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COMENTARIO/REUSMEN

RORTY – LA FILOSOFÍA Y ESPEJO DE LA NATURALEZA

CAP.I LA INVENCIÓN DE LA MENTE


Posturas en filosofía de la mente: intuiciones dualistas. Neo-dualistas consideran
infranqueable el muro que separa lo físico de lo no-mental (no-espacial, no-localizable).
Alternativa: lingüística. Dos maneras (vocabularios) de hablar de lo mismo. Pero, ¿qué
es aquello “mismo” de lo que se habla? ¿De un organismo? Pero entonces, ¿dicho
organismo es únicamente físico? Seguimos en lo mismo.
Dualista: noción de “especie ontológica” o “abismo ontológico”: ¿hay algún caso en el
que se de esta separación absoluta? Ejemplos: el infinito, los universales, Dio. Pero,
explicar a Dios o universales o infinito siempre implica hablar de inmaterialidad, de ahí
que no se puedan identificar con los particulares espacio-temporales.
No podemos hacer de la no-espacialidad el criterio de lo mental. Antes de posicionarse
como dualista o materialista uno debe preguntarse qué se entiende por “mental”. Para
Rorty, hablar de “lo mental” es aceptar un determinado juego lingüístico filosófico.
¿Cómo del hecho indubitable de que el saber utilizar un término fisiológico
(“estimulación fibras C”) no nos ayudará necesariamente a utilizar un término
fenomenológico (“dolor”) podemos pasar a la existencia de un abismo ontológico entre
los referentes de los dos términos? ¿Cómo sabemos cuándo tenemos dos formas de hablar
de la misma cosa (una persona o su cerebro) y no descripciones de dos cosas diferentes
(que es lo que sostiene los neo-dualistas)?
Según dualistas: propiedades físicas pueden ser atribuidas a algo erróneamente, mientras
que las propiedades fenoménicas son atribuidas infaliblemente por el sujeto. Pero, ¿por
qué debe reflejar esta distinción epistémica una distinción ontológica? Se puede decir:
“las sensaciones son solo apariencias”, su realidad se agota en su apariencia.
Así, el neo-dualista que identifica un dolor con la sensación de tener dolor está
hipostatizando una propiedad y convirtiéndola en una especie de particular, un particular
de esa clase especial cuyo esse es percipi y cuya realidad se agota en nuestro contacto
inicial con él. El neo-dualista habla sobre sensaciones en cuanto pequeñas entidades auto-
subsistentes, que “flotan” independientemente de las personas (pues sino estarían
relacionadas con lo físico y, por lo tanto, con la falibilidad) como los universales. Su
intuición les lleva a que las sensaciones puedan existir con independencia de un cuerpo,
la cual es la misma que la intuición de que los universales pueden existir con
independencia de las instanciaciones.
Por lo tanto, los particulares mentales, a diferencia de los estados mentales de las
personas, resulta que son universales. El recorrido para identificar lo mental con lo
inmaterial ha sido: única manera de asociar lo intencional con lo inmaterial es
identificarlo con lo fenoménico, y la única manera de identificar lo fenoménico con lo
inmaterial es hipostatizar los universales y pensar en ellos en cuanto particulares más que
como abstracciones de los particulares (darles morada no-espacio-temporal). Por eso,
preguntarse por la sustancia mental de la que están hechos los dolores y creencias tienen
tan poco sentido como preguntarse de qué están hechos los universales. No podemos
saber qué es la mente a no ser que digamos que está hecha de lo mismo de lo que estén
hechos los universales.
¿Cómo acabar con el problema mente-cuerpo llegados a este punto? Ser nominalista, no
hipostatizar las propiedades individuales. “Dolor”=juego lingüístico (Wittgenstein). Veremos
cómo lo intencional no tiene ninguna conexión con lo fenoménico, y que lo fenoménico es una
cuestión relacionada con la forma de hablar.

Hacer historia de las ideas para saber cómo hemos llegado a manejar los conceptos que
manejamos y que han propiciado la confusión a la hora de tratar el problema de lo mental.

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