es herida que duele y no se siente, es un soñado bien, un mal presente, es un breve descanso muy cansado.
Es un descuido que nos da cuidado,
un cobarde con nombre de valiente, un andar solitario entre la gente, un amar solamente ser amado.
Es una libertad encarcelada,
que dura hasta el postrero paroxismo, enfermedad que crece si es curada.
Este es el niño Amor, éste es tu abismo.
¡Mirad cual amistad tendrá con nada el que en todo es contrario de sí mismo!
“Escoge antes el morir antes que exponerse a los ultrajes de la vejez” de Sor Juana Inés de la Cruz
Miró Celia una rosa que en el prado
ostentaba feliz la pompa vana y con afeites de carmín y grana bañaba alegre el rostro delicado;
Y dijo: -Goza, sin temor del Hado
el curso breve de tu edad lozana, pues no podrá la muerte de mañana quitarte lo que hubieres hoy gozado;
y aunque llega la muerte presurosa
y tu fragante vida se te aleja no sientas el morir tan bella y moza;
mira que la experiencia aconseja
que es fortuna morirte siendo hermosa y no ver el ultraje de ser vieja. XLIX de César Vallejo
Murmurado en inquietud, cruzo,
el traje largo de sentir, los lunes de la verdad. Nadie me busca ni me reconoce, Y hasta yo he olvidado de quien seré.
Cierta guardarropía, sólo ella, nos sabrá
a todos en las blancas hojas de las partidas. Esa guardarropía, ella sola, al volver de cada facción, de cada candelabro ciego de nacimiento.
Tampoco yo descubro a nadie, bajo
este mantillo que iridice los lunes de la razón; y no hago más que sonreír a cada púa de las verjas, en la loca búsqueda del conocido.
Buena guardarropía, ábreme
tus blancas hojas: quiero reconocer siquiera al 1, quiero el punto de apoyo, quiero saber de estar siquiera.
En los bastidores donde nos vestimos,
no hay, no Hay nadie: hojas tan sólo de par en par. Y siempre los trajes descolgándose por sí propios, de perchas como doctores índices grotescos, y partiendo sin cuerpos, vacantes, hasta el matiz prudente de un gran caldo de alas con causas y lindes fritas. Y hasta el hueso!