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El Otro Movimiento Estudiantil Libro PDF
El Otro Movimiento Estudiantil Libro PDF
Universidad
Autónoma
Metropolitana
Casa abierta al tiempo Azcapotzalco
© Plaza y Valdés S. A. de C. V.
Manuel María Contreras 73. Colonia San Rafael
México, D. F. 06470. Teléfono: 50 97 20 70
editorial@plazayvaldes.com
www.plazayvaldes.com
ISBN: 978-607-402-768-6
Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
E
stamos permanentemente obligados a reescribir la historia; esta aserción ad-
quiere caracteres todavía más dramáticos en los casos en los que difícilmente
podríamos asegurar que la historia ya ha sido escrita. Tal es la situación del
movimiento estudiantil en México, siempre y cuando no identifiquemos historia con
descripción historiográfica ni mucho menos con anecdotario. Las pocas reconstruc-
ciones históricas sobre el tema se reducen comúnmente a estudios de caso que no
proporcionan una visión global del movimiento estudiantil en sus complejas articu-
laciones con otros procesos.
En este texto nos hemos propuesto dar una visión de conjunto del movimiento
estudiantil en México durante los años sesenta, especialmente en los setenta, años
que corresponden al auge y decadencia del movimiento estudiantil en México que
abrió espacios y alternativas políticas anteriormente insospechadas. Esta visión de
conjunto supone la introducción tanto de los niveles genéricos del movimiento como
lo específico de los casos que se analizan con detalle; visión de conjunto de un mo-
vimiento estudiantil con tintes nacionales que se enfrenta a dificultades importantes:
el movimiento aparece a primera impresión como un cúmulo inorgánico de múltiples
movimientos estudiantiles. Esta impresión de disgregación ha ocasionado que no
pocos análisis lleguen a reducir la protesta de los estudiantes a los sucesos de 1968
y a no reconocer que el movimiento de 1968 sintetizó ocho años de luchas de los
estudiantes en todo el país. También suele hablarse del 68 como el fin del movimiento
estudiantil nacional, cuando probablemente no fue sino la culminación de una etapa
que después se continuaría en provincia en niveles superiores a los del propio 68.
Superiores por las perspectivas de sus miras, por su capacidad de incidir en las con-
tradicciones sociales e incluso por los proyectos políticos que surgieron de su seno.
La visión que proponemos no contempla al movimiento sólo en su aspecto or-
ganizativo. Porque movimiento no implica necesariamente organización ni mucho
10
formación de fuerzas sociales. Las consideraciones que se han hecho hasta ahora por
parte de otros autores transitan del optimismo, en cuanto al papel de los estudiantes,
al pesimismo, que los ve como pequeña burguesía autocomplaciente. La respuesta
que creemos encontrar no se halla en ninguno de estos polos.
El texto pretende analizar al movimiento estudiantil de los años sesenta y setenta
definiendo tres períodos: el democrático, el radical y el de reflujo. La exposición trata
de transcurrir en una línea histórica, con sus respectivos vaivenes entre el dato y la
abstracción, entre el hecho histórico y la teoría. Cada período, teniendo por eje el
movimiento estudiantil propiamente dicho, trata de articular otros procesos de distintas
temporalidades que conforman el contexto variable de dicho movimiento estudiantil.
Por un lado, el cambio de la economía que va, en el lapso estudiado, del desarrollo
estabilizador y el desarrollo compartido, entre el crecimiento y las dificultades en la
acumulación del capital. Otro proceso que pretendió articularse con el del movimiento
estudiantil fue el del poder y la dominación política del Estado mexicano: de un Estado
todopoderoso en su capacidad de su control corporativo sobre el pueblo (excepto los
estudiantes en los setenta) se transita a otro que encuentra dificultades para conti-
nuar imponiendo su dominación en la antigua forma. El tercer proceso articulado al
del movimiento estudiantil es el de los cambios en la estructura universitaria y sus
repercusiones para el estudiantado. Aunque los tres procesos señalados fueron los
puntos principales de articulación de otros niveles de la realidad con el movimiento
estudiantil, cuando la coyuntura lo requirió emergieron otros elementos que también
contribuyeron a conformar la explicación.
Explicar es reconstruir y reconstruir es articular, articular niveles, articular procesos
y descubrir en la coyuntura los elementos determinantes del proceso. Elementos no
deducidos de un marco teórico previo a la explicación, sino descubiertos en el propio
proceso de reconstrucción. En este contexto la periodización se vuelve central, cada
período está delimitado por virajes en la dirección del proceso, por la apertura de
nuevos espacios para la acción de los sujetos, por cambios en la correlación de fuerzas
o bien por la transformación en el carácter de las contradicciones.
Balance tardío el que pretendemos hacer mas no por ello menos necesario. De re-
surgir el movimiento estudiantil lo haría en condiciones nuevas: el crecimiento lento de
la economía actual no ha hecho desaparecer las viejas contradicciones que provocaron
que los estudiantes hace más de diez años se lanzaran a cambiar el mundo. Las nuevas
generaciones estudiantiles futuros sujetos políticos en potencia, no han acumulado mu-
chas de las experiencias de sus antecesores. Busquemos que la historia no se repita como
farsa, tratemos que los futuros sujetos sean capaces de proponerse objetivos viables, a
partir del análisis concreto de la coyuntura actual, pero también a partir de los aciertos
y errores de aquellos que quisieron cambiar la vida y terminaron cambiados por ésta.
11
12
C
uando emprendimos el trabajo de escribir lo que habíamos investigado acerca
del otro movimiento estudiantil teníamos algunas certezas, como las que a
continuación se expresan:
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14
uso de la teoría con que la misma sociología y, de manera más amplia, la ciencia social
contemporánea, han ido encapsulando y en cierto modo justificando la invisibilidad
de ciertos enfoques que siguen insistiendo como el nuestro, sobre la preeminencia de
lo histórico social en la composición de la comprensión y la inteligibilidad del objeto
y el sujeto de la transformación social, independientemente de la complejidad que
impliquen los procesos de subjetivación.
¿Cuál puede ser la importancia de nuestra teorización y nuestros argumentos en
la tarea de pensar el movimiento estudiantil siempre como un espectro complejo de
diferencias que pueden condensarse en momentos históricos específicos, y la histori-
zación de los procesos sociales mexicanos que ya desde entonces venían definiéndose?
Eso es lo que a la luz de la memoria como síntesis de un modo de pensar el espacio
público y el análisis político queremos revisar con El otro Movimiento Estudiantil,
una aproximación crítica a la historia de los procesos en movimiento en un período
crítico de la Historia del país.
1
Enrique De la Garza, Ascenso y crisis del estado Social Autoritario, México, Colegio de México,
1988.
15
el Estado no podía reformarse hacia la democracia. Unos optaron por vincularse con
inconformes del campo, de las colonias populares o en los sindicatos, visto como un
proceso de acumulación de fuerzas, otros siguieron el camino de la lucha armada. Esta
es la fase que en este texto hemos denominado de la radicalización del movimiento
estudiantil, un movimiento que siguió existiendo pero que cambió su actuar preferente
hacia afuera de la Universidad. Este turbulento período ha sido comúnmente oscure-
cido en las Historias del movimiento estudiantil. La paradoja es que los vencidos, los
radicales, no han sido invisibilizados por los intelectuales del “ancian régime”, sino
por la otra parte de la izquierda que desde que se separaron de los radicales en 1969
los descalificaron, especialmente por aquellos que se engancharon con la apertura
democrática de Luis Echeverría.
Es nuestra intensión con este libro rescatar notas de juventud que habían quedado
a la crítica roedora no de los ratones sino de los magos de la invisibilidad de los que
han escrito esta parte de la Historia de México. Lo consideramos un acto de justicia,
porque los estudiantes, a su manera lucharon por tener un país mejor, tanto los que
se acogieron a la apertura democrática como los que la rechazaron. Mostraremos
que estos últimos, en su mayoría fueron estudiantes que luchaban también son parte
de nuestra herencia de luchas en contra de Estado Corporativo Ampliado.2
2
Usamos la definición de Gramsci de Estado ampliado como sociedad política o gobierno más
sociedad civil, consistente esta última principalmente como organizaciones civiles.
16
Nuestra reflexión
En estas condiciones conviene recapitular el origen de la discusión y este habría que
buscarlo en el marxismo, en el planteamiento de ver a la clase obrera como potencial
17
sujeto histórico. El enfoque clásico marxista más socorrido en el siglo XX fue estructu-
ralista, en tanto que el paso de la clase como objeto estructural al movimiento obrero,
los trabajadores asalariados del capital se convertirían en sujeto por la adquisición de
una conciencia de clase. La versión estalinista, tan influyente dos cuartos del siglo
XX, apeló a la frase de Marx en la Miseria de la Filosofía.: “No se trata de lo que el
proletariado en su conjunto pueda representarse de vez en cuando como meta, sino de
lo que el proletariado es y de lo que está obligado históricamente a hacer de acuerdo
con ese ser suyo”. Planteamiento netamente estructuralista, la posición en la estructura
de relaciones de producción determinaría las formas de conciencia y de acción. Habría
que aclarar que hay otro Marx, el del Sujeto-Objeto (“los hombres hacen la Historia en
condiciones que no escogieron), el que llama a recuperar “la cara subjetiva del objeto”.
En esta línea, el marxismo occidental (Gramsci, Escuela de Frankfort, Historia
Social Inglesa, Obrerismo Italiano, etc.), con todas sus diferencias, hicieron esfuer-
zos considerables en contra de la versión estructuralista y positivista del marxismo
(voluntad objetiva en lugar de conciencia de clase; la incorporación del inconsciente
en el problema de la dominación; el concepto de experiencia como superior al de es-
tructura; el concepto de composición de clase del obrerismo italiano, para dar cuenta
de la heterogeneidad de la clase obrera con la incorporación de sus composiciones
políticas, y sociales junto a las técnicas). Y sobre todo la consolidación del concepto
de sujeto social, como mediación entre clase y movimiento social.
En estas condiciones de la discusión teórica se llegó a la década de los setenta del
siglo XX, rica en NMS, especialmente el estudiantil, que en México estuvo muy relacio-
nado con el campesino (clasista), con el urbano popular (luchas de los migrantes del
campo a la ciudad y de los marginados urbanos por un pedazo de terreno urbano para
vivir) y con un muy activo movimiento obrero en las grandes empresas. El movimiento
obrero de la segunda mitad de los setenta fue el más activo movimiento social, en
el inicio de esta década lo fue el movimiento estudiantil. Aquel movimiento obrero
sufrió la influencia del estudiantil, primero por la represión en contra de los estudian-
tes en el 68, aunque en ese momento pocos obreros se unieron al estudiantil, pero el
impacto de un movimiento sobre la sociedad o bien otro agrupamiento no se mide
exclusivamente por sus relaciones orgánicas o cara a cara, sino también como parte
del impacto sobre una sociedad asimilado en forma diferenciada por cada clase social.
18
19
Teoría emergente
En esos años, en las discusiones de la gran teoría social se desprestigiaron las expli-
caciones de corte estructuralista, en primer lugar por la emergencia de los NMS que
no podían explicarse por la situación estructural de sus integrantes. De esta gran
transformación en la teoría social emergieron los nuevos paradigmas que han estado
en juego desde entonces: postmodernidad (fin de los grandes discursos, de los grandes
sujetos, de los grandes proyectos de transformación social, predominio de la fragmen-
tación); las teorías de elección racional ampliadas, más allá del ámbito de la Econo-
mía (individualismo metodológico, actor calculador de la relación costo beneficio);
teorías de sistemas sin sujetos; la nueva hermenéutica (comprensión y producción de
significados, sean como fenómenos de la conciencia, o bien de las interacciones con
significados o de los discursos objetivados); o las de la agencia (los sujetos sociales
como productos y productores de relaciones sociales y estructuras).
Es decir, en un extremo se encontrarían las teorías que reducen la realidad social
a como es concebida por los sujetos, a sus imaginarios, que en cuanto a movimientos
sociales cuentan con gran influencia dentro del paradigma de la Identidad. En el otro
extremo estaría la teoría de la elección racional, traducida en cuanto a movimientos
sociales en movilización de recursos .Aunque también habría que considerar, siguien-
do la tradición marxista del sujeto-objeto, a las que para explicar los movimientos
sociales toman en cuenta estructuras, mediadas por procesos de construir signifi-
cados para entender la acción colectiva. Las estructuras serían objetivaciones de las
prácticas que pueden ser artefactos o bien códigos de la cultura, del lenguaje o de la
subjetividad colectiva, estas estructuras no determinan la acción y la conciencia de los
sujetos sino los presionan3 pero entre las presiones de las estructuras y las acciones
estaría la subjetividad, entendida como proceso de construcción de significados.4 La
eficacia de las estructuras no debería de interpretarse solo para aquellas que afecta el
cara a cara de los sujetos, como estructuras del mundo de la vida, tampoco serían im-
portantes porque solo suscitaran significados. Las estructuras mediatas, messo, macro,
también pueden presionar más allá de la conciencia que tengan los sujetos de estas.
Así sucedió con los estudiantes, el efecto estructural más inmediato, la estructura
vivida tuvo que ver con la financiera de las universidades públicas, entes dependien-
tes casi totalmente de los subsidios del Estado, que mostraban elementales carencias
en profesores de tiempo completo, laboratorios, actualización de planes de estudio,
relación entre docencia e investigación. Es decir, la Universidad mexicana de los se-
3
E.P. Thompson, La formación histórica de la clase obrera, Barcelona, Laia, 1970.
4
Antonio Gramasci, Cuadernos de la cárcel, México, Siglo XXI,1974.
20
21
El problema de la subjetividad
Es decir, en la subjetividad de los actores hubo un proceso de lo concreto a lo abstracto,
de la impresión en el 68 del basucazo en contra de la puerta de la preparatoria, a la
demanda de substitución de un jefe de la policía y de ahí a la derogación del delito de
disolución social por el cual varios líderes obreros permanecían presos. El marxismo
como doctrina ayudó al tránsito subjetivo hacia las grandes contradicciones de la
sociedad mexicana, el Estado social y autoritario, la persistencia del subdesarrollo
y la pobreza.
La insurgencia obrera-campesina y popular de los setenta no se puede explicar
solamente por las acciones de los estudiantes, pero tampoco sin estos. Los estudian-
tes, militantes principales de una infinidad de grupos políticos de izquierda también
sirvieron para vincular a obreros, campesinos con habitantes pobres de las colonias
de las ciudades. En este proceso también los estudiantes se radicalizaron, pero esta
radicalización no fue escenificada principalmente por vándalos o provocadores, que
los hubo, sino por jóvenes que abandonaron muchas veces su estudios para entrar
a trabajar en las fábricas, vivir en las colonias populares o en las comunidades ru-
rales, jóvenes que estuvieron dispuestos a perder la libertad o la vida cuando desde
1973 el Estado intensificó la represión, al mismo tiempo que proclamaba la apertura
democrática apuntalada por una parte de la izquierda. La parte más radical de los es-
tudiantes formó grupos guerrilleros, esta consecuencia era lógica, el Estado utilizaba
cada vez más la fuerza en forma semejante a la de las dictaduras militares del cono
sur (cárceles clandestinas, tortura científicamente aplicada, desaparecidos, muertos),
22
para esta parte de los estudiantes el camino era el de la Revolución armada y en ese
camino acabaron destrozados por la fuerza del Estado. También, una buena parte de
las interpretaciones marxistas que se manejaban llegaban de manera más o menos
contundente a la conclusión de que la Revolución ahora o después era necesaria.
Hay que recordar que en esos años el socialismo en el mundo parecía incontenible,
se extendía en muchos países del tercer mundo y los movimientos guerrilleros con
objetivos semejantes proliferaron en una gran cantidad de países, incluyendo en los
desarrollados.
Movimiento detonador
Es decir, el movimiento estudiantil en México dio origen a la guerrilla urbana, esta
se conformó en las principales ciudades en las que había habido agitación estudiantil.
Muchos grupos guerrilleros se formaron a lo largo del país, una parte de los cuales se
fusionaron en la Liga Comunista 23 de Septiembre. A la cabeza de estas organizaciones
estaban estudiantes o recién egresados de las universidades, que en general no podían
suponerse provocadores de la CIA, la KGV, los cubanos o los chinos: Ramos Zavala,
Irales Morán, Salas Obregón, Ignacio Olivares, los Campaña, los Lucero, Pedro Cas-
tillo, eran sujetos de su tiempo, del fogueo en los movimientos estudiantiles, de las
relaciones con otros movimientos sociales, del marxismo, de la radicalización frente
al endurecimiento autoritario del Estado, del contexto internacional de movilización
estudiantil y obrera, del movimiento guerrillero internacional. Por todo esto no pareció
tan descabellado a esta parte de los estudiantes el pensar que como aquella película
emblemática de la época que clamaba que había llegado “la hora de los hornos”.
Pero la parte radical del movimiento estudiantil falló al pensar que su disposición
personal o de pequeño grupo a la lucha era la de la mayoría de la población. De
eta manera, cuando los enfermos de Sinaloa llamaron a la insurrección en enero de
1972, los trabajadores de los campos agrícolas no los siguieron. Evidentemente no
era el momento de la guerra de movimientos. En esta debacle del radicalismo, estos
estudiantes no solo sufrieron persecución policiaca y militar, secuestros, tormentos,
prisión y muerte sino el ostracismo de la otra izquierda, al grado de quedar negados
para la Historia. Nunca existieron como movimiento legítimo, en todo caso aparecen
en la multitud de textos sobre el tema como descomposición o perversión del mo-
vimiento estudiantil. Los radicales no lograron sus objetivos, pero sin duda fueron
parte de esa ola de inconformidad social que con el tiempo contribuyó al deterioro
del Estado Social Autoritario, aunque en un nuevo contexto económico neoliberal
que nadie avizoró en los setenta.
23
24
D
urante los años sesentas la economía mexicana creció apreciablemente, sin llevar
aparejado un crecimiento notable de los precios: es decir que el producto interno
bruto creció entre 1959 y 1970 a un promedio anual del 7.1 por cierto, mientras
que los precios sólo se incrementaron en 2.9 por ciento anual en el mismo período.
El sector industrial se perfiló como eje de la acumulación del capital, lo cual se
reflejó en primer lugar, en la distribución de la Población Económicamente Activa
(PEA) Sectorial, en segundo término en el crecimiento de la proporción de población
asalariada,1 y en tercer lugar en el crecimiento y distribución del PIB en el sector in-
dustrial, particularmente en el sector manufacturero.
En el trabajo de Enrique de la Garza2 se muestra en términos más analíticos cómo
fue que desde finales de los cincuentas la acumulación del capital no descansó más en
la intensificación del trabajo o sus jornadas prolongadas, sino en la reestructuración
productiva (tecnológica, de organización del trabajo) de las grandes empresas. Al
mismo tiempo, el consumo de la clase obrera dejó de depender cada vez más de los
productos campesinos, dándose, así, una recomposición en la estructura del mercado
hacia el predominio del consumo industrial final.
Los años sesentas presenciaron, en fin, la expansión y modernización de las re-
laciones capitalistas de producción y con ello, las tendencias a la monopolización,
dando forma a lo que algunos han llamado “el milagro mexicano”.
1
En el periodo mencionado la proporción de asalariados con respecto a la PEA llegó a ser alrededor
del 60 por ciento.
2
Enrique De la Garza, “Acumulación de capital y movimiento obrero en México (1940-1976)”, Tesis
en opción al grado de Doctor en Sociología, Colmex, 1984.
25
3
Como estado social el Estado Mexicano se había visto obligado desde el final de la Revolución
Mexicana a reconocer la existencia de las clases antagónicas, específicamente de la clase obrera. Pero
este rasgo de modernidad se vio aparejado al atraso material del país; el rumbo puramente institucional
del conflicto de clases se veía limitado por las necesidades de la acumulación del capital. Acumulación del
capital que antes de los sesentas se fincó en la disminución del salario real de los trabajadores. En estas
condiciones el Estado social no podía cristalizar y no pudo sino ser a la vez autoritario. Autoritario
en cuanto al control organizativo de lo fundamental de la sociedad civil, véase De la Garza (1984).
26
en México, años en los que el nivel de vida se elevó, el salario real creció. Si bien
tal mejoramiento en las condiciones de vida no fue homogéneo, sí puede hablarse de
un esfuerzo del Estado en algunos renglones por mejorar las condiciones materiales
de la clase obrera.
Pero la capacidad del Estado para hacer concesiones materiales no benefició por
iguales a todas las clases, hubo una en particular que pagó materialmente gran parte
de los gastos del festín: los campesinos. Estos, productores de alimentos y materias
primas contribuyeron a través de los precios de garantía, estables por casi 20 años, a
que el salario real obrero ascendiera.
En la década de los 60s prácticamente todo el movimiento obrero organizado estuvo
controlado por el charrismo, lo cual no significaba que toda la clase obrera participase
de ese control, puesto que en 1960 sólo el 64 por ciento de la PEA asalariada se encon-
traba sindicalizada y este porcentaje se mantuvo constante durante todo el período.
A pesar del control del charrismo sobre el movimiento obrero existían muchas
centrales sindicales (v. gr. CTM, CROC, CROM, etcétera) que conformaban un panorama
disperso organizativamente del sindicalismo oficial.
No obstante los esfuerzos estatales por evitar la dispersión del sindicalismo “cha-
rro”, el Bloque de Unidad Obrera auspiciado por el Estado no había logrado aglu-
tinar a todo el sindicalismo oficialista, importantes centrales como la CROC habían
quedado fuera de él. En 1960 se fundó la Central Nacional de Trabajadores (CNT)
compuesta por el Sindicato Mexicano de Electricistas, la CROC, la FROC, el STERM, la
FOR y la Unión Linotipográfica de la República Mexicana. Esta central mencionó
en su constitución tener afiliados a 375 000 trabajadores. En 1966 desapareció junto
con el BUO para dar origen al Congreso del Trabajo (CT). En los años 60s la CTM fue
la confederación mayor, seguida de la Federación de Sindicatos de Trabajadores al
Servicio del Estado. Para 1967 el CT expresaba exageradamente que aglutinaba a 3
millones de trabajadores; la formación del CT fue promovida por el PRI con la aprobación
del presidente de la República.
Con esto queda clara la necesidad del Estado de controlar organizativamente y
también de centralizar el control.
En los años 60s el Estado social mexicano se reafirma tanto por su intervención
en el eje económico industrial, como por su énfasis en los programas sociales. La
dominación estatal después de la crisis del 58-63 se afianzó pero este Estado social
autoritario no había sido capaz de lograr el consenso únicamente por medios reivindi-
cativos a fines de los 50s; al menos en la parte más independiente obrera y campesina,
y tuvo que recurrir, además de las concesiones, a la represión casi generalizada en los
grupos que impugnaron esa dominación.
27
28
4
G. Guevara Niebla, “La primera autonomía”, Buelma, año 1, núm, 1, abril 1979.
5
Ibidem.
29
6
El IPN contaba con 3 500 becarios y un internado, al que asistían también 1 500 estudiantes “ga-
viotas”, sin becas.
30
período en la disminución del salario real de los trabajadores. Sin embargo, el Estado
“estabilizador” emergía de 20 años de lucha en contra de la independencia de lo civil,
provocando con ello profundas lesiones en la propia estructura social. Al parecer,
1958 era todavía temprano para que la insurgencia obrera prosperase, su derrota y el
desarrollo estabilizador habrían de posponer por más de 10 años la entrada en escena
de la fuerza proletaria. En este contexto donde surge la tercera etapa del movimiento
estudiantil, es decir, el movimiento independiente y no controlado por el Estado.
Es posiblemente en la universidad de San Nicolás de Hidalgo en Morelia, donde
en forma más temprana y acabada se desarrolló la lucha democrática no estatal.
En esta universidad existía desde 1939 paridad de alumnos y maestros en el Consejo
Universitario, sin embargo las funciones de este consejo eran meramente académicas
ya que las autoridades universitarias eran nombradas por el rector y éste, a su vez,
designado por el gobernador del Estado a partir de una terna propuesta por el propio
Consejo Universitario.
En 1961 se promulgó una nueva ley orgánica que seguía contemplando la existencia
de un Consejo Universitario paritario y que el rector fuera nombrado por el gobernador.
La nueva ley orgánica intentó dar una orientación más progresista a la educa-
ción universitaria. “El nuevo ordenamiento universitario se pronunciaba por la
aplicación del método dialéctico del movimiento y transformación constantes como
base del conocimiento científico”.7 Esta orientación progresiva fue resultado de una
nueva correlación de fuerzas dentro de la universidad, favorable a las corrientes
de izquierda y misma correlación que permitió al doctor Elí de Gortari llegar a la
rectoría de la universidad.
La nueva ley orgánica resultó de la lucha universitaria, de la coalición de fuerzas
cardenistas y, del Movimiento de Liberación Nacional (MLN), PPS, PCM, principalmente.
El doctor Elí de Gortari, conocido intelectual de izquierda, inició una serie de reformas
académicas modernizantes y la construcción de nuevas instalaciones. Se crearon nue-
vas carreras, la Facultad de Altos Estudios, y la casa del estudiante. Se mejoraron los
sueldos, se incorporó a los profesores al IMSS, etcétera.
Las fuerzas conservadoras no permanecieron impasibles ante el avance de la
izquierda en la dirección de la universidad, se acusó al rector de violaciones a la ley
orgánica, pero recibió éste en cambio el apoyo de la Federación de Estudiantes y del
Consejo Estudiantil Nicolaíta, así como la mayoría de los profesores. La lucha interna
en la universidad se intensificó y se extendió a la propia población: la Unión Nacional
7
Adolfo Mejía, Michoacán ¿feudo cardenista?, México, Ed. Nuevos caminos, 1966, p. 20.
31
8
Política, 15 de mayo de 1961, p. 9.
32
9
Ibidem, p. 8.
10
Política, 1o. de junio de 1961, p. 8.
11
Política, 15 de octubre de 1962, p. 5.
33
12
Política 1o. de julio de 1965, p. 5.
13
Entrevista No. 1.
14
Política, 1o. de noviembre de 1964, p. 5.
15
Política, 15 de octubre de 1964, p. 5.
16
Política, 1o. de noviembre de 1964, p. 5.
17
Entrevista No. 1.
34
(lugar donde la lucha había obtenido logros mayores y el movimiento era más desarro-
llado) se llevó al cabo la primera Conferencia Nacional de Estudiantes Democráticos
donde se planteó la necesidad de constituir una organización nacional.
Y aunque todavía en 1964 la lucha no estatal no era lo suficientemente extensa y
experimentada como para lograr ese objetivo, la conferencia de Morelia de 1964 es
indicadora de que se estaba forjando un movimiento estudiantil nacional de nuevo tipo.
Entre los años 1966 y 1968 hubo una gran efervescencia estudiantil en las univer-
sidades, preludio del movimiento nacional de 1968. En Chilpancingo, Guerrero, en
1966, los estudiantes se enfrentaron a lo que consideraron una elección antidemocrá-
tica del rector, dándose enfrentamientos entre estudiantes y policías; finalmente, la
universidad fue ocupada por la policía y encarcelados los dirigentes.
En mayo de ese año se organizaron grandes manifestaciones en apoyo a la lucha
del pueblo vietnamita.
En Tampico, Ciudad Victoria y Cuidad Madero hubo protestas motivadas por el
secuestro de un profesor del Instituto Tecnológico de Ciudad Madero. En junio de 1966
estalló la huelga en la Escuela Nacional de Maestros, al mismo tiempo que alumnos de
la Escuela Nacional Preparatoria trataron de llevar a la dirección del plantel No. 7 a su
candidato. En agosto de 1966 el MURO18 realizó un asalto a la preparatoria No. 7 de la
UNAM, pero fue derrotado. Los alumnos de la Escuela Nacional de Economía repudiaron
la forma de elección de consejeros técnicos y universitarios, tal como lo establece la
ley orgánica de la UNAM, plantearon que fuesen nombrados por voto universal y direc-
to, y buscaron la paridad en los consejos técnicos universitarios. En Durango la masa
estudiantil agredió a pedradas al gobernador del Estado en un acto público. Hubo una
huelga en el Tecnológico de Coahuila que amenazó con extenderse a todo el sistema
de enseñanza tecnológica. En el XVII Congreso Nacional de la FNET abandonaron la
organización cuatro tecnológicos, la escuela superior de Medicina del IPN y otras más.19
En Sinaloa el movimiento estudiantil exigió la renuncia del rector Julio Ibarra, que
había sido reelecto en 1965, y se inició, así la lucha por las reformas universitarias.
En el transcurso de los meses de junio a octubre de 1966 se alcanzaron momentos de
gran violencia, sobre todo el 12 de septiembre, cuando fue atacado el edificio cen-
tral de la UAS por grupos de choque en apoyo a las autoridades universitarias.20 A raíz
de esto, se desató una campaña propagandista de corte anticomunista, encaminada
18
Movimiento Universitario de Renovadora Orientación, grupo ultraderechista y fuerza de choque
del sector más reaccionario de la Universidad Nacional.
19
Gilberto Balam, Tlatelolco (reflexiones de un testigo), México, Talleres Lensas, 1969.
20
J. Wing y colaboradores, Los estudiantes, la educación y la política, México, Nuestro tiempo,
1971. p. 46.
35
21
Entrevista, No. 2.
22
Política, 15 de julio de 1966, p. 7.
23
Política, 15 de agosto de 1966, p. 33.
24
Política, 15 de julio de 1967, p. 33.
25
Política 1-15 de agosto de 1967, p. 28.
26
Entrevista, No. 1.
36
27
Política, 15 de octubre de 1966, p. 6.
28
Ibidem, p. 7.
29
Ibid., p. 8.
30
Ibid., p. 9.
31
Ibid., p. 9.
37
32
J. Wing y colaboradores, Los estudiantes, la educación y la política, México, Nuestro tiempo,
1971. p. 46.
33
La CNED fue fundada el 29 de abril de 1966, siendo su primer secretario R. A. Talamantes, militante
del PCM. En el congreso constitutivo de la CNED participaron 800 delegados que dijeron representar a
160 mil estudiantes en todo el país. Las otras negociaciones estudiantiles a nivel nacional eran la FNET
(allegada al Estado) y la CNE (derechista).
34
Política, 25 de octubre de 1966, p. 10.
35
Política, 25 de octubre de 1966, p. 10, 2a. de forros.
36
J. Wing y colaboradores, op. cit., p. 50.
38
37
Política, 1o. de junio de 1964, p. 21.
38
Política, 15 de marzo de 1964, p. 11.
39
39
Política, 1o. de mayo de 1966, p. 8.
40
Todo el pueblo participo contra la elección como candidato de Faustino Félix y para que
cayera Encinas Johnson.40
40
J. Arce, “Sonora humillada”, Gente, 16 de junio de 1967.
41
“Sonora en trance”, nota de la Revista Siempre, 31 de mayo de 1967.
42
Liberato Terán, Marcha por la ruta de la libertad, Culiacan, serie Estudiantil, 1973.
41
Ya en los albores del movimiento nacional de 1968, en marzo de ese mismo año,
se produjo en la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL).43
[...] una protesta estudiantil en contra del “plan Elizondo”. Este fue un conflicto latente
desde antes de 1968. Año en que el déficit económico de la universidad llegó a cuatro
millones de pesos anuales y los estudiantes hicieron pública su inconformidad ante la es-
trechez de sus escuelas y facultades. En marzo de 1968, el gobernador Eduardo Elizondo
dio a conocer el llamado “plan Elizondo” que pretendía conseguir el autofinanciamiento
de la universidad mediante la elevación de las cuotas escolares en medida proporcional a
la capacidad económica del estudiante, y eliminar con esto el subsidio estatal a la universi-
dad.44 Ante esto, los estudiantes se pusieron en huelga dirigidos por el Consejo Estudiantil
Universitario, en el que se manifestaban como fuerzas principales las Juventud Comunista,
la Liga Leninista Espartaco (LLE), el grupo relacionado con “Obra Cultural Universitaria”
(de tendencia social-cristiana) y restos de la derecha tradicional.45
Este movimiento creó tal agitación que el “plan Elizondo” fue abandonado, pero
igual marcó el inicio de un período de luchas en las que la izquierda se constituyó
como fuerza hegemónica, primero del movimiento estudiantil, y posteriormente entre
profesores y empleados.46
En Villahermosa, Tabasco, también se produjeron hechos importantes inmediata-
mente antes del movimiento nacional de 1968.
Los estudiantes de la Universidad Benito Juárez solicitaron del gobierno del Es-
tado el mejoramiento económico de la universidad y al no conseguirlo se fueron a la
huelga y tomaron el edificio de la Normal. Surgieron grupos de choque que trataron
de desalojar a los estudiantes, y como consecuencia de los enfrentamientos murió
ahogado uno de ellos. También aquí como en Sonora brotó una especie de “ola verde”
para enfrentarse a los “agitadores comunistas”. Pero la protesta estudiantil con apoyo
popular creció y el movimiento amplió sus demandas hasta exigir la renuncia del
gobernador. Las manifestaciones se generalizaron y también los choques armados.
La violencia gubernamental incrementó la violenta respuesta estudiantil y popular:
fue destruido el edificio de Bellas Artes e incendiadas las oficinas locales del PRI. En
esas condiciones, policías y grupos de choque iniciaron una cacería de estudiantes.
43
En la Universidad de Nuevo León se produjo la primera huelga sindical universitaria del período
democrático en 1967 (el Sindicato de Trabajadores de la Universidad de Nuevo León, STUNL, está cons-
tituido tanto por empleados como por profesores).
44
Excelsior, 1o. de junio de 1968.
45
Entrevista, No. 3.
46
Ibidem.
42
El 29 de julio de 1968, en las márgenes del río Grijalva fueron asesinados docenas de
estudiantes que intentaban cruzar a nado el río, perseguidos por las fuerzas represivas.
Hubo docenas de aprehendidos, contra algunos de los cuales en mayo de 1969 se dictó
sentencia. Durante dos días pistoleros, policías y soldados continuaron la cacería y el
30 de julio se disparó contra las alumnas de la Normal.47
Los sucesos de Villahermosa se cuentan entre las accionas represivas más violentas
ejercidas por el gobierno antes del movimiento del 68 en el DF.
En los movimientos descritos resalta como característica la de ser protagonizados
y dirigidos por estudiantes, contar con escasa participación magisterial (con excepción
del de Morelia, el que, por encontrarse en una etapa avanzada de democracia interna
contó con el apoyo de maestros). En los casos en los que los grupos de izquierda (PCM
y LLE principalmente) lograron hegemonizar los procesos sin alianzas con grupos gu-
bernamentales, la represión fue una constante. En cambio, en movimientos como la
huelga de la UNAM en 1966 y los movimientos en la UAP a inicios de los 60’s, donde las
fuerzas de izquierda coincidían con fuerzas gubernamentales, el movimiento alcanzó
algunos de sus objetivos inmediatos.
El movimiento estudiantil nacional de 1968 no fue un rayo en día sereno, múltiples
luchas lo anunciaron; en ellas los estudiantes fueron rompiendo con el control estatal.
Como hemos visto no todos los movimientos antes del 68 fueron totalmente ajenos al
Estado, incluso en su forma más elemental como participación abierta de fuerzas priístas
o del PPS. Pero las luchas y el carácter autoritario del Estado contribuyeron a que para
1968 ya existiese un amplio contingente a lo largo y ancho del país que había roto de una
manera o de otra con ese Estado. Las luchas democráticas, aun el más avanzado (el de
Morelia) sufrió graves derrotas; sin embargo, las derrotas parciales no fueron suficientes
para acallar el clamor de esa parte civil que no soportaba más el control autoritario del
Estado. Para el año 1968 muchos movimientos estaban exclusivamente dirigidos por
fuerzas de la izquierda no estatales. Asimismo, la CNED había logrado no ser destruida
por la represión. El movimiento se generalizaba y el Estado recurrió continuamente a
represiones cada vez más sangrientas. Los sucesos de Villahermosa coincidieron en
su represión con el inicio del movimiento nacional del 68.
47
M. Fernández, “El pueblo de Villahermosa ametrallado”, ¿Por qué?, 11 de septiembre de 1968,
México.
43
que existe sobre el tema no es escasa; sin embargo nos remitiremos principalmente a
los trabajos de Fernando Carmona y de Ramón Ramírez.48
A partir de estos autores presentamos a continuación nuestra propuesta de articu-
lación y periodización para los sucesos del 68.
Dado los sucesos violentos que se escenificaron en el Distrito Federal entre grupos
de estudiantes de las vocacionales No. 5 y No. 2 del IPN y de la preparatoria Isaac
Ochoterena, la represión desatada el 23 de julio de 1968 por parte de las fuerzas
gubernamentales contra los estudiantes resultó coherente con la práctica represiva
seguida por el gobierno en el trato de los movimientos estudiantiles no controlados
por el estado. Durante la manifestación del 26 de julio, esta represión se extendió a
los transeúntes y se hizo más patente su violencia. La respuesta no se hizo esperar,
algunos grupos de estudiantes trataron de defenderse, se improvisaron las primeras
barricadas, y a partir de entonces empezó una desigual batalla que se prolongó hasta
el 30 de julio,49 día en que intervino el ejército dejando un saldo considerable de
muertos, heridos y detenidos. La misma noche del 26 de julio, la policía allanó el
local del PCM y aprehendió a varios dirigentes. Estos actos represivos hicieron crecer al
movimiento no sólo entre los alumnos, sino también entre los profesores. Estudiantes
del Politécnico, la UNAM, las Escuelas Nacional de Maestros y la ENAH constituyeron
inicialmente el Consejo Nacional de Huelga (CNH).
El 1º. de agosto, el rector de la UNAM, ingeniero Javier Barros Sierra, encabezó
la primera de las grandes manifestaciones de protesta.50 Esta manifestación no fue
reprimida, ni tampoco las inmediatamente posteriores: la del 5 de agosto, y tres más
que llegaron al Zócalo (la del 13 de agosto, iniciada en el casco de Santo Tomás y las
del 27 de agosto y 13 de septiembre, iniciadas ambas en el Museo de Antropología).
El 28 de agosto, fuerzas del ejército y la policía desalojaron a una guardia estu-
diantil que había quedado en el Zócalo a raíz de la última manifestación. Una vez
más el gobierno recurría al mecanismo represivo, tan frecuente durante aquel sexenio.
El 1º. de septiembre, el presidente de la República advirtió: “Hemos sido tolerantes
hasta excesos criticados, pero todo tiene un límite y no podemos permitir ya que siga
quebrantándose irremisiblemente el orden jurídico, como a los ojos de todo el mundo
ha venido sucediendo”.51
48
J. Carrión y F. Carmona, “Tres culturas en agonía” en R. Ramírez, El movimiento estudiantil de
México julio-diciembre de 1968, México, Era, 1969.
49
“Una cronología pormenorizada del movimiento” en R. Ramírez, El movimiento estudiantil de
México julio-diciembre de 1968, 1969.
50
R. Ramírez, El movimiento estudiantil de México julio-diciembre de 1968, México, Era, 196, p. 160.
51
Excelsior, 1o. de septiembre de 1968.
44
En los últimos días una ola de violencia se ha desatado sobre la ciudad… La policía, sin
ningún miramiento, ha atacado toda reunión pública que convoca el CNH y de esta manera
ha impedido la realización de seis actos centrales y ocho manifestaciones sectoriales en
distintos rumbos de la ciudad. Asimismo se realiza una persecución, digna de mejor causa,
contra los estudiantes y principalmente contra los miembros de ese consejo.52
52
El día, 28 de septiembre de 1968.
53
Suplemento No. 6, Historia y sociedad, p. XCIII.
45
Durante los sucesos del 2 de octubre de todos conocidos, en la plaza de las Tres
Culturas, se puso de manifiesto el exagerado trato represivo gubernamental a la disi-
dencia no controlada por el Estado.54 Es posible que nunca se conozca el número de
víctimas; centenares de personas fueron aprehendidas (algunos estiman que fueron
alrededor de 1 500).55
A pesar de esta gran represión siguió funcionando el CNH y, aún después de finalizar
las Olimpiadas, los estudiantes se negaban a reanudar las clases.
Durante noviembre, diciembre y los primeros meses del 69 continuaron las de-
tenciones. Numerosos maestros dependientes de la SEP fueron suspendidos. Sobre
las universidades de provincia se ejerció presión mediante la retención del subsidio;
los casos más conocidos fueron los de las universidades de Puebla y Sinaloa. La
revista Siempre, comentando estos hechos en un editorial afirmaba: “el gobernador
de Puebla, al entregar a la universidad un atrasado subsidio federal, recalca la vieja y
antihumanista tesis de que la única obligación de los maestros es enseñar su disciplina
específica y la de los estudiantes, estudiar”.56
A partir del 2 de octubre el movimiento en el DF paulatinamente se fue debilitando,
y a principios de diciembre, el CNH decidió levantar la huelga; así lo dio a conocer en
su “Manifiesto a la Nación: 2 de octubre”. Las clases empezaron a normalizarse en
enero del 69, poco más de cinco meses después del inicio del conflicto.
A pesar de que el movimiento estudiantil nacional sufrió grave descalabro en 1968
y que en la capital sólo empezó a recuperarse a partir de 1971, en las universidades de
provincia, donde la represión no fue tan intensa, la violencia gubernamental desatada
por entonces no hizo decaer el movimiento sino que lo llevó a su consolidación y
radicalización. Estos fueron los casos de las universidades de Nuevo León, Sinaloa,
Guadalajara, Puebla, Chihuahua y Oaxaca.
El movimiento del 68 presentó rasgos nuevos en el panorama de las luchas uni-
versitarias; algunas de las más importantes son los siguientes:
54
J.L. Reyna, Cuadernos del CES, NO. 1, El colegio de México.
55
J. Carrión y F. Carmona, Tres culturas en agonía, 1970.
56
Ibidem, p. 227.
46
57
El día, 11 de agosto de 1968.
47
Así en este primer pliego petitorio de carácter eminentemente pragmático, los es-
tudiantes incluyeron demandas en contra de las instituciones políticas involucradas
en los actos represivos; sin embargo el adversario no estaba bien definido. Los dos
primeros puntos atacaban a los enemigos internos: FNET, MURO, Porros, PRI; mientras
que los restantes trataban de encauzar el movimiento contra las instituciones guber-
namentales represivas.
La redacción del pliego petitorio definitivo, elaborado el 4 de agosto, estuvo
influida por los enfrentamientos entre estudiantes y policías ocurridos los días 28 y
48
29 de julio. Sus planteamientos rebasaron los del anterior, y esta vez, iban dirigidos
exclusivamente en contra de instituciones y actos represivos gubernamentales. Los
puntos del pliego petitorio fueron los siguientes:
58
El día, 4 de agosto de 1968.
49
50
E
n el sexenio de Echeverría (1970-1976) se inició la crisis del Estado Social
Autoritario en México. Esta crisis ha sido por un lado: la del estado capita-
lista en general durante los años 70’s (crisis de un Estado y de una forma de
acumulación de capital surgida desde 1929) la cual cuestionó el proyecto keynesiano
del Estado y al propio Estado Social. Por otro lado puede afirmarse que la crisis se
intensifica al articularse con la contradicción entre lo social y lo autoritario del Estado,
es decir la contradicción entre la politización antiautoritaria de la sociedad civil y la
búsqueda de un desarrollo económico suficiente por parte del Estado.
En el plano político el movimiento estudiantil del 68 fue un gran llamado de
atención a la “clase política” acerca de los acontecimientos que se producirían en los
70’s. Una fracción de esta clase política, la más comprometida con el proyecto del
Estado Social mostró gran conciencia en cuanto a la alternativa que se plantearía en
1970, con el cambio presidencial.
El movimiento estudiantil no llegó a atraer activamente a sectores importantes
fuera del medio universitario; pero no por ello expresaba solamente necesidades
sectoriales. El pliego petitorio del movimiento no hizo sino resumir en forma ele-
mental necesidades sociales globales que no implicaban sólo a quienes participaron
en dicho movimiento; así las demandas se referían básicamente a la necesidad social
de independencia de lo civil respecto del Estado, contradicción social fundamental
del período.
En el sector universitario se dieron varias condiciones y de ahí que se expresara en
este sector con tanta fuerza la tensión social fundamental. El movimiento universitario
antes del 68, a diferencia del movimiento obrero del 58-60, no había sido golpeado tan
51
fuertemente por la represión, sino, por el contrario, el 68 significó para este movimiento
universitario la resultante de 8 años de acumulación de fuerzas independientes del
Estado. Al mismo tiempo que el gobierno reprimió a los ferrocarrileros, petroleros,
telegrafistas, maestros, etcétera, y se iniciaba un gran reflujo del movimiento obrero;
en las universidades (principalmente de provincia) empezaban a escenificarse luchas
parciales, inicialmente movidas por causas sectoriales (en contra de aumentos en
las cuotas escolares, por el despido de un profesor y otras). La experiencia politiza-
dora y la capacidad de impugnación al Estado creció en los campus. De las luchas
sectoriales académicas se pasó a la propiamente política general, todavía al interior
de la universidad; iniciándose toda una etapa del movimiento estudiantil mexicano
caracterizado por la lucha democrática o por democratizar los órganos de decisión
de las Universidades. Al calor de ésta los estudiantes se politizaron y aprendieron a
conocer al Estado Social autoritario en su cara represiva.
En la propia fortaleza de esta forma de Estado se encuentra su debilidad, su avidez
de control de lo civil significa, al mismo tiempo, que la lucha más insignificante le
concierne, lo afecta cerca del corazón y le mina, aunque sea en pequeña escala, una
parte de sus cimientos. Así, las luchas democratizadoras en la universidad, a pesar
de su apariencia, eran también las luchas de independencia, de una parte de lo civil
respecto del Estado. Se daban precisamente ahí porque el control organizacional
estatal en la universidad no alcanzaba el mismo refinamiento que en otros espacios
como en los sectores obreros y campesinos. Además, con la derrota del movimiento
obrero, la oposición de izquierda se había refugiado en los campus universitarios (de
donde sólo parcialmente saldría en los 70’s); era la universidad su campo principal
de acción.
Por otro lado, los años 60´s significaron un cambio importante en la estructura
misma universitaria, se transitaba del profesionista liberal al profesionista social, es
decir, al asalariado. Este nuevo proceso venía aparejado con la masificación de la
matrícula universitaria.
La primera mitad de la década de los 70´s se caracterizó, para México, por la crisis
económica que no fue una simple crisis cíclica de sobreproducción, sino que, a la par
de los estados capitalistas modernos, era la crisis del Estado interventor. Crisis política
que, a diferencia de otros países donde el pacto reformista o social-democrático hacia
agua, en México significaba también el cuestionamiento por parte de los trabajadores
del control organizacional. En el año 70, año de sucesión presidencial, una parte de la
clase política visualizó el problema; pero la percepción que de él tuvo fue en términos
muy weberianos, como si fuese una crisis de legitimidad del Estado (producto de
los sucesos del 68) cuando en el fondo se trataba de la posibilidad de que el control
organizacional pudiere entrar en crisis.
52
El proyecto de Echeverría
El régimen de Echeverría pretendió refuncionalizar el Estado Social, su estrategia se
llamó el “desarrollo compartido”. El presidente Echeverría en su primer mensaje a
la Nación en diciembre de 1970, declaró:
Véase, Carlos Tello, La política económica en México: 1970-1976, siglo XXI, 1975, Otros autores han
2
demostrado que el efecto del mercado mundial no fue desencadenador importante de la crisis en México.
53
[…] ha llegado al gobierno un grupo de hombres que piensa que es necesario modificar
la estrategia de desarrollo económico de México.
Y agregaba que
A los problemas de carácter político que enfrentaba el Estado Social a raíz del 68,
se agregaba evidentemente una grave situación económica potencialmente peligrosa.
El régimen de Echeverría buscó hacer frente al previsible deterioro del Estado Social
en lo económico y lo político no por mecanismos nuevos, como parece desprenderse
del mensaje presidencial, sino por la intensificación de uso de las que Arnaldo Córdova
llama “las instancias fundamentales de la Revolución Mexicana”.4
Si en el aspecto económico, el desarrollo compartido pretendió la ampliación del
mercado interno vía la redistribución del ingreso, en lo político era claro para una
parte de la clase política que “se necesitaba” una remodelación de esas “instancias
de la Revolución Mexicana”.
El presidente de la República recién elegido, en su discurso del primero de diciem-
bre de 1970, reflejó también las preocupaciones políticas del Estado diciendo que
3
Banco Nacional de Comercio Exterior, La política económica del nuevo gobierno, Apéndice
Documental, Doc.
4
Dicho autor llama así al uso de reformas sociales como instrumento de control social, Véase Cór-
dova, A., “Las reformas sociales y la tecnocratización del Estado Mexicano”. Rev. Méx. Pol. 70, oct-dic.,
1972 FCPyS, UNAM. En contraste con el autor agregaríamos que una de esas instancias siempre presente,
ha sido la represión a los movimientos que intentaron ir más allá de dichas “instancias”.
54
[...] cada seis años tenemos ocasión de analizar resultados, proponernos nuevos objetivos,
rectificar el rumbo, si es necesario, y atender las expectativas de cambio que se han gestado
en la comunidad.5
El problema de las formas para restituir las bases del Estado Social autoritario no
fue concebido de la misma manera por toda la clase política. Para la parte hegemónica
durante el régimen de Echeverría, el acento debía ponerse en lo social, para otros en lo
autoritario. Otro tanto sucedió en la propia clase dominante, que se dividió en quienes
pedían privilegiar las medidas correctivas y quienes las sociales.
En un primer momento, el “desarrollo compartido”, en su vertiente política, tomó
la forma de “apertura democrática”, apertura dirigida específicamente a estudiantes,
profesores e intelectuales como principales protagonistas del 68 mexicano. Decíamos
en otro momento que el 68 no fue un rayo en día soleado, ni tampoco la derrota de
este movimiento universitario fue la del movimiento estudiantil nacional.
Por el contrario, la dramática derrota del 68 en la capital, para las universidades de
provincia, como las de Nuevo León, Sinaloa, Guadalajara, Puebla, etcétera, significó
un gran paso adelante que incentivó la lucha y fue de hecho punto de partida en el avan-
5
Discurso presidencial, Tiempo, 7 de dic. 1970, p. 5.
6
Esta huelga se resolvió mediante la intervención de las autoridades del trabajo en favor de la di-
rección sindical “charra” y con la intimidación de la fuerza pública.
7
Citado en varios autores, Las crisis del sistema político mexicano, México, Colegio de México,
1977, p. 200.
55
8
Los límites entre los periodos son en realidad amplias franjas en el tiempo por el desarrollo desigual
de los movimientos estudiantiles locales, probablemente la franja que delimita la fase democrática de
la radical se sitúe entre 1971 y 1973.
9
Varios autores, La vida política en México, México, Colegio de México, 1974, p. 64.
10
Ibidem, p. 65.
11
Ibid., p. 62.
56
[...] nuestro tiempo desafía, en todos los países, la eficiencia de la escuela. Una escuela
estática puede generar discordias y retroceso. Una auténtica Reforma Educativa exige
12
M. Huacuja y J. Woldenberg, Estado y lucha política en México actual, México, El Caballito,
1976, p. 93.
13
E. Suárez-Iñiguez, “El dilema de los intelectuales”, Estudios políticos 11, núm. 8, oct-dic., 1976, p. 49.
57
revisar profunda y permanente, los objetivos, los conceptos y las técnicas que guían la
docencia. Desconfiemos de los cambios espectaculares y las decisiones de arriba. La Re-
forma que iniciaremos no será fruto de una imposición burocrática, surgirá de cada aula
y estará fundada en la veracidad y en el diálogo”.14
[...] nos empeñamos en ampliar los servicios educativos y en mejorar su calidad; en volverla
más democrática y eficaz. Queremos evitar la frustración de las nuevas generaciones por
una formación más cabal y mejor orientada hacia las oportunidades de empleo.16
Banco Nacional del Comercio Exterior, La Política Económica Exterior del Nuevo Gobierno,
15
1971, p. 161.
16
Tiempo, 11 de septiembre de 1972, pp. 23-24.
17
Castrejón Diéz y C. Panisio, Sobre el pensamiento educativo del régimen actual, México, SEP
SETENTAS No. 163, 1974, p. 70.
58
Hemos proclamado que ante el crecimiento del país, ante un afán de justicia social, se
requiere que impartamos una educación para el desarrollo económico.22
[...] sabemos que es necesario en esta hora apoyar ampliamente el desenvolvimiento cien-
tífico y tecnológico, y ponerlo al servicio de un desarrollo industrial. Empero es preciso
59
considerar que la historia de México, los factores sociales que legitiman los actos del
Estado Mexicano, no se satisfacen con el logro de la industrialización, es decir, con el
sólo crecimiento de nuestras tasas de producción; el país busca la soberanía económica
como fundamento del desarrollo independiente y, aún más, equilibrado. Este supuesto
básico incluye de un modo insobornable las complejas actividades de la vida social en
un marco de justicia y equidad.23
23
V. Bravo Ahuja, “II Reunión de la Junta del CONACYT”, febrero 21, Documentos II, SEP, 1972,
p. 279.
24
Aportaciones al Estudio de los Problemas de la Educación, SEP, 1970, p. 89.
25
L. Echeverría, Gobierno Mexicano, IV, 28 de agosto de 1971, p. 260.
26
V. Bravo Ahuja, Documentos II, SEP, 1972, p. 348.
27
J. Castrejón, Sobre el Pensamiento Educativo del régimen actual, México, SEP 70s, No. 62, 1974,
p. 50.
60
[...] el gobierno de la República ha aportado todos los recursos a su alcance para propiciar
una más generosa distribución del sector y del quehacer, para constituir un sistema educativo
abierto. A la mitad del sexenio el presupuesto educativo se ha triplicado y en los centros de
educación superior se ha cuadruplicado.32
28
Aportaciones al Estudio de los Problemas de la Educación, SEP, 1970, p. 96.
29
Ibidem, p. 20.
30
Ibid., p. 92.
31
Tiempo, marzo 18, 1974, XV Asamblea de la ANUIES del 10 de marzo, p. 5.
32
V., Bravo, Ahuja, Documentos I, SEP, 1972, p. 139.
61
los medios superiores de entendimiento porque todo dogmatismo, todo autoritarismo sólo
engendra regímenes de terror y de violencia.33
Como dice Alonso Aguilar, hubo sin duda un interés de los funcionarios por lo que
ha dado en llamarse el “diálogo”, por oír y, sobre todo, hacerse oír en círculos donde,
como ocurre entre los estudiantes, es patente la inconformidad.34 Así lo confirma LEA
en su segundo informe de gobierno:
[...] casi no ha transcurrido día de mi mandato en que no haya dialogado con maestros,
estudiantes y jóvenes profesionales; con científicos, artistas y escritores. Su participación
en el cambio garantiza avances genuinos y perdurables.35
En los establecimientos escolares las tareas docentes deben estar impregnadas de sentido
democrático. La participación activa del alumno, en el proceso de su formación y en el
gobierno escolar, debe ser condición esencial del funcionamiento de las escuelas.36
[...] la expansión de los servicios educativos y el desarrollo de una mayor cobertura de los
medios de comunicación social han incidido en la más amplia información de la juventud,
33
Ibidem.
34
Varios autores, Los Estudiantes, la Educación y la Educación y la Política, 1971, 110.
35
Tiempo, septiembre 8, 1972, p. 3.
36
Aportaciones al Estudio de los Problemas de la Educación, 1970, p. 60.
37
Gaceta de la UNAM, agosto 27, 1971, p. 1.
62
con respecto a los variados y complejos problemas derivados de las situaciones de pobreza,
injusticia, discriminación, opresión y agresión física o económica. Frente a esta realidad,
la juventud se ha constituido en un grupo frecuentemente crítico de tales condiciones.
Este fenómeno alcanza su más vigorosa expresión en el medio estudiantil, en el que la
falta de perspectivas para el ejercicio profesional y la ausencia de comunicación entre
los jóvenes estudiantes y las autoridades, se interpretan como elementos que coartan las
posibilidades de participación democrática en el examen de las cuestiones fundamentales
del desarrollo nacional.38
Por otro lado, se señala en el mismo documento, que las demandas de ingreso a
estudios profesionales se ven incrementadas en magnitudes importantes y además
que se ha presentado, desde hace algunos años, una fuerte corriente de opinión que
convierte a las instituciones de enseñanza superior en tema de debates respecto al
papel que les corresponde jugar en el proceso de cambios estructurales de la sociedad;
38
Aportaciones al Estudio de los Problemas de la Educación, 1970, p. 20.
39
Ibidem, pp. 90-91.
40
Ibid., p. 93.
63
64
ralizaron los paros en diversas escuelas por problemas muy variados; en estos paros
predominaron las demandas de autogestión universitaria y aquellas ligadas con la
solución de problemas materiales de los estudiantes (como falta de instalaciones
adecuadas) y aun llegó a pedirse la destitución del rector y del secretario general de
la universidad: esta última demanda tuvo eco y el rector se vio obligado a renunciar.
A partir de la renuncia del rector, el gobernador expidió dos decretos: uno que
concedió la autonomía a la universidad (que pasó de ser Universidad de Nuevo León
(UNL) a Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL)) y, otro, autorizar al consejo
universitario, constituido por 1/3 de profesores, 1/3 de estudiantes y 1/3 de directores
de escuela, para elegir al nuevo rector que anteriormente era nombrado por el Gober-
nador del estado. Además, hubo otro decreto que autorizó la creación de una comisión
de profesores y alumnos que redactase un proyecto para una nueva ley orgánica.
A raíz del primer decreto fue nombrado rector el doctor Oliverio Tijerina, y secre-
tario de la universidad el licenciado Tomás González de Luna, prominente miembro
del PCM en el estado de Nuevo León.
Mientras tanto muchas direcciones de escuela fueron ocupadas por militares del
Sindicato de Trabajadores de la Universidad de Nuevo León (STUNL) o del PCM.
En cuanto al segundo decreto la comisión redactó el proyecto de ley y éste fue
entregado al Congreso local en mayo de 1970. Este proyecto contemplaba la creación
de un órgano supremo de la universidad llamado asamblea universitaria, integrado
por tres representantes maestros y tres alumnos por cada escuela.41 En ese proyecto
quedó plasmada la aspiración máxima del movimiento en la fase democratizadora,
en que la clara hegemonía de la Juventud Comunista (JC) imprimió su sello al periodo,
y a través de todo este proceso tuvo una participación muy importante a nivel de la
dirección del movimiento.
Durante el segundo semestre de 1970 se desató una campaña periodística en contra
de las nuevas autoridades de la UANL y, más aún, hubo atentados en contra del rector.
Este renunció a principios de 1971, cuando el gobierno del estado redujo el presupuesto
universitario en 10 millones de pesos. Después de la renuncia del rector Tijerina el
consejo universitario nombró al ingeniero Héctor Ulises Leal como rector de la uni-
versidad. Contó con el apoyo del PCM, de los grupos espartaquistas y otras corrientes
democráticas. Cuando el rector Leal Flores tomó posesión de su cargo pidió que se
resolviera de inmediato sobre el proyecto de ley orgánica e insistió en la gravedad
de la situación económica de la universidad; “Elizondo (el gobernador) contestó
41
J. Wing, Los estudiantes, la educación y la política, México, Nuestro tiempo, 1971, p. 80.
65
42
Excelsior, 1o. de junio de 1971. (Elizondo era entonces gobernador de Nuevo León).
43
J. Wing, op. cit., p. 80.
44
El Día, 9 de mayo de 1971.
45
Últimas Noticias de Excelsior, 8 de mayo de 1971.
66
46
Excelsior, 24 de mayo de 1971.
47
El Universal, 28 de mayo de 1971.
48
El Día, 12 de mayo de 1971.
49
Excelsior, 22 de mayo de 1971.
50
El Día, 31 de mayo de 1971.
51
El caso del STUNL es el de un sindicato universitario que organizó y participó en movimientos que
no tenían el carácter de luchas gremiales. Esta posición del STUNL se repetiría en el movimiento del 72-73
para deponer a Ulises Leal como rector; en esta ocasión el sindicato tomó abierto parido por Ulises Leal.
52
Excelsior, 29 de mayo de 1971.
67
El rector de la UNAM coincide con la tesis que sustenta el gobierno federal. El gobierno
federal no empleará nunca la limitación de recursos físicos como un pretexto para propiciar
la intromisión de fuerzas públicas y económicas en el seno de las comunidades educativas.53
[...] por instrucciones del presidente Echeverría, el ingeniero Bravo Ahuja salió ayer a la
ciudad de Monterrey. La medida fue tomada en atención a las peticiones presentadas por
el licenciado Elizondo, los ingenieros Héctor Ulises Leal y Fabián Navarro, ex-rector y
secretario general del STUNL, respectivamente.54
Se sacrificó lo esencial en aras de una paz temporal que poco significa, y, en mi modesta
opinión, el medio adoptado precipitará a nuestra Alma Mater a un abismo del que difícil-
mente podrán rescatarla las generaciones venideras.58
53
El Día, 30 de mayo de 1971.
54
El Día, 31 de mayo de 1971.
55
Excelsior, 4 de junio de 1971.
56
Ibidem.
57
Excelsior, 5 de junio de 1971.
58
Últimas Noticias, 5 de junio.
68
59
El Día, 9 de junio.
60
Excelsior, 6 de junio.
69
hacer llegar a la rectoría una persona identificada con parte importante del movimiento
democratizador, y el movimiento resultó enriquecido en experiencia y combatividad.
A partir de este momento, la lucha en la universidad ya no tendría por objeto el es-
tablecimiento de organismos paritarios de gobierno, sino que se daría un complejo
enfrentamiento entre la parte radicalizada del movimiento democratizador contra las
nuevas autoridades universitarias y de éstas con los restos de la derecha tradicional.
Los enfrentamientos al interior de la izquierda en Nuevo León se hicieron patentes
a partir del congreso nacional de la juventud comunista, realizado en Monterrey en
1969. En este congreso Raúl Ramos Zavala encabezó las posiciones radicales frente a
las posturas tradicionales del PCM. El deslinde formó parte de una crisis, que afectó al
PCM, a las juventudes comunistas, a los espartaquistas y a algunos grupos de carácter
social-cristiano. Vale señalar que la correlación de fuerzas y el sistema de alianzas
que permitieron la llegada de Ulises Leal a la rectoría, una vez que éste ocupó el
cargo dió un vuelco.
En la fase democrática del movimiento en la UANL, la formación temprana del
STUNL respecto de los sindicatos de otras universidades, permitió que los profesores
se integraran a las luchas de manera más importante que como lo hicieron trabajado-
res de Sinaloa y Puebla; sin embargo, el destacamento de avanzada durante la fase
democratizadora en Monterrey fue el sector estudiantil.
Cuando la lucha democrática en la UANL llegaba al clímax en 1971 (antes que nin-
guna otra universidad de provincia) el movimiento obrero independiente todavía no
tenía sino tímidas manifestaciones. El avance del movimiento estudiantil en Nuevo
León se volvería en su contra, puesto que la radicalización estudiantil no correspon-
día con el nivel de las luchas en otras clases subordinadas. Así la fracción radical del
movimiento estudiantil llegó a concebir las condiciones de radicalización en la UANL
con las del país en su conjunto, al menos en forma potencial.
61
La Federación de Estudiantes Universitarios de Sinaloa (FEUS) se encontraba en ese entonces
adherida a la CNED, organización estudiantil controlada por el PCM.
70
62
J. Wing, op. cit., p. 80.
63
Oposición, 15 de abril de 1970, p. 5.
64
Ibidem, p. 2.
71
e impidieron que el rector tomara posesión del cargo ante el consejo universitario.
La represión policiaca no se hizo esperar y el edificio central de la universidad fue
tomado por la policía y grupos de choque. El saldo fue un estudiante muerto y otros
varios heridos. Los estudiantes se organizaron y lograron tomar nuevamente el edificio
central, después de fuertes enfrentamientos.65
La violencia continuó y fueron encarcelados 21 estudiantes; hubo una gran cam-
paña de prensa que acusó al movimiento estudiantil de subversivo y comunista. El
gobernador del Estado, siguiendo la línea trazada por el presidente de la República en
su cuarto informe de gobierno, amenazó con la intervención del ejército y la pérdida
del año escolar si no se volvía a clases.66 El 4 de abril el Consejo Estudiantil Uni-
versitario (CEU) decidió abandonar el edificio central, considerando que la amenaza
del gobernador de hacer intervenir el ejército era real. El rector volvió al edificio de
la universidad pero las clases prácticamente no se reanudaron. El consejo estudiantil
puso como condiciones para la vuelta a clases el cese de las persecuciones y de la
represión, la libertad de los presos y la conservación de derechos y puestos de los pro-
fesores que apoyaron el movimiento. El 22 de abril el CEU llamó al retorno a clases.67
Después de este repliegue del movimiento, las autoridades universitarias reprimieron
a algunos maestros opositores despidiéndolos o bajándolos de categoría. La represión
continuó en septiembre con el secuestro de líderes estudiantiles como Antonio Pacheco
Ortiz, presidente del Frente de Defensa Popular, fundado en 1969.68
Durante el resto del 69 y prácticamente todo 1970, esta represión cotidiana a
la oposición continuó en la UAS. El 8 de octubre de 1971, al visitar el secretario de
Educación Pública la UAS, con el fin de anunciar el incremento en el subsidio federal,
un grupo de estudiantes denunció la política represiva del rector ante el funcionario.
El secretario de Educación presidió la reunión del consejo universitario, durante la
cual hubo manifestaciones de repudio a las autoridades universitarias, como resulta-
do de estos actos, el rector expulsó a seis dirigentes de la FEUS. El 13 de octubre, las
juventudes del PRI organizaron un acto de desagravio a Bravo Ahuja, que terminó en
zafarrancho. Los actos relacionados con la visita de Bravo Ahuja a la UAS marcaron
la reanudación del movimiento democratizador.69
Con motivo de las últimas expulsiones de estudiantes hubo paros en varias escuelas,
pero las clases se reanudaron en noviembre. Aprovechando las vacaciones de fin de
65
Ibid., p. 8
66
Oposición, No. 2, p. 3.
67
Oposición, 1o. de mayo de 1970, p. 8.
68
Oposición, No. 12, p. 10.
69
Tiempo, 21 de febrero de 1972, p. 39.
72
70
Oposición, 16-31 enero de 1972, p. 6.
71
Tiempo, 28 de enero de 1972, p. 29.
72
Oposición, 16-31 abril de 1972, p. 1.
73
Recordamos que el intento del gobierno federal en 1971 por mejorar la situación
financiera de la UAS quedó momentáneamente coartado por el rechazo de los grupos
estudiantiles. Hay que hacer notar que el proyecto del gobierno federal, en ocasiones,
como en Sinaloa, Nuevo León, Puebla, Oaxaca, encontró obstáculos importantes ante
los grupos locales de poder (especialmente los de carácter económico), que pugnaron
73
Oposición, No. 40, 3a. de forros.
74
74
Nombre despectivo con que eran conocidos los miembros del grupo “José María Morelos”, en
relaciones con el grupo de la UNAM que giraba en torno de la revista Perspectivas que después sería
Punto Crítico.
75
Oposición, 15 de mayo de 1970, p. 20.
75
76
Tiempo, 24 de enero 1972, p. 25.
77
El movimiento estudiantil estaba dirigido en ese momento por los comités de lucha.
76
78
Punto Crítico, mayo 1973, p. 38.
77
81
R. Bustamante y colaboradores, Oaxaca una lucha reciente: 1960-1978,México, Ed. Nueva
Sociedad, 1978.
78
82
J. Wing, op. cit., p. 74.
83
Excelsior, 10 de junio de 1971.
79
84
Oposición, 1o.-15 de junio de 1971, p. 3.
85
J. Wing, op. cit., p. 87.
86
Ibidem, p. 94.
87
Excelsior, 16 de junio 1971, p. 1.
80
88
Tiempo, 1o. de enero de 1973, p. 5.
89
Véase: “Resoluciones del Foro Nacional de Estudiantes”.
90
“De la fracción de la JCM ante el Foro Nacional de Estudiantes”, 22 de abril de 1972.
81
91
Momentos culminantes de esta conformación del movimiento estudiantil como movimiento na-
cional son el 10 de junio y el Foro Nacional de Estudiantes.
82
democrático con el obrero son escasas en este periodo y cuando se dan con
otros grupos, es con aquellos que necesitan de una representación política
por sus condiciones (colonos, vendedores ambulantes, campesinos, etcétera).
4. El Estado empezó a no presentarse como monolítico en el régimen de Eche-
verría, las fuerzas locales generalmente fueron partidarias de las soluciones
de fuerza sin mediaciones, pero el gobierno federal, en cambio, inauguró la
“apertura democrática” que en algunos casos se tradujo en cierta transigencia
con las fuerzas universitarias de la izquierda más moderada.
5. No obstante que las condiciones materiales en cuanto a estructura universitaria
constituyeron uno de los detonantes iniciales; no es posible mostrar una rela-
ción mecánica entre las condiciones materiales universitarias negativas y la
explosividad estudiantil.92 Nos inclinamos a pensar que contradicciones más
profundas en México estuvieron sobredeterminadas por la crisis de una forma
estatal, que hemos denominado Estado Social autoritario, que en el clímax de
su “perfección” iniciaba una decadencia. La lucha civil, en esta forma estatal
se convierte en lucha política, toda lucha civil concierne al Estado. Los obreros
habían sido derrotados en 1958- 1960 y el desarrollo estabilizador no dejó de
frenar su potencialidad transformadora. En cambio el sector estudiantil, hijo
de las capas medias, no principalmente por su situación material sino preci-
samente por su capacidad de desprenderse de ésta, logró expresar tensiones
sociales que ninguna clase subalterna pudo expresar en los 60’s. Políticamente
el control del Estado sobre los estudiantes nunca adquirió la organicidad ni
la verticalidad que tuvo con los obreros y los campesinos. El movimiento
estudiantil en su fase democrática se enfrentó igualmente a dos políticas edu-
cativas contrapuestas: primero a la de Díaz Ordaz que dio menos importancia
a la educación universitaria al retraer los apoyos materiales oficiales a ésta;
y segundo, la de la “apertura democrática” que implicó fuertes apoyos eco-
nómicos a las universidades. Posiblemente la primera sirvió de detonante de
un proceso que al separarse de su base material inicial no logró ser contenido
con la política de “apertura democrática”.
6. El movimiento estudiantil democrático tuvo la capacidad de abrir espacios
civil-políticos no estatales. El Estado Mexicano no sólo había absorbido a lo
más importante de la sociedad civil, sino que llegó a identificar Estado con
la sociedad. El movimiento estudiantil democrático, a fuerza de luchas, logró
abrir pequeñas fisuras en ese Estado autoritario. Asimismo cuestionó con su
92
Este aspecto será tratado con amplitud en el capítulo III.
83
84
A
nalizaremos en este apartado la estructura universitaria entre 1970 y 1976. Al
aprovechar los cuadros que presentamos se tiene la ventaja de hacer compa-
raciones entre el sexenio de Díaz Ordaz y el de Echeverría y que ordenamos
de acuerdo a la manera cómo el Estado, acorde con la reforma educativa, modificó
su disposición frente a las instituciones de enseñanza superior.
En el cuadro 3.1 se puede apreciar cómo entre 1966 y 1970 hubo un incremento del
42 por ciento en el total de las instituciones de enseñanza superior, lo que da un creci-
miento promedio de 8.43 por ciento anual. Por otra parte, puede observarse que entre
1970 y 1976 hubo un incremento del 66 por ciento en el número de instituciones de
enseñanza superior, lo que implica un promedio anual de crecimiento de 11 por ciento.
En el cuadro 3.2 es posible apreciar la evolución de la matrícula en todos los niveles
de las instituciones de enseñanza superior.
De este cuadro se puede constatar que, durante el sexenio 1959-1964, el incremento
de la matrícula total en las universidades fue de 59.9 por ciento, lo que da un creci-
miento anual de 9.4 por ciento; en tanto que en el sexenio 1964-1970 ese incremento
fue de 84.0 por ciento, es decir, 14.0 por ciento de crecimiento anual: en el último sexe-
nio 1970-1976, esos incrementos fueron de 134.7 y 22.5 por ciento respectivamente.
En el cuadro 3.3 puede verse la evolución de la matrícula exclusivamente en el
nivel licenciatura, y nuevamente se puede apreciar que durante el sexenio de Eche-
verría el aumento en la matrícula en licenciatura rebasa con mucho los incrementos
de sexenios anteriores.
1
En esta investigación se consideró como institución de enseñanza superior o universidad a toda
institución educativa que imparta enseñanza a nivel licenciatura y/o postgrado.
85
Entre los sexenios de López Mateos y Díaz Ordaz la diferencia porcentual en los
incrementos totales es de 7.4% en tanto que la diferencia entre el sexenio de Echeverría
y el de Díaz Ordaz es de 186.0%. Estas cifras hablan del gran impulso que recibieron
los estudios a nivel licenciatura durante el régimen de Echeverría. Ahora bien, si te-
nemos en cuenta que la matrícula en licenciatura se distribuye entre las universidades
públicas y las privadas la proporción de estudiantes de nivel de licenciatura en las
instituciones públicas respecto del total de estudiantes en este nivel en 1971 fue de
86.0%, en tanto que en 1976 fue de 88.0%.Por otro lado, el aumento en la inscripción
en las universidades públicas entre 1971 y 1976 fue de 104.7% y en las privadas fue
solamente de 71.3 %. Es decir, el incremento en la matrícula a nivel licenciatura en las
universidades públicas fue superior al de las privadas durante el sexenio de Echeverría.
Puesto que en las universidades públicas es el Estado la fuente principal de ingre-
sos, y dado que los ingresos y los subsidios por alumno aumentaron durante el sexe-
nio de Echeverría, sin haber un aumento sustancial en las cuotas escolares, los datos
del incremento en la matrícula durante ese sexenio (en especial en las universidades
públicas), indican no solamente una oferta determinada de educación superior, sino
la disposición del Estado para tratar de satisfacerla y también mayor apoyo guberna-
mental a las universidades durante ese régimen respecto del anterior.
86
Años Alumnos
1959 62 130
1960 68 265
1961 76 265
1962 84 067
1963 90 157
1965 104 890
1966 114 082
1970 160 000
1971 271 275
1972 310 971
1973 396 269
1974 442 708
1975 *
492 000
1976 542 695
Fuente: elaboración a partir de datos de la ANUIES y de la SEP.
*Para este año las cifras corresponden a datos calculados por interpolación.
87
88
4
“Distribución del ingreso en México”, Revista CEE, IV, 1, 1974.
5
P., De Leonardo y G. Villaseñor en Foro Universitario No. 3, México, p. 44.
89
6
J., Castrejón, La Educación Superior en México, México, SEP, 1976.
90
91
92
Años Estudiantes/PTC
1970 169.67
1971 170.39
1976 158.54
Fuente: elaboración utilizando los porcentajes de profesores de tiempo completo
que dan la SEP y ANUIES.
AÑOS %
1969 6.25
1970 6.60
1971 6.80
1976 9.48
Fuente: elaboración a partir de datos de la SEP y ANUIES.
En el cuadro anterior puede verse que desde el año en que se contó con información
del sexenio de Díaz Ordaz (1969 a 1970) el incremento en el porcentaje de los profe-
sores de tiempo completo fue de sólo 0.35%, en tanto que en el sexenio de Echeverría
fue de 2.68%, lo que daría un promedio anual de 0.44% de incremento; por tanto, no
puede hablarse de una diferencia en incrementos significativa de los profesores de
tiempo completo entre estos dos sexenios.
Trataremos de introducir, ahora, la variable interviniente “tipo de universidad”
(pública o privada) para ver cómo varían los resultados anteriores al realizar dicha
estratificación.
En el cuadro 3.11 puede verse el porcentaje de profesores de tiempo completo por
tipo de universidad.
93
94
Tanto los profesores que tienen empleo fuera de la universidad, como los que obtienen sólo
ingresos de la universidad (en la muestra el 40% de los profesores por hora manifestó no
tener otro ingreso que el que obtiene en la universidad) sin duda dependen económicamente
de su posición en la institución.
El estudio señalado muestra que la mediana del número de horas por semana de
clase de los ‘profesores por hora’, es de 16, en tanto que la de los ‘profesores de tiem-
po completo’ es de 18. Si por otra parte analizamos la evolución del profesorado por
horas a partir del cuadro 3.13 se puede ver que entre 1968 y 1976, el porcentaje de
profesores de hora clase con respecto al total bajó del 90.50% al 82.74%. Atendiendo
a las indicaciones de King, (de las cuales desgraciadamente no hay datos actuali-
zados) para el año de 1969 había 30 769 profesores por hora y el ‘profesor de hora
clase’ impartía 16 horas por semana en promedio. Lo anterior da un total de 492,304
horas de clase impartidas por semana por los ‘profesores por hora’. Los ‘profesores
de tiempo completo’ habrían impartido, en el mismo año, un total de 38 952 horas de
clase por semana.
Es decir, del total de horas clase por semana impartidas en 1969 por los ‘profesores
de hora clase’ y de ‘tiempo completo’, que son la mayoría de las clases impartidas
en las universidades, puesto que la importancia del profesor de ‘medio tiempo’ es
escasa, el 92.7% corresponde a las horas de clase impartidas por el ‘profesor hora’.
7
Salvo el estudio realizado por Richard G. King en 1969, mediante una encuesta realizada en nueve
universidades, R., King, Nueve Universidades Mexicanas, México, Biblioteca de Educación Superior,
ANUIES, 1972.
95
96
Y una tercera forma fue la acción concreta del Estado sobre la estructura univer-
sitaria, que hemos analizado en este apartado.
97
99
8
Entrevista con Pablo Morales (ex-dirigente del PCM en Nuevo León) en octubre de 1982. Esta
alianza fue confirmada varios años después por Tomás González de Luna, uno de los principales diri-
gentes de la célula Ángel Martínez Villareal; véase Buelna núm. 3, octubre de 1979. “El sindicalismo
en la UANL”, p. 38. También Pablo Morales opina que la alianza no fue sólo una coincidencia práctica
sino un acuerdo formal.
100
y así el ulisismo fue primero en echar mano de los grupos de choque para dirimir
el conflicto; el PCM y la derecha respondieron de la misma forma;9 la lucha final se
decidió a favor de la derecha y del PCM, en el hospital, por la fuerza de los porros.
Así, el ulisismo al mostrarse incapaz de mantener el orden en la universidad perdió
el apoyo del gobierno federal y fue lanzado al exilio escuela por escuela.
Los grupos radicalizados universitarios propiciaron que el desfile obrero del 1º de
mayo de 1973 desembocara en grandes desórdenes, protagonizados principalmente por
estudiantes y obreros de la Fundidora de Monterrey.10 Como consecuencia, el gobierno
organizó contra el CER una serie de represiones selectivas que lo fueron minando, al
grado de que para 1974 prácticamente había desaparecido.
Después de la renuncia de Ulises, lo sustituyó en la rectoría el doctor Lorenzo de
Anda, destacado miembro de la derecha regiomontana, quien desató la represión en
contra de todos los grupos opositores y se mantuvo en la rectoría por la fuerza del
“porrismo”.
En esta fase el Estado no trató de intervenir directamente en la solución de los
conflictos universitarios, sino que, por un lado, permitió que la pugna entre el ulisismo
y sus opositores se dirimiera internamente, y por otro, diezmó selectivamente a los
grupos radicalizados.
A pesar de la gran agitación reinante durante los años 72 y 73, el apoyo financiero
del gobierno a la UANL no disminuyo sino que aumentó considerablemente, hecho
que iba de acuerdo con la nueva política de Echeverría hacia las universidades más
conflictivas. Vale destacar el papel corruptor que jugó la gestión de la rectoría en
Nuevo León en el período de Luis Echeverría; en esta época, los recursos con los que
contó la universidad fueron ampliados extraordinariamente y utilizados para cooptar
cuadros de la izquierda.
El “enfermismo”
Durante el movimiento estudiantil de 1968 la Universidad Autónoma de Sinaloa se
mantuvo en paro uniéndose a las demandas del pliego petitorio presentado en el DF
por el Consejo Nacional de Huelga. A partir de este paro Leopoldo Sánchez Celis,
gobernador del Estado, suspendió el presupuesto de la universidad y en 1969 envió al
9
Entrevista a Pablo Morales P. Una asamblea sindical organizada por el PCM destituyó al comité eje-
cutivo ulisista y conformó nuevo comité; durante dos años existieron dos comités ejecutivos de la UANL.
En cuanto a la alianza PCM-derecha, ésta implicó el reparto de esferas de influencia en la universidad.
10
El Porvenir, mayo 2 de 1973.
101
11
Nombre con el que se conoció la corriente ultra izquierdista en la UAS.
12
Grupo moderado influido por la revista Punto Crítico.
102
13
Tiempo, julio 31 de 1972, p. 29.
103
14
Tiempo, octubre 30 de 1972, p. 29.
15
El destacamento estudiantil del proletariado, Sinaloa. FEUS, 1972.
104
16
Oposición, mayo 15-31 de 1973, p. 15.
17
Oposición, junio 15-30 de 1973, p. 10.
18
Ibidem.
19
“La actual situación política en la UAS se caracteriza por la actuación de los ʽenfermosʼ. Posterior-
mente al 25 de junio, cuando renuncia el rector, los enfermos pasaron a ser dueños de la universidad”
(Oposición, junio 15-31 de 1973, p. 12). cincuenta dirigentes, catedráticos, directores, etc., de la UAS
presentaron sus renuncia. En la renuncia el rector señala: “A través de un año en la universidad se han
venido sucediendo hechos sumamente graves, y, en general, la comunidad universitaria ha visto con
gran indiferencia que grupos de personas que se dicen socialistas atenten a diario contra la dignidad
humana. Hay que agregar que un falso e ilegal consejo universitario, en apoyo franco a los ʽenfermosʼ,
revocó otros acuerdos de expulsión”, Tiempo, julio 2 de 1973, p. 43).
105
106
a los trabajadores a combatir a la burguesía. Hubo encuentros con la policía. A las 4:00
pm la situación estaba bajo control.20
Estos hechos desataron una represión selectiva en contra de los “enfermos”, sus
acciones se volvieron cada vez más esporádicas, limitándose al reparto de propaganda
y a la realización de algunos mítines en las escuelas.21
En octubre de ese año los “enfermos” recibieron el golpe final. Durante una semana
fueron perseguidos hasta ser prácticamente eliminados, con ello cesó la actividad de
todos los grupos políticos en la universidad hasta fines del 74.
20
Tiempo, enero 28 de 1974, p. 10.
21
Tiempo, mayo 13 de 1974, p. 32.
107
conquistas logradas, los grupos más radicales dentro de la universidad, por su parte,
intentaban aumentar sus relaciones populares y elaborar una línea política más precisa,
puesto que los objetivos democratizadores ya habían sido logrados.
Al mismo tiempo que el movimiento entró a una fase de radicalización subía a la
gubernatura del Estado Gonzalo Bautista O’Farril, quien para cumplir su promesa
usó mano dura contra los universitarios. Esto se manifestó en el 72, cuando varias
líneas de transporte urbano que enfrentaban un conflicto laboral, a raíz del mismo,
el gobernador prometió, en un mitin celebrado el 15 de octubre de ese año, aplicar
todo el rigor de la ley para terminar con el “gangsterismo estudiantil” y pidió a la
Procuraduría que “las puertas de la cárcel se abran de par en par para seis autoridades
de la UAP: Sergio Flores, Rivera Terrazas, Vélez Pliego, Jaime Ornelas, Cruz Quintas
y Enrique Cabrera”.22 El gobernador prometió además que “las personas que sufran
perjuicios en sus intereses por causas atribuidas a los pandilleros y falsos universi-
tarios serán indemnizadas y su importe deducido del subsidio de la universidad”.23
Durante el resto del 72 la lucha campesina, cada vez más ligada al movimiento
universitario, fue en ascenso, produciéndose frecuentes tomas de tierras y enfrenta-
mientos armados entre fuerzas represivas, campesinos y activistas. Tecamachalco,
Atlixco, son poblaciones que junto con otras recuerdan aquellas acciones. A partir
de estos hechos la respuesta represiva del Estado contra la UAP no se hizo esperar,
y a finales del 72 se produjeron una serie de atentados: 1) seis estudiantes fueron
aprehendidos acusados de asesinato; 2) el edificio de la Preparatoria fue ametrallado;
3) se produjo un atentado en contra del secretario de la Escuela de Derecho y el 20
de diciembre fue asesinado Enrique Cabrera, director del Departamento de Servicio
Social y Extensión Universitaria. El 24 de enero de 1973, en otro atentado, murió el
pasante de Derecho Josephat Tenorio Pacheco.
Más tarde el 31 de enero, durante un mitin, los estudiantes secuestraron dos poli-
cías y el cadáver de uno de ellos fue encontrado en las afueras del edificio central;24
la escalada de violencia iba en ascenso.
Esta serie de atentados culminó con la matanza del 1º. de mayo de 1973. La prensa
de la época relató los acontecimientos de la siguiente forma:
[...] antes del desfile del 1o. de mayo, se inició un tiroteo entre estudiantes y policías, arro-
jando un saldo de 4 muertos y más de una docena de heridos. El origen de los hechos tiene
versiones contradictorias: por un lado se afirma que el zafarrancho tuvo su origen cuando
22
Tiempo, octubre 30 de 1972, p. 40.
23
Punto Crítico, enero 1-15 de 1973, p. 5.
24
Oposición, enero 1-15 de 1973, p. 5.
108
la policía intentó evitar que los estudiantes entregaran propaganda entre los obreros del
desfile; por el otro se dijo que los jóvenes detuvieron a una patrulla de la policía auxiliar,
secuestrando a sus ocupantes e incendiando el vehículo.25
De una u otra manera el Estado aprovechó los sucesos del 1o. de mayo para dar
fuerte y repentino golpe al movimiento.
El 3 de mayo fueron sepultados los cuatro estudiantes muertos acompañados de un
cortejo fúnebre de más de 20 mil personas. Dos días después el consejo universitario
se reunió y apoyó la propuesta de varias escuelas en el sentido de exigir la destitu-
ción de Gonzalo Bautista O’Farril. En el encuentro nacional de universitarios que
se realizó en Puebla antes del mes de mayo, surgió la iniciativa de efectuar un paro
nacional de universidades para el 8 de mayo. Incluso el rector de la UNAM, Guillermo
Soberón, expresó su acuerdo en un manifiesto firmado por él.26
El martes 8 se realizó el paro nacional,27 acompañado por una campaña periodística
en la capital que condenaba los hechos represivos en Puebla. Ante esta situación, el
gobernador declaró el día 8 que
[...] había considerado prudente presentar su renuncia, seguro de que con ello cesarían las
especulaciones y actividades de los grupos de agitación interesados en alterar el orden
estatal y nacional con actos violentos [...] Desde que llegué al gobierno hice frente a la
necesidad de restablecer el orden público, que estaba gravemente perturbado por la pene-
tración del Partido Comunista en los comités de lucha [...] estamos prevenidos de que la
escalada comunista que se ha desencadenado en el país compromete gravemente la paz y
estabilidad de la nación.28
25
Tiempo, mayo 7 de 1973, p. 17.
26
Tiempo, mayo 1o. de 1973, p. 36.
27
Oposición, mayo 21 de 1973, p. 27.
28
Tiempo, mayo 21 de 1973, p. 27.
29
Oposición, mayo 15-31 de 197, p. 5.
109
[...] una de las cosas más importantes que debe realizar un gobernador es preservar la paz
y el orden público; con este objeto procuraré mantener un diálogo permanente con todos
los sectores de la entidad”.32
30
Ibidem, p. 5.
31
Oposición, mayo 15-31 de 1973, p. 6.
32
Tiempo, mayo 21 de 1973, p. 27.
110
En Puebla, a diferencia de otros lugares del país, no había partidos o grupos po-
líticos bien organizados, sino que surgieron grupos locales universitarios que, por
sobre los partidos, eran dirigidos por caudillos, quienes frecuentemente mezclaban
la política con las relaciones personales.
Una característica específica del proceso ocurrido en Puebla fue que la polémica
establecida entre los grupos radicales y los grupos moderados de izquierda permane-
ció por largo tiempo oculta a la masa y cuando los grupos radicales irrumpieron en
escena sus acciones parecieron extrañas a las masas, ya que éstas no contaban con
los antecedentes del enfrentamiento.
Los componentes de los grupos radicales se nutrieron principalmente de ex-
militantes del PCM y de activistas independientes. Algunos de ellos eran dirigentes de
ciertas escuelas de la UAP y de los movimientos campesinos y populares. Esta corriente
no se planteó formar una organización aparte, sino que sus principales exponentes,
en un principio trataron de dar la lucha ideológica al interior del propio PC, del cual
finalmente fueron expulsados.
En Puebla, la fase de radicalización no logró engendrar una corriente radical de la
misma magnitud que la de Sinaloa, y aunque este tipo de tendencias sí se presentaron
fue de una existencia efímera por falta de base social, su debilidad organizativa y por
falta de claridad en la línea política.
El resto deI 73 transcurrió bajo una gran tensión interna, con la amenaza de
enfrentamientos entre los grupos universitarios. En el proceso de polarización (por
un lado moderados, y por el otro los radicales) los grupos intermedios se inclinaron
finalmente por las posiciones de los moderados y dejar aislados a los radicales. Como
resultado, en diciembre de 1973 se expulsó de la UAP a los dirigentes del grupo más
radicalizado, descabezando con esto el movimiento radical en Puebla.
111
con las de otros grupos de activistas sin partido. La ruptura al interior de la JC se hizo
patente cuando Pedro Castillo, principal dirigente de la corriente izquierdista de la
JC, fue expulsado del PCM; otros de sus compañeros renunciaron al partido antes de
ser expulsados. Ya fuera de la JC, intentaron constituir, contando con la colaboración
de los activistas que simpatizaban con ellos, una estructura organizativa cuyo núcleo
básico era la brigada, en contraste a la forma organizativa de asamblea o de comité
de lucha que había caracterizado al movimiento en su fase democratizante.
El movimiento de brigadas tomó fuerza a partir del 31 de julio de 1972, en que
estudiantes de la Normal, a quienes la UNAM exigía exámenes especiales para ingresar
a ella, tomaron por la fuerza el despacho del rector Pablo González Casanova apoya-
dos por el comité de lucha de Derecho controlado entonces por los radicales. En este
conflicto participaron como dirigentes Miguel Castro Bustos y Mario Falcón.33 Frente
a la toma, la rectoría hizo denuncias formales ante las autoridades correspondientes
y los demás grupos de izquierda condenaron las acciones, coincidiendo con el rector
en que la fuerza pública no debería intervenir en la UNAM. Después de un mes de to-
mada la Rectoría, el 30 de agosto salieron de ella los normalistas y se refugiaron en
la facultad de Derecho.34 Durante este lapso se desató una campaña periodística en
contra del rector, acusándolo de falto de energía.
Algunos de los entrevistados interpretan estos hechos como el resultado de la
imbricación de dos corrientes distintas en el Comité de Lucha de Derecho: por un
lado, la que representaba el grupo encabezado por Pedro Castillo, que buscaba, con
el movimiento de los normalistas, impulsar el movimiento universitario mediante las
acciones violentas, y por el otro, la que sustentaba gente oscura como Castro Bustos
y que mantenía ligas con intereses gubernamentales.
Al parecer estaba presente, como en el caso de los “enfermos” de Sinaloa, una
concepción política que privilegiaba la lucha violenta contra el Estado. Tal movimiento
de brigadas presentó además otras coincidencias con el de los “enfermos” de Sinaloa:
sustentaba una tesis parecida a la de la universidad-fábrica y pretendía poner la insti-
tución al servicio de los objetivos revolucionarios (hacer infuncional la universidad
para el sistema significaba en la concepción de los “enfermos”, “destruirla”). El mo-
vimiento de brigadas trató de llevar algunos contingentes populares a la universidad
para “contagiar con su ánimo a las masas estudiantiles que estaban un tanto confusas,
dispersas, amedrentadas por la represión y confundidas por la demagogia reformista
de partidos y organizaciones como el PCM y Punto Crítico”.35
33
Tiempo, agosto 14 de 1972, p. 12.
34
Tiempo, enero 1o. de 1973, p. 5.
35
Entrevista al Lic. Benito Collantes, mayo de 1982.
112
36
Oposición, agosto 15-31 de 1973, p. 5.
113
37
Yescas Martínez y colaboradores, Sociedad y política en Oaxaca, p. 289.
38
Nueva Universidad, 1, feb, 1977, p. 6.
39
Punto Crítico, mayo de 1973, p. 38.
40
Ibidem, p. 39.
114
41
Yescas Martínez, op. cit., p. 292.
115
42
Oposición, febrero 21 de 1976, p. 1.
43
Punto Crítico, núm. 48, p. 24.
44
Ibidem.
45
Punto Crítico, núm. 49, p. 23.
116
tomados en la misma. El nuevo rector integró la comisión mixta que elaboró un pro-
yecto de reformas a la ley orgánica y lo presentó al Congreso local el 2 de septiembre.
La solicitud de reformas no encontró respuesta favorable y el movimiento democrático
recurrió al apoyo de otras universidades; fue importante entonces la ayuda que brindó
el PCM a través de la Universidad de Puebla. Como respuesta, los gobiernos federal y
estatal suspendieron el subsidio, ante lo cual se organizó una marcha de protesta a la
capital de la República, encabezada por el rector Niño de Rivera, con la oposición del
PRT y del Bufete Político Universitario (BPU). La marcha logró que el 15 de octubre, el
secretario de Educación Pública firmara un convenio con el rector encargado, por el
cual la SEP se comprometía a entregar el subsidio al rector que designara el consejo.
El 17 de octubre, el consejo universitario nombró como nuevo rector encargado
al doctor Felipe Martínez Soriano y en la misma sesión un representante de la SEP
entregó el subsidio federal; el gobierno estatal, en cambio, se negó a entregar su parte
del subsidio, alegando que la elección había sido ilegal.46
Al asumir la rectoría, Martínez Soriano recibió tres millones de pesos como subsi-
dio federal; éste se destinó según sus declaraciones, al pago de salarios y contrataciones
de gente nueva, ya que 70 catedráticos gobiernistas habían renunciado también.47
El gobierno estatal pretendió desconocer al doctor Martínez Soriano como rector
y trató de imponer al doctor Tenorio Sandoval. El 19 de noviembre se realizaron dos
asambleas para elegir rector: una convocada por las fuerzas gobiernistas que repre-
sentaba el ex-rector Ortega Gómez, entre cuyos participantes habían miembros de la
asamblea universitaria elegidos hacía más de dos años, y que eligió al doctor Horacio
Tenorio Sandoval, y la otra, que con la asistencia de seis mil universitarios, y ante un
notario público, eligió al doctor Martínez Soriano como rector definitivo.48
El gobernador del Estado, Manuel Zárate Aquino y el doctor Horacio Tenorio
Sandoval se entrevistaron con las autoridades de la SEP para exigir la entrega del
subsidio federal, las autoridades de la SEP propusieron, en cambio, soluciones inter-
medias. Martínez Soriano propuso un referéndum para decidir la situación, el cual fue
aceptado en principio por las autoridades estatales y federales; sin embargo, a inicios
de enero de 1977 las autoridades estatales anunciaron que el conflicto se resolvería
próximamente y, por tanto, que ya no era necesario el referéndum.49
46
Foro Universitario, 1, 8, enero de 1977, p. 42.
47
Entrevista al Dr. Martínez Soriano.
48
Nueva Universidad, 1, 2, febrero de 1977, p. 5.
49
Ibidem, p. 6.
117
50
Nueva Universidad, 1, 2, marzo de 1977, p. 11.
118
En los primeros días de diciembre de 1977, el ejército realizó una serie de manio-
bras en los lugares aledaños a la ciudad de Oaxaca, y el 14 de diciembre las fuerzas
51
Tiempo, marzo 14 de 1977, pp. 19 y 20.
52
Proceso, noviembre 21 de 1977, p. 29.
53
Entrevista al Dr. Felipe Martínez Soriano.
54
Proceso, noviembre 21 de 1977, p. 29.
55
Proceso, diciembre 12 de 1977, p. 28.
119
56
Espartaco, enero de 1978, p. 1.
57
Miguel Lozano y colaboradores, Oaxaca una lucha reciente, Nueva Sociología, México.
58
Proceso, enero 16 de 1978, p. 14.
120
121
estudiantil para actuar como expresión masiva de tensiones sociales más profundas,
cuando otras clases apenas se aprestaban a dar las luchas más elementales. Y como
defecto porque su mismo alejamiento de la propia materialidad le hizo concebir tareas
que superaban sus posibilidades reales.
Al llegar a un punto estos destacamentos de débil determinación material dejaron
de ser concebibles como vanguardia, y tendió a establecerse un divorcio entre ellos y la
sociedad. La naciente insurgencia sindical no siguió a los estudiantes en su radicalismo,
entonces se quedaron solos ante el inmenso poder del Estado y su futuro no podría ser
otro que la destrucción, destrucción que no necesariamente dio la razón a sus enemigos.
En los lugares donde la lucha democrática triunfó, el radicalismo surgió de la
escisión del bloque democrático, al mismo tiempo que la correlación de fuerzas en
el Estado estaba cambiando. En la lucha contra los radicales confluyeron la derecha
tradicional, el nuevo régimen estatal y la izquierda moderada. Al mismo tiempo se
presentaban conflictos entre las mismas fuerzas estatales, locales y federales, entre
derecha tradicional e izquierda moderada. A esta complejidad se sumó la emergencia
del sindicalismo universitario. El resultado estaba a la vista, la “apertura democrá-
tica” se tradujo para los radicales en su destrucción política. La violencia estatal y
los ataques de la izquierda tradicional acabaron con el movimiento radical, pero una
causa más profunda de su destrucción fue su incapacidad para ampliar su base social
fuera de la universidad. Esta incapacidad no debe interpretarse sólo como “errores
tácticos” sino como un divorcio entre “el destacamento estudiantil del proletariado”
(como le llamaron los “enfermos”) y ese mismo proletariado, y por la incapacidad de
comprender que el Estado Social Mexicano todavía tenía que sufrir una transición.
El destacamento radical experimentó una inversión dialéctica; es decir, si en un
inicio fue capaz de expresar necesidades universales a costa de su desclasamiento, al
final concibió sus propias condiciones de radicalidad como universales: caro precio
tuvo que pagar por esta inversión.
122
H
acia 1974 el movimiento estudiantil estaba en decadencia (salvo futuras
excepciones como en las universidades de Oaxaca y de Guerrero), precisa-
mente cuando se iniciaba sostenidamente la oleada obrera, campesina y de
las colonias populares antiestatal.
El movimiento estudiantil quiso tomar el cielo por asalto pero resultó superior
esta tarea a sus fuerzas. En la fase radical continuó expresando necesidades sociales
pero cada vez más abstractas, más distantes de las condiciones reales del momento. El
precio que hubo de pagar fue su aislamiento y finalmente su destrucción; no obstante
que el sindicalismo y el movimiento campesino independiente emergían con fuerza.
El reflujo del movimiento estudiantil fue en parte consecuencia de la destrucción
de las fuerzas radicales por medio de la represión. En cuanto a la corriente demo-
crática del movimiento en los lugares donde logró consolidarse, se dio a las tareas
de responsabilizarse de la gestión universitaria, privilegiando muchas veces el buen
funcionamiento de la institución sobre el avance del propio movimiento, de una ma-
nera o de otra un espacio civil (sin ser forzosamente antagónico al sistema) no estaba
ya orgánicamente incorporado al Estado. No se estaba construyendo la universidad
socialista en el capitalismo, como algunos creyeron, pero sí se estaba arrebatando
el control orgánico de una parte de lo civil al Estado. Independencia de lo civil no
significa anticapitalismo, significa más bien funcionamiento que puede ser acorde al
propio desarrollo de la lucha en el campo de la cultura. Ni los radicales, ni los mo-
derados comprendieron la herencia del movimiento estudiantil. Para los primeros las
universidades “democráticas” no eran sino simples universidades burguesas al servicio
del sistema. Nada había cambiado. Para los segundos se estaba ante una universidad
123
[...] la universidad trabaja con dignidad, apartada de filosofías utilitaristas y discute crí-
ticamente en bien de México. Estoy seguro que nadie osará incidir en su autonomía,
interrumpir su libertad o afectar sus crecientes niveles académicos. Pueden estar seguros
los universitarios del mayor esfuerzo del gobierno en su favor, del permanente respeto
prometido y comprobado y el cordial afecto del gobierno.1
En esta fase la lucha se apagó tanto a nivel estudiantil como sindical universitario,
y sólo en las elecciones sindicales lograba activarse levemente. En enero de 1975 se
renovó el comité ejecutivo del STUANL; el 15 de enero se inició la campaña electoral y
el PCM trató de llegar a un acuerdo con el grupo “Ángel Martínez Villarreal”, expulsado
en años anteriores del propio PCM, que controlaba el comité ejecutivo del sindicato y
con otras fuerzas que permitieron la integración de una planilla única. Los dirigentes
del PCM expresaron que esta alianza se daba en virtud de los ataques de la oligarquía
local en contra de la universidad y a que el sindicato era la única fuerza organizada. Sin
1
Segundo informe de gobierno, Pedro Zorrilla Martínez.
124
Como colofón del largo reflujo del movimiento universitario en la UANL, la llegada a la gubernatura
2
del Estado de Alfonso Martínez Domínguez inaguró una nueva ofensiva derechista que desplazó al PCM
de la dirección del sindicato y de las escuelas-feudos que había obtenido de su alianza con la derecha
cuando las luchas ulisistas, y se desató una cacería de brujas concluída en numerosas expulsiones por
parte del Consejo Universitario.
El largo reflujo en la UANL no aparece estar por terminar sin embargo, la capacidad de cooptación
material y de corrupción por parte del Estado parecen haber llegado a su fin en las condiciones de la
actual crisis económica que vive el país.
125
3
Oposición, 26 de agosto de 1975, p. 3.
4
Oposición, 27 de septiembre de 1975, p. 8.
5
Oposición, 1o. de mayo de 1976, p. 1.
126
dores. En ese año la actividad del PCM fue mínima, aunque se empezó a plantear la
formación del Sindicato de Profesores e Investigadores de la Universidad Autónoma
de Sinaloa (SPIUAS).
Durante el año 1975 se dieron principalmente dos movimientos; el de empleados
de la Universidad cuyo objetivo era obtener aumento de salarios y el de becarios
iniciado en noviembre del año anterior.
En enero de 1975 (el Sindicato de Trabajadores de la Universidad Autónoma de
Sinaloa (STUAS) que agrupa solamente empleados) emplazó a huelga a la universidad
por aumento del 20 por ciento en los salarios, y reinstalación de trabajadores despedi-
dos. La dirección del sindicato en manos del PCM se opuso a la huelga, argumentando
que el rector democrático Arturo Campos Román podría renunciar, pero, aún así, se
votó por ella.
Al mismo tiempo se dio un movimiento estudiantil por aumento en el monto de
las becas concedidas por la universidad, movimiento al que los sindicalizados uni-
versitarios pidieron apoyo. El apoyo de los becarios fue muy activo, llegaron a cons-
tituirse éstos en la dirección política del movimiento. Sin embargo, la radicalización
de la dirección de los becarios los llevó a apartarse de los empleados al grado que
éstos plantearon suspender el paro una vez conseguido el aumento en los salarios y
la reinstalación de los trabajadores despedidos.6
El movimiento de becarios continuó hasta junio, cuando se consiguió aumento en
el monto de las becas.
En octubre de ese año surgió nuevamente otro movimiento que paralizó a la uni-
versidad, cuyo objetivo fue también, la concesión de becas. Ante el desarrollo del
movimiento la asamblea de becarios fue atacada el 18 de noviembre por supuestos
comandos “enfermos”. A pesar de esto se continuó con el paro, pero dos semanas
después, previa amenaza de dichos comandos, un grupo de choque ametralló a la
asamblea de becarios, con lo cual cesó el movimiento.
El 12 de mayo del año 1975 se fundó el Sindicato de Profesores e Investigadores
de la Universidad Autónoma de Sinaloa (SPIAUS) a pesar de que las autoridades de la
UAS se opusieron a la sindicalización de los profesores, el 18 de noviembre7 el SPIUAS
se declaró en huelga por la firma del contrato colectivo y aumento salarial del 40 por
ciento.8
6
Oposición, 21 de junio de 1975, p. 9.
7
Oposición, 29 de noviembre de 1975, p. 2.
8
El Sindicato se inició con 360 profesores, 50% del personal docente.
127
El sindicalismo universitario
Es durante los años en que se inicia el reflujo del movimiento estudiantil en las uni-
versidades cuando surge con mayor fuerza el movimiento sindical universitario. Este
movimiento sindical sufrió la influencia de los grupos que habían participado en la
dirección de los estudiantes. Esto lleva a plantear la posibilidad de que entre el mo-
vimiento estudiantil en reflujo y el movimiento sindical en ascenso se haya dado un
cambio de relevos, de tal forma que se podría hablar de cierta continuidad entre ellos.
Ya durante la década de los sesentas surgieron algunos sindicatos de empleados
universitarios o de empleados y maestros como el de la UNL y el de la Universidad
de Guerrero. El sindicato de la UNL, el más antiguo de los actuales sindicatos univer-
sitarios, que tiene la particularidad de estar constituido por empleados y profesores,
planteó su primera huelga por mejoras salariales en 1967. A pesar de que en los años
sesentas se dieron movimientos sindicales universitarios como éstos no lograron
rebasar su carácter local, ni llegaron a constituir, como después de la fundación del
STEUNAM en 1972, una corriente sindical nacional.
Los antecedentes del STEUNAM se inician cuando en 1964 la Unión de Profesores y
Trabajadores de la Preparatoria número 5 de la UNAM trataron de constituir un sindicato
9
Entrevista, núm. 2.
10
Ibidem.
128
11
Trueba Urbina, “La lucha de clase en las relaciones laborales de la UNAM”, Foro Universitario,
núm. 2, julio 1976, p. 44.
12
Ibidem, p. 45.
13
Punto Crítico, enero de 1973, p. 17.
14
Ibidem, p. 17.
15
Tiempo, 1o. de enero de 1973, p. 5.
129
16
Tiempo, 1o. de enero de 1973, p. 5.
17
Tiempo, 30 de noviembre de 1972, p. 14.
18
Tiempo, 27 de noviembre de 1972, p. 21.
19
Oposición, 15 de enero de 1973, p. 8.
20
Tiempo, 22 de enero de 1973, p. 17.
130
21
Tiempo, 5 de mayo de 1973, p. 31.
22
Oposición, 15-31 de mayo de 1973, p. 20.
23
Tiempo, 28 de mayo de 1973, p. 29.
24
Oposición, 15-30 de septiembre de 1973, p. 20.
25
Oposición, 21 de junio de 1975, p. 1.
131
en sus inicios hubo algunos choques entre sindicalistas y estudiantes en las facultades
de Comercio, Química, Medicina y en la Preparatoria No. 2.
El 24 de junio el SPAUNAM, suspendió la huelga al conseguir reconocimiento explí-
cito por parte de las autoridades de la UNAM, del derecho que tienen los trabajadores
académicos a organizarse sindicalmente, y el del SPAUNAM como organización sindical
de actuar como tal; asimismo se logró que las condiciones laborales se pactaran entre
las autoridades y las organizaciones de profesores. A raíz de esa huelga, el SPAUNAM
aumentó su membresía de 4000 A 5000 profesores.
En lo que se refiere a la participación de grupos políticos, el PCM reconoció pú-
blicamente su intromisión en el conflicto, tanto en la base como en la dirección del
movimiento,26 sin embargo, criticó a la corriente hegemónica del SPAUNAM (el Consejo
Sindical del Profesores) por monopolizar la dirección del sindicato.27
En 1975, el 1o. de noviembre, el STEUNAM emplazó nuevamente a huelga en busca
de un aumento salarial del 30 por ciento; la huelga duró 48 horas, los trabajadores
consiguieron aumento del 20 por ciento.
A raíz de las luchas sindicales en la UNAM aquellas se extendieron en las universi-
dades de provincia, donde en la mayoría de los casos los sindicatos se constituyeron
según el ejemplo organizativo del STEUNAM y del SPAUNAM y su modelo de contratación
colectiva.
El 8 de abril de 1975 el Sindicato Único de la Universidad del Sudeste (Campeche)
se declaró en huelga para buscar la contratación colectiva. La Unión Sindical de Tra-
bajadores de la Universidad del Sudeste (afiliada a la CTM), existía con anterioridad,
rompió la huelga y los dirigentes del STEUNAM que se encontraban en Campeche para
asesorar al movimiento fueron expulsados de la entidad.28
El Sindicato de Trabajadores y Empleados de la Universidad Benito Juárez de Du-
rango se puso en huelga el 19 de noviembre de 1975 por la firma del contrato colectivo
y aumento salarial del 30 por ciento. A raíz de la huelga obtuvo su reconocimiento
asó como la firma del contrato y 20 por ciento de aumento.
En la Universidad de Coahuila el sindicato de trabajadores administrativos y ma-
nuales realizó paraos por violaciones al contrato.29
26
Oposición, 5 de julio de 1975, p. 1.
27
Oposición, 26 de julio de 1975, p. 10.
28
Oposición, 30 de abril de 1975, p. 6.
29
Oposición, 6 de diciembre de 1975, p. 3.
132
30
Oposición, 1o. de noviembre de 1975.
31
Punto Crítico, 1a. quincena de octubre de 1975.
32
Oposición, 19 de junio de 1976, p. 4.
33
Punto Crítico, 23 de agosto de 1976, p. 19.
34
Oposición, 10 de abril de 1976, p. 22.
35
Punto Crítico, núm. 51, 1976, p. 22.
133
36
Punto Crítico, 5 de octubre de 1976, p. 22.
37
Punto Crítico, 22 de noviembre de 1976, p. 8.
134
L
a economía mexicana tuvo un crecimiento estable en la década de los sesentas
y no puede considerarse al factor económico, en términos del deterioro de
las condiciones de vida de la población en general, como determinante del
surgimiento del movimiento estudiantil democratizante. En todo caso, lo que tuvo
importancia relativa fue la creciente subordinación de las políticas educativas y de la
enseñanza al crecimiento económico, lo que probablemente provocó pérdida de status
y prestigio de las profesiones liberales.
El desarrollo de la economía durante el llamado “milagro mexicano” convirtió a la
estructura económica en una estructura modernizante, donde la palanca fundamental
de la acumulación pasó a ser el cambio tecnológico y organizacional en las grandes
empresas, esto se compaginó con mayor complejidad en espacios sociales conside-
rados tradicionalmente parte de la sociedad civil, y que el Estado Social Mexicano
intentó incorporar en su seno; sin embargo, el Estado Social autoritario no asimiló
por completo esta nueva complejidad, causó así nuevas tensiones sociales.
Posiblemente se dio un desfase entre el avance de la estructura económica y el
inmutismo de la forma estatal imperante. En este marco, la lucha por la democratiza-
ción, bandera fundamental del movimiento estudiantil en su primera fase, reflejó una
necesidad global de la sociedad. Esta lucha por la democracia no fue, en este período,
la necesidad de una clase en particular, sino más bien una reivindicación de la socie-
dad civil en su conjunto. La lucha por la democracia dentro de la propia institución
universitaria constituyó un aspecto parcial de esa reivindicación de la sociedad civil
por desligarse de la subordinación al Estado.
135
1
No estamos planteando la hipótesis de que a peor situación material de una universidad debe corres-
ponder mayor conflictividad. En perspectiva reconstructiva de un proceso los elementos determinantes
pueden ir cambiando con el propio desarrollo del proceso.
136
137
138
se independiza del Estado pero también el Estado de la sociedad civil: dicho Estado
es el Estado liberal burgués.
En el plano del pensamiento político es con Hegel donde primeramente aparece
la separación entre sociedad civil y política y, a la vez, su unidad dialéctica, lo cual
no implica su identificación formal, en la sociedad civil, como relación egoísta e
individualista, la eticidad del derecho adquiere imperfecta realización, realización
que sólo será plena en el Estado.
Marx retoma el concepto hegeliano de sociedad civil, lo precisa y jerarquiza respecto
de otras esferas de lo social. Para Marx “la sociedad civil comprende el conjunto de las
relaciones materiales entre los individuos al interno de un determinado grado de desa-
rrollo de las fuerzas productivas. Ella comprende todo el conjunto de la vida material
e industrial en un grado de desarrollo y trasciende al Estado y la nación...”, además “la
anatomía de la sociedad civil debe buscarse en la economía política”.2 Marx no iden-
tifica sociedad civil con economía, puesto que no toda relación material es económica
y la precisión de buscar la anatomía de la sociedad civil en la economía política sólo
indica una jerarquización al interior de la misma.
Como dice Cerroni,3 las relaciones privadas en la sociedad burguesa no sólo
implican las interacciones entre sujetos individuales sino comprenden las relaciones
entre asociaciones de los mismos. La sociedad civil abarca, por tanto, el conjunto
de las relaciones materiales, así como las instituciones y asociaciones privadas que
expresan intereses particulares frente a otras instituciones y asociaciones y, todas
estas frente al Estado.
Sin embargo, la independencia de lo civil que el capitalismo liberal había reali-
zado llevaba aparejado el desgarramiento de la sociedad en clases contrapuestas y la
aparición de organizaciones clasistas y de la lucha de clases propiamente dicha, esto
condujo finalmente a la crisis del Estado liberal burgués.
La crisis del Estado liberal significó una redefinición de las relaciones entre so-
ciedad civil y sociedad política. Gramsci logró visualizarlo mas no captarlo en todas
sus consecuencias.
En este sentido Gramsci habla del Estado ampliado, como sociedad civil más so-
ciedad política y de la función de hegemonía de la sociedad civil. Al concebir Gramsci
a la sociedad civil como superestructura captaba la función hegemónica que la nueva
forma estatal capitalista estaba haciendo de esa sociedad civil.4
Umberto, Cerroni, “Stato”, en II Mondo Contemporaneo, V. IX, T. II, La Naova Italia, Firenze, 1979.
3
4
Véase, Antonio, Gramsci, Los intelectuales y la organización de la cultura, T II, México, Juan
Pablos, 1975.
139
6
Ibidem.
7
Roberto, Racinaro, Introducción a Socialismo e Stato de Kelsen, De Donato, Bari, (traducción
propia), 1978, p CXX.
140
todo lo político o de lo civil politizado está en función de que eso político represente
intereses de clase: no todo lo político es estatal por ello mismo ni todo lo civil ha
devenido político. En esta medida, la especificidad de lo económico y de lo civil
permanecen modificados, pero inalterado en su determinación. Como dice Consoli,
la novedad de “demolición” de los límites entre Estado y sociedad civil más bien hay
que buscarlos en que el miembro de la sociedad civil no es ya fundamentalmente el
burgués indeferenciado sino las clases sociales con status jurídicos en contradicción.8
En la nueva forma de Estado capitalista que surge de la crisis del Estado liberal
(que algunos han llamado el ‘Estado Social’) no sólo cambian las relaciones entre
sociedad civil y Estado sino que la antigua identificación entre Estado y sociedad
política se transforma también. En el Estado liberal el dominio de lo colectivo era
a su vez el dominio de lo estatal, desde el momento en que la participación política
institucional estaba restringida prácticamente a los propietarios; las clases no habían
sido reconocidas como tales ni tampoco sus conflictos por parte del Estado. El Estado
Social que reconoce a las clases y sus luchas implica una fractura y una ampliación
de la sociedad política, la política ya no es sólo el dominio de lo estatal sino básica-
mente el de la lucha de clases; en esta medida la sociedad política se amplía y rebasa
los límites de lo estatal.
En México, a pesar de sus particularidades se da un proceso de transformación de
la forma estatal a partir de la Constitución de 1917 que se asemeja a lo dicho anterior-
mente para el Estado Social en general; sin embargo, la debilidad de la sociedad y del
mismo Estado aunada al atraso económico, provocan que el Estado Social Mexicano,
cristalizado durante el cardenismo, sea un Estado Social imperfecto que requiere de
la reducción de la sociedad política a los ámbitos estatales y del sometimiento de las
organizaciones de las clases subordinadas al control orgánico del Estado.
La universidad, tradicional institución civil, con el Estado Social tiende a politizarse
y, en el caso de México, a estatizarse en el sentido político restringido del término, Esta
forma de ver la transformación de la universidad mexicana posterior a la revolución no
equivale a identificarla con aparato ideológico de Estado.9 En esta última concepción
habría una relación funcional entre universidad y Estado, sin verla tampoco como el
resultado de un cambio en las relaciones civil-políticas sino como algo inherente al
capitalismo en general. En cambio, en la concepción del Estado Social, la universi-
dad tendería a estatizarse en el sentido de participar de tareas políticas para la clase
dominante cumpliendo funciones en la conformación de la hegemonía; sin embargo,
cumplir funciones políticas y hegemónicas no implica la adecuación funcional abso-
8
F. Consoli, El Estado Social, Roma, Italia, Debate.
9
Véase, L. Althusser, Ideología y aparatos ideológicos de Estado, Nueva Visión, B. A. 1974.
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En el periodo que hemos analizado al movimiento estudiantil tesis principales se generaron con
respecto a la universidad: primero, la tesis de la democratización de la enseñanza enarbolada por la CNED
y que tácticamente se tradujo en la lucha por el cogobierno universitario, y la tesis de la universisdad-
fábrica postulada por los “enfermos” de Sinaloa que subsumía a la universidad en la infraestructura
económica. La tesis de la CNED es representativa de la fase democrática del movimiento estudiantil, en
tanto que la de la universiada-fábrica lo es de la fase y corrientes radicales de principios de los setenta.
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elementos que constituirían el programa del 68. Otro tanto se puede decir de movi-
mientos estudiantiles previos, anteriores al de 1968.
La dinámica del movimiento estudiantil, que desde nuestra perspectiva metodo-
lógica sólo podía ser aprendida cabalmente con una visión nacional del mismo, no
implica construir un tipo ideal a la manera weberiana sino escudriñar en las determi-
nantes reales de aquél, poniendo el acento en sus determinantes como movimiento
nacional y no como casos particulares aislados unos de los otros. En este sentido
abstracción no se equipara a generalización y no tendría pertinencia el problema de
la representatividad estadística de los casos analizados.
Pero el movimiento estudiantil mexicano en su etapa democrática no sólo fue el
eslabón más débil de la cadena de movimientos sociales, en tanto su rompimiento con
el control estatal, sino que representó lo más avanzado de las fuerzas democráticas
del país. Tanto por su importancia política como por su universalidad programática.
Con respecto de la influencia de los estudiantes en otros movimientos sociales hay que
destacar su papel ideológico y organizativo. Pero, más importante fue la infiltración
por parte de estudiantes o de pequeños grupos políticos de los mismos en sindicatos,
organizaciones campesinas y populares, desempeñando un papel difuso de intelectual
colectivo en la llamada “insurgencia obrera, campesina y popular de los setenta”, la
más importante efervescencia de masas en la Historia de México por democratizar
sus organizaciones. Por ejemplo para los obreros, el foco de esta insurgencia fue la
gran empresa moderna del desarrollo estabilizador y no la pequeña y mediana. Fue-
ron los obreros mejor pagados, con mejores contratos y prestaciones, seguridad en
el empleo los que se levantaron: electricistas, ferrocarrileros, automotriz, aviación,
siderúrgicas, grandes minas, teléfonos, etc. En prácticamente todas estas manifesta-
ciones de descontento contra la falta de democracia sindical y contra el control estatal
estuvieron presentes estudiantes. Unas veces los estudiantes apoyaron desde afuera,
cuando todavía había movimiento estudiantil, posteriormente formando colectivos de
apoyo o bien convirtiéndose ellos mismos en trabajadores asalariados. La suerte de
los radicales fue diferente, luego de su derrota en el enfrentamiento de poder a poder
con el Estado pasaron a formar organizaciones clandestinas, grupos guerrilleros, entre
los que la Liga Comunista 23 de septiembre fue la más emblemática, sus ideólogos
principales provinieron del Tecnológico de Monterrey que eran de tradición social
cristiana (Ignacio Olivares) o de desprendimientos del Partido Comunista y de otros
grupos marxistas. Su etapa clandestina que llegó hasta inicios de los ochenta no es
analizada aquí porque no tenía detrás a movimientos de masas, como si sucedió en lo
que hemos llamado etapa de radicalización. Estos grupos asilados de los movimientos
sociales terminaron aniquilados por la fuerza física del Estado.
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se ha vivido desde 1985. Es decir, para mayor parte de la población en treinta años
no ha mejorado sus condiciones de vida o de trabajo, en el caso de los egresados de
Universidades el desempleo se ha entronizado.
El futuro está relativamente abierto, los parámetros para la acción estudiantil
quedaron enmarcados inicialmente por sus condiciones materiales como estudian-
tes y su futuro como profesionales, pero estos parámetros abstractos no pueden ser
entendidos en su concreción si no se analizan en su articulación con el resto de las
contradicciones sociales y, sobre todo, con eventos impactantes que ayudaron a cam-
biar su subjetividad.
En las condiciones del Estado Neoliberal capitalista, la promesa Neoliberal en
abstracto fue de darle independencia a la sociedad civil —empresas, sindicatos, etc—.,
pero no significó en la práctica el fin del corporativismo. El Estado Social mexicano
basó en gran parte su dominación en el control organizativo de clases fundamentales,
el movimiento estudiantil a pesar de su reflujo no logró ser controlado nuevamente por
el Estado. El nuevo Estado Neoliberal sigue controlando a la mayoría de las organi-
zaciones obreras, campesinas y populares, no así a los estudiantes, porque sus orga-
nizaciones simplemente desaparecieron y, sin embargo, la masa estudiantil perdura y
se reproduce sin cambios apreciables en su origen social. La contradicción principal
entre democracia y autoritarismo no ha desaparecido en México pero ahora se ve
complicada por la presencia real de un modelo económico insatisfactorio que dificulta
continuar con la acumulación modernizante. Es decir, el nuevo modelo, Neoliberal en
lo Económico y, a la vez clientelar y corporativo en lo social, conforma una suerte de
Neoliberalismo corporativo La universidad mexicana ha sido hija del Estado Social y
en esa medida es una universidad social, a pesar de los esfuerzos privatizadores, los
dos grandes movimientos de la UNAM frenaron por ahora esta tendencia.
En lo económico el futuro es de restricciones y por tanto de debilitamiento del
“pacto” social de la postrevolución, representado por la derrota del PRI del año 2000;
en lo político el inmovilismo estudiantil no ha sido absoluto, dos grandes huelgas en
la UNAM y el reciente movimiento del Yo soy 132. Aunque esas irrupciones no tuvieron
el impacto que si lograron en los setenta lo anterior no significa que las condiciones
materiales, subjetivas y políticas no abran la posibilidad de un nuevo movimiento
estudiantil, pero éste tendría que ser diferente al que aquí analizamos: en primer tér-
mino, no tendría la importancia que en los sesentas tuvo en las luchas democráticas;
en segundo, le correspondería una composición estudiantil que no es la continuación
del movimiento anterior, ni política ni organizativamente.
El movimiento estudiantil del período entre 1964 y 1982 lo que mostró es que
hay potencialidades primero para el surgimiento de poderosos movimientos sociales
diferentes de los considerados por las teorías clásicas y segundo, que estos en el
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