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RUDOLF SCHNACKENBURG

EL EVANGELIO
SEGÚN SAN JUAN
Ters/ÓH y comentario

T O M O PRIMERO
Introducción y capítulos 1-4

BARCELONA
EDITORIAL HERDER
1980
Versión castellana de ALEJANDRO ESTEBAN LATOR, de la obra de
RUDOLF SCHNACKENBURQ, Das Johannesevtmgelium,
«Herders theologischer Kommentar zum Neuen Testament», tomo IV/I
Verlag Herder, Friburgo de Brisgovia <1979

INDICE

Prólogo 7
Textos y bibliografía 9
^Abreviaturas 30

INTRODUCCIÓN AL COMENTARIO 43
1. El Evangelio de Juan como texto escrito 44
2. Relación con los sinópticos 56
3. Crítica literaria del evangelio de Juan . . . . . . . 73
4. Tradición y redacción . 88
5. La cuestión del autor 104
6. Lenguaje, estilo, movimiento de las ideas 133
7. Medio intelectual y procedencia 147
8. Tendencias teológicas y tendencias históricas de la época . . 180
9. Transmisión del texto y crítica textual 199
10. El evangelio de Juan en la historia 217

COMENTARIO

Introducción al prólogo 241


© 1979 Verlag Herder, Freiburg im Breisgau (RFAi
El prólogo (1,1-18) 252
© 1980 Editorial Herder S.A., Barcelona
PARTE PRIMERA: JESÚS SE MANIFIESTA ANTE EL MUNDO ( 1 , 1 9 - 1 2 , 5 0 ) . 309

ISBN 84-254-1127-0 tela Sección primera: Los comienzos de la revelación de Jesús ( 1 , 1 9 - 4 , 5 4 ) . 309
ISBN 84-254-1128-9 rústica 1. El testimonio de Juan Bautista y los primeros discípulos (1,19-51) 312
El testimonio de Juan Bautista ante los enviados de Jerusalén
(1,19-28) 313
Es PROPIEDAD DEPÓSITO LEGAL: B. 14.347-1980 PRINTED IN SPAIN El testimonio del Bautista para Israel (1,29-34) 322
Llamamiento a los primeros discípulos (1,35-51) 343
GRAFESA - Nápoles, 249 - Barcelona 2. El comienzo de los «signos»: las bodas de Caná (2,1-11) . 365
3. Los comienzos en Jerusalén: purificación del templo, numerosos
signos, diálogo con Nicodemo (2,12-3,12) 394
La purificación del templo (2,13-22) 396
Numerosos «signos» en Jerusalén (2,23-25) 409
PRÓLOGO A LA PRIMERA EDICIÓN ALEMANA
El di&logo con Nicodemo (3,1-12) . 415
Suplemento: El celestial revelador y portador de vida (El «kerygma»
joánico) 3,31-36.13-21 430
4. Actividad bautismal en Judea. Ültimo testimonio de Juan Bau- Tras largos años de trabajos preparatorios m e permito ahora em-
tista (3,22-30) 485 prender la publicación de este comentario del Evangelio de san Juan.
5. Jesús se revela en Samaría (4,1-42) . . . . . . . . 492 C o m o todos los empeños humanos, también esta tarea está sujeta
El diálogo de Jesús con la samaritana (4,6-26) 496 a un condicionamiento histórico. E n realidad n o habría sido posible
El diálogo incidental de Jesús con sus discípulos (4,27-38) . . 512 sin el trabajo teológico de siglos pasados ni sin la investigación cien-
Conclusión: La fe de los samaritanos (4,39-42) . . . . . 523 tífica de las últimas décadas. Con ella quisiéramos hacer alguna apor-
6. Regreso a Galilea: segundo milagro de Caná 528 tación en la situación en que nos hallamos actualmente, aunque sin
Notas 563
negar la tradición católica ni la metodología científica de todos los
investigadores que se h a n ocupado del Nuevo Testamento, de cual-
EXCURSUS quier confesión que fueren. Sólo así podemos intentar «explicar», es
decir, contribuir a hacer inteligible a los lectores de nuestros días,
1. Procedencia y peculiaridad del concepto joánico de Lagos . . 296 conforme a las posibilidades actualmente existentes, u n a de las obras
2. La idea de preexistencia 328 más maduras y al mismo tiempo más controvertidas del cristianismo
3. Los nombres de dignidad de Jesús en Jn 1 357 primitivo, que para unos es el testimonio m á s acabado de la f e de
4. Los «signos» joánicos 381 la Iglesia primitiva, y para otros u n a especulación de f e sin sombra
5. El Hijo del hombre en el evangelio de Juan 448 de valor histórico. L a tensión, hoy fuertemente sentida, entre «fe e
6. El mito gnóstico del redentor y la cristología joánica . . . 470 historia», «historia y mito», «saber histórico y conocimiento de fe»,
7. La fe joánica 543
apenas si resalta en ninguna otra obra tanto como en el Evangelio
de Juan. T o d o comentario del mismo representa u n a decisión cien-
tífica y u n a confesión de f e personal; así, y n o de otra manera h a
de entenderse también mi intento.
Quien hoy día se apresta a escribir un «gran comentario» — e m -
presa más laboriosa cada a ñ o que p a s a — , debe tener bien presente
qué es lo que quiere ofrecer y a qué se quiere restringir. U n a intro-
ducción u n tanto extensa parecía deseable por diferentes razones y
casi imprescindible en el caso de la obra de que nos ocupamos. Con-
f o r m e a la finalidad perseguida con la serie de comentarios, debe
recibir el lector u n a información científica sobre las cuestiones por
resolver; la introducción debe además mostrar el p u n t o de vista cien-
tífico y teológico del autor y preparar así para la exposición. P o r
lo que hace al material de comparación ofrecido por la historia de
las religiones, m e h e concentrado en los textos d e Q u m r á n y en los
nuevos hallazgos gnósticos coptos (en la medida en que son accesi-
bles), aunque sin descartar la restante literatura. L o que h e t o m a d o
con gratitud de otros, ya se trate de los padres, de exegetas más an-
tiguos o de investigadores modernos, lo descubrirá sin dificultad quien
esté versado en la materia, c o m o también observará el empeño de
mismo. La expresión singular πιστεύειν αύτόν τινι se explica como for- También la literatura de Qumrán habla no poco del saber supe-
mando contraste (αύτάς Sé) con la fe de las multitudes. rior de Dios, que se refiere preferentemente a las intenciones y al hacer
del hombre. Cf. 1QS 4,25: «Él sabe la acción de sus obras en todos
2.23. El evangelista vuelve sobre el problema de la fe (cf. v. 22) y los tiempos»; 1QH 1,7: «Antes de crearlos conocías tú sus obras por
hace constar que durante la fiesta de la pascua (έν τ φ πάσχα), cuan- siempre y eternamente»; ibid. 23s: «¿Qué puedo decir yo, que no sea
do Jesús estaba rodeado por la multitud en fiesta (έν τ η έορτη) 4 6 , conocido de antemano, y qué puedo expresar, que no haya sido dicho
o durante la semana de fiestas (cf. 7,14) fueron muchos los que cre- antes? Todo está registrado por ti con un estilete de la memoria por
yeron en Jesús, pero sólo porque habían visto los signos maravillosos todos los tiempos» 49 ; también 7,13; 9,12. Aquí, de la misma manera
que él operaba. Que Jesús hiciera milagros en Jerusalén se menciona que en nuestro pasaje, resalta el enfoque pesimista, esbozado ya en
aquí tan de pasada y sumariamente como acerca de Galilea en 6,2; Gén 6,5, cf. Damasc 2,8s: «Antes de que fueran formados conocía
probablemente era también aquí curaciones de enfermos. El evange- él sus obras y aborrecía a las generaciones cuando aparecieron (?; así
lista no tiene el menor interés en exponer en detalle tales acciones Rabin)»; 1QH 1,27: «Pero (son propios) de los hijos de los hombres
curativas en la medida en que no tienen superior relevancia para su el servicio del pecado y las acciones de la mentira.»
imagen de Cristo, como la tienen en los cap. 5-9. N o hay razón para Así huelga, y es además descaminado, aducir paralelos helenís-
dudar de que se realizaran curaciones en las breves visitas de Jesús, ticos del maravilloso saber de los hombres de Dios. En cambio, hacen
como peregrino, a la ciudad santa, aduciendo en contra de ellas la realmente al caso los pasajes que Odeberg aduce de la mística judía
exposición sinóptica, puesto que ésta se limita a describir la gran (Hen[hebr]) x . A Metatrón, compañero celestial del trono de Dios, se
actividad de Jesús en Galilea. La fe de los «muchos» es, al igual le ponen de manifiesto todos los secretos de la torah y de la Sabidu-
que en Galilea, una insuficiente creencia en milagros (cf. 4,45.48), que ría, así como los pensamientos de los corazones. Ahora bien, no es
Jesús, penetrantemente, reconoce como tal. El giro joánico «creen en posible comprobar que el evangelista tenga dependencia de estas ideas
su nombre» (cf. 1,12; 3,18; l J n 3,23; 5,13) no quiere presentar aquí místicas. En su caso, la convicción del profundo conocimiento que
su fe como perfectamente válida en cuanto a su contenido, puesto que Jesús tiene de los corazones fluye de su cristología, que enfoca al
el evangelista sólo mira al motivo de la fe. Probablemente en aquella Jesús terrestre en la más íntima unión con su Padre celestial (cf.
fe se reanimaba la esperanza en un protector terrestre y en un liber- Coment. de 1,51). La idea de que Jesús permanece desconocido e in-
tador político (cf. 6,14s). comprendido desempeña también su papel, pero difícilmente en el sen-
tido de un incógnito intencionado 51 , puesto que él quiere manifestarse,
2.24. Por ello es Jesús circunspecto y no se confía a nadie durante y se manifiesta, a los verdaderamente creyentes.
toda su permanencia en la capital (cf. el imperfecto). El uso singular,
aunque suficientemente documentado fuera del NT, de πιστεύειν con
Observaciones de crítica literaria al cap. 3
el pronombre reflexivo 47 está elegido con pericia para expresar la re-
acción de Jesús frente a la desbordante confianza que el pueblo le El diálogo con Nicodemo, que empalma bien con la transición de
mostraba. La motivación es auténticamente joánica: Jesús conoce a 2,23-25 (v. supra), viene a desembocar, a lo que parece, en un monó-
todos y penetra su interior (cf. Coment. sobre 1,48), precisamente logo de Jesús, o bien, como opinan no pocos exegetas modernos va
también a los que no creen en él (cf. 5,42). seguido de una meditación del evangelista, para cuyos límites se pro-
ponen diversas opiniones 52 . A ello se añade que las consideraciones
2.25. Jesús no depende del testimonio de otros acerca «del hombre», a partir del v. 13, o del v. 16, desbordan el tema y la situación del
porque él mismo (αυτός) tiene perfecto conocimiento del ser humano. diálogo de Jesús con el sanedrita judío, como lo hace patente espe-
El singular «el hombre» no se refiere a un contexto originariamente cialmente el v. 19, que presupone la entera actividad de Jesús (de la
diferente, en el que se hubiese tratado de una persona determinada misma manera que 1,1 Os y 12,46ss).
(el traidor Judas), sino que es genérico y quiere significar la insufi- Por lo regular no se puede comprobar que el evangelista «se des-
ciencia humana en cuanto tal. Jesús, en cambio, con su conocimiento lice lenta e insensiblemente del relato histórico a la exposición de sus
de lo» corazones, está en la misma línea de Dios, del que el A T dice propias ideas que acompañan al relato» 53 o que se dé «una transición
con frecuencia que escudriña y penetra las interioridades del hombre poco clara de discursos de Jesús a discursos cristianos sobre él» 54 .
al relato evangélico; cf. el και al comienzo del v. 13), sino más bien
En efecto, aunque el Jesús joánico habla constantemente en un len- esos w . 31-36, que, por toda su índole, no sientan en boca del Bau-
guaje teológico elevado configurado en parte por el evangelista, sin tista, pero sí en la de quien pronunció las palabras registradas en los
embargo no por ello dejan de identificarse como tales los discursos vv. 13-21 »
mismos de Jesús, las más de las veces mediante el estilo «yo» (cf. 12, 3) La primera parte del «discurso kerygmático» son sin duda
44-50) o volviendo a este mismo estilo tras sentencias sobre el «Hijo» los vv. 31-36, y ello por las siguientes razones: La pieza comienza
o sobre el «Hijo del hombre» (cf. 5,19-30). Pero nunca los entremezcla con una contraposición entre el que «viene de arriba» y el que «es de
el evangelista con sus reflexiones personales. la tierra», y con la superioridad de aquel «por encima de todos», habla
Sólo hay una pieza en el Ev. que se halle en condiciones análogas de su «testimonio» del cielo, es decir, de su revelación, para la cual
al discurso que termina en 3,21, a saber, 3,31-36, lo cual es tanto más lo ha enviado Dios ( w . 32-34), y que explica como el acontecimiento
digno de notar cuanto que esta pieza no dista mucho de la sección que causa la salvación y exige fe ( w . 35s). Aquí empalma adecuada-
que nos ocupa y además tiene cierta afinidad material con ella. Los mente una segunda parte, que creemos hallar en los w . 13-21. Si el
versículos que externamente empalman con palabras de Juan Bau- que pronuncia este discurso ha hablado hasta aquí del descendido
tista, por razones de crítica interna no pueden ser atribuidos a éste del cielo, concretamente «del Hijo», ahora dirige su mirada al que
y se hallan tan «desligados de la situación» como la parte final del ha vuelto a subir al cielo (v. 13), al que, en conexión con su «exalta-
diálogo con Nicodemo. Por ello se plantea acerca de las dos piezas ción», designa también como el «Hijo del hombre», (vv. 13s) para
la cuestión de si se trata en realidad de discursos que originariamente volver luego de nuevo al significado salvífico del «Hijo» de Dios (v. 16ss).
ocupaban este lugar o si más bien son piezas que por una u otra razón Ahora bien, en vista de la experiencia histórica, hace notar él mismo
fueron integradas en la exposición evangélica ya en fecha temprana. que los hombres «amaron más las tinieblas que la luz» (v. 19) y busca
En este comentario vamos a dar cabida brevemente (con alguna mo- una explicación de este hecho difícil de comprender (v. 19c-21), si-
dificación) a una hipótesis que dejamos ya desarrollada por extenso tuando al mismo tiempo ineludiblemente a los oyentes ante la deci-
en otro lugar 55 . sión. Todo esto es, por el estilo y por el contenido, de talante joánico
1. El diálogo con Nicodemo, tal como el evangelista quería pre- y debe proceder de la pluma misma del evangelista.
sentarlo, llega sólo hasta el v. 12 inclusive, y el relato evangélico con- 4. El motivo para la concepción de este «discurso kerygmático»
tinúa con 3,22-30. Esto se puede notar ya externamente por el hecho lo ofrecería de hecho el diálogo con Nicodemo. Es posible que la
de que hasta el v. 12 interpela Jesús en segunda persona a Nicodemo contraposición en el v. 31 recuerde todavía a los interlocutores, Jesús
juntamente con sus colegas («vosotros»...), lo que no vuelve a hacer y Nicodemo respectivamente (comp. έκ της γ η ς λαλεί con las res-
ya en adelante. El final de la conversación constituye una pregunta puestas del sanedrita en los v. 4 y 9), aunque el contraste entre «ser
de Jesús que queda pendiente, a la manera de 5,47; el evangelista no de arriba» y «ser de la tierra» viene ampliado en sentido típico y de
tiene por qué narrar ya el ulterior comportamiento del visitante noc- principio: Sólo uno procede de arriba y aporta revelación celestial,
turno, puesto que precisamente con esta pregunta queda ya bien en a la que deben abrirse y acomodarse todos los hombres apegados a la
claro su escepticismo. También otros diálogos o discusiones los ter- tierra. De todos modos son innegables los ecos lingüísticos del diálogo:
mina el evangelista de la misma manera, cf., aparte de 5,47, 7,24.36; el v. 32 asumiría directamente el v. 11, άνωθεν estaría ligado en cuanto
9,41; 13,38; 18,11; 20,23.29. a la idea con el άνωθεν del v. 3, los v. 34s serían una meditación
2. Los vv. 13-21 no forman ya parte del relato evangélico, sino sobre la revelación de Jesús por la palabra, tal como se la menciona
que pertenecen a una exposición kerygmática, originariamente autó- en el v. 12. Al mismo tiempo se menciona la fe en el versículo final
noma, del evangelista, comparable con los discursos «parenéticos» de del diálogo con Nicodemo, como presupuesto para la acogida de la
lJn (cf. especialmente 4,9ss; 5,10ss). Podemos suponer que el evan- revelación; también el «discurso kerygmático» discurre en sentido de
gelista, basándose en el diálogo con Nicodemo, hubiese concebido y la necesidad de la fe, caso que quiera dirigir un llamamiento actual
puesto por escrito un compendio del «mensaje» de Jesús (cf. l J n 1,5), a los oyentes. En dicho discurso se pondría también en claro lo que
que luego habría sido incorporado al Evangelio mismo por la redac- Jesús quería dar a entender con las «cosas del cielo» que insinúa en
ción de los discípulos (cf. Jn 21,24). Desde luego, la pieza 3,13-21 la pregunta final (v. 12), sin desarrollarlas (también conforme al modo
no sería el comienzo del «discurso kerygmático» (como preferimos de ver del evangelista).
designar brevemente, en razón de su género formal, esta parte añadida
5. ¿Cómo se ha de explicar esta «inserción» en el relato evangé- introductoria, que prepara para los acontecimientos venideros. Además,
lico, la escisión del «discurso kerygmático» en dos partes y la colo- el evangelista se descarga de la sospecha de hacer hablar sin más a su
cación de cada una de éstas? La respuesta no parece ser demasiado Jesús como el «Cristo pospascual exaltado o glorificado» (Strathmann),
difícil si se piensa de nuevo en el supuesto origen literario del EvJn pese a haber configurado también sus palabras conforme a su propia
(cf. Introd. 3 y 4). Los discípulos del evangelista que darían a la luz idea de Cristo. Además, tampoco este Jesús pronuncia sus discursos
la obra hallaron sin duda apuntes del maestro detrás del diálogo con de revelación en un estilo misterioso, impersonal y meramente insi-
Nicodemo (quizá incluso en dos hojas separadas, correspondientes nuante (cf. Bultmann); más bien habla aquí un predicador cristiano,
respectivamente a los v. 13-21 y 31-36) y querrían insertarlas «plausi- que compendia lo esencial del mensaje de Cristo, el mismo hombre
blemente», como se puede también conjeturar acerca de la sección de (u otro allegado a él), que en l J n alza su voz como predicador y pas-
7,15-24, que «correctamente» debía de seguir a 5,47. En ello proce- tor de almas 57 .
dieron conforme a criterios más bien externos (cf. 7,15 a continua-
ción de la observación sobre las «enseñanzas» de Jesús en el v. 14): BIBLIOGRAFÍA SUPLEMENTARIA: I . de la Potterie, Structura primate partís
La parte (originariamente segunda) de los v. 13-21, debido a la reso- Evangelii Johannis (cap. III et iv): VD 47 (1969) 130-140; id., Ad día-
nancia del «subir al cielo», fue añadida a las cosas επουράνια del lo gum Jesu cum Nicodemo (Jo 2,23-3,21): ibid. 141-150; L.J. Topel,
v. 12, y la parte (originariamente primera) de los v. 31-36 fue trasla- A Note on the Methodology of Structural Analysis in Jn 2: 23-3:21
dada junto a las palabras del Bautista, quizá porque el que «es de la CBQ 33 (1971) 211-220.
tierra» se entendió en el sentido de aquel que había proferido las pa-
labras de humildad del v. 30. Fue por tanto un procedimiento bien
pensado, aunque no se diera totalmente en lo justo; por lo demás, El diálogo con Nicodemo (3,1-12)
no parece que los redactores introdujeran modificaciones en el texto
1
mismo. Había entre los fariseos un hombre llamado Nicodemo, dignatario
6. Si esta hipótesis (que no puede ser más que hipótesis) es acep- entre los judíos. 2Éste fue de noche a ver a Jesús y le dijo: xRabbí,
table, el diálogo con Nicodemo viene delimitado claramente y se in- nosotros lo sabemos: tú has venido de parte de Dios en calidad de
serta perfectamente en el marco de los primeros capítulos. Se pone maestro. Porque nadie puede hacer esas señales que tú haces, si Dios
de manifiesto la dificultad con que tropieza para llegar a la fe Un no está con él.·» 3Jesús le respondió: «De verdad te aseguro: Quien no
miembro de la clase dirigente, incluso dotado de buena voluntad, y no nace de lo alto, no puede ver el reino de Dios.» 4Dícele Nicodemo:
puede menos de percibirse la inquietante pregunta sobre hasta qué «¿Cómo puede un hombre nacer cuando ya es viejo? ¿Acaso puede
punto conseguiría Jesús despertar su fe (v. 12). Al mismo tiempo se entrar por segunda vez en el seno de su madre, y volver a nacer?»
5
trata un importante problema teológico, a saber el presupuesto «sobre- Jesús respondió: «De verdad te aseguro: Quien no nace de agua y de
natural» para conseguir la salvación, y se anuncia una ulterior reve- Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. 6Lo nacido de la carne,
lación (sobre «las cosas del cielo»). Si estos temas «más altos» no carne es; y lo nacido del Espíritu, espíritu es. ΊΝο te extrañes de que
vienen tratados inmediatamente (como habría que suponer si se hubiese te haya dicho: Es necesario que nazcáis de lo alto. sEl viento sopla
continuado la conversación en los v. 13-21), el diálogo con Nicodemo donde quiere: tú oyes su silbido, pero no sabes de dónde viene ni
viene sencillamente desgravado de una molesta hipoteca. En efecto, adonde va. Así le sucede a todo el que ha nacido del Espíritu.»
9
según la pregunta dubitativa de Jesús en el v. 12, semejante revelación Nicodemo le volvió a preguntar: «¿Cómo puede suceder esto?»
10
sería de suyo inverosímil; pero incluso en cuanto al contenido (miste- Jesús le respondió: «¿Tú eres maestro de Israel, y no lo sabes? nDe
rio de la «exaltación del Hijo del hombre», mirada a la entera activi- verdad, te aseguro: Nosotros hablamos de lo que sabemos, y damos
dad de Jesús), así como desde el punto de vista exegético (cf. acerca testimonio de lo que hemos visto; pero vosotros no aceptáis nuestro
del v. 13), se crearían dificultades casi insuperables. testimonio. V-Si os hablé de las cosas de la tierra, y no creéis, ¿cómo
Así, el relato evangélico pasa en forma relativamente sucinta a la vais a creer al hablaros de las cosas del cielo?»
escena siguiente, que tiene lugar en los parajes bautismales (3,22-30),
y deja a la estancia de Jesús en Jerusalén su carácter de inicio que El primer diálogo de Jesús con un judío de primera fila — p o r lo
da pie a presentimientos, como corresponde a esta parte expositiva regular sólo trata con «los judíos» o con «los fariseos»— ha de ser
un verdadero diálogo, aunque Nicodemo sólo aventure dos veces problema que afecta a la entera exposición joánica. Hay que captar
(v. 4 y 9) una pregunta que indica su falta de comprensión. Esta con- el meollo de la idea y decidir si se quiere aceptar como enseñanza
versación con un destacado sanedrita, fariseo y doctor de la ley (v. 10) de Jesús — a la luz de su resurrección y de su envío del Espíritu
no puede ponerse todavía bajo la rúbrica de «polémica con el ju- Santo— la doctrina, según la cual el hombre debe ser engendrado de
daismo oficial»; Nicodemo es un representante de la clase dominante, arriba. La exégesis sólo puede poner en claro desde qué presupuestos
de buenos sentimientos, que busca religiosamente, al que Jesús no se judaicos tal doctrina era posible y podía ser comprensible para Nico-
cierra, pese al principio formulado en 2,25. Si bien el encuentro no demo. La figura de Nicodemo no queda completamente en la obscu-
conduce a resultado alguno positivo (aunque cf. 7,50s; 19,39) y al ridad o en la penumbra, puesto que todavía se ve mencionada dos veces
final expresa Jesús la duda sobre si Nicodemo y sus colegas llegarán en el Evangelio (7,50s; 19,39), y por cierto de una manera que per-
a la fe (v. 12), esto ilustra sencillamente las dificultades con que se mite colegir su posterior incorporación a la comunidad cristiana (cf.
ve enfrentado Jesús de resultas de la mentalidad de aquellos grupos Coment. de 3,1). Pese a una cierta tipificación (v. supra), acusa tam-
y abre una perspectiva hacia las polémicas venideras (cf. cap. 5; 7-10). bién francamente rasgos individuales.
Así, apenas si se puede considerar a Nicodemo como «tipo» del ju-
daismo incrédulo, sino a lo sumo como tipo del judaismo versado 3.1. Nicodemo (nombre griego, tomado en préstamo también en ara-
en la ley, al que según sus presupuestos, no le es fácil plegarse a la meo) es presentado a los lectores como fariseo y miembro del sane-
nueva revelación «de arriba», inclinarse ante este revelador de la sal- drín (cf. 7,50). En este gremio supremo, con alta autoridad religiosa
vación, que reivindica la autoridad inmediata de Dios. y jurisdiccional, formaba parte del grupo de los doctores de la ley;
Más que la postura de Jesús con respecto al judaismo oficial, im- esto se ve confirmado por el v. 10, donde Jesús lo interpela como
porta al evangelista en esta sección el tema teológico que se desarrolla conocido maestro de Israel. Si más tarde se hizo cristiano, como se
entre Jesús y el sanedrita doctor de la ley: la cuestión fundamental desprende quizá también de un enrevesado pasaje talmúdico 58 , el si-
de lo que es necesario para la salvación. De la sincera búsqueda del lencio de las fuentes judías sobre un doctor de este nombre se explica
judaismo de entonces dan también testimonio los Evangelios sinóp- suficientemente por la táctica de los rabinos de hundir en el silencio
ticos. En este sentido, es significativa la pregunta del joven rico: «¿Qué total a un proscrito. Es posible que las dos menciones que todavía
tengo que hacer para alcanzar la vida eterna?» (Me 10,17 par), o tam- se hacen de este hombre (7,50s; 19,39) insinúen su progreso gradual
bién la del doctor de la ley: «¿Cuál es el mandamiento primero de en la fe en Jesús. El fariseo, que al principio acudió a Jesús sólo ocul-
todos?» (Me 12,28). A diferencia de esto, enseña Jesús a su visitante tamente, interviene luego en el sanedrín abiertamente en su favor, y al
nocturno — q u e habría preguntado algo parecido (cf. v. 3)— que fin después de la muerte de Jesús en cruz no tiene reparo en aportar
lo que importa no es precisamente el obrar humano ni las obras de gran copia de aromas para su sepultura (Th. Zahn). Ahora bien, los
la ley, sino el «nacimiento de arriba». Esta enseñanza fue de extrema pocos datos que poseemos no nos permiten seguir él desarrollo de su
importancia para el cristianismo primitivo (precisamente en oposición fe. Ciertamente no es uno de aquellos cuya fe era superficial (v. 23);
al judaismo), puesto que daba razón y sentido al bautismo cristiano había reflexionado sobre Jesús y acudió luego a él como a maestro
en cuanto inicio de la salvación (cf. Act 2,38; ICor 6,11; Tit 3,5s; para consultarle sobre un asunto serio (v. 2).
Heb 6,ls; IPe 1,23). Este interés positivo hace también improbable
que el evangelista quisiera polemizar contra el mero bautismo de agua 3.2. Tampoco la indicación de que Nicodemo acudió a Jesús «de
de los discípulos de Juan. Quizá sea ésta una tendencia secundaria de noche» permite sacar conclusiones ciertas sobre su carácter; quizá se
los contemporáneos; en todo caso, el horizonte es mucho más amplio. trate de insinuar su medrosidad, como opinan muchos exegetas (cf 19,
Se trata de la revelación fundamental de la salvación, aunque con 38 sobre José de Arimatea), o — mejor — de simbolizar su paso de las
ello no quede todavía dicho todo (y concretamente nada sobre las tinieblas a la luz, que es Jesús (cf. 3,21). En realidad, también se re-
«cosas del cielo» v. 12). comienda la noche para el estudio de la torah, y no pocas veces se ve
N o hay el menor motivo para dudar de la historicidad de la vi- a rabinos dialogar todavía largamente durante la noche 59 ; análogas
sita nocturna. Si a las cavilaciones del doctor de la ley da Jesús una indicaciones de la situación se hallan también en otros pasajes del Ev. 40
respuesta que en su forma, en su «estilización kerygmática», revela Aquí no se descubre una clara alusión simbólica como en el caso de
el Influjo de la teología cristiana primitiva, esto es sencillamente un Judas, cuya salida «de noche» (13,30) señala la hora de las tinieblas
y de la maldad (cf. Le 22,53) 61 . También a Nicodemo le habían im- y la mayor parte de las siríacas (excepto sypal) optan por el tercer sig-
presionado los milagros de Jesús, que para él son una prueba de que nificado. Así lo entienden también Justino (Apol. 61, 4 άναγεννηθήτε),
«Dios está con él» 62 . Según la concepción judía, Dios escucha la ora- Clemente de Alej. (Protrept. ix, 82), Tertuliano (De bapt. xm), Agustín,
ción de los justos (cf. 9,3 lss); también a destacados rabinos se atribu- Jerónimo y muchísimos modernos. El significado «de lo alto», de Dios,
yen diversos milagros que confirmaban su religiosidad y acreditaban es en cambio preferido ya por algunos padres griegos, como Orígenes,
su enseñanza 63 . Así, concluye Nicodemo que también Jesús debía ser Cirilo de Alej. y Juan Crisóstomo, y entre los modernos por Calmes, Till-
un maestro iluminado por Dios. En favor del prestigioso doctor habla mann, Lagrange, F.-M. Braun. Los hay que se muestran indecisos, otros
la circunstancia de que vaya en busca de quien no tiene letras (cf. 7,15), suponen una ambigüedad deliberada (Barrett). En arameo no hay ningún
lo interpele como rabbí y pregunte por su doctrina. Sería un extremo vocablo que, como el griego, se preste a los dos sentidos; por consiguien-
te, sólo en griego se podría admitir un juego de palabras y en tal caso
de cortesía el incluir también en su juicio a sus colegas (οϊδαμ,εν). habría que tener el diálogo por fingido. Ahora bien, no hay ninguna
Difícilmente lo habrían enviado ellos a Jesús; él mismo va a él por razón que obligue a ello. Según el empleo corriente de άνωθεν por Juan
propia iniciativa. Sin embargo, el diálogo adquiere con ello un matiz (3,31; 19,11 23) y su doctrina sobre el «nacer de Dios» (1,13; lJn 2,29;
de vigencia más universal (cf. v. 11), y los lectores podían muy bien 3,9; 4,7; 5,1), la única traducción justificada es «de lo alto»67. Sobre todo
pensar en debates contemporáneos entre cristianos y judíos versados el άνωθεν de 3,31 asumiría el de 3,3 (cf. Observaciones previas) y asegu-
en la ley (cf. el diálogo de Justino con el judío Trifón). raría la idea de un acontecer que proviene del ámbito celestial, de los
poderes de Dios, de los que no dispone el hombre.
3,3. Jesús entiende el asunto de Nicodemo como la cuestión que La otra traducción vendría exigida, a lo que parece, por dos razones:
preocupa a todo judío: «¿Qué debo hacer para tener participación a) por la errónea intelección del interlocutor en el v. 4; b) por la idea
helenística corriente de la «regeneración», que se puede documentar ya
en el mundo venidero?», cuestión a la que él mismo —aunque según en el NT (IPe 1,3 23; Tit 3,5; además cf. Justino, Apol. 66, 1; Dial. 138, 2).
el testimonio de los Sinópt. — daba por lo regular la forma de «entrar Sin embargo, la errónea interpretación de Nicodemo no depende necesa-
en el reino de Dios» 64 . Ni tampoco significa otra cosa el giro «ver riamente del vocablo άνωθεν (el δεύτερον sólo asoma en la segunda pre-
el reino de Dios» (v. 5); sólo que aquí «reino de Dios», en la con- gunta de Nicodemo, en la continuación de la idea expresada en la pri-
cepción joánica, estaría más bien representado como el ámbito celes- mera pregunta), sino de la idea en cuanto tal. Bastó con que Nicodemo
tial a que conduce el enviado divino (cf. 14,3; 12,26; 17,24). El eco oyera hablar de una manera o de otra de «nacimiento» o de «generación»
sinóptico en el logion joánico (sólo aquí «reino de Dios») muestra (ambos sentidos son también posibles en el arameo para caer en
la procedencia de una tradición (oral) ya consagrada. Se hace difícil su burdo malentendido. De semejante índole son también los demás mal-
admitir que se trate de una remodelación de Mt 18,3, o bien de Me 10, entendidos o equívocos joánicos, en los cuales los oyentes llegan a sacar
15 65 , ya que en tal caso el cuarto evangelista habría dado un sesgo consecuencias crasas y absurdas (cf. 4,15; 6,34 52; 8,57; 14,8); no se «es-
muy diferente a la idea: Del «hacerse (de nuevo) como los niños, o cuchan» debidamente las palabras de Jesús. La otra cuestión, a saber,
como un niño» habría hecho sin ambages un «hacerse niño», es decir, si Jn echaría mano aquí de la idea helenística de la «regeneración», sólo
puede ser zanjada con la exégesis del entero diálogo; que Jn debiera pro-
«nacer», que él mismo entendía de manera muy real como nuevo na-
ceder así es sencillamente un prejuicio. Aun en la más fuerte acomodación
cimiento, nueva creación o «generación de lo alto». Ese ώς es ab- terminológica, la de Tit 3,5, la misma idea cristiana ofrece considerables
solutamente inseparable de ambas versiones del logion sinóptico, mien- diferencias respecto de todas las analogías helenísticas (cf. v. 6)
tras que, por el contrario, el logion joánico no apunta a la conversión
del hombre, sino a la acción de Dios en el hombre 66 . Dado que la
Así pues, άνωθεν designa el mundo celestial, divino, por cuyos
idea de una nueva creación no era extraña al judaismo, como lo pre-
poderes debe ser renovado el hombre. La representación del mundo
supone Jesús en el v. 10 y como lo atestiguan ahora textos de Qum-
de arriba como la sede de Dios y de sus legiones angélicas, incluso
rán (v. infra), no es necesaria esa suposición, aunque no se excluye
como expresión del espacio inaccesible al hombre y reservado a Dios,
desde el punto de vista de historia de la tradición.
era familiar al judaismo®. Así Nicodemo podía de suyo entender que
Jesús se refería a un acontecer de gracia procedente de Dios: para
La traducción de γεννηθήνοα άνωθεν viene dificultada por la circuns- llegar al reino de Dios es necesario que anteriormente a todo esfuerzo
tancia de que άνωθεν puede significar en griego: 1) de arriba; 2) desde humano siente Dios la base para un nuevo ser del hombre, desde el
el principio; 3) de nuevo. Entre las versiones antiguas, la latina, la copta cual se hace también posible un nuevo comportamiento.
3.4. Nicodemo, sin embargo, se aterra a la exigencia de un «naci- rés sacramental (cf. 19,34s)12. Con todo, hay que reconocer que el
miento» y, como es corriente en la práctica escolar rabínica, formula bautismo de agua (en cuanto rito externo y exigencia extrínseca) no
dos reparos expresados en dos preguntas lo más paradójicas posible, es el punto de mira propiamente dicho, sino el «nacimiento del Espí-
a fin de destacar lo desvariado de tal doctrina (cf. 6,52) y así reducir ritu (de Dios)», es decir, ese hecho salvífico fundamental que para
a Jesús ad absurdum (cf. Me 12,20-23 par). «Nacer» le acontece ya la Iglesia primitiva sólo al sacramento del bautismo estaba vinculado
al hombre al comienzo de su vida; ¿cómo, pues, cuando ya es mayor? (por disposición de su Señor). Por estas razones la instrucción dada
Nicodemo no tiene necesidad de pensar precisamente en sí mismo; por Jesús a Nicodemo no apunta directamente al bautismo, sino a la
en el caso límite del anciano se muestra de manera especialmente nueva creación por el Espíritu de Dios 73 .
crasa algo que es válido en cualquier edad del hombre: En realidad Por lo que hace al Espíritu de Dios y su función escatológica, no
no hay más que un nacimiento. Todavía más radicalmente extrema el estaba a obscuras el judaismo. El Espíritu de Dios ha de aportar al
fariseo la segunda pregunta: ¿Acaso puede el hombre entrar por se- final una transformación interna del corazón que capacite para el cum-
gunda vez en el seno de su madre, y volver a nacer? Si se tiene en plimiento fácil y perfecto de la voluntad de Dios (Ez 11,19; 36,25ss;
cuenta que δεύτερον va con είσελθεΐν y sólo se refiere a γεννηθήναι, Is 44,3; Jer 31,33). Como lo muestran los apócrifos y también la li-
se confirma que Nicodemo sólo se fijó en el «nacer» y lo analizó; el teratura rabínica, esta idea debió tener gran vitalidad en tiempos de
άνωθεν en boca de Jesús parece haberle pasado completamente des- Jesús.
apercibido 70.
Así reza en Jub 1,23: «Yo les creo un espíritu santo y los purifico, para
3.5. Jesús no responde directamente a la objeción, sino que se limita que desde este día no se aparten ya de mí por toda la eternidad»; merece
a poner más en claro el άνωθεν. El logion de revelación (introducido notarse que a continuación se habla de la filiación divina (w. 24s), de
de nuevo solemnemente con el άμήν, άμήν) vuelve así a resonar de modo que también aquí, como en Jn l,12s (y en lJn), la idea de la nueva
forma más apremiante y más tajante, efecto perseguido deliberadamen- creación (por el Espíritu) se asocia con la filiación divina. Cf. también
Jub 1,16; 5,12; SalSalom 18,6; Hen(et) 92,3ss; 10,16; Apmois 13; TestLev
te por el evangelista (comp. 6,53 con 51; 7,36 con 34; 8,58 con 56; 18,11; TesUud 24,3; Sib ni, 373s; 573ss. Véase Volz, Eschatologie 392s.
14,9s con 6s; 16,16 con 17 y 19). El «nacimiento» o «generación»
También en Qumrán se tenía la persuasión de que con la entrada en
a que se refiere Jesús es de índole totalmente diferente; proviene «de la comunidad se producía una plena purificación y una transformación
agua y Espíritu». Todo oyente o lector cristiano del Evangelio debía interior, cf. 1QH 3,21: «Al espíritu pervertido lo has purificado tú de
pensar inmediatamente en el bautismo. El giro δδατος και ha sido gran culpa...»; ibid. 11,lites: «Por tu gloria has purificado al hombre
reiteradas veces tenido por sospechoso, considerado como aditamento del pecado, para que se te santifique ...para renovarse con todo lo que
de una «redacción eclesiástica», pero sin motivo suficiente. En crítica es...». Que aquí es el Espíritu Santo el factor de purificación resulta de
textual no cabe la menor duda sobre su pertenencia a la redacción pasajes como 1QH 7,6s; 9,32; 12,12; 16,12; 17,26. «Así pues, aquí se trata
primigenia del Ev. 71 ; desde el punto de vista de crítica del contenido de una nueva creación del hombre, que causa una verdadera transforma-
ción no sólo de su situación, sino hasta de su propia naturaleza»74.
se puede señalar que en los versículos siguientes sólo se habla ya de
πνεύμα, pero esto resulta del punto de mira y del objetivo de la ins- En el rabinismo, la idea de la purificación de los pecados está ligada
a la penitencia (conversión), concretamente el día de la expiación; sin
trucción, que de hecho quiere razonar precisamente el carácter sobre- embargo, R. Aqiba declara, remitiendo a Ez 36,25: «iDichosos vosotros,
natural de ese nacimiento que proviene del ámbito celestial divino. U n israelitas! ¿Por quién sois purificados y quién os purifica? ¡Vuestro Padre
verdadero impedimento para reconocer al evangelista una clara mirada en el cielo!» (MiSna Joma vin, 9). El pasaje de Ez, que a continuación
al bautismo, es sencillamente el prejuicio que pretende negarle todo (v. 26) habla de la donación del Espíritu, se ha interpretado las más de
interés en los sacramentos. Ahora bien, quien considere que la sección las veces en sentido escatológico, pero en cierta manera ha sido referido
eucarística de 6,53-58 surge como necesariamente del gran discurso también en parte a la actualidad75.
sobre el pan del cap. 6, deberá también reconocer que para el evan-
gelista el nacimiento «del Espíritu» se verifica en concreto en el bau- Así, pudo muy bien entender Nicodemo que Jesús tenía por ne-
tismo. Ambos pasajes se apoyan mutuamente, pero también ambos cesaria una purificación y perfecta transformación del hombre venida
juntamente, en tanto que deliberada referencia del evangelista al bau- de Dios, a fin de poder llegar al reino de Dios. Aunque la donación
tismo y a la eucaristía, están asegurados en virtud de su latente inte- del Espíritu para el tiempo actual era más bien una idea existente
en grupos particulares (v. supra) y el rabinismo sólo la esperaba para espíritu divino por su misma naturaleza, como el verdadero núcleo de
el tiempo escatológico 76 , con todo, el fariseo versado en la ley habría su ser, que él mismo debe llegar a «conocer» para volver a ser diviniza-
debido estar atento y seguir preguntando quién osaba anunciarle tales do 82 . En cambio, según la doctrina cristiana, el πνεϋμα es recibido (sa-
cosas; pero no tiene la menor comprensión para con esta entera doc- cramentalmente) y viene a añadirse al ser humano «camal». La contrapo-
trina de Jesús (cf. v. 9). sición joánica de los dos ámbitos de «carne» y «espíritu» tiene ya sus
esbozos en el AT, como cuando se dice en Gén 6,3: «Y dijo Yahveh:
Así pues, dado que el judaismo con sus ideas sobre el Espíritu y la No permanecerá mi espíritu en el hombre para siempre, puesto que él
nueva creación ofrece una base suficiente para las consideraciones de Jesús es pura carne», o en Is 31,3: «El egipcio es un hombre y no un dios;
ante Nicodemo, no hay necesidad de recurrir a ideas helenísticas. Cierto sus caballos son carne y no espíritu»; cf. también Job 34,14s. Si bien en
que en tal ambiente habría también lectores que observarían que se les Gén 6,3 y en Job 34,14s se entiende por «espíritu» el hálito o espíritu
recordaba también la «regeneración» de las religiones mistéricas, el «na- vital natural que procede de Dios (cf. también Sal 104,29s), sin embargo,
cimiento en el espíritu» (νους) de la gnosis hermética, etc. 77, pero debían aquí late ya la convicción de que sólo en Dios hay vida duradera, en
reconocer la diferencia fundamental de la doctrina cristiana. Dios que es «espíritu» en sentido eminente (Is 31,3). «Espíritu» en toda
su realidad sólo se promete al hombre para el tiempo final (Ez 11,19;
3,6. La incapacidad del hombre de llegar por sí mismo al reino de 36,26; J1 3,ls). La flaqueza y caducidad de la «carne», la humana impo-
Dios resulta de la diferencia esencial de las dos esferas del ser, σάρξ tencia y dependencia de Dios, que reside en la «carne», se expresa de
múltiples maneras83. Este modo de hablar, que contrapone el sector hu-
y πνεύμα. El hombre pertenece por su nacimiento terrestre a la es- mano y el divino, se refuerza en el judaismo tardío y resalta también en
fera del σάρξ, siéndole inalcanzable el mundo celestial y divino del los textos de Qumrán. La sede de la gloria divina está oculta a toda carne
πνεύμα. Según el pensar joánico, el origen determina el modo de ser; (1QS 9,7); la «carne», formada del lodo de la tierra, no puede compararse
esto se echa de ver en el giro tan frecuente είναι έκ, que indica con Dios y con sus obras (1QH 4,29); en la «carne» (por oposición a·
ambas cosas, el origen y la naturaleza o manera de ser 78 . Si bien a Dios) no hay refugio posible (ibid. 7,17); cf. también 1QH 8,31; 9,16;
veces sólo se quiere caracterizar con ello el comportamiento moral 10,23; 15,17; 18,21s. Cierto que luego se enfoca también la «carne» bajo
(cf. 8,44; l J n 3,8), en nuestro pasaje, en cambio, se indican incon- el aspecto de su flaqueza moral, su condición pecadora, y el contraste
fundiblemente dos ámbitos diferentes de ser. El nacido de la carne no «carne-espíritu» (divino) apenas si aparece formalmente, puesto que tam-
es esencialmente otra cosa que «carne», y sólo el nacido del Espíritu bién al hombre se le sigue considerando todavía en cuanto poseedor de
es por su naturaleza «espíritu» y puede (así hay que completar) entrar «espíritu»84; sin embargo, está más marcadamente desarrollado el pensa-
miento en los sectores contrapuestos del mundo terrestre caduco y del
en el ámbito superior (v. 3.7), celestial (cf. v. 13), divino (cf. εις τήν celestial y divino. Jn dio todavía un paso más hacia adelante en base a su
βασιλείαν του θεοΰ ν. 5) 79 . De aquí resulta la necesidad de que concepto escatológico del πνεϋμα (cf. 7,39); aquí tiene gran afinidad sobre
el hombre engendrado carnalmente sea todavía engendrado «de lo todo con la contraposición eclesiástica primitiva entre σάρξ y πνεϋμα en
alto» (v. 7). Para este curso de ideas viene preparado el lector en 1,13, Rom l,3s; ITim 3,16; IPe 3,186 «5.
donde la generación humana por instinto y apetito natural se contra-
ponía también a la generación o nacimiento «de Dios». 3.7. Después de estas reflexiones sobre los dos ámbitos habrá que-
dado perfectamente claro que el hombre que se halla en la tierra debe
¿De dónde proviene esta confrontación de las dos esferas «carne» y ser engendrado «de lo alto», concretamente mediante una nueva crea-
«espíritu» (santo)? Aquí no se trata de un dualismo (platónico) intrahu- ción por el espíritu de vida divino; sólo así puede llegar al mundo
mano, de esfera corporal sensible y de esfera espiritual anímica en el celestial de Dios. Con un llamamiento a aceptar este modo de ver,
hombre, sino del contraste entre la existencia humana como criatura, de a no extrañarse de ello —expresión retórica empleada de igual modo
índole terrestre perecedera, y la absoluta, espiritual, indestructible fuerza en Jn 5,28; lJn 3,13, comprobable también en la literatura rabínica
de vida en Dios. La σάρξ en este sentido es incapaz e inhábil para ayudar
al hombre a alcanzar su vida propia, verdadera y eterna; esto sólo lo y helenística — 8 6 cierra Jesús su tesis del v. 3 (inclusión).
puede el πνεϋμα (6,63). El contraste joánico «carne-espíritu» se desvía de
Pablo en cuanto que la atención no se dirige a la inclinación de la σάρξ 3.8. N o obstante, con esto no queda explicado ni se hace compren-
a pecar, sino que queda fijada en su inanidad en cuanto c r i a t u r a E l pen- sible este proceso sobrenatural; sigue siendo misterioso y velado en
sar gnóstico parece afín a primera vista pero analizado más de cerca cuanto a su esencia. Esto lo explica Jesús a su oyente con una ana-
revela diferencias fundamentales. Sobre todo, el gnóstico cree poseer el logía que enlaza con el doble significado de ΠΤΊ - πνεϋμα = «espí-
rito y «viento». Que aquí se trata de un pequeño símil (así, acerta- maravilloso. No se da cuenta de que con esto duda de la sabiduría
damente, Juan Crisóstomo a diferencia de los otros padres), resulta y del poder de Dios y acoge escépticamente las palabras de Jesús,
del οΰτως que sigue a continuación. El pensamiento central es éste: obstinándose en su actitud nada racional (v. 4).
También el viento es misterioso en cuanto a su procedencia y a su
meta, y sin embargo, es una realidad, es perceptible por su silbido
3.10. Así, Jesús no le escatima el reproche: Nicodemo, maestro re-
(su «voz»), se reconoce por sus efectos. Los diferentes rasgos: la in-
conocido 90 de Israel, autoridad en el conocimiento de la Escritura,
dependencia y la libertad de movimiento, la percepción por el oído,
debería, pues, hacerse cargo de lo que Jesús quiere decir con «nacer
el origen y la meta no se pueden interpretar separadamente (cf. Schanz);
del Espíritu» (ταύτα, como en el versículo anterior). Sin duda quiere
más bien el δπου θέλει viene luego asumido, desarrollado y expli-
traerle a la memoria los pasajes de la Escritura que hablan de la acción
cado en el πόθεν y που. Positivamente se quiere decir esto: El viento
del Espíritu Santo en el tiempo final (cf. Coment. al v. 5). Al testi-
sopla por cuenta propia, según su propia ley. Esto mismo hay que
monio de la Escritura (o de Moisés) se remite también Jesús en 5,39
decir del que es engendrado del Espíritu 87 : El origen y la meta de las
46s, sin aducir pasajes concretos. La Escritura sólo descubre su sen-
energías divinas que le vienen otorgadas, la naturaleza y la modali-
tido con la revelación de Jesús; sólo desde la realización alcanzan las
dad del proceso son algo misterioso y divino; pero esas energías están
promesas su plena luz. Ahí está el punto débil del rabinato; lo que
ahí, el Espíritu divino actúa en él. Y así, también a él se le puede
le haría falta es fe en el enviado escatológico de Dios.
reconocer por los efectos que produce en el hombre. De que al na-
cido de Dios se le puede reconocer en cuanto tal se habla repetidas
veces en lJn; distintivo de los hijos de Dios es su alejamiento del pe- 3.11. Por esto opone Jesús al doctor de la ley, Nicodemo, y a sus
cado, su santidad y su amor fraterno (cf. 3,9s; 4,7); en una ocasión colegas (cf. v. 2 οΐδαμεν), con solemne aseveración, el testimonio
se menciona al mismo espíritu de Dios como signo de su unión con de aquellos que tienen su saber por experiencia inmediata: «Nosotros
Dios (4,13). La pequeña frase «el pneuma sopla donde quiere» no hablamos de lo que sabemos, y damos testimonio de lo que hemos
debe, pues, interpretarse en el sentido de la libre elección por gracia visto.» Se trata de un saber de primera mano y seguro, que procede
y del libre llamamiento a la salvación, sino que representa gráficamente de la inmediatez de la visión y que, expresado en palabras, viene a ser
(figura del «viento») el hecho salvífico sobrenatural que tiene lugar en testimonio para otros. Las expresiones y los giros son típicos de Jn
el bautismo y se sustrae a la observación humana, y en el cual actúa (cf. Coment. 1,7, y U n 1,2); sólo es difícil el plural. ¿Se refiere Jesús
el Espíritu Santo. En la referencia a lo misterioso del caso se encierra con ello sólo a sí mismo (cf. v. 32) o incluye también a sus discípulos
una amonestación dirigida a Nicodemo para que cese de cavilar y se (en cuyo caso este οϊδαμεν respondería al del v. 2), o bien —tam-
resuelva a creer (v. 12). bién se debe contemplar esta posibilidad— habla aquí por boca de
Jesús, incluso en forma eminente, la comunidad futura?

Quien se dé cuenta del carácter de símil de estas frases no criticará Si referimos las palabras a Jesús exclusivamente, podemos remitirnos
la metáfora del viento porque él está mejor informado acerca de éste, al v. 32, que hasta en el tenor literal evoca eJ v. 116-c. Así, Jesús se desig-
ni tampoco buscará un sentido más profundo. Cierto que el «de dónde» naría como el Revelador celestial en sentido absoluto y exclusivo, lo cual
y «adónde» recuerda la debatida cuestión de la gnosis, de dónde viene respondería bien al curso de las ideas: Al insuficiente conocimiento de la
el hombre y adónde va, o también el camino del «Redentor», que es Escritura de los doctores de la ley contrapone él su saber de revelación.
consciente de su origen y de su meta (cf. 8,14); pero sólo de forma for- Con todo, ¿cómo habrá que explicar el paso al plural? ¿Como variación
zada se puede poner el símil en consonancia con esto. ¿Debe realmente estilística? Ahora bien, un «plural literario», corriente en el estilo epistolar
remontarse el versículo a alguna «tradición gnóstica»? La imagen del vien- (cf. Coment a 3Jn 9), estaría aqui fuera de lugar. ¿Quizá como «plural
to sirve ya al judaismo para presentar gráficamente lo incomprensible de mayestático» en el sentido de un «yo potenciado»?91. Ahora bien, el
las decisiones divinas, en lo cual desempeña su papel el doble sentido de Jesús joánico, al hablar en forma potenciada, usa precisamente el έγώ, y
ΠΠ". el único pasaje comparable en el Ev., a saber, 9,4, no es utilizable aqui,
ya que Jesús se dirige en tal pasaje a sus discípulos más íntimos.
La inclusión de sus discípulos para responder igualmente a Nicodemo
3,9. Nicodemo, sin embargo, sigue cavilando y pregunta precisamente con un «nosotros» colectivo podría tomarse en consideración teniendo
por el cómo, o por la posibilidad (πώς en sentido semítico) 89 del hecho presente el v. 2. Pero aquí surgen reparos en razón de la cosa misma:
Ellos no son como Jesús portadores de la revelación en sentido primige- 3,12. Con todo lo dicho sólo quería Jesús instruir a Nicodemo en los
nio, y si se quisiera pensar en la experiencia de la «generación del Espí- rudimentos de su revelación de la salvación o, como reza en este lu-
ritu», tampoco esto se aplica a Jesús en la forma descrita. gar, «hablar de las cosas de la tierra». Ahora bien, si Nicodemo y los
En vista de esto, parece que se trataría de un «plural eclesiástico»92, círculos que él representa recusan ya aquí la fe (la frase de εϊ es
de forma que o bien se expresa un determinado grupo de predicadores
(cf. lJn 1,1-4; 4,14; véase a este respecto Cartas de san Juan, Excursus 1) condicional real), difícilmente se puede pensar (πώς) que crean cuando
o bien habla conjuntamente una comunidad en cuanto tal. En este caso les hable de «las cosas del cielo» (la frase de εάν es condicional even-
habría que postular como contenido del testimonio sobre todo la expe- tual). Antes de intentar definir más concretamente los controvertidos
riencia de la «generación por el Espíritu»: Lo que Nicodemo no com- términos τά επίγεια y τά έπουράνια, hay que dejar sentado con
prende y ni siquiera barrunta, vino a ser realidad para la comunidad toda claridad que Jesús ha dicho ya «las cosas de la tierra», pero
creyente en Cristo. No obstante, es problemático que el evangelista des- tiene en vista una futura revelación de «las cosas del cielo», y por
bordara tan audazmente el marco del diálogo, tanto más que Jesús vuelve cierto todavía durante su actividad reveladora en la tierra 95 .
a hablar inmediatamente en singular en el versículo siguiente.
Lo que ya se ha dicho no puede ser en concreto sino la instruc-
Ante este dilema, es posible que el camino para la verdadera solución ción sobre el «nacimiento (de agua y) del Espíritu», tomados éstos
haya de pasar por los dos textos de 3,32 y 9,4. El primero sugiere a la
conjuntamente y no sólo, digamos, la figura del «viento» aducida
interpretación que aquí no se piensa en la experiencia de la «generación
por el Espíritu», la cual es compartida por todos los futuros creyentes, como una expresión ilustrativa. Aunque esto esté tomado de las con-
sino en la revelación especial que Jesús, y sólo él, ha traído del cielo de diciones «terrestres» y así pudiera inducir a equipararlos a τά επίγεια,
resultas de una «visión» directa (v. 32: «visto» [ + «oído»]). El segundo no es, sin embargo, objeto de la fe; se trata más bien de la entera
pasaje (9,4) tiene importancia por el hecho de que Jesús, en un principio, doctrina fundamental, a saber, que el hombre (terrestre) debe experi-
sólo puede referirse a sí mismo, pero, como se ve, dirige también la mi- mentar una nueva creación por el espíritu divino, a fin de dar el pri-
rada a los discípulos: El imperativo de historia de la salvación, de obrar mer paso hacia la salvación.
mientras es de día, afecta también a sus discípulos, ligados inseparable-
mente a él y a su obra. Esto quiere decir, aplicado a 3,11: la revelación
escatológica, que no era posible a nadie sino a Jesús, viene sin embargo A la vez se nos recuerdan aquí, cuanto al contenido, «grados» simi-
confiada a los discípulos y asumida y transmitida por ellos, de modo que lares a los del conocimiento de la salvación, que el NT menciona en otros
al enmudecer el Jesús terrestre, sus discípulos y enviados siguen proclaman- pasajes. Pablo habla de «leche» y de «alimento sólido» (ICor 3,2) y en-
do la misma revelación. En este sentido puede él comprenderse juntamente juicia a los corintios como hombres «carnales» que aún no son maduros
con ellos, y de hecho designó el obrar de ellos como prolongación del ni capaces («espiritualmente») de gustar manjares sólidos (cf. ibid., w . 1
suyo propio (13,20; cf. aquí también el λαμβάνειν; cf. además 15,20). y 3). Todavía más significativa es la manera como Heb 6,ls contrapone
Con esto se rebasa en alguna manera la situación del diálogo, pero sólo los «rudimentos» sobre Cristo a la «perfección», es decir, a lo que se
en forma restringida, algo así como sucede también en 4,38; 17,18: La ofrece a los maduros y perfectos en la fe; en efecto, en cuanto a lo pri-
mirada de Jesús se extiende al tiempo en que los discípulos incorporan mero, lo «básico», presenta determinadas cosas que son imprescindibles
el «testimonio» que él dio a su propia predicación y se lo apropian 93 . para la «iniciación» cristiana, entre las cuales se cuenta también la «ins-
trucción sobre los baños de inmersión», o sea, probablemente, sobre el
bautismo, en cuanto distintos de otros ritos de inmersión. Si en la res-
Así se enfrenta Jesús al representante del judaismo versado en la puesta de Jesús a Nicodemo pensaba el evangelista concretamente en el
ley con la autoridad del Revelador escatológico, celestial, cuya revela- bautismo y en su necesidad (cf. Coment. a v. 5), ¿no habría también com-
ción («testimonio») también los discípulos (en unión con el Espíritu prendido entre las «cosas terrestres» precisamente el bautismo y todas las
Santo, cf. 15,26s) siguen atestiguando conjuntamente. Pero (και adver- enseñanzas elementales relacionadas con él? Cierto que hay una termi-
nología diferente, que es preciso explicar. Ahora bien, la comparación
sativo = «y sin embargo») 94 Nicodemo y sus colegas no aceptan este con Heb 6,ls facilita en este caso quizá también una decisión previa
testimonio. Aquí está contenido implícitamente el juicio del evangelista sobre el difícil término τά έπουράνια; en efecto, la «perfección» en Heb
(cf. 1,1 Os; 3,32; 5,43; 12,37); la escisión se va abriendo paso (cf. 3,19; está en conexión con la «consumación» (τελειουν), cristiana, la entrada
9,39). Desde luego, en la situación del diálogo no quiere Jesús toda- definitiva y con pleno vigor en el mundo celestial, cuyo camino preparó
vía condenar definitivamente a su interlocutor, sino sólo situarlo ante Jesús, precediéndonos en la marcha (cf. Heb 2,10; 5,9; 7,28; 10,14; 12,23).
la decisión; con su negativa se cortaría él mismo el acceso a una ul- En el EvJn despierta luego la atención el gran discurso del pan en el
terior revelación (cf. v. 12). cap. 6, según el cual Jesús, en cuanto pan de vida descendido del cielo,
hace a los que en él creen y lo reciben en la eucaristía partícipes de su vida
divina y los conduce al mundo celestial (cf. especialmente w . 33.51.57.62); Así pues, hasta ahora no se han comprobado paralelos totalmente
ahora bien, la meta «celestial» es realmente una pieza central de la sote- adecuados de Jn 3,12. Probablemente, el giro sería creado ad hoc por
riología joánica (cf. 8,12; 12,32; 13,33; 14,2-6). el evangelista. Sin embargo, podemos seguir preguntando en qué pen-
saría él más concretamente tocante a la revelación, todavía pendien-
Los términos «terrestre-celestial» parecen estar relacionados en ge- te, de las «cosas celestiales». Dado que se trata de una continuación
neral con la mirada joánica «vertical» qué confronta el sector terrestre del tema del «nacer del Espíritu» — exigencia fundamental para el logro
y el celeste (cf. supra acerca de άνωθεν ν. 3); aquí, sin embargo, no de la salvación del hombre— es de creer que él tuviera en la mente
se emplean en sentido de contraposición, sino de gradación: Lo «ce- los misterios relativos a la consumación de la salvación, a la entrada
lestial» rebasa y sobrepuja a lo «terrestre». A este respecto, los puntos del hombre en el mundo celestial. Sobre esto oímos efectivamente to-
de contacto con el pensar y hablar judío son sin duda todavía los más davía cosas importantes en el EvJn: El camino que conduce a esta
dignos de consideración. meta es Cristo (14,6); a él hay que unirse para alcanzar la luz de la
vida (8,12). Sólo él subió al mundo celestial (3,13), y en él quiere pre-
parar un puesto a los suyos (14,2s). En variaciones constantemente nue-
Así se lee en Sab 9,16: «Apenas barruntamos lo que sucede en la tie- vas resuena el mismo tema del ascenso de Cristo (6,62; 20,17), de su
rra..., ¿quién rastreó lo que hay en ¡os cielos?» En 4Esd 4,21 se contrapone
vigorosamente: «Así también, los habitantes de la tierra sólo conocen lo retorno al Padre (13,1; 16,28), de su «exaltación» (3,14; 8,28; 12,32)
terreno, y sólo los del cielo conocen lo que hay en las alturas celestiales»; y de su glorificación (12,23; 13,31s; 17,1), pero no sólo bajo el aspecto
análogamente San 39a: «Tú no sabes lo que hay en la tierra; ¿cómo sa- cristológico, sino también por lo que hace a su relevancia soterioló-
brías lo que hay en el cielo?»96. Cierto que aquí sólo se trata de meros gica: Así se alumbra para nosotros la salvación (12,31s; 17,2s), se co-
paralelos terminológicos formales, puesto que estos pasajes designan como munica vida y gloria a los creyentes (6,62s; 7,39; 17,24). La unión
«terrestre» sin duda alguna sólo cosas «naturales», no precisamente ver- — esencial para esta revelación— de los creyentes con el celeste en-
dades de revelación. En cambio, la mística judía (tardía) conoce misterios viado y guía de la salvación viene explicitada todavía más, sobre todo
terrestres y celestiales, que vienen descubiertos al Metatron. Hen(hebr)
con la doctrina del «pan de vida» que ellos deben gustar (6,32-58) y
10,5 (ed. Odeberg 29s): «Pues al príncipe de la sabiduría y al príncipe
de la inteligencia los he confiado yo (Dios) a él (al Metatron), para que de la vid, en la que deben permanecer (15,1-10). En la mente del evan-
lo instruyan en la sabiduría de las cosas celestiales y de las cosas terres- gelista, la doctrina de la «generación por el Espíritu» (bautismo) se
tres, en la sabiduría de este mundo y del mundo venidero»; 11,3 (Ode- continúa en la doctrina de los dones llenos de espíritu y transmisores
berg 31): «Y no había nada allá arriba en las alturas ni abajo en las de vida (eucaristía, 6,53-57.62), con lo cual queda completada la mis-
profundidades, que me estuviese oculto»97. También en el rabinismo sig- tagogia de la salvación. Todo esto —el misterio de Cristo y de la re-
nifica la antítesis «abajo-arriba» lo mismo que la otra: «este mundo-el dención, el camino de Cristo y nuestro hacia el mundo celestial, su
mundo venidero»98. acción desde el cielo y sus dones celestiales —estaría insinuado con
Cierto que el contraste de «abajo-arriba» desempeña también un im- las «cosas celestiales», de modo que más que por las doctrinas par-
portante papel en la gnosis; pero allí el ámbito inferior, terrestre, viene ticulares hay que preguntar por el entero camino hacia el mundo celes-
absolutamente desvalorizado, cf. OdSal 34,4s: «Lo que hay arriba es tial, que viene abierto por Cristo; sólo así resulta completamente claro,
arquetipo de lo que hay abajo. Porque todo está arriba, y abajo no hay según la interpretación joánica, lo que quiere decir «entrar en el reino
nada, sino que (sólo así) aparece a aquellos que carecen de conocimien-
to» (cf. más abajo, Coment, a 3,31). Esta antítesis radical no tiene nada de Dios». Ahora bien, Nicodemo no entiende ni siquiera los rudimen-
que ver con Jn 3,12. Bultmann (Ev. des Joh. 105s, nota 2) remite, en tos más elementales; ¿cómo podrá, pues, captar las «cosas celestiales»
cuanto al contenido objetivo, a los misterios «pequeños» y «grandes», o a que todavía están por revelar?
dos grados expresados diversamente en la gnosis; pero aqui también falta
una clara correspondencia terminológica. Por lo que hace al camino del
conocimiento — o bien iluminación de fe— de su estadio incipiente al La interpretación de los padres en sentido de los misterios más pro-
avanzado, los textos neotestamentarios mencionados son más indicados que fundos de la Trinidad, de la encarnación, de la divinidad de Jesús, etc.,
los gnósticos. Con ello no queremos negar que hubiese podido haber in- da en lo cierto en cuanto que debe tratarse de una revelación progresiva,
fluencias recíprocas. pero desliga ésta del pensar joánico y de la tendencia del diálogo con
Nicodemo. La explicación moderna, que ve expresada en los versículos
siguientes (sobre todo 13-15)99 la revelación de las «cosas celestiales», da
con algo acertado en cuanto a la materia, puesto que la «exaltación del mación central de la venida del Revelador escatológico o de la misión
Hijo del hombre» forma ciertamente parte de esas cosas, pero no tiene o envío del Hijo de Dios por el amor del Padre para la salvación del
suficientemente presente la situación del diálogo. Además, difícilmente se mundo; el «camino» de vuelta del Redentor a la gloria celestial pa-
puede concebir que después de la pregunta tan escéptica del v. 12, revele sando por la cruz; al mismo tiempo su llamada dirigida a los hombres,
todavía Jesús las «cosas celestiales» al doctor de la ley ayuno de com- a seguirle en la fe, y la situación de decisión ineludible que les ha sido
prensión. Conforme a nuestras reflexiones de crítica literaria (v. antes del impuesta; pero junto con este kerygma también un juicio sobre el
cap. 3), el diálogo terminaría más bien en el v. 12, y los w . 13ss forma- comportamiento histórico de los hombres, que al mismo tiempo
rían parte de un «suplemento» del evangelista, que ahora hay que explicar
viene a ser un nuevo llamamiento, una advertencia y una amonesta-
empalmando con el diálogo con Nicodemo.
ción a los oyentes actuales de su mensaje (cf. 1,10-13; 12,37-43). Bajo
BIBLIOGRAFÍA SUPLEMENTARIA: R . Pesch, «Ihr müsst von oben geboren wer- este respecto se halla concentrado en este discurso el objetivo del
derr». Eine Auslegung von Jo 3,1-12: «Bibel und Leben» 7 (1966) 208- evangelista en la composición de su Evangelio (cf. 20,31): Mirada
219; I. de la Potterie, Jesús et Nicodemus: de necessitate generationis retrospectiva al gran acontecimiento único e irrepetible acerca del cual
ex Spiritu (Jo 3,1-10): VD 47 (1969) 193-214; id., Jesús et Nicodemus: informa, y mirada a los hombres para quienes escribe, interpretación
de revelatione Jesu et vera fide in eum (Jo 3,11-21): ibid. 257-283; M. de de la historia e interpelación, testimonio y kerygma.
Jorge, Nicodemus and Jesús: Some Observations on Misunderstanding Se puede preguntar todavía si esto será un discurso de revelación
and Understanding in the Fourth Gospel: B J R L 53 (1971) 337-359; R . de Jesús mismo (cf. 12,44-50) o bien un discurso kerygmático del
Summers, Born of Water and Spirit, en: The Teacher's Yoke (en me-
evangelista. Atendida la forma estilística, no se excluye que el evan-
moria de H. Trantham), Waco (Texas) 1964, p. 117-128; H. Leroy,
Ratsel und Missverstandnis, Bonn 1968, p. 124-136. gelista quiera que las frases lapidarias se entiendan como palabras de
Jesús mismo, puesto que también en otros discursos de Cristo conte-
nidos en el Evangelio se encuentra a veces el modo de hablar en ter-
SUPLEMENTO: E L CELESTIAL REVELADOR Y PORTADOR DE VIDA (EL KERYGMA cera persona, especialmente cuando Jesús habla del «Hijo» o del «Hijo
JOÁNICO), 3,31-36.13-21 del hombre» (cf. 5,19-29; 6,32s.53; 12,23s.35s; 13,21s). Por otro lado,
llama la atención en nuestra sección 3,31-36.13-21 el que ni una sola
Las últimas palabras de Jesús a Nicodemo (v. 12) son una pregunta palabra se formule en el estilo «yo», ni se halle ninguna fórmula de
que suscita múltiples reflexiones: sobre la revelación de Jesús, pero encarecimiento («en verdad, en verdad, os digo», como en 5,19.24.25)
también sobre la necesidad de la fe en este revelador Salvador esca- ni tampoco, sobre todo, ningún έγώ είμι (como en todos los demás
tológico y, finalmente, sobre el comportamiento efectivo de los hom- grandes discursos). Este έγώ είμι es característico del estilo de los
bres que oyeron entonces el mensaje de Jesús y fueron llamados por discursos joánicos de revelación, y difícilmente podrá explicarse su
él. Así pudo el evangelista, empalmando con el diálogo con Nicode- ausencia en nuestro discurso diciendo que sobre el conjunto parece
mo, emprender una reflexión o meditación que respondía a estas pre- flotar una «atmósfera de misterio» 10°. Quizá esté incluso mal planteada
guntas preocupantes. Conforme a su mirada dirigida a lo esencial y la alternativa entre «discurso de revelación de Cristo» y «discurso ke-
conforme a su denso lenguaje, que no sigue un orden rigurosamente rygmático del evangelista». Si es acertada la explicación del «nosotros»
lógico de las ideas, sino que meditando se deja llevar de una palabra de 3,11, que se ha dado anteriormente, entonces el evangelista habría
a la siguiente (cf. lJn), podía resultar de su meditación un discurso, asumido el testimonio celestial del Revelador escatológico y lo habría
un todo coherente y homogéneo, como creemos haberlo identificado hecho pasar a su testimonio de predicador. Para los oyentes en tiem-
en los pasajes 3,31-36 y 13-21. Aunque el diálogo con Nicodemo pudo pos del evangelista siguen resonando las palabras de Jesús en las del
haberle dado pie para ello, como se desprende de diferentes resonan- testigo autorizado, iluminado por el Espíritu Santo (cf. 15,26s; 16,13s),
cias lingüísticas y conceptuales (cf. supra, antes del cap. 3), sin em- de modo que bajo este respecto el discurso de revelación de Jesús se
bargo, este discurso — q u e quizá fuera sólo un esbozo, una compila- funde con el discurso kerygmático testimonial del evangelista. Con
ción de las ideas de que estaba repleto— rebasa con mucho la situa- esto viene a ser secundaria la pregunta de si habla Cristo o el evan-
ción del diálogo nocturno. gelista: Aquí se nos ofrece el kerygma joánico, que según la idea del
Podríamos decir que en este discurso se agolpan apretadamente los evangelista no es sino el testimonio de la revelación de Jesús.
asertos fundamentales del EvJn y de la teología joánica: la procla-
3l
El que viene de lo alto está por encima de todos. El que es de visual el conjunto de todos los demás que se hallan en la tierra, no
la tierra, terreno es y como terreno habla. El que viene del cielo está hay tampoco la menor dificultad en tomar genéricamente «el que es
por encima de todos: 12da testimonio de lo que ha visto y oído, pero de la tierra», es decir, en entenderlo en el sentido de todos los mo-
nadie quiere aceptar su testimonio. 33El que acepta su testimonio, cer- radores de la tierra, que le son inferiores y dependen de su revelación.
tifica que Dios es veraz. 34Porque aquel a quien Dios envió habla las Como «son de la tierra», son también «de condición terrestre», en su
palabras de Dios; pues no da el Espíritu con medida. i5El Padre ama pensar y en su hablar están atados y restringidos a posibilidades te-
al Hijo y todo lo ha puesto en sus manos. *El que cree en el Hijo tiene rrestres. La expresión con είναι έκ no es tautológica, sino que agota
vida eterna; pero el que rehusa creer en el Hijo, no gozará de vida, los dos significados de έκ: procedencia y condición o índole, siendo
sino que la ira de Dios pesa sobre él. la procedencia la que determina la índole (cf. v. 6). Por índole y por
n capacidad se contraponen rigurosamente «el que viene de lo alto» y
Pues nadie ha subido al cielo, sino aquel que bajó del cielo, el
Hijo del hombre. 14Y al igual que Moisés elevó la serpiente en el de- «el que es de la tierra»: hay entre uno y otro una separación radical;
sierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, apara que todo con análogo rigor dualístico habla Jesús más tarde a los incompren-
el que crea en él tenga vida eterna. ibPorque tanto amó Dios al mundo, sivos judíos (8,23), como el autor de lJn habla de las doctrinas erró-
que entregó a su Hijo único, para que todo el que cree en él no pe- neas (4,5). Quizá no sea έκ της γ η ς tan negativo como έκ του
rezca, sino que tenga vida eterna. 11Porque Dios no envió su Hijo al κόσμου (τούτου); pero aun así la distancia es más que sobrada. Sin
mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo embargo, el contraste no es metafísico, ya que el enviado celestial vie-
por medio de él. lsEl que cree en él no se condena; pero el que no ne a la tierra y da a todos los terrestres la capacidad de venir a ser
cree ya está condenado, por no haber creído en el nombre del Hijo «hijos de Dios» (1,12), es decir, de lograr mediante un «nacimiento
único de Dios. i9Y ésta es la condenación: que la luz vino al mundo, de lo alto» el acceso al mundo celestial (cf. 3,3.5). El sector terrestre
y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque las obras no viene completamente desvalorizado en su aspecto óntico, sino sólo
de ellos eran malas. xPues todo el que obra el mal, odia la luz, y no relativizado en comparación con el sector superior, celestial, y orde-
se acerca a la luz, por que no se descubra la maldad de sus obras. nado a éste; viene a ser fatal sólo para los hombres que se cierran
2l
Pero el que practica la verdad, se acerca a la luz, y así queda mani- a la revelación y posibilidad de salvación que viene «de arriba» y con
fiesto que sus obras están hechas en Dios. su comportamiento se hacen «prisioneros» del sector «inferior», de
abajo (cf. Coment. a 8,23). Así este «dualismo» está todavía muy le-
3,31. El discurso comienza con la contraposición del que «viene de jos del gnóstico y mantiene en enlace con el modo de pensar judío,
lo alto» y el que «es de la tierra». El que se ha mencionado en primer como resalta concretamente en los textos de Qumrán 101 . Llama la
lugar no puede significar sino a Jesús, el testigo y Revelador celes- atención la añadidura «y como terreno habla» 102 , que sugiere una re-
tial (v. 32), el «Hijo» muy amado del Padre (v. 35 cf. vv. 16s), el «Hijo ferencia concreta. Cierto que este «hablar» humano terreno, insufi-
del hombre» descendido del cielo (v. 13). Éste está «por encima de ciente e incomprensivo, está en contraste con el «testimoniar» auto-
todos», es decir, de todos los habitantes de la tierra, que están ama- ritativo del Revelador que viene del cielo (v. 32), o con su «hablar
rrados al sector «inferior» (cf. 5,12) y consiguientemente sujetos a la las palabras de Dios». Pero resulta difícil admitir que se trate aqui
limitación y flaqueza humana (cf. «carne» v. 6). El έπάνω empalma de formar un contraste mediante una alusión anticipada a lo que si-
figurativamente con el άνωθεν, y πάντων se ha de entender también en gue; más bien intenta traer a la memoria una ocasión concreta en la
masculino por razón del término masculino que sigue. Ahora bien, que se hizo patente tal hablar. De acuerdo con las ideas que hemos
la categoría de representación espacial implica un enjuiciamiento de venido exponiendo hasta aquí, lo más obvio parece ser pensar en
rango y de valor: El que está «por encima de todos» es superior a Nicodemo, cuyas respuestas (3,4.9) revelan una mentalidad terrena.
todos los demás, y ello «por principio», por razón de su origen, bajo Si el entero discurso kerygmático fue concebido en conexión con el
todos los respectos, absolutamente. Debido a esta singularidad del
diálogo con Nicodemo, se comprende este «traer a la memoria», y
venido del cielo, podría propenderse a entender también «el que es
Nicodemo viene a ser una ilustración de lo que aquí se desarrolla
de la tierra» primeramente como una persona o individuo singular;
como principio general (cf. también v. 12).
pero dado que aquí se trata sobre todo de la unicidad y singularidad
del Revelador celestial, y además con πάντων cae ya bajo el ángulo
La exégesis antigua consideraba los vv. 31-38 como continuación del su acceso directo a la revelación, así como de su primigenia y segura
discurso de Juan Bautista vv. 27-30; ahora bien, este modo de ver ha sido posesión —procedente de su condición de H i j o — de lo que anuncia,
ya abandonado por la mayoría de los intérpretes (excepto Hoskyns), aun- puede el Jesús joánico asegurar una y otra vez que sus palabras no
que más de uno piensa todavía en una relación con Juan Bautista en las son doctrina suya propia, sino «doctrina de aquel que me ha enviado»
palabras «terreno es y como terreno habla»103. Es posible que la redac-
(7,16; cf. 8,26.28; 12,49; 14,24). Y como su revelación procede de
ción que situó en este lugar los w . 31-36 compartiera esta opinión. En la
lucha defensiva de aquel tiempo contra los discípulos de Juan habría «percepción» inmediata, viene a ser un acto de «testimoniar», un
sido de hecho un expediente feliz poner estas palabras en boca del hu- verdadero «testimonio», seguro en sí mismo (cf. 8,14).
milde precursor del Mesías (v. 28) y amigo del Esposo (v. 29), de modo Su revelación alcanza así la misma certeza que el testimonio de un
que él mismo habría expresado de manera insuperable su distancia de testigo de vista y oído en la tierra, y hasta una certeza mayor, puesto
Jesús. Sin embargo, difícilmente habría podido ser ésta la intención del que está excluido todo posible engaño por los sentidos. Lo que este
evangelista. Según el dicho de Jesús en 5,33ss, era Juan un testigo de la testigo celestial pone al descubierto, dando de ello testimonio, no es
verdad, una lámpara ardiente y brillante, y según la convicción del evan- sólo verdad, sino que es la verdad divina sin más (cf. 8,32.40.45; 17,17;
gelista era un hombre enviado por Dios (1,6); bajo este respecto es dema- 18,37), que viene a ser para el hombre luz (v. Coment. 3,19), fuerza
siado ruda la contraposición de 3,31. Pero tampoco satisface la explica-
salvífica, vida (14,6). La función de «verdad» del testimonio de reve-
ción, según la cual «el que es de la tierra» designa en general a todas las
falsas figuras de reveladores o también a todos los hombres, en cuanto lación de Jesús está insinuada en nuestro pasaje en el v. 33: Quien
éstos son de procedencia y condición terrena104. Si bien es esto lo que acepta su testimonio confirma la «veracidad» de Dios, en el doble
se quiere significar en definitiva, sin embargo, la acentuada confrontación sentido de la fiabilidad de lo atestiguado y de lo prometido, de la ver-
con el único «que viene de arriba», sin mencionar en seguida a «todos», dad de su palabra y de la fidelidad a su palabra. En el testimonio ce-
remite más bien a un típico representante de tal modo de ser y de tal lestial del Revelador viene antepuesto deliberadamente el «ver», porque
modo de hablar. éste expresa todavía con más fuerza que el «oír» la inmediatez del
Hijo con el Padre, pero también porque el «oír» conduce a la noti-
ficación de palabra, momento que en el «testimoniar» se da siempre
En estilo genuinamente joánico —volviendo a algo ya dicho, va-
concomitantemente.
riándolo más claro—, se dice a continuación: «El que viene del cielo
está por encima de todos.» Ahora resulta perfectamente claro que este Este entero proceso de la revelación, que surge de la más íntima
«del cielo» (o «de lo alto») quiere indicar una verdadera procedencia comunión del Hijo con el Padre en la trascendencia del ser divino
celestial, que hace posible un testimonio celestial que le está reservado y conduce a la notificación del saber salvífico a los hombres por me-
a él. Pero también vuelve a subrayarse su superioridad por encima dio del Hijo enviado al mundo, está expresado también de otra ma-
de todos 105 , que están obligados a someterse a este enviado celestial, nera, con densidad y concisión, en el v. 1,17. La mutación de los tiem-
y precisamente esta llamada kerygmática (a la fe) es lo que interesa pos (perfecto en el caso de «ver», aoristo en el de «oír») parece, en
al evangelista. cambio, ser sólo una variación estilística106.
Con tener esta exposición un tono tan radicalmente teológico, el
evangelista, sin embargo, no se aparta en modo alguno de la expe-
3,32. El verdadero Revelador venido del cielo recurre a un conoci- riencia histórica. Tiene siempre concretamente ante los ojos aquello
miento y experiencia inmediatos. Esta experiencia se describe por ana- de que informa en su Evangelio, desde luego con una mirada retros-
logia con lo humano como un «ver», un «oír», dos términos que tam- pectiva al entero acontecer: «Pero (καί adversativo) nadie quiere acep-
bién Jesús usa en otros lugares para designar ese saber de revelación tar su testimonio.» Incluso a este testigo singular, altamente cualifi-
alcanzado junto al Padre y del Padre, aunque sin ponerlos el uno al cado, lo rehusaron y le rehúsan los hombres la fe. Esto mismo había
lado del otro (cf. 1,18; 6,46; —8,26.40; 15,15; ligados ambos indi- dicho Jesús a Nicodemo (v. 11), de tal forma («nosotros» y «vosotros»)
rectamente 5,37). Con ello se insinúa también que la revelación la que se incluían ya implícitamente los futuros predicadores que acoge-
recibe del Padre, pero no en un sentido restringido que rebajara al rían y transmitirían su testimonio. El repudio de la revelación de Jesús
Hijo, puesto que el Padre en mi amor desbordante ha puesto «todo» vino a ser para el evangelista un hecho impresionante y una experiencia
a la disposición del Hijo (v. 35). Bajo tales palabras laten la profunda corriente desde los días de Jesús (cf. 15,20; lJn 4,5).
criitología de Juan y el misterio trinitario. Desde el conocimiento de
3,33. Ahora, con un giro sorprendente, que es propio del desarrollo Padre, y todo menosprecio que le afecte a él va dirigido también con-
de las ideas y del estilo joánicos (comp. 1,11 y 12; 8,15 y 16; 12,37 tra el Padre (cf. 5,23; 8,50; 12,44s); en cambio, la aceptación de su
y 42), se habla del que acepta el testimonio del divino Revelador. testimonio significa reconocer la palabra y la promesa de Dios, ha-
Hay por tanto hombres que, contrariamente a la cerrazón del mundo ciéndolas así fructuosas.
con respecto al mensaje del enviado escatológico de Dios, dan un sí
a su palabra iluminante y salvadora. Estos hombres son la comunidad 3,34. El enviado celestial es sencillamente el portavoz de Dios, el
de los creyentes, que así aparece como el grupo que presta oído a transmisor de sus palabras de vida al mundo alejado de Dios, a la
Dios y le pertenece, en medio de la general entrega a la «tierra» y al humanidad que hasta ahora estaba bajo la ira de Dios (v. 36); aquí
mundo (cf. l,12s; 10,14.27; 11,52; 17,6.20; 18,37d). De este grupo se resuena claramente y no puede pasar desapercibida la reivindicación
trata aquí, y cada uno de los que lo forman viene llamado a dar su y la interpelación de este único revelador y salvador. El enviado de
sí al mensaje de revelación de Jesús, sin dejarse seducir ni retraer. Dios habla las palabras de Dios, ni más ni menos, pero lo hace con
Con este sí certifica como con un sello 107 que Dios mismo se oculta plena autoridad. Aquí late el viejo principio judío, según el cual el
tras ese mensaje y con su palabra no engaña ni decepciona. En efecto, enviado vale tanto como el que lo envía 108 ; así como este principio
la «veracidad» de Dios garantiza la verdad del testimonio y la certeza está testimoniado por lo que hace al Jesús sinóptico (Me 9,37; Le 9,
de la promesa de salvación, y el hombre que acepta la revelación da 48; Mt 10,40), también el Jesús joánico se lo apropia y todavía con
gloria a Dios y deja que su palabra actúe en él. Que la afirmación mayor énfasis (12,44s; 13,20; cf. 15,21; 17,18; 20,21). Ahora bien, el
puede y debe entenderse «existencialmente» resulta del pasaje muy principio jurídico envuelve aquí una realidad todavía más profunda:
afín de l J n 5,9-12. Quien cree en el Hijo de Dios, se apropia el tes- el enviado es «el Hijo» (v. 35s), que está y permanece íntimamente
timonio de Dios como posesión constante y eficiente, que le aprovecha unido con el Padre. El Padre no sólo dio a Jesús el encargo de lo que
para el logro de la vida eterna. Pero quien no cree en Dios, rechazando ha de decir y hablar (12,49), sino que además habla también en
el testimonio que da en favor de su Hijo, «lo hace mentiroso». Jesús sus propias palabras (cf. 14,10). El que envía es aquí perfectamente
Ésta es la pieza negativa opuesta a la formulación positiva en nues- uno con el enviado, de modo que el que «ve» a éste ve también a
tro pasaje. Cierto que la idea del testimonio es en cada caso algo dis- «aquél» (12,45), el que oye las palabras de Jesús, oye también las pa-
tinto, puesto que en lJn se trata del testimonio de Dios en favor de labras de Dios. Así, el «hablar las palabras de Dios», que incumbía
su Hijo, en Jn 3, en cambio, se habla del testimonio divino en la re- ya a los profetas enviados por Dios, es algo totalmente nuevo y sin-
velación del Hijo; pero en todo caso se trata de dos enfoques dife- gular en boca del enviado escatológico de Dios, el «Hijo»; el evan-
rentes de la misma cosa. En ambos casos la aceptación del testimo- gelista captó esto profundamente a la luz de su cristología. En fun-
nio de Dios significa reconocer a Dios y con ello operar al mismo ción de esto habrá que entender también la breve frase «pues no da
tiempo la propia salvación. Así como en l J n 5,11 el contenido del el Espíritu con medida»: a este último enviado, como a ningún otro
«testimonio» está francamente concretado en el sentido de que «Dios de los que le precedieron anunciando las palabras de Dios, Dios mis-
nos ha dado la vida eterna», y ello por su Hijo, el curso de las ideas mo le da el espíritu en una plenitud indivisa. Era convicción rabínica
en Jn 3,33ss culmina también en la frase que dice que quien cree en que los profetas habían recibido el Espíritu de Dios en diferente me-
el Hijo (y consiguientemente acepta la palabra de Dios, v. 34), tiene dida («a peso») 109 ; que el Espíritu descendido sobre Jesús en el bau-
vida eterna (v. 36). Ahora bien, con esto resulta a la vez claro que tismo para actuar en él de forma permanente y plena, se había dicho
el testimonio del Hijo no se ha de separar del del Padre. En la reve- ya en el testimonio del Bautista (l,33s). Jesús es el perfectamente lleno
lación del Hijo habla el Padre, y si ésta es en sí un testimonio vale- de Espíritu, que por ello puede también «bautizar con Espíritu Santo»
dero, puede en realidad considerarse también como un doble testi- (1,34), cuyas palabras son espíritu y vida (6,636 cf. 68), del que, como
monio, del Hijo y del Padre (comp. 8,14 y 17s). El testimonio de Dios, de una fuente sobreabundante, también los creyentes han de recibir
al que se remite Jesús (5,32.37; 8,18), puede reconocerse, desde luego, di Espíritu (7,39). Por esto se ha pensado también que el sujeto de
tanto en la Escritura como en las «obras» que a él le han sido otor- la corta frase en cuestión no es Dios 110 , sino el enviado de Dios, que
gadas; pero de la misma manera, y en forma todavía más sobresaliente, habla las palabras de Dios y con ellas se derrama el Espíritu sin
se puede percibir en sus palabras mismas (cf. 6,63; 7,17; 8,47; 12,47s; medida 111 . En razón de la partícula motivante (γάρ) habría que inter-
14,106). Jesús, en cuanto revelador, está íntimamente unido con el pretar, pues, así: Que él habla las palabras de Dios, se puede reco-
nocer y experimentar por el hecho de que él da el Espíritu en abun- En la misión de Jesús afecta esto en definitiva al «poder salvífico sobre
dancia (escatológica). Ahora bien, esta idea, acertada y conforme con toda carne» otorgado al Hijo y que despliega su eficacia después de
el pensar joánico (cf. también lJn 3,24; 4,13), no parece ocupar aqui su «glorificación», precisamente para otorgar a los hombres la vida
el primer plano, puesto que se trata de probar que Dios habla en las eterna que le ha sido confiada (17,2, cf. 13,3). Ahora bien, presupues-
palabras de su enviado (v. 33, 34a). Precisamente esto explica el último to para ello es primeramente el poder de revelación que muestra el
inciso: Dios mismo hace que las palabras de su enviado, gracias a la camino de la salvación a los hombres que lo aceptan. En nuestro pa-
plenitud del Espíritu otorgada a éste, sean palabras llenas de Espíritu, saje se ha elegido el giro deliberadamente con tenor general y universal
palabras divinas. De Dios (Padre) se dice luego en el v. 35 que él ha (como en 13,3), a fin de indicar con ello el entero proceso de la aper-
puesto «todo» a su disposición, a saber, la entera verdad por revelar. tura de la salvación, desde la revelación hasta la comunicación de vida
Al «sin medida» responde este «todo»; al otorgar Dios a su enviado por el Hijo. Es una revelación portadora de salvación, que el Padre
la plenitud del Espíritu, le ha confiado al mismo tiempo el pleno co- puso en toda su amplitud a disposición del Hijo. Por tanto, es tam-
nocimiento de la salvación que se ha de revelar a los hombres, de bién ocioso querer descubrir en este modo de hablar viejas especula-
modo que para todo hombre sólo hay una consecuencia: creer en el ciones cosmológicas y mitológicas 115 , o presentar este logion joánico
Hijo para alcanzar la salvación, la vida eterna (v. 36). del «Hijo» como nueva interpretación de un primigenio logion del
Si lo entendemos así, penetramos hondamente en el pensamiento «Hijo del hombre», que significaría la concesión del poder de juzgar,
cristológico y «trinitario» del evangelista. Lo que une al Padre y al Hijo otorgada por el Señor de los espíritus 116 . Más bien se expresa aquí en
para esta obra de revelación y de salvación es el Espíritu, que el Padre la manera de hablar joánica el «equipamiento» y los poderes del Re-
da al Hijo en toda su plenitud, y que el Hijo hace que en sus palabras velador y Salvador enviado al mundo; el modo de hablar «del Padre» y
se derrame abundantemente, aportando salvación a los hombres (aun «del Hijo» acusa un origen genuinamente joánico. Desde una pers-
cuando el Espíritu sólo sea alumbrado efectivamente después de la pectiva cristológica lo que aquí se quiere indicar no es la autocomu-
glorificación de Jesús). En este sentido está también contenida aquí nicación intratrinitaria del Padre al Hijo, sino la asignación del saber
la idea expresada por Orígenes: «Pero él, el Redentor, que fue envia- y poder salvífico en esta misión histórica; de cualquier forma, una
do para hablar el lenguaje de Dios, no da el Espíritu sólo parcial- reflexión profunda descubre que aquella comunicación es presupuesto
mente» 112 . Éste es un pensar «trinitario», que está orientado todavía de esta transmisión de saber y poder ilimitados al Hijo. Lo que el Hijo
totalmente en sentido de la historia de la salvación y que puede en- posee del Padre en forma ilimitada —conocimiento de su ser (cf. 17,
tender todavía el «Espíritu» como don de Dios al Mesías, a fin de 6), vida (5,26; cf. 6,57) y gloria (17,5.22)—, puede él retransmitirlo a
que éste, en cuanto perfecto portador del Espíritu, venga a ser a su aquellos que creen en él, de modo que participen de todo ello en la
vez para los hombres el que «bautiza con el Espíritu» (cf. 1,33). Así forma que les es posible y apropiada. Como respuesta a esto suena
no hay tampoco razón para suprimir, como «añadidura no joánica», la frase del himno al Logos: «De su plenitud todos nosotros hemos
τό πνεύμα (que falta en B* sy5)113. recibido» (1,16).

3,35. La ilimitada comunicación del Espíritu se efectúa por el amor 3,36. El llamamiento kerygmático que resulta inmediatamente de aquí
del Padre al Hijo. Cuando el evangelista viene a hablar del insondable reza así: «El que cree en el Hijo tiene vida eterna.» La fe tal como la
misterio de la unión de Jesús con Dios, usa siempre el absoluto «el entiende Juan, es lo único que se exige al hombre para llegar a ser
Padre» y «el Hijo», porque sólo así puede él insinuar la última pro- partícipe de la promesa de salvación hecha por el Revelador, porque
fundidad metafísica, de la cual brota la comunión en el pensar y obrar este mismo es el portador y comunicador de la vida divina. La exi-
entre Jesús y Dios. Aquí hace resaltar (como en 5,20; 15,9s; 17,23s.26) gencia sinóptica de «convertirse» y de «creer en el mensaje de salva-
el amor del Padre, porque es propio del amor dar, y dar sin medida ción» (Me 1,15) está asumido y contenido en la fe joánica, en cuanto
(cf. 3,16; 13,1; 14,31; U n 3,1.16s; 4,10). El perfecto δέδωκεν es atem- que esta «fe en el Hijo» es un plegarse obedientemente al Salvador
poral como lo es el presente δίδωσιν en el v. 34, o enfoca el acto venido del cielo (cf. la contraposición en el v. 36i>), una aceptación
de amor donante, por el que el Padre confió «todo» al Hijo cuando de su revelación y de sus instrucciones (cf. el λαμβάνειν en 3,11.32s;
lo envió al mundo. El giro semítico «dar algo a otro en la mano» 114 12,48; 17,8; además, 8,31.51; 15,7.14), un «seguirle» a él (8,12). La
significa en general la transmisión del poder y facultad de disposición. «conversación» (de que no habla Jn), en cuanto apartamiento del pe-
cado y de todo lo que va contra Dios, y en cuanto dedicación a Dios vida (Un 5,12). En este enfoque cristológico pasa a segundo término
y a su voluntad, se lleva a cabo en unión con el Hijo, que se encarga el camino concreto para la donación de la salvación, del que también
de dirigir y de guiar de las tinieblas de este mundo al mundo celestial forman parte el bautismo y la eucaristía, de la misma manera que
de la luz y de la vida (cf. 12,46; 14,3.6). Así el creer joánico causa pasa también a segundo término la cuestión de si el que imparte la
sobre todo unión a la persona de este Revelador enviado por Dios vida es el Jesús terrestre (sin sacramentos), o únicamente el exaltado
y con ello precisamente salvación; esto se expresa en tal «principio y glorificado (cf. 7,39; 17,12). Quien se une al Hijo en la fe ha hedió
soteriológico», que así o en forma parecida se repite constantemen- ya bastante, ha dado ya el paso decisivo: Del ámbito de la muerte, al
te 117 . Aquí reside la diferencia fundamental entre gnosis (en el sen- que hasta entonces estaba encadenado, ha sido «trasladado» al ámbito
tido del gnosticismo) y fe; aquélla, en efecto, orienta al hombre hacia de la vida divina (5,24; cf. l J n 3,14). En Jesús ha llegado la hora esca-
sí mismo, mientras que ésta lo vincula al Salvador. «En efecto, quien tológica (5,25; cf. 4,23), la salvación está ahí, la vida de Dios está pre-
ha conocido, es bueno y religioso, e incluso divino», se dice en un sente (cf. lJn 1,2), y la única «obra» que se exige es creer en este en-
texto gnóstico (CHerm x, 9); en cambio, el que cree en sentido cris- viado y portador escatológico de la salvación (cf. 6,29). En la fe en él
tiano, se adhiere al Hijo de Dios venido a la tierra (πιστεύειν εις ha alcanzado el hombre, ya ahora y por toda la eternidad, la salva-
αύτόν), que viene a ser para él camino y puente para el cielo. Jn ción; por eso hay que tomar con absoluta seriedad este presente «tiene
emplea constantemente el verbo para decir «creer» (ή πίστις sólo en la vida», no sólo como promesa, aunque también lo es por su fuerza,
l J n 5,4). La fe no es algo abstracto, sino una actitud personal vital que sigue actuando (cf. el Ι ξ ε ι en 8,12; además l J n 2,25).
(cf. Exc. 7).
Por otro lado, no se dice que el creyente que mora en la tierra posea
Ahora bien, este creer que une con Cristo, Hijo de Dios, contiene ya la vida de forma plena y perfecta, de modo que no se pueda ya ha-
la garantía inmediata de salvación: El que cree en él «tiene vida eter- blar de un futuro escatológico. Con estas aserciones relativas a la po-
na» (cf. 20,31). La ζωή αιώνιος es en los Sinópt. todavía un concepto sesión presente de la vida divina se compaginan perfectamente las
puramente escatológico reservado al futuro (Me 10,17 par; 10,30 par; otras, según las cuales todavía ha de llegar una «resurrección de vida»
Le 10,25; Mt 25,46), mientras que en Jn se convierte en don presente (5,29), y que Jesús resucitará el último día al que cree en él (6,39.40.
de salvación. El atributo αιώνιος, que puede también faltar, designa 44.54). Al contrario, es perfectamente consecuente con la idea joánica
más bien la cualidad interna, la manera divina de esta vida verdadera; de vida la concepción de que el hombre entero, también con su cor-
claro que también se entiende implícitamente la duración, la impertur- poreidad, tiene participación en la vida de Dios; esto (y no sólo la
babilidad, la perduración «en la eternidad» (6,51.58; 8,51 s; 11,26), que vida del «alma» inmortal con Dios) se presupone también en ll,25s;
es también un elemento característico de esta vida verdadera, eterna 118 . 12,25. La unión de «vida» del Jesús resucitado con los suyos (cf. 14,
En favor de la presencialización de la escatología en Jn se pueden 19) se va realizando progresivamente desde el encuentro de los dis-
aducir diferentes razones; la decisiva en cuanto a nuestra «fórmula cípulos que todavía moran en la tierra con su Sefior resucitado, pa-
soteriológica fundamental» es sin duda alguna la cristológica: En Cristo sando por su llegada al lugar donde está él (cf. 12,26; 13,36; 14,2s;
está la salvación presente al que cree, la vida divina le es inmediata- 17,24), hasta el momento en que también ellos resuciten; pero lo deci-
mente accesible. Esto indica el έν αύτφ en 3,15 (en cuanto a referirlo sivo es el paso al ámbito de la vida de Dios, que tiene lugar en la fe
a έχγ)..., véase sobre el pasaje) o el έν τ ω ονόματι αύτοϋ en 20,31: en el Hijo.
en Cristo, en su persona, por él y por su mediación, en la unión con La segunda parte del versículo ilustra la misma idea desde el lado
él alcanza el creyente la vida divina (perdida). Creyendo «en él», negativo, como responde a la dicción joánica (cf. 3,18; U n 5,12, etc.),
«aceptándole» a «él» como portador y comunicador personal de vida con lo cual acentúa más aún el llamamiento kerygmático. La incre-
divina (1,12; cf. 5,43; 13,20, expresión joánica) entra en comunión con dulidad es desobediencia al Hijo y excluye del sector de vida divina.
él y se deja reconducir por él a la comunión de vida con Dios. «No ver (la) vida» significa lo mismo que «no ver el reino de Dios»
En cuanto a la modalidad de la fe, no se requiere con esto que sea Ρ ,3) y trae a la memoria el sinóptico «entrar en la vida» (Me 9,43
una confianza salvífica personal en Jesús 119 ; el factor decisivo es siem- 45 par). Caso que el hombre se cierre — y mientras se cierre— con
pre más bien la aceptación de su testimonio de revelación (3,33). En incredulidad al portador de vida, no puede ahora ni en el futuro par-
cambio, la unión personal «al Hijo» creada por la fe es el presupuesto ticipar en la vida de Dios 120 . La obstinación en la incredulidad frente
esencial de la garantía de salvación: Quien «tiene» al Hijo, «tiene» la a la revelación de la salvación escatológica es estar en la muerte, más
aún: estar constantemente bajo el juicio divino. La «ira de Dios» temente la finalidad del envío del Revelador (v. 34). Ahora la nueva
permanece sobre aquel que no obedece al Hijo. El frecuente y variado línea de ideas del ascenso del único que procede realmente del cielo
hablar de la «ira de Dios» en el AT y en el judaismo lo asume Jn adopta este punto de vista y pone al abrigo de toda duda la intención
sólo en este pasaje, concretamente en el sentido del juicio escatológico salvífica de Dios al enviar a su Hijo (v. 16s). Si, n o obstante, se lleva
de Dios que surte su efecto ya desde ahora. También aquí se deja a un «juicio», la incredulidad es la culpable y causante de ello, ya
notar su propio enfoque escatológico que transpone ya toda decisión que aquel que no cree en el único y sin igual Hijo de Dios, ha pro-
al momento actual. El que no cree pronuncia ya ipso facto el juicio nunciado su propia sentencia contra sí (v. 18). Pero con anterioridad a
sobre sí mismo, puesto que no cree en la persona de ese único que esto se sitúan las frases fundamentales relativas al ascenso del «Hijo
puede sustraerlo al ámbito de perdición, a las tinieblas y a la esfera del hombre» al mundo celestial, que pasó y debía pasar por la «exal-
de la muerte (cf. 3,19ss). La misión de salvación de Jesús se le con- tación» en la cruz (v. 14), para que a todos los que creen en él les
vierte por su propia culpa en destino de perdición (cf. 9,39ss), la pa- fuera otorgada en él la vida (v. 15). El «Hijo del hombre» no empren-
labra de revelación y de vida se le convierte en juez (12,48). La crisis dió para sí mismo el camino de la katabasis a esta tierra y el de la
de decisión que ha surgido para cada hombre con la venida del Sal- anabasis al mundo celestial, sino para realizar la universal intención
vador escatológico, viene a ser para él una crisis de condenación, que salvífica de Dios en favor del mundo incurrido en la muerte.
el juicio venidero no hace sino poner al descubierto (cf. 5,29). Al mismo
tiempo, se produce con ello una división de los hombres en creyentes Sí se da a los vv. 13ss el sentido de este kerygma de salvación, se eli-
y no creyentes (cf. 3,19), división que confirma el juicio de Dios sobre minan las dificultades, que de lo contrario crea a la exégesis la sucesión
el «mundo» alejado de él (cf. 9,39). Con un enfoque algo diferente inmediata del v. 13 a continuación del v. 12. Por lo regular se ve en el
dice Jn lo mismo que desarrolla Pablo sobre la función salvadora y juicio negativo del v. 13 el repudio apologético del empeño (de apocalíp-
condenadora, reveladora de la salvación y descubridora de la ira de ticos o gnósticos) por subir al cielo y recibir revelaciones celestes; ahora
Dios, que desempeña el Evangelio (Rom 1,17s). Aquí como allí, se trata bien, la idea, central en este caso, de que el ascenso al cielo se efectúa al
de un juicio «presente» que está totalmente a la luz de la sentencia objeto de recibir revelaciones o de traer noticia de lo alto, no se halla
precisamente aquí (no así en 1,18) 123. Por esta razón^ otros investigadores
escatológica de Dios 121 y que la revelación de la salvación por Jesús entienden el nexo en el sentido de que Jesús comienza ahora a poner
o la predicación de ésta dan sencillamente a conocer, pero que ya al descubierto las «cosas» de que se trataba en el v. 12, a saber, su propio
desde antes pesa ocultamente sobre los hombres. A partir de aquí ingreso en el mundo celestial y consiguientemente también la posibilidad
desarrolla luego Pablo la llamada kerygmática tanto a gentiles como de seguirle allá, que tienen los creyentes 124. El perfecto άναβέβηκεν habrá
a judíos (Rom 1-2), y Jn a quienquiera que es alcanzado por la pala- de ser entonces, o bien un perfecto en frases generales («puede subir»),
bra del Revelador y portador de vida venido «de lo alto». Para ambos o bien un anacronismo desde el punto de vista del evangelista. Ahora
se halla la humanidad situada ineludible y definitivamente ante la al- bien, no puede ser una frase general, puesto que el aoristo καταβάς se
ternativa de querer creer o no creer en el único Salvador, de aprove- sitúa en un contexto histórico12S, y el Jesús joánico no habla en general
char la salvación que le viene ofrecida por Dios o de hacer cierta la en forma anacrónica (a lo sumo cf. 4; véase sobre el pasaje). De cualquier
sentencia de condenación pronunciada contra ella ,22 . forma, es una explicación de la afirmación de v. 13; sólo que resulta más
fácil de comprender un empalme redaccional de v. 12 y v. 13 (en base a la
asociación de τά έπουράνια y «subir» εις τδν οόρανόν) que no una reve-
3,13. La segunda parte del discurso kerygmático comienza como algo lación de las «cosas celestiales» en la situación del diálogo con Nicodemo,
nuevo — y sin embargo empalmando (καί) con la primera, que tra- sobre todo después de la pregunta escéptica en el v. 12.
taba del «que viene de lo alto», o sea, el Revelador celestial— con
la idea de que nadie ha subido al cielo sino el que había bajado del En el sentido del evangelista, el tema pertenece con toda seguridad
cielo. En efecto, el objetivo de la revelación escatológica no es el de a las cosas έπουράνια, que Jesús había mencionado al final del diálogo
instruir sobre cosas celestiales ocultas, sino el de comunicar la salva- con Nicodemo; pero la continuación del discurso sobre el «que viene
ción, que está en el acceso al mundo de Dios, al reino celestial de la de lo alto» se refiere «al que bajó del cielo», destacado con empeño
luz y de la vida (cf. 3,3.5). A esta idea habían llevado ya los w . 35s: por el evangelista.
La ilimitada facultad de disposición del Hijo (v. 35b), que otorga Ningún otro, sino sólo este que vino una vez históricamente
vida eterna a los que creen en él (ν. 36a), había insinuado ya suficien- (aoristo καταβάς) entró realmente en el mundo celestial y permanece
ya establemente allí (perfecto άνοφέβηκεν) en la meta de toda ansia Es verdad que algunos padres adujeron el aserto como prueba de la
de salvación; en efecto, con el título cristológico se asocia en el EvJn doctrina de las dos naturalezas. Así dice san Agustín: «Hic erat carne,
la idea del ascenso (6,62), de la «exaltación» (3,14; 12,34) y glorifica- in coelo erat divinitate, immo ubique divinitate»128; análogamente Cirilo
de Alej.129 y también algunos exegetas modernos 13°. Sin embargo, el título
ción (12,23; 13,31). Es también el Jesús que mora en la tierra (1,51;
de «Hijo del hombre» está ligado a la historia de la salvación; así lo sin-
9,35; 12,34), pero desde el punto de vista de que él procede del mundo tieron quizá los antiguos traductores latinos y siriacos, que tradujeron la
celestial y allá vuelve de nuevo a fin de llevar plenamente a término frase griega por «que estaba en el cielo»131, mientras que otros mss ofre-
su obra salvífica (cf. 6,27; 13,31); es por tanto el Jesús terrestre a la cen la lectura «que es del cielo»132.
luz de su futuro poder salvífico. Este «hombre celestial» que sólo
vuelve a subir allá «donde estaba antes» (6,62) viene a ser, también
3,14. La «subida» del Hijo del hombre al cielo, el retorno del Hijo
por su ascenso, guía de la salvación de los creyentes que se unen a él,
al Padre (cf. 13,1; 16,28; 20,17), comienza con su «exaltación» en la
como todavía aparece más claro en el versículo siguiente.
cruz y precisamente bajo este aspecto pone de manifiesto su significado
para todos los creyentes. Jesús mismo dice en 12,32: «Cuando a mí
Con esto alcanza el concepto joánico de «Hijo del hombre» una rele- me levanten de la tierra en alto, atraeré a todos hacia mí.» Si en nues-
vancia y plenitud que todavía no le correspondía por su origen (sin duda tro pasaje se subraya la necesidad (δει) de esta exaltación para otor-
en la apocalíptica judía, cf. Dan 7,14 y Hen[et]) y que presupone ya un
desarrollo cristológico intracristiano. En efecto, los más antiguos logia gar vida eterna a todo creyente, en la respuesta del pueblo a esa pala-
del «Hijo del hombre» remiten al que un día vendrá con poder (en la bra de Jesús se halla una formulación muy adecuada (12,34). Se trata
parusía), mientras que otros logia entienden bajo ese nombre también al de una formulación tanto más digna de consideración, cuanto que
que actúa en la tierra, y todavía otros lo asocian con la idea de su pasión trata de reproducir palabras de Jesús (πώς λέγεις σύ), pero que con
y muerte fijadas por Dios. Ahora bien, en los Sinópt. no se extiende anterioridad no aparecen así a la letra en boca de éste (pero cf. 12,
nunca el arco de la preexistencia a la gloria de la postexistencia, aunque 23 s). De ello se puede concluir que es ésta una sucinta fórmula keryg-
según Dan 7,14 podría sugerirse ya la preexistencia. Así, el concepto mática, con la que el evangelista quiere expresar una importante idea
joánico de «Hijo del hombre», incluso con la mira puesta en la crucifixión de Jesús, en cierto modo un equivalente del anuncio sinóptico de la
como «exaltación» y ya incipiente «glorificación» (renunciando a la men-
ción explícita de la parusía como el verdadero y propio «venir en gloria») pasión Me 8,31 par, del que también forma parte este «debe», que
representa el último y más maduro desarrollo del conjunto de ideas ligado depende de la voluntad de Dios y que tanta importancia tiene en la
a este título. Cf. por lo demás Exc. 5. historia de la salvación 133 .

Caso que el evangelista hubiese querido presentar el «discurso ke- Así es como mejor se explica también el presente, aunque desde el
rygmático» como testimonio propio en nombre y en el sentido del Re- punto de vista del evangelista (en correspondencia con el perfecto άναβέ-
βηκεν en el v. 13) había que esperar más bien un έδει. El plan divino
velador y Salvador regresado ya entre tanto al cielo, «vuelto a casa», está intemporalmente por encima de la ejecución temporal. Un análogo
también la añadidura (a «el Hijo del hombre») «que está en el cielo» 12é , δει intemporal se halla todavía en 20,9, donde, después de haber tenido
que se registra en numerosos mss de procedencia no alejandrina, po- ya lugar la resurrección de Jesús, se dice que los dos discípulos que acu-
dría ser de primera mano y referirse, análogamente a 1,18 (v. allí), a la dieron al sepulcro no sabían δτι δει αύτόν έκ νεκρών άναστήναι. Así
perpetua permanencia del «Hijo del hombre» con Dios después de su no hay por qué postular por razón de este δει que las palabras se pro-
nueva subida al cielo. Desde luego, la añadidura no es tampoco im- nunciaran en el diálogo con Nicodemo. Aunque el discurso proceda, y
prescindible y posiblemente no es sino una glosa más tardía; sin em- quiera proceder, del evangelista, no se quebranta la regla de que «Hijo
bargo, desde el punto de vista de la crítica textual, varias cosas abogan del hombre» sólo aparece en boca de Jesús, puesto que el evangelista
tiene en todo caso en la mente un dicho de Jesús (cf. 12,34).
en su favor 127 . Si se quieren poner las palabras en boca del Jesús
terrestre, n o dejan de surgir dificultades; en efecto, tampoco el Jesús
joánico habla de una existencia simultánea en la tierra y en el cielo El que el v. 14b reproduzca en forma joánica un viejo lugar común
(ni siquiera 1,51, véase allí), sino que más bien reserva para el futuro de la predicación cristiana primitiva (basada en el testimonio mismo
la subida al cielo del «Hijo del hombre» y su «glorificación» (6,62; de Jesús) es algo sumamente instructivo acerca de la teología de Jn.
12,23.32; cf. 17,1). Por de pronto es autónomo el empleo tipológico del relato tomado de
3,15

Núm 21,8s, a saber, del motivo «al igual que Moisés elevó la serpiente (cf. 12,27), pero en realidad es la hora del paso de este mundo al Padre
en el desierto». Esta tipología 134 , a la que se recurre con bastante fre- (13,1) y la hora de la glorificación (12,23; 17,1).
cuencia en el período postapostólico, es única en el N T y probable- El impulso para esta nueva interpretación de la «exaltación» que
mente se debe a la propia meditación teológica del evangelista 135 . Con conduce a la «glorificación» pudo habérselo dado Is 52,13, donde se
analogía formal (frase de καθώς) y de manera no menos excepcional dice del «Siervo de Yahveh»: ύψωθήσεται καΐ δοξασθήσεται σφόδρα.
se aduce en l J n 3,12.15 el ejemplo de Caín para ilustrar el odio que Dado que este pasaje podría estar latente también en Flp 2,9, se mues-
se equipara al homicidio. Ahora bien, ¿dónde reside lo «típico» del tra aquí el desarrollo dado a la teología bíblica por el teólogo Juan,
acontecimiento del desierto? En el relato veterotestamentario se eleva que utilizó también para ello el tipo de la serpiente de bronce. Si por
por orden de Dios la serpiente de bronce encima de un poste (propia- la «exaltación» se entiende también la crucifixión, ésta adquiere real-
mente «signo»), a fin de que todo israelita que levante los ojos a ella mente en el enfoque joánico una profundidad teológica que implica
no perezca por picadura de serpiente. Jn aprovecha tres puntos del ya la idea de la «glorificación» 138 .
relato, que enlaza entre sí internamente: la «elevación», su virtud sal-
vadora y el designio latente de Dios (δει). Otros rasgos del cuadro 3,15. Del Hijo del hombre exaltado en la cruz, y sólo de él, proviene
no necesitan ser interpretados alegóricamente. El punto de comparación la virtud salvífica. Cuando él sea «elevado de la tierra, atraerá a todos
no es el poste ni la serpiente en sí misma, sino únicamente la «eleva- a sí» (12,32). La certeza de esta acción salvífica se basa en el plan sal-
ción»; y con ello se asocia la idea de que de esta «elevación» proviene vífico de Dios (δει ν. 14), cuyo objetivo ('ίνα) es la comunicación de
la salvación para muchos. Ni siquiera se menciona el hecho de le- vida a los creyentes, pero también en la unión del Hijo con el Padre,
vantar los ojos al signo los que están amenazados de muerte, por lo que después de ser glorificado por el Hijo, también quiere por su
cual difícilmente puede explotarse con vistas a una teoría sobre lo que parte glorificar al Hijo otorgando vida eterna a todos los que han sido
significa «creer» (a lo sumo es comprobable con el «mirar» al traspa- confiados a éste (17,2; cf. 13,21s). Que el Hijo del hombre viene a ser
sado en 19,37). Rabinos y místicos judíos especularon sobre este «mirar el mediador de la salvación se dice expresamente con el έν αύτω. En
arriba» 136 ; Jn, en cambio, no lo hace, y así no permite que con ello efecto, esta locución no depende de ό πιστεύων, sino que va con εχη
cifremos la «fe» en una mera confianza en la salvación (fe fiducial). y ha sido antepuesta con toda intención. La indicación del objeto de
Cuando el evangelista considera conforme a este tipo la crucifixión la fe por medio de έν sería completamente extraña en Jn, que en
de Jesús como «exaltación» saludable, que al mismo tiempo viene a este sentido usa siempre πιστεύειν εις (sólo en lJn 3,23 con segu-
ser la «glorificación» del «Hijo del hombre» (comp. 8,28; 12,34 con ridad, el dativo τ ω ονόματι), pero también en el N T sería una excep-
12,23; 13,31), da con ello un paso importantísimo para la cristología. ción (al lado de Me 1,15); έχειν έν, en cambio, aparece con cierta
En efecto, en la precedente teología cristiana primitiva el punto más frecuencia (14,30; 16,33; 2031; cf. lJn 4,16). «Por él» y «en él» al-
bajo, la crucifixión, sólo a posteriori va seguido de la «exaltación», canza el creyente vida eterna, es decir, por su persona y en comunión
que conduce a la investigación del señorío a la diestra de Dios (cf. con él 139 . El Hijo del hombre es para él el guía hacia la salvación, al
Act 2,33-36; 5,30s; Flp 2,8-11)137; Jn, en cambio, concibe ya la cruz que puede atenerse, aunque no en sentido jurídico (cf. en cambio 14,30)
como «exaltación», como comienzo de la soberanía salvífica de Cristo o en algún otro sentido extrínseco, sino por la admisión en su comunión
(cf. el vuv formulado dos veces en 12,31, y el κέκριται en 16,11), de vida (cf. 15,4-7; 17,23; U n 2,24; 3,24; 4,13). Así, también el έν in-
como «glorificación» por el Padre, glorificación que se manifiesta en sinuará esta unión interior o conducirá a ella, cf. l J n 5,11: La vida que
el poder de impartir vida a todos los suyos (cf. 17,ls). Jn no habla ya, nos es otorgada por Dios está presente para nosotros «en su Hijo».
como los Sinópt., de un «Hijo del hombre» que va a la pasión y a la En la sucesión del texto que hemos propuesto (v. 13ss detrás de 31-36)
muerte (y por tanto de un «Hijo del hombre» humillado); según él, habían percibido ya los oyentes (v. 36) que el que cree en el Hijo
el «escándalo» paulino de la cruz no viene eliminado sólo por la sub- tiene vida eterna; ahora se les dice de qué manera es esto posible:
siguiente resurrección, sino antes ya, por la majestad y virtud salvífica por el hecho de adherirse el creyente al Hijo del hombre, de atenerse
de la cruz misma. La «hora» de su muerte fijada por el Padre (cf. 7,30; al «Hijo» y de unirse con él, recibe de él, del crucificado y glorificado,
8,20), en la que se concentra su mirada (cf. 12,23; 13,1; 17,1), es — n o la vida eterna.
como en los Sinópt. (cf Me 14,41; Le 22,52)— a lo sumo externa-
mente todavía la hora de las tinieblas (cf. 13,30) y del desconcierto
Este acento viene eliminado por las variantes, que en lugar de έν
αύτω introducen un objeto personal de πιστεύειν 140; ahora bien, en Una vez más es especialmente candente la cuestión de si él, con
Jn se emplea con frecuencia πιστεύειν también sin objeto explícito141. su teología del Hijo del hombre, asumió el mito gnóstico del redentor
Esto no debe sorprender, dado el carácter cristológico de la «fe» joánica. y precisamente con este título le dio un revestimiento cristiano. Antes
No pocas veces resulta del contexto a qué se ha de dirigir la fe, y siem- de aplicarnos a estos arduos problemas, queremos todavía formarnos
pre se da la dirección a Cristo, el Hijo (de Dios), incluso donde hay un una idea de conjunto de los logia del Hijo del hombre en el EvJn
significado especial (como, por ejemplo, en 20,8.25: fe en la resurrección y preguntar si el Hijo del hombre se oculta también bajo otras aser-
de Jesús). Ahora bien, el πιστεύειν absoluto designa preferentemente la ciones del cuarto Evangelio.
fe joánica en sentido pleno (cf. 1,7; 4,41.53; 5,44; 6,36, etc.).

También hay un acento sobre «vida eterna»; como la serpiente en


1. El campo de visión joánico
el desierto salvaba por voluntad de Dios la vida corporal, así también
el elevado en la cruz otorga a los suyos vida eterna (sobre «vida eterna»
En 13 pasajes se menciona al «Hijo del hombre» en el EvJn, y de
véase v. 36). Con esta idea de la salvación empalma lo que sigue 142 .
ellos resulta el cuadro siguiente:

1,51 Sobre el Hijo del hombre suben y bajan los ángeles de Dios.
3.13 Sólo el Hijo del hombre, que bajó del cielo, volvió a subir
Excursus 5 allá.
3.14 El Hijo del hombre debe ser «exaltado» conforme al tipo de
E L H I J O DEL HOMBRE EN EL EVANGELIO DE JUAN
la serpiente en el desierto.
5,27 El «Hijo» tiene autoridad para juzgar porque es el «Hijo
Con 3,14 y 15 hemos llegado ya al punto culminante de la teolo-
del hombre».
gía del Hijo del hombre en el EvJn; por esta razón hay que ampliar
6.27 El Hijo del hombre dará el alimento que permanece para
ahora el ángulo visual para abarcar el entero modo de ver y de expre-
vida eterna.
sarse característico del cuarto evangelista y examinar la problemática
6,53 Hay que comer la carne del Hijo del hombre y beber su
que de ello resulta. Las cuestiones que se plantean no sólo tienen im-
sangre para tener la vida en sí mismo.
portancia por lo que hace a la teología joánica, sino que afectan tam-
6,62 El Hijo del hombre subirá al cielo.
bién al grupo de problemas, hoy tan debatido, relativo al «Hijo del
8.28 Los judíos levantarán en alto al Hijo del hombre.
hombre» en general, dentro del cual se presta, por cierto, relativa-
9,35 Jesús pregunta si el ciego de nacimiento que ha sido curado
mente poca atención a los asertos joánicos 143 .
cree en el Hijo del hombre.
Si bien los logia joánicos, debido a la peculiaridad de este Evan-
12,23 Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser glo-
gelio, no entran seguramente en cuenta tocante a la cuestión que más
rificado.
mueve los ánimos, a saber, si Jesús mismo usó el título y depositó
12,34c El Hijo del hombre tiene que ser levantado en alto (cf. v. 32).
en él la idea que tenía de sí mismo, sin embargo, tienen una impor-
12,34d El pueblo pregunta quién es ese Hijo del hombre.
tancia nada insignificante por lo que hace a la teología del Hijo del
13,31/ Un dicho sobre la glorificación del Hijo del hombre.
hombre, asumida por la Iglesia primitiva o, según más de un investi-
gador, surgida en ella por primera vez, sobre su desarrollo y su in-
Cabe preguntar si estos pasajes abarcan un campo de visión homo-
flujo permanente en lo sucesivo. ¿Mantuvo el evangelista esta desig-
géneo y unitario o bien contienen ideas heterogéneas de acuerdo con
nación en boca de Jesús sólo porque le era conocida ya por la tradi-
su procedencia en la historia de la tradición y su respectivo empleo
ción precedente, o vino a descubrir por otros caminos, quizá por con-
y encuadramiento en el conjunto. Por de pronto se puede reunir el
tacto con círculos judíos o gnósticos, su propia teología del Hijo del material en varios grupos:
hombre? ¿Combinó quizás el evangelista elementos tradicionales del
cristianismo primitivo con alguna otra concepción, o creó él mismo,
3,13; 6,62: el Hijo del hombre bajado del cielo y que as-
en cuanto pensador teológico, algo totalmente nuevo?
asciende de nuevo a él;

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