”.

c) El tercer estadio del desarrollo de la propiedad es el germano. Este periodo


es al que Marx dedicó mayor atención en su estudio. Entre las razones que lo
condujeron a esta atención pudieran encontrarse, entre otras, la mayor abundan-
cia de fuentes históricas disponibles y ante todo porque se trata del periodo de
acumulación de capital propiamente dicho. Es decir, se trata de la “antesala del
régimen económico capitalista”.
En la subdivisión de las Formen propuesta más atrás, este tercer estadio histó-
rico es presentado por Marx con más detenimiento y analizado “en microscopio”
como respuesta a la siguiente pregunta: “¿Qué condiciones son necesarias para
que el trabajador encuentre frente a sí un capital?” Esta tercera subdivisión de la
segunda “parte” propuesta, prepara otro momento del análisis de las Formen, a saber:
las condiciones para que un trabajador encuentre frente a sí un capital19 y a la
que pasaré después de algunas consideraciones más.
Este régimen de propiedad germano –más atrás citado y acotado por Marx en
el periodo histórico de la Edad Media– corresponde a la “forma de propiedad
feudal o por estamentos” abordada con mayor abundancia en La ideología, carac-
terizándolo de la siguiente forma:

19
Cfr., ed. cit., pp. 78-96.

240
Apéndice 2

Así como la antigüedad partía de la ciudad y de su pequeña demarcación, la Edad Media tenía como punto
de partida el campo. Este punto de arranque* distinto hallábase condicionado por la población con que se
encontró la Edad Media: una población escasa, diseminada en grandes áreas y a la que los conquistadores
no aportaron gran incremento.20

Puede observarse la noción implícita de “ciudad” y “campo” como referente


o “punto de arranque” que suplirá (en tanto que punto de partida teórico) a los
“presupuestos” y “supuestos” históricos de las Formen. Sólo que en La ideología
aparecen como “conocidos”, esto es, como datos históricos bien documentados y
definidos, pero metodológicamente siguen apareciendo como pródromos históri-
cos que fundamentan y referencian el análisis crítico de la historia.
El traslado de la actividad económica y la vida cultural –históricamente ha-
blando– de la ciudad al campo y de la antigüedad al feudalismo, respectivamente,
lo explica Marx de la siguiente manera:

Los últimos siglos del Imperio Romano decadente y la conquista por los propios bárbaros destruyeron una
gran cantidad de fuerzas productivas; la agricultura veíase postrada, la industria languideció por falta de
mercados, el comercio cayó en el sopor o se vio violentamente interrumpido y la población urbana decreció.
Estos factores preexistentes y el modo de organización de la conquista por ellos condicionado hicieron
que se desarrollara, bajo la influencia de la estructura del ejército germánico, la propiedad feudal.21

Bajo estas consideraciones y con la consecuente contraposición entre el campo


con respecto a la ciudad, se presenta una diferenciación en la organización feudal
de la propiedad. Por un lado, la organización feudal de la propiedad territorial en
el campo, jerarquizada y, en relación con ello, “las mesnadas armadas, daban a la
nobleza el poder sobre los siervos”, la relación así establecida constituía una nueva
forma de asociación de dominación hacia los productores directos. Por otro lado,
correspondía en las ciudades la “propiedad corporativa”, o sea, la organización
feudal del artesanado. “Aquí –nos dice Marx– la propiedad estribaba, fundamen-
talmente, en el trabajo de cada uno.”22 Este trabajo de cada uno es la génesis
misma de una de las condiciones para la existencia de acumulación de capital: el
trabajo libre.
20
K. Marx, La ideología..., p. 23. *El subrayado es nuestro.
21
Loc. cit.
22
K. Marx, La ideología..., p. 23. El subrayado es nuestro.

241
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

Marx nos expone de forma sintética la existencia estructural-económica de


las ciudades feudales. En el siguiente pasaje podremos observar una de las más
lúcidas y por tanto ilustrativas imágenes teóricas de esta temática histórica. Veamos.

La necesidad* de asociarse para hacer frente a la nobleza rapaz asociada; la exigencia de disponer de lugares
de venta comunes en una época cuando el industrial era al propio tiempo comerciante: la creciente compe-
tencia de los siervos que huían de la gleba y afluían en tropel a las ciudades prósperas y florecientes, y la
organización feudal de todo el país hicieron surgir los pequeños capitales* de los artesanos sueltos, reuni-
dos poco a poco por el ahorro, y la estabilidad del número de éstos en medio de una creciente población
hicieron que se desarrollara la relación entre oficiales y aprendices, engendrando en las ciudades una
jerarquía semejante a la que imperaba en el campo.23

Obsérvese aquí la imagen presentada por Marx de la Edad Media y las formas
de propiedad feudal en la que aparecen los hilos estructurales de la totalidad, que
nos son útiles para comprender el tejido urbano y rural que nos interesa –particu-
larmente– para comprender la existencia sustancial y fundamental de las ciuda-
des feudales medievales. Otro esfuerzo aún se necesitaría para articular la estructura
económico-social y su existencia física. Pero aquí las bases están echadas.
Terminaremos este pasaje con una precisión de Marx respecto de la relación y
articulación de ambas formas generales de propiedad feudal.

Por tanto —nos dice Marx concluyendo esta caracterización general—, la época feudal, la forma funda-
mental de la propiedad era la de la propiedad territorial con el trabajo de los siervos a ella vinculados, de
una parte, y de otra el trabajo propio con un pequeño capital que dominaba el trabajo de los oficiales de los
gremios. La estructuración de ambos factores hallábase determinada por las condiciones limitadas de la
producción, por el escaso y rudimentario cultivo de la tierra y por la industria artesanal. La división del
trabajo se desarrolló muy poco, en el periodo floreciente del feudalismo. Todo país llevaba en su entraña
la contradicción entre la ciudad y el campo;* es cierto que la estructuración de los estamentos se hallaba
muy ramificada y patente, pero fuera de la separación entre príncipes, nobleza, clero y campesinos, en el
campo,* y maestros, oficiales y aprendices, y muy pronto la plebe de los jornaleros, en la ciudad,* no
encontramos ninguna otra división importante.24

Aparece aquí una clarificación que es a la vez fuente fundamental para cualquier
estudio –“sociológico”, “antropológico”, “económico”, e incluso “arquitectónico”,
23
Op. cit., p. 24. *El subrayado es nuestro. La importancia de la categoría necesidad no surge solamente de
la voluntad de la comunidad social, sino que es una consecuencia social histórica.
24
Idem, pp. 24, 25. *El subrayado es nuestro.

242
Apéndice 2

etc.– de la cultura (material e inmaterial) medieval. Introducirnos en las caracteri-


zaciones anteriores es de facto entrar en la temática de la tercera y última parte de
nuestra propuesta de subdivisión de las Formen que se incluye en la introspec-
ción de la génesis del capital o acumulación originaria y que nos da pauta para la
comprensión y estadio histórico de la ciudad.

3. Condiciones de la aparición del capital

Una tercera parte de las Formen constituye el comienzo y culminación de la cir-


cularidad argumental del cuerpo de esta obra. Compone la región central de la ex-
posición de este importantísimo trabajo y a ella dedicó Marx casi la mitad de su
extensión. Las dos partes anteriores (ya comentadas) pasarían a formar parte de
una disertación dialéctica crítico-analítica de los supuestos y presupuestos histó-
ricos que necesariamente conducen a la última parte, la aparición de capital,
acumulación originaria y génesis del capital.
El texto de las Formen en su primer parágrafo, comienza así:

Si un supuesto del trabajo asalariado y una de las condiciones históricas del capital es el trabajo libre y
el cambio de este trabajo libre por dinero a fin de reproducir y valorizar el dinero, a fin de ser consumido
por el dinero como valor de uso para el dinero, del mismo modo otro supuesto es la separación del trabajo
libre con respecto a las condiciones objetivas de su realización —con respecto al medio de trabajo y al
material de trabajo...25

Los elementos presentes son los siguientes:

a) Condiciones históricas del capital [preocupación y argumentación de las


“dos” primeras partes].
b) Trabajo asalariado [conclusión de la “tercera” parte en torno al desarrollo
histórico del trabajo libre].
c) Trabajo libre [condición precapitalista (feudal) del trabajo (“régimen ur-
bano”)].
d) Cambio del trabajo libre por dinero [es decir, existencia de un mercado
de trabajo].
25
K. Marx, Formaciones..., p. 51.

243
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

e) Separación del trabajo libre con respecto a las condiciones objetivas (me-
dio de trabajo y material de trabajo) de su realización [esto es, abolición
(histórica) de las formaciones económicas precapitalistas].

La anterior descomposición (análisis) no tiene otro objeto que el de “diseccionar”


la estructura del argumento marxiano en las Formen para aprehender su “hilo
conductor” y asimismo verificar el cerramiento discursivo de su comienzo y de
su fin.
Los supuestos y presupuestos26 de las formaciones económicas precapitalistas
–partes 1 y 2 de las Formen– forman, a su vez, los supuestos como presupuestos
teóricos reales de las condiciones para la aparición del capital y constituyen el
instrumental teórico del argumento fundamental de éstas. A Marx le interesa expo-
ner –dicho grosso modo– primeramente la transformación de “trabajo libre” en
“trabajo asalariado” en su necesidad histórica; enseguida diserta en torno a la
existencia del “dinero” y su dimensión histórica con relación al “trabajo libre”
como “valor de cambio” y como “valor de uso” para sí mismo. Y por ello y con
ello exponer de manera dialéctica sus momentos analíticos de existencia histórica en
la generación o acumulación originaria de capital. A lo anterior deben agregarse
dos consideraciones importantes: la “comunidad”, o el “régimen comunitario” pre-
valeciente en determinado estadio del desarrollo histórico, es un elemento que
para Marx no deja de estar presente en todos sus argumentos y de igual manera
puede hablarse de otro elemento también central en todo el texto, este es la propie-
dad. Ambos elementos forman el “escenario histórico” donde se exhiben las trans-
formaciones sociales y bajo las cuales el individuo existe objetiva y subjetivamente;
el sentimiento de comunidad está íntimamente entrelazado con el sentimiento de
propiedad y la existencia objetiva de ambas a su vez es resultado real de las formas
de existencia del trabajo y la consecuente producción. Nos dice Marx:

Lo que nos interesa aquí en primer lugar es esto: el proceso de disolución que transforma a una masa de
individuos de una nación, etc., en trabajadores asalariados [dinámei] (en individuos obligados al trabajo
26
En torno a esto nos dice Marx: “Se trabaja primero a partir de un cierto fundamento —primero natural,
luego supuesto histórico—. Pero luego este fundamento o supuesto mismo es eliminado o puesto como
un presupuesto que ha de desaparecer y que se ha vuelto demasiado estrecho para el despliegue de la
masa humana en progreso” (op. cit., p. 76).

244
Apéndice 2

y a la venta de trabajo sólo a través de su carencia de propiedad), supone, por el otro lado, no que las
fuentes de ingreso y, en parte, las condiciones de propiedad de estos individuos existentes hasta ese mo-
mento han desaparecido, sino, a la inversa, pues sólo su utilización ha cambiado, que la índole de su
existencia se ha transformado, que han pasado a otras manos como fondo libre o también que han quedado
en parte en las mismas manos.27

Estos procesos de disolución disuelven y trastocan las relaciones de produc-


ción en las que predomina el valor de uso y con ello trastoca también las formas
de existencia comunitaria y las convierte en relaciones de lucro y así el valor de
cambio y la producción del mismo –como apuntara Marx–:

... tiene como presupuesto el predominio por parte de la otra forma: por consiguiente, en todas estas
formas predominan las contribuciones en especie y los servicios en especie sobre los pagos en dinero y las
prestaciones en dinero.28

Puede notarse el papel que juega el dinero en la forma originaria del capital
y cuya existencia pertenece a la “prehistoria” de la economía burguesa. A ello
hace referencia Marx de la manera siguiente:

La forma originaria de capital no ocurre, como se piensa, porque el capital acumula medios de subsisten-
cia e instrumentos de trabajo y materias primas o, en suma, porque acumule las condiciones objetivas de
la producción separada del suelo y ya fundidas con el trabajo humano. El capital no crea las condiciones
objetivas del trabajo. Sino que su formación originaria ocurre simplemente en tanto, a través del proceso
histórico de disolución del antiguo modo de producción, el valor existente como patrimonio-dinero ad-
quiere, por un lado, la capacidad de comprar las condiciones objetivas del trabajo, por el otro, la de
cambiarles a los trabajadores liberados el trabajo vivo por dinero.29

Lo citado antes implica ya una actividad productiva más activa y más desa-
rrollada como consecuencia del desarrollo de las fuerzas productivas y asimismo
del comercio. Este gran periodo se venía gestando a lo largo de la Edad Media, de
forma paulatina hasta ocurrir los cambios que más adelante marcarían las pecu-
liaridades de su época histórica: el predominio del valor de cambio sobre el valor
de uso impone el flujo e intercambio de mercancías, así como de las actividades
27
Op. cit., p. 83.
28
Idem, p. 86.
29
Idem, p. 89.

245
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

comerciales en tanto que trabajo y mercado (incluso del trabajo mismo), y la


existencia misma de un mercado implica los lugares aptos para dichas activida-
des y el flujo del dinero necesario para tal intercambio. Aquellos lugares hacen
suponer la existencia de su carácter más bien urbano de tipo artesanal.
Con relación al dinero y a lo urbano aquí nos dice Marx:

Esta acción del dinero –en el desarrollo del valor de cambio– sólo era posible bajo el supuesto de la actividad
artesanal urbana, la cual no estaba basada sobre el capital y el trabajo asalariado, sino sobre la organiza-
ción del trabajo en corporaciones, etc.30

Si comparamos las observaciones anteriores con las citadas en la segunda parte


de este ensayo con referencia a La ideología... notaremos la minuciosidad con
que en las Formen desmenuza estos procesos históricos con el movimiento de las
categorías tratadas, pero podrán notarse diferencias considerables en lo referente
a la ciudad, pues en aquélla –aunque con argumentos teóricos sólidos pero agi-
gantados– nos muestra con más luminosidad la imagen y la dinámica de la ciudad
de la baja Edad Media, en su transición al capitalismo (fase de acumulación) y en
ésta nos plantea los elementos y sus momentos que los componen.
Dinero y valor de cambio son las “mancuernas” prehistóricas del capital, cuya
existencia es la metamorfosis de un determinado estado de las relaciones de pro-
ducción y la estructura económico-social, condicionantes directos de un proceso
de formación del mencionado capital:

La única acumulación presupuesta en la génesis del capital es la del patrimonio dinero, que considerado
en y por sí mismo es enteramente improductivo, en tanto sólo surge la circulación y sólo a ella pertenece.
El capital forma rápidamente un mercado interno a través de la aniquilación de toda la industria campesina
accesoria y así hila y teje para todos, a todos viste, etc., en suma otorga la forma de valores de cambio a
todas las mercancías antes creadas como valores de uso inmediato, un proceso que se deriva por sí mismo
de la separación de los trabajadores con respecto al suelo y a la propiedad (aun cuando sea la forma servil) de
las condiciones de producción.31

En este lugar, cuando Marx dice “las condiciones de producción”, se refiere a


lo que podríamos llamar: espacio productivo (bajo las precauciones antes comen-
30
Idem, p. 63.
31
Idem, p. 93.

246
Apéndice 2

tadas) y a su existencia histórica concreta, existencia que funge como mediación


y articulación entre economía (estructura económica) y forma material de existencia
urbana –si aquí situamos socialmente dicha existencia histórica– o en otros tér-
minos diríamos el sustrato económico de la habitación urbana, en tanto que exis-
tencia social de la ciudad como tal.

Nada más estúpido entonces —enfatiza Marx— que concebir esta formación originaria del capital como
si éste hubiera acumulado y creado las condiciones objetivas de la producción —medios de subsistencia,
material en bruto, instrumentos— y las hubiera brindado a los trabajadores despojados de ellas. Más bien,
el patrimonio-dinero ayudó en parte a despojar de estas condiciones a las fuerzas de trabajo de los indivi-
duos capaces de trabajar y en parte de este proceso avanzó sin él. Una vez que esta formación originaria
hubo alcanzado un cierto nivel, el patrimonio-dinero pudo colocarse como intermediario entre las condi-
ciones objetivas de la vida así liberadas y las fuerzas de trabajo vivas, liberadas, pero también aisladas y
vacantes y pudo comprar así la una con las otras.32

Véase la importancia que tiene el elemento patrimonio-dinero –y su importancia


en el valor de cambio– como generador de acumulación originaria de capital y de
ahí su trascendencia para la comprensión no sólo estructural sino superestructural
del “régimen urbano” y con éste, el de la ciudad. Esta afirmación está sustentada
en la conclusión marxiana del “epílogo” de las Formen donde nos dice:
De tal modo, resulta claro incluso para los economistas que el dinero no es algo tangible, sino que la
misma cosa puede ser subsumida* ya bajo la determinación del capital, ya bajo otra determinación
contrapuesta y que de acuerdo con esto es o no es capital. Es, entonces, manifiestamente una relación y
sólo puede ser una relación de producción.33

Bajo este mismo contexto teórico del “epílogo” de las Formen, Marx no olvida
ni deja de lado la existencia humana de las personalidades que intervienen en el
proceso de generación de capital; aquí radica la potencialidad del discurso crítico
marxiano en torno a la esencialidad de las formas de existencia de capital. Veamos
finalmente una de las conclusiones fundamentales de Marx:

La producción de capitalistas y trabajadores asalariados es entonces un producto fundamental del proce-


so de valorización del capital. La economía usual, que sólo tiene en vista las cosas producidas, se olvida
32
Idem, p. 89.
33
Idem, p. 95. *El subrayado es nuestro.

247
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

de esto por completo. En cuanto en este proceso el trabajo objetivado es puesto al mismo tiempo como no-
objetividad del trabajador, como objetividad de una subjetividad contrapuesta al trabajador, como propiedad
de una voluntad ajena a él, el capital es al mismo tiempo necesariamente el capitalista y la idea de algunos
socialistas de que necesitamos el capital, pero no los capitalistas, es enteramente falsa. En el concepto del
capital está puesto que las condiciones objetivas del trabajo —y éstas son el propio producto del capital—
asumen frente a éste una personalidad o, lo que es lo mismo, que sean puestas como propiedad de una
personalidad ajena. En el concepto del capital está contenido el capitalista.34

Con estas consideraciones Marx cierra el círculo argumental de su discurso.


En él se pone en marcha el método según el cual la anatomía del capital esclarece
a la anatomía precapitalista y arriba al principio, al punto de arranque, esclarecido
en sus momentos fundamentales correspondientes.

Conclusión

Para terminar recurriremos a los “lugares” del discurso de Marx donde bordea de ma-
nera explícita la cercanía de un intento de definición general de la ciudad (donde,
ante todo, su preocupación principal parece ser el análisis del surgimiento de la
“contraposición” entre la ciudad y el campo como totalidad y no la visión parcelaria
de la ciudad –visión que en su unilateralidad deja de ser dialéctica–). Estos luga-
res discursivos pertenecen a La ideología, y específicamente al apartado titulado
“Intercambio y fuerza productiva”. Aquí Marx alude implícita o explícitamente a
todos los elementos de las Formen hasta aquí identificados. Bajo la definición
anterior de todos ellos la imagen del concepto de ciudad quedará ya desplegada.
Nos dice Marx:

La ciudad es ya obra de la concentración de la población, de los instrumentos de producción, del capital,


del disfrute y de las necesidades, al paso que el campo sirve de exponente al hecho contrario, al aislamien-
to y la soledad (La ideología..., p. 56).

Es indudable que la ciudad evocada es la ciudad capitalista, en el pródromo


de su génesis, cuyos elementos que la componen son los siguientes:

34
Idem, p. 94.

248
Apéndice 2

1. Concentración de población.
2. Concentración de los instrumentos de producción.
3. Concentración del capital.
4. Concentración del disfrute.
5. Concentración de las necesidades.

Los elementos anteriores son complementados con otros que de ninguna ma-
nera son menos importantes y los cuales Marx hace explícitos.

Con la ciudad aparece, al mismo tiempo, la necesidad de la administración, de la policía, de los impuestos,
etc., en una palabra, del régimen colectivo y, por tanto, de la política en general” (idem, p. 55).

6. La política (el régimen colectivo).

Por política se entiende aquí la vida en colectividad, es decir, la vida en ciudad.


Aquella forma de vida tras la que se establecen formas generales de vida social
(proyectos colectivos), tomas de decisión colectiva y consenso.
Observando ahora la ciudad en la totalidad del proceso histórico son distin-
guibles otros elementos:

La contraposición entre ciudad y campo sólo puede darse dentro de la propiedad privada...
La separación de la ciudad y el campo puede concebirse también como la separación del capital y la
propiedad sobre la tierra, como el comienzo de una existencia y de un desarrollo del capital independien-
tes de la propiedad territorial, de una propiedad basada solamente en el trabajo y en el intercambio” (idem,
p. 56).

Por lo anterior, puede también entenderse por “ciudad” a la negación del campo
o, en otros términos, negación de propiedad territorial:

7. No-propiedad territorial.

y, por tanto:

8. Propiedad del trabajo, o mejor dicho, de la fuerza de trabajo.


9. Intercambio.
249
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

Aquí intercambio es una densificación de elementos en él presentes:

10. Subsunción del valor de uso al valor de cambio.


11. Flujo de mercancías (incluyendo al trabajo mismo). Existencia de un mer-
cado de trabajo.
12. Imperio del patrimonio-dinero, o si se quiere simplemente dinero.

Visto en su proceso de génesis, el intercambio toma también otra magnitud


desde su generalidad histórica:

Al constituirse el cambio de una clase especial y al extenderse el comercio, por medio de los mercaderes,
hasta más allá de la periferia inmediata de la ciudad, se opera inmediatamente una acción recíproca entre
la producción y el intercambio. Las ciudades se relacionan unas con otras, de una ciudad a otra se llevan
nuevos instrumentos de trabajo, y la separación entre la producción y el intercambio no tarda en provocar
una nueva división de la producción entre las distintas ciudades, y pronto vemos cómo cada una de ellas
tiende a explotar, predominantemente, una rama industrial. La limitación inicial a una determinada loca-
lidad comienza a desaparecer, poco a poco (idem, pp. 60, 61).

Dos elementos más están presentes:

13. Relación e intercambio de producción entre una ciudades con otras.


14. División del trabajo entre unas otras y otras ciudades.

Y por último, habrá que considerar otro elemento que cae en el dominio de la
superestructura y la cultura inmaterial:

Al entrar en contacto unas ciudades con otras, estas condiciones comunes se desarrollaron hasta conver-
tirse en condiciones de clase. Idénticas condiciones, idénticas antítesis, e idénticos intereses tenían nece-
sariamente que provocar en todas partes, muy a grandes rasgos, idénticas costumbres” (idem, p. 60).

El elemento citado es un fenómeno de la cultura inmaterial:

15. Identidad de costumbres –entre ciudades–.

250
Apéndice 2

Los elementos hasta aquí enumerados componen un conjunto de características


básicas para un primer acercamiento a la comprensión histórico-económica de la
génesis de la ciudad; son resultado de un análisis comparativo entre dos obras
“clave” para la comprensión del tema que abordamos. El disertar en torno a la
existencia concreta y articulada de la ciudad en su contexto histórico, sería motivo
de un trabajo mucho más complejo y más específico, sin embargo, el objeto de
esta enumeración es –además– la puesta en duda de aquellas afirmaciones según
las cuales no existe una definición marxiana de la ciudad. Nos inclinamos a pen-
sar lo contrario, sin que por ello se pretenda afirmar que exista una “teoría marxiana
de la ciudad”, dado el carácter abierto de sus puntos de vista sobre la problemá-
tica social y lo incompatible que resulta con respecto a la concepción crítica de
Marx.

251
RECOMENDACIONES

Para analizar los alcances de este acercamiento general es necesario tomar en


cuenta las anotaciones que siguen:

1. Las observaciones críticas a los autores expuestos en el capítulo 1 se entenderán


de manera completa si se revisan específicamente los textos citados. La finalidad
que se persigue consiste en la búsqueda del legado que enriquece la visión
general de la ciudad y lo urbano, y de ninguna manera la crítica detallada de
autor alguno. Esto último está lejos de haberse buscado.
No deberá olvidarse nunca que en el presente trabajo se pretende estructurar
la perspectiva global de la ciudad mediante un discurso que considere las cate-
gorías, figuras teóricas e ideas básicas que funden sólidos puntos de partida
para la investigación de la temática urbana.

2. La exposición del capítulo 2 obedece a mi comprensión del método seguido


por Marx en los trabajos comentados (La ideología alemana y las Formen),
pudiéndose hacer más comprensible si se revisa el apéndice 2 en su parte co-
rrespondiente a la metodología.

3. El uso de la palabra dialéctica no corresponde al de ninguna fórmula mágica,


adopta, más bien, la connotación de movimiento. Ya que el movimiento no
puede concebirse por sí sólo sino en relación con la materia, el espacio y el
tiempo, la dialéctica no puede ser independiente de las categorías sociales a las
cuales se refiere. Dicho en una palabra, la dialéctica es aquí un adjetivo y nunca
un sustantivo.

4. La reincidencia en las ideas de Heidegger no es de ningún modo alarde de


eclecticismo; con ellas se busca enriquecer la exposición general descompo-
niendo en sus partes los elementos que a veces tienen la apariencia de comple-
jos o son, de suyo, complejos.

253
La ciudad: pensamiento crítico y teoría

5. En la mayor parte de esta tesis, al referirme a lo urbano, hago mención de


aquellos fenómenos sociales que acontecen dentro de los límites de la ciudad,
sin que por ello quiera decirse que sean lo mismo, pues lo urbano sobrepasa en
mucho los “muros” de la ciudad.

6. La noción de espacio se refiere aquí al sitio en tanto que lugar socialmente


habitable, es decir, se hace referencia al espacio-histórico-social y nunca a el
espacio general y abstracto, por lo cual expreso mi amplia coincidencia con
Heidegger al tocar el nexo indisoluble de construir (pro-ducir) y habitar.

7. El apéndice 1 es una ilustración de las nociones técnica y tecnología, no haciendo


más que complementar al capítulo 2.

8. Los fenómenos urbano-citadinos vinculados con lo político, la política, los lla-


mados movimientos sociales urbanos, la estética, entre otros, se tratarán en un
trabajo posterior dedicado a la creación del espacio social en la vida cotidiana
de las ciudades contemporáneas. En este acercamiento no fue posible, dada la
intención de reconocimiento general.

254
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ÍNDICE DE ILUSTRACIONES

1. La jornada solar de 24 horas ...................................................................... 38


2. Sucesión histórica de ciudades según el porcentaje de poblamiento
urbano mundial .......................................................................................... 45
3. Fases históricas de la vida urbana según la relación
industrialización-urbanización ................................................................... 46
4. Representación esquemática de estructura y sistema urbano .................... 66
5. La estructura del proceso de reproducción social ...................................... 114
6. La estructura del objeto práctico ................................................................ 125
7. Las funciones consuntivas de la comunicación/interpretación ................. 130
8. El proceso práctico de comunicación/interpretación ................................. 131

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Impreso en los Talleres Gráficos de la
Dirección de Publicaciones del
Instituto Politécnico Nacional
Tresguerras 27, Centro Histórico, México, DF
Enero de 2005. Edición: 1000 ejemplares

CUIDADO EDITORIAL: Felipe Mardones Pons


CORRECCIÓN: Felipe Mardones Pons y
Carmen Sánchez Crespo
FORMACIÓN: Armando Acosta Alavez
DISEÑO DE PORTADA: Laura Varela
SUPERVISIÓN: Manuel Toral Azuela
PROCESOS EDITORIALES: Manuel Gutiérrez Oropeza
PRODUCCIÓN: Martha Varela Michel
DIVISIÓN EDITORIAL: Jesús Espinosa Morales
DIRECTOR: Arturo Salcido Beltrán

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