Posturas en filosofía de la mente: intuiciones dualistas. Neo-dualistas consideran infranqueable el muro que separa lo físico de lo no-mental (no-espacial, no-localizable). Alternativa: lingüística. Dos maneras (vocabularios) de hablar de lo mismo. Pero, ¿qué es aquello “mismo” de lo que se habla? ¿De un organismo? Pero entonces, ¿dicho organismo es únicamente físico? Seguimos en lo mismo. Dualista: noción de “especie ontológica” o “abismo ontológico”: ¿hay algún caso en el que se de esta separación absoluta? Ejemplos: el infinito, los universales, Dio. Pero, explicar a Dios o universales o infinito siempre implica hablar de inmaterialidad, de ahí que no se puedan identificar con los particulares espacio-temporales. No podemos hacer de la no-espacialidad el criterio de lo mental. Antes de posicionarse como dualista o materialista uno debe preguntarse qué se entiende por “mental”. Para Rorty, hablar de “lo mental” es aceptar un determinado juego lingüístico filosófico. ¿Cómo del hecho indubitable de que el saber utilizar un término fisiológico (“estimulación fibras C”) no nos ayudará necesariamente a utilizar un término fenomenológico (“dolor”) podemos pasar a la existencia de un abismo ontológico entre los referentes de los dos términos? ¿Cómo sabemos cuándo tenemos dos formas de hablar de la misma cosa (una persona o su cerebro) y no descripciones de dos cosas diferentes (que es lo que sostiene los neo-dualistas)? Según dualistas: propiedades físicas pueden ser atribuidas a algo erróneamente, mientras que las propiedades fenoménicas son atribuidas infaliblemente por el sujeto. Pero, ¿por qué debe reflejar esta distinción epistémica una distinción ontológica? Se puede decir: “las sensaciones son solo apariencias”, su realidad se agota en su apariencia. Así, el neo-dualista que identifica un dolor con la sensación de tener dolor está hipostatizando una propiedad y convirtiéndola en una especie de particular, un particular de esa clase especial cuyo esse es percipi y cuya realidad se agota en nuestro contacto inicial con él. El neo-dualista habla sobre sensaciones en cuanto pequeñas entidades auto- subsistentes, que “flotan” independientemente de las personas (pues sino estarían relacionadas con lo físico y, por lo tanto, con la falibilidad) como los universales. Su intuición les lleva a que las sensaciones puedan existir con independencia de un cuerpo, la cual es la misma que la intuición de que los universales pueden existir con independencia de las instanciaciones. Por lo tanto, los particulares mentales, a diferencia de los estados mentales de las personas, resulta que son universales. El recorrido para identificar lo mental con lo inmaterial ha sido: única manera de asociar lo intencional con lo inmaterial es identificarlo con lo fenoménico, y la única manera de identificar lo fenoménico con lo inmaterial es hipostatizar los universales y pensar en ellos en cuanto particulares más que como abstracciones de los particulares (darles morada no-espacio-temporal). Por eso, preguntarse por la sustancia mental de la que están hechos los dolores y creencias tienen tan poco sentido como preguntarse de qué están hechos los universales. No podemos saber qué es la mente a no ser que digamos que está hecha de lo mismo de lo que estén hechos los universales. ¿Cómo acabar con el problema mente-cuerpo llegados a este punto? Ser nominalista, no hipostatizar las propiedades individuales. “Dolor”=juego lingüístico (Wittgenstein). Veremos cómo lo intencional no tiene ninguna conexión con lo fenoménico, y que lo fenoménico es una cuestión relacionada con la forma de hablar.
Hacer historia de las ideas para saber cómo hemos llegado a manejar los conceptos que manejamos y que han propiciado la confusión a la hora de tratar el problema de lo mental.