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2/4/2018 La peste y la ignorancia | Opinion Home | EL MUNDO

TRIBUNA

La peste y la ignorancia
MARÍA ELVIRA ROCA BAREA 3 FEB. 2018 | 03:38

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/ SEQUEIROS

«La peste es la ignorancia Eso es lo que verdaderamente acabará con el hombre» Sólo por esta frase merece la
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«La peste es la ignorancia. Eso es lo que verdaderamente acabará con el hombre». Sólo por esta frase merece la
pena ver la serie. Cuesta trabajo encontrar ejemplo más acabado de profecía autocumplida.

Hay que comenzar haciendo caso omiso a detalles de atrezzo que se clavan como aguijones, verbigracia, esas
velas rojas. Nada menos que rojas, con lo caro que era teñir la cera. Se ve que había rebajas en el Todo a un euro
(antiguo Todo a cien; conviene aclararlo para los que tengan poco sentido de la Historia) de la esquina. Hay
luces encendidas por todas partes y a todas horas, incluso de día. En el cap. 4, en casa de una muchacha tan
pobre que decide prostituirse, hay más de seis al mismo tiempo, con el sol entrando a raudales por la ventana.
Y lo mismo en el hospital. Que lo único que les faltaba a los pobres religiosos que sustentaban los hospitales
con limosnas era gastarse el dinero en velas para tenerlas encendidas de día. Esto ya no es mayor o menor
conocimiento de la Historia. Es puro sentido común.

Cuando afronta el cap. 2 el espectador avisado ha comprendido ya que estamos todos: el irremediable cura que
maneja en las sombras toda la trama (¿saben los creadores de la serie de dónde viene este personaje y que lo
han heredado?), el oro como única obsesión de los españoles en el Nuevo Mundo, la incapacidad
nacional para la industria y los negocios... Esto, claro está, viene aderezado a la posmoderna con su sexo,
su gay, su poquito de género y su canesú. En la fábrica de añil escuchamos lo que requiere la puesta en escena
de esta Sevilla roñosa y repugnante: «Se exporta a Flandes. Debe ser de las pocas fábricas sevillanas que
exporta algo». Pero resulta que se exportaban muchas manufacturas locales desde ese puerto: loza, paños,
libros, vino, sal... y hasta sofisticados productos farmacéuticos trasatlánticos como la quinina, que era el no va
más de la medicina de la época. Cualquier profesor de historia de instituto de Sevilla hubiera podido informar a
los autores, que probablemente no sabían que necesitaban ser informados. Porque como muy bien señalan:
«La peste es la ignorancia. Eso es lo que verdaderamente acabará con el hombre».

Los vericuetos teológicos del cap. 3 son para asustar. Naturalmente el protagonista vive perseguido porque es
el impresor que alumbró la famosa Biblia del Oso y estuvo relacionado con un grupo protestante local: «casi
todos tuvieron tiempo para escapar a Ginebra, yo no». Pues no le arriendo la ganancia, porque si hubiera
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podido, como pudo Servet, ir a buscar refugio en los faldones del calvinismo, le hubiera ido bastante mal.
Primeramente le hubiera sido imposible ir a emborracharse en los mesones, cosa a la que es muy aficionado.
Estaba el alcohol muy prohibido en Ginebra. Tanto que tuvieron que cerrar todas las tabernas. Pero en el caso
de que lo hubiera conseguido y proclamado alegremente a gritos, como hace el protagonista, que «Dios está en
todas partes... en las frutas, en los pechos de las mujeres (...), en las música y los órganos (...). Todo es Dios»,
los diáconos de Calvino lo hubieran quemado varias veces. La primera por borracho. La segunda porque la
música (y hasta el toque de campanas) estaba prohibida en Ginebra, y la tercera por panteísta. Confundir a
Dios con sus criaturas es creencia
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y protestantes, entre musulmanes y judíos. Cabe preguntarse si quien escribió el monólogo del mesón cree
que lo dicho es cosa remotamente protestante. Posiblemente no le surgió la duda y no sintió la necesidad de
preguntar. Hay en España muy buenos protestantes que, como el profesor de instituto, le hubieran sacado
gustosamente del error.

En el mar de tinieblas católicas en que le ha tocado vivir, el médico (confusamente tocado con un gorrito que
recuerda la kipá judía) se queja con amargura: «Son piñas. Una fruta de Indias. Los indios la utilizan para
cicatrizar heridas... Si la Iglesia supiera todo esto lo quemaban todo conmigo dentro. Por brujo. Con la mitad
de todo lo que aquí hay se podrían curar más de cien enfermedades y, sin embargo, tengo que esconderlo». Qué
lamentable error de localización. Si lo que apetece es quemar brujas no es a Sevilla donde hay que ir a rodar,
sino a Ginebra o a cualquier territorio germánico o protestante en general. Por miles. Y ya no hace falta ni tirar
de bibliografía para informarse. Basta con la socorrida y democrática Wikipedia. Búsquese «caza de brujas» y
luego el apartado «Distribución geográfica».

En fin, tengo más de 10 páginas de disparates que no hay espacio para comentar. Pero hay dos que no se
pueden dejar pasar: la traca final quemando herejes en un Auto Sacramental y la frase del último capítulo a
modo de colofón de todo lo anterior. España produjo exactamente 12 mártires para el protestantismo,
los cuales han dado lugar a tantos libros, comentarios y menciones que parecen doce mil. Los mártires
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católicos que produjo el protestantismo pueden competir con la guía de teléfonos de una ciudad
mediana. Y con esto llegamos a la frase genial: «Se embarcan los deshechos, los que aquí no tenían futuro,
esperando volver a empezar». Hay pocas migraciones en la Historia de Occidente más supervisadas, cuidadas y
mimadas que la que fue al Nuevo Mundo desde España. A Cervantes no le fue permitido viajar. ¿Por qué? Pues
porque no tenía oficio ni beneficio. Había sido soldado pero ya no podía serlo tras quedarse manco. Y había que
evitar que las Indias se llenaran de aventureros sin cualificar.

Así vamos educando a las nuevas generaciones en la misma idea, venerablemente antigua y muy, pero que muy
carca, a saber, que la historia de España, hasta en su momento de esplendor, no ha sido otra cosa más que
roña, ignorancia, corrupción, intolerancia y tinieblas. Es muy posible que el producto además se exporte y
que por lo tanto se vea fuera de España. Es fácil suponer que tendrá un éxito notable en las tierras del
protestantismo, porque contribuirá a reforzar la idea, tan arraigada entre ellos, de su superioridad moral
intrínseca, cuasi genética. Para más inri con un producto español, que es ya como un rizar el rizo del
virtuosismo en la autoafirmación. Tendrían que hacer milagros la Marca España y el Instituto Cervantes, que
llevan décadas trabajando para mejorar la imagen de España en el exterior, esfuerzo pagado con el dinero de
todos los españoles, para contrarrestar el efecto nocivo que La Peste va a provocar. El perjuicio es enorme y
somos muchos los perjudicados, pero no parece que tengamos derecho a la querella. Movistar ganará
dinero, como lo ha ganado Oro, a costa de la reputación de España que, como no es de nadie, puede ser dañada
sin que se exija reparación.

Para que se vea el asunto un poquito más claro conviene que el lector caiga en la cuenta de que son muchas
las series y películas sobre el periodo Tudor, y en ninguna se menciona las horribles persecuciones
religiosas que tuvieron lugar en aquel reinado del terror. Nadie ha visto nunca reflejada en las series de
ficción cómo eran las atroces ejecuciones de católicos y también de cuáqueros, anabaptistas y otros: hanged,
drawn and quartered, según rezaba la fórmula. De todos los que no eran anglicanos. En 1998 ganó un Oscar la
hagiografía Elizabeth de Cate Blanchett. Vemos en ella a la Gran Armada de Felipe II ardiendo por los
t t d d t d
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cuatro costados derrotada por los barcos ingleses y escuchamos hermosuras como esta: «Me llaman la
reina virgen, sin hijos... Soy la madre de mi pueblo. Esa armada que navega hacia nosotros lleva la Inquisición
en sus entrañas. Dios no quiera su triunfo o no habrá libertad en Inglaterra ni de conciencia ni de
pensamiento». Llevamos siglos repitiendo lo que escribieron y fabricaron los enemigos de la hegemonía
española. Siempre copiando lo que dicen pero nunca copiando lo que hacen.

La serie está teniendo un gran éxito. Así nos va. Efectivamente, la peste es la ignorancia.

María Elvira Roca Barea autora de Imperiofobia y leyenda negra: Roma, Rusia, Estados Unidos y el Imperio
español (Siruela, 2016).

151 COMENTARIOS

pfp82
03/02/2018 05:40 horas #3
De los mejores artículos que he leido de opinión en ElMundo en mucho tiempo. Enhorabuena. Da gusto leer
algo bueno, entre tanta morralla.

Ver 151 comentarios

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