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2017-7-7 Los peculiares, pero no exóticos, objetos de la experiencia visual

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JULIO FLORES: EL POETA CORONADO CARNAVALES, 1921-2010:


JULIO ENRIQUE BOHÓRQUEZ CASTIBLANCO UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA
CATALINA BOHÓRQUEZ MENDOZA

ESPACIO Y TIEMPO ESPECIALES NUEVO REVISTA NO 16: EL VACÍO Y LA NADA

LOS PECULIARES, PERO NO EXÓTICOS, OBJETOS


DE LA EXPERIENCIA VISUAL

CARLOS MUÑOZ-SUÁREZ 10 MESES AGO

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“Visions owing slowly shedding light

Memories swimming in the sea of time

Pieces to the puzzle falling into place

That with which we struggle through we’ve learned to embrace.”

–Dream Theater, Surrender to Reason (2013)-

 En The Marriage of Heaven and Hell William Blake a rmó que el hombre ve todo
a su alrededor como viendo a través de las grietas de una caverna. Inspirado
por la a rmación de Blake, siglos después Aldous Huxley tituló al libro en el
que describió su experiencia con la mescalina The Doors of Perception. La
curiosidad y valentía cientí ca de Huxley son memorables; pero innecesarias.
Para ampliar el conocimiento de lo que vemos o, en términos de Blake, para
expandir las grietas de la caverna desde la que vemos, basta con analizar
algunas situaciones familiares y desa ar el sentido común.

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Desde un punto de vista de sentido común, abrir los ojos al despertar parece
su ciente para restablecer la conexión con el espacio externo y para poder
identi car de nuevo objetos físicos, como las letras de ésta página.
Usualmente pensamos en los objetos y sucesos externos como cosas bien
diferenciadas unas de otras mediante límites espaciales (su color, su forma y
su volumen, por ejemplo) y temporales (su inicio y su duración, en el caso de
sucesos como el inicio de la Segunda Guerra Mundial). No obstante, hay
algunas situaciones familiares que desafían la idea de que únicamente vemos
cosas que ocupan regiones del espacio físico externo.

Para alucinar basta con que el equilibrio electroquímico del cerebro esté
alterado de cierta manera especí ca (véase Huxley 1954; Sacks, 2012).
Algunas personas que padecen el Síndrome de Chales Bonnet alucinan con
pequeños seres cticios que aparecen repentinamente (Sacks, 2009). De
acuerdo con el conocimiento empírico del universo en que habitamos, tales
seres no existen y, por tanto, sus cuerpos no ocupan regiones del espacio
físico. Sin embargo, quien alucina los ve y, desde su punto de vista, habitan en
el entorno físico. Algunas veces, quien alucina cree que puede establecer
relaciones causales con lo que alucina y trata de actuar en consecuencia, por
ejemplo, intentando tocarlos o ignorarlos.

Por un lado, de acuerdo con algunas teorías de la percepción, quien alucina no


percibe visualmente objeto alguno ya que la percepción visual necesariamente
involucra la presencia de objetos que ocupen regiones del espacio físico
externo (véase Soteriou, 2014). Este punto de vista se acompaña con la idea de
que todos los objetos existen y que, en consecuencia, quien alucina
simplemente no ve objeto alguno, ya que lo que dice que ve no existe y
tampoco ocupa regiones del espacio físico. Para los defensores de estas
teorías ha resultado un reto explicar la idea de que quien alucina,
simplemente, no ve (véase Fish, 2006; Martin, 2006).

Por otro lado, de acuerdo con otras teorías de la percepción, quien alucina
percibe visualmente un objeto inexistente que, si bien no ocupa un lugar en el
espacio físico, no carece de localización en un espacio mental o en el campo
visual (véase Reicher, 2014). El veredicto que deriva de este punto de vista es
que quien alucina ve objetos inexistentes en el espacio físico externo. Dejando
de lado los detalles teóricos, explicar las alucinaciones conlleva el desafío de
explicar por qué parece que, en ciertas circunstancias, se ve algo que no ocupa
una región del espacio físico externo.

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De acuerdo con el sentido común, la percepción visual depende de la


conexión  entre nuestra conciencia visual y los objetos que ocupan alguna
región del espacio físico externo. Esta convicción del sentido común, en otras
palabras, a rma que percibimos visualmente un objeto únicamente si
tenemos experiencias visuales de ese objeto o, en otras palabras, que no
percibimos visualmente un objeto si no somos conscientes de él mediante la
visión. Esta convicción tiene al menos dos interpretaciones.

De acuerdo con la primera, ver un objeto depende de que se establezca cierta


conexión entre nuestra consciencia y las regiones del espacio que ocupa tal
objeto. De acuerdo con la segunda interpretación, ver un objeto depende de
que establezcamos esa conexión con alguna región del espacio, no
necesariamente con las que ocupa el objeto. La segunda interpretación desafía
al sentido común: ¿cómo puede ser que veamos un objeto (sin estar
alucinando, por ejemplo) sin estar visualmente conscientes de las regiones del
espacio que ocupa ese objeto? Hay situaciones familiares que permiten ilustrar
dicha posibilidad.

Observe la siguiente imagen:

Si se le pregunta “¿qué ve?”, una respuesta común es: “un pedazo de queso”.
Esta respuesta no hace referencia a los otros objetos que, en efecto, se ven al
observar la imagen. Por ejemplo, veintiún agujeros.

Los agujeros son objetos bien peculiares:

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“A diferencia de los números o de los valores morales, [los agujeros] están


espacio-temporalmente localizados, como las mesas o los líquidos o las
explosiones. Por consiguiente, parece que cali can como particulares
materiales […] Los agujeros no son sólo regiones del espacio. A diferencia
de las regiones del espacio, los agujeros se pueden mover, como sucede
cada vez que se mueve un pedazo de queso Emmenthal. La identidad de
un agujero no depende de la identidad de lo que hay dentro de él […] ya
que se puede retirar del agujero cualquier cosa que lo esté llenando
parcial o completamente y, sin embargo, quedará intacto. El agujero
tampoco parece depender de la identidad […] del objeto en donde se
localiza […] ya que uno puede imaginar que se cambie dicho objeto o bien
el objeto en sí mismo sin afectar el agujero” (Casati & Varzi, 1994, pp. 1-2).

De acuerdo con esta descripción los agujeros son independientes del objeto
agujereado. Imagine que durante los siguientes tres minutos el siguiente
proceso ocurrirá: cada una de las moléculas que componen el queso serán
reemplazadas, progresivamente, por moléculas de un material altamente
radioactivo, de modo que el interior de cada agujero será llenado con energía
radioactiva. De acuerdo con la descripción de Casati y Varzi, los agujeros
conservaran su identidad con independencia, por un lado, de la constitución
física del objeto del que hacen parte y, por otro lado, de la constitución física
de su interior. El resultado podría verse así:

Si esta caracterización es correcta, que veamos un agujero no depende del 


hecho de que veamos una super cie que ocupa una región del espacio físico.

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Paradójicamente, que veamos un agujero parece más bien depender de lo


contrario, es decir, de que veamos una ausencia (véase Farennikova, 2012).
Esta caracterización no satisface a algunos ya que, en lugar de a rmar que
vemos ausencias, deberíamos a rmar que hay una ausencia de visión, es decir,
de que no hay una conexión entre la consciencia visual y algún objeto (véase
Martin & Dokic, 2013). En ese caso, diríamos que inferimos la presencia de un
agujero a partir de lo que no vemos, y no de lo que vemos la ausencia de
materia visible que constituye el agujero.  

Hay más situaciones familiares para desa ar la idea de que únicamente vemos
objetos que ocupan regiones del espacio físico externo. Observe la siguiente
imagen:

En condiciones normales vemos cuatro cosas: la silueta de un hombre, su


sombra, la entrada/salida de una habitación y los muros oscuros de su
interior. Probablemente estaremos de acuerdo en que vemos estos objetos
completamente negros. Ahora bien, imagine que la silueta se expande
progresivamente hasta que se “funde” con la imagen de los muros oscuros de

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la habitación. El resultado de este ejercicio de imaginación puede ser una


escena similar a esto:

Si esta imagen captura lo que usted vería tras imaginar la expansión de la


silueta, entonces, desde un punto de vista de sentido común, podríamos decir
que en esa situación imaginaría usted ve un rectángulo negro. Sin embargo,
yendo de nuevo en contra del sentido común, podría también decirse que
usted ve la silueta expandida de un hombre y parte de los muros oscuros
de una habitación, a pesar de que no vea las diferentes regiones del espacio
físico que estos objetos ocupan. ¿Por qué? Porque en principio esos objetos no
siguen allí.

Esta última descripción de lo que usted vería parece “hacer más justicia” al
origen de la imagen; sin capturar directamente lo que usted reportaría estar
viendo en esa situación, es decir, una escena completamente negra. Cabe
insistir en preguntar si al observar la imagen resultante usted ve la silueta
expandida de un hombre y partes de los muros oscuros de la habitación o si
únicamente ve una escena negra.

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Imagine la siguiente situación alternativa. Esta vez no imagine que la silueta se


expande progresivamente hasta que se “funde” con la imagen de los muros
oscuros de la habitación, sino que usted realmente se encuentra dentro de
la habitación. Imagine que ve como se expande la sombra del hombre al
punto que obstaculiza completamente la luz que viene de fuera. En esta nueva
situación: ¿vería partes de la sombra expandida y además partes de los muros
oscuros internos de la habitación, no vería nada o vería simplemente la
oscuridad?

Desde cierto punto de vista teórico una sombra es distinta de otra si hay dos
objetos que obstaculizan la luz que viene de un lugar especí co o, en otras
palabras, si hay un único foco de iluminación, las sombras se distinguen unas
de otras si son sombras de objetos distintos (véase Aranyosi, 2007). Sobre la
base de esta teoría, usted estaría viendo la sombra expandida y partes de los
muros internos de la habitación únicamente si hubiera algún foco de
iluminación. Pero no lo hay.

Desde un punto de vista cientí co, la percepción visual depende de la


presencia de luz (véase Palmer, 1999) de modo, en la situación descrita, usted
no estaría viendo una sombra ampliada y partes del muro, sino que
simplemente no vería nada. Este veredicto parece muy radical y, quizás, deriva
de confundir su experiencia visual de la oscuridad con la ausencia de
experiencias visual (véase  Sorensen, 2004). Si esto es cierto, podemos tener
experiencias visuales de la oscuridad y, estrictamente hablando, la percepción
visual no depende de la presencia de luz. Volviendo a nuestro punto inicial, si
es cierto que tenemos experiencias visuales de la oscuridad, cabe preguntar
¿es la oscuridad algo que ocupa regiones del espacio físico externo?

No sabría decir cuál sería una respuesta inmediata desde el sentido común.
Probablemente, que la oscuridad, al no ser un objeto, no se encuentra en
el espacio físico. Pero quizás lo único que dice esta respuesta es que la
oscuridad al no ser un objeto típico o familiar (como las mesas, los árboles y las
casas) carece de localización en el espacio físico. Tendremos que ir más allá del
sentido común para conocer más acerca de la peculiaridad de la oscuridad.

“Creemos que no vemos en la oscuridad y también creemos que, sólo


mediante la visión, identi camos cosas cuando vemos. En la oscuridad, nos
enteramos de que está oscuro mediante la visión. ¿De qué otra manera? ¿Por
olfato? ¿Por el mero hecho de que no vemos? No […] es mediante la visión que

distinguimos diversas situaciones en las que no vemos.

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En algún sentido, vemos en lo oscuro cuando vemos que está oscuro. En otro
sentido, más común, nunca vemos en lo oscuro. Hay una ambigüedad en
nuestro concepto de ver” (Lewis, 1980).

Si hay algo que enseña el estudio de la consciencia visual es que debemos


estar dispuestos a cambiar nuestros juicios más intuitivos y llevar al límite
aquello que llamamos “sentido común”. Los casos presentados invitan a
creer que somos capaces de ver objetos que no ocupan regiones del espacio
físico externo (como en el caso de las alucinaciones), que somos capaces de
ver objetos sin ver las super cies en las regiones del espacio que ocupan
(como en el caso de los agujeros), que quizás somos capaces de ver sin
necesidad de luz (como en el caso de la oscuridad) y además de que podemos
ver objetos que carecen de materia pero que tienen duración y localización
espacial, como las siluetas y las sombras (con respecto a este último punto,
véase Aranyosi 2007: § 2).

Referencias

Aranyosi, I. (2007). Shadows of Constitution. The Monist, 90(3), 415–431.


http://doi.org/10.5840/monist200790329

Casati, R., & Varzi, A. C. (1994). Holes and other super cialities. Cambridge,
Mass.: MIT Press. Retrieved from http://search.ebscohost.com/login.aspx?
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Farennikova, A. (2012). Seeing absence. Philosophical Studies, 166(3), 429–454.


http://doi.org/10.1007/s11098-012-0045-y

Huxley, A., & Harper & Brothers. (1954). The doors of perception. New York:
Harper & Brothers, Publishers.

Lewis, D. (1980). Veridical Hallucination and Prosthetic Vision. Australasian


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Journal of Philosophy, 2(2), 117–125. http://doi.org/10.1002/tht3.72

Martin, M. G. F. (2006). On Being Alienated. In T. S. Gendler & J. Hawthorne


(Eds.), Perceptual Experience (pp. 354–411). Clarendon Press, Oxford.

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http://plato.stanford.edu/archives/win2014/entries/nonexistent-objects/

Sacks, O. W. (2012). Hallucinations. New York: Alfred A. Knopf.

Sorensen, R. (2004). We See in the Dark. Nous, 38(3), 456–480.


http://doi.org/10.1111/j.0029-4624.2004.00478.x

Soteriou, M. (2014). The Disjunctive Theory of Perception. In E. N. Zalta (Ed.),


The Stanford Encyclopedia of Philosophy (Summer 2014). Retrieved from
http://plato.stanford.edu/archives/sum2014/entries/perception-disjunctive/

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http://www.ted.com/talks/oliver_sacks_what_hallucination_reveals_about_our_
minds

William Fish. (2006). Disjunctivism, Indistinguishability, and the Nature of


Hallucination. In T. S. Gendler & J. Hawthorne (Eds.), Perceptual Experience.
Clarendon Press, Oxford.

Resumen

Autor Carlos Muños Suárez

Fecha 10 meses ago

Título Los peculiares, pero no exóticos, objetos de la


experiencia visual

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Carlo ABOUT THE AUTHOR

s CARLOS MUÑOZ-SUÁREZ
Muño
z- Investigador doctoral y profesor de losofía analítica y (neuro)psicología a nivel
universitario. Su principal interés es la percepción visual (sus mecanismos
Suáre
neuronales y computacionales, su carácter consciente e inconsciente y sus
z relaciones con el comportamiento) entendida desde el marco interdisciplinar de
las ciencias cognitivas.

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