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Waldo Ortiz
La disciplina opera como anatomopolítica del cuerpo justamente porque recae sobre los
cuerpos en su dimensión física: sus movimientos, sus fuerzas, sus potencias, relacionadas en
un tiempo y espacios diseñados para vigilarlos, para someterlos a una disciplina que requiere
aumentar sus fuerzas para volverlos más útiles en términos económico productivos, pero a la
vez, disminuir sus fuerzas sometiéndolos a un adiestramiento de estas, para mantenerlos
obedientes e inactivos políticamente.
2. A finales del siglo XVIII aparece algo que ya no es la anatomopolítica, sino una
biopolítica de la especie humana. En qué se diferencia la biopolítica de la
disciplina. Teniendo en consideración la emergencia de los conceptos de “cuerpo
especie” y “población” en Foucault.
Si bien la disciplina y la biopolítica tienen muchas diferencias, no hay que olvidar que son
dos tecnologías de poder que operan paralelamente, pero en niveles distintos, por lo que, no
se excluyen sino más bien se articulan, van de la mano.
Ahora veamos sus diferencias. Si la disciplina es una anatomopolítica del cuerpo humano
(hombre/cuerpo), la Biopolítica se aplica a la especie humana (hombre/especie), en otras
palabras, si la disciplina se aplica a una multiplicidad de hombres en cuanto cuerpos
individualizados que se distribuyen espacialmente, organizando un campo de visibilidad y
un sistema de vigilancia para incrementar las fuerzas productivas de los cuerpos a la vez
docilizarlos mediante el adiestramiento, el ejercicio, etc. para mantener su sujeción. La
biopolítica se aplica a una multiplicidad de cuerpos en cuanto seres vivos, entendidos como
masa o población afectada por procesos biológicos de especie, como lo son el nacimiento, la
muerte, las enfermedades, etc. Hay un cambio de lente, si la disciplina domina enfocándose
en lo micro, la biopolítica domina enfocándose en lo macro, es fundamental en este cambio
de mirada la introducción del concepto de cuerpo/especie y de población. La escuela, la
prisión, etc. son espacios institucionales locales, con un número limitado de cuerpos
dispuestos para ser disciplinados. La biopolítica se ocupa de la población, que es en sí un
cuerpo de mayor envergadura, múltiple y que, al reproducirse indefinidamente, se vuelve
innumerable e imprevisible, por lo cual los mecanismos de control deben ser otros que los de
las disciplinas. Es necesario generar mecanismos reguladores y de seguridad para maximizar
y extraer las fuerzas útiles de la población, como para asegurar un equilibrio global. En este
sentido el desarrollo de la medicina y de su función higienización pública van a ser cruciales
para que nazcan los mecanismos reguladores de medición estadística tales como las tasas de
mortalidad, natalidad, morbilidad. También se introducen instituciones asistenciales de
previsión, de seguros, de ahorros, etc. bajo la idea de previsión: es necesario prever el futuro,
adelantarse a los hechos para asegurar la vida. Foucault propone para distinguir entre
disciplina y biopolitica, dos series que se aplican a cada una de estas tecnologías de poder.
Para la disciplina, la serie cuerpo – organismo – disciplina – institución; Para la biopolítica
la serie Población – procesos biológicos – mecanismos reguladores – Estado. Entonces,
existiría lo que llama una organodisciplina de la institución que corre paralelamente con una
biorregulación por el Estado.
Por último, recalcar que son dos tecnologías que operan al mismo tiempo en distintos niveles.
Por ejemplo, en la escuela opera la disciplina de los cuerpos en cuanto estos deben disponerse
de cierta forma en la sala de clases, deben comportarse y tomar atención, sus actividades
están totalmente organizadas espacio temporalmente, etc. Pero también hay biopoder
operando en la medida en que los colegios están facultados para administrar fármacos a los
niños, por lo tanto, ahí se está introduciendo el elemento biológico y político que define esta
tecnología.
3. Desde la clase del 17 de marzo de 1976 del curso “Hay que defender la sociedad”
explique el paso que se da desde un derecho soberano que se centra en la muerte,
a un poder que se ejerce principalmente sobre la vida.
El poder soberano es definido por Foucault con la fórmula “dejar vivir, hacer morir”. En la
medida en que el poder lo posee el soberano, entonces la vida y la muerte de sus súbditos
dependen enteramente de su voluntad. En otras palabras, vida y muerte no serían fenómenos
naturales por fuera del poder político, sino más bien, están totalmente determinados por este.
En cuanto a la muerte, es el derecho y el poder de matar -el hacer morir- del soberano, lo que
hace que pueda permitir vivir, es el derecho de matar lo que permite que haya derecho a la
vida. Es por esto que había una enorme importancia del ritual de la muerte pública en tiempos
del poder soberano: es el tránsito de un mundo a otro a través del juicio y la condena: del
juicio terrenal al divino, de la condena civil a la eterna, donde la muerte opera como pasaje
de este mundo a otro trascendente.
En este desmarque paradójico del biopoder, Foucault introduce la cuestión del racismo para
entender el problema de que por una parte se instale un biopoder bajo la forma de un hacer
vivir, poniendo al centro la vida y abandonando la muerte; pero, por otra parte, los hechos de
la historia nos demuestran que el siglo xx fue el siglo de las dos guerras mundiales y de la
guerra fría que desplegó múltiples enfrentamientos alrededor del globo y que aún hoy siguen
ocurriendo.
El biopoder inscribe al racismo en los mecanismos de Estado, pues este es la condición para
poder dar muerte, es la condición del derecho a matar. Puesto que el racismo, lo que hace es
en primer lugar establecer un corte en lo biológico al decidir que hay razas que deben existir
y otras que deben morir. Bajo esa lógica, entonces es necesario erradicar a aquellas razas que
son consideradas inferiores, degeneradas o anormales, en virtud de la mantención y seguridad
de la supuesta raza pura que debe seguir viviendo. Como se puede apreciar, la guerra que se
hace contra la otra raza no es una cuestión meramente política como es biológica, es
justamente biopolítica, que necesita del racismo para poder ejercer su función asesina a través
del Estado.
Un ejemplo de esto lo encontramos en nuestra propia historia. En la segunda mitad del siglo
XIX se dispuso como política de Estado la llamada “pacificación de la Araucanía”, que se
caracterizó en primer lugar por reducir y limitar los territorios mapuches a la mínima
expresión, eliminar todo tipo de resistencias, e introducir colonos en su mayoría alemanes,
bajo la idea de limpiar o mejorar la raza. Es un ejemplo bastante explícito de cómo funciona
el biopoder, teniendo al racismo como condición necesaria para dar muerte.
Postulado de la propiedad: Es la idea de que el poder es detentado por una clase dominante,
pues ésta se lo habría apropiado, por lo tanto, se piensa el poder como una especie de objeto
que puede ser conquistado o apropiado. Es la clásica representación economicista del poder
bajo la figura del burgués dueño de los medios de producción que detentaría el poder.
Foucault, por el contrario, y sin negar que existan clases, piensa que el poder no puede ser
una propiedad, puesto que no se posee sino más bien se ejerce. Ese cambio de registro, hace
visible que los efectos del poder son efectos de conjunto de las técnicas, estrategias, táctica
y mecanismos que se dispongan. Además, el poder no tendría una unidad consolidada por la
propiedad, pues se ejerce en relaciones de fuerzas siempre múltiples y en constante pugna,
en constante movimiento. Por lo cual, las formas en que se dispone su ejercicio, generan
diversas formas de resistencia en las cuales el poder circula, y ya no tan sólo el binomio:
clase oprimida/clase explotada.
Postulado de la esencia: El poder tendría una esencia que cualificaría a aquellos que lo poseen
(dominadores), diferenciándolos de aquellos que no lo poseen (dominados). Se puede
ejemplificar con esa idea de que “la realeza tiene sangre azul”, o sea, habría ciertos individuos
investidos del atributo del Poder, que los hace especiales. Pero como ya se puede adivinar, el
poder no es un atributo, no es una esencia, pues como en el primer postulado se dijo, se ejerce,
esto quiere decir que es operatorio u operativo, es una relación, no existen poderes por
separado como unidades, sino que justamente el poder es la puesta en relación de diversas
fuerzas con otras fuerzas.
Enfoque naturalista: Este enfoque también nace en los años 60, pero en EEUU, poniendo
énfasis en la ligazón necesaria entre la naturaleza y la política. Se rechaza la idea moderna
de que la esfera de lo político debe separarse y superar a la esfera natural, puesto que la
política pertenece al plano natural, de ésta nace y a ésta regresa. Se concibe al cuerpo humano
como condicionado por su anatomía, fisiología y su información genética. Las acciones
humanas y los acontecimientos sociales no se explicarían mediante planteamientos históricos
o culturales, sino más bien, por las necesidades evolutivas de la humanidad en tanto especie
natural. La propensión del ser humano a la guerra y a la violencia se explicarían por la
condición instintiva animal del hombre. Todo lo anterior, permite que desde este enfoque
pueda pensarse lo político como deducible de la naturaleza, de los procesos biológicos que
participan en el hombre, y que este no puede negar. Finalmente, la historia del hombre se
reduce a la historia de la naturaleza y la ciencia debe velar porque estos ámbitos no se separen.