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“Ladrón de bicicletas”

Apreciación cinematográfica
Vittorio de Sica, cineasta y actor italiano. Nació el 7 de julio de 1901 en Sora. En 1918
dio sus primeros pasos como actor en el film Il proceso Clémençeau, protagonizado
por Francesca Bertini. En 1922 ingresó en el elenco teatral de Tatiana Pavlova y luego
formó parte de otras compañías hasta consagrarse (hacia 1928) en la de Sergio
Tofano, con textos de Pirandello, Achard y otros. Llega al mundo del cine con películas
de Mario Almirante, "La bellezza del mondo", 1926 y "La compagnia dei matti", 1928.
Aportaría algunos de los films italianos fundamentales de la postguerra. En 1939 rodó
su primera película como director, Rosas escarlatas y su primer triunfo fue con I
bambini ci guardano en 1944. Quizá la más conocida internacionalmente es “Ladrón de
bicicletas”, una obra maestra del llamado neorrealismo italiano pero que en Italia fue un
fracaso.

Es filmada en 1948 en una Italia que estaba derribada por la segunda guerra mundial.
La sociedad italiana vivía desecha y desmoralizada por dicha guerra.

El blanco y negro contribuye a agrandar el tono triste de escenarios y personajes de


personas que malvivía en aquellos años de privaciones, heridas sin cicatrizar y
cansadas batallas por la vida. La película, simplifica esos desdichas como resultados
de la realidad cotidiana de la posguerra.

Uno de los momentos que llama mucho la atención dentro de la historia se produce
cuando Antonio, desesperado por la situación, le pega a su hijo. Parece que el niño no
sabe que el padre iba a pegarle, Bruno contiene las lágrimas y la pantalla en blanco y
negro deja ver cómo se humedecen sus pupilas, pero, ante todo, nos muestra la
dignidad con la que sostiene la cabeza a pesar de los golpes de su padre.

Una de las escenas más representativas es cuando al protagonista (Antonio Ricci) le


roban su bicicleta en donde por medio de una toma en picada hace que el ladrón se
pierda entre la gente.
La música y el sonido muchas veces presentes, expresivos y trágicos, cesan para
resaltar el dramatismo de las escenas más tensas. En la escena final, todos los sonidos
ambientales (campanas, violines, un tranvía, el griterío de la gente, trompas y tubas,
pasos, etc.) coinciden en el rostro de Antonio que lucha internamente contra la idea de
robar la bicicleta o no.

En el ladrón de bicicletas, parece ser que al director le interesa mostrarnos la “otra cara
de la moneda”. Lo que quedo del país, las ruinas de los antiguos cuarteles e iglesias y
los cimientos de los nuevos edificios de oficinas (aquello que surge de lo que fue
destruido). La guerra inevitablemente trajo el hambre y la escasez a las familias
italianas. Y con hambre el pensamiento a veces se rebaja a los más bajos instintos: la
lucha por la supervivencia, los hombres llegan a matarse, a robarse a humillarse con tal
de prosperar, de llevar una moneda a casa.

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