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EROS Y

PSIQUE

Natalia Plaza Fdez


1. Naturaleza

En la ilustración que comentamos se reproduce la esc ultura titulada Eros y Psique del
escultor veneciano Antonio Canova, representante del neoclasicismo italiano. El modelo
fue comenzado en 1787 y terminado en 1793. Su origen estuvo en el encargo del coronel
inglés John Campbell (Lord Lawdor) para el palacio de F. Berio en Nápoles, pero acabó
siendo adquirida por el marchante y coleccionista holandés Henry Hoppe en 1800; en
1801 estaba en manos del mariscal francés Joaquín Murat, que la hizo transportar hasta
su castillo, donde se dice que fue admirada por el propio Napoleón. Se trata de una
escultura exenta, más bien un grupo escultórico hecho en mármol blanco, con una
técnica de acabado fino y pálido; sus dimensiones son 1'55 por 1'68 m. y se encuentra
depositada actualmente en el Museo del Louvre, París.

2. Análisis formal
Contenido o temática

Es un tema mítico. Representa a Eros y Psique tal como los describe el escritor latino
Apuleyo, en el “Asno de Oro”. Psique (o Psiquis, que en griego significa alma) era una
princesa e hija del rey de Asia, la menor de tres bellas hermanas, aunque la belleza de
Psique sobresalía del resto de cualquier ser mortal. Cuando se desarrolló físicamente
como mujer, era tan hermosa que se la comparaba con Afrodita (Venus), a tal punto que
la gente prefería tributar sus honores a la princesa que a la diosa del amor. Afrodita,
siempre severa en los castigos para quien ponga en peligro su liderazgo sobre la belleza,
se encolerizó y le ordenó a su hijo Eros que en forma de un monstruo
horrible terminara con Psique.

Las hermanas de Psique se habían casado jóvenes, pero Psique, extrañamente, no


lograba conseguir siquiera un pretendiente. Los hombres la veían tan hermosa que la
admiraban como a una obra de arte, como a una mujer inalcanzable. Irónicamente su
belleza los ahuyentaba. Preocupado por la situación su padre fue a consultar al Oráculo y
Apolo, aunque griego, le dio la respuesta en lengua latina: “...En una alta roca del monte
deja a la doncella, pomposamente preparada para un tálamo de muerte; y no esperes
descendencia salida de estirpe mortal, sino de un cruel, fiero y viperino monstruo; y éste,
volando con sus plumas por el éter, todo lo inquieta y con fuego y hierro cada cosa abate,
al que teme el mismo Júpiter, con el que se espantan las divinidades; del que se horrorizan
las aguas de la tenebrosa Estigia...”.

El rey no tuvo otra alternativa que cumplir con la voluntad de los dioses y entre llantos y
lamentos llevó a Psique al monte. Pero cuando la joven esperaba la aparición del
monstruo que el destino le tenía reservado como esposo, un dulce Céfiro (viento del
Oeste y uno de los más fieles mensajeros de los dioses) la transportó hasta un valle
donde quedó dormida. Al despertar se encontró ante un palacio encantado en el que se
fue adentrando, guiada por voces incorpóreas, para no descubrir sino belleza y opulencia.
Sirvientes invisibles acompañaron a Psique y se encargaron de cumplir con todos sus
caprichos.

Al llegar la noche, Psique notó cerca de ella la presencia del marido que le había
anunciado el oráculo. Psique no podía verlo, pero no parecía tan monstruoso como
temía, no percibía deformidades en él, sino todo lo contrario: formas perfectamente
proporcionadas y se entregó a él. Con las primeras luces del día, su esposo desapareció...
Gozaron así de varias noches y antes de que la luz del día lo sorprendiera el supuesto
monstruo se alejaba. Psique esperaba ansiosa la oscuridad aunque tenía la comprensible
curiosidad de conocer estéticamente a su esposo.

El tiempo pasaba y Psique vivía dichosa en aquel palacio, pero echaba de menos a su
familia. Pidió por tanto a su esposo que le permitiera ver a sus hermanas. Este terminó
aceptándolo, haciéndole prometer que nunca intentaría verle el rostro. Todos repararon
en que el aspecto de la joven era aún más radiante que antes de su partida. Sus
hermanas, tal vez por envidia, intentaron convencerla de que viera el rostro de su esposo
y le obsequiaron una lámpara. Nuevamente en el palacio dorado Psique intentó,
infructuosamente, persuadir a su esposo de que revelara su apariencia. Para describir la
respuesta ante tanta insistencia cito al hombre más indicado, Lucio
Apuleyo, el enorme filósofo, traductor y comentador de Platón, que en su obra “La
Metamorfosis” escribió: “... Entonces el marido nocturno advierte de nuevo a Psique: El
último día, el momento decisivo, el sexo y la sangre enemigos, ya ha tomado las armas y
se alza en campamento, se pone el ejército en línea de combate y ha sonado la trompeta.
Ya se acercan tus perversas hermanas con la espada desnuda, buscando tu garganta.
¡Ay!, cuántas calamidades nos amenazan. ¡Oh dulcísima Psique!. Compadécete de ti, y
salva a este infante nuestro del infortunio de la inminente ruina. No veas ni escuches a
esas criminales mujeres, a las que, después del odio mortal que te tienen y luego de haber
pisoteado los lazos de la sangre, no es lícito que llames hermanas, cuando, a modo de las
sirenas subiéndose a la roca, retumbarán las rocas con sus acentos funestos...”

A pesar de las advertencias de su esposo, la curiosidad de Psique invadió por completo su


mente y una noche encendió la lámpara que sus hermanas le habían obsequiado. Dirigió
la luz hacia su esposo y contempló el cuerpo y el rostro hermoso del dios del amor.
Nerviosa y aturdida ante la inesperada visión no pudo evitar que cayera de su lámpara
una gota de aceite hirviendo que se estrelló en la cara de Eros, quién se despertó
sobresaltado y desapareció en dirección a los espacios etéreos; incapaz de castigarla
directamente, la condena a su ausencia.

Psique se encontró nuevamente en la roca donde sus padres la habían dejado. Los
jardines y el palacio dorado habían desaparecido. Psique, triste y desconsolada, iniciará
entonces un largo peregrinar por el mundo en busca de su esposo; Eros se encontraba
recluido en el palacio de su madre, pero protegía invisiblemente a su amada, pero tuvo
que revelar a su madre Afrodita y el origen de la quemadura. La diosa se lanzó
inmediatamente tras los pasos de Psique para vengarse. Después de apoderarse de ella,
la hizo azotar y le impuso tres pruebas, aparentemente imposibles de realizar, que
después de muchas calamidades Psique logró finalmente llevar a término. De los
Infiernos, donde la había conducido su última prueba, Psique trajo consigo un cántaro
que debía dar a Afrodita por encargo de Proserpina -la diosa del Infierno, mujer de
Plutón-, con la prohibición de abrirlo. Pero la curiosidad de la joven hizo que lo abriera.
Este cántaro contenía la belleza y al abrirlo una nube la envolvió y cayó en un sueño
profundo y mortal.

La afortunada princesa siempre contó entonces con la ayuda anónima de Eros, que
comprendió la fatal curiosidad de su esposa y voló al Olimpo para rogarle a Zeus que le
permitiese vivir con ella. Luego de comprobar el inmenso amor que existía entre la
errónea “bella y bestia”, Zeus tuvo piedad de Psique. No sólo la perdonó, sino que le hizo
beber néctar y comer ambrosia en presencia de todos los dioses, convirtiéndola en
inmortal y en el mismo Olimpo se celebraron las bodas sagradas de Psique y Eros; se
unieron para siempre el amor y el alma. Dicen, que Psique sólo fue feliz mientras se
abstuvo de profundizar, llevada por una curiosidad inquieta, en las causas y la naturaleza
de su felicidad, pues el conocimiento es fuente de dolor...

Simbología

El mito de Eros y Psique es de los más hondos de la mitología greco-romana, porque se


entiende como una imagen de la profundización en el sentimiento del amor, que
comienza como algo viciado, pero que después de severas pruebas impuestas al alma,
alcanza su plena sublimación. Para amar a una persona por completo (el día y la noche)
tiene que existir un equilibrio entre la atracción física y la atracción espiritual, aunque sea
la mente quien elabora nuestros valores estéticos. Según Platón el amor es una forma de
elevación, de purificación del alma. Considera al amor físico como el primer momento,
pero el momento trascendente sería cuando se llega a la contemplación espiritual,
cuando los amantes logran fusionar sus almas de una manera intelectual. La elevación del
alma nos lleva al amor eterno, al amor platónico. Para los neoplatónicos es en realidad un
símbolo de la iniciación mística en el camino al encuentro del amor. Por tanto, la obra en
su conjunto debe entenderse como la representación más completa y profunda de ese
sublime sentimiento. Nada falta por tanto en esta representación del Amor (Eros): está su
atractivo carnal, su pasión inminente, su ternura enamorada, su emoción contenida.
Todo está aquí, la sensualidad de la carne y la redención del espíritu, a través tanto de su
belleza formal, como de la hondura psicologica de la escultura

La obra de Canova representa el momento en el que la pasión de Eros está a punto de


empieza a despertar. El autor plasmó el momento en que lo divino y lo humano están a
punto de unirse en un beso. La elección de una acción no consumada atrapa al
observador y lo hace participar de la tensión que precede al beso. El escultor trasciende
así la captación anecdótica del instante para convertir su obra en una imagen universal
del amor con toda la carga de incertidumbre que conlleva su culminación.

En su momento la obra despertó duras críticas y vehementes entusiasmos. Como


señalamos al principio, fue robada por Murat, uno de los hombres de confianza de
Napoleón; al contemplarla, el emperador quedó tan admirado que se convirtió en
mecenas del artista. Años después, Flaubert escribió sobre ella: "Bese la axila de la
mujer... y el pie, la cabeza, el perfil... que me perdonen, pero fue mi primer beso sensual
en mucho tiempo. Hubo algo más: besé a la belleza en persona".

Composición y aspectos formales

Entre las muchas y extraordinarias obras de Canova, Eros y Psique resulta una de las de
mayor complejidad compositiva y de las más sorprendentes tanto desde el punto de vista
formal como de la emoción que es capaz de suscitar. La obra en sí misma no puede
considerarse un paradigma del Neoclasicismo pleno, más bien se notan aún en su autoría
elementos de la tradición anterior, rococó en su concepción sensual, y barroco por lo que
se refiere a su compleja composición y su sentido del movimiento. Para la composición
Canova se inspiró en una pintura de Herculano con Fauno y una bacante. Este hecho
ilustra adecuadamente, como otras obras suyas de este período, su vinculación teórica
con las ideas de Winckelmann, no sólo en cuanto a la imitación analógica de las estatuas
griegas, a las que como señalaba el erudito alemán había que imitarlas para alcanzar a ser
inimitables, sino también con relación al método de realización, abocetando fogosamente
y realizando con flema, procedimiento seguido ejemplarmente por Canova.

En efecto, en ella se combinan elementos de disposición centrífuga con otros centrípetos,


contradicción que por sí misma ya enriquece extraordinariamente su concepción del
movimiento. A pesar del rigor clasicista de los cuerpos y los rostros de los protagonistas,
el planteamiento compositivo resulta notablemente expresivo. Así, Eros se inclina para
besar a Psique mientras ella se incorpora sobre la cadera derecha y levanta el rostro hacia
el de su amado para envolverlo con sus brazos por el cuello. Ciertamente, las alas de Eros,
sus piernas abiertas y las de Psique extendidas, actúan como líneas de fuga que abren
parcialmente la composición; de esta forma, las líneas convergentes de las alas y las
piernas del dios forman un aspa (una x) que concentra aún mas la visión en ese centro. El
cuerpo de la joven es una prolongación de esta estructura, los brazos y las piernas,
forman parte de una diagonal prolongada.

Aunque en realidad su efecto también contribuye a la sensación de movimiento


envolvente hacia el centro de la obra, donde se concentra precisamente toda la tensión
emocional de la pareja. En este sentido el juego de los brazos resulta magistral al ser ellos
los que en un entrelazo centrípeto rodean sobre sí mismos ambos cuerpos y ambas
cabezas. El centro del aspa (la X), hacia donde la vista del observador, es hábilmente
dirigida; se corresponde con los labios de los protagonistas, a punto de encontrarse. De
esta forma, la exquisita colocación de los brazos acentúa la pasión y el erotismo de la
escena: Eros rodea con el brazo izquierdo el cuerpo de ella y su mano reposa sobre el
pecho; el brazo derecho acoge con ternura la cabeza de su amada; Psique envuelve la
cabeza del dios con los brazos formando un círculo, excepcional encuadre de la acción
central, el beso inminente. A ello se añade el ingrediente de interrelación gestual, porque
las miradas contenidas de ambos amantes y el beso inevitable que preludia el éxtasis
amoroso, contribuye decididamente a concentrar en este punto central toda la
composición. Este recurso compositivo consigue centrar la atención en este gesto de
acercamiento de los rostros, mientras que las posturas de las manos remarcan el carácter
apasionado y erótico de la escena. Los dos cuerpos, fijados por voluntad del artista en el
momento en que la pasión está a punto de llegar al instante del contacto, son una
refinada representación del amor en toda su dimensión de ternura y de deseo carnal.
Este movimiento centrípeto origina un gran contraste entre el material y el vacío, entre la
luz y la sombra. Se convierte al mármol en el material ideal para representar el calor de
los cuerpos, la vitalidad y el sentimiento, algo que parece alejado de un material en
apariencia frío y alejado de la naturaleza viva.

Del mismo modo, toda la composición tiene una forma espiral que acentúa la unión de
las dos figuras y el sentimiento de liberación del sueño, en el gesto de Psique de abrazar
hacia lo alto, a quien viene a despertarla.

Las figuras están dispuestas en una posi ción de tal dificultad que nos producen al mismo
tiempo, una complejidad psicológica. A pesar de todo ello toda la escena desprende una
gran sensación de ternura, y como si al mismo tiempo se quisiera exaltar la explosión final
que estalla en el triunfo del amor, se superpone a todas las concepciones compositivas
anteriormente indicadas, generando de esta forma a través de su composición abierta el
estallido de su gloria. Es indudable que semejante estudio compositivo multiplica hasta el
infinito los puntos de vista de la obra, obligando al espectador a girar en rededor, como
ocurría en las obras barrocas, sin poder decidirse desde qué lado la obra resulta más
hermosa.

No es éste su único paralelismo con el recuerdo barroco, porque en esta obra, lo mismo
que ocurría en Apolo y Dafne de Bernini, está captado también el instante. Es decir, se ha
detenido el tiempo, llegando de esta forma a la culminación formal en la representación
del movimiento. En este sentido de nuevo es su relación expresiva la que transmite esta
sensación, detenida en la mirada eterna de los amantes que como es propio del arrebato
amoroso parece prolongarse indefinidamente, así como en la emoción contenida que
traslucen y que no es sino la captación del instante que precede a la pasión. Y todo ello
completado con un trabajo exquisito del mármol que convierte los cuerpos de los
amantes en dos ejemplos excitantes de tierno lirismo y atracción erótica. Véase si no, el
cuerpo de Psique, la postura sugerente de sus piernas, la caída seductora de sus paños, la
turgencia de sus nalgas, el cuello abierto...
En ésta vemos que todavía hay más influencias del barroco, pero la composición es
contradictoria: la diagonal y el escorzo muestran dinamismo, y por otra parte es
equilibrada porque la composición es cerrada. Los brazos forman un círculo en el centro
que da equilibrio a la composición.

No obstante, las formas son de tipo clásico: formas de líneas puras, claras y contornos
precisos, bien acabadas. Canova copia el arte de la antigüedad clásica, y está influencia se
ve también en la representación de la figura desnuda: Eros está desnudo y Psique
tiene un paño que cubre una parte.

El desnudo le permite hacer un estudio de la belleza y ésta se conseguía con


proporciones, equilibrios, y formas rítmicas.

Las expresiones corresponden también al mundo clásico. La cara de Eros es serena, dulce
al igual que la de Psique. En el cuerpo muestran una tensión que se refleja en los
escorzos, en las posturas desequilibradas, y la postura de los brazos. Eros coge a Psique y
le toca un pecho, mientras que ésta pasa las manos por la cabeza de Eros remarcando un
carácter apasionado y erótico. La sensualidad también se expresa por los cuerpos
desnudos y por el tratamiento de las carnes: cuerpos jóvenes.

El pulido de la escultura es escrupuloso; no existe desgaste ni arruga sobre los cuerpos


perfectos de los dos adolescentes. Canova elegía el mármol más blanco y, una vez
terminada la obra, la afinaba con piedra volcánica y la bañaba en cal y ácido que hacía
lucir el mármol como si fuera piel real. La incidencia de la luz sobre ella provocaba un
conseguido claroscuro. La luz es de influencia clásica, totalizadora, que da por igual a toda
la escultura, dando un efecto plástico. Finalmente, el artista veneciano optó por no
policromar sus esculturas, porque los teóricos neoclásicos consideraban, erróneamente
que los escultores de la Grecia clásica no lo hacían.

3. Contexto histórico-artístico

La escultura en el tránsito de los siglos XVIII al XIX se aproxima con mayor interés incluso
que la arquitectura al mundo clásico. La Antigüedad y las esculturas greco-romanas
alcanzan en este momento un periodo de exaltación, lógica si consideramos las
numerosas piezas que iban apareciendo en las excavaciones del momento. Por otra
parte, hay un deseo, convertido casi en necesidad, de volver a las formas sencillas y
sobrias en la escultura, después de las exageraciones formales del barroco, y nada mejor
que la estética clásica para reencontrase con esos cánones de armonía, proporción y
claridad compositiva. La escultura, por todo ello, desarrolla un estilo basado en la nitidez
de líneas, en la pureza de los contornos, y en una limpieza formal a la que también
contribuye el mármol, debidamente pulimentado, como material habitual. La claridad
compositiva es igualmente otra de sus características, así como su variedad temática en
la que no faltan el retrato, las alegorías, la figuración mitológica, los monumentos
públicos, los sepulcros funerarios, y ya en mucha menor medida el tema religioso.

Dos grandes autores ocupan principalmente este espacio neoclásico de la escultura,


Antonio Canova y Bertel Thorvaldsen, aunque sin olvidar que lo mismo que ocurre en la

Arquitectura y la pintura, el Neoclasicismo coincide cronológicamente con otras


tendencias completamente distintas que también catapultan a la fama a otros autores
contemporáneos que no siguen la opción neoclásica.

El autor

Antonio Canova nació en Possagno, (Trevisso, Italia) el 1 de noviembre de 1757. Tras la


muerte de su padre, cuando él tenía 3 años, su madre contrajo segundas nupcias
dejándolo al cuidado de su abuelo. La familia Canova había sido rica, aunque
desafortunadas especulaciones los habían arruinado. Su abuelo se vio en la necesidad de
que Antonio aprendiera un oficio siendo joven, con lo cual comenzó a trabajar en una
cantera.

Poco tiempo después ya comenzaba a esculpir estatuillas de expresiva gracia. Por


recomendación del senador Blaz, dueño de la mansión donde su abuelo trabajaba de
jardinero, en 1768, comenzó a estudiar con el escultor Coballa en Venecia. Ahí no le
faltaron temas de estudio, ya que todo embelesaba su alma de artista. Cuando tenía 16
años falleció su maestro, aunque ya no necesitaba más enseñanzas. Su protector le confió
la ejecución de dos grandes estatuas a tamaño natural. Se trataba de Orfeo y Eurídice.
Fue una ardua tarea para un escultor tan joven, pero él no se desanimó y esas estatuas,
por el candor y la espontaneidad de su expresión y la armonía de su línea, figuran entre
sus grandes obras.

En los años posteriores esculpió numerosos trabajos que expuso en el año 1779. En lugar
de envanecerse, decidió esforzarse y perfeccionar aún más su producción. Decidió
instalarse en Roma, en 1781 donde el Papa había inaugurado un Museo de Antigüedades.
El príncipe Rezzónico y sus dos hermanos, ambos cardenales, le encargaron
un monumento funerario destinado a la Basílica de San Pedro, para el Papa Clemente XIII.
Durante cuatro años se consagró a esta obra sin descanso. Observando la finura de los
detalles, el maravilloso relieve de los encajes que adornan las vestimentas de la estatua
de Clemente XIII, se admira en Canova, además de su arte, la "artesanía" que le obligaba
a extremar la minuciosidad y la precisión hasta lograr un trabajo perfecto. En ciertas
obras suyas, la piedra resucita la mirada de los que ya no existen y hasta su alma parece
aflorar en la expresión humana y vívida. En 1792, fue inaugurado el monumento y fue
para Antonio, su día de triunfo. Pero su salud estaba muy resentida por el esfuerzo de su
trabajo.

Hizo un corto viaje a Venecia y a su regreso a Roma comenzó su trabajo en un


monumento para el almirante Ángel Emo, destinado al Palacio ducal de Venecia. El duque
Caetani le encargó un grupo representando a Hércules y Lichas, para el que Canova
ejecutó un monumento colosal que, a causa de la poderosa musculatura de Hércules,
produce una impresión de fuerza que no era la que buscaba el artista.Ya en la cumbre de
la celebridad y la fortuna, fue llamado por Napoleón Bonaparte a París, para ejecutar el
busto del Gran Corso. Poco después le fue encargado el Mausoleo de Victorio Alfieri.
Luego recibió pedidos de distintos soberanos por lo que viajó a Nápoles, Roma, París y
Viena. Los amplísimos talleres que tenía no daban abasto para contener sus obras.
Canova fue el encargado de reproducir los bustos de otros miembros de la familia
Bonaparte, como el de Paulina Borghese bajo el aspecto de Venus victoriosa(Roma,
Galería Borghese).

Con la caída de Napoleón, volverá a Italia, conservando todavía su prestigio


incuestionable, aunque progresivamente el empuje del Romanticismo y la decadencia
neoclásica irán también eclipsando el brillo de su gloria los últimos años de su vida. Tras
el destierro de Napoleón a la isla de Santa Elena, Canova fue enviado especialmente a
París por el Papa para pedir la devolución de los monumentos quitados a Italia. De
regreso a su patria esculpió otras obras notables: Las tres Gracias, el monumento de La
Guerra y la Paz, y la estatua de Washington que le había sido encomendada por el Senado
de Carolina (Estados Unidos). El 21 de septiembre de 1821 regresó a Possagno, su ciudad
natal, con el propósito de reponer su quebrantada salud. Pero no pudo resignarse a la
inactividad. Falleció en Venecia, 13 de octubre de 1822.

La época

El Neoclasicismo fue un estilo artístico que se identificó más claramente con los ideales
de la Ilustración, sobretodo porque hombres ilustrados criticaron el gusto rococó
(exageración del Barroco) al considerarlo un arte sensual y frívolo, expresión de la
decadencia moral y vital de la aristocracia. El arte para los ilustrados ha de contribuir a
cambiar el mundo, reflejando modelos de conducta, exaltando virtudes como la
abnegación, el sacrificio, la nobleza de sentimientos, la fidelidad a las propias ideas. El
neoclasicismo conecta con los ideales de la revolución americana y francesa, expresados
en las respectivas Declaraciones de derechos del hombre. Por esto, no es de extrañar que
sea en la Francia napoleónica y en los EE.UU. de América, donde la arquitectura
neoclásica tiene una influencia más importante. Varios arquitectos comprometidos en las
empresas napoleónicas para eternizar la gloria terrenal del emperador. Se trata de varios
arcos de triunfo que vuelven a poner de moda la vieja costumbre romana. El más
importante es el gigantesco de la Estrella, de una solo vano, es el más grande del mundo,
obra de Chalgrin.

Durante el siglo XVIII se produjeron una serie de transformaciones sociales de las cuales
son máximo exponente las revoluciones americana y francesa, transformación que
pondrá fin a toda una concepción del mundo que se ha llamado Antiguo Régimen. Los
profundos cambios sociales y económicos (aumento de la demografía, Revolución
Industrial) junto con las teorías de la Ilustración dan paso a la sociedad contemporánea.

La segunda mitad del siglo XVIII se considera el momento álgido de la ruptura con la
tradición en todos los ámbitos pero sobresaliendo en el político-social y el religioso. El
ideal de los ilustrados es una sociedad basada en la razón y en la búsqueda de la felicidad.
El texto de la declaración de Independencia de los Estados Unidos resume estas
aspiraciones.

En un ambiente de polémica aparecen las primeras reflexiones y se reacciona contra los


excesos imaginativos del Barroco y del Rococó y se les censura por estar al servicio del
poder y de una sociedad banal e irreflexiva. Se vuelve la vista hacia los temas y
tradiciones artísticas del pasado, sobretodo de la antigüedad grecorromana y hay una
preocupación por el valor didáctico y moral del arte. En el arte, la época de la Ilustración
coincide con la aparición de las tres disciplinas que se dedican a su estudio: la estética, la
crítica de arte y la historia del arte. Esto supone la consideración del arte como una
realidad con identidad propia y el inicio de la autonomía caracteriza al arte
contemporáneo. La difusión de las obras de arte a través de los salones y la formación del
gusto del público mediante la crítica son pasos determinados para liberar al artista: el
racionalismo ilustrado tiende a considerar la existencia de modelos, generalmente
identificados con los de la antigüedad clásica y los del Renacimiento, y por tanto trata de
imponer estos modelos como pautas de la actividad

del artista. Las Academias serán las instituciones que velarán para que las obras de arte
se ajusten a la dignidad, a los cánones de belleza, etc.

El Neoclasicismo es el arte más identificado con la Ilustración y frente a éste, en las


primeras décadas del siglo XIX irrumpe el Romanticismo, movimiento que ensalza la
libertad creadora y que se relaciona con los ideales de la independencia política que
encarnan las revoluciones burguesas y las luchas de liberación nacional.

La escultura Neoclásica se origina en Roma, donde el ideal clásico nunca se había


olvidado por completo. Las características básicas hay que buscarlas en las ideas de la
Ilustración, que inspiran también el movimiento neoclásico como el intento de librarse de
las tradiciones barrocas y en el hecho de que la idea que se tenía en el siglo XVIII de los
modelos clásicos se basa en la ignorancia de que tales modelos sólo son en su mayoría
copias romanas.

La escultura de este periodo rechaza el efecto pictórico de la barroca y concede todo el


protagonismo a la línea pura, la claridad compositiva, así como los conjuntos serenos y
sobrios en contra de las sinuosidades barrocas. También se da la escultura de bulto
redonda como los relieves son ahora totalmente independientes del marco
arquitectónico en contraposición del barroco, que les concedía un lugar en ese marco.

4. Conclusiones

Canova realiza estas obras para la nobleza y la alta burguesía pero también figuró la
iglesia y los emperadores. Su obra está influida por las teorías de Winckelmann,
historiador y teórico del arte que propugnaba un retorno a los modelos clásicos
“redescubiertos” con el hallazgo de las ruinas de Pompeya y Herculano. Éstas revelaron
un arte mucho más vivo y libre de lo que hasta aquel momento se había creído, pero el
escrupuloso seguimiento de los dictados impuso restrictivas pautas a los artistas
neoclásicos, que, sólo en ocasiones, Canova consiguió superar. No obstante, su obra no
parte sólo de la imitación del mundo clásico sino que también recoge la influencia de
Bernini que es el escultor más importante del barroco, donde algunas de sus obras están
cercanas al romanticismo. En sus primeras obras, el barroquismo es evidente, sobretodo
en los monumentos funerarios de composición piramidal.

Representa, sin embargo, en el campo de la escultura el modelo neoclásico por


excelencia. Sus obras son de una evidente inspiración clásica, de tallas finas y pulidos
exquisitos en el mármol, de disposiciones estables y cánones siempre armoniosos.
Resumen todo ello de lo que era considerado por sus seguidores el ideal de belleza. Pero
Canova no conoce el arte griego, pues no pudo ver los mármoles del panteón hasta 1815.
Su fuente de inspiración fueron los museos. Su sentido se depura bajo la influencia de
Mengs y Winckelmann, y donde antes se libera del mismo es en las obras de tema
mitológico dejándonos sus mejores obras en este género: dos interpretaciones de Eros y
Psique. Como escultor neoclásico se caracterizó por la plasmación de un ideal de belleza;
el interés excepcional por la figura humana; la búsqueda de una perfección carente de
regularidades; la elegancia de la línea (que rehuía las sinuosidades del Barroco); la
preocupación por una textura suave; la claridad compositiva; la eliminación del exceso; y
la utilización de materiales nobles (mármol y bronce). Canova se recrea en el
conocimiento de los clásicos, vuelve sin complejos su vista hacia las composiciones
griegas y romanas, hacia sus técnicas nunca superadas y hacia sus motivos, sus fuentes y
sus misterios mitológicos. Es el retorno hacia la perfección de formas, el gusto por el
desnudo y la recuperación de la delicadeza en el cincelado de las superficies.

Eros y Psique destaca por su serena idealización, que elimina cualquier atisbo de
espontaneidad, y por el hermetismo de sus facciones, que evita reflejar su psicología o
personalidad para incidir únicamente en la plasmación de los sentimientos del amor y
deseo carnal. Pero no fue el único artista que se inspiró en esta fábula mítica. En el
Museo del Louvre, junto al grupo escultórico del italiano Antonio Canova hay otro de
Gerard con el mismo título; en el Museo Británico, un bajorrelieve antiguo: “Bodas de
Amor y Psiquis” de Rafael, una composición titulada: “El pueblo a los pies de Psiquis”, y
un fresco: “Bodas de Psiquis”; un cuadro de Picot: “El Amor abandonando a Psiquis”; de
Thorwaldsen: “El Amor reanimando a Psiquis”, y otras esculturas, piedras, camafeos y
pinturas.

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