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¿Deben los colegios educar o solo enseñar?

by David Perelló Marugán

Educar vs Enseñar (o la lista de los Reyes Godos)


Cada vez se me hacen más largas las esperas hasta la llegada del metro.
En una de estas interminables estancias en el andén escuché: “Algo pasa en las escuelas, no son lo que eran. Mi hijo no sabe ni
la lista de los reyes godos”. El comentario proveniente de la señora de al lado, a otra mujer, me hizo reflexionar sobre los nuevos
modelos pedagógicos.
El aprendizaje memorístico de los treinta y tres reyes visigodos ordenados cronológicamente, se ha utilizado como ejemplo de la
pedagogía más tradicional, basada en contenidos. Hoy en día la pedagogía tiende hacía otros caminos más acordes con las
competencias.
Aunque parezca contradictorio con los actuales modelos pedagógicos la opinión de la señora es cada vez más frecuente. Esta
reflexión se hace eco de las dificultades que afronta el Sistema Educativo Español.
El dilema está planteado: ¿Las escuelas deben enseñar o educar?, y listo para el debate.

Educar frente a enseñar ¿Cuál es el papel de los colegios?


La utilización indiscriminada de estas palabras hace difícil distinguir su sentido pleno.

Educar
Procede del latín “educare”. Significa conducir, dirigir, encaminar, guiar, orientar, etc. Emparentado con “ducere”, conducir
y “educere”, extraer fuera. Consiste en desarrollar las habilidades y capacidades del alumno, atendiendo a todos sus aspectos
(físicos, intelectuales, sociales y éticos). La educación parte de una metodología basada en los ejercicios prácticos, la
experimentación o la reflexión. El alumno es el protagonista de su aprendizaje y el maestro un guía que perfecciona las
herramientas encaminadas para que pueda a ejercer una correcta ciudadanía activa.

Enseñar
Procede del latín “insignare”, señalar. Significa instruir, doctrinar, amaestrar con reglas o preceptos, mostrar o exponer algo para
que sea visto y apreciado.

El papel de los colegios: Enseñar


La escuela puede instruir a sus alumnos pero no puede educarlos, porque no tiene medios ni es su
finalidad. (José Saramago).
Varios especialistas están de acuerdo con la idea de Saramago. Según los expertos, los nuevos sistemas pretenden hacer
demasiadas cosas, aún cuando no son capaces, abocándose al final a no hacer ninguna, ni siquiera la fundamental, la enseñanza.
Estas opiniones se asientan en un sistema criticado por el exceso de burocracia, las clases lectivas de cuarenta y cinco minutos, la
masificación de las aulas, la escasez de apoyos para atender la diversidad, la implantación inadecuada del bilingüismo o las
evaluaciones centradas en contenidos.
Esto hace, para ciertos miembros de la comunidad educativa, que el objetivo planteado, educar, se convierta en una quimera para
la mayoría de escuelas y maestros.
La educación solicita tiempo, esfuerzo, dedicación y recursos; y cuando estos escasean, como reconoce J. Luetich (2002), “la
educación se convierte en instrucción”.

El papel de los colegios: Educar


El premio Nobel José Saramago dijo en un ciclo de conferencias: “Yo fui educado por unos padres que eran analfabetos”.
Sin duda la familia es uno de los ejes o pilares fundamentales en la educación de los hijos, al ser el primer agente socializador del
alumno, y aquel que le acompañará en casi todas las vicisitudes a lo largo de su vida.
Diferentes autores afirman, sin negar el papel relevante de la familia, que es primordial que la escuela adquiera una
responsabilidad mayor en la educación de los alumnos. Se basan en las limitaciones de las familias al ser estructuras muy
particulares en las que es difícil mostrar la globalidad existente.
Estas limitaciones se contraponen con una sociedad cambiante que tiende a la universalidad y a la asociación. Es la escuela donde
el sistema es capaz de proveer experiencias que favorezcan el conjunto de las facultades necesarias para vivir de forma activa en
sociedad.

Educar vs Enseñar: Conclusión


No puede existir educación sin instrucción, y la escuela debe afrontar las demandas actuales que requiere la sociedad, contando
con el apoyo y el esfuerzo de las familias. Pero para ello ha de ser coherente con sus propias limitaciones, conociéndolas y
buscando mecanismos que le permita hacerlas frente.
Debe marcarse una dirección, centrada en la formación e instrucción del alumno, y ser constante, sin ir dar saltos abruptos cada
cuatro u ocho años.
Otra cosa son los tiempos de espera entre metro y metro.

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