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Efectos psicologicos de la represión politica

Sudamericana-Planeta 1986

PROLOGO.

Escribir para este libro no me resulta nada fácil si pienso en la parte


técnica, pero cuando pienso en todos los años de dolor que llevó alcanzar
estas conclusiones, entonces se agolpan cientos de ideas y miles de
palabras.
Cuando Diana Kordon se acercó a nosotras, la mayoría no sabía o no
conocía qué era un tratamiento psicológico. Desde la compañera que
decía “Yo no estoy loca para tratarme", hasta la que por estar tan
angustiada y deprimida aceptaba la primera charla, estaban todos los
matices.
No quiero dejar de decir que teníamos madres de psicólogos y psiquiatras
desaparecidos que nos explicaban los cambios y mejorías que se podían
lograr.
Así, estos seres humanos, llenos de amor, comprensión y solidaridad
empezaron a entender a las Madres y a sus familias cuando se hablaba de
la desaparición.
Cuando usted empiece a leer este libro quiero que sepa que fue escrito
con todo el respeto que siempre sintieron por nosotras; que las Madres
convertimos el dolor en lucha, que socializamos la maternidad, pero que
muchas de nosotras, si no fuera por la ayuda invalorable y desinteresada
de este equipo de profesionales, no, estaríamos en pie trabajando.
Los treinta mil hijos que nos faltan nos marcaron un camino de entrega y
solidaridad con el pueblo; nosotras estamos dispuestas a seguirlo. Quiero
terminar diciendo que las Madres locas de Plaza de Mayo desparramamos
en todo el mundo esta locura de amor por la vida, la justicia y la libertad.

Hebe P. de Bonafini, julio de 1986.

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INTRODUCCIÓN

Este libro es producto de una experiencia compartida con las Madres de


Plaza de Mayo. A lo largo de la misma elaboramos ideas acerca de la
incidencia psicológica de la represión, ideas que durante un prolongado
período fueron producidas en condiciones adversas.
En momentos en que la norma de silencio sobre la existencia y destino de
lo desaparecidos impuesta por la dictadura abarcaba también nuestro
medio profesional, escribimos el primer artículo de este libro.
Con él intentábamos, por nuestra parte, quebrar el fenómeno de la
renegación social; había que hablar de aquello que estaba silenciado. No
fue sencillo encontrar en ese momento quién lo publicara.
Nos acercamos a las Madres a partir de nuestra necesidad de ser
solidarios y de participar en alguna forma de resistencia a la dictadura, y
no desde el rol profesional. El aporte técnico fue surgiendo con el tiempo.
Caminando junto a ellas las fuimos conociendo; supimos de su capacidad
de transformar el dolor en espíritu de lucha; la vulnerabilidad, en
fortaleza; la herida personal y privada, en acción social compartida. Nos
interrogábamos acerca de cómo explicarnos su preservación personal,
habiendo sido afectadas por una situación traumática intensa. Escribimos
así nuevos artículos en los que tratamos de comprender estos fenómenos.
En este proceso se fue constituyendo como tal nuestro equipo de
asistencia psicológica, de cuyo quehacer clínico damos cuenta aquí. Con el
tiempo hemos avanzado en la elaboración conceptual, en precisar nuestro
abordaje asistencial y los instrumentos teóricos que subyacen en él.
Algunos de los artículos de este libro tienen un valor testimonial, ya que
las ideas que en ellos se exponen hoy son parte del acervo colectivo. Sin
embargo, hemos decidido publicarlos tal como fueron escritos en su
momento, en tanto constituyen un elemento importante del necesario
balance histórico del procesamiento de las ideas y de la relación entre la
práctica concreta y la producción de las mismas. Lo entendemos también
necesario como un aporte a la memoria histórica de nuestra sociedad.
Consideramos el problema de los desaparecidos como una cuestión que
afecta al cuerpo social de la nación y que no atañe solamente a los
familiares. Es un ciclo aún abierto, con efectos duraderos y a largo plazo.
Su resolución definitiva está unida a lo que haga el conjunto del pueblo, y
del modo como se produzca depende en gran medida el curso futuro de la
historia argentina.
Muchos proponen olvidar el pasado como una forma de pacificar y
reconstruir la nación. Esta propuesta de olvido de hoy en la continuidad
del silencio de ayer. La impunidad es generadora de nuevos efectos a
largo plazo, entre ellos, la posibilidad de que se repitan secuestros y
desapariciones.
El llamado contexto social constituye para nosotros un factor interno en el
desarrollo de la conflictiva psíquica. En consecuencia está directamente
asociado a nuestra postura y a nuestra implicación como terapeutas.

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Entendemos sustancial para todos aquellos que actuamos en el campo de
la salud mental, trabajar e investigar sobre los efectos psicológicos de los
grandes problemas que afectan a nuestra sociedad, en tanto tenemos una
concepción del conocimiento como labor transformadora de la realidad.
Sentimos la necesidad de expresar nuestro agradecimiento:
En primer lugar a las Madres de Plaza de Mayo, por todo lo que hemos
aprendido junto a ellas; por habernos ayudado con su actitud, en tiempos
de terror fascista, a preservar nuestra confianza en la capacidad de
reparación de la condición humana; por su voluntad de lucha
inclaudicable.
A quienes supieron comprender desde el inicio la profunda significación,
para nuestra Argentina agraviada y humillada, de la práctica social que
desarrollaban las Madres: el valor histórico de sus primeras caminatas y
gestiones, del pañuelo blanco, de la ronda de los jueves, omnipotente, y
que era posible golpearla y debilitarla.
A los colegas que desde diferentes ópticas nos alentaron a continuar
nuestra tarea en el momento en que el silenciamiento social de la
represión era mayor.
Expresamos también nuestro reconocimiento a los colegas del Centro para
Rehabilitación de Víctimas de Copenhague, en particular a la doctora Inge
Genefke, de quienes siempre recibimos aliento y solidaridad, y que en
momentos de enorme aislamiento internacional nos ayudaron a difundir
nuestras ideas.

Doctora Diana R. Kordon – Julio de 1986

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OBSERVACIONES SOBRE LOS EFECTOS PSICOPATOLOGICOS DEL
SILENCIAMIENTO SOCIAL RESPECTO DE LA EXISTENCIA DE
DESAPARECIDOS.

Doctora Diana R. Kordon


Doctora Lucila I. Edelman

En el presente trabajo intentamos plantear algunos problemas sobre los


que hemos reflexionado en los últimos años, a partir de la observación de
diversas patologías cuyo desencadenamiento estuvo vinculado a la
desaparición de personas y las condiciones en que éstas se producían.
En particular nos referimos en este caso a las derivaciones del fenómeno
del silenciamiento social respecto de la existencia de los desaparecidos,
fenómeno cuya intensidad máxima se produce en los años 1976, 1977 y
1978.
Por los efectos sociales y psicológicos de la represión política en nuestro
mismo campo, ha sido difícil el intercambio de ideas con otros
profesionales, en articular en lo referido a esta temática.
Nuestro interés en este caso es proporcionar un aporte que motive la
apertura de un campo de discusión. Se trata de abordar el debate de
innumerables problemas que surgen de la investigación psicológica a
partir de estímulos sociales de características traumáticas. Este interés
hace que nos expongamos a la discusión, siendo conscientes de nuestras
limitaciones y de la posibilidad de que hayamos incurrido, en algunos
casos, en extrapolaciones inadecuadas.
En los años 1976, 1977 y 1978, principalmente, son secuestradas miles
de personas. Sin embargo los medios de comunicación social no dan
ninguna información sobre ello. El silencio es total; se impone como
norma represiva oficial, constituyendo un fenómeno que caracterizamos
como de auténtica renegación social.
Sin embargo, circula la información subterráneamente, de boca en boca,
entre aquello a los que se otorga confianza. ¿fantasía, verdad,
exageración? Se preguntan quienes reciben la información. El
denominador común es el pánico, y el silencio refuerza el pánico. Pasan
cosas terroríficas mientras todo aparentemente sigue igual. Al recordar
hoy esos hechos se hacen patentes las vivencias casi alucinatorias y la
atmósfera cargada de peligro de esos días. En algunos casos se supone
que el silencio es una de las condiciones de supervivencia personal. En
otros casos se supone que es la condición para la supervivencia del
desaparecido. Esta última idea es estimulada permanentemente en los
despachos oficiales y paraoficiales.
La existencia de indicios, informaciones tangenciales, llamadas telefónicas
y hasta comunicaciones oficiales sobre la supervivencia del desaparecido,
evidenciaban la presencia de aquello que había sido renegado. Esta
presencia-ausencia o existencia- no existencia simultánea operaba como
una zona de ambigüedad psicotizante.
La potencia del mandato de silencio se evidenciaba también en situaciones
grupales, particularmente en grupos cuyos miembros hasta esa época

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habían tenido inquietudes de tipo social. Cualquier mención de alguna
problemática que directa o indirectamente aludiera al tema de las
desapariciones estaba implícita o explícitamente prohibida, y el que
rompía la prohibición quedaba ubicado en un rol perturbador y atrapado
por sentimientos de extranjería y exclusión.
El clima maníaco triunfalista de los tiempos del Mundial de Fútbol de 1978
profundizó la disociación y agudizó estos sentimientos de extranjería y
exclusión.
Ante un pérdida cuyo carácter no está dado solamente por el hecho de
tratarse de un ser querido muy próximo, sino y sobre todo por la forma en
que se producía: secuestro violento en condiciones de inermidad, por lo
general en su hogar – el que era además literalmente desvalijado-,
desconocimiento del paradero de la víctima, absoluta falta de información
a partir de ese momento, casi certeza de un prolongado período de
torturas, incertidumbre acerca de si vivía o había sido muerto, impunidad
y “anonimato” de quienes ordenaban y ejecutaban el procedimiento;
hemos observado que del acatamiento o del rechazo de la exigencia de
silencio dependió en gran medida la posibilidad de elaborar más o meno
normalmente el duelo.
Desde ya en estos años a los profesionales de salud mental se nos
planteaban seriamente problemas tales como definir cuáles eran los
términos de un duelo en esas condiciones.
No coincidimos con muchos terapeutas que, frente a esta situación de
ambigüedad, afirmaban la necesidad de dar por muerto al desaparecido,
como condición para elaborar su pérdida. Sosteníamos que la elaboración
del duelo –desde el punto de vista de nuestros pacientes y de nosotros
mismos como terapeutas- no podía hacerse sobre la base de la
complicidad con el genocidio. Como terapeutas entendíamos que era una
forma de favorecer, so pretexto de la cura, la identificación con el agresor
y el predominio de los aspectos más hostiles del sujeto, que
inevitablemente lo conducirán a sentimientos de culpa irreductibles.

En aquellos afectados en los que predominaba el rechazo de la renegación


hemos podido verificar una mejor preservación yoica y una ampliación de
los niveles de inserción activa en la realidad, a pesar de la magnitud del
duelo a elaborar. En este sentido, hemos observado:
1. Posición activa frente al trauma, buscando en general relacionarse
con otros que atravesaran la misma situación y desarrollando diferentes
grados de participación social. La situación de compartir posibilitó el
desarrollo de mecanismos de identificación y empatía recíproca, que
contribuyeron a evitar el encierro narcisista y a establecer vínculos de tipo
fraternal. Hemos escuchado muchas veces a madres de desaparecidos que
describían esta situación como el equivalente de un “psicoterapia grupal”
2. Posibilidad de mantener una conexión interna positiva con el
desaparecido, en la medida en que no necesitaron hacerse cargo de los
mandatos de silencio y ocultamiento.
3. Ampliación de las capacidades yoicas al desarrollarse mecanismos
sublimatorios y reparatorios. Mujeres que hasta ese momento cumplían el

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rol de amas de casa, pasan a ocupar un rol activo en los planos jurídicos,
social, político, y esta modificación determina la realización de procesos de
aprendizaje que refuerzan las capacidades vinculadas a la simbolización.
4. Inclusión del interés por los objetos más inmediatos en una
perspectiva de preocupación por objetos mediatos. Es común escuchar de
muchas de estas mujeres afirmaciones tales como “Pasé de preocuparme
solamente por mi hijo a preocuparme por los hijos de todas” o “Quiero
que lo que hago sirva también para que esto nunca más vuelva a ocurrir”.

Por el contrario, a partir de la identificación, permanente o transitoria, con


la norma de silencio, observamos en todos los casos algún tipo de efecto
patológico.
La diversidad de respuestas patológicas es muy grande, desde fenómenos
de disociación extrema, ruptura con la realidad, hasta trastornos del
aprendizaje en niños, crisis familiares severas, etc.
Dejando de lado expresamente otros procesos vinculados a esta situación
traumática, en este trabajo nos interesa señalar algunas modalidades
patológicas relacionadas con la identificación con la norma de silencio.
En las identificaciones más masivas el familiar se hacía cargo
absolutamente del pacto de silencio. Evitaba dar a conocer su situación
temiendo ser alcanzado él mismo por la represión. La vuelta sobre sí de
estos mecanismos de censura patológica provocaba inevitablemente
sentimientos de hostilidad y de culpa, con múltiples producciones
sintomáticas.
Un número importante de personas que estaban al corriente de la
existencia de desaparecidos aunque no eran familiares de ninguno, se
identificaban con la norma de silencio escotomizando zonas de realidad,
muchas veces voluntaria y activamente: “No quiero que me cuenten”,
buscando evitar, a veces, el dolor psíquico de ponerse en contacto con el
campo de las fantasías terroríficas, otras veces, una ruptura de su
equilibrio, al constituirse aquellos que no acataban el silencio en evidencia
de su sometimiento. En otros casos se ha conservado una buena relación
interna con el desaparecido. Sin embargo, en el campo de las relaciones
interpersonales existe sometimiento a la norma de silencio. Esto lleva a un
progresivo aislamiento, porque sólo mantienen aquellas relaciones que
estaban consolidadas hasta el momento de la desaparición, sin que se
puedan establecer nuevos vínculos. Esta situación suele crear dificultades
en los ámbitos dé estudio y de trabajo. Por ejemplo abandono del trabajo
por el conflicto dilemático de no poder hablar y no poder ocultar.
En los adolescentes, por lo general hermanos menores de algún
desaparecido, esta situación refuerza mecanismos de, aislamiento y
dificultades para armar grupos de pertenencia. En la mayoría de los casos,
los padres depositan todas sus expectativas y temores en ese hijo que les
queda. Así, en un período de su vida en que la comunicación con sus
pares es una de las necesidades evolutivas normales, los jóvenes reciben
la orden de no hablar del desaparecido y de ningún tema que tenga
relación con él. Se induce así una combinatoria de ansiedades paranoides
con fobias de contacto. Muchos adolescentes explicaban que para poder

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tener amigos, necesitaban (de acuerdo con los requisitos de ese período
evolutivo) compartir todas sus aflicciones, pero hemos visto que utilizaban
mecanismos de aislamiento esquizoide en relación con sus compañeros de
colegio como una modalidad de defensa que les permitía cumplimentar la
exigencia familiar de silencio.
Aunque escapa a los fines de esta presentación, nos interesa señalar que
los procesos de adquisición de identidad de estos adolescentes estaban
dificultados por la depresión y la situación de ambigüedad, que creaba la
presencia de un desaparecido en la estructura familiar.
En los dos últimos años, en especial, comenzaron a consultar hijos de
desaparecidos, que presentaban trastornos de aprendizaje en la escuela
primaria. Algunos de estos problemas de aprendizaje remiten a la
psicopatología del secreto, secreto que en realidad, nunca es tal, ya que
siempre hay múltiples indicios de aquello que es ocultado. En
consecuencia se produce una exclusión activa de un contenido que se
muestra pero no se puede nombrar.
Se producen así fenómenos de inhibición del proceso del pensamiento al
no poder poner en palabras aquello que se percibe, y desplazamiento al
área del aprendizaje de las consignas de no conocer.
A veces el silencio se mantiene en ciertos ámbitos y no en otros,
instalándose una situación de disociación que refuerza la patología
preexistente. Daremos un ejemplo de esta situación:
Se trata de la madre de un desaparecido, señora de T. Es viuda, tiene 60
años, un hijo y, una nuera desaparecidos, una hija soltera que vive en el
exterior, una hija casada, profesional, y dos nietos nacidos posteriormente
a la desaparición de su hijo. La hija ocupa un cargo importante en una
empresa del Estado. En la familia hay varios miembros que han ocupado
u ocupan cargos en la administración pública y en las Fuerzas Armadas.
Al producirse la desaparición de su hijo, la señora de T. intenta realizar
gestiones a través de algunos de estos familiares, que se niegan,
fundamentando su rechazo en que temen represalias. A partir de la
desaparición de su hijo la señora de T. padece un cuadro depresivo muy
grave. Es particularmente notable la intensidad de los sentimientos
hostiles hacia todos, incluidos su hija y su yerno al comparar la realidad
familiar de éstos con la suerte corrida por su hijo. La señora de T. realiza
una primera consulta psicoterapéutica en la cual le aconsejan dar por
muerto a su hijo. Inmediatamente abandona este tratamiento y
manifiesta una intensa hostilidad hacia el terapeuta. En un segundo
tratamiento, se hace evidente que aceptar esta indicación equivale a la
fantasía de ser ella misma la que mata a su hijo. En el proceso
terapéutico aparecen dificultades importantes vinculadas al acatamiento
de la norma de silencio por parte del grupo familiar. Efectivamente, en la
familia no se puede hablar de su hijo desaparecido; los nietos ni siquiera
conocen su existencia. La señora de T. se somete a esta situación
mientras busca otro ámbito en el cual poder hablar, manteniéndose así
una situación de disociación que le va creando progresivas sensaciones de
incomodidad, exclusión o no pertenencia en el ámbito dé la familia y que
agravan su depresión. Tiene la sensación de que en el único lugar en que

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se encuentra bien es en la Casa de las Madres. Se niega a visitar la casa
de su hijas esconde los retratos de su hijo cada vez que recibe las visitas
de sus familiares. La racionalización familiar que justifica la
desinformación a los niños es la de evitar su sufrimiento. En este
ejemplo, en el que se profundiza la disociación, se expresan tanto la
potencia de la norma de renegatoria como el retorno de la realidad en otro
plano.
Omitimos toda mención a aspectos fundamentales de la estructura de
personalidad de esta paciente por no corresponder a la finalidad de este
trabajo.
Quisimos traer éste ejemplo por la frecuencia con la cual hemos
encontrado situaciones semejantes.
El dilema de ocultar o exhibir las fotos, que resulta llamativamente
habitual, se nos presenta como un símbolo de la conflictiva del silencio.

Resumen

Hemos intentado analizar un fenómeno social: el del silencio o renegación


social, y sus incidencias psicopatológicas específicas. Intentamos así
introducir en el campo de los trabajadores de la salud mental el debate
sobre los efectos psicológicos de estímulos sociales de características
traumáticas que han conmovido en los últimos años a la sociedad
argentina.

Agosto de 1982

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EFECTOS PSICOLOGICOS DE LA REPRESION POLITICA. I,

Doctora Diana R. Kordon


Doctora Lucila I Edelman

La dictadura iniciada en marzo de 1976, para instaurar su política


implementó el terror represivo, cuya finalidad fue quebrar las
posibilidades de organización y lucha de un pueblo entero. Así se
estableció el sistema, de las detenciones seguidas de desaparición, que
afecta no sólo a las víctimas y a sus familias sino a todo el cuerpo social
de la nación.
Para abordar la problemática psicológica de las familias de los
desaparecidos es necesario, tener en cuenta la situación social y los
estímulos que estas familias recibieron a lo largo de todo el proceso
dictatorial.
Con el fin de crear consenso a su favor, la dictadura realizó una campaña
de acción psicológica específica basada en ciertas conclusiones de la
psicología social, que se apoyaba en los sentimientos de pertenencia social
de los individuos y en la necesidad de que éstos desarrollaran actitudes
apropiadas con relación a las demandas sociales.
La dictadura instrumentó en interés propio su control casi absoluto de los
medios de comunicación de masas usando diferentes recursos de
argumentación en diversos momentos y promovió la puesta en marcha de
determinados modelos operacionales (conductas) en el grupo familiar del
desaparecido y en toda la población.
Podemos analizar varios aspectos de esta campaña:

1. inducción a guardar silencio

Esta inducción cuyas modalidades hemos descrito anteriormente, fue sin


duda la más importante, no sólo por la potencia del mandato y la
extensión de su vigencia a lo largo del tiempo, sino también por la
gravedad de sus efectos, en tanto configuró un intento de renegación
social.
Si bien aquello que se intentaba renegar evidenciaba su presencia de
diversas maneras, la inducción al silencio reforzaba el miedo y generaba
en el plano individual diversas configuraciones defensivas.

2. Inducción de sentimientos de culpa

Se realizó una intensa campaña de propaganda por televisión, mediante


avisos en los diarios y afiches pegados en la calle, que intentaban revertir
la responsabilidad del victimario sobre la familia de la víctima.
Precisamente serían los padres o las familias de los desaparecidos los
responsables de su situación. "¿Cómo educó usted a su hijo?"; "¿Sabe
usted qué está haciendo su hijo en este momento?". Estas dos preguntas
ejemplifican los dos mecanismos principales que se utilizaron para inducir
la culpa. La primera corresponde al cuestionamiento de los valores

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transferidos a los hijos teniendo en cuenta el papel de la familia como
transmisora de cultura, ideología, valores, y su papel específico en la
formación del ideal del Yo. La segunda pregunta cuestiona el cuidado de
los hijos sugiriendo la desatención y falta de control, por los padres, de las
actividades que aquéllos realizan.
En ambos casos se refuerzan los sentimientos de culpa presentes en la
elaboración de toda pérdida, por ejemplo la idea mágica de que si se
hubiera hecho lo contrario de lo que se hizo se hubiera podido salvar al
desaparecido.

3. Inducción a dar por muerto al desaparecido

Esta tuvo y tiene innumerables expresiones en las campañas de acción


política y
psicológica de la dictadura. Tomaremos como ejemplo la ley de
presunción de fallecimiento. La dictadura modificó el Código Civil para
forzar a los propios familiares de los desaparecidos a declarar su muerte,
a través de los recursos comprendidos en esta ley aprovechando los
múltiples problemas que aparecían en las familias, tales como la
necesidad de disponer de bienes.

4. Inducción a considerar la disidencia política como una falta de


adaptación social y, por lo tanto, como campo de la enfermedad
mental.

Su expresión más nítida fue la calificación de “locas” aplicada a las Madres


que reclamaban la aparición de sus hijos.
Es decir que, paradójicamente, se señala como loco precisamente a aquel
que denuncia mensajes contradictorios, psicotizantes y encubiertos, a
aquel que no se pliega a la renegación social.
La lucha de las Madres y el reconocimiento popular hicieron que el uso de
este término se volviera contra la propia dictadura, quedando connotado
en él un sentido de solidaridad.

5. Inducción en la población del mecanismo por el cual la sola


desaparición de una persona sería prueba de su culpabilidad

"En algo andaría." Al mismo tiempo, al aceptar este mecanismo se tiene


una sensación ficticia de seguridad personal en el sentido de que al que
permanezca quieto no le va a pasar nada, a la vez que se intenta lograr
consenso acerca de la legalidad del sistema de las desapariciones.

6. Inducción al olvido

Recientemente se han incorporado nuevos elementos: "Hay que olvidar el


pasado para reconciliar la nación". Esto significa, por una parte, que el
terror represivo pertenecía al pasado y no a un proceso en pleno curso,
cuyo ciclo está abierto y cuya resolución final todavía no está

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determinada. Por otra parte, implica el propósito de eludir la justicia, que
es lo único que puede permitir la reparación individual y social.
Asimismo, este enfoque lleva a considerar como secuelas a los problemas
de las familias afectadas.

7. Inducción a la dilución de responsabilidades

'Todos somos culpables, sería una forma de encubrir responsabilidades


intentando igualar a los que resistieron a los que guardaron silencio por el
terror, a los que crearon silencio cómplice y a los responsables.
Esta idea de encubrir responsabilidades extendiéndolas, a todo el pueblo
fue muy utilizada. Una publicidad oficial se refería a la situación
económica mostrando a un ciudadano con el sello de "Responsable" en la
frente.

Modalidades de respuesta a las inducciones

La detención seguida de desaparición, con las características ya descritas,


colocó a las familias en una situación traumática, una situación límite. El
elemento principal era la ambigüedad, que hemos calificado de
psicotizante por el nivel de desestructuración que podía producir a través
de la situación de presencia-ausencia, existencia - no existencia
simultáneas. A esto se agregaba el dolor por el sufrimiento que -se tenía
la casi certeza- estaba atravesando el desaparecido, y el odio ante la
impunidad.
La resolución de las crisis familiares producidas como consecuencia de las
desapariciones y la elaboración personal de las pérdidas no se lucieron en
una situación neutral.
A través del terror y la propaganda, la dictadura propuso sus modelos de
resolución, algunos de los cuáles acabamos de describir. Aceptar estos
modelos parecía ser la condición para seguir viviendo e incidieron no sólo
sobre las familias afectadas sino sobre toda la población y sobre nosotros
mismos, como terapeutas.
La comprensión de los diferentes tipos de respuestas o actitudes no se
puede enfocar solamente a partir de la dinámica de los procesos
individuales, sino a través del reconocimiento de toda esta realidad ante la
cual los familiares, la población y los terapeutas, de hecho, tomábamos
una posición determinada. Es decir, que los terapeutas estábamos
insertos en dicha realidad, a veces sin suficiente conciencia de ello, y nos
hallábamos sometidos a las mismas presiones sociales traumáticas.
Puesto que el concepto y las normas sobre salud mental son elementos
ideológicos implementados por el Estado, hasta la concepción sobre el
lugar de la salud mental se vio afectada.
Ante estos modelos inducidos hubo dos tipos fundamentales de respuesta:
acatamiento-sometimiento o discriminación-resistencia. Si bien a lo largo
del tiempo hubo quienes se ubicaron coherentemente con una actitud u
otra, para la mayoría esta situación fue altamente contradictoria.

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En las identificaciones más masivas con la norma de silencio, por ejemplo,
el familiar se hacía cargo absolutamente del cumplimiento de dicha norma
y evitaba dar a conocer su situación temiendo ser alcanzado por la
represión. La vuelta sobre sí mismo de estos mecanismos de censura
patológica, inevitablemente provocaban sentimientos de hostilidad y
culpa, con múltiples producciones sintomáticas.
Otras veces se conservó una buena relación interna con el desaparecido
pero el sometimiento a la norma de silencio en el campo de las relaciones
interpersonales provocó situaciones de progresivo aislamiento, y
dificultades en las áreas de estudio y trabajo. En ciertos casos el silencio
se mantuvo en algunos ámbitos y no en otros, con lo cual se instalaron
situaciones de disociación.
Comentarios tales como "Me siento culpable de haber educado a mi hijo
en la preocupación por los hombres; si no lo hubiera educado así hoy lo
tendría conmigo"' o "Yo lo eduqué en el amor al prójimo, hoy no sé si lo
volvería a hacer", evidencian la efectividad de los mecanismos de
inducción de culpa.
Hemos observado que en los familiares en los que predominó la actitud de
discriminación-resistencia, el rechazo de estos modelos inducidos ha
creado mejores condiciones para elaborar la situación traumática, por
medio de distintos mecanismos que intentaremos describir.
Por lo general estos familiares tuvieron una posición activa frente al
trauma, buscando relacionarse con otros que atravesaban la misma
situación y desarrollando distintos grados, de participación social. La
situación compartida posibilitó el desarrollo de mecanismos de
identificación y empatía recíprocas que contribuyeron a evitar el encierro
narcisista y a establecer vínculos de tipo fraternal.
Por otro lado, en la medida en que no necesitaron hacerse cargo de los
mandatos de silencio y ocultamiento, ni ser ellos mismos quienes dieran
por muerto al desaparecido, pudieron mantener con éste una conexión
interna positiva.
En el concepto de Salud mental de la Organización Mundial de la Salud
está incluido no sólo el reconocimiento de la realidad, sino también una
actitud activa, transformadora, frente a ésta.
Freud dice: "Llamamos normal o sana una conducta que no niega la
realidad... pero se esfuerza en transformarla"
"Esta conducta normal y adecuada conduce naturalmente a una labor
manifiesta sobre el mundo exterior…”

La actitud transformadora de la realidad facilita y va creando el


reconocimiento de los
modelos inducidos y del consenso social propuesto y Permite, no sólo
rechazarlo, sino también crear otro consenso social.
En este proceso de transformación activa de la realidad el hombre se
transforma a sí mismo. George Mead afirma: "Los Cambios que
introducimos en el orden social en el que nos encontramos involucrados,
necesariamente también implican que introduzcamos cambios en nosotros
mismos. Los conflictos sociales entre miembros individuales de una

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determinada sociedad humana organizada, que para su eliminación
requieren reconstrucción y modificaciones conscientes o inteligentes de
esa sociedad por dichos individuos, requieren también, igualmente, tales
reconstrucciones o modificaciones, por dichos individuos, de sus propias
personas o personalidades. Así, las relaciones entre la reconstrucción
social y la reconstrucción de la persona o personalidad son recíprocas e
internas u orgánicas"'.
Así es como, por ejemplo, la modificación del tipo de actividad de mujeres
que hasta ese
momento sólo cumplían el rol de amas de casa y que pasan a
desempeñarse activamente en los planos jurídico social y político,
determina la realización de procesos de aprendizaje, que amplían sus
capacidades yoicas.
La comprensión intelectual de lo que está ocurriendo actúa como defensa
en sentido amplio, como acción, protectora adecuada del Yo, y no como
mero mecanismo de defensa.
“La defensa intelectual mediante la comprensión era la seguridad más
eficaz de que no se estaba indefenso del todo, y hasta se podía
salvaguardar la personalidad ante una amenaza crítica."'
Esta conducta defensiva pone en juego varias capacidades yoicas, tales
como la capacidad de síntesis y de anticipación y la discriminación, todas
ellas vinculadas con el universo simbólico.
La solidaridad se relaciona con lo que George Mend denomina simpatía:
"La simpatía
surge, en la forma humana, con la provocación en uno mismo de la
actitud del individuos, quien se auxilia con la adopción de la actitud del
otro cuando se socorre a ese otro”
La solidaridad permite el afecto de los demás y disminuye los sentimientos
de marginación y exclusión.
"El respeto por sí mismo resultó lo más valioso al asumir una posición
activa de
búsqueda del hijo desaparecido y al organizarse en grupos en función de
dicho objetivo, las Madres, preservaron este sentimiento de respeto hacia
sí mismas al que alude Bettelheim. Este respeto personal contribuye a la
preservación de la autoestima, que resulta de una adecuada relación entre
el Yo y el ideal del Yo.
Es común escuchar de muchas Madres afirmaciones tales como "Pasé de
preocuparme
solamente por mi hijo a preocuparme por los hijos de todas" o "Quiero
que lo que hago sirva también para que esto nunca más vuelva a ocurrir",
lo que muestra que el interés por los objetos más inmediatos (los hijos
propios) se incluye en una perspectiva de preocupación por objetos más
mediatos, (todos los hijos) y que se han desarrollado mecanismos
sublimatorios y reparatorios.
Asimismo, la comprensión de los fenómenos permite dirigir la agresión,
debidamente
elaborada, hacia el objeto adecuado, lo que evita que se vuelque sobre el
propio sujeto o se desplace hacia el interior de la familia.

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A partir de nuestra experiencia con las familias de desaparecidos,
podemos afirmar que
las implicancias psicológicas de la represión no pueden ser consideradas
dentro de la categoría de enfermedad y por lo tanto de cualquier
clasificación psicopatológica, sino como efectos de una situación de
emergencia social. Esto plantea no sólo el ajuste de los instrumentos
técnicos sino la reformulación de nuestras actitudes y concepciones.

Marzo de 1983

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ACERCA DE LA EXPERIENCIA DE LOS GRUPOS DE ORIENTACION
CON FAMILIARES DE DESAPARECIDOS

Doctora Diana R. Kordon


Doctora Lucila I Edelman
Doctor Darío M. Lagos

El objetivo de este trabajo es efectuar el análisis de una experiencia que


estamos desarrollando con familiares de desaparecidos; se trata de una
actividad que denominamos Grupos de Orientación.
Los familiares de los desaparecidos son personas afectadas en forma
directa por la represión. Constituyen un grupo social que, ha sido víctima
de una situación que tiene diferentes aspectos, políticos, sociales y, entre
otros, los de orden psicológico.
Sus hijos, esposos, padres, hermanos, han sido secuestrados
violentamente, a veces en su presencia, siendo en muchos casos ellos
mismos maltratados directamente. El paradero del secuestrado se
desconoce.
Los familiares han buscado una forma de abordar su problema, la de
apoyarse mutuamente y, tomando una posición activa frente al hecho
traumático, se han nucleado en organismos de derechos humanos, con el
objetivo de afrontar la búsqueda de sus familiares desaparecidos y exigir
que se aplique la justicia. Han desarrollado una forma, de respuesta
social frente a la represión.
Son personas que atraviesan por una situación de emergencia social que
les exige reajustes complejos en su vida. Por lo tanto, no se trata de
gente que se autodefine como enferma, nosotros tampoco la definimos
así, ni sostenemos que por el hecho de estar afectados, por esta situación
tendrían que acceder a un tratamiento psicoterapéutico.
Es desde este enfoque del fenómeno que hemos planteado la realización
de los Grupos de Orientación.
Los concebimos como una experiencia fundamentalmente de autogestión,
en la cual es el mismo grupo el que propone una tarea, y nosotros; como
psicoterapeutas, como técnicos, hacemos nuestro aporte; pero el aporte
fundamental proviene de los mismos miembros del Grupo. Así, éstos no
son grupos terapéuticos en el sentido tradicional y sus miembros no son
pacientes.
Pudimos observar que los familiares encontraban un lugar natural para
poder hablar de sus problemas, de sus dificultades, en las reuniones que
hacían para tratar temas que tenían que ver con el Movimiento, o bien
tenían conversaciones en los lugares naturales de funcionamiento. A
partir de esta observación y de nuestro enfoque que, reiteramos, ubica a
estas personas como víctimas de la represión dictatorial y por lo tanto, en
una situación de emergencia social, y no, como enfermos, concebimos
como lugares de trabajo aquellos en los que que actúa, es decir, los
lugares habituales de reunión de las Madres, esposos, etcétera, y no los
consultorios privados. Al mismo tiempo esto permitió un acceso rápido e
inmediato, es decir, que no estamos yendo a buscar "pacientes" sino que

15
es él mismo grupo, la propia institución, la que toma en sus manos la
tarea. Desde este momento nuestra colaboración técnica es una parte de
la tarea, la otra parte está constituida por las condiciones institucionales y
la participación de la misma gente. La experiencia de estos grupos la
hemos desarrollado en Madres de Plaza de Mayo de Buenos Aires, La Plata
y Quilmes en Madres y Familiares de Detenidos- Desaparecidos de Mar del
Plata.
Los grupos son abiertos, sin concurrencia obligatoria, con la coordinación
de uno o dos profesionales. A veces, sobre todo en las primeras reuniones
el coordinador efectúa una pequeña introducción temática, pero
básicamente se trata de hablar de problemas que los mismos familiares
plantean en la reunión. El número de participantes no es limitado; hasta
la fecha ha oscilado, entre 15 y 80 personas. La reunión grupal dura dos y
tres horas, tiempo que estimamos suficiente para que sea posible el
intercambio y que, al mismo tiempo permite evitar una excesiva carga
emocional de los participantes.
Los problemas fundamentales que se discuten giran alrededor del manejo
de la información en relación con los hijos de los desaparecidos y con,
otros niños de la. familia; de las situaciones de crisis en los núcleos
familiares, a, partir de las diversas modalidades de reacción asumidas por
sus miembros frente a la desaparición misma y frente a las campañas de
acción psicológica de la dictadura; de las modificaciones en la estructura
de roles del grupo familiar por la intensa actividad desarrollada por las
madres en la búsqueda de los hijos; de las relaciones entre la madre y la
esposa del desaparecido; de los problemas vinculados con el manejo de la
hostilidad, y de las implicancias de la actitud de dar por muerto al
desaparecido o de reconocer su status como tal.
Además de éstos temas fundamentales, que sin ninguna excepción han
estado presentes en todos los grupos que hemos coordinado, se discuten
eventualmente problemas específicos y, a veces, el impacto emocional
que producen ciertas situaciones coyunturales, por ejemplo, la publicación
del Documento Final sobre los desaparecidos, o la sanción de la Ley de
Amnistía, decretados por la Junta Militar.
La discusión de estos temas nunca es general, se desarrolla sobre la base
del intercambio de experiencias personales de los participantes del grupo.
Tomaremos dos ejemplos de secuencias para, a partir de ellos,
conceptualizar los procesos grupales.
Ejemplo 1: En una reunión de grupo, Evelina una, mujer de
aproximadamente 48 años, manifiesta que a pesar de haberse tratado
analíticamente varios años y de haberle sido muy útil su terapia en
muchos aspectos (lo cual es evidente por el conjunto de su participación),
tiene sentimientos de culpa muy penosos en relación con su hijo
desaparecido, que se- presentan continuamente, acompañados de la
imagen suplicante del hijo en el momento, de ser secuestrado y del
recuerdo de haber quedado ella misma paralizada por la angustia, sin
efectuar ningún tipo de acción en ese momento. Expresa que la actitud
suplicante de su hijo la acompaña, continuamente y la inunda de culpa.

16
.Florencia otra integrante del grupo dice, que en realidad Evelina tiene que
aceptar, que no hubiera podido evitar la situación y, a título de ejemplo,
dice que ella misma, cuando fueron a buscar a su hijo, ofreció una tenaz
resistencia, y hasta consiguió que no lo sacaran esposado de la casa; sin
embargo, el hijo nunca volvió.
En la reunión siguiente, Evelina plantea, muy conmovida, que desde la
reunión anterior por primera vez se había sentido muy aliviada respecto
del problema comentado. Carmela dice entonces que, ella se había
replanteado culposamente por qué le había sugerido a su hija que se
fuera del país, sin comprender suficientemente las motivaciones que
hicieron que se quedara. Florencia interviene inmediatamente y dice que
llora todas las noches. En tono quebrado por la emoción relata que ella,
desconociendo la situación represiva real, se había opuesto a que su hijo
se fuera, argumentando que eran una familia muy unida y que teniendo
en cuenta qué él, no había hecho nada malo, si le pasaba algo, le iba a
pasar, a toda la familia, porque ellos lo iban a proteger. Se producen
varios comentarios e interviene la coordinadora, planteando dos
problemas emergentes de esta situación:
a) La idea frecuente en toda situación de pérdida de que, frente a lo
ocurrido se tendría que haber hecho lo opuesto de lo que se hizo,
plasmada en estas dos madres que se culpan a sí mismas de actitudes
exactamente opuestas.
b) La idea omnipotente de que, si se hubiera hecho precisamente lo
contrario de lo que se hizo, se podría haber evitado la desaparición. Se
coteja esta fantasía mágica, omnipotente, con el sentido de realidad,
mediatizado éste por las intervenciones de los otros miembros del grupo.

Esta secuencia pone en evidencia algunas características del proceso


grupal: circula la información, se producen fenómenos de catarsis, se
comparte empáticamente, se confrontan modelos operacionales y
aparecen sentimientos encontrados frente a estímulos semejantes. A
partir del material verbal se presenta una contradicción, que a través de la
autorregulación grupal y la circulación de la función terapéutica tiende, a
resolverse. La movilidad de roles determina precisamente esta circulación
de la función terapéutica.

En el ejemplo precedente, se puede observar cómo Florencia, que en la


primera reunión, reforzada en su autoestima, actúa en un rol terapéutico
en relación con Evelina, en la reunión siguiente puede disminuir sus
mecanismos defensivos y mostrar sus dolorosos sentimientos de culpa
frente al hijo. La intervención de la coordinadora explicita verbalmente,
las ideas dramatizadas en la dinámica grupal y ayuda a la mejor
comprensión por todos los miembros del grupo.

Ejemplo 2: María tiene un hijo y una nuera desaparecidos. Pertenece a


una .familia de capa media alta. En varias reuniones plantea las
vicisitudes de su relación con un hermano mayor al que era, muy
apegada. Se muestra muy angustiada por el distanciamiento en la

17
relación, producido por el hecho de que, su hermano ha prohibido que en
su casa se hable del sobrino desaparecido María evidencia intensos
conflictos frente a esto. Por un lado acata tácitamente acusaciones
implícitas de su hermano, sometiéndose al silencio exigido, pero por otra
parte tiene intensos sentimientos de rebeldía ante las ideas del hermano y
sus exigencias. Teme tener un estado de bronca, por eso prefiere
alejarse. Cuando María hace este planteo varias mujeres presentan
situaciones familiares equivalentes.
Luego Silvia, que es esposa de un desaparecido, manifiesta que la familia
de su marido nunca participó en la acción de los familiares y nunca tomó
la iniciativa en la relación con ella y sus hijas. Cuenta que en estos años,
por no producir una nueva pérdida a sus hijas, ella tomaba, en sus manos
el mantenimiento de la relación con los abuelos paternos. Este año
resuelve terminar con esta situación y, plantea a sus suegros que está
dispuesta a mantener la relación con ellos en términos de reciprocidad.
Dice que al principio por momentos sintió culpa, pero luego quedó
francamente aliviada. Sugiere que María y otras personas tienen una
actitud de excesivo sometimiento a las consignas de silencio familiar, que
ella comprende por haberlas vivido durante un período, pero que eso no
resuelve nada, por el contrario, profundiza el conflicto y llena de angustia
y rabia.
En este momento en el grupo se abre una discusión intensa alrededor del
tema del sometimiento y del manejo de la agresión en el seno de la
familia, que permite ir, elaborando todo lo vinculado con la identificación
con, la imagen de "papa caliente", presente de distinta manera y en
diversos grados en la mayoría de los miembros del grupo.
Esta elaboración ayuda a desprenderse de la identificación con los
mandatos de culpa y silencio, trasladando al mismo tiempo el centro de
responsabilidad del seno de la familia al victimario real. También
posibilita comprender ciertas actitudes familiares como productos sociales
que son el resultado del terror dictatorial y de la intensa acción psicológica
de la misma dictadura, y así favorece la ruptura del silencio y el intento de
otro tipo de reconexión familiar sin concesiones.
Cuando termina una reunión, María, en una conversación colateral con la
coordinadora, comenta que está muy impactada porque, habiendo estado
un tiempo en terapia, el tema de su relación con el hermano, que tanto
había vivido en el grupo de orientación, nunca había aparecido. Este
fenómeno de escotomización muestra cómo, independientemente de su
voluntad y conciencia, en su actitud frente a su terapia también había una
zona en la que se hacía presente el acatamiento a la norma de silencio.
En este ejemplo se evidencian los mismos fenómenos grupales que
señalábamos en el ejemplo anterior. En este caso se produce un
despliegue, desarrollo y tendencia a la resolución de los conflictos
vinculados con el manejo de la agresión y, el acatamiento o rechazo de la
norma de silencio.

Si bien el objetivo de estos grupos no es de tipo terapéutico tradicional


hemos observado efectos favorables directos, tales como:

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1) Disminución de la culpa: la situación traumática y la campaña de
inducción psicológica de la dictadura son de, tal envergadura que tienden
a producir intensos sentimientos de culpa en el familiar. Estos
sentimientos de culpa se instalan sobre viejos conflictos en los que juega
la ambivalencia normal o incrementada hacia el desaparecido,
produciéndose zonas de indiscriminación que tienden a generar un
fenómeno de tipo causa-efecto que fomenta la culpa; por ejemplo, la
fantasía de que los sentimientos de hostilidad hacia la víctima hubieran
tenido algún peso en el secuestro.
La discusión de esta temática en el grupo permite evidenciar, a través del
intercambio de experiencias subjetivas, como convicciones asentadas
durante años por unos como fundamentando su culpa en lo ocurrido,
chocan con, sentimientos de culpa de otros, apoyados simplemente en
ideas opuestas.

2) Disminución de la angustia y aumento, de la tolerancia hacia ella:


la catarsis, el intercambio verbal y el conjunto de fenómenos señalados en
relación con el proceso grupal inciden en este aspecto.

3) Efectos discriminatorios y esclarecedores, sobre todo a partir de la


ruptura de cierto tipo de identificaciones masivas o condensadas: Un
ejemplo: poder llegar a reconocer y tolerar los efectos diferentes que la
desaparición produce en los hijos y en la madre del desaparecido. Así se
logra comprender la lógica interna, que determina diferentes conductas.

4) Mantenimiento y refuerzo de, la autoestima mediante el,


sostenimiento y la reubicación, con auxilio del principio de realidad y de la
comprensión intelectual, de los problemas, de las relaciones entre el yo el
ideal del yo; también se refuerza la autoestima al Valorizar la actividad
que realizan en relación con sus hijos y el conjunto de la sociedad.

En cuanto a las intervenciones del coordinador, son de distintos tipos. En


primer lugar intentamos respetar al máximo y estimular la comunicación
no radial. Para ello tendemos a no monopolizar la atención de los
miembros del grupo y, por el contrario, a favorecer todos los procesos de
reconocimiento de unos por otros, de reconocimiento de semejanzas y
diferencias, y también de la capacidad de entender y ser entendidos por
los otros miembros del grupo.
Algunas intervenciones están vinculadas al esclarecimiento o explicitación
de situaciones conflictivas. Otras están dirigidas a evidenciar, partiendo
de lo planteado por los miembros del grupo, diferentes repertorios de
respuestas posibles frente a un mismo problema. Cuando es necesario
hacemos señalamientos individuales, pero en general tendemos a hacer
los que apunten al análisis de actitudes, experiencias de tipo
complementario o simplemente diferentes que puedan enriquecer la visión
de cada uno de los miembros del grupo respecto de un mismo problema.

19
Cuando el nivel de exigencias idealizadas depositadas en la figura y en la
función, del coordinador se convierte en un obstáculo para el intercambio
y el aprendizaje tenemos intervenciones dirigidas a disminuirlo.
Expresamente eludimos asumir funciones de jueces, calificando
rígidamente las conductas en buenas o malas, apropiadas o inapropiadas.
Es importante señalar que la realización de estos Grupos de Orientación
genera en ocasiones demandas de tipo individual. En efecto, después de
las reuniones algunas personas requieren asistencia. Son personas que
presentan una problemática cuya resolución sobrepasa los objetivos del
propio Grupo. Esta salvedad y los resultados de la experiencia realizada
nos permiten concluir que los Grupos de Orientación autogestionarios,
organizados en el propio ámbito de las instituciones ya aludidas, son una
forma útil de abordaje de estas situaciones de emergencia social

Agosto de 1983

20
ABORDAJE CLINICO EN FAMILIARES DE DESAPARECIDOS

Licenciada Raquel C. Bozzolo


Doctor Darío M. Lagos

Nuestro equipo asiste a toda persona afectada por la represión dictatorial


que así lo requiera. Fundamentalmente vemos a familiares de
desaparecidos. Dicha población ha ido variando de acuerdo con los
distintos momentos que atraviesa nuestro país y con el desarrollo que va
teniendo el movimiento de Derechos Humanos.
En los primeros años de la resistencia a la dictadura las Madres tendían a
mantener resguardados a los familiares más jóvenes y preferían asumir
ellas mismas las tareas del movimiento en forma pública.
En los últimos meses de la dictadura comienza a circular en forma más
libre la temática de los desaparecidos en los medios de información. Se
van rompiendo ciertas disociaciones que mantenían a centenares de
jóvenes en una situación de enorme sufrimiento, al no poder compartir
con sus pares su dolorosa situación de familiares de desaparecidos. Los
recuerdos reprimidos, los fragmentos de identidad escindidos irrumpen,
provocando crisis angustiosas a la vez que un gran alivio. Al recuperar la
identidad personal se posibilita el enriquecimiento psíquico, pero emerge
la angustia original del trauma.
Recordamos una anécdota que quizá refleja esta situación: al poco tiempo
de la publicación del artículo "Observaciones sobre los efectos
psicopatológicos del silenciamiento social respecto de la existencia de
desaparecidos" en una revista cultural de nuestra ciudad, las autoras
reciben el llamado telefónico de una persona joven. Esta solicita una
entrevista, luego de plantear una frase altamente significativa: "Yo soy su
artículo"
Junto con esta apertura hacia el tema y la movilización popular creciente,
se acercan a la Casa de las Madres hermanos y cónyuges de
desaparecidos. Aumentan, además las consultas pidiendo orientación
sobre la situación de niños, hijos de personas desaparecidas.
En cuanto a las condiciones materiales en que se desarrolla nuestro
trabajo, han ido variando en las distintas etapas del Movimiento. Durante
los años 1977 y 1978, quien es hoy nuestra coordinadora, Diana R.
kordon, realizó entrevistas de apoyo, a diferentes madres que lo
requerían, en los mismos lugares en que se encontraban para sus
reuniones: iglesias, bares, casas particulares. El objetivo de estas
reuniones era planificar nuevas gestiones y actividades colectivas en la
búsqueda de sus hijos; la presencia del profesional tenía por objeto
colaborar en la tarea política. Fue en este marco solidario donde se
produjeron las primeras consultas psicológicas.
A partir de 1979 Las Madres tienen su primera casa en la calle Uruguay,
aumenta la demanda de asistencia al aumentar la masividad del
Movimiento y se hace necesario, con el tiempo, el acercamiento de
algunos psicoterapeutas que respondan a esa demanda. Así se va
conformando el equipo, y comienzan a realizarse las primeras reuniones

21
de grupo, que los mismos participantes denominan “Grupos de
Orientación”.
En la primera casa de la calle Uruguay no disponíamos de un lugar
determinado podíamos realizar entrevistas en la sala de espera, en un
pasillo o en un cuartito de 2 por 1 donde funcionaba la fotocopiadora.
Cualquier rincón con dos sillas se transformaba en un buen consultorio.
Compartíamos el espacio con las Madres que conversaban o redactaban
comunicados de prensa.
Cuando las Madres se mudaron a la actual casa de Hipólito Yrigoyen y
dispusieron de más espacio, nos asignaron una habitación especial como
consultorio. El lugar simbólico que habíamos ganado se convirtió en uno
concreto. La necesidad de tener un lugar con cierta intimidad fue
satisfecha. Nuestro reconocimiento de que la tarea fundamental de las
Madres de Plaza de Mayo es su lucha política posibilitó, al compartir el
mismo ámbito físico, que se fuera articulando una relación de cuidado y
respeto recíprocos, condición que resulta de fundamental importancia para
realizar nuestro trabajo.
Hemos fijado el jueves para las entrevistas de admisión ya que es el día
de mayor movimiento en la Casa, puesto que por la tarde se realizan las
habituales marchas en la Plaza de Mayo.
Desde las primeras consultas quedó marcado un particular "modelo
asistencial" fundado esencialmente en el rol que las mismas Madres tenían
en la detección y derivación de, los consultantes.
En la actualidad, la mayoría de las personas que solicitan consulta lo
hacen a través de algunas Madres que se constituyen en verdaderos
"agentes de salud". Ellas detectan la necesidad de ayuda psicológica
resumiéndonos la historia personal y el desencadenante de la crisis actual,
además de realizar algunas tareas de secretaría, como por ejemplo dar
turnos.
Hemos intentado así acomodar nuestra práctica a las demandas y
limitaciones que nos plantea el Movimiento, sin imponer un estilo de
trabajo ajeno a la institución.
En los últimos meses se han generado nuevas fuentes de derivación,
recibimos consultas espontáneas de familiares y consultas derivadas por
profesionales que se desempeñan en otras instituciones de asistencia
psicológica. En ambos casos se deben a la divulgación que empieza a
tener esta particular prestación de salud.
En muchas oportunidades la consulta es realizada por una persona que
pide ayuda para otro miembro de la familia que se muestra reticente a la
acción psicoterapéutica. En algunas ocasiones hemos trabajado con los
consultantes para ir creando mejores condiciones familiares de
elaboración psicológica.
También es muy frecuente la necesidad de un accionar terapéutico,
múltiple sobre diferentes miembros de una familia en distintas etapas. Así
por ejemplo una madre puede consultar por sus nietos, hijos del
desaparecido; luego por otros hijos, que tienen a su cargo la crianza de
aquéllos. Puede ser necesario realizar entrevistas psicológicas familiares,
incluyendo a ambas abuelas, hermanos de crianza, padres sustitutos,

22
etcétera. Si el caso lo requiere incluimos en las reuniones a maestras o
médicos clínicos.
La demanda es sostenida. Más aun: está creciendo; e incide en este
crecimiento una situación política de indefinición por parte del Gobierno y
de falta de resolución a nivel de la Justicia. Todo esto en un clima de
mayor libertad que permite hablar de lo que ha ocurrido. En las acciones
psicoterapéuticas partimos de la base de que la "situación límite" por la
que han atravesado, estas personas produce transformaciones profundas
en su vida y su aparato psíquico. Luego de lo ocurrido nada volverá a ser
igual.
En el proceso terapéutico trabajamos las articulaciones entre la historia
individual y la situación de emergencia vivida.
A lo largo de estos años hemos podido observar diferentes impactos del
suceso traumático en la estructura preexistente. A través de un trabajo
intensivo sobre las articulaciones del suceso traumático y su estructura
previa fue posible una reestructuración personal más profunda, aun en
personas que habían realizado tratamientos psicoterapéuticos
prolongados. Abordamos también las identificaciones producidas durante
la etapa posterior.
Nos ha resultado de mucha utilidad la lectura de textos de Bruno
Bettelheim, quien como es sabido estuvo prisionero en un campo de
concentración nazi durante, la Segunda Guerra Mundial. Bettelheim
describe las graves lesiones que produce esta situación límite en el
aparato psíquico y la imprescindible necesidad de implementar defensas
psicológicas ante la posibilidad de ver avasallada la integridad psíquica
caer en la locura.

Acerca de la implicación de los terapeutas

Como hemos planteado anteriormente, si el conjunto de la sociedad se vio


afectado por la situación, nosotros terapeutas, no fuimos ajenos a ello.
El compartir los mismos objetivos forma parte de la alianza terapéutica.
Para las personas afectadas representamos alguien leal o confiable y esto
adquiere un gran valor frente al aislamiento y a veces el rechazo que han
encontrado en la sociedad.
Una paciente tratada en el equipo tuvo un diálogo altamente, significativo
con un conocido periodista. Este le planteaba lo importante que era
que los damnificados directos denunciaran su situación, diciéndole:
“Ustedes, los que tienen desaparecidos...” a lo que esta paciente
contestó: “¿Ve?” Este es un problema, porque usted dice ustedes, los que
tienen desaparecidos, y yo sé que hay profesionales y hay otra gente que
no cree que sean nuestros desaparecidos, sino que los sienten como
propios, porque piensan que los desaparecidos son de todos".
Nuestra particular inclusión en la tarea asistencial replantea el difícil
problema de la neutralidad del terapeuta.
Nos interesa puntualizar dos cuestiones fundamentales:
1) El simple y fundante hecho de trabajar para las Madres, de realizar
nuestra asistencia en la Casa de las Madres, nos lleva a tener zonas de

23
compromiso conjunto con nuestros asistidos, que a veces se refleja, no
sólo en ideas sino en actos. Creemos que, cuando se explicita esta
cuestión y forma parte de lo analizado, la superposición de vínculos en la
mayoría de los casos no dificulta sino que suma, es decir, potencializa
nuestro accionar, terapéutico.
En este particular sentido hemos elegido no ser neutrales, y
considerarnos fundamental para nuestra tarea que esta toma de posición
no quede ambigua.
2) Sin embargo creemos necesario mantener la neutralidad terapéutica
imprescindible para el libre desarrollo del proceso personal. Dentro de lo
que es posible en cualquier situación terapéutica, no manipulamos, no
indicamos o sugerimos actitudes políticas o personales; no somos sus
dirigentes políticos ni sus asesores, somos terapeutas. Esto permite que el
proceso personal frente a la pérdida sufrida, y la reestructuración que en
cada sujeto produce sea realmente un producto único y privado. Así como
la situación límite no genera en todos la misma respuesta, nuestra
asistencia psicológica tampoco la genera.
Partimos de la concepción teórica de que no hay relación humana ajena a
las situaciones de poder propias de cada estructura social.
Nuestro equipo está constituido por terapeutas con formación
psicoanalítico con experiencia en los ámbitos institucional y comunitario,
lo cual nos permite trabajar en una situación poco habitual; igualmente
nuestra particular inserción en una institución con fines políticos nos ha
hecho y nos hace replantear a menudo nuestro bagaje teórico-técnico.

Acerca del encuadre

Dentro de la diversidad de situaciones por las que atravesamos hay,


algunas constantes en el encuadre terapéutico que nos interesa comentar.
Las sesiones se realizan siempre cara a cara, pues considerarnos que es la
técnica apropiada para un trabajo de esclarecimiento que profundice en
los efectos de la propia situación traumática. Se rompe así, en el mismo
setting terapéutico, con la ambigüedad que ha resultado lesionante.
Otro aspecto que caracteriza nuestra relación de trabajo es la falta de
remuneración económica. Esta última característica fue una elección
realizada desde una posición ideológica compartida con las Madres. Así
como ellas trabajan en distintas tareas en forma honoraria, dando, cada
una el tiempo que puede, coincidimos con esta posición trabajando
solidariamente con ellas.
Somos conscientes, de las diversas dificultades que esto genera. En el
campo exclusivamente práctico, una primera dificultad es la cuestión del
tiempo disponible, ya que cada uno de nosotros tiene múltiples
ocupaciones profesionales. Como todos vivimos de nuestro trabajo sólo
podemos dar un número limitado de horas semanales. Al aumentar la
demanda hemos necesitado ampliar el equipo profesional para satisfacer
un mayor número de consultas. Así intentamos resolver las
contradicciones que se nos generan, a la vez que impulsamos el desarrollo

24
de nuevas posibilidades solidarias incorporando más profesionales a la
tarea.
Para terminar queremos señalar que la mejor retribución que hemos
obtenido junto a las Madres de Plaza de Mayo y a todos nuestros
pacientes es aprender a defender nuestra integridad de las atrocidades del
terror fascista por el que todos hemos atravesado en diversa medida.

Para nosotros ha sido y es un privilegio poder hacer el camino con las


Madres, lo que nos ha enseñado no sólo acerca de las posibilidades del
género humano sino, que también nos ha abierto cuestionamientos
teóricos en los que seguimos indagando.
Nos ha animado en esta tarea la concepción de la ciencia que Brecht pone
en boca de Galileo Galilei: "Que la ciencia, producto de los hombres, sirva
para aliviar los padecimientos de los hombres".
Octubre de 1984

Bibliografía

Kordon, Diana R. y Edelman, Lucila I., "Observaciones sobre los efectos


psicopatológicos del silenciamiento social respecto de la existencia de
desaparecidos", pág. 25 de este volumen.

Castel, Robert, El psicoanalismo. El orden psicoanalítico y el poder, Siglo


XXI, Mexico, 1980.
Bettelheim,, Bruno El corazón bien informado Fondo de Cultura
Económica, México, 1973.
Bettelheim, Bruno, Sobrevivir, Critica, Barcelona, 1983.
Kordon, Diana R., Edelman, Lucila I., y Lagos, Darío M., "Acerca de la
experiencia de los Grupos de Orientación con familiares de
desaparecidos", pág. 41 de este volumen.
Bleichmar, Hugo, "El narcisismo", Nueva Visión, Buenos Aires, 1983.
Dio de Bleichmar, Emilce, "Temores y fobias", Acta (Fondo para la Salud
Mental), Buenos Aires, 1981

25
ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE EL TRABAJO CLINICO CON
FAMILIARES DE DESAPARECIDOS. UNA PARTICULAR
ELABORACION DE LA PERDIDA

Licenciada Elena Nicoletti

La represión desatada por la dictadura militar a partir del 24 de marzo de


1976 tuvo su principal expresión en la desaparición de personas, cuyos
efectos operan todavía en la sociedad argentina.
Caracterizamos la situación de desaparición como tortura psicológica, cuyo
objetivo es la destrucción del sujeto. "...el desaparecido es una persona
sometida a una deprivación sensorial y motriz generalizada (manos
atadas, ojos vendados, prohibición de hablar, limitación de todos los
movimientos) en condiciones de alimentación e higiene subhumanas, que
no sabe dónde está aunque a veces pueda adivinarlo, y que sabe que
afuera no saben dónde está él, con absoluta incertidumbre sobre su
futuro; 'Nadie sabe que estás acá'; 'Vos estás desaparecido'; 'Vos no
existís'; 'No estás ni con los vivos ni con los muertos".(1)
Esta situación, que consideramos esencial, apunta a la anulación de la
existencia como ser de las víctimas, y ha producido efectos tan profundos
como la tortura física, y en no pocas ocasiones más graves aun.
Cuando realizamos el trabajo sobre torturas ya mencionado entrevistamos
al señor M. quien relató que fue secuestrado y llevado a un lugar que no
conocía. Después de haber sido torturado durante tres días fue dejado en
un patio, donde quedó sentado, esposado, con los ojos vendados, sin
poder hablar y sin saber qué iba a pasar con él, con la presunción de, que
iban a matarlo. En esta circunstancia relató haber sufrido una crisis de
angustia con vivencias de despersonalización (lo que no había. ocurrido al
ser torturados) hasta el momento en que fue reconocido por otros
detenidos, colaboracionistas, que lo nombraron por su apellido. Los
efectos de la angustia por la falta de reconocimiento fueron tan intensos
que lo llevaron en el transcurso de la entrevista a revelar
involuntariamente, su apellido, a darse a conocer, quebrando de esta
manera el anonimato previamente convenido.
Ahora bien, esta situación de desaparición del entorno familiar, del mundo
de la escena de la existencia, produce efectos en el conjunto de la
sociedad, en particular en los familiares. Los que se nuclearon en la
Organización de las Madres de Plaza de Mayo se constituyeron como
resistencia a la desaparición no sólo de sus hijos sino de todo aquel que
pudiera estar en la misma situación, poniendo en primer plano el derecho
a la vida. Desde un punto de vista fenoménico, una desaparición en las
condiciones mencionadas ¿implica una pérdida? Si lo es, reviste
características muy particulares, ya que en primer lugar no se sabe qué se
perdió. El desaparecido es alguien que ya no está donde estaba, no se
sabe dónde está, ahora, y su existencia intenta ser negada. El llamado
"Informe final" de la dictadura, pretendió dar por muertos a los
desaparecidos sin dar los nombres: es, decir que estar desaparecido es
tener negada la existencia como vivo y como muerto.

26
En la teoría psicoanalítica el concepto de pérdida nos remite al artículo de
Freud de 1915 "Duelo y. melancolía"(2). Dice Freud: "El duelo es, por lo
general, la reacción a la pérdida de un ser amado o de una abstracción
equivalente" y sostiene que bajo circunstancias similares surge en algunas
personas la melancolía en lugar del duelo. Considera que el duelo no es
un estado patológico aunque le impone al sujeto “considerables
desviaciones de su conducta normal”, confiando en que desaparecerá solo
al cabo de un tiempo y juzgando inadecuado perturbarlo.
A continuación Freud describe comparativamente los procesos psíquicos
del duelo y la melancolía:

"La melancolía se caracteriza psíquicamente por un estado de ánimo


profundamente doloroso, una cesación del interés por el mundo exterior,
la pérdida de la capacidad de amar, la inhibición de todas las funciones y
la disminución del amor propio. Esta última se traduce en reproches y
acusaciones, de que el paciente se hace objeto a sí mismo, y puede llegar
incluso a una delirante espera de castigo. Este cuadro se nos hace más
inteligible cuando reflexionamos que el duelo muestra también estos
caracteres, a excepción de uno solo: la perturbación del amor propio. El
duelo intenso, reacción a la pérdida de un ser amado, integra el mismo
doloroso estado de ánimo, la cesación del interés por el mundo exterior
(en cuanto no recuerda a la persona fallecida), la pérdida de la capacidad
de elegir un nuevo objeto amoroso (lo que equivaldría a sustituir al
desaparecido) y al apartamiento de toda actividad no conectada con la
memoria del ser querido. Comprendemos que esta inhibición y restricción
del yo es la expresión de su entrega total al duelo que no deja nada para
otros propósitos e intereses. En realidad, si este estado no nos parece
patológico es tan sólo porque nos lo explicamos perfectamente."
En nuestra experiencia en el Equipo de Asistencia Psicológica de Madres
de Plaza de Mayo hemos comprobado que la respuesta de las Madres
frente a las desapariciones no se corresponde estrictamente con las
respuestas frente a las pérdidas de objeto descritas por Freud.
Encontramos, sí, angustia, dolor, miedo, impotencia, desesperación, odio,
culpa, tristeza; pero en las Madres está parcial o totalmente ausente esa
inhibición y restricción a que alude Freud. Las Madres producen actos que
tienen efectos importantes en el conjunto de la sociedad. Su intento de
elaboración no es paralizante sino todo lo contrario.
Nos preguntamos qué conceptos psicoanalíticos son pertinentes para dar
cuenta de estos procesos.
Las madres han rechazado la palabra duelo referida a sí mismas por el uso
que de éste pretendió hacer la dictadura ,para no responder sobre sus
crímenes, dándole una connotación de proceso terminado donde ya nada
podrían hacer salvo dedicarse a su "elaboración".
Sabemos por la experiencia clínica que no es la naturaleza de la pérdida lo
que determina la existencia o no de un proceso de duelo,.ya que no puede
saberse a ciencia cierta qué es lo perdido, pero nos interesaba señalar que
en el artículo ya citado Freud apunta que en la labor de duelo "el examen
de realidad ha mostrado que el objeto amado no existe ya". ¿Qué es

27
entonces lo que ocurre cuando la situación es de incertidumbre acerca del
destino del desaparecido?
Con el mismo trabajo 'Freud también plantea la hipótesis de que la
predisposición a la melancolía o una parte de ella "depende del predominio
del tipo narcisista de la elección -de objeto".
En tanto las Madres, no desarrollaron un proceso melancólico, podríamos
pensar que la relación con el desaparecido no tiene las características de
un vínculo dual, especular, narcisista.: El narcisismo es esa relación del Yo
con una imagen que lo sostiene y que lo ha constituido por identificación,
la imagen del otro en el espejo cuyo correlato es la tensión agresiva. Dice
Miller en Cinco conferencias caraqueñas sobre Lacan (3) "...la relación
imaginaria del yo y del otro, es una relación mortífera, una relación que
está en el yo o el otro". Lacan, dice Miller, introduce la disyunción entre lo
imaginario y lo simbólico, distingue el Yo en su dimensión imaginaria y el
sujeto como término simbólico. La relación imaginaria es una dimensión
de rivalidad mortal. Es necesario e imprescindible que opere el
simbolismo para dar salida a la relación especular y sus efectos
deletéreos. La palabra como vertiente de lo simbólico cumple una función
pacificadora, operando identificaciones que permiten superar la rivalidad
imaginaria.
La relación entre la estructura y el sujeto se distingue de la relación
imaginaria del Yo
y el otro. De ahí el concepto de Otro, el Otro del lenguaje de la verdad, el
Otro como Ley, el lugar del código, del Otro del deseo, el deseo como
inconsciente.
Esta acción del simbolismo no anula el narcisismo, sino que lo sitúa en
otro plano, en este sentido los fenómenos narcisistas no desaparecen si
no que aparecen resituados, y en ocasiones exacerbados. Así el auto
reproche aparece bajo la forma de lo que cada madre hubiera debido o
podido hacer para evitar la desaparición de su hijo, pero no asume las
características paralizantes que adopta en la melancolía. De este mismo
orden son también los fenómenos de idealización del desaparecido y de
rivalidad con algún otro miembro de la familia en términos de "quién hace
más por él.
Las Madres no aparecen capturadas por una relación especular. Desde
esta perspectiva nos ha parecido que las consignas expresarían
justamente esta posición de las Madres que trasciende el narcisismo.
Sobre todo, las consignas "Aparición con vida" y "Castigo a los culpables”.
"Aparición con vida"; "Con vida los llevaron, con vida los queremos", no
son sólo la expresión de un anhelo, de un deseo de que el desaparecido
retorne, sino también una demanda al Otro, no son ellas quienes
omnipotentemente garantizarían la Vida sino que hay otro en juego en
relación a la suerte del desaparecido y debe dar cuenta de ello. Nos
parece significativo que las Madres no hayan renunciado nunca a esta
consigna, aun ante intensas presiones para que así lo hicieran.
No está sólo en juego el hijo de cada una sino el hijo de todas. Es una
salida de la díada narcisista yo y mi hijo, expresada en la lucha por los
desaparecidos "Aunque hubiera sólo veinte desaparecidos con vida

28
seguiremos luchando". Las Madres rechazan "cadáveres sin identificar,
reducidos o incinerados”, su búsqueda no es de una imagen, sino de la
verdad y la justicia.
Justamente la otra consigna, "Castigo a los culpables", seria también una
apelación al Otro, al Otro de la Ley. No es venganza, no está en el
registro imaginario de la retaliación, si no que apela a los efectos
ordenadores de la Ley, como límite a la arbitrariedad, no sólo, para sí
mismas sino también para toda la sociedad. En este sentido la lucha
aparece como una elaboración en el plano simbólico; aunque las Madres
parecen estar girando sólo alrededor del hijo, su accionar produce efectos.
Esto nos ha llevado a planteamos una vez más un interrogante
subyacente a lo largo de estas reflexiones: cuál es el estatuto del
desaparecido en tanto objeto.
Para las Madres el desaparecido está más allá del objeto narcisista;
aunque no lo desarrollaremos en este trabajo pensamos que tampoco es
un objeto fálico, no ha sido sustituido en la cadena significante (al
respecto reflexionábamos sobre el lugar del hijo para la madre, ya que,
creemos que no es accidental que hayan sido las madres las que han
sostenido al Movimiento aunque participen otros familiares). La teoría
psicoanalítica sostiene que es la tendencia deseante la que mueve a un
sujeto a hacer actos, nos preguntamos si para las Madres no estará en
juego con relación al desaparecido aquello que Lacan denominó objeto del
deseo, el objeto a. Este punto para nosotros no es de llegada sino de
partida, la profundización en el mismo determinará su pertinencia.

Notas:
1) Kordon, Diana R. et al., “La tortura en la Argentina”, p.87 de este
volumen.
2) Freud, Sigmund: “Duelo y melancolía” Obras completas, T II, 3ª ed,
Biblioteca nueva, Madrid, 1973, pp.209 y ss.
3) Miller, Jacques-Alain: “Cinco conferencias caraqueñas sobre Lacan”,
colección Analítica, Editorial Ateneo de Caracas, 1981, p. 17

Abril de 1984

29
CASO MARISA: UN ABORDAJE TERAPEUTICO FAMILIAR
Licenciada Raquel C. Bozzolo
Doctor Darío M. Lagos

La consulta se realizó en marzo de 1984 en la Casa de las Madres con un


matrimonio preocupado por la situación de su hija, Marisa, de 29 años.
La jefa de un servicio de Psicopatología, a quien, habían consultado,
consideró pertinente su derivación al equipo debido a nuestra experiencia
en el abordaje de estas situaciones traumáticas.

A) Sintomatología: La familia de Marisa está compuesta por el padre, de


50 años, Pedro, tejedor; la madre, de 48 años, Pilar, dé igual oficio; el
hermano, Miguel, de 18 años, estudiante secundario. Los padres trabajan
en su domicilio.
Marisa no mantiene diálogos en el seno, de la familia, lleva una vida
rutinaria, "como autómata con los horario”, según Pilar. Tiene un trabajo
de nueve horas en una farmacia donde es la encargada de ordenar
medicamentos.
Marisa fue secuestrada del 10 al 17 de agosto de 1977. Durante las
primeras entrevistas con la pareja de padres, se produce un
malentendido: el terapeuta que hace la admisión entiende que Marisa
había estado desaparecida durante tres meses, sin embargo, al poco
tiempo queda claro que Marisa había estado secuestrada por espacio de
siete días. Al revisar el material clínico de la primera entrevista se
comprobó que los padres habían dado la información adecuada, y cuando
intentamos comprender qué había pasado contratransferencialmente para
que existiera ese error, nos enteramos de que durante ese período de tres
meses a pesar de que Marisa había querido hablar en su casa de lo que
había ocurrido, los padres callaron, imponiendo así el silencio sobre la
situación.
En el momento del secuestro, Pedro pidió a quienes dirigían el operativo
que le permitieran acompañar a su hija. Lo logró y luego fue abandonado
en una ruta de acceso a la ciudad.
Al ser liberada Marisa siete días después, el padre fue a buscarla a una
comisaría del suburbano de Buenos Aires. Salió en libertad con la
amenaza de recibir un tiro en la cabeza si contaba algo de lo ocurrido.
Estaba amarillenta, temblaba, contó que dormía en el suelo, con la cabeza
sobre una piedra y que escuchaba llorar a chicos y oía gritos de gente
grande; que pedía remedios. Al ver su padre le dijo: "No te asustés,
papá, estoy bien".
Pedro, que había hecho la denuncia policial del secuestro, ante la
aparición y la amenaza de muerte a Marisa, no sigue el trámite judicial.
La casa fue vigilada durante un período.
"Al menos la tenemos viva", dice Pilar, eludiendo todo comentario sobre lo
sucedido en el seno de la familia.
Durante los primeros meses Marisa hace una vida aparentemente normal:
acompaña a la familia en todas las actividades, charla con ellos y con
vecinos. Sobre fin de año intenta ingresar en la carrera de kinesiología,

30
donde se siente vigilada y seguida. "La facultad no es la misma, está
llena de milicos."

Nos preguntamos si ésa fue una vivencia paranoica. Al conocer hoy


cabalmente lo que ocurrió en esos años de terror, podemos pensar que su
percepción de la realidad no era tan inadecuada.
Para ese tiempo los padres deciden mudarse de casa. Marisa había
trabajado desde los 18 años y estudiaba computación, "era una Hija
modelo", dice Pilar.
Los padres fueron notando que en la mesa se reía en forma automática,
no hablaba, no esperaba entre plato y, plato, se levantaba, y el postre lo
comía sola en su pieza. Esta situación se fue, agravando hasta llegar al
punto de no levantarse de la cama en todo el día.
Pasaron algunos meses de postración. Ante el fracaso de un intento de
terapia en su domicilio y por presión familiar, realizan una internación
compulsiva en una clínica psiquiátrica, durante quince días. Es medicada
con Halopidol en gotas, medicación que continúa una vez externada. Sin
saber que se la están suministrando, Marisa dice sentirse mejor.
Al volver a su casa empieza a comer con la familia pero no establece
comunicación verbal. Comienza a tejerse así una comunicación preverbal,
donde la madre, interpreta sus acciones y actúa en consecuencia.
A través de un cliente de los padres, aproximadamente al año del
secuestro entra a trabajar en el actual empleo. Al momento de la
consulta han pasado seis años. Desde entonces no se observaron
modificaciones en la conducta.
Los padres relatan: que con su sueldo Marisa compra ropa y elementos
hogareños "todo un ajuar", que guarda cuidadosamente sin usar.
En un intento por romper este cerco de silencio, los padres se comunican
con una ex compañera del primario y del colegio secundario, íntima amiga
de Marisa de su provincia natal, que viaja a visitarla. Está dos días en la
casa de Marisa y después de un primer encuentro muy dialogado y a
solas, ésta se cierra nuevamente.
Lo mismo sucede con una tía que viene del extranjero.
Hace poco tiempo, la madre visita el negocio donde Marisa compra su
ropa para enterarse de su comportamiento, y se sorprende al enterarse de
que mantiene largos diálogos con la vendedora, toma café y fuma
cigarrillos.

B) Abordaje clínico: Ante la situación planteada por los padres, el


terapeuta visita a Marisa en su domicilio, intenta un diálogo, le explica los
motivos de su presencia en la casa, inquiere sobre lo que ella piensa, y
recibe como única respuesta "no quiero hablar". Posteriormente acuerda
con los padres llamarla por teléfono; cuando lo hace atiende la madre que
en lugar de dar el nombre del terapeuta dice: “te llaman del trabajo”.
Marisa acude al teléfono, y al enterarse de quién es, dice: "No voy a
hablar" y cuelga.
El equipo discute el caso y decide que se tome en psicoterapia a la
familia de Marisa. Ante la negativa de Marisa de concurrir a las

31
entrevistas y la imposibilidad horaria de Miguel, se inicia el tratamiento
con la pareja parental. La periodicidad planteada es de una vez por
semana en nuestro lugar de asistencia institucional: la Casa de las Madres
de Plaza de Mayo. Este tratamiento se mantuvo a lo largo de trece meses
e incluyó cuatro visitas al domicilio, de las cuales fue informada Marisa y
en las que no participó; sí lo hizo Miguel, su hermano. .
Luego de cada entrevista, los coterapeutas intercambiábamos opiniones
sobre el curso de las mismas. Periódicamente discutíamos el proceso
terapéutico en el equipo. Hubo un primer momento en que la estrategia
estuvo destinada a producir una ruptura de los pactos de silencio. Dichos
pactos habían permanecido vigentes en los intentos terapéuticos
anteriores ya que Pilar y Pedro no mencionaron la militancia de Marisa. La
no neutralidad nuestra, el “ser confiables”, en vez de crear zonas de
complicidad silenciadas, permitió producir una fractura en estos pactos de
silencio.
A partir de este hecho, en la relación terapéutica afloró el miedo.
Pedro y Pilar manifiestan que el miedo comenzó al tomar conocimiento de
la actividad política de Marisa. Ambos habían tenido una actitud de
oposición activa a la misma, y con el miedo y el silencio posteriores
trataban de negarla.
Fuimos detectando que la familia funcionaba sobre la base de un modelo
narcisista apoyado en el vínculo, simbiótico madre-hija. El padre ocupaba
un lugar subsidiario respecto de Pilar y al mismo tiempo poseía una
actitud protectora y afectuosa hacia ella, actitud que extendía a sus hijos.
En relación con las expectativas parentales, Marisa había ocupado siempre
el lugar del ideal: "era una hija modelo". Su hermano, en cambio, era
situado en una posición más desvalorizada.
Fuimos detectando el monto de la herida narcisista infligida a los padres
por el hecho de que Marisa ya no era la hija modelo. Esta herida parecía
abierta a partir de la enfermedad de Marisa luego, quedó claro que para
Pilar se produjo a partir del comienzo de su militancia, en tanto ésta,
además del miedo que los riesgos provocaban, implicaba una decisión
autónoma de Marisa en abierto desafío a los mandatos Maternos.
Pedro, inmigrante italiano, proveniente de una familia con convicciones
antifascistas, y con sentimientos de simpatía hacia el socialismo, parece
haber funcionado como modelo de identificación opcional al propuesto por
la madre.
En relación con el efecto que producían sus decisiones autónomas,
queremos comentar también que la única vez que Marisa -a los 18 años-
se atrevió a llevar un novio a la casa, obtuvo como respuesta de su madre
comentarios descalificadores hacia el muchacho. Por parte de su padre
parece haber habido una actitud represiva de aquellas conductas que la
alejaran de la pareja ilusoria con él. A partir de ese momento no llevó
más al novio a su casa y es incierto para nosotros si continuó la relación.
Como se puede observar, desde el punto de vista de las ideas y de la
represión concreta fue y es distinta la actitud de Pedro de la de Pilar, así
como también el monto de herida narcisista. Pedro decía: "Hacé lo que,

32
quieras, pero cuidate". Pilar se asustaba, la amenazaba, decía: "Ponés en
peligro a toda la familia".
En determinado momento del proceso terapéutico pudieron hablar de los
miedos, pero aún -era negada la hostilidad que el silencio de Marisa les
ocasionaba.
El pequeño grupo familiar a partir del secuestro había ido perdiendo las
relaciones con el resto de la familia. No recibían visitas, no realizaban
viajes a su provincia, como era lo acostumbrado, y al momento de la
consulta tenían un viaje al exterior. Nada se hacía a causa de Marisa.
Trabajamos tratando de poner en evidencia la hostilidad y sus
motivaciones, de bajar el nivel de expectativas y de generar la posibilidad
del intercambio verbal de los problemas.
Así el centro., de la preocupación dejó de ser Marisa, y aparecieron las
contradicciones en el trato cotidiano de Pedro y Pilar, y las diferentes
opiniones y sentimientos que ambos tenían con relación a Marisa.
Pudimos ir comprendiendo la actitud de Marisa como la forma de “resistir”
el avasallamiento sufrido durante el secuestro. Marisa re significó esta
experiencia a partir de la modalidad intrusiva con que había sido criada.
La distensión del clima opresivo, producto de haber disminuido las
exigencias narcisistas para con Marisa, permitió que aparecieran reclamos
de Miguel, que no habían sido escuchados anteriormente y que fueron
registrados.
Pedro pudo ver sus propias actitudes de sometimiento a Pilar y comenzó a
ejercer una actitud Interdictora en el vínculo madre-hija. Esto trajo
aparejado el inicio del intercambio verbal a través de frases cortas padre-
hija, que Pedro fue valorando. Así se pudieron generar condiciones de
afecto que a su vez estimularon el intercambio verbal.
Pilar y Pedro retomaron sus viajes al interior y en estas ausencias
aparecieron las contradicciones entre los hermanos expresadas en peleas.
Estas fueron relatadas, por Miguel y trabajadas en las reuniones
familiares.
Resultaron muy esclarecedoras ya que lo que originalmente fueron
disputas entre los hermanos sobre la comida culminaron en un reproche
de Marisa -según cuenta Miguel- culpando a sus padres de excesivos
controles y, descuidos de sus necesidades, opinión ésta que Miguel
comparte.
Marisa llegó a responsabilizar a sus padres por su secuestro. Tenemos
dudas acerca de la cualidad delirante de estas acusaciones.
Asimismo, desconocemos hasta ahora la significación que Marisa otorga a
la compra de su "ajuar".
Un hecho importante fue que Marisa compró un lavarropas que instaló al
lado del de su madre. Produjo un shock a sus padres el diálogo fluido que
mantuvo con el instalador del artefacto, ya que era la primera vez que
hablaba con claridad y expresividad delante de ellos.
Asimismo comenzó a intercambiar frases con la madre. Empezó a pedir
ayuda concreta al padre, ofreció colaborar en los gastos de la casa con un
porcentaje de su sueldo, comenzó a ahorrar dinero, y fue también

33
asesorada por su padre sobre cómo hacerlo, verbalizó asimismo su
intención de irse a vivir sola.

Conclusiones

Los padres de Marisa consultan porque tienen una hija desaparecida,


doblemente desaparecida, ya que, además del breve período de secuestro
real, la joven ha perdido su lugar en la familia.
Esta funciona como si aún tuviera un miembro desaparecido, a tal punto
que ello determina el tipo de derivación que se efectúa, al Equipo de
Asistencia Psicológica que trabaja en la Casa de las Madres de Plaza de
Mayo, así como el malentendido inicial en cuanto al tiempo de duración
del secuestro de Marisa.
Esta familia se hizo cargo de los modelos inducidos por el terror dictatorial
y reprodujo, a través del silencio y la internación compulsiva, la situación
traumática vivida por Marisa.
Esto se superpuso con la estructura familiar previa, que sancionaba, en
cierto grado, la discriminación y autonomía de sus miembros y se hacía
cargo, de la penalización social de la sexualidad y de la militancia de
Marisa.
El impacto contratransferencial inicial despierta en los terapeutas el deseo
de encontrar a esta "desaparecida", trabajando con la familia como un
instrumento, es decir, el abordaje familiar sería sólo un modo indirecto de
abordar a Marisa, paciente que no era tal, pues nunca aceptó tratarse.
El reconocimiento de este deseo contratransferencial permitió salir de la
tentación de, localizar en el problema de Marisa y abordar el conjunto de
la problemática familiar como tal. Así la indicación de tratamiento familiar
está dada entonces no sólo por, la modalidad de la demanda: pareja de
padres que consultan por una hija, sino también por las posibilidades de
cierta estructura familiar. Creemos que, así como Pilar y Pedro se
hicieron cargo de las inducciones represoras y encubridoras que se daban
a nivel de toda la comunidad, también pudieron aceptar un tratamiento
que les replanteó su modalidad vincular y les permitió en parte revertir la
situación.
Es de destacar que el momento de la consulta así como el posterior
desarrollo y evolución del proceso terapéutico, coinciden con la instalación
del gobierno constitucional y la aparición en los medios de comunicación
social de los dolorosos episodios ocurridos.
Aunque Marisa no participa de las entrevistas, creemos que es sensible a
los cambios producidos en el ámbito familiar y es posible que la
continuidad del proceso terapéutico haga lugar a que pueda articular su
propia demanda psicoterapéutica.

Octubre de 1985

34
ALGUNOS ASPECTOS DE LA CONTRATRANSFERENCIA EN LA
ASISTENCIA A FAMILIARES DE DESAPARECIDOS

Licenciada Raquel C Bozzolo

En el presente trabajo analizaremos ciertos aspectos del impacto


emocional que genera nuestra tarea, desde el registro subjetivo de los
terapeutas.
Nuestra actividad se desarrolla con madres, padres, hermanos, hijos, y
esposos de detenidos-desaparecidos vinculados a Madres de Plaza de
Mayo.
Conviene recordar la traumática situación en que se produjeron dichas
desapariciones, caracterizada por la violencia indiscriminada, la
incertidumbre y la ambigüedad sobre el destino del familiar secuestrado.
Los familiares con los que trabajamos se vieron repentinamente expuestos
a una pérdida, a una fractura de su familia, a una angustiosa espera llena
de versiones contradictorias y al aislamiento social inicial con que
respondió en mayor o menor medida nuestra aterrorizada comunidad
frente a sus reclamos.
Consideramos a los familiares como víctimas principales de una situación
de gravísima emergencia social y no como enfermos mentales. Dicha
situación de la comunidad, al ser los terapeutas integrantes de la misma,
nos atraviesa con todas sus implicancias. Estos dos elementos: nuestra
concepción de los familiares como víctimas de emergencia social y nuestra
condición de miembros de la misma comunidad que atraviesa la
emergencia, nos han llevado naturalmente a trabajar en condiciones no
habituales para la atención psicológica. Compartimos con los familiares
momentos, ámbitos y tareas extraasitenciales cuya finalidad no es la
resolución psicológica; sino la lucha por la aparición con vida de sus
familiares y el imperio de la justicia sobre los responsables de sus
desapariciones.
Realizamos nuestra tarea en la Casa de las Madres, hacemos reuniones
grupales y entrevistas individuales compartiendo el espacio físico con las
Madres, y alguno de nosotros ha mantenido más de una entrevista en el
césped de Plaza de Mayo durante una marcha.
El relato de los familiares es de por sí impactante, el contexto también lo
es: ¿Qué nos pasa a los terapeutas? ¿Cómo operamos en estas
condiciones?
El efecto predominante, sobre todo al comienzo de la tarea, es la angustia
que muchas veces nos requiere un sobreesfuerzo consciente para no
obstaculizar nuestra capacidad de reflexión.
Freud hablaba principalmente de dos tipos de angustia: la angustia señal
y la angustia automática. La primera funciona como toque de alarma que
permite al aparato psíquico, poner en marcha mecanismos y conductas
defensivas. En el caso de la angustia automática el sujeto se siente
paralizado no pudiendo pensar y actuar. Freud planteaba que la angustia
irrumpe de tal modo cuando existe debilidad del Yo o ante un estímulo
demasiado intenso.

35
La mayoría de los episodios de angustia registrados por los terapeutas en
esta tarea resulta difícil de discriminar, ya que se atraviesan algunos
segundos de parálisis, muchas veces acompañados por llanto. Para lograr
la puesta en marcha de mecanismos defensivos es indispensable un buen
entrenamiento terapéutico y una Determinada fortaleza yoica.
La angustia irrumpe en los momentos en que es más difícil mantener la
distancia
afectiva. Daremos ejemplos relatados por los terapeutas:
"Cada vez que escucho a una madre mencionar a sus hijos por el
sobrenombre me lleno de angustia y me cuesta pensar por un momento”
“Cuando escuché, a esa señora que había pensado en el frío que tendría
su hijo se y preguntaba si le habrán salido sabañones como siempre, me
quedé paralizada y ya no escuché más nada por un ratito."

En cualquier tarea asistencias es necesario efectuar una disociación


instrumental: una parte del Yo queda, identificada con el relato del
paciente y otra parte del Yo toma cierta distancia útil para poder observar.
Dicha disociación se ve amenazada constantemente por sentimientos muy
intensos y complejos. Algunos de éstos son efecto de escuchar el relato
cercano y personalizado de un familiar de desaparecido, que difiere en
mucho del conocimiento mediatizado del tema. Aparece un dolor
psíquico, producido por empatía ante el hecho de saber los sufrimientos a
los que se han visto sometidos otros seres humanos.
En nuestra tarea la emergencia de angustia es una situación inevitable por
la que atravesamos todos, y que intentamos resolver con la ayuda de
otros terapeutas en la reunión del equipo.
Otra de las actitudes que esta dramática situación genera en los
terapeutas es la reparación omnipotente. Nos sentimos movidos a hacer
"algo" que omnipotentemente resuelva la dolorosa y ambigua situación
por la que atraviesa el familiar. Probablemente sea también por esta
necesidad de dar una resolución mágica e ilusoria que muchos terapeutas
se vieron movidos a definir ellos mismos la situación del desaparecido
dándolo por muerto, intentando así dar fin al dolor.
En numerosas ocasiones, los terapeutas nos hemos sentido atacados de
los mismos sentimientos de exclusión que nos relataban los familiares, al
intentar comentar nuestra tarea con otros terapeutas ajenos a ella.
Creemos que esta situación estuvo vinculada al silenciamiento social que
sobre el tema de los desaparecidos hubo durante tantos años y a nuestra
particular inclusión que nos llevó a "saber de lo que no se quería saber, y
más recientemente a "recordar aquello que se pretendía hacer olvidar".
Aparecen a veces sentimientos de otro orden, que pueden entorpecer
nuestra, operatividad y que deben ser manejados con mucho cuidado, Un
ejemplo lo constituye la profunda admiración que a los terapeutas nos
produce la fortaleza y valentía de algunos familiares y la forma en que
fueron enriqueciéndose psicológicamente durante su lucha. Para poder
operar y ayudar a pensar, hemos tenido que proteger nuestra capacidad
de reflexión de la "idealización" que las Madres por su capacidad de lucha
nos puedan generar. Hemos planteado en el comienzo de nuestra

36
comunicación que nuestras condiciones de trabajo distan mucho de ser las
habituales en la asistencia psicológica ya que compartimos con los
familiares ciertas actividades extra asistenciales.
En la particular situación social que generó a la organización con que
colaboramos, Madres de Plaza de Mayo, nuestro compromiso inicial con su
lucha fue una condición básica para el posterior accionar terapéutico.
Esta situación de compromiso con la organización y su lucha nos ayuda a
atravesarlas múltiples dificultades contra transferenciales y nos ha
permitido ser depositarios de la confianza imprescindible para esta difícil
tarea. Somos conscientes de los obstáculos que dicho compromiso activo
nos ha generado en la toma de distancia necesaria para cualquier
operación psicológica, y por eso nos hemos dedicado a desarrollar al
máximo nuestros instrumentos de trabajo para adaptarnos a la nueva
situación a la que asistimos.
La reafirmación cotidiana del compromiso inicial es para nosotros
indispensable ya que cada vez nos resulta, más evidente la íntima y a la
vez intrincada relación entre lo psicológico y lo ideológico. Creemos que
un ejemplo de esto lo constituyen las mismas Madres, a las que la lucha
por sus desaparecidos y la organización colectiva les han permitido
mantenerse psíquicamente integradas aunque sus heridas permanezcan
abiertas.

Setiembre de 1983

37
INFANCIA Y REPRESION POLITICA

Licenciada Elena Nicoletti


Licenciada Raquel C. Bozzolo
Licenciada Daniela Siaky

En este trabajo nos referiremos a los niños afectados directamente por la


represión política que ejerció la dictadura militar en nuestro país a partir
de 1976 y cuyos efectos perduran hasta el presente.
Podemos delimitar dos grupos:
En el primero están los niños secuestrados con sus padres o nacidos
durante el cautiverio de sus madres en cárceles clandestinas. Dentro de
este grupo es necesario diferenciar a los niños ubicados por sus familiares
y a los que ya han sido restituidos a sus verdaderas familias.
Un segundo grupo está formado por miles de niños y adolescentes, hijos
de personas desaparecidas durante el período dictatorial que han quedado
al cuidado de sus familiares, principalmente abuelos. Los niños que
hemos asistido en nuestro equipo pertenecen a este último grupo; sin
embargo nos referiremos brevemente al primero.
Ciento ochenta y cuatro niños fueron secuestrados junto con sus padres o
se puede inferir que han nacido en' cautiverio; aproximadamente un
treinta por ciento de ellos han sido ubicados por sus familiares y un
porcentaje mínimo ha sido restituido a sus verdaderas familias. La gran
mayoría de estos niños han sido secuestrados teniendo muy corta edad;
muchos de ellos, siendo bebés. Han pasado a vivir como hijos de los
miembros de las fuerzas represivas que causaron la desaparición de sus
padres o con personas allegadas a éstos que no podían tener
descendencia; ha sido alterado su nombre y en algunos casos su edad; se
ha producido una perversión de la identidad de estos niños. Sin querer
polemizar sobre el momento en que se producen las primeras
inscripciones en el psiquismo, nos interesa destacar lo que a nuestro juicio
engloba la situación de estos niños: más allá de las diferencias de edad y
de la percepción del hecho traumático, lo relevante es el conocimiento que
de estos hechos tienen las personas que los tomaron a cargo. Tanto si el
niño sabe que está siendo buscado por su verdadera familia como si lo
desconoce, hay alguien, el que ocupa el lugar paterno, que lo sabe, y esto
tiene consecuencias.
En cuanto al segundo grupo, los hijos de desaparecidos, se vieron
expuestos súbitamente a una situación aterrorizante: por la pérdida de
sus padres, dotada de una particular ambigüedad, y por la situación de
desprotección en que quedaban sus familias. Nadie parecía saber dónde
estaban sus padres. Adquirió fundamental importancia la información que
se les suministró y la forma en que su familia se reestructuró luego del
impacto traumático inicial.
En 1984 una abuela solicitó orientación psicológica para abordar una
situación conflictiva que tenía con sus nietos de 8 y 10 años de edad con
los que convivía. El padre de estos niños había sido asesinado y la madre
estaba desaparecida hacía siete años. La abuela les había dicho que la

38
madre estaba ausente por problemas de trabajo ("Estaba en la India
haciendo una investigación"). En reuniones con otras abuelas en su
misma situación se enteró de que otras abuelas informaban a sus nietos
sobre lo ocurrido con los padres, y se mostró muy angustiada. Solicitó
ayuda para poder decirles la verdad a los niños, ya que ella, quería
hacerlo pero sentía que no podía. En la primera entrevista con la
psicóloga la abuela informó a los niños sobre lo ocurrido con su madre; el
mayor dijo entonces “¡Qué, alivio! 'Yo ya lo sabía”.

Este relato pone en evidencia una de las cuestiones esenciales, en relación


con los hijos de desaparecidos: la información sobre el hecho, que los
sitúa como tales, el destino de sus. padres. La clínica nos ha mostrado las
diversas actitudes asumidas por los familiares a cargo en relación con este
hecho.
En el período dictatorial había un "mandato de silencio" no se podía
hablar, no se hablaba de los desaparecidos.
Los familiares se planteaban el riesgo que implicaba que los niños tuvieran
información sobre el secuestro de sus padres; tanto por su seguridad
personal como por el posible rechazo del medio. En el caso de los niños
que, preguntaban, el silenciamiento social se expresaba con frecuencia en
otro sector de la familia donde por ejemplo no había rastros del
desaparecido, se quitaban las fotos, etcétera.
A aquellas familias que lograban eludir el mandato de silencio, que
querían informar a los niños, se les presentaba otra dificultad:¿qué decir?
Esta pregunta los confrontaba con su propia incertidumbre sobre el
destino del desaparecido. ¿Está vivo?, ¿está muerto? ¿Cómó transmitir
esto a un niño cuya lógica es: "Busquémoslo, en algún lugar tiene que
estar"? Entonces se debatían entre la angustia de tener que testimoniar
una muerte no cierta y el dolor de sostener una espera quizá sin futuro.
Pensamos que la explicación "se fue de viaje", que hemos encontrado con
frecuencia, liberaba de alguna, manera de esta disyuntiva, posponía,
permitía situar al desaparecido en algún lado, inaccesible, pero real
existente.
Sin embargo, la verdad insistía, aparecía en los lugares más recónditos. El
desaparecido aparecía en las pancartas de las Madres, en las siluetas de
las marchas, en los dibujos de los chicos, en las inconsistencias del
discurso del ocultamiento en los síntomas que demandaban la asistencia
de nuestro equipo. El compromiso con la verdad es parte de nuestro
quehacer terapéutico, lo sustentamos en el plano ideológico pero también
nos lo era demandado. Muchos de los primeros pedidos de asistencia, que
recibimos de abuelas de hijos de desaparecidos, eran para poder informar
con la verdad a sus nietos. Trabajando alrededor de los efectos que la
verdad o su ausencia provocaban en los niños, nos remitimos vanas veces
a la problemática de los niños adoptados, aun, antes de saber que éste
era el destino de muchos niños desaparecidos. Hemos constatado los
efectos tranquilizadores de la verdad.
Creemos que el secreto, -en tanto es sabido por alguien pero no-, es
hablado, tiene consecuencias en los niños. Observamos que la solución de

39
compromiso "se fue de viaje" connota la ausencia forzosa como abandono
voluntario, falta de amor, de cuidado, etcétera, con el consiguiente peso
para el niño que podía llegar a sentirse omnipotentemente responsable de
esta ausencia o preso de la pregunta angustiosa "¿Por qué me dejó?"
Expondremos a continuación dos relatos de consultas y tratamiento
efectuados en la Casa de las Madres.
Luis de 9 años vive con sus abuelos desde que cumplió un mes de vida.
Tiene sus padres desaparecidos desde entonces.
Hace un año, Ema, la abuela paterna, consultó porque "Luis no prestaba
atención a sus deseos de orinar durante el día". "Me olvido de ir al baño"
decía él. Pero Luis no sólo se olvidaba de ir al baño, se olvidaba también
de hacer la tarea, su atención en la escuela era siempre dispersa. Esto
provocó serios atrasos escolares.
Durante las entrevistas iniciales, la abuela dijo que Luis no había sido
informado sobre la desaparición de sus padres: "Le dijimos que estaban
presos, después que se habían ido de viaje; todo, menos que estaban
desaparecidos, pero nosotros hablamos en casa y el nene escucha"
A partir de estas entrevistas y de haber visto al niño, pensamos que la
enuresis diurna y la falta de concentración en sus tareas posiblemente
tuvieran relación con la confusión acerca de la información sobre el
destino de sus padres.
En las entrevistas siguientes le transmitimos a Ema la conveniencia de
informar a Luis la verdad. Para ello convinimos en tener todos los
encuentros que fueran necesarios hasta que ella misma se sintiera en
condiciones de hacerse responsable de dicha información frente al niño. El
lugar del terapeuta sería acompañarla antes, durante y después.
Efectivamente Ema se mostró aliviada, y manifestó estar "contenta de que
me oriente cómo hacerlo porque yo no sé hablar claro".
Coincidirían aquí dos factores: las dificultades de Ema en el manejo del
lenguaje y las dificultades que implica significar la desaparición.
Recordemos que en la época en que Ema se tuvo que enfrentar a esta
situación, el concepto de desaparecido no tenía la significación social que
actualmente posee. Se decía: "Se los llevaron".
Se sucedieron entrevistas entre la abuela y el terapeuta, en las cuales ella
misma fue encontrando las palabras que le resultaban apropiadas para
darle la información a su nieto. Cuando encontró la forma de expresión
que le convino, y sólo entonces, se decidió.
El encuentro entre Ema, Luis y el terapeuta fue tranquilo. Ema le explicó
al niño el secuestro y la desaparición de sus padres Luis exclamó varias
veces: “¡Ah!, entonces no están presos ni de viaje, están desaparecidos".
Ema respondió también a las preguntas posteriores del niño y quedaron
ambos con la consigna de que Luis preguntaría lo que quisiera saber,
cuando quisiera, y Ema respondería siempre en la medida de sus
posibilidades.
Luis siguió concurriendo semanalmente a su tratamiento. Luego de
obtenida la información, su olvido del control esfinteriano diurno cesó de
inmediato.

40
El mismo decía: "Ahora siempre me acuerdo, dejo de jugar, voy al baño y
listo".
Un niño de 9 años responde en forma automática, sus deseos de orinar.
Ante la sensación del esfínter cargado, surge en forma inmediata la
necesidad de descarga que produce un alivio instantáneo de la tensión
original.
Luis no podía: su energía y su atención se encontraban ocupadas en el
duro esfuerzo de esclarecer una situación de confusión por, demás
ansiógena como no saber qué fue de sus padres y por qué no estaban con
él. Esta situación lo llevó a una conducta regresiva en el tiempo evolutivo,
incompatible ya con lo esperado para su edad, con aplicaciones de
dependencia de una persona mayor (en este caso su abuela) que pudiera
atenderlo, higienizarlo y cambiarlo como una mamá lo hace con su niño
hasta los 2 o 3 años de edad.
Al conocer los hechos ocurridos y comprender su situación familiar Luis
reconstituyó aquellos actos para los que evolutivamente ya estaba
maduro, pudiendo dejar en libertad la atención necesaria para controlar
sus esfínteres.
Pero el nivel de ansiedad de Luis seguía siendo muy intenso. La falta de
atención y concentración en sus tareas escolares, esa,"distracción" en
clase señalada por su maestra, se manifestaron en el consultorio: Luis no
podía finalizar ningún dibujo emprendido, dejaba todo. por la mitad para
iniciar otra tarea (un juego o una charla) que a su vez volvía a
interrumpirse para volver al dibujo anterior. A lo largo del proceso
terapéutico se fue trabajando el hecho de que en la escuela dejaba sus
tareas incompletas igual que lo hacía aquí con sus dibujos y juegos, y que
se mostraba tan impaciente y atolondrado por hacer todo a la vez que al
final no lograba concluir nada.
En las sesiones sucesivas Luis expresó que se había dado cuenta de que
en la escuela era muy atolondrado, y que "¡Esta semana terminé con todo
solito!". Pedía al terapeuta si se podía quedar más tiempo en la sesión
para tener la oportunidad de terminar todo lo empezado. Eso se hizo, y su
mejoría en la escuela fue notoria. Al finalizar el año la maestra dijo que el
niño ya trabajaba bien en clase y que su nivel de dispersión era mínimo.
Luis es aún un niño ansioso, igual que su abuela Ema y que el resto de los
miembros de la familia con quienes vive. Sin embargo esta ansiedad
restante se ha reubicado. No invade ya el terreno de las actividades
cotidianas del niño. Responde ahora a una modalidad familiar.

Juan Pablo tiene 8 años y sus padres están desaparecidos desde que el,
niño teñía 3 meses: Vivió desde entonces con su abuela materna
(separada de su marido), y en contacto permanente con tíos y primos
maternos. Visita esporádicamente a la familia de su padre.
Elvira, abuela materna de Juan Pablo, consulta por una dificultad personal
para llevar a cabo la crianza de su nieto. Dice:"Me cuesta mucho
educarlo"; “No me hace caso, le tengo que decir cien veces las cosas y me
hace enojar"; "Tengo otros hijos casados pero me critican y no me
ayudan".

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A su vez Juan Pablo muestra dificultades para integrarse con niños de su
edad, dice "que no lo entienden y que le envidian sus juguetes”
En esta entrevista Elvira manifestó que Juan Pablo estaba enterado de que
sus padres no estaban, y de que, no se sabía si algún día volverían, pero
no conocía los hechos de la desaparición y secuestro de ambos.
Dijo que ella había pensado que explicarle la verdad de lo sucedido al niño
iba a ser mejor para la relación entre ellos pero que hasta ese momento
no había podido hacerlo. En la entrevista siguiente el terapeuta le ofreció
su ayuda para la tarea de informar la verdad a Juan Pablo.
Se le propuso entonces que se tomara el tiempo necesario para hacerlo.
Elvira dijo estar dispuesta para hablar con su nieto sin esperar más. En la
entrevista siguiente Elvira explicó a Juan Pablo lo ocurrido con sus
padres. Juan Pablo no hizo preguntas y dijo que se quería ir a jugar. Su
abuela se mostró aliviada.
Aunque la cuestión de la información no está incluida manifiestamente en
el pedido de consulta de Elvira, surge como demanda durante las
entrevistas. Elvira quería informar a Juan Pablo, pero necesitaba la
opinión del terapeuta al respecto, alguien que la avalara, como le ocurría
con todo lo vinculado a la crianza de Juan Pablo. Sentía que es una gran
responsabilidad educar un niño,"no teniendo la juventud que tienen mis
hijos para hacerlo".
Esta tarea la cansaba y a veces no sabía cómo proceder con el niño. Se
trató, de disminuir esta exigencia de Elvira en el cumplimiento de la
función materna. Ella se quejaba constantemente del mundo que la
rodeaba diciendo que recibía muy poca ayuda de sus hijos para la crianza
de Juan Pablo; no dejaban de criticarla en todo lo que hacía; "Lo dejan de
lado al nene, no lo tratan como a sus hijos"; "'La maestra lo trata mal en
clase y yo tengo que ir a quejarme".
Pero por otro lado relataba: "Hoy el tío llevó a Juan Pablo al Zoológico";
"El domingo los otros tíos llevaron a Juan Pablo a una quinta con sus hijos
a pasar el día, volvió chocho contándome que había comido asado y se
había metido en la pileta”; "La directora de la escuela llamó a la maestra
para pedirle que sea tolerante con el chico porque no era posible que yo
tuviera que quejarme tantas veces por la misma razón".
Se le señaló a Elvira que no tomaba en cuenta estas otras situaciones en
las que el medio no era tan hostil como ella lo sentía.
Ella misma se asombró al poder escuchar esta otra parte de su relato
repetida como un eco por el terapeuta.
Elvira relata una historia personal difícil (separación conflictiva de su
marido, el hacerse cargo sola de una' familia numerosa, serias dificultades
económicas). La vida estaba llena de obstáculos. Pensamos que la
desaparición de su hija y su yerno solidificaron su vivencia de un mundo
hostil.
Con esta situación se identifica Juan Pablo cuando dibuja un niño con
"juguetes valiosísimos" y los demás niños "lo quieren atacar para
sacárselos todos porque le tienen envidia".
En el resto de sus dibujos las escenas eran similares: un niño con
posesiones extraordinarias que otros niños querían arrebatarle por

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envidia. Juan Pablo decía: "El envidiado soy yo porque, mi tío de España
me regaló un montón de juguetes que los demás no tienen".
A partir de la reiteración del tema en sus dibujos el terapeuta le señaló si
no había pensado que los otros chicos tenían también cosas que él no
tenía: un papá y una mamá. Se le mostró también cómo ese hecho le
provocaba, tanta bronca y envidia como, decía él que le tenían sus amigos
a causa de los juguetes.
Juan Pablo mejoró fundamentalmente la relación, con su abuela, que ya
no es tan tensa ni agresiva. Empezó lentamente a tener algunos amiguitos
y a estar menos aislado en la escuela.
En los casos que desarrollábamos precedentemente hay un peso
importante del tema de la verdad sobre la desaparición de los padres. En
un caso, la información opera efectos casi inmediatos; en el otro, abre la
posibilidad de un tratamiento. Comparando nuevamente con la situación,
de los padres adoptantes vemos que en general la relación con la
información conflictiva (la verdad) es diferente. En los familiares de
desaparecidos hay menos compromiso subjetivo con el ocultamiento. Esto
se expresa en las modalidades de la demanda; los padres adoptantes
dicen: "Tengo que decirle pero no quiero" y los familiares, de hijos de
desaparecidos dicen: "Quiero decirle pero no sé cómo".
Esta dificultad para informar sobre la desaparición de los padres aparecía
ligada a temores: a provocar daño al niño reviviendo la tragedia, a
generar un odio incontrolable que es imposibilitar a la convivencia con
otros, a la marginación social de que podrían ser objeto. Pensamos que
aparece aquí el mito de la inocencia infantil como posibilidad inconsciente
de sostén de una creencia: aquello no ocurrió.
Por otro lado, la ambigüedad de la situación que implica la desaparición
hacía necesario en muchos casos que alguien los sostuviera en esa
posición de informar lo ocurrido aunque fuera sólo desde un lugar de
testigo.
Cada niño vive la situación de desaparición de sus padres de una manera
particular, de acuerdo con su historia; no todo lo que le pasa está
vinculado a la desaparición aunque ésta tiene un peso muy grande que
varía según la edad del niño, las circunstancias en que ocurrió, la
información que tuvo sobre el hecho, el lugar familiar en que quedó
ubicado y la respuesta de la familia. Es por esto que pensamos que no
existe un síndrome del niño cuyos padres están desaparecidos. No
obstante nos interesa mencionar cierta problemática; que hemos
encontrado recurrentemente, cuya especificidad es relativa ya que las
vicisitudes de los hijos de desaparecidos tienen puntos de encuentro y de
ruptura con las pérdidas de los padres bajo otras circunstancias. Desde
un punto de vista fenomenológico hemos encontrado que la mayoría de
estos niños sufren temores nocturnos, con la necesidad de dormirse
acompañados. Son frecuentes también el temor a la oscuridad, a
determinados ruidos, a salir solos, llegando a veces a constituir
verdaderas fobias.
Por otro lado la desaparición de los padres produce en los niños
alteraciones profundas de la identidad. La marginación de que han sido

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objeto durante el período dictatorial y aun después tiende a consolidar en
algunos casos una identificación como "hijo de desaparecido" cercenando
otras posibilidades identificatorias que puedan entrar en contradicción o
sobrepasar ésta. Es por eso que no consideramos conveniente el
agrupamiento de estos niños ya sea en tratamiento o en actividades libres
que definan la pertenencia por ser hijo de desaparecidos. Esta situación
de marginación se produce también en el seno de las familias donde a la
dificultad de crianza de lujos no propios se suma el impacto traumático en
todos los miembros de una situación tan difícil de significar, tan compleja
de elaborar.

Mayo de 1986

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LA TORTURA EN LA ARGENTINA

Doctora Diana R. Kordon


Doctora Lucila L. Edelman
Licenciada -Elena Nicoletti
Doctor Darlo A. Lagos
Licenciada Raquel C. Bozzolo
Licenciada Ester Kandel

El presente trabajo ha sido realizado sobre la base de entrevistas


anónimas a veintisiete personas que fueron torturadas y de nuestro
contacto directo durante los últimos siete años de vida en la Argentina con
numerosas víctimas de la represión. De los veintisiete casos, ocho
estuvieron desaparecidos durante un período y fueron luego liberados
diecisiete fueron presos reconocidos (algunos de ellos pasaron primero,
por la condición de desaparecidos) y liberados tras, varios años de
cárcel. Dos personas se negaron a responder.
Por las condiciones de la represión en nuestro país hemos resuelto no
adjuntar el material de entrevistas para evitar cualquier posibilidad de
comprometer a las personas que se prestaron a colaborar con nuestro
trabajo a través del relato de su experiencia.

"La Asamblea General ordena la prohibición del detestable uso de los


tormentos adoptado por una tiránica legislación", Buenos Aires, 19 de
mayo de 1813.
"Quedan abolidos para siempre la pena de muerte por causas políticas,
toda especie de tormentos y los azotes. Las cárceles de la Nación serán
sanas y limpias para seguridad y no para castigo de los reos detenidos en
ellas", Constitución Nacional."1853.
Aunque legalmente prohibida la tortura siguió existiendo en la Argentina,
secreta pero eficiente, cambiando las formas aunque no la esencia. Su
uso se fue extendiendo hasta convertirse en los últimos años en un
procedimiento de rutina con los presos políticos.
Pero a partir del golpe de Estado de 1976, que instaura una dictadura
antinacional y antipopular, se produce un cambio cualitativo en las
condiciones de la represión, cuyo rasgo principal es la implantación del
sistema de la desaparición de personas, sin precedentes en nuestro país.
La descripción de este sistema ha sido realizada exhaustivamente por la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos, particularmente en el
capítulo 3, de su informe.
El conocimiento de este sistema, al que se suman la compacidad de la
Justicia el silenciamiento, sobre los hechos, la masividad de la represión y
de las campañas de acción psicológica de la dictadura, es imprescindible
para ubicar el contexto en el que se realizó la aplicación sistemática de la
tortura.
Todo detenido sabía que iba a ser torturado y efectivamente así ocurría ya
fuera para obtener información que se suponía que poseía, probar su

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"culpabilidad" o simplemente como castigo. La tortura podía ser más o
menos prolongada, con mayor o menor ensañamiento pero era inevitable.
Todos estos hechos configuraban una situación de terror que afectaba
profundamente al sujeto y dentro de la cual la tortura propiamente dicha
constituía una etapa más.
Para describir las formas de la tortura en la Argentina en este período
transcribiremos textualmente una parte del apartado D del capítulo 5 del
Informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, página
217, conscientes de que el horror que produce su lectura es inevitable en
el acercamiento a estos hechos, y es sólo un ínfimo reflejo de los
padecimientos de quienes los sufrieron.
“Los apremios físicos y las torturas se habrían llevado a cabo
principalmente en la etapa de los interrogatorios, como se deduce de las
denuncias presentadas a la Comisión relativas tanto a detenidos en las
cárceles argentinas como a personas desaparecidas o secuestradas cuya
situación ha podido trascender.”
“Muchos son los medios que para la aplicación de apremios ilegales y para
la ejecución de la, tortura tanto física, como psíquica y moral, se habrían
puesto en práctica en lugares especiales de detención donde las personas
fueron llevadas para interrogatorios y que se conocen como “chupaderos”,
e inclusive, en algunos casos, en los propios centros carcelarios del país.”
“Estos procedimientos de tortura se prolongaron en muchas ocasiones
hasta por varios meses en forma continua, en las llamadas sesiones para
interrogatorios.”
“Entre las modalidades analizadas y escogidas por la Comisión de los
muchos testimonios que obran en su poder, figuran las siguientes:
A) Golpizas brutales en perjuicio de los detenidos que han
significado en muchas ocasiones quebradura de huesos y la invalidez
parcial, en el caso de mujeres embarazadas la provocación del aborto, y
también, según determinadas alegaciones han coadyuvado a la muerte de
algunas personas. Este tipo de palizas han sido proporcionadas con
diferentes clases de armas, con los puños, patadas y con instrumentos
metálicos, de goma, madera o de otra índole. Hay denuncias que refieren
casos en que la vejiga ha sido reventada y, han sido quebrados el
esternón y las costillas o se han producido lesiones internas graves.
B) El confinamiento en celdas de castigo, por varias semanas, de
los detenidos, por motivos triviales, en condiciones de aislamiento
desesperante y con la aplicación de baños de agua fría.
C) La sujeción de los detenidos maniatados con cadenas, entre
otros lugares en los espaldares de camas y en los asientos de los aviones
o de los vehículos en que han sido trasladados en un lugar a otro,
haciéndolos objeto, en esas condiciones, de toda clase de golpes e
improperios.
D) Simulacros de fusilamiento y en algunos casos el fusilamiento
de detenidos en presencia de otros prisioneros, inclusive de parientes,
como ha sucedido, entre otras denuncias, en Córdoba, Salta y en el
Pabellón de la Muerte de La Plata.

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E) La inmersión mediante la modalidad denominada
submarino, consistente en que a la víctima se le introduce por la cabeza,
cubierta con una capucha de tela, de manera intermitente, en un
recipiente con agua, con el objeto de provocarle asfixia al no poder
respirar, y obtener en esa forma declaraciones.
F) La aplicación de la llamada picana eléctrica, como método
generalizado, sujetándose a la víctima a las partes metálicas de la cama a
efecto de que reciba elevados voltajes de electricidad, entre otras zonas
del cuerpo, en la cabeza, en las sienes, la boca, las manos, las piernas, los
pies, los senos y en los órganos genitales, con el complemento de
mojarles el cuerpo para que se faciliten los impactos de las descargas
eléctricas. De acuerdo con las denuncias, en algunos casos de aplicación
de picana se mantiene un médico al lado de la víctima para que controle
la situación de la misma como consecuencia de los shocks que se van
produciendo durante la sesión de tortura.
G) La quemadura de los detenidos con cigarrillos en distintas partes del
cuerpo, hasta dejarlos cubiertos de llagas ulcerosas.
H) La aplicación a los detenidos de alfileres y otros instrumentos
punzantes en las uñas de las manos y los pies.
I) Las amenazas o consumación de violaciones tanto de mujeres como de
hombres.
J) El acorralamiento de los prisioneros con perros bravos entrenados por
los captores, hasta llegar al borde del desgarramiento.
K) El mantenimiento de los detenidos encapuchados por varias semanas
acostados y atados de pies y manos mientras reciben golpes.
L) La suspensión de los detenidos, amarrados o esposados de las manos y
sujetos por barras metálicas o de madera u otros artefactos del techo,
manteniéndole los pies a pocos centímetros del suelo, el que se cubre con
pedazos de vidrio. También casos en que las víctimas son colgadas de las
manos o de los pies produciéndoles fracturas de las caderas o de otras
partes del cuerpo.
M) El mantenimiento de los detenidos por prolongadas horas
completamente parados.
N) La aplicación de drogas a los detenidos, o de suero o inyecciones como
consecuencia de las prolongadas torturas, cuando han perdido el
conocimiento.
O) El procedimiento de requisas de los presos, que se lleva a cabo en
forma minucia y con abusos en todas partes del cuerpo, produciendo la
consiguiente humillación; y
P) La aplicación del llamado cubo, consistente en la inmersión prolongada
de los pies en agua bien fría y luego caliente."

Objetivos de la tortura

El objetivo de la tortura es aniquilar la resistencia del sujeto. Se utilizan


desde golpes hasta los instrumentos más sofisticados para producir
gradaciones crecientes de dolor físico, intentando llegar al límite de la

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resistencia de la víctima. Si se produce la muerte, ésta es una,
consecuencia accidental, generalmente no deseada.
Por esto en la mayoría de los testimonios recogidos en nuestra
investigación aparece una clara división, entre aquellos encargados de
"torturar para interrogar y los que se ocupaban de la eliminación física de
las víctimas.
Así se explica, también, la presencia de médicos en las sesiones de
tortura, ya que el objetivo era quebrar la fortaleza de la persona, pero
manteniéndola viva mientras se considerase que, pudiera ser útil. Por otra
parte los testimonios descubren también, casi invariablemente, otra
división de tareas entre los que infligen el dolor físico, “los malos”, y los
que persuaden y amenazan, “los buenos”.
Sólo a los fines de un análisis minucioso, dentro de la situación de tortura
podemos caracterizar algunos aspectos como tortura psicológica.
Incluimos en esto todo el proceso que rodea una detención, incluyendo las
amenazas referidas al detenido o a su familia, tortura de seres queridos o
de otras personas en su presencia, anticipación de la tortura.
Transcribimos un fragmento de uno de los testimonios que consideramos
representativos de esta situación:

"Yo estaba durmiendo, cuando me desperté me vi rodeada por varias


personas que me sacaban de la cama y me exigían que saliera con ellas.
Como sufro del corazón manoteé mis pastillas. Me dicen: “Pastillas no,
aunque sabemos que sufrís del corazón”, Me dicen que me calle porque si
no se llevan a mi hija (mi hija menor, porque la otra está desaparecida)
también... Me dicen: “Mirá, desgraciada, no te vamos a dar máquina
porque te vas a morir enseguida”.
"Estoy encapuchada atada a una mesa, más o menos cuatro días estoy
así. Luego llegan los interrogadores. Me llevan a otra pieza y me sacan la
ropa y me atan a la mesa. Me empiezan a pegar puñetazos. Sobre todo
arriba de los pechos. Me hacen campana en los oídos alternando con
puñetazos en la cabeza. No puedo decir cuánto tiempo lleva esto.
Cuando me dejan logro soltar una mano, me levanto un poco la capucha,
y me toco los oídos, que sangraban mucho. Veo las paredes curvas, no
puedo describirlo bien. Durante la tortura hay una colaboradora que
convive con ellos que me conocía, y como yo no hablaba nada decía:
“Traigan a la chica” (por mi hija). Yo estoy sorda todo el tiempo. Se
escuchaba todo. Yo pensaba "No me voy a morir, no, no tengo que
morirme”. En la tortura lo peor eran esas campanas en los oídos y las
quemaduras de cigarrillos en distintas partes del cuerpo. No sé si por los
golpes o por qué, yo veía bichos, como bichos grises, ¿eran
alucinaciones? Más o menos a los veinticinco días reconocí que las
paredes eran paredes... Primero, durante los primeros quince días, más o
menos, venían todos los días a torturarme. Luego cada cuatro días. Me
daban también duchas heladas. El médico les dijo que pararan... Los
guardias les tenían terror a los interrogadores. Eran un oficial y un
suboficial… Cuando descubro que mi marido estaba allí sufro un golpe
muy terrible…Establecemos un sistema de comunicación, el tosía y yo

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tosía, hasta que nos descubren… La colaboradora decía “traigan a la
chica”, van a ver cómo se hace más la valiente”. Esa chica era una
tortura para mi: hacerme creer que tenían a mi hija allí. Decían en voz
baja: “Ni se te ocurra hablar”. Ahí me desinflé muchísimo, lloraba.
Pensaba que no lo íbamos a rescatar más”
La mayor parte de nuestros entrevistados han sido torturados y luego han
estado "desaparecidos" o han sufrido un período de detención prolongado.
Ambas situaciones son relativamente equivalentes a la tortura física, en
cuanto a sus objetivos (destrucción de la persona) y los mecanismos
psicológicos que se ponen en juego.

Procesos psíquicos en la tortura

Si bien la tortura es un método de represión política y en consecuencia no


puede ser calificado en términos psicológicos, involucra inevitablemente
procesos de esta naturaleza que intentaremos describir.

Ataque a la identidad

Amén de la información que se busca extraer, la tortura pretende afectar


la identidad de la víctima, entendiendo por identidad el conjunto de
representaciones y la valoración que un sujeto posee de sí, que le produce
un sentimiento de mismidad y que le permite mantener la cohesión
interna a lo largo del tiempo. La agresión física y psicológica,
instrumentada con modalidad sádica intenta colocar a la víctima en
situación de "estar a merced" y producir efectos de despersonalización.
Los ataques físicos tienden a producir vivencias de aniquilamiento y de
destrucción del esquema corporal.
Así, hemos observado que además del dolor físico hay un especial interés
en que el detenido "vea" los resultados físicos de la tortura, en si mismo,
en sus seres queridos o en otros torturados, para producir efectos de
desesperación y fenómenos de identificación: "Así vas a quedar vos" o
"Así estás vos". En las entrevistas hemos escuchado frecuentemente
relatos cargados de afecto angustioso respecto del estado físico de ellos
mismos o de otros, en términos tales como "bolsa de papas".
Uno de los mecanismos de defensa, en este caso instrumentado al servicio
del Yo, ha sido el de la disociación mente-cuerpo: "Yo sabía que el cuerpo
me lo destruían pero a mí no me tenían". A veces los entrevistados
hablaban de modo impersonal refiriéndose a su cuerpo. Ciertos
procedimientos que tienden a la despersonalización, desde el momento
mismo de detención o secuestro y que calificamos como parte de la
tortura psicológica son equiparables a las actitudes presentes en
instituciones manicomiales tales como:
1) Retiro de efectos personales y de la ropa, y sustitución por
uniformes precarios.
2) Prohibición de visitas. Aislamiento de la familia y de cualquier
vinculación afectiva previa.

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3) No información de los motivos de estadía en el lugar,
permanencia estimada en el mismo y destino futuro.
4) Sustitución del nombre por un número.

Pero la búsqueda de efectos de despersonalización es aun mayor: el


desaparecido es una persona sometida a una deprivación sensorial y
motriz generalizada (manos atadas, ojos vendados prohibición de hablar,
limitación de todos los movimientos), en condiciones de alimentación e
higiene subhumanas, sin contacto con el mundo exterior, que no sabe
dónde está aunque a veces pueda adivinarlo, y que sabe que afuera no
saben dónde está él, con absoluta incertidumbre sobre su futuro. "Nadie
sabe que estás acá"; "Vos estás desaparecido"; "Vos no existís, no estás
ni con los vivos ni con los muertos".
En el caso de los presos reconocidos se producían permanentes traslados
con los ojos cerrados que terminan siempre en golpizas. La posibilidad de
ser transformados en desaparecidos o ser torturados fuera de penal o en
el calabozo de castigo estaba siempre presente (algunos de nuestros
entrevistados pasaron por dicha situación).
Desde la perspectiva de Comprender la lucha d detenido por la
preservación de su identidad, se puede comprender ciertas conductas
cargadas de énfasis alrededor de temas secundarios en los que se juega
esa situación: una secuestrada, en el momento en que informan que será
liberada, discute intensamente por devolución de sus documentos y su
cartera; otra exige una ficha para hablar por teléfono a su familia, que
vive muy cerca del lugar en que es dejada.

Omnipotencia

Se presenta un modelo bipolar, a través de la lógica arcaica,


omnipotencia-impotencia. Los torturadores y la estructura misma a la que
responden pretenden crear efectos de impotencia física y psicológica en la
víctima, presentándose ante ella como dueños absolutos del poder sobre
los destinos de su vida e integridad y con supuestas garantías de
impunidad.

Escarmiento e intimidación

Se tiende a reproducir en el sujeto el efecto de los castigos infantiles. Tal


efecto de escarnio pretende alcanzar a aquellas personas que sin haber
sido torturadas de manera directa conocen la existencia de la tortura, y el
terror que ésta determina los lleva a grados diferentes de inhibición del
pensamiento y la acción o a actuaciones.

Vicisitudes de la autoestima

Si bien consideramos la autoestima como un componente fundamental de


la identidad del sujeto, nos referimos especialmente a ella en virtud de su
gran incidencia en los relatos de nuestros entrevistados.

50
Entendemos por autoestima, en sentido amplio, a valoración que un
sujeto posee de sí mismo; desde una, perspectiva psicoanalítica es un
producto de la relación entre el Yo y el Ideal del Yo. Este está conformado
de acuerdo con determinados valores a los que aspira cumplimentar el
sujeto.
En el torturado se produce una confrontación entre la imagen que tenía de
sí y la que surge de su comportamiento frente a una situación ante la
cual, debe necesariamente responder. Este proceso es sumamente
complejo ya que es necesario tener, en cuenta que en el carácter de las
respuestas personales intervienen activamente factores ideológicos
grupales e individuales.
Imbricadas con estos factores, las modalidades de reacción han sido
diversas. La tortura es una experiencia que pone en movimiento todos los
resortes yoicos, las ideas, y la capacidad defensiva de la víctima. Aquellas
personas que han mantenido una actitud de no responder a los
requerimientos de información a que se los sometía, han preservado en
mejor medida su autoestima y se hallan en mejores condiciones de
retomar su vinculación con el entorno sin necesidad de recurrir a actitudes
de aislamiento o cambio de grupos de carácter amistoso, laboral o
ideológico.
Estas personas mantienen o refuerzan la autoestima, ya que responden a
su Ideal del Yo.
En algunos casos el Ideal del Yo no corresponde sólo a ciertos valores
morales, y en consecuencia el mantenimiento de la autoestima no se
correlaciona estrictamente con responder o no al objetivo de información
buscado por los torturadores. A veces, a pesar de no haber hablado, la
persona puede sentir que no estuvo a la altura de las circunstancias: "Yo
era como un corderito"; "No tenía que haber aceptado la galletita". Otras,
a pesar de haber brindado alguna información, tenían fijado su punto de
derrumbe en cierto tipo de actitudes frente a los torturadores, por ejemplo
no llorar.
En los sujetos en que queda afectada, de acuerdo con la conducta
asumida, su relación con el Ideal del Yo, se producen colapsos narcisistas,
con diversas manifestaciones clínicas, fundamentalmente depresiones,
pérdida de confianza en sí mismo, angustia, etcétera, que pueden llegar
hasta el intento de suicidio. En ciertos casos se producen,
compensatoriamente cambios en el Ideal del Yo o en la relación con los
meta ideales. Un procedimiento intencional frecuente es promover
efectos de intensa desvalorización o denigración en los detenidos, creando
situaciones grupales de rechazo entre sus compañeros a través de falsas
imputaciones. Una joven que al ser detenida fue torturada varios días por
distintos métodos recuerda como su experiencia más traumática el haber
sido acusada de homosexualidad por sus guardias en el penal; poco
después de haberse negado a firmar una declaración en la que renegaría
de su ideología.

Angustia

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En todas las personas entrevistadas hubo momentos de intensa angustia
que podían frecuentemente operar como señal de alarma para la puesta
en movimiento de los mecanismos defensivos.
Pero en algunas oportunidades el monto de estimulación producía
fenómenos equivalentes a los que podemos definir como angustia
automática.
La angustia automática es la reacción de un individuo que se encuentra en
una situación traumática, es decir, sometido a una afluencia de
excitaciones de origen externo o interno que no puede dominar. Este
efecto es buscado por los torturadores, aunque al tener honda
significación individual les resulta difícil de detectar, lo cual les impide
utilizarla a su favor repetidamente.
La condición misma de desaparecido, el hecho de no ser llamados por el
nombre durante largo tiempo, producen también angustia automática.

Comprensión intelectual

La comprensión intelectual de lo que está ocurriendo actúa como defensa,


defensa entendida en sentido amplio, como acción protectora del Yo, y no
como mecanismo de defensa. "La defensa intelectual mediante la
comprensión era la seguridad más eficaz de que no se estaba indefenso
del todo, y hasta se podía salvaguardar la a personalidad ante una
amenaza crítica".
Esta defensa pone en juego varias capacidades yoicas tales como la
capacidad sintética, la anticipatoria, la discriminación; todas ellas
vinculadas con el universo simbólico.
La comprensión intelectual incluye el plano de la posición ideológica y de
los valores generales que con esta se conectan, y favorece
sustancialmente la posibilidad de no someterse a las exigencias de los
torturadores.
"Me estaban destrozando el cuerpo, pero la cabeza me seguía
funcionando, y aunque ellos no creían yo estaba pensando."
"Yo estaba dispuesta a no cantar. Ellos que hicieran lo que quisieran. El
problema es si creés en tu propia explicación o en la que ellos te dan."
La comprensión intelectual favorece, además, tolerar en mejores
condiciones períodos prolongados de detención.
Vinculado a esta actitud defensiva ubicamos el fenómeno de
reconocimiento del lugar que cada uno ocupa en la situación de tortura, es
decirla comprensión de que el acto de tortura corresponde a una situación
social que determina su existencia y que las posiciones de torturado y
torturador están determinadas por la inserción en dicho sistema en
lugares bien definidos, no tratándose de un ejercicio individual de
sadismo. "Uno es libre para elegir"; "No es por mí que me torturaron";
"Este método el torturador no lo lleva a cabo por lo que uno piensa sino
porque está ahí, en ese lugar, en esa situación".

Intensificación de los sentimientos de pertenencia social

52
Durante la detención y tortura el incremento del sentimiento de
pertenencia social esta al servicio de preservar al YO, teniendo en cuenta
la situación de aislamiento real respecto del mundo exterior.

Preservación del enlace libidinal con el objeto

En la medida en que el sujeto comprende la situación en que se halla y


reacciona frente a ella con un dispositivo protector adecuado, su interés
objetal puede preservarse intacto. Simultáneamente el mantenimiento de
este enlace libidinal refuerza sus posibilidades de defensa.

Mantenimiento de la dignidad personal

Esta actitud está relacionada con la preservación de la autoestima y con la


comprensión intelectual.
Muchas detenidas, a pesar de saber que serán torturadas desnudas, se
niegan a desvestirse o solicitan hacerlo sin la presenciado los
torturadores.
Una secuestrada al ser nombrada como "Flaca", dice:"No soy flaca, soy
abuela".
Un detenido afirma: "Lo peor fueron los cuatro días posteriores a la
tortura atado sin comer ni tomar agua., Tenía la certeza de que me
moriría de sed pero sabía que tenía que afirmarme en no pedir". Relata
también que consideraba importante en esos días resolver cómo mantener
la postura en la silla a la que estaba atado para no ensuciarse al hacer sus
necesidades.

Secuelas

Hemos observado en todos los casos secuelas de la tortura. En algunas


personas se generan síntomas de carácter estable, que no requieren
estímulos específicos para su reproducción, por ejemplo frigidez,
amenorrea o ansiedades de tipo fóbico o paranoide.
La presencia de situaciones que desencadenan neurosis traumáticas o
equivalentes menores de las mismas es general.
La percepción de ruidos fuertes o simplemente de conversaciones en voz
muy alta producen durante largo tiempo, en muchas personas, crisis
intensas de angustia por hallarse esos estímulos asociados a gritos de
torturados. Bocinas, silbatos de tren, sirenas, etcétera, producen efectos
similares.
El encuentro callejero circunstancial con un torturador puede producir
momentos de intensa angustia paralizante.
Una persona describe que se agita intensamente cada vez que escucha
pasos cerca de su departamento, sintiendo "Me vienen a buscar".
Un ex detenido relata que necesita tomar mucha agua y no tolera la idea
de no tener agua y pan disponibles, vinculado a la situación de tortura y
detención prolongada.

53
Por último, resulta interesante señalar que casi todos los entrevistados
sostienen que la tortura es una experiencia de carácter personal tan
intensa que no suelen hablar de ella en su vida cotidiana.
Con sorpresa, supimos que algunas personas hablaban ampliamente de
este tema por primera vez durante nuestras entrevistas. Este hecho
determinó el establecimiento, en muchos casos, de un cargado vínculo
transferencias, que fue necesario tener en cuenta en el momento de la
separación.

Octubre de 1983

54
ACERCA DEL LUGAR DE LAS MADRES DE PLAZA DE MAYO

Licenciada Raquel C Bozzolo

En la presente comunicación intento llamar la atención sobre el lugar que


sectores de la comunidad argentina otorgan a las Madres de Plaza de
Mayo, tomadas éstas como figuras representativas del Movimiento de
Derechos Humanos y de la resistencia activa a la dictadura militar.
En las diferentes posiciones en que nuestra comunidad coloca a las
Madres están implícitas no sólo una concepción política e ideológica, sino
también una concepción acerca de la salud mental.
Estas diferentes posiciones tienen y tendrán una repercusión importante
para los argentinos y para sus acciones futuras. De allí la importancia de
no caer en generalizaciones superficiales que a la larga no ayudarán a
desarrollar en un sentido positivo la lucha de nuestro pueblo ni la ciencia
psicológica.

La psiquiatrización

En el apelativo de "locas"'que la dictadura les endilgó a las Madres


estaban expresadas diferentes situaciones.
Por un lado se pretendía colocar a los disidentes sociales el lugar del
desequilibrio psíquico, invalidando de hecho opiniones y acciones en el
plano político. Estaba implícita aquí una vieja y nunca desterrada
concepción de la salud mental como "adaptación social" que aun hoy, se
expresa en comentarios tales como "Y bueno, pobres, con lo que han
pasado, me imagino que necesitan mucha ayuda psicológica"; "Yo las veo
a veces en los diarios, pobres, tan nerviosas..."
Lo que en un momento fue locura, ahora, caída la dictadura, y con el
reconocimiento social que las Madres obtuvieron, puede transformarse en
cierta "perturbación nerviosa" que les hace seguir y seguir sin abandonar
la lucha contra la injusticia, como deberían hacer adaptándose a las
nuevas situaciones.
Aun sin ninguna intención descalificatoria, desde posiciones de simpatía
por el Movimiento de Derechos Humanos, puede concluirse con la posición
anterior cuando en un intento de enfatizar la, denuncia del horror
represivo se subrayan los daños psíquicos infligidos a los familiares de
desaparecidos o a las demás víctimas de la represión, sin discriminar qué
respuestas por parte de los familiares fueron efecto de su situación de
víctimas y qué conductas fueron las que les permitieron salvaguardar su
integridad psíquica.
Los profesionales que hemos trabajado cerca de estas personas muchas
veces hemos hallado preservado lo que esperábamos encontrar dañado.
En otras ocasiones encontramos incluso un nuevo desarrollo psíquico
basado en nuevas identificaciones que fortalecieron y desarrollaron el Yo
de las supuestamente "más dañadas" víctimas de la represión. Me estoy
refiriendo siempre a aquellos familiares o víctimas directas que resistieron

55
en forma activa organizándose colectivamente, ya que puede haber otras
respuestas y formas de preservación no estudiadas suficientemente.

La mitificación

Ahora bien, la simplificación y el error pueden no provenir solamente de la


posición anteriormente descrita. Hay otro lugar en el que la comunidad
suele colocar a las Madres ( y con ellas, a quienes sobrevivieron íntegros
psíquica e ideológicamente a las torturas y a la reclusión en campos de
concentración)
Me refiero al lugar de "santas” o de seres casi fuera de lo terrenal, con
que algunas personas se refieren a las Madres.
"Yo no me animo a ir a la Casa de las Madres, ¿qué les puedo decir?";
"Cada vez que paso por la Plaza de Máyo y las veo me quedo quieta, pero
no me puedo acercar". "'Son unas santas, son nuestro reaseguro y el de
nuestros hijos"; son frases escuchadas a diferentes personas que con una
actitud de simpatía manifiestan un respeto y veneración extrema que les
imposibilita entender a las Madres de Plaza de Mayo como parte de
nuestra comunidad, y, por lo tanto, con actitudes posibles para muchos de
nosotros.
Así con la "locura" atribuida por la dictadura a quien se animaba a resistir
procuraba escindir a las Madres del resto del pueblo que para no ser loco
tenía que someterse, estas santificaciones son más bien esta actitud
mitificadora vuelve a introducir una fractura en el seno de nuestra
sociedad. Decimos una fractura y no una diferenciación ya que ésta es
imprescindible para discriminar y estudiar las diferentes respuestas y los
procesos que posiblemente las motivaron.
Tal escisión tiene consecuencias en el nivel político al restar fuerzas que
podrían unirse al Movimiento de Derechos Humanos; pero además, al
igual que otras fracturas en nuestra sociedad, nos lleva por un carril
peligroso de la conceptualización en salud mental: el viejo camino que
remite a esencias o naturaleza que al ser definitivas y absolutas no
permiten la transformación y el aprendizaje.
Nuestra tarea como profesionales de la salud puede ser de enorme
utilidad si se siguen estudiando los procesos psicológicos e ideológicos que
transformaron a este grupo de mujeres madres, la mayoría amas de casa,
en líderes de la causa de los derechos humanos, permitiéndoles esta
actividad colectiva un desarrollo psíquico hasta ese momento impensado.
Hemos encontrado que al estudiar los procesos concretos se nos diluyen
otras escisiones tales como psicología ideología y se nos toman
cuestionables concepciones teóricas y técnicas de nuestra formación como
psicólogos, a la vez que rescatamos y calificamos otras. El problema de
los desaparecidos y de las víctimas de la represión no, ha sido cancelado
en ningún plano. Como profesionales tenemos también un rol en el
procesamiento que de este tema haga nuestra comunidad. Estudiar estas
cuestiones es una importante y específica forma de colaborar para que se
haga justicia y no se repita el horror.
Mayo de 1984

56
LA DESAPARICION: EFECTOS PSICOSOCIALES EN MADRES

Licenciada Marta L. Hoste

“¿Y qué hago si me pregunta qué pasó con el desaparecido?”


preguntábamos confusa y angustiosamente al entrar al Equipo de
Asistencia de Madres de Plaza de Mayo, y atender a la primera Madre.
Anticipábamos así, en un comienzo ya transferencias, las trampas en que
podíamos caer, si no interceptábamos las coordenadas de la realidad
sociopolítica, las alteraciones y sufrimientos psicológicos que padecían las
Madres y nuestra propia implicación en la misma, en sus justos lugares.
Pero las Madres no preguntan en el consultorio, sino que demandan al
poder dictatorial esta respuesta.
Lo que nosotros sí podíamos preguntamos era cómo puede ser
representado psíquicamente el desaparecido -No es un muerto- No es
alguien presente- Es un ausente-Ausente no por elección-Es un ausente
involuntario.
Este hecho precipita a las Madres ante dos situaciones nucleares:
La del sujeto responsable de la desaparición.
La del destino del desaparecido.
Sobre estas dos cuestiones girará la búsqueda de definiciones las
persistentes acciones de las Madres, acciones que se proyectaron en dos
espacios diferentes, con sus propias legalidades: el espacio sociopolítico y
el espacio subjetivo, los que se han fecundado mutuamente.
Esta presencia del ausente desaparecido va a ser encarnada de diferentes
modos. Estos modos presentan una característica fundamental. No son
rasgos de los desaparecidos que se evocan en una memoria, sino que se
los tratará de concretar, una y mil veces, presentificar, hacerlos vívidos,
tangibles, darles cuerpo para hacer la situación transmisible, renovar esas
vidas, para darles existencia social (pancartas con las fotos, siluetas,
máscaras, etcétera).
¿Cómo se expresó esto en el campo de las representaciones sociales?
La definición del poder dominante fue: Muerto en enfrentamiento
Terrorista-Asocial-Delincuente-Anormal. Es decir que subsumen al
desaparecido en la legalidad instituida, usando los códigos de guerra, o
penales, o, civiles o psiquiátricos, declarando desaparecido habitual un
desaparecido que no es habitual.
Las Madres pugnarán por instituir una nueva legalidad que dé cuenta de la
situación.
Su primera resistencia será el no a este enmascaramiento de lo nuevo, de
lo indefinible, de lo no habitual. Dicen entonces: No murieron en guerra-
No murieron-No están de viaje-No se fueron-Los hicieron desaparecer
¿Por qué? Porque deseaban, buscaban, pensaban, apoyaban o
participaban en propuestas o proyectos políticos divergentes o
enfrentados al del poder dictatorial. Aquí se abre un campo de disidencia
específica. Se define la responsabilidad, se deslinda quién es el sujeto
responsable. Todo se va condensando en las consignas que van
apareciendo a lo largo de estos años, a partir de la primera, que se eleva

57
en 1978, que dice: "Queremos nuestros hijos, que digan dónde están".
Luego, en diciembre de 1980, se dirá: "Que aparezcan con vida los
"detenidos-desaparecidos", y más tarde: "Con vida los llevaron, con vida
los queremos. Juicio y castigo a todos los culpables".
A las familias de desaparecidos se las intentó aislar una y mil veces bajo
distintos medios. El Estado como institución dominante prescribe y
refuerza las vinculaciones en la institución familiar, pero también, puede
proscribirlas. A estas familias se las sometió a una opción: o se segregan
con su desaparecido o reniegan del mismo.

¿Qué hacen las Madres? Definirán un nuevo espacio no sólo en lo


simbólico sino también en lo real:
Ocupan un lugar geográfico en la comunidad, la Plaza de Mayo, histórica
plaza, lugar de convocatoria del pueblo argentino en las luchas por su
protagonismo político y por su liberación.
Marcharán, con las fotos de sus hijos, concretizando sus presencias.
Llevarán el pañuelo-pañal, en una evocación de la unidad madre-hijo
primaria. Este ha adquirido un sentido de símbolo social, pero para las
Madres pañuelo y Plaza son también el lugar de encuentro con el hijo.
A través de estas diferentes maneras, desde ese tercer lugar de definición
que instituyen, de apropiación de lo geográfico, interpelación al Poder que
domina, han constituido una legalidad para la presencia del desaparecido.
Pasan del apropiamiento del lugar comunitario al reconocimiento de la
misma comunidad, la que se los expresa en una consigna a partir de la
segunda Marcha de la Resistencia: "Madres de la Plaza, el pueblo las
abraza".
Sobre esta inscripción social, conquistada por Madres y demás familiares y
que como ciudadanos compartimos, podíamos entonces ubicarnos en
nuestra posición de psicoterapeutas que saben que la psicoterapia no
constituye el único contexto en que un individuo descubre su verdad con
respecto a sí mismo y sus relaciones. ¡Y vaya que aquí se ha probado!
Desde aquí, definimos entonces algunos puntos de nuestra tarea
específica.
Sabemos que no seremos nosotros los que repararemos el daño producido
por un no saber, y que no serán sólo las leyes de elaboración de duelo
que conocemos, ante una pérdida de objeto o ideal imposible de
recuperar, que podemos esperar nos ayuden a Comprender los
psicódinamismos de los familiares.
Los desaparecidos son desaparecidos por el Estado dictatorial. Esta es
nuestra certeza. Lo que no conocemos son las, vicisitudes psíquicas que
desencadenará esta desgarradora situación. Pero sí sabemos que
debemos sostenerla, difícil lugar contratransferencial, pero única forma de
no obturar los procesos psíquicos que se desencadenan. Junto a las
Madres debemos soportar, entonces, la ambigüedad, las intensas
angustias de la incertidumbre, el tormento de no saber. Esto nos
preparaba para que pudieran desplegarse los deseos, fantasías y
angustias de los familiares en las entrevistas con nosotros.

58
Aquí entramos en lo que llamé las proyecciones en el campo, subjetivo de
una de las cuestiones nucleares: el destino del desaparecido.
Se van presentando múltiples situaciones personales y familiares, en
relación con proyectos de vida y con las propias identidades, los que sólo
han podido ser abordados con posibilidad de cierta resolución en la
medida en que tratamos de no cancelar esta situación y respetamos las
derivaciones que iban produciendo.
Recortando este aspecto trataré de describir algunas situaciones
recurrentes que se han ido desplegando en la clínica y que serían los
intentos de elaborar intrapsíquicamente lo que podríamos llamar el
tormento de no saber, sobre el destino del desaparecido:
Fantasías que producían altos niveles de angustia, acerca de los
tormentos literales que podían haber sufrido en sus cuerpos y mentes los
desaparecidos. Dicen las Madres: "¿Habrá resistido la tortura? El era
débil para el dolor físico "Si lo torturaron, cómo habrá quedado?
¿Mutilado? ¿Loco?" "¿No habrá escapado y andará por allí sin saber?", "A
veces no, preferiría qué esté muerto, antes que siga sufriendo".
Imágenes fantaseadas, que tienen su correlato con la realidad, a la que se
ha ido accediendo a través de las denuncias y testimonios de detenidos
liberados. Desde lo psicológico remiten a las angustias más primarias de
despedazamiento, lo qué creaba un campo propicio para la instalación de
la enfermedad somática y la muerte. Esta situación se ha dado en
numerosos familiares, tal vez en especial, en padres, tema que estamos
investigando.
También producían deseos de liberación de los sufrimientos para sus hijos,
que de no mediar una clara concepción política de la situación, podían
aprisionar a las Madres sin poder discriminarse de la inducción que al
darlos por muertos les hacía la dictadura. Encrucijada que se definió en la
consigna "Con vida los llevaron, con vida los queremos”, y que en lo
subjetivo permitió a cada Madre no quedar sumida en un mundo de
hostilidad y desesperación. No olvidemos que en nuestra cultura está
prescripto que las madres son las responsables del cuidado y la integridad
física de sus hijos.
Un objetivo primordial ha sido trabajar las identificaciones sobre el propio
cuerpo, tomando en cuenta también la estructura psíquica previa, que
podía ofrecer resistencias a nuevas derivaciones. Se trataba de lograr que
nuevos objetos fueran investidos libidinalmente. Un nuevo objeto
privilegiado ha sido para las Madres el propio grupo de lucha y de
denuncia que constituyeron, cuya proyección social, ya he señalado, pero
que aquí toma dimensión en lo subjetivo. Este les ha permitido
resignificar los, vínculos grupales, más allá de los familiares, descubrir
nuevas formas de acción solidaria, que les han permitido identificarse
como sujetos sociales activos. Otra relación de objeto ha sido la lucha
emprendida por obtener la verdad y la justicia.
El sistema del Ideal del Yo se ha transformado, ser madre ahora es
"Luchar por todos los hijos" o "Luchar por la vida".
Otra de las modalidades en que se presenta intrapsíquicamente el
desaparecido: "Hoy, cuando caminaba en la marcha, lo veía a J, fue

59
increíble, tuve que volver para convencerme de que no estaba", dicen
algunas Madres. "Me pareció ver a mi hijo, sólo que más delgado...... Iba
caminando por la vereda, me pareció verla, parecía loca, pero, era
igualita, cuando me acerque se había perdido. Un amigo de casa nos dijo
que la vio a E., acompañada de un señor que tenía aspecto de
militar....todo es raro, no encuentro nada." "Nosotros no nos podemos
mudar, Pues- a lo mejor..., si viene y no nos encuentra..." Estas
situaciones van acompañadas tanto cuando se vivencian como cuando se
comunican de angustia. Proyecciones de la imagen del objeto perdido
sobre un soporte. Ilusiones típicas en la elaboración de un duelo. Pero
aquí tienen una persistencia e intensidad que remiten a la inscripción
originaria del fenómeno: la realidad ha sido denegada. Los militares
inducen al olvido social. Quieren despojar de su significación la pérdida de
estos hijos.
Ante una muerte normal se resguarda al ser querido en rasgos
identificatorios, pero aquí estamos ante una pérdida que en lo subjetivo
no puede alcanzar firme certeza, por lo tanto nada puede olvidarse.
Además a través de la ilusión se presentifica una vez más al desaparecido.
Una madre, reflexiona así: "Si se hubiera muerto mi hijo en un accidente,
o de una enfermedad, lo comprendería pero así, es algo que no se puede,
siempre algo me hace que espere".
Es decir que, aunque se llegue a cierta certeza subjetiva de la muerte del
hijo, siempre aparece la duda, y el dolor será continuamente redoblado.
El movimiento psíquico que ha sido expresado con estas palabras muchas
veces derivará en ciertos actos (tales como no cambiar sus cuartos o
seguir cuidando sus ropas casi como si estuvieran allí) que no producen
angustia.
Nuevamente, aquí no podemos analizar este fenómeno como una defensa
psíquica al servicio sólo de la persistencia del deseo, en la medida que el
criterio de realidad está denegado: “pero así, es algo que no se puede".
Todas éstas, y hay muchas más, han sido manifestaciones psíquicas que
con alternancias hemos observado durante estos últimos años. Si no
tomáramos en cuenta el fenómeno que las determina, bien podríamos
ubicar estas situaciones como la patología de un duelo. Pero lo que
pensamos es que éstas han sido las maneras posibles de nombrar lo que
es innombrable, de repetir una y mil veces la situación traumática a que
han sido sometidas las Madres.
El accionar del terrorismo de Estado y la impunidad en que estos hechos
permanecen, siguen alterado un aspecto fundamental para el
funcionamiento psíquico, que es el reconocimiento y la responsabilidad del
hecho social producido. Por lo tanto, los signos que permitan comprender
y dar sentido en términos psíquicos, no terminarán de configurarse hasta
que no se sepa, como dicen las Madres, "qué pasó con cada uno de
nuestros hijos" y se "enjuicie y castigue hasta el último culpable".

60
REPRESION POLÍTICA Y ANALISIS INSTITUCIONAL

Licenciado Osvaldo Bonano

"La dimensión de lo traumático en el Marco de la represi6n política


establece parámetros inéditos para la patología observada y para la
psicoterapia.”
Grupo Chileno de Salud Mental

Los procesos de represión política que recorren los países de nuestra


Latinoamérica oligárquica y dependiente, si bien no son inéditos, han
llegado, en particular con el método de la desaparición forzada, a niveles
de conmoción tan profundos que sitúan a los profesionales y científicos
ante una crisis tal que exige alteraciones sustanciales en las teorías y las
prácticas.
En una concepción macro social es innegable la trascendencia que tuvo,
tiene y seguirá teniendo la cuestión de los Derechos Humanos en la salud
mental de la población, puesto que en todo este período se produjeron
modificaciones profundas en los sistemas sociales de representación. Han
sido puestos en cuestión los fundamentos mismos de la organización
social. Crisis en las instituciones y movimientos abiertos en la dialéctica
de lo instituido y lo instituyente.
Del lado del poder dictatorial, el terror fue instrumento articulado con la
persuasión para generar productivamente normas no escritas de lo normal
y lo patológico. En la sociedad fascista lo antisocial, lo patológico, son el
pensamiento disidente, los vínculos solidarios, la acción social y el
protagonismo colectivo. Pero del lado de la resistencia popular se fue
generando, en una tarea permanentemente inacabada y que hoy está en
pleno desarrollo, una productividad también específica. Así se fue
instituyendo la denuncia ante el silencio, la identificación solidaria ante la
soledad, el reclamo de justicia, ante la inducción culpabilizante, la
memoria ante el olvido, la acción ante la parálisis, la rabia ante el miedo,
el pensamiento y la organización ante el sometimiento y la dispersión.
Hoy se dan ciertas condiciones especiales para que se haga posible y ante
todo necesario que aquella conmoción social produzca alteraciones
sustanciales en el campo teórico psicológico. Esta necesidad se
incremento si tomamos en cuenta la actual exigencia de transformación
del aparato de salud mental, entendido éste no sólo en su estructura
material o morfológica más evidente, sino en cuanto a todo lo que se halla
instituido como respuestas socialmente organizadas a las situaciones de
afectación psicológica de la población. La cuestión de los Derechos
Humanos puede aportar algunos índices esenciales, conceptuales y
prácticos para esa transformación.
Cabe subrayar que una de las formas principales con las cuales se
pretende neutralizar el tema y cancelar sus potencialidades de denuncia y
de interpelación crítica a los sistemas teórico-ideológicos consiste
precisamente en la psiquiatrización de la cuestión. El mote original de
"locas" se ubicó en el centro de ese dispositivo.

61
Cabría agregar que la psicoanalitización podría ocupar el lugar de relevo
prestigioso ante una psiquiatrización demasiado grosera.
Nuestra propuesta consiste en sostener que la cuestión Derechos
Humanos se ha constituido en un analizador gigantesco de los rasgos más
profundos de la sociedad argentina y que, en particular, la experiencia y la
orientación de Madres de Plaza de Mayo es ejemplo de
una acción y sobre todo de una posición en las articulaciones sociales que
brinda claves esenciales para todo planteo que se ubique en la perspectiva
de un análisis crítico. Este analizador privilegiado debe servir también
para someter a análisis a la psiquiatría y al psicoanálisis, tomados en este
caso como instituciones.
Proponemos entonces, como se ve, una suerte de inversión de
perspectiva. No se tratará de analizar la experiencia de los afectados por
la represión política con las categorías de la psiquiatría y el psicoanálisis
tomadas en su positividad simple. Por el contrario, se tratará de analizar
las instituciones del aparato de salud mental (entendido en el sentido
apuntado más arriba) a partir de la experiencia original y profunda de los
afectados por la represión y desde los planteos que progresivamente se
van definiendo en los equipos que trabajan con las organizaciones de
derechos humanos.
En esta perspectiva las categorías o sistemas de referencia teóricos que
vamos a utilizar van a ser de modo dominante, aunque no excluyente, los
pertinentes al análisis institucional. Lo cual, desde luego no implica rehuir
la implementación y puesta a prueba de categorías psicoanalíticas, entre
otras, sino más bien ponerlas a trabajar en controversia dialéctica desde
el analizador que privilegiamos.

Análisis, analistas, analizadores

"Las personas que desaparecieron tienen hijos y el problema de sus hijos


va, a ser transmitido en la próxima generación y en la otra. Es toda una
situación conflictiva para muchas generaciones (…)” "Eso es lo que tiene
que interesar a ustedes, que son psicólogos”

Madres de Plaza de Mayo

Si hay algo que puede mostrar esta dialéctica en toda su dimensión, es el:
trastrocamiento semántico que sufrió la denominación de "las locas de
Plaza de Mayo".
En el dispositivo, estratégico montado por la dictadura sólo los locos
podían proponer para la cuestión de los desaparecidos "Aparición con,
vida y castigo a los culpables." Pero aquello que se pretendió y aún hoy se
pretende, que era índice de desvarío, alejamiento radical de lo real (y no
sólo desde los sectores abiertamente pro dictatoriales) se transformó por
un lado en la consigna que hegemonizó la lucha por los derechos
humanos, y por el otro en la posición que más profunda y esencialmente
analiza lo real.

62
Los términos que elegimos no son accidentales, puesto que efectivamente
se trata de análisis. Hay un no-dicho que requiere de analizadores para
salir a luz y poder ser elaborado. Pero entonces, ¿este análisis requiere
analistas? Puesto que si de análisis se trata, la interpelación social ya
tiene propuestos los lugares y las tareas de la psiquiatría, la psicoterapia y
hasta del psicoanálisis para hacerse cargo, ¿Pero hacerse cargo de qué?
¿Se trata de analizar las "perturbaciones emocionales", las "secuelas" 'que
en las madres y los familiares ha producido la desaparición del hijo, el
esposo, el padre? Y, si de este análisis se tratare, ¿cuáles son el aparato
conceptual y las herramientas técnicas aptas?
Estas interrogaciones que no son desde luego un entretenimiento
teoricista, abren una dimensión, que si no fuera por los movimientos
recurrentes de nuestra historia, podría parecer inédita. No es la primera
vez que los trabajadores de la salud mental nos cuestionamos la
articulación de nuestras prácticas y la índole de nuestro saber. Hace una
docena de años, en un período de conmociones también profundas, el
aldabonazo que llegó de Córdoba en 1969 sacudió la modorra de los
consultorios, según confesaron los propios protagonistas. Es así que se
abrió aquella crisis en el psicoanálisis, que, al ser éste la teoría y la
práctica hegemónicas en la psicoterapia de nuestro país, conllevó la
expectativa de una ciencia nueva, o al menos profundamente renovada.
Las propuestas inaugurales, de aquella crisis apuntaban a estudiar la
inserción de la práctica profesional en la estructura socioeconómica, a
sostener una concepción del conocimiento como labor transformadora de
la realidad y a convertir la propia práctica profesional y científica en lugar
de cuestionamiento.
Aun hoy ese programa y esas propuestas esperan su cumplimiento. Pero
sucede que, cuando se toca fondo, surgen condiciones para que nunca
nada vuelva a ser igual. Empero, las interrogaciones de nuestro presente
de las que hablábamos no se encuentran simplemente suspendidas,
aunque no se ha llegado aún a un sistema suficiente de respuestas. Se
hallan en pleno curso de desarrollo un conjunto de prácticas y reflexiones
conceptuales situadas ante la conmoción que nos atraviesa. Esta tarea en
curso, necesariamente colectiva y pública, es el marco en el que se
inscribe este artículo.
En este punto es necesario que perfilemos las connotaciones con las que
utilizamos tres conceptos centrales en nuestro análisis.
En cuanto al concepto de INSTITUCION, es obvio que no nos reducimos
a su connotación meramente morfológica (un hospital, una escuela);
sobre todo lo entenderemos en la dialéctica de lo instituido / lo
instituyente. Esto es: no sólo la cosa establecida, las normas vigentes,
sino la actividad de los actores sociales, por la cual se funda, se crea, se
rompe un orden antiguo para crear uno nuevo. Insistimos: se trata de la
necesaria interiorización de las normas por los individuos y también de la,
iniciativa instituyente de los individuos y grupos sociales para discutir e
imponer normas. Se tratará entonces de poner en evidencia las
relaciones entre la racionalidad establecida (formas sociales, códigos) y

63
los acontecimientos, movimientos sociales que se apoyan explícita o
implícitamente en la racionalidad establecida y/o la cuestionan.
En cuanto al término ANALIZADOR, en su analogía con "análisis" es
aquello que revela los rasgos más profundos, ocultos, lo no-dicho de una
situación. Es, aquello que permite revelar la estructura de la institución,
provocarla, obligarla a hablar. Es un dispositivo colectivo y no la función
de una persona. A diferencia del dispositivo analítico clásico, no
necesariamente es una situación construida, o artificial, ya que
perfectamente puede ser una situación natural. En este sentido la cuestión
Derechos Humanos es un analizador natural Por lo demás la función
interpretante, develadora de lo no-dicho se encuentra en manos de todos
los protagonistas de la experiencia y sólo eventualmente en mano del
"especialista". En tal sentido implica un desapoderamiento del lugar
escindido del técnico.
Por último entenderemos por IMPLICACION INSTITUCIONAL al conjunto
de las relaciones, conscientes o no, que existen entre el actor y el sistema
institucional. Así como el sistema de referencia del psicoanálisis el
aparato psíquico, el sistema de referencia del análisis institucional es el
"aparato" de las instituciones, entendidas éstas en el sentido antes
apuntado.

Elaboración psíquica e implicación institucional

"El papel del analizador... parece consistir en sacar a luz tales situaciones
y llevar al conjunto del grupo a no poder zafarse demasiado fácilmente de
su verdad".

Félix Guattari

La hipótesis central que nos proponemos poner a prueba, y desde ella


realizar una revisión de las experiencias actualmente en curso, es la
siguiente: no es posible rendir cuenta de los procesos de elaboración
psíquica de los afectados directos por la represión política y en general de
los efectos sobre el conjunto de la población, si sólo se toma como
sistema de referencia teórico la teoría del aparato psíquico desde el
concepto de estructura libidinal, escindido del análisis de las aplicaciones
institucionales.
Sin pretender realizar el análisis de esta cuestión en todas sus
dimensiones, cosa que probablemente lleve los esfuerzos de toda una
generación, me limitaré a indicar algunos nudos que me parecen
particularmente relevantes. ¿Qué es lo que le permite al Equipo de
Asistencia Psicológica de Madres de Plaza de Mayo (E.A.P.) afirmar lo
siguiente: “A pesar de lo traumático del proceso que vivieron, la
integridad Psíquica de las, Madres quedó bastante indemne. Eso fue
Posible porque ellas se conformaron como un grupo que resistió al
mandato de silencio"?
Si se quiere rendir cuenta del proceso de elaboración por el que los
afectados por la represión conservaron, incrementaron 'o reconstruyeron

64
su integridad psíquica, es completamente necesario incluir en el análisis
las implicaciones institucionales. Lo es, asimismo, para comprender las
oscilaciones de la sintomatología a lo largo de diferentes momentos y
sobre todo para situar la colaboración Profesional de un modo
sustancialmente distinto de lo tradicional. Señalaremos tres aspectos,
tratando de que sea la palabra de los protagonistas lo que de cuenta de la
cuestión:
Sostener la posición de "Aparición con vida" no fue (no es) producto de
una negación o una perturbación del juicio de realidad. Por el contrario se
trata de la pugna por definir quién instituye cuál es la realidad. Se sabe:
la última maniobra de la dictadura fue la promulgación de la ley de auto
amnistía, con la cual, se pretendió cerrar "definitivamente"' el tema. Ante
eso, y ante todas las maniobras anteriores, fue que se alzó la consigna.
Dicen las Madres:
"Mi hijo, como todos los desaparecidos es honesto al máximo; y digo es
porque ellos están. Sus ideales eran realmente de solidaridad con el
pueblo", "...por eso la defensa de la vida por ustedes, por todos los hijos
que tenemos, por nuestros nietos..." "Lo hacemos en defensa de nuestros
hijos que son todos, los nietos, los que caminan hoy, los que se llevaron
ayer, ya son todos."
Dice el E.A.P. "Subyace un reclamo por la defensa del derecho a la vida.
Pasar de la vida o muerte real de cada persona en Particular, a la defensa
y la preservación de la vida".
Dar por muerto a los desaparecídos, e iniciar desde allí el duelo por el ser
perdido, hubiera implicado por lo tanto aceptar la definición de la realidad
que pretendía el Poder, cancelando así una contradicción que requiere
permanecer abierta justamente para posibilitar la elaboración. Esta
contradicción sólo se resolverá cuando se haga justicia, es decir, cuando
se halle y castigue al desaparecedor, y se desarticule el sistema que
posibilitó que esto sucediera.
Pero ello, claro está, implica ir asumiendo posiciones instituyentes ante el
resto de las instituciones sociales: el orden jurídico, los contenidos y
formas de la democracia, las posiciones de los partidos políticos, la
Iglesia, las direcciones de los gremios. Dicen las Madres: “Queremos la
democracia plena y total, pero el camino a la democracia sobre 30.000
desaparecidos o más, no va a ser legítimo." "No podemos permitir que se
negocie o se quiera tapar el drama más grande que se vive en la
República Argentina." "Si imponemos la justicia ejemplarizadora como
estamos pidiendo, que no queden en la impunidad estos crímenes que se
han cometido, vamos a lograr transitar el camino a la democracia como
tiene que ser." "Nosotras somos hijas de nuestros hijos porque ellos nos
enseñaron que no se puede claudicar." "La justicia ordinaria lo único que
daría es la impunidad total a los crímenes cometidos." "El Congreso, ante
los hechos que no se pueden ocultar, tiene que tomar la determinación de
hacer, como pide la Constitución, juicios por jurado"; "Pedirnos que se
juzgue como crimen contra la humanidad, imprescriptible e
inamnistiable".

65
Y ante las objeciones que se les levanta con respecto a lo que las leyes
no posibilitarían, llegaron tranquilamente a sostener que en tal caso las
leyes debían ser reformadas, o creadas otras, marcando así que su
posición instituyente no se detenía ante lo instituido que se pretende
santificar como verdad eterna, "natural" e, intocable. Es conveniente
dejar claro que no se trata de posiciones solamente políticas, que nada
tendrían que ver con nuestro tema. Estas definiciones, propias del plano
de las representaciones sociales, son factores intrínsecos al proceso de
elaboración psíquica, puesto que marcan transformaciones en relación con
el sistema del Ideal del Yo. Se sabe que ésta es la articulación que
permite que no se vuelva a escamotear la dimensión institucional propia
de todo proceso psíquico, en tanto la separación entre el Yo y el Ideal se
halla presente tanto en la estructura psíquica como en la estructura de las
relaciones sociales. Dice al respecto el E.A.P.:
"Esa cuestión se conecta directamente con el papel de la Justicia." "Es un
pasaje de los afectos más inmediatos, cercanos e individuales, a otros de
orden social y jurídico compartidos por todos. Si hay justicia ese ideal
puede sostenerse. Y el establecimiento de ideales de justicia hace a la
preservación de la salud mental de todos los argentinos."
Ese pasaje, en verdad es doble: de lo individual a lo colectivo y de lo
privado a lo público. Esto a su vez, supone un complejo proceso de
cuestionamiento y transformación de los roles personales y familiares
ideológicamente dominantes.
"El miedo ese, como ama de casa, como una persona que vivía en un
ambiente patriarcal... Los hijos iban creciendo y uno les decía: no te
metás; no porque no sintamos adentro respeto y solidaridad hacia el
pueblo sino por miedo y falta de información total." "La lucha: fue de la
madre, de la madre total. Dejó su casa, abandonó sus tareas, sus ideas
de limpieza y de adornitos, y dejó todo de lado para buscar a ese hijo."
"Nunca más el no te metás”. Nos han tenido muchos años sin dejarnos
hacer política porque decían que el pueblo no esta preparado.
Esta dimensión de inclusión en lo colectivo lleva a aprender a luchar por
todos:

“Todas las madres trabajamos, pedimos, luchamos por todos los hijos.
Todos son nuestros hijos." "Ya ninguna madre sale a pedir sólo por su
hijo."

A la vez, la cosa dejó de ser el drama privado que requiere de la intimidad


bi-personal para ser elaborado. Por eso son Madres de la Plaza de la plaza
pública:

“Ahí estamos de la mano de nuestros hijos es como un encuentro con


ellos, es como una sensación de justicia total." "Cada entrada en la Plaza
de Mayo cada jueves, es como un reencuentro con nuestros hijos nadie se
imagina. Cada amigo que nos tiende la mano nos agarra fuerte y no nos
dice nada en la Plaza es un apretón de mano a nuestros hijos."

66
Situado el campo de lo colectivo y lo público con ámbito de elaboración
privilegiado, se propone de otro modo la cuestión de la "patología":
"Claro que hay madres que no han recuperado potencial de lucha y que se
han venido abajo con la desaparición del hijo y han necesitado un apoyo.
Inclusive hay madres que por no ir a la Plaza de Mayo o por venir a
trabajar con nosotras se sienten muy mal el día de hoy."

Implicación institucional, contra transferencia


y análisis de la demanda

"Consideramos que los profesionales de la salud mental se encuentran hoy


abocados al estudio de los hechos psico-sociales que permitieron el
desarrollo de tan gravísimos delitos, tomando y haciendo tomar conciencia
a la población. Pedimos a los psicólogos una interpretación que se
manifieste solidaria con la búsqueda de justicia, único camino de lograr la
defensa del sagrado derecho a la vida. El dolor de nuestros hijos lo
padecemos en lo personal, pero como Institución no podemos admitir que
se pretenda hacemos sentir como entidad psicopatológica ni demandante
de subsidio económico."

Carta de Madres de Plaza de Mayo a una asamblea de la Asociación de


Psicólogos de Buenos Aires

Si revisamos la tarea realizada en los grupos de orientación, podemos


apreciar las siguientes definiciones, conceptualizadas por el E.A.P. se trata
de grupos cuya forma de abordar su problema ha sido apoyarse
mutuamente, tomando una posición activa ante el hecho traumático,
nucleados en organismos de derechos humanos con el objetivo de
afrontar la búsqueda de sus familiares y exigir la aplicación de justicia.
No se trata de gente que se autodefina como enferma, sino que se trata
de personas que atraviesan por una situación de emergencia social. Los
grupos de orientación no son grupos terapéuticos y sus miembros no son
pacientes. Se los concibe como una experiencia fundamentalmente de
autogestión en la cual es el mismo grupo el que propone los
psicoterapeutas dan su aporte técnico; pero es desde los mismos
miembros del grupo de donde proviene el aporte fundamental. El ámbito
de trabajo son las propias sedes de los organismos de derechos
humanos. Es el mismo grupo, la propia institución la que toma en sus
manos la tarea. La colaboración técnica es una parte de la tarea; la otra
parte está dada por las condiciones institucionales y el protagonismo de la
misma gente.
Se advierte aquí una alteración profunda que por otra parte es típica de
toda acción específica de psicología social en torno al rol del técnico, que
cuestiona ese rol tal como es definido por la ideología dominante, y
redefine su lugar. No se definirá entonces como el que está, allí para
hacerse cargo de una demanda social de marginación, de represión de los
desvíos de la imaginación, de normalización de los desvíos libidinales. Se

67
ubicará, por el contrario, en una posición tal que al admitir el potencial de
acción instituyente del grupo con el que trabaja, su tarea será cooperar en
una marcha cuyos actores principales, en el sentido estricto de ser los
portadores de las interpretaciones, de ser los protagonistas del análisis,
son los propios integrantes de esos grupos. Esa posición implica una
ruptura profunda con el esquema organizacional impuesto por el
positivismo y la ideología médica de la delegación total de la gestión de la
salud en el profesional.

¿Cuál es el marco institucional desde el cual los equipos de asistencia


realizan su tarea y cuáles serían las repercusiones teóricas de esta
cuestión? Los integrantes del E.A.P. subrayan que su tarea se realiza en
condiciones no habituales, en tanto comparten con los familiares
momentos, ámbitos y tareas que definen como “extra asistenciales”, y
cuya finalidad no es la resolución psicológica sino la lucha por la aparición
con vida de sus familiares y el imperio de justicia sobre los responsables
de sus desapariciones. Como se ve, los colegas se definen comprometidos
de un modo explícito con los objetivos e ideología generales del
movimiento. Por lo demás, la situación represiva, en tanto situación
comunitaria, atraviesa a los terapeutas en todas sus aplicaciones. Pero
los colegas señalan que el compromiso inicial con la lucha de los familiares
fue una condición básica para el posterior accionar terapéutico, ya que ha
permitido que sean depósito de la confianza imprescindible para esa difícil
tarea.
Esta breve descripción muestra de un modo innegable que la implicación
del terapeuta es distinta de lo que prescriben las nociones clásicas
abstinencia y neutralidad, al punto tal que una posición ortodoxa, o bien
invalidaría necesariamente el de colaboración profesional organizado, o
bien lo disminuiría como algo acaso válido en su dimensión solidaria y
"comprometida", pero no en su rigor y valor científico. La situación límite
que nos involucro a todos quizás permita hoy realizar el cuestionamiento
teórico de la relación analítica definida sólo por determinaciones
abstractas: el deseo de análisis y el deseo de analizar, con su corolario de
que toda otra determinación que se proponga para tomarla más concreta
es rápidamente anatematizada como "contaminación". El operativo
teórico por el cual se pretendió y se pretende mantener las manos puras
ha consistido, justamente, en expulsar del campo de análisis todo lo que
fueran las aplicaciones institucionales de los protagonistas de la relación
terapéutica analítica o como se la llame.
La teoría de los efectos del inconsciente que pone entre paréntesis la
cuestión de las finalidades sociopolíticas es una abstracción defendible
dentro de límites muy precisos y bastante estrechos. Cuando el proceso
del que se pretende dar cuenta hace estallar esos límites, es conveniente
disponer de un aparato de conceptos que no conduzca a una distorsión
grosera de las determinaciones reales del campo. En tal sentido las
definiciones sociopolíticas de los terapeutas constituyen la respuesta
lúcida al análisis de su contratransferencia institucional, definida ésta
como respuesta global a la demanda tomada en su totalidad social. En el

68
análisis de la demanda social, lo que analiza el campo delimitado por la
demanda del cliente y por los conceptos del analista, no es una palabra
aislada, científicamente legitimada por el saber y los títulos. Es, en primer
término, la dilucidación de las relaciones establecidas entre los clientes y
sus respectivas instituciones, entre los clientes y el analista y, por último,
entre el analista y las instituciones.
De modo que estas definiciones explícitas de los equipos de asistencia con
relación a sus implicaciones institucionales no merecen ser
conceptualizadas como desviación o deterioro de las condiciones
necesarias para la construcción de una tarea rigurosa. Por el contrario,
son la condición teórica para que el rigor no sea escamoteo y el deseo de
analizar no sea contraseña de una renegación en acto de las
contradicciones que toda práctica socialmente articulado supone.
Cabe señalar, por último, que aunque no siempre sea visible, toda acción
profesional se realiza desde una institución. Tal vez la tarea de los
equipos no se haya realizado desde el aparato de salud mental, ni desde
la psicoterapia, ni tan siquiera desde el psicoanálisis, si hablamos de
instituciones. Acaso fue por eso que toda vez que comentaban su tarea en
el "ambiente” inmediatamente les hayan invadido sensaciones de
extranjería y exclusión, quizá porque la tarea psicológica por los derechos
humanos fue extranjera y excluida durante mucho tiempo.
¿Podríamos decir que, en verdad, la tarea fue realizada desde una singular
institución que llamaremos la solidaridad popular?

Mayo de 1984

69
EL MODELO MITOLOGICO COMO RECURSO PARA LA INSCRIPCION
HISTORICA SOCIAL

Dr. Daniel Kersner

Argentina es el cuerpo del delito

Así reza un graffiti pintado en la Morgue Judicial, en una calle de Buenos


Aires.
La creatividad popular da cuenta de aquello que los perimidos códigos de
justicia no pudieron-supieron contemplar.
Es entonces necesario el nombre del país para señalar la dimensión del
delito, dimensión que por su magnitud también lo califica: genocidio. Y
también, es necesario el nombre del país para dar cuerpo a las víctimas
del delito, el toponímico en este caso designa (y asigna) un lugar, un
espacio, insoslayablemente vacío el que deja el cuerpo ausente de la
víctima. Por que la víctima literalmente, ha desaparecido. Y esta
desaparición no sólo es física; con frecuencia con el desaparecido
desaparecen, también sus bienes ("botín de guerra" en la jerga de los
represores), su descendencia es robada y se falsea su identidad; esto es,
también son desaparecidos. No deben quedar testimonios ni testigos que
digan de su paso por la tierra. Como en la célebre novela de Orwell el
disidente político es "volatilizado" y el "archivo de la historia" se modifica
perversamente, a. fin, de escatimar la realidad a gusto del represor.
No hay víctima, o mejor, nunca la hubo. Y el crimen no existe. O es
perfecto. O casi lo fue.
Porque, como en la célebre novela, el borrón se produce en el "archivo de
la historia" y no en la historia misma. Y la distancia que media entre
estos términos es sólo comparable a la distancia existente entro la
fotografía y el paisaje. Retocar aquélla no modifica a éste.

Aparición con vida

Es ésta la consigna identificatoria de Madres de Plaza de Mayo.


Identificatoria en un doble sentido: por una parte las identifica como
grupo social en el cuál ha quedado registrada, en forma indeleble, esa
parte de la historia "borrada del archivo". Por otra parte es la consigna
que les devuelve identidad a sus hijos (aparición con vida es, entre otras
cosas, que aparezcan en las mismas condiciones en que se hallaban al
momento de ser secuestrados; esto es, que aparezcan iguales a sí
mismos, respetados en la totalidad de su identidad). Consigna que no
sólo condena a un gobierno, sino que enjuicia a un sistema social, político
y económico. Este, como todo sistema, genera sus prohibiciones (leyes),
sus transgresiones (delitos) y sus canciones (penalizaciones). Dentro del
sistema todo está contemplado y de la citada trilogía resulta una
homeostasis tendiente a mantenerlo y perpetuarlo.

70
¿Pero qué sucede cuando el delito generado (genocidio) no pudo ser
legislado (penalizado) adecuadamente? ¿Qué aplicaciones tiene el hecho
de que no haya reparación posible?
"Aparición con vida" es entonces la denuncia de una falla en el sistema.
Falla como límite del mismo, como expresión de una falta de la cual el
sistema, estructurado perversamente, renegará.
Agentes de la historia, he aquí el rol definido de Madres de Plaza de
Mayo. Ellas señalan la necesidad de lo renegado tenga una inscripción
histórica y social.

Los recursos del sistema

Más allá del régimen imperante o del gobierno de turno, el sistema para
preservarse debe impedir o al menos obstaculizar toda posible inscripción
histórico-social de sus fallas o límites, paso previo indispensable para la
elaboración de una adecuada respuesta social (entendiendo por tal el
conjunto de prácticas colectivas tendientes a resolver de un modo eficaz -
síntesis superadoras- las contradicciones actuantes en un momento
dado). Para esto el sistema apelará a variados mecanismos. Para analizar
algunos de ellos apelaremos, como referente teórico, a los dos tiempos del
mito que señalara Lévi-Strauss en su Antropología estructural. Este nos
habla de la coexistencia en el mito de un tiempo histórico, cronológico e
irremediablemente pasado, y de un tiempo ahistórico, esencia y carácter
distintivo del pensamiento mítico, que deviene estructura y posee vigencia
permanente.
Nos tomaremos algunas libertades en el uso de estos conceptos.
En el caso del tiempo histórico pondremos especial interés en la plena
contextualización de los hechos. Nos importará no sólo su carácter
pretérito o su ordenamiento secuencias, sino también y especialmente, su
examen situacional, esto es, el estudio de las relaciones de las fuerzas en
juego.
En cuanto al tiempo ahistórico plantearemos una salvedad al concepto de
Lévi-Strauss. Dice éste: "La Revolución Francesa es una realidad de otro
orden, secuencia de acontecimientos pasados, pero también esquema
dotado de eficacia permanente que permite interpretar la estructura social
de la Francia actual y los antagonismos que allí se manifiestan y entrever
los lineamientos de la evolución futura"'. A nuestro entender, la vigencia
del mito sé corresponde con la vigencia del período histórico que lo
engendró o, mejor aun, con la vigencia de a estructura socioeconómica
que determinó dicho período histórico. En la medida en que éste sea
superado caducará la eficacia del mito. En el ejemplo citado por Lévi-
Strauss agregaríamos: la Revolución Francesa significó la caída de la
monarquía y el acceso al poder de una nueva clase social, la burguesía.
El valor mitológico de dicha revolución se mantendrá en tanto se
mantenga la burguesía en el poder.

Ataque al tiempo histórico: Una muestra de descontextualización de los


hechos la brinda la anomia a la que son sometidos los actores de los

71
mismos. Así los desaparecidos pasan a ser NN y los represores se
ocultan, ley ad hoc mediante, bajo el rostro de un puñado de chivos
expiatorios. Otro ejemplo lo brinda el desdibujamiento del perfil social de
las fuerzas en pugna, mediante el cual se logra que la imposición a sangre
y fuego de un sistema político-económico rechazado por la mayoría del
pueblo y sostenido por una minoría apoyada en su poder económico y de
fuego, se transforma en un enfrentamiento entre fuerzas supuestamente
equiparables (teoría de "los dos demonios").
El ataque al tiempo histórico lleva, en última instancia al vaciamiento
ideológico en la lectura de los hechos.

Ataque al tiempo ahistórico: Los reiterados intentos de crear una "ley de


punto final" actuarían en el sentido de negar vigencia actual e
implicaciones actuales o futuras al drama de los desaparecidos. Frases
tales como "Los argentinos debemos mirar adelante"; "Es un capítulo que
hay que cerrar" o "Debemos clausurar el pasado" en boca de funcionarios
del actual gobierno también son expresión de este mecanismo.

Una frase muy usada por los represores, "Aquí hubo una guerra", combina
los dos mecanismos citados. Por un lado el ataque al tiempo histórico al
presentar falacia: la guerra (descontextualización de los hechos); por otro
lado lo que sí hubo, represión salvaje y terrorismo de Estado, no es
solamente tiempo pasado (ataque al tiempo ahistórico) en tanto sus
efectos perduran: los desaparecidos lo son desde el momento en que
fueron secuestrados y hasta tanto no aparezcan o la sociedad dé cuenta
de ellos sancionando a los responsables de tal situación (sean éstos
individuos, instituciones o grupos o clases sociales).

El modelo mitológico

La lucha emprendida por Madres de Plaza de Mayo presenta


características asimilables al modelo mitológico descrito por Lévi-Strauss.
Destacaremos la presencia de cuatro elementos que contribuyen a la
configuración del mismo: el reconocimiento (o defensa) del tiempo
ahistórico y la utilización de rituales. Por último, y como consecuencia de
los anteriores, la eficacia simbólica promovida.

Defensa del tiempo histórico: Veamos que nos dicen las Madres en sus
silenciosas rondas. Sus pañuelos blancos antiluto (recordemos las
distintas proposiciones del sistema para ecuacionar el término
desaparecido terrorista = clandestino (o exiliado), muerto en
enfrentamiento) llevan bordados el nombre del desaparecido y la fecha de
su desaparición. Es éste el primer paso elemental para re contextualizar
lo descontextualizado. Para reconstruir un tiempo (histórico) que ha sido
destruido. Reconstrucción que en muchos casos comenzará por
preguntas, por la socialización de éstas y también de la información
obtenida. Así los documentos, testimonios y declaraciones de Madres de

72
plaza de Mayo señalan incansablemente nombres de represores, grado y
arma a la que pertenecían o pertenecen, ubicación de los campos de
concentración, circunstancia de la desaparición y todo aquello que sirva
hará recuperar esa parcela de la historia que se intenta borrar.

Defensa del tiempo ahistórico: Pero también hay otro tiempo, el


ahistórico, del que Madres de Plaza de Mayo da cuenta. Ellas dicen de la
vigencia del problema, de su eficacia permanente, en tanto devino
estructura.
Tiempo no cronológico que es capitalizado en función de la historia y para
que ésta no se repita circularmente. Es entonces necesaria la reedición del
mito, a fin de lograr a través de éste la inscripción histórica-social de lo
renegado. Es aquí donde cobran importancia los rituales de Madres,
entendiendo por rituales las prácticas escenificadoras que reeditan aquello
de lo que el mito habla y posibilitan su eficacia simbólica. El ritual es
entonces, instrumento empírico del mito y reedición del mismo. Puesta en
escena de aquella otra escena desalojada y silenciada.
Siluetas que revelan la presencia del desaparecido, manos que se le
tienden o máscaras que, paradójicamente, desenmascaran la ausencia de
un rostro, la vigencia del “drama”. Los argentinos no tuvimos 30.000
desaparecidos. Los argentinos convivimos con 30.000 desaparecidos.
El modelo mitológico surge aquí como producción ideológica colectiva,
abriéndose paso por sobre el discurso de la ideología dominante. Su
vigencia estará determinada por la vigencia de la estructura social y
económica del período histórico en que se constituyó. Durante dicho
período operará su eficacia simbólica, su hacer pensable lo impensable.
Dice Lévi-Strauss a propósito de un caso de cura shamánica. "La cura
consistiría, pues, en volver pensable una situación dada al comienzo en
términos efectivos y hacer aceptables para el espíritu los dolores que el
cuerpo rehúsa tolerar. Para que esto suceda el Shamán desarrollará un
complejo ritual. Es en este lugar donde ubicamos los rituales de Madres
de Plaza de Mayo. Ellas, como nuevos shamanes, vuelven pensable lo
impensable. Cabe preguntarnos si vale hacer aceptables (para el espíritu)
los dolores (que el cuerpo rehúsa tolerar), y es el mismo Lévi-Strauss
quien nos orienta: "Pero la enferma al comprender hace algo más que
resignarse: se cura”
Pensar y aceptar no es distinto de asumir, de hacer, se cargo con el
espíritu (conciencia ética colectiva) de los dolores del cuerpo (social).
Para la cura es necesario comprender.
Pero la cura es algo más que resignarse.

73
LOS PSICOTERAPEUTAS Y EL CONTROL SOCIAL

Licenciada Raquel C. Bozzolo

Relataremos una consulta cualquiera en la Casa de las Madres.


Alicia pide una entrevista poco antes de la asunción del gobierno
constitucional, luego de siete años de la desaparición de dos hermanos,
Miguel y María.
Miguel, el único que tenía militancia política en la familia es secuestrado
en primer término. Este hecho coloca a las dos hermanas ante una
encrucijada vital y, deben tomar decisiones que tendrán fundamental
incidencia en sus vidas.
Alicia huye, deja su trabajo, abandona su carrera a punto de ser finalizada
y se traslada del domicilio familiar. Su hermana, en cambio sigue su vida
normal, se casa y comienza a trabajar en una empresa. Poco tiempo
después es secuestrada en su lugar de trabajo.
Alicia relata muy angustiada esta época y dice:"No entiendo siempre
pensé que estaba loca en ese momento, pero ahora me doy cuenta que
así me salvé. ¿Quién estaba más loca? ¿Yo que dejaba todo o mi hermana
que seguía con su vida?" "Nada se podía hacer, sólo esconderse".
El relato precedente es un ejemplo sumamente recortado, pero resulta útil
para realizar algunas reflexiones.
¿Desde qué lugar pensaremos el interrogante planteado?
Una posible línea interpretativa nos invita a abordar la problemática de
Alicia a partir de su historia, individual y familiar. Podíamos encontrar
tanto la huida de la sexualidad como la identificación con su hermano
desaparecido, desapareciendo ella también de su medio social. Pero por
esta línea es difícil que logremos dar respuesta. ¿Cuál fue su "locura"?
Nos inclinamos a pensar que huir del peligro real, no negando su
existencia, fue una conducta necesaria para su supervivencia. Sin
embargo la vida posterior de Alicia, el congelamiento de sus proyectos, el
empobrecimiento vital de estos últimos años nos lleva a pensar en un
proceso de aislamiento que no es explicado solamente por su estructura
previa.
Debemos incluir en el análisis el terror provocado por la represión política
y su sometimiento al mandato dictatorial. Pensamos que lo que Alicia
llama su "locura" provino de la corroboración de fantasías terroríficas en
una realidad aterrorizante o toreándole un poder omnímodo a quienes en
ese momento ejercían el poder político a sangre y fuego. En Alicia se
hace carne el discurso del Poder: "Nada se podía hacer", y Alicia no hace
nada:
Alicia quedó aislada de toda práctica colectiva de resistencia. ¿Incidió esto
en el mantenimiento de su situación de desaparecida social? ¿Qué
aspectos de su estructura previa abonaron el terreno para su identificación
con los mensajes de la dictadura?
Estas reflexiones no tendrán respuesta desde la nosología psiquiátrica, no
desde las categorías normativas de sano y enfermo definidas desde la

74
ideología dominante. Tampoco será, posible encontrar el camino si nos
dejamos subyugar por ciertas explicaciones psicoanalíticas, si éstas caen
en reduccionismo al dejar de lado el contexto social, aunque profundicen
en algún aspecto. Pensamos que dicho contexto es texto en la voz de
Alicia cuando repite inerme los mandatos dictatoriales:"A pesar de mis dos
hermanos desaparecidos llegué a creer que los desaparecidos no existían".

La presencia de lo social en lo psíquico.


La ilusión de la neutralidad

La principal dificultad que encontramos para pensar estas situaciones se


encuentra en la neutralización de lo Social que se produce en el seno de la
mayoría de las interpretaciones psicoanalíticas habituales. Siguiendo a
Robert Castell, entendemos por neutralización a la operatoria, por la cual
lo social pasa a ser siempre traducido en términos de la transferencia.
Esta operación termina convirtiendo a la historia de un hombre en una
serie de interpretaciones intimistas de corte privado, que en última
instancia remiten únicamente a las determinaciones de un inconsciente
individual ahistórico.
Al hablar de psicoanálisis, lo hacemos entendiendo, como Eduardo
Menéndez, que no existe el "psicoanálisis" sino prácticas psicoanalíticas
institucionalizadas y por lo tanto atravesadas por los conflictos y
contradicciones de las fuerzas sociales qué se hacen cargo del ejercicio del
psicoanálisis.
Resulta siempre conflictivo conocer lo insuficiente de nuestro instrumento
de trabajo. Conocemos también la función adaptativa de nuestras
nociones diagnósticos. Creemos necesario señalar las limitaciones de una
práctica cuyas apropiaciones de lo social se hacen desde la no asunción
plena de las implicancias sociopolíticas por parte de los profesionales que
ejercen dicha práctica.

Desde esta perspectiva creemos ineludible para el desarrollo de nuestro


instrumento de trabajo, revisar las diferentes posiciones que los
terapeutas argentinos tuvieron frente a los consultantes durante la última
década. Es una tarea ardua y compleja ya que los terapeutas estuvimos
atravesados tanto por la situación de terror, como por campañas de
acción psicológica desarrolladas por la dictadura.
Decimos algunas de las posturas adoptadas:
1 Hubo terapeutas que plantearon a sus pacientes la interrupción, del
tratamiento analítico o se negaron a tomar en tratamiento a sujetos con
actividad militantes haciendo explícito qué las causas de dicha decisión se
encontraban en la imposibilidad personal de asumir el riesgo que
significaría dicho tratamiento.
En estos casos, la explicitación del terapeuta de que ésta era su decisión
personal, y el hecho de que los actos del paciente no quedaban calificados
al menos de palabra, permitían al paciente cierta preservación. Dicha
preservación era posible en la medida en que el terapeuta no ocupara el

75
lugar del ideal. Sabemos muy bien lo difícil que esto resulta en la
transferencia neurótica.
2 Por otro lado hubo actitudes terapéuticas de mayor actividad y menor
prescindencia:

a) Se indicaba la suspensión de la militancia, sin explicar los motivos de


dicha indicación.
b) Se interpretaba la militancia antidictatorial como patológica.
c) Se interpretaba Inactividad militante del paciente como resistencia al
análisis.

Desde ya, esta segunda posición tuvo para los pacientes mayores
consecuencias psicológicas ya que el terapeuta ocupaba de hecho el lugar
del ideal de salud y desde allí calificaba las otras conductas.

3 Desde posiciones amparadas en la ilusión de la neutralidad


psicoanalítico, muchos terapeutas trabajaron el material propuesto en
sesión en forma disociada. Un ejemplo extremo de estas situaciones me
fue planteado por un joven que consulta en mi consultorio particular en
1983. Este joven tenía una hermana desaparecida. La familia había
simulado que no pasaba nada, adoptando a los hijos de la desaparecida
sin volver a hablar de la ausente. Durante un prolongado análisis se
produce el secuestro de una compañera de consultorio de su analista, y a
pesar de que el consultante presencia el hecho desde la calle, en sesión
no se habla de él.
Creemos que esta última situaciones demostrativa de las condiciones en
que se desarrollaron muchos tratamientos durante estos años, aun en
aquellos casos en el ejemplo citado, el terapeuta aceptaba asistir a
personas que tenían cierto compromiso de riesgo con la situación política.
Desde luego, estas diferentes posiciones de los profesionales requieren un
debate político-ideológico que no realizaremos en este artículo. Nos
interesa aquí dejar planteada la necesidad de investigar sobre los
diferentes efectos que producían en los pacientes y qué funcionalidad
social tenían dichas posturas, más allá de las intenciones subjetivas de los
terapeutas. Creemos que esta revisión resulta útil para constatar el
atravesamiento ideológico de nuestra tarea profesional.
Será necesario bucear tanto en, nuestras implicaciones como en las de la
teoría que manejamos para dar cuenta de las articulaciones entre lo social
y lo psíquico, de lo psicoterapéutico y lo político.
Al comenzar en 1983 a difundir nuestro trabajo asistencial en el Equipo de
Madres de Plaza de Mayo decíamos que no éramos neutrales frente a
nuestros asistidos ni frente a la situación política de las que eran víctimas.
Hoy cabe preguntarse si puede existir neutralidad en nuestro campo de
trabajo frente a situaciones sociales que involucran tanto a los terapeutas
como a los pacientes.
La psicoterapia y el psicoanálisis son prácticas sociales; no pueden estar
ajenas a los múltiples atravesamientos que la situación social genera, ni
en las instituciones públicas, ni en los consultorios privados. Esta

76
afirmación es válida en las situaciones que como la dictadura agudizan la
intrusión, y la manipulación inductiva de ideas. También lo es durante
períodos histórico “normales” ya que es una constante de toda práctica
social.

2. Los usos de la psicología para el control social

La rotulación de enfermo mental para aquel que no tiene el


comportamiento social esperado es uno de los articuladores del uso de la
psicología para el control de los disidentes en toda sociedad. La
denominación de "locas" que se endilgó a las Madres de Plaza de Mayo es
la más grosera utilización en la Argentina de categorías psicopatológicas
sobre quienes se enfrentan al discurso hegemónico.

Pero ésta no fue una maniobra aislada ni original por parte de la


dictadura. Si hacemos memoria recordaremos cómo se fueron utilizando
nociones psicopatológicas a lo largo de nuestra historia reciente en formas
sutiles y sofisticadas y por lo tanto, más eficaces para el necesario control
de los sujetos y sus desempeños sociales.
Recordemos: allá por los años 60, la militancia política fue considerada
por algunos una "actitud psicopática" de acting out. En años más
recientes, y producto de una activa inducción por parte de la dictadura, se
interpreta toda resistencia al poder fascista como "actitud suicida".
Aun hoy se llega a proponer la "melancolía" del duelo sin elaborar como
categoría de explicación exhaustiva para entender el reclamo de las
Madres de "Aparición con vida".
Es con la misma tendencia simplificadora y reduccionista, y por lo tanto
encubridora de una dimensión esencial, que se tiende a visualizar la
pertenencia a organismos de familiares de desaparecidos como simple
restitución narcisística frente a la pérdida traumática que han sufrido.
Abundan hoy los términos psicológicos, tanto en discursos políticos como
en caracterizaciones pseudo sociológicas. Así, resulta calificado de
"inmaduro" o "infantil" todo aquel que reclama sus derechos en el nuevo
período de gobierno constitucional.
Nuestra oposición a todo intento de psiquiatrización de los problemas
sociales se funda en una posición ideológica y política pero también
teórica en lo que concierne a la dimensión de lo psíquico.
Hemos denunciado la intención de colocar en el lugar de la locura a todo
aquel que disienta con el poder. Necesitamos enfrentarnos a esta
tendencia encontrando las articulaciones entre las distintas prácticas en
las diferentes situaciones históricas en que éstas se expresan.
Así, por ejemplo, creemos, que es necesario reflexionar sobre las
experiencias particulares de cada país en cada momento histórico para
poder precisar la importancia relativa de cada mecanismo de control
social.
Robert Castel dice, a propósito de este tema refiriéndose en particular a
los países centrales: “Ya no es la hora de la espada y el hisopo, sino la de
las acciones psicológicas”. Sin entrar a discutir aquí la validez de, su

77
afirmación en los casos citados por Castel, creemos que en la Argentina,
donde abundan la miseria y la enfermedad, se siguen usando la medicina
y la promoción de salud como factor de control. Por otro lado, el uso de
las armas sigue siendo el método privilegiado para la opresión como lo
demostró la feroz y sistemática represión desatada desde 1976.
Coincidimos sí con Castel en la importancia creciente que tiene hoy la
psicología utilizada para el control de la disidencia y el logro del consenso
social, aun en aquellos momentos en que las otras formas de dominación
resultan menos evidentes.
Retornemos aquí el relato de Alicia. Ella se autodenomina enferma y, en
la medida en que acepta ese lugar, recurre inicialmente a la consulta.
Queda montado así un dispositivo que posibilitará la descalificación de los
juicios de Alicia sobre la realidad.
En la comunidad profesional resulta más sencillo abordar consultantes que
como Alicia se ubican en el lugar de la locura. Esto nos plantea un
problema sobre el que habría que reflexionar en conjunto: el de la
delegación por, parte de los miembros de una comunidad de la gestión de
su salud en un “experto” y en una "tecnología" que la tramita.

3. Una experiencia particular

¿Qué ocurre con nosotros frente a personas que, como las Madres asumen
el rol de actores protagónicos y pugnan por instituir otro orden más justo?
¿Qué ocurre cuando, al no dejarse colocar en un lugar descalificado, van
institucionalizando otro modelo de salud, y se van apropiando de su
gestión?
¿Puede nuestro cuerpo teórico dar cuenta de la situación generada en la
asistencia a personas que se constituyen en grupos contra hegemónicos?
Durante nuestra experiencia hemos ido reflexionando sobre algunas de
estas cuestiones.
En primer lugar, nos hemos preguntado acerca, del proceso realizado por
estas mujeres. ¿Cómo han podido saltar del pequeño mundo doméstico al
mundo público, a la Plaza? ¿Qué condiciones históricas, sociales y
personales fueron necesarias para este pasaje? ¿Cómo eran antes? ¿Qué
consecuencias genera este proceso en el plano familiar, personal, y en el
ámbito psicosocial? ¿Cambia en algo su lugar de mujer y madre?
Será necesario investigar en profundidad sobre estos procesos. Es
probable que descubramos que el lugar que estas mujeres tenían en su
familia y, en el mundo fueron cuestionados de raíz, para poder así
protagonizar y dirigir un movimiento que peleaba por sus hijos.
Decía una Madre: "Me siento avergonzada, yo le hacía postres ricos a mi
hijo, para que no se fuera a sus reuniones políticas y se quedara en casa.
Yo le cocinaba para retenerlo". Ella había asumido un lugar otorgado por
la comunidad: debía tener a su hijo en casa mucho tiempo para impedir
que corriera riesgos.

Las Madres comienzan por verse golpeadas en su intimidad y salen


inicialmente a defender a sus hijos. En su lucha colectiva van

78
produciéndose modificaciones personales y reestructuraciones familiares.
Es así como pasan de ser transmisoras de ideología a transformarse en
actores protagónicos que llegan a realizar formulaciones éticas y políticas
de contenido profundamente cuestionador de las ideas hegemónicas.
Las Madres sintetizan su proceso con una frase revulsiva, diciendo: "Nos
parieron nuestros hijo”. Se ha subvertido un orden y se rompen ciertas
escisiones en esa práctica colectiva. La tradicional escisión entre mundo
público y mundo privado, entre mundo doméstico y mundo político se
rompe, develando las articulaciones cómplices entre las instituciones de la
sociedad.
Con este movimiento en pleno curso nos encontramos un grupo de
terapeutas que solidariamente nos acercábamos para ayudar también con
nuestro instrumento de trabajo.
¿Qué nos pasó al cruzar la puerta de la Casa de las Madres y ponemos a
su servicio? ¿Qué condiciones nuestras y de la psicoterapia, históricas,
sociales y personales fueron necesarias? ¿Qué pensábamos antes? ¿Qué
consecuencias tendrá esta particular inserción en un movimiento con
fuertes repercusiones políticas?
Partimos de asumir una posición política en forma explícita. No hubiera
sido posible de otra manera el encuentro con las Madres. La posición
política y la intención solidaria fueron condición necesaria pero no
suficiente.
Fue necesario que revisáramos lo que había sido nuestra formación allá
por los años '60, repensar los cuestionamientos que en aquellos años
conmovieron a las instituciones psicoanalíticas, reflexionar sobre lo
aprendido en las distintas experiencias profesionales de acción
comunitaria.
Todos estos planteos que habían quedado congelados en su mayoría
durante la dictadura se habían podido mantener vivos en pequeños grupos
(marginales a lo dominante en el medio profesional). Pusimos a trabajar
todo nuestro bagaje conceptual para lograr un instrumento de trabajo al
servicio de los familiares de los desaparecidos, para poder asistir, analizar,
sostener a estas personas, víctimas de la represión política.
Pero hubo un hecho definitorio que marcó nuestra tarea, estas madres no
asumían la tradicional posición frente a los terapeutas, no otorgaban el
poder absoluto al experto que "sabe". Ellas estaban aprendiendo en su
lucha que la escisión entre sujetos actores-productores y sujetos objetos
pasivos y portadores sólo servia para sostener el orden en el que vivimos.
También en nosotros y en nuestra tarea se subvertía el orden y tuvimos
así otro lugar, el de acompañantes. Es un lugar en permanente
construcción: las Madres van modificando sus necesidades de asistencia
psicológica específica y nosotros investigamos permanentemente cómo
operar más eficazmente desde un lugar redefinido pero específico de
accionar psicológico.
Es este trastrocamiento de lugares y saberes, que obliga a redefinir roles
y posiciones, una consecuencia esencial de nuestro trabajo.
Esto ocurre al insertarse en un movimiento que, como el de las Madres de
Plaza de Mayo, es construido y dirigido por sus propios protagonistas en

79
forma colectiva y que está dispuesto a ir, hasta el final por la resolución
de su problemática.

Conclusiones

Muchas veces las Madres han visto ignoradas sus formulaciones éticas o
políticas en nombre de su dificultad para "'elaborar la pérdida y aceptar la
realidad". Muchas veces, en nuestro medio profesional sucede algo
parecido. El tema de los efectos psicológicos de la represión política corre
el riesgo de quedar afuera del debate teórico.
"La experiencia de ustedes es muy valiosa, claro, es otra cosa" me decía
un psicoanalista hace poco. Y éste es un punto central del debate.
Para poder avanzar en nuestras concepciones teóricas debemos estar
realmente dispuestos a sostener las crisis en la teoría que devienen de la
interpretación de estas prácticas.

Marzo de 1986

80
EFECTOS PSICOLOGICOS DE LA REPRESION POLITICA. II

Doctora Diana R Kordon


Doctora Lucila L Edelman

Continuamos en este artículo el análisis de los efectos, psicológicos de la


represión. Lo hacemos sobre la base de las experiencias que hemos
desarrollado a lo largo de estos años en la asistencia a familiares de
desaparecidos, experiencia que nos ha planteado diversos interrogantes y
la necesidad de desarrollar conceptualizaciones que den cuenta de esta
situación.
Uno de los problemas que deja en evidencia esta necesidad de
conceptualización es el insatisfactorio desarrollo, desde nuestro campo, de
los temas que hacen a la compleja articulación entre los fenómenos
psíquicos y los fenómenos sociales.
Después de ocho años de dictadura, años que conmocionaron
profundamente todos los estamentos de nuestra sociedad, estamos aún
inmersos en un período que no podemos dar por concluido, ya que los
efectos psicosociales de la etapa anterior siguen presentes y
probablemente perduren largo tiempo.
Por haber sido implementada desde el poder del Estado la represión
dictatorial operó produciendo efectos profundos en las personas y en el
cuerpo social, efectos persistentes y duraderos y, cuya naturaleza y
consecuencias hoy podemos empezar a analizar. La dictadura intentó
asegurar su poder a través de la represión directa, y de la intimidación
colectiva permanente y también por medio de una intensa actividad
propagandística destinada a producir profundas modificaciones en los
sistemas de ideas y valores dominantes en la sociedad Argentina.
La situación de terror nos afectó a todos y condicionó nuestra vida
concreta, independientemente de la conciencia que de ello pudiéramos
haber tenido.
Nadie pudo excluirse, todos fuimos afectados; no hubo sector social o
individuo que quedara ileso, en un país donde 30.000 personas fueron
borradas de su vida cotidiana, donde el registro de sus destinos se
interrumpía a partir del secuestro sin consideración de ley alguna que
diera cuenta de lo ocurrido; en un país donde miles de personas
permanecieron por muchos años detenidas en condiciones inhumanas y
torturadas sistemáticamente; en un país donde miles de familiares y
amigos de las víctimas directas vivieron en angustiosa espera e
interrogación constante día a día.
El problema no afectó solamente a aquellos niños o adultos que fueron
víctimas directas de la represión, o a sus familiares o amigos. Lo que a
cada uno de ellos le ocurrió nos involucro a todos.
A cada desaparecido corresponden, muchas otras desapariciones,
desapariciones de distinta naturaleza, desaparición de, la libertad de
pensar, de actuar, de producir, de crear, de gozar; en todos y en cada uno
de los que vivimos esos tiempos.

81
El cuerpo social fue herido en sus entrañas, simbólica y concretamente.
Será necesario analizar las derivaciones a largo plazo de ello; analizar, por
ejemplo, qué efectos tendrá en nuestra sociedad el hecho de que una
generación se haya formado en los años de la dictadura, qué efectos
tendrá el silencio social impuesto e internalizado, los malentendidos
sociales, las culpas por el sometimiento, etcétera.
En el aspecto individual, la situación traumática a lo largo del tiempo
produjo perturbaciones en el plano de la identidad personal, de los
vínculos familiares, de las relaciones laborales e interpersonales, de los
sentimientos de pertenencia y ajuste social; en el plano de la. identidad
personal las modificaciones producidas abarcan un amplio espectro, desde
fenómenos que podemos caracterizar como nuevas identificaciones
disociaciones, hasta severas restricción el en el campo del pensamiento y
el aprendizaje.
Estas modificaciones se han producido, en diversa medida, de acuerdo con
el nivel de implicación personal en la situación y según la modalidad de
respuesta que se asumía frente a la misma, en el eje: sometimiento-
discriminación-resistencia, a los modelos inducidos por la dictadura.
Los, efectos fueron también acumulativos en tanto cada nueva situación
producía modificaciones en el campo de la realidad concreta del grupo o
individuo, que luego incidía en la producción dé nuevos efectos.
Nuestra experiencia nos pone en evidencia cada vez más que estos
efectos no son meros factores contextuales, sino que operan como
factores internos en el desarrollo del conflicto psíquico.
Queremos transmitir algunas ideas vinculadas a la prolongación de los
efectos psicológicos de la represión del periodo dictatorial y a la incidencia
que en éstos tiene el modo particular con que éste tema está siendo
encarado en el período constitucional.
Las inducciones psicológicas de la dictadura
El escritor Jorge Luis Borges asistió el 22 de julio de 1985 a una sesión de
la Cámara Federal en la que se juzgaba a los comandantes de las tres
primeras Juntas militares del Proceso.
Posteriormente envió una nota publicada en el diario Clarín el miércoles
31 de julio. Profundamente conmovido por lo que había escuchado
Borges hace en esa misma nota un conjunto, de consideraciones sobre su
particular visión de la condición humana; al mismo tiempo afirma que no
juzgar y no condenar el crimen sería fomentar la impunidad y convertirse
de algún modo en su cómplice. Sin embargo, al comienzo de esta misma
nota Borges tiene un fallido notable, que es el que precisamente interesa
señalar Dice: “He asistido por primera y última vez a un juicio oral a un
hombre que había sufrido cuatro años de prisión, de azotes, de vejámenes
y de cotidiana tortura”. Es decir que en esta frase se confunde el estatus
de testigo, víctima a su vez de la represión, con el de acusado.
Durante todo el juicio, Orgeira, defensor del general Viola,
intencionalmente llamaba “acusados” a los testigos, volviendo a reiterar
de esta manera la inducción de la dictadura, por la cual la sola
desaparición de una persona la convertía en culpable; Borges, en cambio,
a lo largo de todos estos años tuvo reiteradas expresiones en defensa de

82
la Justicia. En consecuencia descartamos que hubiera intencionalidad
consciente al cometer el error.
¿Este fallido de Borges emerge solamente de su problemática e historia
individual, o además hay otras voces que hablan por boca de Borges?
Nos inclinamos a pensar en este último sentido. Por boca de Borges
hablan las profundas alteraciones en los sistemas sociales de
representación que se produjeron por la intensa acción psicológica de
masas de la dictadura y que operan desde adentro de cada individuo
como texto y no sólo como contexto. Durante el Proceso, afirmábamos
que la situación de silencio social presente en esos años no correspondía a
un vacío de ideas, sino a que la dictadura intentó asegurar su poder no
solamente a través de la represión directa y de la, intimidación colectiva
permanente, sino también implementando una intensa actividad
propagandística, una actividad psicológica de masas, destinada a producir
profundas modificaciones en los sistemas de ideas y valores dominantes
en la sociedad argentina. Cuando se daba información, se omitía lo
esencias y se combinaba con, desinformación. Se intentó producir en el
cuerpo social un efecto combinado de terror, parálisis y consenso que
garantizara el dominio, apoyándose en lossentimientos de pertenencia
social, de los individuos y en el requerimiento de desarrollar actitudes
apropiadas con relación a los valores sociales hegemónicos.
Se efectuaba una propuesta de salud y enfermedad.Se proponía como
condición de normalidad el sometimiento pasivo a la autoridad arbitraria y
omnímoda.
Fuimos sometidos a una cantidad de inducciones psicológicas de las cuales
la más importante fue la inducción al silencio. Entendemos por
“induccion” la enunciación de modelos operacionales e identificatorios
sugeridos desde la dictadura e implementados a través de su control casi
absoluto de los medios de comunicación de masas. Así se indujo a la
culpa, a dar por muertos a los desaparecidos cuando había aún miles de
desaparecidos con vida, a la dilución de responsabilidades, al olvido, a
considerar la disidencia política como falta de adaptación social y campo
de la enfermedad mental.
Las inducciones operan sobre el sujeto a partir de la articulación entre sus
representaciones psíquicas conscientes e inconscientes y los sistemas
sociales de representación. Las inducciones psicológicas de la dictadura,
que actúan a su vez sobre los sistemas sociales de representación, se
ofrecen al individuo como verdaderas matrices identificatorias. Estas
operan sobre la subjetividad a la manera de los enunciados
identificatorios.
Los enunciados identificatorios juegan un papel fundamental en la
constitución del sujeto y que provienen originanamente de las figuras
parentales, portadoras del discurso social. Son juicios que a través de
determinados códigos valorativos atribuyen identidad señalando
permanentemente desde un otro quién es el sujeto y cuáles son, los
valores sociales y culturales que éste debe asumir. La atribución de
identidad puede ser directa cuando el enunciado habla sobre quién es el
sujeto, o indirecta, por implicación. La atribución indirecta, al afirmar algo

83
sobre un tercero que tiene relación con el sujeto, ubica a éste en
detertninado lugar. A veces lo no dicho sobre un sujeto, o lo dicho sobre
terceros, es más importante que, lo dicho, en la constitución de la
identidad. Los enunciados identificatorios, además de su contenido
temático, trasmiten implícitamente un conjunto de reglas que en su,
combinatoria posibilitan que el sujeto pueda construir diferentes
representaciones del Yo.
Nuestra hipótesis es que las inducciones producidas por la,dictadura
operan en la subjetividad a la manera de los enunciados identificatorios.
Actúan a lo largo del tiempo produciendo nuevas identificaciones
secundarias, e ideas y conductas que son vividas como necesarias y
naturales, no sólo por el propio sujeto sino por la comunidad o grupo
social al que éste pertenece. Así, retomando el ejemplo de Borges, los
enunciados producidos desde la dictadura otorgaban en este caso una
determinada identidad, utilizando una lógica totalizante adscripta a los
valores que intentaban imponer; esa atribución a priori era en éste caso la
de valorar como culpable a quien fuera víctima de la represión. Más aun,
se extendía incluso a aquel que simplemente testimoniara sobre aquello
que se trataba de hacer renegar desde el poder.
Al tratar de promover una atribución directa de identidad de culpable se
intentaba generar un sentimiento ilusorio de tranquilidad en aquellos que
no hacían ni testimoniaban nada, pues de hecho serían inocentes. En este
caso había una atribución de identidad por implicación.
El poder dictatorial no sólo buscaba la creación de mecanismos de
consenso, sino que tenía la posibilidad de decidir sobre la vida y la muerte
de las personas, aplicando el terror. En este caso la fuerza de los
enunciados identificatorios provenía de que dichos enunciados se
imponían al sujeto porque el control absoluto de los medios de
comunicación de masas impedía la emergencia de enunciados diferentes,
y porque dichos enunciados identificatorios iban asociados a otro
enunciado amenazador que formulaba que el cumplimiento de aquellos
era condición necesaria para seguir viviendo. Esto daba un carácter
particular de violencia, amplitud y persuasión al enunciado.
El hecho de que este efecto sea desconocido por las propias víctimas,
permite comprender que éstas experimenten sus nuevas ideas y
actitudescomo necesarias y naturales.
Decíamos que los modelos inducidos por la dictadura tienden a operar en
la subjetividad a la manera de enunciados identifícatorios y modelos
operacionales; que en el, primer caso tienden a producir nuevas
identificaciones secundarias, es decir actúan sobre el ser, y que en el
segundo caso operan sobre el hacer. La inducción a guardar silencio es un
modelo conductual. La práctica reiterada de ésta inducción a la que el
sujeto se somete inconscientemente, puede llegar a producir, también en
vinculación con la implementación de mecanismos de defensa muy
primitivos, nuevas identifícaciones secundarias. Es decir, que enunciados
dirigidos a la, acción concreta pueden derivar en enunciados con
implicancias identifícatorias

84
Aquellas personas, que, en mayor o menor grado, no quedaban
capturadas por el discurso del poder, presentaban a veces sentimientos de
extranjería, y exclusión con relación a lus grupos de pertenencia.
Efectivamente, la identificación colectiva con las inducciones hacía que, los
propios miembros del grupo de pertenencia se transformaran en
portavoces de los modelos inducidos, haciendo objeto de sanción social al,
miembro del grupo que era vivido como transgresor.

La alienación
Durante el período del Proceso se produjeron modificaciones en las ideas,
en algunos, casos modificaciones sustanciales y antagónicas con su
práctica social previa en personas y grupos sociales. Estos cambios no
alcanzan a ser explicados por el miedo, ni fueron acompañados por un
proceso consciente de modificación de ideas. No se llegó a ellos por vía
del pensamiento abstracto.
Desde afuera del sujeto se observa la existencia de una ruptura, brusca
en la coherencia interna. del sistema de conceptos, ideas y actitudes
sostenidas hasta entonces por esa persona, quien deviene irreconocible en
ciertos aspectos.
La búsqueda de una explicación de este fenómeno nos ha llevado a
retomar el concepto de alienación, formulado por Piera Aúlagnier. En la
alienación existe un discurso que es impuesto al sujeto desde el exterior.
El sujeto, asume como propio ese discurso y se convierten su vez en su
portavoz. Es un “accidente” desconocido por el sujeto compartido con
otro y sólo reconocible por un observador, externo, proceso por, el cual un
sujeto atribuye un valor certeza al discurso de la fuerza alienante. La
realidad sería entonces tal como, ese otro la define; y el sujeto es
conforme a la definición que ese otro despótico da.
La dictadura se proponía, utilizando la, manipulación de los medios de
información y a través de enunciados auto justificatorios y de un conjunto
de inducciones, hacer que se considerara la violencia real que ejercía
como necesaria y natural, y que se incorporar como propio el discurso
dominante. Se proponía impedir que las personas pudieran pensar
críticamente acerca del sistema social en que se intentaba apresarlas,
pensar su relación y ubicación frente a dicho sistema y descubrir los
referentes identificatorios y, valorativos a los cuales se intentaba
subordinarlas.
Se proponía que se asumiera aquello que provenía de los enunciados
identificatorios del Poder como si dichos enunciados fueran propios
¿Cuáles eran las condiciones para que eete “accidente” se produjera? En
primer lugar, la amenaza directa a la integridad corporal y a la vida; en
segundo lugar, la ruptura o la desintegración de aquellos grupos a los que
se pertenecía o a los que se hubiera podido recurrir en otrascondiciones.
Esta amenaza de desaparición, tortura y mutilación corporal, entendida
como corporeidad concreta y social, de amputación del grupo familiar, de
desintegración de los grupos sociales de pertenencia, sustrae al psiquismo
de sus apoyaturas necesarias. Estas apoyaturas intervienen no sólo en la

85
constitución del sujeto sino también en el mantenimiento de sus
identificaciones y su coherencia interna a lo largo del tiempo.
Esta amenaza, además, reforzaba en grado máximo la sensación de
inermidad e indefensión social.
El fenómeno de la alienación opera también sobre la base de apoyarse ,en
algunos procesos psíquicos presentes en todo individuo y que facilitan
relativamente la intrusión y operatividad de la fuerza alienante. Nos
referimos concretamente, al deseo, en general inconsciente, de disminuir
la distancia entre el Yo y el Ideal del Yo. Apoyado en la expectativa
narcisista de fusionarse con los ideales grupales, el sujeto tiende a
adaptarse a los temas de ideales hegemónicos. Es por esto que la
posibilidad de alienación no es un fenómeno exclusivo de una situación de
terror, aunque en ésta se favorece un efecto de tranquilización con
respecto a la amenaza a la supervivencia.
La puesta en marcha de la negación y la renegación como mecanismos de
defensa primitivos refuerzan este proceso. Se intenta no pensar. Se
intenta no representar.
Hubo diferentes grados de alienación. Fueron pocos los casos en que se
produjo una identificación masiva con los enunciados dictatoriales. En
general predominaron identificaciones parciales y contradictorias. La
resistencia a las inducciones tenía reservada desde el Poder otro lugar
claro y definido: el de la locura.
Sistemas sociales de representación
Las combinaciones del conjunto de enunciados producidos por el Estado,
al actuar sobre la malla social tienden a producir nuevos sistemas sociales
de representación o a modificar los preexistentes. Resulta pertinente
señalar que el contenido de las producciones ideológicas de las clases
dominantes tiene siempre un carácter encubridor que tiende a ocultar la
opresión y la explotación. Sus teorizaciones se apoyan en las
percepciones inmediatas que los sujetos tienen de la estructura social en
que viven. Así, el sistema social se presenta fenoménicamente a través
de formas que ocultan las leyes internas de su funcionamiento.
Analicemos por ejemplo cómo la dictadura intentaba crear la idea de que
su poder era omnímodo: una de sus autodefmiciones era: “El Proceso
tiene objetivos pero no tiene plazos”. No hay temporalidad, el tiempo es
infinito. Al eliminar el factor tiempo este enunciado intenta crear una
determinada representación social, representación ilusoria de que el poder
de la dictadura era efectivamente omnímodo. En esta representación
ilusoria puede quedar capturada una parte de la sociedad, incluida aquella
que haya vivido la caída de su propio proyecto idealizado. Este enunciado
forma parte de una serie de enunciados producidos por la dictadura, como
parte de un conjunto ideológico en el cual trataba de dar un fundamento
sobre su origen y demostrar a la vez la existencia de un proyecto futuro al
cual proponía adherir. Productos y enunciados éstos que aparecieron ya
en el período previo al golpe para tratar de crear la representación social
de su necesariedad e inevitabilidad.
Este conjunto ideológico estaba acompañado y sostenido por
transformaciones en la estructura económica y en el aparato del Estado.

86
Así, se modificaron la estructura productiva, el sistema jurídico legal, las
áreas sanitaria y educacional, etcétera. Por ejemplo, al día siguiente del
golpe de Estado, el Estatuto del Proceso de Reorganización Nacional se
colocó por encima de la Constitución Nacional y se dictó un paquete de
normas legales represivas, aunque después se actuó desconociendo.
dichas normas, es decir en forma ilegal con respecto a su propia
pseudolegalidad.
Los sistemas sociales de representación resultan de la elaboración
colectiva de las diferentes prácticas sociales. Incluyen diversas
modalidades expresivas de la cultura, como las ideologías de clase en
pugna en cada sociedad, los conocimientos científicos, las manifestaciones
artísticas, los mitos, etcétera.
René Kaes y otros han estudiado el papel específico de estas
representaciones sociales como un proceso de organización de las
relaciones psicosociales, cumpliendo funciones psíquicas y sociales en
particular nos interesa señalar cómo se constituyen en hitos
identificatorios para los miembros de un grupo, de una categoría o de una
clase social.
Estos sistemas de representación social tienen articuladores específicos en
el psiquismo individual en relación con las llamadas formaciones grupales
del psiquismo, tales como el concepto del grupo interno de Enrique Pichon
Riviére, el concepto de familia como sistema de relaciones internalizadas
de Laing o los desarrollos de René Kaes en el estudio de las formaciones
endopsíquicas grupales.
Inducciones e impunidad
La impunidad necesita de estás inducciones psicológicas de la dictadura y
a su vez las refuerza. Al cesar la exigencia de silencio y producirse el
alivio inicial, se creó la sensación ilusoria de que el cambio de situación
social bastaría para que cesaran los efectos de los modelos inducidos. Sin
embargo, se ha hecho evidente que sus efectos son persistentes a largo
plazo.
Volviendo al fallido de Borges, pensamos que por boca de Borges hablan
las profundas alteraciones en los sistemas sociales de representación que
se produjeron por la intensa acción psicológica de masas de la dictadura y
que operan desde adentro de cada individuo como texto y no sólo como
contexto.De la misma manera el nombre mismo del juicio, como juicio
para condenar los excesos de la lucha contra la subversión, replantea el
problema de los niveles de continuidad o de ruptura con relación a los
modelos del Proceso.
La inducción al silencio generaba el intento de que no hubiera inscripción
social de los hechos que estaban ocurriendo; este mecanismo renegatorio
estaba puesto al servicio de la construcción de una realidad psicotizante.
Al romperse, la norma de silencio social se evidenció la profundidad de
cuanto se había callado. En muchos casos se produjo una suerte de
estallido de lo que había estado guardado; se necesitaba hablar, compartir
con otros lo que se había sentido privadamente y lo que había sido
negado y reprimido en el interior de cada persona y grupo familiar.

87
El mismo juicio a las Juntas forma parte de la posibilidad de este espacio
en el que se abre un lugar para la palabra. Esta necesidad de palabra
está presente en toda la sociedad; la palabra es entonces una condición
de posibilidad para el pasaje de la repetición al recuerdo; la palabra es
también el vehículo de repudio ético al genocidio. El problema es si basta
con la palabra.
El fallo del juicio que incluye penas de diversa gravedad y absoluciones, la
demostración en los hechos de que no son de esperar muchas nuevas
condenas a los partícipes en la represión y la recurrente argumentación
alrededor de un punto final, son acciones concretas que contradicen el
sentido dado a la palabra. A partir de esto se estimula la producción de
un tipo particular de representación social, la creencia colectiva de que se
ha llegado a una resolución final, creencia que obtura la posibilidad de
conocimiento de la realidad y ocupa el lugar de lo que está siendo negado.
¿En qué se apoya la posibilidad de una creencia colectiva en una
resolución final sin que todos los culpables sean castigados?
En primer lugar, en la producción y circulación de mensajes encubridores,
que intentan crearla representación social de que se han logrado objetivos
anhelados cuando no se han cumplido las condiciones imprescindibles
para ellos. El mensqie encubridor consigue efectividad a partir de la
potencia que le otorga su implementación desde el poder, su apariencia
como parte del “sentido común”.
En segundo, lugar en la sensación de alivio personal inmediato que esta
creencia tiende producir, porque refuerza las negaciones y porque no
exige del sujeto modificaciones importantes en su ubicación personal.
Como sostiene Bettelheim, la negación “es la más antigua, primitiva,
inadecuada e ineficaz de todas las defensas psicológicas utilizadas por el
hombre. Cuando el núcleo que se niega es potenciabnente destructivo, la
negación es la más, perniciosa de las defensas psicológicas, ya que no
permite tomar las medidas apropiadas para protegerse de los peligros
verdaderos; la negación por lo tanto deja al individuo en una posición
sumamente vulnerable ante los peligros de los que ha tratado de
defenderse. Es por ello que desde la subjetividad el camino está más
expedito para el mensaje encubridor. El Nunca más es un ejemplo de este
tipo de mensaje. La idea de lograr que esto nunca más vuelva a ocurrir
estuvo siempre presente en la actividad de las Madres, y está presente
como deseo y esperanza en todo el pueblo argentino. Quizá por eso este
nunca más vaciado de contenido pasa a ser afirmado como si ya se lo
hubiere logrado.
La internalización de la propuesta de olvido negando la vigencia actual de
lo ocurrido y sus implicancias en relación al futuro, constituye una nueva
forma de alienación. De la misma manera la inducción de la creencia de
que el castigo es imposible, coloca también a los responsables en un lugar
de omnipotencia, que tiende a producir efectos de impotentización
colectiva.
Emergencia de lo siniestro
La impunidad permite otra situación: la propuesta siniestra de convivencia
pseudonormal entre víctimas y victimarios.Esto se pone particularmente

88
en evidencia en el caso de los niños secuestrados, cuya restitución se ha
convertido en un lento y penoso proceso plagado de alternativas. Por
ejemplo, un juez autorizó que Paula Logares, restituida a su abuela
después de años de penosos trámites, fuera visitada por las personas que
la tuvieron durante varios años; este tuvieron, esconde la apropiación,
consciente de una persona, el ocultamiento intencional de su identidad,
sobre la base del secuestro y el asesinato.
La criatura misma formó parte del botín de guerra.
Este ejemplo pone en evidencia la emergencia de lo siniestro, es decir, de
aquella suerte de espanto que afecta a las cosas conocidas y familiares
desde tiempo atrás. ¿Qué sustenta esta emergencia de lo siniestro? Es la
posibilidad de convivencia, el intento de suponer un vínculo de amor, una
génesis familiar del amor, sobre la base de la escotomización del
asesinato; en este caso no del asesinato simbólico sino del asesinato real.
Legitimación de la perversión.
De la misma manera cuando un comisario escapó con, otra niña, María
Eugenia Gatica, reclamada por sus padres, repitiendo, un nuevo secuestro
de la ya secuestmda niña; en algunos medios periodísticos se intentó
explicar la actitud del comisario sobre la base del gran amor de este señor
por la niña, de la que se apoderó para compensar su Frustración personal
por la muerte de su propio hijo. Es decir, reaparecen las inducciones
psicológicas de la dictadura.
“Lo que hicimos lo hicimos por amor”, dijo Videla; “Lo estamos
protegiendo”, decía una propaganda que mostraba a un soldado
efectuando un control de automóviles.
¿Se trata de un caso aislado o es expresión de una propuesta? , ¿se trata
simplemente de la autorización de un régimende visitas, como si se
tratara de una mera disputa entre adultos a través de los niños, o es una
convalidación de esta posibilidad de convivencia?
La dolorosa experiencia por la que pasan cotidianamente los familiares de
desaparecidos que viven en ciudades del interior del país, donde no existe
el anonimato de las grandes ciudades, y que pueden encontrarse en
cualquiera de sus actividades con los electores concretos del secuestro
que precedió a la desaparición de sus hijos, es otra desgarrante expresión
de esta propuesta.
Esta irrupción de lo siniestro remite también a la exhumación de
cadáveres enterrados en forma ilegal y con el rótulo de anónimos, que
supuestamente corresponderían a víctimas de la represión, y que eran
entregados a los familiares con certificados de defunción que los declaraba
“muertos en enfrentamiento”. La propuesta de entregar restos a los
familiares, desarticulada de un proceso de resolución global del problema,
produce también las vivencias de lo siniestro
Con respecto a la situación de los niños secuestrados, el hecho de que
hayan sido entregados a sus captores y no restituido de inicio a sus
familias tiene que ver con el intento, desde el Poder, de excluir a esas
familias del cuerpo social. Este intento de exclusión está fundado en
considerarlas incapaces de educar a los niños en forma tal que en el
futuro éstos pudieran ser portavoces de los valores dominantes, por el

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solo hecho de haber formado a los padres de estos niños, que sostenían
valores diferentes a los del Poder.
Continuidad de la tortura psicológica
Desde el punto de vista de los implicados más directamente en la
situación represiva, por ejemplo, los familiares de desaparecidos, es
necesario señalar la continuidad, hasta el momento actual, de la situación
de incertidumbre sobre el destino de cada desaparecido. Esta situación de
incertidumbre caracteriza el particular estatus de la desaparición en el
psiquismo. Efectivamente, el estatus de desaparecido, es decir la
situación de presencia-ausencia crea una zona de ambigüedad
psicotizante.
La persistencia de la incertidumbre a lo largo del tiempo va produciendo
efectos acumulativos.
¿Por qué decimos que la situación de ambigüedad es psicotizante?
Cuando se produce una pérdida de cualquier tipo, el psiquismo realiza un
trábajo penoso de elaboración. Lo hace a partir del reconocimiento del
principio de realidad, que acaba por imponerse al sujeto.
En el caso de la desaparición, la ambigüedad es la primera condición para
que el principio de realidad no indique al psiquismo una dirección precisa
en la cual realizar el trabajo elaborativo.
La segunda condición está dada por el silencio, silencio social acerca de la
existencia misma de los desaparecidos, que se trató de mantener durante
muchos años y conformó una situación por la cual desde el consenso
social se trataba de desmentir o renegar de aquello que había ocurrido.
Esta renegación impedía que fuera el consenso social el que confirmara o
no la pérdida. La renegación, tiende hasta tal punto a impedir dicho
consenso, que personas que conocían y padecían desde hacía mucho
tiempo lo que estaba ocurriendo, al observar pancartas con fotos en las
manifestaciones, o carteles qué reclamaban por los desaparecidos, decían
o se decían: “Es cierto, existen los desaparecidos”. Se producía así una
confirmación desde afuera, desde el consenso social.
De la misma manera, en familiares que habían pasado años recogiendo
indicios y efectuando denuncias sobre lo ocurrido en los centros
clandestinos de detención, cuando los medios de información comenzaron
a dar alguna muestra de esto, la confirmación desde el afuera de los
inhumanos padecimientos sufridos por los detenidos reactivó sus
sentimientos dolorosos.
El hecho, de que no se encuentre a los culpables directos de cada uno de
los particulares hechos represivos, opera también al modo de una
renegación, ya que sería como afirmar si no hay culpable, tampoco hay
víctima.
En muchos familiares de desaparecidos, en el momento de transición al
período constitucional, se produjo un incremento notable de angustia; en
muchos casos se repetían vivencias de la misma intensidad y carácter de
1os momentos inmediatamente posteriores al hecho represivo:
desesperación, sensación de que algo terrible estaba ocurriendo, rabia e
inpotencia insomnio necesidad de que alguien estuviera en la casa por si
había alguna noticia; este incremento, de la angustia y repetición de

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vivencias aparecían, con mayor nitidez en las personas cuyas
expectativas, con algún tipo de resolución inmediata del problema eran
mayores. Aquí fue notable volver a verificar el particular estatus
psicológico que implica en el familiar la situación de desaparición ya que,
notoriamente, en personas que en el plano de la concientia habían dado
por muerto a su desaparecido irrumpía la expectativa de aparición, de
reencuentro con vida, en muchos casos asociada a un intenso temor sobre
los cambios que prolongados períodos de tortura, sufrimiento , y
condiciones inhumanas podrían haber producido; es decir, si alguien
volviera, qué quedaría de aquel que, fue.
En este período también se observó un incremento de las vivencias de
culpa, a veces desbordante, en aquellos familiares cuya actividad social en
la busqueda del desaparecido había sido menor.
Como decíamos al principio, la continuidad de la incertidumbre es una de
las características del período actual; esto constituye una verdadera
tortura psicológica para los familiares. Efectivamente el hecho de que en
la actual etapa, se continue reteniendo intencionalmente esta información
implica la continuidad de un daño de una situación traumática. Una de las
condiciones imprescindibles para la elaboración de la situación traumática
es contar, con una información completa y pormenorizada de lo ocurrido
con cada desaparecido.
Aunque luego desarrollaremos con mayor amplitud ésta cuestión vale la
pena señalar ya que es precisamente, la respuesta social a esta situación
la que reinstala el principio de realidad como base para la elaboración
personal de la pérdida.
Sobre la violencia social
Si bien el sentimiento de inseguridad inmediata con relación al período
dictatorial ha cesado, la situación de impunidad inscripta a su vez en un
proceso de profundización de la crisis global mantiene la situación de
desprotección social generadora de ansiedades, temor y escepticismo con
relación al futuro, que incide sobre los proyectos personales y la acción
inmediata. Al mismo tiempo, la aparición de modalidades delictivas
caracterizadas por un alto grado de violencia, y agresividad irracional, es
decir aquellas en que la violencia se convierte en un fin en sí, el empleo
de la tortura, la violación, las patotas que agreden por motivos nimios
amparándose en la superioridad numérica y la indefensión de la víctima,
¿son solamente producto de la crisis económica y la desocupación?
Creemos que la emergencia de estas modalidades, inéditas en la vida
argentina en este grado y extensión, está directamente vinculada a los
modelos represivos del período, dictatorial y particularmente a la situación
de impunidad y arbitrariedad absoluta con que la represión, se ejerció. La
relación con los modelos queda sugerida en el empleo de la palabra patota
que designa populannente a los grupos operativos de la represión y a los
grupos adolescentes de características psicopáticas.
“No sos nadie”; “Nadie sabe nada de vos, así que podemos hacer con vos
lo que querremos “Tenemos todo el tiempo”; estas frases recogidas de
testimonios de personas secuestradas y torturadas, sin analizar otros
aspectos de su intencionalidad, como el intento de afectar la identidad

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personal, presentes en todos los interrogatorios, recalcan precisamente la
seguridad en la impunidad, al actuar como, si no hubiera ninguna norma
social ante la cual rendir cuentas.
Los efectos psicosociales profundos de esta situación de estos modelos
ofrecidos por el terror dictatorial, se refuerzan también por la impunidad
actual. Los conocidos secuestros extorsivos realizados por grupos
pertenecientes al aparato del Estado ponen en evidencia que la
persistencia de la impunidad produce efectos en el plano de la realidad
concreta y a su vez refuerza la representación social de factibilidad de los
modelos dictatoriales.
Desde ya que no pretendemos señalar acá todos los complejos
mecanismos presentes en este fenómeno identificación con el agresor,
ilusión de actividad en contraste con la pasividad y el sometimiento,
etcétera; nuestro interés es destacar como la impunidad se ofrece
facilmente, sobre todoen adolescentes, como modelo idealizado, ya que
opera sobre las fantazías más arcaicas de omnipotencia.
Estos rasgos de omnipotencia también están vinculados a la necesidad, de
buscar una salida a la impotentización que producen ciertos estasdos de
crisis económica y social. Es importante destacar dentro de este
mecanisino general el grado de violencia transmitido desde los modelos de
la dictadura.
Práctica social y proceso elaborativo.
Deciamos en trabajos anteriores que la desaparición colocó a las familias
en una situación traumática, una situación límite, no sólo por la
separación súbita de, un ser querido, sino sobre todo por la incertidumbre
sobre el destino del desaparecido y la impunidad de quienes ordenaban y
ejecutaban el procedimiento. La resolución de las crisis, familiares
producidas como consecuencia de las desapariciones y la elaboración
personal, de las pérdidas no se produjeron en una situación neutral. Como
ya hemos señalado, el terror represivo, combinado con las inducciones
dictatoriales propiciadoras de la renegación y la culpabilidad social, tendía
a producir un efecto psicotizante en los familiares de las víctimas
directas. Estos produjeron variadas respuestas en el eje acatamiento
sometimiento o discriminación-resistencia. Si bien a lo largo del tiempo
hubo quienes se colocaron coherenteinente con una actitud u otrá, en la
mayoría del los casos las respuestas fueron altamente contradictorias.
Nos interesa en este momento anauzar la particular modalidad de
respuesta a la situación traumática producida por, las Madres de Plaza de
Mayo; respuesta que devino en consecuencias en el ámbito social y en
transformaciones profundas en sí mismas. Las Madres han desarrollado
una respuesta colectiva, grupal, en el plano de la práctica social, práctica
de discriminación y resistencia con relación a los enunciados y modelos
inducidos y de denuncia de aquello quese intentaba renegar. La actitud
transformadora de la realidad por parte de las Madres tuvo un efecto,
instituyente sobre el conjunto de la sociedad. Fue creando el
reconocmuento de los modelos inducidos y del consenso social propuesto
y permitió no sólo rechazarlo, sino también formular otros enunciados
facilitar la emergencia de otras, representaciones sociales.

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Así, fue la práctica social la que permitió sustraerse al discurso alienante
de la dictadura. Esta respuesta coincide con lo sostenido por Freud
cuando afirma: “Llamamos normal o sana una conducta que no niega la
realidad pero se esfuerza en transformarla. Esta conducta normal y
adecuada conduce naturalmente a una labor manifiesta sobre el mundo
exterior”.
En este proceso de transformación activa de la realidad, las Madres se
transformaron a sí mismas; George Mead afirma: “Los cambios que
introducimos en el orden social en el que nos encontramos involucrados
necesariamente, también implican que introduzcamos cambios en
nosotros mismos”. Los conflictos sociales entre, los miembros individuales
de una determinada sociedad humana organizada, que para su
eliminación requieren reconstrucciones y modificaciones conscientes o
inteligentes de esa sociedad por dichos individuos, requieren también
igualmente tales reconstrucciones o modificaciones por dichos individuos
de sus propias personas o personalidades; así las relaciones entre la
reconstrucción social y la reconstrucción de la persona o personalidad son
recíprocas e internas u orgánicas.
La ocupación de la plaza pública, las acciones colectivas, la presencia de
fotos y siluetas en la calle, rompieron el silencio y su efecto renegatorio e
hicieron presentes a los ausentes, posibilitando así la inscripción política y
social de los desaparecidos.
Para las Madres es entonces esta respuesta social la que reinstala el
principio de realidad como base para la elaboración de la situación
traumática. Es decir, el consenso social, contrahegemónico sostiene la
representación. Esto determina que dicha elaboración no sea privada, sino
que sea grupal y social.
Al mismo tiempo fue el ámbito grupal que se constituyó entre las Madres
a partir de su práctica común otra condición imprescindible para el trabajo
elaborativo de esta situación límite.
Habíamos señalado anteriormente la amenaza por el terror al cuerpo, a la,
familia y a los grupos de pertenencia, apoyaturas normales del psiquismo.
Ante la ambigüedad, la indefensión, la incertidumbre el grupo se prestó
como un espacio que proporcionó el apoyo y modelo necesario para la
reconstrucción o sostén del aparato psíquico.
Vale la, pena señalar que los adolescentes y los jóvenes eligieron también
un ámbito grupal, el de los recitales, para poder expresar, aunque fuera
mínimamente su disenso.
Al asumir una posición activa de búsqueda del hijo desaparecido y al
organizarse grupalmente en función de dicho objetivo, las Madres fueron
transformándose a sí mismas y pudieron también preservar su autoestima
producto de una adecuada relación entre el Yo y el Ideal del Yo. En este
sentido recordemos que Bettelheim sostenia que el respeto hacia sí mismo
resultó lo más valioso, como defensa, al analizar su propia situación de
prisionero en un campo de concentración. El pasaje del ámbito casi
exclusivamente íntimo y doméstico hacia el campo político, jurídico y
social, posibilitó la realización de procesos de aprendizaje que ampliaron

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sus capacidades yoicas. Capacidades tales como la de discriminación, de
síntesis y anticipación, todas ellas vinculadas al universo simbólico.
La comprensión intelectual de lo que estaba ocurriendo, producto de esta
práctica social, actuó como defensa en sentido amplio, como acción
protectora adecuada del Yo y no como mero mecanismo de defensa. “La
defensa intelectual mediante la comprensión era la seguridad más eficaz
de que no se estaba indefenso del todo y hasta se podía salvaguardar la
personalidad ante una amenaza crítica”
El reconocimiento de los modelos propuestos tuvo en algunos casos una
especial función de protección personal. Sólo a través de la denuncia se
podía, por ejemplo, salir de la propuesta psicotizante de que fuera el
propio familiar el que diera por muerto a su desaparecido. Esta
comprensión permitió dirigir la agresión, elaborada, hacia el objeto
adecuado, evitando que ésta se volcara sobre el sujeto, o se desplazara
hacia el interior de la familia o grupo de pertenencia.
“Pasé de preocuparme solamente por mi hijo a preocuparme por los hijos
de todas”; “Quiero -que lo que hago sirva también para que esto nunca
más vuelva a ocurrir”; “Para nosotras no es mi hijo, sino nuestros hijos”.
Estas expresiones, frecuentes en las Madres, que incluyen el interés por el
hijo en una perspectiva de preocupación por todos los hijos y por la
justicia en tanto ideal, evidencia el desarrollo en el psiquismo de procesos
de carácter simbólico, y plantea también la posibilidad de suponer una
modificación o cambio de objeto.
El accionar grupal permitió también a las Madres recuperar para sí su
fuerza concreta, operando en el piano social, en contraste con los
sentimientos de inermidad, de que serían sólo otros y nada más que otros
los que decidirían los acontecimientos históricos. Este sentimiento de
inermidad era llevado a límites extremos por el Estado dictatorial.

Sobre el ámbito psicoterapéutico


Silenciada durante mucho tiempo en nuestro campo profesional toda
posibilidad de discutir la incidencia de la situación represiva, en el último
tiempo han comenzado a debatirse no solament sus implicancias sobre la
población, sino también sobre el ámbito terapéutico mismo.
Las inducciones producidas por el discurso dictatorial y condicionadas por
la situación de terror, “hicieron” que nuestro campo se viera afectado y
empobrecido en su desarrollo conceptual y en su capacidad operativo.
La inducción al silenciamiento social, la sanción sobre el pensar y el
reconocer como ciertos los hechos de la realidad, la peligrosidad de
reunirse, la delimitación de la legitimidad o ilegitimidad del debate de
ciertos temas, la inducción de definiciones de salud mental en las que se
ubicaba como patológico todo aquello que tuviera que ver con la
disidencia política, etcétera, incidieron desde distintos ángulos.
Las instituciones asistenciales oficiales fueron en muchos casos cerradas;
en otros, fueron desmantelados los equipos profesionales. En algunos
servicios, que siguieron funcionando, se prohibieron actividades tales de
contenido como grupos terapéuticos, supervisiones dinámico, etcétera,
que eran consideradas “sospechosas”

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Pero además, para los intentos de lograr consenso social, se trató de
utilizar a la intelectualidad a los diferentes sectores de la cultura y de la
ciencia, para reforzar los mecanismos de control social.
Por las condiciones concretas en que se desarrolló la práctica
psicoterapéutica, y no por voluntad subjetiva en la mayoría de los casos,
nuestro campo no escapó a este intento de instrumentación.
Al producirse el desmantelamiento de las instituciones asistenciales, de los
equipos docentes de la Universidad, y de los ámbitos de discusión
colectivos, se produjo una atomización de los profesionales en decenas de
pequeñas instituciones de formación.Estas mostraban la necesidad por un
lado, de preservar pequeños espacios de reflexión, simultáneamente,
contribuían a una fragmentación y, aislamiento de los diferentes grupos
profesionales y escuelas teóricas.
En esta situación, muchos creyeron que era posible preservarse en el
ámbito privado. Sin embargo, es imprescindible un análisis minucioso de
las múltiples aplicaciones de los terapeutas. Aunque sea redundante
decirlo, los terapeutas formamos parte de la socieda en, la cual estos
hechos estaban ocurriendo, estábamos afectados por los mismos modelos
inducidos por la dictadura. La norma de silencio, en el caso concreto de
aquellas personas que realizamos una actividad científica impedía la
discusión y el intercambio en los ámbitos adecuados, alrededor de todos
estos problemas nuevos que iban apareciendo, en particular alrededor del
impacto psíquico de la situación de desaparecido; por otro lado estábamos
inscriptos en los mismos fenómenos, en cuanto a la posibilidad de una
alternancia entre los polos de discriminación y resistencia con relación a
las modalidades de la campaña de acción psicológica..
Algunos terapeutas llegan a cuestionar la posibilidad misma de un vínculo
analítico en las condiciones de catástrofe social.
Cuando en los primeros años del Proceso, habiendo aún centenares de
desaparecidos con vida un terapeuta infantil aconsejaba informar a los
pequeños que su padre -desaparecido - estaba muerto, ¿lo hacía
solamente movido por una necesidad omnipotente, de poner orden y
romper la ambigüedad de la situación de presencia-ausencia y su efecto
desestructurante, o lo hacía además porque estaba él mismo influido por
la identificación con el modelo de dar por muerto?.
Cuando hoy un terapeuta aconseja no dar información a un chico sobre su
situación de adoptado, transgrediendo todos los criterios consensualmente
aceptados, por el peligro de que sospeche, que es hijo de un
desaparecido, ¿no está acaso sometido a las mismas inducciones?
Así como para los familiares de desaparecidos, también para el trabajo
psicoterapéutico estaba distorsionado, el principio de realidad. Resultaba
sumamente difícil poder diferenciar, a veces, aquello que indicara el
reconocimiento del peligro real y por lo tanto el desarrollo de una
conducta adecuada con relación a él, de temores delirantes de carácter
paranoide.
En aquellas modalidades de reacción por parte de los terapeutas en las
cuales estaba implicado el reconocimiento de la angustia señal es decir el
reconocimiento de los peligros de la realidad a través de la angustia señal,

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si bien éstos afectaban la práctica psicoterapéutica, no, implicaban
procesos importantes de distorsión o negación. Pensamos que los
problemas mayores se han dado en los casos en que se operó sin
demasiada conciencia de ello, sometiéndose de alguna manera a los
modelos inducidos por la dictadura. Una de las formas más importantes
fue la omisión por parte de parientes y terapeutas de todo tema que
tuviera que ver con la situación que se estaba viviendo. Algunos colegas
han definido esto como la existencia de un verdadero pacto perverso entre
terapeutas y pacientes. Nosotros preferimos conceptualizarlo como
identificación, tanto de parte del terapeuta como de los pacientes, con la
norma de silencio. Pero por la diferencia de roles en la situación
terapéutica, no es lo mismo que un paciente omita un contenido o ciertas
representaciones a que lo haga el terapeuta, cuya función es develar
aquello que es omitido.
La norma de silencio se articulaba fácilmente con ciertas concepciones
que otorgan “extraterritorialidad” al psicoanálisis.
La exclusión en el tratamiento de todo tema vinculado a la represión
política producía una distorsión del proceso terapéutico, ya que si hay una
zona de la que no se puede hablar, ella tiende a convertirse en baluarte
de, todos los conflictos del paciente. Se sostenía así una ilusión mágica
de preservación, magia tal que hacía suponer que aquello de lo que no se
hablaba no existía; paradoja en relación al psicoanálisis, ya que éste se
propone investigar justamente aquello que es ocultado consciente o
inconscientemente.
Hubo diferentes modalidades de acatamiento de los modelos
operacionales y de los enunciados identificatorios producidos por la
dictadura. Por ejemplo, el buscar refugio, en un teoricismo hermético,
que descalficaba toda aproximación a la realidad, incluida de hecho la
clínica. Hubo también una implementación autoritaria de ciertas teorías
que descalificaban cualquier forma de investigación de las respuestas
sociales a la situación y, sus implicancias psíquicas. También, repitiendo
el modelo autoritario y represor de la dictadura, descalificaban a las otras
tendencias dentro del ámbito psicoanalítico.
La aceptación o rechazo por parte de los terapeutas de pacientes que
tuvieran algún tipo de actividad política, o que tuvieran familiares
desaparecidos, estuvo condicionada desde la ideología del terapeuta. En
los primeros años de la dictadura fue corriente la interrupción de
tratamientos por este motivo. El grado de alienación se evidenciaba en la
forma en que esto se consideraba necesario y natural, incuestionable, y
no generaba iriquietud y displacer en el que lo hacía. En algunos casos se
consideraba que el paciente era peligroso para el terapeuta, pero en, otros
se interpretaba que cierto tipo de decisiones, decisiones conscientes y
correspondientes a elecciones de un sujeto, tales como la decisión de
tener algún tipo de actividad política, eran simplemente actings sucidas y
se sugería el abandono de dicha actividad.
El campo de la psicoterapia y psicoanálisis de grupo se vio particulannente
afectado. En el ámbito institucional quedó marcado como sospechoso y
fue autocensurado. En el ámbito privado algunos terapeutas decidieron

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cancelar lisa y llanamente sus grupos, por temor a las sospechas que
podría despertar la simple reunión de un grupo de personas. Otros
terapeutas mantuvieron sus actividades de grupos terapéuticos pero
modificando el encuadre a través de indicaciones que se daban a los
pacientes o a través del encuadre físico, por ejemplo ventanas cerradas,
etcétera. Era una forma de intentar protegerse, y proteger al mismo
grupo de la situación represiva real, pero evidentemente la existencia de
este temor tenía, que influir de alguna manera en el grupo,
particularmente cuando, el hablar quedaba omitido.
Otro problema fue, a veces, como hacer que el grupo pudiera tolerar, la
inundación de angustia que producía la situación real persecutoria vivida
por algún compañero. Dentro de las situaciones de temor es importante
por ejemplo la sensación paranoide de poder ser espiados o escuchados
por otros ajenos al grupo, situación implícita en algunas de las medidas de
protección que se tomaban a través de modificaciones en el encuadre.
Acá también operó la identificación con la norma de silencio. Muchos
pacientes, por ejemplo, sólo en el período constitucional pudieron hablar
de sus sentimientos de temor en el momento de entrar en el consultorio,
experimentados en el período de la dictadura porque fantaseaban por
ejemplo con la posibilidad de algún procedimiento represivo en el
consultorio durante la reunión del grupo.
Desde ya que este tipo de fantasías pueden estar vinculadas, en la
historia de cada paciente, a sus temores a ser abandonado, al castigo
suberyoico, al contacto con sus impulsos, pero queremos destacar, por
una parte, que existía desde la realidad, al menos cierto consenso de que
una reunión grupal podría no ser bien vista y, por otra parte, cómo influía
la norma de silencio para que se callara tanto tiempo una fantasía de este
tipo, produciendo a su vez un reforzamiento de aspectos resistenciales.
Pensamos que en el campo de lo grupal se dio también otro fenómeno,
basado en la descalificación del grupo terapéutico como instrumento de
abordaje adecuado. Desde ya que esta descalificación se apoya en la
antigua posición excéntrica de la terapia de grupo con respecto a la teoría
psico analítica (diríamos excéntrica o transgresora), pero pensamos que
la descaliricación fue en este caso una, de las formas de buscar una
apoyatura ideológica adecuada, para una autojustificación personal ante
las situaciones de prohibición de lo grupal que venían del campo, de la
dictadura.
No se trata de problemas del pasado, se trata también acá de una
situación presente, en la que la continuidad del acatamiento a las
inducciones de la dictadura se sigue expresando en los intentos de
margínación de estos temas, y particularmente de su vigencia actual.
Todas estas cuestiones, que apenas hemos enunciado acá, interrogan
muchos aspectos de la teoría y de la clínica, aspectos de algún modo
siempre presentes, pero que la situación de terror destaca como con una
lente de aumento. Afrontar este cuestionamiento es una difícil y dolorosa
tarea, pero imprescindible para no producir nuevos ocultamientos.
Mayo de 1986

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