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El dios patriarca de los judíos se debilita en concomitancia con la debilidad de los patriarcas
del Imperio Romano. El cristianismo busca reafirmarse recurriendo al poder de las Diosas, pero
como no había retorno posible a las Diosas mujeres, traviste al Dios judio haciendolo aparecer en
la figura de la Diosa-Madre, que luego subsumirá.
Dios-Padre-Ley era el dominante e impedía que el varón fuera absorbido por la divinidad
carnal femenina. Cuando este pierde fuerza, el cristianismo le abre el paso a su diosa, pero antes
la despoja de todo su sustrato vital, la Diosa Madre deviene en el cuerpo abstracto de la
Virgen-Madre
Unificación de Dios Padre y Dios Madre mediante la figura de la cruz. De los dos tríangulos
edípicos que creaban un espacio interior masculino y femenino se pasa a dos lineas, una
masculina y una femenina que presentan lo infinitamente separado y lo infinitamente divergente.
La linea que representa a lo masculino aplica un corte a la linea femenina solo en su lugar
materno. El Dios masculino se presenta abandonando el espacio que tenía con lo femenino y solo
entra en contacto en su lugar genitivo, la función maternal
Dios masculino se desapega de su Diosa esposa y solo la encuentra en la unión de esta con
su concebido. El el cruce, en la cruz, la mujer abandonada es la mujer madre que contempla a su
hijo muerto. Está únicamente una madre despojada de su Dios-esposo y de su hijo-muerto.
Es un hijo puro de una madre pura. Un hijo castrado que viene de una madre castrada.
Operación de resurrección del Hijo de la Madre como Hijo de Dios dentro del cuerpo de la
Virgen
La pura y no incestuosa mujer hija de Dios que ahora encarna su cuerpo Virgen en el cuerpo
de la iglesia recibe el cuerpo del Hijo del Padre y lo mantiene vivo dentro de éste.
Como el vínculo entre hijo y madre es inescindible, ante la muerte del hijo el retorno al
padre no puede hacerse sin un retorno al seno materno.
Operaciones capitalistas
Capítulo ocho
Conmiseración es sufrir sin objeto. Sufrimiento racional, puro, ya que el sufrimiento pasional
produce gozo.
El otro, cuanto más vivo y gozosamente vive compromete mi propio gozo sensual reprimido
al compadecerlo. Sería compartir su gozo y su pecado como mio el sentir compasión. Por eso mi
conmiseración debe ser dirigida al otro, al torturador, al que goza del mal en si mismo, que no
aspira al goce carnal y que goza con el puro dolor. Este es el goce del infame, que goza
racionalmente del mal, abstracto del goce carnal, por el goce del infame siente conmisceración
(siente dolor puro que no le remite a ningun cuerpo sensible)