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1) El autor nombra y explica diferentes argumentos para considerar la escuela como

transmisora de saberes emancipadores y de los valores fundadores de la democracia.


En principio, y como menciona Meirieu, la escuela transmite saberes que permiten
inscribirse en una historia y proyectarse en un futuro. Es por eso que, los saberes
que se enseñan en la escuela deben ser emancipadores, y solo lo serán si se le
transmite al alumno la sensación de que permitió construir una emancipación en él
mismo. Meirieu propone además, no solo enseñar estos saberes sino su historia, de
donde provienen, quien los construyó, porqué y para qué. Esta complejización debe
entenderse partiendo del principal objetivo de la educación, transmitirles a nuestros
hijos que los saberes fueron y siguen siendo una herramienta de emancipación para
los hombres y las mujeres. A esto, el autor propone que los jóvenes, entre 15 y 17
años, deben comprender que se van a emancipar a través de una transgresión de su
inteligencia en contra de los prejuicios que puedan tener en su contra. Ahí es donde
la educación y quienes educan deben hacer el mayor esfuerzo e incapie, deben hacer
entender a los jóvenes que ellos son el futuro, que pueden lograr lo que sea, y todo a
través del saber, para derrotar cualquier obstáculo prejuicioso que encuentren en su
camino. “La más linda subversión y la más agradable es la de la inteligencia frente
a la tontería”, con esta frase Meirieu no solo nos da a entender que los jóvenes
quieren emanciparse mediante una subversión frente a los prejuicios que la sociedad
tiene para ellos, sino que muchos lo hacen mediante las drogas, y es ahí donde la
escuela y el saber deben volver al centro de atención para los jóvenes, ya que
pueden lograr emanciparse mediante el conocimiento, y debe ser la educación y la
escuela, garante de ello.
2) Uno de los valores fundamentales en la enseñanza dentro de la escuela y del aula es
la democracia a la hora de educar, tratar de convencer al alumno de que es
importante aprehender diversos saberes, y la forma de convencimiento es a través
del respeto por la inteligencia del otro, en este caso, del alumno. Este respeto debe
llevarse a cabo mediante el dialogo sin caer en la sumisión o el control, y
demostrándole al alumno que en ese respeto mutuo se puede aprender, no solo los
saberes sino valores democráticos. Es por ello que, el que tiene razón en clase o en
la universidad es el que sabe convencer. Esta acción es vital en el proceso

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democrático de la enseñanza, porque se trata de una convencimiento con convicción
pero sin recurrir a la humillación de la otra persona. Esta educación democrática, se
dirigirá a interpelar la inteligencia del otro, a la capacidad del otro de entender y a la
capacidad del docente para volver cada más convincentes la formulación de los
diversos tipos de transmiciones de saberes hacia los alumnos. Resumiendo, el
trabajo pedagógico se resume a eso: buscar una forma constante y de manera
renovada la vía para interpelar la inteligencia en el otro. Es por eso que el valor
fundamental de la democracia es el valor que tiene el pensamiento, el de atreverse a
pensar. Y mediante esto, la educación debe volverlo el eje central de nuestras clases,
más que cualquier otro elemento correspondiente a la educación. Dentro de este
pensamiento es donde encontramos el gozo de educar, no solo por parte del docente
que enseña, sino (y más importante), por el alumno que piensa, relaciona y
comprende dicho saber.
3) La formación para la democracia presenta varias dificultades, entre ellas la rapidez
con la que se mueve la sociedad hoy en dia. Esta velocidad no pasa desapercibida en
los jovenes, sino que, ellos son parte de esto ya que no hay lugar para la reflexión y
el tiempo para tomar una decisión. Los deseos y los actos deben ser realizados en el
momento que se tienen y los jóvenes desean todo ya mismo. Por eso, en el día a día
de la clase, los docentes deben escuchar los deseos, los pedidos de los alumnos,
pero también debemos imponerles esta posibilidad de postergar para poder
reflexionar y debatir. En esta época donde todo va más rápido, la escuela debe ser
un lugar donde todo vaya con más lentitud, para dar el espacio necesario para el
debate, la reflexión y el pensamiento.
Otra dificultad reside en la simbolización del pensamiento. Hoy ya no se otorgan
reflexiones de este tipo, sino que, se le da a los jóvenes una presentación obscena,
mostrando y ostentando todo, impidiendo que se pueda pensar. La escuela tiene una
responsabilidad mayor en la construcción de ese aspecto simbolico, y esto se da
permitiendo manipular símbolos, o sea, conceptos o ideas. Hoy se vive un frenesí de
la acción inmediata, sin pasar por la simbolización. Se trata de una crisis del
imaginario, de la idealización y de la sublimación. Esta crisis se manifiestan en la
crisis del actuar y en la negación de acceder a lo simbólico.

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Otra dificultad que se presenta es la cooperación a la hora del trabajo educativo. Si
bien, el sistema educativo esta desarrollado para lograr un cooperativismo entre
pares de las mismas edades o de los mismos saberes para que todos puedan cooperar
entre si y trabajar juntos, el individualismo que suponen los avances tecnológicos es
cada vez mas grande y avanza sin letargo en los jóvenes. Es por eso que en la
escuela, deben proponerse cada vez más actividades en grupo, utilizando siempre
diferentes variables o estrategias, pero nunca perdiendo el foco en lo grupal,
apuntando al trabajo colectivo y al cooperativismo entre todos, ya que, la acción del
compartir, no solo saberes, sino experiencias o pensamientos, es donde se vencen al
individualismo que se impone día a día en el mundo.

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