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Del pensamiento a la acción

Junio 7, 2006

Por Mario Bunge


Para La Nación

MONTREAL. TODOS sabemos que del dicho al hecho hay un buen trecho. Pero ¿de qué
está hecho el trecho? Y ¿cuál es el proceso o mecanismo que media entre intención y
acción? Por ejemplo, ¿cómo se pasa de la decisión de asir una taza a asirla de hecho? Este
es uno de los problemas más "calientes" que investiga la psicología biológica (a diferencia
del psicomacaneo).

La solución de este problema no sólo enriquecería nuestra comprensión de la mente y de la


acción. También tendría utilidad práctica. En efecto, si averiguamos qué pasa entre ideación
y acción, acaso se sabrá qué hacer cuando un accidente interrumpe el circuito, tal como
ocurre con los cuadripléjicos. O sea, se podrá diseñar una prótesis que medie entre
pensamiento y movimiento, ya sea del propio cuerpo, ya de una mano electromecánica. ¿Se
logrará? Ya se está haciendo.

Por supuesto, no se trata de resucitar fantasía de la telequinesia, o movimiento a distancia,


de que hablan los parapsicólogos. En particular, no se trata de tocar el piano con la mera
fuerza de la mente, sin que nadie ni nada toque las teclas. Se trata, en cambio, de empezar
por saber cómo el cerebro del pianista controla sus manos. Esto es sabido, al menos en
grandes líneas, desde hace tiempo.

Señales al cerebro

El proceso consta de cuatro etapas. En la primera, una parte de la corteza cerebral imagina
el acorde. En la segunda, ese órgano manda un mensaje a los centros de intención,
planificación y decisión (la corteza parietal posterior y los lóbulos frontales). En la tercera,
esta oficina ejecutiva envía un mensaje a la banda motriz. En la cuarta, ésta envía una señal
a la mano. Esta señal va del cerebro a la médula espinal, y de aquí a los nervios periféricos
que controlan los músculos de la mano. Si la médula espinal se corta, el mensaje no se
transmite y la mano no se mueve: es el drama del pianista paralítico.

El problema técnico consiste en saltar las dos últimas etapas del proceso. Es decir, en pasar
directamente del centro planificador y decisor a una mano artificial. En otras palabras, el
problema es diseñar una máquina que "lea pensamientos" y los traduzca a acciones
ejecutables por una prótesis. En principio, el pianista paralítico tocaría el piano con sólo
pensar las notas. Para lograrlo bastaría implantar en su cerebro electrodos conectados con
un piano electrónico. Análogamente, el escritor paralítico escribiría con sólo ir pensando las
palabras, si se conectara su cerebro con un brazo robótico acoplado a una computadora.
Esto no es fantaciencia sino todo un proyecto de investigación en marcha.

Los primeros frutos de este proyecto fueron presentados a la reunión anual de la Sociedad
de Neurociencias celebrado en Miami en octubre de 1999. Uno de los resultados más
sensacionales fue el dispositivo presentado por John Donoghue y su equipo. Se trata de un
brazo robótico conectado con la oficina ejecutiva del cerebro de un mono. El lápiz
sostenido por el brazo protético iba trazando un dibujo a medida que el mono lo iba
imaginando.

La psiconeuroingeniería ya no es ficción técnica, sino realidad técnica, aunque aún


embrionaria. Muy pronto será también realidad industrial altamente rentable. Ya hay por lo
menos una empresa, Neural Signals Inc., radicada en Atlanta y dirigida por Philip Kennedy,
que fabrica neuroprótesis de un tipo radicalmente nuevo. Estas son electrodos que
desprenden compuestos que promueven el crecimiento de nuevas dendritas (ramitas)
neuronales.
Al implantarse en un cerebro vivo, este electrodo hace contacto con neuronas del sujeto
experimental (o del paciente), y es capaz de recoger los impulsos nerviosos que se generan
en su centro ejecutivo. Se sortea así el largo circuito que pasa por la espina dorsal. A un
paciente de 53 años de edad, paralizado por una lesión del tallo cerebral, se le implantó uno
de estos electrodos. Este está ubicado en su corteza motriz primaria, y está conectado con
un cursor que se mueve sobre la pantalla de una computadora. El paciente ha aprendido a
mover el cursor a voluntad, de una letra a otra. De esta manera escribe mensajes breves con
sólo pensar en el cursor. El procedimiento es aún lento, pero ha sacado al paciente de su
jaula motriz.

Falsedad del dualismo

Estos avances no habrían sido posibles si los científicos involucrados en ellos no se


hubieran liberado de dos mitos. El primero es la creencia de que los seres humanos no
somos los parientes ricos de los monos. El segundo mito es el de la inmaterialidad de la
mente. En efecto, todos esos avances presuponen que lo que vale para el cerebro simiesco
quizá valga también para el humano (aunque no viceversa).

También presuponen la inexistencia del alma inmaterial, o sea, la falsedad del dualismo
mente-cuerpo o psiconeural. Dicho en modo afirmativo: dichas investigaciones presuponen
que los procesos mentales son procesos cerebrales. (Esta es la hipótesis del monismo
psiconeural.) Por ser procesos materiales, los pensamientos son captables y controlables por
medios materiales, tales como electrodos.

La moraleja es clara: si quieres contribuir al avance del conocimiento de la mente, olvida


los mitos sobre ésta, e investiga el cerebro pensante, en lugar de la mente en sí misma e
independiente del cuerpo. Este cambio de foco, de la mente inmaterial al cerebro que siente
y piensa, explica los extraordinarios logros de la neurociencia cognoscitiva, así como los
primeros frutos de la psiconeuroingeniería. Este es uno de los frutos palpables de la
filosofía naturalista. ¡Y después dicen que la filosofía no sirve para nada!

Mario Bunge nació en Buenos Aires el 21 de septiembre de 1919. Interesado en la filosofía


de la física, Bunge comenzó sus estudios en la Universidad Nacional de La Plata,
graduándose con un doctorado en ciencias físico-matemáticas en 1952. El tema de su tesis
doctoral versó sobre Cinemática del electrón relativista.

Allí, y en la Universidad de Buenos Aires, fue profesor de física teórica y filosofía desde
1956 hasta 1963 cuando insatisfecho con el clima político de su país, tomó la decisión de
emigrar.

Por unos pocos años enseñó en universidades de México, Estados Unidos y Alemania.
Finalmente, en 1966 se instaló en Montreal (Canadá), donde enseña en la Universidad
McGill desde entonces, ocupando la cátedra Frothingam de lógica y metafísica (es
Frothingham Professor of Logic and Metaphysics).
Tal vez su obra más importante sean los ocho tomos de su Tratado de filosofía (Treatise on
Basic Philosophy), pero se trata de un autor enormemente prolífico que, tras exponer sus
posiciones generales en el Tratado, ha ido publicando en forma regular las aplicaciones de
su filosofía a diversas ciencias, tanto naturales como sociales (ver más abajo en
Publicaciones).

Mario Bunge ha sido honrado con dieciséis doctorados honoris causa otorgados por
instituciones como la Universidad de Salamanca (España) en 2003, la Universidad
Nacional de La Plata (Argentina) y la Universidad de Buenos Aires (Argentina) en 2008.
También recibió el Premio Príncipe de Asturias en 1982.

Interesado principalmente por la lógica de la ciencia y los problemas del conocimiento


científico, ha tratado de construir una filosofía científica (más precisamente, una
metafísica) que tuviera en cuenta tanto el conocimiento elaborado por la ciencia como el
método utilizado por quienes la practican, entendiendo que este último es un proceso que
no está exclusivamente supeditado ni a la experiencia ni a la teoría.

Aunque la concepción de la ciencia elaborada por Bunge concede importancia al desarrollo


de la investigación científica en la historia, su orientación está principalmente dirigida al
análisis formal de dicho desarrollo, y se aparta de la insistencia en los aspectos históricos,
psicológicos y sociales propia de enfoques como los de Thomas Kuhn y Paul Feyerabend.

Defensor de un realismo crítico basado en una ontología materialista y pluralista, ha


mantenido una actitud beligerante ante el psicoanálisis, al que considera una pseudociencia
supeditada a la aceptación acrítica de la doctrina de Freud como argumento de autoridad; en
un sentido análogo, considera que el marxismo no ha conseguido superar la condición
ideológica de sistema de creencias a causa de su repetición también acrítica de las
enseñanzas de Marx.

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