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Conquista de América

Cristóbal Colón (1451-1506) era un navegante genovés al servicio de la Corona de Castilla.


Sobre su origen se han defendido las tesis más dispares: que era catalán, mallorquín, judío,
gallego, castellano, extremeño, corso, francés, inglés, griego y hasta suizo.

Entre 1470 y 1476 recorrió todas las rutas comerciales importantes del Mediterráneo,
desde Quíos, en el Egeo, hasta la península Ibérica; al servicio de las más importantes firmas
genovesas. También participó en empresas bélicas. Estos descubrimientos fueron posibles gracias
a los adelantos técnicos y el perfeccionamiento de los instrumentos de navegación como la
brújula, el astrolabio, y las cartas de navegación, así como la construcción de embarcaciones más
ligeras, las llamadas carabelas.

En 1476 se estableció en Portugal, donde concibió el proyecto de llegar a Oriente por una
ruta de Occidente. El primero que lanzó la idea de llegar a Asia navegando hacia el oeste a finales
del siglo XV parece que fue Paolo dal Pozzo Toscanelli (1397-1482), matemático y astrónomo
florentino, en su Correspondencia y Mapa que, en 1474, había hecho llegar al rey de Portugal
Alfonso V a través de su amigo, el canónigo lisboeta Fernando Martins. El mapa de trazaba un
mapa del Atlántico sin América e indicando una distancia de 5000 km entre las costas de Europa y
Asia, error que resultó fecundo una vez examinado por Cristóbal Colón.

Rechazado el proyecto de Colón en Portugal, fue aceptado por los Reyes Católicos, que
firmaron con Colón las Capitulaciones de Santa Fe (17.04.1492), documento-contrato que
estipulaba las condiciones en que Cristóbal Colón haría el viaje descubridor: 10% del producto de
lo descubierto, cargo hereditario de virrey y almirante para Colón. Con este documento en mano,
Colón se dirigió a la villa de Palos de la Frontera a preparar la flota descubridora.

El hallazgo de América señalaría un nuevo rumbo a la historia de España. De pronto el


suelo ibérico hace de puente entre la vieja Europa y un continente virgen, insólito, con una
geografía exuberante y unas civilizaciones inéditas y ricas. La Iglesia no se haría rogar para dar
carácter sagrado a la hazaña del descubrimiento. Con el papa Alejandro VI de su lado, Isabel y
Fernando recibieron el regalo de las bulas pontificias que daban una cobertura legal a la
impredecible expansión colonial de Castilla y erigía a los Reyes Católicos en soberanos de todas las
tierras descubiertas y por descubrir.

La Conquista dio lugar a regímenes virreinales y coloniales muy poderosos que resultaron
en la asimilación cultural de los indígenas y su sometimiento a las leyes de las potencias
conquistadoras. Toda Europa creció enormemente gracias a las riquezas de América, no solo
España y Portugal. La Conquista dio lugar a la importación de nuevos productos agrícolas en
Europa como el tomate, la patata o el cacao que tuvieron un gran impacto en la economía y
hábitos europeos. Igualmente, se revolucionó el paisaje productivo y alimentario del continente
americano con la llegada de las variedades agrícolas y diversidad ganadera.

La introducción de minerales americanos impulsó enormemente la economía europea


pero también creó situaciones de alta inflación. En los siglos posteriores, el oro y
la plata desempeñaron una función importante en el nacimiento del capitalismo, principalmente
en los Países Bajos, Gran Bretaña y Francia. La Conquista de América fue un proceso casi
permanente, ya que algunas sociedades indígenas opusieron una resistencia continua y otras
nunca fueron asimiladas completamente.

Varios pueblos americanos presentaron resistencia a la ocupación de los europeos a pesar


de encontrarse en desventaja desde el punto de vista de tecnología bélica. Las armas y técnicas de
guerra españolas eran más avanzadas que las indígenas. Los europeos conocían la fundición,
la pólvora y contaban con caballos y vehículos de guerra. Los americanos contaban con
una tecnología lítica y carecían de animales de carga, a pesar de ser superiores en número y en
conocimiento del terreno. Las enfermedades que los europeos llevaron a América —para las
cuales los indígenas carecían de defensas— cobraron miles de vidas y fueron un factor que pesó
en contra de las sociedades americanas, que en medio de la guerra también enfrentaron el
desastre epidemiológico. La historia de la Conquista de América ha sido relatada principalmente
desde el punto de vista de los europeos. Salvo en el caso de los mesoamericanos, los pueblos
indígenas desconocían la escritura, de modo que los registros de los hechos desde la perspectiva
indígena consisten principalmente en relatos recuperados algunos años después por los propios
europeos. Se cuenta con ellos en los casos de Nueva España, el Perú y Yucatán.

Se han conservado fuentes que transmiten la percepción de los indígenas del proceso de
descubrimiento y conquista, siendo la más completa la recogida por fray Bernardino de Sahún
gracias a unos informantes que escribieron en nahualtl pero con alfabeto latino. Las fuentes en
castellano son más abundantes, aunque pasan por su transmisión cultural la visión de la población
autóctona.

El choque cultural fue profundo y supuso un proceso traumático a pesar de que los indios
lo interpretaron como inevitable. Algunos aceptan la leyenda negra de la conquista, donde se
relata la historia de un choque de culturas, con aborígenes exterminados, o expuestos a trabajos
agobiantes, como la mita o las encomiendas, que los conducían a la enfermedad, y la muerte.
Poblaciones enteras diezmadas, a las que se les quitó la cultura, las ideas, la libre expresión,
sometiéndolos a trabajos forzados y a aceptar una religión ajena. El suelo del territorio, tan amado
por los nativos y cuidado por ellos, fue sometido a prácticas agrícolas extractivas que agotaron su
productividad. La riqueza minera fue llevada a Europa, dejando en América un territorio a merced
de las necesidades foráneas.

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