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Rupestre PDF
Rupestre PDF
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ED C O N ES
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EL LIBRO
© Rupestre, el libro
Ediciones imposible
Distribución gratuita
Jorge Pantoja
Coordinación general
Aristeo Pantoja
Corrección de estilo
Galería de la cueva
6 Socavón
Pasadizo
124 Armando Rosas, Carlos Arellano, El Haragán,
Armando Palomas, Gerardo Enciso, Arturo Meza e Iván Rosas
Javier Hernández Chelico
156 Rupestrólogos
Rockdrigo
Nina Galindo Eblén Macari
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Roberto Gonzá
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4
Rafael Catana Fausto Arrellí
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Galería de la cueva
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5
E
Socavón n su naturaleza más elemental, esta obra pre-
tende responder a una pregunta clave: ¿qué ha pasa-
do con los Rupestres? Muchos aún no tienen idea de la
existencia de este movimiento, otros más creen que sus
integrantes se extinguieron cual dinosaurios; pero no:
una legión de fieles seguidores los acompaña a cual-
quier recóndito bar donde se presentan.
6
En cada una de las entrevistas realizadas durante la
producción de este título estuvo presente una cá-
mara, por lo que la segunda parte de este proyecto
será: Rupestre, el documental.
Febrero, 2013
7
A la distancia, ese instante fugaz que fue el nacimiento del Movimiento Rupes-
tre, a mediados de los ochenta, se asoma con su esplendorosa riqueza para mostrar
sus huellas de una manera más evidente. La vida simplemente sucede y en ese vér-
tigo de su transcurrir no alcanzamos a mirar sus estelas. Pero el tiempo, ese escultor
impecable, se ha encargado de forjar una imagen posible de lo que fueron, son y
serán estos seres Rupestres.
Brev
raúl silva
8
Su herencia es la herencia de una generación, porque los Rupestres no fueron un
suceso aislado. Nacieron, crecieron y se reprodujeron en el centro de una incesante
acción cultural y social. Su andar se entrelaza con el de muchos que a través de la
música, la literatura y todo arte posible, construyeron un oxígeno necesario entre
tanta polución.
Un testigo cercano de la biografía Rupestre es Alejandro de la Garza, que en este
e
recuento memorioso nos asoma a una época que la lejanía no alcanza a disolver,
sino al contrario: la vuelve más nítida desde sus más vibrantes resonancias.
HISTORIA
PRE-RUPESTRE:
Alejandro de la Garza
9
El poeta Rupestre
Pasé buena parte de 1982 viajando por Nueva York y Europa. A lo largo de ese
viaje fui escribiendo una serie de textos que eran como sketches o algo muy se-
mejante a los Artefactos, de Nicanor Parra, muy neuróticos y angustiantes, para
representarse más que para leerse. Algunos los había leído en el hoy célebre Foro
Tlalpan, donde hicimos varios ciclos musicales y teatrales.
La historia del Foro Tlalpan es interesante porque se volvió un catalizador
cultural y musical de insospechadas consecuencias; sin duda un antecedente claro
del Movimiento Rupestre. En 1981, Jaime López, Eblen Macari, Maru Uthoff y yo
(que, por cierto, veníamos regresando después de pasar diez alucinantes días de
concierto en Jamaica, celebraciones de su independencia y primer aniversario de
la muerte de Bob Marley; pero esa es otra historia...), nos acercamos al Salón 8½,
donde Sergio García daba funciones de cine, al sur del DF. De esa reunión acorda-
mos utilizar el Foro Tlalpan para presentar el ciclo ‘La respuesta está en el viernes’.
Estaban de base Roberto González, Emilia Almazán, José Cruz, Jorge Luis El Cox
Gaitán, Cecilia Toussaint y Maru Enríquez. Entre 1981 y 1982 el Foro funcionó
muy bien y reunió a muchísimos de los músicos que luego cobrarían importancia,
como Rafael Catana o Rodrigo González, en ciclos diversos como ‘Sólo los vier-
nes vienes’. Fue una experiencia enriquecedora que nos nutrió a todos.
Yo regresé de Europa al inicio de 1983 con mis textos y me encontré de nuevo
con Jaime López, que estaba trabajando ahora con el poeta Ricardo Castillo, a quien
ya leíamos desde que su primer libro El pobrecito señor X, a finales de los setenta. Es
curioso que esa edición la hiciera el Centro de Estudios del Folklore Latinoamerica-
no (CEFOL) y la poesía de Ricardo es todo menos eso: es estridente, rupestre, ácida,
crítica y cuestionadora, tristísima a veces, pero celebratoria y divertida también. El
CEFOL realizaba muchos encuentros y conciertos, pero sólo publicó dos libros de
poesía: el de Ricardo y Ciudad tan personal, de José Joaquín Blanco.
López y Castillo presentaban un espectáculo de música y poesía bastante bue-
no y fuertemente tramado, con base en el libro Concierto en vivo, de Ricardo, y en
las potentes y muy líricas canciones de Jaime. Yo pulí mis textos y pensé en pre-
sentarlos también con música. La oportunidad se dio en marzo de 1983, cuando
estaba programada una presentación de Concierto en vivo en la Sala José Martí,
junto a la Alameda Central de la ciudad y, por no recuerdo qué causas, Ricardo no
pudo regresar de Guadalajara para la presentación. Ya armado el evento me tocó
sustituirlo y presentar mis textos junto con Jaime y sus canciones. Era algo que ya
10
Portada del histórico álbum Sesiones con Emilia (1980),
editado por primera vez por Discos Fotón.
Emilia Almazán.
(Foto: Sergio Arellano, 2000).
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habíamos hecho en el Foro Tlalpan e incluso para el Canal 11 de televisión, así
que no fue complicado. Ahí fue cuando ese conjunto de mis textos se titularon
finalmente ‘El poeta rupestre’. A la presentación llegó mucha gente; recuerdo bien
a Catana y a la que fue su esposa, Elina Cariño, quien por cierto hizo un pequeño
dibujo, unos trazos rupestres sobre una hoja que aún atesoro pegada en una pared
de mi casa. De esto se están cumpliendo ahora, en marzo de 2013, exactamente
30 años. Éramos veinteañeros aún, llenos de rabia, poesía, música y talento...
Luego de ese “éxito” seguí presentando mis textos, acompañado ahora por el
mismo Ricardo Castillo y por la poeta Beatriz Stellino. El espectáculo era circen-
se y locochón, se llamaba ‘Borrachos y semilocos’, con tres personajes: El pobrecito
señor X (Ricardo), La mujer lagarto (Beatriz) y El poeta rupestre (tu seguro ser-
vibar). Hicimos varias presentaciones con este material y luego un espectáculo
con Tepito Arte Acá. Era la presentación de unos carteles-cuentos que venían en
un paquete y que eran leídos (el actor-lector fue Rolando Isita); había música
de Catana, Fausto Arrellín y yo también cantaba canciones de Jaime y del Cox.
Ese espectáculo lo presentamos en varios lugares y llegamos a la Sala Manuel M.
Ponce en 1984. Para entonces, Catana, Rodrigo González, Nina Galindo, Fausto
Arrellín y ahora sí que toda esa banda andaban ya en lo que llamaron Movimiento
Rupestre, con su manifiesto y todo. Así que como antecedente pueden incluirse
entonces esos textos y las presentaciones varias de lo que fue El poeta rupestre.
(Escritos que acaso hoy me daría pena mostrar de tan elementales, aunque con-
servan su fuerza original).
¿Yo Rupestre?
Yo he escrito siempre, y casi digo que es lo que mejor hago, aunque me gusta la
música. Toqué varias veces y compuse algunas canciones (siempre apoyado por
mi carnalazo Catana), pero decidí dedicarme a escribir y eso he hecho. En cuanto
al Movimiento Rupestre, yo no me sentía parte de un grupo, y pienso que Jaime
menos, porque no es muy gregario que digamos. Además, Jaime confrontó enton-
ces otros retos mayúsculos y por muy distintos caminos, como presentarse en la
OTI con el Blue Demon Blues y aparecer en Siempre en Domingo cantando Bonzo,
Ella empacó su bistec y El mequetrefe. Muchos lo atacaron por eso, sin darse cuenta
cómo abrió brecha.
12
El saber callejero y popular de los Rupestres
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14
Portada del sencillo Seguir al sol
(1973), de Pájaro Alberto.
Fotos instantáneas del grupo Un Viejo Amor, en 1978. (Archivo: Roberto González).
15
Mírame aparecer, espejo dual de
Roberto
16
(Archivo: Roberto Ponce).
17
la Casa del Poeta ‘Ramón López Velarde’, colonia Roma, donde Beto estudiaría
piano con una tía materna:
PADRES: Fausto Ponce Sotelo; 39 años, periodista. Martha Leticia Padilla de Ponce;
35 años, labores del hogar. DOMICILIO: Heriberto Frías 304-5. ABUELOS PATERNOS:
Francisco Ponce, finado. Victoria Sotelo, Ensenada Baja California. ABUELOS MA-
TERNOS: Julián Padilla, se ignora domicilio. Leonor Martínez de Silva, Tajín 149.
“Jorge Negrete era el ídolo de mi madre, pero El Brujo prefería a Gardel, Los
Churumbeles de España con Juan Legido, o Kiko Mendive. Mis papás se adora-
ban; nunca nos faltó nada. Mis discos: Ricordate Marcellino, de Renato Carosone,
y Holiday in Italy, con una orquesta muy chida; además de las canciones populares
italianas E Calosc (Isla de Capri), Marietta monta in gondola o ‘A Canzone ‘e Na-
pule. Éramos los únicos con tele de bulbos en el vecindario, la Narvarte en pleno
se metió al edificio cuando descargaron el mueble de madera con ese aparatoso
receptor de imágenes: TV blanco y negro, ¡más el radio y el tocadiscos!”.
18
A sus 57 años de edad en 2013, Roberto Ponce cumple 40 de haber comenzado
su profesión periodística escribiendo sobre música. Su padre y Paco, el hermano ma-
yor de los Ponce, Fausto Francisco (1944-1999), eran redactores de planta en depor-
tes del periódico Excelsior, donde también colaboraba Armando con notas de arte,
pero en las planas principales. Ambos hermanos abandonaron el periódico con el
golpe a Julio Scherer y con él fundaron en 1976 el semanario Proceso, siendo Arman-
do elegido coordinador de la sección cultural, cargo que ostenta hasta el día de hoy.
Desde hace 15 años, Beto coordina las páginas de espectáculos en dicha re-
vista y ha participado en los libros editados en 2002 y 2008 por su jefe, Armando
Ponce. “Los Ponce fueron inoculados genéticamente por el oficio periodístico”,
señalaría acertadamente el dramaturgo Vicente Leñero durante la presentación
en el Polyforum Cultural Siqueiros del primer volumen que elaboró la sección
cultural de Proceso: México: su apuesta por la cultura. El siglo XX. Testimonios desde
el presente (Proceso, Grijalbo, UNAM, 700 páginas).
“Papá había sido campeón nacional de salto largo antes de casarse, era cronis-
ta deportivo de Excélsior y acostumbraba llevarnos a importantes eventos que
cubría; por ejemplo, a los pentagonales de fut internacional. Vimos jugar y con-
vivimos en los vestidores del estadio de CU con los cracks del futbol brasileño:
Pelé, Didí, Vavá, Garrincha y Djalma Santos. Con él fuimos Armando y yo al cam-
peonato nacional de básquetbol en Chihuahua, que ganaron Los Dorados con
La Aguja Quintanar al equipo verde del DF en un partido de alaridos. Un viaje
increíble y divertidísimo de dos noches en el tren Chihuahua-Pacífico”.
Boleto a Rupestrelandia
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sepa lo que significa ser Rupestre es que lo Rupestre no pertenece a nadie. Todos
podemos compartirlo”.
“Encontrarme a Rockdrigo y formar parte del movimiento del rock Rupestre es
de lo más extraordinario que viví. Sólo fue un año y pico juntos, periodo breve pero
intenso para yo quererlo mucho, ser su fan y respetar su talento artístico. Rockdrigo
y yo tuvimos problemas al final y nos distanciamos los últimos tres meses de su
vida. No importa. A 27 años de los sismos, aquel cariño sincero permanece toda-
vía en mi memoria”.
La magia Rupestre floreció en el momento justo de apertura a las tocadas de
rock con la voluntad de gente precisa y en el lugar más adecuado. Rockdrigo y los
cantautores Rupestres dejaron un sello notable en el historial rockero mexicano.
Su influencia puede ser minimizada o soslayada, mas no su existir.
20
del grupo 410, Clara Stella Turner Barragán, con la que actuaba cantando en la
Prepa 6 de Coyoacán (denominada no por coincidencia pelliceriana ‘José Vascon-
celos’). Ella le presentó a Nina Galindo y los tres integrarían el sexteto Mezclilla,
que en el Concurso de Rock del Instituto Don Bosco 1973 triunfó con una can-
ción escrita en inglés por Beto: Voces del bosque.
21
arreglos pero todo se desinfló por una trilogía nefasta: la inútil directora del Ins-
tituto de Cultura, Laura Ramírez Rasgado; un pusilánime Heberto, y el ingrato
pintor heredero, Carlos Pellicer López, que se hizo tres veces pendejo. A Nina le
gustó uno de aquellos poemas, Madrigal de junio, y un día la grabaremos juntos”.
Aprovecho un brindis del Jägermeister con que Beto agasaja nuestra presencia
y solicito Qual es la onda, que me cantó a medias tintas Pepe Rolas, escudero del
grupo Qual.
“¡Gulp! ¿Cuá, cuá, cuál? ¡Uta, esa rola está cañón, ya ni me acuerdo de la letra!
Te refieres a Cuchillo pedernal, ¿no? Sueño imposible, Jelipón; no puedo, ni me la
sé bien ya. Tendría que clavarme en terapia familiar para regresar el cassette, ¡ya
me pegó el Aljaime (Alzheimer)! Y no me refiero al Jaime López, que conste, ¿eh?
La grabé en los Estudios Meztli, de Federico Luna, ya lo dijo el Profeta del Nopal:
‘Todas las canciones son fáciles’. Deja ver… ”.
14 manos aplauden “¡las chidas rolas del Beto Ponce!”. “Qué bárbaro, ¿están in-
éditas?” “¡Qué lástima…!, ¿por qué no has grabado ni un disco?”, pregunta el amigo
que estudia cine. “¿Tienes videos?”, dice la chavita de boca feliz junto a Beto; yo lan-
zo la obligada de: “¿Cuándo fue la última vez que tocaste, Roberto?”. Laura Tejeda
me hace segunda: “¿Por qué ya no tocas?”. “Hay que darle chance a los nuevos va-
lores,” dice. Respuestas así desconciertan a quienes no conocen el carácter dual de
Beto y lo consideran alguien que no toma nada seriamente. Tardé dos años en acos-
tumbrarme al vaivén. Intrigado acerca del porqué no editó disco solista alguno, Beto
me invitó en 2010 a que charlásemos luego del brindis de fin de año de la revista
Proceso, ocasión que probó ser poco propicia. Al ser inaugurada en el Metro Balde-
ras la estatua de Rockdrigo por Alfonso López Kasanovita, le envié un cuestionario
de 16 preguntas que él respondió profusamente en 20 hojas por correo electrónico.
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Recorte de prensa sobre los loquísimos Nina Galindo y Roberto Ponce,
testimonio del inicio de su carrera profesional como rockeros.
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Cagaleras y los propios dioses
“El de esta foto soy yo en el Festival de la Miel 2001 de la Plaza Hidago, en Co-
yoacán. Estoy cantando con mi novia Audrey Schmilcker Cul de sac; se la compu-
se en francés. Entre el público estaba mi madre. Y una luminaria parisina, Citlali
Anaïs Le Clerre Ponce, preciosa hija de mi hermana Lety”.
“Pero ustedes preguntaron por qué no doy a conocer mis canciones y por qué
no grabo un disco. Bueno, va que va... Son dos razones. No sé si ultrapoderosas
pero me funcionaron lo suficiente para justificar rachas depresivas a la muerte de
mi mamá. Esa fue la primera, su muerte. Y la segunda, bueno, Audrey, o sea… Ella
terminaba en la UAM-X su licenciatura de socióloga cuando la conocí en Proceso;
Jorge Munguía Espitia se la había recomendado a Arman para apoyarnos con las
encuestas del libro México: su apuesta por la cultura, en octubre del 2001. Hizo
un trabajo limpio, delicado, mega eficaz con Gaby Casas Morell; pero a mí me
enamoró por su voz. Juntos escribimos Baja nena, que grabé al morir mamá en
2007, con Samantha Byers y el hijo de Daniel Tuchman en Cabo San Lucas, para
mi cuate Poncho Varitas, dueño del bar Las Varitas”.
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Humanos, en Anahuacalli. Yo ya había caído en la secuela depre gachísimo, de-
sarrollé problemas de riñones y diabetes, le di al trago con fe, enflaqué por des-
controlar dietas y, total, en octubre del 2010 también Audrey se fue de mi lado.
En medio del teatro del absurdo y la paradoja, no supe a dónde ir y todavía sigo
buscando de dónde vengo. Ni pedo. Me quedé sin lágrimas. Neta”.
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que sabe un chingo de música y por el que sentí mucho afecto, no obstante estar
ahora distanciados! Pero contra la estupidez, los propios dioses luchan en vano”.
De un baúl apilado con papeles saca un ejemplar de La Rosita, periódico gratuito di-
rigido por Susana Cato para la Delegación Coyoacán, y lo desdobla para que leamos
su texto Hurbanistorias del profeta del Nopal, acerca de la placa del escultor Felipe de
la Torre, inaugurada “por obstinación del promotor Jorge Pantoja” en la estación del
Metro Balderas, el 19 septiembre del año 2001, a los 16 de morir Rockdrigo.
“Salimos contentos con una promesa firme de las oficinas del INBA en Chapul-
tepec ante un atardecer húmedo con desganados grises, Rockdrigo encendió un
cigarrillo que todos aspiramos, hizo gala de su cotorreo profético y en un alucine
que provocó carcajadas, anunció socarrón: Algún día cambiarán las calles de este
circuito del Auditorio Nacional por los nombres de los músicos Rupestres. Ésta se lla-
mará ‘Avenida Roberto González’… Esa otra, ´Boulevard Roberto Ponce’… Allá, en
aquella esquinita, estará el ‘Callejón Rafael Catana’… ”.
“Rafa Catana no iba con nosotros y ya por entonces era obvia la antipatía que
Rockdrigo y Fausto sentían hacia él. Como dueño del balón Rupestre que se arro-
gaba El Rockdrigo, yo también pasé a formar parte de su lista negra después de los
jaloneos que nos dimos hasta rodar por las escaleras del Auditorio Nacional, el do-
mingo 9 de junio, durante el Festival PSUM 85; así que cada vez que oigo A ver cuán-
do vas (a la casa a cagar), pienso que sí se la dedicó a Catana, como dicen las malas
lenguas. Esa rola de Rockdrigo aplica conmigo y no es bluff ni wishful thinking. ¡La
última vez que fui a su depar’, allí hice caca y pipí en su baño del edificio de Bruselas,
hecho mierda y en reparación. ¡Si él cagola fuera de la bacinica, yo también!”.
“Yo le dediqué Profeta del nopal, una baladita rock pensando en su muerte y en
su hija Amanda Lalena, por 1999. A ella no le agradó porque al final puse ‘Adiós,
Lalena tropical’ en la letra y luego que se la canté en público, ella me dijo: ‘¡Cómo
que Lalena tropical… !’. Ella aún no se apodaba Amandititita, porque entonces la
habría cambiado a algo menos fresa, como:
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Fue con el temblor que escuché el rumor y nadie sabía si era cierto.
Pero con dolor alguien confirmó
que Rockdrigo estaba entre los muertos
Adiós, Profeta del Nopal… adiós, Lalena transexual,
nos volveremos a topar cuando abordemos en Balderas aquel Metro.”
Extrae de un cajón con cuadernos de sus diarios personales, aquel que acaba
abruptamente en septiembre de 1985. Abre la página del mes de junio donde es-
cribió una carta a su hermana Lety, quien se encontraba en Europa con su esposo
El Chivo y que comienza, así:
Querida hermana, trucha mía, te escribo estas líneas justo después d’ terminado el
Festival PSUM 1985. Nina y yo finalmente nos aventamos unas rolas (Estas son mis
manos, Diluvio Nal., Blues d’ la difunta, donde rompí una cuerda, y Me siento bien, d’
Jaime López), en el foro de la explanada del Auditorio Nal. y esto me llena d’ orgullo
sabes, xq’ Nina tiene un quiste en su único ovario y se presentó (¡finalmente!) conmigo,
luego d’ q’ yo canté. Sin embargo, con los Rupestres la onda no anda muy bien funda-
mentalmente x el conflicto: ROCKDRIGO + QUAL VS. CATANA y ¡YO!... La onda Rupestre
sólo queda en el corazón de los chavos q’ nos han ido a ver y aunq’ creo q’ seguiremos
haciendo cosas juntos, x el momento la onda Rupestre queda en un impasse puesto
q’ x ahora –en este momento- hay broncas con el Rockdrigo -¡imagina!- y Nina está a
punto de perder su única posibilidad d’ tener hijos en una operación q’ tendrá lugar en
un mes + o -… tenía q’ sacar este rollo, carajo, x q’ no pude ni siquiera proponerles a los
demás la posibilidad d’ Radio 3 en España, tan deprimido me sentí. Pero insisto, es por
q’ estoy ½ triste porq’ lo Rupestre está literalmente BAILANDO BERTA.
“Te juro que no supe por qué Rockdrigo la agarró contra mí esa pinche tarde.
Fausto me lo dijo en 2003, cuando filmamos con Montero No tuvo tiempo. Aun
aceptando que tuvo motivos para burlarse a costa mía y tratarme mal cuando fui
a su depar’ a cagar días antes de los sismos, me parece que las razones que tuviera
o el derecho de creerse dueño del balón Rupestre sólo son reverendas mamadas”.
Pudo más el amor. A las 11 y media de la noche, Beto regresó a casa de los
Ponce para telefonear a Villahermosa. Así evitó tener que esperar a Rockdrigo y
quedarse en su depar’ a dormir como quería El señor Iván. En una palabra, Marina
los salvó de morirse a Beto e Iván Guzmán pues el sismo fue a las 7 y fracción de la
mañana del jueves 19 de septiembre.
27
Era septiembre en la ciudad, todo tenía que terminar
con un gorrión volando hacia mar abierto.
“Quizá falte evocar la ausencia del cineasta rocanrolero Sergio García Michel,
maestrazo de la lente en formato Súper 8 milímetros, fallecido tras 25 años de los
sismos, en septiembre del 2010; colega del rol que documentó con fidelidad y hu-
mor el imaginario Rupestre para la posteridad. Su bella alumna norteamericana,
Jennifer Boles, charló conmigo en septiembre del 2011 en Proceso, recabando
ella testimonios para la película de su doctorado en la Universidad de Indiana,
campus Bloomington, y yo le conté algunas anécdotas que compartimos. En es-
pecial, de cuánto gozamos con Jessy Bulbo el festival en homenaje por un cente-
nar de películas suyas que le organizó Susana Cato, el miércoles 19 de noviembre
en el CCH Vallejo, al compás chunga-chaca de Ricardo Jacob, cantando en vivo La
carrera del oso”.
“Sería el último fulgor de nuestra larga experiencia amistosa; luego él me dejó
de hablar debido a una serie de malentendidos telefónicos. La cinta de Jennifer
tiene ya un probable título: Prohibido prohibir. Posiblemente se le ocurrió por
aquella conversación, cuando de plano chillé ante su cámara. Me dolió mucho
su muerte sin habernos reconciliado. Presiento que será un filme formidable en
28
Guadalupe Trigo y Roberto Ponce en una
gran comunión espiritual, pensando en la
canción mexicana. (Archivo: Roberto Ponce).
29
honor al mejor retratista de los Rupestres, que lo atrape en su máximo erotis-
mo, valentía e independencia. Ojalá Jennifer Boles lo esté editando ya para verlo
pronto.”
Beto guarda buena parte de las múltiples entrevistas que grabó en 40 años de su
carrera periodística, que sumadas a unos 200 cassettes familiares y con sus cancio-
nes, llegan al millar y medio de cintas. Escuchamos sus primeras piezas de 1973,
las de Prepa 6, Guitarrero de cuando fue al Festival de la Juventud 1979, en La
Habana, o Jardín mental y La canción de Lene, del demo Gato Loco, en Dinamarca
con Jens Viggo, de 1981. A su regreso, cantó con Rosina Conde y la única vez que
grabó con Rockdrigo fue Ropa vieja, que tiene coros de la actriz Zamira Bringas,
quien le ayudó a realizar lecturas de poesía danesa en la librería Gandhi y en el
Museo del Chopo.
Vuelta al hogar me detengo en la puerta,
la ropa vieja se seca al viento.
Fue un largo viaje y estoy fatigado,
llueve la tarde en mi patio.
“Clara y yo nos acoplamos súper, cantamos juntos hasta 1981 en Aarhus. Con
unos primos reaccionarios míos estrenamos El tiempo del cambio. Profética. Mar-
cos y los zapatistas de Chiapas se levantaron en armas 13 años después, pero en
1973 les sonamos a utopía comunista”.
“Cantar con Nina era otro boleto. Únicamente le doy crédito como cantautora
de Llévate lejos tu blues, pero me enseñó muchísimo en el plano profesional, dio a
30
conocer mis piezas y, en suma, no tengo palabras para agradecerle tanta simpatía
y amor. El tren de Guanatos, de mayo de 1985, fue una rola cumbre que nos alabó
Alejandro de la Garza, inventor del término Rupestre. Es rola que me late, está
bien hecha y es pegajosa”.
En casa de los Ponce la tertulia se apaga silenciosa. Armando nos obsequia 100
Poemas en papel revolución. Laura y yo subimos a descansar. Al otro día, cuando
partíamos para pasar el año viejo con nuestras familias en Querétaro, al bajar del
segundo piso donde dormimos esas dos noches, Roberto nos dejó en la mesa del
comedor regalitos. El mío eran dos cassettes con extractos de sus viejas canciones y
con la rola Qual es la onda, que le grabó Federico Luna. Esa noche mandó un mail:
Así como fui escribiendo mis diarios y grabé cientos de cassettes, debí registrar cada
canción para no tener que comenzar a cada rato de cero. Por ti nuevamente soy la llu-
via, voy a retomar aquel proyecto del audiolibro que te conté. Mientras, recibe con tu
amiga Laura Tejada un… ¡¡¡Feliz año nuevo 2013!!! Tu GodFather 2: BETO PONCE.
Notas
Canciones de Roberto Ponce cuyos fragmentos, en cursivas, se han repro-
ducido: Baja, nena, Cuchillo pedernal, Qual es la onda, Cul de sac, El rol debe
seguir, Jardín mental, Piñata de peces, Profeta del nopal, Ropa vieja, Tiempo
del cambio, Tren de Guanatos, Voices of the Forest y Ya voy por los 34 años
(El Enano Feroz).
Segador, Cosillas para El Nacimiento y Madrigal de junio son tres poemas
del tabasqueño Carlos Pellicer Cámara (1897-1977), musicalizados por
Beto Ponce. De Rockdrigo González es A ver cuando vas (a la casa a cagar). El
oso corredor o La carrera del oso fue un cover de Los Sinners, del original en
inglés Running Bear, de Johnny Preston, de 1959. La frase ‘Contra la estupi-
dez los propios dioses luchan en vano’ es del filósofo alemán Federico Schi-
ller (1759-1805) e inspiró el título de la novela de ciencia ficción Los propios
dioses, del novelista judío norteamericano Isaac Asimov (1920-1992).
31
un producto del mestizaje
rodrigo de oyarzabal
32
Eblen Macari en su casa en Villa Coapa, al sur de la Ciudad de México. (Foto: Gabriela Ávila, 2012).
H ace muchos años, en esta misma sala, Eblen Macari me mostraba el primer
disco de un grupo irlandés fundamental en la universalización de ese género alrede-
dor del mundo: The Chieftains. Hoy, con un delicioso café árabe en la mano y una rica
tortilla de patatas preparada por Olga, más unas chocolate stout esperándonos en la
nevera, mientras Gaby prepara toda la parafernalia para la grabación, charlamos con
Eblen sobre su presente y nos echamos un clavado en los viejos tiempos, rescatando
de entre los recuerdos, todo un viaje por una época definitoria del rock mexicano y
que sentó las bases que le permitieron encontrar un sitio propio dentro de la música
33
mexicana contemporánea a un grupo de músicos aferrados a sus propias ideas, a
sus propios conceptos: los Rupestres.
Provenientes de distintos espacios y con diferentes influencias musicales, con-
fluyeron en un momento en el que México iba saliendo de las secuelas del 68 y su
juventud pedía a gritos esbozar, cuando menos, una identidad propia.
Las músicas y las letras desbordaban las guitarras y buscaban espacios para
ser compartidas; y ellos se organizaron para encontrarlos, para usarlos y para
aprovecharlos.
Así, crearon un colectivo y un sello distintivo. A los músicos que participaron
en los primeros dos festivales rupestres se les asociará siempre con el término,
aunque su trabajo y sus intereses no vayan necesariamente en ese camino, ya que
definieron una época, dejaron constancias grabadas, fue vital escucharlos enton-
ces, marcaron muchas pautas, sembraron muchas semillas, escribieron muchas
páginas (y muchas rolas), quedaron en el imaginario musical de quienes los es-
cucharon, han influido a varias generaciones, pero lo más importante es que un
altísimo porcentaje de ellos, a treinta años de aquellos ayeres, sigue, aferrado, ha-
ciendo su música, grabando sus discos, encontrando sus espacios.
Entre ellos destaca la trayectoria de Eblen Macari, con 16 discos a cuestas (los
más recientes en 2011 y 2012), un palmarés de presentaciones por tres continen-
tes y un desarrollo musical sostenido a través de sus propios gustos.
De las guitarras procesadas a los espacios sonoros modales, de los sintetizado-
res a la jarana, pasando por la experimentación y hasta por las canciones, Eblen ha
sabido siempre por dónde moverse.
Compositor de la clásica Yo no nací en la Huasteca, se ha internado en el son ja-
rocho y en el folk universal, ha llevado a su obra una vasta influencia sonora y una
rica instrumentación. Ha vivido de su trabajo, ha abrevado en muchas culturas, ha
confrontado sus rolas en diversos y muy diferentes ámbitos, se las ha ingeniado siempre
para tocar con los músicos de su preferencia, ha sabido integrar la vida familiar con su
música. Es, como él mismo diría, un músico feliz.
34
mías, composiciones con elementos árabes, música barroca que toca Olga en el cla-
vecín, sones. Es un proyecto que había estado buscando durante los últimos diez
años y lo pude hacer en este disco. Ha gustado mucho, a mí me parece que está
redondito, bien hecho, bien grabado y sí, ha tenido muy buena respuesta.
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sido buenos amigos, viajé a Jamaica para ver al grupo de Bob Marley y decidimos
hacer conciertos porque íbamos a las instituciones de esa época y no teníamos
mucho pegue. Había otros artistas que estaban de moda como La Nopalera, un
grupo que tenía mucho jale.
Entonces decidimos que teníamos que tocar y hacer conciertos y creamos el
Foro Tlalpan con el ciclo ‘Cada quien sus rolas’, apoyados por Sergio García, que
era el dueño del lugar, y de ahí después se hizo todo el movimiento. Pero no fue
una idea original ni de Rockdrigo ni de Catana; era una idea de Jaime López con
El Cholibrí. Ese es el origen.
Después tuve la oportunidad de tener buen contacto con Rodrigo González,
que era muy buen músico, buen compositor. Con él me identifiqué como amigo
y me invitaba a tocar. Así tuve ese vínculo. A Jaime ya lo conocía, a Roberto Gon-
zález lo conocía también de antes, a Catana desde el CEFOL, Armando Rosas era
más reciente, ya después los otros, pues ya no sé quiénes son. Esos fueron con los
que tuve relación en aquel momento.
36
Oscar Reynoso El Bugy y
Eblen Macari; contraportada
del álbum Un producto
de los sesentas (1981).
37
y este movimiento era como entre folklóricos, bobdylanes y músicos gringos. Ese
era el Movimiento Rupestre.
Por eso era una música no fácil de entender, porque a los de las peñas les gus-
taba la cosa boliviana y a los rockeros no les gustaba eso. La gente rockera de los
años sesenta y setenta era muy reaccionaria, muy pro-gringa: “Vamos al gabacho”.
Es un movimiento que no está bien definido, que no tiene un lugar, con excepción
de Rodrigo y de Jaime, cuyas propuestas son más sólidas.
Esto viene de Avándaro. Yo estuve en Avándaro y conocí de cerca a la Tinta Blanca,
Peace & Love, El Ritual. Su rollo no de propuesta sino de protesta era jipioso, eran pa-
checos; pero a la hora de la cosa política eran muy pro-gringos, muy establecidos. Des-
pués vinieron los grupos profesionales o asesorados por profesionales de la industria,
como los Caifanes, y ya se hizo un rock más serio. El rock necesita tecnología. Ahora
cualquier grupo de Televisa se oye bien. Para mí el rock ya no tiene sentido; Peter Ga-
briel es igual al sonido que tiene cualquier grupo, se ha estandarizado.
La música de jaranas, la música huasteca es algo vivo, diferente; algo que tiene
raíz. Es muy bonito; es a grandes rasgos esta cuestión con el rock y con la música
rupestre, la música tradicional, todos estos encuentros, toda esta mescolanza.
¿Qué cercanía hubo entre el disco Glaciares (sobre todo la pieza Navegabas,
cuya letra compuso Jaime López) y el Movimiento Rupestre? ¿Tuvo algo que ver
tu relación con Juan Valdés, la Distribuidora Unicornio, Editorial Penélope
y el disco Trayectos, editado en 1983?
Es un disco lindísimo, de lo mejor que he hecho en mi vida y estoy por volverlo a
sacar. Más bien es lo que yo siempre quise hacer y es lo que hago, esa línea. Puedo
decir que es bueno, lo oigo y me sorprende la calidad que teníamos tan jóvenes
y que, desafortunadamente, no fue querido por la crítica de jazz. Fue un poquito
frustrante porque ya no lo pude mandar a las compañías (en esa época se manda-
ban los discos a las compañías europeas), además eran acetatos que suenan muy
feo, pero ahorita tengo la copia en dat y suena muy bien.
Ese disco fue muy importante para mí. Después regresé a las canciones, que
es algo que no llego a entender; yo no tengo buena dicción; mi voz es buena para
cantar música tradicional, canciones bretonas, cuando hago sonidos; pero para
mí siempre la letra era una cosa que me causaba conflicto. Me gusta Silvio Ro-
dríguez pero no sé qué dice, no hago mucho caso; igual con Simon & Garfunkel.
Hasta hace poco supe qué era Scarborough Fair, ¡ay, qué bonita! Y toda mi vida la
he oído. Mi interés siempre ha sido musical.
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Soy lector, me gusta mucho leer, pero no es algo que vea como la relación de
la música con la palabra. Tú oyes las letras de Yes y son cosas muy piradas; no
son buenas. Escuchas a Simon & Garfunkel y te das cuenta que estudiaron o les
gusta la poesía, así como cuando oyes a Jaime López, al mismo Catana, que están
clavados; pero yo no.
Últimamente toco sones porque me encantan. La petenera es La petenera y La
lloroncita es La lloroncita. Y ahora que fui a Portugal tomé dos que tres palabras de
Pessoa, que me gustan mucho, y las pongo como citas. No me gusta la trova. Silvio
Rodríguez es un gran artista, pero siento que es mucho rollo; para eso mejor leo
un libro de filosofía. Paul Simon es un gran músico; Leonard Cohen me gusta,
pero primero fue poeta y después a su poesía le puso música.
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Quedaron para bien los movimientos de los ochenta, que eran alternativos,
contestatarios, necesarios en un país que salía de una represión muy reciente; era
muy importante en esa época. Para mal: pensar que cualquier manifestación mal
hecha puede ser rupestre. No está padre que cualquier cosa que cante cualquier
compositor rudimentario sea rupestre. El término Rupestre como algo esencial
está bien; todos somos Rupestres cuando hacemos bien las cosas, pero ese otro
término de mal hecho, de no estudio, no afino, no canto: eso no ayuda mucho.
En el disco citado, Un producto de los sesentas, grabaste una pieza que reflejaba
mucho a toda nuestra generación: Yo no nací en la Huasteca, que, sin duda, es la
que te abre un espacio propio dentro del Colectivo Rupestre y en la cual fijabas,
cuando menos, tres puntos básicos que los chilangos de entonces debíamos ir
definiendo para poder darle valor a nuestra identidad: el folklore, la ciudad y ser
productos bitleanos. Háblame de esos tres puntos y cómo logras sincretizarlos en
tu obra.
Es una pieza que sale cuando estaba muy reciente el movimiento de las peñas y
por lo tanto era un movimiento muy politizado, muy a favor de la izquierda de
esa época. Quién sabe por qué, o es parte de los setenta, la música tradicional
era música de izquierda, era algo vinculado. Había peñas donde le cantaban al
Ché Guevara o a Salvador Allende. Éramos gente muy joven y era una moda. Yo
lo siento como una moda estar a la izquierda, en las peñas. Pero la gente estaba
muy acostumbrada a las canciones contestatarias como La paloma o lo que hacía
Gabino Palomares.
Yo vengo de otra manera de concebir la música: desde muy niño toco y escu-
chaba sobre todo la música de los sesenta: Beatles, Doors, Cream, después Simon
& Garfunkel, después la música barroca; pero uno debe estar ad hoc en el momen-
to y tenías que hacer canciones y en español. Cantar en inglés ya había pasado,
era parte de los jipis; no estabas en el momento. Y empecé a hacer esta canción
y me vino la idea de que era medio artificial, que siendo nosotros como éramos,
viniendo de clases medias de los cincuenta, de repente éramos pro-campo o pro-
huastecos y, pues no: éramos otra cosa. Y es una canción que sale a partir de esa
idea de ser honesto con que somos de clase media y escuchamos a los Beatles sin
entenderles nada, pero así crecimos.
Por ahí está como una de las mejores cien canciones de la historia del rock mexi-
cano. Hoy en día me piden que la cante, pero yo no puedo cantar algo con lo cual ya
no… ¡a mí sí ya me gusta la música huasteca! Y sobre todo la jarocha, pero es algo
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Avant-Folk, proyecto paralelo de Eblen Macari y Mauricio Sotelo, de Cabezas de Cera.
(Archivo: Eblen Macari).
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Por muchos años toqué la guitarra arpegiada y el ritmo no lo entendía, has-
ta hace relativamente poco; el ritmo vital lo entendí cuando empecé a tocar con
percusionistas, hace quince años: primero con José Sefami, después con Bringas
que tocó la tabla, luego con el maestro Peña y ahora con mi hijo Kabalan, que toca
muy bien la música árabe; ahí empecé a ver que la canción a veces es muy estática.
Si escuchas a Cohen está bien, pero es mucho discurso también.
Cuando creciste haciendo canciones tienes un poquito ese defecto, de no tra-
bajar el ritmo; pero ahora sin eso ya no puedo componer. Esa parte la descubrí
con el mundo árabe y esa herencia es maravillosa, esa música es increíble. La mú-
sica africana, la música árabe y la música de la India vinieron después. A mí de
chavo no me gustaba la percusión; ahora siento que es importante para que la
música salga.
Mis piezas pueden sonar a música celta, a música árabe, a la India; desde muy chavo
me volví compositor porque nunca tuve el don de sacar las rolas de otros. A mí me
costaba mucho trabajo y prefería hacer una pieza. No me gusta engañar y decir: “Sí,
soy especialista en música árabe o música de la India”, no; sólo la conozco y la oigo.
Eso y lo poco que estudié de música europea: armonía, contrapunto y orquestación.
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Soy mestizo cien por ciento y nunca he tenido problema por mezclar ni la co-
mida ni la lengua ni la cerveza. Soy una persona a la que le encantan todas las
culturas, todas las mujeres de cualquier color, todas las comidas me gustan; no
tengo ese prejuicio y posiblemente es una herencia libanesa el darse cuenta de esa
manera de interactuar.
¿Cuáles son para ti los puntos de encuentro musicales entre los tres continentes y
cómo los integras a tu obra?
Hoy en día todos los músicos que se jacten de serlo tienen diferentes influencias,
es algo que ha pasado en toda la historia de la música. En el caso del son jarocho,
es la música barroca del siglo XVII, la música africana que llegó con los esclavos
negros traídos por los portugueses y la influencia indígena que, aunque es muy
poquita, está ahí.
No podemos hacer algo que no tenga diferentes raíces, toda la música es mes-
tiza, afortunadamente. Hoy esto es más claro por el Internet, por la apertura que
hay para viajar, por los acercamientos, pero la música toda la vida ha sido un en-
cuentro de diferentes raíces desde Bach, Telemann, Pourcel...
En la España medieval del siglo XV, donde vivían musulmanes, judíos y cristianos
y donde había todas esas influencias, las Cantigas de Santa María, de Alfonso X,
son así, con esas músicas que toman de todos lados.
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De los ambientes sutiles, sobre todo a partir de Música para planetarios, hasta
las sonoridades rítmicas de De Beirut a Cosamaloapan se siente una fuerza
interpretativa más intensa. ¿Cómo has sentido tu evolución musical en
estos más de 30 años en escena?
Desde muy joven me interesaron los sonidos abiertos, esto es técnicamente la
resonancia de los armónicos. Me gusta la música mojada, que tiene eco, que tiene
resonancia; de ahí que mis músicas favoritas sean las gaitas, las sitars de la India,
la música barroca, los clavecines, la jarana. He trabajado en eso; no es algo que se
dé mucho en los músicos porque ahora se está muy en la forma de la armonía y se
descuida eso, desde mi punto de vista.
Creo que De Beirut a Cosamaloapan es un disco acústico con piezas como Cos-
ta fenicia, donde el clavecín y la guitarra están al unísono a propósito, donde los ar-
mónicos resuenan de manera simpática, muy especial, y van creando otras voces.
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Yo me siento muy a gusto tocando en ensamble con mi familia, con mi hijo
Kabalan que es un gran percusionista, con Olga que toca el clavecín de maravilla;
con Óscar Reynoso que es el mejor músico que he conocido en mi vida, con un
talento impresionante; con Juan Valdés, con quien hice el disco que más me gusta
en mi carrera: Trayectos; Cuevas, que toca todos estos alientos y en realidad es
como otro elemento encima de la música que hacemos; Sotelo, de Cabezas de
Cera, que es muy talentoso. Me siento a gusto tocando con este tipo de gente.
Lo que más hago ahora es palomear: me meto a tocar con celtas, con jarochos,
con quien sea, y palomeo con la guitarra. Y eso me gusta mucho.
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de Vasconcelos, que creó la SEP. Los institutos de cultura sí han funcionado en
México; hay dinero para la cultura. Los gobiernos, aunque sean de derecha, le dan
importancia, saben que es necesario que la cultura exista y hay dónde moverse.
Yo vivo bien de la música.
México es un país noble, a la gente le gusta escuchar música. Un festival mexi-
cano bien realizado no le pide nada a ningún festival europeo. Es un país que está
abierto a las músicas, un país bueno para hacer música.
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Eblen Macari Trio, en 2012. (Archivo: Eblen Macari).
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Vega. En las familias musicales deben pasar la estafeta porque es una herencia que
facilita el camino: lo que yo hice en veinte años mi hijo lo hizo en los primeros cinco
años, a los veinte ya había grabado un disco fuera del país. ¡Yo hubiera dado saltos!
48
Eblen ¿eres feliz como músico?
Es una vida muy profunda, complicada: existe; la música tiene altibajos, no todo
el día estoy en eso. Como decía hace poco: “Vamos a hablar de comida, de cerve-
za, de viajes y, después, de música”. No soy un artista intenso que todo el día digo
que sueño con la música porque sería mentir.
Sé mucho de música, soy melómano, toda mi vida; vivo de ella, me ha hecho
viajar por todo el mundo, conocí a mi mujer que es músico, mis hijos lo son. Sí,
estoy agradecido con la vida; es algo lindo. La casa es de música también. Tiene
sus bemoles; no es todo maravilloso: de repente la economía, a veces no hay con-
ciertos, a veces no te ganas la beca. Pero tengo 30 años viviendo de la música.
49
Rafael
raúl silva
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Rafael Catana en el Salón Bombay, con Federico Schumcler al fondo. (Foto: Aristeo Pantoja, 2012).
H
Catana va silbando por la calle una rola,
su pelo es un poema, o quizá alguna broma
Desolación, de Arturo Meza
ace muchos años, caminando con Rafael Catana por entre la selva citadina
del Tianguis del Chopo, unos chavos que lo vieron pasar le gritaron: “Catana, no te
mueras nunca”. Este gesto amoroso no sólo es un buen deseo, sino también una
consigna que la música es capaz de convertir en realidad. Pero no sólo la música. En
la intrincada trama de la vida mexicana contemporánea, de la urbe y sus recovecos
más misteriosos, Rafael Catana es uno de esos personajes que nutren y se nutren
con alimentos tan diversos como la generosidad, el sentido del humor, la irreveren-
cia, el canto popular, la poesía, la solidaridad y la memoria. La desmesura es también
51
su fuerte y con ella ha podido capotear un temporal donde los cataclismos no son
escasos. Músico, activista cultural y social, conductor de radio, poeta, profesor y talle-
rista, Catana ha dejado rastros de su andar por este mundo en cinco producciones
sonoras. Sus títulos revelan intenciones: Un gato de corazón púrpura (1989), Polvo de
ángel (1991), El nagual (1997), La rabia de los locos (2001) y Caballo (2011).
Catana ha poblado su ser y su música con todo tipo de literatura. De Henry
Miller aprendió cierta indolencia para el arte del amor, de Roque Dalton ese chis-
pazo luciérnaga que dejan las causas perdidas y de Mario Santiago el regocijo de
reírse de sí mismo, por ejemplo. Su lectura de la ciudad y de la vida está en sus
canciones; es un viaje en Metro, avistado por miradas y sensaciones que buscan
descifrar una realidad que se escapa.
El don de la conversación y una memoria fresca, la necesidad de dejar la ma-
yor cantidad de huellas, el sentido crítico que mantiene abierta la puerta para los
reclamos, (porque evidentemente que Rafael Catana también tiene huesos en el
armario), son atributos con los que se ha reconstruido este capítulo.
La vida
Prehistoria
Mi vida era ser fanático de Un Viejo Amor y de La Nopalera. Había vivido mu-
chas tocadas de los hoyos fonquis, amaba a Bandido, El Ritual, Comunicación.
Soy fan de Eblen Macari desde 1972. Norma Valdez y Javier Bátiz, el Pájaro Al-
berto, Polvo, Medusa, El Hangar Ambulante, están en mi memoria, imagínate:
un niño precoz. Me tocó fundar el Centro Libre de Experimentación Teatral
(CLETA), en Sullivan 43, junto con una bola de locos como Los Mascarones,
Los Nakos, el grupo Informe, Enrique Ballesté, León Chávez Teixeiro, Luis
Cisneros, Roberto Pata Loca, Víctor Hugo Santos, Manolo Rodríguez, José de
Molina, Eduardo Lobo González; me tocó ver a Judith Reyes en el CCH Vallejo
y tocar con ella en la peña Tecuicanime, cuando yo era un aficionado más que
un profesional de la música. Por entonces estudiaba en la Escuela de Música y
hacía guiones para Radio Universidad, daba clases en escuelas, me enamoraba
perdidamente y buscaba una parte de la ciudad que se me había escapado en
mi adolescencia. En mi post-adolescencia empecé a descubrir ese DF lleno de
recovecos, lugares y espacios.
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Milité en la izquierda y me tocó ver su ruptura, en el sentido de la derrota de
la Revolución. Estuve en el CEFOL y conocí a la gente del grupo La Peña Móvil,
Cuicani, a Víctor Martínez, a Cade. Yo venía de la peña El Mosco Pasa y, antes de
formar parte de algún movimiento, me acerqué a la Liga Independiente de Mú-
sicos y Artistas Revolucionarios (LIMAR), donde conocí a muchos amigos como
Álvaro Guzmán, guitarrista de La Piel, Beto Delgado, la gente de On’ta, MCC, en-
tre muchos que se me barren porque mi Alzheimer progresa… Luego estuve en
TIEMPO (Taller de Experimentación y Música Política) y componía unas cancio-
nes tan divertidas que las he olvidado. Pero fue precisamente el rollo colectivo lo
que me llevó a los Rupestres, con la creencia de que en conjunto se pueden hacer
las cosas y con la conciencia de que siempre alguien de nosotros se va a desarrollar
más, porque en los colectivos así es. Los Rupestres fueron una forma de despegar.
Tengo muchos pasados negros. Estuve en los talleres de El Ciervo Herido.
Aprendí que, más que poeta, lo que yo quería era escribir canciones. Pero fui be-
cario de Bellas Artes en poesía, estuve en talleres con Ricardo Castillo, publiqué
una plaquette en la editorial Penélope, con Ilya de Gortari. Empecé a trabajar con
Fausto Arrellín en el 83. También me reunía seguido con Jaime López; trabajába-
mos cosas y nos veíamos para echar desmadre. Tomé un curso intensivo con él,
que en realidad fue un curso de vida. Él me invitaba a ver sus tocadas y a tocar con
él, todo desde el mundo de la amistad.
Hacía una vida común y corriente a partir de mi trabajo artístico, descubrién-
dolo y aprendiendo a componer canciones, buscando entender cómo se hace una
rola y cuál es el patín de esa creación: el texto y la música, algo que a lo mejor nun-
ca he aprendido a hacer correctamente. Viajé a Centroamérica haciendo teatro
con una bola de locos y nos tocó estar cerca de la Revolución. Luego conocí a los
infrarrealistas y a una generación de poetas hermanos: Ricardo Castillo, Beatriz
Stellino, Pedro Damián, Silvia Tomasa Rivera, Hermann Bellinghausen, David
Huerta y mucha gente con la que comencé a formar mi familia, una gran familia
que ahora tengo. Soy de una generación con mucha suerte, mucha química, vibra
y energía, en el sentido del rol, el viaje, el movimiento y los movimientos sociales.
El otro lado
Lo primero que recuerdo haber escuchado fue un disco de Daniel Valdez, Mesti-
zo (1974), y me pareció muy raro que alguien cantara a Joaquín Murrieta; se me
hacían muy raras esas canciones de bandidos. Luego conocí la música de Santana
y lo viví como una cuestión de identidad nacional con el rock, que se potenció al
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conocer a Los Lobos, esa banda chicana que en Estados Unidos canta en espa-
ñol. Se me hizo un mundo maravilloso, en el sentido de reconocer una identidad
nacional mexicana que a nosotros nos da pena, porque no tenemos autoestima
colectiva y nos avergüenza reconocernos. Esa búsqueda de la identidad la viví
cuando estuve en Los Ángeles, pensando mucho en la diversidad del rock mexi-
coamericano, que se la ha rifado en un ambiente cultural muy rico pero también
muy selectivo y hasta racista. En los ochenta escuché mucho a esa tremenda
banda que son The Cruzados y a esa cantante angelina maravillosa que es Linda
Ronstadt, en su época rockera. También tengo recuerdos de infancia escuchando
a Freddy Fender. Es inolvidable esa imagen suya, romántica, con su guitarra Tele-
caster. O Lalo Guerrero, que era tan cercano y por eso mismo no lo pelaba tanto y
ni siquiera sabía que era mexicoamericano. Todos ellos me dieron una referencia
cultural que a fin de cuentas es la mía.
Centroamérica
En 1975 viajé a Centroamérica con un grupo de teatro de la prepa. Habíamos gana-
do un concurso en el CCH. Fue un viaje que duró dos meses y medio. Íbamos Luis
Cisneros (que era el director), Macondo, El Rizos, Abigail Viveros, entre otros. Via-
jamos de México a Panamá de aventón. Fue un momento muy intenso en el sentido
de la creatividad artística, porque fue descubrir la realidad social de México y de
América Latina. Originalmente íbamos a viajar a Colombia, pero no pudimos llegar
porque había estado de sitio. Conocimos a muchos grupos musicales; vimos cómo
se formaba un partido político, que después sería el Frente Farabundo Martí para
la Liberación Nacional (FMLN), y la Liga de la Liberación. Estuvimos en Managua
con la gente del Frente Sandinista y en León durante una manifestación donde la
Guardia Nacional pasaba en sus jeeps a gran velocidad. Me enamoré de una niña
que me dio la mano y resultó ser del cuerpo de seguridad que nos estaba cuidan-
do. Cantamos en las calles de Nicaragua las canciones de Carlos Mejía Godoy, que
estaban prohibidas. En fin, fue un viaje intenso donde, sin darnos cuenta, arriesga-
mos nuestra seguridad porque éramos unos niños muy vivaces y bastante ingenuos.
Después, muchos se retiraron de todo: de la música, de la poesía, de la política, del
arte. Esa aventura me dio muchas cosas, sobre todo, una visión del poder como algo
que está incrustado en la condición humana. Este viaje tiene que ver también con
cierta inteligencia emocional, resumida en una pregunta: ¿qué pinche onda con la
Revolución?
54
Los Rupestres
55
Pienso en Rodrigo de Oyarzabal, que tenía su programa ‘El rol de todos los
días’, en Radio Educación, y nos cobijó (de hecho debería estar en la famosa foto
de los Rupestres). Otros personajes cercanos han sido Pepe Návar, José Luis To-
rres (El Capitán Chorizo), Víctor Ezkide, Alain Derbez, Jorge García Montemayor
(que nos ha arropado a todos con su maravillosa guitarra), el poeta Pedro Da-
mián, Edgar Arrellín (un autodidacta que nos ha sonorizado infinidad de veces)...
Luego están proyectos culturales como el Foro Alicia, la Editorial Penélope y to-
dos los espacios donde hemos tocado.
El colectivo
A partir de las relaciones que Rockdrigo y yo teníamos empezamos a juntar a esta
serie de compositores, un poco alejándonos de la gente del canto nuevo y buscan-
do otro ambiente del rock que no fuera tan gandalla como el de los hoyos fonquis.
Así nos organizamos y se me ocurrió que le pusiéramos ‘Colectivo Rupestre de
los Cantantes Bofos’, siempre en un sentido de broma porque éramos los más
bofos de la música en México en cuanto al crecimiento y el desarrollo, en cuanto
a lo feito que puede ser un cantante rupestre en medio de un glamuroso rockero
heavy metal de la época o una estrella de pop de televisa o un cantante de izquierda
que le rinde tributo a la Revolución.
El manifiesto
La idea de escribir un manifiesto se la debemos a Jorge Pantoja. Rockdrigo fue el
que la llevó a cabo en un momento en que la vida simplemente sucedía. Digo esto
porque el Movimiento Rupestre se dio sin que lo premeditáramos. El Manifiesto
que escribió Rockdrigo nos daba mucha risa y no estábamos tan de acuerdo, en un
sentido figurado y real. Yo vengo del rock y del folk, y siempre me ha interesado la
tecnología. Pero una de las cosas que siempre he pensado es que la gente necesita
tener buen humor; tu éxito puede ser a partir del buen humor. En ese sentido,
creo que el Manifiesto Rupestre es una buena broma, tiene un excelente sentido
del humor y cuestiona a la tecnología. Pero el Movimiento era de facto, se estu-
viera a favor o en contra del Manifiesto. Claro, ahí también había una estrategia
para estar vivos y eso fue muy importante, porque a veces uno tiene que hacer
los ambientes y realizar diferentes cosas en diferentes momentos de la vida. Una
de ellas es el poder estar en el rock y también en la canción de autor o, en aque-
llos tiempos, en el canto nuevo; aunque de pronto no estábamos en ninguno. Los
rockeros nos veían como muy fresas y la gente del canto nuevo se espantaba con
nuestras canciones, porque no eran la típica canción de Silvio Rodríguez.
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Los Rupestres no se acabaron con la muerte de Rockdrigo
El Movimiento fue creciendo después de que murió Rockdrigo. Los fundamenta-
listas creyeron que se había acabado, pero no. Se integraron Arturo Meza, Gerar-
do Enciso, Mauricio González Gómez, Armando Rosas, Carlos Arellano, Marco
Ruiz y revoloteaba por ahí Normando López, entre otros. Se dio un suceso en
donde lo más importante no fue Rockdrigo González, sino toda la gente que se
identificó y ha estado ahí. Roberto Ponce dice que en cuanto muere Rockdrigo
muere el Movimiento; yo digo todo lo contrario: en cuanto muere Rockdrigo el
Movimiento se consolida, dura un tiempo y desaparece. Sí, estábamos muy tris-
tes, pero la vida tenía que seguir; llegó gente nueva, músicas nuevas, otras formas
de hacer canciones. El Movimiento Rupestre forma parte de la memoria de nues-
tras vidas y de las vidas de mucha gente. Yo tengo ese sambenito de ser Rupestre y
me lo quisiera quitar, pero es muy difícil porque ya es algo histórico.
La ideología Rupestre
Tiene que ver con el outsider y con el tipo con un punto de vista crítico. Por supuesto
que siempre estuvimos en la izquierda. El patín de estar de gira en la ciudad después
del terremoto, tocando en los campamentos y en las colonias, era una necesidad.
Luego la huelga del CEU, en 1986, cuando tocamos en Ciudad Universitaria y se
57
integraron Trolebús y Armando Rosas. Había una parte glamurosa del rock que no
se unía y que de pronto, a partir de la aparición de ‘Rock en tu idioma’, comenzaron
a participar en movimientos sociales, en esa huelga del CEU con el famoso camión
de redilas de Maldita Vecindad. Empiezan a verse otras perspectivas y nuevos ho-
rizontes; nos organizamos más y después viene el movimiento zapatista. Por su-
puesto que hay un punto de vista ideológico, pero a la vez siempre ha existido un
cuestionamiento a esa izquierda menopáusica, tradicional, estalinista, chafa, nepo-
tista, burocrática, conservadora, más papista que el Papa, que cree que el poder es
más importante y no los seres humanos. En ese sentido es una lucha contra el poder,
porque esa izquierda o la derecha asesina llegan a ser dos enemigos del trabajo ar-
tístico, y eso no lo digo yo, es algo histórico, desde el patín que traían León Trotsky,
André Breton y Diego Rivera por un arte revolucionario e independiente.
Infrarrealistas y Rupestres
Mario Santiago y Rockdrigo jamás hicieron buena química. Cuando se conocieron
en mi casa hubo un choque eléctrico: punta contra punta. No se dio un entendi-
miento ni un encuentro sino más bien una especie de odio entre ellos, pero sin vio-
lencia. Cada uno, con su tremendo ego, quería brillar más que John Lennon; algo
realmente imposible. Pienso que esto tiene que ver con el ego de la generación de
Rockdrigo, gente con una gran megalomanía en un mundo donde deberíamos hacer
58
Propaganda de la tocada en apoyo al CEU, de 1986.
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más música; aunque por otro lado es un empoderamiento necesario para conser-
varte vivo en un mundo de hijos de la chingada. Rockdrigo era un hijo de la chingada.
Todo mundo lo mitifica pero era un hijo de la chingada, en el estricto sentido de la
palabra, porque le tocó venir de los setenta, donde en el ambiente del rock te tenías
que cuidar la espalda. Afortunadamente, esta generación del Movimiento Rupestre
la hicimos para no tener que cuidarnos la espalda del otro músico. Rockdrigo sí se
cuidaba la espalda y agandallaba a otros músicos, porque era su lógica de vida y tenía
cierta negatividad en ese sentido. Eso no le quita lo gran artista, por supuesto.
Ecos Rupestres
Creo que la influencia del Movimiento Rupestre es vital porque ha arropado a
una generación, sobre todo a través de sus individualidades; un poco pensando en
la escuela que han hecho Arturo Meza, Carlos Arellano, Armando Rosas, Roberto
González; en la escuela para cantantes que ha hecho Nina Galindo; en todo el
desarrollo de la música progresiva a partir del trabajo de Eblen Macari. A nivel de
los cantautores, está el trabajo de Roberto Ponce que, a pesar de no tener un disco
grabado, ha sido determinante para muchos compositores, y en esos incluyo a
algunos que no están cerca del Movimiento pero que tienen una presencia, como
Jaime Moreno Villarreal o Pepe Elorza. Entonces sí, claro que hay una influencia
a partir de la canción de autor y eso ha sido determinante para las nuevas genera-
ciones. A lo mejor no soy la persona más capacitada para decirlo, pero creo que
hay muchos seguidores de Carlos Arellano, de Armando Rosas, de Roberto Gon-
zález, de Gerardo Enciso y de Arturo Meza, en un sentido de escuela. En mi caso
no sé, creo que soy el más modesto de todos y así me asumo, como un modesto
escritor de canciones de rock que nunca dejará de hacerlo.
Están los más jóvenes: Armando Palomas, Kristos, Leticia Servín, Carcará
Muñoz, Iván Antillón, Iván García, La Trola… Palomas es una manifestación ple-
na de nuestra cultura popular y cábula, Kristos es hijo directo de Normando Ló-
pez y de Marco Blues, que a su vez viene de Rockdrigo y de los Rupestres; Leticia
Servín es una gran cantante y una compositora notable.
El Foro Alicia y Nacho Pineda son importantísimos para la historia del Movimien-
to Rupestre; ahí se renovó ese espíritu de las tocadas colectivas, con Nina Galindo,
Roberto González, Armando Rosas, Carlos Arellano, Gerardo Enciso y con las nue-
vas generaciones, donde están Leticia Servín, Kristos, Armando Palomas, que no son
precisamente Rupestres. Más allá de que el Movimiento ya está ‘pelas’, el Foro Alicia
es un sitio donde se manifiesta el espíritu de lo colectivo como un camino posible.
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La luz del camino
Elina
Elina Cariño fue mi compañera y juntos tuvimos a nuestro hijo Arlo. Ella murió
en un accidente trágico en el Tianguis del Chopo, en 1986. Fue una pendejada
de unos escuincles babosos que ni siquiera supieron qué fue lo que pasó, y esto
también tiene que ver con el machismo de una sociedad que odia a las mujeres.
Lo que pasó con Elina fue la manifestación de una sociedad machista que ve a una
chava sola y la hostiga; de pronto hay una bronca y recibe un golpe en la cabeza.
Todo mundo se echó a correr; no hubo solidaridad.
Su espíritu siempre está conmigo, es mi compañía permanente. Elina está más
allá del bien y del mal, es un espíritu vivo que cada día me dice lo que tengo que
hacer y lo que no tengo que hacer. Y no soy esquizofrénico. Además era una mujer
guapísima y maravillosa; murió a los 26 años cuando yo tenía 32. Me quedé con
nuestro hijo y tuve que sacarlo adelante. El apoyo de mucha gente me ayudó a no
vivir en la eterna depresión. Tenía que sacar el corazón y los testículos.
Amigos entrañables
Llevo tocando más de 15 años con los hermanos Rivadeneyra; ellos son mis her-
manos. Daniel es un virtuoso del rock progresivo, del flamenco y de la guitarra
acústica. Yo empecé a trabajar con él después de que dejó Delirium, un grupo
mítico dentro del rock progresivo mexicano. Para mí ha sido una bendición de la
vida haber podido tocar con él tantos años, recorrer muchas partes del país y estar
de gira por Europa. Lo mismo que David, que es un ser fresco y muy talentoso; ha
sido una gran inspiración en mi vida.
En realidad no tengo fans sino un montón de amigos; entre ellos Beto y Magda,
que realmente están safaditos y se les bota la canica, en el sentido amoroso. Nos
han seguido toda la vida y ya no recuerdo cuándo empezaron a ir a mis conciertos.
Los he visto también una y otra vez en las presentaciones de Gerardo Enciso, José
Cruz, Jaime López, Carlos Arellano, y hemos compartido viajes; me han salvado
la vida con su inmensa generosidad. Los fans enloquecen, pero los amigos son lo
mejor que te puede pasar.
Jaime López es una maravilla de arista y de ser humano. Me encanta su pren-
didez escénica. Aunque él no fue parte del Movimiento Rupestre, ha sido funda-
mental para la canción contemporánea mexicana. Él está más allá de cualquier
movimiento, es un individuo y un artista muy completo. Estuvo en el 2º Festival
61
Miguel Ordoñez, Rafael Catana con los hermanos Rivadeneyra en el concierto
Rafael Catana y Daniel Noche de Primavera. (Foto: Juan Espinosa Torres, 2009).
Rivadeneyra.
(Archivo: Rafael Catana).
62
Rupestre, con Cecilia Toussaint; pero siempre pintó su raya de una manera sana
y con excelente humor.
Arturo Meza, Gerardo Enciso y Carlos Arellano son también mi tribu. En
tiempos cercanos hemos estado grabando juntos para un disco donde cada uno
canta canciones del otro. Son músicos que siempre han estado ahí, viajando en el
mismo vagón por las vías de esta atribulada pero intensa vida.
63
Serrat. Hacer una canción es un trabajo profesional donde uno se clava en la tex-
tura de cómo desarrollar un trabajo intelectual, y esto es un debate que tengo con
Armando Palomas: él se considera un anti-intelectual. Mi queridísimo Armando,
hacer rolas es un trabajo intelectual, un trabajo sensible que tiene que ver con la vida
y la muerte, con el amor y el desamor; pero también hay una técnica, hay una cosa
que se llama lectura y hay otra cosa que se llama escuchar música. Tú no puedes
hacer buenas canciones si no escuchas música y por lo menos lees Casos de Alarma.
Abismo
64
tipo súper pacheco y con una gran obra que no sea responsable de su familia, y
esto no es una cuestión moral sino de ser congruentes. Yo soy muy crítico con mi
generación: no puedes tirar rollos pacifistas en tus canciones y pegarle a tu esposa.
Esto tiene que ver con la vida cotidiana. Si el rollo es cambiar la realidad, como
decían André Breton y Rimbaud, pues empieza por tu propia vida. A veces las
drogas o el alcohol afectan lo cotidiano de un artista. Por eso me molesta el mito
de José Alfredo Jiménez. Todo el mundo ama a José Alfredo, un alcohólico que se
murió de cirrosis pero que dejó una gran obra. No estoy cuestionando a José Al-
fredo, sino a cualquier artista que se crea superior porque tiene talento. Dejemos
de mitificar a los artistas en ese sentido. Estamos en la época en que todos quieren
ser Bukowski; lástima que aquí el seguro de desempleo no funcione.
La obra sonora
Polvo de ángel
El título tiene que ver con la imaginación y con las adicciones, con un momento
de admiración hacia muchas cosas de la cultura mexicoamericana y con una ne-
cesidad creativa. Tiene que ver con la portada, la imagen de una antigua fábrica
en Lechería, la Fábrica Nacional de Vidrio, que hasta la fecha sigue funcionando,
y por donde pasaba el tren. Es obra de Javier Manrique, artista mexicoamericano.
Polvo de ángel, producido por Sergio Ramírez Cárdenas y Juan Valdez, es mi des-
cubrimiento como artista y la búsqueda del concepto Catana; es una carta de pre-
sentación con los músicos de mi generación. Fausto Arrellín fue muy importante
para que se hiciera el disco. En esa época él trabajaba en Pentagrama y esto hizo
que pudiera contar con una serie de personajes, a lo mejor muy disímbolos, pero
el trabajo colectivo hizo posible Polvo de ángel. Ya no era el Movimiento Rupestre,
sino Catana solito.
65
El nagual
El nagual lo produjo Federico Luna. Es un disco que tiene que ver con esta parte
mía humana-animal y con la sexualidad, la pasión y el gusto por lo mágico a partir
de la sexualidad: el encuentro con el sexo opuesto y la parte animal que todos
tenemos. Es la certeza de que todo es efímero y que tenemos que buscar nuestras
raíces, nuestras formas, nuestra música y nuestra identidad. A mí el rock me ha
servido para eso.
Caballo
El espíritu de Caballo tiene que ver con el movimiento. La imagen del caballo es la
de un ser salvaje que está en movimiento, en pleno viaje. Me la he pasado tocando
en muchas partes del país y eso me ha dado una movilidad. Es también mi decla-
ración de amor a esta ciudad, donde de pronto aparece en medio de los edificios
un caballo: o sea, una locura: la locura de poder sentir el movimiento para querer
salir de la ciudad y, como un caballo, correr y correr y correr, que es lo que me ha
dado este espíritu. Caballo es un disco que muestra otro Catana. Hay una temática
y una forma de abordar las canciones alejadas del viejo folk. No es Catana con
su guitarrita; hay otro concepto: permanece la tradición folk porque nunca me
he desprendido de ella, pero también están esas otras formas de música popular
que han sido parte de mi vida: la música norteña, el rock, el son jarocho, el blues.
Federico Schmucler fue quien lo produjo.
66
Rafael Catana y Bandidos (Federico Schmucler, guitarra; René Ortiz, bajo, y Liliana
Rodríguez, batería) en el Festival de Zacatecas, en 2012. (Archivo: ZacatecasHoy.com).
67
Finísima persona con las que hace evocar imágenes que sig-
nifican algo. Pertenece a la escuela de Dylan,
Neil Young, Rodrigo... aunque Rodrigo era
Jorge García Montemayor más vacilón y Catana no juega tanto con las
“Catana es un personaje absolutamente ironías ni es tan guasón. Es un tipo que hace
amoroso para toda la raza, no nada más para canciones redondas, en el sentido de comple-
la raza musiquera sino para la raza en gene- tas y logradas; es uno de los compositores de
ral. Es un tipo muy generoso que tiene un culto, dentro de los compositores mexicanos
trabajo altamente poético, desde mi punto de y no hablo solamente de los rupestres. Quizá
vista y desde lo que yo considero poesía. Qui- por su personalidad algunos lo toman a la li-
zá no es de los que mejor toca la guitarra, es gera, pero es un tipo que tiene un gran peso
descuadrado y yo como músico puedo decirlo, como creador”.
pero hace unas letras extraordinarias. Tiene
un trabajo continuo, consecuente, auténtico. Nina Galindo
Tuve la oportunidad de compartir con él la “Catana siempre trata de unir a la banda y de
grabación de La rabia de los locos, en la pre- hacer cosas colectivas; es muy solidario con
producción y después haciendo unas guita- todos. Es uno de mis compositores y yo los
rras. También colaboré en nuevas versiones interpreto a ellos porque creo en su trabajo,
de sus canciones para la re-edición de Polvo porque me parece que a pesar de que pasen
de ángel. Hemos compartido escenarios. Es los años ellos están vigentes y siempre tienen
uno de mis grandes amores, como persona. algo que decir. Creo en él musicalmente por
Es un tipo luminoso, con un gran talento para su manera de decir las cosas, simplemen-
escribir y hacer letras que yo llamaría literatu- te. Como compositor, me parece de los más
ra, porque, aunque son canciones, no pierden dulces”.
mérito ni son menores que la literatura sin
música. Las letras de Catana son de las me-
jores que hay. Es un tipo muy silvestre pero
a la vez muy culto, sabe escoger las palabras
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Roberto González Kristos Lezama
“Catana y yo hemos tenido una relación de “Catana es un personaje muy singular, como
muchos años; somos compañeros, amigos, ser humano y como artista. De alguna mane-
camaradas, correligionarios. Siempre me ra representa un vínculo que enlaza a varias
ha transmitido frescura y esperanza. Mis generaciones de artistas de diversas textu-
encuentros con él son una especie de oasis, ras y estilos. Es un músico que canta con un
porque es un ser sencillo, sincero y claro; no timbre de voz profunda, nada maquillada y sí
es pretencioso. Su trabajo me parece muy re- bastante despostillada y rugosa, como la vida
presentativo de esta ciudad, con influencias y las historias que narra en sus canciones. Fi-
de otras culturas regionales del norte, del cen- nísima persona y excelente amigo”.
tro y del sureste del país. Me identifico mu-
cho con él como jarocho; aunque hay mucha Victor Ezkide
frontera norte en sus canciones, no sólo en “Rafael Catana. Primero que nada siempre
sus letras sino también en su música. Tiene me ha encantado su poesía. Si hubiese plati-
un espíritu jarocho; hay cierta nostalgia en su cado sus rolas sería nuestro Leonard Cohen.
manera de contar historias que le sucedieron Ha sido tenaz desde su primer disco, con un
y eso me parece muy jarocho. La música jaro- cuidado enorme en los músicos que lo acom-
cha no es solamente fiesta y fandango sino pañan y en el diseño gráfico. Es una muestra
que también es mucha nostalgia. Catana es enorme de qué es ser independiente o, en su
un chilango con raíces jarochas”. caso, Rupestre; algo que no tiene nada que
ver con carecer de oficio. Ha conjugado (y esto
Carlos Arellano siempre se me ha hecho difícil) el quehacer
“Catana es mi cobijo. Junto con Fausto Arre- artístico con la promoción cultural. Cada uno
llín, me recibe cuando en el 87 llegó al DF, lue- de sus discos muestra ritmos, visiones, sue-
go de publicar mi primer disco. Catana es el ños imposibles que pueden ser posibles y, por
compositor que está en el centro de la poesía. supuesto, humor y un fuerte compromiso con
Muchos de nosotros construimos nuestras la cultura mexicana, desde la negritud (¿será
rolas a partir de la poesía, pero quien está en por ser veracruzano?), hasta el flamenco, el
el centro de la poesía es Catana. El suyo es un folk. Catana es un grito del barrio”.
acto revulsivo en un país donde no se lee, en
un país donde la poesía es mal vendida y mal
comprada. Es propositivo; es un músico que
sabe decir las cosas y sabe sonar las cosas,
sabe hacer saltar y cantar a la gente”.
69
Roberto
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Roberto González en el Multiforo Alicia interpretando rock jarocho. (Foto: Jennifer Boles, 2012).
71
y fuera del territorio nacional. Recorrer su malecón podría traernos la sensación
de estar y no estar en tierra firme, un estado natural para quien vivió sus primeras
impresiones en esta región. “Siempre he pasado por la vida un poco inconsciente-
mente: buscando pero con los ojos tapados, sabiendo que estaba en un lugar pero
sin saber dónde”.
Entre juegos y ese paisaje de aparente vacío, Roberto González pasó los prime-
ros años de su vida escuchando sones, versos y cantos tradicionales de la región
donde azotan los vientos, también llamada en términos musicales Región del Sota-
vento. Roberto lo canta así en Pasando por intruso, de su disco Lentejuelas (1982):
Uno de esos reflejos que siempre llamaron su atención fue la persistencia del
nombre de su tierra natal, el nombre de un conquistador español: Pedro de Al-
varado. “Para mí, Alvarado significa lo masculino en nuestra mexicanidad, como
puede ser Cortés. Simbólicamente se dice que los padres de los mexicanos son la
Malinche y Cortés, entonces quizá los alvaradeños somos hijos del amasiato de
Alvarado y la Malinche”.
A los nueve años, luego de pasar una temporada en la ciudad de Córdoba, al
lado de sus tías bisabuelas, se traslada a vivir con sus padres a la Ciudad de Méxi-
co, en la colonia Country Club, que entonces era relativamente nueva, pues había
sido planeada en los años cincuenta para que se asentaran casas de actores, dada
la cercanía con los Estudios Churubusco. Rápidamente, la Country pasó a ser una
colonia de clase media y para 1961, se establecieron en la zona familias con pe-
queños negocios, como la de Roberto. Los González tenían un negocio de pro-
ductos farmacéuticos, donde el padre de Roberto, el viajero Don Manuel, en su
labor como agente de ventas, se ausentaba de casa, por lo que el cantautor guarda
escasos recuerdos de su relación con él. “En realidad tuve poca relación con mi
padre y con mi madre, quizá un poco más cercana con mi madre; era una relación
distante y no me precio de conocerlo”.
Lejos de guardar una imagen autoritaria de su padre, o una serie de recuer-
dos negativos referentes a los choques generacionales, muy comunes en aquella
época, en la memoria del artista hay un recuerdo indeleble: fue su padre quien le
regaló su primera guitarra... “Y desde entonces hago canciones, un poco con mi
72
inseguridad para salir al mundo y platicar con los demás. A veces me pregunto por
qué, bueno, fue en esas circunstancias que me puse a hacer canciones”.
Es a través de la colonia Country Club que Roberto se vincula con la gran
ciudad, con la música y los grupos juveniles que solían reunirse, como en otras
colonias y barrios, a tocar, a cantar y a imitar los sonidos de sus grupos favori-
tos, sobre todo de rock. Roberto observaba esto e incluso hizo algunos amigos,
gracias a quienes, por ejemplo, fue a parar al mismísimo festival de Avándaro sin
tener conciencia de lo que allí iba a suceder. “En la Country había un amigo al que
le decían El Muñeco, Rafael Cervantes, unos tres, cuatro años mayor, que corría
automóviles. Lo de Avandaro era originalmente un ‘Festival de Rock y Ruedas’, y
yo casualmente llegué una mañana a su casa y lo encontré muy apurado porque se
tenía que ir a Avándaro. Iba solo, manejando y remolcando su automóvil para co-
rrer, y me dijo: ‘Acompáñame ¿no?’. Yo le dije: ‘Pues bueno’. Y ¡oh sorpresa!, ¿no?
Creo que la vida me ha tratado así, nunca me enteré que iba a haber un festival de
rock en Avándaro y sin embargo ahí estuve, de una manera casual”.
Sin embargo, Roberto prefería la intimidad solitaria con su guitarra para com-
poner sus canciones. Era poco afecto a la socialidad y al intercambio que se daba
entre los jóvenes interesados en la música. Tampoco le gustaba interpretar cancio-
nes de otros; prefería retirarse a los espacios de su soledad para crear. “Siempre he
sido poco sociable. Fue más fácil hacer canciones que buscar a los demás. Tengo la
impresión de que acercarse a alguien es un poco como extralimitarse, por ejemplo,
verbalmente: preguntar ciertas cosas o acceder a la vida personal, que finalmente es
como accedes al amigo o a la amiga, conociendo su vida; a mí eso me cuesta mucho
trabajo. Yo llego a la canción por esa necesidad de comunicarme con los demás”.
73
de sus andanzas por el sur de la ciudad, cayó en la Prepa 5 y se detuvo en un aula
donde un grupo de teatro ensayaba. “Uno de ellos tenía una guitarra y cantaba y
actuaba. Me llamó mucho la atención, me pareció un personaje muy especial. Yo
no era intérprete ni nunca lo he sido; entonces hacía cositas para poderlas cantar
y decir. Así me encontré a Jaime López y me acerqué a él. De verlo se me hizo fácil
lo que hacía y pues no, a la vuelta de los años, resultó que no era tan sencillo; él
lo hacía parecer muy fácil. Verlo por primera vez en un escenario teatral, que es el
elemento de Jaime, el elemento del ritual musical, el rito, fue clave”.
A Roberto le atrajo la soltura con que el joven artista se movía en el escenario,
así como su talento al cantar, tocar y actuar. La amistad entre Roberto y Jaime
quedó sellada desde el principio por las pasiones e inclinaciones musicales, en
una relación que él describe en gran parte como ‘un taller’, donde intercambiaban
música, se escuchaban y acompañaban mutuamente e incluso llegaron a compo-
ner algunas canciones juntos, como quedó plasmado en el trabajo que hicieron en
Un Viejo Amor (1978) y en el disco que nombraron Sesiones con Emilia (1980).
Los temas de índole ideológica o política quedaban al margen de esta amistad ci-
mentada en la música y la creación como acción, más que como idea. “Con Jaime
no había mucha teoría; había mucho aprendizaje. Oír sus canciones y verlo traba-
jar me fue influyendo, pero no de una manera formal o escolástica, digamos que
nos pusiéramos a platicar de cuales temas, sino simplemente era estarlo viendo.
La teoría aparecía poco, el diálogo aparecía poco; más bien era la acción, la guita-
rra, el instrumento y la práctica”.
Otras personalidades que considera indelebles en su formación musical son
León Chávez Teixeiro, Rodrigo González, Eblen Macari, Armando Rosas y José
Cruz, de quienes, como en el caso de López, admira su capacidad comunicativa,
la precisión de su mensaje y la vigencia de su obra. De ahí que para él, figuras
como la del desaparecido Rockdrigo deban ser necesariamente mitificadas, ya que
el camino que eligieron en la música es muy difícil, tanto entonces como aho-
ra. “Enfrentarse a la gran maquinaria de la historia y del poder, decir ‘ah, pues
yo quiero hacer canciones así, como lo dijo Rodrigo, como las hizo, es hacerlo a
contracorriente”.
74
Roberto González a principios del siglo XXI. (Foto: Sergio Arellano, 2000).
75
En La Peña del Nagual tocarían a dueto Roberto y Jaime, antes de ser invitados
a participar en una gira por California con La Peña Móvil, con Germán García y
Joaquín Berruecos. Los sonidos y ritmos de la fusión que interesaban al compositor
estaban precisamente en esta zona intermedia entre lo rockero y lo folklórico; de ahí
que la aparente pugna de que algunos hablan, acerca de las diferencias insalvables
entre rockeros y folkloristas, para alguien como Roberto, simplemente significó re-
laciones y fusiones enriquecedoras. Consciente y amante de sus orígenes jarochos,
también le gustaba el rock, el blues y la fusión de estilos y sonidos que comenzó a es-
cuchar ya transitando por la Country Blues, bautizada así por Jaime López. En estos
circuitos y búsquedas, Roberto formó parte del mencionado grupo Un Viejo amor,
junto con Emilia Almazán, Guadalupe Sánchez y Jaime López. “Me gustaba mucho
porque era un grupo con presencia escénica, sobre todo por ellas dos que tenían una
presencia bastante interesante. Y Jaime, por supuesto. Creo que era un grupo con
muchos elementos y gran parte de ese trabajo quedó en Sesiones con Emilia”.
Sesiones con Emilia surge de una iniciativa para hacer un disco con Un Viejo
Amor cuando, como agrupación, ya no existía. Se reconstruyó la banda con Emilia,
Jaime y Roberto, para grabar el disco bajo el sello de Fotón, del PSUM. De Un Viejo
Amor, Roberto conserva grabaciones previas a Sesiones con Emilia, realizadas en Ra-
dio Educación, con la formación original de cuatro. Por la banda también pasaron
músicos como Beto Delgado, Jorge Luis Gaitán El Cox y Germán García.
Dos aspectos recuerda Roberto de las diferencias entre rockeros y folkloristas:
que entre los segundos existía una mayor organización que respondía a ideas e
inquietudes políticas y que lo cuestionaban a causa de su forma musical, libre y
abierta, siendo alguien originario y por lo tanto musicalmente representativo de la
tierra del son. “A veces había cierto rechazo, sobre todo, quizá, de parte del mundo
del folklore, que estaba más cercano a la intelectualidad y a la política. Jaime y yo
llegamos con nuestras canciones a La Peña del Nagual y de repente había gente
que se acercaba como en buena onda y decía: ‘¿Por qué en vez de esas cancionci-
tas que haces no las tocas mejor al ritmo de chacarera o con un cuatro?’”.
Para Roberto, hablar de la historia de la música, es hablar de fusión, lógica que
siempre lo llevó a rechazar el purismo de algunos personajes y entidades apegados
al folklore. Pero aunque Roberto no se considera un ‘animal político’, a la luz de la
reflexión actual con respecto a aquellos años, observa que sus primeras canciones,
especialmente temas como El huerto, Mi libertad, Satisfaga sus deseos o Quítame
tu cómic de la vista, expresan fuertes críticas y comentarios de carácter político,
que reflejan ciertos aspectos de la cultura que preocupaban al compositor. A la
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vuelta de los años valora esos temas por nítidos y claros, muy distintos a una si-
guiente etapa de su estilo de composición, a la que califica como oscura, menos
sencilla y más soberbia, aunque yo diría, menos ingenua. “Creo que nunca en mi
vida he vuelto a hacer canciones tan claras como esas, tan sencillas. Yo empecé a
componer canciones porque quería hacer canciones sencillas que me quedaran
y pudiera cantar; desde luego a través del rango, las armonías..., cosas sencillas”.
Lo Rupestre
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quería decir acerca de la naturaleza del Movimiento. El discurso que contiene
responde a la claridad de algunos músicos como el mismo Rockdrigo. Roberto
también reconoce una nitidez semejante en el pensamiento de Guillermo Brise-
ño. “Hace poco volví a escuchar una entrevista que transmitió Radio Educación
hace muchos años, en la que íbamos a anunciar una tocada con Andrea Fernández
y están Rodrigo, el maestro Briseño, Catana, yo; creo que está Ponce y, también,
Nina. Me llamó la atención porque los discursos cimentados y coherentes son los
de Briseño y de Rodrigo. Ahora, oyéndolos a la distancia, creo que eran los que
tenían más claro en ese momento un discurso”.
El Manifiesto vendría siendo una síntesis de las ideas compartidas por los can-
tautores de este movimiento en una época determinada. Pero el valor histórico de
la obra de todos estos personajes quizá todavía no podemos verlo en su clara di-
mensión. Roberto, en su reflexión actual, rescata el nivel de resistencia que la obra
de Rockdrigo ha expresado a lo largo del tiempo. Parte de ese valor se lo adjudica
a una marginalidad entendida como suerte de acierto o ventaja, más que como
un defecto o problema; una circunstancia en donde su música es excluida de los
grandes circuitos de la radio y el espectáculo, permaneciendo fieles al trabajo in-
dependiente. Uno de los temas que identificaron a Roberto con lo rupestre fue
esta convicción de mantenerse al margen de la gran industria musical que cobra
el éxito con la pérdida de libertad creativa. “Creo que nunca tuve aspiraciones de
llegar a la gran industria, porque sabía que no era posible, que tendría que hacer
otras cosas. Pero también sabía que hay otras vías, otros caminos, otros medios
para la insistencia de ese trabajo personal”.
Incluso el disco Lentejuelas (2001) apareció bajo el sello Tecolote, una ver-
tiente alternativa del sello Polygram. Roberto se considera un músico con poca
presencia, en el sentido cuantitativo de tocar y presentarse con frecuencia. Al
contrario, considera haber permanecido al margen no sólo de la industria mu-
sical y del espectáculo, sino también de las diversas agrupaciones musicales de
su tiempo, con la excepción notable de su importante paso por el Movimiento
Rupestre. En este sentido, considera que una de las tareas del músico es la crea-
ción de públicos, la búsqueda de espacios de difusión en donde pueda ser es-
cuchado. El Movimiento Rupestre ha sido testigo de esta difícil tarea, y quienes
han logrado una presencia lo deben a la calidad de su propio trabajo y no a las
grandes empresas ni a los medios y las modas o booms que éstos fabrican. “Los
públicos los hacen los maestros; ellos tienen su público porque lo han creado a
través de su obra”.
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Con respecto a la producción de discos como otra forma de presencia, reitera
el objetivo primordial de su canción: “Para mí, el disco no es una forma de ganar
dinero sino de dejar una constancia, grabar algo, registrar algo”.
De su paso por la experiencia Rupestre, Roberto guarda impresiones ambiguas.
Por un lado considera haber sido ciego a la riqueza artística de muchos de los Ru-
pestres y otros artistas que lo han rodeado; así, recuerda la presencia en su vida de
Nina Galindo, Fausto Arrellín, Roberto Ponce, Jorge García Montemayor y Juan
Luis González —con estos dos últimos grabó Madre Mesoamérica (2000). Pero
también atesora con gran afecto las enseñanzas que esa vivencia le dejó y que sinte-
tiza en dos grandes cosas aprendidas: “Talento para hacer las chingaderas y perse-
verancia para entrarle a la chingadera, que está muy cabrona: el rollo es muy difícil.
Básicamente creo que esas dos cosas son las enseñanzas de estos personajes”.
La niñez de Roberto está marcada por una intensa movilidad que le instaba a
reinventarse constantemente. Cursó estudios primarios en seis escuelas de tres
ciudades distintas, sin oportunidad de crear vínculos amistosos duraderos. Quizá,
en parte por ello, reflexiona actualmente; ha sido así su manera de relacionarse
con el mundo, con la realidad, con las personas, que lo ha hecho un hombre en
permanente construcción. “Siempre eres nuevo; nadie te conoce ni conoces a na-
die. Quizá por eso me cuesta trabajo relacionarme, no tengo ese vínculo con la
realidad, ese vínculo normal y natural, a través del padre y de la madre. Sí está,
pero sólo bosquejado. Yo tengo una personalidad bosquejada; no soy una persona
en toda la extensión de la palabra, o como uno pretendería”.
Esta indeterminación, ese sentimiento de vacío profundamente existencial,
acompaña al artista desde muy temprana edad. La lectura de la obra completa de
Franz Kafka a lo largo de su vida, vendrá reafirmando su idea de ser incompleto, in-
acabado. El efecto de aquellas lecturas lo colocó ante una suerte de espejo, donde él
se encontraba desnudo, mostrado ante sí mismo como no lo había experimentado
antes. Una incompletud alejada de la mediocridad y, más bien, explicada por algo
79
que el músico reconoce en el escritor: la modestia de ser un genio y sin embargo
vivir en el mundo real. “Kafka sí supo hacer una vida y una obra por un lado. Por un
lado trabajó todo el día en el banco, haciéndose el sociable, y por el otro creó su obra
desde el aislamiento. Fue un personaje brillante y, sin embargo, escindido”.
Este aspecto de la personalidad kafkiana que Roberto pondera, habla del diá-
logo interno que establece con el escritor, sugiriendo vacíos con respecto a su
propia vida y obra. Roberto admira la genialidad del que pasa por empleado, en-
contrándose a sí mismo en esa circunstancia del genio: como observador, como
loco, Pasando por intruso, como dice la canción del disco Lentejuelas:
80
Julia González Larson y Roberto González. (Foto: Sergio Arellano, 2000).
Roberto González y Julia González Larson, padre e hija. (Foto: Jennifer Boles, 2012).
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presencia o ausencia en la escena musical mexicana al iniciar la década de los no-
venta. Se marcha al puerto para reconciliarse con el DF y con el propio carácter de
su oficio, cosa que hizo al vivir en esa temporada de la venta de pescado y camarón
que adquiría en Alvarado, pero “todo tiene su chiste y su gracia”, así que regresó a
la ciudad convencido de que debía continuar adelante con lo suyo.
82
estas nuevas generaciones con los que he estado tocando y eso enseña cosas. Por
ejemplo, en el caso de Ampersan, lo que yo entiendo como un criterio bastante
amplio es su sentido musical, la forma en que manejan musicalmente sus cosas y
sus textos. Y me gustan, me parecen frescos, me parecen reales, me parecen parte
de la realidad; es un juego artístico hecho realidad y eso me rejuvenece, me tran-
quiliza incluso... me hace sentir”.
Los inicios del siglo XXI encuentran a un Roberto González profundamente
reflexivo, pero con el paso constante y a veces apresurado, retomando viejas en-
señanzas y alimentándose de nuevas relaciones, de las cuales ya no sólo valora el
trabajo sino también al ser humano: la amistad. Hoy lo encontramos en espacios
del sur de la ciudad, como la Casa Huayamilpas, donde suelen congregarse dece-
nas de jóvenes jaraneros, donde el grupo Ampersan prepara un proyecto musical
de largo aliento y donde también se aparecen jóvenes músicos de la actual escena
independiente. En uno de los varios videos que existen de la presentación de Por
ahora, la voz de Roberto es cobijada por las de Julia y Zindu, acompañadas por
Kevin García y Josué Vergara.
A veces en el Foro Cultural Coyoacanense, a veces en el Foro Alicia o en el
Zócalo, apoyando la lucha del SME, Roberto sigue mostrando lo aprendido. Des-
de esta ventana y con la valoración de los espacios transitados y por transitar, los
artistas y músicos conocidos y por conocer, el artista se encuentra realizando un
balance, no sólo de su vida como cantautor sino desde algo más complejo: como
ser humano. “Hay una relación humana, de la que yo carecí durante gran parte de
mi vida, que no supe tener relaciones humanas y en los últimos años he estado tra-
tando de recuperarlas. Creo que antes lo entendía más como un asunto de trabajo
y creo que no es para tanto, porque si te relacionas con el ser humano después
relacionarte con el músico es más fácil o está casi dado. Son reflexiones de ahora.
Estas relaciones recientes me han ayudado a seguir aprendiendo, aunque no es
tan fácil aprender después de viejo, pero sí he podido afinar algunas cositas, ser un
poco más humano”.
83
Nina
félix morriña
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Nina Galindo: blues y femineidad sucediendo. (Foto: Aristeo Pantoja, 2012).
L
Para Nina Belén y Flor Yadira,
dos grandes amores, un parteaguas.
a Estanzuela del Mineral del Chico, 2013... Era la oscura, fría y de-
sértica noche del último martes del mes de enero cuando llegamos, mi pareja Flor
Yadira y yo, a este municipio vecino a Pachuca, Hidalgo. Nos recibió un tipazo lla-
mado Jorge Cacho Hernández, representante y pareja sentimental de la cantante
mexicana Nina Galindo (1 de junio de 1958), en su casa ubicada en lo más alto
de este paraje que permite aislarse de la cotidianidad y el bullicio. Llevan casi 10
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años de vivir en ese lugar y el próximo 10 de marzo será su aniversario número 13
como pareja, además de ocho de trabajar juntos en un proyecto de vida (hasta que
ésta se acabe, o ellos acaben con ella; lo que suceda primero).
Una vez en su acogedora casa, le digo a Nina Galindo que su nombre me sirvió
de inspiración para dárselo a mi primogénita. Al principio no lo cree, pero con-
forme pasan las horas se convence de que es verdad. Ella va recordando pasajes
de los años noventa: cuando con un amigo en común, el periodista Adán Atayde,
conbebíamos en pequeños foros culturales del Estado de México, mientras ella in-
terpretaba a los compositores incluidos en este ejemplar que posees en tus manos.
Para todos los que tuvimos la oportunidad de ver y escuchar a los cantan-
tes del Movimiento Rupestre —ése que en la segunda mitad de la década de los
ochenta marcara un hito generacional en la forma de ver, aceptar y transformar el
México posterior al terremoto de 1985—, estamos convencidos de que hubo en
la música mexicana un antes y un después de tal suceso.
Nina Galindo nació en Los Ángeles, California, hace 54 años. “Mi mamá esta-
ba trabajando en Los Ángeles, haciendo teatro. Su madrina, Lupita Castro, toda
una institución en el arte escénico, se encargaba de los carnavales allá. Mi mamá
es de Mazatlán, mi papá es portorriqueño. Cuando yo tenía dos años se divorcian
y de pronto mi madre se dijo: ‘¿Qué hago aquí en Estados Unidos? Mejor me re-
greso a mi país’. Para cuando yo tenía 17 años, mi padre decide conocerme. En ese
momento todos se dan cuenta de que yo estaba de ilegal en México. Un amigo de
mi mamá, que trabajaba en la Secretaría de Gobernación, le dijo: ‘Mira, Martha
(Ofelia Galindo, la actriz, mejor conocida por su papel de la Maestra Canuta, del
programa Cero en Conducta), o pagas una multa de 100 mil pesos o tengo que
deportar a tu hija’. Para ese momento yo ya había hecho primaria, secundaria, iba
en prepa; en fin, una vida aquí”.
Nina Galindo ha vivido buena parte de su vida tras las bambalinas de muchos
teatros en México, gracias al histrionismo de su progenitora, por lo que los esce-
narios siempre han sido comunes en su existencia. Lo que sí le costó trabajo fue
adaptarse a los procesos burocráticos de este país, en el que aún cree, pese a la
violenta actualidad de la narcocracia a flor de piel.
“Llegué a México desde los cuatro años de edad, cuando me trajo mi mamá.
Años después, cuando mi papá me quiso conocer y sucedió todo el numerito del
pasaporte, me sacaron del país con documento gringo. Salí deportada en vacaciones
escolares, cuando eran de dos meses, para conocer a mi papá, su mujer y mis medios
hermanos. Regreso a México para seguir estudiando, pero como ‘turista’, porque no
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podía trabajar ni estudiar como todos los demás. Bueno, no hablo ni inglés..., no lo
entiendo, no me gusta..., bueno, sí lo entiendo, pero no me atrevo a hablarlo; alucino
a los gringos y no es por razones idiosincrásicas, simplemente, me considero más
mexicana que muchos de ustedes. Yo sí amo a este país; creo todavía ingenuamente
en muchas cosas y creo que en las manos de la gente está el cambio.”
“Soy chilanga por derecho, porque me crié en la Ciudad de México. Cuando
cumplo 19 años renuncio a la ciudadanía gringa, porque no podía hacer nada,
pese a que seguía haciéndolo. Tenía que ir a renovar mis derechos a cada rato; era
una lata. Luego entonces, me nacionalizó mexicana, muy a pesar de que muchos
nos hagan sentir como ciudadanos de segunda clase. Te lo digo porque cada vez
que tengo que renovar mi pasaporte mexicano, te investigan, como si les debie-
ras todo. La verdad eso es molesto, porque somos ciudadanos del mundo. Luego
de un tiempo tuve la oportunidad de conocer a mi familia portorriqueña. Estuve
algún tiempo en Puerto Rico, donde tenía abuelos y una bisabuela de 110 años,
pero me regresé a México porque en ese país tampoco encajaba mucho. Los jó-
venes en esa época, con toda esa influencia estadounidense, estaban sometidos.
Yo no encajaba. Y me regresé para seguir con lo mío. Hoy día tengo las dos nacio-
nalidades y eso me permite viajar constantemente a Los Ángeles, California, para
apoyar a mi madre con su quehacer teatral”.
Cuando Nina Galindo regresó de Puerto Rico, revalida sus estudios e ingresa en
la UAM-Xochimilco, sin la decisión concreta de qué iba a ser de su vida. Estuvo
en un grupo con Humberto Huerta, un ex compañero de teatro de su mamá, que
era misógino y un tanto loco, pues, según la propia Nina, le creó tanta inseguridad
para cantar que por poco y lo deja. Por momentos, nuestra entrevistada deja la
vista clavada al centro de la mesa en la que se desarrolla la charla, para decir que
eso le afectó muchísimo durante su proceso iniciático en el negocio de la música.
“Él me trataba muy mal; deseaba que fuera como mi mamá y yo nunca seré
como ella. Me decía que para cantar ‘tienes que sentir como si fuera un orgasmo’.
Yo me contestaba en silencio: ‘Chale, cómo dice eso con canciones que no iban al
caso’. Ahora sí siento los orgasmos en todo lo que hago”.
Durante la larga entrevista, la intérprete de Llévate lejos tu blues, Antropofagia
amorosa, Mírame desaparecer y Distante instante, entre muchos éxitos de antaño,
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rememoró que llegó con engaños a lo que quedaba de los Teen Tops, aquella
agrupación que liderara el cantante Enrique Guzmán. Ahí duró cuatro años, del
80 al 84. Al final de ese periodo, se reencuentra con el cantautor Beto Ponce, a
quien conoce desde 1972, y quien la invitó a un toquín para conocer a los Rupes-
tres. “Dije: ‘Esto es lo mío, es mi generación. Me gusta cómo dicen y hacen las
cosas’. Y me salí de ese grupo en el que yo no encajaba. Claro que tenía trabajo
de jueves a domingo: me la pasaba en un camión, de pueblo en pueblo, de feria
en feria. No me iba tan mal, pero no era lo mío. Cuando yo conozco a Rockdrigo
González, Beto Ponce, Roberto González, Jaime López, al grupo Qual, Emilia Al-
mazán, me sentí en casa de verdad. En ese periodo hice con Beto Ponce el dueto
Callo y Colmillo. Estuvimos dos años juntos, más o menos. Después decido hacer
mi proyecto de interpretar a todos los compositores del Movimiento Rupestre”.
Sobre el mito extendido por el promotor cultural y artista plástico Víctor Ezki-
de, de que en sus inicios a Beto Ponce le costaba mucho trabajo cantar y desempe-
ñarse sobre el escenario, porque se consideraba más un compositor, Nina Galindo
interrumpe para señalar enfáticamente que era ella la que realmente sentía terror
de cantar. Con Beto quería cantar detrás de las bocinas. Le tocó muchos años de
inseguridad. En las entrevistas no hablaba; lo hacía Beto Ponce. “Nunca sabes a
lo que te vas a enfrentar en el escenario. El día que tú pierdas el nervio estás per-
diéndole el respeto al escenario y al público. El día que tú te sientas muy fregón,
que todas las puedes, se te acaba el encanto y estás perdido”, argumentó la güera
chaparrita enfundada en un suéter rojo pasión, como el blues que interpreta.
Cuando tocó el turno de hablar del Profeta del Nopal, Nina Galindo tomó un res-
piro y luego le dio una calada a su cigarro para enfatizar: “Conocí a Rockdrigo
González en una fiesta en la casa de Roberto González, que vivía en Xochimilco.
Cuando estaba platicando con Rockdrigo pensaba que me lo estaba ligando. Él era
un enamorado hasta con las escobas. ‘Oye, que Alejandro Lora anda diciendo que
Metro Balderas es de él y yo sé que es tuya’. Se sacó mucho de onda y a partir de ahí
nos hicimos cuates. Más aún, porque alternábamos mucho en lo que era el Museo
del Chopo. También recuerdo que nos juntábamos mucho en la casa de Rodrigo
de Oryazabal para ensayar. Fue una época muy padre. Después de cantar algunas
rolas de Roberto Ponce, le dije a Rockdrigo González que quería cantar algunas
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suyas. Estamos hablando de 1984. Yo deseaba cantar Tiempo de híbridos y él me
pedía Ama de casa un poco triste. Yo creo que me veía muy chavita o muy dulce,
no sé, pero yo quería esa rola. Realmente estuve poco tiempo con ellos. Hay cosas
que tengo bloqueadas después del terremoto”.
“Canté esa canción por respeto, pero no porque fuera mi rola. Yo no tenía nada
que ver con esa canción. Luego me dio chance de cantar Solares baldíos, una vez
que fui con Beto Ponce a su casa. ‘Grábamelas’, le dije. En ese periodo él estaba
preparándose para grabar su disco. Hacía mucho ejercicio, se cuidaba mucho, es-
taba sano; para mí fue muy difícil comunicarme con él porque te hablaba de cinco
cosas al mismo tiempo. Era impactante, era un Ciro Peraloca en su casa; tenía
inventos de no-sé-qué y la hacía de no-sé-qué. Era una relación de carnales, una
relación bonita. Me decía: ‘Ay Nina, tú cuando estás hasta atrás, es cuando mejor
cantas’. Creo que desde ahí tomo anís del Mono en cada concierto. Por otro lado,
Rockdrigo González está vigente; escuchas las rolas y siguen vigentes”.
¡Ehe hey!
Ella se mece en su hamaca enredada en el tiempo,
con la mirada ya flaca por quien nunca regresó.
Dicen los niños que juegan a ver quién atina a los vasos de ron
cruzan mi mente solares, solares baldíos de amor.
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Es un cometa la imagen, es un mapa de vapor.
‘Voy por cigarros’ le dijo, se puso el sombrero y jamás regresó.
‘Ya no arañes las nubes’, le recetó algún doctor.
Pero ella estruja lugares que dan a solares... baldíos de amor.
Solares baldíos, de Rockdrigo González
“Rockdrigo me decía: ‘Te voy a encargar este cassette como la niña de tus ojos,
para que lo copies y saques las rolas con las que vas a trabajar’. Yo vivía en Paseos
de Taxqueña, donde para hablar por teléfono había que cruzar el río y llegar a la
Prado Tasqueña para poder hacer contacto con un teléfono público. Total que voy
un día, no me contesta, voy otro día y tampoco. Él vivía en ese entonces donde
murió, en la colonia Juárez. No te miento, hice como tres o cuatro intentos. Y de
pronto viene el terremoto. Entonces, donde vivíamos, que era atrás de la Ibero, se
nos cayó una pared de un cuarto piso y estuvo duro, pero no nos pasó nada, sólo
tuvimos que salir de ahí y nos dieron refugio unos amigos. Nadie se atrevía a de-
cirme que Rockdrigo ya no estaba vivo. La que me lo dijo fue mi mamá. Para mí fue
algo muy fuerte. Yo quise ir a donde lo iban a velar; fui a buscar su cuerpo, pero no
di con nada y nadie me dijo nada. Fue espantoso”, explicó con angustia una Nina
Galindo extraviada en sus recuerdos y con las expresiones propias de alguien que
perdió a un ser memorable.
Por momentos logro sacarla de esos instantes distantes para que dé una nueva
calada a su cigarro, y después arremetió: “A los dos días de eso, no acababa de
entender nada. Luego de su muerte me quedé sola. Cierto día en mi casa me puse
a escuchar el cassette que me encargó. En la casa había una gatita de mi amiga
Gabriela, con la que vivía, y que erizó toda, como yo, cuando escuché las rolas
de Rockdrigo. En ese momento entiendo que Rockdrigo se fue a despedir de mí.
Llegué a la conclusión de que ese cassette era para mí, le guste a quien le guste. Ese
material estuvo por años conmigo, hasta hace cinco o seis años cuando Discos
Pentagrama sacó al mercado No estoy loco. Habló conmigo Mireya Escalante, en
paz descanse, también Modesto López, dueño de Pentagrama, quien me dijo que
todas las regalías se iban a donar, y yo acepté con gusto. Sé que el disco salió con
otras canciones de otras grabaciones, porque no quedó tal cual está el cassette, lo
cual no lo vi nunca mal, porque para eso estaba el material. Yo sólo quería sacar
de este cassette las rolas Solares baldíos y Tiempos de híbridos. Lo importante es
que se me pidió el permiso y salió el disco para placer de todos los seguidores de
Rockdrigo González”.
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Nina Galindo en el homenaje póstumo a Laura Abitia en el Multiforo Alicia.
(Foto: Aristeo Pantoja, 2012).
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“Yo pienso que no es grabar por grabar”
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“Todo el 2012 fue uno de los peores años de mi vida, pues no fue hasta agosto
que tuve mi primera tocada. ¡Imagínate! Más de medio año sin nada de nada. No
soy de ningún partido; la gente que me conoce sabe bien cuál es mi manera de
pensar y mi posición ante la vida. Me gusta la justicia y la igualdad para la gente.
No estamos en un país justo, pero a mí me parece que muchos de nosotros apo-
yamos al PRD, y lo apoyamos desde que era el Partido Comunista; pero cuando
llegó al poder se olvidó de nosotros. A mí me parece que cuando estaba el PRI en
el poder, a pesar de lo corrupto, había una infraestructura para este tipo de música
independiente”.
“El Consejo Nacional para la Costura en las Tardes trabajaba más que el del PAN.
Te mandaban de gira por varios lugares del país. Estaba el CREA, estaba la SEP, es-
taba el IMSS, el ISSSTE Cultura, Hacienda, Museo de Culturas Populares y Socicul-
tur, entre otros espacios. Hasta a los hospitales y cárceles ibas a cantar, cómo no
recordarlo. Yo he cantado en la calle, en el Metro y en los lugares más recónditos
que te hayas imaginado. Ibas a los reclusorios, a las unidades habitacionales po-
pulares; hasta en la esquina de la catedral del Zócalo capitalino. Bueno, en Palacio
Nacional te llegaban a dar chance de cantar. Así, de ese tamaño. Había toda una
gama de espacios donde presentarte”.
“Cuando llega Salinas y le empieza a dar en la madre a todo, porque con el
cuento de que privatizar e internacionalizar era lo mejor, se olvidan por completo
de los artistas que había en el país para darle paso a los de talla internacional. Los
artistas independientes mexicanos se fueron al carajo. Aquí hay calidad y talento,
por eso me enoja mucho que lleguen artistas internacionales y les den todo, y a
nosotros absolutamente nada. Para cuando entraron los panistas, peor aún. Ahí sí
que no pasó nada de nada, más que el trabajar con algunas delegaciones políticas
del DF; algunas veces en algún festival cultural; pero lo del Conaculta ya era muy
escogido: muy elitista, lejos de nosotros”.
“Cuando hice El desliz fue un capricho. Siempre quise ser Toña La Negra. Me
hubiera gustado ser una cantante de esa época y con este disco me pude dar ese
lujo. Sé que mucha gente se sacó de onda y yo me dije: ‘¿Por qué no? Si tengo sue-
ños e ilusiones’. Estuvo bien hecho. Estoy muy agradecida con todos los composi-
tores que me han apoyado y dado sus letras —como Perdida, de Chucho Navarro;
La mujer del puerto, de Manuel Esperón; Viajero, de Luis Alcaraz; Amor de la calle,
de Fernando Z. Maldonado; Cada noche un amor, de Agustín Lara, y Callejera,
de Carlos Crespo. Yo me encargo de destrozar sus rolas. Me encargo de hacerlos
enojar y digo que las rolas son como decía Zapata: de quien las trabaja”.
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“En el nuevo disco viene, por ejemplo El Mastuerzo, Jaime López, Laura Abitia,
Gerardo Enciso, Carlos Arellano, Roberto González; tal vez de Roberto Ponce,
Rafael Mendoza, Armando Rosas. Muchas rolas son conocidas porque llevo mu-
cho tiempo cantándolas, es una recopilación de todo esto. Si se cumplen las pro-
mesas y hay trabajo, espero que se concrete este 2013. Ojalá llegue un padrinito”.
Con 54 años a cuestas, Nina Galindo se engalla para decir a los cuatro vientos:
“Estoy en el mejor momento como cantante, por lo que exijo que nos den apo-
yo para seguir trabajando, ¿o acaso quieren que seamos delincuentes? Como
nosotros está mucha gente en el país. ¿De qué vamos a vivir? ¿Por qué esa manía
de los servidores públicos de fusionar turismo con cultura? No es viable si no
hay una verdadera infraestructura de ambos sectores y menos cuando uno de
estos tipos declara que los artistas no deben de cobrar. Luego entonces, ¿somos
etéreos? No me acuerdo, ni me quiero acordar del nombre de ese tipo, porque
enloquezco. ¿Y él por qué sí cobra por decir pendejadas y estar aplastado en un
escritorio?”.
Para Nina Galindo todos los rupestres están vigentes: Carlos Arellano, Ge-
rardo Enciso, Rafael Catana, Rafael Mendoza, Laura Abitia (Q.E.P.D.), Roberto
González, Roberto Ponce, Armando Rosas, El Mastuerzo y hasta el mismísimo
Rockdrigo González.
“En este momento de nuestras vidas, la mayoría de los Rupestres somos ninis,
pero en adultos contemporáneos, porque ni empleo, ni seguridad social, ni mé-
dica, ni mucho menos pensión para algún día. No tenemos nada. Yo estoy muy
agradecida en mi vida por muchas cosas que me han pasado. Sí, me siento bende-
cida en muchos aspectos, porque basta con voltear y ver cómo están otras perso-
nas; pero creo que no tenemos lo que nos merecemos, que es trabajar y trabajar
de manera digna, teniendo honorarios dignos, condiciones dignas, que se cubran
nuestros requerimientos y el pago oportuno. No estamos pidiendo nada del otro
mundo. No esperamos ser estrellas de Televisa a estas alturas. Como nosotros
está más de la mitad del país”.
“Este año empecé muy optimista, porque el año pasado lo terminé muy mal.
Sé que este año será diferente; van a suceder muchas cosas para bien; todavía ten-
go fe, esperanza, sueños y proyectos que quiero realizar. No me van a callar hasta
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Javier Vila, Nina Galindo, Mauricio González Gómez y Sergio Hidalgo, en Iztacala.
(Foto: Gabriela Revueltas, 1987).
que me muera o hasta que yo diga: ‘Hasta aquí porque estoy dando pena ajena en
el escenario’. Hasta entonces me retiraré”.
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a las autoridades pidiendo lo que nos toca, lo que nos pertenece para seguir ejer-
ciendo y exigir que nos tomen en cuenta, porque somos parte de una generación y
de una historia. La banda que tiene hijos se las ve negras y deben cumplir con sus
obligaciones. Muchos de los Rupestres están en su rollo individual, pero habrá que
provocarlos para ver qué pasa. No necesitamos un libro para reencontrarnos, pero
es bueno que salga para que haya registro actual de lo que sucedió antaño”.
La maternidad
“Yo no fui mamá porque no quise. ¿Por qué no? Porque físicamente tuve un pro-
blema que me lo impidió cuando joven. Tuve un tumor, me operaron, salí bien,
pero decidí que no cargaría con esa responsabilidad. Además, nunca tuve una
vida estable y tampoco me interesó adoptar, aunque hace años hubo un momen-
to en el que me llamaron la atención los niños. Creo que el ser padre o madre es
una responsabilidad para toda la vida. Yo no podía cumplir con eso. No tenía una
estabilidad emocional, no tenía una estabilidad en cuanto a casa, trabajo y demás
aspectos. Tampoco era algo por lo cual me moría de ganas. La única ocasión que
me dio ganas de tener hijos me duró 15 minutos”.
“Aparte, a mí los niños me gustan dormiditos y en foto. De preferencia con
una manzana en la boca. Mi parte materna la he llenado con mis perros, porque
son como los niños: dependen de ti. No me muero por ello y eso ya pasó. He
tenido otras maneras de dar afecto; conocí, por ejemplo, a uno de los tres hijos
de Jorge Cacho, mi pareja, quien se casó muy joven, se separó y luego se volvió a
casar, hasta que llegó su estabilidad a mi lado. Dejó de ver a sus hijos por 20 años
hasta que cierto día, en el Museo de Culturas Populares, en un evento de Pascal,
participó uno de los hijos de Cacho. Yo me di cuenta días después cuando Jorge
vio su nombre, Apolo Cacho, en el programa de mano mientras lo leía en el baño
de nuestra casa y salió corriendo para avisarme. Lo motivé a que le buscara y así lo
conocí, al grado de tenerle mucho cariño, muy especial”.
“El hijo de su segundo matrimonio, Christopher Cacho, me tocó conocerlo des-
de los cuatro años y ya tiene 18 el canijo. Para mí era padre interactuar con el buen
Chris porque tuve una relación muy cordial con su mamá, que en paz descanse: fa-
lleció de cáncer de mama hace dos años. Cuando vivíamos en la Escandón, una vez
le dije a Chris que yo no era su madre sino su madrastra bruja, además de su amiga,
para que se ubicara y le diera el lugar que le corresponde a su madre biológica”.
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“No soy estable; tuve que ir con el psiquiatra Fausto Trejo (Q.E.P.D.) quien me
ayudó mucho para que mis emociones se acomodaran. Mi estabilidad llegó con
Cacho y lo que hemos construido juntos ha sido padrísimo y ni quién nos los
quite. En cuanto a tu pregunta de ¿si hemos evolucionado un poco como seres hu-
manos en México? Dejando de lado el machismo, yo digo que un poco, y si no lo
hemos logrado del todo es porque las mujeres no hemos terminado de educarlos,
porque sin las mujeres no existen. Son machos por las madres. Todo eso lo viví
cuando empecé en el rock, que era una etapa muy machista”.
“Están muy pendejos todos aquellos que piensan que Betsy está muy acabada,
que ya fue. Ella es de las mejores cantantes que ha dado México. Para mí es una
gran voz y yo le tengo un gran respeto y un gran cariño. Ella ha estado muy mal de
salud. Y esos pendejos que hablan de los vejetes van para allá, si es que llegan. A
mí no me interesa morir muy vieja, ¿eh? Y menos con lo que estoy viendo, porque
esto no es vida para nadie. ¿Qué pienso en definitiva de Betsy? Para mí es lo máxi-
mo, es una guerrera, por cómo ha logrado sobrevivir a todo lo que ha pasado. Ella
está de pie, dando clases y creando todo el tiempo”.
“A mí que no me toquen a Betsy porque es alguien que amo. Soy su amiga.
No se metan con ella o se las verán conmigo de manera directa. Además, seamos
honestos: sin ella no hubiera existido Real de Catorce. José Cruz Camargo es José
Cruz Camargo gracias a esa oportunidad que tuvieron los primeros integrantes
de Real de Catorce de acompañar como músicos de soporte a Betsy Pecanins; así
de sencillo. Eso, señoras y señores, es una enseñanza que hemos tenido todos los
que nos dedicamos a esto en México. Además, el espacio de Betsy no lo va a llenar
nadie, nadie, nadie”.
“Yo lo que hago es palenque rock, como dice Gerardo Enciso, pero lo que hace
Betsy es blues. Tal vez por mis tonalidades me han encasillado en el blues; pero
no, no se compara con la gran señora que es Betsy Pecanins. Yo lo que hago fran-
camente es una fusión de muchas cosas. Es mi manera de cantar lo que me ha
hecho pasar como blusera, pero nada que ver, nada. Es muy triste escuchar eso
de que es una cantante vetusta por parte de gente pendeja y organizadores insen-
sibles. Es como si me hubieras puesto un cuete en la cola. Estoy muy indignada,
muy encabronada”.
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Perfil Rupestre estalla una estruendosa carcajada). Él es muy,
pero muy especial, porque como nadie de no-
Rockdrigo González sotros se ha dado su lugar dentro y fuera del
“A mí me lastima mucho Rockdrigo por todo escenario. Es un gran artista. Yo siempre lo
lo que vivimos. Fue un cuate al que traté real- molesto, pero qué respeto le tengo al hom-
mente muy poco tiempo, pero existió un ca- bre. Lo admiro y lo quiero mucho, muchísimo.
riño muy especial y una comunicación difícil, Es un gran músico, muy dedicado; por eso ha
porque me costaba trabajo entenderlo; pero participado con rolas en algunas películas
sin duda es alguien especial para todos noso- mexicanas. Es el que más se sigue preparando,
tros. Me respetaba, me estimulaba a cantar. estudiando. Es un fuera de serie. Es un tipazo”.
Era muy padre Rockdrigo. Fue una gran pérdi-
da para la música de este país. Yo creo que ya Gerardo Enciso
nos conocíamos de otra vida”. “Ese es otro carnalote del que me gusta mu-
cho su trabajo. Es un gran compositor. Con
Roberto González Daga yo me pongo muy mal. Era de los ochen-
“Es un compositorsazo al que también admi- ta esa rola. Siento que nos parecemos en algo
ro mucho. Le tengo mucho respeto. Es uno de muy especial. Los dos somos como de mucho
mis grandes carnales. Así nomás”. feeling y mucha rabia, coraje y mucho por sa-
car desde dentro. Hay mucha víscera”.
Eblen Macari
“Más que rupestre es silvestre (carcajadas). Carlos Arellano
Siempre hubo una relación cordial, pero no “A mí me encanta su trabajo. Es como los po-
estuvo mucho tiempo en este Movimiento los: Carlos Arellano, puede ser la ternura total
Rupestre. Es un tipo que se metió hacer otras o el enojo, la víscera. A él le debo El boiler, un
músicas. No somos íntimos, pero es un ser gran éxito. Es muy especial. Es de los compo-
que merece respeto”. sitores que más mujeres son sin serlo. Somos
compañeros de generación, pese a la diferen-
Fausto Arrellín cia de edades entre nosotros”.
“Cuando está hasta la madre de borracho es
cuando te quiere y te lo dice. Si no está cuete, Rafael Catana
pasa de largo. Sí hay relación, pero sólo cuan- “A mí se me hace una ternura como compo-
do está borracho saca el amor, la dulzura y la sitor. Yo interpreto de él Mujer en la sombra,
ternura. ¡Salud para él!”. que es muy importante para mí por lo que
significa. Esa rola a la gente le gusta mucho.
Armando Rosas Me acuerdo cuando me invitó a su disco; lo
“A La Diva Rosas (se crea un silencio y luego recuerdo bien porque me hizo sentir libre,
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liberada. Catana es de los compositores más que, de todos, es al que más puertas se le han
dulces que he conocido en mi vida”. abierto por sí solo y al que mejor le ha ido”.
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Fausto
inventor de sí mismo
100
Fausto Arrellín, inspiradísimo. (Foto: Jennifer Boles, 2012).
F austo Arrellín decidió dejar de componer música. Fue hace ocho años. Pensó
que no tenía nada nuevo por escribir. “Por más que revisé mis canciones viejas
dije: ‘No les puedo cambiar nada’; escribí lo que creía y es algo que sigo creyendo.
No tengo más que decir; es muy triste tener que estarse autofusilando o estar re-
pitiendo tu misma fórmula”, me cuenta en una conversación que tiene lugar en su
imprenta, El Angelito Editor, ubicada en la colonia Portales.
La vida de Fausto no depende de la música; por el contrario, es una compila-
ción de intereses diversos y múltiples oficios. Se dedicó, en gran parte, a estudiar
101
fórmulas de cultivo urbano, así como a causas ecologistas encaminadas a aprove-
char los desechos de la era del consumo.
Si bien la música ha acompañado a Fausto de manera permanente, es sólo uno
de los tantos ángulos donde fija su interés. A lo largo de su vida, Arrellín ha sido
ayudante de radiotécnico, fotógrafo, acomodador de la Plaza de Toros México, ins-
talador de alarmas para autos, estudiante de textiles, diseñador, escritor, inventor...
“No me considero músico, nunca lo he sido; soy un filarmónico: le entro a la
música porque me gusta, porque puedo hacer cosas con ella, pero nunca me he
dedicado, por ejemplo, a estudiar guitarra para ser un virtuoso”, explica.
“No siento ninguna obligación de hacerlo mejor ni nada de eso; lo hago por-
que me divierte: para mí esa es la cuestión fundamental; cuando deja de ser diver-
tido ya no hay atracción”, insiste.
102
Con la influencia indigenista, la flauta y su papel de artesano, se comprende el
sonido de Coatlicue, su segunda banda. Ahí Fausto comenzó a plasmar de manera
más concreta las letras que caracterizarían sus canciones. Coatlicue tenía marcada
influencia del rock progresivo, pero también de sonidos prehispánicos.
Antes, Fausto había iniciado su carrera de compositor en el grupo Chacra.
Ahí tomó la guitarra como principal acompañante, aunque retomaría la flauta en
Coatlicue.
Chacra no tenía equipo, así que al principio rentaban los instrumentos. “Cuan-
do nos salía una tocada corríamos a alquilar; ensayábamos en la mañana o en la
noche anterior de la tocada”. Con el paso del tiempo Chara consiguió más presen-
taciones, al grado tal que pudieron comprar su propio equipo.
A Chacra lo integraban Adrián Gasca (posterior baterista de Qual), el cuñado
de Arrellín, Alejandro Blasio, y su hermano, Alberto. Chacra se diluyó en 1979.
“Cada quien tomó su camino; todos nos empezamos a casar”.
Año y medio después de la separación de Chacra, el baterista Juan Carlos
Chávez lo invitó a formar un grupo, al que bautizarían como Coatlicue. Se añadió
Luis Gerardo Gómez. La banda fue recibida con asombro en cada presentación,
pero por falta de conciertos tuvo que suspender en 1982; no era redituable.
Fue justo en esas cuando Fausto se anexó al naciente Movimiento Rupestre.
Fausto, el Rupestre
Cuando Fausto salía del Auditorio Nacional después de presenciar el primer fes-
tival de blues organizado por el locutor y promotor cultural Raúl de la Rosa, es-
cuchó que el músico veracruzano Rafael Catana lo llamó por su nombre: “¿Quién
eres? ¿Eres el de Coatlicue, ¿no?”. Coatlicue estaba en sus días finales. “Resultaba
complicado mantenerse tocando; ensayábamos mucho; en dos años tocamos
sólo diez veces: era muy poca la cantidad; aunque esas tocadas fueron muy im-
portantes, una de ellas en el Teatro de la Ciudad”. Coaticlue también se presentó
en el Museo del Chopo y en el Museo de Culturas Populares. “La gente se queda-
ba muy sorprendida con lo que estábamos tocando”, recuerda.
El encuentro con Catana le vino bien a Fausto. Ese mismo día, Rafael invitó a
Arrellín a su casa. “Me mostró algunas de sus composiciones, que me agradaron
inmediatamente y que traté de poner con Coatlicue, pero en ese momento el gru-
po estaba dando sus últimas patadas de ahogado y finalmente se desintegró. No
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encontrando otra cosa que hacer, me dirigí con Catana y él me invitó a participar
en un ciclo de conciertos que se realizarían en el pequeño foro de la librería Gan-
dhi”, relata Fausto en su texto Los rupestres (al principio de los tiempos).
La serie de conciertos se tituló ‘Canciones de amor y furor’ y participaron Rober-
to González, Jaime López, Eblen Macari, Alejandro de la Garza y Toño Canica. La es-
cenografía estaba a cargo del monero Rafael Barajas, El Fisgón. Tocaban cada jueves.
Una noche, después de un ensayo en la calle de Guadalajara, los protagonistas
de estos conciertos acudieron a la Casa de la Paz para escuchar a Botellita de Jerez.
Al término se dirigieron a casa de Catana, donde un hombre de lentes gigantes
impresionó a todos los presentes con la canción Metro Balderas. Sí, se trataba del
tamaulipeco Rodrigo González.
“Las condiciones para presentar la obra de estos artistas y otros semejantes eran
en ese momento muy complicadas; sólo existían pequeñas salas. Siempre estábamos
buscando espacios y, aunque eso no ha variado mucho, me cae que en ese momento
estaba verdaderamente cabrón. Así que las noches siguientes nos la pasamos aluci-
nando dónde podríamos presentarnos. Una oportunidad fue tocar en la presenta-
ción del libro Crines, de Carlos Chimal, que se llevó a cabo en un foro situado debajo
de la sala Ollin Yoliztli; ese día la música estuvo a cargo de Jaime López y el Tríptico
Rupestre (conformado por Rodrigo González, Rafael Catana y Fausto), formación
sui generis, pues el trío no tocaba a la vez, ya que un servidor campechaneaba los
acompañamientos, unas rolas con el Catana y otras con el Rodrigo”, revive.
Poco a poco, el colectivo Rupestre fue tomando forma y así comenzaron a es-
tar cada vez más presentes en los foros. “Después el tiempo ya no nos alcanzó;
pasé a formar parte del grupo Qual y con el Rockdrigo nos sobraba la chamba”.
Fausto se hizo cargo de la dirección musical de Qual y musicalizó gran parte de la
obra del tamaulipeco.
Qual participaría en la obra de teatro Abolición de la propiedad, escrita por José
Agustín, hasta que el 19 de septiembre de 1985, la Ciudad de México se cimbró y
se hizo trizas, provocando, como es del dominio público, la muerte de Rockdrigo
González.
“Nos movieron el tapete. Nosotros ya teníamos una serie de planes, nos íbamos
a ir al Cervantino con la obra de teatro de José Agustín; nos quedamos con todo el
equipo dentro del teatro y tardamos meses en poderlo sacar. Fue bastante difícil”.
Qual siguió presentándose sin Rodrigo en el teatro del SUTIN, ubicado en Via-
ducto Río Becerra. En esa serie de conciertos participaban Roberto Ponce, Nina
Galindo, Trolebús, Arturo Meza, Gerardo Enciso y el propio Catana. El lugar
104
Paco Acevedo, Javier Vila, Mauricio González Gómez, Rafael Catana, El Doc González (Q.E.P.D.),
Fausto Arrellín y Miguel Ángel Pérez. (Archivo: Rafael Catana).
Fausto Arrellín, ensayando Roberto Ponce, Roberto González, Fausto Arrellín y Carlos Arellano
en el Museo del Chopo. en el Multiforo Alicia en la primera década del siglo XXI.
(Foto: Juan Carlos Cervantes, (Archivo: Roberto Ponce).
1986).
105
cerró, pero el colectivo después se reencontró en El Tecolote, ubicado en la calle
de Sullivan. Desde 1997, con la apertura del célebre Multiforo Alicia, liderado por
Nacho Pineda, Qual encontró una casa permanente; aunque el grupo no es muy
activo, pues sólo toca de vez en cuando y principalmente en homenajes a Rodrigo.
El Verticalízmo
¿Qué ha pasado con Arrellín desde entonces? La respuesta arroja aristas opuestas.
Se puede decir que ha seguido fiel a su vocación creadora: escribió dos libros,
diseñó un periódico infantil y hasta recibió un premio en Derechos Humanos en
2009 por parte del Gobierno de la Ciudad de México, en apoyo a la producción
independiente de radio.
Si bien tiene la mirada puesta en muchos paisajes, Fausto se ha concentrado
más en el Verticalízmo y en su taller El Angelito Editor.
“El Verticalízmo es un desarrollo ecológico, multimodular, flexible y sustenta-
ble que permite un auténtico reciclaje de la ‘basura’, la producción de tierra nueva,
el cultivo de vegetales alimenticios, medicinales o de ornato, ahorro de agua, op-
timizar el espacio en que se vive, practicar una actividad terapéutica y productiva
que eleva la autoestima y la calidad de vida”, describe Fausto en su libro El Vertica-
lízmo, una opción de cultivos urbanos, impreso en octubre de 2009.
Arrellín comenzó a simpatizar con la agricultura después de asistir al Festival
de Rock y Ruedas de Avándaro, en 1971. Apenas tenía 19 años cuando se fue a
vivir a una comuna en Valle de Bravo, donde sembraba duraznos.
“Todo empieza cuando me doy cuenta de que no debía de ser tan difícil cul-
tivar; empecé a investigar, a interesarme por la hidroponía, conseguí literatura,
tomé pequeños cursitos”.
Hace ocho años, cuando decidió dejar de componer, se fue a vivir a Tepot-
zotlán, Estado de México. En su casa destinó un pequeño espacio, equivalente a
una sexta parte del terreno, a desarrollar productos alimenticios; sin embargo, se
percató de un reto mayor: “Mi mayor preocupación era el manejo de los residuos
sólidos; para mí esto de las plantas no era algo tan esencial ni primordial; para mí
lo importante realmente era el manejo de los residuos; a partir de eso empecé a
investigar; ya sabía que las plantas podían crecer sin piso, porque eso lo aprendí
de la hidroponía, luego pude también cultivar setas, hongos y eso me abrió más
el panorama”.
106
Fausto advirtió que, para que el proceso estuviera terminado, necesitaba crear
él mismo su propia composta (abono orgánico).
“Empecé a hacer muchas pruebas hasta que desarrollé un compostero, que se
hace en base a dos cubetas de pintura. Hice una serie de adaptaciones y cuando vi
que funcionaban traté de venderlo”.
Y un día, caminando por el Instituto de Ciencia y Tecnología del Distrito Fede-
ral, Fausto leyó un letrero: Si usted inventa o tiene dudas acerca de los proyectos que
está elaborando, venga a vernos.
De inmediato, Fausto acudió a la oficina y explicó que había desarrollado todo
un proceso para cultivar en casa sin contaminación, a partir de desechos. Es así
como Fausto se convirtió en inventor. Ahora participa en conferencias, imparte
cursos y talleres para exponer su método, aunque no piensa conformar una em-
presa ni obtener grandes regalías con ello:
“Yo vengo de ideas anarquistas. A mí no me interesa crear otras industrias igual
de contaminantes e igual de explotadoras que las otras; a mí me interesa crear
un método donde cualquier gente pueda tener acceso a una vida mejor, de más
calidad”.
Regresa la inspiración
107
“El equipo es de mi hermano; lo que hago, en realidad, yo aquí es el diseño, la
hechura de los discos; mi hermano graba la música”, expone.
Junto con dos de sus sobrinos conformó la efímera banda FBI (Fausto, Bene-
mérito Insigne). “Empezamos a tocar, pero no hubo mucha respuesta de parte de
los lugares y si no hay lana cuando tocas es muy difícil que te mantengas”.
A veces se junta con sus compañeros del grupo Qual, principalmente en algún
aniversario luctuoso de Rockdrigo. Le pregunto si alguna vez se llega a sentir incó-
modo por interpretar las canciones del tamaulipeco. Responde: “No, hay piezas
que yo no toco de Rodrigo, como Distante instante, porque nunca la toqué; pero,
por ejemplo No tengo tiempo (de cambiar mi vida), Rock del Ete o Metro Balderas sí,
porque los arreglos los hicimos nosotros”.
Servir y proteger
108
Fausto Arrellín, gran voz del rock mexicano, en el Multiforo Alicia. (Foto: Jennifer Boles, 2012).
109
entiende cuál es la razón por la que me insulta. ‘Pareja, chínguese a esos güeyes’.
Incrédulo lo sigo observando mientras la pareja rodea el vehículo y a jalones me
arroja al interior de la julia, echa el cerrojo y va tras el resto de mis compañeros,
el Vampiro y el Chaparro, quienes por una extraña solidaridad permanecen a la
expectativa en vez de huir. El conductor, detrás de sus oscurísimos lentes mira la
escena divertido en el momento en que la Millones aborda la cabina. La esquina en
que todo esto sucede se ubica en Igualdad y Nezahualcóyotl, a un par de cuadras
de Salto del Agua, en pleno centro de la Ciudad. La Millones —una prosti que
formaba parte de ese decorado urbano desde inmemorables tiempos—, fue una
institución en el estrecho ámbito de las relaciones públicas y compartía terrenos
con otras veteranas de similar estirpe: La Nieves, la Chata, la Bella Durmiente y
otras. Alta (caballona), “rubia”, zapatillas de altísimo tacón e inevitablemente ro-
jas (como marcaban los tiempos), se instala a un lado del gran jefe gafanegra: ‘Ya,
cabrón, ¿para qué friegas a los chavitos?’. Ella le pasa acá bajita la baisa un rollito
de billetes. ‘Pus estos pendejillos qué se creen, ¿te fijaste cómo me miró?’, respon-
dió él. ‘Pero si no están haciendo nada’, dijo ella. ‘Y qué, ¿no estás viendo que no
nos respetan?’. ‘Ya, dales chance y te paso otra lana’. ‘Ni madres, estos güeyes van
pa’trás’. Escuchaba este diálogo desde mi incómodo asiento (dentro de la julia)
separado solamente por una reja de alambrón, sumido en oscuros pensamientos,
cuando se abre la puerta e ingresan mis cuates”.
“El recorrido a la Delegación fue rápido y el trámite carcelario aún más. El
agente del Ministerio Público, de la cuarta delegación, sita en la colonia Obrera,
con cara de aburrido nos levantó un fugaz interrogatorio donde quedaron asenta-
dos nuestros datos particulares. Ese día conocí el verdadero limbo: imágenes de
rostros ansiosos y descompuestos desfilaron frente a mí”.
Credo personal
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molesto; decía, por ejemplo, algo muy gracioso, que cómo era la fama que hasta
te volvía guapo”. Le pregunto de Dios. “No existe, ¿o sí?”. De Enrique Peña Nieto:
“Es un títere”. Del narcotráfico: “Uno de los grandes inventos que nos ha asestado
el poder; es una industria movida por los mismos políticos, por la misma gente
del poder”. Del dinero: “¡Cómo hace falta!”. Le pregunto de la religión. “Ninguna”,
dice. De la fidelidad: “Lo más posible”. Y de México: “El nombre para un lugar
donde coincidimos algunos”. Por último, le pregunto: “¿Qué quieres que se lea en
tu epitafio?”. Y responde: “¡Tons qué!”.
Fausto Arrellín Rosas nació en 1954 en la Ciudad de México. Creció en una
familia de obreros, en la que es el mayor de once hermanos. En 1976 conformó su
primera banda, el grupo Chacra, que estuvo activo entre 1976 y 1979. Entre 1980
y 1982 integró el Grupo Coatliclue. Posteriormente, invitado por Rafael Catana,
se unió al Colectivo Rupestre de los Cantantes Errante; ahí conoció a Rockdrigo
González, a quien acompañó con su grupo Qual. Entre 1988 y 1993 fue jefe de
producción de la compañía de discos Pentagrama. Condujo y coprodujo, de 2007
a 2010, el programa radiofónico Roles y Rolas en el IMER. Actualmente es editor
del periódico La Voz de la Cuenca, impreso para el rescate ecológico de la presa
La Concepción, en Tepotzotlán, Estado de México, además de ser el creador del
concepto de colectivos urbanos Verticalízmo y director de creatividad de la Fe-
ria Ecológica de México-Tenochtitlán. Sus grupos favoritos son: The Kinks, The
Who, Jethro Tull, Miles Davis, Jimi Hendrix, Chac Mool y Rockdrigo González.
111
Rodrigo
jorge pantoja
112
La foto; capturada en la Galería Metropolitana de la UAM. (Foto: Virginia Rodríguez, 1985).
P
Para mis hermanos Eduardo y Jesús
ara este libro y en la trama de las historias entretejidas por los Rupestres, me
tocó abordar a Rodrigo González. Pensé en hacer una entrevista-ficción, pregun-
tarle por ejemplo: ¿Ya sabes que a tus rolas les pusieron un candado legal con los
derechos de autor? La neta, ¿te gustó que por esta situación legaloide se acabaran
tus homenajes en el Foro Alicia, armados por Nacho Pineda? ¿Con quién has pa-
lomeado allá en donde estás? ¿Ya te topaste con Marcial Alejandro? ¿Amandititita
es tu revancha? Pero no, esta opción la descarté porque caería en el terreno de
las interpretaciones. Preferí recurrir a mis archivos, a las notas de prensa, a los
113
anuncios, a los carteles, y al que quizá ha sido el momento más cercano que he
tenido de “entablar una charla” con Rodrigo González, después de su ida al más
allá, fue cuando en 2004 se cumplieron 19 años de los trágicos acontecimientos
sucedidos en la Ciudad de México con los sismos del 85.
Cansado de participar, de una u otra manera, en actividades muy similares
para los homenajes, recordatorios y celebraciones por la ausencia de Rodrigo, y
en mi afán promotoril de ofrecerle al público algo novedoso, provocador o por lo
menos diferente, pensé en sacar de su ámbito de privacidad a un vidente para lle-
varlo a un escenario con público, como parte de un espectáculo poético-musical.
Buscando complicidades para realizar esta idea, pensé que la experta en esos temas
era Julia Marichal, a quien la había escuchado mencionar, en la casa de Adriana Luna
Parra, a una tal doctora Eulalia Parra, de oficio vidente, al parecer muy seria. Debo
aclarar que yo no creo en estas prácticas, pero le tengo respeto a quien sí tiene fe.
Como siempre, de acuerdo con mi estilo, empecé primero por el título. Se
llamaría Capicúa… a 19 años de aquel 19 de septiembre. Paso siguiente, aparté la
fecha en el Foro Cultural Coyoacanense: domingo 19 de septiembre del 2004.
Hablé con la Marichal y la ahora entrañable actriz se apuntó de inmediato, ade-
más de poner de su cosecha con un subtítulo: Acto íntimo, mágico y musical para
comunicarse al más allá con Rodrigo González.
Armé las piezas del rompecabezas y quedó más o menos así: Julia leería textos
y recitaría poesía, Roberto Ponce en la música, Sergio García en las imágenes y la
doctora Eulalia Parra en su papel de vidente.
A unos días de soltar la difusión, la Marichal me habla muy temprano y me
dice: “No, manito, ya me dio miedo, lo de la vidente se nos puede salir de control;
mejor quedémonos con el puro recital poético, eso le gustaría mucho a Rodrigo”.
Intenté convencerla pero su miedo le ganó. Entonces, desilusionado, hablé al foro
y cancelé la fecha.
Regresando la película…
114
arriba del salón de clases. Roberto solía llevar su guitarra para cantarle a sus alumnos.
De pronto empecé a escuchar una voz y una canción que no era de las de Ponce: pen-
sé que tal vez venía bien crudo o algo parecido. Me distraje atendiendo mis labores y
fue hasta que terminó su clase, cuando Roberto subió y dijo: “Te presento a Rodrigo
González”. Sin ningún convencionalismo Rodrigo se adelantó: “¿Habrá manera de
tocar aquí? Te regalo este cassette; es una producción mía”. Así empezó la historia. La
canción que escuché bajo mis pies, con esa voz rasposa y gutural era Canicas.
115
Febrero; nuestra salida del Museo
En la UNAM hubo cambio de rector y Arnold Belkin y yo fuimos renunciados
de nuestros cargos en el Museo del Chopo. Curiosamente, el 19 de febrero salió
una nota en Unomásuno donde Rodrigo González protestaba por mi remoción,
argumentando que “estaba en peligro la continuidad del rock en ese espacio uni-
versitario”. Ese día comí con Cristina Payán en el Salón Corona. “¿Ya viste la nota
del Unomásuno?”, me preguntó la Payán y continuó: “Por cierto, hace unos días
vi a la señora Zepeda y le pregunté por qué te renunció si estabas trabajando bien,
y de risa loca me respondió que porque tú controlabas la mariguana en el tianguis
del Chopo”. Le contesté a la Payana:
“¡Que me haga la buena!, yo feliz de cambiar de oficio; a veces me aburre ser pro-
motor cultural; pero ni me gusta la mariguana, yo soy ronero”. Ella dijo: “Qué bueno;
viéndolo bien ahora podrás ayudarme con el Festival. Pablo Gómez habló con Ra-
món Aguirre y ya nos dieron fecha en el Auditorio Nacional: va a ser los días 7, 8 y 9
de junio; además hablé con José Woldenberg y quiere que nos armes una tocada de
rock para juntar un poco de lana, porque el PSUM está bajo de fondos”. “Me parece
bien —le contesté a Cristina. Te propongo que sea en el Palacio de los Deportes. En
cuanto a mi tiempo, pensé que me iba a echar más días desempleado, pero Luis de
Tavira me invitó a la Academia de San Carlos, y lo que voy a hacer ahí está muy leve”.
116
trataría de una tocada de rock previa al
Festival PSUM 85, que años antes se ha-
bía conocido como el Festival de Opo-
sición, y entre los cuates, como la “Feria
del Hogar de la Izquierda”. La cita era
a las 12 horas del domingo 2 de junio.
Empecé, como siempre, por el título: el
concierto llevaría el nombre de ¡A ver,
a ver a qué horas!. “¿Qué es eso? Ni se
entiende, pinche Pantoja —me dijo
Jorge Alcocer, secretario de finanzas del
partido. El comité del Festival decidió
que lleve la consigna: Trabajo, libertad
y democracia para los jóvenes mexicanos.
¿De dónde sacaste ese nombre? Y ade-
más Cristina que te da alas… ”. Le con-
testé: “Es como grita la banda: ‘¡A ver, a
ver, a qué horas, cabrones!’. Y gritan en
masa cuando un grupo o una tocada se
cuelgan para empezar, o peor aún, cuan-
do se ponen a afinar sus guitarras arriba Rodrigo protesta en entrevista
del estrado. Lo que quiere el comité no para el Unomásuno.
117
El Manifiesto Rupestre en su versión original de 1984.
118
Propuestas y versión definitiva de logotipo
para el grupo Qual, diseñadas en 1984.
119
Me lancé a las oficinas de Ordorica, llevando conmigo una grabación de Ro-
drigo y su grupo Qual.
120
Rivera, Víctor Roura, Roberto Ponce, Alejandra García, Rosario Manzanos, Delia
M., Ángeles Torres, Rafael Catana, Agustín Sánchez, Modesto López, Arnold Bel-
kin, Luz Emilia Aguilar Zinzer, Leonor Azcárate, Rogelio Cuéllar, Ahumada, Lilia
Díaz, Rosalina Cervantes, Norma Apartado y muchos otros más, sin olvidar a un
comandante del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional de El Salvador,
que Romeo Galdamez me pidió le diera refugio por dos días porque venía al DF a
comprar radios de comunicación. El 8 de agosto, en la celebración de mis prime-
ros 30 años, Rodrigo González y el grupo Qual subieron los decibeles en esa vieja
casa de Santa María la Ribera.
121
Septiembre 19; la tragedia
Me despertó un fuerte mareo, pen-
sé que era el efecto del ron que estuve
tomando hasta muy de madrugada,
soñándome sonidero; pero no: estaba
temblando y muy fuerte. Toda la casa
crujía. Bajé de inmediato y salí a la calle.
Cuando cesó el movimiento sólo alcan-
cé a hacer dos llamadas telefónicas, una
a la casa de mis papás y otra a la de mi
novia; después, la línea se murió, le si-
guieron la luz y el agua. Volví a salir y ca-
miné hacia Serapio Rendón. Comprobé
que el edificio donde vivía Agustín Sán-
chez estaba en pie, pero en esa misma
calle se habían venido abajo dos cons-
trucciones. Después de mucho tiempo
Artículos publicados el día posterior a la tocada logré pasar los cercos y llegar a mi tra-
en el Palacio de los Deportes, en 1985. bajo. Adriana Luna Parra era mi jefa en
el CREA y para ese momento Heriberto
Galindo ya le había encargado coordinar algunas tareas de respuesta a la catástrofe:
se instalarían dos centros de información y acopio en el patio del CREA y otro en una
Casa de la Juventud en la Colonia Roma. No recuerdo la hora, cuando Iván Guzmán
me encontró y me dijo: “Rodrigo murió… se cayó su edificio… lo van a llevar al Co-
mité de la Nueva Canción… tienes que ir… ”. En medio de muchas voces y cientos
de manos, unas pidiendo bolsas de agua y otras donando latas y ropa, mi mente giró
a mil por hora y sólo recuerdo que respondí: “No puedo moverme de aquí”.
122
del 85 y los años subsecuentes comenzaron
los homenajes al autor de Canicas. Vendría el
Recital Colectivo, In Memoriam, que la SEP
organizó en el Auditorio Nacional, el sábado
20 de septiembre de 1986; Luis de Tavira se
encargaría de la dirección, en tanto que Iván
Guzmán y yo, de la producción; estarían des-
de los Rupestres hasta la Orquesta de Cáma-
ra de Bellas Artes. Emilio Ebergengyi y Paty
Kelly estarían en la conducción y en la lectura
de textos; las imágenes serían proporcionadas
por la agencia Imagen Latina, y si bien esta
producción fue organizada para homenajear
a todas las víctimas de los sismos, en muchas
de las canciones interpretadas se veía una de-
dicatoria personal a Rodrigo González. Ven-
drían después conciertos, ofrendas, recitales,
un certamen para recrear la canción No tengo
tiempo (de cambiar mi vida), la placa en el Me-
tro Balderas con la letra de la canción del mis-
mo nombre y muchas otras actividades.
123
El pasadizo
Un rupestre académico
126
E l nombre impuesto a su primera agrupación, La Camerata Rupestre, lo de-
fine como un músico ecléctico. La letra de la canción que da nombre a su disco
debut lo reafirma:
127
Rasca la avenida.
Escúrranse peatones
Por las alcantarillas
El sherif viene armado...
Tocata, fuga y apañón, de Armando Rosas
Su historia inicia el viernes 1º de abril de 1960 cuando por causa suya aumentó
el padrón de la colonia Doctores: ese día nacía quien lleva ahora el nombre de
Armando Rosas Almanza.
Los primeros años de la década de los sesenta del siglo XX, el niño Armando los
vivió en esa zona ubicada al norponiente del ahora Centro Histórico de la Ciudad
de México. Pocos años después, la familia Rosas Almanza se trasladó a un barrio
vecino: la colonia Obrera; no obstante, el inquieto chamaco no perdió el contacto
con la Doctores: allí estudiaría la primaria en la escuela ubicada justo enfrente del
mercado Hidalgo. En esa época, el todavía púber, se convirtió en experto rolador
de los alrededores de su barrio; así conoció la colonia Tránsito, la Vértiz Narvarte y,
por San Juan de Letrán, el Centro del DF. Este recorrido lo convertiría en confeso
admirador de las féminas que deambulaban en falda corta, tacones y escote sobre
aquel tradicional tramo de San Juan de Letrán, hoy Eje Central Lázaro Cárdenas.
Buscando el amor
en el rincón de un cabaret
Bailando con las sombras del tabaco y el placer
Buscando el amor
en el rincón de un viejo hotel
Supliendo el amor, de Armando Rosas
128
gustó mucho ese ambiente de cantar y tocar de manera bohemia”. Motivado por
esto, en ese tiempo aprendió a leer música. “Aunque para mi papá, Norberto Ro-
sas Burgos, y mi mamá, Irene Almanza Pérez, no estaba contemplada la idea de
que hubiera un músico en la casa”.
A pesar de este inconveniente, ingresó a la Escuela Superior de Música en la ca-
rrera de guitarra clásica. Estudió nueve años esa disciplina, pero por diferentes cir-
cunstancias decidió no ser guitarrista; en séptimo año, ya había grabado dos discos
con La Camerata Rupestre; además, ya estaba dedicado más a la composición que
a la guitarra. Como muchos chavos, Armando quiso transformar el mundo y se dio
cuenta que el rock podría ayudarlo: fue su gran motivación para tomar en serio la
música. Así, consiguió ser de los primeros egresados y, junto con Jesús Chavarría,
salió como Licenciado en Composición por la Escuela Superior de Música.
Aparte de sus estudios musicales, su gusto por la cumbia, los boleros y, por su-
puesto, el rock, se reflejaría en su música; este abanico de ritmos le proporcionan
los elementos para hacer fusiones entre el barroco y lo contemporáneo. Otro ele-
mento influyente en su trabajo musical es el haber convivido en diferentes niveles
sociales —tanto con políticos encumbrados, amigos de su papá, como con sus
cuates del barrio, por ejemplo. Otra faceta enriquecedora fue la experiencia como
vendedor de flores en su adolescencia en las ferias regionales de muchos estados
del país. Esas imágenes se quedaron y lo empujaron a escribir sus primeras líneas.
129
Armando Rosas y Javier Guillén, de la Camerata Rupestre. (Foto: Alejandro Guerrero Massad, 1986).
130
Y el día llegó: una tarde, al bajar del escenario de la Gandhi,
Rodrigo de Oyarzabal se acercó a Armando y le dijo: “Oye,
¿no quieres grabar un disco?”. Con sorpresa, el incipiente mú-
sico le reviró: “¿De veras crees que pueda grabar un disco?”.
“Claro, los he venido siguiendo y sí pueden”. A la semana ya
estaban en el estudio. La grabación fue un aprendizaje; des-
cubrió la magia de grabar una canción. Aunque la soberbia
de ser joven le enseñó más: aprendió humildad y cómo editar
una rola. Caito fue su guía y maestro. En el 87 sale el LP Toca- Armando Rosas
ta, fuga y Apañón. Que “es uno de los discos que aún se venden en el Museo de
Culturas Populares.
mucho; disco que sin payola sigue rolando”.
(Foto: Sergio
Este suceso y varias circunstancias más lo acercaron aún más Arellano, 2000).
a los Rupetres: Nacho Alfonso le presenta a Rafael Catana. “Fue
una revelación en mi vida. Pinche Catana se veía como un jipi,
jipi: este cuate sí se cree en la onda del rocanrol; estos sí son ar-
tistas de adeveras. Ahí empezamos una amistad que continúa”.
El departamento de Catana, en la calle Guadalajara, fue el apo-
sento de muchas reuniones; en varias de ellas Catana invitó a
Armando a ver a Rockdrigo. En diferentes ocasiones quedaron
de ir a visitar al Profeta del Nopal. Por diversas razones la visita a
Rodrigo no se realizaba. Llegó el 19 de septiembre de 1985. El
sismo de esa mañana se llevó al autor de Distante instante. Y el
compositor de Herraje, no conoció a Rodrigo.
Pero la vida siguió su curso y llegó un festival Rupestre llamado ‘Una razón
para juntarnos’, en el Auditorio Nacional. Otra vez aparece Catana —quien lo
invitó— y una casualidad: cuando Armando sube al escenario empezó la trans-
misión para televisión, lo cual, obvio, ayuda a difundir el trabajo de Armando. Las
complicidades Catana-Rosas continuaron: “El Cisne es texto de Catana; el nom-
bre de Camerata Rupestre no sé si él lo sugiere o a mí se me ocurrió”.
Ya instalado en el círculo de los Rupestres, Armando reconoce que con ellos
adquiere un aprendizaje nuevo: le enseñan a ver la ciudad —aunque él tenía ya
miles de fotografías mentales. “Ya era mi enamorada, pero yo no lo sabía. Los
Rupestes me ensañan a leer esas imágenes. Y le dan una característica a mi música
que antes no tenía. Definitivamente, es el movimiento más legítimo de esa época.
Entregó su talento, sin pedir nada a cambio. Los intereses era decir lo que pensa-
ban y sentían. Era el simple hecho de hacer arte por medio de la música”.
131
Carlos
Poblano y rupestre
132
N Va esta rola a esa flota treintañera
que nació entre rocanroles y entre rocanroles ha de morir.
Treintañeros, de Carlos Arellano
133
Carlos Arellano en el Museo de Culturas Populares. (Foto: Sergio Arellano, 2000).
134
“A mis hermanos mayores (uno me lleva diez años, otro ocho) les tocó la época
del rocanrol; a uno, el de los sesenta y al otro le tocó Avándaro. Ellos llevaron el
rock a la casa. Así, crecí entre rock y boleros. Mi padre nos administraba en vivo
los boleros; el rock me llegó por los discos de mis hermanos”.
“Por todo esto, fue un hecho muy natural que yo agarrara las guitarras que cir-
culaban por la casa y que me pusiera a tocar. Mi padre me enseñó los primeros
acordes; mis hermanos mayores, los segundos y después, los compañeros de la
escuela. Desde la primaria había empezado a tocar la guitarra”.
“Cuando tenía yo 11 años (nací en 1957) la Volkswagen se va a Puebla. Era 1968
y la familia nos fuimos para allá porque mi padre trabajaba en esa armadora. Todo
esto (guitarras, familia y enseñanzas) se desplazaron, de la Jardín Balbuena, a Puebla”.
“Mis comienzos fueron, como los de tantos que aprenden a tocar los primeros
acordes: tocar lo que conoces que, en mi caso, eran los boleros; o bien, tocar las
canciones que en ese momento sonaba en la radio o las canciones de los discos
que estaban en la casa. Cuando entro a la secundaria en la ciudad de Puebla, me
encuentro con amigos que tocaban la guitarra; empiezo a reunirme con ellos para
tocar y aprender, juntos, más cosas. Por esa época, hago mis primeras canciones.
También a eso llegué de manera muy natural, porque como muchos que hacemos
canciones, empezamos repitiendo, fusilando; pero llega un momento en que uno
quiere decir lo que le corresponde y, más, en momentos en que empiezas a tener
tus primeras novias. Y normalmente, las canciones llegan con los primeros amo-
res y con los primeros desgarres; es decir, con la historia de los primeros amores.
De repente, un día me encuentro haciendo rolas, y sin saber exactamente qué
hacer con ellas, se me empiezan a juntar rolas. Y empiezo a formar grupos”.
“A finales de la secundaria, hago mi primer grupo de rock que se llamó Tortuga.
Ahí nos dedicamos a fusilarnos las canciones que más nos iban gustando. En ese
tiempo me gustaba mucho el blues: John Mayall, B.B. King y escuchaba a Led
Zeppelin, a los Rolling..., a los Beatles. Sacábamos las canciones que se nos facili-
taban (Zeppelin era imposible de tocar para nosotros, en esa época). Tortuga fue
un grupo efímero; sólo tocó en fiestas de parientes, nunca profesional”.
“Poco después suceden varios hechos políticos en el sur de América, especial-
mente en Chile: en el 73, el golpe de Estado que derroca a Allende, y el de Argentina.
Es cuando llegan a México muchos exiliados. Llegaron a las universidades; muchas
partes del país se llenaron de exiliados chilenos y argentinos; con ellos llegaron mu-
chos de sus hábitos culturales, entre ellos la música. Se forman muchas peñas y se
crea el movimiento del Nuevo Canto; el de la música folklórica latinoamericana. Yo
135
en ese tiempo tocaba con el grupo de rock, pero un amigo andaba metido en la mú-
sica latinoamericana y un día me dice: ‘Quiero que entres a mi grupo de folklore’. Yo
no sabía de qué se trataba eso. Me dio discos que escuché, y le entré a esa corriente
musical. Uno de los motivos para involucrarme en ese rollo, fue que era una música
militante. En ese tiempo, yo estudiaba la prepa, y la UAP vivía una efervescencia po-
lítica intensísima. Empezaron entonces muchas actividades de grupos de música la-
tinoamericana. Yo ya estaba en uno; así me la pasé casi toda la segunda mitad de los
años setenta. Sigo componiendo y empiezo a meter mis canciones en estos grupos,
pero a principios de los ochenta, me reincorporo al rock. Nunca dejé el rock como
escucha y mis canciones tenían mucho que ver con el rock; incluso, eso era motivo
de discusiones muy intensas con los compas, porque esos movimientos (el rock y la
canción latinoamericana) estaban muy separados en ese tiempo”.
“En el 80 armamos una banda con la que regresé, formalmente, al rock. Una
banda que tiene todo ese sello universitario de aquellos años: Tierra Baldía, que
se forma a partir del proyecto de hacer una ópera rock. El escritor poblano Ale-
jandro Meneses (quien murió hace siete años) escribe el guión de la ópera. Tierra
Baldía sería el soporte musical. Al final, este trabajo nunca se realizó, pero nos dio
chance de reunir a varios músicos que andábamos por ahí regados. Así armamos
Tierra Baldía, con la que toqué más o menos dos años. En ese momento yo ya te-
nía un bonche de rolas que decían las cosas como yo quería decirlas. Me salgo de
Tierra Baldía y empiezo a armar mi disco. Y el grupo natural para que me acom-
pañe en mi primer disco, Canciones domésticas (1987), es, pues, Tierra Baldía”.
“La grabación del disco es curiosa: un amigo lo graba en una grabadora con dos
micrófonos en directo en un cassette; hago tres copias de ese demo. Entrego una
a Memo Briseño, otra a José Agustín y la tercera a Modesto López. Para entonces
ya empezaba a husmear, a acercarme al DF. Vengo y entrego estas tres copias. De
manera distinta, pero favorablemente, los tres me responden. Esto, de muchos
modos me da un impulso anímico para darle continuidad a la producción del dis-
co. José Agustín me dijo: ‘Están chidas las rolas, pero merecen que les metan más
músicos’. Que las produjera, pues. Lo bueno es que se ofrece para hacer un texto
para el disco, cosa que me emocionó porque yo crecí leyendo a José Agustín y que
él me dijera eso, pues me motivó; Modesto López me dice que él sacaba el disco.
Modesto nos consigue el estudio de Rafael Acosta. Sin pensarlo, nos vinimos a
grabar el disco acá. En febrero del 87 sale Canciones domésticas, en Pentagrama.
Por ese tiempo sale también, el de Armando Rosas, Tocata, fuga y apañón, y el de
Cecilia Toussaint”.
136
“Canciones domésticas, me conecta con los Rupestres. Los primeros son Rafael
Catana y Fausto Arrellín, quien en ese momento trabajaba en Discos Pentagra-
ma; también él es el primero que me recibe en el DF. Y me recibe en todos los
sentidos: me da mis primeros paseos por acá, me lleva en un recorrido etílico-
cultural por Bolívar, por todas esas cantinas que están aquí en Bolívar. Me arropa,
me apapacha y por él conozco a Catana. Y Catana se convierte, desde entonces, en
mi carnal, y su casa en mi refugio, en mi posada. Cada que yo venía me quedaba
en su casa. Entonces, por Catana y su vocación gregaria, conozco al demás perso-
nal. Por aquellos años, Fausto y Rafael empiezan a hacer una serie de conciertos,
por ejemplo, el de ‘Los cantantes errantes’, y toman como sede el Tecolote del
Foro Isabelino. De esta forma, entro en contacto con los Rupestres. No conocí a
Rockdrigo González porque, repito, llegué dos años después. Sabía de él, ya había
comprado su cassette Hurbanistorias, pero no lo conocí. Supe de él por los medios
que reseñaban los conciertos de ‘Rock en oposición’.
También debo decir que en el 81, sale un disco que es clave en todo este asunto
de la canción en México; es el de Sesiones con Emilia, de Jaime López, Roberto
González y Emilia Almazán. Ese mismo año lo presentan en Puebla; los llevó el
partido comunista. Fui al concierto, pero no sabía bien a bien de Jaime, Rober-
to y Emilia; pero cuando escuché el disco, me pareció un disco deslumbrante,
porque empiezo a escuchar cosas por las que yo andaba batallando; andaba en la
búsqueda de cómo poder conciliar el rock, lo urbano, lo irreverente, con nexos
conectados a la literatura. Allí entra mi conexión con esa música. Ya después, co-
nocí a Jaime, a Roberto y a mucha gente (creadores y consumidores) quienes me
empezaron a sumar al Movimiento Rupestre”.
“Los Rupestres fueron como los cronistas de la ciudad, fueron quienes recupe-
ran la ciudad como personaje, como escenografía; ellos recuperan la ciudad en to-
dos sus guiños, su lenguaje. Es una canción (en general, toda la onda Rupestre) que
venía de la corriente del folk norteamericano, de Bob Dylan, Neil Young, donde la
guitarra de palo (con cuerdas de metal) daba ese sonido que nos subyugaba mucho
y que era común en muchos de nosotros y donde la literatura estaba presente”.
“A final de cuentas, los Rupestres son creadores de un tipo de canción urbana
mexicana contemporánea y aunque ya no existe el movimiento como tal, hay bue-
nos herederos. Puebla, por una razón que aún no sé, tiene buenos representantes,
buenos legatarios: Iván García, Nono Tarado y Arturo Carcará Muñoz; son ex-
traordinarios compositores que al escucharlos se nota que su línea viene de por
allá, de los aún no muy lejanos, terrenos Rupestres”.
137
El
Haragán
y los
138
A
Voy a intentar una tonada
Que se parezca a Pink Floyd
Una dulce carcajada
Ahogada en humo y alcohol
A esa gran velocidad,
él lo marcó una coincidencia: vio la luz primeradeelElmismo
Haragán
año de la apari-
ción del seminal Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, de The Beatles. Luis Álva-
rez nació el 25 de diciembre de 1967. Diez años después decidió tomar un lápiz y
escribir rimas, frases y tonadas propias; a los quince años formó su primera banda
y a los 22 fundó Haragán y Cía.
Actualmente (2013) cuenta con 14 discos grabados. Su primer álbum, Valedo-
res juveniles, ronda por el millón de copias vendidas; de este disco surgieron can-
ciones hímnicas para la banda, para los chavos del barrio: Mi muñequita sintética,
139
Él no lo mató, No estoy muerto, El Chamuco, A esa gran velocidad; son rolas que
forman parte de la enciclopedia sonora del rock mexicano.
Para hablar de sus influencias rítmicas, de la forma de escribir sus canciones,
de sus alianzas con los Rupestres y de sus inicios, sonriendo constantemente, Luis
Álvarez, El Haragán, cuenta:
“El Movimiento Rupestre para mí es la base. En el caso de Haragán, es la base.
Conozco a los Rupestres (no sé si afortunadamente o desafortunadamente)
después del terremoto del 85, donde se hace muy famoso Rockdrigo por morir,
desgraciadamente, en esa fecha. Yo ya los escuchaba poquito antes. Para Haragán
aportan todo, porque yo tomo muchos elementos del rock Rupestre para incor-
porarlos al sonido de Haragán; es decir, la guitarra acústica. Es básico el sonido
de la guitarra acústica en el Movimiento; porque según el Manifiesto Rupestre
de Rockdrigo, es una guitarra, con la voz lo más cavernícola que se pudiera, y que
sonara así: natural. Yo al principio, empiezo así”.
“Y tocaba por aquí, por allá; donde se pudiera. Llegan a mí discos de Rockdri-
go, de Jaime López; también un disco interesante de Cecilia. Habían discos muy
chidos. Cuando los conocí, en el 85, me empiezo a sumar al movimiento de los
damnificados y de grupos que los apoyaban; era una manera como de protesta;
para recaudar fondos se empiezan a hacer festivales en todas partes, en toda la
Ciudad de México. Y ahí andaba yo. Tuve la oportunidad de subirme a tocar algu-
na vez. Y de ahí, me empezaron a jalar. Por lo mismo, conozco a todos ellos, o casi
a todos los Rupestres”.
“Para entonces tenía canciones como Basuras, Él no lo mató, El Chamuco, que
tocándolas yo solo, se podía decir que estaban dentro del Movimiento Rupestre
y parecían de esa onda. Había escuchado a Roberto González, a Jaime López,
Gerardo Enciso, Arturo Meza, Rafael Catana; como decía antes, tomo elementos
musicales de ellos y también tomo los elementos electrónicos que traía El Tri y
formo Haragán. Entonces, se escucha una mezcla, una transición, entre lo Ru-
pestre y lo urbano. Es cuando surge el movimiento urbano: conjugo las guitarras
eléctricas, acústicas y las letras que hablaban un poquito acerca del contexto de la
ciudad, de las cosas urbanas, de lo que pasaba en todos nosotros. Todo esto, con
influencias del rock Rupestre que yo había escuchado y aprendido con Jaime Ló-
pez, Rockdrigo González y Roberto González, que eran los principales”.
“Entonces retomo esto y, en mi caso, aporta una base armónica, rítmica y una base
lírica muy importante. Para mí, Haragán es el resultado de esa unión de estilos, de la
unión de dos vertientes de rock: lo que le llamaban rock pesado, más macizo, y el rock
140
Arturo Meza, Luis Álvarez El Haragán y Rafael Catana en el Zócalo de la Ciudad de México.
(Foto: Guacamole Project, 2005).
que se tocaba en las calles, en cualquier esquina, que era, el rock Rupestre. Entonces
para mí, ¿aportación del rock Rupestre? Toda, para Haragán y Compañía, toda”.
“Recuerdo un Festival de Músicos Callejeros de la Ciudad de México, que se
hizo en la colonia Roma y en donde toqué Él no lo mató, Al menos lo intentarás, El
haragán; toqué como cinco rolas con mi guitarra yo solo. En el momento en que bajé,
Catana me da la bienvenida. Es una parte que la banda no sabe, pero de los primeros
personajes que me dieron la gran bienvenida al movimiento del rock, fue Rafael Cata-
na. Inmediatamente que me bajé del escenario, me dijo: “N’ombre, Luis... ”. Me dijo:
“Haragán... está bien lo que traes, ¿sabes qué? Si tuviera lana, cabrón, te producía un
disco. Nomás porque no tengo; si no... ”. Él fue de las primeras personas importan-
tes, talentosas que conocí. Allí surgió una amistad chida. Posteriormente conocí al
señor Arturo Meza, un gran carnal también. Creo era el 88, 89; estuve en esos festi-
vales; tocamos en la Plaza de Santo Domingo, en la Roma, en la Condesa, también
en los terrenos de las costureras. Ahí andaba también con el grupo TNT; Andrés
me apoyaba mucho también. A partir de eso, me les pego al movimiento. Fuimos a
dar al Monumento a la Revolución, donde conozco a los Santa Sabina. Arturo Meza
me prestó su guitarra esa vez para subirme a cantar; canté La muñequita sintética, la
141
de El perro tirado en la calle y Él no lo mató. Fue un recibimiento de la banda bien
chido. Era como la culminación del movimiento del rock Rupestre. Para mí, como
que terminó en los noventa. Creo que ahí terminó. Siento que el rock rupestre flore-
ció, hizo su gran expresión musical y de alguna manera, la falta (como siempre) de
infraestructura y de apoyo, como que lo aniquiló un poquito. En ese tiempo surgen
las grandes tocadas con El Tri, El Haragán, Luzbel, Bostik. Y como que el gusto de
la banda, se viene hacia acá, a los conciertos masivos. Y el rock Rupestre, se va a los
pequeños bares, a los pequeños foros y como que empieza a perder fuerza. En ese
tiempo, empieza a fenecer”.
“Por su parte, el rock urbano era una expresión de un grupo de bandas que
tocábamos cada fin de semana. Y éramos el rock mexicano. Es más, no se distin-
guía entre rock urbano y otro; simplemente era rock mexicano. Y había un solo
público. Grandes tocadas; recuerden Coyuya, el deportivo Mina, las Palapas, Bal-
deras; tantos lugares. Llenos totales. ¿Qué sucede? Igual que el rock Rupestre: fue
aniquilado el rock urbano. Este movimiento juntaba, para que tocáramos, siete,
nueve, diez mil personas. Pero teníamos un par de bocinas pivi, con dos de bajo y
un escenario armado con tarimas, de esas que usan los albañiles, y tambos viejos.
Nuevamente, la falta de infraestructura y apoyo, aniquilan esas grandes tocadas.
Además del surgimiento de Ticket Master y los grandes eventos como el de Rod
Stewart y Santana, junto con el apoyo de Telerisa a los nuevos grupos fresones,
aniquilan el movimiento de rock mexicano. El rock urbano sobrevive; estamos en
las cloacas, pero sobrevive. Y no es por automarginarse”.
“El rock Rupestre floreció, nos hicimos de seguidores; veníamos de escuchar a
Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, Roberto Carlos, Serrat: gente que hacía música
inteligente. De pronto, surge un movimiento mexicano inteligente, con letras in-
teligentes. Eso es lo que caracteriza al rock Rupestre y lo diferencia del otro rock
mexicano. Surgen letras inteligentes, bien pensadas, con música bien elaborada,
pero bien sencilla y, a veces, fácil de tocar. Un gran guitarrista: Rodrigo González,
tocaba muy bien; no cantaba bien, pero tenía unas letras muy inteligentes. La sú-
per creatividad de Jaime López, que era como la continuación de Chava Flores.
Entonces nos identificábamos con ellos. Era gente que estaba haciendo un rock,
una forma de expresión que era lo más cercano que habíamos escuchado a la tro-
va cubana. Así nos fuimos haciendo seguidores de los Rupestres: escuchábamos
los discos de Arturo Meza, de todos ellos. Haragán viene con toda esa influencia
letrística y se arma un compromiso de hacer algo interesante que, si no estuvo a la
par, sí le dio continuidad al movimiento de rock mexicano”.
142
“Yo empiezo a pensar (porque yo hacía canciones de amor, que todavía las
tengo y son como 50) en otras cosas; empiezo a cambiar mi visión. Veo cómo un
Jaime López te formaba imágenes mentales y Rodrigo te hacía sentir cosas: por
ejemplo, en su canción Rock en vivo, con la frase de las máquinas rugen feroces, yo
me imaginaba un motorsote... Con sus canciones te provocaba un sentimiento de
nostalgia, soledad, melancolía; también por su voz, por su música, por las armo-
nías que hacía, los requintos”.
“Y sí, sí surge el compromiso de hacer algo que verdaderamente aportara a la
cultura del rock mexicano; algo que no fueran simples canciones de amor. En un
punto medio: le damos a la banda letras poéticas, pero también directas y fáciles
de digerir. Si no hubiera existido el Movimiento Rupestre, casi estoy seguro que
Haragán no existiría como es. Y me considero Rupestre porque toqué con ellos
(con Catana, Jaime López... A lo mejor él no se acuerda, pero yo le abrí algún
concierto); llegué a ver a Roberto González, a Gerardo Enciso. Entonces, yo sí me
considero como ese puente entre los Rupestres y el rocanrol urbano”.
“El Movimiento Rupestre es una gran historia que merece varios tomos, no un
libro. Las letra y la actitud de los Rupestres pioneros nos dieron directo al cerebro.
Pero allí quedó. Ya no hay más Rupestres. Si le preguntas a un chavo de 16, 18
años de nuevos Rupestres, no te va a decir nada. Siento que es un movimiento que
ya se fue a pequeños lugares. Alguien quiere revivirlo, pero ya no. El Rupestre fue
un movimiento histórico muy importante, pero fue por el momento histórico que
le tocó vivir. Hablaron de lo que vivíamos, decíamos; de lo que buscábamos, de la
libertad a la que aspirábamos. Era inspirador, libertario, el Movimiento Rupestre.
Fue una época irrepetible. Había canciones por todos lados. Tengo mucho que
agradecer al Movimiento Rupestre. Tengo rolas que hice en el periodo Rupestre
y quiero hacer un disco con ellas. Un disco donde se nota toda la influencia Ru-
pestre que tengo”.
143
Armando
y su tatuaje
144
U
El mundo es un pinche motel de paso.
Al fracaso le robé unos besos,
de Armando Palomas
145
Armando Palomas? Casi al despedirnos, supe de él: era músico con tendencias
hacia el rock Rupestre; venía de Aguascalientes y estaba conectándose en el cir-
cuito rocanrolero del DF para dar a conocer su material sonoro. También supe que
en realidad no conocía a ninguno de nosotros (sólo a Fausto). Y antes de decir
adiós, empezó a repartir un cassette con sus canciones; en cuanto pude, lo escuché.
Así conocí a Palomas. Eran los principios de este siglo XXI.
Me eché dos tres veces el mencionado cassette, Tequila Coyoacán, y descubrí La
canción del mutilado, Canción pendeja y una que se convertiría en emblemática de
sus presentaciones: Hasta el fondo del zaguán. Todas escritas por Armando Jiménez
Veloz, nombre que aparece en el pasaporte del Palomas.
Después de asistir dos-tres ocasiones a sus tocadas/diálogos/sketches/concier-
tos, tuve oportunidad de entrevistar a Palomas para el diario La Jornada. La entre-
vista salió el miércoles 7 de diciembre de 2005 y de ahí extraigo algunos párrafos:
Apologista de los excesos, seguidor de los sin futuro, versificador de lo impensable
y representante de una generación extraviada entre el rock pop, el heavy metal, el hip
hop y el bolero ranchero, Armando Palomas se ha convertido en el rapsoda rocanrolero
por antonomasia y actualmente es el rolero más polémico.
En la mencionada charla, Armando platicó sobre su vida personal:
“Nací en los sesenta en Aguascalientes, en la colonia Héroes, allá por el ferroca-
rril; mi papá era ferrocarrilero, estibador. Yo quería ser beisbolista: jugar beisbol a
nivel profesional. Pero en mis sueños tocaba guitarra y cantaba para la gente. Decía
yo: ‘ah, chingá, si no sé ni tocar guitarra’. Pero un día llegó un primo a vivir a la casa;
él tocaba guitarra clásica. A ver güey, ¿qué es esto? Así, preguntando, empecé a tocar
y a los 13 años me dio por escribir canciones y me di cuenta de una cosa: como es-
taba muy pinche feo desde morro, descubrí que la música y la guitarra eran un arma
bien cabrona para ligarse a las mujeres. Mucho del rollo de la composición fue por
la onda de conseguir chavas... Y hasta la fecha eso no ha cambiado”.
Coincidentemente, Armando tuvo un inicio premonitoriamente Rupestre.
Cuenta en aquella entrevista:
“Un día en una muestra de rock, los de La Clica me dejaron colgado. Yo dije:
‘Vale madre, qué voy a hacer’. Lo que hice fue conseguir una guitarra de palo y me
trepé a tocar; no las canciones de La Clica, sino inéditas mías. Y me fue poca madre,
mucho mejor que con el grupo. ‘Güey, de aquí soy’, dije. Allí empezó el rollo, vendí
un carro (era 1996) y grabé un disco. Así surgió Armando Palomas y La Veladora.
Han transcurrido algunos años, sin embargo, Armando mantiene vigente mu-
cho de lo siguiente:
146
“Siento que mis presentaciones no se parecen una a otra, precisamente por
la improvisación, por el rollo de que el diablo me sopla al oído y eso lo externo.
La onda de brincar de una canción desmadrosa a una canción cachonda o a una
canción contestataria, provoca catarsis; para mí es chingón que se provoque eso,
ese caos del cual me encanta formar parte. Si no hago caos, no estoy a gusto. Una
tocada con muchos aplausos, pero con caras largas, vale madres. Armando Palo-
mas es el mismo cabrón arriba y abajo”.
A la par, por ciertas actitudes dentro o fuera del escenario, Palomas ha sido ubi-
cado como rocanrolero y, más específicamente, como integrante del Movimiento
Neo-Rupestre. Armando declaró lo siguiente:
“Creo que lo que me ubica como rockero es la actitud, el rollo contestatario y el hu-
mor negro. Estas características (que el rock de aquí ha perdido o las ha abandonado)
las tengo yo; por ejemplo, los llamados Rupestres (de los que soy parte... o a lo mejor no)
están clavados en hacer ciertas cosas, llevan ciertos esquemas para hacerlas, y quizá lo
que a mí me separa es que le he llegado a otras propuestas, al huapango, al hip hop y
a ser como soy: un güey vulgar, borracho, soez, valemadrista. Además, estoy orgulloso
de mis chingaderas y no tengo esa seriedad que imponen los Rupestres. ¿Grupero? Pues
tampoco, no tengo una pinche canción de amor. Mi línea es más sexual, más cachonda.
Mis rolas son escritas en hoteles, me las inspiran mujeres bastante valientes”.
Sin embargo, en una charla por su presentación en el festival Vive Latino 2013,
“donde se subirá Emiliano, mi hijo”, dijo Palomas lleno de orgullo, enfatizó, res-
pecto a su cercanía con el Movimiento Rupestre: “El ser Rupestre es para mí como
un tatuaje que me lo puse en el 97, hace ya 16 años, en el Foro Alicia. Fueron mis
primeras presentaciones y, obviamente, si ser Rupestre es tener una guitarra, ser
feo, cantar no tan bien, pero hacerlo con inteligencia, entonces sí soy Rupestre.
Entonces, sí los soy; soy parte de ese Manifiesto que Rockdrigo González escribió.
Pero al último, estoy mutando: yo puedo ser mariachi, cumbiero, rockero, payaso,
pseudo-poeta. Si no fuera así, pues no sería el Palomas”.
Días después (miércoles 6 de febrero, 2013) en un actividad promocional lla-
mada, ‘Palomazo rumbo al Vive’, devino homenaje al Profeta del Nopal, Rockdrigo
González, donde Palomas participó con singular entusiasmo. En este tributo en
vivo subieron al escenario José Cruz (fundador de Real de Catorce), Lalo Tex,
Iván Montoya, María José Camargo, Javier Zoa Flores y Federico Luna. Todos
ellos cantaron/tocaron Asalto chido, de la autoría del Rupestre Mayor, Rockdrigo
González. Armando Palomas llevó la voz principal en la canción.
147
Gerardo Enciso
y Redrogo González
En este país
ya huele a sangre;
en este país
algo me huele a sangre.
Daga, de Gerardo Enciso
148
Gerardo Enciso en el Multiforo Alica. (Foto: Jennifer Boles, 2012).
149
Encuentros oníricos con Rockdrigo:
Arturo Meza
Nena, déjame entrar a tu templo,
quiero fundirme en ti
y resonar con las estrellas
y el universo;
quiero ser un delfín en tu mar.
Amor en el éter, de Arturo Meza
150
Arturo Meza en el Lunario del Auditorio Nacional. (Foto: Fernando Aceves, 2012).
151
Iván Rosas
un Rupestre en Milán
152
Iván Rosas en un estudio en Milán, Italia. (Archivo: Iván Rosas, 2013).
153
154
Querido Sergio:
Te recuerdo en las horas verdes frente a los humeantes
monitores, cuando editabas a mano mi desprestigiada
vida, compartiendo el sorbo de la cerveza tibia que
nos mantenía atentos a las curvas de las caderas de
Lolita Madrugada y a los espejos llamados recuerdos.
Te gustaba cagarte de risa de lo cotidiano y te gustaba
hacer más grandes las grietas del rock de la tele.
Te hiciste parte del rock artesanal de los
Rupestres y eras orgullosamente de esa manada.
Almas de tabique, dijera Jaime López; dagas
sangrantes, dijera el Enciso; vatos locos, dijera
el Catana; amas de casa un poco tristes, dijera el
Rockdrigo, y pachecos pasados, dijera yo.
Un día llegué al DF y ya no estabas. Te busqué
en las imágenes mentales del Chilangódromo
y te encontré donde cantan los cantores.
Te fuiste y medio avisaste que ya te ibas (un
Pepto-Bismol no arregla un corazón superochero
y desvelado). Pero tenías la fe de un VW (ibas
a sesenta pero sentías que ibas a madres).
Me fumé
Después de este trago a tu salud, te haré siete preguntas:
de rock en
¿Dónde dejaste tu talismán?
¿Dónde dejaste los siete videos
donde siete veces hago el ridículo?
¿Dónde quedó esa cerveza pendiente?
¿Por qué tu bastón camina solitario por Tepepan?
¿A quién le heredaste las piernas de Sherezada?
¿Te llevaste tu gorra al cielo?
¿Por qué nunca te vi llorar?
un toke
Te extraño, S.G.M.
Atte: Armando Palomas
cortometrajes.
Xochimilco
(Foto: Aristeo Pantoja, 2009).
Sergio García en la grabación
de Siempre fiel, de sus últimos
155
RUPESTRÓLOGOS
Raúl Silva de la Mora recorridos de leyenda en San Juan del
Escritor y periodista cultural, Río, también participó en el Teatro
corresponsal en México de la red de la República dándole vida al
de emisoras comunitarias Radio diputado Dávalos, en los festejos de
Bilingüe, de Estados Unidos. preparación para el centenario de la
Fundador de la audio-video revista Constitución de 1917. Actualmente
Nomedites y de las editoriales La estudia la carrera de Ciencias de la
Cartonera y La Ratona Cartonera. Comunicación en la UNEA y colabora
Ha publicado en: Replicante, La en varias revistas de su entidad.
Cultura en México, Crisis, Zona de
Obras, Nexos, Casa del Tiempo, Luna Rodrigo de Oyarzabal
Zeta, La Jornada, Brecha, Página Programador y curador musical.
12. Premio Nacional de Periodismo Chilango de nacimiento; hace cerca
Cultural ‘Fernando Benítez’ en de treinta años realizó su primera serie
la FIL de Guadalajara, 2001. radiofónica A Campo Traviesa, en
Radio Educación, y desde entonces es
Felipe Cabello Zúñiga programador musical de la estación.
Nació en Querétaro y creció en Promotor del rock mexicano. Desde los
San Juan del Río. Apasionado de la medios ha sido participante directo del
historia de México, por influencia de Movimiento Rupestre de los Cantantes
sus padres, creció escuchando a Cri- Errantes, con quienes, además de la
Cri, Pedro Infante y los Beatles. Sus difusión radiofónica, produjo, entre
primeros libros fueron El principito; otros, los discos LP Hurbanistorias
La interminable conquista de México, y El Profeta del Nopal, de Rodrigo
de Eduardo del Río Rius, y Narraciones González; Arpía, de Cecilia Toussaint;
extraordinarias, de Edgar Allan Poe. Esa viscosa manera de pegarme las ganas,
En la preparatoria encontró por de Mamá-Z; Tocata, fuga y apañón,
accidente la música de rock Rupestre, de Armando Rosas y La Camerata
algo que cambiaría su forma de ver Rupestre; Trolebús en sentido contrario,
las cosas musicalmente. Actor en los de Trolebús, y la reedición en CD de
156
1ª. Calle de la Soledad, más los cassettes Félix Morriña
Oficio sin beneficio y 15 Demos (Del Nació en México, DF, en 1970.
‘88 al ‘91), de Jaime López. Jurado en Periodista, editor y promotor cultural.
concursos de rock, ponente en diversas Ha trabajado como reportero y
mesas redondas y conferencias, editor desde hace dos décadas
ha impartido talleres sobre la en diversos medios impresos
programación musical en la radio nacionales y regionales: El Nacional,
pública y escrito en revistas de rock. Su Milenio Diario, Milenio Semanal,
tesis universitaria, Fono1060, se enfoca Novedades, Acontecer, Liberación,
en la base de datos que desarrolló para El Diario de Toluca, Acta Semanal,
realizar la programación musical de Impulso, Portal, Diario del Estado de
Radio Educación y que fue utilizada México, revista Ágora Mexiquense
en la emisora por más de diez años. y Semanario Punto, entre otros.
También cuenta con experiencia en
Liliana García Sánchez medios radiofónicos: Radio Capital,
Nació en Pachuca, Hidalgo. Estudió Radio Educación, Radio Mexiquense;
laudería, dedicándose a la ejecución y así como televisivos: Televisión
enseñanza del violín, principalmente Mexiquense y Canal 8 de Megacable.
con niños. Tiene estudios de Ha representado a México en
licenciatura en Antropología Social. encuentros e intercambios culturales
Su labor en la investigación musical en Perú, Argentina y Uruguay.
incluye un libro en torno a la vida y
obra de la cantautora tamaulipeca: Juan Pablo Proal
Judith Reyes. Una mujer de canto Nació en Puebla en 1983. Periodista
revolucionario, 1924-1988 (Red- desde 2001. Es editor y publica en la
Ez, 1998), prologado por Carlos revista Proceso desde 2006. Autor
Montemayor y comentado por del libro Vivir en el cuerpo equivocado
Alberto Híjar. Tiene una maestría en (UANL, 2013) y coautor de Salinas
Historia y Etnohistoria, con la tesis en Proceso (Grijalbo, 2012). Ha
Cantando para tiempos oscuros. Canción publicado en: La Jornada, Revista
social y cultura popular en México, Mexicana de Comunicación, Vice, Sin
1960-1985. Actualmente dedica sus Embargo y E-consulta. Actualmente
estudios de doctorado en Historia a está por publicar Voy a morir, obra
los procesos de politización entre los biográfica de José Cruz Camargo,
cantores de protesta mexicanos de fundador de Real de Catorce,
las décadas de los sesenta y setenta. banda mítica del rock mexicano.
157
Jorge Pantoja Javier Hernández Chelico
Nace en 1955 en el DF. Siendo alumno Reportero desde 1985 en la fuente
de la carrera de Comunicación, en la de espectáculos, se ha dedicado
UNAM, gana un certamen de ensayo especialmente a todo lo relacionado
con el trabajo sobre dictaduras con rock. Ha trabajado en las
latinoamericanas titulado El papel de revistas Conecte y Rock & Pop, y ha
la ametralladora en la transformación fundado Fixiones y Primera Nota,
del hombre en mono. Por ello ingresa ambas dedicadas al rock. Reportero
a laborar en la Gaceta UNAM en de El Nacional y La Jornada. Ha
1977. A lo largo de más de 35 años colaborado en los libros Blues con
ha ocupado cargos en las áreas de sentimiento, 100 discos esenciales del
prensa y cultura de SHCP, Museo del rock mexicano y Reporteros de a pie.
Chopo, Academia de San Carlos, Actualmente publica la columna En
CREA, Subsecretaría de Cultura de la el Chopo, en el diario La Jornada.
SEP, ISSSTE, INAH, IMSS, Programa
Cultural de los Jóvenes del Conaculta,
Delegación Iztapalapa, Instituto de
Cultura de Zacatecas, Delegación
Coyoacán y Cámara de Diputados.
158
asamblea para la cultura
y la democracia, a.c.
Jorge Pantoja
Presidente
Aristeo Pantoja
Secretario
agradecimientos
Guillermo Bustamante
Laura Castañeda Salcedo
Jorge Buenfil
Cartel del 2º Festival de la Canción Rupestre, diseñado
Salomé Mendoza
por Edgar Arrellín Rosas.
Antonio Pantoja
Ignacio Pineda (Multiforo Alicia)
Tomás Brum (Salón Bombay)
Virginia Rodríguez
Talía Pantoja
Rodrigo Espinosa Portillo
Guillermo Alonso
Susana Avilés Sosa
Gustavo Molina
Valeria Pérez Meraz
159
ro,
re, el lib
Rupest imprim
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inó d e
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en febre de
ll e re s
en los ta licidad
,
ón Pub
Kamale en ca ll e
micilio
con do nia
38 , c o lo
Puebla c,
iz a l, E catepe
El Cham ic o.
de M é x
Estado
consta
El tiraje plares.
m il ejem
de 10
abajo en la
El papel del tr
ió n del mono
transformac
en hombre gels
Federico En
guitarra en
El papel de la
ción de siete
la transforma
upestres
músicos en R
ería loco.
Darwin sdéecavdaodelv
l siglo XX nace
ría un
a
En la penúltim ar a las cavern
as.
e no s haría regres ta
ra herramien
movim ie nt o qu
músicos sin ot
Un grupo de olucionaría la
arra de palo ev
que una guit a de asfalto.
to ri a m u si ca l de esta jungl
his
d i s t r i b u c i ó n g r a t u i ta
célebre deslave
EL LIBRO
su s pr of et as moriría en un
Uno de gado en
r grabado su le
sin antes habe
terremoto, no pa recía que
re. Y aunque
ifiesto Rupest ,
ia la extinción EL LIBRO
pi ed ra : el M an
en te ra se dirigía hac
la es pe ci e
in stinto
su marcha; su coordinación: jorge pantoja
la tribu siguió
lvó.
gregario los sa
rra, cada
ción y la guita
ca lo r de l fu ego, la inspira que los
Al n del mundo
or tó su m uy personal visió bas
uno ap o con las prue
gr an ci ud ad. Y de acuerd
rodeaba: la son el eslabón
va rio s m us icólogos, ellos
de carbono- 14 urbano.
otesta y el rock
rd id o en tr e la música de pr
pe
o
odo fue dejand
de lo s sig lo s años, este éx
Con el paso igen se narró
urbanos; su or
el la s y se m brando mitos contradas.
hu r versiones en
en bo ca , llegando a tene lería
de bo ca socavón, a la ga
te in vi ta m os a entrar, por el de
Por ello, sin dejar
el pasadizo (y
sta atravesar
de la cueva, ha n esta labor
que realizaro
no ce r a lo s rupestrólogos e hemos
co vación a la qu
ar qu eo ló gi ca ) de esta exca
casi
stre, el libro. Jorge Pantoja
llamado: Rupe
ED C O N ES
M POSSIIB LE