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Nuevas Cristologias Ayer y Hoy Manuel Hurtado PDF
Nuevas Cristologias Ayer y Hoy Manuel Hurtado PDF
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Joseph MOINGT, “La figure de Jésus”, Didaskalia 36 (2006) 13-29. Traducción castellana y condensación
en: Selecciones de Teología 185 (2008) 12-22.
Nuevas cristologías: ayer y hoy
Todo ese conjunto que parecía haber sido construido a prueba del tiempo, se va a
desmoronar poco a poco. Paulatinamente, las estrictas fronteras entre los diferentes
tratados se harán mucho más permeables y muchos puentes serán creados con más
facilidad entre las disciplinas. En el caso concreto de la cristología, ésta adquirirá una
visión más comprehensiva de todo el “acontecimiento Cristo”. La nueva cristología
tendrá una visión integral del acontecimiento pascual comprendido como la unidad del
paso de la muerte a la resurrección. Lo importante ahora es que la identidad de Jesucristo
será concebida como insecable de su obra salvífica, honrando de esa manera toda la vieja
tradición patrística y conciliar cuyas afirmaciones y reflexiones siempre tuvieron un
carácter soteriológico. En la patrística, no había prácticamente aspecto de la reflexión
sobre Cristo que no tuviera una orientación soteriológica. Un buen ejemplo de ello es el
axioma de Tertuliano: “la carne es el eje de la salvación”. Hoy podríamos decir que
cristología y soteriología sólo pueden concebirse como dos aspectos de una única
realidad teológica. Sería absurdo pensar una teología que no remita a la salvación, asunto
mío y asunto de los otros.
2
Gilles ROUTHIER & François NAULT, “Un très grand siècle pour la théologie”, in: François BOUSQUET
(dir.), Les grandes révolutions de la théologie moderne, Paris: Bayard, 2003, pp. 153-154.
3
Bernard SESBOÜÉ, La théologie au XXe siècle et l’avenir de la foi. Entretiens avec Marc Leboucher, París:
Desclée de Brouwer, 2007, 116-118.
2
Algunas tareas de la cristología contemporánea
Todos esos cambios se habían ido gestando y destilando lentamente. Un primer signo
explicito de este cambio es sin duda la obra póstuma que se publicara en 1949. Se trata de
las Lecciones sobre Cristo4 del jesuita francés Yves de Montcheuil. En esta obra,
resultado de varias conferencias dadas en París entre 1941-1942, se cuestiona la teología
de la satisfacción y se propone una teología de la redención como misterio de amor. Esta
obra es la primera de una larga lista de publicaciones críticas que quieren renovar
profundamente la teología desde su núcleo cristológico. Casi inmediatamente, en 1950, el
redentorista François–Xavier Durrwell publicará La resurrección de Jesús misterio de
salvación. En esa época, el solo título de la obra es ya significativo. Esta obra propone
que la resurrección sea reintroducida al acontecimiento de la salvación del cual había sido
excluida durante varios siglos. Hasta el año 19825, esta obra había tenido once ediciones
en su lengua original, habiéndose convertido en un gran clásico de la teología
contemporánea.
Exactamente un año después, para la conmemoración de los 1500 años del Concilio de
Calcedonia del 451, el jesuita alemán Karl Rahner publicará un artículo programático
cuyo título original es ¿Calcedonia, fin o comienzo? 6 En este artículo se enuncian una
4
Yves de MONTCHEUIL, Leçons sur le Christ, Paris: Editorial de l’Epi, 1949.
5
François-Xavier DURRWELL, La resurrección de Jesús, misterio de salvación, Salamanca: Sígueme,
19784. La edición francesa: La résurrection de Jésus mistère de salut, Paris: Cerf, 198211.
6
Karl RAHNER, “Problemas actuales de cristología”, in: K. RAHNER, Escritos de Teología, vol. I, Madrid:
Taurus, 19673, 167-221.
3
Nuevas cristologías: ayer y hoy
serie de tareas para la cristología contemporánea como la vuelta a una cristología de cuño
más bíblico y de carácter existencial. De igual manera se propone una teología de los
misterios de la vida de Jesús. Todo esto se hacía poniendo en evidencia los impasses y las
aporías a las que había llegado la reflexión sobre Cristo. Así, la contribución de K.
Rahner, junto a la de los otros teólogos, incluidos los ya mencionados, abrirá un
importante surco en la reflexión teológica a partir de su sesgo cristológico que será el
signo característico de la teología de esa época. Junto a K. Rahner, entre otros, no se
puede dejar de mencionar del lado protestante a Rudolf Bultmann. Toda la reflexión de
R. Bultmann dejará una marca indeleble en la teología y ya no será posible hacer teología
al margen de las consideraciones y de los debates que esos autores han provocado.
Todavía del lado protestante, hay que mencionar forzosamente a uno de los mayores
teólogos del siglo XX, el suizo Karl Barth cuya impresionante obra dejará una impronta
excepcional en el pensamiento teológico de nuestra era y sentará definitivamente las
bases de la vuelta a la Escritura como tarea de ineludible de la teología.
Volviendo al lado católico, hay que mencionar necesariamente al suizo Hans Urs von
Balthasar con una obra impresionantemente amplia que ha contribuido en mucho a la
reflexión cristológica contemporánea. Hay que señalar, a título de ejemplo, Pascua, el
misterio10. Hay que evocar también a otro suizo: Hans Küng, sobre todo por su polémica
obra publicada en 1974, Ser cristiano11. En el mismo año se publicaba en Alemania una
de las mejores cristologías contemporáneas, Jesús el Cristo de Walter Kasper12. Dos años
más tarde, Karl Rahner publicaría su famoso Curso fundamental sobre la fe13 que
7
Wolfhart PANNENBERG, Fundamentos de cristología, Salamanca: Sígueme, 1977. El original alemán es de
1964.
8
Jürgen MOLTMANN, El Dios crucificado. La cruz de Cristo como base y crítica de toda teología cristiana,
Salamanca: Sígueme, 1975.
9
Eberhard JÜNGEL, Dios como misterio del mundo. [Fundamento de la teología del crucificado en el
debate entre teísmo y ateismo], Salamanca: Sígueme, 1984. El original alemán data de 1977.
10
Hans Urs von BALTHASAR, Paques le Mystère, París: Cerf, 1981.
11
Hans Küng, Ser cristiano, Cristiandad, Madrid, 1977. Véase también H. KÜNG, Veinte tesis sobre ser
cristiano, Madrid: Cristiandad, 1977.
12
Walter KASPER, Jesús el Cristo, Sígueme: Salamanca, 19897.
13
Karl RAHNER, Curso fundamental sobre la fe. Introducción al concepto de cristianismo, Barcelona:
Herder, 1979.
4
Algunas tareas de la cristología contemporánea
Es fácil constatar que en Europa, desde los años 80, ha habido una cierta estagnación de
la producción propiamente cristológica, mientras que en otros continentes, especialmente
en el Asia, la producción cristológica ha tenido un repunte inédito. En ese periodo, como
figura de excepción en Europa, será publicada en 1993 una de las más originales y
mejores cristologías contemporáneas: El hombre que venía de Dios del jesuita francés
Joseph Moingt20. Esta obra será seguida de tres volúmenes que completan la reflexión
14
Piet SCHOONENBERG, Un Dios de los hombres, Barcelona: Herder, 1972. Prolongando sus reflexiones, el
autor, ya en la madurez de su pensamiento, publicará en 1991 una joya teológica: El Espíritu, la Palabra y
el Hijo. Reflexiones teológicas sobre una cristología del Espíritu. Cristología del Logos. Lectura trinitaria,
Salamanca: Sígueme, 1998.
15
Edward SCHILLEBEECKX, Jesús. La Historia de un viviente, Madrid, Cristiandad, 1981 y Cristo y los
cristianos: Gracia y liberación, Madrid, Cristiandad, 1982. Véase también En torno al problema de Jesús.
Claves de una cristología, Madrid: Cristiandad, 1983 y Los hombres relato de Dios, Salamanca: Sígueme,
1994.
16
Olegario GONZÁLEZ DE CARDEDAL, Jesús de Nazaret. Una aproximación a la cristología, Madrid: Bac,
1974; José Ignacio GONZÁLEZ FAUS, La humanidad nueva. Un ensayo de cristología, Madrid: EAPSA,
1974.
17
Christian DUQUOC, Cristología: Ensayo dogmático sobre Jesús de Nazaret, el Mesías, Salamanca:
Sígueme, 1981. Esta edición española reúne en un solo volumen los dos volúmenes originales.
18
Louis BOUYER, Le Fils éternel. Théologie de la Parole de Dieu et christologie, París: Cerf, 1974.
19
Gustavo GUTIÉRREZ, Teología de la liberación. Perspectivas, Lima: CEP, 1971; Leonardo BOFF, Jesus
Cristo libertador. Ensaio de Cristologia crítica para o nosso tempo. Petrópolis: Vozes, 1972.
20
Joseph MOINGT, El hombre que venía de Dios, Vol. 1 y 2, Bilbao: Desclée de Brouwer, 1995; O homem
que vinha de Deus, São Paulo: Loyola, 2008.
5
Nuevas cristologías: ayer y hoy
Desde la década de los 70 hasta ahora, la producción cristológica fuera del contexto
europeo ha sido basta, rica y diversa. Sería muy complicado y pretencioso dar cuenta
detalladamente de toda la producción cristológica en Asia, América y África en los
últimos treinta años. Sin embargo es posible presentar brevemente algunos pocos
exponentes significativos que puedan compendiar el amplio abanico de la reflexión sobre
Cristo fuera del contexto europeo. La reflexión cristológica en esos nuevos contextos
puede ser clasificada siguiendo tres grandes orientaciones.
Cristo y la liberación
21
Joseph MOINGT, Dieu qui vient à l’homme, t. I., Du deuil au dévoilement de Dieu; t.II., De l’apparition à
la naissance de Dieu, vol. 1 y 2, París: Cerf, 2002, 2005, 2007. Véase la recensión de la obra en la revista
Études, 407 (2007/4) 405-408.
22
Jon SOBRINO, Jesucristo Liberador, Trotta: Madrid, 1991; La fe en Jesucristo: Ensayo desde las
víctimas, Trotta: Madrid, 1999.
6
Algunas tareas de la cristología contemporánea
mujer un papel más importante tanto en la Iglesia como en la sociedad. Muchos son los
nombres de teólogas que habría que mencionar, sin embargo nos contentamos con
resaltar sólo dos: Elisabeth Schüssler Fiorenza e Elizabeth Johnson23.
7
Nuevas cristologías: ayer y hoy
concretas (clanes o tribus), se ha de reconocer que Cristo está más allá de cualquier
modelo particular o tribal, pues, desde la fe cristiana, Cristo no podría ser concebido ni
confesado sin su función o pretensión salvífica universal. Por ejemplo, los ancestros de
un clan o una tribu concreta son entendidos como aquellos seres que dan la vida. De la
misma manera, Cristo ha venido a dar la vida, por ello merece el título de Ancestro. Sin
embargo, Cristo no se deja simplemente identificar a un ancestro de un clan. La acción
salvífica (dador de vida) de Cristo, a diferencia de los ancestros tribales, no se limita a los
descendientes de un clan o de una sola tribu, puesto que él es el Señor de la historia,
Dador de vida universal, Salvador. Habrá que constatar que el título de Ancestro aplicado
a Jesus es insuficiente para dar cuenta del misterio de Jesucristo. Uno de los teólogos más
conocidos es François Kabasélé26.
Todavía dentro de la orientación del cristianismo y las culturas, hay que mencionar a la
cristología que se hace en el contexto de las “teologías indias” que han cobrado gran
vigor en América Latina desde los anos 90. Estas teologías atienden el aspecto cultural
que había sido descuidado o desapercibido por la teología de la liberación: la gran
variedad y riqueza de las culturas amerindias. Se trata de un proyecto teológico que lucha
por la dignidad y derecho de los indígenas y de los pueblos indígenas oprimidos y
dominados. Sin duda el parentesco con la teología de la liberación aparece aquí
claramente, sin embargo estas “nuevas teologías” tienen su propio método e identidad. Se
suele hacer una distinción entre “teología india india” y “teología india cristiana”. El
primer término se refiere a la reflexión de las experiencias religiosas del mundo indígena
(creencias, costumbres ancestrales previas a la evangelización) y el segundo término se
refiere a la experiencia de fe cristiana reflexionada desde el mundo indígena.
8
Algunas tareas de la cristología contemporánea
cristológica en las teologías indias es innegable. Con base en la conocida tipología del
norteamericano protestante Helmut Richard Niebuhr29, se pueden percibir cinco maneras
de relación entre Cristo y las culturas, a saber: Cristo contra la cultura, Cristo de la
cultura, Cristo más allá de las culturas, Cristo y la cultura en paradoja y Cristo
transformador de la cultura. Pero, ¿esas cinco maneras de entender la relación de Cristo
con las culturas hasta qué punto son suficientes y adecuadas para la reflexión cristológica
en el contexto amerindio30? Las cristologías, en el marco de las teologías indias, tienen la
tarea de buscar la manera más adecuada de entender la relación de Cristo con las culturas
indígenas de cada pueblo, dando lugar a la cristología guaraní, quechua, náhuatl, maya,
aymara, etc.
Ciertamente, todos los intentos presentados hasta ahora en el ámbito de las culturas de la
tierra, hacen posible un desarrollo original de la cristología. El sólo hecho de poder
recoger imágenes, nociones y títulos que puedan ser aplicados a Cristo, enriquece el
lenguaje cristológico ya que lo pone en relación con lenguaje de los hombres y de las
culturas de la tierra, completando así el acercamiento cada vez más próximo y respetuoso
del misterio de Jesucristo. Está claro que todas estas consideraciones culturales no serían
posibles sin la conciencia de que la reflexión sobre Cristo debe considerar seriamente la
relación de continuidad y ruptura en todo proceso de inculturación, es decir, hay que
reconocer una clara continuidad entre Cristo y tal cultura y al mismo tiempo hay que ser
conscientes de una discontinuidad.
1997). Primera parte: Memoria. Cusco: IDEA-IPA-CTP, 1998; Teología India III. Tercer Encuentro
Taller Latinoamericano (Vinto, Cochabamba 1997). Segunda parte: Aportes. Cusco: IDEA-IPA-CTP,
1998.
29
H. Richard NIEBUHR, Christ and Cultures, New York: HarperSanfrancisco, 2001 (reedición
conmemorativa a los 50 años de su publicación).
30
Craig A. CARTER, Rethinking Christ and Culture: A Post-Christendom Perspective, Grand Rapids,
Brazos Press, 2007. Este libro es una crítica a la tipología de H.R. Nieburhr y propone una tipología
alternativa que según él sería menos rígida y más apta en una época de post-cristiandad, en un contexto
norteamericano.
31
Raimon PANIKKAR, El Cristo desconocido del hinduismo, Madrid: Marova, 1970 y en Madrid:
GrupoLibro 88, 1994.
9
Nuevas cristologías: ayer y hoy
10
Algunas tareas de la cristología contemporánea
sólo se hizo hombre sino que el se hizo pobre, víctima y oprimido. En ese sentido, de cara
al diálogo con creyentes de otras religiones, el cristiano tiene algo único que ofrecer: esa
alianza irrevocable de Dios con los pobres. La cristología de Pieris puede ser
legítimamente caracterizada como una “cristología de la alianza” donde aparece la
unicidad de Jesús a partir de la alianza con los pobres. En la cristología de Pieris, sin
contradicción, ha habido un desplazamiento de acento en la concepción de la unicidad de
Jesús: del acento puesto en que Jesús es el único Salvador y el Hijo único de Dios al
acento que se pone en que Jesús es único en tanto que él invita a compartir el amor
especial de Dios por los pobres de todas las religiones, manifestado en la alianza
irrevocable concluida en la cruz del Gólgota.
Estamos delante de una cuestión fundamental: ¿Cómo pensar la identidad original de
Cristo en relación con la tradiciones religiosas pluriseculares? A partir de aquí surgen una
serie de preguntas que intensifican la primera. ¿Es posible hacer una cristología que
ponga el acento en un punto de vista más teocéntrico, o al contrario, ninguna reflexión
sobre Jesucristo podría abandonar el centro de su reflexión que es Cristo? ¿Teocentrismo
vs. cristocentrismo? ¿Pnematocentrismo vs. cristocentrismo? ¿Teología trinitaria vs.
cristocentrismo? ¿Logocentrísmo vs. cristocentrismo? Esta es la reflexión que más se ha
desarrollado desde los años 80 hasta la actualidad en el campo de la cristología. La
producción es imponente. Con las preguntas originadas delante de la presencia y la
consciencia de la pluralidad de religiones, muchas de ellas provenientes del Asia y de la
América profunda, la cristología se encuentra ante una de sus mayores tareas. Estas
preguntas han de ser escuchadas atentamente si la cristología quiere estar a la altura de
los tiempos y si la cristología se toma en serio la Encarnación del Verbo de Dios.
Sería necesario mucho más espacio para presentar detalladamente la gran variedad de
reflexiones en este punto de convergencia entre la cristología y la teología de las
religiones. Sin embargo, es posible mencionar algunos nombres importantes y
representativos de varios aires culturales y que participan del debate actual, a saber: el
norteamericano Paul Knitter que elabora en su propia teología reconociendo que está
influenciado por la teología de la liberación latinoamericana y por las preguntas que
surgen en el contexto del pluralismo religioso39, el jesuita belga Jacques Dupuis que ha
intentado pensar una teología del pluralismo religioso que honre la Tradición cristiana40,
39
Paul F. KNITTER, « La théologie catholique des religions à la croisée des chemins », Concilium, 203
(1986) 129-138; Introducing Theology of Religions, New York: Orbis Books, 2002; Jesus and the Other
Names. Christian Mission and Global Responsibility, Oxford: Oneworld, 1996; No Other Name? A Critical
Survey of Christian Attitudes Toward World Religions, New York: Orbis Books, 1984; One Earth Many
Religions. Multifaith Dialogue and Global Responsibility, New York: Orbis Books, 19952; « Can Our ‘One
and Only’ also Be a ‘One among Many’ », in: KNITTER Paul, Jesus’ Uniqueness. A dialogue with Paul
Knitter, New York, Orbis books, 1997.
40
Jacques DUPUIS, « Le débat christologique dans le contexte du pluralisme religieux », Nouvelle Revue
Théologique 113 (1991) 853-863; « Le Verbe de Dieu, Jésus Christ et les religions du monde », Nouvelle
revue de théologie 123 (2001) 529-546; « Les religions comme voies de salut ? », Spiritus 126 (1992) 5-14;
« Universality of the Word and Particularity of Jesus Christ », in : KENDALL Daniel & DAVID Stephen
(dir.), The Convergence of Theology. A Festschrift Honoring Gerald O’Collins, S.J., New York: Paulist
Press, 2001, 320-342; Homme de Dieu, Dieu des hommes. Introduction à la christologie, Paris, Cerf, 1995;
Jésus-Christ à la rencontre des religions, Paris: Desclée, 1989; La rencontre du christianisme et des
religions. De l’affrontement au dialogue, Paris: Cerf, 2002; Vers une théologie du pluralisme religieux,
Paris: Cerf, 1999.
11
Nuevas cristologías: ayer y hoy
el dominico francés Claude Geffré que intenta elaborar una teología interreligiosa41 y el
protestante británico John Hick, que por ser el representante emblemático de la « teología
pluralista » de las religiones merece que se le dedique algunas líneas más que a los otros
teólogos, pues su pensamiento es necesario para entender buena parte del planteamiento
del problemática contemporánea en teología de las religiones en convergencia con la
reflexión cristológica. En el caso de todos estos teólogos citados, hay que ver que sus
teologías son de hecho el eco europeo o norteamericano a las preguntas que les llegan
desde fuera, sobre todo desde el Asia, con fuerza de la problemática interreligiosa.
41
Claude GEFFRÉ, « La contingence historique du christianisme comme scandale de la foi », La vie
spirituelle 599 (1973) 791-799; « La place des religions dans le plan du salut », Spiritus 138 (1995) 79-97;
« La rencontre du christianisme et des cultures. Fondements théologiques de l’inculturation », Revue
d’Ethique et de Théologie Morale. Le supplément (1995) 68-91; « La singularité du christianisme à l’âge du
pluralisme religieux », in: DORÉ Joseph et THEOBALD Christoph (dir.), Penser la foi. Recherches de
théologie aujourd’hui. Mélanges offerts à Joseph Moingt, Paris, Cerf, 1993, 351-369; « La vérité du
christianisme à l’âge du pluralisme religieux », Angelicum 74 (1997) 171-191; « Le fondement théologique
du dialogue interreligieux », in : BEZANÇON Jean-Noël (dir.), Au carrefour des religions. Rencontre,
dialogue, annonce, Paris: Beauchesne, 1995, 83-106; « Le fondement théologique du pluralisme
religieux », Vie Spirituelle 724 (1997) 582-586; « Le paradoxe christologique comme clé herméneutique du
dialogue interreligieux », Chemins de dialogue 19 (2002) 161-182; De Babel à Pentecôte. Essais de
théologie interreligieuse, Paris: Cerf, 2006.
42
John HICK, “The Non-Absoluteness of Christianity”, in: J. HICK and P. KNITTER, The Myth of Christian
Uniqueness. Toward a Pluralistic Theology of Religions, New York : Orbis Books, 1987, 16.
43
Ibid.
44
John HICK, God Has Many Names, Philadelphia, The Westminster Press, 1982, 70-71. En el prefacio de
uno sus últimos libros publicados (A Christian Theology of Religions. The Rainbow of Faiths, Louisville:
Westminster John Knox Press, 1995), Hick habla del Arco iris como metáfora de la refracción de la luz
divina en las culturas religiosas de la humanidad: “ The Rainbow, as the sun’s light refracted by the earth’s
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Algunas tareas de la cristología contemporánea
Por todo lo anterior, Hick invita a los cristianos a abandonar su manera tradicional de
referirse a Jesucristo, es decir que comprendan que el lenguaje utilizado es un lenguaje de
carácter poético que funciona con símbolos y metáforas. Uno de los primeros símbolos
que los cristianos encontraron es el de la encarnación: Jesús la Palabra de Dios
encarnada, el Hijo de Dios. Pero esto que al inicio funcionaba como lenguaje simbólico y
poético para referirse a la encarnación, se hizo lenguaje literal con la llegada de los
concilios y el influjo de la filosofía griega45. Esta comprensión literal de que Jesús es el
Hijo de Dios ha originado el lenguaje de la unicidad y la singularidad de Jesús, que es lo
que dificulta, ofende y causa bloqueos en el diálogo con los creyentes de otras tradiciones
religiosas. En ese sentido, Hick propone volver a la comprensión metafórica de la
encarnación46, para evitar todo lenguaje ofensivo y allanar los caminos para hacer posible
el diálogo con otros creyentes.
J. Hick piensa que “la historia cristiana, la historia de Dios el Hijo que desciende del
cielo a la tierra…” tiene implicaciones inaceptables si es tomada en un sentido literal,
mientras que la comprensión metafórica o mítica no las tiene. Puesto que si “Jesús fuera
literalmente y únicamente Dios encarnado”, se debería afirmar también que “el
cristianismo sería la única religión fundada por Dios en persona47 ». Finalmente, Hick
concluye que el dogma de la encarnación « implica la superioridad única del cristianismo
y de la civilización cristiana, pero que esta superioridad hoy en día parece muy dudosa
para muchos de nosotros48». Decir que Jesús de Nazaret es el Hijo de Dios, la segunda
persona de la Trinidad, no parece que implique necesariamente la afirmación de la
superioridad del cristianismo en relación a las otras religiones. Dicho de otra manera, la
doctrina de la encarnación no lleva forzosamente al corolario de la superioridad del
cristianismo en relación a las otras religiones. De otra parte, para comprender aquello
que Hick afirma, se tendría que dar una especie de salto lógico, puesto que la
superioridad del cristianismo frente a las otras tradiciones religiosas no es inherente a la
dinámica de nuestra fe en la encarnación, ni tampoco a la lógica de la encarnación en sí
misma. Al contrario, la dinámica intrínseca a la encarnación lleva más bien a una actitud
completamente opuesta a la de “superioridad”.
atmosphere into a glorious spectrum of colours, is a metaphor for the refraction of the divine Light by our
human religious cultures” (ix-x).
45
John HICK, « The non-absoluteness of Christianity », in: J. HICK and P. KNITTER, The Myth of Christian
Uniqueness. Toward a Pluralistic Theology of Religions, New York : Orbis Books, 1987, 31: “The ‘son of
God’ title, (…) this poetry was transformed into prose and the living metaphor congealed into a rigid and
literal dogma. It was to accommodate this resulting metaphysical sonship that the church, after some three
centuries of clashing debates, settle upon the theory that Jesus had two natures, one divine and the other
human, being in one nature of one substance with humanity”.
46
John HICK, The Metaphor of God Incarnate, Louisville : Westminster/John Knox Press, 1994, ix. « The
idea of divine incarnation is better understood as metaphorical than as literal Jesus embodied, or
incarnated, the ideal of human life lived in faithful response to God, so that God was able to act through
him, and he accordingly embodied a love which is a human reflection of the divine love”.
47
Ibid., 162.
48
Ibid.
13
Nuevas cristologías: ayer y hoy
No resulta evidente hoy día la significación de la expresión de origen paulino que dice
que hay un solo Dios y un solo hombre, Cristo Jesús, que es el único Mediador entre Dios
y los hombres (1 Tm 2,5). La cristología debe precisar ineludiblemente el alcance de esta
fórmula, a fortiori en este contexto contemporáneo de pluralismo religioso. Lo primero
que puede ser afirmado es la distinción entre la fórmula “Jesús Mediador” y la fórmula
“Jesús intermediario”. Sin duda no es lo mismo un mediador que un intermediario, a
pesar de que en nuestro lenguaje ordinario se use la palabra mediador en el sentido de
intermediario50. Hay que decir que Jesús no es un intermediario entre Dios y los hombres
o entre el cielo y la tierra. En la historia del cristianismo ha habido quien haya
considerado a Jesús un intermediario, tal el caso de Arrio, para el cual Jesús estaba sobre
las criaturas entre Dios y los hombres, siendo él mismo una criatura sublime pero no Hijo
49
Con los tres títulos cristológicos escogidos, seguimos la reflexión de los títulos cristológicos propuesta
por Michel Fédou, s.j. en un curso magistral impartido en Centre Sèvres en 2004. Muchas de las
expresiones y formulaciones usadas en las siguientes páginas, pertenecen a M. Fédou. Lamentablemente no
pueden ser citadas con la precisión que permitiría una obra publicada.
50
Bernard SESBOÜÉ, La théologie au XXe siècle et l’avenir de la foi, o.c., 144-145.
14
Algunas tareas de la cristología contemporánea
de Dios. Para Arrio Jesús tenía un estatuto de intermediario entre Dios y los hombres,
siendo una especie de Tertium Quid, ni hombre ni Dios51.
Lo propio del Medidor es unir en sí mismo los términos que reúne. Distinguirlo de una
concepción general imprecisa o vaga de intermediario entre Dios y los hombres es
fundamental para una correcta comprensión de la Mediación. Es decir, si se afirma de
Jesucristo que él es el Mediador entre Dios y los hombres, hay que comprender que eso
implica que él está uniendo en su propia persona lo divino y lo humano. Y para mayor
claridad todavía, consideremos, por ejemplo, que un profeta no es Dios ni une en su
propia persona a Dios y al hombre. El profeta está más en la línea de un intermediario. El
Mediador puede realizar la unión entre Dios y el hombre sólo si él mismo es un hombre
particular, puesto que ser hombre implica haber nacido en alguna parte y no en todas
partes. En una palabra: es el Verbo encarnado quien es el Mediador, no el Verbo en sí
mismo sino el Verbo hecho carne. La pertenencia radical al ser de Dios y al mismo
tiempo a la existencia singular de un ser humano es lo que hace posible ser Mediador.
Jesucristo sólo puede unir lo uno y lo otro, Dios y hombre, en este ser humano singular
en el que Dios mismo se ha mostrado y se ha hecho conocer. El hecho de no respetar esta
afirmación, sería atenuar la divinidad del Hijo de Dios, su plena pertenencia a Dios y no
honrar su verdadera humanidad como Mediador, lo cual consistiría en menoscabar,
relativizar y minusvalorar la verdadera divinidad del Hijo.
Volviendo a Jn 14, 9 “quien me ve, ve al padre”, hay que decir que esta respuesta dada a
Felipe no significa que la visión del hombre Jesús de Nazaret sea de la misma naturaleza
que la visión del Padre. Tanto la visión del Padre como la del Espíritu supone una
superación de un ver que se limitaría a la carne, al rostro del Hijo. “Quien me ve, ve al
padre” significa que el Verbo hecho carne se ha unido radicalmente a su Padre, de tal
modo que aquel que es contemplado se abre y abre, en él mismo, al misterio de Dios.
Sólo se puede ver al Padre si la visión no es una fijación, sólo si la carne, que es rostro
humano, se hace como un icono, la revelación de que ninguna imagen podría encasillar la
visión. Jesucristo manifiesta su divinidad en el modo mismo por el cual escapa al intento
51
Susie PAULIK BABKA, “Arius, Superman, and the Tertium Quid: When Popular Meets Cristology”, Irish
Theological Quartely 73 (2008) 113-132.
15
Nuevas cristologías: ayer y hoy
de María Magdalena de tocarlo con las manos y retenerlo, fijarlo; Jesucristo manifiesta su
divinidad en su desaparición en medio de las nubes cuarenta días después de la Pascua.
Ya se ha dicho antes que el Mediador Jesucristo es aquel que une en su propia persona
los términos que reúne, Dios y hombre, pero ¿cómo pensar esta unión de Dios y del
hombre en Jesucristo sin que se trate sólo de una yuxtaposición entre el Dios y el
hombre? Para responder esta pregunta, la cristología necesita completar la fórmula
“verdadero Dios y verdadero hombre” con una segunda fórmula de carácter negativo: “el
Mediador no es sólo Dios y tampoco es sólo hombre”. Lo que está en juego en esta
fórmula negativa es el rechazo de lo que podría ser una especie de sujeción sólo a lo
divino o sólo a lo humano, es decir una especie de suficiencia que confinaría al Mediador
a la sola divinidad o a la sola humanidad. La virtud propia que tiene la negación o una
fórmula negativa es la de impedir una comprensión de la relación como simple relación
de adición o de yuxtaposición de dos afirmaciones o dos términos. La fórmula negativa
ayuda a entender que el Mediador no puede ser Mediador si no hay una renuncia a ser
Dios sin el hombre y a ser hombre sin Dios. Renunciar a ser exclusivamente Dios y
renunciar a ser exclusivamente hombre, siendo al mismo tiempo verdadero Dios y
verdadero hombre, implica que Dios y el hombre no estén superpuestos o yuxtapuestos
en la persona del Mediador. Dios y hombre sólo pueden estar unidos si se da un
52
Hay pensar necesariamente en la contribución hecha en este punto, gracias a la abundancia de trabajos
realizados desde los años 80 por la llamada “tercera búsqueda” (Third Quest), especialmente los trabajos
que subrayan la cultura y la religión de Jesús, su carácter judío.
16
Algunas tareas de la cristología contemporánea
Todo lo anterior quiere decir que Dios sin cesar de ser Dios, puede manifestarse en la
experiencia de los hombres y que el hombre puede ser en su humanidad, expresión de la
divinidad. Esa es la mediación como pascua, como movimiento, como transición, como
paso. No es más que sacar las implicaciones lógicas y teológicas de nuestra fe en la
Encarnación. Podremos ahora, con más pertinencia tal vez, comprender mejor la
diferencia entre Mediador e intermediario, especialmente cuando la cristología
contemporánea deba dar cuenta de la unicidad del Hijo de Dios en medio de un cantidad
de intermediarios que existen (y que es bueno que existan) en las otras tradiciones
religiosas de la tierra. La cristología está invitada declarar cómo entiende que el Hijo
único de Dios sea único cuando existen una gran cantidad de intermediarios o incluso de
“mediadores” en las religiones.
Si retomamos el capítulo 14 de Juan, justo antes de que Felipe diga a Jesús: “Señor,
muéstranos al Padre y eso nos basta”, encontramos la respuesta de Jesús a la pregunta de
Tomás: “Señor, no sabemos adónde vas. Cómo podemos conocer el camino?”. La
respuesta la conocemos. ¿No resulta ir a contra corriente hablar de Jesús como el
Camino, la Verdad y la Vida, especialmente en el contexto de la pluralidad de las
53
Hay que pensar forzosamente aquí en Fil 2,6-11.
54
Cf. DZ 424. Concilio de Constantinopla II, canon 4.
55
Idem.
56
Bernard SESBOÜÉ, “Le critère de Chalcédoine”, in: Bernard SESBOÜÉ, Jésus dans la Tradition de
l’Eglise. Pour une actualisation de la christologie de Chalcédoine, París, Desclée, 20002, 165-174.
17
Nuevas cristologías: ayer y hoy
57
DZ 302. Concilio de Calcedonia. Definición.
18
Algunas tareas de la cristología contemporánea
Hay que reconocer que la afirmación de la unicidad de Jesucristo ha sido interpretada por
muchos como una afirmación de carácter imperialista, colonialista e incluso déspota.
Según muchos, esta afirmación ha querido imponerse a lo largo de la historia pero que ha
llegado el día en que esta afirmación no puede ser más sostenida seriamente, tal cual lo
expresa por ejemplo el ya aludido J. Hick. Hay que reconocer que en nombre de la
confesión cristiana se ha ejercido la violencia durante muchos siglos. Sin embargo, eso
no significa que hoy pueda temperarse o mitigarse la radicalidad de la afirmación
cristiana. Eso sería caer en la tentación de relativizar el alcance del enunciado pascual de
la fe cristiana.
Esa fe no puede ser forzada ni impuesta. Sólo se puede ser testigos de esa fe y a lo sumo
anunciarla. La comunidad cristiana tiene que dar razón del anuncio de la unicidad de
Jesucristo, pero lo ha de hacer llevando en cuenta que la cristología no puede estar
separada de una teología del Espíritu.
58
Algunos teólogos intentan desarrollar la llamada “Spirit Christology”: G.W.H. LAMPE, God as Spirit,
Oxford: Clarendon Press, 1977; Piet SCHOONENBERG, El Espíritu, la Palabra y el Hijo, o.c., 15-92; Roger
HAIGHT, « The Case for Spirit Christology », Theological Studies 53 (1992) 257-287; Jesus Symbol of God,
New York: Orbis Books, 1999; The Future of Christology, New York: Continuum, 2005.
19
Nuevas cristologías: ayer y hoy
Hay que afirmar que no se puede dejar de pensar en una relación entre Cristo y el
Espíritu. No hay cristología sin una teología del Espíritu. Como lo dice muy bien Michel
Fédou: “El único no está solo”. Es decir, el Hijo único no está sólo, el Hijo único no
puede concebirse sin la relación al Espíritu. “El único no está sólo” no debe entenderse en
el sentido de que hay una relación con “otro” único, lo cual sería ilógico y contradictorio,
sino en el sentido de que el único encarnado está vinculado radicalmente al Espíritu por
quien continua actuando por ese Espíritu incluso en aquellos lugares donde la carne de
Jesucristo no es visible. El monogenés, el Hijo único, actúa en su Espíritu en el corazón
de aquellos que viven de ese mismo Espíritu.
Unicidad y kénosis
Hay que remitirse al célebre texto de Fil 2,6-11. Cristo Jesús “no retuvo (hapargamós)
celosamente el ser igual a Dios” (v.6). Este texto de Filipenses, excluye de raíz la
sospecha que el Hijo único habría confiscado por celos la herencia de su Dios y Padre. Se
trata de todo lo contario a la sospecha, pues en el texto se lee que por su despojamiento,
por su kénosis (ekénosen), Cristo Jesús ha rechazado poseer celosamente el rango que lo
igualaba a Dios. Jesús ha llegado hasta el extremo de la muerte de cruz precisamente
porque no se ha guardado nada para él mismo. Frente a la sospecha de la unicidad celosa
del Hijo, se ve que en Filipenses aparece todo lo contrario a los celos; aparece la
desposesión y la renuncia de aquello a lo cual tendría derecho. La muerte en la cruz nos
revela que el unigénito no acoge en él ni un ápice de celos. Por ello, si el Hijo único
apareciera a los ojos de algunos bajo la figura del celoso y reclamaran una igualación,
hay que proclamar el Jesucristo kenótico, porque la aceptación de ese Hijo único que ha
tomado la forma de esclavo y de pobre, es aceptar la revelación de un Dios que no es
celoso y que, al contrario, es una permanente desposesión de sí por el otro, del mismo
modo que lo es aquel que es contemporáneo del origen y coeterno a Dios. Lo más
paradójico de todo es que ¡el Hijo único tiene hermanos!59 La unicidad correctamente
concebida implica la relación con los otros, la relación que en Jesucristo se torna relación
59
Christoph THEOBALD, “Le Fils unique et ses frères”, in: M. FEDOU (dir.), Le Fils unique et ses frères.
Unicité du Christ et pluralisme religieux, Paris, Éditions facultés jésuites de Paris, 2002. El título de esta
obra expresa bien el la paradoja de Hijo único. En él se expresa el fundamento de la fraternidad humana
enraizada en la “consubstancialidad” del monogenés con nosotros.
20
Algunas tareas de la cristología contemporánea
El “Hijo del Hombre” es un título cristológico que aparece alrededor de 80 veces en los
evangelios. La particularidad de este título, a diferencia del título “Mesías” que es dicho
por otras personas, es que éste aparece en la boca misma de Jesús. Jesús se refiere a si
mismo como el Hijo del hombre.
Que el hombre se haga más humano en su propia humanidad es testificado por Cristo
quien viene al encuentro del hombre y le da a conocer su filiación. Es la Encarnación, la
en-humanación, el corazón de ese itinerario de humanización del hombre, pues en el
Verbo encarnado, Jesucristo, tomamos conciencia que es verdaderamente la Humanidad
de Dios que se muestra y se hace conocer. El Verbo encarnado en la figura del Hijo del
Hombre es lo que Dios realiza cuando se retira, cuando “la divinidad se esconde”, para
que venga su icono, la imagen perfecta. El Hijo del Hombre es el Hijo de Dios cuando
“no retiene celosamente la condición que lo igualaba a Dios”. En Jesucristo la humanidad
perfecta, el nuevo Adán, el icono perfecto de Dios se ha convertido en el acceso
verdadero al ser de Dios. Es el Hijo del Hombre y no otro quien dice: “quien me ve, ve al
Padre”.
60
Karl BARTH, L’Humanité de Dieu, Génova, 1956.
61
Eberhard JÜNGEL, Dios como misterio del mundo, o.c., cap. IV, 385-503.
21
Nuevas cristologías: ayer y hoy
¿Qué nos enseña la Humanidad de Dios? ¿Qué nos dice el Hijo del Hombre? Las mujeres
y los hombres de la tierra no tienen necesidad de dejar el mundo para encontrar a Dios, o
más radicalmente todavía: el ser humano no tiene que dejar su humanidad para alcanzar a
Dios, al contrario, su humanidad misma es el lugar del encuentro. Quien quiera encontrar
a Dios no lo puede hacer al lado de su humanidad, de su carne. Dios se encuentra bajo la
piel. No tenemos que evadirnos de nuestra humanidad para encontrar a Dios por él
mismo ha venido a habitar hasta lo más profundo del hombre y de su historia.
Pero, ¿qué autoriza a afirmar eso? La identificación de Jesús con los pobres. Mateo 25 no
puede tener sólo un sentido moral. Hemos de pensar que esta identificación misteriosa del
Hijo del Hombre con los pobres no es pretexto para justificar la injusticia ni la miseria.
No, Jesús se revela como el pobre entre los pobres, como el pobre más pobre. La
identificación de Jesús pobre y kenótico con los pobres de la tierra es el descenso de
Jesús hasta lo más hondo, hasta lo más desfigurado del hombre y de lo humano. Jesús, el
Hijo del Hombre, no viene sólo para la condición humana realizada sino que viene a
encontrar la condición desfigurada del hombre, en la figura abyecta de lo humano: los
pobres de la tierra.
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Algunas tareas de la cristología contemporánea
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