Está en la página 1de 96

1

INDICE

- SINOPSIS

- A PRUEBA DE SUEÑOS

- CAPITULO I

- CAPITULO II

- CAPITULO III

- CAPITULO IV

- CAPITULO V (FINAL)

- NOTA DE LA AUTORA

- ACERCA DEL AUTOR


Sinopsis

En los momentos menos esperados, puede llegar algo que


lo cambie todo, que perturbe el equilibrio, que sacuda lo
definido. La felicidad lleva consigo una serie de disfraces, de
matices, de decisiones, de cada persona depende el
encontrarla a pesar de ello y no siempre es como lo
planeamos, como lo imaginamos.

Ximena experimentará aquello que juró jamás permitirse


por temor a salir herida. Teo encontrará lo que jamás creyó
que buscaba.

¿La distancia se lleva en el alma? ¿La tecnología puede


mostrar lo que es real? Él, un hombre sin reservas, le puede
mostrar un mundo que jamás lograría imaginar. Ella, una
joven que busca estabilidad, ¿estará lista para dejarse
llevar?
=================

- A prueba de sueños -

"La fuerza de lo indestructible, lo da el valor para enfrentar


los momentos de mayor dificultad. Decidir dejarte llevar por
lo que tus manos tienen que mostrar, por lo que tu mente
te quiere enseñar, por lo que tus ojos desean vislumbrar.

Sentir el frío entumecimiento con el que envuelve el temor


y tener el coraje para buscar la calidez que proporciona la
confrontación con el miedo, la llave para vivir, para no
permanecer por siempre ahí, en ese sitio seguro que se
fabrica para no fallar y muchas veces no permite avanzar,
disfrutar, que limita la necesidad oculta de desear
experimentar más"

Ana Coello
=================

Capítulo I

- AGUA -

-Xime, no seas así, anda, vamos... -negué con firmeza. Debía


revisar evaluaciones, hacer las estadísticas en mi
computadoray después, como si eso no fuera suficiente,
crear una presentación dinámica. No me quejaba, amo mi
trabajo, pero de que era mucho lo era, y todo debía estar en
el correo de la coordinadora el sábado por la mañana.

-No, no y no, no me convencerás esta vez, Camila, olvídalo -


Ella también era docente, pero en un jardín de niños.
Resopló frustrada.

-Mi primo nos espera, haz un esfuerzo. Te prometo que


temprano estás de regreso, quiere verte -reí por lo bajo,
negando, era guapo, agradable, y nos llevábamos muy bien,
pero no existía... ¿química? Sí, esa es la palabra, por lo que
pese a algunas citas que tuvimos, no pasó de ahí.

-Camila... -rio mostrando los dientes.

-¿Eso es un "sí"? Señorita amarguras -entorné los ojos


fulminándola.

-Unas horas, temprano regresamos. En serio debo acabar


eso -asintió dando brinquitos-, y tú pasas por mí -sentencié
enarcando una ceja. Detuvo su felicidad un segundo, para
después asentir nuevamente sin remedio.

La dejé en su casa, pues habíamos comido juntas como


hacemos una vez por semana. La conocía desde el
bachillerato, compartíamos muchas cosas, somos muy
similares en carácter, salvo algunas diferencias en gustos e
ideologías.

Entré a casa, sola como siempre. Mauro, mi hermano,


estaba en la Universidad, asistía por la tarde para poder
trabajar por la mañana. Nos llevábamos muy bien, era un
chico con metas fijas, con temple y muy comprensivo.
Crecimos solos prácticamente, así que la complicidad que
nos dio el pasar día con día uno al pendiente del otro, creó
una relación profunda y agradable entre los dos.

El apartamento no era muy grande, pero lo suficiente para


nosotros. Teníamos planes, sobre todo objetivos.
En cuanto él acabará sus estudios, pensábamos mudarnos
juntos, podría trabajar todo el día, al igual que yo, aunque si
me aceptaban en la maestría para la que había aplicado,
que no tendría gran costo pues era en la Universidad del
estado, no tendría tanto tiempo libre. Sin embargo,
acordamos que me apoyaría, veríamos la manera. No
deseábamos seguir ahí, nada nos ataba a ese sitio salvo la
ayuda económica que nos brindaban nuestros padres para
sus estudios, y otras cosas que, si bien nos ayudó, no nos
proporcionó lo que más deseábamos; una familia.

En fin, imposible obtener todo en la vida, ¿no? Así que


como estoy, está bien.

Me preparé un Chai de té verde, me senté frente al


ordenador y esperé unos segundos a que se cargara todo.
Abrí mi correo, y comencé a revisar cada email. Resoplé al
ver la bandeja llena. Ya me habían dicho que lo diera de alta
en el móvil, pero no era muy amiga de la tecnología, y eso
de tener todas las aplicaciones ahí, las veinticuatro horas,
no, no era lo mío, así que cuando entraba a mi PC, me
topaba con esa marea de mails sobre diferentes asuntos.

Cuando acabé, me avoqué en mi quehacer, gracias a Camila


debía agilizarlo o no acabaría. Casi a las diez de la noche la
puerta se abrió, era Mauro. Sonreí tallándome los ojos.

-Hola, hormiga -me saludó dejando sus cosas sobre la mesa.


Masajeé mi cuello decidiendo que era hora de terminar,
había logrado hacer la gran parte del trabajo, si al día
siguiente me dedicaba un poco más, lo acabaría. Apagué el
ordenador y me acerqué para saludarlo, como solía.

-Hola, tas -siempre no habíamos dicho de esa manera, él,


tasmania por desastroso, por inquieto, por molestarme
desde tiempos inmemorables, y yo, porque siempre estaba
haciendo algo, ocupada, concentrada. Ambos nos dirigimos
a la cocina, y como era rutina, preparamos la cena narrando
nuestro día. La ingerimos sentados frente a la mesa y luego
levantamos todo para terminar viendo las noticias. Eso era
todos los días, excepto los viernes o sábados que ambos
salíamos y nos topábamos hasta el domingo, porque si bien
éramos muy dedicados, también sabíamos divertirnos,
sobre todo él.

-Te ves muy bien, solo suelta el cuerpo -musitó Mauro


desde el marco de mi habitación con un cuenco de cereal
entre las manos, burlándose. Lo miré por el espejo
sacándole la lengua. Llevaba una bermuda sin camisa y
parecía que no tenía prisa, seguramente saldría de casa a
media noche para no regresar hasta el amanecer, a veces
más tarde. Pasé a su lado, tomé de su cereal y seguí. Iba
como solía, una falda corta, una blusa blanca sin mangas
con botones al frente y el cabello, que llegaba a mis
hombros, suelto y un tanto alisado, nada del otro mundo.

-Vendrá Camila por mí, así que no la entretengas, no quiero


regresar tarde y si se quedan conversando ya sé que no
saldremos de aquí hasta que a ti se te ocurra -soltó una
carcajada llena de diversión.

-Si no fuera porque es muy caprichosa, ya sabes... -rodé los


ojos sacudiendo la cabeza.

-Por mí hagan lo que quieran, solo no la entretengas -le


advertí metiendo la cartera a mi bolso.

De pronto el teléfono de la casa sonó, lo miramos, serios.


Nos acercamos al mismo tiempo. Ellos. El timbre continuó,
ninguno se movió. Hacía una semana que no se
comunicaban, seguramente estaban muy ocupados en
alguna de sus giras. Eran actores, no muy afamados, pero su
profesión les dio para vivir y mantenernos desde siempre,
sin embargo, jamás los veíamos. Antes nos dejaban a cargo
de primos, tíos, sobre todo mis abuelos, luego, cuando nos
vieron mayores, solos.

Camila tocó el timbre justo en ese momento, sabía que era


ella por la manera en que lo hacía sonar. Mauro, resignado,
levantó la bocina, mientras yo me despedía con la mano sin
decir nada. No nos agradaba mucho hablar con ellos, era
incómodo, no teníamos nada que decirnos, no nos
conocíamos y eso lo tornaba... raro.

Llegamos a la casa del primo de mi amiga. Era un sitio


hermoso, ya había ido ahí varias veces. Solíamos, en verano,
pasar días enteros en su piscina, o jugar alguna tontera que
nos hacía reír hasta doler el estómago en ese enorme jardín
que poseía. Isaac era un chico adinerado, pero eso no lo
definía, por lo mismo siempre nos llevamos muy bien.

Al entrar, chicos que no conocía, y otros que sí, aparecieron


frente a nosotras. Camila rápidamente se perdió de mi vista,
así era ella. Por lo que saludé a quienes reconocí.

-Creí que tantas obligaciones te tendrían absorta, Ximenita -


Lo escuché por detrás, sonreí negando. Odiaba que me
dijera así, él lo sabía y por eso lo hacía. Al voltear comprendí
lo que haría, me elevó y comenzó a sacudirme. ¡Ahg!, eso
tampoco lo soportaba, me hacía sentir un maldito costal de
papas, pero debido a mi complexión y baja estatura, tanto
mi hermano, como él, solían molestarme de esa manera.
Me zafé renegando.

-Deja de hacer eso, sabes que lo odio... -lo regañé


refunfuñando. Le importó poco y me dio un fuerte abrazo.

-Me alegra que vinieras, sin ti ¿quién le pondría orden a


esta fiesta? -entorné los ojos dándole un empujón.

-Eres un pesado, no soy así -comenzamos a discutir, como


siempre. Él decía que yo era muy precavida, que pensaba
todo demasiado, y yo... que Isaac debía elegir y planear su
futuro. Evidentemente no me hacía caso, y seguía siendo un
chico despreocupado y parecía que podía seguir así por
años. Otro factor para que entre ambos jamás existiera
nada, nunca podría estar con alguien que no supiera que
sería de su vida. ¿Controladora? Tal vez. ¿Metódica? Un
poco. ¿Soñadora? No, para nada, realista y deseosa de una
estabilidad en mi futuro.

Unas chicas y yo hablábamos sobre banalidades, solté una


carcajada por algo que una dijo cuando de pronto sentí
como alguien me aferraba. Trastabillé sin poder evitarlo
hacia atrás, y sin más me encontré sumergida en la piscina,
con agua entrando a mi sistema. ¡Qué carajos!

Todo fue una confusión tremenda, locura, en realidad. Salí


como pude, furiosa, llena de rabia. Al sacar el rostro al fin a
la superficie después de patalear y luchar por emerger de
esa sorpresiva caída, me topé con dos ojos color avellana
impresionantes, sonreía con frescura, su cabello oscuro se
adhería a su piel bronceada de una forma imposiblemente
sensual.

-Lo lamento -susurró riendo, sin mostrar ni un poco de


vergüenza o culpa por lo que acababa de ocurrir.

La ira y humillación de saberme observada y dentro de


aquel lugar, corría vertiginosa por mi cuerpo, ese tipo de
cosas no me agradaban, me vi sometida por esa chispa
extraña que emanaba su presencia tan cercana, tan jovial.
Entorné los ojos negando.
-Lo dudo -musité cerca de su rostro. Abrió los ojos,
asombrado por mi tono gélido.

-Puedes vengarte si lo deseas, lo merezco -aseguró


amistosamente, intentando esconder la risa que parecía no
poder enjaular un minuto más y que si era honesta, me
contagiaba de una forma especial. Medí la sinceridad de sus
palabras y al ver que soltaba aquello que ya no podía
guardar más tiempo, en reflejo le aventé agua al rostro.
Sonrió con clara admiración-. Vamos, ¿es todo lo que
tienes? Pareces enojada -me desafiaba-. ¡Tarado! -
Enseguida comencé a echarle más y más hasta que mis
brazos se cansaron mientras él reía sin contenerse, sin
defenderse. Lo miré un segundo a los ojos, reflejaba una
mezcla de diversión y culpabilidad muy graciosa. No pude
más, y sin comprender muy bien por qué, me reí también.
No fui consciente de mí ni de nada por todo el tiempo que
esa sensación ligera me embargó.

-¿No piensan salir? -gritaron desde la orilla de la piscina


varios chicos, mientras Camila e Isaac aparecían en escena,
agobiados.

-No, nos metimos para refréscanos -grité molesta, de forma


sarcástica. Varios rieron, ellos también. Mi "agresor" o
como le quieran llamar, abrió los ojos dejando salir una
risita. Enseguida lo fulminé con la mirada con clara
advertencia.
-Lo lamento, vamos, salgamos -habló aquella voz gruesa,
cargada de masculinidad. No debía tener más de
veinticuatro o veintiséis años, aun así, poseía ese "no sé
qué" que brinda la experiencia. Asentí caminando rumbo a
las escaleras, resignada. Venía a mi lado, de reojo noté
como se echaba el cabello húmedo hacia atrás y su rostro
quedaba aún más expuesto. Tragué saliva fingiendo
demencia. Era extraño experimentar ese cosquilleo que
provino desde mis pies y que recorrió mi estómago para
llegar hasta mis mejillas que seguramente mostrarían algo
de lo que me generaba. Tomé el barandal para salir, pero de
inmediato dudé, llevaba una falda, una blusa blanca, ¡no!
Las cosas no podían ir peor. El chico pareció notar mi
turbación-. Cerraré los ojos -bromeó a mi lado. Giré
molesta.

Alzó las manos negando.

-Esto es tu culpa, si no se portaran como niños de quince,


no estaría empapada, adentro de la maldita piscina -le hice
ver enarcando una ceja. Se cruzó de brazos, relajado.

-Tienes tu carácter, con esa carita jamás lo hubiera


imaginado -admitió asombrado. Rodeé los ojos bufando, me
acerqué al barandal decidida a salir. Él tomó mi cintura con
delicadeza sonriendo-. Ya, lo lamento, tienes razón, déjame
salir primero a mí -observé que Camila al fin se acercaba. Lo
vi emerger, un segundo después se quitó una sudadera
ligera que llevaba puesta de color marrón y me la tendió
guiñando un ojo. Me la puse como pude, acto seguido me
tomó por las muñecas para que no resbalara. Al estar fuera
dejé de respirar apretando su prenda como si deseara
abrigarme con ella, cosa imposible pues estaba húmeda,
como yo, como él. Nos miramos sin más, fijamente, era
extraño, algo se hundía en mi estómago y de pronto me
sentía cohibida.

-Eres muy linda -habló muy bajito, perdido en mis facciones.


Era alto, delgado, de cuerpo atlético. Asentí sin saber qué
decir. ¿Qué me estaba sucediendo?

-¡Ay, Xime! ¿Estás bien? -Intervino Camila, ambos giramos


al escucharla.

-Sí -musité temblando por el frío de la noche. Isaac apareció


con un par de toallas. El resto de los invitados ya estaban de
nuevo en lo suyo.

-Teo, ¿qué mierdas te pasa? No sabes con quien te metiste -


aseguró muerto de risa el anfitrión. Le arrebaté lo que
llevaba entre las manos.

-Idiota -musité cubriéndome.

-¿Ximena? -habló ese chico que ahora sabía se llamaba Teo.


Asentí observándolo nuevamente.
-Si quieren ropa, vayan a la casa, tomen lo que necesiten -
soltó Isaac bebiendo de su vaso.

-Gracias -dije ya entrando en calor, pero sin verlo.

-Soy Teo -se presentó extendiendo su mano con suma


cortesía. Arrugué la frente sin dar crédito. Volvió a sonreír
de esa manera extraña, enigmática, excitante-. Me dejarás
con la mano extendida -Camila soltó una risita y se fue, al
igual que su primo. Se la tendí dudosa.

-Soy Ximena -solté nerviosa. Aceptó ladeando la cabeza sin


soltarme.

-Ya escuché, va contigo -¿Qué quería decir eso? Ni idea, lo


cierto era que yo estaba como en otra orbita-. En serio
lamento lo ocurrido, resbalé, no te vi... -se disculpó aún con
su gran mano envolviendo la mía.

-Fue un accidente -admití ya sin remedio, un tanto


acalorada si era sincera.

-¿De dónde conoces a Isaac? -Me preguntó de pronto.


Ambos observamos nuestras manos, y apenados, nos
soltamos. Aferré de nuevo la toalla, cubriéndome, él ya
había dejado la suya, con desgarbo, en una de las tumbonas
que estaban ahí.
-Es primo de mi mejor amiga -admití bajito.

-¿Cómo es que no te había visto? Lo conozco desde hace


mucho tiempo -alcé los hombros sin saber qué responder-.
¿Quieres ir a cambiarte, algo de tomar? -preguntó solícito.
Negué acercándome a una tumbona para sentarme.

-No, gracias, en un rato seguramente me secaré, no hace


tanto frío.

-Espera aquí -me pidió con un ademán de sus manos. Me


pareció gracioso por lo que asentí sin pensarlo mucho.
Varios conocidos me observaban a los lejos, al verme reír
despreocupada, se relajaron, lo curioso fue que nadie se
acercaba. De pronto algo duro en mi bolsillo de la falda
captó mi atención. Metí la mano bajo la toalla y saqué mi
móvil completamente mojado. Me quejé pegándomelo en
la frente.

-Te traje... ¿Qué sucede? -volteé alzando mi aparto. Mostró


los dientes tendiéndome una bebida, la tomé al tiempo que
él agarraba el celular.

-Ximena, qué pena... te daré otro si este ya no funciona, lo


prometo -olí lo que contenía el vaso, vino tinto, supe
enseguida. Negué dándole un trago.

-No te preocupes -Él bufó sentándose justo frente a mí,


intentando prenderlo.
-No me preocupa, pero me ocupo, y asumo mi parte.
Lamento si tenías fotos y cosas que no podrás reemplazar -
habló arrepentido de verdad. Sonreí quitándoselo de las
manos con cuidado.

-Es un móvil, y yo no soy muy afecta a esas cosas, solo


números y alguna que otra tontera -abrió los ojos
asombrado, para luego darle un trago a su bebida,
interesado.

-¿Es en serio? Yo no podría vivir sin él, es una herramienta


que para mí es básica -Lo miré intrigada.

-¿Básica?, ¿a qué te dedicas, Teo? -quise saber interesada,


sosteniendo el vino entre mis manos, mirándolo con
curiosidad. Algo tenía que me intrigaba y no era solamente
ese físico asombroso, parecía un chico que se movía al son
de la vida, de lo que esta le ofrecía.

-Soy fotógrafo, ya sabes, esos que en los viajes no pueden


detenerse porque no dejan de ver todo como una posible
imagen espectacular... Que pierden la noción del tiempo
cuando están en lo suyo -admitió con orgullo, notoriamente
feliz. Sonreí comprendiendo-. ¿Y tú? Déjame adivinar -me
pidió frotándose esa barba incipiente que lo hacía ver...
sensual-. Eres algo así como... ¿Maestra, enfermera? -abrí
los ojos asombrada.
-¿Cómo sabes? -Se encogió de hombros.

-He aprendido a observar los detalles, cuál de las dos -Su


interés era genuino.

-Estudié literatura, enseño a adolescente de secundaria... -


silbó asintiendo.

-Lees mucho...

-Sí...

-"El secreto de la existencia no consiste solamente en vivir...


-sonreí abiertamente, sintiéndome realmente a gusto a su
lado, fascinada en realidad.

-Sino en saber para qué se vive" -completé. Elevó su vaso


riendo. "Dostoievski" dijimos al unísono.

-Y tú, Ximena, ¿sabes la respuesta a eso? -hundí mi cabeza


en los hombros mirando el cielo negro, no se asomaba la
luna, alguna que otra estrella pringada nada más.

-Tengo metas, planes, sé lo que quiero hacer, ser -dije con


firmeza, mirándolo nuevamente. Quedé suspendida al notar
que me observaba detenidamente.
-Me gustaría tener mi cámara en este momento -susurró
dejándome muda, con las mejillas calientes. Ya ni siquiera
era consciente de mi ropa húmeda, de nada. De pronto
sacudió su melena, que para ese momento ya se hallaba
medio seca y unos lindos rizos comenzaron a mostrarse,
haciéndolo ver también cándido-. En fin, esa no es una
respuesta, no a semejante afirmación. Lo que quiero decir
es...

-Comprendo a lo que te refieres, pero no tengo otra


respuesta a eso... Sé lo que quiero, y voy por ello, y vivo
para eso -aseguré sin dudar.

-¿Y lo que no está dentro del plan? -negué tomando más del
vino.

-No hay nada afuera del plan -alzó sus gruesas cejas.

-¿Vives para eso? ¿No hay más? -De repente ya no me sentí


tan segura de mi respuesta, de eso que siempre he
pensado.

-¿Tú sabes lo que quieres? -Teo asintió con seguridad.

-¡Claro! -No comprendía entonces. El chico se acercó un


poco más. No me moví-. Sé que quiero tomar de la vida lo
que me dé, que deseo abrirme a ella, que no me negaré a
nada que me haga feliz -pestañeé desconcertada.
-O sea que... no tienes planes, solo vives el momento -Teo
negó con un dedo, serio.

-No, Ximena, no te confundas, tengo muchos planes, y hago


todo para lograr mis sueños, pero no son metas, es amor a
lo que hago y eso es lo que me mueve, por lo que hago
todo. Sé que hago lo que quiero, ¿hasta dónde me lleve?,
no lo puedo saber, tampoco controlar, lo cierto es que
tampoco me quedaré sentado esperando a que suceda. A la
vida hay que meterle mano, hay que apostar por ella.

Asentí asombrada por la pasión impuesta en cada palabra.


Me giré un poco, meditabunda.

-Y dime, dónde enseñas, cuáles son esos planes si se puede


saber... -solté un suspiro deshaciéndome de la toalla para
moverme con mayor soltura. Con ese chico ahí me sentía
cómoda, así que sin percatarme comencé a narrarle todo
sobre mi profesión, y aquel plan que tenía en mente. Me
escuchó con atención, interesado. Era increíble como sus
ojos clavados en mis movimientos me hacían desear hablar
más, decir más, mostrar más. Jamás me había ocurrido con
nadie, era tan nuevo, tan agradable.

Lo que había empezado de una forma algo irritante, se


tornó con el paso de los minutos en una charla amena, llena
de risas, de complicidad, de agradable sintonía, química
quizá.
-¡Ups! ¿Ya te fijaste que no hay nadie? -noté de pronto. Teo
dejó vagar su vista por el lugar, abrió los ojos y luego, con
esa risa que comenzaba a conocer, asintió.

-Solo pierdo la noción del tiempo cuando tomo fotografías...


y ahora contigo -declaró evaluando mi reacción. Sentí ese
rubor incómodo subir hasta mis mejillas. Se escuchaban
risas provenientes del interior de la casa, por lo que no
estábamos solos del todo. Me levanté sonriendo, mi ropa ya
estaba casi seca. Me quité la prenda que me prestó y se la
tendí, todo bajo su escrutinio. Me veía como si fuera un
misterio, algo que deseaba descubrir. La tomó torciendo sus
carnosos labios de forma agradable.

-Creo que debo irme, es tarde y mañana tengo que entregar


reportes a la coordinación -susurré un poco nerviosa. Él ya
se hallaba de pie, asintiendo.

-¿Traes auto? -preguntó bajito colocándose la sudadera


sobre su hombro de forma despreocupada. Abrí los ojos y
apreté mis labios-. ¿Eso es un "no"? -quiso saber mostrando
sus dientes, alegre.

-Vine con Camila, supongo que debe estar adentro... -señalé


relajada.

Durante esas horas, o minutos, comprendí que era un chico


vivaz, inquieto, que adoraba conocer, saber, ir más allá. No
vivía con su familia, aunque tenía un apartamento aquí, en
Guadalajara, lo cierto es que por lo que comprendí lo
visitaba muy poco pues solía estar viajando. Comenzó,
desde muy pequeño, su afición a ese hobby con el cual
ahora se ganaba la vida. Su padre lo apoyó desde el inicio,
jamás conoció a su madre pues falleció al tenerlo, sin
embargo, al parecer el hombre que lo crió hizo una labor
extraordinaria, y siendo solo ellos dos siempre se sintió
apoyado. Tomó los mejores cursos, viajó a su lado y conoció
de su mano todo lo que se le ocurría, y lo que no, también.
Era un chico que fluía como el aire, que al parecer lo
contenían sus propios anhelos, sus propios deseos, su amor
a lo que hacía. Pese a la evidente atracción que entre
ambos surgía, incluso bullía, supe que no debía adentrarme
en aquel terreno, tal vez una amistad, nada más, pero si era
sincera, me gustaba demasiado como para permitirme
correr aquel peligro. Un hombre así sacudiría mi entorno,
mi mundo, mi... vida.
=================

Capítulo II

- TE ENCONTRÉ -

Abrió la puerta del copiloto, reí al verlo hacer una


reverencia como si se tratara de la realeza.

-Me dijeron que la llevara sana y salva y eso es lo que haré,


señorita -se burló. Cuando entramos a la casa, unos minutos
atrás, mi amiga jugaba cartas con unos chicos, iba ganando
y me rogó la esperara. Refunfuñé perforándola con la
mirada. Ya le había advertido, eran más de las tres de la
mañana y yo debía despertar temprano para darle los
últimos toques a lo que debía mandar. De inmediato, Teo
hizo girar mi barbilla de una manera dulce y se ofreció a
traerme. Camila alzó las cejas, divertida. La hice callar con
mi dedo sobre los labios.

-Directo a casa, muchachos... -sentenció ella, con tono


mandón. Teo asintió con pomposidad, colocó su mano en
mi cintura, logrando que una onda eléctrica se regara por
todo mi cuerpo y me guio hasta la salida sin que yo siquiera
me percatase. No sé qué ocurría con ese chico, mi cabeza se
ponía en "off" como si alguien apagara las ideas y peor aún,
las alertas.

Durante el trayecto continuamos conversando sobre sus


viajes, sobre cosas realmente impresionantes que me
mantenían preguntando y preguntando, atenta, interesada.
Era un hombre lleno de cultura, de experiencias, imposible
no sentirse atraída.

-¿Viajarás pronto? -quise saber, ya había estacionado su


auto frente al edificio donde vivía. Se giró pensativo, me
miró y dejó salir un suspiro rudo.

-¿Comemos mañana? -sonreí sacudiendo la cabeza con


timidez, ruborizada, bajando un poco la mirada. Pasó su
bronceada mano por debajo de mi barbilla e hizo que la
elevara. Dejé de respirar, mi piel se erizó-. Quiero averiguar
hasta donde me lleva tu mirada... -pasé saliva con dificultad,
pues esta se tornó arenosa de repente. ¡Eso me estaba
sucediendo a mí?

-¿Comer? -repetí como una boba que no entendía nada.


Sonrió con ternura, asintiendo.

-Comer, Ximena, solo comer -y me soltó guiñándome un


ojo.
-Pues... no sé, es que... -su mano envolvió las mías que las
movía nerviosa sobre mi regazo. Claro que quería, pero... ¿A
dónde nos llevaría eso? No tenía sentido, y yo no era una
chica que actuaba sin pensar en las consecuencias, eso era
algo inherente a mí.

-Es que... -arrugué los labios, entornando los ojos-. Seré


directa, Teo, no le veo sentido -juro que dejó de respirar por
unos segundos. Ladeó su hermoso rostro alargando aún
más sus ojos avellana, sus gruesas cejas descendieron un
poco, se acercó de repente, tomó mi nuca y posó sus
carnosos labios sobre los míos tomándome por sorpresa.
Salí de este planeta al probar su sabor fresco, sentir su olor
a hierbas, son roces sutiles, semejantes a las caricias de
plumas de ángel. Rozó mi boca una y otra vez mientras yo,
como si estuviera acostumbrada a ello, le respondí con
movimientos sutiles, aun así, azorada. Una suave, pero
inclemente marea llena de electricidad recorrió mi ser, mi
mente, todo. Me separé un segundo después al
comprender lo que ahí estaba ocurriendo. Su cuerpo estaba
demasiado cerca, lo sentía cálido sobre mi palma al alejarlo.
Inmediatamente se detuvo, sin poner distancia.

-Yo sí, Ximena, tú también... -susurró con firmeza-. No nos


conocemos, pero lo que sabes de mí es absolutamente real,
y si no me adentro más en esos ojos, no estaré en paz, tú
tampoco, lo sabes... Solo a comer... Veamos a dónde nos
lleva -su aliento cabalgaba sobre mi piel, tan agradable que
casi me encuentro cerrando los ojos ante lo que me hacía
sentir.

-No soy una joven que desea jugar, Teo, no tengo tiempo
para esas cosas, ni para "pasar el momento" -entrecomillé
con decisión, no era de las que me quedaba las palabras en
la punta de la lengua por vergüenza, y pese a que me
gustaba, porque sí, me gustaba muchísimo, eso no
generaría que moviese nada de mi vida.

-De no darme cuenta de ello, no te estaría invitando a


comer, Ximena... Deja el miedo, haznos ese favor -lo decía
de una forma tan serena, tan llena de seguridad que me
desarmaba con solo escucharlo hablar. Ese efecto es el que
surte en mí.

-No es... miedo... -me defendí. Teo sonrió alejándose un


poco, sacudiendo sus rizos al mover su cabeza.

-Te he observado por horas, Ximena, deseas ir más allá y te


contienes, te limitas, temes lo que pueda venir de un
impulso, de cada decisión -Mi corazón latió más rápido, abrí
los ojos de par en par-. ¿Me temes o te temes? -quiso saber
de repente. Mi respiración se disparó sin más.

-Ambas -admití con sinceridad y la garganta seca.

-¿Sabes? Eres como un acertijo que deseo descifrar y


sé que al resolverlo, me dejará deseando más. Y no me
importa, solo probemos... -Ya no pude negarme más, asentí
sin argumento alguno. Su sonrisa se hizo enorme,
dejándome atontada. Se bajó de la camioneta, abrí mi
puerta y me tendió la mano para que diera un salto. En
cuanto estuve en el piso tomó mi mano y se la llevó a sus
labios de forma elegante, sensual.

-Gracias por traerme... -musité entre avergonzada y


divertida por sus ocurrencias, se hallaba inclinado con su
otro brazo tras la cadera.

-Un placer conocerla, conversar, verificar que llegara sana y


salva y sobre todo -se acercó de nuevo con ese desgarbo
que comenzaba a comprender, lo caracterizaba-, hacerme
ver que un chico torpe como yo, puede robarle un beso a
una joven tan correcta como usted -Le di un pequeño
empujón, riendo.

-Eres imposible -se encogió de hombros, divertido,


metiendo las manos en los bolsos de su jean.

-Mañana paso por ti a las dos, ¿está bien? -preguntó de


pronto en tono fresco.

-Si te digo que no, sacarás mi perfil psicológico y no tengo


tiempo, debo trabajar, ¿lo recuerdas? -alzó las cejas riendo.
-Okay, no más acoso, solo recuerda probar que tu móvil
sirva, si no, ya sabes, me ocuparé -sonreí rodando los ojos.

-Ya noté que no ves los obstáculos aunque estén frente a ti -


negó ligeramente.

-La mayoría suelen están en nuestra mente, así que no, no


les prestó atención... -Después de intercambiar números, se
despidió dándome un cándido beso en la mejilla.

No tengo idea de cómo entré al apartamento, estaba


sumergida en un trance decadente y desconocido. Aturdida
llegué hasta mi cama y me dejé caer mirando el techo. Sus
ojos no salían de mi cabeza. ¿Se podía sentir tanto tan
rápido?

Por la mañana mandé lo que debía por OneDrive, la


coordinadora hizo observaciones al tiempo que yo
modificaba lo sugerido y mostraba las tablas dinámicas y
gráficos respectivos que realicé en Excel. A la una
terminamos, así que en tiempo record me duché y vestí. A
la hora pactada el timbre sonó. Mauro gruñó desde su
habitación. Llegó cuando el sol había salido y odiaba lo
despertaran. Lo ignoré y salí casi corriendo con el bolso
colgando de mi hombro. Al abrir la puerta mi pulso se
detuvo. Estaba a menos de un metro de mí, con sus brazos
cruzados, recargado en el muro de manera desgarbada.
Sonreí con el rubor a todo babor.
-Buenos tardes, señorita -Me saludó riendo, mostrando sus
dientes de aquella forma seductora, imposiblemente
atractiva. Alcé la mano para devolver el gesto.

-Eres puntual -señalé recargándome en la puerta que


acababa de cerrar.

-Cuando hay interés, ya sabes... -me guiñó el ojo-, lo


imposible es posible. ¿Vamos? -Sin más se acercó, besó mi
cabello y rodeó mi cintura con esa familiaridad que se dio el
día anterior a la que aún no me acostumbraba. Asentí
acalorada.

Puso en marcha su Pick-up y condujo.

-¿Y vamos a... -sonrió negando.

-Conmigo no controlarás todo, ya verás -entorné los ojos.

-¿Me estás diciendo controladora? Eso no es caballeroso,


¿sabes?

-acercó su mano a mi pierna y la apretó, divertido.

-No pretendo serlo, quiero verte relajada. Mejor dime,


¿acabaste? ¿Cómo salió todo? -Nos sumergimos en
cuestiones tecnológicas sin percatarnos, pese a que no era
muy "amiga" de esas cosas, las entendía y había aprendido
a comprenderlas pues eran necesarias. Sin más, noté su
entusiasmo en el tema, sabía bastante, y conocía cualquier
cantidad de aplicaciones, sobre todo de Microsoft,
curiosamente la plataforma preferida de mi jefa. Sonreí,
seguro eso me ayudaría más adelante con dudas que solía
tener.

-Así que eres fanático de los aparatos -Se detuvo frente a un


restaurante que nunca había ni visto ni escuchado nombrar,
lucía tranquilo.

-Es una manera también de vivir, y no sentir la distancia, y


en mi carrera, ha sido la diferencia. Llegamos -anunció. Un
mesero nos condujo a una mesa. Era una casona adaptaba,
y el área donde Teo eligió fue lo que debió ser en su
momento la terraza. El sitio era agradable, nada
pretensioso, íntimo.

-Me lo recomendó un amigo, nunca había venido -admitió


relajado. Al sentarnos, un agradable mesero nos tendió los
menús. Pedimos una cerveza cada uno y luego nos
miramos, de inmediato él rio.

-No pude dejar de pensar en ti toda la noche -admitió como


si hablara del clima. Pestañeé ruborizándome.

-Deja de hacer eso... -musité bajito, apenada. Se acercó


colocando sus codos sobre la mesa.
-¿Te incomoda que sea tan directo? O prefieres que me
ande por las ramas. Te aviso que no es mi estilo -negué
sonriendo y humedeciendo mis labios.

-Me tomas desprevenida y no sé qué responder -me


sinceré. Se frotó la incipiente barba torciendo sus gruesos
labios.

-Nada, no es necesario, tus ojos dicen ya demasiado -y me


guiñó uno-. Mejor háblame de ti, tu familia, por qué
estudiaste Literatura, todo, tenemos tiempo, ¿no es cierto?
-Lo observé fijamente. No sé qué me ocurría con él, me
hacía sentir diferente, extrañamente alegre, optimista y es
que esa manera que tenía de hablar, de moverse tan
masculina y ligera a la vez, me dejaba casi con los labios
abiertos, eso sin contar sus rizos moviéndose al compás de
sus gestos, o sus ojos oscuros penetrando mi piel, mis
células, cada neurona y yo, yo era consciente de ello de una
manera extraordinaria, atípica por completo.

Conversamos sobre mí gran parte de la comida, que por


cierto sabía muy regular, y ambos coincidimos, sin embargo,
como imaginé, lo tomó a la ligera, y la desilusión de una
mala recomendación no trascendió pues ambos nos
hallábamos inmersos en nuestras palabras.

Es raro encontrar a alguien con quien de pronto puedas


hablar de casi todo lo que en tu interior habita, las mayores
alegrías y dejar mucho al desnudo de tus mayores temores,
tus momentos de dolor. Su madre murió al nacer él, por lo
que su padre lo crio. Cada palabra dicha destilaba el amor
hacia ese hombre que hizo todo por ser lo que Teo
necesitara. Ambos, hombres inquietos, con aspiraciones,
con una cabeza privilegiada al parecer pues el señor era
escritor, relataba bitácoras sobre sus viajes y eso le había
dado la posibilidad de sostenerse a sí mismo y a su hijo sin
problemas, por lo mismo Teo, desde niño, viajó todo el
tiempo. La inquietud por captar en imágenes y no en
palabras lo que sus ojos veían, apareció a muy temprana
edad, por lo que obtuvo su primera cámara a los once años
y desde ahí jamás se detuvo. En vacaciones ambos armaban
excursiones asombrosas e iban a conocer sitios nuevos. La
cultura y lo vivido se le notaba con tan solo mantener fija la
vista en su pupila, y el amor a lo que hacía, tan solo con esa
sonrisa potente y llena de orgullo. Él era vida.

-¿Qué es lo que más deseas, Teo? -Quise saber de repente.


Ya llevábamos más de cinco horas en el local, gente había
entrado y salido mientras nosotros continuábamos absortos
en lo único que nos importaba, lo que nuestros labios
podían decir. Meditó un momento meneando su bebida.

-Tener un ancla que me jale a la realidad, Ximena -fruncí el


ceño sin comprender. Acercó sin más su mano a la mía,
también su cuerpo a mí. Pasé saliva, seria, expectante-.
Volar tanto a veces hace que desees más que nada un lugar
donde todo sea estabilidad, donde la rutina sea parte de la
vida y que al despertar veas lo único que importa -susurró
de una manera extraña. No lo entendía, sus palabras eran
extrañas, desconcertantes.

-Pero a ti te gusta viajar, por qué entonces buscar eso -


señalé aturdida.

-Porque no hablo de cosas, hablo de una persona, de


alguien que se convierta en eso para mí -iba quitar mi mano
cuando de pronto tomó mi cuello delicadamente con su
palma y me acercó a sus labios. Su roce llegó tal cual lo
esperaba, delicado, sin prisa, pecaminosamente decadente,
etéreo, indescriptible para mis sentidos, para mi mente que
sentía desde el día anterior había mandado de paseo a
cualquier bosquejo de cordura.

-Empieza algo conmigo, y veamos en qué termina -murmuró


sobre mi boca, su aliento era tan agradable pese al alcohol
ingerido. Coloqué mi palma sobre su mano abriendo los
ojos.

-Te temo y me temo... -admití bajito-. Nos conocimos ayer -


le recordé respirando un tanto agitada.

-El tiempo no se mide por horas, sino por la intensidad con


la que se vive cada una de ellas -soltó sin alejarse. Sentir
aquella adrenalina que genera el hacer algo que no se
piensa tanto, que te atrae y que sabes que si la razón entra
en ese juego te alejará de ello por el inminente peligro. Era
como si mi cuerpo, con tanto solo esos momentos a su lado,
con esas asombrosas charlas, tuviera la necesidad de
aventarse desde un acantilado sin ver, pero aferrada de su
mano. Por un momento, por ese instante mágico que lo
cambia todo en el destino de las personas, elegí lo que
nunca hubiera elegido, acepté no tener todo bajo mi control
y permitir que ese chico de sonrisa limpia, de mirada
profunda, me sumergiera en esa locura que sabía estaba a
punto de cometer.

-Bien, solo... empecemos -acepté con una sonrisa nerviosa.


La euforia lo embargó y de inmediato volvió a besarme,
ahora de forma más exigente, sugerente.

-Empecemos, Ximena -repitió satisfecho.

-No soy fácil, tampoco sencilla, Teo, no me conoces y... -me


besó nuevamente, esta vez respondí al gesto con mayor
fervor, con ansiedad incluso y es que aunque
evidentemente no era el primer hombre que besaba, nunca
había sentido como si toros en plena faena se escabulleran
en mi estómago y justo cuando lo probaba, corrieran como
unos desquiciados por todo mi ser. Eso era irreal, absurdo y
lo deseaba, necesitaba ir más allá.

-Eso es exactamente lo que estamos haciendo, lo demás, no


me importa, lo quiero ir descubriendo, yo también tengo mi
parte, ya la sabremos -admitió divertido. Lo hacía ver tan
simple. Asentí asombrada por lo rápido que iba todo,
emocionada por lo que sentía al tenerlo a mi lado, por
saberlo atraído de esa forma hacia mí y yo... sentir lo mismo
por él.

Siempre hay un momento en el que una decisión lo


modifica todo, que puede cambiar los rumbos de tu camino
y el de los que te rodean, por el simple hecho de haber
dicho "sí" o "no". Ese instante, en aquel restaurante fue eso.
Y de esa manera comenzó la aventura más asombrosa de mi
vida, la que lo cambió absolutamente todo en mí, en él, en
nuestros destinos.

A partir de ese momento, ya no pudimos separarnos. Esa


noche terminamos charlando agarrados de la mano en un
parque cercano a mi casa. La conversación fluía como si de
un rio tranquilo se tratase. Reíamos sin parar y gozábamos
de nuestra cercanía, de nuestros roces, de aquellos
inocentes besos, cargados de ingenua necesidad, de ternura
inimaginable.

Los días pasaron y la necesidad de estar unidos, creció.


Comíamos juntos, para después ir a mi apartamento, o al
suyo, que por cierto era tan agradable que podía pasar
horas en ese pintoresco espacio pensando en la nada, con él
a mi lado, perdida en las impresionantes imágenes que
tenía colgadas por doquier, o hacer cualquier tontería en
donde fuera que nos encontráramos. Con Teo jamás sabía
qué ocurriría el minuto siguiente. Me sentía una niña a su
lado, bien podía perseguirme por la calle mientras yo
gritaba, como podíamos entrar al cine y comenzar a
aventarnos palomitas hasta que nos mandaban callar, o
comprábamos algún juego de mesa y durábamos apenas si
unos minutos pues de inmediato las trampas comenzaban y
las risas nos atacaban. Muchas veces cocinábamos recetas
que él veía en Facebook o So Cookbook y que por supuesto
al intentar replicarlas no nos salían ni cercanamente
similares.

Al percatarse de que mi móvil no sirvió, llegó con uno igual


al suyo, por lo que pasaba horas mostrándome aplicaciones
y la manera de usarlas ya que las manejaba a la perfección.
Desde las más sencillas, como redes sociales, o Skype,
incluso la maravilla de Spotify, hasta la forma de mantener
mi PC sincronizada con el móvil pues compartían la
plataforma de Microsoft. A su lado aprender eso no era tan
aburrido como pensé, e incluso me encontré varias veces,
cuando ya no estaba a mi lado pues se había tenido que ir
debido a que era muy respetuoso con mis horas de sueño,
indagando un poco más, y si era sincera, asombrada por la
cantidad de cosas que ahí se podían hacer, debo de admitir
que incluso me simplificó varias de mis tareas.

Mauro y él se conocieron el siguiente fin de semana. De


inmediato congeniaron, tanto que en un descuido los
encontré jugando frente al televisor un partido de fútbol.
De inmediato comenzamos la revancha y quien ganara,
jugaría contra mí. Mi novio fue quien perdió, así que nos
observó a mi hermano y a mí con los ojos abiertos de par en
par.
-Por favor dime que no juegas así en una cancha -Lo miré de
reojo.

-No sabía que eras machista... Señor fotógrafo -me mofé sin
soltar el comando. Teo no tenía absolutamente nada de
eso, al contrario, su visión de la vida era incluyente, y eso,
entre tantas cosas, había logrado que me fuera
enamorando de esa manera vertiginosa que aún me cuesta
creerla posible, pero que era real, demasiado. Negó
asombrado.

-Sabes que no, señorita sabelotodo, pero si es así, erraste


de profesión, eres un "crack" -Mauro soltó la carcajada.

-Eso mismo se lo he dicho, pero ya ves, prefiere estar tras


un libro -Le di un empujón y continuamos en la
competición.

Conocí a su padre dos fines de semana después de


emprender este arrebato que disfrutaba como jamás pensé
hacerlo. Aquella comida terminó en una cena colmada de
risas, charla amena e intercambio de opiniones sobre temas
culturales que a los tres nos atraían. Entre ellos la relación
era cercana, cálida, tan amorosa. Ese era el entorno de Teo,
algarabía, sonrisas y flexibilidad.

Poco a poco, lentamente, con el paso de los días, de las


semanas, mi cuerpo se fue soltando, me sentía menos
presionada, la tensión de alguna manera ya no me sometía
y me sentía capaz de comerme el mundo a mordidas. Podía
reír todo tiempo y hasta soñar despierta, de repente "mi
plan" ya no era tan inflexible, creía que podía adaptarlo,
que de hecho, debía tener algunas variantes donde se
incluyera mucha más diversión, sin embargo, fue
satisfactorio comprobar que después de tantas
conversaciones entre él y yo, estaba donde deseaba y hacía
lo que más me gustaba.

Su trato era sutil, delicado, siempre midiendo mis


reacciones, observando mis movimientos, esperando el
momento indicado, diciendo las palabras correctas. Mi
carácter a veces tan rígido parecía atraerlo fuera de
repelerlo, como temí al inicio. Le gustaba convencerme, le
encantaba "corromperme", echar por tierra mis esquemas y
abrirlos a diferentes posibilidades.

-Sé que tus padres viajan todo el tiempo, pero... ¿Por qué
jamás hablas de ellos, Ojitos? -Me preguntó una noche,
mientras me ayudaba a pintar mi habitación. El rojo me
agradaba, así que decidí darle ese color a una pared.
Obviamente todo hubiera sido más rápido de haberlo hecho
sola, pero nunca hubiera reído tanto. Ese apodo lo comenzó
a usar un par de días después de aquella comida, jamás me
quejé pues de alguna manera sabía la razón, siempre me
miraba tan fijamente que parecía poder ver el universo en
ellos. Él era absolutamente irreal, imperfectamente ideal.
Bufé recargando mi cabeza en el colchón, dejando mi trozo
de pizza sobre el plato.
-No tengo mucho qué decir, Teo -arrugó la frente dándole
su trago a la cerveza, mirando su alrededor con interés.
Sabía que en algún punto se percataría de ello.

-Son tus padres, siempre hay algo qué decir -musitó


girándose hacia mí con interés.

-Me mudé de ciudad en ciudad casi toda mi niñez, jamás


logré tener amigos, cada año, a veces menos, teníamos que
irnos y comenzar de nuevo... Mientras eso sucedía, a Mauro
y a mí nos cuidaban nanas que jamás habíamos visto. Me las
arreglaba sola para mis deberes, para peinarme, y... hacerle
sentir de alguna manera a mi hermano que no estaba solo...
-hablar de ello era algo que jamás había hecho. Un nudo en
la garganta apareció, era como si una bola de sensaciones
enterradas se abriera paso y apareciera para hacerme ver
que era momento de dejarlas salir. Acarició mi mejilla, luego
mi frente, en silencio, observándome-. No sé qué sentir
respecto a ellos, agradecimiento siempre, pero... no quiero
repetir esa historia, ¿comprendes? Por eso me... me he
vuelto tan controladora, tan rígida. Quiero estabilidad,
certezas, echar raíces -acunó mi rostro, pasando su pulgar
por mi labio inferior.

-Eres madura, Ojitos, realista, y eso me enloquece de ti.


Forjarás tu destino, pero hazlo por las razones correctas, no
por llevar la contra... Sé que eres capaz de encontrarlas... Yo
te encontré a ti -sin más me besó de manera intensa,
inundado todos mis sentidos con su esencia, con su sabor.
Rodeé su cuello acercándolo para tener mejor acceso a su
piel, a su ser. Nos probábamos con deleite, sus labios de
pronto encontraron la curva de mi cuello, gemí.

-Quiero estar contigo -musité bajito, con intensidad. Elevó


el rostro, contrariado, pero con ese brillo especial que
demostraba todo lo que sentía por mí.

-Si es tu momento, es el mío -anunció con decisión.


Habíamos aguardado, no quería correr, sin embargo, con
Teo nada estaba dicho y esa noche lo quería a él, deseaba
perderme en su aroma, en su tacto, en su sabor. Me dejé
guiar por las sensaciones, por lo que generaba en mí ser,
amándolo como jamás creí poder lograrlo. Quería todo lo
que me pudiera ofrecer, todo lo que tuviera para dar. Teo
era el arcoíris en mi existencia y ya no sabía cómo era que
podría vivir si sus colores, sin embargo, aprendería a
hacerlo.
=================

Capítulo III

-EL DESCUBRIMIENTO-

Llegué a mi apartamento, y como siempre, corrí para


cambiarme, no tardaría Teo en tocar. No tenía idea de qué
haríamos, no me importaba en realidad, yo solo quería
estar con él, sentirlo suave contra mi cuerpo, con sus ojos
oscuros abrazando los míos, nada más.

Un sobre en la mesa me detuvo. Seguro Mauro lo había


dejado ahí. Lo tomé con prisa, era para mí. De inmediato
reconocí el logo, la maestría. Dejé de respirar y juro que mi
corazón paro por unos segundos. Mis palmas sudaron. Me
senté sobre mi cama y lo observé por varios segundos. En
un arranque lo abrí y...

¡Oh por Dios! Había sido admitida. Lo leí casi mil veces,
hasta que el timbre me sacó de la ensoñación. No lo podía
creer. Quería gritar, saltar, correr, no sé, me sentía
demasiado feliz. Le abrí envuelta en la euforia. En cuanto
apareció en mi campo de visión me abalancé sobre él,
abrazándolo con fuerza.

-¡Vaya! No sé qué te puso así, pero me agrada esta


efusividad -desenredé mis piernas de su cadera para
ponerme de pie. Lo miré por un segundo con intensidad. Iba
con su desgarbo habitual, pero de no haber estado yo tan
emocionada, hubiese notado que algo en sus ojos avellana
no era lo de siempre. Le tendí la hoja alzando mi mentón
con orgullo. La tomó con curiosidad y comenzó a leerla. De
pronto su semblante se tornó serio. Pasó una de sus manos
por su cuello, frotándoselo.

-¡Me aceptaron! -Él alzó sus rostro sonriendo con ternura,


admiración y... algo de agobio-. La maestría, ¿lo recuerdas?
Te había dicho -manoteé feliz, sonriendo. Me besó presa de
un arranque. Sentí su ansiedad cubriendo mi lengua, su
necesidad, su urgencia. Me aferré a sus hombros siguiendo
su gesto. De repente nada importaba salvo su aliento
fundiéndose con el mío. Se separó un poco, acarició mi
mejilla y me observó fijamente-. No veo por qué te
asombra, Ojitos, eres muy inteligente -musitó sobre mis
labios, con admiración.

-Gracias, Teo, es lo que planeé, lo que quiero -tomó mi


mano guiándome hasta a un sofá. Se sentó y luego rodeó mi
cintura para que me posara sobre sus piernas. Me abrazó
por un largo rato, escondiendo su rostro en mi cuello.
Aspiraba mi aroma, no deseaba soltarme. Ya sentía
conocerlo, por lo que comprendí que algo le ocurría.

-Creí que te pondría tan feliz como a mí -musité acariciando


sus rizos oscuros. Me rodeó más fuerte aún.

-Lo estoy -habló aún escondido-. Tú mereces todo lo bueno


que te pueda ocurrir -sonreí besando su cabeza.

-Acabo de descubrir algo, Teo -alzó su rostro con curiosidad,


pero con un dejo de melancolía-. Es poco tiempo pero
siento aquí -y señalé mi pecho-, que te amo -susurré cerca
de sus gruesos labios. Su mirada se iluminó de una manera
imposible, como si luciérnagas en la noche se apoderaran
de su oscuro iris. Me besó de inmediato de manera
vehemente.

-Ximena, te has metido en mí de una manera irreversible,


mágica, siendo tan diferentes en casi todo, siento que me
completas, que nada ya es sin ti... Ha sido tan rápido todo,
tan imprevisto... Pero quiero que tengas la certeza de que
yo también te amo, Ojitos, cómo no hacerlo si eres lo que
soñé -sonreí enamorada. Era muy especial, demasiado y
todo lo que podría desear.

-Estás extraño... -solté alejándome un poco más, pues a


pesar de lo que generaban esas palabras en mi sistema, esa
actitud un tanto seria me desconcertó. Sonrió asintiendo,
frotándose el rostro. Me bajó de sus piernas, sentándome a
su lado. Tomó mis manos y me observó fijamente. Algo
dentro de mí tembló, me alertó.

-También tengo noticias... -comenzó con voz ahogada, sin


soltar mis ojos. Humedecí mis labios-. Conseguí contrato en
la revista de la que te hablé, y... -sacudí mi cabeza, zafé mis
manos de las suyas y me puse de pie ladeando mi rostro sin
dejar de verlo. De pronto la felicidad que sentía, se empañó.

-Te irás, ¿cierto? -cerró los ojos sin moverse, bajando el


rostro, cubriéndolo con sus manos. Sentí que algo
congelaba mi pecho, que una piedra lo hundía de forma
veloz, puedo jurar que incluso me dolió de forma física.
Cerré mis puños respirando con temor, con... ansiedad-.
¿Teo? -logré articular con la voz cortada. Asintió
enfrentándome de nuevo, poniéndose de pie, planeando
acercarse. Negué alejándome-. ¿Cuánto tiempo? -quise
saber mientras mi interior se iba desquebrajando. De alguna
manera siempre lo supe, intuía que llegaríamos a ese punto.
Desde que lo conocí noté que no trabajaba y un día por
curiosa, supe que le iba muy bien con sus fotografías y vivía
de sus ventas, pero que lo que realmente anhelaba era
entrar a aquella revista, que sus imágenes circularan por
doquier, que los demás pudiesen ver lo que él veía,
perderse en parajes lejanos, en la sensación que despertaba
estar tras su lente captando la esencia de lo que para él, ya
tenía alma por sí mismo. Me encantaba escucharlo hablar
de su pasión, lo cierto era que lo había pintado tan
complicado que de alguna manera lo negué para no estar
pensando en eso ya que de otra forma nada hubiera
avanzado entre los dos.

-Indefinido... -habló con voz seria, gruesa, mirándome con


temor. Pasó saliva y volvió a acercarse, esta vez no me
moví. Sentí su palma cálida sobre mi antebrazo. Mis ojos se
empañaron, leí su determinación y el peso de su decisión.

-¿Cuándo lo supiste? -pude articular al tiempo que una


lágrima se escapaba. Apretó sus labios tomando mi otro
brazo.

-Hoy en la mañana, no me lo esperaba -Lo observé en


silencio por varios minutos en los que ninguno se atrevió a
decir nada. Sin más me abalancé sobre él y lo rodeé con
fuerza.

-Felicidades, Teo -susurré llorando, por mucho que deseaba


evitarlo no podía, sabía lo que eso implicaba para ambos,
para lo que teníamos, pero también comprendía que era lo
que buscó desde siempre.

-No te dejaré ir, Ximena -soltó de pronto, apartándome. Su


voz era seria, cargada de decisión. Sonreí al tiempo que él
limpiaba mis lágrimas.

-Es tu sueño, debes seguirlo... -Acunó mi barbilla, alzándola


para acercarla a su cara.
-Lo haré, pero contigo a mi lado -sentenció con firmeza.
Arrugué la frente sin comprender-. Sé que podemos
lograrlo, sé que podremos con la distancia... -retiré con
delicadeza su mano de mi barbilla, negando.

-¿Lograr qué? -pregunté abrazándome, dolida, llorosa. Todo


lo que había surgido entre él y yo debía acabar, no se iría
uno o dos meses, sino "tiempo indefinido" y eso implicaba
poner a nuestra relación en la misma categoría. No tenía
sentido.

-Estar juntos. No puedo dejarte, Ximena, no lo haré -mordí


la parte interna de mis labios sintiendo la piel incluso
sensible ante la mera idea de no verlo, de no tocarlo.

-Teo, sé realista... No tiene caso, tú conocerás otros lugares,


harás realidad tu sueño, no tenemos idea de cuándo
vuelvas...

-Ganaré muy bien, mejor de lo que ahora. Te iba a pedir que


vinieras conmigo -sentí que el nudo en la garganta se
incrementaba y que el llanto pulsaba por salir-. Pero...

-La maestría -completé. Asintió con tristeza-. Mi vida está


aquí, mis planes, lo que deseo, no podría dejarlo. No irás a
un sitio fijo, no tendrás un lugar de residencia... No podría
seguirte el paso, lo sé, conozco mis limites -se pasó una
mano por la frente.
-No puedo ni quiero que cambies lo que eres, te amo así, tal
cual... Si dejas de ser mi ancla, quien sujeta el cordón, no
podré. Pero... puedes ir a verme, yo correré con todos los
gastos, hablaremos a diario por Skype, WhatsApp,
estaremos en contacto en todo momento... -buscó
convencerme.

-¿Cuánto tiempo crees que eso puede durar? -Me acerqué


nuevamente hasta él, insegura. Me tomó por la cintura
pegándome a su cuerpo.

-Eso dependerá de nosotros, Ojitos... Sé que podremos... -


agaché el rostro y ya sin poder contenerme más, comencé a
llorar sobre su camisa de algodón. No deseaba perderlo, no
podía, pero tampoco imaginaba un día sin sus besos, sin su
tacto, mucho menos ser parte de algo tan poco estable. Qué
futuro tendría eso, nosotros...

Nuestros sueños eran diferentes, nuestros planes, opuestos,


cómo podríamos empatarlos.

Acarició mi cabello por largo rato, ambos en silencio, sin


poder articular ni una sola palabra. Varios minutos después
me separé, absorbiendo el llanto. Sus ojos se encontraban
enrojecidos, su confusión era palpable. Sonreí con tristeza,
con los labios temblando.

-Debemos celebrar esto, ¿no crees? -Y lo rodeé con el afán


de alejarme, de poner distancia, me estaba rompiendo por
dentro. Tomó mi brazo y me acercó nuevamente. Bajó su
rostro hasta el mío.

-No terminaremos, no lo permitiré, Ximena -sollocé de


nuevo, colocando mis manos en sus mejillas, disfrutando de
la sensación que me regalaba su barba incipiente en mis
palmas.

-No tiene sentido... Lo sabes... -le intenté hacer ver, ansiosa,


demasiado afligida.

-Ni siquiera lo hemos intentado, arriésgate, por favor,


hagámoslo. No puedo ni quiero seguir sin ti -cerré mis ojos,
dejando de nuevo salir las lágrimas. Parecía nervioso,
preocupado, con miedo.

-Estarás en otros sitios, conocerás gente nueva, a donde nos


llevará esto...

No quiero que nos lastimemos. Lo que hemos creado es


hermoso, lo mejor que me ha ocurrido, Teo, no lo quiero
ensuciar, no quiero que se empañe... -musité mirándolo
fijamente. Sus pupilas, dilatadas, me demostraban su
desacuerdo, y también su decisión.

-Necesito ir, debo hacerlo -habló sin soltarme.


-No espero menos de ti, eso es lo que eres, por lo que te
amo, es solo que... yo no y... esas diferencias nos separan...
-quise zafarme, lo evitó-. Quizá algún día...

-No te dejaré, ya te lo dije. Escucha -y ahora fue él quien


sujetó mi rostro con ambas manos, buscando captar toda
mi atención pues yo me removía con ansiedad, plagada de
desazón-. Veré la manera de pasar cierto tiempo aquí,
acomodaré todo, vendré, tú irás. Será difícil al comienzo
pero con el tiempo sé que puedo ir manejando mi agenda
para tener más estabilidad y viajar menos...

-Teo, no necesitas esta complicación... -murmuré.

-Te necesito a ti, ¿no lo ves? Estoy loco por ti. Te quiero en
mi vida, y no ahora, te quiero para vivirla contigo -lucía tan
ansioso.

-No sé si pueda -volví a romper en llanto-. No sé si estoy


lista para algo así, no era lo que quería, y... -me besó
transmitiendo su sentir con ese gesto. Me aferré a él
dejándome llevar, no deseaba ya pensar. ¿En qué momento
todo se enredó de esa manera?

Abrazados, en mi cama, jugueteando con nuestras manos,


permanecimos en silencio por largo tiempo.

-¿Cuándo debes irte? -Me atreví a preguntar. Se llevó mis


dedos a sus labios.
-Un mes, debo estar en Singapur en un mes -dejé de
respirar por un segundo. Él lo notó-. No tomemos ahora una
decisión, por favor... -me rogó elevando mi barbilla con su
dedo, mientras acariciaba la piel de mi cintura. Asentí, me
encontraba absolutamente confundida, perdida, triste. Para
mí la decisión estaba clara, aunque no tenía idea de cómo
llevarla a cabo, sin embargo, evidentemente Teo pensaba
diferente.

Salimos a comer, brindamos por lo acontecido sin poder


ocultar lo mucho que nos atormentaba lo que estaba
ocurriendo. Por la noche su padre nos invitó a cenar. Se veía
tan orgulloso de su hijo y no era para menos, lo que había
conseguido era de aplaudirse, resultado de mucho trabajo,
perseverancia y esmero, de tenacidad.

Al llegar a mi casa, iba a bajar de su auto cuando me detuvo


del brazo. Lo miré sonriendo.

-No quiero dejar la decisión en ti, pero seré completamente


honesto y espero que no suene a chantaje porque te
prometo que no es lo que quiero. Ximena, si no aceptas una
relación a distancia, buscaré la manera de realizarme aquí...
Debes saberlo, necesito que comprendas hasta donde
llegaría por ti, de lo que soy capaz, mi sueño es importante,
pero tú, tú eres mi eje, y sin ti lo otro no tendrá sentido -Sus
ojos, vidriosos, me quebraron. Acerqué una mano hasta su
mejilla, poblada por aquella barba que amaba, que tanto
extrañaría.
-Jamás podría admitir algo así, hablemos después, estoy
cansada y...

-Te amo, Ojitos, te amo y estoy orgulloso de tu ingreso a la


maestría, de que lograras lo que te propones -¡Cierto, la
maestría!

Y ni siquiera la recordaba. Asentí acercándome, lo besé con


ternura, mordisqueando su labio inferior.

-Eres un ser impresionante, Teodoro Baeza, te amo, y sé


que conquistarás el mundo -me acompañó a la puerta, no
sin antes abrazarme nuevamente. Estaba siendo tan difícil
ese día pese a que ambas noticias habían sido lo que ambos
deseábamos escuchar.

Al cerrar la puerta de mi apartamento, me recargué sobre


ella, y me dejé caer hasta el suelo. Las lágrimas llegaron sin
dificultad y comencé a llorar, llorar de verdad. Sentía que
me ahogaba, que me estaba consumiendo. No quería
dejarlo, no podía, pero tampoco detenerlo. Lo último que
me dijo, resonó en mi mente. Sollocé aún con más fuerza.
De pronto sentí unos brazos, que conocía de toda mi vida,
rodear mi tembloroso cuerpo. Me recargué en su hombro y
me dejé llevar por el dolor. Mauro acarició mi cabello sin
cesar, sin hablar, aguardando a que me calmara, pero me
era tan difícil, cada que lo evocaba, de nuevo el líquido
emanaba a manera de cascada, sin pausa, sin piedad.
-¿Ya estás mejor? -preguntó soltándome al ver que me
tranquilizaba. Negué mirándolo.

-Se va a ir... -susurré limpiándome el rostro. Su gesto se


contrajo, negó incrédulo.

-¿De qué hablas? ¿Te refieres a Teo? Hormiga, por Dios, ese
hombre respira a través de ti, llevan unos meses y ya
parecen estar compenetrados como si fueran años -Sonreí
con tristeza, eso era verdad, tanto que todos los que nos
rodeaban lo notaban, pero a ambos no nos importaba, vivir
lo que sentíamos con esa intensidad era lo primordial, sentir
el momento, tomar todo de él. Le expliqué a grosso modo lo
que ocurriría. Abrió los ojos, asombrado- ¡Pf!, no puedes
detenerlo, Ximena, es un oportunidad impactante...

-Lo sé, debe ir, pero no tengo idea de cómo afrontarlo, si


podré con su lejanía, si... lograré estar bien -acunó mi
barbilla, alzándola.

-Lo estarás, eres una mujer muy fuerte, inteligente.

-No quiero pasar mis días sin él y no puedo pedirle que se


quede.

-Entonces intenta lo que te propone, sé que para ti es muy


difícil siquiera pensarlo, pero no eres de las que se
amedrenta, eres de las que lucha. Si Teo vale la pena, si lo
que tienen es tan importante, entonces trata, puede ser
que lo logren.

-Todo se enfriará -musité asustada. Me abrazó recargando


mi rostro en su pecho.

-La cercanía no consiste en compartir el mismo espacio,


Xime, es convivir de la manera que sea, dar calidad al
coincidir, buscar las palabras, trasmitir lo que se siente con
gestos, con detalles... No ocurrirá como con nuestros
padres, lo harás distinto, y además, si no lo intentas, la duda
siempre te acompañará. ¿Podrás vivir con eso? ¿Con lo que
pudo ser?

-Ellos se alejaron y mira, somos unos desconocidos -Me


separó negando, decidido.

-No tomes tus decisiones basadas en esa experiencia, nos


hemos tenido el uno al otro, y eso, hermana, aunque me
fuera al fin del mundo, jamás cambiaría, siempre seríamos
tú y yo, y lo que nos une, jamás se romperá. ¿Comprendes?

-¿Tú te adentrarías en una relación a distancia, sin


garantías? -torció los labios, recargando su cabeza en la
puerta.

-Si sintiera por alguien lo que veo ustedes sienten, es


probable -asentí pensativa.
-Pero no estás seguro -noté con voz débil.

-No soy tú, Ximena, no soy él. Esto se trata de ustedes y son
los únicos que saben si podrán con algo así... Lo cierto es
que he conocido personas que lo logran... -me recargué a su
lado sobre la madera, suspirando con fuerza.

-Aún no se va y ya me siento sola -me dio un pequeño


empujón.

-Creo que a veces la vida tiene una forma torcida de


enseñarnos... A lo mejor esto debías vivirlo -le di yo otro
empujón.

-Estudias arquitectura, no filosofía -me burlé sintiéndome


un poco más tranquila.

-Y tú literatura, y mira, no tienes idea del romanticismo -


refutó logrando así que riera.

Pasé la noche en vela, por mucho que lo intenté, no lograba


conciliar el sueño. En la madrugada me senté sobre el
colchón y tomé una fotografía que me había regalado hacía
unas semanas donde los dos salíamos riéndonos mientras el
aire nos despeinaba. No era profesional, la tomamos con su
móvil, pero para mí valía demasiado. Acaricié su rostro con
mi dedo tembloroso.
¿Qué debía hacer? Tenía veintitrés años, entrar en algo así
¿no era absurdo a mi edad? Me recosté del lado con la
imagen frente a mí. Evoqué cada instante a su lado, cada
momento y es que todo era tan intenso que de inmediato
vino a mí lo que dijo aquel día cuando comenzamos... "El
tiempo no se mide en horas, sino por la intensidad con la
que se vive cada una de ellas". Dejé salir un suspiro cargado
de ansiedad, de temor. Él me había demostrado el
significado de esas palabras, gracias a Teo veía todo de otra
manera, me sentía ligera, optimista, feliz. Con su ausencia,
¿eso continuaría? ¿Lograría pese a la distancia, sentirlo así
de cerca? Lo que habíamos creado en tan poco tiempo
¿realmente sería tan fuerte como para lograrlo? Y lo más
importante, ¿cuál era el fin de hacerlo?

Sacudí mi cabeza cerrando los ojos, pegando la fotografía a


mi pecho, dejando salir de nuevo aquel liquido salado que
de solo pensarlo lejos, retornaba. No tenía idea de lo que
era mejor, lo único que sabía era que no podía perderlo, no
sin luchar, no sin, por lo menos, averiguar la respuesta a mis
preguntas. Perdida en mis divagues, escuché la alerta de
WhatsApp, tomé el Lumia, con desgano, e intrigada, eran
casi las cuatro de la mañana.

<<Sé que estás despierta. Solo deseo que sepas algo que yo
mismo he comprobado: La distancia se lleva en el alma. Y
tú, Ximena, vives ya en la mía. Cierra tus párpados, Ojitos, te
amo y eso es lo más real en mi mundo>>
Mi corazón sufrió una pequeña arritmia, se podía sentir
tanta tristeza y alegría a la vez.

<<Dejémoslo a los días. Encontrarte hizo que me


encontrara. Nos vemos mañana, te amo, Teo>>

<<Te amo, Ximena>>


=================

Capítulo IV

- PELEAR CON TU RAZÓN-

Los días avanzaron, sin hablar sobre el tema, continuamos.


Solo a veces habían miradas, momentos en los que me
apretaba la mano y sabía esperaba mi respuesta a aquello
que lo cambiaría todo para ambos. Sentía la felicidad
burbujeante que te regala el ser poseedor de sentimientos
tan hondos, tan genuinos. La paz que dona el sentirte
tranquilo junto a una persona que te quiere tal cual eres.
Por lo mismo no era sencillo pensarlo lejos, sin poder sentir
su tacto cálido, su voz gruesa susurrando en mi oído, su
cabello rizado bajo mi mano o esa sonrisa que transmitía un
millón de mensajes que se clavaban directo en mi torrente
como si fuesen hechas para alegrar mi mundo, como si
fueran parte de mi destino.

-¿Ya hablaron? -preguntó Camila un día que por fin pudimos


vernos y es que la distancia entre Teo y yo comenzó a
acortarse a tal grado que me encontré durmiendo en su
apartamento o él en el mío muchas más veces de las que
no. Comíamos juntos, cenábamos juntos. Incluso hacía mis
deberes o pendientes con él junto a mí.

Sentir que el tiempo al lado de alguien tan importante está


contado, logra que todo se torné tan diferente, tan intenso,
tan inigualable, porque cada instante sabes que ya no será,
que lo que vivas en esas horas será lo que determinará lo
que viene, lo que sucederá. Porque cuando sientes ese
vacío profundo de tan solo abrir los ojos y pensar tu día, tu
cotidianidad, sin esa persona, ya nada tiene sentido y es
como si de pronto las nubes se confabularan para tornarse
grises, pesadas, a punto de tormenta.

-No... -moví la pajilla de mi bebida, desanimada. La noche


anterior casi no habíamos dormido mirándonos,
susurrándonos lo mucho que sentíamos, poniendo en
palabras lo que dentro de nuestro ser cada día crecía.
Sacudió mi antebrazo para que la mirase.

-Define esto, no está bien que te esperes al último


momento -dejé salir un suspiro de congoja.

-Si le digo ahora que no podré, no se irá -mis ojos se rasaron


de inmediato y de nuevo el llanto retornó. Mi amiga se
levantó, de inmediato sentí sus brazos rodeándome.
Últimamente eso era lo que hacía cuando no estaba al lado
de Teo, llorar.
-Ximena, no te hagas esto. Amiga, arriésgate... -se separó
para verme directamente. Me limpié las mejillas.

-Se va al otro lado del mundo, Camila, no tengo idea de


cuándo lo volveré a ver. Lo amo, lo amo demasiado, nunca
pensé que algo así se pudiera sentir, que lo viviría yo, pero
sufriré mucho con su lejanía, creo que... es mejor no
esperar nada -tomó mi barbilla con decisión.

-Sé valiente, cuando se quiere se pelea, hazlo, Ximena -se


sentó en su silla, recta como una estaca, examinándome.

-Mauro cree igual, pero a lo mejor soy demasiado cobarde -


musité bajito.

-A lo mejor no sientes lo suficiente -abrí los ojos, furiosa.

-Eso no es verdad, él es todo para mí -chillé.

-Retirarte sin enfrentar el primer obstáculo que la vida les


pone, no es precisamente la manera de demostrarlo -
cambió la conversación al ver que no lograría mucho, sin
embargo, tanto sus palabras, como las de mi hermano,
calaban cada día más.

Una semana faltaba para que se fuera, para que el


momento decisivo llegara. Nos sentamos a la orilla de un
árbol para comer nuestros respectivos helados. Entre risas e
intercambio de sabores, pasamos el rato. Cuando se
acabaron, tomó mi vaso, lo depositó en un bote de basura y
se sentó frente a mí, cruzando sus piernas, serio. Enseguida
supe que hablaríamos, por su mirada, por su postura, por lo
que sus ojos me decían. Acercó sus manos hasta las mías y
las entrelazó con firmeza.

-No piensas seguir, ¿cierto? -abrí los párpados sintiendo que


mi corazón se desbocaba.

-Teo... -negó sin moverse, sin soltarme.

-Cada cosa que ha ocurrido desde que te conocí, ha sido


única, diferente a nada de lo que he vivido. He visto cosas
impresionantes, he estado en sitios que te dejarían sin
aliento, Ximena, he dormido cobijado por las estrellas más
brillantes que puedas imaginar, he sido testigo de una
aurora boreal y de los cambios incluso de la naturaleza.
Pero de todo lo que mi vista me ha regalado poder ser
espectador, de los sitios a donde mis pies me guiaron en
busca de aventura, para dejarme sin aliento, jamás creí
posible ser testigo del espectáculo que me dan tus ojos
cuando algo te apena, o de esa forma inigualable con la que
soplas tu cabello al estar alterada, mucho menos ese
movimiento casi hipnótico de tus labios al hablar o tu
manera de enterrar tu mirada en mis pupilas haciéndome
sentir participe de un espectáculo sin precedentes, todo eso
no tiene comparación con absolutamente nada de lo que he
visto. Cada gesto tuyo me deja mudo, listo para desear
presenciar otro. Te prometo, en este momento, con tus
manos adheridas a las mías, que sabré demostrarte a la
distancia lo mucho que me importas, lo que generas en mí
con tan solo existir, lo que implica el cruce de tu vida en la
mía. Dame una oportunidad, no nos dejes a la deriva.
Permíteme vivir mi sueño, agarrados de las manos tal como
ahora estamos. No te fallaré -cada palabra dicha lograba
que una lágrima más saliera. ¿Qué decir ante semejante
declaración, más aun, cómo no perderse en la seguridad
con la que me envolvía su voz? Mis labios temblaron, hipeé
llena de ansiedad, de miedo. Sin embargo, asentí, no podía
vivir con el "si hubiera" lo sabía, así que cerré mis ojos en
ese momento, sin soltarlo, aferrándolo con más fuerza.

-Prométeme que tu alma seguirá cerca de la mía -susurré


sintiendo como el aire acariciaba mi piel. Con él era vivir, no
había más opción, y esa era mi decisión.

-A tu lado, Ojitos, mi alma siempre estará a tu lado -sentí de


pronto sus labios sobre los míos, con un roce sutil, delicado-
. Comprendo tu miedo -musitó bajito, acariciando mi rostro,
hincado frente a mí-. Yo también lo tengo. Deseo tocarte,
besarte y olerte hasta que el mundo deje su órbita, o se
extinga. Así que te prometo hacer todo para que esto
funcione, porque al final tu camino y el mío se unirán, lo sé -
me acerqué de nuevo a sus labios para besarlo con
ferocidad. No tenía idea de en qué me metía, pero ya no
había marcha atrás, no con él.
Los días siguientes, no sé cómo describirlos. ¿Es posible
flotar sobre las nubes sintiendo bajo tus pies el algodón
delicado de lo que están hechas y, al mismo tiempo, que la
tristeza te ahogue en un pozo oscuro donde sientes que por
mucho que grites nadie escuchará? No lo sé, pero esa era
mi situación, tal cual.

A su lado las horas se convertían en segundos y esa


sensación de que el reloj avanzaba de forma vertiginosa,
marcando cada minuto a una velocidad aterradora, no
desaparecía. Ayudé a que hiciera su equipaje, jugamos,
reímos, gritamos y terminamos más de una vez sobre sus
maletas, para a las horas, intentar armarlas de nuevo. Más
de una vez danzamos por todo su apartamento presos de la
locura que provenía de aquél increíble arrebato que nos
mantenía en vilo todo el tiempo, brincando, girando, para
después rodearnos y continuar moviéndonos. Fueron
momentos llenos de magia, de sensaciones feroces,
arrebatadas y abigarradas de ternura también.

Eso somos al estar juntos.

Por supuesto, en cuando le dije que continuaríamos, decidió


darme un curso intensivo del uso de Skype, me rogó lo
mantuviera activo tanto en mi móvil como en mi PC,
además, descargó varias aplicaciones en mis dispositivos,
hubo una que me resultó muy divertida y que ya
comenzaba a usar con él cuando no estábamos cerca,
llamada Didlr, dibujar los estados de ánimo ayudaba y eso
aligeraba mucho la angustia que crecía en mi interior día
con día. Por supuesto nos comenzamos a seguir en Spotify,
donde ya tenía él listas de reproducción con mi nombre que
guardé, Facebook, Instagram y una inscripción en Netflix,
donde veríamos series o películas para luego comentar,
como nos gustaba mucho hacer. Además, me mostró cómo
colocar la hora de los sitios donde estaría y su clima en el
escritorio de mi móvil. Así que como prometió, estaríamos
conectados, sincronizados, aunque viviendo realidades
completamente diferentes.

Su vuelo salía el sábado por la mañana. Ya mi estómago se


encontraba echo uno nudo y sé, porque me lo decía, que el
suyo también, la diferencia entre ambos era que él iba a lo
desconocido, a realizar lo que tanto anhelaba, a un espacio
que no estaría plagado de mi presencia y yo... yo
permanecería intentado maquillar los huecos que su ser
dejaría en mis días, en mi mundo, sin darlo por perdido.
Difícil tarea.

Pasó por mí a la escuela, cosa cotidiana a últimas fechas.


Nos besamos con arrebato, como solíamos.

-¿Estás lista? -me acomodé en mi asiento sin saber qué


responder. ¿Lista para qué?

-¿Debo estarlo? -sonrió negando, apretando mi pierna


levemente, sacudiendo sus rizos negativamente.
-No, Ojitos -puso en marcha la camioneta y dejé que la
música que solía tener inundara mis sentidos, siempre algo
electrónica, pero que invitaba a sentir, a vibrar, a dejarse
llevar por los pensamientos más absurdos y más
asombrosos. Cerré mis ojos adorando la canción que estaba
en ese momento. Cuando noté que no se detenía abrí los
ojos, alcé una ceja y lo encaré. Íbamos en la carretera.

-¿Me estás secuestrando, Teo? -soltó la carcajada.

-Lo he pensado más de una vez, Ximena, pero no -y


continuó conduciendo, tamborileando los dedos en el
volante al ritmo de la música. Se desvió rumbo a Tequila, un
pueblo que se encuentra a treinta minutos de Guadalajara,
Jalisco, lugar donde ambos residíamos, por lo menos hasta
ese momento.

-Ya quiero saber... -rogué pinchando su costilla. Se hizo a un


lado negando.

Quince minutos después entrabamos al pueblo. Siguió


conduciendo por las calles adoquinadas, mientras yo me
perdía en la gente que iba y venía, no se detuvo y siguió. En
serio ya me tenía intrigada. De pronto se estacionó a la
orilla de la carretera. Se bajó y rodeó la camioneta.
Descendí con su ayuda observando el lugar.

-¿Qué estás maquinando? -quise saber desconcertada.


Tomó mi mano, y envuelto en su común silencio que ya
conocía precedía a una sorpresa, lo seguí. Caminamos casi
un kilómetro. Cuando ya iba a quejarme pues no iba lista
para ello vi ese campo abierto y ahí, en el fondo, un globo
de colores, aerostático. Abrí los ojos de par en par, me tapé
la boca y lo miré anonadada-. ¿Es en serio?

-Sí, quiero hacer esto contigo, hay tantas cosas que quiero
mostrarte que creo que jamás terminaré. Sé que amarás ver
todo desde la altura, así como yo amaré tus ojos al
observarlo -caminé hasta donde se encontraba el enorme
artefacto, asombrada, aún sin creerlo. Un hombre se
hallaba ahí, me saludó con un gesto.

-Dios, no sé qué decir -musité encarando a mi novio, iba mi


lado, con las manos dentro de los bolsillos de su jean. Se
encogió de hombros sacudiendo la cabeza.

-Tus gestos me dicen todo, Ojitos -me trepé sobre él al


tiempo que me sujetaba y besaba con ardor.

-No puedo creer que haré esto -admití casi sobre su boca,
riendo nerviosamente.

-Amo que te arriesgues -susurró deleitado.

-Solo contigo, Teo -declaré con vehemencia.

-Lo sé, Ximena, y eso hace que solo quiera dar pasos
seguros -lo besé de nuevo.
Antes de subirnos, un par de chicos aparecieron con un
mantel a cuadros y comenzaron a montar una especie de
picnic ahí, en medio de aquel hermoso paraje.

-¿Planeaste todo esto? -musité a su lado. Tomó mi barbilla e


hizo que lo mirara.

-Quiero que este día sea especial... Necesito que tu razón


no dude, porque sé que tu corazón lo tengo de mi lado.
Haré que cada momento sea especial, único, Ximena, que
sea nuestro... -esa maldita manía que últimamente no me
soltaba, apareció y una lágrima resbalo por mi mejilla.

-No quiero pensar en ello -Teo negó con firmeza.

-Debes hacerlo, de otra forma será peor. Quiero que llenes


tus momentos, sal de casa, no te quedes ahí, sigue con tu
vida como antes de que tú y yo nos topáramos -intenté
alejarme, no quería hablar de eso, no ese día, lo impidió-.
Evadir lastima, la realidad es que no estaré aquí, no
estaremos juntos, quiero que lo enfrentes, porque de otra
manera cuando no esté, tu cabeza tomará el mando y no
soportaré lo que decida. Te lo suplico, escúchame -Asentí ya
llorando, él tenía su mirada vidriosa-. Cuando no puedas
más, cuando me extrañes demasiado, cuando sientas que
no puedes con esto y que prefieres alejarme, recuerda estos
momentos y piensa que no se han terminado, tendremos
más. Mándame un mensaje, un SOS, yo sabré que hacer,
estoy preparado para pelear con tu razón a muerte si es
preciso, solo te pido eso... Llené una memoria que está en el
cajón de tu buró, dentro de una caja de madera, con
fotografías, dejé, ahí mismo, otras impresas. También subí
algunos vídeos de nosotros, y otros en los que simplemente
converso contigo en OneDrive, sabes como accesar, los
compartí contigo -Yo ya lloraba a cantaros, no lograba
imaginar un segundo sin esa voz, sin su roce, sin su esencia-.
Soy yo el que se va, debía hacerlo, debo cuidar lo mejor de
mi vida, no mi sueño, si no mi realidad, y eso eres tú... -lo
abracé temblorosa.

-No me olvides -musité casi rogándole. Besó mi cabello, lo


escuché sollozar.

-Cómo olvidar lo que vive en mi interior... Ximena, no tengo


idea de cómo fue pero en el momento en que te vi, ahí,
húmeda, con esa mirada tan tuya, supe que la búsqueda
había acabado -sollocé aún más aferrándome a su camisa. Él
me rodeó con mayor fuerza.

-Me hiciste vivir, despertar. Júrame que regresarás -Me


separó, tomó mi rostro entre sus manos, ambos llorábamos.
Se agachó y me miró fijamente.

-Eres mi puerto, ¿comprendes lo que quiero decirte? A ti


siempre volveré, siempre, no lo dudes... -lo besé sin
contenerme, importándome un bledo no estar solos.
-Siempre es demasiado -solté sobre su boca.

-Siempre es lo que puedo ofrecerte... -sonreí perdida en su


oscura mirada.

-Entonces acepto la oferta, señor explorador.

Esa tarde fue, de todos nuestros momentos juntos, la más


increíble. El halo de energía que nos rodeaba, de aquellos
sentimientos que flotaban, hizo su trabajo y nos permitió
vivir el instante como irrepetible, como perfecto.

La despedida en el aeropuerto, no puedo describirla. No


lloré como imaginé lo haría, no era la imagen que deseaba
se llevara en el avión, en su viaje. Sin embargo, duramos
abrazados mucho más tiempo del que pesábamos.

-Hijo, ya están llamando -interrumpió su padre, que nos


observaba con tristeza, comprendiendo lo que vivíamos.
Teo se separó asintiendo. Tomó mi mando, la hizo girar y
depositó algo sobre mi palma. Lo miré nerviosa, temblando.

-No cuentes las horas, solo los momentos. Te amo, Ximena,


te amo demasiado -y me besó con ansiedad, hasta ese
instante pude comprender lo mucho que todo esto también
a él le estaba doliendo. Abrí mi puño al dejar de tener su
mano rodeando la mía y vi lo que ahí había dejado. Un
anillo de plata, plano, delicado. Pestañeé sin comprender.
De inmediato capté el mensaje en la parte de atrás.
"No cuentes las horas, solo los momentos"

-Teo... -lo tomó y lo colocó en mi mano derecha, justo en el


dedo pulgar.

-Ese es un lugar que sé no se te hubiera ocurrido para un


anillo, así que como mi trabajo es hacer que te sorprendas,
que hagas lo inusual, me pareció perfecto -observé mi
nuevo accesorio por un segundo.

-No me lo quitaré, y serán solo los momentos -Me miró por


un segundo con atención, fijamente.

-Eres lo más dulce que se ha cruzado en mi camino, te amo,


y -de nuevo alertaban sobre la salida de su vuelo. Lo tomé
de la camisa y lo pegue a mi rostro.

-Conquista el mundo, que a mí ya me tienes. Te amo, anda -


y lo solté no sin antes darle un beso arrebatado. Rio
mirándome con orgullo.

-¿Ves porque me tiene hecho un idiota? -Bromeó con su


padre al cercarse para darle el último abrazo.

-Eso me queda muy claro, hijo -segundos después lo


observamos entrar en el área de migración. Ahí iba una
parte de mí, lo pude sentir tan claro como estas palabras.
Permanecí ahí, de pie, por varios minutos. Era real, él se
estaba yendo, no tenía fecha de regreso. Era como subir a
un bote, por propia decisión, que soltaban en altamar. La
soledad al observar lo que rodea, era aplastante, pero no
tan penetrante como la conciencia de saber que no había
un rumbo trazado, ningún sitio a donde llegar pues era
parte del plan. Incertidumbre, indefinición, miedo y la
esperanza de que después de días de viaje, en medio de la
nada, algo apareciera y ese viaje cobrara un sentido.

-Nunca se había enamorado... -Habló su padre sacándome


de aquel letargo, me sentía en shock-. Y me alegra que haya
sido de una mujer como tú -lo miré entristecida,
abrazándome a mí misma-. En esta vida no hay que buscar a
quien quiera lo mismo, sino a quien quiera vivir a tu lado, a
pesar de querer lo opuesto. Ximena, como se lo dije y te lo
digo a ti; si lo logran, si pese al tiempo y distancia lo suyo
continúa, querrá decir que su amor está a prueba de
sueños, y eso, niña linda, es mucho más de lo que muchos
pueden llegar a presumir -me tomó por los hombros y me
pegó a su pecho-. Yo también lo extrañaré, ese chico es
pura luz, es mi luz -de pronto el llanto llegó y ya no se
detuvo, también era la mía.

Los días siguientes no vale la pena ni comentarlos. Lloraba


casi con cualquier tontería. Solo lograba maquillar un poco
los sentimientos que me aplastaban brutalmente cuando
conversábamos. Más de trece horas de diferencia, era
complicado coincidir, sobre todo los primero días ya que él
se iba adaptando y estaba ocupado con todo lo que tenía
que hacer, comprendiendo el teje y maneje del lugar,
acomodándose, conociendo los alrededores, deslumbrado
por todo lo que lograba admirar en sus excursiones.

Teo brillaba, al verlo por Skype, me contagiaba un poco de


su burbujeante felicidad, sin embargo, eso duraba lo mismo
que la vídeollamada, después, al terminar, acababa
derrumbada, lista para comer una caja entera de galletas o
dejar salir las lágrimas sin restringirlas. Me resistí, como por
rebeldía, a seguir con lo que planeamos, a usar las
aplicaciones o a salir de casa, y él, se daba cuenta, pero no
me presionaba, simplemente me escuchaba, me alentaba a
conversar.

Camila y Mauro, por mucho que insistían para que saliera,


para que no estuviera así, yo los mandaba al demonio. Lo
quería a mi lado, conmigo, no a miles de kilómetros
viviendo sin mí, descubriendo sin tiempo de recordarme.

El miedo al olvido es lo que más duele cuando se está lejos.


Saber que siempre estará latente la posibilidad de que los
días pasen y ya no esté tu presencia en la mente del otro.
Pensar que su realidad es ajena a la tuya, y que de alguna
manera deberá construir otra en la que no se estará. Arde,
como hierro al rojo vivo sobre la piel, ver salir el sol, para
luego ocultarse, presa de una especie de "pausa".
Casi un mes fue lo que soporté de esa manera. La llegada de
mis padres, no ayudó pues me sentía invadida, y todo a mi
alrededor se descomponía. No, no podía seguir así y lo
sabía. Esa no era yo, así no reaccionaba antes las cosas.
Comencé a vivir cuando Teo apareció, pero no me
sepultaría ahora que no estaba, Así que era momento de
despertar de ese maldito letargo en el que me sumergí y lo
haría ¡ya!
=================

Capítulo V -Final-

- GANAR-

Llegué de trabajar esa tarde, dejé mis cosas sobre el sofá


más cercano y prendí mi laptop envuelta en una prisa que
no comprendía. Esa mañana al despertar me atreví a abrir el
cajón donde dejó esas increíbles fotografías. El día anterior
no pudimos conversar pero me mandó por audio de
WhatsApp algunas estrofas de canciones que hicieron mella
en mí, eso, aunado a descripciones de lo que veía, me sacó
de la órbita donde últimamente me hallaba sumergida y de
la que hacía un par de días había decidido ya salir. Cuando
observé las imágenes mi corazón comenzó a cabalgar más
rápido. Tantos momentos, tanto vivido, en tan poco tiempo.
Al final de todo aquello un trozo de papel perfectamente
doblado. No lo había visto hasta ese momento.

"Cierra los ojos, estoy a tu lado, solo acorta la distancia. Une


los momentos, jamás te he dejado, mi alma te envuelve, mi
corazón te pertenece.

Te amo, Ojitos"
Sentí, de alguna manera, que le había fallado, que no estaba
haciendo lo que debía, que no estaba luchando por los dos,
por lo que sentíamos, por lo que tanto amaba. Abrí mi
cuenta y de inmediato entré para ver el primero de sus
vídeos, incluso estaban enumerados. El "uno" era el
adecuado. Me acomodé en mi cama, crucé las piernas y subí
el volumen. Por supuesto era él, sonreía de esa manera tan
especial, mostrando parte de sus dientes, con la comisura
de sus expresivos ojos arrugada debido al gesto. Alcé mi
dedo y recorrí su rostro. Me hacía tanta falta.

"Así que al fin decidiste darme una oportunidad".

Arrugué la frente sin comprender, intrigada, ladeando la


cabeza debido a sus palabras.

"Sí, sé que has estado peleando duramente contigo, que,


de alguna manera, la razón ha hecho ese trabajo del que te
hablé. Espero no hayan pasado muchos meses y solo unas
cuantas semanas como vaticiné. Si es así, quiero decirte que
me pone muy feliz saber que decidiste seguir, que has
luchado y que deseas que esto continúe. No te presionaré,
de ninguna forma jamás, pero sí me gustaría saber que viste
este vídeo"

Mis lágrimas saltaron, pero ahora de una forma diferente,


no de tristeza honda, o de esa nostalgia que araña, sino de
una especie de calma que me generaba saberlo tan lejos
pero tan cerca a la vez. Frente a ese vídeo podía llorar,
desahogarme, y sabía que él no se afectaría por mis
reacciones, me sentía una niña viendo la mejor de las
películas, escuchando el mejor cuento. Una hora de
grabación donde decidió hablarme de sobre su niñez, sus
amigos, sus mejores y peores momentos. Más de una vez
solté la carcajada y otras me hubiera gustado tenerlo al lado
y abrazarlo.

"Ahora es tu turno, háblame de esa etapa de tu vida, quiero


saberlo todo de ti, vamos hechízame con tus palabras"

Alrededor de las siete nos conectaríamos, así que tenía


tiempo y no mucho qué hacer. Engullí algo con velocidad, y
comencé mi labor. Hablar frente a una cámara no es tan
sencillo, fue difícil al principio, pero poco a poco fui
sintiendo como la marea de ideas y recuerdos llegaban, por
lo que me encontré narrándole a detalle cosas que creía
había olvidado, momentos que estaban sepultados tan
profundamente en mi memoria que quedé asombrada. Al
terminar le mandé miles de besos y propuse hablar de
nuestra adolescencia. Era su turno.

Cuando la llamada de Skype entró, yo me encontraba


arreglando el desastre en el que extrañamente me había
sumergido. Con todo en su lugar, me acomodé frente al
ordenador y contesté. En cuanto su mirada apareció, mi
mundo se detuvo. Me observó por unos segundos sin decir
nada.
-¿Qué sucede? ¿Luzco mal? -Le pregunté intrigada, mirando
mi imagen en la pequeña pantalla. Negó despacio,
haciéndose para atrás al tiempo que sujetaba su cabello
alejándolo de su frente.

-¿Qué cambió? -Me removí sonriendo, agachando un


segundo la cabeza, pasándome una mano por la frente.

-Vi las fotos que dejaste en la caja y la carta, esta mañana -


se acercó intrigado-, y el vídeo "uno" cuando terminemos
de charlar te mandaré el mío -Su sonrisa se ensanchó de tal
manera que casi hiperventilo. Se levantó y comenzó a dar
vueltas por su habitación. Lo observé atontada. Era
increíble. De pronto se acercó tanto que retrocedí.

-¿Gané la batalla? -quiso saber. Asentí nerviosa.

-Solo necesitaba tiempo... -musité colocando una mano en


mi mejilla y recargando ahí mi cabeza.

-Ya estaba muy nervioso, Ojitos, creí que la razón cedería...


Estuve a punto de... -sonrió mirando hacia un punto de su
cuarto.

Ahora se encontraba en las Filipinas, pero el horario no


variaba, había llegado hacía un par de días.

-¿De qué? -quise saber, enarcando una ceja. Me miró


fijamente, serio.
-Te dije que tú eras mi realidad, Ximena, no jugué -torcí los
labios, guardando silencio unos segundos, estudiándolo.

-¿Cómo es que me conoces tan bien? -solté de pronto.


Entornó los ojos apretando los labios.

-Haces todo lo contrario a lo que yo espero, a lo que yo


haría, solo es cuestión de ir del lado opuesto y sucede...
Pero además, desde el inicio hubo algo, me hablas con tus
expresiones, ¿sabes?, me es fácil comprender tus
emociones con tan solo verte...

-O sea que no guardo ningún misterio para ti -indagué con


curiosidad. Resopló sacudiendo sus rizos.

-Eres una atractiva caja con millones de candados, y no


tienes idea de cómo me ha gustado ir encontrando la llave
de cada uno para saber lo que en tu interior hay, y pese a
que ya abrí varios, deseo abrirlos todos -sonreía cohibida.
Alzó su dedo índice y me señaló con emoción-. Ahí está una
de las expresiones que me aniquilan; te gusta cómo te veo,
te agrada saber que no me detengo y aun así, te
avergüenza, pero no me pararás. Adoro esa mirada, tus
labios cuando eso sucede.

-Yo amo que no te rindes, Teo. Siento que no me dejarás


caer y que aunque soy difícil, un tanto inflexible, temerosa,
seguirás a mi lado -asintió con decisión.
-Eso que tú ves como defectos, yo los amo, cada uno. No
soy perfecto, sé que a veces puedo ser demasiado soñador,
imprudente, algo intempestivo y muy temerario y sé,
porque te veo, que eso te gusta de mí. Así que, Ximena Lara,
debes saber que me has enseñado más de lo que imaginas.
Prometo equilibrar esta balanza y recompensarte este
tiempo alejados -le mandé un beso fingiendo sensualidad.

-Y yo prometo que te dejaré hacerlo, Teo Baeza, esto te


costará caro -bromeé por primera vez en semanas.

-Ya deseo pagar el precio.

Conversamos casi dos horas. Él tenía que salir a conocer


algunos sitios así que tuvimos que cortar a regañadientes.
Fue tan agradable y sencillo a comparación de las demás
ocasiones en las que no tenía mucho de qué hablar, que me
sentía algo irritable, molesta, y demasiado triste, por lo que
no fluía como sucedió a partir de esa ocasión.

Al salir de mi habitación mis padres cenaban en el comedor.


Los saludé con una sonrisa. Aún seguía flotando.

-Se puede saber ahora por qué tan alegre, llevabas semanas
sin siquiera mirarnos -Me detuve, tomé una de las sillas y
me senté. Los observé por unos minutos en los que no se
movieron, ni siquiera probaron bocado.
-¿Por qué nos alejaron? -solté sin más, sintiéndome de
pronto fuerte, lista para enfrentar también esa parte de mi
vida. De alguna manera Teo me estaba mostrando que la
distancia tenía que ver con una decisión, que se pueden
tener momentos, recuerdos, la esencia de la otra persona
pese a no tenerla a un lado, pese a no poder tocarla.
Necesitaba saber por qué ellos no lo vieron necesario, por
qué no fuimos tan importantes como para demostrarnos
que pese a no poder estar a nuestro lado, merecíamos
saber que nos amaban, y eso va más allá de un roce, de un
beso, eso implica compromiso, constancia y llenar las pocas
horas con momentos, con detalles.

Mi madre se irguió, dejó su plato a un lado y respiró hondo.

-Todos estos años buscamos darles lo mejor, Ximena -


argumentó sin titubear.

-No quería lo mejor, los quería a ustedes -musité con


seriedad. Mi padre asintió pasando saliva.

-Y ustedes son para nosotros, todo. No supimos


demostrarlo, hace años que no logramos entrar en sus
vidas, que no nos permiten participar... Sé que no hicimos
las cosas bien, que los lastimamos en el camino...

-Nos dejaban solos, meses, nos mudaban de estado, de


escuela, y era volver a empezar... Una y otra vez, ¿su sueño
lo valió? -Mi madre cerró los ojos suspirando.
-Nuestro sueño era tener una familia, Ximena, pero eso no
fue suficiente, cuando ustedes llegaron a nuestras vidas no
bastaba con el trabajo de uno, y no sabíamos hacer otra
cosa, aunque cuando estabas pequeña, lo intentamos, no
funcionó, tu padre salía, yo me quedaba y lo que ganaba no
dejaba mucho pues no estaba preparada para hacer algo
que me diera suficiente dinero, además lo que él ganaba, no
cubría todo. Cuando llegó Mauro, decidimos que lo
haríamos juntos y que, ilusamente, podrían ustedes
adaptarse a nuestro tren de vida, no fue así, necesitaban
estabilidad... Hicimos muchas cosas mal, demasiadas a lo
mejor, pero... nunca quisimos alejarlos, y estamos muy
orgullosos de lo que son, de que por lo menos, de alguna
manera, nuestro esfuerzo haya dejado a dos personas como
ustedes... -saber el otro lado de la moneda siempre lo
cambia todo. Esta conversación la debí tener mucho tiempo
atrás, años quizá, pero el miedo, lo que se da por sentado,
lo que es fácil creer para protegerse, nos sumergió a todos,
y nos llevó por rumbos que no eran los ciertos, y si los más
dolorosos.

-¿Por qué no buscaron acercarse cuando nos vieron


lejanos? -Ambos se miraron entrelazando sus manos.

-Ya no supimos cómo... Hemos sido cobardes, hija, pero


temíamos que si los presionábamos, nos dejarían
definitivamente -Las lágrimas comenzaron a viajar por mis
mejillas. Tanto tiempo, tantos momentos, y ahora los tenía
frente a mí, por primera vez hablando, mirándonos,
haciendo un contacto.

-Son lo que más amamos en el mundo, lo que más nos


importa... -completó mamá. Los miré por varios segundos
sin decir nada. De pronto la puerta de la entrada se abrió,
mi hermano nos miró arrugando la frente, de forma curiosa.

-Siéntate, Mauro, creo que es hora de enfrentar algo que


debimos hablar tiempo atrás -anuncié con firmeza.

Y como cuando el bálsamo va curando la herida que aunque


se sabe dejará cicatriz, cerrará correctamente, comenzó
todo a cambiar aquel día. Poco a poco, lentamente, pero
efectivamente. Gracias a todo lo que Teo me enseñó, pude
mostrarles a ellos como estar más atentos los unos de los
otros. Si bien no hablábamos a diario cuando no estaban en
casa, podía recibir de pronto una video llamada de mi
madre por Skype, o un audio de WhatsApp, pronto la
distancia con las herramientas disponibles, se acortó, de
manera que incluso Mauro y yo, podíamos comentar en
vivo un juego de futbol con mi padre, que era fanático,
como nosotros dos.

En cuanto Teo supo lo ocurrido, y como todo se iba dando


en cuanto a mi familia, se mostró aún más feliz. Ya llevaba
casi tres meses fuera. Después de esa catarsis, todo había
sido, si bien complicado porque lo extrañaba, sí mucho más
sencillo ya que comenzaba a asimilar tantos cambios en mi
vida. Verlo a ciertas horas era rutina. Sorprendernos con
vídeo, era lo habitual. Comentar sobre la película que por
turnos elegíamos, algo que disfrutaba. Tomaba fotos de
algo que deseaba él viera, se las mandaba por WhatsApp y
cuando la urgencia nos embargaba, y mi novio no tenía
problemas de red, nos marcábamos por Skype. Nada era
sencillo sin su olor, sin sus manos, pero sentía que podía ir
manejándolo cada vez mejor, sobre todo teniendo el apoyo
de mis padres, de mi hermano y de mis amigos que me
hacían fuerte en momentos de crisis.

Quién iba a decir, pero la tecnología y yo nos hicimos las


mejores amigas, y pocas cosas ya se me dificultaban, incluso
ahora, con mi manía de control, ya usaba Evernote, por lo
que todo estaba cuidadosamente calculado y en enero, que
comenzara la maestría, manejar mis tiempos sería más
sencillo.

Una mañana de noviembre mi alerta de e-mail en el móvil


sonó. Abrí sonriendo, a veces hacía eso; dejaba notas,
audios, comentarios, lo que fuera antes de irse a dormir
pues sabía que yo estaba trabajando.

"Ojitos,

¿Qué dices? Tu y yo, Malasia, la playa, dos semanas. Yo


invito."

Me quedé muda. Un boleto de avión.


Era para un día después del comienzo de mis vacaciones.
Mis mejillas se encendieron y poco me faltó para gritar de la
emoción. Pasé saliva sin saber qué hacer, temblando. Ya iba
a responder cuando un mensaje de WhatsApp entró. Él.

"Sal un momento, Ojitos, que solo estaré el fin de semana y


muero por darte un beso"

Okay, pasmada es la descripción más exacta para lo que en


mi interior ocurría. No me moví por varios segundos,
leyendo y releyendo lo que acababa de decir.

"Vamos, no quiero presionarte, pero sigo esperando..."

Solté la carcajada importándome poco cualquier otra cosa


que no fuera él. Corrí hasta afuera, pasando el área de
recepción, para después abrir como si el mundo se me fuera
en ello. Y ahí estaba, no lo pude evitar. Eso era un sueño,
mucho mejor incluso. Corrí nuevamente, y al tenerlo en
frente me colgué de su cuerpo y lo besé con desespero, al
igual que él a mí. Me llené de su olor, de su tacto, de su
cuerpo. Semanas añorándolo fueron nada en comparación
de ese glorioso instante en que lo tuve para mis sentidos
únicamente.

-¡Estás aquí! -musité mirándolo a los ojos, al tiempo que me


bajaba lentamente. Besó mi nariz, luego mi frente con
aprehensión y asintió.
-Me voy el domingo por la noche, el martes debo estar allá,
logré escapar dos días y solo pensé que este era mi sitio... -
Lo besé con ternura.

-Siempre lo será, Teo, no quiero que sea de otra manera -y


lo abracé adorando tenerlo bajo mi tacto.

-No será de otra manera, Ximena, te lo aseguro.

Ese fin de semana fue mágico. Mis padres volaron a


Guadalajara, deteniendo una gira, solo para conocerlo.
Cenamos en un agradable sitio el sábado por la noche, e
invitamos a su papá para que así lo viese también. A
excepción de ese momento, no nos separamos y no hicimos
más que observarnos, tocarnos, llenarnos de nuestra
cercanía.

Su partida fue dolorosa, no podía ser de otra manera, pero


saber que nos veríamos pronto, ayudó bastante a aquel
momento de tristeza. Las pequeñas metas ayudan a pasar el
día a día.

Pronto llegaron las vacaciones. Esas semanas a su lado


fueron inigualables, entrañables e inolvidables. Era curioso,
pero podíamos sentir como el amor que nos teníamos
crecía y crecía pese a la distancia, que todas aquellas cosas
que él preparó para que no nos sintiéramos tan alejados,
funcionaron, pero sobre todo, la seguridad que sentíamos
por lo que habíamos decido vivir.
Casi dos años después, todo iba mejor. Él venía cuando
podía, pero no era lo común y yo ya había viajado hasta
donde estaba en cinco ocasiones, gracias a ello había
conocido lugares que jamás imaginé, y logré presenciar el
momento justo cuando recibió un par de premios por
imágenes que había logrado captar con su lente. Mi
maestría me mantenía sumergida, entusiasmada, pero no
tanto como para no cuidar los detalles respecto a lo
nuestro. Nada se enfriaba, al contrario, incrementaba.

Ya habíamos tenido un par de desacuerdos por alguna


tontería. Lo cierto es que lo nuestro iba más que bien,
aunque tenerlo a mi lado hubiese sido mejor. Sin embargo,
no me arrepentía de mi decisión, Teo era mágico, me
inyectaba vitalidad, fuerza y ganas de enfrentarlo todo, de
atreverme a más, me impulsaba a tomar de la vida lo que
esta me ofreciera.

Casi era verano cuando algo desagradable ocurrió. Sin


pensarlo generé al hablarle de un chico de la maestría con
el que congeniaba, cierto miedo, o inseguridad. Teo no hizo
un drama, tampoco una rabieta al verlo a mi lado en una
foto de Facebook donde me etiquetaron, no era esa clase
de hombre, pero lo vi sufrir respecto a lo poco que podía
hacer al respecto, era como si le doliera que mi compañero
pudiese estar a mi lado los momentos que él no. Esa noche,
después de haber conversado largo rato, me confesó estar
muy desconcertado y deseaba saber si aún continuaba
segura de permanecer inmersa en esta relación tan
peculiar. Leía cierta culpabilidad, impotencia,
inconformidad. Ese fue uno de los tantos momentos en los
que la frustración de la lejanía nos hizo sus presas. Yo
intenté hacerle ver que no podía pensar mi vida sin él, y
Teo, a su vez, repitiéndome una y otra vez que no era
desconfianza, sino temor por no poder estar el día a día a
mi lado, compartiendo cada instante tonto e importante,
por haberme presionado para seguir en esto pese a mi
manera de ser, pese a mi recelo. En todos esos meses
separados jamás lo vi más confundido, más desorientado.
Después de hablarlo, todo volvió a su cauce, pero algo en lo
profundo de su ser había cambiado, podía sentirlo y eso me
mantenía alerta, algo nerviosa si era sincera.

Cuando se está lejos la confianza es el elemento más


preciado, sacarle el mayor jugo posible a los momentos, es
imprescindible, y mostrarte tal cual, es lo más importante.
Así que sentir que algo escondía ya no me dejaba en paz,
pese a que en general todo iba mejor que bien, sus detalles,
sus conversaciones, todo.

Una noche, un mes después de aquel extraño momento, me


envió un vídeo. Era jueves, por lo que venía llegando,
agotada, me senté en el sofá, ansiosa como siempre por ver
lo que se le había ocurrido lo abrí y él apareció a lo lejos.
Arrugué la frente desconcertada, alguien lo filmaba, estaba
frente al mar, ahora se encontraba en Australia. De pronto
comenzó a escribir algo sobre la arena, la cámara se acercó
lentamente siguiendo sus movimientos. Y sin más, al leerlo,
me tapé los labios abriendo los ojos de forma desmesurada.

"Cásate conmigo, Ximena" y al acabar la frase, él hincado


mostrándome un anillo entre sus manos. No supe qué
hacer, mi corazón dio un vuelco y juro que mis palpitaciones
se incrementaron de una manera insana. Dejé el móvil
sobre el sillón negando. Miré mi alrededor, asustada.

Yo, él, ¿casarnos?

Mis pulmones comenzaron a respirar a toda máquina. Pese


a que las cosas con mis padres iban cada día mejor, mi
hermano y yo ya nos habíamos mudado, así que sí, la
estabilidad seguía siendo una tendencia en mi pensamiento.
Acepté comenzar una relación con él pese a mis temores,
haciendo a un lado todo aquello que incluyera la palabra
futuro. Aprendí con Teo a vivir el momento, a flotar con las
horas y exprimir los minutos, pero nunca me planteé, por lo
mismo, a dónde nos llevaría todo lo que hacíamos

y de repente comprendí que yo era la que no tenía idea,


porque él, sí.

Entré a mi habitación, me senté a la orilla de mi cama y


cerré mis ojos escondiendo la cabeza entre mis rodillas que
mantenía rodeadas. ¿Qué futuro tendríamos? ¿Qué sentido
tenía comprometernos a ese nivel si cada uno vivía
realidades diferentes? Y aunque la tecnología jugó a nuestro
favor y gracias a ella nuestra relación iba mejor de lo que
imaginé, no me agradaba pensarme casada sin poder verlo,
sin saber el rumbo de nuestra vida en pareja. Miles de
preguntas me asaltaron y las dudas que no estaban,
aparecieron.

Una hora más tarde entró Mauro con el móvil en la mano.


Me observó intrigado mientras me tendía el aparato, yo
seguía atrapada en el limbo.

-Teo está llamando desde hace rato, lo dejaste en la sala -Lo


tomé asintiendo, con mis manos aún temblando.

-Ahora le respondo -Mauro iba a salir cuando se detuvo.

-¿Qué pasa?, pareces aterrada -Lo miré por un segundo


para después observar el aparato.

-Lo estoy... -admití con simpleza.

-Sea lo que sea, hazlo, a veces cuando más miedo da, es


porque la vida te pone un nuevo reto mayor que conquistar
-Me froté el rostro afligida. Ya iba a responderle algo
cuando sonó nuevamente mi aparato. Él. Mi hermano salió
dejándome sola.

Llené de aire mis pulmones y respondí.


-Sé que lo viste... -silencio-. Ximena, te acabo de proponer
matrimonio -soltó con simpleza pero sin poder esconder su
decepción, su tristeza.

-Lo sé, Teo -musité bajito.

-Háblame

-suplicó de pronto.

-No sé qué decir... - me sinceré con una lágrima rodando


por mi mejilla, no quería perderlo pero qué sentido tenía
eso.

-Lo que opinas, me agradaría, aunque creo saber lo que en


tu cabeza sucede -un enorme nudo crecía en mi pecho, en
mi garganta, me ahogaba.

-Teo... yo...

-¡No! Aguarda, dame unos días, te explicaré a que viene


esto. Una vez te dije que contigo sabía que debía dar pasos
seguros, no le he olvidado. Solo no digas ni hagas nada.

-¿Qué pretendes? -pregunté limpiándome las mejillas. Me


sentía tan contrariada. Ser su esposa era una de las cosas
que más anhelaba, obviamente uno de mis tantos sueños,
lo amaba tanto que mis pensamientos siempre lo
fantasearon, pero no era ilusa, tampoco ingenua y no veía
que eso ocurriera pronto. Sin embargo, ahora que sucedía,
así, simplemente no podía gritar de la felicidad pues esto no
tendría sentido.

-Solo no tomes ninguna decisión y mantén a la razón


alejada.

Un par de días pasaron en los que por mucho que lo


busqué, e intenté contactar con él, no pude, solo me
respondía por WhatsApp o Skype, con emoticones
sonrientes, o uno que otro corazón, pero ni media palabra.
Para la mañana del domingo ya estaba demasiado triste, y
con la cabeza a mil por hora. Intenté dormir, pero no se me
dio bien con todo lo que estaba ocurriendo. Ya me había
duchado, incluso desayunado, pero decidí, algo deprimida,
aún perdida, permanecer sobre mi cama, observando el
santuario que había convertido mi habitación plagada de su
presencia. De pronto la puerta de mi habitación se abrió,
giré con desgano, aún acurrucada. Él estaba ahí. Me
incorporé de un brinco quedando sentada sobre la cama. Mi
corazón colapsó y mi cuerpo tembló como si un terremoto
hubiese arremetido contra él.

-Esa es la cara con la quiero amanecer cada día de mi vida,


Ojitos -me alisé el cabello aún azorada. Yo era un desastre.

-Teo... -dejé salir su nombre casi en un suspiro. Ya se hallaba


frente a mí, de pie, tan impresionante como siempre.
-Sí, vine por mi realidad, Ximena -Negué sin comprender,
buscando bajar de mi cama. Se acercó aún más impidiendo
que me pusiera de pie.

-Deseaba proponerte matrimonio de esa manera, era una


especie de fantasía, pero fui un tonto -Lo abracé en un
impulso, negando. No podía creer que estuviera ahí, era
inaudito.

-No es así... Es solo -me separó al tiempo que tomaba mi


barbilla con esa delicadeza que siempre empleaba,
arrollándome con su potente y fresca mirada.

-Es solo que tú eres tú, y me dejé llevar. Ximena, acabo de


conseguir después de varias charlas y debido a mis buenos
resultados, comenzar a viajar menos, podré asentarme aquí
y una semana al mes hacer mis excursiones a sitios que yo
elija. ¡Al fin lo logré! -abrí los ojos de par en par, sin poder
dar crédito. Debía lucir desaliñada, ojerosa, con el cabello
castaño enmarañado, para nada como imaginé me vería,
aun así, no me importó, lo que decía era lo mejor que había
escuchado en todo ese tiempo.

-Qui-quieres decir que... -se puso de pie y me levantó para


cargarme y así tener mi rostro a laaltura del suyo.

-Eso quiere decir que vine por ti, porque amo el lugar a
donde me llevó tu mirada y si tú quieres, deseo vivir ahí por
siempre, a tu lado.
-¡No lo puedo creer! -besó mis labios con desespero, nada
importaba salvo lo que ambos estábamos sintiendo.

-Todo tenía un motivo, Ximena, creí que lo sabías -negué


con sinceridad, besándolo de nuevo.

-Nunca lo imaginé -admití. Me observó desconcertado.

-Pensé que habías aguantado todo este tiempo por ese


motivo, que por eso seguías a mi lado, porque
conseguiríamos estar juntos de una manera en las que
ambos fuéramos felices.

-He sido feliz, aunque nada comparado con ahora, con este
momento, pero lo fui, y te amé más con cada vídeo, con
cada canción, con cada conversación, con cada momento,
Teo.

-Me dejas mudo, no puedo creer que soltaras hasta ese


punto el control, por mí... -admitió caminando conmigo a
cuestas hasta mi cama.

-Y yo nunca pensé que todo lo tuvieras pensado, por mí... -


caímos sobre el colchón en vueltos en risa. De pronto sentí
que algo colocaba en mi mano izquierda.

-Aún recuerdo cuando me dijiste que el tiempo no se medía


en horas, sino por la intensidad con la que se vive cada una
de ellas, eso hice -le recordé al tiempo que veía mi dedo
anular. Lagrimas salieron de mis ojos-. Es hermoso...

-Es una parte de mí para ti... Porque eres lo que no sabía


que buscaba, mi puerto -lo besé con ansiedad, con amor,
con dulzura.

-Y tú eres todo lo que creí jamás estaría en mi vida, eres mi


chispa personal, mi alegría.

De esa forma aprendí, que la fuerza de lo indestructible lo


da el valor para enfrentar los momentos de mayor
dificultad, que la distancia se puede acortar,que la
tecnología puede ayudar si se está dispuesto a entrar.
Decidir dejarte llevar por lo que tus manos tienen que
mostrar, por lo que tu mente te quiere enseñar, por lo que
ojos desean vislumbrar. Sentir el frío entumecimiento con el
que envuelve el temor y tener el coraje para buscar la
calidez que proporciona la confrontación con el miedo, la
llave para vivir, para no permanecer por siempre ahí, en ese
sitio seguro que se fabrica para no fallar y muchas veces no
permite avanzar, disfrutar, que limita la necesidad oculta de
desear experimentar más.

FIN…..
=================

NOTA DE LA AUTORA.

La historia está completa por ahora, la portada fue creada


por Windows para su campaña. Espero disfrutaran el corto
viaje.
Ana Coello
Ana Coello nació en la Ciudad de México. Ejerció su carrera
como docente por once años. Ahora dedica su tiempo a su
familia y escribir, así como a compartir su material en una
plataforma virtual de escritores desde septiembre del 2013,
donde ella ha dado a conocer muchas de sus obras. Su
primera novela publicada, Muy profundo, la cual ha llegado
a todos los países de habla hispana gracias a la asombrosa
acogida que tuvo entre sus lectoras
Belleza atormentada, consiguió la misma aceptación, así
como Eterno, Muy profundo II, logrando con este último
título, visitar varios países para presentarlo y agotando
ejemplares y teniendo llenos en cada lugar.

También podría gustarte